vocación de los primeros discípulos

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VOCACIÓN DE LOS PRIMEROS DISCÍPULOS
Marcos 1, 14-20. Cristo se presenta a nosotros cuando menos lo esperamos. Él nos ve y nos llama.
Por: Jorge Molino |
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20
Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: Decía: -El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva. Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón
y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: Venid conmigo, y os
haré llegar a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante,
vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los
llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.
Oración introductoria
Espíritu Santo, que inmerecida misión el poder ser «pescador de hombres». Ilumina mi entendimiento en esta oración
para terminar de comprender la grandeza de mi vocación e inflama mi corazón para amarte con toda la pasión y fuerza
posible.
Petición
Padre mío, dame tu gracia para que conozca, ame e imite más a Cristo.
Meditación del Papa Francisco
Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros
discípulos a orillas del lago de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi
amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio? En el corazón del Año de la Fe, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro
compromiso cristiano. Sus familias y comunidades locales les han transmitido el gran don de la fe. Cristo ha crecido en
ustedes. Hoy quiere venir aquí para confirmarlos en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en ustedes, pero he venido yo
también para ser confirmado por el entusiasmo de la fe de ustedes. Ustedes saben que en la vida de un obispo hay
tantos problemas que piden ser solucionados. Y con estos problemas y dificultades, la fe del obispo puede entristecerse.
Qué feo es un obispo triste. Qué feo. Para que mi fe no sea triste he venido aquí para contagiarme con el entusiasmo de
ustedes.» (S.S. Francisco, 25 de julio de 2013).
Reflexión
En este pasaje podemos comprobar cómo Jesús pasa a nuestro lado y nos llama. Cristo se presenta a nosotros en las
actividades diarias, cuando menos lo esperamos, ya sea en la oficina, ya sea en las labores de casa. Él nos ve y nos llama.
El seguimiento de este llamado requiere dejar las cosas de lado y seguirle a Él totalmente. Esto no significa que haya que
dejar de trabajar en ese momento o salir del trabajo para estar con Él (aunque si fuera posible sería maravilloso, como
quien atiende a su mejor amigo recibiéndole en casa y no sólo llamando por teléfono). Jesús nos llama sin importarle lo
que somos o cómo somos. No le importa si somos un banquero, un albañil, un ama de casa, un pecador o un santo. Eso
sí, una vez que le hemos respondido se nos pide dejarlo todo y seguirlo. Escogió a pescadores y a publicanos. Y no fueran
los más inteligentes o capaces de su tiempo. Dios escoge a quien quiere. No hay motivos para tener miedo a fallarle, a
no ser del todo fieles a Cristo en nuestro trabajo. Los apóstoles también le dejaron pero, sin embargo, tuvieron el valor
de levantarse.
Es verdad que en nuestras vidas hemos abandonado a Cristo muchas veces, pero eso a Jesús no le importa. Él nos llama
a predicar el evangelio como volvió a llamar a los apóstoles y como un día llamó a san Pablo, cuya conversión
celebramos hoy. San Pablo persiguió a los apóstoles y quería borrar el nombre de Jesús de Nazareth de la faz de Israel.
Pero Jesús resucitado le convierte de un perseguidor a un precursor de la Buena Nueva y en un apóstol apasionado de
este Cristo a quien perseguía. Jesús nos manda a predicar el Evangelio y es el primero que nos da ejemplo convirtiendo
al más "temido" de todos los judíos.
La conversión infundió en Saulo una fe que lo hace ser misionero incansable; enciende en su alma un ardor de caridad
que le obliga a transmitir a los demás la verdad que ha encontrado; le da la fuerza para ser tanto de palabra como de
obra un ferviente testimonio del evangelio. Ahora bien, ¿qué nos diferencia a nosotros de san Pablo? Tenemos la misma
fe, la misma caridad, la misma doctrina, el mismo Dios... Pero nos falta su amor apasionado a Cristo, que le llevó a
considerar todo basura y estiércol comparado con Cristo.
Propósito
Hoy es un día de conversión. No esperemos más, convirtámonos en esos apóstoles resucitados y pidamos esa fe y ese
amor que convirtió a san Pablo para que nos convierta también a nosotros en luz y fuego en medio de la oscuridad del
mundo.
Diálogo con Cristo
Señor, tu «síganme» no deja de resonar en mi corazón. Es sencillo entusiasmarme por el llamado, pero mantener ese
entusiasmo cuando las exigencias parecen sobrepasarme, es imposible si Tú no estás como centro y motivo de mi vida.
Permite que viva cada día como una nueva oportunidad para crecer en el amor. Quiero ser, vivir, pensar, trabajar, gozar
y sufrir por Ti. Ayúdame a ser fiel en mis compromisos como miembro del Regnum Christi; dame la gracia de serte fiel en
las obligaciones de mi vida diaria, porque la fidelidad se construye en las cosas pequeñas y en el momento presente.
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