Citar Lexis Nº 70019733 Tribunal: C. Nac. Casación Penal, sala 1ª Fecha: 17/02/1999 Partes: Griguol, Luciano F. PROCESO PENAL (Instrucción) - Medios de investigación y prueba - Reconocimientos - Personas Víctima individualizada ONLFUL Buenos Aires, febrero 17 de 1999. 1ª-. ¿Se encuentra debidamente motivada la sentencia venida en recurso respecto de los temas que han originado los agravios admitidos a fs. 1001/1002? 2ª.- ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar? 1ª cuestión.- Los Dres. Catucci, Rodríguez Basavilbaso y Bisordi dijeron: a) La sentencia cuyos fundamentos obran a fs. 665/690 ha recreado históricamente el hecho objeto del proceso del siguiente modo: "... el 1/7/1995, en horas de la madrugada, en las calles Olazábal y Moldes de esta ciudad, un grupo numeroso de personas, entre las que se encontraban Andrés P. Paszkowski, Luciano F. Griguol y Orlando R. Romero da Silva, agredieron a Claudio A. Salgueiro, provocándole lesiones de las contempladas en el art. 90 Ver Texto del CPen..."; "... que la agresión que sufrió Salgueiro en las señaladas circunstancias estuvo motivada durante todo su desarrollo por un evidente odio racial o religioso, fundado en la supuesta calidad de judío que le atribuyeron a la víctima..."; que la agresión se produjo en circunstancias en que Salgueiro se dirigía, con el fin de adquirir cigarrillos, al kiosco ubicado en la esquina de Olazábal y Moldes; que "... antes de llegar al comercio indicado fue insultado por un sujeto vestido con ropa de color negro, que tenía la cabeza rapada y colgada del pecho una cruz similar a la nazi, que caminaba junto a dos mujeres, en la misma dirección; éste escupió cerca de sus pies a la vez que provocativamente le dijo: ' ¿qué mirás?, judío de mierda'. Al llegar Salgueiro al kiosco, donde ya estaban las dos mujeres y el sujeto vestido de negro, éste nuevamente le dijo ' judío de mierda, te voy a matar, judío apestoso, ustedes no merecen estar vivos'"; que prosiguieron los insultos pese a las instancias de la víctima en el sentido de que cesara de molestarlo, al mismo tiempo que el aludido sujeto le advertía que se estaba metiendo con un "skinhead"; que enseguida "... el sujeto de cabeza rapada le arrojó un golpe a Salgueiro, trabándose en lucha, cayéndose ambos al suelo, oportunidad en que las dos mujeres que acompañaban al que vestía de negro corrieron en dirección a la plaza. Separados ambos contendientes por conocidos de Salgueiro, el agresor continuó gritando ' muerte a los stones, muerte a los rockeros y a los judíos; un skinhead aguantó con tres', agregando ' muerte a los bolivianos, a los peruanos y a los paraguayos'"; que después "... llegaron corriendo por la calle Olazábal entre quince y veinte jóvenes que llevaban un atuendo similar al primero, esto es camperas negras, cabezas rapadas o pelo muy corto, algunos con ropa camuflada y cruces esvásticas, ante lo cual Salgueiro y sus acompañantes trataron de huir. Pese a ello, el denunciante no logró hacerlo, siendo arrinconado contra la puerta de un garaje, al tiempo que los integrantes del grupo gritaban ' heil, heil, heil...' y lo insultaban por su condición de judío. En esas circunstancias lo tiraron al piso y comenzaron a patearlo y a aplicarle golpes de todo tipo; uno de ellos sugirió a sus compañeros que buscasen combustible para quemarlo La determinación de hechos relacionada precedentemente dice hallar sustento en la declaración de Salgueiro durante el debate y también en las rendidas en los juzgados de instrucción, introducidas en el juicio mediante preguntas que se le formularon sobre esos dichos; en la declaración testimonial del empleado del kiosco aludido, Rodrigo L. Poso; en la que al mismo tenor prestó ante la prevención y la instrucción Ana M. Becce -dueña del mencionado comercio-; en la declaración testifical de Eugenio A. Zadorecky, médico del hospital donde fue atendido Salgueiro; en el testimonio de José L. Lupi -médico forense de la justicia nacional-; en el informe médico legista practicado cuatro días después del hecho en la Seccional 33ª (fs. 10/11); en la copia de la historia clínica hospitalaria de fs. 61/ 66; en el peritaje médico de fs. 117/118 y en las vistas fotográficas de fs. 105 que ilustran sobre el aspecto físico de la víctima durante su internación. b) De la lectura de lo que la sentencia refiere acerca de lo que los testigos habrían dicho en el debate, así como de la de piezas escritas que el mismo fallo tuvo en cuenta por haber sido 1 incorporadas por lectura al juicio, y de otras del mismo tenor que según el acta de debate también ingresaron al contradictorio por la misma vía -y que el fallo no tuvo en cuenta-, es posible afirmar que el relato de los hechos es, cuando menos, parcialmente inexacto. Esta inexactitud -producto de defectos en la apreciación crítica de la prueba, tanto por su interpretación como por la omisión de circunstancias relevantes- tiene en el caso -como se verá más adelante- importancia decisiva en la determinación de la responsabilidad penal que el pronunciamiento ha adjudicado a los tres acusados. En efecto, los jueces remiten a lo que declaró la víctima ante ellos pero no consignan cuáles fueron sus dichos. También envían a sus declaraciones instructorias, lo que importa la remisión a sus manifestaciones prevencionales que en aquella sede ratificó. Si se lee el acta que contiene estas últimas (fs. 7/9) se advierte que Salgueiro sostiene que el incidente se originó cuando una persona comenzó a insultarlo por su presunta condición de judío pertenencia de raza que no le corresponde, lo que hizo conocer a su agresor, pese a lo cual éste insistió en atribuirle esa condición- y que prosiguió con un intento de agresión física que pudo evitar mediante una maniobra de esquive, la que a su vez aprovechó para responder en este último terreno propinándole una cabezazo a su antagonista, el que hizo impacto en su nariz, e inmediatamente un rodillazo en los testículos que lo hizo inclinarse, y algunos golpes en la cabeza. Después de ello se trabó en lucha con su ofensor verbal, cayeron ambos al piso donde continuaron forcejeando, y en ese momento se arrimaron a la escena dos amigos -uno de ellos al que conoce como Jean Paul, aunque dijo poder ubicar a ambos- quienes observaron todo lo ocurrido. De seguido, los dos contendientes se incorporaron y su agresor renovó sus injurias imprecando la muerte de "stones, roqueros y judíos" a la vez que reivindicaba haber podido con tres de ellos. Poco antes, las mujeres que acompañaban al individuo mencionado habían salido corriendo por Moldes en dirección a Mendoza. A la luz de esta versión no se advierte cómo racionalmente puede adquirirse certeza acerca de que el extravagante personaje provocador de la riña primigenia hubiese tenido por móvil el que el fallo consigna. Pero aun cuando ello pudiese ser admitido, menos razonable se presenta transmitir o extender ese propósito a los otros individuos -entre los que la sentencia incluye a los procesados- que, a evidente instancia de las mujeres, concurrieron al lugar en apoyo de aquél que peleaba en inferioridad numérica. Y ello puesto que de ningún pasaje de la declaración de Salgueiro en sede policial resulta que los que se sumaron a la reyerta hubiesen actuado porque Salgueiro era judío, "stone", roquero, boliviano, peruano, paraguayo, etc., etc. Si esto es así, lógico es inferir, a tenor del primer relato de la víctima, que pretendían defender y vengar a uno del grupo al que aparentemente todos pertenecían, y que actuaban de ese modo cualquiera que hubiese sido la raza o religión de aquél a quien se proponían atacar. Si se tiene en cuenta la segunda de las versiones del damnificado -la vertida en la declaración prestada ante la magistrada instructora a fs. 106/109- tampoco es posible llegar a una conclusión distinta de la que se acaba de exponer. Y esto es así porque en el acto de referencia Salgueiro dice haber reaccionado por insultos que el presunto "skinhead" había inferido a su madre -dato que no se compadece con el móvil que presuntamente, según el fallo, lo habría guiado-, que su agresor se encontraba "bastante alterado" y que "... en ese momento, todo el mundo era judío para él", frase elocuentemente reveladora de que no fue esa calidad el móvil de la provocación inicial. Esta aseveración se refuerza cuando alude a que el individuo vociferaba "muerte a los stones, muerte a los roqueros y a los judíos. Un skinhead aguantó con tres", puesto que no permite saber si atacaba a Salgueiro porque pertenecía a la banda de los "stones", porque era un roquero o por una pertenencia racial. Pero además y en punto al propósito de los que se sumaron a la verdadera agresión física posterior, la conclusión adelantada más arriba no se ve alterada sino, antes al contrario, confirmada por esta segunda versión de Salgueiro, según la cual "los referidos estaban haciendo como una payasada y decían: ' hy, Hitler, viva el Fürer y muerte a todos'". Si estas manifestaciones obedecían a una "payasada", mayor rigor tiene concluir en que la raza o la religión de la víctima no fueron el objeto de la provocación y el ulterior ataque. Ello no obstante, hay una tercera versión de la víctima -producida en una ampliación instructoria de su declaración testimonial a fs. 215/216- que resulta contradictoria con las anteriores en el punto que se viene tratando. En la oportunidad de referencia -llamativa e inmediatamente anterior al procesamiento de los imputados y a la declaración de incompetencia del fuero común, precisamente en virtud de haber cargado a su cuenta la agravante del art. 2 Ver Texto de la ley 23592 y después de haber fracasado una declaración anterior en el mismo sentido- el denunciante hace fundamental hincapié en que Paszkowski le aplicó todo tipo de golpes e insultos discriminatorios como ser "judío hijo de puta" y otros similares. Además aprovecha la ocasión para formular imputaciones similares a los coprocesados Romero da Silva y Griguol tanto en lo referente a la agresión física como a la verbal. Y como si no fuese suficiente ello para asegurar la prueba del extremo, dice textualmente: "... que la golpiza que recibió fue producto de que estas personas y otras más, aún no individualizadas, consideraron que el dicente era judío y de allí en más reaccionaron discriminatoriamente". A un buen lector no le puede pasar inadvertido que este énfasis, acaso 2 extemporáneo, bien pudo ser inducido u orientado a apuntalar el desplazamiento de la causa al fuero de excepción de cuya procedencia la jueza de instrucción parecía estar convencida desde mucho antes (no así su tribunal de alzada, que a fs. 179 aclaró "que la calificación de prematura de la resolución por la cual la Sra. jueza de instrucción declinó competencia en favor del fuero federal, se sustenta en la ausencia de elementos objetivos que permitan acreditar en autos la existencia de una conducta discriminatoria en perjuicio del lesionado"). Pero sea como fuere, en esta última la víctima se manifiesta asertivamente respecto de un punto que aparece absolutamente desdibujado en las dos versiones más cercanas a la ocurrencia del hecho. No se comprende, entonces, cómo el pronunciamiento puesto en crisis no se hizo cargo de tamaña contradicción, hubiese desestimado el interés natural de la víctima en el resultado del proceso y tomado a pie juntillas uno de los relatos que ni siquiera se corrobora adecuadamente con lo declarado por la dueña del kiosco y por su ayudante. Esto es así, porque este último -Rodrigo L. Poso- dijo haber visto una pelea entre el "gallego" y un pelado que le gritaba insistentemente "judío sucio" o algo así, mientras las chicas que acompañaban a este personaje salían corriendo; y que momentos más tarde llegó un grupo de jóvenes vestidos con ropa negra, campera de cuero con tachas y borceguíes quienes maldecían a los judíos y le pegaron reiteradamente al "gallego". La propietaria del negocio, Ana M. Becce, sólo vio -no muy bien debido a la oscuridad- que unos quince individuos le propinaban golpes de puño a otro. Ante ello fue a buscar al policía que habitualmente está de consigna en una sinagoga cercana, el que le prometió acudir al lugar del hecho, dato éste que no fue investigado en el proceso. Además, señaló esta testigo que la persona golpeada pertenecía al grupo de los "stones" mientras los agresores eran "skinhead", atendiendo a su atuendo; y finalmente afirmó no haber escuchado los gritos anteriores a la pelea. En el juzgado de instrucción ratificó esta versión en sede policial y al ser preguntada acerca de si los agresores profirieron insultos o frases con contenido racial sólo refirió, con duda, que le decían "judío o gallego de mierda". Por fin, tampoco parece que pudiera haber inducido en error a los agresores el aspecto físico o la vestimenta de la víctima. Por más que no existe una determinada morfología que distinga indudablemente a un individuo como perteneciente a la raza judía, en cuanto a la indumentaria de Salgueiro, éste a fs. 106/109, afirma que era "normal", pues vestía jeans, botas negras, sweater, campera polar con colores predominantes en amarillo y naranja, y un gorrito de lana, a la vez que lucía lentes recetados. Dicho atuendo, por cierto, no es eficaz para identificar a miembros de una u otra etnia o religión. En conclusión, por tanto, el juicio asertivo efectuado en el fallo en el sentido de que Salgueiro fue agredido en todo momento por evidente odio racial o religioso fundado en su supuesta condición de judío no deriva razonadamente de las pruebas tenidas en cuenta en aquél, las que, muy por el contrario, apuntalan mucho más la hipótesis de que las expresiones antisemitas han sido más que nada una especie de grito de guerra o insulto de común utilización por las personas que comulgan con la ideología que los informes agregados a la causa atribuyen a los denominados "skinheads". Con similar línea de pensamiento que la del fallo podría llegar a afirmarse que el yerro o confusión en que habrían incurrido los agresores tanto puede referirse a la condición supuesta de judío como a la de paraguayo, boliviano, peruano, gallego o "stone", condiciones, también éstas, que fueron incluidas como denostatorias. Adviértase, particularmente en lo que se refiere a la última de dichas condiciones, la de "stone", que a fs. 15/16, la testigo Becce dijo textualmente "... hace constar que el individuo que recibió la golpiza pertenece al grupo de jóvenes denominados ' stones'; mientras que sus agresores eran los ' skinheads'. Estos últimos visten prendas negras y se rapan la cabeza, mientras que los ' stones'visten prendas normales...". Y al preguntársele si conocía a la víctima contestó: "que conoce al mismo de vista, siendo integrante de los ' stones'de quien ignora nombre y apellido No se advierte, en suma, cómo puede descartarse, frente al cuadro probatorio reunido en el proceso, que la agresión tuviese como causa una reyerta entre integrantes de patotas barriales antagónicas y que fuese expresión de antiguas diferencias. c) En cuanto a la autoría y responsabilidad penal de los acusados, el pronunciamiento empieza por relatar los dichos del oficial de policía Gerónimo A. Molina, vertidos en la audiencia oral, en el sentido de que ante la denuncia de un joven que había sido lesionado en las proximidades de la plaza Noruega, se ofreció para ayudarlo. De acuerdo con su experiencia, recordó que un grupo de "skinheads", de idénticas características a las descriptas por Salgueiro, había agredido unos tres meses antes, en la intersección de La Pampa y Cabildo, a tres jóvenes. Por ello sabía que se reunían en la mencionada plaza y que luego de ese hecho y de algunas detenciones, se habían dejado crecer el pelo un poco, "desdibujándose en sus vestimentas". Además, señaló el agente público que tales "skinheads" se reunían en el lugar indicado los viernes y sábados por la noche y que usaban cruces esvásticas y tachas. Expuso, además, que recorrió la zona con la víctima y que al llegar a la plaza Noruega, donde estaba reunido un grupo de jóvenes de ambos sexos, Salgueiro identificó únicamente a los varones, por lo que procedió a detenerlos en presencia de dos testigos, secuestrándole a Romero da Silva una muñequera, que a su vez puede ser usada como manopla, similar a la que usaban sus anteriormente conocidos "skinheads". 3 A partir de lo dicho, el fallo entiende que "es el testimonio de Claudio Salgueiro el que compromete a los acusados; es por ello que debe ser examinado con especial minuciosidad". Después de referirse al sistema probatorio vigente, en el que incluye el principio de la libertad de la prueba, el tribunal señala que "a lo largo de todo el proceso, no ha advertido -ni fue acreditado por las partes- que Salgueiro hubiese depuesto influenciado por algún interés personal. Si bien no se produjo prueba en el sentido expuesto, revela la ausencia de parcialidad la circunstancia de que no reconociera, pese a la posibilidad de hacerlas detener, a las mujeres que acompañaban a los encartados, como así también que no lo hiciera respecto de García y D'Alessandro...". Una vez que hubo pasado revista de la opinión de varios doctrinarios de derecho procesal y transcripto fallos de la C. Nac. Crim. y Corr. que admiten la capacidad testifical de la víctima de un delito aun cuando fuese el único testigo, el tribunal inferior en grado pasó a confrontar los dichos del denunciante con las circunstancias comprobadas en el proceso. Así -pese a que el suboficial de policía Miguel A. Ramírez sólo recordó en la audiencia que había entrevistado en la guardia del Hospital Pirovano a un muchacho que había sido agredido por un grupo de jóvenes-, por haber ratificado el acta de fs. 1 en la que consta la declaración prevencional de ese agente, los jueces se remitieron a ella y la consideraron "por demás trascendente, dado que los datos que allí aporta son los que desarrolló Salgueiro ante la Seccional 33ª el mismo día en que fue dado de alta. Por otra parte, el estado tanto físico como emocional en que el nombrado se encontraba (...) llevan a descartar de plano cualquier eventualidad acerca de su sinceridad". Vale la pena recordar que, según el acta de fs. 1, la víctima habría dicho: "cuando transitaba por la calle Olazábal y Moldes, fue interceptado por un grupo de unos veinte jóvenes de sexo masculino, todos ellos con la cabeza rapada, quienes decían pertenecer al grupo conocido como los ' skinger', los que comenzaron a insultarlo con palabras tales como judío hijo de mil putas y otros similares, para posteriormente golpearlo en distintas partes del cuerpo". "De ahí en más -prosigue el pronunciamiento- las declaraciones que prestara Salgueiro ante la autoridad policial, los juzgados de instrucción y ante este tribunal, son absolutamente coincidentes en aquellos aspectos que hacen precisamente al cuerpo del delito, no obstante, claro está, pequeñas discordancias propias de la naturaleza humana, demostrativas, a la vez, de la espontaneidad de sus dichos". Acto continuo el fallo sostiene que la reglamentación de los reconocimientos en rueda de personas (arts. 270 Ver Texto /275 Ver Texto CPPN.) no implica que el Estado deba renunciar a la individualización de los criminales en circunstancias distintas de las previstas por dichas normas. Esto último habría ocurrido en el caso, pues al no contar la policía con fotografías de los integrantes del grupo denominado "skinhead", el oficial Molina, "evidenciando un encomiable celo profesional", condujo a Salgueiro a la plaza Noruega donde el nombrado, a la distancia, observó a un grupo compuesto por cuatro hombres y dos mujeres y reconoció sólo a los del sexo masculino. Posteriormente, la víctima reconoció por fotografías a Paszkowski, Griguol y Romero da Silva, no así a García pese a que "lucía un particular corte de pelo similar al de Paszkowski; esto es rapado alrededor de la cabeza y más largo en la parte superior". En el párrafo siguiente, el fallo se encarga de cohonestar la falta de reconocimiento del coprocesado D'Alessandro porque entiende que no está probado que obedeciera a amenazas -como lo pretende la defensa oficial- sino que "bien pudo deberse en cambio, al tiempo transcurrido entre el hecho y la fecha de los reconocimientos". Por las aludidas razones rechazó la nulidad articulada por la defensa de Paszkowski y entendió que su agravio sólo trasunta una cuestión relativa al valor probatorio de las diligencias. Inmediatamente y con base en el informe oftalmológico de fs. 549/561, rechazó los cuestionamientos defensivos relativos a la agudeza visual de la víctima. Sobre este mismo tópico y en relación con la posibilidad de individualización de los agresores, la sentencia admite que el sereno del garaje de apellido Arias dijo en el debate "que había un solo foco de luz en la calle y que estaba oscuro", pero que no podía soslayarse que Salgueiro había dicho que se había colocado de frente a sus agresores, los que gesticularon e insultaron antes de pegarle. Paso siguiente, el fallo defendió el valor del reconocimiento impropio efectuado por Salgueiro en la audiencia respecto de los tres acusados; hizo hincapié en la corroboración de los dichos del oficial Molina en cuanto al lugar de reunión de los "skinheads" en el barrio de Belgrano, por los informes producido por el POC. y la SIDE. (fs. 400/416 y 417/425); y señaló la cercanía entre ese sitio y el lugar del hecho, que los encartados se conocieran entre sí y frecuentaran esa plaza pese a no domiciliarse en el barrio. Además, entendió la sentencia que reviste fuerza presuntiva "la circunstancia de que Paszkowski hubiese dicho ante la instrucción que conocía a García y Griguol y que el día de su detención había pasado por la plaza Noruega con el objeto de saludarlos, lo que refuerza que éste era el lugar de encuentro; así como la familiaridad de trato con quienes, según él, habrían participado del 4 hecho, dado que admitió conocer a D'Alessandro y haberse enterado por García de la ocurrencia del episodio. Respecto de Romero da Silva, la sentencia extrae -a partir de su declaración de fs. 213 en la que dio una versión del conocimiento de los hechos mucho más rica que la de Paszkowski aunque de la misma fuente: lo que le contó García- la conclusión de que por ser amigo de D'Alessandro y de García, por no haber podido explicar dónde estuvo en la madrugada del 1/7/1995 y por haber sido reconocido por la víctima, tuvo participación en el hecho. Además destacaron los jueces que el relato de este procesado no se ajusta a la actuación de fs. 1 según la cual Salgueiro fue insultado por su condición de judío; y el desconocimiento por él manifestado acerca del grupo de los "stones" derrumba las especulaciones de la defensa de Paszkowski tendientes a demostrar una pelea entre los integrantes de ese grupo y el de los "skinheads". Del mismo modo pone el acento en el secuestro de la muñequera en poder de Romero da Silva y de la cadena decomisada a García al momento de ser detenidos, así como la detención anterior del primero de los nombrados en una causa instruida por lesiones contra Marcos Lerche en la esquina de Ciudad de la Paz y Mendoza. Más adelante el fallo consigna que Esteban D'Alessandro admitió, en comunicación telefónica con un programa de televisión, su condición de "skinhead" y de haberse peleado con Salgueiro por haberlo llamado éste "cabeza de poronga", epíteto que este último reconoció haber proferido en esa oportunidad. Y todo ello sin perjuicio de otras circunstancias que demostrarían el conocimiento y relación entre los acusados. En otro capítulo vinculado al mismo tema, la sentencia, con forzados argumentos que más adelante serán atendidos, rechaza la alegación de Paszkowski en el sentido de que en el día y en la hora del hecho estuvo en una reunión con familiares y amigos en su domicilio. Para ello descalificó la oportunidad en que fueron ofrecidos los testigos en ese sentido y restó crédito, por presunta falsedad, a los familiares y amigos que abonaron la explicación del procesado. Y en lo atinente al descargo de Romero da Silva de haber estado la noche del hecho en un bar de la calle Ciudad de la Paz junto con su novia Karina y su amiga Paola Yablonsky, la sentencia destacó que el único dato comprobable -el de dicha amistad- lo compromete más porque la mencionada Yablonsky lo acompañaba el día que fue imputado de las lesiones causadas a Marcos Lerche. d) La policía, que conocía el hecho desde poco después de ocurrido -recuérdese que Becce, dueña del kiosco, lo puso en conocimiento de un agente de facción en una sinagoga próxima; y que el propio Salgueiro dijo recordar que no bien llegó al Hospital Pirovano dos vigilantes conversaron con Poso, quien lo trasladó en su moto (fs. 106/109)-, documenta haber tomado noticia de aquél a las nueve de la mañana del mismo día 1/4/1995, vale decir, casi seis horas después de ocurrido, y como consecuencia de que el suboficial a cargo del móvil 237 de la Seccional 37ª, Miguel A. Ramírez, habría sido desplazado hacia el Hospital Pirovano por el Comando Radioeléctrico. El estado de salud de Salgueiro no le habría impedido informarse acerca de que el nombrado había sido agredido por un numeroso grupo de "skinheads" (conf. fs. 1). A pesar de ello, no se registra ninguna actividad perquisitiva sino hasta casi cinco días después cuando, dada de alta la víctima, se presenta en la Seccional 33ª a las doce horas del cinco de julio siguiente para prestar su conocida declaración testimonial de fs. 7/9. No obstante que el oficial Gerónimo A. Molina, según lo que relató en la audiencia de debate, conocía por propia experiencia la actividad desplegada en su jurisdicción por un grupo de "skinheads" que tiempo antes habría agredido a tres jóvenes, sabía que el punto de reunión de ese grupo era la plaza Noruega, que después del hecho indicado y como consecuencia de las detenciones producidas los integrantes de ese grupo se habían dejado crecer el pelo y "desdibujado sus vestimentas", y que los días de reunión eran los viernes y sábados por la noche; en vez de comenzar sus indagaciones inmediatamente después de tomar intervención la seccional preventora como lo aconsejan elementales normas de experiencia a los efectos de asegurar la eficacia de la pesquisa, aguarda la salida de la víctima del nosocomio y en horas de la tarde de un día que no era viernes ni sábado se dirige con ésta a la plaza Noruega para ver si había ahí presuntos "skinheads" a los efectos de que el damnificado los "marcara". Llegado a ese lugar en compañía de Salgueiro, a una distancia no especificada y hallándose éste último dentro del patrullero, consigue que identifique a cuatro de un grupo de cuatro, menos a una mujer que se hallaba reunida en ese lugar. Procede a retenerlos, acerca el patrullero a un playón de una feria ahí existente y desde unos quince metros de distancia invita a Salgueiro, que seguía dentro del automóvil de patrullas, a que individualizara a sus presuntos atacantes con el resultado de haber reconocido a tres de los varones y, sin seguridad, al restante (conf. además las piezas procesales de fs. 17/ 18 y 29/30). Posteriormente, en el juzgado de instrucción previniente se le exhiben al denunciante las fotografías individuales de los imputados tomadas por la prevención y que obran a fs. 33/40, oportunidad en que individualizó sin duda a Paszkowski y a Griguol en tanto que respecto de Romero da Silva dice: "que volviendo a ver detenidamente la vista fotográfica de fs. 35 (que retrata de frente y de perfil al nombrado) refiere que también pudo haber participado de tal suceso" (fs. 106/109). Empero, en la ampliación de la declaración testimonial de fs. 215/216 vuelve a tener a la vista las fotografías mencionadas y esta vez afirma haber reconocido antes al que ilustra la de fs. 35, mientras que respecto del individuo fotografiado a fs. 37/38 5 (García), "manifiesta que no recuerda específicamente si estaba dentro del grupo que lo agrediera, ya que de todos sus integrantes no puede acordarse". En atención a lo que se acaba de relatar y en presencia de disposiciones tales como la de los arts. 200 Ver Texto , 270 Ver Texto a 274 Ver Texto y 281 Ver Texto del CPPN no se alcanza a comprender cómo pudo decir la sentencia que el oficial Molina actuó "evidenciando un encomiable celo profesional" y que el procedimiento absolutamente irregular por él escogido estuviese justificado por tratarse de una situación no prevista en las normas instrumentales reglamentarias. Es que, más allá de la morosa actuación del órgano preventor, si éste sabía que los presuntos autores pertenecían a un grupo determinado de "skinheads" que se reunían en un lugar determinado, el procedimiento indicado era el arresto de los presuntos sospechosos y luego su individualización por el medio probatorio específicamente legislado al efecto -el reconocimiento en rueda de personas- que, como parece obvio señalarlo, procura garantizar la eficacia en la identificación colocándola, dentro de lo que es humanamente posible, a salvo de tachas que mengüen su pureza y valor, y al mismo tiempo asegurar el derecho de defensa de los imputados tanto por la forma en que está implementado el procedimiento en sí como por el control que de la regularidad de tal acto debe asegurarse a la defensa de los sospechosos, máxime cuando se trata de una de aquellas diligencias denominadas definitivas e irreproducibles. Aun cuando las normas procesales señaladas no prescriben la sanción de nulidad, el acto es insanablemente nulo en virtud de que afecta la intervención, asistencia y representación del imputado (art. 167, inc. 3 Ver Texto del ordenamiento procesal) con directa afectación de la garantía de la defensa en juicio (art. 18 Ver Texto CN.). Va sin decir que el demérito alcanza a la también irregular actuación del juzgado instructor al exhibirle a la víctima las fotografías de los imputados cuando éstos ya habían sido individualizados, pues más allá de que no se observó lo dispuesto por el art. 274 Ver Texto del CPPN. (dispone que en caso de reconocimiento por fotografías, "se les presentarán éstas con otras semejantes de distintas personas, al que debe efectuar el reconocimiento"), este medio de individualización es expresamente subsidiario de la rueda de personas para el supuesto en que la persona a reconocer no estuviere presente y no pudiere ser habida. e) Por más que la nulidad de los reconocimientos irregularmente llevados a cabo por la policía y la jueza de instrucción previniente tiñen indudablemente el impropio que realizó la víctima durante el debate, de todos modos subsiste la imputación de ésta última y al respecto es menester examinar si la fundamentación de la sentencia sobre el punto resiste la tacha de arbitrariedad que no ha podido superar en los aspectos anteriormente considerados. La sala tiene dicho in re: "González, Julio G. s/ Recurso de casación Ver Texto ", causa 1.466, reg. n. 1910, rta. el 25/11/1997, que "no debería discutirse que la declaración de la víctima, con ser unilateral e inicialmente sospechosa por interesarle el resultado de la acusación que contiene, requiere una crítica más rigurosa a la luz de las reglas de la sana crítica. Al respecto, decir que una declaración tal ' impresionó por su sinceridad', no sería más que la expresión de un estado anímico íntimo frente al testimonio rendido. Pero si a esa expresión se añade que tal sinceridad emana del relato y de las respuestas lógicas y coherentes ante un exhaustivo interrogatorio, es evidente que la impresión subjetiva reposa también en elementos objetivos: la credibilidad del discurso y las contestaciones razonables al interrogatorio que puso a prueba su verosimilitud"; y que "... de cara al régimen probatorio de la libre convicción o sana crítica racional -escogido por el CPPN, art. 398 Ver Texto , párr. 2°- el carácter único del testimonio de cargo no impide la plenitud probatoria siempre que el juez, a su través, adquiera certeza sobre la existencia de determinada circunstancia de hecho. La exigencia de más de un testigo (unus testis, nullus testis) fue propia del método de la prueba legal, en el que la ley establecía ' múltiples normas restrictivas, ya sea para exigir que algunos hechos se probasen de un modo determinado y no de otro (normas sobre el cuerpo del delito) ya sea para prever el valor de los medios de prueba mediante presupuestos o condiciones que actuaban positiva o negativamente'(...) La ley actúa (...) de un modo negativo cuando ' prohíbe al juez que considere un hecho como verdadero, si no se verifica un cierto mínimo de prueba, que ella misma establece'" (Vélez Mariconde, Alfredo, "Derecho Procesal Penal I", 3ª Ed., M. Lerner Ed., Córdoba, p. 358), como por ejemplo lo hacía el art. 306 Ver Texto del derogado Código de Procedimientos en Materia Penal, según el cual la declaración de dos testigos hábiles "podrá ser invocada por el juez como plena prueba de lo que afirmaren". Sin embargo, el sistema de la prueba legal "es una obra artificial del proceso inquisitivo, ideada para proteger tardíamente al imputado; una especie de arrepentimiento del legislador, que primero consagra un secreto absoluto de la instrucción y le niega al imputado el derecho a su defensa, y después pretende encontrar una garantía en la tarifa de las pruebas; un freno irracional a la conciencia del juzgador, que sólo puede eludirlo creando la prueba compleja; una estimación abstracta de medios probatorios que deben ser evaluados concretamente; la pretensión de reducir a una operación aritmética lo que sólo puede ser un juicio lógico" (Vélez Mariconde, Alfredo, "Derecho Procesal Penal" I, 3ª Ed., M. Lerner Ed., Córdoba, p. 359; conf., especialmente, nota 44 al pie de p. 360 6 Sobre la base de lo transcripto, y examinado el testimonio de Salgueiro con el rigor ahí indicado, es posible formular las siguientes aseveraciones: e.1) Ut supra, ap. a de esta misma cuestión, la sala ha tenido ocasión de demostrar las contradicciones del relato de la víctima respecto de la forma en que realmente sucedieron los acontecimientos sometidos al juicio, por lo que en ese aspecto cabe hacer remisión, brevitatis causae, a lo dicho en ese lugar. e.2) Con relación al reconocimiento de los imputados Paszkowski, Griguol y Romero da Silva, es preciso recordar que a fs. 7/9 Salgueiro realiza una descripción cuasi fotográfica de su primer agresor ("... un individuo alto de aproximadamente 1,83 m de estatura, de veintidós años de edad, de tez blanca, sin cabellos debido a que era rapado, de contextura corpulenta, de unos 83 k de peso, ojos marrones, vestido con pantalón y campera de cuero negra y borceguíes negros"), la que repite en términos parecidos a fs. 106/109 ("... el masculino era bastante alto, calvo, de contextura física mediana, de veintidós a veintitrés años de edad, y vestido con una campera tipo aviador, negra por fuera y forro color naranja, pantalones negros bien ajustados a la pierna y borceguíes media caña y en la pechera de la campera tenía un distintivo como si fuera una cruz nazi"). Tiempo después (ampliación de su testimonio a fs. 215/216), Salgueiro pone en conocimiento del juzgado instructor que al ver un programa de televisión en el que se trató el tema de las "personas raras", "el dicente observó la presencia de una persona del sexo masculino, joven, de unos veinte años aproximadamente, rapado, con parte de su cabeza tatuada, con aros en la boca y en la ceja, si mal no recuerda, a quien reconoció inmediatamente como el primero de sus agresores, aclarando que en esos momentos no estaba tatuado, aunque sí rapado". A fs. 227 Salgueiro aclaró que el aludido programa había sido emitido por canal 2 el 1/1/1996, se denomina "Sin vueltas" y lo conduce la locutora Lía Salgado. Más adelante, radicada la causa ante el juzgado federal instructor, recibido el "tape" correspondiente (fs. 261) y a pedido de la fiscalía interviniente (fs. 302/303), se dispuso que el denunciante viese el contenido del video y una vez que identificara al agresor se procediese a tomar una fotografía de esa persona. Concretada la diligencia a fs. 322, Salgueiro dijo: "... el dicente pudo determinar a una persona que se encuentra con remera musculosa y gorra, además posee varios aros de diferentes formas y tatuaje, persona denominada ' skinhead', que posiblemente puede llegar a ser uno de los agresores que lo damnificara, situación que no puede determinar fehacientemente debido al tiempo transcurrido..." (ver a fs. 323/327 la copia de distintas fotografías de esa persona tomadas del "video tape"). A partir de la declaración indagatoria de Paszkowski (fs. 207/210) en el sentido de que la persona que entabló la primera pelea con Salgueiro respondería al mote de "el moco", según así se lo habría manifestado su otrora coprocesado García; y de la que al mismo tenor prestó Romero da Silva (fs. 211/213), según la cual sabía, por la misma fuente, que "el moco" se llama Esteban y vive en Villa Urquiza, el juzgado federal ordenó tareas de inteligencia a personal de la Comisaría 33ª, las que dieron como resultado que esa persona era Esteban D'Alessandro (fs. 314 y 317). Comparecido al proceso el nombrado y sometido a reconocimiento en rueda de personas por parte de Salgueiro a fs. 340 la diligencia dio resultado negativo, aun cuando, inexplicablemente, nadie en el curso posterior de la causa se hubiese preocupado por establecer si D'Alessandro es la misma persona que aparece fotografiada a fs. 323/ 328. Si la actitud del denunciante resulta cuando menos sugestiva respecto del reconocimiento de quien sería su primer agresor -a más de contradictorias y dubitativas sus distintas versiones sobre este tema- no menos llamativa resulta la falta de reconocimiento de la mujer que se hallaba en la plaza el día en que fueron detenidos los acusados. Es que a fs. 7/8 la víctima formula una descripción bastante detallada de las mujeres que acompañaban a su primer agresor, que fueron en búsqueda de apoyo y participaron de la golpiza (dice que "eran algo obesas, de aproximadamente 18/20 años de edad, tez blanca y cabellos rapados -1 centímetro de altura aprox.-"); y lo mismo hace a fs. 106/109 (dice que las mujeres eran "de aproximadamente 18 años, eran bajitas, gorditas, vestidas de negro, con pantalones muy ajustados y borceguíes"); y pese a que afirma que "reconocería a todos sus agresores, incluso a las mujeres", no las reconoció de entre el grupo reunido en la plaza Noruega, sin dar razones de ello. Si bien la sentencia toma a esta falta de reconocimiento de las mujeres como una muestra de la imparcialidad de la víctima -en realidad la que estaba en la plaza era una sola-, no se acierta a explicar por qué ello debe ser así cuando se repara en que ellas eran testigos de las lesiones que el propio Salgueiro admite haber causado a su primer agresor, por lo que en nada lo beneficiaba su presencia en el proceso. Aún siendo suficiente lo hasta aquí expuesto para restar toda razonabilidad a la certidumbre a la que arribó el tribunal de mérito, todavía es posible señalar algunas circunstancias más que convergen en idéntico sentido. A fs. 7/8 el damnificado, cuando se le pidió que describiera a sus agresores, después de hacerlo con el primero de ellos y las mujeres en la forma recién transcripta, dijo: "con respecto a los otros integrantes de la secta que le propinaron la golpiza, acota que todos tenían rasgos fisonómicos similares por lo que de volver a verlos, los 7 reconocería, sobre todo con el que se trabó en lucha, al que le quedó el labio y la nariz rota". Esta respuesta encierra una contradicción en sus términos, desde que si todos tenían rasgos morfológicos análogos, lo lógico es que fuese dificultosa y no fácil su identificación. Más adelante, a fs. 29/30, dice Salgueiro que situado en uno de los extremos de la plaza Noruega, "pudo observar a la distancia a un grupo de cuatro masculinos y una mujer de características y vestimentas similares a la de las personas que lo lesionaron". Y que después, cuando los individuos se hallaban contenidos por la policía, fue trasladado a un playón, "desde donde pudo tener un contacto visual más certero y fue allí donde pudo reconocer con total seguridad..." a tres de ellos, cuyas vestimentas describe, y no a otro de similar imagen, vestimenta y rasgos fisonómicos que los de sus agresores. En verdad, esta identificación no da razón de los dichos del testigo, pues más allá de que la vestimenta de Griguol y Romero da Silva (ver fotos de fs. 33/36) no ofrece ninguna particularidad que permita asimilarla a la descripción del "skinhead" que agredió a la víctima en primer lugar, y de que la vestimenta de los otros dos -García y Paszkowski (ver fotos de fs. 37/40) tampoco es asimilable a la de aquel "skinhead", no existe en el relato del testigo ningún dato, seña particular, etc. que exprese, más allá de la vestimenta, o del parcial rapado de la cabeza de García y de Paszkowski, por qué esas personas participaron del hecho. Lo propio ocurre si se toma lectura de la declaración testimonial de fs. 106/109 -pese a que en ésta introduce dudas sobre la identificación de Romero da Silva- y de su ampliación de fs. 215/216. Finalmente, no resulta desdeñable señalar que dos de los testigos presenciales -Becce (fs. 15/16 y 181) y Arias (fs. 37 y 186)- refirieron de manera conteste que la oscuridad reinante en el lugar del hecho les impidió apreciar el número de agresores y sus rostros, así como el de la víctima. Y que, lejos de resultar trascendente lo que habría dicho Salgueiro al suboficial Ramírez respecto del desarrollo del hecho por su coincidencia con manifestaciones posteriores del nombrado, ya se ha visto que ésta no es tal en aspectos sustanciales, por lo que tampoco resiste análisis lo afirmado por el fallo en ese sentido, menos aún cuando sostiene que el estado de alteración física y emocional en el que se encontraba la víctima al efectuar aquel relato permitía descartar cualquier especulación respecto de su sinceridad. f) Lo expuesto hasta aquí evidencia que el pronunciamiento recurrido exhibe en su motivación vicios de gravedad extrema, por apreciación írrita de la prueba, omisión de otra relevante e inteligencia irrazonable de las normas procesales regulatorias de la prueba de reconocimiento. Estos vicios determinan su descalificación como acto jurisdiccional válido (confr. Sagüés, Néstor P., "Derecho Procesal Constitucional", t. II, Ed. Astrea, p. 334 y fallos de la Corte Sup. ahí citados). Por lo demás, la cadena de circunstancias indiciarias que supuestamente apuntalaría el juicio de certeza sobre la responsabilidad penal de los acusados, más allá de merecer los reparos señalados por la defensa de Paszkowski al expresar sus agravios (conf. resultando 2, ap. a) de este pronunciamiento) tienen que ver con circunstancias que permitirían acreditar relaciones de amistad y de integración de los imputados al grupo al que pertenecerían los agresores de la infortunada víctima. Pero, huelga decirlo, en este proceso no se ha acusado a aquéllos por la pertenencia a ese grupo sino que se ha indagado e intentado probar si, aun integrándolo, participaron de la agresión física y cuál fue su móvil. Es negativa, a base de todo lo expuesto, la respuesta al primer interrogante sometido al acuerdo en lo atinente a la fundamentación del fallo respecto de la reconstrucción fáctica del hecho y de la autoría y responsabilidad penal de los encausados, conclusión que releva a la sala del tratamiento de igual vicio atribuido a la forma en que fue individualizada la pena. 2ª cuestión.- Los Dres. Catucci, Rodríguez Basavilbaso y Bisordi dijeron: En atención a la forma en que fue votada la anterior y de conformidad con lo dispuesto por los arts. 471 Ver Texto , 530 Ver Texto y 531 Ver Texto del CPPN., corresponde anular la sentencia de fs. 628/629 -cuyos fundamentos obran a fs. 665/690- en cuanto por sus puntos dispositivos I y II rechazó el planteo de nulidad de los reconocimientos y condenó a los acusados Andrés P. Paszkowski, Luciano F. Griguol y Orlando R. Romero da Silva a las penas y por los delitos ahí consignados, sin costas; mantener los puntos dispositivos IV y V -el primero por no vincularse directamente con los agravios que ha debido resolver el tribunal; y el segundo por cuanto se entiende acertado que se propicie la investigación a los efectos de dilucidar la posible comisión del delito previsto por el art. 3 Ver Texto de la ley 23592-; y disponer que, previa la sustanciación que legalmente corresponda, se dicte un nuevo fallo arreglado a derecho -respecto de la acusación que pesa sobre los prenombrados- por otro tribunal del mismo fuero que resulte sorteado. Por ello, y a mérito del acuerdo que antecede, el tribunal resuelve: I. Anular la sentencia de fs. 628/629 -cuyos fundamentos obran a fs. 665/690- en cuanto por sus puntos dispositivos I y II rechazó el planteo de nulidad de los reconocimientos y condenó a los acusados Andrés P. Paszkowski, Luciano F. Griguol y Orlando R. Romero da Silva a las 8 penas y por los delitos ahí consignados, sin costas, y disponer que, previa la sustanciación que legalmente corresponda, se dicte un nuevo fallo arreglado a derecho -respecto de la acusación que pesa sobre los prenombrados- por otro tribunal del mismo fuero que resulte sorteado. II. Mantener lo decidido en el aludido pronunciamiento en sus puntos dispositivos IV y V en atención a lo expuesto en la respuesta a la 2ª cuestión. Regístrese, notifíquese en la audiencia del día de la fecha, a las 13 y devuélvase.- Liliana E. Catucci.- Juan C. Rodríguez Basavilbaso.- Alfredo H. Bisordi 9