El debate sobre el desarrollo en perspectiva comparada: el análisis de las respuestas de los países periféricos de América Latina y las estrategias para la reanudación del desarrollo después de los 90: Argentina, Brasil y México. Andrea Oliveira Ribeiro (IESP / UERJ) 1 Resúmen Este trabajo tiene como objetivo contribuir para la comprensión del fenómeno de la aparición de "nuevo desarrollismo" en América Latina. En primer lugar, tratamos de recuperar los recientes análisis de los procesos socioeconómicos que se han producido en la periferia del capitalismo. Más recientemente, la literatura sobre variedades de capitalismo (Hall y Soskice, 2001) trató de reanudar el debate sobre el desarrollo capitalista en un contexto de globalización. En América Latina, también los teóricos de la economía y la ciencia política se han propuesto examinar las posibilidades de cambio institucional y modelo de acumulación capitalista, un esfuerzo inserido en de la crítica más amplia de modelos teóricos basados en elección racional de la persona, por una parte, y en la economía neoclásica, por otra. En segundo lugar, se centra en el fenómeno de la aparición de las comunidades epistémicas (Haas, 1992) en Argentina, Brasil y México. Teniendo en cuenta las enormes diferencias que caracterizan la dinámica del proceso de la economía capitalista en cada uno de estos países, se busca hacer hincapié en la producción de ideas de grupos específicos y su influencia en la formulación de las políticas macroeconómicas y socioeconómicas. Palabras clave: neo-desarrollismo, Argentina, Brasil, México Introducción Esta presentación tiene como objetivo analizar el papel de las comunidades epistémicas en economía en la Argentina, Brasil y México. La importancia de los economistas en la producción de ideas que sirven de base para la formulación de políticas ha estado atrayendo cada vez más la atención de los analistas (Sikkink, 1991; Babb, 2010; Montecinos y Markoff 2010, Loureiro, 1997). De hecho, desde finales de la Segunda Guerra Mundial, con la inauguración de la llamada Era de Desarrollo (Escobar, 2012) se constató el crecimiento de la demanda de conocimientos de los economistas, así como los modelos económicos de los proyectores y los organizadores de planificación y asesoramiento a los gobiernos en pos del desarrollo. Un proyecto que implica la producción de la modernidad en términos capitalistas, con la urbanización, la industrialización y el aumento de mercado de consumo interno, especialmente en lo que se refiere a la periferia latinoamericana. Desde la década de 1990, la participación de los economistas en las esferas de gobierno se hizo más evidente. Esta mayor presencia tuvo como lema los cambios estructurales en la economía mundial relacionados con la crisis del petróleo y la expansión de los ingresos y las políticas económicas restrictivas, centrándose en la fiscal y la inflación y fundada en la administración de los controles cambiarios. Esta generación de economistas, con una fuerte influencia de la 1 Estudiante de Doctorado em Ciencia Política en el Instituto de Estudos Sociais e Políticos (IESP/UERJ); investigadora del Nucleo de Estudos do Empresariado, Instituições e Capitalismo (NEIC/IESP/UERJ) y del INCT/PPED. Contacto: [email protected] economía de EE.UU. (primero a través de keynesianismo y más tarde a través de la ortodoxia basada en los postulados neoclásicos), llevó a cabo un verdadero cambio en el escenario político de América Latina. Después de la "década perdida" en la que el enorme déficit (público y privado) amenazó la supervivencia de los regímenes democráticos, estos economistas eran los pivotes de estabilización e institucionalización. En los tres casos analizados aquí, los economistas formados en Estados Unidos asumieron puestos clave en la administración económica: Domingo Cavallo en Argentina (1991), Pedro Malan en Brasil (1994) y Pedro Aspe en México (1987). Con el final de la década de 1990, se dio la conclusión de que las reformas estructurales - que implicó la reforma de la administración pública, la privatización de las empresas estatales, la liberalización del comercio y la profundización de las relaciones comerciales internacionales no habían logrado cumplir con lo que era considerado la mayor debilidad de los países subdesarrollados y el mayor obstáculo para la modernización: la desigualdad social, junto con la distribución desigual de la riqueza y de los límites de la participación democrática. Desde la elección de Hugo Chávez, en 1998, y el surgimiento de otros gobiernos identificados con las ideas más progresistas o igualitarias (ver Cameron y Hershberg, 2010; Levitsky y Roberts, 2011), se puso a la hegemonía de la ortodoxia liberal a prueba. Mientras los gobiernos insertaron en la agenda propuestas más inclusivas y negociaron con los actores políticos responsables del presupuesto público las medidas necesarias para establecer un debate político amplio, que incluye la gestión de los economistas, el debate dio la vuelta en torno a proyectos de desarrollo con inclusión social. Este debate parece que se hace más notable en cuanto tengamos más cerca, en Brasil, las elecciones presidenciales y la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, y los candidatos de la oposición Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y Eduardo Campos, del DEM, como representantes de los diferentes proyectos de desarrollo (aparentemente irreconciliables). La participación de los economistas en el gobierno y el hecho de que estos individuos manipulan un conocimiento muy específico y muy poco accesible (complejos modelos matemáticos y econométricos que requieren años de inversión en formación) les permitieron jugar un papel fundamental en la toma de decisiones en materia de política económica. Loureiro (1997) llama la atención sobre cómo, en el caso brasileño, las decisiones sobre las tasas de interés y el ajuste del tipo de cambio han sido tomadas sin un amplio debate público y han sido dirigidas por un equipo económico que ha trabajado tan aislado con el apoyo del Presidente de la República Fernando Henrique Cardoso. Sin embargo, incluso con la ortodoxia crítica, los economistas no han perdido su lugar. En este sentido, el estudio de las comunidades epistémicas en economía en tres países del continente americano tiene como objetivo arrojar luz sobre las transformaciones recientes en la región y en las interconexiones entre los debates en el campo económico, tales como los relacionados con determinados modelos económicos y sus resultados prácticos; y los debates políticos más amplios sobre los proyectos y las posibilidades de desarrollo nacional para la superación de los componentes que restrinjan la modernización latinoamericana. En la primera sección, se discuten las similitudes existentes entre los casos estudiados, la influencia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la preponderancia de las políticas de desarrollo en la región, dada su relación con la configuración política de cada país. En la segunda sección, se evalúa la participación creciente de los economistas en el gobierno y los resultados de las reformas económicas propuestas e implementadas en un contexto de globalización y el fin de la Guerra Fría. Por otra parte, se busca identificar el establecimiento de redes de producción de conocimientos específicos (comunidades epistémicas) como bases de apoyo a la labor de estos actores. En la tercera y última sección, tratamos de presentar algunas de las preguntas de investigación que pueden orientar el estudio del papel de las comunidades epistémicas en economía, sus relaciones con los economistas en el gobierno y la reproducción de una burocracia económica o fuerte sesgo económico y las transformaciones institucionales que permitan gobiernos promuevan cambios específicos en los proyectos nacionales de desarrollo. 1) América Latina como una región de males comunes La llamada Era de Desarrollo (Escobar, 2012) para América Latina representó un período de constantes intervenciones económicas y políticas, y de cambio significativo. Un contexto marcado por la necesidad de erradicar la pobreza, fomentar las economías capitalistas periféricas y contener los modelos de desarrollo alternativos, como el comunista. Algunos pueden llamar modernización: la población urbana creció de manera exponencial, la educación se convirtió en popular, se formó una sociedad de masas. Experimentos democráticos erráticos se entablaron, con más o menos esporádicas interrupciones. Argentina experimentó años de inestabilidad política, incapaces de llegar a un consenso y amenazados por el sistema de dos partidos. Brasil, en 1964, marcó el comienzo de 20 años de dictadura militar. México vivió con el poder centralizador de un partido único, un legado de la Revolución de 1911. Sin embargo, la institucionalización de las ideas expuestas por los teóricos de la modernidad y el desarrollo económico produjo un auge de la experiencia de la planificación y ejecución de políticas en la región. Mientras que la economía mundial se está recuperando y la demanda de productos latinoamericanos aumentó, Argentina, Brasil y México solicitaron su papel en las naciones capitalistas. Esta misión fue marcada por un papel subordinado en la región como el principal proveedor de materias primas, y su estrecha relación de dependencia con la economía de EE.UU. El papel de la CEPAL como el centro para la difusión de las nuevas ideas, bajo la coordinación del economista argentino Raúl Prebisch, y más concretamente una crítica a la corriente liberal no puede ser ignorada (Cepeda 2012). La propuesta de una teoría estructuralista que considera las relaciones simbióticas entre los países desarrollados y los situados en la periferia del capitalismo y la reproducción de las relaciones desiguales de intercambio como el núcleo de la producción de subdesarrollo, representó un punto de inflexión y la justificación política de los diversos planes de desarrollo económico nacional. En Brasil, el gobierno de Vargas (19301945) y después de Juscelino Kubitschek de (1956-1960) serían los exponentes del desarrollismo y un terreno fértil para el debate económico, en el que predominaron los desarrollistas. En Argentina, el proyecto de desarrollo de Frondizi (1958-1962) fue interrumpido por una ola de intervenciones militares y la inestabilidad política en la que no hubo consenso entre los grupos dominantes (Sikkink, 1991). México, en el que tiene la mayoría de los representantes de la ortodoxia liberal, hubo un intento de promover un conjunto de políticas de desarrollo años más tarde, en la década de los 1970, durante el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976) y su sucesor y ministro de Economía, López Portillo (1976-1982) (véase Heredia, 1994). Aunque la influencia de la CEPAL ha sido desigual, afectando más Argentina, Colombia y Chile, que México y Brasil, la institución sirvió como un importante sitio de intercambio de ideas entre los profesionales de toda la región. No por casualidad, más tarde, cuando la inflación comenzó a ser considerada un problema estrechamente relacionado con la supervivencia de la democracia, la CEPAL era un locus importante de la convergencia y la difusión de estudios sobre el tema, que circularon ampliamente en toda la región y se convirtió en un laboratorio para los diversos planes de estabilización. En Argentina, el Plan Austral (1986); en Brasil, el Plan Cruzado (1986), el Plan de Verano (1987), el Plan Collor (1991) y el Plan Real (1994); en México, el Programa Inmediato de Reordenación Económica (1982) y el Pacto de Solidaridad Económica (1987). Por otra parte, estos planes fueron diseñados bajo la estrecha supervisión de los mecanismos de crédito internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI), otro locus importante de movimiento de los economistas latinoamericanos. A la adopción de estos planes se añadió la necesidad de la estabilización económica y la generación de un nuevo modelo de inserción internacional, para asegurar la participación de la región en una economía cada vez más globalizada. En este contexto, la formación internacional previa de los economistas latinoamericana, la difusión y la institucionalización de la economía de los Estados Unidos, y la apertura de espacios políticos para la acción de estos economistas, provocó un cambio radical en las relaciones entre el Estado y la sociedad, y las relaciones de los actores políticos dentro del propio Estado. En este proceso los economistas ganaron espacio de habla y actuaron como los formuladores de políticas (Dezalay y Garth, 2010). 2) Las comunidades epistémicas en contexto posliberal Las ideas económicas por sí solas no hacen política. Ellas van muy lejos en el tiempo y el espacio hasta que se conviertan en proyectos políticos ejecutables. De la producción de las comunidades epistémicas económicas hasta su penetración en las instituciones (estatales y no estatales) y en las mentes de las personas que formulan, aplican y ejecutan las políticas económicas, y de los consumidores (la persona común que hace sus intercambios con la moneda y está directamente afectada por la pérdida de valor de la misma, por ejemplo) puede tardar décadas. Sin embargo, la presencia de ciertos supuestos, valores y normas que guían a los sujetos y les predisponen a ciertos tipos de políticas y no a la inversa (aumento de las inversiones públicas en educación y salud, la capacitación de maestros y médicos, o los recortes de impuestos para ciertos rangos de la exención del impuesto para determinados sectores productivos, etc.) y la persistencia de estas ideas con el tiempo contribuyen a conformar cierta trayectoria. El estudio de las comunidades epistémicas en la economía en Argentina, Brasil y México puede traer una mejor comprensión sobre las diferentes trayectorias trilladas por estos países en un contexto post-liberal (Arditi, 2008). Además de un conjunto de ideas, hay que tener un consenso mínimo entre los líderes de los grupos políticos sobre los beneficios y la pertinencia de adoptar determinado proyecto político. Así es el caso de las políticas que promueven la liberalización del comercio, la inversión en infraestructura, la educación, la atención sanitaria o la institucionalización del sistema financiero o de la disminución de las metas de inflación. La aplicación de determinadas políticas se define también por la autonomía en el uso del presupuesto público y como tal se compromete al pago de las deudas. Diferentes contextos políticos nacionales ayudan a explicar por qué existe una mayor capacidad de recuperación en algunos casos, en comparación con los demás. Debido a que en Brasil, la producción y la aplicación de un proyecto de desarrollo en los años de JK fueran tan fuertes y duraderas, que subsistirán a pesar del cambio de régimen. Debido a que en Argentina, que se caracteriza por una alta polarización política y la ausencia tanto de instituciones estatales fuertes como de una tecnocracia profesional, y donde hay muchos obstáculos para la formación de un consenso político, la aprobación de un proyecto político duradero convirtió en inviable. O por qué, en México, con un sistema de partido único en el que los líderes de los grupos políticos circulaban en el propio PRI, y había un corte ortodoxo fuerte en la burocracia económica, el proyecto político y económico perdurable consistió en bases ideacionales distintas. Estos tres casos tienen diferentes resultados cuando nos fijamos en sus opciones de política económica. En un contexto post-liberal (Arditi, 2008) y para analizar de forma retrospectiva las ideas disponibles en ese momento, podemos entender cómo fue posible que Argentina, por ejemplo, promoviese un proyecto neodesarrollista en 2003 con Néstor Kirchner; al gobierno Lula recuperar el lenguaje nacional-desarrollista y proponer un diseño de proyecto que combina el crecimiento y la estabilidad económica con inclusión social. Y, por último, como en el caso de México en que las opciones eran más restringidas, no se ha podido proponer un modelo que evitara los controles fiscales severos y promoviera la inclusión social a través del aumento del empleo, por ejemplo. Estos conflictos nos llevan a las más profundas preguntas sobre el papel de las elites económicas en las sociedades democráticas y acerca de la utilidad de los conocimientos producidos en ambientes más inclusivos y, por tanto, democráticos: ¿buscamos la inclusión económica (a través de la inserción del mercado de consumo) o la inclusión social (a través de un mayor acceso a los servicios básicos y la garantía de los derechos)? Esto está relacionado con el papel del propio Estado como promotor del desarrollo y de los límites que se enfrentan los Estados capitalistas en contextos democráticos. Por ahora, nos fijamos en la identificación del locus principal de la producción del conocimiento económico en los tres casos mencionados, sus ideas principales, sus relaciones con los grupos de poder (sean los representantes elegidos o los que tienen una mayor capacidad para defender sus intereses económicos) y en esbozar algunas explicaciones acerca de la producción de ideas y la búsqueda de consenso en torno a los proyectos de desarrollo. Las comunidades epistémicas son redes de profesionales que comparten los principios de juicio y criterios de validez intersubjetiva establecida de forma racional para que puedan ejercer su autoridad y competencia en sus áreas de interés, y aplicar estos criterios para juzgar cuestiones y acontecimientos políticamente relevantes (Haas, 1992). Por lo tanto, las comunidades epistémicas podrían prever y evaluar los resultados de los cursos alternativos de acción, tratando de dar visibilidad a las redes de vínculos que se establecen entre los estados de cosas en el mundo, los programas de acción y las políticas públicas (González Gómez, 2003). Las comunidades epistémicas operan, aunque de manera difusa y ni siempre coordinada, a través de las instituciones. Es la penetración y difusión de una comunidad epistémica en particular que puede garantizar una mejor absorción de los nuevos patrones de comportamiento político y proporcionar la transformación de estas normas, códigos y modelos ideológicos en la práctica. O bien, para hacer un paralelo con Erber (2008), estas comunidades tendrían la responsabilidad de la construcción de "convenciones" de base para el logro de los postulados de los proyectos nacionales de desarrollo. También Schmidt (2011) llamó la atención sobre la importancia de incorporar las ideas en el análisis de políticas y de tener en cuenta tanto las instituciones como las estructuras que limitan las acciones y el pensamiento de los actores políticos, así como acentuó la función de las ideas como un constructo producido por los agentes internos, lo que les permite producir nuevas interpretaciones y producir cambios. Instituciones serían tanto las estructuras restrictivas (plasmando el pensamiento y la acción) como el objeto de la reflexión de los actores, que actúan sobre ellos a través de sus habilidades comunicativas e ideológicas. Las teorías que tratan el concepto de comunidad epistémica también defienden la idea de que las redes de producción de conocimiento formadas por profesionales de diversos campos - que tienen autoridad sobre ciertos nichos de conocimiento argumentativo - son responsables de proporcionar estabilidad a la acción política, al producir menos incertidumbre. Siguiendo Schmidt, estas redes de conocimiento también serían capaces de promover el cambio, a través de la producción de nuevos marcos ideacionales. 3) ARGENTINA En Argentina, el proceso de liberalización económica ha sido bastante intenso y marcado por profundos cambios en las relaciones capital-trabajo. Este proceso comenzó en los años 1970 y se profundizó en las décadas siguientes. Al mismo tiempo, hubo una reestructuración económica marcada por la liberalización comercial, la privatización de empresas y la transnacionalización del capital (Feliz, 2011; Bustelo, 2013). Durante el gobierno Menem (1989-1999), este proceso ha producido resultados aparentemente contradictorios, además de altas tasas de desempleo formal y aumento de la pobreza, buenas tasas de crecimiento económico. Sin embargo, la sociedad argentina en general ha vuelto más pobre y más desigual. Con fuertes controles macroeconómicos y la rigidez cambiaria, este modelo de acumulación de capital ha llegado a su límite a finales de los años 1990, impulsado por las crises asiática (1997) y brasileña (1999) que produjeron la devaluación de las respectivas monedas, lo que ha fortalecido una solución por la devaluación del peso argentino. Luego, el caso argentino se caracteriza por una fuerte ruptura que culmina en una profunda crisis económica e institucional cuyo punto culminante tiene lugar en 2001. Dicha crisis allanó el camino para la formación de un grupo de partidarios de un proyecto acuñado como neodesarrollista con fuerte participación del Estado, y ha permitido la formación de una coalición entre los diversos sectores de la sociedad en el proceso de post-convertibilidad, o para abandonar el modelo anterior. Según Ortiz y Schorr (2007), los elementos básicos que permitieron la formación de los grupos pro-devaluación de 2002 se reducen a la percepción de agotamiento basado en el cambio fuerte y el endeudamiento externo. Así se formaron dos bloques distintos internamente. El primer en defensa del capital productivo, encabezado por la Unión Industrial Argentina (UIA), presidida por Osvaldo Real, y el otro que añade a los representantes del capital financiero (sistema financiero local y las empresas privatizadas). La formación de una coalición postconvertibilidad se hizo posible debido a que estos grupos empresariales fueron capaces de reunirse con otros sectores sociales (trabajadores, políticos y religiosos) para articular el reconocimiento a nivel ideológico-discursivo de los conceptos de “producción”, “industria”, “trabajo”, “rendimiento”, “papel del Estado” y de “nación” (Ortiz, Schorr, 2007:6). Por lo tanto, es importante destacar la conformación del Grupo Fénix bajo los auspicios de la Universidad de Buenos Aires (UBA), formado por un grupo de 30 economistas de diversas corrientes de análisis. Entre los cuales Aldo Ferrer, Jorge Katz, Saul Keifman, Norberto González, Carlos García Tudero, Abraham Leonardo Gak, Arturo O'Connell, Fernando Porta y Mario Rapoport. El grupo se reunió con el objetivo de buscar soluciones a corto, mediano y largo plazo a los problemas relacionados con el desarrollo argentino. Más particularmente, los participantes pusieron la tarea de presentar un diagnóstico sobre la naturaleza de los problemas centrales de la economía argentina y formular propuestas para resolver esta crisis, expresada como crítica y urgente, y marcada por el estancamiento, la concentración de la riqueza, el aumento de la pobreza y la exclusión, así como la pérdida de la capacidad para "decidir su propio destino”. Debido al lugar relativamente marginal que los economistas tradicionalmente ocupaban en Argentina, es posible inferir que el papel de la UBA (centro de formación tradicional de economistas estructuralistas), en ese momento, como un espacio de encuentro de profesionales en busca de un proyecto nacional de recuperación económica y social fue una reacción a la hegemonía de los centros de formación económica privada, el foco de irradiación de los postulados ortodoxos. Cómo, por ejemplo, el CEMA (Centro de Estudios Macroeconómico Argentinas) y IEERAL (Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana), cuyo primer presidente fue el economista Domingo Cavallo. Desde las primeras reuniones mantenidas por el Grupo Fénix en septiembre de 2001, se aprobó un plan estratégico titulado "Hacia el Plan Fénix, diagnóstico y propuestas. Una estrategia de reconstrucción de la economía argentina para el crecimiento con justicia" (Resolución 6846 del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires). En este mismo documento, se ha nombrado Abraham Gak como director del proyecto. En estas reuniones, asistieron más allá de los propios académicos responsables del proyecto, una comunidad más amplia (unos 500 participantes), incluidos los funcionarios gubernamentales de alto rango, como el Ministro de Educación y Trabajo y el secretario de Ciencia y Tecnología en el momento. Al principio, asociado con el empeoramiento de la crisis del modelo de convertibilidad implementado por el gobierno de Menem, el grupo propuso un diagnóstico para la crisis que puso de relieve la necesidad de combatir con eficacia la pobreza, erradicar el desempleo y la urgencia de una "mucho más eficaz" distribución de la riqueza (Treber, 2005). Sin embargo, no rechazaron la necesidad de mantener las políticas monetarias y de tipo de cambio efectivo, aunque el Grupo tenga reconocido su carácter limitado para el logro de metas. No obstante, se trataba de una crítica en torno del control de la inflación como defendida por el Banco Central de Argentina, para hacer la política del "aumento automático de las tasas de interés" (ibid., 2005). En cuanto al aspecto de las negociaciones internacionales, o más específicamente la renegociación de la deuda externa de Argentina a los acreedores internacionales, el Grupo Fénix tomó una posición a favor de "desapalancamiento" y en contra de la falta de flexibilidad en las negociaciones, incluida la propuesta de la suspensión de pagos en caso de falta de acuerdo. La lógica es, pues, de que sin crecimiento económico no si puede pagar una deuda entendida como el resultado de la financiarización. En el artículo de 2005, el economista Aldo Ferrer expuso los términos del debate: “el bienestar social, la solidaridad y el reparto equitativo del ingreso, es un imperativo ético y una condición esencial del mismo desarrollo económico (…) el desarrollo se realiza en el espacio nacional y depende, en primer lugar, de las decisiones propias. (…) este conjunto de supuestos planteó una discrepancia radical con el enfoque neoliberal que inspiró las políticas inauguradas con el golpe de estado de 1976 y llevadas, hasta sus últimas consecuencias, en la década de 1990. Pudimos así anticipar, en el transcurso del 2001, que íbamos rumbo al caos y que estaba amenazada la seguridad jurídica y el régimen de contratos”. (Ferrer, 2005) Los términos principales del llamado nuevo debate desarrollista o neodesarrollista son: la crítica al neoliberalismo; mejora de los controles macroeconómicos y la preocupación con el aspecto social del proceso de desarrollo capitalista; y el papel del Estado como mediador de conflictos capital x trabajo. En el documento principal, el Plan Fénix (2001), 10 propuestas básicas se establecen para garantizar las condiciones necesarias para lograr un proyecto nacional de desarrollo económico y social, incluida la estabilidad institucional y política, el aumento del empleo, el funcionamiento competitivo de los mercados y los equilibrios macroeconómicos sólidos “basado en altas tasas de ahorro interno y inversión", la participación del Estado y la soberanía fiscal, cambial y monetaria. A partir de esta receta, se puede inferir culas son los principales lineamientos del nuevo proyecto de desarrollo como postulados por los miembros del Grupo Fénix. En primer lugar, y dada la profunda crisis institucional que enfrenta Argentina en el momento de la producción del documento, existe la necesidad de estabilización institucional para garantizar la consecución del proyecto. Del mismo modo, la preocupación por el desempleo y el problema de la incorporación de los trabajadores antiguos y nuevos en el mercado laboral, con el objetivo de asegurar el “crecimiento con equidad”2. La preocupación por la competitividad denota la importancia de pensar en el desarrollo capitalista en un contexto de mayor integración y exposición al mercado internacional. Al mismo tiempo que hay una demanda por la mejora de las condiciones (fortalecimiento del mercado interno) y de las instituciones internas (presencia y participación activa del Estado), reconoce la importancia de invertir en la incorporación de las nuevas tecnologías y los controles macroeconómicos flexibles para evitar el deterioro del valor de la moneda nacional. En este punto, no se puede ignorar la influencia del neoestructuralismo de la CEPAL, como las propuestas hechas por el economista chileno, y uno de los principales exponentes de esta fase ideológica de la institución, Fernando Fajnzylber. Encargado de formular el concepto de transformación productiva con equidad (marzo de 1990), Fajnzylber actualiza los principales postulados - que sirvieron de base para los distintos niveles de sustitución de importaciones en América Latina y cuya fuerza motriz era la expansión del mercado de consumo interno llamando la atención sobre la necesidad de innovación tecnológica que conduce a una inserción competitiva en el mercado mundial. La elección del presidente Néstor Kirchner, en 2003, y la manutención del equipo económico del efímero gobierno de Duhalde, cuyo Ministro de Hacienda, Roberto Lavagna continuó en el cargo, es indicativo del éxito de la renovación de la estrategia de modelo económico. La salvación de la economía argentina se benefició de la subida de precios de los productos internacionales, y el aumento de los flujos comerciales. Esto permitió al gobierno renegociar la deuda externa y asegurar el apoyo del Fondo Monetario Internacional y, por lo tanto, a normalizar las relaciones con la comunidad internacional. A diferencia del período de Menem, se ha tratado de diversificar las relaciones internacionales y reducir la dependencia de los Estados Unidos. Argentina aborda desde Venezuela y Brasil, y otros países de América Latina. Por otra parte, el restablecimiento de los aranceles sobre las importaciones y las exportaciones condujo a la recuperación de la capacidad extractiva del Estado. Según Wylde (2010), el programa económico de Néstor Kirchner puede ser considerado como una estrategia de crecimiento basada en el proteccionismo y la intervención estatal selectiva enfocada a facilitar la estabilidad macroeconómica y el crecimiento estimulando la industria de exportación y la limitada diversificación. El Estado es responsable del crecimiento económico y busca maneras de evitar la devaluación de la moneda nacional mediante el control de divisas, e inyecta dinero en la economía mediante la distribución de los créditos a la inversión y el consumo productivo. Otro punto importante de esta estrategia es el esfuerzo por recuperar el mercado de trabajo, a través de la reforma laboral y la creación de programas de transferencia de ingresos para combatir los altos niveles de empobrecimiento del país. Los frutos cosechados por el presidente Néstor Kirchner permitieron la unión de las distintas facciones del PJ en torno al liderazgo del Presidente y la elección de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner en 2007. La presidente inició su mandato en una situación cómoda, con las altas tasas de crecimiento y la inclusión social, pero enfrentó su primer conflicto interno, al negarse a cambiar la política económica (el gasto público y el gasto de estímulo) de cara a la creciente inflación, bajo el impacto de la crisis internacional de 2008. Estas dificultades no impidieron que fuera reelegida - aunque sin haber resuelto el conflicto inherente en el modelo económico actual - en 2011, tras la muerte de su marido. Medidas importantes como un plan 2 Ver RAMOS, Joseph. ¿ Es posible crecer con equidad?. Revista de la CEPAL, 1995. contra la crisis, con la creación de un ministerio para tratar de las cuestiones de producción agropecuaria y otro para las de producción industrial, y la inyección de capital en el mercado de consumo a través de la exención de impuestos, así como la re-nacionalización de las empresas privatizadas en la década de 1990, como Aerolíneas Argentinas e YPF, constituyen un proyecto en sí mismo que se puede asociar al kirchnerismo. La promoción del Estado en la economía, la ruptura con la ortodoxia liberal de los años anteriores, hacen con que este proyecto sea considerado como una contraposición a los modelos más radicales del liberalismo económico, con la apertura sin restricciones de los mercados nacionales a la competencia extranjera y la flexibilidad de los mercados de educación, de salud y del trabajo. El caso argentino demostró la posibilidad de reversión de los modelos de desarrollo y la forma en que la definición de los modelos depende de las decisiones políticas y los grupos de apoyo en los sectores más amplios de la sociedad. La autonomía política para establecer la dirección económica es una función del tipo de sistema político de cada país, del mayor o menor grado de independencia del poder ejecutivo, del apoyo legislativo, y de la capacidad de llegar a acuerdos políticos. Sin embargo, el establecimiento de un modelo económico depende de otros factores además de la política interna, como los ciclos económicos internacionales o la distribución de las fuerzas políticas en el ámbito internacional. Algunos autores, como Weyland (2005) ponen énfasis en los aspectos externos, otros, como Levitsky (2005), llaman la atención sobre el componente interno (la capacidad de los actores políticos nacionales frente a la crisis económica). La década de 2000 representa es el ascenso y la caída del llamado neodesarrollismo argentino. Las restricciones causadas por la crisis internacional de 2008, con el aumento de los niveles de pobreza y desempleo en las economías europeas y norteamericanas, afectaron profundamente el flujo de capital hacia los países periféricos o semiperiféricos. A pesar de que el Estado tiene más control sobre el destino de la economía nacional, sigue existiendo un desequilibrio fundamental entre la capacidad del Estado para recaudar fondos, principalmente a través de las exportaciones de recursos naturales (siendo el pilar del modelo), y continuar estimulando el consumo sin caer en la espiral inflacionaria de las últimas décadas. Como veremos en la siguiente sección, hay muchas similitudes con el caso brasileño, tanto en su formato progresivo en cuanto a sus límites. 4) BRASIL En Brasil, se adoptaron los cambios económicos estructurales con menor intensidad que en los casos de Argentina y México, cuyos procesos de liberalización comenzaron ya en los años 1970 y 1980. Diniz y Boschi (2004) relacionan este ritmo diferente a la resistencia de los empresarios nacionales en promover la liberalización de la economía por causa del riesgo de desindustrialización que implicaba. Los autores asocian este patrón de continuidad (o resistencia moderada) al fuerte corporativismo institucional que pasó a caracterizar a las relaciones capital x trabajo en el país desde los años 1930. El establecimiento de las élites estratégicas (ya sea porque tienen poder económico o porque tienen acceso a los puestos de poder público) es fundamental para establecer las metas colectivas. En este punto, añadimos a la explicación de los autores otro componente: el alto grado de penetración de un conjunto de ideas en la burocracia, la tecnocracia y los líderes de los grupos políticos en pro del Estado como agente político, lo que permite la aceptación de una mayor participación del Estado en la realización de proyectos políticos nacionales (Sikkink, 1991). Es decir, el estudio de las comunidades epistémicas puede ser un termómetro de este proceso de desarrollo de élites estratégicas. El hecho de que tengamos más información sobre el establecimiento de comunidades epistémicas en Brasil, también puede ser un indicador importante. No es sólo una característica histórica, que está relacionada con el corporativismo en Brasil y en la organización de grupos de negocios, pero la forma de construir coaliciones y alianzas políticas en términos de ciertos intereses. Es importante darse cuenta de que esta capacidad de hacer alianzas es menor en Argentina, como en México, debido a factores históricos e institucionales. Estudios recientes, aunque no concluyentes, han demostrado la aparición de un nuevo discurso, especialmente en Brasil, a partir de la década de 2000, que defiende el papel del Estado como agente inductor de desarrollo, pero pone en duda otras tesis defendidas por antiguos desarrollistas. Aquí destacamos la producción del economista Fabio Erber (2008, 2011) sobre el desarrollo en Brasil en los años 1990, sobre los proyectos de desarrollo del gobierno de Lula, y la evolución de lo que él llama las “convenciones de desarrollo”. Para Erber, había dos convenciones hegemónicas en funcionamiento: la liberal ortodoxa y la neodesarrollista, que compartirían la preocupación por el estricto control de la política macroeconómica en la búsqueda de la estabilidad económica; pero difieren en cuanto al contenido social de sus programas. Durante el gobierno de Lula, hubo, según el autor, una adhesión parcial a la convención neodesarrollista porque las relaciones entre el gobierno y sus agencias económicas han sido muy hostiles, con la excepción del Banco Central. Tal como el diseño del gobierno de Lula también tuvo por objeto un 'planteamiento' en la redistribución de la renta, como con el Programa Bolsa Familia, había una tensión política entre los requisitos técnicos de control de la inflación y la estabilidad de un lado, y las políticas de expansión del crédito y la redistribución de la renta del otro. Así, según Erber, la agenda institucionalista ha restringido su prioridad a la estabilización de los precios, y el Banco Central pasó a ocupar el epicentro de la política macroeconómica. La convención neodesarrollista estaría sujeta, según el autor, a la convención institucionalista restringida, pero la diferencia es que la última tendría una visión cooperativa de la sociedad que se expresa a través del concepto de "pacto social" y de las metáforas utilizadas por el presidente Lula, en el que uno podría vislumbrar la prioridad dada a la inclusión social de inspiración keynesiana. Esta convención se aclararía en el Plan de Inversiones Plurianual (PPA) y en la Política Industrial, Tecnológica y de Comercio Exterior (PITCE), y se habría visto reforzada desde 2006 por los cambios de personal que se produjeron en el Ministerio de Finanzas, con el nombramiento de Guido Mantega como ministro, y la reelección del presidente Lula. Por otro lado, el autor también aboga por la existencia de una "convención alternativa" que estaría en la búsqueda de la hegemonía, como la nueva convención desarrollista que sería distinta al admitir una relativa relajación de la política macroeconómica (ligero aumento de la inflación). En este sentido, la contribución del economista Bresser-Pereira (2004, 2010, 2011) no puede ser olvidada. Uno de los firmantes del documento "Diez tesis sobre el nuevo desarrollismo", el autor distingue el nuevo desarrollismo tanto del pensamiento estructuralista latinoamericano como de la corriente dominante neoliberal por no apostar por el "desarrollo a través del ahorro externo" (deuda externa). En este proyecto, de acuerdo con el autor, la nación sería el agente responsable de definir la estrategia principal para el desarrollo, la definición de una "estrategia nacional", que tiene vistas a la especificidad nacional de las trayectorias de desarrollo. El nuevo desarrollo, entonces, defiende el fortalecimiento del Estado, y argumenta (como los estructuralistas) que se encuentra en los países de ingresos medios una tendencia hacia la apreciación del tipo de cambio (enfermedad holandesa) y el crecimiento de los salarios más bajos en comparación con la productividad, y que estas tendencias "estructurales" serían responsables de la persistencia de los problemas de la mala distribución de los ingresos y la falta de demanda efectiva. Como consecuencia de estos supuestos, la política macroeconómica propuesta por el nuevo desarrollismo sería la de la administración del tipo de cambio (incluso a través de los controles de capital) para lograr una tasa de equilibrio industrial y una mayor disciplina fiscal en términos de déficit público, así como una política de rentas que acompañe el aumento de la productividad. Por lo tanto, hay un enfoque en aliviar los fuertes controles de la política macroeconómica ortodoxa para promover la reestructuración económica. En Brasil, llama la atención sobre el contexto en que se inserta la propuesta del gobierno del Partido de los Trabajadores elegido en 2003, que incluyó la lucha contra la pobreza y la reducción de las desigualdades sociales mediante programas de rentas, sin relajar los controles macroeconómicos. Además, el fortalecimiento del marco institucional existente, a través de la reestructuración de una red de organismos como el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) y la creación del Consejo Nacional para el Desarrollo Económico (CNDES), cuya función era producir subsidios (estudios y la creación de redes) para la producción de políticas públicas para el proyecto de desarrollo del gobierno. Este marco institucional disponible - que también incluyó al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el Banco de Brasil, el Banco Central y el Ministerio de Hacienda – es caracterizado por una mayor centralidad en la dirección económica del país y una tecnocracia altamente profesionalizada, que funcionan como mecanismos para el mantenimiento y la continuidad de ciertos postulados. En el caso del Ministerio de Hacienda, como indican Loureiro, Abrucio y Rosa (1998), se produjo una fuerte centralización política que se inició durante el Fernando Henrique Cardoso. Esta centralidad, que continuó en los siguientes gobiernos es esencial para poner en ejecución proyectos distintos, pero con un fuerte contenido economicista, es decir, ambos marcados por la ortodoxia macroeconómica. El documento elaborado por la comunidad epistémica que sirve de referencia en este caso, "Diez tesis sobre el nuevo desarrollismo" (2010), al igual que el Plan Fénix, enumera diez ideas motrices para un modelo de desarrollo. En pocas palabras, podemos destacar: la comprensión del desarrollo como un hecho estructural, el papel estratégico del Estado (regulación de las instituciones financieras, la inversión productiva y la competitividad internacional), la importancia de la planificación estratégica, la centralidad de las nociones de crecimiento de los salarios por debajo de la productividad, sobrevaluación del tipo de cambio y la creación de ahorro interno, así como la recuperación del concepto de pleno empleo y estabilidad de precios y financiera, como objetivos primordiales de política económica para apoyar este proyecto de desarrollo. Los principales firmantes de este documento son intelectuales y políticos con actuaciones importantes en el ambiente académico, intelectual y político. Luiz Carlos Bresser-Pereira, su principal interlocutor y productor, es el director del Centro para el Desarrollo Macroeconómico de la Escuela Estructuralista de Economía de la Fundación Getulio Vargas de São Paulo. El también economista Marcio Pochmann, además de profesor del Instituto de Economía de la Unicamp, fue presidente del IPEA y fue candidato a la Alcaldía de Campinas (SP) en 2012. Así como el actual presidente de BNDES, otro economista, Luciano Coutinho (formado por la USP y profesor licenciado de la Unicamp). Otros economistas brasileños importantes, como Ricardo Bielschowsky (profesor de la UFRJ y ex investigador de la CEPAL), Luiz Gonzaga Belluzzo (Licenciado en Derecho por la USP, con un postgrado en Desarrollo Económico de la CEPAL / ILDES con vínculos institucionales con Unicamp), Luiz Fernando de Paula y João Sicsú (ambos de la UFRJ) participaron en la formulación inicial del documento y continúan produciendo sobre el tema, fortaleciendo la red de circulación de las ideas del nuevo desarrollismo. Como hemos dicho, la articulación de ideas se vio reforzada por las nuevas actividades de desarrollo del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) vinculada a la Presidencia de la República. Entre 2008 y 2010, bajo la presidencia de Márcio Pochmann, se realizó la serie de discusiones nombradas "Perspectivas del Desarrollo de Brasil", que pretendía ser una "plataforma de reflexión sobre los retos y oportunidades de desarrollo en Brasil", y "un proyecto integral para traer IPEA al centro de los debates actuales y las decisiones sobre las opciones y estrategias para el desarrollo nacional". Además, el proyecto promovió 9 seminarios (llevados a cabo entre abril de 2008 y agosto de 2009), 2 talleres (celebrados en agosto y septiembre de 2008), cursos de formación, y fueron publicados 10 libros, como "Desafíos para el Desarrollo de Brasil: las contribuciones de la Junta Directiva de IPEA" (Brasilia, 2009); "Trayectorias de desarrollo recientes: estudios de algunas experiencias internacionales" (Brasilia, 2009); "Inserción Internacional Soberana de Brasil" (Brasilia, 2010); entre otros. El papel de las comunidades epistémicas en economía en el caso de Brasil se diferencia del caso de Argentina en dos sentidos. En lo que se refiere a la profesionalización: en Brasil, un economista de carrera a menudo sirve a la formación del personal burocrático y el mercado de la educación privada o de consultoría, más allá de los organismos internacionales. En el caso argentino, en general, los economistas ocupan cargos en la iniciativa privada o en órganos internacionales, y su absorción por la administración pública es uy baja. En este sentido, hay más estabilidad en la formación de estructuras en las agencias gubernamentales brasileñas responsables de la gestión económica. Y, al mismo tiempo, hay cierta flexibilidad en la elección de los principales dirigentes de la Secretaría de Hacienda y el Banco Central, puesto que la elección está a cargo del Ejecutivo. Además, hay un movimiento entre los individuos que componen estas comunidades (en plural) y los que ocupan posiciones en la burocracia, sean empleados de carrera o nombrados. Esto significa que a pesar de la fuerte centralización en la toma de decisiones de las políticas macroeconómicas, es claro que hay conectividad entre las acciones emitidas y las ideas debatidas por los economistas de las comunidades epistémicas y los economistas que ocupan posiciones de Estado. En Argentina, la mayor o menor influencia de los grupos de economistas y de sus ideas es obstaculizado por la falta de conectividad entre sus diferentes ramas y su dependencia de los grupos que detienen el poder político. 5) MEXICO México inició sus reformas económicas también en el contexto de la crisis de la deuda de 1982. El gobierno de Carlos Salinas Gortari (1988-1994) promovió una reforma administrativa que se deshizo de los sectores de poder tradicionalmente destinados al pensamiento desarrollista y asignó en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público tecnócratas formados en universidades de Estados Unidos de tendencia ortodoxa. Este proceso estuvo marcado por la ruptura y el fracaso para producir un consenso intraelites a favor de un proyecto político en los patrones desarrollistas. Un proceso que también refleja la crisis del PRI como partido único y la apertura del sistema político mexicano. La Secretaria de Hacienda y Crédito Público, de acuerdo con la ley orgánica del gobierno federal de México, es el órgano responsable de la coordinación de la planificación del desarrollo nacional, así como de la administración de los fondos de los impuestos recaudados a nivel nacional y el control y la supervisión del gasto público. Aunque no sea el único responsable de las cuestiones que afectan a la economía (también hay una Oficina de Economía, otra de Desarrollo Social), es el único responsable de la gestión de los ingresos públicos y la fijación de precios de bienes y servicios, así como de la coordinación del sistema financiero del país (compuesto por el Banco Central de México y el Consejo Nacional de Banca de Desarrollo). La Secretaría de Economía, al lado del Ministerio de Relaciones Exteriores, es responsable de las políticas de comercio exterior, sino que debe actuar en coordinación con el secretario de Hacienda. Los secretarios son elegidos por el Presidente de la República, siendo el núcleo de la política económica del gobierno federal. En el caso mexicano, la ortodoxia liberal siempre ha sido la norma histórica y la marca de los economistas mexicanos (Babb, 2010). El gobierno de Luis Echeverría (1970-1976), con continuidad en el gobierno siguiente, el de López Portillo (1976-1982), representó una inflexión acuñada por algunos analistas como de tipo desarrollista (Heredia, 1994). Lo que en la práctica significa que Echeverría y Portillo aplicaran medidas poco ortodoxas y anticíclicas para contener la crisis de divisas que eventualmente culminó en la crisis de la deuda de la década de 1980. En consecuencia, la respuesta de México para el ajuste de la política económica fue pionero, pero basado en su trayectoria pretérita. A diferencia del caso de Brasil, por ejemplo, los grupos ortodoxos del gobierno concentrados en la Secretaría de Hacienda y el Banco Central Mexicano, actuaron con eficacia para aislar su oposición (especialmente reunida en el Ministerio de Relaciones Exteriores) (véase Green, 1987, González, 2001). A través de diversos cambios en la estructura administrativa de la Secretaría de Hacienda, se generó la centralización de las actividades claves de gestión de la economía, como el presupuesto del Estado y el control del sistema financiero. Esta lucha entre los diferentes modelos de desarrollo económico, fue disputada durante los gobiernos priístas de Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas (1988-1994), responsables de la gran transformación política y económica en la historia reciente de México. Según Flores (2013), como resultado de la crisis de la deuda económica (1982-1987) se ha producido un ajuste recesivo que se caracteriza por una ofensiva antiobrera y antisindical (desinstitucionalización del trabajo) que, a su vez, condujo a la caída de los salarios reales y del empleo. Este proceso de deconstrucción de las bases normativas e institucionales de proteccionismo comercial establecido por la constitución revolucionaria en 1917 marcó el inicio de la apertura a la inversión extranjera directa y la expansión de la industria maquiladora orientada a la exportación. La piedra angular de estas reformas, según el mismo autor, se puede establecer en el momento en que el PRI ganó las elecciones de 1988 y permitió que la facción "globalizadora-monopolizadora-financiadora" llega al poder, representada por Salinas, en contraposición a los defensores del desarrollismo que formaban la Frente Democrático Nacional, la disidencia de la izquierda del propio PRI. También de acuerdo con Flores, las principales características del modelo neoliberal mexicano serían: estructura precaria con la depresión del mercado interior; desequilibrio externo; la financiarización; el deterioro de la capacidad productiva y la política fiscal regresiva, la política monetaria pasiva y la política industrial asistencialista. Este modelo ha mostrado sus límites, así como los casos de Brasil y Argentina, en el período 2000-2001, que terminó el período de expansión económica que comenzó en 1993 y culminó en la crisis financiera que tuvo inicio en 2007. Políticamente, representó la llegada al poder del primer presidente no priísta desde la creación del PRI en 1948: Vicente Fox, elegido en 2000, del Partido Acción Nacional (PAN). Fox fue sucedido por otro presidente panista, Felipe Calderón, en 2006. Sin embargo, el fin de la hegemonía del PRI no representó un cambio de rumbo en la política económica mexicana que, desde la firma del Tratado de Libre Comercio de las Américas (TLCAN, NAFTA en la sigla en inglés) pasó a depender mucho más de los mercados de Estados Unidos y Canadá y ha restringido sus conexiones con los países de la región latinoamericana. Como demostró Ancochea (2009), si bien México ha llegado a cambiar la estructura de sus exportaciones y aprovechar las ventajas comparativas que ofrece el acercamiento comercial con los Estados Unidos, el modelo de desarrollo económico no ha cambiado su fundamento, es decir, no dejó de tener como base la exportación de materias primas o productos de bajo valor añadido y el trabajo manual de baja cualificación. A pesar del contexto internacional positivo en el que el crecimiento de China, y las economías asiáticas en general, promovió la demanda de materias primas y servicios que beneficiaron a América Latina en su conjunto, no hubo, según el autor, la reinversión productiva capaz de cambiar el programa de las exportaciones mexicanas. Frente a una crisis similar como en los dos otros casos, surge el grupo Nuevo Curso Económico a raíz de las críticas de los años de estancamiento económico y de la precarización del trabajo. De un documento denominado "Frente a la crisis de México: Hacia un Nuevo Curso de Desarrollo", enviado al Congreso en 2009, los economistas mexicanos se reunieron en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), elaboraron un plan para la reanudación del crecimiento económico y la mejora de las condiciones sociales. Como las comunidades epistémicas analizadas con respecto a los casos de Brasil y Argentina, este grupo es en su mayoría compuesto por economistas de prestigio político, por ejemplo, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, fue el candidato del Frente Democrático Nacional para las elecciones presidenciales de 1988; Carlos Heredia Zubieta, un economista graduado en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM); David Ibarra Muñoz, economista formado por UNAM que se desempeñó como Secretario de Finanzas en el gobierno de José López Portillo; y Ciro Murayama Rendón, economista de la UNAM y miembro de la junta directiva del Instituto de Estudios de la Transición Democrática (IETD), ahora presidente del Instituto Nacional Electoral (INI). Según este documento, más extenso y difícil de sintetizar que los otros dos analizados, ya que no sólo muestra las ideas básicas y principales, sino también hace frente a cuestiones más específicas, es necesario empezar un proceso de cambio radical. En tal proceso se incluyen la reforma educativa, del sistema de salud y bienestar, además del problema del desempleo de los jóvenes y el éxodo de la mano de obra (sobre todo para los EE.UU.). Así que, se puede extraer la crítica al modelo neoliberal capitalista de acumulación, y la valoración de la importancia de un papel más activo por parte del Estado, y la necesidad de un proyecto nacional para "recuperar" las pérdidas sociales de las últimas décadas. En particular, se destaca en el documento la necesidad de que México construya un "nuevo curso de desarrollo", que se caracteriza por un crecimiento mayor que en las últimas décadas y la capacidad de generar excedentes para apoyar la redistribución sostenida de los ingresos y de las oportunidades de trabajo a través de la reorganización de "un sistema de protección social universal" (p.13). Teniendo en cuenta la abundancia de mano de obra (característica estructural de las economías de América Latina) y el proceso de informalización del trabajo, con la caída del empleo formal, además de la migración laboral, esos puntos del documento apuntan en la misma dirección que los otros dos analizados hasta aquí, en cuanto a la necesidad de valorar el trabajo. Esto significa evitar grandes descensos en el valor real de los salarios, que generarían el debilitamiento del mercado interno. Como objetivos de la política industrial, el documento insta al desarrollo de una política industrial dirigida a los veinte años siguientes (2009-2029) para promover la integración regional de los sectores productivos nacionales. Según los autores, este plan debe tener en cuenta: la promoción del mercado interno como mecanismo central de la industrialización a través de inversiones públicas y privadas; la búsqueda de un nuevo tipo de integración internacional de la industria manufacturera mexicana a través de la renovación de las políticas de comercio exterior; fortalecimiento y modernización de las pequeñas y medianas empresas; regulación de las empresas oligopólicas y monopólicas; determinación de los criterios de desempeño para la inversión extranjera directa; el uso de fondos públicos en favor de la industria nacional; así como la promoción del desarrollo tecnológico y la innovación (p.21). Es interesante notar que este documento, redactado en 2009, fue objeto de análisis de los grupos de apoyo a los candidatos a las elecciones presidenciales de 2012. Sin embargo, su efecto sobre el actual presidente todavía no se puede medir. Como se ha dicho anteriormente, la formación económica en México tenía fuertes bases en los modelos de la economía neoclásica difundidos desde los Estados Unidos y Europa, donde los mexicanos pasaron épocas de estudio. Los principales centros de formación se encuentran en la UNAM, el ITAM, el Instituto Tecnológico de Monterrey y el Colegio de México. La Facultad de Ciencias Económicas de la UNAM fue establecida en 1929 bajo los auspicios del gobierno revolucionario; y desde entonces, forma los cuadros profesionales del gobierno. El Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) fue creado en 1946 por la iniciativa privada y para responder a la creciente demanda por expertos económicos por parte de los empresarios mexicanos. Ya el Instituto Tecnológico de Monterrey surgió en 1943 con un foco más técnico, y el Colegio de México, también creado en los años 1940, aunque tengan formado economistas, los produjo en menor cuantidad. Esos economistas recibieron una sólida formación matemática y econométrica y, en general, se alijaron del aspecto más político de la disciplina. La mayor o menor participación de los economistas en la formulación de políticas es dependiente del partido en el poder, eso es, la acción de estos economistas es una función de las políticas del gobierno. Una inflexión ortodoxa se produjo a principios de 1980, como ya se ha señalado, y la participación de los economistas en el gobierno se ha convertido en un elemento clave para garantizar la estabilidad política, la estabilidad económica que fue la marca del milagro económico mexicano de la década de 1960, fue la base del consenso entre los líderes políticos y los grupos económicos. La centralidad de los economistas en el caso mexicano se relaciona con la inversión estatal para la creación de una tecnocracia cualificada (Babb, 2010). Lo que nos interesa destacar en este artículo es que, aunque México no sea un caso especial de América Latina y ni esté bastante lejos de Argentina y Brasil en cuanto a la adopción de políticas económicas guiadas por el Estado durante los años previos a la crisis del modelo de desarrollo con participación del Estado, el hecho de haber invertido muy temprano en un peritaje económico con base neoclásico, ha producido en los años posteriores a la crisis de deuda, el entorno propicio para la adopción de políticas económicas restrictivas y la liberalización del comercio. Por otra parte, las dificultades de la restauración de un pacto social más amplio, marginando a amplios sectores de la población mexicana, y debido a las restricciones impuestas por la crisis económica mundial de 2008, el modelo mexicano de desarrollo fue también puesto a prueba. Es en este marco que está tratando de volver a la articulación de un nuevo curso de desarrollo. 6) Conclusión Sin dejar de lado las grandes diferencias entre los tres casos propuestos, así como los diferentes contextos de su producción, hemos tratado de poner de relieve aspectos similares en la producción de ideas referentes a las vías alternativas para el desarrollo en el contexto de la crisis de los modelos neoliberales. En primer lugar, hay que aclarar que el desarrollo es un concepto polisémico y, a menudo objeto de controversia. Las comunidades epistémicas en el desarrollo económico piensan sobre todo sobre y de que manera el crecimiento económico y el aumento de la competitividad se producen con el fin de garantizar la dinámica de la economía capitalista. El nuevo desarrollismo no debería entonces ser considerado como un fenómeno acabado, sino como un debate abierto, en que participan las comunidades epistémicas de economía y otros sectores de la sociedad (investigadores, trabajadores, movimientos sociales, representantes políticos, etc.) En común, las propuestas analizadas por las comunidades epistémicas en los tres países en cuestión, presentan las estrategias que tienden a valorar el papel del Estado como regulador de la economía y la inducción del crecimiento económico, así como su papel en la redistribución de la renta. Es decir, esas comunidades tratan de recuperar la idea de crecimiento con equidad. También hacen un llamado a revisar la política económica basada en controles estrictos de la inflación y en el equilibrio fiscal. Al mismo tiempo en que sugieren las políticas que requieren la recuperación de la producción nacional y el empleo. No hay ninguna intención de abandonar el sistema capitalista o proponer un cambio de sus fundamentos (ganancias y generación de plusvalía), aunque haya una preocupación por el bienestar plasmada en las críticas hechas a las políticas económicas restrictivas. La relación entre las ideas económicas y su capacidad de recuperación plantea interrogantes sobre los límites de la democracia en contextos capitalistas. En la medida en que la experiencia económica se establece como una organización autónoma y la técnica tiende a tirar por la borda y considerar cómo cuestiones secundarias a las que están relacionadas con la promoción del bienestar social y la igualdad de derechos. Este problema se hace más grave si tenemos en cuenta los grandes vacíos de desarrollo en los países estudiados, que si bien han presentado avances democráticos (ya sea la democratización o la apertura política), los problemas de la desigualdad social, la mala redistribución de los ingresos, la falta de acceso a servicios públicos de calidad, seguridad y garantía del derecho a la vida, por ejemplo, no se zanjaron. El Estado como un actor importante en la mediación de las relaciones políticas entre los diferentes grupos sociales, no ha sido capaz de responder al ritmo requerido por las crecientes demandas de participación (económica y política) de los sectores antes marginados por completo. Estas demandas incluyen diferentes formas de concebir y desear un proyecto nacional. Aunque las comunidades epistémicas destacadas en este texto no sean las promotoras directas de la política pública, ellas fornecen la información compartida sobre la base de su autoridad argumentativa, que sirven a la formulación de las políticas económicas puestas en práctica por los distintos gobiernos nacionales. No se puede decir que estas comunidades epistémicas son hegemónicas en todos los casos analizados, incluso en Brasil, donde el debate sobre el nuevo desarrollismo parece más ardiente. La pregunta es si la forma en que se renuevan y rearticulan ideas económicas dentro de estas comunidades epistémicas también puede verse afectada por el amplio debate político con los no expertos. Al ser un trabajo en fase exploratoria, se considera que se puede desarrollar una serie de cuestiones que se comprobarán en las próximas etapas de la investigación (o no) y que pueden servir como una señal para los investigadores interesados en el tema. Además de darse cuenta de la aparición de los grupos intelectuales influyentes interesados en el establecimiento de un debate público (ya sea a través de la academia, ya sea a través de la prensa), es posible darse cuenta de la repetición de los términos utilizados en períodos anteriores del desarrollo capitalista de cada uno de estos tres países. Los períodos que fueron fuertemente influenciados por las ideas generadas en la CEPAL, la internacionalización de los economistas de América Latina y por las experiencias históricas y políticas anteriores, lo que llevó a la producción de algunas características compartidas por Argentina, Brasil y México. Entre ellos, destacamos la importancia del Estado como promotor del desarrollo, o ejecutor de políticas de desarrollo (ya sea redistributiva o concentracionista); la presencia de las comunidades epistémicas en economía, que actúan de forma diferente en cada caso, pero con alta incidencia en la formulación de políticas públicas en los tres casos; y dependencia económica externa, en gran medida del comercio exterior y de los flujos financieros, según el modelo de crecimiento adoptado. ¿Dada la importancia del Estado como un actor político, de la sociedad civil organizada, de los grupos con fuertes intereses económicos, además de las restricciones internacionales que favorecen o dificultan la ejecución de las políticas de gobierno más o menos beneficiosas para la comunidad nacional, podríamos establecer qué inferencias a partir del análisis de estos tres casos? Hay una orientación común compartida por estos tres grupos de diferentes nacionalidades y que han sido generados para dar a conocer realidades nacionales específicas y distintas? Hay un espacio político, en cada caso, para que los proyectos nacionales más incluyentes, con una relativa relajación de los principios ortodoxos, se establezcan? Además, podrían ellas, como representantes de un proyecto de desarrollo nacional, se establecieren como convenciones hegemónicas? Otro tema de interés y que genera preguntas importantes se refiere a las causas explicativas de la aparición de estas comunidades epistémicas en diferentes contextos. Se puede explicar la aparición de estas comunidades epistémicas a partir de la crisis del neoliberalismo, del ascenso de China y de la apreciación de los productos básicos; de las transformaciones de la economía mundial (crecimiento del sector financiero en detrimento del sector productivo)? ¿Esta subida puede atribuirse específicamente a un cambio interno, el ascenso de gobiernos de izquierda más centrados en la solución de los problemas sociales? Hay una variable explicativa común que indica una característica específica de América Latina? Del mismo modo, es importante indagar acerca de la efectividad de estas estrategias, es decir, que sería capaz de traducir en políticas públicas y lograr el consenso social necesario para llevarlo a la práctica? ¿Cuál es el grado de permeabilidad de estos grupos con respecto a las instituciones gubernamentales? Estas comunidades epistémicas serían efectivas a la hora de formular y aplicar las políticas públicas? A partir de estas preguntas buscaremos crear un cuadro comprensivo de las redes de circulación de las ideas sobre el desarrollo en América Latina, con un enfoque en los tres casos específicos. REFERENCIAS ABREU, Marcelo de P. et al. (Ed.). A ordem do progresso: cem anos de política econômica republicana, 1889-1989. Ed. Campus, 1989. ANCOCHEA, Diego Sánchez. El modelo económico en América Latina desde los años noventa hasta la Gran Crisis¿ Un modelo razonable o un fracaso liberal? Revista CIDOB d'afers internacionals, 2009 ARDITI, B. ‘Arguments about the Left turn(s) in Latin America: a post-liberal politics?’, Latin American Research Review 43 (3), 2008 pp. 59-81 BABB, S. From nationalism to neoliberalismo: conflict and consensus in Mexican history of economics. In: MONTECINOS, Verónica; MARKOFF, John (Ed.). Economists in the Americas. Edward Elgar Publishing, 2010. BRESSER-PEREIRA, Luiz Carlos. O novo desenvolvimentismo. Folha de S. Paulo, v. 19, n. 9, 2004. BRESSER-PEREIRA, L.C. 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