JUZGADO CENTRAL DE INSTRUCCIÓN NUMERO DOS Diligencias Previas 8/2016 NOTA DE PRENSA DE LOS ABOGADOS DE LA DEFENSA DE LAS DOS PERSONAS IMPUTADAS POR UN PRESUNTO DELITO DE ENALTECIMIENTO DEL TERRORISMO Y UN PRESUNTO DELITO DE INCITACION AL ODIO, Y EN SITUACIÓN DE PRISIÓN PROVISIONAL. (NOTA: LOS ARGUMENTOS CONTENIDOS EN LA PRESENTE NOTA DE PRENSA COINCIDEN PLENAMENTE CON LOS UTILIZADOS POR LAS DEFENSAS EN EL RECURSO INTERPUESTO FRENTE AL AUTO QUE ACUERDA LA PRISIÓN PROVISIONAL) PRIMERA.- Imputa el auto que acuerda la prisión de ambos investigados la comisión de un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo del art. 578 C.P., cuyo soporte fáctico resultaría ser la exhibición, en el curso de una obra teatral, “de una pancarta con la leyenda «GORA ALKA-ETA»”, y adicionalmente la de otro presunto delito, este de incitación al odio del art. 510 C.P., cuya perpetración derivaría, siempre siguiendo el tenor del Auto ahora recurrido, de la escenificación de “numerosas acciones violentas, tales como el ahorcamiento de un guiñol vestido de juez, el apuñalamiento de un policía y la violación de una monja y el apuñalamiento posterior con un crucifijo”. SEGUNDA.- Comenzando el análisis por la última de las imputaciones referidas, que factualmente se contrae a la existencia de lo que el Instructor denomina “escenas violentas” en la obra artística objeto de exhibición, se quiere llamar la atención sobre el extremo, evidente por otro lado, de que ni ésta es la obra de ficción con mayor violencia que se ha producido en la historia del cine, teatro, televisión o literatura, ni en aquéllas, ni en otras con menos actos de violencia, se ha optado por imputar al creador por el tipo del art. 510 C.P. Así, se podrá encontrar una monja violada (algo que, por cierto, con manifiesto error cita el auto que acuerda el ingreso en prisión, pues no aparece en la obra de teatro creada por los imputados), en la obra de origen norteamericano “Pesadilla en Elm Street 3”; si bien, si se prescinde del carácter religioso de la persona que padece la agresión sexual, son múltiples las obras creativas que en las que de modo más o menos explícito aparecen tales actos Pág nº 1________________________________________________________________________________________________ de violencia de naturaleza sexual, pudiendo incluso citarse a autores clásicos como el mismo Shakespeare, y su poema sobre “El rapto de Lucrecia”, que a su vez está basado en un relato de Tito Livio. Si el reproche penal debiera venir, por otro lado, por aparecer en la obra un Juez asesinado, éste podría encontrarse en la película italiana “¿Por qué se asesina a un Magistrado?”, o en las numerosas obras de ficción basadas en el triste final del célebre Fiscal Sr. Giovanni Falcone, y si de lo que se prescinde es de la cualidad togada del fallecido, son muchas las obras donde aparecen personas asesinadas, desde una obra literaria clásica como “Crimen y castigo” de Dostoyevsky, hasta la más moderna y prosaica serie de películas del célebre personaje “Rambo”, respecto de las que puede encontrarse fácilmente en la red una estadística que asegura suman las cuatro entregas un total de 438 personas asesinadas, sin que tal exhibición de violencia, sin duda excesiva, haya motivado reacción penal ninguna. TERCERA.- No es, por tanto, la aparición de escenas violentas en una obra artística condición necesaria y suficiente para entender que el autor de la misma comete el delito del art. 510 C.P. que se imputa a mi representado, lógicamente, por cuanto lo contrario hubiera determinado el enjuiciamiento de la inmensa mayoría de los creadores y creadoras de este país. Exige el tipo penal, recientemente reformulado por la LO 1/2015, la realización de acciones u omisiones que supongan fomento, promoción o incitación, directa o indirecta, al odio, hostilidad, discriminación o violencia, por un lado. Por otro lado, dicha acción debe dirigirse, no contra una persona cualquiera, sino específicamente contra un grupo o parte del mismo, o un individuo en tanto miembro de dicho grupo. En tercer lugar, exige dicho Código Penal que tal acción venga motivada por consideraciones racistas, etnicistas, antisemitas, de índole religioso, referidas a nación de origen o pertenencia de la o las víctimas, a su orientación o identidad sexual, género, enfermedad, o discapacidad. CUARTA.- El Auto ordena el ingreso en prisión obvia sin embargo la realización de un análisis de incardinación de los actos de violencia que Pág nº 2 enumera en el referido tipo penal, que hubiera requerido un análisis de la obra a fin de determinar si a través de su argumento se promovía dicho odio, hostilidad o violencias contra grupo determinado y basado en los motivos ideológicos o característicos que enumera el art. 510 C.P., y se limita a constatar la existencia un cuatro actos violentos (no reales, sino representados por muñecos de trapo armados con la tradicional “cachiporra”, y en el marco de una obra de ficción) y afirmar que la mera existencia de tales actos permite la incardinación de la conducta de los investigados en el tipo penal analizado. QUINTA.- Por el contrario, el análisis de la obra de ficción representada por nuestros patrocinados mediante marionetas, así como el contexto en el que tal representación se produce, permite desechar, sin género de dudas, la concurrencia en este concreto caso del tipo penal examinado. Respecto del referido contexto, debemos recordar que la obra de títeres objeto de análisis es una sátira humorística representada con motivo de los “Carnavales” y, por tanto, desde ese prisma, ha de ser interpretada como un ejercicio de humor, que puede resultar provocativo o hiriente, pero informado por el animus jocandi propio de estas fiestas y, por tanto, sin capacidad de incitar al odio, la violencia o la discriminación. Menos aún puede predicarse que la supuesta incitación al odio o violencia va dirigida a grupos concretos o personas que pertenezcan a dichos grupos, comenzando con la agresión sexual de una bruja (y no de una monja, como por error sostiene el Auto recurrido), y la muerte recurrente del personaje don Cristóbal, que representa el papel del propietario de la vivienda donde vive la referida bruja, a la cual ha agredido sexualmente, pero también de un juez que igualmente resulta fallecido, del mismo modo que fallece una monja que quiere quitarle a la referida bruja el hijo que nació como consecuencia de la violación citada. Dicho oscuro personaje, don Cristóbal Polichinela, tal y como se puso de manifiesto por esta defensa en la propia comparecencia para decidir sobre la situación personal de los imputados, no es una invención específica de nuestro representado, es un personaje que nació de la Commedia dell`Arte italiana en el Siglo XVI, hasta el punto de que se supone que Pulchinela (nombre original del personaje italiano) deriva del nombre del comediante italiano del siglo XVI Paolo Cinelli. Pág nº 3 Tal personaje carnavalesco se fue extendiendo por otros países de Europa, dando lugar a Monsieur Guignol en Francia, a don Cristóbal Polichinela en España, a Punch en Inglaterra (personaje que, señala el escritor Toni Rumbau, tira por la ventana a su bebé harto de oírlo llorar, que muele a bastonazos a todos los demás personajes, que ahorca al verdugo y a veces al policía que lo quiere colgar, y que convierte en salchichas –a través de su famosa ‘máquina de hacer salchichas’– al diablo, al cocodrilo, al policía, al ladrón, y a veces incluso al mismo bebé– ), o a don Roberto en Portugal, con particularidades propias en cada país, pero manteniendo en todos su carácter inmoral, oscuro y procaz. Ya en el año 1790, y defendiendo el ejercicio de la censura en el Teatro, se preguntaba Jovellanos en su Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España: Porque, ¿de qué serviría que en el teatro se oigan solo ejemplos y documentos de virtud y honestidad si entre tanto, levantando su púlpito en medio de una plaza, predica don Cristóbal de Polichinela su lúbrica doctrina a un pueblo entero que con la boca abierta oye sus indecentes groserías? Mas si pareciese duro privar al pueblo de estos entretenimientos, que por baratos y sencillos son peculiarmente suyos, púrguense a lo menos de cuanto puede dañarle y abatirle. La religión y la política claman a una por esta reforma. Muchos son, por otro lado, los autores clásicos españoles que han recurrido a las “indecentes groserías” de don Cristóbal, entre otros Don Jacinto Benavente, quien en 1912, y según afirma el profesor Adolfo Ayuso estrenó en casa de los príncipes Pio de Saboya, ante un selecto grupo de niños, Las diabluras de Polichinela. En esta obra después de apalear a don Sinforoso, Polichinela apalea a su hijo por llorar demasiado fuerte, al ama de cría, a un negro y al boticario. Cuando llega un policía a detenerlo, Polichinela le apalea sin piedad. Y apaleará al juez, al verdugo y por fin al demonio que pretende llevarlo al infierno. Jacinto Benavente, relata el profesor, movió él mismo algunos de los muñecos y recibió los aplausos de niños y papás de la rancia aristocracia madrileña. Nadie se lo llevó detenido, sino que antes al contrario, fue premio nobel de literatura en el año 1922. El propio Don Federico García Lorca, en su obra conocida como “Retablillo de don Cristóbal”, cuyo título completo es Los títeres de cachiporra: Pág nº 4 Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señá Rosita. Farsa guiñolesca en seis cuadros y una advertencia, obra lorquiana en la que don Cristóbal, como ocurre en la que es objeto de enjuiciamiento hoy, asesinará a dos personajes del reparto. Se concluye, por ello, que, paradójicamente, la misma democracia que ahora homenajea a Federico García Lorca; que gritaba conmocionada “Je suis Charlie Hebdo”, sintiéndose ofendida por el brutal ataque fundamentalista a una revista satírica por atreverse a hacer una sátira de Mahoma, y reclamaba el derecho a satirizar; a realizar crítica o humor empleando para ello a Mahoma, Alá, Dios, o a la propia religión musulmana, ahora pone en marcha su maquinaria procesal, e imputa y ordena el ingreso en prisión provisional de unos autores que realizan una sátira humorística, en plenos Carnavales, sobre la propia sociedad en la que viven, a través de una obra de ficción que recupera personajes tradicionales que ya emplearan autores teatrales clásicos españoles, simplemente porque en ella, como en las que hiciera Lorca o el premio nobel Jacinto Benavente, aparecen “numerosas acciones violentas”, al decir del auto impugnado. SEXTA.- Se puede argumentar con acierto, y de hecho así lo hace el Sr. Instructor, que una obra de estas características no debería estar dirigida a un público mayoritariamente infantil; frente a ello, sin embargo, cabe hacer tres consideraciones: La primera, que ambos imputados negaron en todo momento que la obra se dirigiera a un público infantil, o que hubieran ocultado a la empresa concesionaria de la programación las características de la obra, manifestando que, incluso, al principio de la obra, advirtieron al público concurrente de la existencia de escenas violentas, por si entendían era inadecuado para sus hijos. De hecho, puede observarse en la página web de la propia compañía teatral que la obra no está dentro de las catalogadas como “Espectáculos Infantiles” sino en la única otra categoría, denominada “Teatro Popular”, que por oposición a la anterior ha de entenderse que es de espectáculos para público adulto, y así puede observarse en la siguiente captura de pantalla: Pág nº 5 La segunda cuestión que es importante resaltar es que, aun cuando la obra sea dirigida a un público adulto y contenga escenas de violencia, no debe perderse de vista que se trata de un teatro de marionetas, de modo que todos los actos violentos son representados, no por actores y actrices reales, a los que el público percibe simulando ser víctimas o autores de dicha violencia, sino que lo son por muñecos de trapo con rostros humanoides caricaturizados, y sin apenas otro rasgo humano reconocible más allá del propio rostro, extremo que se resalta no por justificar en tal particular caso escenas violentas dirigidas a menores, sino por cuanto entendemos que el impacto visual de la muerte o la agresión a un muñeco de trapo, sea con una cachiporra, sea con un cuchillo de palo, es mucho menor que el de la muerte o Pág nº 6 agresión interpretada por un actor y/o actriz humanos, resultando con ello la representación a través de marionetas esencialmente simbólica, en lugar de realista. La tercera consideración que debe hacerse es que, en todo caso, tales reflexiones no deberían ser propias de un proceso como en el que nos ocupa, dado el principio de intervención mínima del Derecho Penal, sino que más bien pertenecerían, creemos, a un eventual debate social sobre la corrección de la violencia en programas destinados al público infantil, o los mecanismos de control de contenidos programados en eventos públicos, o en la propia televisión, pero ajenas en cualquier caso al trámite en el que ahora, inopinadamente, nos encontramos. SÉPTIMA.- En definitiva, y por concluir con este concreto motivo, entendemos no puede predicarse la existencia de un delito de incitación al odio o la violencia del art. 510 C.P., simplemente por el hecho de constatar la existencia de escenas de representación de actos violentos en una obra teatral, pues tal argumento llevaría al procesamiento de la mayoría de los guionistas de televisión, directores de cine o teatro y escritores de novelas de nuestro país. Por el contrario, la aplicación del art. 510 C.P. requeriría la concurrencia de una serie de requisitos, tanto objetivos como subjetivos, que el auto recurrido ni siquiera examina, y que, analizados para el caso concreto en las líneas precedentes, resulta evidente que no concurren, tratándose de una representación teatral de una obra tradicional de nuestro país en la que los personajes “malvados” que realizan esos “actos violentos” no son invención de nuestros representados, sino que fueron empleados en siglos anteriores por reputados autores teatrales, también para hacerles cometer actos violentos, procaces o groseros, o bien pertenecen a la más arraigada tradición fantástica medieval, como las propias brujas. OCTAVA.- Hemos de analizar, ahora, si concurre el otro delito que se imputa a los detenidos, el de enaltecimiento del terrorismo del art. 578 C.P. que conforme indica el auto recurrido se habría cometido, como ha quedado dicho al comienzo del presente, mediante “la exhibición de un cartel con la leyenda «GORA ALKA-ETA»”. Pág nº 7 Conforme al razonamiento seguido por el Instructor, la exhibición de dicho cartel “constituye un delito de Terrorismo (sic), pues tal hecho supone enaltecer o justificar públicamente los delitos terroristas cometidos no sólo por la organización terrorista ETA sino también por AL-QAEDA”. Entiende, sin embargo, esta defensa que tan grave imputación requeriría un análisis algo más profundo respecto del papel que la referida pancarta juega en la obra de teatro, pues parece evidente que este dato es esencial si se pretende afirmar que existe una intención de “enaltecer o justificar públicamente los delitos terroristas”, extremos todos ellos que conviene dilucidar a continuación. NOVENA.- Así, lo primero que debemos analizar es el contenido del propio tipo penal que se dice cometieron los investigados. Como bien señala el propio Auto recurrido, la comisión del tipo delictivo requiere alabar las cualidades o méritos de la organización terrorista o sus acciones, o justificar las mismas, haciendo pasar dichos delitos como actuaciones legítimas. Se afirma por el Auto recurrido (extremo que fue igualmente defendido por la representante del Ministerio Fiscal en el acto de la comparecencia), que la exhibición de una pancarta con la expresión “Gora ETA”, con independencia del contexto en que se produce, es suficiente para incardinar tal acción en la conducta prevenida en el art. 578 C.P., pues así lo ha señalado el Tribunal Supremo. Creemos, sin embargo, que dicha interpretación no es acorde, por extensiva, con el propio concepto de enaltecimiento del terrorismo, y como señalaba la sentencia de la propia Audiencia Nacional de 21 de noviembre de 2006, «Baste recordar la STS 2/1997 (Ponente Excmo Sr.: Roberto GarcíaCalvo y Montiel) en la que el Tribunal Supremo absolvió, por este mismo delito, en el caso: Asociación de Víctimas del Terrorismo contra la Mesa Nacional de H.B., en la que dicho Tribunal, recogiendo larga doctrina del Tribunal Constitucional, exhortaba a extremar el cuidado en delitos como el objeto de acusación, a fin de evitar que la figura típica se convirtiese en un" instrumento dirigido a controlar la disidencia política" (FJ Trigésimo)» Pág nº 8 De ello se derivará la necesidad de examinar el contexto en el que se produce la acción objeto de análisis, tal y como señaló la sentencia de la Audiencia Nacional de 16 de octubre de 2013, cuando refiere que “por más que, resulten sugestivos de cierta sintonía personal o política de los portadores de las pancartas con los fotografiados -téngase en cuenta, expresamente considerados en la exclusiva calidad de presos- lo cierto es que ni en las imágenes, ni en los eslóganes que acompañaban a alguna de ellas, cabe ver una concreta exaltación de las acciones criminales atribuidas a los mismos y tampoco de ellos como responsables. Lo que también resulta, y es importante, del contexto, que fue un acto, no exento, claro está, de connotaciones políticas, pero esencialmente cultural.” Por ello, una primera aproximación al referido contexto en el que se produce la exhibición de una frase escrita como la examinada, exige el análisis, necesariamente, de la relación del sujeto investigado con la referida frase; se cometerá, a nuestro juicio, el delito estudiado cuando se pueda predicar la conformidad del emisor con el mensaje contenido en la pancarta, de modo tal que mediante exhibición de un mensaje laudatorio (“viva la organización terrorista x”), mensaje con el que el emisor se nuestra conforme, hace realmente suyo dicho mensaje, resultando que la exhibición del cartel sea equivalente a proferir directamente tal opinión elogiosa y, por ello, criminal. Sin embargo, puede ocurrir que el emisor del mensaje no muestre conformidad respecto del contenido de la pancarta y su exhibición se deba a otras razones. Un ejemplo de ello sería la amplia cobertura mediática que ha tenido el presente caso, en el que todos los medios de comunicación han reproducido hasta la saciedad la referida pancarta, de modo tal que si nos abstraemos del contexto en el que dicho texto es exhibido, y afirmamos que dicha exhibición es per se constitutiva de un delito de enaltecimiento del terrorismo, con independencia de la actitud del emisor hacia el mensaje exhibido, como parece defender el auto recurrido, se llegaría al absurdo de que todos estos medios de comunicación estarían cometiendo el referido delito. El interés periodístico no es, en cualquier caso, el único supuesto en el que se puede poner de manifiesto una exhibición de una expresión laudatoria del terrorismo, sin que dicha acción suponga conformidad con el contenido del mensaje y, por tanto, comisión de delitos de enaltecimiento o apología, pues la creación de ficciones es otro de los grandes supuestos en los que produce la ruptura entre dicho mensaje y la conformidad del emisor. Pág nº 9 Ejemplo de ello será, como se puso de manifiesto en la propia comparecencia, la realización de películas que recrean el régimen nacionalsolcialista que imperó en Alemania en el periodo de entreguerras; resulta evidente que el autor de una obra de ficción como la señalada no exaltaría al régimen nazi por el mero hecho de que en su película u obra de teatro apareciera un oficial del Tercer Reich gritando “¡Heil Hitler!” con el brazo en alto, pues quien exalta dicho régimen, o al meritado dictador, no es una persona real (el director o creador de la obra), sino un personaje de ficción (supuesto oficial) que es, en realidad, inexistente. Se concluye, con ello, que es importante el contexto en el que se escribe una expresión que, a priori, podría reputarse apologética, pues lo que realmente debe determinarse es si dicha exhibición se corresponde con un deseo del creador de hacer propio el mensaje exhibido o, por el contrario, si no existe tal conformidad y simplemente se retransmite, bien por interés noticioso, bien por la creación de una ficción. DÉCIMA.- Examinado, en base a cuanto se ha expuesto hasta el momento, el contexto en el que uno de los personajes de la obra coloca una pancarta con el texto ya conocido en el escenario, fue explicado por ambos investigados que, en su obra de ficción, el personaje Don Cristóbal, en el papel de policía corrupto, pretende incriminar a la bruja en un delito de terrorismo, para lo cual instala en la vivienda de la misma determinados objetos incriminatorios, entre los que se encuentra la referida pancarta alusiva a un grupo terrorista ficticio e inexistente, pero que sería reconocido como tal por el público al venir su nombre conformado por parte del nombre dos organizaciones terroristas sobradamente conocidas, como son ETA y AL-QAEDA, así como algunos otros objetos, como la “albóndiga-bomba”. Deducir que de dicha escena se puede derivar una actitud de los creadores laudatoria o apologética de ese grupo terrorista inexistente, de ETA, de AL-QAEDA, o, como señala el Auto recurrido, de ambos, no responde, a nuestro juicio, a las reglas de la lógica y la sana crítica, dicho ello con el debido respeto, y supone por el contrario un ejercicio de negación de la evidente desconexión entre el creador de la obra, como emisor del mensaje, y el propio mensaje que se reputa lesivo para la sociedad en cuanto laudatorio de un grupo terrorista. Pág nº 10 DÉCIMO PRIMERA.- Se quiere insistir, por último, en lo que a este segunda cuestión concierne, en el carácter ficticio del grupo terrorista inventado por nuestros representados, como lo es “Spectre”, organización a la que combate James Bond, o el grupo ecoterrorista “Ejército de los 12 monos” en la película homónima protagonizada por Bruce Willis, sin que pierda tal carácter ficticio por el hecho de que el nombre buscado contenga semejanzas con organizaciones terroristas reales con objeto de facilitar la identificación por parte del público de la obra. Este hecho permite plantear, de modo adicional a cuanto ya se ha expuesto, la cuestión de hasta qué punto se puede hacer apología de las inexistentes acciones criminales de un grupo terrorista ficticio, cuestión que, sin embargo, simplemente apuntamos en la medida en que negamos cualquier intención laudatoria al empleo de la reiterada pancarta, más allá de a qué organización se entienda se refiere la misma. DÉCIMO SEGUNDA.- En definitiva, se niega por esta parte la concurrencia de los elementos que permitan entender que su patrocinado ha incurrido en la comisión de ninguno de los delitos que se le imputan, creyendo que procede por ello el sobreseimiento libre del presente proceso, consecuencia de lo cual se reputa excesiva, como no puede ser de otro modo, la medida cautelar impuesta. DÉCIMOTERCERA.- Una vez descartada, en las alegaciones anteriores, la existencia de indicios de criminalidad respecto de los investigados, procede analizar la pertinencia (o no) de la medida cautelar de prisión provisional. Quizás resulte innecesario, mas no superfluo, recordar en primer lugar el criterio de excepcionalidad que debe regir la imposición de la prisión provisional. Y es que, en puridad, la medida de prisión provisional supone privar de libertad a un inocente. Desde esta perspectiva, la regla general es la libertad, y no la prisión. Los criterios de excepcionalidad, favor libertatis y necesariedad (como medida cautelar), informan la prisión provisional, tal y como desde hace tiempo viene sosteniendo el Tribunal Constitucional, de modo constante y uniforme. El art. 9.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos expresa claramente esta idea de excepcionalidad: "la prisión preventiva de las Pág nº 11 personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la regla general, pero su libertad podrá ser subordinada a garantías que aseguren la comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en cualquier otro momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del fallo". La excepcionalidad de esta medida cautelar ha sido también reiteradamente reconocida por la doctrina del Tribunal Constitucional (Sentencia del Tribunal Constitucional 3/1992, de 13 de enero), el disfrute de la libertad es la regla general, en tanto que su restricción o privación representa una excepción. Como consecuencia de esta característica de la excepcionalidad, rige el principio del favor libertatis (Sentencias del Tribunal Constitucional 32/1987 y 37/1996, de 12 y 11 de marzo, respectivamente) o del in dubio pro libertate (Sentencia del Tribunal Constitucional 117/1987, de 8 de julio). DECIMO CUARTA.- Una vez esclarecido que la medida de prisión ha de adoptarse exclusivamente con carácter excepcional, resulta evidente que no concurre ninguna de las causas que, legítimamente, pueden justificar la adopción de una medida tan grave y excepcional como lo es la prisión provisional sin fianza. El Auto de prisión disiente de esta postura en su Fundamento Jurídico Cuarto, argumentando que existe un riesgo fundado de huida y efectiva sustracción a la acción de la justicia. Sin embargo, entendemos que tras una lectura del Auto de prisión, ni se justifica la necesidad de la medida, ni se pone en relación la misma con sus circunstancias personales de los investigados, tal y como viene obligando la jurisprudencia constitucional entre otras en la STC 128/1995, cuando dice que deberán "tomarse en consideración, además de las características y la gravedad del delito imputado y de la pena con que se le amenaza, las circunstancias concretas del caso y las personales del imputado". En contra de lo que refiere el Auto recurrido, no concurre ningún riesgo de fuga de los mismos, siendo ambos personas con arraigo social y familiar en España, con domicilio conocido y sin medios económicos para organizar una fuga a países extranjeros. Concretamente, Raúl García Pérez, se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad Complutense de Madrid y cuenta con Pág nº 12 formación como técnico de sonido, realización de audiovisuales, monitor de tiempo libre y en teatro. Además, cuenta con domicilio conocido y un fuerte arraigo familiar, manteniendo relaciones estrechas y positivas con sus padres y sus hermanos. Igual de estrechos son los vínculos familiares de Alfonso Lázaro de la Fuente, el cual padece una malformación congénita grave (la cual desarrollaremos en mayor profundidad en la próxima alegación), con su familia, de la cual depende para cubrir sus necesidades más básicas. Alfonso estudió en el IES Albaicín, ha cursado estudios escénicos y ha colaborado con diversas ONG. DECIMO QUINTA.- Además de encontrarse plenamente arraigados social y familiarmente, concurre en el caso de Alfonso Lázaro de la Fuente otra circunstancia personal que se ha de tener en cuenta a la hora de ponderar la necesidad de la medida restrictiva para su derecho a la libertad deambulatoria: Alfonso padece “un síndrome polimalformativo de origen congénito”, en virtud del cual la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía le reconoció un grado de discapacidad global de 74% y un grado de minusvalía de 75%. La malformación congénita que padece supone que una parte de su cuerpo se encuentra más desarrollada que la otra. En consecuencia, (1) padece una importante escoliosis, de la cual se encuentra operado, teniendo todas las dorsales de la columna vertebral entera, desde las cervicales hasta las lumbares, sujeta con hierros. Sufre con considerable frecuencia contracturas y debe acudir al fisioterapeuta constantemente. A esto hay que unirle el hecho (2) uno de sus pulmones es más pequeño que el otro (con los problemas de respiración que ello conlleva), (3) no tiene músculos pectorales, por lo que tiene problemas de fuerza en los brazos y no puede levantar mucho peso y (4) tiene un algioma en el cuerpo, esto es, una suerte de mancha que en ocasiones sufre hemorragias y pierde sangre en situaciones de estrés o exposición al calor o al frío. Debido a esto, hay muchos medicamentos, como una aspirina, que no puede consumir, debido a que no le permiten coagular la sangre correctamente. En situaciones de estrés, además, (5) padece también soriasis. Por último, (6) su cuerpo no le permite acumular grasa, por lo que Pág nº 13 cuenta con una dieta especial en virtud de la cual debe ingerir grandes cantidades de comida con frecuencia. Derivar a una persona con una embriopatía congénita tan severa a prisión provisional y, en consecuencia, privarle de los cuidados sociales, sanitarios y familiares con los que cuenta, supone un riesgo excesivo e inaceptable para su estado de salud e integridad física. DECIMO SEXTA.- Es un criterio generalizado en nuestra tradición judicial que, conforme mayor sea la potencial condena que podría imponerse a un investigado, mayor será el riesgo de elusión de la acción de la justicia. Existe una innegable lógica detrás. Pues bien, trasladada al caso que nos ocupa, dicha idea no es aplicable, puesto que el arco de la pena prevista en el art. 578 C.P. es de uno a tres años de prisión. Es decir, no nos encontramos ante un delito calificado como grave en el art. 13 C.P., sino ante uno menos grave, existiendo en el Código Penal penas que superan en seis a diez veces dicha cantidad. DECIMO SÉPTIMA.- Por otro lado, el Auto justifica la medida de prisión en base al a un posible riesgo de reiteración delictiva: “se ha valorado la existencia de este riesgo atendiendo a las circunstancias del hecho, así como a la gravedad de los delitos que se pudieron cometer, máxime cuando las conductas desarrolladas por los antes citados ya se habían producido con anterioridad en Granada, conforme los propios interesados han declarado en esta sede judicial, incluso con un contenido más violento que las que son objeto del presente procedimiento” (FJ 4º). Resulta difícil creer que los investigados, a estas alturas, vayan a repetir la obra de teatro en cuestión en evento público alguno. En primer lugar debido a una imposibilidad física: las marionetas empleadas, así como el atrezzo de la obra, fueron incautados por los agentes de policía que procedieron a su detención y no les han sido devueltos. Evidentemente, sin los títeres, resulta imposible repetir la función. En segundo lugar, resulta difícil pensar que tras haber sufrido en sus carnes una detención y un ingreso en prisión, vuelvan a exponerse al riesgo de volver a verse privados de libertad por representar una obra teatral. Pág nº 14 Y, por último, no podemos obviar el hecho de que la detención de los investigados ha generado un enorme revuelo mediático, llegando a figurar en todos los telediarios del día siguiente a los hechos, en prensa escrita, diversas emisoras de radio e, incluso, la portada de algunos periódicos de tirada nacional. Sus nombres, fotografías y el nombre de la compañía de teatro han aparecido en dichas noticias, asociándoles a hechos delictivos que aún están por acreditar. Así, La Vanguardia publica el 6 de febrero de 2016 la noticia que lleva por titular “Prisión para los dos detenidos por enaltecer el terrorismo” (http://www.lavanguardia.com/politica/20160206/301953670441/fiscal-prisiontitiriteros-detenidos-ensalzar-eta.html); El Mundo publica “El juez manda a prisión a los dos titiriteros detenidos por ensalzar a ETA” (http://www.elmundo.es/madrid/2016/02/06/56b5cb5d268e3ee9218b467e.html) o el diario ABC publica “Dos detenidos por enaltecimiento del terrorismo en una obra infantil del carnaval de Carmena” (http://www.abc.es/espana/madrid/abcititiriteros-detenidos-enaltecimiento-terrorismo-obra-carnaval-carmena201602051929_noticia.html). Teniendo en cuenta el estatus de celebridad asociado a la delincuencia adquirido, cuesta creer que cualquier espacio abierto al público vaya a exponerse a permitir que se desarrolle la obra en cuestión en su interior. En definitiva, el riesgo de reiteración delictiva es objetivamente ínfimo, cuando no nulo. DECIMO OCTAVA.- Nuestro ordenamiento reconoce otros medios menos lesivos del derecho a la libertad personal para asegurar la comparecencia al Juicio Oral de los investigados, como lo son las comparecencias apud acta, la retirada del pasaporte o la puesta en libertad bajo fianza. Así se deduce de la efectiva vigencia en nuestro ordenamiento jurídico de los derechos fundamentales a la libertad personal (artículo 17.1 CE) y a la presunción de inocencia (artículo 24.2 CE). Estas formulaciones, en otras palabras, vienen a significar que la interpretación y aplicación de las normas reguladoras de la prisión provisional "debe hacerse con carácter restrictivo y a favor del derecho fundamental a la libertad que tales normas restringen, dado, además, la situación excepcional de la prisión provisional. Todo ello ha de conducir a la elección y aplicación, en caso de duda, de la Ley más favorable, o sea, la menos restrictiva de la libertad" (Sentencia del Tribunal Constitucional 88/1988, FJ 1). Pág nº 15 En Madrid, a 7 de febrero de 2016, Pág nº 16