R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s Taylorismo digital (*) F. Humberto Sotelo M. ―El Taylorismo‖, como es del conocimiento público, es un sistema de organización del trabajo que inventó Frederick Taylor (1856-1915), ingeniero mecánico y economista estadounidense, con el fin de aumentar la productividad. Su ―scientificmanagement‖ consistió, a grandes rasgos, en romper con la independencia de los trabajadores – quienes realizaban sus labores de manera individual--, estableciendo un sistema que los obligaba a especializarse en determinada área, tanto con el objeto de adquirir mayor destreza como con el propósito de eliminar todos los movimientos que provocasen pérdida de tiempo. Dicho ―invento‖ le permitió al sistema capitalista explotar de manera más efectiva a los trabajadores y, a la vez, potenciar de manera inaudita la productividad de éstos. Años después Henri Ford no sólo ―perfecciona‖ los aspectos principales del taylorismo, sino introduce también un complejo sistema de relaciones obrero-patronales que habría de convertirse durante varias décadas en un factor fundamental para la impresionante expansión que experimenta el sistema capitalista de los años treinta a los setenta del siglo pasado. Pero esto lo veremos más adelante, en un libro que estamos preparando. Por el momento nos limitaremos a señalar lo siguiente: gracias al taylorismo la clase trabajadora experimentó un sometimiento total al capital, viendo desaparecer los últimos vestigios que quedaban de su creatividad individual, mismos a los que Marx hizo Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s referencia en no pocas de sus obras, sin advertir que había señales inequívocas que anunciaban que tarde o temprano llegaría la hora en el que el trabajador no sería sino una pieza más del engranaje voraz que sólo anhelaba el aumento de las ganancias. Sin embargo, como advierte B. Coriat, con la "organización científica del trabajo‖, el trabajador no es fijado por una coacción externa sino por el despliegue de las operaciones técnicas cuya duración ha sido definida de modo riguroso mediante un cronometraje. De tal modo se elimina "el paseo" del obrero, y con él, el margen de iniciativa y libertad que el trabajador había logrado preservar. Más aún: al hacerse simples y repetitivas las tareas parcializadas, resultaba inútil la calificación refinada y polivalente. Se le quitaba al obrero el poder de negociación que podía tener gracias al "oficio" (1). Robert Castel observa: ―Pero los efectos de esta "organización científica del trabajo" se pueden interpretar de dos maneras: como una pérdida de la autonomía obrera, y como el alineamiento de las pericias profesionales en el nivel más bajo de las tareas reproductivas. Los análisis más frecuentes del taylorismo, al poner el acento en el aspecto de la desposesión son simplificadores. Por una parte, tienden a idealizar la libertad del obrero pretayloriano, capaz de vender su pericia al mejor postor. Esto sin duda era válido en el caso de los herederos de oficios artesanales con competencias raras y muy demandadas. No obstante, si bien es cierto que el taylorismo se instaló sobre todo en la gran empresa, se aplicó con la mayor frecuencia a poblaciones obreras recientes, de origen rural, subcalificadas y poco autónomas‖ (2). No ahondaremos en esa problemática, ya que ello desbordaría los límites de este trabajo. Esto lo haremos en un libro que estamos preparando sobre la crisis del trabajo y de las profesiones. Nos limitaremos a señalar que durante mucho tiempo los científicos sociales –economistas, sociólogos, etc.— pensaron que solamente los trabajadores tradicionales (vgr. los obreros industriales, y los otros segmentos de trabajadores de la ciudad y del campo) eran las víctimas propiciatorias del ―perfeccionamiento‖ del sistema de explotación a que hemos hecho referencia. En consecuencia, estaban excluidos del mismo segmento tales como los profesionistas, los técnicos altamente calificados, los intelectuales, los profesores, los científicos, los artistas, etc., los trabajadores del sector de servicios, y toda una amplia gama de núcleos que desarrollaban sus actividades en todas aquellas esferas desligadas del sistema productivo. Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s Tales segmentos --de acuerdo a varios sociólogos---, lejos de sufrir la explotación y alienación de los trabajadores tradicionales, gozaban de todo un cúmulo de ventajas y prerrogativas que los alejaba de la clase obrera y los acercaba a las clases propietarias. Esta percepción se generalizó una vez que el sistema capitalista se recupera de la crisis de 1929, experimentando una notable prosperidad a partir de la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces que comienza a surgir un amplio sector de empleados altamente calificados (entre ellos los llamados ―trabajadores de cuello blanco‖ (―White Collars‖) a quienes se consideró ―privilegiados‖, tanto por los altos salarios que devengaban como por las funciones que desempeñaban: a diferencia de los trabajadores fabriles, ellos realizaban trabajos de oficina ―altamente respetables‖ y ―relevantes‖, asumiendo no pocos de ellos funciones ejecutivas y gerenciales que los convertían en parte fundamental de la dirección (management) de las empresas. La sociedad de los gerentes A tal grado llegó la expansión de dicho sector que algunos pensadores llegaron a desprender la tesis de que sus miembros --en particular los gerentes de las grandes firmas y los técnicos altamente calificados-- estaban llamados a convertirse en una nueva ―clase dirigente‖, misma que desplazaría a los capitanes de la industria, del comercio y de las finanzas. Así, en 1935, Alfred Bingham afirmaba: ―Si seguimos la concepción marxista original de una clase que se eleve de la supremacía funcional a la supremacía política, actualmente nos lleva a la conclusión de que las clases medias técnicas y administrativas son los futuros candidatos en la secuencia de las clases dominantes‖ (3). Pocos años después, en 1941, aparece el libro The Managerial Revolution, de James Burnham, en el que anunciaba que había señales inequívocas de que el orbe no destinaba a ser gobernado por el capitalismo o el socialismo, sino más bien por ―una sociedad de gerentes‖. De acuerdo a dicho autor, el ascenso de la clase gerencial se daría a raíz de que ésta controlaba y administraba el proceso productivo y los medios de producción propiedad del Estado, pronosticando que, con el paso del tiempo, llegaría a controlar al mismo Estado (4). Los primeros indicios de este proceso los localiza Burham en el New Deal, donde un grupo de administradores gubernamentales se encargaron de reactivar a la economía norteamericana. Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s Uno de los primeros sociólogos –si es que no el primero-- que le salió al paso a dichas tesis fue C. Wright Mills, uno de los cerebros más lúcidos del marxismo norteamericano. Así, en un ensayo publicado en 1942, que llevaba como título ―Marx para los gerentes‖, se encargó de hacer trizas el planteamiento que sostenía que ―los gerentes‖ estaban llamados a convertirse en la ―nueva clase dirigente‖. Entre sus principales argumentos destacaban los siguientes: ―Que la capacidad especializada sea muy valorada no significa que los individuos calificados tengan oportunidad de obtener posiciones que supongan decisiones de poder‖. Y agregaba: ― La capacidad profesional no se identifica con la posición de clase(…) Los que controlan a los expertos no son ‗los colegas políticos‘ de los gerentes, sino sus poderosos amos‖ (…) ―Un error que prevalece en estas interpretaciones de las oportunidades de llegar al poder de los elementos administrativos de la nueva clase media es el supuesto de que la indispensabilidad técnica de ciertas funciones en una estructura social considerada ipso facto como una posibilidad de aspirar al poder político‖ (5). Diez años después, en su ensayo ―una mirada a los grupos de cuello blanco‖, C. Wright Mills observaba que dichos segmentos se encontraban en franca decadencia: ―Los empleados de cuello blanco –escribía—no pueden ya tomar prestado el prestigio del Jefe Empresario al estilo antiguo, como lo hacían hace 40 años. Porque su trabajo no se parece ya al de la clase media independiente (…) A medida que prosigue la mecanización de la oficina –y apenas ha empezado-- muchos empleos de cuello blanco se convertirán en trabajos más rutinarios y estarán sujetos a la misma amenaza de desempleo que el trabajo asalariado(6). No deja de sorprender la capacidad del sociólogo norteamericano para detectar la tendencia que se estaba presentando: cuando habla de ―mecanización de la oficina‖ (en esa época estábamos aún muy lejos del arribo de la informática y de Internet) no se refiere a otra cosa que a la ―estandarización‖ de los procedimientos y métodos que se impusieron en las empresas a partir de la década de los sesenta, contribuyendo a poner fin al ―imperio‖ de los gerentes y otros núcleos de los ―White Collars‖. Harry Braverman fue otro autor que contribuyó de manera notable a desmitificar a los trabajadores de cuello blanco, demostrando en su libro Trabajo y Capital Monopolista (7) que los mismos estaban sometidos a una cada vez mayor subsunción a las condiciones impuestas por el capital. Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s Desde entonces –nos referimos a las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado---se acentuó la transformación en trabajadores asalariados de los otrora segmentos a los que se denominó ―White Collars‖, incluyendo a la mayoría de los empleados que realizaban labores altamente especializadas. Algo similar sucedió con aquellos sectores que durante mucho tiempo se les consideró excluidos del sometimiento al capital: nos referimos, en concreto, a los profesionistas ―libres‖ (abogados, ingenieros, médicos, etc.). A diferencia de lo que sucedía en épocas anteriores, sus ingresos ya no dependían en lo fundamental de las actividades que realizaban de manera independiente (o en equipo, con sus colegas, vgr. en los despachos profesionales), sino cada vez más se veían ante la necesidad de ingresar a determinadas empresas para conseguir los recursos que requerían para solventar sus gastos personales. En una primera etapa combinaban dichas labores, esto es, atendían sus despachos o sus negocios personales, y a la vez se las ingeniaban para prestar sus servicios a alguna o algunas firmas comerciales o de servicios, pero, con el paso del tiempo, su actividad profesional independiente comenzó a declinar, viéndose obligados a buscar empleo, ora en el sector público, ora en el sector privado, convirtiéndose así en trabajadores asalariados, aunque a su labor se le denominase ―trabajo intelectual‖. Los expertos de la “sociedad del conocimiento” Empero, ¿cuál era la causa o el factor que estaba sobre determinando la transformación mencionada en líneas anteriores? A mediados de los sesenta del siglo pasado, el sociólogo norteamericano Daniel Bell advirtió --no sin lucidez— que el mundo del trabajo estaba experimentando cambios profundos debido al fenómeno que calificó como ―automatización‖ (como puede verse, iba más allá de la tesis de C. Wright Mills acerca de la ―mecanización‖ de la oficina), definiéndolo del siguiente modo: ―La automatización es un proceso que sustituye las tareas humanas por operaciones programadas cuyo control se realiza por medio de máquinas. Puede decirse que es el fruto de la cibernética y de los computadores. Es decir, los trabajos de naturaleza semi-rutinaria y las tareas que sólo requieren decisiones muy sencillas realizadas por el obrero durante el proceso de fabricación, ahora son Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s asumidas por servomecanismos, mientras que el flujo secuencial del trabajo es dirigido por un computador programado para regular cada paso de la operación. O, si es una oficina, las tareas de registrar, trasladar o recuperar información, en otros tiempos realizadas por un oficinista utilizando un sistema de archivos, son ahora efectuadas directamente por un computador‖ (8). Aunque en esa época la humanidad estaba muy lejos de presenciar la notable expansión de la cibernética ----y menos el surgimiento de Internet-- Daniel Bell tuvo el mérito de percatarse del impacto que habría de traer consigo el desarrollo de dicha ciencia, tanto en el ámbito del proceso de producción como de la administración. Comentando la tesis de dicho sociólogo, el economista Robert Leckachman observaba: ―Estamos en el umbral de una transformación revolucionaria destinada, antes de que transcurran muchos años, a redefinir la naturaleza del trabajo y hacer superflua la mayor parte de la población trabajadora‖ (9). Alrededor de treinta años después Jeremy Rifkin retomaría dicha tesis, aunque dándole su propio sesgo, en un libro intitulado El fin del Trabajo (10). Más adelante hablaremos acerca del mismo. Mientras tanto, llamaremos la atención sobre una de las derivaciones que se desprendieron del fenómeno que los sociólogos antes citados denominaron ―automatización‖: se pensó que traería consigo el surgimiento de un núcleo de expertos altamente especializado en las diversas ramas de la cibernética y de la comunicación, los cuales habrían de desempeñar un papel fundamental en lo que se dio en llamar ―la sociedad del conocimiento‖. Permítanos el lector una digresión: esta noción ha recibido diversas interpretaciones. Aquí retomaremos, por el momento la más común, la que la concibe como un tipo de sociedad en la que el conocimiento desempeña cada vez más un papel fundamental en el desarrollo económico. Peter Drucker, uno de los principales pioneros de este concepto, escribió: ―La formación de conocimiento es ya la inversión más grande en todos los países desarrollados, lo cual establece una diferenciación sustancial entre la vieja sociedad capitalista, con sus grandes emporios e infraestructuras, y la sociedad postmoderna, en la cual la calificación de trabajadores y empleados en el dominio de sus instrumentos, vale decir el conocimiento mismo, forma parte de lo que antiguamente se denominaba ―el modo de producción‖ (11). Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s Una de las derivaciones de dicha tesis --decíamos--- cristalizó en el planteamiento de que nos encontrábamos ante una nueva capa de trabajadores altamente especializados que, a semejanza de sus predecesores, los ―White Collars‖ y ―los gerentes‖, estaba llamado a ocupar un papel preponderante en la dirección de la sociedad, a un extremo tal que algunos sociólogos no vacilaron en catalogarlo como ―el tercer sector‖ de la economía. En contraste con la disminución de las prerrogativas de los otros sectores de la clase trabajadora, aquéllos se estaban convirtiendo en una élite privilegiada, gracias a su dominio de la informática. En palabras de Jeremy Rifkin, ―la peculiaridad de la nueva ‗revolución tecnológica‘ consistiría en que todos los sectores han caído víctimas de la reestructuración tecnológica y no ha irrumpido ningún sector "significativo" habilitado para canalizar la mano de obra desplazada (…) El único sector expansivo que se vislumbra es el del conocimiento, una élite de profesionales —los llamados analistas simbólicos o trabajadores del conocimiento— que continuarán creciendo en número "pero seguirán siendo pocos si los comparamos con el número de trabajadores sustituidos por la nueva generación de "máquinas pensantes" (12). No pocos exégetas del neoliberalismo pasaron a sostener que, a diferencia de los otros sectores, los ―trabajadores del conocimiento‖ (knowledgeworkers) se distinguirían por gozar de autonomía personal y por contar con inmensas facilidades para el despliegue de su creatividad, redundando todo ello, desde luego, en excelentes beneficios económicos. Escribiendo sobre la especificidad de dichos trabajadores, Robert Reich observó que estaban surgiendo tres tipos de ocupaciones en las naciones altamente desarrolladas: servicios de producción rutinaria, servicios personales y servicios simbólico-analíticos. ―Los dos primeros contienen una alta dosis de rutina, es decir, procedimientos previamente definidos. El primero genera bienes para el mercado mundial, y el segundo se aboca a necesidades cubiertas por el trato de persona a persona. En cambio, los servicios simbólico-analíticos incluyen las actividades de identificación de problemas, solución de los mismos e intermediación estratégica de clientes en redes o cadenas de valor‖. Agregaba que ―este tipo de trabajadores manipula símbolos: datos, palabras, representaciones orales y visuales, aunque tienen en común con las otras ocupaciones que su producción es para el mercado mundial, y deben estar en contacto personal con el cliente, las diferencias son sustantivas. Los actores de este nuevo tipo de Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s trabajo ‗simplifican la realidad en imágenes abstractas que pueden ser reordenadas, manipuladas, experimentadas, comunicadas a otros especialistas y transformadas en realidad‘ (…) Tienen ingresos variables, no están ligados a una organización y sus carreras no son lineales ni sometidas a un principio de jerarquía. Trabajan en equipos y en redes, esta parte de su desempeño es crucial. Para estos trabajadores, las credenciales acerca de su nivel y campo de estudios no son importantes, sino que lo es más su capacidad de usar de modo efectivo y creativo su conocimiento y habilidades. Se distinguen, así, de la vieja concepción de ‗profesionista‘, para quien es clave el manifestar la posesión formal de un conocimiento, y de ello depende su status profesional. No deja de aprender a lo largo de su vida laboral‖ (13). Parecía, pues, que nos encontrábamos ante un nuevo núcleo de expertos y técnicos altamente calificados que tomaría en sus manos las riendas del proceso de producción, convirtiéndose en un sector imprescindible para que las empresas estuvieran en condiciones de competir eficazmente en un entorno marcado por la globalización. Génesis del ciberproletariado Paradójicamente, el mismo factor que llevó a la ―entronización‖ de dicho segmento, fue la causa principal de que éste viera en pocos años asistir al desmoronamiento ---tal como sucedió con los ―White Collars y los gerentes‖—de su ―reinado‖. ¿A qué nos referimos? Entre otras cosas a la tecnología digital que se expandió gracias a Internet, que si bien en una primera etapa fue del dominio de los expertos citados, no tardó mucho en generalizarse --o si se quiere, en socializarse-- a través de la red, convirtiéndose quasi en un ―bien público‖ (decimos esto entre comillas porque aún persiste una ―brecha digital‖ entre las naciones altamente desarrolladas y los países del Tercer Mundo). Al mismo tiempo, cientos de tareas que otrora realizaban determinados especialistas fueron sustituidas por el ―software‖ elaborado ad hoc para reemplazar a los mismos. Al respecto Daniel Cohen observa: ―Se puede decir que la informática, mediante la objetivación de los procedimientos, convierte el saber profesional de cada uno en un bien común de la empresa y no exclusivo del trabajador. En este sentido, la informática continúa con el proceso de estandarización iniciado por el fordismo‖(14). Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s De esa forma, pues, los ―trabajadores del conocimiento‖ (o, como los denominan algunos sociólogos, los ―ciberexpertos‖) perdieron ---llamémosle provisionalmente así--su ―monopolio‖ sobre el manejo de las tecnologías de la información y la comunicación, pasando a convertirse en uno más de los sectores subsumidos por el capital. Jordy Michel analiza dicho fenómeno en los siguientes términos: ―A partir de la creación de Internet, es decir, su estabilización como red de redes, el trabajador del conocimiento, aquél que reunía las características señaladas en el inciso uno, ha sufrido una mutación, un aceleramiento. Ahora, existe ya una tecnología que está plenamente integrada a las nuevas funciones del trabajo. Un trabajador del conocimiento es alguien que inevitablemente, en alguna parte de su quehacer, pasa por el uso de esta red de redes, este artefacto de comunicación digital. Sin embargo, no es una tecnología externa al individuo, cada uno la crea, muchos la innovan, y algunas empresas ganan por su uso. La clave es la hipertextualidad, la supremacía de la información, nada es desconocido, nadie es desconocido, todos pueden ser comunicadores, todos pueden ser comunicados. Internet solo tiene valor en la medida en que es utilizada, bien sea para incrementar su información, para emplearla o, inclusive, para atacar su funcionamiento .Y agrega: ―La sociedad del conocimiento exige ‗trabajadores del conocimiento‘ y éstos tienen como característica general común que responden a la cancelación del circuito virtuoso de una economía en ascenso: incrementos de salarios ligados a incrementos de productividad bajo un contrato en que las empresas y el Estado son el marco de seguridad y garantía para el trabajador y el empresario. Es por ello, y no por una suerte de ‗descubrimiento‘ del valor del conocimiento, que estos nuevos trabajadores tienen como signo característico el estar sometidos a un trabajo precario/inseguro. Por ello deben emprender la práctica de ‗educación a lo largo de la vida‘ y generar el principio de que el conocimiento -constantemente recreado- es un valor de uso del trabajo humano superior a la adquisición de una "credencial" por la vía tradicional del sistema educativo. Este es el trabajo flexible en el campo laboral de los profesionistas‖ (15). El llamado ―teletrabajo‖ es, tal vez, el campo laboral que más sufre las consecuencias de la flexibilidad. Este asume diversas modalidades, ora como autoempleo, como trabajo a tiempo parcial o completo, y con cierta libertad o totalmente controlado por el empleador. Se calcula que existen alrededor de 9 millones de personas en Europa que se desempeñan en el mismo. Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s Peter Wilby, articulista de The Guardian, en un demoledor ensayo publicado en este órgano, escribe: "El trabajo de conocimiento", la supuesta salvación de Occidente, se exporta hoy como el trabajo manual. A un mercado global masivo de trabajo no cualificado le está sucediendo rápidamente un mercado de trabajo de clase media, de manera especial para industrias, como la electrónica, en las que se invirtió tanta esperanza de oportunidades de empleo y de elevados salarios. Conforme aumenta la oferta, los patronos se dirigen inevitablemente a la fuente más barata. Un diseñador de "chips" cuesta en India diez veces menos que uno de los EE. UU (…). Estamos familiarizados con la deslocalización de empleos de cuello blanco de secciones administrativas ("back office"), tales como la introducción de datos. Pero es que ahora están desapareciendo también los de las oficinas de contacto directo con los clientes ("middle office"). El análisis de rayos X, la elaboración de contratos legales, el procesamiento de declaraciones de la renta, la investigación de clientes bancarios, y hasta el diseño de sistemas industriales son ejemplos de empleos cualificados que se van allende los mares. Ni siquiera la enseñanza está inmune: el año pasado una escuela primaria del norte de Londres contrató a matemáticos de la India a fin de proporcionar tutorías unipersonales a través de la Red. Microsoft, Siemens, General Motors y Philips se encuentran entre las grandes empresas que realizan hoy parte de su investigación en China. El ritmo se acelerará. La exportación de ‗trabajo de conocimiento‘ exige sólo la transmisión de información electrónica, nada de fábricas ni de maquinaria. Alan Blinder, antiguo vicepresidente de la Reserva Federal norteamericana, ha calculado que un cuarto de todos los empleos del sector servicios en los EE.UU. podrían acabar fuera del país (…) Asia produce hoy más científicos e ingenieros que la Unión Europea y los EE. UU. juntos. Para 2012, de seguir las actuales tendencias, los chinos patentarán más inventos que cualquier otra nación (…) Muchas "habilidades de conocimiento" acabarán del mismo modo que las habilidades artesanales. Están siendo trituradas, codificadas y digitalizadas. Antaño, había un gerente de banco que hacía uso de su discreción y conocimiento del lugar para decidir qué clientes podían optar a un crédito. Ahora ese trabajo lo hace el programa informático. La capacidad humana de juicio queda reducida al mínimo, lo que explica por qué se le niegan con frecuencia créditos a algunos solicitantes debido a algún pago vencido mínimo y ya olvidado(…) Brown, Lauder y Ashton denominan "taylorismo digital" a este fenómeno, siguiendo a Frederic Winslow Taylor, que inventó la "gestión científica" a fin de mejorar la eficiencia industrial (…) No estamos más que al principio; Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M. R e v i s t a F o r o d e e d u c a c i ó n s u p e r i o r e l e c t r ó n i c a d e l P r o g r a m a d e E s t u d i o s U n i v e r s i t a r i o s C o m p a r a d o s hasta la enseñanza se ve cada vez más reducida a metas a corto plazo, enormemente concretas, gobernadas por listas informatizadas (…) El taylorismo digital hace más fácil exportar empleos, pero, de forma crucial, cambia la naturaleza de buena parte del trabajo profesional‖ (16). Frente al panorama descrito, todo parece llevarnos a la conclusión de que la llamada ―sociedad del conocimiento‖ es un mito. Tal como observa el sociólogo francés André Gorz, ―actualmente no se debe hablar de una ‗sociedad del conocimiento‘ sino del ‗capitalismo del conocimiento‖ que pretende convertir el conocimiento en un forma de capital inmaterial y, por lo tanto, en propiedad privada de empresa, dándole el mismo trato que al capital material‖ (17). El impacto de la problemática descrita en México y el estado de Puebla lo abordaremos en uno de los capítulos del libro que estamos preparando. Referencias bibliográficas (1) B. Coriat, ,L'atelier et le chronométre, París, Christian Bourgois, 1979. (2)Robert Castel, La sociedad salarial, Ed. Paidos, Argentina, 1997. (3)Citadopor C.W. Mills, en Power, Politics and People. The Collected Essays of C. Wright Mills, Oxford University Press y Ballatine Books, New York, 1963, pág. 32. (4)James Burnham,The Managerial Revolution, EEUU, The John Day Company, 1941. (5)C.W. Mills, Op. Cit., págs. 34, 35. (6) Ibid. (7)Harry Braverman, Trabajo y Capital Monopolista, Ed. Nuestro Tiempo, México, 1978. (8) Daniel Bell, The Age of Automatizacion, Nueva York, Mentor, 1965, págs. XVII-XVIII). (9)Robert Lekachman, The Age of Keynes, Random House, Inc., New York, 1970, pág. 243. (10)Jeremy Rifkin, El Fin del Trabajo, Paidós, México, 1996. Las cursivas son nuestras). (11)Peter Drucker, La gestión en un tiempo de grandes cambios, Barcelona, Edhasa, 1996. (12) Jeremy Rifkin, Op. Cit. (13)Robert Reich, The Work of Nations, Alfred A. Knopf, New York, 1991. (14) Daniel Cohen, Nuestros Tiempos Modernos, Kriterios, Tusquets Editores, España, 2001, pág. 47). (15)Micheli, Jordy, "Digitofactura: flexibilización, Internet y trabajadores del conocimiento", en Revista Comercio Exterior, Junio 2002. Disponible en el ARCHIVO del Observatorio para la Ciber Sociedad en http://www.cibersociedad.net/archivo/articulo.php?art=8). (Las cursivas son nuestras). (16) Peter Wilby, TheGuardian, 28 de febrero de 2011. (17) André Gorz, en Krüger, K., ―El concepto de la sociedad del conocimiento‖, Biblio 3 W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XI, No. 683, 25 de septiembre de 2006, http://www.ub.es/geocrit/b3w-683.htm Taylorismo digital F. Humberto Sotelo M.