Conclusiones de la sesión del 11 de Abril de 2013

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Conclusiones de la sesión del 11 de Abril de 2013
El riesgo de contraer una infección hospitalaria es inevitable, lo mismo que en
la vida diaria en comunidad tampoco siempre se puede impedir el contagio de un
microorganismo, patógeno o no. Pero precisamente por ello resulta exigible que en
los centros o establecimientos sanitarios se adopten todas las medidas preventivas
disponibles para reducir el riesgo de contraer una infección nosocomial o para, una
vez producida, establecer sin dilación indebida, incluso administrándolo de forma
empírica, el tratamiento clínicamente indicado ante los signos manifiestos y las
consecuencias previsibles de la transmisión y recepción del germen invasor
Se acepta unánimemente por la comunidad científica internacional que, a pesar
de aplicar las más estrictas medidas para prevenir y controlar el riesgo de infección
hospitalaria, o sanitaria, en general, no se puede, al menos por ahora, eliminar
totalmente un mínimo irreductible de casos puesto que existen factores personales
en cada paciente que predisponen a la infección e incluso a una eventual resistencia
al tratamiento antibiótico instaurado, y que en la actualidad aun la Medicina más
avanzada no puede modificar por la potísima razón de que se actúa sobre un
organismo vivo de reacciones y sensibilidades imprevisibles (STS I 1ª de 1 de junio
de 1994 dictada en el recurso de casación nº 02005/1991).
Y si se entiende que la responsabilidad es la obligación de responder, reparar,
resarcir o indemnizar, que nace del incumplimiento de otra obligación, una siempre
posible infección hospitalaria, y sus eventuales consecuencias, solamente generará
esa responsabilidad cuando se haya podido prever, prevenir o evitar el contagio
según el estado de los conocimientos de la ciencia o de la técnica médica existentes
en el momento de producirse aquélla.
Ya en Las Partidas se decía que deuen pechar los dannos si no los empararen
podiendolo facer (Partida 5ª, título 8º, ley 21), al igual que un siglo antes ya se
entendía que se ha de responsabilizar al causante de todo perjuicio
proveniente
de sus bienes u originado por obra suya, siempre que le haya sido posible evitarlo y
tomar precauciones para que el daño no ocurriera (Maimónides. Mureh nebukim
[Guía para perplejos]. Capítulo 40, parte 3ª), lo mismo que en la actualidad se
establece que fuera de los casos expresamente mencionados en la ley, y de los que
así lo declare la obligación, nadie responderá de aquellos sucesos que no hubieran
podido preverse, o que, previstos, fueran inevitables (art. 1105 del Código Civil), o
igualmente se determina en base a los mismos criterios que no serán indemnizables
los daños que se deriven de hechos o circunstancias que no se hubiesen podido
prever o evitar según el estado de los conocimientos de la ciencia o de la técnica
existentes en el momento de producción de aquéllos (art. 141.1 de la Ley 30/1992,
de 26 de noviembre, de régimen jurídico de las Administraciones Públicas y del
procedimiento administrativo común).
Por eso, dado que el riesgo de infección hospitalaria no puede evitarse por
completo, es a la Administración a quien le incumbe la carga probatoria de que se
hallaba prevista y se aplicaron adecuadamente las medidas preventivas y de
profilaxis indicadas (STSJ de la Comunidad Valenciana, Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección 2ª, de3 de octubre de 2012 dictada en el recurso
contencioso administrativo nº 183/2010), y también resulta obligado y además lógico
trasladar a la Administración sanitaria la carga de acreditar más allá de toda duda
razonable, que el tratamiento prestado al proceso de infección fue el ajustado a la
“lex artis” (STS III 4ª de 14 de junio de 2011 dictada en el recurso de casación nº
2371/2007).
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