ESTRÉS Nuestra forma de reaccionar al entorno o nuestra forma de pensar pueden resultar estresantes . El estrés es responsable de un gran número de enfermedades tanto físicas como emocionales. Cuando percibimos una amenaza , nos ponemos inmediatamente en alerta . Entramos en un estado agudo de anticipación , a la espera de que nos ocurra algo potencialmente perjudicial. psicológico o emocional .Esta clase de estrés es necesaria , nos permite reaccionar , sobrevivir . Estamos sometidos a tres categorías de estrés : físico , químico, emocional o psicológico . 1.-El estrés físico incluye sucesos como un accidente de coche , una caída , una lesión , una vértebra fuera de sitio ,exposición a condiciones medioambientales como frío o calor extremos , la falta de sueño o la escasez de comida o agua . 2.-El estrés químico toxinas a las que nos vemos expuestos en nuestro entorno , alérgenos o agentes contaminantes y muchos otros agentes estresantes químicos . 3.-El estrés emocional o psicológico incluye preocupaciones de todo tipo : económicas, laborales , la pérdida de un ser querido etc . Cuando nos vemos expuestos a cualquiera de estas categorías el cuerpo responde de la misma manera. Respondemos al estrés mediante dos vías . La primera se denomina respuesta neurológica y la segunda respuesta química . Respuesta neurológica: es una respuesta inmediata donde el sistema nervioso autónomo se activa en respuesta a algo real o imaginario . El sistema nervioso autónomo trasmite la información a través de la médula espinal y los nervios espinales hasta los nervios periféricos , que son los que inervan a las glándulas suprarrenales .Una vez que la información llega a las glándulas suprarrenales , éstas liberan adrenalina , que pasa de inmediato al torrente sanguíneo. Respuesta química: Al igual que la respuesta neurológica, la respuesta química al estrés puede desencadenarse por un simple pensamiento o por algo externo. El proceso tiene lugar de la siguiente manera: cuando reaccionamos frente a un agente estresante, es decir, un pensamiento que anticipa la presencia de estrés o el recuerdo de una situación estresante anterior, nuestro cerebro activa diversos circuitos neuronales a través de distintos sistemas. Esos circuitos neuronales envían una señal a una parte del mesencéfalo llamada hipotálamo. El hipotálamo es una especie de fábrica que toma materias primas químicas y las ensambla para producir péptidos. Un péptido es un mensajero químico que le indica al cuerpo que debe activarse de una manera determinada. En la respuesta al estrés, el péptido generado por el hipotálamo se denomina hormona liberadora de corticotropina o CRH. Una vez que se libera el CRH, ésta entrega un mensaje químico a la hipófisis. Cuando la hipófisis recibe la señal del hipotálamo, fabrica otro péptido llamado hormona adrenocorticotropa o ACTH. Este nuevo mensaje químico resulta aceptable para el receptor situado en las células de las glándulas suprarrenales. Tendemos a vivir situaciones de estrés crónico , nos vemos a diario sometidos a factores estresantes , tanto físicos como químico o emocionales , nos preocupamos, anticipamos, razonamos , ocultamos , racionalizamos y transigimos en determinadas ocasiones . Podemos activar la respuesta al estrés sin que el agente estresante esté presente ( con pensamiento). En otras palabras el mero hecho de pensar en el agente estresante origina la misma respuesta al estrés . Esto es lo que comienza a crear el resultado más perjudicial , el estrés crónico . Síntomas del estrés crónico : El corazón en un puño : El estrés aumenta la presión sanguínea y aumentará el ritmo cardíaco, que hará que el corazón lata más rápido .Aumenta los niveles de glucosa mediante la alteración del rendimiento del páncreas , del hígado y del mecanismo de almacenamiento de grasa en las células .El aumento de los niveles de glucosa como consecuencia del estrés crónico disminuye la insulina , lo que puede provocar la aparición de diabetes en adultos y de obesidad . La digestión se ve afectada , úlceras , hernias de hiato , estreñimiento o síndrome de colón irritable . Cuando estamos estresados el cuerpo traslada el flujo sanguíneo desde el tracto digestivo hasta las extremidades .Aunque comamos de forma saludable el problema está en que tenemos la mentalidad equivocada , eso en combinación con la ausencia del debido aporte en los órganos que se encargan de la digestión , significa que no digerimos los alimentos de manera adecuada .No asimilamos la comida y de ahí que nuestro cuerpo no posea ni la energía ni el aporte sanguíneo que hace falta para digerir correctamente. El estrés duele La adrenalina en cantidades pequeñas se comporta en el cuerpo como energía líquida , en especial en los músculos . El exceso , la cantidad que no utilizamos se deposita en los tejidos Eso provoca que los músculos se pongan tensos , se endurezcan , sufran contracturas y duelan. El estrés es inevitable , la clave está en limitar el tipo de estrés :el estrés agudo , que nos permite reaccionar ante una situación de peligro y que desaparece una vez pasado este , nos permite sobrevivir , ponernos a salvo .El estrés agudo empieza y termina , lo que nos permite recuperarnos . Es el estrés crónico no da tiempo a nuestro cuerpo a recuperarse , poniendo en riesgo nuestra salud . LA RESPUESTA RUTINARIA La rutina, que nos resulta fácil, natural, automática y cómoda, está controlada por nuestras reacciones a los estímulos que captamos en los alrededores. Con el tiempo, esos circuitos neuronales se refuerzan hasta tal punto (mediante la asociación en un primer momento, y después a través de la repetición) que acaban verdaderamente estructurados. Actuamos de manera inconsciente la mayor parte del tiempo porque una vez que un circuito neuronal se estructura, nos volvemos menos conscientes de su actividad. Tanto el cuerpo como el cerebro son unos ahorradores de energía extraordinarios. Los pensamientos habituales apenas requieren esfuerzo, son como el motor de nuestro coche al ralentí. Estamos situados en un “aparcamiento” mental, sin ir a ningún sitio. Generamos la misma mentalidad a diario porque activamos los mismos circuitos neuronales en los mismos patrones, combinaciones y secuencias. Esa es la razón de que nos sea tan sencillo ser como somos. Comportarse de la forma habitual no cuesta ningún esfuerzo en absoluto. Si nuestra personalidad es la suma total de los circuitos neuronales que hemos heredado y los que hemos desarrollado, y esos circuitos funcionan como programas de ordenador, entonces cuando iniciamos un pensamiento habitual, esos programas se ponen en marcha sin ningún esfuerzo consciente por nuestra parte. Estos programas están basado en nuestras relaciones pasadas con el entorno, y se han desarrollado a través de experiencias repetidas. LO MISMO DE SIEMPRE A medida que avanzamos en la vida, trabajamos en nuestro oficio, interactuamos con nuestro cónyuge durante veinte años, llevando a nuestros hijos al colegio, cortamos el césped o incluso vivimos en la misma casa junto a los mismos vecinos, ¿es de extrañar que caigamos presas de los mismos hábitos neuronales?. ¿Nuestra vida se ha convertido en una serie de reacciones inconscientes y automáticas?. Por ejemplo, cuando nos levantamos esta mañana y nos preparamos para ir a trabajar, lo más probable es que hayamos seguido la misma rutina que hacemos todos los días laborables. No sólo seguimos el mismo orden general de actividades (ir al baño, cepillarnos los dientes, ducharnos, vestirnos, escuchar el informe de tráfico, seguir la ruta para ir a trabajar, aparcar en el mismo sitio o muy cerca), sino que dentro de esa rutina, es casi seguro que realizamos tareas siguiendo los mismos pasos. Por supuesto, es importante quitarle la tapa al tubo de pasta de dientes antes de usarlo, pero seguro que empezamos a cepillarnos los dientes por el mismo lado de la boca (por atrás, donde las muelas) y que cambiamos al otro lado después del mismo número de cepillados........como siempre. Cada día, miles de veces en nuestra vida, llevamos a cabo estas acciones repetitivas. Estas tareas son fáciles, comunes, cómodas familiares y rutinarias; para nosotros son tan naturales como respirar. Todos estos son ejemplos de circuitos neuronales estructurados en acción. En cierto sentido, estas rutinas son un milagro de la eficiencia y la competencia. Los humanos somos maestros de la multitareas; mientras realizamos estas funciones rutinarias, nuestra mente está ocupada en otras cosas. ¿Qué pasaría si no sólo nuestro comportamiento, sino también nuestras creencias, valores, actitudes y estados de ánimo cayeran en ese mismo patrón predecible, inconsciente e irreflexivo? Lo que mantiene a la gente atrapada dentro de una misma mentalidad es que las redes neuronales que activamos de forma más común, y que por tanto son las más estructuradas, son el resultado de nuestra forma de pensar. Son los circuitos más refinados y perfeccionados que tenemos y se han desarrollado a través de la interacción entre nuestros circuitos heredados y los conocimientos y experiencias que hemos adquirido. LA VIDA “DENTRO DE LA CAJA¨ Si las redes neuronales y las conexiones sinápticas son como las huellas de los recuerdos pasados, entonces deberíamos paralizar nuestra forma habitual de pensar y de sentir (y de sentir y de pensar) para rediseñar el cerebro. Esto sacaría al cerebro de sus rutas de activación acostumbradas y le permitiría crear nuevas secuencias de circuitos....... nuevas huellas. Pero para hacerlo, se necesitaría fuerza de voluntad y un esfuerzo mental. Pensar fuera de los límites de la caja, pues, es obligar a nuestro cerebro a activar patrones sinápticos en un orden y una secuencia diferentes a los habituales. Para las cosas básicas como caminar, escribir a máquina, conducir, comer o atarnos los cordones de los zapatos.......sí, vivir dentro de los límites de esa caja no está mal. Pero una de las razones fundamentales por las que esta forma de pensar se considera auto limitante es pensar como actuaría el cerebro en modo de supervivencia. MODO DE SUPERVIVENCIA Hace mucho tiempo, la vida era dura, cruel y corta. Dependíamos en gran medida de los caprichos de la naturaleza y necesitábamos estar alerta ante cualquier posible depredador, enemigo o desastre natural. Estar alerta frente a esos peligros nos mantenía vivos y mantenía la herencia genética intacta. Los tiempos han cambiado y los peligros que amenazan nuestra supervivencia se han transformado tanto en tipo como en intensidad. Lo que no ha cambiado es que gran parte de las estructuras necesarias para sobrevivir en ese medio tan duro, la mayoría de esos circuitos y regiones de la memoria neurológica, siguen activas en nuestro cerebro. A lo largo de la evolución de nuestra especie, a través de la asociación y la repetición, los circuitos neuronales que sirvieron para mantenernos con vida, a los que nos referimos generalmente como reacción de huida o lucha, se han activado durante centenares de miles de años. Esas respuestas instintivas están tan estructuradas en nuestro cerebro como las que más. Cuando se desencadena una reacción de supervivencia a través del sistema nervioso simpático (SNS), se incrementan el ritmo cardíaco y la presión arterial, se reduce el aporte sanguíneo en el aparato digestivo y se aumenta el de las extremidades a fin de prepararnos para la acción, se moviliza la glucosa del torrente sanguíneo como fuente de energía, se liberan hormonas que le proporcionan al cuerpo un torrente de vitalidad, se activa el modo super consciente del cerebro, se dilatan las pupilas y se despeja el cristalino para permitir la visión a más larga distancia, y se dilatan los bronquíolos para que llegue una mayor cantidad de oxígeno a la sangre. Todos estos cambios preparan al cuerpo para huir o luchar, incrementan nuestro nivel de conciencia y nuestra disposición para la acción física. Como recordarás, el sistema parasimpático (SNP) hace justo lo contrario. Ralentiza las respuestas de nuestro cuerpo, disminuye el ritmo cardíaco y la presión arterial, reduce el ritmo respiratorio, incrementa el aporte sanguíneo en el aparato digestivo y en la piel, constriñe las pupilas y el cristalino, etc. Imagina estos procesos como nuestra respuesta de descanso y digestión. El SNS utiliza la energía para emergencias inminentes, así que podemos considerarlo como una especie de pedal acelerador. El SNP conserva la energía para proyectos a largo plazo, como la reparación y el desarrollo; al igual que el embrague, nos permite ir en punto muerto y conservar la energía vital. Una de las tareas principales del neocórtex, (parte de la intelectual, la cognitiva, la capacidad de resolver problemas, la de aprender y la de comunicar) es utilizar los cinco sentidos para permanecer consciente y atento al mundo exterior. Además de sus habilidades innatas (aprender, razonar, analizar, concentrarse, soñar, recordar, utilizar el lenguaje, inventar y abarcar conceptos abstractos), está la capacidad de percibir el entorno a través de los cinco sentidos. LA NEUROLOGÍA Y LA QUÍMICA DEL ESTRÉS Vivir en un estado de estrés es vivir en el modo de supervivencia, ya que son una misma cosa. Un factor o agente estresante es todo aquello que perturba el equilibrio químico normal del cuerpo. Estoy seguro de que conoces a gente que siempre parece estar estresada; aun cuando no insistieran en decirte continuamente lo estresadas que están, tu te los habrías imaginado sin problemas....Otras personas parecen plácidas y sonrientes por fuera, pero por dentro son como una olla a punto de explotar. Otras, sin embargo, muestran una paz tanto por dentro como por fuera que nos lleva a creer que han minimizado sus niveles de estrés. Nuestra forma de reaccionar al entorno o nuestra forma de pensar en respuesta a momentos pasados o futuros que pueden resultar estresantes, es la responsable de la mayor parte de las enfermedades, tanto físicas como emocionales, que padecemos. Respondemos al estrés mediante dos vías. La primera se denomina respuesta neurológica y la segunda, respuesta química. La respuesta neurológica: la vía rápida 1- La primera respuesta es la más inmediata. En ella, el sistema nervioso autónomo se activa en respuesta a algo real o imaginario de nuestro entorno. 2- El sistema nervioso autónomo transmite la información a través de la médula espinal y los nervios espinales hasta los nervios periféricos, que son los que inervan a las glándulas suprarrenales. 3- Una vez que esta información llega a la velocidad del rayo hasta las glándulas suprarrenales, éstas liberan adrenalina, que pasa de inmediato al torrente sanguíneo. Esta primera respuesta o respuesta inmediata tiene lugar en un instante. Genera una estimulación adrenal que tiene como resultado una alteración radical del equilibrio químico, además de un buen número de respuestas fisiológicas. El cuerpo detiene o limita las funciones no esenciales, como la digestión, y la sangre se traslada desde los órganos internos hacia los músculos a fin de prepararlos para la acción. Estamos en un estado de percepción y vitalidad agudizadas. Estamos preparados para luchar o huir. La respuesta química: la vía lenta Al igual que la respuesta neurológica, la respuesta química al estrés puede desencadenarse por un simple pensamiento o por algo externo. El proceso tiene lugar de la siguiente manera: cuando reaccionamos frente a un agente estresante, es decir, un pensamiento que anticipa la presencia de estrés o el recuerdo de una situación estresante anterior, nuestro cerebro activa diversos circuitos neuronales a través de distintos sistemas. Esos circuitos neuronales envían una señal a una parte del mesencéfalo llamada hipotálamo. El hipotálamo es una especie de fábrica que toma materias primas químicas y las ensambla para producir péptidos. Un péptido es un mensajero químico que le indica al cuerpo que debe activarse de una manera determinada. En la respuesta al estrés, el péptido generado por el hipotálamo se denomina hormona liberadora de corticotropina o CRH. Una vez que se libera el CRH, ésta entrega un mensaje químico a la hipófisis. Cuando la hipófisis recibe la señal del hipotálamo, fabrica otro péptido llamado hormona adrenocorticotropa o ACTH. Este nuevo mensaje químico resulta aceptable para el receptor situado en las células de las glándulas suprarrenales. Definición de estrés Cuando percibe una amenaza, nos ponemos inmediatamente en alerta. Entramos en un estado agudo de anticipación, a la espera de que nos ocurra algo potencialmente perjudicial. A diferencia de la mayoría de los demás vertebrados, podemos desencadenar esta respuesta a través de una reacción al medio o a través de la expectación, con un solo pensamiento. Como humanos, estamos sometidos a tres categorías de estrés: físico, químico y psicológico o emocional. La sabiduría popular sostiene que el ejercicio reduce el estrés, pero nuestro estado mental y nuestro estado del ser mientras hacemos ejercicio son tan importantes como el número de repeticiones y pruebas que hagamos para mejorar nuestra salud. No todo el mundo responde de la misma manera al estrés y no todo el mundo sufre las consecuencias de la misma manera. No debería sorprendernos que cada persona muestre una respuesta diferente al estrés, ya que todos somos diferentes gracias a nuestra herencia genética, nuestras experiencias y nuestro aprendizaje. Sin embargo, los humanos solemos mostrar los típicos efectos corporales del estrés, entre los que se incluyen las sobrecargas de adrenalina, que dejan el cuerpo agotado y alteran la secreción ácida del tracto digestivo, lo que limita nuestra capacidad para descansar e impide la absorción de nutrientes esenciales, como las proteínas. Como quiropráctico, he visto el efecto del estrés sobre el sistema músculo esquelético 1- El estrés físico incluye sucesos como un accidente de coche, una caída, una lesión debida al ejercicio excesivo y la exposición a duras condiciones medioambientales, como el frío o el calor extremos, la falta de sueño o la escasez de comida o agua. 2- El estrés químico es una preocupación cada vez más frecuente para mucha gente de hoy en día. En nuestro entorno, nos vemos expuestos a una multitud de toxinas, alérgenos, agentes contaminantes y muchos otros agentes estresantes químicos. 3- El estrés emocional o psicológico incluye la preocupación por el tiempo, el dinero, la carrera y la pérdida de un ser querido. Cuando nos vemos expuestos a cualquiera de estas tres categorías de estrés, el cuerpo responde a cada tipo de la misma manera exactamente, los humanos percibimos como agente estresantes no sólo las amenazas físicas, sino también una multitud de experiencias complejas que podemos clasificar como psicológicas o emocionales: fecha de entrega límite, problemas con el coche, altercados con los compañeros de trabajo o con el jefe y los problemas económicos y de familia, por nombrar unas cuantas. Estas amenazas no físicas son tan potencialmente peligrosas para nuestra supervivencia como las físicas. La diferencia reside en que las amenazas no físicas a las que nos enfrentamos son más complejas y no pueden controlarse con la reacción de huída o lucha. Estrés agudo y crónico Los animales casi siempre se enfrentan a una forma de estrés agudo, que tiene un principio y un final rápidos. En estas situaciones de estrés agudo, el cuerpo del animal se alarma y cuando finaliza la reacción de huida o lucha, vuelve a recuperar el equilibrio homeostático. Los humanos tendemos a vivir en esas situaciones de estrés crónico. Nos vemos sometidos a diario a factores estresantes, tanto físicos como químicos o emocionales, casi a cada instante. Dadas nuestras costumbres sociales, la huida o lucha no son socialmente aceptables. En cambio, nos preocupamos, anticipamos, razonamos, ocultamos, racionalizamos y transigimos en determinadas situaciones. Con nuestros billones de conexiones sinápticas, tenemos una capacidad de recordar tan extraordinaria que podemos activar la respuesta al estrés sin que el agente estresante esté presente. En otras palabras, el mero hecho de pensar en el agente estresante origina la misma respuesta al estrés. Esto es lo que comienza a crear el resultado más perjudicial, el llamado estrés crónico. Estrés psicológico o emocional El estrés que causa más daños a los humanos es el estrés crónico psicológico o emocional, y también es el más común. El estrés psicológico o emocional origina estrés físico. Por ejemplo, podemos discutir con nuestra madre y acabar con una contracción muscular en los hombros o en el cuello y ese estrés físico puede producir estrés químico. ( Sentimos dolor y el cuerpo envía una señal de alarma que desencadena una respuesta suprarrenal ). El estrés químico, a su vez, provoca estrés físico. (Cuando nos encontramos en modo de emergencia, las reparaciones vitales y los recursos curativos se minimizan, de manera que el problema de cuello y hombros podría volverse crónico). La preocupación por este dolor físico produce estrés psicológico. músculo esquelético en forma de contracciones, tensión muscular, rigidez y dolor articular que aparecen a medida que la energía de nuestros órganos se agota. El estrés de la anticipación Podemos mirar hacia delante y anticipar situaciones estresantes. En realidad, podemos experimentar el estrés aun antes de que el suceso por el que nos estresamos tenga lugar. Los humanos, activamos la respuesta al estrés con la anticipación de complejas situaciones psicológicas y sociales que jamás se le han pasado por la cabeza a un perro. Tal vez ésa sea una de las cosas que admiramos en nuestras mascotas. Parecen vivir plenamente el momento, libres por completo del estrés anticipatorio. Sin siquiera mover un músculo, podemos hacer que nuestro páncreas produzca hormonas, alterar la secreción de nuestras glándulas suprarrenales, hacer que nuestro corazón lata más rápido, dirigir el flujo sanguíneo hacia nuestras piernas, cambiar el ritmo de nuestra respiración e incluso hacernos más propensos a la infección. Los humanos somos seres poderosos en este respecto. Con el simple hecho de pensar en un agente estresante podemos prepararnos psicológicamente para enfrentarnos a él, igual que si estuviera presente. El estrés crónico, el mantenimiento repetido de la respuesta al estrés, es lo que en realidad hace daño. Nuestros cuerpos no están diseñados para situaciones de estrés duradero. Cuando la respuesta al estrés se activa de manera continua, vamos de cabeza hacia la enfermedad. Estamos sentados en nuestra oficina trabajando en un proyecto cuando nuestro supervisor entra de repente y dice: “ Escucha, necesito tu ayuda lo antes posible. El vicepresidente de producción acaba de enviarme un correo electrónico para decirme que tendremos una reunión de presupuestos dentro de una hora. Quiere que se haga la presentación en PowerPoint y que esté lista en treinta minutos para que pueda revisarla y corregirla. Deja lo que estés haciendo y consígueme esas hojas de cálculo que te mencioné la semana pasada “. ¿ Qué hacemos ¿ Dejamos de trabajar en las previsiones de ventas del tercer cuatrimestre y hacemos lo que nos ha pedido nuestro jefe. En lugar de buscar una forma de progresar en nuestro trabajo, tenemos que encargarnos de asuntos inmediatos. Lo mismo ocurre cuando se desencadena en nuestro cuerpo una respuesta al estrés. Tenemos que atender la emergencia en ese instante. No es posible demorarlo. En consecuencia, cualquier reparación regenerativa celular a largo plazo tendrá que ser pospuesta. La respuesta al estrés moviliza la energía para que los músculos la utilicen en la reacción de huida o lucha. Incluso la digestión puede esperar, es un proceso lento y consume demasiada energía que no podemos desperdigar, ya que tenemos que ponernos en movimiento y tenemos que hacerlo ya! Y sabemos lo que ocurre en el trabajo cuando debemos dejar una cosa para hacer otra. Esto crea un efecto cascada de fechas topes vencidas y emergencias. Lo mismo pasa con el cuerpo. Si utilizamos continuamente nuestras fuentes de energía y las movilizamos para hacer frente a las amenazas, jamás avanzaremos. Cuando nuestro cuerpo llega a un punto en el que sus depósitos de energía están tan mermados que no puede llevar a cabo tareas tan vitales como luchar contra los invasores, caemos enfermos. Los niveles elevados de cortisol inhiben el sistema inmunológico. Una vez que nuestro sistema inmunológico se ve afectado y nos ponemos enfermos, nuestros sistemas, ya debilitados, se enfrentan a una dosis doble de problemas: la enfermedad en sí y el estrés que genera el hecho de estar enfermo. ¿ Cuantas veces hemos dicho algo como “no puedo permitirme estar enfermo ahora” ¿ Porque nos ponemos enfermos precisamente en ese momento?¿ Por la angustia, tal vez? ¿Y qué pasa con el hecho de que la enfermedad provoca estrés físico, químico y emocional? La mayoría de las personas que sufre estrés duerme menos que cuando estaba relajada, ya que sus niveles de adrenalina en sangre las mantiene preparadas y vigilantes. El sueño es el período en el que se llevan a cabo muchos procesos de reparación. Cuanto menos tiempo durmamos, menos de las más importantes es la de nuestro sistema inmunológico. Cuando ese sistema se ve afectado o anulado por completo, somos incapaces de luchar contra invasores como las bacterias o los virus, de modo que nos vemos asolados por las infecciones y asediados por la enfermedad. En particular, podemos padecer enfermedades relacionadas con el sistema inmunológico, como las alergias, la gripe o la artritis reumatoide. ¿Cómo va a ser capaz mi sistema inmunológico de detectar la aparición de células tumorales y de eliminarlas cuando estamos luchando contra una emergencia que requiere todas nuestras energías? Las células cancerígenas pueden reproducirse impunemente cuando el sistema inmunitario está bloqueado por la respuesta al estrés. Para decirlo en pocas palabras, cuanto más estrés haya en nuestra vida, con más frecuencia nos pondremos enfermos, y los efectos de un sistema inmunológico comprometido se manifiestan de muchas maneras. De repente tenemos más problemas acuciantes que la situación estresante que originó esos problemas. La gente piensa: Me encargaré de ello cuando se calme la situación. Muchas veces, la situación de estrés no se calma, y nos vemos atrapados en un círculo vicioso en el que el estrés genera más estrés. Los estudios han demostrado que una cantidad demasiado elevada de CRH (la sustancia química producida durante la respuesta al estrés) en sangre reduce la producción y la secreción de la hormona del crecimiento. Los niños que sufren estrés crónico crecen más lentamente. En los adultos, esto significa que la producción del músculo y hueso está inhibida. Además, el exceso de CRH afecta a la digestión, de manera que puede aparecer un síndrome de colón irritable. Si el eje hipotálamo-hipofisiariosuprarrenal es hiperactivo, las células corporales pueden dejar de absorber glucosa en respuesta a la insulina, con lo que aparecería una diabetes. Y no solo nuestro cuerpo el que puede sufrir. Estudio recientes señalan que el exceso de CRH juega un papel importante en las alteraciones mentales, en las fobias y en los ataques de pánico. El Corazón en un puño En la época en la que vivíamos a merced de los sigilosos depredadores, para nosotros los humanos suponía una enorme ventaja tener un sistema cardiovascular que respondiera a la primera de cambio cuando divisábamos a ese tigre dientes de sable dirigiéndose hacia nosotros. Era una maravilla que se incrementara la presión sanguínea y aumentara el ritmo cardíaco para proporcionar un aumento de energía a nuestros brazos y nuestras piernas. Sin embargo, si se incrementa la presión arterial y se acelera el ritmo cardíaco cada día nos enfrentamos a todo tipo de situaciones de estrés. Nuestro sistema cardiovascular, aunque extraordinario, no fue diseñado para soportar ese tipo de estrés psicológico/ emocional tan constante. Si el estrés crónico continúa, las señales adrenérgicas harán que el corazón lata más rápido y que la presión arterial aumente. Pero no podemos hacer nada para reaccionar al agente estresante, no podemos luchar ni huir. Si el estrés agudo provoca un incremento rápido de la presión arterial durante un corto período de tiempo, el estrés crónico causará un aumento de la presión que se mantendrá continuamente. La hipertensión resultante hace que nuestro flujo sanguíneo sea turbulento y que los vasos sanguíneos se vuelvan rígidos. El flujo de sangre se encuentra con miles de bifurcaciones arteriales que se convierten en las arteriolas cada vez más estrechas que irrigan los tejidos, y finalmente, las células. Ninguna célula de nuestro cuerpo se encuentra a más de cinco células de distancia de un vaso sanguíneo. En cada una de las miles de bifurcaciones, la sangre a presión se ve obligada a chocar contra la zona donde se dividen los vasos, y es esto lo que daña su suave superficie interna. En todos los puntos donde el sistema circulatorio se divide en arterias más pequeñas, se produce un remolino de esta sangre a presión que a la larga genera una lesión en el vaso. Una vez dañado, otro tipo de células se apresuran a llegar al lugar de la herida para detener la laceración e impedir la inflamación. Como resultado, se produce una aglomeración en el interior del vaso. Y es así como comienza a formarse la placa. Además, el estrés crónico moviliza los depósitos de grasa hacia el torrente sanguíneo y se elevan los niveles de colesterol en sangre. Las cosas se vuelven cada vez más complicadas para nuestro sistema vascular, y las posibilidades de que se atasque o explote son cada vez mayores. La respuesta al estrés inhibe nuestras funciones cognitivas básicas. Cuando padecemos estrés crónico, la mayor parte del flujo sanguíneo cerebral se desvía hacia el cerebro posterior y el mesencéfalo, lejos del cerebro anterior, que es nuestro centro cognitivo superior. A menudo decimos que hay personas que pierden la cabeza y otras que la mantienen en situaciones de estrés. Está claro que lo que queremos decir es que esas personas piensan o no piensan con claridad bajo presión. La mayoría de la gente que padece estrés no piensa con claridad. Estudios recientes sugieren que el cortisol, una de las sustancias químicas producidas durante la respuesta al estrés, es el responsable de la degeneración de las células cerebrales del hipocampo, estos mismo estudios han demostrado que existe una correlación entre el estrés crónico, el deterioro de las neuronas del hipocampo y la depresión clínica. Si alguna vez has estado cerca de una persona depresiva, sabrás que salir a la calle y vivir neuronas) es muy activa en el hipocampo. La regeneración del hipocampo implica que cuando dejemos de vivir en modo de supervivencia, podremos disfrutar de una segunda oportunidad. Es muy posible que si la maquinaria necesaria para crear nuevos recuerdos puede repararse a sí misma, nuestro gusto por las aventuras regrese. La región que se encarga de crear nuevos recuerdos podría motivarnos a vivir nuevas experiencias y no desear las cosas familiares y rutinarias. No hay quien digiera el estrés El estrés crónico tiene otro efecto perjudicial. Aumenta los niveles de glucosa mediante la alteración del rendimiento del páncreas, del hígado y del mecanismo de almacenamiento de grasa en las células. El aumento de los niveles de glucosa como consecuencia del estrés crónico disminuye los niveles de insulina, lo que puede provocar la aparición de diabetes del adulto y de obesidad. ¿Y que pasa con la digestión? ¿Por qué se ve afectada la digestión, ya sea a través del úlceras, hernias de hiato, estreñimiento o síndrome de colon irritable?. La razón principal es que, cuando estamos estresados, el cuerpo traslada el flujo sanguíneo desde el tracto digestivo a las extremidades. Aunque tal vez comamos de forma saludable, el problema reside en que tenemos la mentalidad equivocada. Eso, en combinación con la ausencia del debido aporte sanguíneo en los órganos que se encargan de la digestión y asimilación de los nutrientes, significa que no digerimos los alimentos de manera adecuada. No asimilamos la comida de forma eficaz , los alimentos están ahí, pero nuestro cuerpo no posee ni la energía ni el aporte sanguíneo que hacen falta para digerir correctamente. Podemos ingerir todos los alimentos orgánicos que queramos, podemos llevar dietas macrobióticas, podemos tomar todas las vitaminas del mundo, pero si no metabolizamos lo que comemos como es debido, esos esfuerzos son inútiles. El estrés duele La adrenalina en pequeñas cantidades se comporta como energía líquida en todo el cuerpo, en especial en los músculos. En exceso, la cantidad que no se utiliza acaba depositándose en los tejidos. Eso provoca que los músculos se pongan tensos, se endurezcan, sufran contracturas y duelan. No podría decirte cuántas veces ha llegado alguien a mi consulta con el cuello tan agarrotado que parecía que tenía una de las orejas cosida al hombro. Como de costumbre, yo escuchaba la historia y después preguntaba: ¿Ha hecho algo que pueda haber causado esto?. Casi siempre escuchaba la misma respuesta: No. Creo que he dormido en mala postura. Entonces yo preguntaba: ¿ Ha dormido en condiciones diferentes? ¿ Ha dormido en una cama a la que no está acostumbrado o ha cambiado de almohada?. La respuesta era negativa, de modo que seguía con las preguntas: ¿Cuánto tiempo lleva durmiendo en esa misma cama?. Llevo durmiendo en esa misma cama unos diez años, me respondían. Cuénteme que ha sucedido en su vida en los últimos tres meses, les pedía yo. Y la mayoría me respondía con una lista de cosas similar a esta: Bueno, me despidieron del trabajo hace dos meses, a mi madre le han diagnosticado un cáncer y se está muriendo, me quedé en la ruina dos semanas atrás y están a punto de quitarme la casa por no pagar la hipoteca, mi esposa y yo nos hemos divorciado y ahora, a mis cincuenta y cuatro años, me dedico a abrir zanjas con una pala durante ocho horas al día para ganarme la vida. Después de esto, yo preguntaba: ¿De verdad cree que ha dormido en mala postura?. Fatiga crónica, depresión, apatía, falta de sueño, enfermedades frecuentes, disminución de la libido, no piensa ni recuerda con claridad, vive en la rutina, reacciona con facilidad, alteraciones cardíacas y trastornos digestivos, dolor muscular, calambres, dolor de espalda, ansiedad, obesidad, niveles elevados de colesterol y de glucosa en sangre, no es de extrañar que acudamos a un centro médico por problemas relacionados con el estrés. La frecuencia importa El estrés es inevitable. La clave está en limitar el tipo de estrés que experimentamos al estrés agudo, que es mucho menos perjudicial para el cuerpo que el crónico. El estrés agudo empieza y termina, lo que nos deja tiempo para recuperarnos. El estrés crónico no le deja tiempo a nuestro cuerpo para recuperarse. Y es entonces cuando el organismo empieza a hurtarle energía a otros procesos vitales. Si nuestro sistema de protección externa trabaja horas extras, como ocurre siempre que estamos en modo de supervivencia, el sistema de protección interna no funciona tan bien. El estrés continuo actúa de la misma forma que la activación repetida de neuronas. Cuántas más veces activamos esa respuesta, más difícil resultará desconectarla. Y esto nos lleva a la siguiente pregunta ¿por qué querríamos desconectarla?. Hay una cosa que no debemos olvidar sobre la homeostasis, y es que no tiene valores determinados. En otras palabras, con el tiempo el nivel que se considera normal cambiará. Si aumentamos continuamente el nivel de las sustancias químicas del estrés en el organismo, el mecanismo homeostático se recalibrará para considerar normal ese nivel elevado. Si activamos sin cesar la respuesta al estrés o si no podemos desconectarla durante largos períodos de tiempo, el cuerpo se recalibrará en un nuevo nivel interno de homeostasis. Este nuevo equilibrio se convertirá en el balance normal homeostático. Es como si subiéramos nuestro termostato interno a un nivel superior. Con el tiempo, nuestras células se acostumbrarán a los incrementos de adrenalina que reciben y necesitarán más para estabilizarse en el nivel apropiado. A mí se me parece mucho a lo que sucede en la adicción, cada vez que desencadenamos una respuesta al estrés en reacción a nuestro entorno, nuestro cerebro comienza a asociar el cambio químico interno con una causa exterior. Por lo tanto, tendemos a asociar a la gente, los lugares, las cosas, los momentos y los sucesos con las descargas de adrenalina, ese colocón que nos hace sentir vivos, en nuestra transformación en adictos a nuestro entorno o a las circunstancias estresantes.