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MIS VIAJES
¿Qué hago yo luchando contra unos molinos de viento? ¿Quién es ese hombre
rechoncho que me grita sin parar? Creo que estoy dormido. Pero no, porque el golpe
que me acaba de arrear el molino en la cabezota me duele un montón. Puede parecer de
locos, pero juraría que soy Don Quijote. Ahora recuerdo levemente que estaba yo en la
biblioteca de mi ciudad cuando un libro me llamó especialmente la atención por su capa
de polvo. Parecía que nadie lo había leído en mucho tiempo. Lo cogí con cariño, lo
limpié un poco con mi pañuelo y lo abrí. Empecé a leerlo: “En un lugar de La
Mancha…”. Noté un cosquilleo por todo el cuerpo y una sensación de desmayo. Y
ahora me encuentro en el cuerpo de Don Quijote. ¿Cómo saldré de aquí? Estaba
empezando a asustarme, cuando a lo lejos oía que alguien me llamaba: ¡Aneeeeee
Aneeeeeee…! Volví a notar el cosquilleo…, me desmayé. Cuando abrí los ojos, estaba
de nuevo en la biblioteca, con el libro en la mano y mi mejor amiga con los ojos muy
abiertos y asustados. Le conté todo lo que había pasado. Ahora yo no sabía si era
realidad o había sido una mala pasada de mi imaginación.
-Te lo juro, era verdad. Estaba luchando contra los molinos de viento -decía yo-.
Vamos a hacer un experimento. Vamos a coger un libro que no sea muy peligroso por si
acaso, y lo voy a empezar a leer en voz alta.
Mi amiga y yo nos decidimos por “El diario de Greg”. Abrí el libro y comencé a
leerlo: “En primer lugar, quiero dejar una cosa bien clara…”. Pero no pasó nada. ¿Qué
tenían de diferente los dos libros? Lo único que se me ocurría era que el primero estaba
lleno de polvo, lo cual quería decir que hacía mucho tiempo que nadie lo leía. Así que
buscamos otro libro. Encontramos uno titulado “Platero y yo”. Parecía poco usado. Lo
abrí y empecé a leer: “Platero es pequeño, peludo, suave…”. Ahora sí. Otra vez notaba
el cosquilleo y los ojos se me cerraron. Cuando los volví a abrir estaba al lado de un
burro precioso. Tan suave que parecía de algodón. Me sentía muy agusto con él. Era tan
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bonito… Pero otra vez, oí a la petarda de mi amiga llamándome a grito pelado. Así que
volví a despertar en la biblioteca. Me dio mucha pena porque estaba feliz con el burrito,
pero mi amiga se había asustado y por eso me había llamado.
Buscamos otro libro lleno de polvo. Lo abrí y leí: “Cuenta Lázaro su vida y cuyo
hijo fue. Pues sepa vuestra merced…”, y de repente me encontré en el cuerpo de un
niño, al que un ciego le estaba pegando. Me asusté y solo quería escuchar la voz de mi
amiga para que me sacara de allí. Pero habíamos quedado que no lo iba a hacer hasta
pasados cinco minutos. Fueron los cinco minutos más largos de mi vida. Aquel ciego
era un aprovechado. Gracias a Dios, los gritos de mi amiga me sacaron de allí.
Estaba toda emocionada. Me di cuenta que solamente podía entrar en aquellos libros
que la gente no leía porque les parecía aburridos. Estos libros estaban deseando que
alguien desempolvara sus hojas y poder contar sus historias. Así fue como me hice
cuenta-libros. Los localizaba, leía el principio y me metía dentro de las historias. Luego
se las contaba a los niños de mi clase. Y alucinaban con las bonitas aventuras y
narraciones. Fui la bella Julieta enamorada de Romeo; viajé al centro de la tierra; luché
al lado del Cid Campeador; fui la alcahueta en La Celestina… y mil historias más. Cada
una más emocionante que la anterior.
Ane González Hualde
1º E.S.O. A
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