La necesidad de una nueva fundamentación del derecho Iván Darío Garzón Vallejo∗ RESUMEN El artículo hace un análisis crítico y descriptivo de la situación del derecho a partir de la llamada posmodernidad tratando de argumentar a partir de sus carencias y situación de crisis la necesidad de un nuevo fundamento para el derecho, fundamento que se remite a la tradición clásica del derecho natural, pero con dos acentos filosóficos: el humanismo teologal y el realismo metafísico. Así, no solo aporta luces para comprender la realidad jurídica actual sino además para profundizar en las características filosóficas –epistemológicas y antropológicas– de este fenómeno y los elementos que según el autor debería tener una nueva concepción del derecho. Su hilo conductor es la sustentación de la urgencia de darle un giro al paradigma jurídico que prevalece desde la modernidad y que tiene matices propios en la llamada era posmoderna. ABSTRACT The present article performs a critical and descriptive analysis of the situation of law from the so-called postmodernity, trying to present, based on its absences and the situation of crisis, the necessity of new foundations for law, foundations that go back to the classic tradition of natural law, but tinged with two philosophical remarks: the theological humanism and the metaphysical realism. Thus, no only brings light to understanding the present juridical reality, but helps going deeper ∗ Abogado de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana. Ha sido profesor de la misma Universidad y actualmente es profesor investigador en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica San Pablo, en la ciudad de Arequipa, Perú. Dirección del autor: [email protected] Artículo recibido el 28 de abril de 2006. Aprobado en Comité Editorial el 24 de mayo de 2006. 1 into the philosophical characteristics (epistemological and anthropological) of this phenomenon and the elements that according to the author should have a new conception of law. Its linking thread is the arguments of the urgency of a new twist for the juridical paradigm that prevails since modernity and that has its own nuances in the so called postmodern age. PALABRAS CLAVE Fundamentación – Derecho Natural – Filosofía del derecho – Posmodernidad – Nuevo Derecho – Crisis – Discrecionalidad judicial. KEYWORDS Foundation, Natural Law, Law Philosophy, Postmodernity, New Law, Crisis, Judicial Discretion 1. El frágil derecho de la posmodernidad 1.1. ¿Qué es la posmodernidad? Las últimas décadas del siglo XX han visto la aparición de un fenómeno que viene denominándose en el campo de la filosofía como la posmodernidad. Éste es un fenómeno ambiguo y confuso, pero que se ha ido expandiendo en la cultura, no sólo como una suerte de moda intelectual, sino que de alguna forma configura una actitud vital del ser humano hodierno. Si bien es difícil delinear con precisión sus orígenes y todos sus caracteres propios, sí podemos esbozar las que parecieran ser las notas distintivas de esta realidad cultural que tiene enorme influjo en el pensamiento jurídico y, por lo tanto, plantea un referente de cara al problema de la fundamentación del derecho, objeto de estudio en este artículo. 2 Quizás la principal característica de la llamada posmodernidad es la renuncia a un fundamento de la vida humana y, por lo tanto, de su dinámica sociocultural. Así lo afirma el filósofo italiano Gianni Vattimo, conocido expositor del llamado pensamiento débil: “No hay ningún “grund” (fundamento), ninguna verdad última; sólo hay aperturas históricas”1. A esto se agrega la renuncia implícita o explícita a la verdad como horizonte epistemológico y existencial del ser humano. Así lo anota el profesor colombiano Gilberto Tobón Sanín: “La posmodernidad intenta, pues, construir un discurso filosófico, haciendo de lado el fundamento, por su imposibilidad de verificación y falseabilidad. Por ello, hay una proliferación de discursos, de ideologías, todas ellas con el mismo status de validez, en tanto se ha renunciado a buscar o a crear una verdad última, o sea una verdad que sustente el ser y el ente”2. Para delinear las notas esenciales de la posmodernidad, es sumamente sugerente la postura del Papa Juan Pablo II en la Fides et ratio: “Nuestra época ha sido calificada por ciertos pensadores como la época de la “posmodernidad”. Este término, utilizado frecuentemente en contextos muy diferentes unos de otros, designa la aparición de un conjunto de factores nuevos, que, por su difusión y eficacia, han sido capaces de determinar cambios significativos y duraderos. Así, el término se ha empleado primeramente a propósito de fenómenos de orden estético, social y tecnológico. Sucesivamente ha pasado al ámbito filosófico, quedando caracterizado, no obstante, por una cierta ambigüedad, tanto porque el juicio sobre lo que se llama “posmoderno” es unas veces positivo y otras negativo, como porque falta consenso sobre el delicado problema de la delimitación de las diferentes épocas históricas”3. El mismo documento Pontificio ha 1 VATTIMO, GIANNI. El fin de la modernidad, Gedisa, Barcelona 1986, 154. TOBÓN SANÍN, GILBERTO. Estado, derecho y política en la posmodernidad y la crisis. Diké, Medellín 2001, 27. 3 JUAN PABLO II, O.c. # 91. 2 3 denunciado uno de los ejes de la postura posmoderna, en lo que hoy, en el ámbito intelectual, algunos denominan con ingenuo orgullo el “final de la metafísica”4, que consiste en la renuncia de la filosofía –y por ello del hombre mismo–, a preguntarse por el ser y la verdad de las cosas. La posmodernidad es un fenómeno con un evidente trasfondo relativista y subjetivista, que prescinde del fundamento metafísico para la vida humana en general, y del cual, a la desesperación y el sinsentido sólo hay un paso5. En síntesis, algunas de las notas distintivas de la llamada “posmodernidad” son: la marginación de la metafísica del horizonte intelectual, la renuncia vital a la verdad como búsqueda de la inteligencia y con ella la certeza de encontrar respuestas auténticamente satisfactorias a las preguntas fundamentales del hombre, un sustrato nihilista y voluntarista en el cual todo lo humano y lo cultural son mera creación y decisión del mismo sujeto, la renuncia a las explicaciones totales de la realidad, lo que Lyotard denominó los “meta relatos”6 y la sustitución de éstos por interpretaciones particulares, contingentes y subjetivas. En este marco de pensamiento, lo que nos queda por analizar es el impacto que dicha situación tiene en el ámbito jurídico, particularmente, en la teoría y filosofía del derecho. Es decir, a partir de esta postura, ¿cómo se asume la fundamentación del derecho?, o planteado en otros términos, ¿qué tipo de derecho es el derecho posmoderno? ¿Cuál es la respuesta que da la 4 Ibíd. # 55. Varios autores se han referido a la desesperación como consecuencia del nihilismo en la vida humana. Una confirmación de ello es el existencialismo de carácter pesimista del siglo XX y el tedio que se extiende en nuestros días como una actitud vital. Un autor francés, Gilles Lipovetsky, ha catalogado la situación actual con un nombre sugerente: “La era del vacío”. No son pocos quienes que se han referido a este fenómeno, analizándolo como un problema que se extiende con más rapidez en los países del llamado “primer mundo”. 6 JEAN LYOTARD, FRANCOIS. La posmodernidad (explicada a los niños), Gedisa, Barcelona 1999, 31. En este texto el filósofo francés asevera que “por metarrelato o gran relato, entiendo precisamente narraciones que tienen función legitimante o legitimadora”. 5 4 posmodernidad al problema de la fundamentación del derecho? Aunque también podemos plantear en gracia de discusión: ¿ofrece una sola respuesta a dicho problema? Es preciso aclarar que la posmodernidad no ofrece ninguna respuesta a este problema en forma explícita, pues niega precisamente la posibilidad humana de establecer fundamentos o cosmovisiones que pretendan ser definitivas, legitimantes y definitorias sobre la realidad. Por lo tanto, lo que vamos a intentar hacer es un trabajo de deducción e interpretación a partir de algunas manifestaciones hodiernas, toda vez que consideramos que, aunque se afirme que no hay fundamento, quienes sostienen esto ponen implícitamente un fundamento aunque –quizás– no sean conscientes de ello. Siempre hay una base, un fundamento aunque sea implícito. Por otro lado, la ausencia de fundamento, el no fundamento, no es propiamente una base o un sustento firme, es más bien la negación de éste. Harold Berman expone que en el siglo XX el proceso secularizador llega a su culmen. De allí que una época como la posmoderna explique tales situaciones de barbarie y sinsentido. “Será en el siglo XX cuando serán rechazados totalmente los fundamentos cristianos del derecho”7. Es decir, en el siglo XX, la secularización del derecho llega a su punto más alto en un proceso que tiene su origen en la modernidad. No es casualidad que sea precisamente éste el siglo de las ideologías totalitarias, de los campos de concentración, de las dos guerras mundiales, de la bomba atómica, de las grandes atrocidades en contra del mismo ser humano, algunas de ellas amparadas legalmente. Así lo denunciaba el pensador peruano Luis Fernando Figari en su artículo Dimisión de lo humano, en el que señalaba los graves crímenes contra el ser humano que habían sido cometidos en el siglo XX, el “siglo del horror”: “El que la 7 BERMAN, HAROLD J. La formación de la tradición jurídica de Occidente, Fondo de Cultura Económica, México 2001, 210. 5 legislación pueda permitir una barbaridad así evidencia el grave retroceso moral de muchos sectores de la humanidad en este siglo”8. Recordemos, por ejemplo, que los oficiales nazis obraron bajo órdenes impartidas por sus superiores, y éstos a su vez, se remitieron a códigos y leyes vigentes. Desde su reconocida postura de izquierda, Boaventura de Sousa Santos tiene una frase que resume una de las tendencias más marcadas del pensamiento jurídico de nuestros días: “El individualismo subjetivista es el tema de los derechos fundamentales… si la comprensión moderna sacralizaba el Derecho y trivializaba los derechos, la comprensión posmoderna trivializa el primero y sacraliza los segundos”9. Este individualismo es uno de los pilares del derecho posmoderno y el concepto mismo del derecho se adecua a esta concepción. En conclusión, el derecho de nuestros días se caracteriza principalmente por tener como trasfondo epistemológico y ético el subjetivismo y el relativismo. 1.2. El subjetivismo y el relativismo, notas del derecho actual El subjetivismo, que es la causa lógica del relativismo, consiste en la absolutización del punto de vista del sujeto individual. Ello conduce a una ruptura con la realidad tal como es, y por consiguiente con la verdad, desconociendo que ésta es una síntesis objetivo–subjetiva, en sí–en mí10. 8 FIGARI, LUIS FERNANDO. Dimisión de lo humano, en Páginas de Fe. Fondo Editorial, Lima, 2000, 67. DE SOUSA SANTOS BOAVENTURA. La transición posmoderna: derecho y política, citado por Gilberto Tobón Sanín, O.c., 84 - 85. 10 Es una forma de categorización que asume el clásico adaequatio rei et intellectus de Santo Tomás de Aquino, aunque ubicada en una dinámica dialógica y crítica. 9 6 Las raíces históricas del problema son hondas y se remontan al siglo XIV con Guillermo de Ockham cuando se inicia la crisis de la filosofía. Éste, que es un problema epistemológico, tiene aplicaciones muy precisas en el ámbito jurídico. La principal consecuencia es que lo que cada uno piense sobre el derecho (por cada uno se entiende tribunales, cortes, parlamentos u operadores jurídicos en general11) es válido, porque nadie podría arrogarse la autoridad de plantear algo absoluto, salvo que esté investido por el poder formal de la autoridad o la competencia específica. No hay que pensar que prevalece la anarquía absoluta: el subjetivismo tiene sus límites. La certeza, más no la verdad, está definida por la formalidad de la que está investida la persona u órgano que la determina, y así, el universo jurídico transcurre en medio de certezas formales. En este sentido, lo que caracteriza al Estado liberal de derecho es que el referente supremo es una ley escrita a la que se someten gobernados y gobernantes. En nuestros días se trata de la Constitución Política establecida en la mayoría de los países del mundo, y de algunas normas y principios del derecho internacional que, de acuerdo a la teoría asumida (monista o dualista) están por encima o incorporadas a aquélla. Estos parámetros no son considerados criterios infalibles de verdad, sino de referencia normativa superior, y en la praxis funcionan como paradigmas casi incuestionables. Pero si trascendemos el asunto formal –que ya está resuelto por la prevalencia de la normatividad constitucional e internacional– comprobamos que el problema filosófico es más complejo. Tanto la Constitución como las normas del derecho internacional son dos parámetros fácilmente franqueables en términos epistemológicos, porque su hermenéutica hoy en día da lugar a variadas posiciones, aún opuestas. Incluso la misma generalidad de su 11 Por operadores jurídicos se entienden los abogados, juristas, jueces, magistrados, académicos. En general, toda persona que tenga que ver directamente con el ámbito jurídico. 7 redacción y el intento de que la Carta política sea un nuevo contrato social al estilo rousseauniano dentro del cual se intentan conciliar las más disímiles tendencias políticas, hacen posibles diversas interpretaciones y aplicaciones. Entonces pensamos que quizás lo político y jurídico son tan solo correlatos de una crisis más honda, una crisis de la hermenéutica, viciada por el relativismo y la preponderancia casi absoluta del sujeto en la lectura de la realidad. Así, se le ha dado carta de ciudadanía al subjetivismo en el ámbito jurídico, cuando se plantea que el derecho es relativo, cambiante, histórico, dependiente de las costumbres y de la realidad social, que “el derecho es lo que los jueces digan que es”, o que depende enteramente de las leyes positivas, u otras posturas tan frecuentes aún hoy en día. A esta curiosa tendencia se le llama “Nuevo Derecho” y aunque algunos autores lo refieran a una escuela de interpretación judicial12, consideramos que su influjo y presupuestos van más allá. Diera la impresión de ser una corriente o escuela desde la cual se reformula todo el derecho. El profesor Jesús Vallejo Mejía delínea con agudeza cuatro características del fenómeno: la nueva concepción de la ontología jurídica, el pluralismo axiológico, los cambios en la lógica jurídica y el realce de la función judicial. Según éstas notas, la vieja cuestión del ser del derecho se plantea hoy a partir del relativismo. El derecho puede o no identificarse con la normatividad positiva, con hechos sociales significativos, con principios y valores fundamentales. No habría una teoría única, todo dependería del caso, cuyas peculiaridades dirán qué es lo relevante para resolverlo13. 12 ORDOÑEZ MALDONADO, ALEJANDRO. El nuevo derecho, el nuevo orden mundial y la revolución cultural, Conferencia pronunciada en el aula máxima de las Universidades Católica y Piloto con ocasión de la visita del Príncipe Don Sixto Enrique de Borbón y Parma y Borbón Busset, Bogotá, 4 de Febrero de 2005, 3. 13 VALLEJO MEJÍA, JESÚS. Reforma judicial de la Constitución, Conferencia presentada en el Congreso sobre Derecho Constitucional en la Pontificia Universidad Javeriana, Cali, 29 de Julio de 2004, 8. 8 La hermenéutica jurídica, a la que se le da tanto valor en una época que se considera que no hay hechos, solo interpretaciones, se hace aleatoria, porque a los principios, valores y normas se les asigna importancia variable e imprecisa, y de acuerdo a esto se les reconocen significados diversos según las circunstancias, las cuales indican también cómo se enlazan formalmente unos enunciados con otros. Es el caso de los principios de la igualdad, el libre desarrollo de la personalidad, el interés público, la dignidad de la persona humana, entre otros, que permiten extraer conclusiones disímiles según los casos de que se trate14. 1.2.1. Hart y el voluntarismo judicial El profesor H. L. A. Hart, de la Universidad de Oxford, “revolucionó” el mundo jurídico en 1961 con la publicación de El concepto de derecho, en el cual planteó las bases de la actual tendencia discrecional de los jueces en el marco del “Nuevo Derecho”, incluso en los países de tradición romano–germánica15. La tendencia consiste en que los jueces, en particular los constitucionales, tienen la facultad de decidir en cada caso concreto y con su decisión no aplican el derecho sino que crean el derecho, puesto que la ley positiva no provee una regla determinada para aquellos casos difíciles16. 14 Ibid, 8 – 9. La aclaración es importante en cuanto que en el sistema anglosajón del Common Law el juez tiene un papel preponderante en el ejercicio del derecho lo cual sustenta el sistema de precedentes judiciales. En contraste con ese sistema, la tradición romano-germánica le ha atribuido una mayor importancia a los textos legales y normativos, y en nuestros días, a los textos constitucionales. El juez debe aplicar estas normas escritas en todos los casos. 16 Los llamados “casos difíciles”, son aquellos en los cuales aparentemente hay una colisión de dos principios o derechos fundamentales, y cualquiera de las decisiones que se adopte tendría una justificación constitucional o normativa. El margen de aplicación que le corresponde a la hermenéutica es amplio. Una buena ilustración del tema es el texto de Manuel Atienza, Tras la justicia, Ariel, Barcelona. 15 9 La argumentación es la siguiente: debido a que la vaguedad es una característica inherente del lenguaje jurídico, y que en los casos difíciles existe más de una interpretación razonable, los jueces tienen discrecionalidad para escoger la interpretación que consideren más apropiada. En estas circunstancias excepcionales el juez no está aplicando el derecho porque las reglas no le indican una u otra dirección, sino creándolo17 para el caso concreto18. Esto, a algunas personas no familiarizadas con el ámbito jurídico les podría parecer algo natural, pues al fin y al cabo la función del juez es precisamente decidir. Sin embargo epistemológicamente, la simple constatación de la posibilidad judicial de crear el derecho con las sentencias es un exabrupto pues se estaría negando toda realidad jurídica previa a la decisión judicial y así se deduciría la inexistencia del derecho natural en cuanto éste no es creación humana. Con un par de ejemplos tomados de la Corte Constitucional colombiana quedará claro el exceso en que han derivado las tesis hartianas. Se trata de las sentencias de despenalización de la llamada dosis mínima de droga y de la eutanasia. Estos dos nefastos fallos, que recogen las “luces” del Nuevo Derecho, argumentaron que con base en el principio constitucional del derecho al libre desarrollo de la personalidad (Artículo 16) se justificaba la conducta de la persona que consume una dosis de droga, puesto que su opción vital es drogarse y el Estado no podría contrariar ese “sagrado” deseo. El mismo principio indeterminado y gaseoso –dado el concepto de libertad indeterminada asumida por la filosofía liberal a partir del cual se interpreta– esgrimió la falacia según la cual el paciente que padece una enfermedad grave e incurable y le 17 El subrayado es nuestro. RODRÍGUEZ, CÉSAR. La decisión judicial. El debate Hart–Dworkin, Siglo del Hombre Editores– Universidad de los Andes, Bogotá 2002, 34. 18 10 solicita al médico que acabe con su vida, en cuanto este profesional obra movido por una intención altruista, solidaria y pietística, no debe ser penalizado, obra bien y conforme a derecho. Al respecto, tenemos dos consideraciones que explican nuestro profundo desacuerdo con las decisiones citadas. La primera es que en el marco actual de la sociedad democrática y liberal la hermenéutica constitucional asume como ilegitimo cualquier cuestionamiento acerca de las decisiones que la persona toma y que tienen que ver exclusivamente19 con ella misma. Por ello determinadas decisiones del ser humano se consideran casi sagradas. Es lo que se descubre en la ratio decidendi de los dos casos estudiados por el Tribunal Constitucional: el derecho se inhibe de reprochar esa conducta porque en último término, teme vulnerar la supuesta20 libertad que está detrás de éstas decisiones y así renuncia a considerar el contenido de éstas. La base de tal consideración jurídica es la asunción del llamado derecho al libre desarrollo de la personalidad como algo absoluto, pues las limitaciones, que según la disposición constitucional le deben venir de la misma ley se interpretan como restricciones ilegítimas. Lo segundo es que este tipo de fallos dejan la duda de si detrás de éstos no se esconden intereses ideológicos o económicos, porque si bien se alejan de la verdad y de una recta perspectiva moral, no se sostienen ni siquiera racionalmente: del hecho que la sociedad sea plural y por lo tanto no se pueda considerar la vida como sagrada, no se sigue que el médico que interviene en la muerte del paciente no es responsable penalmente. Asimismo, del hecho de que el Estado no tenga suficientes recursos para atender a los 19 El subrayado es nuestro, y con él queremos poner en cuestión esta idea que se asume. Ya desde Aristóteles (S. IV - AC) buena parte de la filosofía ha insistido en la dimensión social o política del ser humano, así, si el hombre es un ser social, un ser en relación y libre, una persona, todo lo que hace tiene relación con los demás sea directa o indirectamente. 20 Consideramos que se trata de una supuesta libertad porque se trata de una “libertad sin contenido”, indeterminada y desligada del bien objetivo. Contrario a esto, S.S. Juan Pablo II destacó en la Veritatis Splendor el bien, la verdad y la libertad como realidades indesligables. Si la libertad no está ligada a la verdad no es tal libertad, termina siendo esclavitud o libertinaje. Mal podría predicarse del ser humano que tiene libertad de atentar contra sí mismo. 11 drogadictos no se sigue que sea válido en términos jurídicos consumir droga pues hace parte de la esfera del libre desarrollo de la personalidad y por lo tanto debe ser considerado como un derecho fundamental inviolable. En gracia de discusión, aunque asumiéramos como válidos los presupuestos, las conclusiones no resisten un análisis lógico y racional. Con estas dramáticas situaciones y las que se difunden con frecuencia en los medios de comunicación, se vislumbra el peligro que comporta la discrecionalidad judicial sin límites, consecuencias de las tesis de Hart y del relativismo que impera en el derecho. El relativismo es la consecuencia lógica y necesaria del subjetivismo. La explicación es que la verdad ha desaparecido del horizonte epistemológico del derecho desde hace varios siglos, pues esta disciplina no ha sido ajena a la crisis de la metafísica que se consolidó a partir del nominalismo ockhamiano del siglo XIV. Así, poco a poco se ha llegado a negar el carácter absoluto de la verdad, haciéndola por lo tanto relativa o probable. Este análisis es valido no solo para el ámbito filosófico, sino también para el social y jurídico. El rigor científico que otrora inspirara a notables juristas es excepcional en nuestros días, donde lo que se busca es la prevalencia de una determinada interpretación acerca de un asunto particular o que se imponga la argumentación retórica más convincente, pero no la verdad. Tomarse en serio la verdad con todo el rigor intelectual que ello implica sería políticamente incorrecto21. Así, no son pocos quienes afirman que la verdad no existe, o no se puede conocer, más aún en una disciplina que algunos consideran opinable o relativa por naturaleza como el derecho. 21 Para ver un interesante análisis de la corriente: FIGARI, LUIS FERNANDO. Lenguaje, homogeneización y globalización, en Revista VE # 39, Lima 1998, 83 – 103. 12 En todo caso, el problema de la verdad pareciera no quitarle el sueño a ningún operador jurídico. La retórica ha venido a sustituir las realidades ónticas y el peso reposa en los argumentos y no en el contenido o en la correspondencia con la realidad de éstos. Diera la impresión de ser una reedición de la sofística griega, que representó en su época una especie de cáncer para la filosofía. ¿No lo viene siendo ya para el derecho? En este marco la nota predominante en el ámbito jurídico es la incertidumbre. Pareciera no estar claro qué es el derecho. Además, en la praxis éste queda sujeto a la interpretación del operador jurídico de turno que casi nunca es el mismo o, en todo caso, puede tener una opinión variable. A partir de esta tendencia discrecional del juez, se ha llegado a plantear que “el derecho es lo que los jueces digan que es”22. Una legitimación vía jurisprudencial y doctrinal del llamado “gobierno de los jueces”23. 2. La necesidad de una respuesta ante la crisis actual El mundo del siglo XXI experimenta el desencanto por los intentos de respuesta ante las grandes problemáticas del ser humano tras la frustración generada por las ideologías del siglo XX y en general por el paradigma racionalista moderno. Es comprensible el malestar signado por el desencanto de la llamada posmodernidad. Evidentemente no ofrece una respuesta consistente al problema que vive el hombre hodierno, pero es una consecuencia previsible en un contexto de optimismo ingenuo anclado en el mito del progreso gestado desde la Ilustración y que se ha estrellado ante la realidad dramática del siglo 22 El comentario fue hecho durante una sesión del Congreso de la República de Colombia por un senador y ex- magistrado de la Corte Constitucional, curiosamente profesor de Derecho durante muchos años. 23 Los teóricos del Derecho constitucional han considerado esta tendencia como un mal para los gobiernos democráticos en cuanto se impone un poder no elegido por los ciudadanos (el judicial) y en cuanto rompe con el equilibro y balance que debe prevalecer entre las ramas del poder público. 13 pasado. Habría que plantear si más bien el desencanto se da ante las respuestas ensayadas en alejadas épocas históricas precedentes, o ante la respuesta antropológica y social del proyecto de la modernidad específicamente, o quizás ante las dos, pues guardan estrecha relación24. Volviendo al terreno jurídico, es urgente preguntarse: ¿puede seguir siendo el derecho una libre creación de los jueces constitucionales, sujeto a la interpretación que se imponga? ¿Puede seguir siendo el derecho, como lo vemos en nuestros días, el primer marginado de las conductas unilaterales sostenidas por parte de las potencias mundiales25? ¿Puede seguir siendo el derecho una disciplina que “delira” con su pretensión científica y pierde de vista su carácter ético y antropológico, notas que la inspiran desde sus más remotos orígenes históricos? Más aún, ¿puede seguirse concibiendo el derecho únicamente como lo que expresa el texto constitucional o legal? Plantear algo diferente en nuestros días es osado, pero a nuestro juicio es un imperativo para una inteligencia crítica. Es evidente que un mundo que se precia de haber institucionalizado en la mayoría de naciones del globo el Estado de Derecho tiene en el concepto mismo del derecho uno de sus puntos más débiles. Pero no porque la referencia jurídica en el ejercicio del poder público sea inválida o haya fracasado como ordenamiento legítimo de la sociedad. Lo que ha fracasado es 24 Algunos plantean la posmodernidad como un rechazo específicamente de la cosmovisión cristiana de la existencia. No compartimos dicha opinión, puesto que el escepticismo y el nihilismo posmoderno se afianza en la crisis del paradigma de la Ilustración. Por lo tanto, es ahí donde hay que buscar las raíces. Obviamente esto no significa que la posmodernidad no sea un rechazo de la cosmovisión cristiana. Evidentemente lo es. 25 Nos referimos particularmente a la situación vivida en el año 2003 con la invasión de EEUU y sus aliados a Irak, aunque no solamente. El tema es complejo y se trata en el fondo de saber si la legitimidad para el uso de la fuerza lo otorga únicamente el acatamiento de las normas jurídicas internacionales. Además se requiere la consideración atenta de si la conducta asumida por una nación u organización se ajusta a los requisitos del problema clásico de la guerra justa. Pero lo que sí es evidente, y a eso viene la aclaración, es que en varias ocasiones ha prevalecido el uso de la fuerza –Irak en 2003 y Kosovo en 1999– y una política unilateral al margen del derecho internacional. Para leer una crítica de esta situación, sobretodo desde el punto de vista iusinternacionalista, ver el interesante libro de varios autores No en mi nombre: Guerra y Derecho, edición de Linda Bimbi, Editorial Trotta, Madrid, 2003, 237p, y el artículo de Robert Kagan, La crisis de legitimidad de Estados Unidos, en Revista Foreign Affairs en español, vol 4, num. 2, México 2004, 66 – 83. 14 la fundamentación racionalista del derecho porque nos ha llevado a la anarquía, a la incertidumbre y a la indeterminación, que son consecuencias del subjetivismo que ha prevalecido desde la modernidad. El derecho ha perdido de vista su naturaleza y su fin, que es el de buscar la justicia y cooperar así en la construcción de un mundo más justo y más humano. En nuestra opinión, un mundo en el que no se respeta la vida del concebido aún no nacido en particular y de cualquier ser humano en general no puede gloriarse de tener instituciones jurídico políticas sólidas, porque el irrespeto sistemático al más esencial de los derechos cuestiona el papel que está desempeñando el derecho en nuestra sociedad. Más aún, los millones de muertes de los no nacidos ocurren paradójicamente cuando hoy en día se habla tanto de los derechos fundamentales y la tendencia hacia un Estado cada vez más garantista de estos derechos y más “mínimo”26. La disciplina jurídica ha terminado siendo lo que vemos hoy en día porque su definición la precisa el magistrado, el político, el abogado litigante, el juez o el catedrático de turno, desconociendo el carácter trascendente y metafísico del derecho. Lo preocupante es que si se prescinde del fundamento metafísico, hasta nuestra propia vida queda al arbitrio del operador jurídico de turno. Sin una base ontológica y antropológica ni siquiera nuestra propia existencia está salvaguardada. Ante una situación como ésta, es iluminadora la opinión del profesor Pedro Serna cuando asevera que “se hace necesario poner límites al legislador y reparar en la importancia de los casos concretos, lo cual equivale a un cambio de mentalidad, un cambio en el modo de comprender la vida jurídica, que comience por concebir el derecho como algo que, siendo obra del hombre, no 26 El profesor norteamericano Robert Nozick ha planteado desde hace varias décadas la minarquización del Estado y con ello la tendencia progresiva a que desaparezca. De la misma opinión son varios politólogos y analistas hodiernos que incluso hablan del “coma irreversible del Estado moderno”. 15 es fruto exclusivo de la voluntad y que, en coherencia con esto, otorgue a la ley un papel más modesto, al menos en este tema (derechos humanos), ampliando el estrecho marco del sistema de fuentes jurídicas y haciéndolo extensivo a la jurisprudencia única instancia capaz de conocer a fondo los casos concretos; y, consiguientemente, a la doctrina de los juristas”27. Aunque varias naciones del mundo conocen muy bien los excesos de la jurisprudencia y la tendencia al “gobierno de los jueces”, vale la pena destacar la necesidad de un cambio de mentalidad que propone el citado jurista español, lo cual evidencia la gravedad del problema y lo urgente que resulta darle un giro a la situación en forma radical. La constatación del fracaso histórico de la formulación ofrecida por el derecho racionalista de la modernidad, y la carencia de una base consistente en la posmodernidad en la que se sustente el fenómeno jurídico en nuestros días, evidencian la necesidad de un cambio de mentalidad, que impregne los diferentes ámbitos jurídicos y culturales y que debe ser el punto de partida para la búsqueda de una salida ante la situación que vivimos. Creemos que ésta pasa por una fundamentación que responda los dinamismos fundamentales del ser humano y así a las auténticas necesidades que éste le plantea al derecho. La realidad que venimos esbozando evidencia que la situación es profunda y compleja, por lo tanto, requiere una respuesta del mismo tenor, esto es, radical. Aunque esto no obsta para destacar la complejidad del fenómeno que venimos comentando, en cuanto supondría un giro con una tradición histórica de varios siglos y con un paradigma que está en la mente de muchos como incuestionable. Pero por otro lado, épocas históricas como la del siglo de oro español y su Escuela de Salamanca con su influjo jurídico directo y fecundo en la evangelización de América y en Europa toda muestran que es posible vivir en 27 SERNA, PEDRO. Algunas reflexiones sobre el Iusnaturalismo, en El Iusnaturalismo actual, Abeledo-Perrot, Buenos Aires 1996, 315. 16 un entorno respetuoso del derecho natural y que a su vez sea una luz para los problemas epocales28. 3. ¿Por qué volver al derecho natural? En este contexto cultural que venimos describiendo en el que ha fracasado el modelo racionalista e ilustrado del derecho, se hace necesario volver sobre el problema de su fundamentación. Consideramos que es preciso, en el derecho, así como en otras disciplinas, operar el tan necesario tránsito del fenómeno al fundamento29, y éste no es otro que el derecho natural, núcleo esencial de todo el derecho, la verdad del derecho. Es por ello que la respuesta ante la situación presente debe ser metafísica30. Es decir, debe trascender el juego de intereses y de poder que rodea el universo jurídico. Debe ser una respuesta que incluso los mismos parlamentos y los tribunales respeten porque es una realidad intocable, casi sagrada. La necesidad de una respuesta metafísica a la crisis de la cultura actual fue una de las intuiciones del Papa Wojtyla en la Fides et ratio: “Si insisto tanto en el elemento metafísico es porque estoy convencido de que es el camino obligado31 para superar la situación de crisis que afecta hoy a grandes sectores de la filosofía y para corregir así algunos comportamientos erróneos difundidos en nuestra sociedad”32. 28 La bibliografía del tema es abundante, pero vale la pena repasar dos artículos de Francisco Rizo Patrón: El Derecho público en el pensamiento de Francisco de Vitoria, fundador de la Escuela de Salamanca, en Revista Vida y Espiritualidad, Lima, No. 41 (Sep. – Dic. 1998), pp. 93 – 110, y Francisco de Vitoria: la búsqueda de la justicia en la evangelización constituyente, en Raíces Católicas del Perú, Vida y Espiritualidad, Lima 2001, 167p. 29 JUAN PABLO II, O.c., # 83. 30 Para leer una excelente síntesis de la Fides et ratio de Juan Pablo II, en particular sobre la necesidad del fundamento metafísico: Fides et ratio: iluminación y tarea, en Revista Vida y Espiritualidad, Lima, No. 41 (Sept. – Dic. 1998), 3 – 16. 31 El subrayado es nuestro. 32 JUAN PABLO II, O.c. # 83. 17 Para el derecho, la respuesta metafísica, especie de antídoto ante la enfermedad, es el derecho natural. Por ello es imprescindible volver sobre él. Ante un mundo posmoderno, que ha renunciado al fundamento, que no quiere más razones que las individuales, que con su nihilismo llena de tedio toda la atmósfera del hombre hodierno, es importante ir contra corriente y volver con audacia al fundamento, a lo sólido y perenne, a lo que en definitiva puede sacarnos de una situación caótica y agobiante en cuanto que ofrece un panorama humanizador y respetuoso de la dignidad del ser humano. El fundamento del derecho es el derecho natural porque éste se basa en el ser humano, en una ley inscrita en su corazón que trasciende la positividad, algo que no es mera creación humana y, por lo tanto, que no está sujeta al arbitrio de nadie. Así lo afirmaba el Papa Wojtyla ante los juristas italianos: “Es de gran interés que se ponga de manifiesto el derecho natural del que se podría decir que es la verdad del derecho… Por eso sigue siendo siempre válido (el derecho natural) cuando las más vergonzosas violaciones hieren al hombre, como lo atestiguan el valor y la grandeza de muchos héroes que las peores tiranías jamás han podido humillar”33. El derecho natural es la plasmación jurídica de ese orden de la conciencia puesto por Dios en el hombre, que le indica qué es el bien, qué es el mal y que lo impulsa hacia lo justo en la vida social. Es una consecuencia cultural de su realidad antropocéntrico–teologal. El derecho natural es la consecuencia lógica de la vocación del hombre a vivir según su naturaleza y dignidad y, por ello, la atención a éstas últimas es la única garantía de que el derecho pueda cumplir el papel de humanización que le corresponde en la cultura. Ya la historia ha demostrado que, lejos de su fundamento, el derecho termina incluso justificando los crímenes más atroces. 33 JUAN PABLO II, Discurso a la Unión de Juristas Católicos Italianos, 11 de Enero de 1991. 18 En este sentido, parece que la humanidad no ha aprendido suficientemente la lección del horror nazi. Quizás la principal lección de la época nazi es el peligro que entraña desechar la existencia del derecho natural en el hombre. Normas jurídicas justificaron la matanza de millones de personas y quienes así obraron fueron considerados responsables en Nuremberg porque el ser humano, dotado de conciencia, debe responder por sus actos. Pero no es necesario remitirse a la pesadilla de la esvástica para corroborar la deshumanización del derecho. Miremos nuestro presente en el que las mismas leyes o la jurisprudencia legitiman el aborto, la eutanasia o la pena de muerte34. 4. Algunas características de un derecho natural para nuestros días Así pues, vamos perfilando con más claridad uno de los objetivos del presente trabajo, cual es el de indicar algunas líneas –que consideramos fundamentales– para un intento de respuesta en el marco de la filosofía del derecho a la situación jurídica y política de nuestro tiempo. Delimitaremos algunas características de ese derecho que reconozca un fundamento antropológico y metafísico: el realismo metafísico y el humanismo teologal. 4.1. El realismo metafísico 34 En Colombia, por ejemplo, no todas estas iniciativas son legales, pero ha habido intentos de aprobar estas materias por vía de la jurisprudencia, como es el caso de la sentencia C-239/97 de la Corte Constitucional, en la que se justificaba constitucionalmente el eufemísticamente llamado “homicidio por piedad” o eutanasia, que más propiamente se puede denominar “suicidio asistido”. También, son conocidas las leyes pro-aborto que se han aprobado en los últimos años en algunas naciones, y las propuestas de legalizar la eutanasia, incluso en los niños, como sucede en Holanda. 19 El realismo metafísico se puede resumir en una frase, que aunque parezca simple, implica todo un reto existencial y cultural: Volver a las cosas mismas y atenerse a lo que son; o también es “la necesidad primaria de atenerse a lo real tal y como en efecto es”35; o como lo plantea Inciarte, “la última medida sólo puede ser la realidad, la naturaleza”36. En el caso del derecho, consiste en una aproximación que vaya más allá de los meros fenómenos jurídicos y que se remita al fundamento de las cosas, a lo que es de cada cual, según la clásica definición aristotélica de la justicia. Este realismo implica trascender el marco de la Constitución, de la ley y de la jurisprudencia para descubrir el ser de las cosas y ver en la realidad misma lo que debe ser la base del derecho. De allí la necesidad de una revalorización de la ley natural y de la misma naturaleza humana en la cual esta ley se manifiesta en la conciencia de cada cual y le manda que haga el bien y evite el mal (bonum est faciendum, malum est vitandum)37, según la clásica formulación tomista. El derecho, pues, debe respetar la ley natural, que todo ser humano percibe en su conciencia en forma objetiva, puesto que en el momento en que el derecho quiera pasar por encima de ésta se deshumaniza y se convierte en un instrumento de tiranía. El Cardenal Scola se refiere lúcidamente a la ley natural, planteando que “la interiorización de la norma es, en última instancia, más fundamental que la simple observación extrínseca de la norma. Esto no puede ser tomado como una relativización de la norma, sino debe ser acogido como el paso necesario que la ley natural debe operar de la lex naturae a lex 35 MELENDO, TOMÁS. Introducción a la filosofía, EUNSA, Pamplona 2001, 158. INCIARTE, FERNANDO. Derecho natural o derecho racional: treinta tesis y una propuesta, en El Iusnaturalismo actual, Abeledo–Perrot, Buenos Aires 1996, 140. 37 TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I-II, q. 94, a.2.co. 36 20 personae. En efecto, la actitud interior plasma, da forma al acto externo, así como el acto externo da cuerpo a la actitud interior”38. Es importante aclarar que la base de este seguimiento positivo a la ley natural se funda en un asunto ontológico o metafísico, en el ser. La verdad es lo que debe tener primacía, por encima de los intereses individuales, de grupo, puesto que ésta es, en nuestra opinión, la única vía hacia la realización de la justicia. Una razón que reconozca con modestia la prevalencia que tiene la realidad, es la condición de esta comprensión. Así lo confirma Hervada cuando asevera que “la ley natural o prescripción de la razón es la expresión racional de un deber–ser, de una exigencia ontológica, que la razón capta y, en consecuencia, prescribe como deber. Sin duda la ley natural es un acto de imperio de la razón, pero la razón impera porque capta la exigencia ontológica, que es la obligatoriedad del fin”39. La primacía de la realidad implica restarle peso al positivismo autorreferente, que aún predomina entre nosotros, aunque implícito y con los matices posmodernos anteriormente explicados. El profesor Inciarte, refiriéndose al problema de lo real y lo aparente en relación con la razón, lo aclara cuando anota que “la razón no puede ser la última regla. La razón ve siempre sólo lo que ve, incluso cuando sea sólo una apariencia. La distinción entre apariencia y realidad sería una tarea inútil si la razón fuera última medida (de la verdad) es decir, si la razón tuviera, en último término, la misión de determinar lo que es, en vez de dejarse determinar por lo que es realmente. La diferencia entre apariencia y realidad tiene que estar, por decirlo con otras palabras, en último término en la realidad y no en la razón misma”40. 38 SCOLA, ANGELO. O.c., 136. HERVADA, JAVIER. O.c. 147. 40 INCIARTE, FERNANDO. O.c. 140. 39 21 En el caso del derecho, la realidad misma sobre la cual éste se funda es la naturaleza humana. Esta naturaleza, en cuanto que es, contiene en sí el principio de su obrar41 y, por consiguiente, esta naturaleza contiene una carga intrínseca de eticidad, que se expresa en el derecho42, pues éste hace parte de la praxis humana. El filósofo alemán Robert Spaemann expresa la misma idea, escribiendo que la naturaleza designa los presupuestos del obrar que no son puestos por el obrar mismo ni tampoco por sistemas históricos de acción indagables crítico–hermenéuticamente”43. Se trata de que la metafísica sea la base de la antropología y ésta, a su vez, sea el sustento del derecho. Así lo planteaba el Papa Juan Pablo II, cuando escribía que “la metafísica no se ha de considerar como alternativa a la antropología, ya que la metafísica permite precisamente dar un fundamento al concepto de dignidad de la persona por su condición espiritual. La persona, en particular, es el ámbito privilegiado para el encuentro con el ser y, por tanto, con la reflexión metafísica”44. La tarea implica, pues, como hemos insistido, trascender del fenómeno al fundamento. En nuestra opinión, la única forma mediante la cual el derecho logrará cumplir su fin primigenio, esto es, la búsqueda de la justicia entre los hombres, es ateniéndose al ser de las cosas. De ahí se realizará el ideal de justicia en las relaciones humanas, que, en palabras de Santo Tomás de Aquino, consiste en “el hábito por el cual uno, con constante y perpetua voluntad da a cada cual su derecho”45. No solo desde sectores del pensamiento católico hay voces que insisten en la necesidad de una fundamentación metafísica del derecho, 41 De acuerdo al clásico principio metafísico “operari sequitur esse”, “el obrar sigue al ser”. BEUCHOT, MAURICIO. Naturaleza humana y ley natural como fundamentos de los derechos humanos, en El Iusnaturalismo actual, Abeledo–Perrot, Buenos Aires, 1996, 26. 43 SPAEMANN, ROBERT. La actualidad del derecho natural, en Ensayos filosóficos, Ediciones Cristiandad, Madrid 2004, 79. 44 JUAN PABLO II, O.c. # 83. 45 TOMÁS DE AQUINO, S. Th., II – II, q. 58, a. 1. 42 22 también desde otras orillas se plantea el mismo asunto, signo de que urge un giro en la actual situación46. No se puede reconocer el derecho de cada uno, si por encima están los intereses personales, o las conveniencias, o un relativismo militante que, al sacrificar la verdad, sacrifica por ende, la justicia del caso particular y así margina al ser humano del lugar central que le corresponde en el ámbito jurídico. 4.2. El humanismo teologal La concepción antropológica es el elemento nuclear de las diferentes disciplinas sociales, puesto que de diversas maneras, con distintos acentos, todas ellas se ocupan del ser humano. Así, uno de los problemas más destacados de la cultura moderna es el error antropológico que se ha difundido. Esto es, la concepción antropológica equivocada, fundamentalmente porque prescinde de Dios y, por ende, concibe al hombre en forma reduccionista. Así lo recordó proféticamente el Papa Juan Pablo II en 1979, al inaugurar la reunión de los Obispos latinoamericanos en Puebla: "Quizás una de las más vistosas debilidades de la civilización actual esté en una inadecuada visión del hombre. La nuestra es, sin duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las más hondas angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a 46 Aunque desde una postura neokantiana –que no compartimos– el profesor Villoro Toranzo señala la primacía metafísica en el ámbito jurídico cuando escribe que, “una auténtica explicación filosófica del derecho debe plantearlo ontológicamente”. TORANZO, MANUEL VILLORO. Lecciones de Filosofía del derecho, Editorial Porrúa México, 314. 23 niveles antes insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes"47. Pero, en contraste con la necesidad de una sólida antropología, muchas facultades de derecho no tienen espacio dentro del currículum para una cátedra de esta naturaleza. Y no es un problema meramente académico. En nuestra opinión, lo que está detrás de la crisis del derecho es la renuncia a considerar al ser humano tal como es en realidad con una consistencia y naturaleza en cuanto tal. Es un problema antropológico. Desde la modernidad, el derecho se ha centrado en la ley y en la racionalidad, más que en el hombre integral concreto aunque el matiz que asume esta problemática hoy en día es precisamente la renuncia del mismo ser humano a trascender los paradigmas jurídicos del llamado Nuevo Derecho y más bien poner en el centro su dignidad trascendente e inalienable. En nuestros tiempos, aparentemente superado ese culto exclusivo a la ley, hemos llegado a un estado de incertidumbre en el que la Constitución Política y las impredecibles decisiones judiciales han desplazado a la ley del pedestal en el que la dejó el rancio positivismo y se han arrogado el estatuto absoluto de la verdad. Todo esto corre al mismo ritmo de un individualismo y subjetivismo crecientes. El eje del humanismo teologal puede sintetizarse en el hermoso pasaje del Número 22 de la constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II: “En realidad, el misterio del hombre no se aclara de verdad sino en el misterio del Verbo Encarnado. Cristo, el nuevo Adán, en la revelación misma del misterio 47 JUAN PABLO II, Discurso Inaugural en Puebla de los Ángeles, 28 de enero de 1979. I.9. 24 del Padre y de su amor, pone de manifiesto plenamente al hombre ante el propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”48. Este texto es una brillante y profética clave para entender la situación del ser humano de nuestros días. Permite avanzar hacia una comprensión en la que el ser humano es valorado en su integridad, sin reduccionismos de ningún tipo, en la cual la dimensión trascendente o teologal que lo liga ónticamente con Dios se convierte, en la persona de Cristo, en clave hermenéutica–existencial para el ser humano con implicancia no sólo en el campo teológico o filosófico sino en la cultura toda –entendida desde la noción de “morada del hombre– y por ello también en el derecho. Así, la dimensión teologal del ser humano no es negada, obviada, ni marginada, sino tenida en cuenta en su auténtica dimensión, de tal forma que el hombre se entiende a sí mismo y a la realidad en la medida que contempla a Cristo, pues en Él Dios ha desvelado el enigma del misterio del hombre. Juan Luis Lorda lo confirma cuando escribe que “no basta el estudio de la naturaleza humana para conocer al hombre, hay que penetrar también en el misterio de Cristo, que es donde Dios ha querido revelar sus designios para el género humano”49. Este humanismo teologal permite una comprensión integral del hombre y, así, sale al paso del reduccionismo de nuestros días. Lorda escribe en este sentido que “sin la revelación de Cristo, no es posible conocer plenamente al hombre, porque, sin la cruz de Cristo, no podemos comprender del todo el misterio del pecado que nos separa de Dios, y sin su revelación, no sabríamos que estamos 48 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes. En: Documentos completos del Concilio Vaticano II. Decimosexta edición, Ediciones Mensajero, Bilbao 1991, 153. 49 LORDA, JUAN LUIS. Antropología. Del Concilio Vaticano II a Juan Pablo II, Ediciones Palabra, Madrid 1996, 84. 25 llamados a identificarnos con Él y a resucitar con Él para vivir con Él en la comunión de amor con el Padre”50. El humanismo teologal le permite al hombre comprenderse a sí mismo y a su entorno, por ello tiene consecuencias jurídicas. Es una lúcida categorización que viene a llenar uno de los vacíos de nuestra época, que consiste en una concepción reductiva de la realidad toda y que se traduce en un reduccionismo antropológico. El Cardenal Angelo Scola explicitaba la base metafísica del humanismo teologal al plantear que el punto de partida para la comprensión de Jesucristo es el factum, el acontecimiento del Hijo de Dios que se hace hombre, lo cual representa, según él, “algo inaudito”51. El misterio humano queda esclarecido por el Misterio, por el Absoluto, y de allí brotan las consecuencias sociales. “El enigma de hombre, en efecto, encuentra en Cristo una respuesta gratuita e impredecible, y por eso profundamente verdadera y que realiza la libertad según horizontes inesperados. De la gratitud de este estupor nace gratuitamente la misión. Casi más allá de su propia voluntad, el hombre al que Cristo le ha salido al encuentro se convierte en su anunciador”52. En este sentido, el derecho descubre que, en su misma base, en la antropología, hay una búsqueda de una aproximación holística, que no cosifique al hombre sino que lo comprenda de acuerdo a su dignidad y es, precisamente, el dato histórico de la Encarnación el que le permite al hombre no sólo comprenderse a sí mismo, sino, además comprender todo el fenómeno cultural y social y, por supuesto, el ámbito jurídico. 50 Ibid. 85. SCOLA, ANGELO. Cuestiones de Antropología Teológica, BAC, Madrid 2000, 7. 52 Ibíd., 37. 51 26 El Cardenal Camilo Ruini aseveraba que “de la centralidad de la persona de Cristo se puede extraer una orientación global para toda la antropología y, en consecuencia, para una cultura inspirada y cualificada en sentido cristiano. En efecto, en Cristo se nos da una imagen y una interpretación determinada del hombre, una antropología plástica y capaz de encarnarse en las más variadas situaciones históricas, y que tiene, no obstante, su específica fisonomía, determinada y constante en sus elementos esenciales y contenidos de fondo. Esto concierne en concreto tanto a la filosofía como al derecho, la historiografía, la política, la economía… y representa el fulcro y el principio dinámico de toda civilización y visión del mundo cristianas”53. Un derecho así entendido se basa en la persona humana, pero sin recortes. Javier Hervada lo confirma cuando escribe: “El fundamento de todo derecho es, por lo tanto, la naturaleza humana”54. La razón principal de respetar ese ser del hombre se funda en una naturaleza que no cambia, y que, por lo tanto, es la misma en todos los hombres. En este contexto, el derecho sí tiene en cuenta a la persona como centro de su teoría y praxis. Pero hay que hacer notar que el problema es que aunque algunas corrientes filosóficas y jurídicas ponen al ser humano como centro, tienen una aproximación reductiva al hombre. Por ello señalamos con insistencia que el humanismo teologal debe constituir un pilar sobre el cual edificar la propuesta que venimos esbozando. La tarea es compleja, larga y ardua, pero fascinante y urgente. 53 RUINI, CAMILO La misión de la Iglesia frente al tercer milenio en el magisterio de Juan Pablo II, Vida y Espiritualidad, Lima 1998, 13. 54 HERVADA, JAVIER Introducción crítica al derecho natural, Editorial Minos, México 1986, 89. 27 Bibliografía ORDÓÑEZ MALDONADO, ALEJANDRO. El nuevo derecho, el nuevo orden mundial y la revolución cultural, Conferencia pronunciada en el aula máxima de las Universidades Católica y Piloto con ocasión de la visita del Príncipe Don Sixto Enrique de Borbón y Parma y Borbón Busset y en el I Foro Internacional universitario “Identidad y legado histórico”, 4 de Febrero de 2005. AA. VV. No en mi nombre: Guerra y Derecho, edición de Linda Bimbi, Editorial Trotta, Madrid 2003. 28 AA. VV. El Iusnaturalismo actual, compilado por Carlos Ignacio Massini–Correas, Abeledo–Perrot, Buenos Aires 1996. SCOLA, ANGELO. Cuestiones de Antropología Teológica, BAC, Madrid 2000. RUINI, CAMILO. 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