Elvira Altés. La perspectiva de género, una garantía de

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La perspectiva de género,
una garantía de periodismo de calidad
Elvira Altés
En la presentación anterior he intentado mostrar un
panorama mediático en el que se producen a la vez ausencias
femeninas
y
masculinas
en
algunos
epígrafes
y
sobrerepresentación de unos y otras en otros temas. Para
explicar la escasa y estereotipada presencia femenina y la
sobrerepresentación masculina en los espacios de prestigio de los
medios les propongo observar cuáles son las rutinas productivas
que utilizan los profesionales para construir el discurso
informativo.
Aunque se habla mucho de la perspectiva de género, no
estoy segura que estemos diciendo lo mismo cuando invocamos
este concepto, así que intentaré explicar lo que entiendo por
perspectiva de género. No obstante, me disculparán si antes doy
un rodeo y les cuento el resultado de un estudio sobre la
producción de noticias que llevamos a cabo hace unos años en
diferentes periódicos españoles. El trabajo se titula “Mecanismos
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de transmisión de estereotipos en la prensa de información
general” y lo publicamos bajo el título La prensa por dentro.
Tres investigadoras y un investigador estuvimos durante un
mes observando la redacción de cuatro periódicos, y yo además,
me instalé durante 20 días en la redacción de la agencia EFE. Nos
interesaba conocer el proceso por el que transita la información y
básicamente detectar cuáles son los mecanismos que permiten
que las noticias que tienen un componente de género o afectan
principalmente a las mujeres no lleguen a publicarse o sean las
primeras que caen de las previsiones del día. Partimos de la
consideración que la ausencia de temas y de protagonismo
femenino en los medios refuerza un estereotipo discriminatorio,
el que adjudica menor valor e importancia a aquello que hacen y
dicen las mujeres.
Mecanismos de transmisión de estereotipos
Así que después de la observación de campo y de la redacción de
las cinco monografías, del análisis de las plantillas de previsiones,
comparándolas con el contenido del periódico, y luego de realizar
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una serie de reuniones y debates llegamos a algunas
conclusiones, como por ejemplo, que estas influencias en el
discurso se manifiestan en cuatro esferas: 1) La organización
empresarial, 2) La cultura periodística, 3) El contexto
sociocultural y 4) La idiosincrasia individual.
Estas influencias no son las únicas En la construcción de un
producto periodístico existen una pluralidad de dimensiones que
influyen en el discurso, empezando por el poder político y
económico que sustenta el medio y siguiendo por el nivel externo
al medio, que puede intervenir a través de la presión que ejercen
las fuentes, los anunciantes y la audiencia.
1)
En una organización empresarial, como es un medio de
comunicación, las y los profesionales deben encontrar su lugar en
las estructuras jerárquicas. Han de delimitar el espacio que
ocupan, diferenciarlo del de sus colegas y hacer evidente su
calidad como profesional de prestigio. Esto resulta muy
transparente en los consejos de redacción, donde cada
profesional busca tanto el reconocimiento de sus superiores
como el de sus iguales. En este sentido, es muy importante no
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resultar inconveniente, procurando no significarse demasiado
promoviendo temas que puedan ser rechazados, o todavía peor,
que puedan ponernos en ridículo ante el consejo. Los temas de
género son susceptibles de reunir estas características, por lo
tanto, solo se proponen aquellos temas que serán aceptados sin
problemas.
También afecta a la expulsión de temas de género el
mecanismo que hemos llamado de fragmentación aproblemática.
Como saben, la división a menudo artificial de las secciones si
bien facilita la organización del trabajo no responde a una
parcelación de la sociedad. De entrada, los medios otorgan valor
e importancia a aquello que sucede en la esfera pública, es decir,
la política, la economía, el deporte, la cultura, en detrimento de
cuanto sucede en la esfera privada, que ha quedado
tradicionalmente
opacada,
excepto
cuando
se
trata
de
acontecimientos que tienen que ver con la justicia, la salud y la
educación. En la lógica del prestigio profesional, despierta más
interés un tema que se publicará en las secciones duras del
medio, como política, economía, etc., que en las blandas, como
cultura, sociedad, gente, etc., secciones en las que aparecen más
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noticias con protagonismo o interés femenino. Curiosamente,
también en estas secciones suele haber más redactoras, ya que
las periodistas parecen interesarse más por algunos temas
blandos.
2) La cultura periodística hace referencia al conjunto de
supuestos que cohesionan la profesión. La construcción
informativa se produce a partir de una visión del mundo
compartida por el grupo de periodistas que integra una
redacción, aunque la mayoría de estos supuestos son comunes a
toda la profesión.
Los valores, las creencias y las reglas sobre la forma de
abordar y tratar ciertos temas y la forma de representarlos son
elementos compartidos por los y las profesionales de la
información y es a partir de esta cosmovisión que funciona la
organización de las rutinas diarias. Esa cultura periodística es la
que dota de significado y de coherencia al trabajo que llevan a
cabo. Estoy segura que si yo les pregunto cuáles son los valores
noticia, estaremos de acuerdo en algunas características: el
interés del tema, la proximidad, el número de personas a las que
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afecta la información, la importancia de los personajes, así como
otras características, como la originalidad, el dramatismo, el
humor, etc.
Debo añadir que entre estos valores todavía no figura la
dimensión de género, es decir, aquellos aspectos que afectan a
las personas como consecuencia de pertenecer a un género o a
otro. Esta dimensión no está tipificada como un posible valor
noticia, de manera que ese abordaje o bien se ignora o queda
oculto en la mayoría de las informaciones y sólo hace acto de
presencia cuando es la propia fuente la que incorpora la
significación de género, destacando la diferente posición social
que ocupan hombres y mujeres respecto a un tema: trabajo/paro,
sueldo, enfermedades, etc. De ahí que esos temas se traten de
forma intuitiva, errática y, a menudo, al lado de una buena
información
desde
la
perspectiva
de
género
podemos
encontrarnos en la página contigua con otra que puede ser
estereotipada e incluso ofensiva y discriminatoria para las
mujeres.
Como saben, atribuir rango informativo a un acontecimiento
significa que algunos deberán cubrirse necesariamente y otros se
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tipificaran como posibles, interesantes, pero aplazables, es decir
que no tienen una fecha de caducidad, es lo que reconocemos
como noticias blandas. Como la mayoría de noticias que
conciernen a la situación que viven las mujeres están
relacionadas
con
los
espacios
privados
y
tienen
una
consideración de información blanda, interesante, pero no
urgente, resulta que ante un imprevisto siempre es la noticia de
género que se cae de las previsiones y se aplaza su publicación.
Hay otros aspectos que también juegan su papel en esta
decisión, y es el hecho que para la cultura periodística resulta
más fácil construir una noticia si se dispone de factores
objetivables, como fechas, datos, porcentajes, estadísticas, los
cuales entran dentro del proceso de legitimación de la
objetividad periodística. Y se da la circunstancia que muchos de
los temas de género se expresan en términos de proceso o de
relaciones, motivo por el cual acaban siendo substituidos por los
acontecimientos de carácter fáctico.
Otro elemento a tener en cuenta es la importancia que para
los medios tiene la información que ofrece la competencia, de
forma que coincidir en la valoración de los temas, se interpreta
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como un acierto, y ese es también un obstáculo que frena la
aparición de información que afecta a las mujeres, ya que incluir
esos temas poco valorados en el mercado periodístico parece un
riesgo que pocos medios están dispuestos a correr.
También debemos poner atención a la deslegitimación
ideológica de las cuestiones de género. En una redacción se
acepta sin problemas que haya personas que se consideren
sindicalistas, nacionalistas, ecologistas, católicas, etc., pero se
considera peligroso para la supuesta objetividad del medio que
un o una periodista tenga demasiado interés en los temas de
género. En primer lugar, se le dan respuestas como que “eso ya
lo dimos la semana pasada o el mes pasado”, siempre aparece la
redundancia o la falta de oportunidad, y en segundo lugar, se
expone a ser considerada como la feminista, un epíteto que
posiblemente no la ayude a promocionarse ni a conseguir mayor
credibilidad.
Otro mecanismo detectado es el que llamamos la
competencia vital, que es aquella situación a la que el o la
periodista otorga más valor informativo por el mero hecho de
forma parte de su experiencia personal. O sea, que la diferente
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socialización que hemos recibido los hombres y las mujeres nos
predispone a una mayor competencia en algunas cuestiones,
constituyendo
nuestra
experiencia
vital
un
punto
de
conocimiento mayor de algunos temas. De ahí que si en los
consejos de redacción predominan los profesionales masculinos
cuando aparece un asunto que precisa un determinado
conocimiento, más cerca de la experiencia femenina, tenderá a
relativizarse o a darse de forma reducida para evitar errores
(igual sucedería a la inversa, en el improbable caso, por ahora,
que existiera un consejo de redacción mayoritariamente
femenino).
Podemos decir para concluir este punto que en nuestras
conversaciones con los y las periodistas de la redacción, pudimos
constatar que ni ellos ni ellas creen en las diferencia de género,
ni en las suyas personales, ni en las de la audiencia. De hecho, es
una cuestión que acostumbra a producir incomodidad, quizá
porqué nos han convencido de que la igualdad ya se ha alcanzado
o también es posible que al no ser considerada la dimensión de
género como un valor noticiable no se tengan recursos para
plantearla.
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3) El contexto sociocultural en el que cada medio esté instalado
también forma parte de los mecanismos que explican la ausencia
de informaciones de interés para las mujeres o con protagonismo
femenino. Cada persona ha sido socializada en los valores
tradicionalmente dimorfos atribuidos a los dos sexos, con una
cosmovisión dominante que otorga más importancia a los valores
masculinos que a los femeninos.
A pesar de que se tiende a una equiparación social y cultural
entre hombres y mujeres, todavía persisten algunos tópicos,
creencias y prácticas sociales en las que las mujeres resultan
desfavorecidas. Por ejemplo, algunos estudios muestran como en
las secciones más lúdicas, como las dedicadas al famoseo, a las
celebrytis, espacios en los que predomina la presencia femenina,
los comentarios suelen ser mucho más críticos e incluso crueles
hacia ellas que hacia ellos. Las mujeres reciben un trato familiar,
menos riguroso y más frívolo, y eso en general, en todas las
secciones.
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4) En todo ese recorrido no podemos olvidar la dimensión
personal, lo que hemos calificado como idiosincrasia individual.
Como es lógico, cada periodista mantiene un margen de
autonomía personal, dentro de los esquemas ideológicos de las
empresas. Por un lado, las y los profesionales pueden y deben
proponer temas, buscar fuentes, seguir pistas, etc., y por otro,
cada persona tiene unas aficiones, unas preferencias y un estilo
de vida. Así, aún y con la necesidad de mostrar que su
profesionalidad, cada periodista está más o menos cerca de
determinadas ideologías, corrientes sociales, grupos políticos,
etc. También su propia experiencia personal le lleva a
determinadas vivencias que le resultan más próximas. Todo ello
predispone a que sus propuestas estén impregnadas de aquellos
aspectos de la realidad que conocen más de cerca, de sus
simpatías políticas y/o de sus inquietudes sociales. Aquí es donde
entra el mecanismo de la sensibilidad especial, concepto que
utilizamos para explicar las diversas adscripciones ideológicas
que identifican a cada periodista por su sensibilidad hacia unos
determinados temas. Cuando está sensibilidad se manifiesta
hacia los temas de género, las periodistas han de ser muy
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prudentes si no quieren ser etiquetadas como feministas y
comprometer su promoción en el medio e incluso su credibilidad
profesional.
Seguramente, el contexto patriarcal en el que vivimos
explica que los diferentes actores implicados en la elaboración de
la información toleren peor que cualquiera de las otras
sensibilidades aquella que muestra interés hacia los temas que
ponen de manifiesto la desigualdad y que proponen una
perspectiva de género.
Algunas conclusiones
Una de las conclusiones que extrajimos de la investigación es que
el discurso informativo no contempla entre sus presupuestos la
dimensión de género. Al no contemplarla, los medios no
observan, no miran la problemática que se deriva de las
relaciones entre los sexos y, debido a ello no dotan de
significación informativa la diferente posición social que ocupan
los hombres y las mujeres en la sociedad. De ahí, la confusión que
se detecta en la elaboración de este tipo de informaciones, fruto
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de la actitud de los y las redactoras, que puede oscilar del
rechazo a la comprensión.
Para sintetizar, repasemos los mecanismos que identificamos en
las cuatro áreas:
1) La organización empresarial tiene unos objetivos y
planteamientos concretos que no tienen en cuenta la
existencia diferenciada de los sexos y, por tanto, se
muestra indiferente ante la significación social de estas
diferencias.
2) La cosmovisión de género que domina en las redacciones
es la masculina, y será sobre este substrato ideológico
que los y las profesionales llevarán a cabo sus prácticas
periodísticas para elaborar la información.
3) El hecho de que cada periodista se haya socializado en
los valores que se atribuyen al sexo de pertenencia entra
en contradicción con los valores neutros y universales en
que
descansa
la
cultura
periodística.
Así,
cada
profesional ha de encontrar el equilibrio entre sus
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propias preferencias e inquietudes, su competencia vital,
la cosmovisión de género y la cultura periodística. Para
las periodistas, las contradicciones son más profundas,
ya que deben asumir los planteamientos del género
dominante para poderse ganar la consideración de
buenas profesionales.
4) Las actitudes más frecuentes ante los temas de género
son el desconocimiento, la negación, la incomprensión, el
rechazo y también la aceptación; así, según sea el
conocimiento, el interés y la sensibilidad hacia el tema de
quien elabora la información resultará el tratamiento. Al
no estar tipificada esta dimensión como valor noticia ni
sustentarse en el conjunto de valores y creencias en los
que se fundamenta el periodismo, la profesión adolece
de los recursos, experiencia y conocimientos necesarios
para llevar a cabo un abordaje desde la perspectiva de
género.
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Márgenes de actuación de la profesión periodística
Nuestra educación cívica se ha sustentado en conceptos como la
igualdad (que se entiende erróneamente como lo contrario de la
diferencia, he aquí una interpretación perversa del término), por
eso reconocer las diferencias de género resulta incómodo y
contrario a ese principio de igualdad que parece un logro
conseguido. La negación de las diferencias es la forma más
común del discurso periodístico, como corresponde a una de las
coartadas de legitimación del periodismo, que se basa en la idea
de comunicar objetivamente desde un nosotros neutro, asexuado
y universal. Aunque la negación no es la única forma de
enfrentarse a los temas con componente de género, según la
idiosincrasia del o de la redactora podemos descubrir
indiferencia, trivialización, aparición de estereotipos e incluso
también pueden asomar la discriminación y el machismo.
Lo cierto es que el género atraviesa la mayoría de los temas
que pueden comunicarse en forma de noticias. Primero porqué
en el proceso comunicativo se encuentran un o una periodista
que informa a personas que también pertenecen a uno u otro
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sexo, y desde los contenidos, porqué en la mayoría de las
cuestiones que se tratan en los medios están implicadas personas
y estas van a experimentar, vivir, reaccionar y actuar de forma
distinta, según el género al que pertenezcan.
La perspectiva de género no implica realizar un periodismo
feminista (que sería la vertiente ideológica de las diferencias de
género), sino un periodismo de mayor calidad, ya que se propone
indagar en otras realidades, que en la mayoría de las veces no
consiguen presencia mediática, otorgando a las diferencias entre
los géneros un significado y un lugar en el discurso informativo.
Sólo una apuesta decidida para incorporar a la información
esa comprensión de las diferencias y su alcance en la vida
cotidiana puede eliminar las contradicciones existentes sobre
este tema, evitar la trivialidad en que se incurre, el
mantenimiento de estereotipos y el menosprecio con el que a
veces se tratan los temas de interés para las mujeres o con
protagonismo femenino.
Una reflexión sobre la importancia de las diferencias de
género y la incorporación de esta perspectiva (siempre que sea
posible) producirá una diversificación de temas, de escenarios, de
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protagonistas y de voces que, forzosamente, redundará en un
periodismo de mayor calidad.
Sin embargo, para llevar a cabo la perspectiva de género
deberán producirse cambios en la cultura periodística; la
dimensión de género debe hallar su lugar entre las prácticas
profesionales y para ello hay que promover espacios de
formación para periodistas en los que se pueda reflexionar sobre
los procedimientos que se llevan a cabo en la selección, recogida
y elaboración de información. Un esfuerzo por parte de quienes
se dedican a la comunicación y sus empresas que estoy
convencida que dará sus frutos, porque cada vez más la
ciudadanía va a reclamar estas nuevas miradas, más abiertas y
plurales, más democráticas y, sobre todo, más profesionales
sobre la realidad.
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