ampliar información - Quiropráctica Rodermans

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ESTRÉS
Nuestra forma de reaccionar al entorno o nuestra forma de pensar pueden resultar
estresantes .
El estrés es responsable de un gran número de enfermedades tanto físicas como
emocionales.
Cuando percibimos una amenaza , nos ponemos inmediatamente en alerta .
Entramos en un estado agudo de anticipación , a la espera de que nos ocurra algo
potencialmente perjudicial. psicológico o emocional .Esta clase de estrés es necesaria ,
nos permite reaccionar , sobrevivir .
Estamos sometidos a tres categorías de estrés : físico , químico, emocional o
psicológico .
1.-El estrés físico incluye sucesos como un accidente de coche , una caída , una lesión ,
una vértebra fuera de sitio ,exposición a condiciones medioambientales como frío o
calor extremos , la falta de sueño o la escasez de comida o agua .
2.-El estrés químico toxinas a las que nos vemos expuestos en nuestro entorno ,
alérgenos o agentes contaminantes y muchos otros agentes estresantes químicos .
3.-El estrés emocional o psicológico incluye preocupaciones de todo tipo : económicas,
laborales , la pérdida de un ser querido etc .
Cuando nos vemos expuestos a cualquiera de estas categorías el cuerpo responde
de la misma manera.
Respondemos al estrés mediante dos vías . La primera se denomina respuesta
neurológica y la segunda respuesta química .
Respuesta neurológica: es una respuesta inmediata donde el sistema nervioso
autónomo se activa en respuesta a algo real o imaginario .
El sistema nervioso autónomo trasmite la información a través de la médula espinal y
los nervios espinales hasta los nervios periféricos , que son los que inervan a las
glándulas suprarrenales .Una vez que la información llega a las glándulas suprarrenales ,
éstas liberan adrenalina , que pasa de inmediato al torrente sanguíneo.
Respuesta química: Al igual que la respuesta neurológica, la respuesta química al
estrés puede desencadenarse por un simple pensamiento o por algo externo.
El proceso tiene lugar de la siguiente manera: cuando reaccionamos frente a un agente
estresante, es decir, un pensamiento que anticipa la presencia de estrés o el recuerdo de
una situación estresante anterior, nuestro cerebro activa diversos circuitos neuronales a
través de distintos sistemas. Esos circuitos neuronales envían una señal a una parte del
mesencéfalo llamada hipotálamo. El hipotálamo es una especie de fábrica que toma
materias primas químicas y las ensambla para producir péptidos. Un péptido es un
mensajero químico que le indica al cuerpo que debe activarse de una manera
determinada.
En la respuesta al estrés, el péptido generado por el hipotálamo se denomina hormona
liberadora de corticotropina o CRH. Una vez que se libera el CRH, ésta entrega un
mensaje químico a la hipófisis. Cuando la hipófisis recibe la señal del hipotálamo,
fabrica otro péptido llamado hormona adrenocorticotropa o ACTH. Este nuevo mensaje
químico resulta aceptable para el receptor situado en las células de las glándulas
suprarrenales.
Tendemos a vivir situaciones de estrés crónico , nos vemos a diario sometidos a factores
estresantes , tanto físicos como químico o emocionales , nos preocupamos, anticipamos,
razonamos , ocultamos , racionalizamos y transigimos en determinadas ocasiones .
Podemos activar la respuesta al estrés sin que el agente estresante esté presente ( con
pensamiento). En otras palabras el mero hecho de pensar en el agente estresante origina
la misma respuesta al estrés . Esto es lo que comienza a crear el resultado más
perjudicial , el estrés crónico .
Síntomas del estrés crónico :
El corazón en un puño :
El estrés aumenta la presión sanguínea y aumentará el ritmo cardíaco, que hará que el
corazón lata más rápido .Aumenta los niveles de glucosa mediante la alteración del
rendimiento del páncreas , del hígado y del mecanismo de almacenamiento de grasa en
las células .El aumento de los niveles de glucosa como consecuencia del estrés crónico
disminuye la insulina , lo que puede provocar la aparición de diabetes en adultos y de
obesidad .
La digestión se ve afectada , úlceras , hernias de hiato , estreñimiento o síndrome de
colón irritable .
Cuando estamos estresados el cuerpo traslada el flujo sanguíneo desde el tracto
digestivo hasta las extremidades .Aunque comamos de forma saludable el problema está
en que tenemos la mentalidad equivocada , eso en combinación con la ausencia del
debido aporte en los órganos que se encargan de la digestión , significa que no
digerimos los alimentos de manera adecuada .No asimilamos la comida y de ahí que
nuestro cuerpo no posea ni la energía ni el aporte sanguíneo que hace falta para digerir
correctamente.
El estrés duele
La adrenalina en cantidades pequeñas se comporta en el cuerpo como energía líquida ,
en especial en los músculos . El exceso , la cantidad que no utilizamos se deposita en los
tejidos
Eso provoca que los músculos se pongan tensos , se endurezcan , sufran contracturas y
duelan.
El estrés es inevitable , la clave está en limitar el tipo de estrés :el estrés agudo , que nos
permite reaccionar ante una situación de peligro y que desaparece una vez pasado este ,
nos permite sobrevivir , ponernos a salvo .El estrés agudo empieza y termina , lo que
nos permite recuperarnos .
Es el estrés crónico no da tiempo a nuestro cuerpo a recuperarse , poniendo en riesgo
nuestra salud .
LA RESPUESTA RUTINARIA
La rutina, que nos resulta fácil, natural, automática y cómoda, está controlada por
nuestras reacciones a los estímulos que captamos en los alrededores. Con el tiempo,
esos circuitos neuronales se refuerzan hasta tal punto (mediante la asociación en un
primer momento, y después a través de la repetición) que acaban verdaderamente
estructurados.
Actuamos de manera inconsciente la mayor parte del tiempo porque una vez que un
circuito neuronal se estructura, nos volvemos menos conscientes de su actividad.
Tanto el cuerpo como el cerebro son unos ahorradores de energía extraordinarios.
Los pensamientos habituales apenas requieren esfuerzo, son como el motor de nuestro
coche al ralentí. Estamos situados en un “aparcamiento” mental, sin ir a ningún sitio.
Generamos la misma mentalidad a diario porque activamos los mismos circuitos
neuronales en los mismos patrones, combinaciones y secuencias. Esa es la razón de que
nos sea tan sencillo ser como somos. Comportarse de la forma habitual no cuesta ningún
esfuerzo en absoluto.
Si nuestra personalidad es la suma total de los circuitos neuronales que hemos heredado
y los que hemos desarrollado, y esos circuitos funcionan como programas de ordenador,
entonces cuando iniciamos un pensamiento habitual, esos programas se ponen en
marcha sin ningún esfuerzo consciente por nuestra parte.
Estos programas están basado en nuestras relaciones pasadas con el entorno, y se han
desarrollado a través de experiencias repetidas.
LO MISMO DE SIEMPRE
A medida que avanzamos en la vida, trabajamos en nuestro oficio, interactuamos con
nuestro cónyuge durante veinte años, llevando a nuestros hijos al colegio, cortamos el
césped o incluso vivimos en la misma casa junto a los mismos vecinos, ¿es de extrañar
que caigamos presas de los mismos hábitos neuronales?. ¿Nuestra vida se ha convertido
en una serie de reacciones inconscientes y automáticas?.
Por ejemplo, cuando nos levantamos esta mañana y nos preparamos para ir a trabajar, lo
más probable es que hayamos seguido la misma rutina que hacemos todos los días
laborables. No sólo seguimos el mismo orden general de actividades (ir al baño,
cepillarnos los dientes, ducharnos, vestirnos, escuchar el informe de tráfico, seguir la
ruta para ir a trabajar, aparcar en el mismo sitio o muy cerca), sino que dentro de esa
rutina, es casi seguro que realizamos tareas siguiendo los mismos pasos. Por supuesto,
es importante quitarle la tapa al tubo de pasta de dientes antes de usarlo, pero seguro
que empezamos a cepillarnos los dientes por el mismo lado de la boca (por atrás, donde
las muelas) y que cambiamos al otro lado después del mismo número de
cepillados........como siempre.
Cada día, miles de veces en nuestra vida, llevamos a cabo estas acciones repetitivas.
Estas tareas son fáciles, comunes, cómodas familiares y rutinarias; para nosotros son tan
naturales como respirar. Todos estos son ejemplos de circuitos neuronales estructurados
en acción.
En cierto sentido, estas rutinas son un milagro de la eficiencia y la competencia. Los
humanos somos maestros de la multitareas; mientras realizamos estas funciones
rutinarias, nuestra mente está ocupada en otras cosas.
¿Qué pasaría si no sólo nuestro comportamiento, sino también nuestras creencias,
valores, actitudes y estados de ánimo cayeran en ese mismo patrón predecible,
inconsciente e irreflexivo?
Lo que mantiene a la gente atrapada dentro de una misma mentalidad es que las redes
neuronales que activamos de forma más común, y que por tanto son las más
estructuradas, son el resultado de nuestra forma de pensar.
Son los circuitos más refinados y perfeccionados que tenemos y se han desarrollado a
través de la interacción entre nuestros circuitos heredados y los conocimientos y
experiencias que hemos adquirido.
LA VIDA “DENTRO DE LA CAJA¨
Si las redes neuronales y las conexiones sinápticas son como las huellas de los
recuerdos pasados, entonces deberíamos paralizar nuestra forma habitual de pensar y de
sentir (y de sentir y de pensar) para rediseñar el cerebro. Esto sacaría al cerebro de sus
rutas de activación acostumbradas y le permitiría crear nuevas secuencias de
circuitos....... nuevas huellas. Pero para hacerlo, se necesitaría fuerza de voluntad y un
esfuerzo mental.
Pensar fuera de los límites de la caja, pues, es obligar a nuestro cerebro a activar
patrones sinápticos en un orden y una secuencia diferentes a los habituales.
Para las cosas básicas como caminar, escribir a máquina, conducir, comer o atarnos los
cordones de los zapatos.......sí, vivir dentro de los límites de esa caja no está mal. Pero
una de las razones fundamentales por las que esta forma de pensar se considera auto
limitante es pensar como actuaría el cerebro en modo de supervivencia.
MODO DE SUPERVIVENCIA
Hace mucho tiempo, la vida era dura, cruel y corta. Dependíamos en gran medida de los
caprichos de la naturaleza y necesitábamos estar alerta ante cualquier posible
depredador, enemigo o desastre natural. Estar alerta frente a esos peligros nos mantenía
vivos y mantenía la herencia genética intacta.
Los tiempos han cambiado y los peligros que amenazan nuestra supervivencia se han
transformado tanto en tipo como en intensidad. Lo que no ha cambiado es que gran
parte de las estructuras necesarias para sobrevivir en ese medio tan duro, la mayoría de
esos circuitos y regiones de la memoria neurológica, siguen activas en nuestro cerebro.
A lo largo de la evolución de nuestra especie, a través de la asociación y la repetición,
los circuitos neuronales que sirvieron para mantenernos con vida, a los que nos
referimos generalmente como reacción de huida o lucha, se han activado durante
centenares de miles de años.
Esas respuestas instintivas están tan estructuradas en nuestro cerebro como las que más.
Cuando se desencadena una reacción de supervivencia a través del sistema nervioso
simpático (SNS), se incrementan el ritmo cardíaco y la presión arterial, se reduce el
aporte sanguíneo en el aparato digestivo y se aumenta el de las extremidades a fin de
prepararnos para la acción, se moviliza la glucosa del torrente sanguíneo como fuente de
energía, se liberan hormonas que le proporcionan al cuerpo un torrente de vitalidad, se
activa el modo super consciente del cerebro, se dilatan las pupilas y se despeja el
cristalino para permitir la visión a más larga distancia, y se dilatan los bronquíolos para
que llegue una mayor cantidad de oxígeno a la sangre. Todos estos cambios preparan al
cuerpo para huir o luchar, incrementan nuestro nivel de conciencia y nuestra disposición
para la acción física.
Como recordarás, el sistema parasimpático (SNP) hace justo lo contrario. Ralentiza las
respuestas de nuestro cuerpo, disminuye el ritmo cardíaco y la presión arterial, reduce el
ritmo respiratorio, incrementa el aporte sanguíneo en el aparato digestivo y en la piel,
constriñe las pupilas y el cristalino, etc. Imagina estos procesos como nuestra respuesta
de descanso y digestión.
El SNS utiliza la energía para emergencias inminentes, así que podemos considerarlo
como una especie de pedal acelerador. El SNP conserva la energía para proyectos a
largo plazo, como la reparación y el desarrollo; al igual que el embrague, nos permite ir
en punto muerto y conservar la energía vital.
Una de las tareas principales del neocórtex, (parte de la intelectual, la cognitiva, la
capacidad de resolver problemas, la de aprender y la de comunicar) es utilizar los cinco
sentidos para permanecer consciente y atento al mundo exterior. Además de sus
habilidades innatas (aprender, razonar, analizar, concentrarse, soñar, recordar, utilizar el
lenguaje, inventar y abarcar conceptos abstractos), está la capacidad de percibir el
entorno a través de los cinco sentidos.
LA NEUROLOGÍA Y LA QUÍMICA DEL ESTRÉS
Vivir en un estado de estrés es vivir en el modo de supervivencia, ya que son una misma
cosa. Un factor o agente estresante es todo aquello que perturba el equilibrio químico
normal del cuerpo.
Estoy seguro de que conoces a gente que siempre parece estar estresada; aun cuando no
insistieran en decirte continuamente lo estresadas que están, tu te los habrías imaginado
sin problemas....Otras personas parecen plácidas y sonrientes por fuera, pero por dentro
son como una olla a punto de explotar. Otras, sin embargo, muestran una paz tanto por
dentro como por fuera que nos lleva a creer que han minimizado sus niveles de estrés.
Nuestra forma de reaccionar al entorno o nuestra forma de pensar en respuesta a
momentos pasados o futuros que pueden resultar estresantes, es la responsable de la
mayor parte de las enfermedades, tanto físicas como emocionales, que padecemos.
Respondemos al estrés mediante dos vías. La primera se denomina respuesta
neurológica y la segunda, respuesta química.
La respuesta neurológica: la vía rápida
1- La primera respuesta es la más inmediata. En ella, el sistema nervioso autónomo
se activa en respuesta a algo real o imaginario de nuestro entorno.
2- El sistema nervioso autónomo transmite la información a través de la médula
espinal y los nervios espinales hasta los nervios periféricos, que son los que
inervan a las glándulas suprarrenales.
3- Una vez que esta información llega a la velocidad del rayo hasta las glándulas
suprarrenales, éstas liberan adrenalina, que pasa de inmediato al torrente
sanguíneo.
Esta primera respuesta o respuesta inmediata tiene lugar en un instante. Genera una
estimulación adrenal que tiene como resultado una alteración radical del equilibrio
químico, además de un buen número de respuestas fisiológicas. El cuerpo detiene o
limita las funciones no esenciales, como la digestión, y la sangre se traslada desde los
órganos internos hacia los músculos a fin de prepararlos para la acción. Estamos en un
estado de percepción y vitalidad agudizadas. Estamos preparados para luchar o huir.
La respuesta química: la vía lenta
Al igual que la respuesta neurológica, la respuesta química al estrés puede
desencadenarse por un simple pensamiento o por algo externo.
El proceso tiene lugar de la siguiente manera: cuando reaccionamos frente a un agente
estresante, es decir, un pensamiento que anticipa la presencia de estrés o el recuerdo de
una situación estresante anterior, nuestro cerebro activa diversos circuitos neuronales a
través de distintos sistemas. Esos circuitos neuronales envían una señal a una parte del
mesencéfalo llamada hipotálamo. El hipotálamo es una especie de fábrica que toma
materias primas químicas y las ensambla para producir péptidos. Un péptido es un
mensajero químico que le indica al cuerpo que debe activarse de una manera
determinada.
En la respuesta al estrés, el péptido generado por el hipotálamo se denomina hormona
liberadora de corticotropina o CRH. Una vez que se libera el CRH, ésta entrega un
mensaje químico a la hipófisis. Cuando la hipófisis recibe la señal del hipotálamo,
fabrica otro péptido llamado hormona adrenocorticotropa o ACTH. Este nuevo mensaje
químico resulta aceptable para el receptor situado en las células de las glándulas
suprarrenales.
Definición de estrés
Cuando percibe una amenaza, nos ponemos inmediatamente en alerta. Entramos en un
estado agudo de anticipación, a la espera de que nos ocurra algo potencialmente
perjudicial. A diferencia de la mayoría de los demás vertebrados, podemos
desencadenar esta respuesta a través de una reacción al medio o a través de la
expectación, con un solo pensamiento.
Como humanos, estamos sometidos a tres categorías de estrés: físico, químico y
psicológico o emocional.
La sabiduría popular sostiene que el ejercicio reduce el estrés, pero nuestro estado
mental y nuestro estado del ser mientras hacemos ejercicio son tan importantes como el
número de repeticiones y pruebas que hagamos para mejorar nuestra salud.
No todo el mundo responde de la misma manera al estrés y no todo el mundo sufre las
consecuencias de la misma manera.
No debería sorprendernos que cada persona muestre una respuesta diferente al
estrés, ya que todos somos diferentes gracias a nuestra herencia genética, nuestras
experiencias y nuestro aprendizaje. Sin embargo, los humanos solemos mostrar los
típicos efectos corporales del estrés, entre los que se incluyen las sobrecargas de
adrenalina, que dejan el cuerpo agotado y alteran la secreción ácida del tracto
digestivo, lo que limita nuestra capacidad para descansar e impide la absorción de
nutrientes esenciales, como las proteínas. Como quiropráctico, he visto el efecto del
estrés sobre el sistema músculo esquelético
1- El estrés físico incluye sucesos como un accidente de coche, una caída, una
lesión debida al ejercicio excesivo y la exposición a duras condiciones
medioambientales, como el frío o el calor extremos, la falta de sueño o la
escasez de comida o agua.
2- El estrés químico es una preocupación cada vez más frecuente para mucha gente
de hoy en día. En nuestro entorno, nos vemos expuestos a una multitud de
toxinas, alérgenos, agentes contaminantes y muchos otros agentes estresantes
químicos.
3- El estrés emocional o psicológico incluye la preocupación por el tiempo, el
dinero, la carrera y la pérdida de un ser querido.
Cuando nos vemos expuestos a cualquiera de estas tres categorías de estrés, el cuerpo
responde a cada tipo de la misma manera exactamente, los humanos percibimos como
agente estresantes no sólo las amenazas físicas, sino también una multitud de
experiencias complejas que podemos clasificar como psicológicas o emocionales: fecha
de entrega límite, problemas con el coche, altercados con los compañeros de trabajo o
con el jefe y los problemas económicos y de familia, por nombrar unas cuantas. Estas
amenazas no físicas son tan potencialmente peligrosas para nuestra supervivencia como
las físicas. La diferencia reside en que las amenazas no físicas a las que nos enfrentamos
son más complejas y no pueden controlarse con la reacción de huída o lucha.
Estrés agudo y crónico
Los animales casi siempre se enfrentan a una forma de estrés agudo, que tiene un
principio y un final rápidos.
En estas situaciones de estrés agudo, el cuerpo del animal se alarma y cuando finaliza la
reacción de huida o lucha, vuelve a recuperar el equilibrio homeostático.
Los humanos tendemos a vivir en esas situaciones de estrés crónico. Nos vemos
sometidos a diario a factores estresantes, tanto físicos como químicos o emocionales,
casi a cada instante. Dadas nuestras costumbres sociales, la huida o lucha no son
socialmente aceptables. En cambio, nos preocupamos, anticipamos, razonamos,
ocultamos, racionalizamos y transigimos en determinadas situaciones. Con nuestros
billones de conexiones sinápticas, tenemos una capacidad de recordar tan extraordinaria
que podemos activar la respuesta al estrés sin que el agente estresante esté presente. En
otras palabras, el mero hecho de pensar en el agente estresante origina la misma
respuesta al estrés. Esto es lo que comienza a crear el resultado más perjudicial, el
llamado estrés crónico.
Estrés psicológico o emocional
El estrés que causa más daños a los humanos es el estrés crónico psicológico o
emocional, y también es el más común.
El estrés psicológico o emocional origina estrés físico. Por ejemplo, podemos discutir
con nuestra madre y acabar con una contracción muscular en los hombros o en el cuello
y ese estrés físico puede producir estrés químico. ( Sentimos dolor y el cuerpo envía
una señal de alarma que desencadena una respuesta suprarrenal ). El estrés químico, a su
vez, provoca estrés físico. (Cuando nos encontramos en modo de emergencia, las
reparaciones vitales y los recursos curativos se minimizan, de manera que el problema
de cuello y hombros podría volverse crónico). La preocupación por este dolor físico
produce estrés psicológico. músculo esquelético en forma de contracciones, tensión
muscular, rigidez y dolor articular que aparecen a medida que la energía de nuestros
órganos se agota.
El estrés de la anticipación
Podemos mirar hacia delante y anticipar situaciones estresantes. En realidad, podemos
experimentar el estrés aun antes de que el suceso por el que nos estresamos tenga lugar.
Los humanos, activamos la respuesta al estrés con la anticipación de complejas
situaciones psicológicas y sociales que jamás se le han pasado por la cabeza a un perro.
Tal vez ésa sea una de las cosas que admiramos en nuestras mascotas. Parecen vivir
plenamente el momento, libres por completo del estrés anticipatorio.
Sin siquiera mover un músculo, podemos hacer que nuestro páncreas produzca
hormonas, alterar la secreción de nuestras glándulas suprarrenales, hacer que nuestro
corazón lata más rápido, dirigir el flujo sanguíneo hacia nuestras piernas, cambiar el
ritmo de nuestra respiración e incluso hacernos más propensos a la infección. Los
humanos somos seres poderosos en este respecto. Con el simple hecho de pensar en un
agente estresante podemos prepararnos psicológicamente para enfrentarnos a él, igual
que si estuviera presente.
El estrés crónico, el mantenimiento repetido de la respuesta al estrés, es lo que en
realidad hace daño. Nuestros cuerpos no están diseñados para situaciones de estrés
duradero. Cuando la respuesta al estrés se activa de manera continua, vamos de cabeza
hacia la enfermedad.
Estamos sentados en nuestra oficina trabajando en un proyecto cuando nuestro
supervisor entra de repente y dice: “ Escucha, necesito tu ayuda lo antes posible.
El vicepresidente de producción acaba de enviarme un correo electrónico para decirme
que tendremos una reunión de presupuestos dentro de una hora. Quiere que se haga la
presentación en PowerPoint y que esté lista en treinta minutos para que pueda revisarla
y corregirla. Deja lo que estés haciendo y consígueme esas hojas de cálculo que te
mencioné la semana pasada “. ¿ Qué hacemos ¿ Dejamos de trabajar en las previsiones
de ventas del tercer cuatrimestre y hacemos lo que nos ha pedido nuestro jefe. En lugar
de buscar una forma de progresar en nuestro trabajo, tenemos que encargarnos de
asuntos inmediatos.
Lo mismo ocurre cuando se desencadena en nuestro cuerpo una respuesta al estrés.
Tenemos que atender la emergencia en ese instante. No es posible demorarlo. En
consecuencia, cualquier reparación regenerativa celular a largo plazo tendrá que ser
pospuesta. La respuesta al estrés moviliza la energía para que los músculos la utilicen en
la reacción de huida o lucha. Incluso la digestión puede esperar, es un proceso lento y
consume demasiada energía que no podemos desperdigar, ya que tenemos que ponernos
en movimiento y tenemos que hacerlo ya!
Y sabemos lo que ocurre en el trabajo cuando debemos dejar una cosa para hacer otra.
Esto crea un efecto cascada de fechas topes vencidas y emergencias. Lo mismo pasa con
el cuerpo. Si utilizamos continuamente nuestras fuentes de energía y las movilizamos
para hacer frente a las amenazas, jamás avanzaremos.
Cuando nuestro cuerpo llega a un punto en el que sus depósitos de energía están tan
mermados que no puede llevar a cabo tareas tan vitales como luchar contra los
invasores, caemos enfermos. Los niveles elevados de cortisol inhiben el sistema
inmunológico. Una vez que nuestro sistema inmunológico se ve afectado y nos
ponemos enfermos, nuestros sistemas, ya debilitados, se enfrentan a una dosis doble de
problemas: la enfermedad en sí y el estrés que genera el hecho de estar enfermo. ¿
Cuantas veces hemos dicho algo como “no puedo permitirme estar enfermo ahora” ¿
Porque nos ponemos enfermos precisamente en ese momento?¿ Por la angustia, tal vez?
¿Y qué pasa con el hecho de que la enfermedad provoca estrés físico, químico y
emocional?
La mayoría de las personas que sufre estrés duerme menos que cuando estaba relajada,
ya que sus niveles de adrenalina en sangre las mantiene preparadas y vigilantes. El
sueño es el período en el que se llevan a cabo muchos procesos de reparación. Cuanto
menos tiempo durmamos, menos de las más importantes es la de nuestro sistema
inmunológico. Cuando ese sistema se ve afectado o anulado por completo, somos
incapaces de luchar contra invasores como las bacterias o los virus, de modo que nos
vemos asolados por las infecciones y asediados por la enfermedad. En particular,
podemos padecer enfermedades relacionadas con el sistema inmunológico, como las
alergias, la gripe o la artritis reumatoide. ¿Cómo va a ser capaz mi sistema
inmunológico de detectar la aparición de células tumorales y de eliminarlas cuando
estamos luchando contra una emergencia que requiere todas nuestras energías? Las
células cancerígenas pueden reproducirse impunemente cuando el sistema inmunitario
está bloqueado por la respuesta al estrés. Para decirlo en pocas palabras, cuanto más
estrés haya en nuestra vida, con más frecuencia nos pondremos enfermos, y los efectos
de un sistema inmunológico comprometido se manifiestan de muchas maneras. De
repente tenemos más problemas acuciantes que la situación estresante que originó esos
problemas.
La gente piensa: Me encargaré de ello cuando se calme la situación. Muchas veces, la
situación de estrés no se calma, y nos vemos atrapados en un círculo vicioso en el que el
estrés genera más estrés.
Los estudios han demostrado que una cantidad demasiado elevada de CRH (la sustancia
química producida durante la respuesta al estrés) en sangre reduce la producción y la
secreción de la hormona del crecimiento. Los niños que sufren estrés crónico crecen
más lentamente. En los adultos, esto significa que la producción del músculo y hueso
está inhibida. Además, el exceso de CRH afecta a la digestión, de manera que puede
aparecer un síndrome de colón irritable. Si el eje hipotálamo-hipofisiariosuprarrenal es
hiperactivo, las células corporales pueden dejar de absorber glucosa en respuesta a la
insulina, con lo que aparecería una diabetes. Y no solo nuestro cuerpo el que puede
sufrir. Estudio recientes señalan que el exceso de CRH juega un papel importante en las
alteraciones mentales, en las fobias y en los ataques de pánico.
El Corazón en un puño
En la época en la que vivíamos a merced de los sigilosos depredadores, para nosotros
los humanos suponía una enorme ventaja tener un sistema cardiovascular que
respondiera a la primera de cambio cuando divisábamos a ese tigre dientes de sable
dirigiéndose hacia nosotros. Era una maravilla que se incrementara la presión sanguínea
y aumentara el ritmo cardíaco para proporcionar un aumento de energía a nuestros
brazos y nuestras piernas. Sin embargo, si se incrementa la presión arterial y se acelera
el ritmo cardíaco cada día nos enfrentamos a todo tipo de situaciones de estrés. Nuestro
sistema cardiovascular, aunque extraordinario, no fue diseñado para soportar ese tipo de
estrés psicológico/ emocional tan constante. Si el estrés crónico continúa, las señales
adrenérgicas harán que el corazón lata más rápido y que la presión arterial aumente.
Pero no podemos hacer nada para reaccionar al agente estresante, no podemos luchar ni
huir.
Si el estrés agudo provoca un incremento rápido de la presión arterial durante un corto
período de tiempo, el estrés crónico causará un aumento de la presión que se mantendrá
continuamente. La hipertensión resultante hace que nuestro flujo sanguíneo sea
turbulento y que los vasos sanguíneos se vuelvan rígidos. El flujo de sangre se
encuentra con miles de bifurcaciones arteriales que se convierten en las arteriolas cada
vez más estrechas que irrigan los tejidos, y finalmente, las células. Ninguna célula de
nuestro cuerpo se encuentra a más de cinco células de distancia de un vaso sanguíneo.
En cada una de las miles de bifurcaciones, la sangre a presión se ve obligada a chocar
contra la zona donde se dividen los vasos, y es esto lo que daña su suave superficie
interna. En todos los puntos donde el sistema circulatorio se divide en arterias más
pequeñas, se produce un remolino de esta sangre a presión que a la larga genera una
lesión en el vaso. Una vez dañado, otro tipo de células se apresuran a llegar al lugar de
la herida para detener la laceración e impedir la inflamación. Como resultado, se
produce una aglomeración en el interior del vaso. Y es así como comienza a formarse la
placa. Además, el estrés crónico moviliza los depósitos de grasa hacia el torrente
sanguíneo y se elevan los niveles de colesterol en sangre. Las cosas se vuelven cada vez
más complicadas para nuestro sistema vascular, y las posibilidades de que se atasque o
explote son cada vez mayores.
La respuesta al estrés inhibe nuestras funciones cognitivas básicas. Cuando padecemos
estrés crónico, la mayor parte del flujo sanguíneo cerebral se desvía hacia el cerebro
posterior y el mesencéfalo, lejos del cerebro anterior, que es nuestro centro cognitivo
superior.
A menudo decimos que hay personas que pierden la cabeza y otras que la mantienen en
situaciones de estrés. Está claro que lo que queremos decir es que esas personas piensan
o no piensan con claridad bajo presión. La mayoría de la gente que padece estrés no
piensa con claridad.
Estudios recientes sugieren que el cortisol, una de las sustancias químicas producidas
durante la respuesta al estrés, es el responsable de la degeneración de las células
cerebrales del hipocampo, estos mismo estudios han demostrado que existe una
correlación entre el estrés crónico, el deterioro de las neuronas del hipocampo y la
depresión clínica. Si alguna vez has estado cerca de una persona depresiva, sabrás que
salir a la calle y vivir neuronas) es muy activa en el hipocampo. La regeneración del
hipocampo implica que cuando dejemos de vivir en modo de supervivencia, podremos
disfrutar de una segunda oportunidad. Es muy posible que si la maquinaria necesaria
para crear nuevos recuerdos puede repararse a sí misma, nuestro gusto por las aventuras
regrese. La región que se encarga de crear nuevos recuerdos podría motivarnos a vivir
nuevas experiencias y no desear las cosas familiares y rutinarias.
No hay quien digiera el estrés
El estrés crónico tiene otro efecto perjudicial. Aumenta los niveles de glucosa mediante
la alteración del rendimiento del páncreas, del hígado y del mecanismo de
almacenamiento de grasa en las células. El aumento de los niveles de glucosa como
consecuencia del estrés crónico disminuye los niveles de insulina, lo que puede
provocar la aparición de diabetes del adulto y de obesidad.
¿Y que pasa con la digestión? ¿Por qué se ve afectada la digestión, ya sea a través del
úlceras, hernias de hiato, estreñimiento o síndrome de colon irritable?. La razón
principal es que, cuando estamos estresados, el cuerpo traslada el flujo sanguíneo desde
el tracto digestivo a las extremidades. Aunque tal vez comamos de forma saludable, el
problema reside en que tenemos la mentalidad equivocada. Eso, en combinación con la
ausencia del debido aporte sanguíneo en los órganos que se encargan de la digestión y
asimilación de los nutrientes, significa que no digerimos los alimentos de manera
adecuada. No asimilamos la comida de forma eficaz , los alimentos están ahí, pero
nuestro cuerpo no posee ni la energía ni el aporte sanguíneo que hacen falta para digerir
correctamente. Podemos ingerir todos los alimentos orgánicos que queramos, podemos
llevar dietas macrobióticas, podemos tomar todas las vitaminas del mundo, pero si no
metabolizamos lo que comemos como es debido, esos esfuerzos son inútiles.
El estrés duele
La adrenalina en pequeñas cantidades se comporta como energía líquida en todo el
cuerpo, en especial en los músculos. En exceso, la cantidad que no se utiliza acaba
depositándose en los tejidos. Eso provoca que los músculos se pongan tensos, se
endurezcan, sufran contracturas y duelan.
No podría decirte cuántas veces ha llegado alguien a mi consulta con el cuello tan
agarrotado que parecía que tenía una de las orejas cosida al hombro. Como de
costumbre, yo escuchaba la historia y después preguntaba: ¿Ha hecho algo que pueda
haber causado esto?. Casi siempre escuchaba la misma respuesta: No. Creo que he
dormido en mala postura. Entonces yo preguntaba: ¿ Ha dormido en condiciones
diferentes? ¿ Ha dormido en una cama a la que no está acostumbrado o ha cambiado de
almohada?. La respuesta era negativa, de modo que seguía con las preguntas: ¿Cuánto
tiempo lleva durmiendo en esa misma cama?. Llevo durmiendo en esa misma cama
unos diez años, me respondían.
Cuénteme que ha sucedido en su vida en los últimos tres meses, les pedía yo. Y la
mayoría me respondía con una lista de cosas similar a esta: Bueno, me despidieron del
trabajo hace dos meses, a mi madre le han diagnosticado un cáncer y se está muriendo,
me quedé en la ruina dos semanas atrás y están a punto de quitarme la casa por no pagar
la hipoteca, mi esposa y yo nos hemos divorciado y ahora, a mis cincuenta y cuatro
años, me dedico a abrir zanjas con una pala durante ocho horas al día para ganarme la
vida. Después de esto, yo preguntaba: ¿De verdad cree que ha dormido en mala
postura?.
Fatiga crónica, depresión, apatía, falta de sueño, enfermedades frecuentes, disminución
de la libido, no piensa ni recuerda con claridad, vive en la rutina, reacciona con
facilidad, alteraciones cardíacas y trastornos digestivos, dolor muscular, calambres,
dolor de espalda, ansiedad, obesidad, niveles elevados de colesterol y de glucosa en
sangre, no es de extrañar que acudamos a un centro médico por problemas relacionados
con el estrés.
La frecuencia importa
El estrés es inevitable. La clave está en limitar el tipo de estrés que experimentamos al
estrés agudo, que es mucho menos perjudicial para el cuerpo que el crónico. El estrés
agudo empieza y termina, lo que nos deja tiempo para recuperarnos. El estrés crónico no
le deja tiempo a nuestro cuerpo para recuperarse. Y es entonces cuando el organismo
empieza a hurtarle energía a otros procesos vitales. Si nuestro sistema de protección
externa trabaja horas extras, como ocurre siempre que estamos en modo de
supervivencia, el sistema de protección interna no funciona tan bien.
El estrés continuo actúa de la misma forma que la activación repetida de neuronas.
Cuántas más veces activamos esa respuesta, más difícil resultará desconectarla. Y esto
nos lleva a la siguiente pregunta ¿por qué querríamos desconectarla?.
Hay una cosa que no debemos olvidar sobre la homeostasis, y es que no tiene valores
determinados. En otras palabras, con el tiempo el nivel que se considera normal
cambiará. Si aumentamos continuamente el nivel de las sustancias químicas del estrés
en el organismo, el mecanismo homeostático se recalibrará para considerar normal ese
nivel elevado. Si activamos sin cesar la respuesta al estrés o si no podemos
desconectarla durante largos períodos de tiempo, el cuerpo se recalibrará en un nuevo
nivel interno de homeostasis. Este nuevo equilibrio se convertirá en el balance normal
homeostático. Es como si subiéramos nuestro termostato interno a un nivel superior.
Con el tiempo, nuestras células se acostumbrarán a los incrementos de adrenalina que
reciben y necesitarán más para estabilizarse en el nivel apropiado. A mí se me parece
mucho a lo que sucede en la adicción, cada vez que desencadenamos una respuesta al
estrés en reacción a nuestro entorno, nuestro cerebro comienza a asociar el cambio
químico interno con una causa exterior. Por lo tanto, tendemos a asociar a la gente, los
lugares, las cosas, los momentos y los sucesos con las descargas de adrenalina, ese
colocón que nos hace sentir vivos, en nuestra transformación en adictos a nuestro
entorno o a las circunstancias estresantes.
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