TEXTO: J. Rovira, representante de los tintoreros de Barcelona, pide

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TEXTO: J. Rovira, representante de los tintoreros de Barcelona, pide en el Primer Congreso
Obrero de España la adhesión a la Internacional. Junio-1870.
1.- El texto recoge la intervención del representante de los tintoreros de Barcelona en el Primer
Congreso Obrero que se celebró en España (1870). Se queja de las penosas condiciones laborales, del
escaso salario y de las largas horas de trabajo. Finalmente, pide la adhesión a los principios de la AIT,
defensora de los intereses del proletariado.
2.- El autor expone algunas de las duras condiciones de los obreros del siglo XIX en España. El Congreso
se celebró en Barcelona, la ciudad más industrial de España, donde el número de obreros era mayor. En
el resto la industria era escasísima: sólo Madrid y Bilbao tuvieron un cierto desarrollo industrial. Durante
el siglo XIX no existió una regulación laboral en España que limitase las duras condiciones de los
obreros: largas jornadas laborales (11-14 horas), bajos salarios, trabajo infantil, ausencia de coberturas
sociales (paro, enfermedad, accidente laboral, pensiones,…), insalubridad de las fábricas, negación de
derechos (huelga, asociación sindical, etc…). A partir de 1900 las reformas sociales de los gobiernos
fueron llegando a España: ese año se reguló el trabajo de niños y mujeres, así como los accidentes
laborales; en 1904 se impuso el descanso dominical; en 1908 se reconoció el derecho de huelga y se
creó el Instituto Nacional de Previsión (antecedente de la Seguridad Social).
Hasta 1870, las asociaciones obreras españolas tenían un carácter casi gremial (como la Sociedad de
tintoreros del texto) y funcionaban como sociedades de socorro mutuo o de asistencia social. A partir de
1870, se fundó la Federación Regional Española, dependiente de la AIT, precisamente a partir del
Congreso que señala el texto. El movimiento obrero tomó un carácter más organizado de lucha de clases
con ideología anarquista, la mayoritaria en España.
3.- a) La economía española del siglo XIX siguió siendo fundamentalmente agrícola, con un desarrollo
industrial escaso y localizado en zonas concretas de la península. El proceso de industrialización fue
tardío e incompleto. Aunque los primeros síntomas de desarrollo industrial se dieron en la década de
1830, el mayor impulso se produjo a partir de 1845, coincidiendo con la estabilidad política moderada.
Asimismo, exigió fuertes inversiones, que vinieron principalmente del extranjero (Francia y Gran
Bretaña). Las causas del atraso están en la escasez de fuentes de energía (carbón asturiano de baja
calidad), en la dependencia tecnológica del extranjero, de donde se importaba la maquinaria, y en el
escaso mercado interior, debido al bajo poder adquisitivo y las dificultades de transporte.
El principal sector industrial en el siglo XIX fue el textil del algodón en Cataluña, sobre todo en
Barcelona. La introducción de maquinaria extranjera favoreció el desarrollo de la producción de energía
y también la creación de entidades financieras. Las fábricas textiles eran pequeñas industrias familiares,
que con el tiempo se fueron uniendo para crear industrias más grandes. El sector siderúrgico, cerca de
las minas de carbón se extendió por Asturias y, desde 1865, en el País Vasco. A finales de siglo, el
liderazgo siderúrgico fue claramente vasco por la mejor organización y el desarrollo financiero. El sector
minero se desarrolló desde 1868 (Ley de Minas) gracias a la inversión extranjera (sobre todo británica).
Se centró en las minas de carbón de Asturias y en las metálicas de Río Tinto, Sierra Morena y sureste
(Cartagena).
En cuanto al ferrocarril, entre 1848 y 1890 se creó la red de ferrocarriles españoles, de forma radial, que
favorecía el centralismo de Madrid. Su importancia reside en que formó un mercado interior en un país
de difíciles comunicaciones por la compleja orografía y favoreció el desarrollo del comercio, de la
agricultura y de la industria. El principal problema fue la financiación: exigía fuertes inversiones y no
había ninguna empresa española dispuesta a invertir. En 1855 la Ley de Ferrocarriles otorgó facilidades a
la inversión extranjera. Franceses e ingleses entraron en el negocio del ferrocarril español, interesados
sobre todo por la demanda de hierro que atendieron con sus propias fábricas.
En resumen, a pesar de la lentitud y de los desequilibrios, entre 1800 y 1900 se produjeron
transformaciones importantes en la economía que supusieron la modernización y el crecimiento
económico de España, sobre todo en la segunda mitad del siglo.
b) Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España.
Como consecuencia de la lentitud de la industrialización en España, hasta finales del siglo XIX el
movimiento obrero no adoptará formas similares a las europeas, con partidos y sindicatos de carácter
obrero. Hasta entonces, surgieron diversidad de asociaciones que defendían la dignidad de los
trabajadores: mutualidades, cooperativas, sociedades de oficios,…
Antes de 1868, los obreros en España eran escasos. Hasta entonces, la lucha obrera se plasmó en
movimientos espontáneos en el sector textil, de carácter local y ludita (destrucción de máquinas), como
los sucedidos en Alcoy (1821) o en Barcelona (quema de la fábrica Bonaplata en 1835). Los partidos
progresista, demócrata y republicano apoyaron las demandas obreras, pero tras el triunfo de la
revolución del 68, los obreros se sintieron desencantados con la política que llevaron a cabo estos
partidos y apoyaron las ideas revolucionarias (anarquistas y socialistas) que trajo la Iª Internacional. En
1870 se crea la FRE (Federación Regional Española) dependiente de la AIT, de tendencia anarquista. La
división de la AIT provocó la descomposición del anarquismo español que se inclinó hacia una corriente
insurreccional y violenta, partidaria del terrorismo. Durante la Restauración, todas las asociaciones
obreras estuvieron prohibidas hasta 1887 en que Sagasta reconoció la libertad sindical (Ley de
Asociaciones, 1887) que permitió la legalización de la UGT y del PSOE. En 1879 se había fundado el PSOE
alrededor de un grupo de tipógrafos madrileños, de orientación marxista y cuyo objetivo era la
transformación revolucionaria de la sociedad y la participación política. A este partido se sumó el
sindicato socialista UGT fundado en 1888. El crecimiento del socialismo en España fue muy lento y se
centró en las industrias de imprenta en Madrid y en la industria siderúrgica vasca. En 1895 la UGT tenía
sólo unos 6.000 afiliados.
Por otro lado, el anarquismo tuvo mucho más éxito (en 1882 tenía casi 60.000 afiliados), centrado sobre
todo en dos ámbitos: las industrias textiles catalanas y el campesinado jornalero andaluz. En 1881 se
creó la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española), heredera de la FRE, de tendencia
violenta y terrorista. Convivió con otra tendencia más intelectual, partidaria de la creación de
cooperativas y comunas, así como de la propaganda ideológica a través de la edición de revistas, libros y
“ateneos libertarios”.
Una tercera vía del movimiento obrero se extendió con el sindicalismo católico, que pretendía paliar los
efectos negativos de la industrialización y proteger a los obreros a través de la creación de los Círculos
Católicos (1895).
En conclusión, el texto refleja perfectamente el momento de cambio en el movimiento obrero en 1870:
un modelo antiguo en forma de sociedades de oficios (en este caso de tintoreros), que evolucionaron
hacia la formación de asociaciones obreras ideológicamente ligadas al anarquismo y a la AIT,
especialmente en Barcelona, centro industrial de la España del XIX.
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