Siempre a tu lado Tienen toda la razón. Pero ¿cómo no sucumbir a las monerías de un perro cuando pide algo, o a los saltos de alegría con los que nos recibe al llegar a casa, o peor todavía, ¿cómo no abrazarle fuerte (y dejarle subir al sofá) cuando nos sentimos bajos de moral? elisenda camps Sin duda, compartir la vida con un animal de compañía nos hace mejores personas y el vacío que dejan cuando se van es muy grande. Entre los humanos que tenemos perro, se crean sinergias muy interesantes hasta el punto de que, en pocos minutos, un extraño puede llegar a contarnos detalles de su vida y de sus sentimientos como si nos conociera de toda la vida. Sencillamente, me robó el corazón. Hace diez años que entró en mi vida y desearía que permaneciera para siempre a mi lado. Recuerdo con cariño cómo ese cachorro blanco de orejas puntiagudas, patas cortas y cuerpo robusto me eligió como dueña, porque así fue, todo un flechazo. A partir de ese día, un westy divertido e intrépido, se convertía en parte de mi vida y compañero inseparable. Volver a tener perro –tuve uno de pequeña– fue una decisión altamente meditada por muchos motivos pero especialmente por la responsabilidad y el compromiso que conlleva. Me llama la atención la alegría con que algunas familias acogen a una mascota en casa para luego cansarse y deshacerse de ella alegando que es muy sacrificado. Muchos de estos animales, comprados como regalo o simplemente por impulso, acaban mal atendidos o peor incluso, abandonados. Y es que hay que hacerse muchas preguntas antes de tomar la decisión de adquirir una mascota. Nuestra obligación es proporcionarles techo, comida, agua, cuidados básicos y afecto, por supuesto. Pero también debemos esforzarnos en entender su psicología animal, educarles para que no resulten molestos (ni para nosotros ni para nadie) y dedicarles tiempo, preciado bien, para que puedan desarrollarse tanto física como psicológicamente. Es cierto que tendemos a humanizarles y que cometemos algunos errores que luego pagamos con creces. La ansiedad por la separación y un sinfín de trastornos del comportamiento suelen ser el resultado inmediato. Etólogos clínicos y adiestradores caninos coinciden en que el primer paso que seguir para educar a un animal es… ¡Educar primero al propietario! Se establece una curiosa complicidad porque sabemos del vínculo tan estrecho que existe entre dueño y mascota y de los valores que nos transmiten: lealtad, amor incondicional, cariño... “hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma estará dormida”, asegura Anatole france Comprendo que resulte difícil de entender para quien no tiene perro o simplemente no le gusten los animales. Incluso hay quien llega a pensar que preferimos a un perro antes que a una persona, o que todos los dueños somos incívicos y dejamos que nuestro animal haga sus necesidades en mitad de la calle sin recogerlas. No se puede generalizar, les aseguro que mi presupuesto al mes en bolsitas de plástico es elevado. Lo que nadie puede poner en duda es el efecto terapéutico de los animales; sean perros, gatos, caballos o incluso delfines. Está demostrado, y documentado, que la terapia con perros puede ayudar a personas con importantes bloqueos emocionales, a ancianos y a niños autistas o con algún tipo de disminución. Simplemente acariciando a nuestra mascota reducimos la tensión arterial y bajan los niveles de estrés y ansiedad. ¿No les parece maravilloso? Anatole France, escritor francés, afirmaba lo siguiente: “Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma estará dormida”. Compartir nuestra vida con una mascota nos enriquece, nos reconforta en los malos momentos y nos mantiene positivos a diario. Y no es necesario que sea de raza, su corazón siempre es igual de grande. s [email protected] Serse Rodríguez 38 desde el ático ES11 DE JUNIO DEL 2011