a. Turquía entre el Islam y Europa - Talha KÖSE

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TURQUÍA: ENTRE EL ISLAM Y EUROPA
CONFERENCIA DEL DR. TALHA KÖSE
INAUGURACIÓN DE LA CÁTEDRA AUGUSTO RAMIREZ OCAMPO
ACADEMIA DIPLOMÁTICA DE SAN CARLOS
OCTUBRE DE 2011
Las naciones son el resultado de la historia y ésta condiciona la vida de sus gentes a
lo largo del tiempo. El pasado no ata, no nos fuerza a ser de una manera
determinada, pero su influencia resulta evidente para cualquier observador. La
Turquía musulmana tiene una historia larga y brillante. Durante siglos fue rica y
poderosa, generó un gran imperio y sobre todo, fue el centro del Islam, el Califato, el
núcleo desde el cual se dirigía en los aspectos básicos de la vida humana – la
religión, la política y el derecho a una comunidad de millones de creyentes.
El califato otomano se vino abajo tras la primera Guerra Mundial. No supo adaptarse
a los nuevos tiempos y eso llevó a su destrucción. De sus propias filas, de su
ejército, surgió la reacción: un movimiento despóta que tenía como finalidad reformar
las instituciones políticas y modernizar la sociedad. Si el Califato se había
derrumbado por dar la espalda a la ciencia y al pensamiento occidental, el futuro de
Turquía debería construirse desde la razón y el laicismo. No era un golpe antiislámico, pero si claramente dirigido a tratar de separar los ámbitos civil y religioso.
Si eso era acorde o no con las enseñanzas del Profeta no podemos dilucidarlo.
El giro modernizador y pro-occidental impuesto por el general Mustafá Kemal, luego
conocido como “Ataturk” o padre de los turcos, tuvo consecuencias importantes para
su pueblo. Los cambios fueron dando su fruto poco a poco y hoy la sociedad ha
logrado un destacado nivel de educación y bienestar. La democracia es una realidad
porque hay ciudadanos capaces de hacerla valer. La economía se ha desarrollado
con pujanza. Los turcos se han abierto al mundo y comprenden las complejidades
de la política internacional. Turquía entró en la Alianza Atlántica y durante estos
años ha jugado un papel importante. Pero su apuesta por Occidente tiene sus
limitaciones.
La Unión Europea aceptó la solicitud turca de ingreso para después dar a entender
que la plena incorporación no se llevaría a efecto. Un comportamiento inaceptable e
irresponsable. Se ha ofendido a todo un pueblo sin necesidad. Pero dejando a un
lado las maneras europeas, lo fundamental es que Turquía ha comprendido que su
camino hacia Occidente ha llegado a su fin. Un muro infranqueable se ha levantado
ante ellos como consecuencia no solo de los graves problemas por los que pasa la
Unión Europea, sino también del miedo a incorporar a ochenta millones de
musulmanes, con nivel de renta inferior a la media, en un momento en el que se
reconoce abiertamente el fracaso de las estrategias de integración de las
comunidades musulmanas; y, por último, de la necesidad de fijar unos límites
geográficos que eviten que todos los estados mediterráneos y del Cáucaso soliciten
también su ingreso.
El “no” europeo ha sido tan frustrante como irritante la forma en que se ha
comunicado. Los adalides de la apertura hacia Occidente han perdido crédito frente
a los islamistas. El giro impuesto por Ataturk nunca llegó permear el conjunto de la
sociedad, que se mantuvo fiel a la tradición en mayor medida de lo que la política
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oficial daba entender. Más aún, en Turquía, como en la Inglaterra del siglo XVIII o la
España del XIX, la corrupción y el caciquismo se adueñaron de las instituciones,
provocando el lógico escándalo social. La apertura a Europa suponía abrirse a sus
ideas, a sus programas de televisión, novelas… a un proceso cultural bastante ajeno
para la mayoría y que venía condicionado por la crisis del pensamiento moderno y la
experiencia de dos guerras mundiales. La pérdida de valores, el materialismo, el
consumismo y, de manera reciente, el relativismo han ido alimentando una reacción
puritana y antioccidental en Turquía que converge con la reivindicación de una
identidad musulmana que viene de muy atrás.
POTENCIA EMERGENTE
La Turquia de Erdogan busca el estatus de califato pos-moderno que hasta la
fecha se disputaban Irán y Arabia Saudí
Los islamistas han sabido utilizar la democracia para comunicarse con la gente, para
canalizar las nuevas actitudes, para acceder al poder, para limitar la influencia de las
Fuerzas Armadas y, sobre todo, para cambiar la mentalidad de la sociedad. Hoy
Turquía vuelve a sentirse inserta de manera plena en el corazón del Islam y busca
mantener unas relaciones intensas con todos sus vecinos y antiguos territorios. Las
“causas musulmanas” se perciben como propias por simpatía y solidaridad pero,
sobre todo, por interés. La Turquía de Erdogán no quiere ser una más que busca el
liderazgo, el califato posmoderno que hasta la fecha se disputaban saudíes y persas.
Si árabes e iraníes han utilizado a israelíes y palestinos para promocionarse, ahora
lo hacer Turquía, con la curiosa particularidad de que se trata de un miembro de la
OTAN.
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LA TURQUIA DE ERDOGAN
TURQUIA (ANKARA)
783.562 KM2
676.300 M (2010, Puesto 17) PIB
8.2% (2010) CRECIMIENTO
78.785-548 Habitantes (julio 2011, Puesto 17)
32.800 M € Presupuesto militar (5.3% del PIB)
612.900 PERSONAL ACTIVO
798 AVIONES
26 (19 FRAGATAS Y 7 CORBETAS)
14 SUBMARINOS
10.000 CARROS DE COMBATE
Occidente observa intrigado la transformación de la política exterior de
Turquía. Las aspiraciones regionales y globales del país están cambiando al
tiempo que se ha abierto una reflexión sobre su pasado, su identidad y los
avances democráticos pendientes.
Turquía ya no es el país que Occidente conoció en su día. La crisis de Libia ha
vuelto a poner de manifiesto que su apoyo a la OTAN es limitado. Ankara prefiere
negociar con el Irán de Mahmud Ahmadineyad antes que frenarlo, y se siente
cómoda conversando con Hamás, Hezbolá y el presidente sudanés Omar al Bahir.
Sus antes cordiales relaciones con Israel en el pasado están en crisis tras el ataque
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a la “Flotilla de la Libertad” que se dirigía a Gaza en mayo de 2010. Turquía ya no
llama desesperadamente a la puerta de la Unión Europea, sino que sigue una
política multivectorial favorable a sus intereses comerciales y de seguridad. Los
vínculos con Rusia son florecientes. Los empresarios turcos están implantándose en
África y Latinoamérica. En resumen, Turquía es ahora un actor económico
importante y quizá un aspirante a ejercer la hegemonía regional. La paradoja es que,
en ese camino, Turquía se ha vuelto más parecida a nosotros: globalizada, con una
economía liberal y democrática. Como lo expresó el presentador estadounidense de
televisión Charlie Rose: “Turquía no quiere ir al Este ni al Oeste; quiere ir arriba”.
Para desentrañar el rompecabezas turco es preciso entender cómo se ve el país a sí
mismo y al mundo. Durante la guerra fría y ya bien entrada la década de los
noventa, Occidente pensaba que conocía la respuesta. Turquía -o al menos la parte
de Turquía que importaba- quería formar parte del club occidental, rehuía el islam y
se mantenía a una distancia prudencial de Oriente Próximo; creía en las nociones
decimonónicas sobre el progreso y consideraba que en un Estado fuerte su rígida
ideología nacional era un atajo hacia la modernidad. A los turco-escépticos les
importaba aún menos la imagen que el país tenía de sí mismo. Lo que veían era un
Estado autoritario, militarista, demasiado pobre, demasiado grande, y que albergaba
a demasiados musulmanes, además de estar demasiado cerca de las puertas de la
fortaleza europea.
Estos estereotipos han resultado erróneos. La Turquía actual ya no es un país
empobrecido e introspectivo de la periferia de Occidente, sino el centro de su propio
mundo, que abarca los territorios del antiguo imperio Otomano y mas allá,
conectando por el comercio, la inversión transfronteriza, la cultura y las relaciones
interpersonales. En palabras de Ibrahim Kalin, asesor de política exterior del primer
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ministro, Recep Tayyip Erdogan: “Turquía acaba de empezar a leer la historia desde
un punto de vista no eurocéntrico y a identificar las alternativas”.
Pero la idea de un cambio de eje, o la opinión de que el islam político se ha
apropiado de la política exterior del país, no bastan para explicar un giro tan radical.
Como sostiene el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Kadir,
Soli Özel, la prominencia de Turquía tiene su origen en la redistribución del orden
regional tras el final de la guerra fría, el 11-S y la guerra de 2003 en Irak. También es
consecuencia de la globalización que, junto con unos vínculos estrechos e
integradores con la UE, ha traído la prosperidad y ha contribuido a fortalecer el
gobierno democrático.
El cambio en la política exterior turca es inseparable del cambio interior. Desde
2002, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) ha cuestionado el antes omnipotente
“Estado profundo” instalado en el ejército y la burocracia, y ha acercado al país a las
normas europeas de democracia y derechos humanos. La mayor apertura también
se ha traducido en tener que hacer frente a un pasado difícil. En la actualidad, se
vive un debate público sobre la experiencia de la desintegración otomana, las
primeras décadas de la república, los golpes militares de 1960, 1971 y 1980, y la
guerra en las provincias kurdas. Como afirma el investigador de Brookings
Institution, Hakan Altinay: “En comparación con 2001, la Turquía de 2011 es un país
más rico, más abierto, más libre, mas democrático, mas justo y mas pacifico”.
Además, ahora se le considera una fuente de inspiración para las sociedades árabes
que rechazan los escleróticos regímenes autoritarios.
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Hasta los rivales de Erogan aplauden la visión de una Turquía respetada en el
extranjero. La Turquía actual piensa que no debe ser subestimada por Estados
Unidos y la UE, y cree que Occidente la necesita mucho más de lo que ella necesita
a Occidente.
La economía turca se ha recuperado de la crisis con un crecimiento del PIB del
nueve por ciento en 2010 y se prevé que crezca a un ritmo del cuatro por ciento o
más durante la próxima década. La inflación se sitúa en unos mínimos históricos; el
PIB per cápita ha aumentado hasta los 14.243 dólares en 2010, desde unos 6.000
hace una década, y sus exportaciones se están volviendo mas sofisticadas. La
economía de Turquía es la 16ª del mundo y la sexta de Europa. El país es un
orgulloso miembro del G.20 y está lleno de ambición y dinamismo.
Viejos y nuevos dilemas
Sin embargo, la sociedad turca se enfrenta a dilemas dolorosos y divisivos. El
universo del debate político y social turco es infinito, como testimonio del progreso
democrático logrado desde finales de los años noventa. Hoy es posible identificar
tres aspectos clave de este debate, cada uno de los cuales depende en gran medida
de las percepciones de lo que pasa dentro del país, en Europa y en el mundo en
general.
En primer lugar, ¿puede la nueva Turquía afrontar su diversidad interna, aliviar las
tensiones históricas y curar las profundas heridas? El periodista Mustafa Akyol habla
de “muchas naciones bajo Dios”: los seguidores conservadores del AKP, los laicos
que en su día se sentían en posesión del Estado pero que ahora han empezado a
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verse como una minoría amenazada; los kurdos; los alevíes; las comunidades no
musulmanas; y los intelectuales liberales que antes apoyaban al AKP pero que luego
se han vuelto escépticos. Akyol se muestra optimista respecto a que una nueva
Constitución civil pueda salvar las diferencias, dar nueva forma al rígido modelo laico
heredado de los primeros tiempos de la república y ofrecer soluciones para el
problema kurdo. Sin embargo, el replanteamiento de asuntos fundamentales como el
concepto de nación, la ciudadanía y las relaciones entre el Estado y la religión sigue
pendiente.
Si el primer desafío resulta conocido, el segundo es bastante nuevo. Es un reflejo
del hecho de que, aunque Turquía ha sustituido la tutela del sistema militar y
burocrático por un régimen democrático más avanzado, el AKP lleva una década en
una posición de liderazgo: ¿Se mueve Turquía hacia la consolidación de los logros
democráticos o está amenazada por el populismo mayoritario o incluso el
autoritarismo, esta vez con un matiz socialmente conservador? Si en los años
noventa la pesadilla de las élites laicas era una islamización que condujese hacia un
segundo Irán, en la actualidad, algunos de los “modernos preocupados”, los cuales
miraban con buenos ojos al AKP, tienen miedo a que ocurra algo similar a lo
sucedido con la Rusia de Vladimir Putin (putinización). Con un vaso de raki delante,
arremeten contra el apetito de poder de Erdogan, la falta de controles y equilibrios y
a la tensión a la que están sometidos sus detractores de los medios de
comunicación y la sociedad civil.
Preocupado por la sostenibilidad de los avances democráticos, Altinay no escatima
críticas contra la UE, cuyas reservas a la hora de aceptar a Turquía han acrecentado
la tentación autoritaria del AKP. Su otro objetivo son los liberales, por sus “fáciles
alianzas con toda clase de actores cuyo propósito es empujar a las fuerzas armadas
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a regresar”. Por su parte, el alcalde de Diyarbakir, Osman Baydemir, condena la
concepción partidista de la democracia que tiene el AKP, el cual, en su opinión,
relega los derechos sociales y económicos, así como las reivindicaciones legítimas
de los kurdos y otras comunidades. El analista Sahin Alpay, en cambio, sostiene que
Turquía seguirá avanzando hacia un sistema democrático pluralista y liberal.
Considera que el AKP, la sociedad tradicionalista y religiosa y el beato movimiento
de Fetulá Gülen son agentes de un cambio positivo.
El tercer aspecto del debate tiene que ver con la política exterior. ¿Por qué está
actuando Turquía de modo independiente respecto a Occidente? ¿Es un socio o un
rival de EE UU y la UE? ¿La política de vecindad de Turquía colabora o compite con
la de la Unión? Los expertos parecen coincidir en que. Además de la transformación
interna, el cambio de la política exterior tiene que ver con la redistribución del poder
político, económico e ideológico mundial. Según Kalin, la globalización ha
alimentado una visión de “modernidades múltiples” que ha sustituido “la noción
clásica de modernización, delimitada por Europa” para permitir y obligar a Turquía a
“reinventarse” recurriendo a su pasado y rechazando la antigua polaridad entre
Oriente y Occidente. La consecuencia es una nueva política de compromisos que,
según Suat Kiniklioglu, miembro de la Gran Asamblea Nacional de Turquía y
subdirector de Asuntos Exteriores del AKP, supone una reconversión de los vecinos
enemigos en amigos y socios. Ahora el capitalismo ha triunfado sobre la mentalidad
de asedio que impregnaba la cultura política de Turquía, pese a que la batalla
todavía no ha terminado. Pero ésto sucede en un momento en que las relaciones
con la UE están prácticamente estancadas y, como señalan los expertos Atila Eralp
y Zerrin Torun, el actual punto muerto en las negociaciones sobre la adhesión puede
convertirse en un bloqueo permanente.
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Los turcos están perdiendo la fe en que Turquía llegue a entrar alguna vez en la UE.
Esto hace que surja la pregunta de si la política de “integración en varias regiones”
no podría distanciar por definición, o incluso intencionadamente, a Turquía de la
Unión. Y, sin embargo, la ambición de valerse por sí misma podría no tener
recompensa. Özel advierte de que, de manera paradójica, la política turca en Oriente
Próximo ha hecho que se intensifique en gran medida la persistencia del status quo
autoritario dentro de la región. Con la “primavera árabe”, la negativa de Muammar al
Gaddafi a ceder el poder pacíficamente en Libia y la incapacidad de Ankara para
impedir que el régimen de Siria responda a las protestas prodemocráticas con balas,
Turquía podría estar perdiendo influencia en vez de abriendo paso a una vía de
progreso para Oriente Próximo y el norte de África.
Hacer que Europa vuelva
Puede que la UE esté cada vez más ausente de los debates públicos de Turquía,
pero no ha perdido del todo su importancia. Les guste o no, la UE y Turquía están,
como dice Gerald Knaus, atrapadas en un matrimonio católico: a pesar de todas las
decepciones, la mala sangre y la infidelidad, están destinadas a seguir juntas. La
Unión, de hecho, desempeña una importante función en cada una de las tres
vertientes del debate.
En cuanto a la política de identidad, la UE ha dado muestras de su capacidad para
superar las diferencias con la sociedad turca por el bien de un propósito común.
Hasta 2006 y 2007, Bruselas proporcionaba el nexo político que mantenía la unidad
en una coalición multipartidista que trataba de sacar adelante una transición de un
Estado bajo tutela militar y burocrática a una democracia que mereciese tal nombre.
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La perspectiva de la adhesión a la UE unió a los kemalistas (“moderados”)
democráticos, los liberales opuestos al “Estado profundo”, los kurdos, los
empresarios, las minorías étnicas y religiosas y la clase media musulmana recién
investida de poder gracias al AKP. Es cierto que esta condicionalidad política se
convirtió en una fuerza divisiva a medida que la historia se desarrollaba. Luego se
produjo una reacción violenta, encabezada por los kemalistas radicales del ejército,
los magistrados de mentalidad nacionalista, el CHP (Partido Republicano del Pueblo,
dirigido entonces por Deniz Baykal) y los xenófobos de la derecha y la izquierda (que
se resistían al desmantelamiento del antiguo régimen bajo la bandera de estrellas de
la UE). Pero la coalición a favor de la UE se mantuvo mientras la promesa de
adhesión fue creíble.
Además, la democratización dentro del país está anclada en la UE. Incluso aquellos
que afirman que Turquía ha desarrollado un impulso interno suficiente durante la
última década, no se atreverían a decir que una perspectiva de adhesión revitalizada
no afectaría al ritmo y la calidad del proceso de democratización. La Unión también
tiene la posibilidad de disipar los temores de los laicos respecto a que el poder del
AKP esta fuera de control; moderar la polarización política mientras se redacta una
nueva Constitución; defender los derechos de las minorías; contribuir a la
transformación del CHP en un partido de centro-izquierda democrático y una fuerza
de oposición creíble; y hacer que la política kurda dependa más de los poderes
civiles.
La UE y Turquía también se necesitan mutuamente en la política exterior. Eralp y
Torun hacen un llamamiento a favor de una colaboración estratégica en paralelo a
las negociaciones para la adhesión. Kiniklioglu defiende que Ankara y Bruselas
actúen juntas en un vecindario compartido –no disputado- en una época de cambios
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trascendentales. Turquía tiene la capacidad, la experiencia y las redes humanas y
comerciales. Pero solo una Turquía democrática que haya abordado con éxito sus
propios problemas, como el asunto kurdo, y que disfrute de unos vínculos estrechos
con la UE puede mantener su atractivo ante la ciudadanía árabe que empieza a
emerger.
La UE también sigue siendo clave para el éxito económico. La competitividad del
país en la economía mundial depende del acceso al enorme mercado común. A
pesar de la diversificación comercial con Oriente Próximo, Asia Central y otros
lugares, la UE sigue siendo el socio más importante, con el 40,5 por ciento de las
importaciones (40.500 millones de euros) y el 45,9 de las exportaciones (33.600
millones). La Unión es origen del 80 por ciento de la inversión extranjera directa que
llega a Turquía, fundamental para la innovación, el avance tecnológico y el
desarrollo. A pesar de todas sus proezas, Turquía anda a la deriva en materia de
ahorro, gasto en I+D, educación y tasas de empleo. El país tiene un déficit por
cuenta corriente de alrededor del ocho por ciento del PIB, y la entrada de “dinero
caliente” alimenta el temor a una burbuja. Mientras tanto, los salarios suben a
medida que la economía se expande. De este modo, Turquía ya no puede competir
con los gigantes asiáticos en mano de obra barata, pero todavía está lejos de las
economías occidentales impulsadas por el conocimiento.
Pero todo esto no debería dar a los políticos europeos una falsa sensación de
seguridad. La UE no es indispensable y si la relación se queda como está, no será el
fin del mundo para Turquía. Ankara no va a suspender las negociaciones de
adhesión, pero seguirá procurando entablar relaciones económicas y diplomáticas
con sus vecinos, buscando oportunidades para ejercer su influencia y cosechar
beneficios comerciales, Por desgracia, la interdependencia no descarta el conflicto:
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un punto muerto en las negociaciones de adhesión podría inyectar una buena dosis
de antagonismo a la relación y fomentar la competitividad. Para hacer que la
interdependencia funciones, la UE tiene que cooperar con la nueva Turquía.
Miedos, confusiones e incertidumbres
La Segunda República ha muerto, pero la Tercera República todavía no ha nacido.
Hay muchos miedos, confusiones e incertidumbres, de modo que no se puede
esperar que lo que Turquía piensa hoy sea lo mismo dentro de un mes. Pero varias
cosas son evidentes. Por encima de todo, Turquía se siente confiada y optimista, lo
que la hace no occidental en un momento en que Occidente es pesimista. Este
optimismo se explica en gran medida por su crecimiento económico y su perfil
demográfico. Los recientes éxitos de la política exterior turca también son cruciales
para la confianza. Como consecuencia del actual estado de entusiasmo, el país no
es consciente de la vulnerabilidad estructural de la situación: tiene a subestimar a
otros, especialmente a la UE, y se arriesga a mostrarse hiperactiva.
Sin embargo, Turquía es vulnerable en tres sentidos. Primero, está atrapada entre
las economías de alta tecnología de Europa y las economías de salarios bajos de
Asia. Por el momento, solo una entrada masiva de inversión extranjera puede
garantizar la continuidad del crecimiento. Pero desde 2007, el gobierno del AKP ha
perdido parte de su fervor reformista. El estancamiento de las reformas podría
provocar una crisis económica que tendría un profundo efecto en el modo en que los
turcos ven el mundo y su lugar en él. En segundo lugar, aunque desde 2007 la
política exterior turca ha sido esencial para dar forma a la nueva identidad y
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confianza del régimen, en el contexto de los cambios en Oriente Próximo y el norte
de África, hay mucho más en juego.
En tercer lugar, la cada vez mayor polarización de la sociedad podría conducir a un
punto muerto político o incluso al autoritarismo. Turquía está polarizada entre los
“modernos preocupados” y la mayoría de Erdogan. Hoy, el verdadero riesgo político
para la democracia turca no es la islamización sino la putinización. No cabe duda de
que el AKP fue la principal fuerza democratizadora de Turquía, pero sino hay
restricciones sociales, políticas e institucionales, el régimen del AKP podría
transformarse en una democracia mayoritaria intransigente, similar al modelo ruso.
De momento, se observa el intento por parte del AKP de hacerse con el control de la
judicatura y los medios de comunicación.
La UE no es el factor que garantiza la democracia en la futura Tercera República.
Uno de los muchos motivos es que, después de que el ejército perdiese su poder de
derrocar gobiernos legítimos, la UE perdió su importancia política para el AKP.
Mientras tanto, la oposición laica sigue resentida con la Unión y no sabe cómo
utilizarla en sus intentos de impedir que el AKP se haga con el control absoluto. El
doble juego de la UE ha generado un sentimiento de desconfianza.
Aunque los sondeos siguen registrando un grado considerable de apoyo a la
adhesión turca, el respaldo a la Unión está condicionado por las afiliaciones
partidistas. Si el AKP decidiese cambiar de postura respecto a la UE, las cifras
actuales cambiarían radicalmente. La lógica del ciclo electoral indica que Erdogan no
hará nada por lograr la integración hasta 2015. Para él, una postura más inflexible
respecto a la UE es el único modo de conquistar parte del voto del MHP (Partido
Nacionalista Turco) y, de esa manera, consolidar su régimen. De momento, la UE
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no es el principal objetivo estratégico de la política gubernamental, sino más bien su
seguro político. Por tanto, el status quo parece garantizado.
Sin embargo, la UE podría tener una segunda oportunidad. La cuestión es si será
capaz de aprovecharla en cuanto se presente. En concreto, podría haber una nueva
oportunidad de integración si Turquía se enfrenta a una crisis y la Unión recupera la
confianza. Las encuestas muestran una fuerte correlación positiva entre el apoyo a
la UE y el deterioro de la situación económica en Turquía. Por ahora, el argumento
oficial dice que distanciarse de la UE
ha ayudado a Turquía a recuperarse
rápidamente de la crisis económica mundial.
Por último, la política exterior turca cuenta con un amplio apoyo y se considera un
éxito. Pero aunque Turquía pueda terminar siendo la más beneficiada por los
cambios en Oriente Próximo, ya es, en una paradoja, la más perjudicada. La
consecuencia de las revoluciones árabes es que la política turca de “cero problemas
con los vecinos” no puede mantenerse. El margen de maniobra de Turquía se ha
reducido. Al mismo tiempo, sin embargo, tiene ventajas reales: un buen
conocimiento de la región; la popularidad de su cultura; unas relaciones comerciales
activas; y familiaridad con todos los actores. Turquía tratará de mediar en las
transiciones (especialmente en Egipto) a la vez que se mantiene en un discreto
segundo plano. Intentará seguir siendo una potencia no occidental y rechazará las
grandes iniciativas comunes con Occidente. En resumen, la perspectiva es la de una
política exterior más independiente, no menos.
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REINOS DE TAIFAS * NACIDOS DE LA URSS
Cinco republicas de Asia central celebran el 20º aniversario de su
independencia de Moscú marcadas por el autoritarismo, la corrupción y la
pugna por el poder
Cinco Estados de Asia Central (Kirguizistán, Uzbekistán, Tayikistán, Turkmenistán y
Kazajistán), poblados con más de 60 millones de personas, festejan el 20º
aniversario de una independencia que llegó como un regalo al derrumbarse la Unión
Soviética. Sus líderes inauguran estatuas a héroes épicos, banderas con mástiles de
longitud récord, importan trenes de alta velocidad y rescatan tradiciones como los
consejos de ancianos. Sin embargo, el Estado de derecho ha progresado poco en la
mayoría de estos países, donde codiciosas élites enquistadas en el poder surgen a
costa de ciudadanos con menos posibilidades de acceder a un sistema de salud o a
una educación decente.
Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajistán son ricos en hidrocarburos
Las élites en el poder temen el contagio de la “primavera árabe”
El éxodo de los eslavos diezmó el número de trabajadores cualificados en Asia
Central. Tras ellos, millones de uzbekos, tayikos y kirguizos emigraron a Rusia para
ganarse la vida. En Moscú y San Petersburgo hay multitud de taxistas oriundos de
Fergana, la zona más poblada de Asia Central y la más explosiva, pues en ella se
entrelazan las fronteras de Tayikistán, Uzbekistán y Kirguizistán, trazadas de forma
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artificial por Stalin
para dividir los grupos étnicos. Por temor a incursiones,
Uzbekistán mantiene mortíferas minas en aquellos confines.
El índice de derechos políticos y libertades cívicas de la organización considera a
Kirguizistán como el único país parcialmente libre de la zona y, a todos los demás,
como países sin libertades, con Turkmenistán y Uzbekistán en la cola. En
Kirguizistán han surgido dos alternancias en el poder (2005 y 2010) y, aunque fueron
acompañadas de destructivas revoluciones, hay esperanza de que los comicios
presidenciales del 20 de octubre de 2011, consoliden el frágil equilibrio orquestado
por la presidenta Rosa Otumbáyeva, que en diciembre abandonará su cargo en un
gesto sin precedentes en la región.
El sultán centroasiático más excéntrico fue el turcomano Saparmurat Niyázov que se
declaró “presidente de por vida” antes de su misteriosa muerte en 2006. Su sucesor,
Gurbengulí Berdimujamédov, un dentista, eliminó los rasgos más pintorescos del
régimen, pero no su carácter autoritario. En todos los países hay muertos, exiliados
o encarcelados entre los personajes capaces de competir con sus dirigentes y,
excepto en Kirguizistán, los partidos de oposición son marginales o se prestan a
“imitar la democracia”.
Los sultanes más veteranos son el presidente Kazajo Nursultán Nazarbáyev y el
uzbeko Islam Karimov, que ya en la URSS eran los líderes comunistas de sus
territorios y que, junto con el tayiko, Emomalí Rajmón, han ampliado sus mandatos a
siete años. Rajmón se consolidó tras una guerra civil concluida en 1997, de la que
quedan secuelas.
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Los familiares de los sultanes ocupan cargos clave en ministerios, aduanas,
ferrocarriles y empresas de hidrocarburos. La idea de fundar dinastías ronda en
Kazajistán y en Uzbekistán, pero no todos los parientes son de fiar. Rajat Aliyev,
exyerno de Nazarbayev y exviceministro de Exteriores, aireó las intrigas familiares
tras caer en desgracia en 2007. El otro yerno del presidente, Timur Kulibáev, jefe del
Fondo del Bienestar Nacional, ha ingresado en la directiva del monopolio del gas
ruso, Gazprom, lo que refuerza la idea de que podría suceder a su suegro.
En estilo y racionalidad, las élites difieren, Kazajistán fomenta la educación y ha
enviado estudiantes con talento al extranjero. En Turkmenistán, se propagó la
enseñanza del Rujnamá, un compendio “filosófico” redactado por Niyazov. También
varia el nivel de privatización y de reforma económica, Kazajistán hizo reformas
modélicas en el sistema financiero y de pensiones, lo que no es el caso de
Uzbekistán o Turkmenistán.
Las revoluciones en el norte de África y países árabes reavivan el temor al contagio.
En Dushambé, la capital de Tayikistán, el secretario de la Organización del Tratado
de Seguridad Colectiva (OTSC), Nikolái Bordiuzha, dijo que esta entidad tiene lo
necesario “para defender a sus participantes de conmociones análogas a los
acontecimientos en Oriente Próximo y el Norte de África”. Según el funcionario, hay
que elaborar “medidas para defender a cada Estado, porque en todos hay
infraestructura que se puede utilizar para desestabilizar la situación”. En este
aspecto, Uzbekistán es el país que más preocupa a Rusia, según comentó su
presidente, Dmitri Medvédev, a interlocutores occidentales.
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Karimov, que se presenta como abanderado contra el islamismo radical, oscila entre
Moscú y Washington, según su percepción del peligro. En mayo de 2005, el régimen
reprimió brutalmente un motín popular en la ciudad de Andijon, en Fergana.
Después, por temor a una revolución como la de Ucrania, Karimov echó a Estados
Unidos de la base militar de Karshi-Janabad que era un apoyo logístico para
Afganistán.
Los Karimov tienen motivos para temer, y no solo a los islamistas. La familia está
implicada en opacos movimientos de fondos provenientes de las riquezas de
Uzbekistán, que es uno de los grandes productores de oro. Gulnara Karímova, hija
del presidente y embajadora en España, era considerada la dueña de Zeromax, un
conglomerado de empresas registradas en Suiza, que canalizaba las comisiones
exigidas para participar en negocios en Uzbekistán. Zeromax fue disuelta en 2010,
pero, en su lugar apareció otra firma más discreta pero con funciones análogas,
según medios informados.
Los países de Asia Central se enfrentan por el agua. Los pobres, como Tayikistán y
Kirguizistán, esgrimen sus recursos hidráulicos frente a los ricos, dueños de
hidrocarburos como Uzbekistán, Kazajistán y Turkmenistán. Uzbekistán obstaculiza
el transporte de mercancías a Tayikistán en represalia por la construcción de la
central hidroeléctrica de Rogún. La región tiene problemas comunes, como el
narcotráfico desde Afganistán, y desastres ecológicos heredados de la URSS, como
la desertificación del mar de Aral debido al cultivo depredador del algodón, y la
contaminación, como en el polígono nuclear de Semipálatinsk en Kazajistán.
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Rusia, la antigua metrópoli, tiene bases militares en Kirguizistán y Tayikistán, y trata
de mantenerse en la zona con ayuda de estructuras como la OTSC, pero pierde
influencia económica en provecho de Beijing, que promueve con tenacidad sus
intereses y extrae territorio a sus vecinos como Tayikistán y Kirguizistán al firmar
nuevos tratados de fronteras. Y¿Turquía? Espera como bisagra entre Asia Central y
Europa.
Las Repúblicas Centroasiáticas datos principales
KAZAJISTAN
Superficie
2.724.900 km2
Población
15.522,373
PIB per cápita (USD)
12.700
UZBEKISTAN
Superficie
447.400 km2
Población
28.128.600
PIB per cápita (USD)
3.100
20
TURKMENISTAN
Superficie
488.100 km2
Población
4.997.503
PIB per cápita (USD)
7.500
KIRGUIZISTAN
Superficie
199.951 km2
Población
5.508.000
PIB per cápita (USD)
2.200
TAYIKISTAN
Superficie
143.100 km2
Población
7.627.200
PIB per cápita (USD)
2.000
21
RUSIA, EN EL TORBELLINO DE LA YIHAD
“La política de puño de hierro aplicada por Vladimir Putin contra el terrorismo no da
buenos resultados, ya que provoca un perenne círculo vicioso. A la violencia se
responde con un ensañamiento indiscriminado que hace aumentar el número de
personas deseosas de venganza”, estima el columnista de “Nóvaya Gazeta”
Viacheslav Izmáilov. Según su opinión, “la represión se alimenta con personas
ajenas al terrorismo”.
Si a los excesos que cometen las fuerzas de seguridad se une una situación
económica insufrible, con índices de paro que alcanzan entre el 40 y 50% en las
repúblicas musulmanas del Cáucaso Norte, y una corrupción que impide el
desarrollo económico, se generan entonces atroces injusticias y se obstaculiza la
propia lucha antiterrorista, con policías que colaboran con los extremistas a cambio
de dinero. El resultado es entonces como señala Izmáilov, “un aumento considerable
de la insurgencia.”
Atentados en el metro
En marzo fueron abatidos dos jefes rebeldes, Said Buriátski, instructor de terroristas
suicidas, y Abú Jaled, de origen árabe y responsable principal de Al Qaida en el
Cáucaso Norte. Nadie descarta que la respuesta a sus muertes hayan sido los
últimos atentados en el metro de Moscú y en Daguestán. En prevención de otros
posibles atentados, durante la Semana Santa ortodoxa, que este año coincide con la
22
católica, se ha desplegado en Moscú un descomunal dispositivo de seguridad. Han
sido movilizados cerca de 12.000 agentes de Policía.
La guerra que lanzó el presidente Borís Yeltsin contra Chechenia en 1994 tuvo como
objetivo evitar la secesión de la república. El Islam radical no era relevante aún en el
Cáucaso Norte. Chechenia estaba dirigida por Dzhojar Dudáyev, un antiguo general
de la Fuerza Aérea soviética.
El FSB logró matar a Dudáyev con un misil teledirigido pero, tras decenas de miles
de muertos y la república reducida a escombros, Moscú no recuperó el control de la
situación. Rusia capituló firmando la paz en Jasaviurt (Daguestán) en agosto de
1996, lo que supuso reconocer “de facto” la independencia.
Aslán Masjádov, otro ex general soviético, que terminó sus días en marzo de 2005
reventando por una granada rusa en el sótano en el que se escondía, fue elegido
presidente de Chechenia en enero de 1997. Las ideas wahabíes llegaron a la
república de la mano de Shamil Basáyev y del emisario de Al-Qaida Amir Jattab.
Ambos están ya muertos, Basáyev, víctima de una bomba en 2006, y Jattab,
envenenado en 2002 por el FSB.
El hospital de Budionnovsk
Según los expertos, las razones que llevaron a los dirigentes chechenos hacia el
extremismo a partir de 1997 fueron el bloqueo económico al que Moscú les sometió
y la xenofobia entre la población rusa. Por aquel entonces, Basáyev y sus hombres
ya habían demostrado su capacidad de atentar en suelo ruso. La acción más
23
espectacular fue la toma de rehenes en el hospital de la localidad de Budionnovsk,
en junio de 1995, con más de cien muertos.
Putin entró en escena en 1999, cuando Basáyev y Jattab invadieron Daguestán con
el fin de crear un gran califato “desde el mar Negro al Caspio”. Comenzó una nueva
guerra no menos sangrienta que la anterior. Esta terminó de manera oficial en abril
de 2000, aunque la violencia no ha cesado ni siquiera a pesar que, en abril de 2009,
el actual presidente, Dmitri Medvédev, levantó el régimen antiterrorista especial que
instauró Putin diez años atrás.
La insurgencia islámica que surgió en Chechenia se extendió hace tiempo a las
repúblicas vecinas, Ingushetia y Daguestán, e incluso a Kabardino-Balkaria. Aunque
los sucesivos líderes del movimiento fundamentalista han sido eliminados, las
células descabezadas han restablecido su actividad.
En 2009, según la prensa local, hubo 167 atentados con bombas con 280 muertos
en Chechenia, 319 en Ingushetia y 263 en Daguestán. A esas cifras hay que añadir
400 fallecidos más, policías y soldados sobre todo, en choques armados y ataques
por sorpresa. Y eso pese a que, según Moscú, no hay más de 500 guerrilleros
activos.
Los brutales métodos que emplean los dirigentes locales Ramzán
Kadírov
(Chechenia), Yunus-Bek Evkúrov (Ingushetia) y Mahomedsalam Mahomédov
(Daguestán) no hacen sino aumentar la indignación entre sus habitantes, facilitando
a los terroristas el enrolar nuevos activistas.
24
Falta de coordinación
Otros temas que debilitan la lucha contra el terrorismo, según el especialista de
“News Week” Orján Dzhemal, son la falta de coordinación y las discrepancias entre
el Ministerio del Interior y el FSB.
Medvédev reconoce que la situación en el Cáucaso Norte es el problema “número
uno” de Rusia. En enero, él y Putin admitieron que cualquier mejora pasa por
desarrollar la economía de la zona. El problema es que se ha empezado algo tarde a
inyectar dinero, y la enorme corrupción actúa como un colador por donde
desaparece lo invertido.
KABARDINO-BALKARIA
Superficie
12.500 km2
Población:
1.2 m
82% ORTODOXOS – 14% MUSULMANES
OSETIA DEL NORTE
Superficie:
8.000 km2
Población:
820.000 hbs.
68% ORTODOXOS – 30% MUSULMANES
25
INGUSHETIA
Superficie:
4.300 km2
Población:
487.300 hbs
4% ORTODOXOS – 96% MUSULMANES
CHECHENIA
Superficie
13.500 kms2
Población:
1.4 m
23% ORTODOXOS – 70% MUSULMANES
DAGUESTAN
Superficie
50.300 kms
Población:
2.6 m
21% ORTODOXOS – 74% MUSULMANES
26
ABJASIA
Superficie:
8.600 kms2
Población
245.000 hbs
70% ORTODOXOS – 30% MUSULMANES
OSETIA DEL SUR
Superficie:
3.900 km2
Población:
69.000 hbs
85% ORTODOXOS – 15% MUSULMANES
GEORGIA
Superficie:
67.700 km2
Población:
4.9 M
90% ORTODOXOS – 10% MUSULMANES
ARMENIA
Superficie:
29.800 km2
Población:
3.2 M
94% ORTODOXOS – 1% MUSULMANES
27
AZERBAIYAN
Superficie:
86.600 km2
Población:
9.1 M
Renta per cápita
3.720S
5% ORTODOXOS – 94% MUSULMANES
La UE: de la periferia a actor global civil
Entre ayer y hoy (octubre de 2011) se celebra en Bruselas un importante Consejo
Europeo, considerado por muchos como trascendental para mostrar a los mercados
la unidad sin fisuras de la UE en torno a la estabilidad del euro. Será uno de los
últimos encuentros del semestre de Presidencia belga del Consejo de la Unión
Europea que concluye el 31 de diciembre. A lo largo de estos seis meses ha habido
numerosas cumbres (entre ellas, en octubre con China y con el conjunto de Asia; en
noviembre con el G-20 en Seúl, con EEUU y la OTAN en presencia de Rusia, así
como el encuentro con África o la reunión sobre el cambio climático en Cancún; y en
diciembre con Rusia y Ucrania). Todas estas citas pueden tanto desmentir a los que
creen que Europa está en la periferia del mundo global como dar la impresión de
que Europa se excede en querer aparentar más potencia de lo que realmente es.
Desde la caída del Muro y de forma acelerada en los últimos años se viene
produciendo una clara redistribución del poder económico y de la influencia en los
temas globales. Los grandes cambios se produjeron ya antes de la crisis económica
28
y financiera y ésta ha afectado poco a las economías emergentes (Brasil, Rusia,
India, China y buena parte de Asia) que apenas se expusieron a las imprudencias
financieras de las grandes potencias económicas como EEUU y la Unión Europea.
Determinados sectores creen observar un galopante declinar de la UE en el mundo.
Estiman que se debe a su talón de Aquiles: no es una verdadera potencia pues no
es una potencia militar. Es un pensamiento rancio propio de un mundo pasado en el
que el carácter de potencia se mide por una única adjetivación. A los defensores de
una Europa fuerte basada en el pilar militar les gustaría que la UE siguiera la senda
de EEUU, cuyo gasto militar representa el 60% mundial y es igual al de toda la UE,
China y Rusia juntas.
Es un craso error pensar que en el siglo XXI es suficiente o esencial la superioridad
militar. Desde la Segunda guerra Mundial, las invasiones y ocupaciones militares
han sido terminado en derrotas (Vietnam, Líbano, Afganistán –en 1979 la URSS y en
2002 EEUU-, Irak, etcétera). Las guerras entre Estados han sido y serán muy
infrecuentes. Ello no significa que no haya problemas de seguridad y riesgos para la
paz y nuestro bienestar.
La seguridad de un Estado y la seguridad internacional no son solo militares. Para la
lucha contra el terrorismo, el principal desafío en el siglo XXI, los ejércitos y los
despliegues masivos convencionales no sirven. Para la raíz o la causa principal de
todos nuestros problemas desde el final de la Segunda Guerra Mundial como para el
problema palestino, la dominación militar de EEUU ha sido ineficaz.
Por el contrario, el dominio norteamericano ha sido aplastante en todo el planeta sin
necesitar de su ejército. Ha ejercido su imperio mediante el arma audiovisual y el
mundo se ha rendido a gusto. Su modelo social y cultural (the american way of life)
29
ha sido y es el referente en todo el mundo. Nunca ningún imperio en el pasado
influyó sobre tantos cientos de millones de seres humanos y sobre sus propios
adversarios.
La reordenación del poder y la influencia en la sociedad internacional es y será
fundamentalmente económica-financiera y las fricciones serán mas entre gobiernos
y mercados que entre Estados entre si. En un mundo con varias zonas de gravedad,
el poder es si cabe todavía más difuso y las formas de influir son múltiples. Se
seguirán conformando centros de poder a escala mundial y regional y la paz se
mantendrá por los equilibrios (regionales y mundiales) y no por el dominio.
Por ello, para medir la potencia de la UE en el siglo XXI hay que hacerlo desde
varias perspectivas y no sólo desde la capacidad de despliegue de ejércitos
costosos y descomunales. En el marco de sus limitaciones, Europa tiene elementos
y comportamientos propios de una potencia global. Creo que lo más grave es que no
es consciente de sus enormes potencialidades como actor global, si bien no se
puede comparar la notoria incapacidad de decisión rápida y ejecutiva de la UE con
la actuación de un Estado, aunque sólo sea por la sencilla razón de que no es un
Estado.
La Unión Europea es un actor global en términos de potencia comercial (la primera y
se mantiene así desde los años 60) y de ayuda al desarrollo y acción humanitaria
(también la primera potencia mundial). Otra cosa es que esta gran potencia
económica infrautiliza su red comercial y su capacidad como donante y no los sabe
poner al servicios de otras actuaciones ni en foros diversos para exigir
compensaciones políticas en términos de alianzas o apoyos. Le falta dejarse ver
como una gran potencia y los demás saben que no es consciente de su fuerza y que
30
no la va a utilizar. Pierde fuerza persuasiva y disuasiva. Habrá que esperar un
tiempo para ver si esto cambia con el nuevo Servicio Europeo de Acción Exterior.
También es la primera potencia civil del mundo: la primera en defender y extender la
democracia en el mundo sin necesidad de imponer las apariencias democráticas con
la guerra y la tortura. Es una potencia civil hacia adentro y hacia afuera. En el propio
continente, después del fracaso en la ex Yugoslavia, la UE se ha apresurado a
democratizar y estabilizar Estados europeos que nunca conocieron la democracia.
La europeización ha sido la forma de democratizarles. Además, hacia el exterior de
Europa, en unos casos, su política de condicionalidad democrática y, en otros, la
acción planificada de reconstrucción del Estado de Derecho y la gobernabilidad en
sociedades postconflicto ha permitido extender la democracia y con ella su
capacidad de movilizar la riqueza económica y social en numerosos países. Hasta
para la gran potencia del siglo XXI, China, y para otros Estados emergentes las
políticas de cohesión económica, social y territorial de la UE representan el modelo
económico-social al que aspiran.
La política de seguridad de la UE es todavía embrionaria o está en construcción. La
UE ha dado sus primeros pasos de la mano de Naciones Unidas; en el marco de
operaciones de gestión de crisis y de otro tipo ha sido un socio fuerte de la ONU
que ha contribuido con importantes recursos militares (efectivos humanos y
materiales), civiles, financieros y técnicos a la pacificación y reconstrucción de
Estados como Bosnia, Macedonia, Sierra Leona, República democrática del Congo,
etcétera. La UE aporta casi un 40% del presupuesto ordinario de la ONU, financia
dos quintas partes de las operaciones de mantenimiento de la paz en el mundo y la
mitad de los programas de las agencias de la ONU. No es irrelevante como creemos
aunque no sabe obtener provecho político y visibilidad.
31
La Unión Europea es la potencia exportadora de normatividad en esta era de
globalización. Es una potencia normativa o reguladora cuyas reglas, con indudables
efectos extraterritoriales contribuyen, a la gobernabilidad de la sociedad global.
Nuestra cultura greco-romana está vinculada a la fuerza de la norma como
instrumento de resolución de los conflictos y de los problemas económico-sociales
frente a la visión del poder militar. Es una concepción no hegemónica del poder. Es
una potencia si nos atenemos incluso a la definición clásica de la capacidad de una
unidad política de proteger sus intereses, de tener una visión propia del contexto
internacional e influir sobre otras entidades para la resolución de problemas y
situaciones que le interesan.
Es cierto que protege insuficientemente sus intereses e infrautiliza sus poderosos
instrumentos en los que es primera potencia mundial. Con frecuencia, entre sus
socios hay diferencias sensibles en la visión de los problemas y sus eventuales
soluciones. Su sistema de adopción de decisiones no le permite influir y hacerse
visible en entornos multilaterales donde tenga que competir con potencia estatales
globales que pueden variar su posición en escasos minutos. Es cierto que en la UE
ha habido y hay descoordinación y que al ser un orden de consenso tiene
dificultades para definir sus intereses superiores en un contexto dado. Son sus
debilidades innatas al no ser un Estado. Claro que otra flaqueza no menor y la más
preocupante de todas es su declive demográfico.
La UE, con sus fortalezas y debilidades, ha asumido un papel propio y original en la
sociedad internacional: una función estabilizadora y de modelo de paz y bienestar
capaz de guiar a numerosos pueblos y Estados.
32
DESAFIOS PARA LA POLITICA EXTERIOR EUROPEA EN 2012
Después de la crisis

El Tercer Año De Lisboa

La Reforma De La Gobernanza Económica Mundial

El Avance De Las Asociaciones Estratégicas

El Diseño De Una Nueva Arquitectura De Seguridad Para Europa

Las Sucesiones En Oriente Medio

Irán: Más Allá De Las Sanciones

La Recuperación De Turquía

Como Prevenir La Desintegración De Los Balcanes

Eludir Otra Guerra En El Cáucaso Sur

Momentos Decisivos En África

Ante El Fracaso En Afganistán
33
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