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Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas
en el Noreste Argentino1,2
Fernando Pablo Landini3
Resumen: Los enfoques y prácticas de extensión se han transformado
notablemente en las últimas décadas. A la vez, numerosos autores han señalado
la persistencia de enfoques difusionistas tanto en las instituciones como en las
prácticas de los extensionistas. En esta investigación se analizan las prácticas de
extensión implementadas en el noreste argentino, se las compara con propuestas
institucionales y académicas actuales y se extraen aprendizajes. Para esto se
realizaron 40 entrevistas a extensionistas que trabajan en el ámbito público en las
provincias de Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones. El estudio muestra que los
entrevistados orientan sus prácticas a la mejora productiva y al fortalecimiento de
las organizaciones de productores, valoran organizar su trabajo según la demanda
y priorizan abordajes grupales. Las tres áreas de acción más mencionadas son la
asistencia técnica, la articulación interinstitucional y el trabajo grupal. En términos
generales, se observa una práctica consistente con la propuesta del Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria y con buena parte de los lineamientos de
la literatura especializada, aunque existen dudas por el valor real dado al trabajo
grupal, la articulación interinstitucional y la participación, y preocupación por la
falta de interés en relación a temas como género y evaluación de proyectos.
Palabras-clave: Extensión agraria; Asistencia técnica; Participación; Enfoque
territorial; Trabajo grupal.
Abstract: Extension approaches and practices have changed enormously during the last
decades. At the same time, several authors have pointed out the persistence of traditional,
diffusionist approaches in extensionists’ practices as well as in extension institutions. In
this research, extension practices implemented in the Argentine Northeastern region are
analyzed and compared with institutional and current academic proposals, aiming to draw
useful recommendations. In order to do so, 40 interviews with rural extensionists who work
1. Data de submissão: 14 de julho de 2015. Data de aceite: 15 de janeiro de 2016.
2. Este artigo deriva de um projeto de pesquisa financiado conjuntamente pela Agência Nacional de
Promoção Científica e Tecnológica (ANPCyT) do Ministério da Ciência, Tecnologia e Inovação
(MINCYT) e da Universidade de Cuenca del Plata (Argentina). O projeto é de código PICT 0192-2011.
3. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina), Universidad de la Cuenca
del Plata (Posadas, Argentina), e Universidad de Morón (Buenos Aires, Argentina). E-mail:
[email protected]
in the public system in the provinces of Chaco, Corrientes, Formosa and Misiones were conducted and analyzed.
Results show that the interviewees aim their practices at the productive improvement and the strengthening of
farmers’ organizations, value implementing demand-driven interventions, and prioritize group approaches. In
general terms, the extensionists’ practices are consistent with the National Institute of Agricultural Technology’s
proposal and with most of the guidelines provided by the specialized literature. Nonetheless, doubts remain with
regards to the real value given to group work, interinstitutional articulation and participation. Likewise, the lack of
interest about gender issues and evaluation of extension projects are also cause of concern.
Key-words: Agricultural extension; Technical assistance; Participation; Territorial approach; Group work.
DOI - http://dx.doi.org/10.1590/1234-56781806-9479005401009
1. Introducción
Los enfoques y las prácticas de extensión
rural (ER) se han transformado enormemente a
lo largo de las últimas décadas a nivel mundial
(LEEUWIS, 2004). A mediados del siglo pasado,
hablar de ER significaba hablar de la transferencia
o difusión de las tecnologías generadas en
los centros de investigación a los productores
del campo (ROGERS, 1962). Con el paso del
tiempo este enfoque fue criticado, tanto por las
dudosas premisas éticas en las que se sostenía
(FREIRE, 1973) como por su limitado impacto en
el trabajo con amplios sectores de productores,
especialmente los agricultores de tipo familiar.
Si bien pueden encontrarse múltiples
definiciones, actualmente tiende a considerarse a
la ER como un conjunto de acciones orientadas
a ofrecer información y servicios a agricultores
y a otros actores rurales con el fin de desarrollar
destrezas y fortalecer prácticas técnicas y
organizativas, procurando mejorar la calidad
de vida de los productores rurales (FORO
GLOBAL PARA LOS SERVICIOS DE ASESORÍA
RURAL [GFRAS], 2012). Siguiendo lineamientos
propuestos por instituciones de extensión,
organizaciones internacionales e investigadores,
hoy la ER aparece como un proceso participativo,
orientado a la demanda (ORTIZ et al., 2011;
TRIGO et al., 2013), que se estructura a partir
del intercambio horizontal de conocimientos
Clasificación JEL: Q16. I + D.
y saberes entre productores y extensionistas
(ORTIZ, 2009; PÉREZ y CLAVIJO, 2012), pero
que a la vez requiere de la articulación dinámica
y creativa entre diferentes actores e instituciones
que actúan en un territorio o que forman parte
de un mismo sistema de innovación agrícola
(NEDERLOF et al., 2010; ACUNZO et al., 2014).
En este contexto, la innovación deja de ser vista
como el resultado de un proceso de transferencia
de tecnologías predefinidas, pasando a ser
concebida como el emergente de un proceso
complejo y sistémico que involucra a diferentes
actores (LEEUWIS, 2004; CHRISTOPLOS, 2010;
SULAIMAN y DAVIS, 2012).
A nivel conceptual es posible establecer una
tipología de enfoques de ER. Estos enfoques,
si bien cada uno tiene una aparición histórica
temporalmente delimitada, no deben ser
pensados en términos de un conjunto de etapas
en las cuales una supera a la otra, sino del
surgimiento de la posibilidad de pensar de manera
diferente, generalmente más amplia, los procesos
de ER. Así, más que se superación de modelos,
a nivel de terreno será más frecuente encontrar
tensiones e hibridaciones entre ellos, más que
enfoques puros, lo que ha sido argumentado en
Argentina por diferentes autores (TORT, 2008;
LANDINI, 2015a).
El primer modelo corresponde al enfoque
clásico de transferencia o difusión jerárquica
y lineal de tecnologías de investigadores y
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extensionistas a productores. Este enfoque,
importado de los Estados Unidos por la amplia
mayoría de los países latinoamericanos a
mediados del siglo XX (DE LELIS et al., 2012),
es descripto por Leeuwis (2004) como una
intervención comunicativa orientada a “la
persuasión de productores agropecuarios u otros
grupos objetivo para que adopten paquetes
tecnológicos específicos y/o acepten ciertas ideas
o políticas” (p. 35). En contraposición a este
modelo, en los años 70 comienza a hablarse en
América Latina de un enfoque alternativo, el cual
Freire (1973) denominó ER dialógica y que otros
autores denominan ER crítica (TOMMASINO et
al., 2006). En esta perspectiva, se reconocen los
conocimientos y experiencias de los productores
(SOUZA y GOMES, 2008), estableciéndose
vínculos horizontales de diálogo y construcción
conjunta de alternativas superadoras entre
técnicos y productores (MACHADO et al., 2006;
ZUIN et al., 2011). En Brasil, esta perspectiva
se encuentra presente de manera clara en
la Política Nacional de Assistência Técnica e
Extensão Rural (PNATER) (MINISTÉRIO DO
DESENVOLVIMENTO AGRÁRIO, 2004).
En este contexto cabe destacar que tanto el
enfoque difusionista como el dialógico adoptan
diferentes versiones. Por tanto, no resulta
apropiado pensarlos en términos de enfoques
únicos o monolíticos. Por ejemplo, dentro del
difusionismo pueden encontrarse propuestas
más centradas en un abordaje educativo,
mientras que otras ponen el énfasis más en la
transferencia directa de paquetes. Respecto del
enfoque dialógico, debe señalarse que no todas
las propuestas comparten la orientación a la
transformación social presente en los trabajos de
Freire, y que dentro del abordaje existen líneas
que revalorizan las propuestas tecnológicas, pero
no desde la transferencia lineal sino desde la
adecuación o la co-construcción participativa.
Los modelos difusionista y dialógico de ER
pueden considerarse como los enfoques clásicos
de ER en América Latina. Ambos, a pesar de sus
diferencias, ponen el foco en el vínculo entre
técnicos y productores. En contraste, existen
169
dos abordajes más actuales que cambian el nivel
de análisis, haciendo énfasis en la articulación
entre diferentes instituciones y actores sociales
vinculados con los procesos de desarrollo rural,
aún teniendo en cuenta que ambos incluyen
enfoques similares pero que también admiten
cierta diversidad a su interior. Así, por un lado,
encontramos propuestas que piensan a la ER
desde un enfoque territorial (ARDILA, 2010;
RINGUELET, 2010), las cuales ponen el foco en
la articulación de los actores locales con el fin de
generar iniciativas de desarrollo endógenas que
coordinen los recursos disponibles. El segundo
abordaje, por su parte, centra su atención en el
carácter sistémico de los procesos de innovación
(LEEUWIS, 2004; LEEUWIS y AARTS, 2011). En
este sentido, se destaca el rol de los ER como
facilitadores de procesos articulación y de
aprendizaje en el contexto de estos sistemas,
de los que pueden forman parte productores,
instituciones, consumidores, investigadores,
comerciantes,
cooperativas
y
cámaras
empresarias, entre otros, no necesariamente
articulados en torno a un mismo territorio.
No obstante, como se fue sugiriendo, contar
con esta tipología no resuelve la cuestión de la
diversidad de enfoques de ER existentes, ni a
nivel conceptual ni a nivel práctico. De hecho, es
posible encontrar abordajes tanto difusionistas
como dialógicos articulados con propuestas
territoriales o de sistemas de innovación
(LANDINI et al., 2013; LANDINI, 2015a). A la
vez, existen múltiples variables, como el carácter
participativo de los enfoques, o el predominio
de un abordaje técnico-productivo frente a uno
más orientado a trabajar con el fortalecimiento
grupal (o viceversa), que pueden agregarse
caracterizando a los diferentes enfoques de ER
mencionados anteriormente en la tipología.
De cualquier manera, la tipología propuesta sí
contribuye a aportar un orden a esta diversidad,
lo que resultará de gran utilidad en este trabajo.
Por otra parte, la transformación histórica
de los enfoques de ER a nivel académico
y de organismos internacionales como la
Organización de las Naciones Unidas para la
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 Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas en el Noreste Argentino
Agricultura y la Alimentación (FAO) o GFRAS,
no niega la persistencia de autores con enfoques
tradicionales (véase por ejemplo MIRANDA
et al., 2011; ADGABA et al., 2014; MANZANA et
al., 2014; OLORUNFEMI et al., 2014). A la vez,
estos cambios académicos tampoco implican una
transformación en los lineamientos utilizados por
las instituciones de ER para guiar sus prácticas,
ya que en ellas pueden persistir, explícita o
implícitamente,
presupuestos
difusionistas,
tanto en sus objetivos institucionales como
en sus estructuras de funcionamiento (véase
SARAIVA y CALLOU, 2009). Por ejemplo,
el caso de instituciones que argumentan la
importancia de enfoques participativos pero
cuyos proyectos se construyen a partir de una
lógica vertical (LANDINI, 2013a). Finalmente,
también es necesario reconocer la persistencia de
extensionistas con enfoques difusionistas, como
señalan diferentes autores (LANDINI, 2012;
TURIJÁN et al., 2012; LANDINI y BIANQUI,
2014a; PAVÓN, 2014; LANDINI, 2015b;
RENDÓN et al., 2015) los cuales se derivan con
gran facilidad de la formación técnico-productiva
que los profesionales de las ciencias agrarias
suelen recibir en las universidades. De hecho, la
persistencia de un enfoque difusionista en la ER
pública brasileña ha sido identificada como un
problema fundamental (SARAIVA y CALLOU,
2009; ALMEIDA et al., 2010; ZUIN et al., 2011; DE
LELIS et al., 2012; LANDINI, 2015c), pese a las
propuestas dialógicas, participativas y críticas
derivadas de la PNATER.
Desde una perspectiva orientada al actor
(LONG, 2007), la determinación de las prácticas
de ER (es decir, los modos de acción concretos
que implementan los extensionistas para
alcanzar sus objetivos) puede ser pensada a
partir del siguiente esquema, derivado de la
propuesta conceptual desarrollada por Landini et
al. (2014). En primer lugar, los extensionistas son
portadores de una visión del mundo y de una
concepción de ER a partir de la cual se proponen
guiar su práctica. Ahora bien, como diferentes
estudios han sugerido, las personas pueden
tener diferentes concepciones, creencias o teorías
sobre la práctica referidas a un mismo ámbito
de la realidad (PEIXOTO y PEREIRA, 2013),
que puedan activarse de manera diferencial
dependiendo del contexto (LANDINI et al.,
2013). Así, se parte de que los extensionistas son
portadores de diferentes visiones de ER que
guían sus prácticas, pudiendo existir diferencias
tanto entre los extensionistas como al interior de
su propia subjetividad e identidad, lo que coloca
a este estudio en el nivel de articulación entre lo
psicológico y la práctica social.
Por su parte, queda claro que las prácticas de
ER no se encuentran determinadas únicamente
por las concepciones de los extensionistas,
sino que también se encuentran enmarcadas
tanto por las condiciones de posibilidad
como por las limitaciones derivadas de las
estructuras institucionales dentro de las que
trabajan, los entornos socio-institucionales con
los que interactúan y las condiciones propias
del ambiente material (clima, suelos etc.). En
este contexto, la incidencia del cambio de las
concepciones de extensión a nivel de la academia
y de instituciones técnicas especializadas como
la FAO podrá influir en las prácticas de los
extensionistas a través de dos vías fundamentales:
su formación (tanto a nivel de las universidades
y los institutos técnicos, como en servicio) y la
incidencia en las instituciones de extensión. Así,
queda claro que conceptualmente será posible
encontrar diferencias y contradicciones entre
los enfoques de extensión priorizados a nivel
académico, los marcos institucionales de las
agencias de extensión, las concepciones de ER de
los propios técnicos y las prácticas que realmente
se implementan en los territorios. Al mismo
tiempo, se reconoce que estos diferentes niveles
de determinación identificados, incluyendo las
concepciones de ER de los propios extensionistas,
llevarán a la implementación de una importante
diversidad de prácticas en diferentes instituciones
y territorios. A partir de este marco conceptual,
en este artículo se opta no proponer a priori una
tipología de prácticas de ER, buscando abordar
esta diversidad desde una perspectiva empírica
e inductiva.
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En este contexto, localizados en el noreste
argentino, caracterizado por un alto porcentaje de
agricultura familiar, surgen diversas preguntas,
que corresponden a los objetivos específicos de
este trabajo: ¿Cómo se caracterizan las prácticas
de ER pública que se llevan adelante en la región?
¿En qué enfoque o enfoques se sustentan? ¿Cómo
se relacionan estas prácticas y enfoques con las
propuestas académicas actuales para el trabajo
de ER? ¿Qué aprendizajes pueden extraerse de
este análisis para fortalecer el trabajo que se lleva
adelante con los agricultores? Buscando responder
a estas preguntas, a continuación se presentan los
resultados de un trabajo de investigación.
2. Metodología
Se llevó adelante una investigación cualitativa,
de carácter exploratorio-descriptivo. Se realizaron
40 entrevistas semi-estructuradas a extensionistas
que trabajan en el noreste argentino en las dos
principales instituciones públicas que brindan ER
a nivel nacional: el Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA) y la actual Secretaría de
Agricultura Familiar (SAF). La región noreste
está compuesta por cuatro provincias: Chaco,
Corrientes, Formosa y Misiones. Diez entrevistas
fueron realizadas en cada una de ellas, cinco a
extensionistas de cada institución. Teniendo en
cuenta que a nivel nacional la mayor parte de los
extensionistas son hombres (LANDINI, 2013b), se
procuró entrevistar al menos una mujer de cada
institución en cada provincia, para no perder la
visión de las mujeres sobre los temas estudiados.
En total, 29 entrevistados fueron varones y
11 mujeres. A la vez, 36 de ellos contaban con
formación técnica (fundamentalmente ingenieros
agrónomos y veterinarios), y 4 con formación en
ciencias sociales.
Las entrevistas se organizaron a partir de
ejes de indagación y no de preguntas fijas, como
corresponde a las entrevistas semi-estructuradas.
Los ejes utilizados fueron:
• Trabajo de ER realizado / descripción de las
prácticas de ER.
171
• Problemas que surgen en el trabajo de
ER y dificultades en el vínculo con los
productores.
• Objetivos que se busca obtener en el
trabajo de ER.
• Utilidad y valor de la transferencia de
tecnologías en el trabajo de ER.
• Características y concepto de un ‘buen
extensionista’.
A partir de las respuestas a estas preguntas,
el entrevistador repreguntó con el fin de obtener
descripciones más claras y amplias de los temas
abordados.
Las entrevistas fueron transcriptas y
analizadas con el apoyo del software Atlas Ti
siguiendo los principios generales de la teoría
fundamentada. En concreto, se procedió a una
primera lectura de los textos para identificar todos
los fragmentos con información relacionada con
los objetivos. Seguidamente, por un procedimiento
inductivo, se fueron identificando categorías o
áreas temáticas para ordenar los distintos temas
abordados por los entrevistados, las cuales fueron
utilizadas para categorizar todo el material, en
línea con las propuestas de Taylor y Bodgan
(1994) para análisis cualitativo de entrevistas. En
este proceso, tanto los temas que se repetían en las
entrevistas como aquellos destacados por el marco
conceptual utilizado sirvieron como guías para el
análisis. En total, 64 categorías temáticas referidas
a elementos de la práctica o de la concepción de ER
de los entrevistados fueron construidas, muchas
de ellas con muy baja presencia cuantitativa
en las entrevistas. En el apartado ‘Resultados y
Discusión’ se presentan subtítulos en los que se
agruparon (por afinidad temática) las categorías
de mayor relevancia cuantitativa, las cuales son
analizadas e interpretadas. Al mismo tiempo,
la información recolectada por medio de las
entrevistas es complementada y enriquecida con
documentación institucional disponible sobre el
trabajo de ER que llevan adelante el INTA y la SAF.
Cuando resulta oportuno y posible a partir
de la información disponible, se indica cuántos
entrevistados mencionaron una categoría
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 Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas en el Noreste Argentino
determinada. Por ejemplo, cuántos extensionistas
señalaron como objetivo de su accionar la
generación de mejoras tecnológicas en las chacras
de los productores, o cuántos indicaron que
solían abordar en su trabajo temáticas vinculadas
con el uso del agua. Esta estrategia ofrece un
criterio cuantitativo para comparar la presencia
de ciertas visiones y perspectivas, algo que suele
pasarse por alto en numerosas investigaciones
cualitativas. No obstante, téngase presente que
las cantidades y porcentajes no son el resultado
de una encuesta o de preguntas directas respecto
de tales cuestiones. Al contrario, se trata de la
cuantificación de comentarios y referencias
espontáneas realizadas por los extensionistas
frente a las preguntas abiertas realizadas durante
la investigación. Así, si bien estos números
permiten analizar la relevancia comparativa de
ciertas afirmaciones de los entrevistados, no
resulta apropiado interpretarlos como resultados
absolutos, ya que su contexto es el de una
investigación cualitativa.
3. Resultados y discusión
3.1. Marcos institucionales
Si bien las condiciones materiales e
institucionales no determinan las prácticas
de los actores (LONG, 2007), en este caso
los extensionistas, es indudable que éstas se
encuentran constreñidas por las estructuras
institucionales que las enmarcan (LANDINI
et al., 2014), generalmente expresadas en los
objetivos que proponen las instituciones de ER o
la estructura de los programas o proyectos que
implementan. Esto se evidencia en las palabras
de un extensionista que señala que “dentro de
INTA están categorizadas las formas de trabajar,
desde lo que son los diferentes programas, […]
los ‘Minifundios’ […] va desde capacitación en lo
organizacional […] los ‘Cambio Rural’ que es más
de comercialización, de gestión de la empresa,
los ‘ProFam’ son más vinculados a la parte
tecnológica”.
En el año 2009 se crea la Subsecretaría de
Agricultura Familiar, actual SAF, dentro del
Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de
la Nación, como continuación de lo que en ese
entonces era el Programa Social Agropecuario
(PSA). El PSA tenía líneas de funcionamiento y
prioridades claras y estables en el tiempo. No
obstante, con la creación de la Subsecretaría
estos lineamientos se volvieron anacrónicos,
sin que se construyeran nuevos: “no hay una
continuidad muchas veces institucional. De
acuerdo a la persona que está al frente [...] son
las instrucciones”. Es cierto que, informalmente,
el Secretario Nacional de la SAF señala como ejes
de trabajo estratégicos la soberanía alimentaria,
la tierra, el agua y el hábitat en el contexto de la
agricultura familiar. No obstante, queda claro que
se trata de ejes genéricos, pero no de principios
operativos. De esta manera, se observa una SAF
con lineamientos institucionales cambiantes
y frágiles, que dependen de la voluntad de
autoridades circunstanciales y de la disponibilidad
contextual de recursos para acciones.
Por su parte, el INTA es una institución con
mucha más trayectoria, ya que fue creada en el
año 1956 (TORT, 2008). Si bien trabaja con distintos
perfiles de productores, en la región se destaca el
trabajo con pequeños y medianos productores,
incluyendo en casos puntuales comunidades
aborígenes. En el año 2004 el INTA genera un
plan estratégico institucional para el decenio
2005-2015 (INTA, 2004) en el cual se propone un
enfoque territorial para los procesos de desarrollo
rural, siempre apuntando a la articulación y
concertación entre actores y a la promoción de
sistemas locales de innovación y conocimiento.
Hacia el año 2014 el INTA consolida esta política
con la creación de los Proyectos Regionales con
Enfoque Territorial (PRET), los cuales tienen
por objetivo el abordaje de las problemáticas
específicas de cada territorio a partir de la
complementación de recursos (institucionales
y extra-institucionales) y de acciones de ER e
investigación.
A nivel operativo, la amplia mayoría de
las acciones de extensión que lleva adelante la
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institución se articulan en torno al Programa
Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable
(ProFeder), que cuenta con cuatro instrumentos
diferenciados según el perfil de productor, todos
ellos con enfoque participativo: el ProHuerta,
destinado a población carenciada de los ámbitos
rural y urbano; el Minifundio, destinado a
productores minifundistas; el ProFam, orientado
a pequeños productores familiares; y el Cambio
Rural II, que trabaja con pequeños y medianos
empresarios agropecuarios. Cada uno de estos
instrumentos, además de contar con un público
beneficiario propio, estructura las acciones de los
extensionistas según los parámetros y prioridades
de cada uno de ellos.
3.2. Objetivos de la extensión rural propuestos
por los entrevistados
Los objetivos, es decir, el ‘para qué’, o el
‘a dónde se quiere llegar’ con el trabajo de ER,
constituyen una dimensión que estructura el
enfoque y la práctica misma de los extensionistas.
Dos objetivos son mencionados por más del
50% de los entrevistados. En primer lugar,
23 extensionistas establecen como eje de su
accionar la generación de mejoras tecnológicas
y productivas en los predios de sus productores,
lo que incluye tanto aumentar los rindes y
la producción como implementar prácticas
ambientalmente más amigables. Por ejemplo, un
extensionista menciona la necesidad de generar
un “aporte desde el punto de vista tecnológico,
mejorar ciertas prácticas que hace el productor”.
Si bien esto no habla necesariamente de la
implementación de un enfoque difusionista de
ER, como se ha explicado en la introducción, sí
evidencia el predominio o el énfasis técnicoproductivo de la mirada que tienen los propios
extensionistas de su función, en contraste con la
falta de referencias a la idea de gestión de procesos
de innovación, postura más amplia para pensar
los cambios tecnológicos (LEEUWIS, 2004).
Paralelamente, 22 entrevistados plantean
como objetivo de su trabajo la mejora o el
fortalecimiento de las organizaciones de
173
productores o, en términos más generales,
el desarrollo de autonomía y autogestión
por parte de los beneficiarios. En esta línea,
una entrevistada argumenta que “si no hay
organización, es imposible llegar a un desarrollo”.
Así, la organización aparece en sí misma como
una herramienta que permite que el productor
“no dependa de que nosotros [los extensionistas]
estemos para que las cosas se sigan logrando”.
En este sentido, la organización social de los
productores aparece como un prerrequisito
para su autonomía, enfoque que considera la
actividad de ER no desde lo productivo sino más
bien en clave de institucionalidad y de poder.
Así, la organización (asociada a la obtención de
personería jurídica), permite gestionar recursos
del estado y negociar con actores más consolidados
que forman parte de las cadenas productivas y de
los sistemas de innovación agrícola.
En esta misma línea, 15 entrevistados (10
ya considerados entre los anteriores) señalan la
importancia de reconocer y construir al productor
como actor de su propio desarrollo, algo asociado
con “lograr autogestión de las organizaciones
[de productores] [pero también] con lograr más
poder de los sectores más excluidos”. Claro está,
estas 15 afirmaciones pueden ser ubicadas dentro
de un continuo que va desde una perspectiva
de autogestión más organizacional a otra que
subraya más el actorazgo político. De todas
maneras, y en cualquier caso, queda claro que
nos encontramos aquí frente a una dimensión
diferente del trabajo de ER, en paralelo con el
enfoque técnico-productivo.
Ahora bien, podría pensarse que estos dos
abordajes, uno más relacionado con lo técnicoproductivo y otro con lo organizativo-político,
corresponden a dos estrategias de intervención
diferenciadas, incluso contrapuestas. No obstante,
a nivel empírico lo que parece observarse es una
articulación, no siempre bien lograda, entre
ambas líneas de pensamiento, con diferencias
según las orientaciones personales de los propios
extensionistas. Como explica un entrevistado
de la SAF: “lo que queremos llegar está un poco
balanceado entre lo productivo y lo organizativo”.
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 Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas en el Noreste Argentino
Indudablemente,
para
superar
muchos
problemas vinculados con los productivo (como
el acceso a maquinarias), resulta potencialmente
valioso trabajar la articulación y organización de
los productores.
Por otra parte, también se observan tres
objetivos adicionales referidos al trabajo de
ER que han sido mencionados por entre el 25
y el 50% de los entrevistados. En concreto, 13
extensionistas sostienen que el aumento de
los ingresos de los productores, generalmente
asociado a una mejora de las condiciones de
comercialización, constituye uno de los objetivos
de su trabajo. En segundo lugar, 10 extensionistas
también incluyen dentro de los objetivos de su
trabajo el asegurar a los agricultores familiares
el acceso a diferentes derechos relacionados con
salud, educación y agua para consumo, entre
otros. Finalmente, también 17 entrevistados
plantean como objetivo “mejorar la calidad de
vida del productor”. En algunos casos, esta idea
de aumentar la calidad de vida se explica en
términos de aumento de los ingresos o de un
mayor acceso a servicios públicos. No obstante,
podría decirse que la mejora de la calidad de
vida constituye un objetivo genérico que es
retomado por los entrevistados para expresar el
impacto positivo que se espera que tengan en los
beneficiarios acciones orientadas a alcanzar todos
los objetivos anteriores.
En resumen, se observa una interesante
articulación entre objetivos técnico-productivos
y organizativo-políticos, a lo que se suma el
apoyo a la comercialización y el acceso a servicios
públicos. Este esquema lleva a diferentes
reflexiones. Primero, que el tradicional énfasis
productivo de la ER, muchas veces asociado a
un enfoque difusionista, pareciera incorporar
progresivamente la dimensión social en la que se
encuentran inmersas las prácticas productivas.
Segundo, que esta dimensión social trae
aparejada la toma de conciencia de las relaciones
de poder que atraviesan los procesos de
desarrollo, como suele destacarse en el contexto
de la ER dialógica (TOMMASINO et al., 2006).
Y tercero, la incorporación al trabajo de ER de
la comercialización en tanto el eslabón faltante
para articular la producción con la generación de
ingresos.
3.3. Ejes del enfoque de extensión rural
Durante las entrevistas, los extensionistas
hicieron referencia a diferentes elementos que dan
forma a los enfoques de ER con los que trabajan.
En primer lugar, 33 técnicos (es decir, el 82,5%
de la muestra) mencionaron la importancia de la
demanda y de la participación de los productores
como elementos del trabajo de ER, lo que va
en línea con las recomendaciones de diferentes
organismos e instituciones (INTA, 2004; QAMAR,
2011; TRIGO et al., 2013), incluyéndose también
en este caso la Política Nacional de Assistência
Técnica e Extensão Rural de Brasil (MINISTÉRIO
DO DESENVOLVIMENTO AGRÁRIO, 2004). No
obstante, analizando en detalle las entrevistas
se observa un predominio de referencias a la
importancia de partir de la demanda de los
productores (29 casos), frente a sólo 14 que hablan
de participación. Cuando se habla de ‘demanda’,
se está haciendo referencia a generar acciones de
ER a partir de los pedidos tanto de beneficiarios
como de instituciones. Así, lo que la demanda
configura es el contenido de lo que se hace, por
ejemplo, los temas sobre los que se capacita o
sobre los que se ofrece asistencia técnica. Por
ejemplo: “las capacitaciones en general se dan
según la demanda”. En contraste, cuando se habla
de ‘participación’, a lo que se hace referencia no
es sólo a acordar el contenido de las acciones con
los otros, sino a diseñar la estructura misma de
las propuestas con ellos: consensuar proyectos,
construir conjuntamente los objetivos o acordar
la dinámica de las capacitaciones (MONTERO,
2004). En sus palabras, un entrevistado plantea
el sentido de la participación: “el enfoque es el
de tratar de hacer un diagnóstico con la gente
para relevar cuáles son los problemas que
ellos visualizan, y en función de ello ordenar
todo un trabajo, como para ver de qué manera
podemos empezar a dar en conjunto respuestas
a los distintos problemas”. Así, atendiendo
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Fernando Pablo Landini 
a la diferente presencia cuantitativa de estas
perspectivas en los discursos de los entrevistados,
se observa que si bien la idea de ‘participación’
aparece como un valor destacado, la tendencia
pareciera ser la de subsumir esta idea dentro
de la simple ‘respuesta a la demanda’, lo que
claramente limita su fuerza como principio
organizador del trabajo de extensión.
Aquí resulta interesante señalar que la
participación y la orientación a la demanda,
en distintos niveles, aparecen como valores
de los enfoques dialógico, territorial y de
sistemas de innovación. A la vez, en un estudio
realizado en Argentina también se observó que
la valoración de la participación caracteriza a
extensionistas con orientación tanto difusionista
como dialógica (LANDINI, 2015d). De esta
manera, si bien la orientación a la demanda y
la valoración de la participación constituyen
elementos fundamentales del abordaje de ER
de los entrevistados, no resultan suficientes para
vincular a los extensionistas con uno de los cuatro
modelos centrales presentados anteriormente en
la tipología de enfoques de ER.
Otro eje a partir del cual pueden diferenciarse
las prácticas de ER refiere al énfasis grupal o
individual del trabajo con productores. En este
contexto, 28 entrevistados describieron trabajos
con grupos o incluso mencionaron su preferencia
por trabajar de esta manera, frente a sólo 5 que
destacaron intervenciones de tipo individual,
fundamentalmente referidos a asistencia
técnica. Visto esto, podría pensarse que existe
una tendencia al trabajo grupal o asociativo
en contraposición a lo que sería una asistencia
técnica individual. Sin embargo, 8 entrevistados
señalan que no existe una contraposición entre
ambas alternativas, dependiendo cada una de
las circunstancias: “hay momentos en que es
necesario juntar a todo el grupo u organización,
y hay momentos en que puntualmente vamos a
hacer visitas a integrantes de esas casas”. Así, no
parece correcto contraponer estas alternativas
sino reconocer su potencial utilidad contextual.
Ahora bien, lo que resulta llamativo son las
razones esgrimidas por los entrevistados para
175
justificar la preferencia o el predominio de
estrategias de trabajo grupal. En concreto, de
los 14 extensionistas que dieron sus argumentos,
algunos más de un argumento, 9 hablaron de
falta de personal y de recursos operativos para
hacer asistencia individual, y 2 de requisitos de las
propias instituciones de extensión. En contraste,
sólo 5 mencionaron potencialidades intrínsecas
del formato grupal: 1 habló del valor de los grupos
para generar aprendizajes horizontales entre los
productores y 4 de la utilidad de los grupos o
asociaciones como vía para fortalecer la capacidad
de gestión y negociación del agricultor. Visto
esto, resulta llamativo el escaso reconocimiento,
en el contexto de la argumentación referida al
porqué del predominio del trabajo grupal con
productores, de las potencialidades que tiene al
abordaje grupal, más cuando entre los objetivos
del trabajo de ER se mencionó con frecuencia el
fortalecimiento de los grupos de productores.
Pareciera como si a nivel de objetivos genéricos
fuera más fácil reconocer el valor intrínseco del
trabajo colectivo, haciéndose más difícil cuando
se lo piensa en términos de prácticas concretas,
asociadas más a los esquemas de formación y
a los conocimientos técnicos que poseen los
propios extensionistas. A la vez, también resulta
preocupante el escaso reconocimiento de la
potencialidad de los grupos de productores
como herramientas de aprendizaje horizontal,
como se sigue de las propuestas actuales sobre
aprendizaje social, señaladas particularmente
en el contexto del abordaje de sistemas de
innovación (LEEUWIS y PYBURN, 2002).
Por su parte, 21 extensionistas abordaron el
tema del vínculo con los productores, mayormente
desde la perspectiva de lo que consideran que
debería ser y no necesariamente de lo que se
hace, por lo que los resultados respecto de este
punto deben ser interpretados en ese contexto.
Dentro de los comentarios más frecuentes se
destaca la idea de que el vínculo entre técnicos y
productores tiene que ser horizontal, no porque
ambos sean iguales, sino porque los dos tienen
conocimientos y experiencias valiosas, lo que
lleva a plantear el trabajo de extensión como un
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176
 Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas en el Noreste Argentino
proceso de compartir e intercambiar saberes. Uno
de los entrevistados lo expresa de esta manera:
“valoro mucho el extensionista que no se siente
más que el compañero campesino. No va con la
idea de ‘yo sé y vos no sabés’, […] yo creo que
el conocimiento se genera de ese intercambio
[…], poder ir experimentando y viendo”. En
este contexto, el extensionista, al partir de que
el productor posee conocimientos y capacidades
valiosas, asume que no tiene que partir de decir
a los productores cómo tienen que hacer, sino
del diálogo de saberes: “se trata de impulsar esos
cambios en lo productivo, pero siempre desde el
punto de vista del compartir los saberes, jamás de
‘bueno, esto es así’”.
Analizando el vínculo que proponen los
entrevistados entre técnicos y productores, se
observa claramente una visión dialógica de la ER
(FREIRE, 1973; SCHALLER, 2006), en la cual la
extensión es comprendida no como un proceso de
transferencia sino de comunicación entre sujetos
diferentes pero con igual dignidad. A la vez,
también se observa una mirada constructivista
del conocimiento y de la innovación, en el
sentido de que ambos surgen como resultado
del trabajo conjunto de diferentes actores, en
línea con las propuestas del abordaje de sistemas
de innovación (LEEUWIS y AARTS, 2011). No
obstante, el carácter romántico o excesivo que
muchas veces tienen estas expresiones lleva a
pensar en hasta qué punto se trata de discursos
realmente incorporados a nivel práctico por los
extensionistas, y no simples expresiones de nivel
discursivo. Incluso, esta duda se hace mucho
más fuerte cuando se encuentran casos en los
cuales un mismo entrevistado parece adoptar
posiciones contrarias en diferentes momentos
de la entrevista, con afirmaciones más explícitas
referidas a modelos centrados en el diálogo, y otras
más sutiles o implícitas referidas a un enfoque
difusionista. Si bien esta afirmación puede
resultar extraña, va en la línea con un trabajo
realizado en Paraguay en el cual se concluyó
por medios estadísticos que en un extensionista
pueden coexistir a nivel implícito postulados
tanto dialógicos como difusionistas (LANDINI et
al., 2013), los cuales pueden activarse o hacerse
salientes en diferentes contextos materiales o de
sentido.
Ya con menor número de menciones,
también aparecen otras referencias que dan
forma a los enfoques de ER. En las entrevistas, 11
extensionistas hicieron referencia al rol central que
juega la dimensión ético-política en el contexto
del trabajo de ER, generalmente asociada al
modelo de sociedad y de desarrollo que subyace
a las intervenciones técnicas. En este sentido, los
extensionistas destacan la contraposición entre el
modelo asociado a la producción de commodities,
y el rol que juega la agricultura familiar en
la seguridad alimentaria y la potencialidad
de la ER para generar poder (incluso a nivel
político) de los sectores campesinos. Esto puede
observarse en la siguiente cita: “si esa adopción,
propuesta, acompañamiento, […] no va de la
mano con lograr soberanía del territorio, con
lograr autogestión de las organizaciones, con
lograr más poder de los sectores más excluidos,
no tiene sentido dedicarle tiempo”. Como ya se
señaló, esta toma de conciencia de la dimensión
política y de poder asociada al trabajo de ER
suele destacarse en el contexto de ciertas líneas
de pensamiento al interior de la ER horizontal
dialógica (TOMMASINO et al., 2006).
A la vez, 9 entrevistados también señalaron
la importancia de adoptar un enfoque
de ER orientado a la agroecología, algo
tradicionalmente propiciado por la SAF y por
el programa ProHuerta del INTA, y apoyado
también en Brasil en el contexto de la Política
Nacional de Assistência Técnica e Extensão
Rural (MINISTÉRIO DO DESENVOLVIMENTO
AGRÁRIO, 2004). No obstante, se observa que el
enfoque agroecológico corresponde a una visión
que se encuentra en disputa, ya que también
hay extensionistas que critican el rechazo a los
agroquímicos, abogando por un uso apropiado
de estos productos, sin necesidad de que sean
excluidos de la producción.
Por su parte, también se observan
entrevistados que destacan la importancia del
trabajo con jóvenes y con enfoque de género,
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Fernando Pablo Landini 
siendo 10 los que hacen referencia a la primera
cuestión y 6 a la segunda. Visto esto, resulta
llamativa la escasa cantidad de entrevistados que
destacan espontáneamente la importancia de la
dimensión de género en el contexto del trabajo
de ER, en contraste con la importancia dada
al tema por diferentes autores e instituciones
(ORTIZ, 2009; FERRO, 2014). De hecho, esto
resulta aún más preocupante si se observa que
de esos 6 entrevistados, 4 fueron mujeres, lo
que implica que sólo 2 de los 33 entrevistados
varones mencionaron el tema. Finalmente, 9
entrevistados (8 del INTA), hicieron referencia
explícita a la implementación de un enfoque
territorial, en línea con el abordaje territorial de
la extensión y el desarrollo rural propuesto por
el INTA, lo que muestra la importancia de los
marcos institucionales en la estructuración de las
prácticas y los enfoques de ER.
3.4. Áreas y prácticas de intervención
A nivel operativo, los extensionistas describen
diferentes áreas y prácticas de intervención. En
este contexto, 7 de los entrevistados destacan la
importancia de adoptar estrategias de ER flexibles,
que se vayan adecuando a las necesidades de
los beneficiarios. Uno de ellos lo explica de esta
manera: “depende de las situaciones digamos, no
hay un esquema armado”. Las acciones referidas
al trabajo de ER pueden categorizarse en dos
áreas diferenciadas: la gestión de proyectos y
las áreas de intervención. A continuación se
desarrolla cada una de ellas.
3.4.1.Gestión de proyectos
Gran parte de las prácticas de los
extensionistas se enmarcan en proyectos
diseñados para implementar acciones en relación
a grupos o instituciones específicas, las cuales
pueden ser muy variadas. Estas acciones pueden
incluir desde la implementación de una feria
ganadera o la reforestación en una microcuenca,
hasta la compra de herramientas o insumos para
un grupo de productores. Así, gran parte del
177
trabajo de ER queda encuadrado, siguiendo los
requerimientos del INTA y de la SAF, a partir del
ciclo del proyecto: diagnóstico, diseño, ejecución,
seguimiento y evaluación.
En concreto, 28 extensionistas mencionaron
el diseño de proyectos, 19 la implementación de
diagnósticos y de otras dinámicas participativas,
8 el seguimiento y 2 la evaluación. La siguiente
cita de un extensionista lo ejemplifica: “hicimos
un proyecto en uno de los grupos […], yo hice
todo el árbol de ideas, […] las preguntas, cuáles
son las debilidades, las fortalezas”. Reflexionando
sobre estos resultados, se observa un mayor
énfasis en lo que es el diseño del proyecto que en
su evaluación, lo que si bien no resulta llamativo,
sí invita a prestar mayor atención a la fase final
de los proyectos, para poder generar procesos de
retroalimentación y aprendizaje que permitan
mejorar las dinámicas de trabajo.
Si bien respecto de este punto pueden
observarse algunas diferencias entre el INTA
y la SAF, el diseño de proyectos se encuentra
enmarcado en lo que es la búsqueda de recursos
para implementar acciones específicas. Es decir,
el diseño de un proyecto tiene como función
fundamental entre los entrevistados la búsqueda
de fondos, tanto en la propia institución como en
otras. Esto puede observarse en las palabras de uno
de los extensionistas: “gestionamos un proyecto,
la municipalidad consiguió rápidamente una
perforación con tanque de agua y nosotros a
través de [el Ministerio de] Desarrollo Social
vinculamos un proyecto de 96 mil pesos para
comprar una rueda de agua y hacer funcionar
en un arroyo”. Así, en este contexto, también se
toma conciencia que el trabajo de ER implica,
como tarea necesaria, la búsqueda y la gestión de
recursos para poder implementar acciones con
los beneficiarios.
3.4.2.Áreas de intervención
Las áreas o temáticas de intervención en las
que trabajan los extensionistas son múltiples.
Para clasificarlas se trabajó inductivamente.
Puede diferenciarse entre aquellas que son
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178
 Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas en el Noreste Argentino
fundamentales (mencionadas por el 90% o más
de los entrevistados), las que son destacadas
(al ser referidas por entre el 50 y el 75%) y
las que son relevantes (cercanas al 20%). Las
áreas de intervención fundamentales de
los extensionistas entrevistados son tres: la
articulación interinstitucional, el trabajo grupal o
asociativo, y la asistencia técnica. La articulación
interinstitucional fue mencionada por 39 de los 40
entrevistados, es decir, el 97,5% de la muestra, lo
que va en línea con las propuestas de ER territorial
del INTA. Una extensionista de esta institución lo
explica: “la parte de articulación es fundamental, es
muy importante, articulación con las instituciones
que están en el territorio”. Aquí, se observa que la
idea de articulación interinstitucional refiere a la
coordinación, más aún, a la sinergización de las
acciones que implementan diferentes actores a
nivel local, no pudiendo faltar las instituciones
de extensión y desarrollo rural, los gobiernos
locales (municipios), y las organizaciones de
productores, además de otra multiplicidad de
actores que puedan ser relevantes en diferentes
contextos.
A nivel descriptivo, la mayor parte de los
extensionistas explica la utilidad de la articulación
interinstitucional en términos de no superponer
acciones y, fundamentalmente, de poder articular
recursos de diferentes fuentes para generar
acciones de mayor impacto. Por ejemplo: “la
parte de Infraestructura [del gobierno] quizás
cede un lugar para la feria franca. O el traslado
a veces, uno aporta un poco de gasoil, el móvil
aporta el municipio […] Trabajamos en lo que
podemos y aporta cada uno lo que puede de su
institución”. En este sentido, se habla de alcanzar
“eficiencia en el aprovechamiento de los recursos
del estado”. En contrapartida, pareciera quedar
en un segundo plano lo que sería coordinación a
nivel de políticas o de planes de desarrollo a nivel
de los territorios entre las instituciones, lo que
resulta mucho más complejo pero que refleja de
manera más profunda la propuesta de enfoque
territorial del desarrollo rural (SCHEJTMAN y
BERDEGUÉ, 2004).
Por su parte, 37 entrevistados (el 92,5% de
la muestra) hicieron referencia a trabajos de
asesoramiento o asistencia técnica a beneficiarios
en el ámbito productivo. Un extensionista lo
plantea de esta manera: “nuestro trabajo es
asistirlo técnicamente [al productor], el tema de
la capacitación, el seguimiento de las actividades
planteadas”. Como se señaló, dentro de esta
categoría se incluyen diferentes actividades
relacionadas con el asesoramiento productivo a los
beneficiarios. Entre ellas sobresalen dos. La primera
refiere a asesoramientos puntuales, generalmente
a productores individuales en respuesta a
problemas productivos concretos, siempre bajo
demanda: “vos vas a ver a la familia que te viene a
buscar porque […] se le están muriendo las gallinas,
te vienen y te piden que vayas”. A esta práctica a
veces se la denomina “asistencia técnica clásica”. La
segunda corresponde a lo que son capacitaciones,
talleres o parcelas demostrativas, a partir de las
cuales se generan una serie de recomendaciones
o propuestas técnicas más genéricas orientadas a
grupos o a productores en general.
Por último, también dentro de las áreas de
intervención fundamentales puede encontrarse
el trabajo a nivel grupal o asociativo, señalado
por 36 entrevistados, correspondientes al 90%
de la muestra. A veces, esto refiere a “trabajar lo
organizativo” o a dar “apoyo a organizaciones”,
mientras que en otras oportunidades se lo plantea
como acompañamiento “a los procesos grupales”.
Como se mencionó anteriormente, este trabajo a
nivel grupal o asociativo se orienta a fortalecer
a los grupos de productores, para que puedan
negociar con otros actores desde una posición de
mayor solidez. A nivel más operativo, esto se busca
a partir de la generación de espacios de discusión
grupales orientados a construir consensos y
líneas de acción conjuntas; de la capacitación de
los productores sobre roles dentro de los grupos
y organizaciones; y del apoyo a la obtención de
personería jurídica. En definitiva, “se busca que
se arme un grupo realmente, no que solamente se
junten, sino que se formen, se consoliden como
grupo primero, que tengan objetivos en común”.
RESR, Piracicaba-SP, Vol. 54, Nº 01, p. 167-186, Jan/Mar 2016 – Impressa em Março de 2016
Fernando Pablo Landini 
Respecto de las áreas de intervención
destacadas, se observa el trabajo con temáticas
vinculadas con agua, presentes en 28 entrevistas
(70%) y el apoyo a la comercialización, en este caso
en 23 entrevistas (57,5%). El agua es un recurso
fundamental tanto para la actividad agropecuaria
como para el sustento de la vida humana. Por
esto, no resulta extraño que constituya un área
de acción destacada de los extensionistas dado
que, como se plantea en las entrevistas, “[hay]
muchos lugares con problemas de agua”. Las
acciones en esta área son varias, destacándose la
gestión de proyectos orientados a la realización
de perforaciones, la protección de vertientes,
la construcción de represas comunitarias y la
instalación de sistemas de distribución de agua a
nivel local.
Respecto del trabajo en el ámbito de
la comercialización, la mayor parte de las
referencias de los entrevistados son genéricas,
apuntado al trabajo en el área. Dentro de las
acciones específicas se habla de la realización
de estudios de mercado, de la capacitación en
comercialización y marketing, de la coordinación
de la producción y de la participación en remates.
No obstante, tanto desde el INTA como desde
la SAF, la opción más mencionada es el apoyo
a ferias francas, mercados locales en los cuales
los productores se conectan de manera directa
con los consumidores. Aquí, resulta importante
destacar que las ferias francas en Argentina
tienen su máximo desarrollo en las provincias
del noreste, especialmente en la de Misiones
(GOLSBERG et al., 2010), recibiendo el mayor
apoyo de parte de estas instituciones.
Finalmente, también deben mencionarse
una serie de líneas de acción implementadas
por los extensionistas rurales, pero cuya
presencia cuantitativa en las entrevistas fue
mucho menor. Dentro de ellas se incluye el
apoyo a la incorporación de valor agregado a la
producción primaria, propuesta indicada por 10
extensionistas; y el trabajo con problemáticas de
tierra junto con la organización de eventos, como
ferias ganaderas o de semillas, ambos referidos
por 7 entrevistados cada uno.
179
3.5. Dimensión social, actitudinal e
interdisciplinaria de la concepción
de extensión rural
Tradicionalmente, en América Latina la
ER ha sido y es una práctica asociada casi
exclusivamente con técnicos y profesionales
provenientes del ámbito de las ciencias agrarias
(LANDINI y BIANQUI, 2014b). En Argentina esta
tendencia se mantiene, aunque con diferencias
entre las instituciones, observándose un perfil
algo más interdisciplinario en la SAF (LANDINI,
2013b). De hecho, la muestra de este estudio
está compuesta en un 90% por extensionistas
provenientes del área técnica.
En contraste, los entrevistados mencionan
de manera insistente en las entrevistas el
carácter constitutivo de la dimensión social
en las prácticas de ER que realizan. Uno de los
extensionistas lo expresa de esta manera: “yo creo
que nuestro trabajo […] mucho es la parte social,
mucho es la contención, hablar con la gente,
hablar con los jóvenes, y después se va dando la
parte técnica, lo que nosotros hacemos mucho es
la parte social”. Muchas veces, la referencia a ‘lo
social’ es utilizada por el personal técnico para
referirse al abordaje de problemáticas como agua,
tierra, vivienda, salud, caminos o luz eléctrica,
entre otras. Sin embargo, un análisis más
amplio permite incluir dentro de la dimensión
social de la ER el trabajo organizativo y de
fortalecimiento grupal, la gestión de procesos
participativos, la articulación interinstitucional,
y las prácticas educativas asociadas al trabajo de
los extensionistas. Así, en términos generales,
se observa en los entrevistados una concepción
integral del desarrollo rural, que no lo identifica
con un simple aumento de la producción. Como
explica un técnico, “muchas veces no mejora su
calidad de vida duplicando la producción”. Por
el contrario, el desarrollo rural queda definido
como una articulación entre lo productivo, el
acceso a servicios y el desarrollo organizativoinstitucional: “obviamente que el desarrollo rural
va más allá... es también desarrollar a quienes no
tienen luz eléctrica, todavía no tiene agua…”
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180
 Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas en el Noreste Argentino
Al mismo tiempo, los entrevistados no sólo
reconocen a ‘lo social’ como herramienta de la ER
y como objetivo de su accionar, sino que también
señalan la importancia de las características
personales-actitudinales de los extensionistas
para alcanzar buenos resultados en el trabajo.
En concreto, los entrevistados hablan de la
necesidad de ser una persona humilde, que sepa
escuchar, que sea empática y tenga facilidad para
generar relaciones de confianza, siempre en el
marco de un vínculo horizontal, como destacaba
Paulo Freire (1973) en su enfoque dialógico de
ER. Un entrevistado lo señala así: “y con respecto
a la actitud [del extensionista] es una relación
de igual a igual con el otro, escuchar, tener una
actitud humilde”.
En este contexto, 17 entrevistados señalaron,
ya sea de manera directa o indirecta, la limitación
de la formación recibida para llevar adelante
las tareas que corresponden a su función como
extensionistas. Dado que la amplia mayoría de
ellos poseen formación en ciencias agrarias, la
primera limitación se relaciona con la falta de
conocimientos en el ámbito social, organizativo
y de metodologías de ER: “nosotros somos
ingenieros agrónomos, lamentablemente no
tenemos la formación social […]. Nosotros
estamos preparados para otras cosas”. A la vez,
también hay entrevistados que destacan la
limitación de su propia formación técnica, ya que
ésta está orientada fundamentalmente a la gran
producción y a la búsqueda de maximización de
la rentabilidad económica, cuando la agricultura
familiar se encuentra organizada según una
dotación de capital y una lógica diferente: “la
facultad está orientada a generar agrónomos para
las grandes producciones, para los commodities,
para este sector no”. Finalmente, también está la
cuestión de la formación específica en ER, ya que
en las carreras de agronomía y veterinaria, la ER
suele ser una materia u optativa o que tiene una
posición periférica en los programas de estudio.
En este contexto, en el cual los extensionistas
reconocen que la ER requiere de conocimientos y
competencias que exceden a su propia formación,
25 entrevistados (es decir, el 62,5%) destacaron la
importancia de que el trabajo de ER sea sostenido
por equipos interdisciplinarios, coincidiendo
en esto con la propuesta de diferentes autores
(CARBALLO, 2002, ORTIZ et al., 2011; PREISSING
et al., 2014). Uno de los extensionistas aclara esto:
“10 ojos ven más que 2, si no, es muy limitado
el trabajo que podés hacer solo. Necesitás de
otras disciplinas”. Efectivamente, tanto el trabajo
en equipo como la interdisciplina permiten
ampliar la comprensión de los fenómenos
sociales complejos con los que deben trabajar
los extensionistas (véase LANDINI et al., 2014).
Cuando las concepciones de ER, desarrollo e
innovación se amplían, también se multiplican las
miradas que tienen que aportar a la comprensión
del escenario de trabajo: “eso es lo que enriquece
un trabajo, tener diferentes miradas sobre un
mismo problema y tratar de trabajar de esa
manera, en forma conjunta”. Así, la necesidad
de interdisciplina aparece como la respuesta a
la ampliación del ámbito de intervención de los
extensionistas y al aumento de la profundidad y
complejidad de la lectura que deben hacer de los
territorios en los que trabajan.
4. Reflexiones finales y conclusiones
En este trabajo se propuso describir el
enfoque y las prácticas de ER de los extensionistas
del noreste argentino, relacionarlas con las
propuestas académicas e institucionales actuales
de ER y extraer aprendizajes para fortalecer
el impacto de las acciones. A continuación se
presentan un conjunto de reflexiones, que
terminan en una síntesis final.
En cuanto a los objetivos del trabajo de ER
planteados por los entrevistados, se destaca una
interesante articulación entre una orientación
técnico-productiva, más tradicional, y un
importante énfasis puesto en el fortalecimiento
organizativo e institucional de los productores,
esto último en línea con recomendaciones
derivadas de diferentes estudios (SWANSON,
2010; ORTIZ et al., 2011). En este contexto,
llama la atención la fuerte carga ético-política
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que asocian numerosos entrevistados a la idea
de organización de los productores, en tanto
estrategia para fortalecer o empoderar al sector en
el contexto de unas relaciones sociales desiguales
que marginan a los pequeños agricultores. Esta
perspectiva, presente en una parte importante
de los extensionistas, vuelve a aparecer cuando
se plantean discusiones en torno a los modelos
de desarrollo y de sociedad que subyacen a
diferentes prácticas de extensión y modelos
tecnológicos, todo lo que genera lecturas en
torno al trabajo de ER en clave de relaciones de
poder. Así, para numerosos entrevistados, la ER
no aparece ni como una práctica tecnocrática ni
como una simple intervención técnica, sino como
una práctica política (en un sentido amplio, no
partidario, vinculado con la definición de los
fines hacia donde orientar la sociedad).
Este enfoque, que no suele caracterizar
ni a la literatura generada por organismos
internacionales como la FAO ni a las propuestas
académicas referidas a ER desarrolladas en los
países centrales, particularmente anglosajones,
sí se articula fuertemente con la tradición
latinoamericana. En concreto, retoma los
postulados de la epistemología histórico-crítica
presentes en la ER dialógica propuesta por Paulo
Freire (1973), quien analiza la articulación saberpoder en las dinámicas de conocimiento de la
ER, colocándolas en el contexto más amplio de
las relaciones sociales de opresión. A la vez, esta
mirada de la extensión como práctica política,
también se apoya en las críticas a los postulados de
la revolución verde contenidos en las propuestas
de extensión que hacen foco en la agroecología
(ALEMANY y SEVILLA GUZMÁN, 2007), lo que
es recogido a nivel latinoamericano especialmente
por la Política Nacional de Assistência Técnica e
Extensão Rural (PNATER) de Brasil (MINISTÉRIO
DO DESENVOLVIMENTO AGRÁRIO, 2004).
En cuando a los ejes del enfoque de ER
surgidos de las entrevistas con los extensionistas,
el énfasis dado a la orientación a la demanda
en contraste con la idea más profunda de
participación, si bien no resulta llamativa (ya que
parece ir en línea con la idea de participación a
181
veces diluida que se presenta en la literatura
generada por organismos internacionales), no
por eso deja de generar cierta preocupación. En
efecto, numerosos problemas identificados por
los extensionistas en su práctica, como la falta de
compromiso, implicación y continuidad de los
productores en relación a diferentes iniciativas
y proyectos, parecen relacionarse con la falta
de espacios de participación real en su diseño
(SARAIVA y CALLOU, 2009; RIVAS et al., 2010).
Así, es posible que la disponibilidad de la alterativa
menos problemática de ‘responder a la demanda’,
leída por los propios extensionistas como
‘participación’, limite los esfuerzos y las acciones
orientadas a generar formas de participación más
sustanciales. En este sentido, cabe una reflexión
sincera por parte de los extensionistas de hasta
qué punto la idea de simplemente responder a
la demanda es suficiente para generar procesos
que tengan impacto y continuidad a largo
plazo, e incluso si esta alternativa no estará
limitando los esfuerzos para generar dinámicas
participativas más profundas, de mucha más
difícil implementación.
Por otra parte, y hasta cierto punto, también
se observa una coincidencia en torno a las
justificaciones relacionadas con la preferencia
por abordajes grupales en el trabajo de ER y
con las acciones orientadas a la articulación
interinstitucional. En ambos casos se tienden a
dar explicaciones extrínsecas, que no destacan
la utilidad o los beneficios de dichos abordajes
en sí mismos. Respecto del trabajo grupal, se
destaca la falta de recursos materiales y humanos
para abordajes individuales, y en el caso de
la articulación interinstitucional se enfatiza la
necesidad de aprovechar recursos provenientes
de otras instituciones. Así, se llega a la conclusión
de que estas acciones se apoyan en explicaciones
de carácter pragmático, no relacionadas con sus
beneficios o su valor intrínseco.
En el caso del formato grupal de trabajo, si
bien en otro contexto se ha destacado el valor de
las organizaciones de productores en términos de
capital social, lo que tiende a quedar invisibilizado
es la potencialidad de los espacios grupales
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182
 Enfoques y Prácticas de Extensión Rural Públicas en el Noreste Argentino
como herramientas para el intercambio de
conocimientos y la facilitación de aprendizajes a
nivel horizontal, lo que resulta fundamental si se
piensa en desarrollar capacidades de innovación
más que en transferir tecnologías. En este
sentido, resulta de interés implementar acciones
para que los extensionistas tomen conciencia
de estas potencialidades y puedan maximizar
los aprendizajes que pueden generarse en el
contexto de los grupos.
Por su parte, lo que tiende a quedar
invisibilizado en el caso de la articulación
interinstitucional y de la implementación de
una ER territorial (en este caso de manera algo
más matizada), es el valor de la coordinación
de políticas a nivel local y la construcción de
lineamientos de desarrollo compartidos. En cierto
sentido, parecería que en su operativización,
el abordaje territorial propuesto por el INTA
perdiera parte de su fuerza, quedando preso de
las necesidades más cotidianas de articulación
operativa.
Siguiendo con los ejes a partir de los cuales
se estructura el trabajo de ER, en el desarrollo
de los resultados también llamó la atención el
escaso interés de la temática de género en los
entrevistados, especialmente en los hombres.
Sin dudas, para arribar a resultados definitivos
resultaría necesario implementar una estrategia
de investigación más directa. No obstante, los
hallazgos de este estudio invitan a reflexionar
sobre el espacio que dan las instituciones de ER al
género en sus capacitaciones y en sus proyectos,
más allá de lo que sería la simple conformación de
grupos de trabajo específicamente para mujeres.
Focalizando ahora en las áreas de acción de los
extensionistas, entre los resultados se mencionó la
importancia que tenía la formulación de proyectos
en el contexto del trabajo de ER. En contraste, se
observaron escasas referencias a la evaluación
de dichos proyectos. Tradicionalmente, la idea
de evaluación ha sido asociada a la de control
(NIREMBERG et al., 2000). En este sentido,
evaluar los proyectos implementados se
operativiza a partir de la presentación de planillas
y comprobantes. Así, lo que termina quedando
de lado es la potencialidad de la evaluación
como aprendizaje, al reflexionar sobre lo hecho
identificando aciertos, errores y estrategias
superadoras. En consecuencia, en el contexto del
trabajo de ER, resulta recomendable aprovechar
la potencialidad de la evaluación para aprender,
generando institucionalmente espacios en los
que sea posible sistematizar experiencias, generar
aprendizajes y compartirlos, desarrollando así
organizaciones con alta capacidad de innovación.
Respecto de las áreas de intervención de
los extensionistas, la investigación permitió
identificar tres fundamentales, la articulación
interinstitucional, el trabajo grupal o asociativo,
y la asistencia técnica, a las cuales deben sumarse
el abordaje de la problemática del agua y el
apoyo a la comercialización, ambas con menor
presencia cuantitativa. Este panorama muestra
una ER que mantiene el interés productivo
tradicional, pero al que se suma la articulación
interinstitucional (como expresión del abordaje
de ER territorial propuesto por el INTA), y el
fortalecimiento organizacional, relacionado con
la formación de capital social en el contexto de la
agricultura familiar, en línea con la interpretación
en términos de relaciones de poder de la posición
del sector en el contexto de la economía. A la
vez, a esto se incorporan problemáticas sentidas
por los productores, como el acceso al agua y la
comercialización.
Atendiendo a este contexto complejo
de práctica, los extensionistas entrevistados
destacaron, tanto de manera directa como
indirecta, la necesidad de articular lo social con
lo productivo en la práctica de la extensión, a
diferentes niveles. En primer lugar, se observa la
necesidad de incorporar profesionales formados
tanto en disciplinas técnicas como en ciencias
sociales, con el fin de generar una visión amplia
de la realidad sobre la que se interviene, así como
sobre sus determinantes. De esto se sigue la
expectativa de un abordaje interdisciplinario de
la labor de ER, lo que termina contrastando con
el bajo porcentaje de extensionistas provenientes
del ámbito social, particularmente en el INTA
(LANDINI, 2013b). Ante esta situación cabe
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preguntarse por las alternativas para generar
equipos de trabajo interdisciplinarios en los
diferentes territorios o, al menos, para incorporar
asesoramiento social en los equipos formados
exclusivamente por personal técnico.
Por su parte, la articulación entre la
dimensión social y la técnica en el contexto de
la ER no sólo refiere a las disciplinas implicadas,
sino también al contenido del trabajo. En efecto,
la descripción de objetivos, actividades y áreas
de intervención incorporó tanto aspectos
productivos como sociales, incluyendo acceso a
agua y tierra, organización social y articulación
interinstitucional, entre otros. De esta manera, se
observa la emergencia de una concepción integral
de desarrollo rural, que trasciende ampliamente
la dimensión productiva.
Ante esta situación, la mayor parte de los
extensionistas destacaron las limitaciones de
su formación para enfrentar la diversidad y
complejidad de su práctica. Esto lleva a poner
en un lugar de reflexión destacado la formación
de quienes trabajan en extensión (RYAN et al.,
2012; BOCCHICCHIO, 2013; LANDINI, 2013c).
En concreto, ¿cuáles son las estrategias que
utilizan las instituciones de ER para formar a
sus extensionistas? ¿Cómo se relacionan estas
estrategias con la multiplicidad de problemáticas
que éstos deben enfrentar en su práctica? Por
último, y no por esto menos importante, ¿cómo
se están aprovechando y potenciando las
posibilidades de aprendizaje relacionadas con
la reflexión sobre la práctica, la sistematización
de experiencias, y el intercambio horizontal
entre extensionistas? Si bien no se ha recabado
información específica en este proyecto, resulta
claro que existen múltiples oportunidades
para mejorar las estrategias de formación
implementadas por las instituciones, lo que se
conoce como formación en servicio.
En resumen, se observa un enfoque y una
práctica de ER difícil de reducir o de categorizar
dentro de un abordaje único, por múltiples
razones, las que incluyen tanto la existencia de
prácticas diversas y de miradas contrapuestas
entre los propios extensionistas como la presencia
183
de justificaciones para dichas prácticas que no son
necesariamente consistentes con los modelos que
las proponen. De cualquier manera, y a grandes
rasgos, se reconoce en las prácticas descriptas la
influencia del abordaje territorial propuesto por
el INTA. No obstante, quedan dudas respecto de:
(1) el valor intrínseco dado al abordaje grupal y
al trabajo interinstitucional, (2) la importancia
dada a formas sustanciales de participación, en
contraste con la simple ‘orientación a la demanda’,
y (3) el rol asignado al enfoque de género y a la
evaluación de los proyectos implementados. A
la vez, también se identificaron dos elementos
que en cierta medida parecen trascender lo
que usualmente se piensa como parte de la ER
como son: (1) el énfasis en la dimensión éticopolítica dado por los extensionistas a su práctica,
y (2) la consideración de lo social no sólo como
herramienta sino también como objetivo de
las acciones de extensión. Por último, también
cabe destacar que la tipología de enfoques de
ER propuesta en la introducción, que incluyó
los enfoques difusionista, dialógico, territorial
y de sistemas de innovación, si bien aportó a la
organización de los resultados, también se vio
desbordada por la diversidad de concepciones y
prácticas identificadas en esta investigación.
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