Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial

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Poder Judicial de la Nación
En Buenos Aires, a los 16 días del mes de octubre de dos mil trece, se reúnen
los Señores Jueces de Cámara en la Sala de Acuerdos, con asistencia de la
Señora Secretaria de Cámara, para entender en los autos caratulados
"SANOVO INTERNATIONAL A/S c/ OVOPROT INTERNATIONAL
S.A. s/ ORDINARIO" (Expte. N° 63332, Registro de Cámara N°
40919/2008), originarios del Juzgado del Fuero Nro. 5, Secretaría Nro. 9, en
los cuales, como consecuencia del sorteo practicado de acuerdo con lo
establecido en el art. 268 C.P.C.C.N., resultó que debían votar en el siguiente
orden: Doctora María Elsa Uzal, Doctor Alfredo Arturo Kölliker Frers y
Doctora Isabel Míguez. El Señor Juez de Cámara, Doctor Alfredo Arturo
Kölliker Frers no interviene en el presente Acuerdo por hallarse en uso de
licencia (art. 109 del Reglamento para la Justicia Nacional).
Estudiados los autos se planteó la siguiente cuestión a resolver:
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada?
A la cuestión propuesta, la Señor Juez de Cámara Doctora
María Elsa Uzal dijo:
I. Los antecedentes del caso.
1) Sanovo International A/S (en adelante “Sanovo”), empresa
dedicada a la producción, compra, distribución y comercialización de
huevos, cuyo establecimiento principal se encuentra en Dinamarca,
promovió demanda contra Ovoprot International S.A. (en adelante
“Ovoprot”) –sociedad argentina dedicada al procesamiento de huevos
frescos de gallina para su transformación en polvo-, persiguiendo la
reparación de los daños y perjuicios que dijo haber sufrido como
consecuencia de los incumplimientos contractuales que endilgó a su
contraria en el marco de ciertos contratos de suministro de productos por los
que se vincularon. Estimó el daño en la suma de € 2.595.524,82.
2) El juez de la primera instancia rechazó la demanda.
Consideró que resultó acreditado el incumplimiento contractual atribuido a
Ovoprot, aunque juzgó que conforme a la legislación internacional aplicable
no resultaba posible acceder a la pretensión de la accionante sobre la base de
la Convención de Viena de 1980 sobre Compraventa Internacional de
Mercaderías, cuando nada refirió sobre su derecho a obtener una
indemnización integral, ni probó la existencia del daño invocado. Concluyó
en que la actora recurrió al derecho internacional previsto en la referida
convención pero que no conformó su pretensión a lo que ella misma dispone.
3) La Sala "F" de esta Cámara revocó la sentencia de primera
instancia, hizo parcialmente lugar a la demanda y condenó a Ovoprot a
abonar a Sanovo la suma de € 20.819,12 y € 19.573,40, con más intereses
calculados al 6% anual desde la mora (01.07.2007).
El tribunal de Alzada, atendiendo a que el establecimiento
principal de la actora se encontraba en Dinamarca y que la demandada era
una sociedad argentina, consideró aplicable al caso la Convención sobre
Compraventa Internacional de Mercaderías (Viena 1980), ratificada por
ambos países.
De otro lado, los magistrados juzgaron que la demandada
incumplió con las prestaciones contractualmente comprometidas, aclarando
que el hecho de que la actora había reclamado los daños derivados del
incumplimiento de determinados contratos que reemplazaron a otros
contratos primigenios, impedía tomar como base de la reparación pecuniaria
los precios y cantidades acordados en los primeros.
En ese contexto, los magistrados descartaron la procedencia de
las indemnizaciones previstas en los arts. 75 y 76 de la Convención, con
fundamento en que la accionante no ejerció indubitablemente la facultad de
resolver los contratos, requisito éste para la procedencia de aquéllas
indemnizaciones.
Sin embargo, invocando el principio de compensación plena
prevista en el art. 45, inc. 1 de la Convención y el de iura novit curia
admitieron la pretensión indemnizatoria de la actora, con sustento en el art.
74 del instrumento internacional, limitada a la pretensión de la accionante
que consistió en el resarcimiento de las pérdidas sufridas (daño emergente),
mas no, en la indemnización de la ganancia dejada de percibir (lucro
cesante), que no reclamó.
En ese marco, a los fines de determinar la existencia de un daño
emergente, el tribunal consideró que resultaba idónea la prueba sobre los
libros contables de Ovoprot, de donde surgían los precios a los que ésta
vendió a terceros –con cláusula FOB- idénticos productos a los que se obligó
a entregar a la accionante.
El tribunal consideró que esos precios, luego de adicionarles un
5% como compensación, pues entre las partes las compraventas se habían
convenido con cláusulas CIF (costo, seguro y flete a cargo del vendedor),
mientras que a terceros Ovoprot les vendía con cláusulas FOB, podían ser
tomados como referencia para el cálculo de la indemnización, entendida
como la pérdida derivada del mayor valor de las mercaderías que debió
adquirir Sanovo ante el incumplimiento de Ovoprot.
En función de esos valores, teniendo en cuenta la cantidad y la
fecha de entrega pactada en los contratos incumplidos, el tribunal calculó el
monto de la indemnización, multiplicando el resultante de la diferencia entre
el precio de referencia (precio para terceros + 5%) y el precio originalmente
pactado por la cantidad de mercadería no entregada.
Las costas fueron impuestas en el orden causado.
4) Contra dicho decisorio ambas partes interpusieron sendos
recursos extraordinarios (fs. 705/24 y fs. 728/43), los que fueron concedidos
mediante la resolución de fs. 768/69, ordenándose la elevación del
expediente a la CSJN.
El más alto Tribunal de la Nación –compartiendo y remitiéndose
a los fundamentos de la Señora Procuradora Fiscal a fs. 775/779 vta.- declaró
inadmisible el recurso extraordinario de la demandada y, parcialmente
procedente, el de la actora, por lo que decidió dejar sin efecto el
pronunciamiento en los términos del acápite VII del dictamen fiscal. Las
costas fueron impuestas a la demandada (véase fs. 780).
En lo que aquí interesa, en el referido dictamen, cuyos
fundamentos la Corte hizo suyos, se consideró que los argumentos de la
parte actora circunscriptos a la aplicabilidad al caso del art. 76 de la
Convención sobre la base de considerar que los productos objeto de los
contratos constituyen commodities que se comercializan, venden y revenden
en el mercado internacional a precios uniformes remitían, estrictamente, al
examen de aspectos fácticos y probatorios, ajenos a la estancia
extraordinaria, señalando que la aplicabilidad al caso de los arts. 75 y 76 de
la Convención fue descartada por el tribunal a quo con sustento en que no
medió resolución de contrato –requisito que los jueces entendieron necesario
para su procedencia- y que esos fundamentos no fueron adecuadamente
rebatidos por la parte actora.
En ese contexto, la Corte concluyó en que resultaban
inconducentes los argumentos presentados en relación con la supuesta
omisión de la Alzada de considerar el precio internacional de los productos a
los efectos de calcular la indemnización del art. 76 citado, como así también
aquéllos referidos a que la demandante en ningún momento había afirmado
haber realizado una compra de reemplazo.
Sin embargo, el más alto Tribunal de la Nación entendió que le
asistía razón a Sanovo en relación a los agravios vinculados con la
determinación del quantum de la indemnización, señalando que el tribunal
anterior omitió el tratamiento de los planteos que habían sido oportunamente
presentados por la actora, en orden a que los productos involucrados poseen
un valor uniforme en el mercado internacional, habiendo citado al efecto
determinado sitio de Internet, cuyos precios publicados fueron agregados por
el perito contador como Anexo III a fs. 481.
En ese contexto, la Corte consideró que era menester efectuar un
estudio sobre la aplicabilidad al caso de tales valores, para poder determinar
el alcance del resarcimiento.
Se agregó, además, que el tribunal a quo para calcular los daños
derivados de los contratos objeto de autos, teniendo en cuenta la pericia
presentada y consentida por las partes, escogió, para cada uno de los meses
en los que fue pactada la entrega de productos, un precio por kilogramo
correspondiente a una operación de venta realizada en igual período por la
demandada, pero sin dar fundamentos razonables para tal elección,
circunstancia que adquiría relevancia si se tenían en cuenta los valores que
surgen de la planilla de fs. 477/480.
Por último, la Corte consideró que las alegaciones referidas a
supuestas imprecisiones de los jueces y a la insuficiencia del incremento del
5% sobre el precio FOB utilizado por el tribunal a quo para calcular el
precio de referencia, así como las vinculadas con la imposición de costas,
resultaban prematuras.
II. La solución propuesta.
Anulada parcialmente la sentencia dada en autos corresponde a
esta Sala pronunciarse solamente sobre la cuestión delimitada por el
pronunciamiento de la CSJN, esto es, el quantum de la indemnización que
corresponde otorgar.
1) Aclaración preliminar respecto del derecho aplicable al
caso.
La relación contractual habida entre las partes, tal como se
muestra con la documentación allegada, no exhibe que las partes hayan
hecho uso de un expreso ejercicio de autonomía de la voluntad en sentido
conflictual, desde que no aparece en la documentación acompañada
convención alguna en torno a la elección del derecho nacional aplicable al
contrato. Ello determina, que el contrato se rija por las soluciones previstas
en sus propias reglas materiales y que resulten de aplicación en todo aquello
que las partes no hubieran previsto expresamente en él (autonomía
material), las normas de derecho internacional privado argentino de fuente
internacional y de fuente interna subsidiariamente previstas por el
legislador, en defecto de ejercicio de autonomía de la voluntad en sentido
conflictual.
Según lo expresado, en el caso, junto a las previsiones
materiales incluidas en los propios contratos y en defecto de ejercicio de la
autonomía en sentido conflictual, en lo que toca al fondo del negocio,
devienen de aplicación las normas vigentes en el derecho internacional
privado argentino de fuente internacional en materia de contratos
multinacionales, en el caso, específicamente, la Convención de Viena sobre
Compraventa Internacional de Mercaderías de 1980 –ley N° 22.765-, a la
que han adherido 80 países, de la que Argentina es parte y que se encuentra
vigente entre Argentina y Dinamarca, toda vez que ambos contratantes
tienen su establecimiento en Estados parte (art. 1).
Esta Convención, de carácter material, se caracteriza por ser un
cuerpo normativo con soluciones de fondo, directas, que carece de normas
indirectas o de conflicto aplicables para aquellos aspectos no previstos en
ella. Sin embargo, la propia Convención indica, en su art. 7, cómo cubrir las
lagunas que pudieren producirse. En el inc. 1. de este artículo se establece
que “en la interpretación de la presente Convención se tendrán en cuenta su
carácter internacional y la necesidad de promover la uniformidad en su
aplicación y de asegurar la observancia de la buena fe en el comercio
internacional”, mientras que el segundo inciso se dice que “las cuestiones
relativas a las materias que se rigen por la presente Convención que no
estén expresamente resueltas en ella se dirimirán de conformidad con los
principios generales en los que se basa la presente Convención o, a falta de
tales principios, de conformidad con la ley aplicable en virtud de las normas
de derecho internacional privado” (véase al respecto, en extenso, Zuppi
Alberto, “La interpretación en la Convención de Viena de 1980 (CISG)”,
Revista La Ley, Año LXI, N° 240, Buenos Aires, 5.12.1997).
En consecuencia, si la cuestión no se puede decidir por la
aplicación de los principios generales de la Convención, el Tribunal deberá
fallar recurriendo a las normas de conflicto de Derecho Internacional Privado
de la lex fori (art. 7 inc. 1 y 2 de esa Convención).
2) La reparación de daños y perjuicios en caso de
incumplimiento del vendedor, prevista en la Convención de las Naciones
Unidas sobre los Contratos de compraventa Internacional de Mercaderías
(Viena 1980).
La Convención en sus arts. 74 a 77 prevé expresamente la
reparación de los daños y perjuicios ante el incumplimiento contractual de
alguna de las partes (vendedor o comprador) y establece los principios
básicos que regulan la indemnización en el caso de incumplimiento.
A los fines de ahondar en el sentido y la interpretación de
algunas de sus disposiciones habrá de recurrirse, en apoyo de la fidelidad al
espíritu uniformista de esta normativa, a los principios que brinden el sentido
que garantice en mayor medida la finalidad de unificación sustancial
perseguida por la Convención, cuidando de no desvirtuarla (conf. Boggiano,
A. “Derecho Internacional Privado”, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires
1991, T° 1, pág. 511). Resultará fuente útil en este trabajo recurrir como
pautas de interpretación a los Principios sobre los Contratos Comerciales
Internacionales de UNIDROIT que tienen como una de sus fuentes,
precisamente, a la propia Convención que nos ocupa y que enuncian entre
los objetivos de su Preámbulo su posible utilización para interpretar u
suplementar textos internacionales de derecho uniforme, en cuya fuente han
abrevado.
En esta línea se observa que:
a) El art. 45.1 de la Convención dispone –en lo que aquí
interesa- que si el vendedor no cumple cualquiera de las obligaciones que le
incumben conforme al contrato o a la misma Convención, el comprador
podrá: a) ejercer los derechos establecidos en los arts. 46 a 52 y b) exigir la
indemnización de los daños y perjuicios conforme a los artículos 74 a 77. Se
dispone asimismo, que el comprador no perderá el derecho a exigir la
indemnización de daños y perjuicios aunque ejercite cualquier otra acción
conforme a su derecho (art. 4.5.2).
Esta norma establece así, como principio, el derecho general al
resarcimiento, que surge por el simple hecho del incumplimiento, por lo que
el comprador sólo debe probar el incumplimiento del vendedor, no siendo
necesaria la prueba de que, además, el incumplimiento se deba a la culpa del
vendedor. Esto es coincidente con la idea expresada en el Principio
UNIDROIT (art. 7.4.1) que prevé que “todo incumplimiento otorga a la
parte perjudicada un derecho al resarcimiento, ya sea exclusivo o en
concurrencia con otras pretensiones, salvo que el incumplimiento fuere
excusable conforme a estos Principios” (véase: UNIDROIT, “Principios
sobre los Contratos Comerciales Internacionales”, Roma 1995, comentario al
art. 7.4.1).
Es que la Convención rechaza la idea de que el que incumple
sus obligaciones contractuales no es responsable por daños a menos que haya
actuado con negligencia, inclinándose por la idea de la responsabilidad por
daños sin culpa como la más apropiada (véase: Honold, “Derecho Uniforme
sobre Compraventas Internacionales (Convención de las Naciones Unidas
de 1980)”, Editoriales de Derecho Reunidas, Madrid 1987, pág. 277, con
citas de Rabel y Houuin). Se trata pues, de una responsabilidad objetiva ante
el incumplimiento, que, en la especie, ha sido probado.
b) Sentado lo anterior y en punto al resarcimiento por daños y
perjuicios que es el concreto punto materia de decisión, el art. 74 de la
Convención establece que el monto de la indemnización comprenderá el
valor de la pérdida sufrida y el de la ganancia que se deje de obtener por la
otra parte. Sin embargo, también se determina que dicho monto no podrá
exceder la pérdida que la parte incumplidora haya previsto o debiera haber
previsto en el momento de la celebración del contrato. El objetivo
perseguido por la indemnización así dispuesta, al contemplar el daño
emergente y el lucro cesante, es el de proteger las expectativas (expectation
interest) de la otra parte. El resarcimiento contractual contemplado en la
Convención, tiende no ya a situar a la parte cumplidora en la posición en la
que se hubiera encontrado si no hubiese concluido el contrato, sino en
situarla en la posición en que se hubiera encontrado de haberse cumplido la
prestación. En lugar de limitar el resarcimiento conforme a los principios de
causalidad, la Convención opta por el criterio de la previsibilidad,
incorporando el principio del Common Law establecido en el leading case
“Hadley c. Baxendale” ([1854] EWHC Exch J70 (1854) 9 Ex Ch 341; 156
ER 145), excluyéndose la indemnización de aquéllos perjuicios que la parte
incumplidora no haya previsto o no pueda haber previsto que sufriría la
contraparte (véase: Garro – Zuppi; “Compraventa Internacional de
Mercaderías, Ediciones La Rocca, Bs. As., 1990, pág. 206).
Estos principios de reparación integral y de previsibilidad
también han sido incorporados en los arts. 7.4.2 y 7.4.4 de los principios de
UNIDROIT ya citados, cuando se establece que la parte perjudicada tiene
derecho a la reparación integral del daño derivado del incumplimiento, daño
que comprende tanto cualquier pérdida sufrida, así como cualquier ganancia
de la que se haya visto privada, teniendo en cuenta cualquier ganancia que la
parte perjudicada hubiera obtenido al evitar gastos o daños (art. 7.4.2 (1)) y
cuando se dispone que “la parte incumplidora es responsable solamente del
daño previsto o que razonablemente podría haber previsto al momento de la
celebración del contrato como consecuencia probable de su incumplimiento
(art. 7.4.4). El principio de que el daño resarcible se limita a aquél que pudo
ser previsto se refiere a la naturaleza misma del contrato: no todos los
perjuicios que deje de percibir la parte perjudicada se relacionan
directamente con el contrato. La parte incumplidora no debe cargar con la
reparación de perjuicios que no pudo prever al momento de celebrar el
contrato, ni con los riesgos que, por esa razón, no pudo contemplar cubrir
con un seguro. Es necesario clarificar lo que se entiende por el requisito de
previsibilidad del daño en los Principios, ya que puede no guardar
correspondencia con algunos ordenamientos jurídicos, conforme a los cuales,
en el caso de incumplimiento doloso o con culpa grave, el resarcimiento del
daño alcanza a los perjuicios que no pudieron preverse. Como la norma no
contempla dicha excepción, es necesario interpretar el concepto de
previsibilidad de manera restringida. La previsibilidad del daño se refiere a
la naturaleza del daño y no a su amplitud, a menos que ésta sea tal que
transforme un perjuicio por otro de naturaleza diferente. En todo caso, la
noción de previsibilidad es suficientemente flexible como para dejar al juez
un amplio margen de discreción. Lo que era previsible será determinado con
referencia al momento de celebración del contrato y con respecto a la parte
incumplidora en sí misma. El criterio determinante consiste en identificar lo
que pudo razonablemente prever una persona normalmente diligente como
consecuencias del incumplimiento en el curso ordinario de las cosas y
conforme a las circunstancias peculiares del contrato, tales como la
información revelada por las partes o los negocios previos que hayan
celebrado (véase: UNIDROIT, “Principios sobre los Contratos Comerciales
Internacionales”, Roma 1995, comentarios a los arts. 7.4.2 y 7.4.4).
Recuérdase que de conformidad con los principios del derecho
argentino, la responsabilidad civil también incluye el daño emergente y el
lucro cesante, en el alcance de la indemnización debida al comprador en caso
de incumplimiento del vendedor
c) De otro lado, en los arts. 75 y 76 la Convención se establecen
los mecanismos alternativos para la determinación de la indemnización por
daños y perjuicios en caso de resolución contractual.
i) El art. 75 dispone: “Si se resuelve el contrato y si de manera
razonable y dentro de un plazo razonable después de la resolución, el
comprador procede a una compra de reemplazo o el vendedor a una venta
de reemplazo, la parte que exija la indemnización podrá obtener la
diferencia entre el precio del contrato y el precio estipulado en la operación
de reemplazo, así como cualesquiera otros daños y perjuicios exigibles
conforme al art. 74”.
Se colige pues, que la reventa realizada por el vendedor
afectado o la recompra realizada por el comprador afectado, establece la
indemnización por daños y perjuicios; la parte afectada podrá obtener la
diferencia entre el precio del contrato y el precio estipulado en la operación
de reemplazo y no necesita probar el precio “corriente” o de mercado de las
mercaderías (véase: Honold, “Derecho Uniforme sobre Compraventas
Internacionales (Convención de las Naciones Unidas de 1980)”, Editoriales
de Derecho Reunidas, Madrid 1987, pág. 410). Esta misma solución ha sido
incorporada, sustancialmente, en el art. 7.4.5. de los “Principios…” de
UNIDROIT supra citados que establece que “la parte perjudicada que dio
por terminado el contrato y efectuó una operación de reemplazo en término y
modo razonables, podrá recobrar la diferencia entre el precio del contrato y
el precio de la operación de reemplazo, así como el resarcimiento de otros
daños adicionales”.
ii) También se ha dicho que si la operación de reemplazo
realizada por la parte afectada no cumple los requisitos previstos en el art.
75, se puede basar la indemnización por daños y perjuicios en la fórmula del
“precio corriente” del art. 76, pues no hay ninguna razón para suponer que
una parte afectada que haga un intento infructuoso de cumplir con el art. 75
pierda totalmente el derecho a obtener indemnización por daños y perjuicios
(conf. Honold, ob. cit., pág. 415).
ii) De su lado, el art. 76, en su primer inciso, dispone: “Si se
resuelve el contrato y existe un precio corriente de las mercaderías, la parte
que exija la indemnización podrá obtener, si no ha procedido a una compra
de reemplazo o a una venta de reemplazo conforme al art. 75, la diferencia
entre el precio señalado en el contrato y el precio corriente en el momento
de la resolución, así como cualesquiera otros daños y perjuicios exigibles
conforme al art. 74. No obstante, si la parte que exija la indemnización ha
resuelto el contrato después de haberse hecho cargo de las mercaderías, se
aplicará el precio corriente en el momento de la resolución”. Seguidamente,
en el ap. 2 establece: “A los efectos del párrafo precedente, el precio
corriente es el del lugar en que debiera haberse efectuado la entrega de las
mercaderías o, si no hubiere precio corriente en ese lugar, el precio en otra
plaza que pueda razonablemente sustituir ese lugar, habida cuenta de las
diferencias de costo del transporte de las mercaderías”.
El propósito de este artículo es facilitar la determinación de la
indemnización cuando la parte afectada no ha procedido a una compra de
reemplazo o venta de reemplazo según el art. 75. En este caso se presume
que el daño resarcible equivale a la diferencia entre el precio del contrato y
el precio corriente en el momento de darse por terminado el contrato. El
“precio corriente” es el que generalmente se cobra por mercaderías o
servicios semejantes. El precio se determinará en comparación con el que se
paga por bienes o servicios similares. Para probar el precio corriente se
puede recurrir a organizaciones profesionales, cámaras de comercio, etc. El
lugar pertinente para determinar el precio corriente es el del lugar donde el
contrato debería haberse cumplido o, si no hubiese precio corriente en ese
lugar, el precio corriente en otra plaza que pueda ser razonablemente
utilizada como referencia (véase en este sentido, el comentario al art. 7.4.6
de los “Principios…” ya citados, que se corresponde, sustancialmente, con el
art. 76 de la Convención).
3) Los parámetros para determinar la indemnización en el
caso concreto.
En el sub lite la Sala F juzgó que resultaba procedente el
otorgamiento de una indemnización en los términos del art. 74 de la
Convención, en tanto que concluyó en que no medió resolución contractual,
lo cual, en principio, descartaba la aplicación de los arts. 75 y 76 de aquél
instrumento internacional y esa decisión quedó firme en función de la
decisión adoptada por la CSJN sobre el punto ante el recurso extraordinario
interpuesto por la actora (véase dictamen de la Sra. procuradora fiscal a fs.
778 vta., ap. VI, párrafo segundo) y ya hemos señalado, precedentemente, el
alcance con el que debe ser interpretado el art. 74 de la Convención a la luz
de este instrumento y de los principios que lo inspiran (véase art. 7.4.4 de los
Principios de UNIDROIT) .
Sin embargo, ello no impide que, al sólo efecto de calcular el
quantum de la indemnización otorgada en los términos del art. 74, pueda
recurrirse, análogamente, a las fórmulas de “precio corriente” de mercado o a
los “precios internacionales”, métodos que resultan compatibles con la
pretensión de la parte actora (reparación del perjuicio derivado del mayor
valor que debió soportar al tener que cubrir sus necesidades de producto
adquiriéndolo de terceros a precios superiores a los pactados
contractualmente con Ovoprot –véase fs. 97 vta.-) y que se ajustan,
razonablemente, al límite de previsibilidad establecido en el art. 74, toda vez
que el vendedor que incumple con la entrega de las mercaderías bien puede
prever que el comprador tenga que recurrir a terceros para cubrir esa falta de
entrega y pagar precios de mercado que pueden ser superiores a los precios
contractualmente pactados.
En la especie, se ha dado por cierta la existencia de compras de
reemplazo que habrían sido realizadas por la parte actora, sin embargo no se
han dado detalles sobre ellas, con lo cual, a los fines de proceder a la
valuación del daño, sólo cabe descartar la fórmula prevista en el art. 75
(diferencia entre precio contractual y precio pactado en una concreta
operación de reemplazo) y recurrir a la fórmula prevista en el art. 76
(diferencia entre precio contractual y precio corriente de mercado).
Según el inc. 2) del art. 7.4.6 de los Principios… de Unidroit “el
precio corriente es el generalmente cobrado por mercaderías entregadas o
servicios prestados en circunstancias semejantes en el lugar donde el
contrato debió haberse cumplido o, si no hubiere precio corriente en dicha
plaza, el precio corriente en otro lugar que parezca razonable tomar como
punto de referencia.”
Para probar el precio corriente, sin duda, como ya se lo ha
dicho, se puede recurrir a organizaciones profesionales, cámaras de
comercio, etc., que informan objetivamente sobre dichos extremos (conf.
comentario al art. 7.4.6 de los “Principios…” ya citados).
Ahora bien, en el informe pericial contable que fue acompañado
por las partes en forma conjunta y cuyo contenido ha sido expresamente
consentido por éstas (véase acta de fs. 482), el experto acompañó, como
Anexo III (fs. 481), los precios internacionales de los productos objeto de los
contratos de marras (huevo entero en polvo y yema de huevo en polvo)
vigentes desde junio de 2005 a marzo de 2008, obtenidos de un sitio de
Internet especializado que fue propuesto por las propias partes (véase fs. 476
vta., pto. 7).
De otro lado, es cierto que el perito contador también informó el
precio al que Ovoprot vendió a terceros los mismos productos involucrados
en los contratos que vincularon a las partes y en períodos similares (véase fs.
477/479). Sin embargo, estos valores no pueden ser considerados a los fines
que nos ocupan, toda vez que no cabe ignorar que cada negocio concreto –
en particular si es internacional- tiene sus propias circunstancias y su propio
condicionamiento normativo y prácticas y que esas circunstancias que
pudieron existir en la negociación y en la contratación entre la demandada y
terceros y determinar las condiciones pactadas en cada caso, resultan ajenas
a Sanovo y, por lo tanto, esos valores no pueden extrapolarse, sin más, para
ser tenidos en cuenta como parámetro para la determinación de la
indemnización derivada de un incumplimiento en el marco de una relación
contractual diferente. Lo mismo cabría concluir, respecto de los valores
indicados a fs. 480 –Anexo II- si se entendiera que las operaciones allí
informadas (ventas de Ovoprot con destino a Dinamarca) corresponderían a
ventas efectuadas a Sanovo, toda vez que esas operaciones serían ajenas al
precio que ésta pudo haber pactado con un tercero en una compra de
reemplazo.
En este contexto, bajo el orden de ideas propuesto y ante la
ausencia de otras pruebas idóneas, a los fines del cálculo de la
indemnización, con base en la fórmula prevista en el art. 76 de la
Convención, resulta razonable tomar como “precio corriente” los valores
internacionales informados por el perito contador a fs. 481.
Señálase, además, que la Convención en su art. 33 dispone que
cuando la fecha de la entrega de la mercaderías hubiera sido fijada por las
partes, el vendedor debe entregarlas en esa fecha y cuando resultare del
acuerdo de las partes que la entrega se debería efectuar en el curso de un
cierto período (vgr., dentro de tal mes o estación del año), cualquiera de las
partes puede fijar la fecha de la entrega, a menos que esa atribución
estuviera reservada al comprador. También prevé que cuando la fecha de
entrega no hubiera sido fijada, el vendedor deberá entregar las mercaderías
en un plazo razonable
Se ha observado que aunque el término “razonable” que
introduce el art. 33 (c) de la Convención es un término de tono subjetivo y
poco explorado por la doctrina latinoamericana, cabe reconocer que otorga
una herramienta flexible y equitativa para ambas partes contratantes en el
caso, flexibilidad que debe ser precisada de modo acorde por el Tribunal. En
efecto, el concepto de “plazo razonable” permite fijar un plazo de entrega
breve y riguroso para cierto tipo de mercaderías, tales como los artículos
alimenticios y materias primas. Tal como acontece respecto del lugar de
entrega, también respecto del tiempo de entrega de las mercaderías las
legislaciones latinoamericanas establecen la prevalecencia de la autonomía
de la voluntad. Las soluciones difieren si el tiempo de entrega no ha sido
convenido por las partes (véase: art. 33 de la Convención y Garro – Zuppi,
ob. cit., pág. 152).
En esta línea se observa que en los contratos de marras las
entregas aparecen pactadas para determinados meses, sin especificarse el día
exacto de cada entrega (julio 2007, septiembre 2007, etc.), tampoco se
informó que alguna de las partes haya elegido una fecha exacta de entrega
dentro de cada período mensual pactado, ni se reservó en favor del
comprador esa atribución, por lo que bien puede asumirse, recurriendo a las
pautas convencionales y a principios generales propios de nuestro derecho,
subsidiariamente aplicable al fondo del asunto, que el plazo pactado venció
en cada caso, en el último día de cada uno de los meses indicados para el
cumplimiento (arg. art. 26 Cód. Civil: véase para ello, art. 7 CISG, cláusula
C&F con embarque en Buenos Aires y arts. 1209 y 1210 Cód. Civ. y el
desarrollo efectuado infra en el considerando II, 5, a) b) y c).
Así las cosas, no habiendo mediado en el caso resolución
contractual que hubiera determinado la necesaria caducidad de todos los
plazos pactados en los contratos para las diferentes entregas de mercadería,
cabe atenerse a cada plazo individualmente pactado y calcular la fecha de
vencimiento del modo propuesto. Ello determina, por otro lado, que a los
fines del cálculo que aquí nos ocupa, deban tomarse los precios
internacionales informados por el perito, vigentes a la fecha en que cada una
de las entregas incumplidas debió ser realizada.
De otro lado, en relación a la cuestión relativa a las diferentes
cláusulas INCOTERMS que se establecieron entre los contratos suscriptos
entre Sanovo y Ovoprot y entre este último y terceros y que incidieron en el
cálculo de la indemnización efectuado por la Sala F (véase supra: la
referencia a los términos de la anterior sentencia de Cámara en el
Considerando N° I, 3)), cabe señalar que, en la especie, a los fines del
cálculo que nos ocupa, se interpreta que no corresponde adicionar a los
precios internacionales informados por el perito, un valor representativo del
incremento que sufrirían esos item, como consecuencia de que la compra de
las mercaderías fue pactada bajo la cláusula INCOTERMS C&F (coste y
flete a cargo del vendedor), por suponer que esos costos se trasladarán al
precio, como se sostuvo en la sentencia de la colega de la Sala F. Es que, la
aplicación de una variable porcentual, como la introducida en el decisorio
parcialmente revocado, beneficiaría indebidamente a la parte actora y
excedería el marco de la indemnización pretendida por la accionante en el
caso, pues esa parte en su memorial, al efectuar la apreciación del importe
pretendido, ese monto fue calculado teniendo en cuenta los precios
contractualmente pactados con Ovoprot y los precios informados por el
perito contador, sin invocar algún tipo de incremento adicional por este
concepto (véase ap. VI de su expresión de agravios a fs. 627/628 vta.) que,
por otra parte, no aparece debidamente acreditado ( conf. arts. 34, inc. 4° y
163, inc. 6° CPCCN).
Bajo esos parámetros pues, corresponde calcular el monto de la
indemnización.
4) El quantum de la indemnización.
a) Daños derivados del contrato de fecha 22.06.2007, copiado
a fs. 24:
Con respecto a este contrato la demandada se obligó a entregar
307.675 kg. kilos de huevo en polvo, en tres entregas mensuales
consecutivas (julio de 2007, agosto de 2007 y septiembre 2007) de 100.000
kg. aprox. (4 contenedores de 25.000 kg. aprox. cada uno). El precio pactado
fue de € 2,95 por kg. (véase fs. 24 y traducción de fs. 25/27). Sin embargo,
sólo cumplió con la entrega de 88.000 kg., por lo que incumplió con la
entrega de 219.675 kg. de mercadería.
En este marco, corresponde imputar los 88.000 kg. de producto
a la obligación más antigua (principio favor debitoris), esto es, a la primer
entrega pactada para el mes de julio de 2007. quedando pendiente e
incumplida de entrega, para esa fecha, la cantidad de 12.000 kg.
El precio internacional del huevo en polvo informado por el
perito contador para julio de 2007 fue de € 5,038 (véase fs. 481), por lo tanto
si a ese precio se le detrae el precio contractual (€ 2,95), el resultado (€
2,088)
representa el mayor valor por kg. de mercadería, que cabe asumir
que la actora debió soportar como perjuicio y, si ese precio se multiplica por
la cantidad de producto que quedó pendiente de entrega (12.000 kg.), el
resultado (€ 25.056) representa el daño sufrido como consecuencia del
incumplimiento parcial de la entrega pactada para julio de 2007.
Efectuando el mismo procedimiento para la entrega incumplida
pactada para agosto de 2007 (100.000 kg. de producto) cuando el precio por
kg. era de € 5,226 (véase fs. 481) y la diferencia por kg. ascendió a € 2,276,
el daño alcanza la suma de € 227.600.
Por último, con respecto a la entrega incumplida pactada para
septiembre de 2007 (107.675 kg.), a un precio de € 4,290 por kg., la
diferencia ascendió a € 1,34 por kg. y, por lo tanto, el daño aparece
justipreciado en la suma de € 144.284,50.
En consecuencia y con este método de determinación cabe
establecer que el daño total derivado del contrato de fecha 22.06.2007,
copiado a fs. 24, representa la suma de € 396.940,5.
b) Daños derivados del contrato de fecha 22.06.2007,
copiado a fs. 29.
A través de este contrato la demandada se obligó a entregarle a
la actora 119.350 kg. de yema de huevo en polvo, a un precio de € 2,93 por
kg. de producto, en entregas mensuales de 44.000 kg. aprox., (2
contenedores de 22.000 kg. aprox. cada uno) a partir de julio de 2007 y hasta
completar el total.
Estas condiciones contractuales autorizan –al solo efecto de
efectuar el cálculo que aquí nos ocupa- , a suponer que se realizarían dos
entregas de 44.000 kg. cada una, en julio de 2007 y en agosto de 2007 y una
tercera entrega de 31.350 kg. en septiembre del mismo año.
El precio internacional de la yema de huevo en polvo para los
meses de julio, agosto y septiembre de 2007 era de € 4,913, € 5,088 y 5,875
respectivamente (véase fs. 481).
Por lo tanto, si a cada uno de esos precios se le detrae el precio
pactado (€ 2,93) y a los resultados de las diferencias (€ 1,983; € 2,158; y €
2,945) se los multiplica por la cantidad de mercadería dejada de entregar en
los plazos pactados, el daño aparece justipreciado en las siguientes sumas: €
87.252 en julio de 2007; € 94.952 en agosto de 2007 y € 92.325,75
septiembre del mismo año.
En consecuencia, el daño derivado del incumplimiento de este
contrato asciende a la suma de € 274.529,75.
c) Daños derivados del contrato de fecha 06.07.2007, copiado
a fs. 34.
En este contrato la demandada se obligó a entregar la cantidad
total de 500.000 kg. de huevo entero en polvo, por un precio de € 3,50 por
kg. de producto. Las entregas se realizarían mensualmente en contenedores
de 25.000 kg. cada uno de la siguiente manera: en los meses de septiembre,
octubre y noviembre de 2007 se entregarían 4 contendores (100.000 kg.), en
los meses de diciembre de 2007 y enero de 2008 se entregarían 3
contenedores (75.000 kg.), mientras que en el mes de febrero de 2008 se
entregarían 2 contenedores (50.000 kg.) (véase contrato copiado a fs. 34 y su
traducción a fs. 35/37).
El precio internacional del huevo entero en polvo para los
meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre de 2007 era de €
4,290, € 4,463, € 4,750 y € 4,850 respectivamente, mientras que en enero de
2008 el precio era de € 6,538 y en febrero del mismo año era de € 6,380
(véase fs. 481).
Por lo tanto, si a cada uno de esos precios se le detrae el precio
pactado (€ 3,50) y a los resultantes (€ 0,79; € 0,963; € 1,25; € 1,35; € 3,038;
y € 2,88) se los multiplica por la cantidad de mercadería que debía entregarse
en los plazos pactados, el daño aparece justipreciado en las siguientes sumas:
€ 79.000 en septiembre de 2007; € 96.300 en octubre de 2007; € 125.000 en
noviembre de 2007; €101.250 en diciembre de 2007; € 227.850 en enero de
2008 y € 144.000 en febrero de 2008.
En consecuencia, el daño derivado del incumplimiento de este
contrato asciende a la suma de € 773.400.
Así las cosas, el importe total del capital de la indemnización
debida asciende a € 1.444.870,20.
5) El cómputo de los intereses.
a) En el sub lite la procedencia del cómputo de intereses no ha
sido materia de recurso.
En la especie, la necesidad de establecer el quantum
indemnizatorio obliga a la revisión, no sólo de los parámetros utilizados para
determinar el quantum del capital de la indemnización, sino también al
cálculo del curso de los intereses establecidos en la sentencia parcialmente
revocada por la CSJN, de acuerdo a las pautas ya señaladas en este decisorio.
Nótese que en la sentencia anterior se consideró que los
intereses debían devengarse desde la fecha de mora, que fue establecida en el
primer día del mes (01.07.2007) correspondiente a la primer entrega de
mercadería pactada en los 2 contratos, cuyo incumplimiento –a entender del
tribunal- derivó en el daño que se juzgó acreditado, debiendo recordarse que,
con respecto al restante contrato, el tribunal interpretó que su
incumplimiento no produjo daño a la parte actora.
Sin embargo, según la línea de ideas aquí propuesta y lo
expresado supra en relación a lo previsto por el art. 33 de la Convención y
siendo que se encuentra aceptado que en la especie no medió resolución
contractual, todo ello determina que no quepa asumir la caducidad
automática de todos los plazos pactados con el primer incumplimiento y que
deba estarse a los lapsos contractualmente previstos por las partes en cada
caso, para establecer con cada incumplimiento, el dies a quo de los intereses,
que debe fijarse al tiempo en que la parte demandada incurrió en la falta de
entrega de las mercaderías conforme a los tiempos pactados. Ya se ha dicho,
que al no haberse fijado fechas de entrega exactas, sino períodos mensuales,
cabe establecer como fecha de vencimiento de cada plazo, el último día de
cada uno de los meses pactados e incumplidos (véase infra, apartados b), c) y
d)).
b) En cuanto a la medida del interés aplicable cabe reiterar que
de la documentación allegada (contratos) surge que las partes acordaron, en
todos los casos analizados, compraventas internacionales, en las que se
sometieron las operaciones a la cláusula C&F, (véanse fs. 24, 29 y 34)
utilizando uno de los términos de las Reglas Internacionales para la
Interpretación de los Términos Comerciales (INCOTERMS) de la Cámara de
Comercio Internacional de París, mediante una incorporación material
expresa.
Cabe recordar también, que dichos términos tienen por objeto
facilitar un conjunto de reglas internacionales, de carácter facultativo, que
determinan la interpretación de las principales modalidades usadas en los
contratos de compraventa internacional, referidos a la entrega de la
mercancía, a la transmisión de los riesgos, a la distribución de los gastos, así
como a los trámites documentales necesarios para cruzar las fronteras de los
distintos países.
Señálase que el pacto de la cláusula mencionada (C&F) “Coste
y Flete”, Incoterm integrante del denominado grupo “C”, toma como
referencia la partida o despacho de la mercadería y según ella, el vendedor
realiza la entrega cuando la mercancía pasa la borda del buque en el puerto
de embarque.
En relación a este Incoterm, al igual que las cláusulas FOB y
CIF, la costumbre internacional se decide por la aplicación del derecho del
puerto de embarque de las mercancías (place of shipping), generalmente
concordantes con el domicilio del vendedor (cfr. Boggiano A. "Derecho
Internacional Privado" T. II p. 384, Abeledo Perrot).
Cabe señalar también que cuando las partes no se han referido
expresamente a estas Reglas, con una referencia precisa (vgr. INCOTERMS
2000), como en el caso, pero se pactó una compraventa con una simple
referencia a alguno de los Términos de las Reglas mencionadas (C&F, en
este supuesto), el contenido de lo pactado deviene de aplicación en tanto
responde a las reglas y usos que normalmente se utilizan en el tipo de
operación de que se trata. Cabe recordar que la Convención de Viena de
Compraventa Internacional de Mercaderías aplicable al caso, indica en su
art. 9 que las partes quedarán obligadas por cualquier uso que hayan
convenido o por cualquier práctica que hayan establecido entre ellas, pero
que se considerará que las partes han hecho tácitamente aplicable al contrato,
o a su formación, un uso del que tenían o debían haber tenido conocimiento,
cuando en el comercio internacional es ampliamente conocido y
regularmente observado por las partes en contratos del mismo tipo en el
tráfico mercantil de que se trata.
En el caso, la cláusula empleada –C&F-, debe entenderse como
integrante del llamado Grupo C, basado en la partida o despacho de la
mercadería como pauta para definir la distribución del riesgo y
obligaciones. En el supuesto de estipularse esta cláusula el vendedor cumple
el contrato en el país de embarque o despacho. De ese modo, los contratos
de venta en condiciones “C” entran en la categoría de los contratos
concluidos con embarque, en la especie pues, el puerto de Buenos Aires
(véase fs. 24, 29 y 34).
Conforme a la naturaleza de tales contratos, compete al
vendedor pagar los costes normales del transporte para el envío de las
mercancías por una ruta usual y en la forma acostumbrada hasta el lugar
convenido de destino, mientras que los riesgos de pérdida o avería de las
mercancías, así como los costes adicionales resultantes de acontecimientos
que ocurran después de la entrega adecuada de a mercadería para su
transporte, recaen sobre el comprador (véase: “Revista de Estudios
Marítimos” del Instituto de Estudios Marítimos, Buenos Aires, Argentina,
Año XXVII, Junio 2001, N° 52, págs. 76 y 96).
Ahora bien, en las reglas pactadas las partes no previeron
referencias sobre el tipo y/o medida de interés aplicable en caso de
incumplimiento, cuestión concreta que aquí nos ocupa.
Así las cosas, en defecto de estipulación previa, cabe recurrir a
las previsiones del derecho internacional privado subsidiariamente aplicable
previsto por nuestro legislador, esto es, el derecho internacional privado
argentino que indica como aplicable, en primer lugar, la ya mencionada
Convención de Viena, que con Dinamarca se registra vigente
De los principios de la Convención de Viena de 1980 surge en
el art. 78 que “si una parte no paga el precio o cualquier otra suma
adeudada, la otra parte tendrá derecho a percibir los intereses
correspondientes, sin perjuicio de toda acción de indemnización de los
daños y perjuicios exigibles conforme al art. 74”. Sin embargo, la
Convención guarda silencio sobre el tipo y/o medida de ese interés, cuestión
que deberá ser expresamente prevista en el contrato o bien se deberá
determinar conforme el derecho nacional aplicable al que conduzcan las
reglas de conflicto subsidiariamente aplicables en el caso (cfr. "Compraventa
Internacional de Mercaderías" Garro Alejandro M., Zuppi Alberto L., Bs.
As., Ed. Larrocca, 1990, p. 222 y sgtes.).Reitérase, que el art. 7 de la Convención en su inc. 2) dispone
que “las cuestiones relativas a las materias que se rigen por la presente
Convención que no estén expresamente resueltas en ella se dirimirán de
conformidad con los principios generales en los que se basa la presente
Convención o, a falta de tales principios, de conformidad con la ley aplicable
en virtud de las normas de derecho internacional privado”. Así pues, en el
sub lite deviene de aplicación al caso el Derecho Intenacional Privado
argentino -lex fori-, subsidiariamente aplicable, que prevé que la validez,
naturaleza y obligaciones del contrato celebrado en la Argentina para
cumplirse en el extranjero se regirá por la ley de lugar de cumplimiento (arts.
1209 y 1210 del Cod. Civil).En el caso pues, el lugar de cumplimiento ha sido
explícitamente designado por las partes (art. 1212 Cód. Civil), pues, sin
duda, hay una inequívoca designación del lugar de cumplimiento cuando,
domiciliándose la vendedora en Argentina, se planteó la entrega de la
mercadería con cláusula C&F, ya que conforme a esa cláusula las
obligaciones del vendedor se cumplen cuando las mercaderías pasan la borda
del buque en el puerto de embarque, en el caso, el puerto de Buenos Aires.
Es indudable aquí pues, que la ley de lugar de cumplimiento designado es la
argentina y por el juego de los arts. 1209 y 1210 del Cód. Civil, la ley del
lugar en donde los contratos deben cumplirse rige la existencia, naturaleza,
validez y obligaciones y todo cuanto concierne a los contratos, bajo
cualquier aspecto que sea. Reitero pues que, dado que en el caso no media
elección proveniente de la autonomía conflictual de las partes de un derecho
inequívocamente designado y siendo que la cuestión (cuantía de los
intereses) no ha sido prevista por la Convención de Viena sobre la materia,
deben entenderse subsidiariamente aplicables las normas de derecho
internacional privado argentino (lex fori).c) Ello sentado, siendo que en autos se reclama una
indemnización derivada de obligaciones constituidas en Euros, debe
señalarse que, en nuestro país, las obligaciones constituidas en moneda
extranjera continúan siendo consideradas deudas de dinero como lo fueron
durante todo el período de la llamada "convertibilidad". Sigue establecido y
no ha cambiado, que la obligación por la que se ha constituido una
obligación de dar moneda que no sea de curso legal en la República, debe
considerarse como de dar sumas de dinero.Así las cosas, las deudas en moneda extranjera hoy en día y
desde la sanción de la ley 23.929 en 1.991, fueron y son, en nuestro país
deudas de dinero, a las que se atribuye la función de unidad de medida de
todos los bienes.Sentado ello, tratándose el caso de una deuda en moneda
extranjera de valor constante, ella lleva ínsita una cláusula de estabilización
que obliga a corregir aquél componente de la tasa de interés que tiende a
contemplar la desvalorización monetaria. En este marco, la tasa de interés
aplicable a operaciones de este tipo no debe sino contemplar un interés
"puro", sólo retributivo del valor del dinero y compensatorio de su privación,
que se estima prudente fijar en el 6 % anual, a calcular sobre el importe
debido en Euros, desde el vencimiento de cada tramo de obligaciones
incumplidas y hasta el efectivo pago, sin capitalizar, tasa razonable, se
reitera, atendiendo a la estabilidad que exhibe la moneda de pago
involucrada.
d) Finamente, reitérase que el dies a quo para el cómputo del
curso de los intereses –aplicando la opción más benigna para el deudorresultará ser el último día del mes correspondiente para cada una de las
entregas pactadas e incumplidas (arg. arts. 26 Cód. Civ. y 218 inc. 2 Cód.
Ccio.).
6) Régimen de costas del proceso.
Habida cuenta de que lo hasta aquí expuesto determina la
modificación de la sentencia parcialmente revocada por la CSJN, tal
circunstancia impone adecuar la distribución de costas efectuada en aquél
pronunciamiento, debiendo este Tribunal expedirse al respecto en orden a lo
previsto por el art. 279 CPCCN, sin perjuicio de los agravios formulados por
las partes sobre el punto.
Es de recordar que en nuestro sistema procesal, los gastos del juicio
deben ser satisfechos -como regla- por la parte que ha resultado vencida en
aquél.
Ello es así, en la medida que las costas son en nuestro régimen
procesal corolario del vencimiento (arts. 68, 69 y 558 Cód. Proc) y se
imponen, no como una sanción, sino como resarcimiento de los gastos
provocados por el litigio, gastos que deben ser reembolsados por el vencido.
Si bien ésa es la regla general, la ley también faculta al Juez a
eximirla, en todo o en parte, siempre que encuentre mérito para ello (arts. 68
y ss), sin embargo, la imposición de las costas en el orden causado o su
eximición -en su caso- sólo procede en los casos en que por la naturaleza de
la acción deducida, la forma como se trabó la litis, su resultado o en atención
a la conducta de las partes su regulación requiere un apartamiento de la regla
general (cfr. Colombo, Carlos - Kiper, Claudio, "Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación", T° I, p. 491).Pues bien, ponderando tales parámetros, y no existiendo
motivos para efectuar un apartamiento del principio general establecido en
esta materia, estimo que las costas de la anterior instancia deben ser
afrontadas por la demandada, dada su condición de sustancialmente vencida
en la contienda; solución –ésta– que cabe hacer extensiva a las devengadas
en la Alzada, por análogas razones (CPCC: 68 y 279).
III. Por todo lo expuesto, propicio en este Acuerdo:
1) Establecer, de conformidad con lo expuesto en el
considerando II. 4), que el capital de la indemnización declarada procedente
en el caso comprende las sumas de € 25.056; € 227.600; € 144.284,50; €
87.252; € 94.952; € 92.325,75; € 79.000; € 96.300; € 125.000; € 101.250; €
227.850 y € 144.000. Esto es, un total de Euros un millón cuatrocientos
cuarenta y cuatro mil ochocientos setenta, con veinte centavos (€
1.444.870,20).
2) Disponer, de conformidad con lo expuesto en el considerando
II. 5), que las sumas así desglosadas devengarán un interés puro del 6%
anual, sin capitalizar, calculado desde el último día del mes en que cada una
de las entregas incumplidas debió realizarse y hasta el efectivo pago.
3) Imponer las costas de ambas instancias a la demandada
sustancialmente vencida (art. 68 CPCCN).
He aquí mi voto.
Por análogas razones la Sra. Jueza de Cámara Dra. Isabel Miguez adhiere al
voto precedente.
Con lo que terminó este Acuerdo que firmaron las Señoras
Juezas de Cámara Doctoras:
María Elsa Uzal
Isabel Miguez
Alfredo A. Kölliker Frers
María Verónica Balbi
Secretaria de Cámara
Buenos Aires, 16 de octubre de 2013.
Y VISTOS:
Por los fundamentos del Acuerdo precedente, se resuelve:
a) Establecer, de conformidad con lo expuesto en el
considerando II. 4), que el capital de la indemnización declarada procedente
en el caso comprende las sumas de € 25.056; € 227.600; € 144.284,50; €
87.252; € 94.952; € 92.325,75; € 79.000; € 96.300; € 125.000; € 101.250; €
227.850 y € 144.000. Esto es, un total de Euros un millón cuatrocientos
cuarenta y cuatro mil ochocientos setenta, con veinte centavos (€
1.444.870,20).
b) Disponer, de conformidad con lo expuesto en el considerando
II. 5), que las sumas así desglosadas devengarán un interés puro del 6%
anual, sin capitalizar, calculado desde el último día del mes en que cada una
de las entregas incumplidas debió realizarse y hasta el efectivo pago.
c) Imponer las costas de ambas instancias a la demandada
sustancialmente vencida (art. 68 CPCCN).
d) Por las mismas razones esgrimidas en el considerando II.6.),
visto que se ha modificado la sentencia parcialmente revocada por la CSJN,
las costas devengadas en la anterior alzada, y dado que conforme lo normado
por el art. 279 del Código Procesal incumbe a este Tribunal la fijación de los
respectivos estipendios, déjase sin efecto la regulación de fs. 701/702.Conforme el monto comprometido en la presente litis, con
inclusión de intereses, atento las etapas efectivamente cumplidas y
merituando la labor profesional desarrollada por su eficacia, extensión y
calidad, se fijan en dos millones trescientos mil, en novecientos cuarenta
mil, en un millón setecientos veinte mil, en seiscientos noventa mil, en
cuatrocientos setenta mil y en doce mil pesos los honorarios del doctor
Guillermo Félix Blanco, del doctor Juan José Casal, del doctor Esteban
Durañona y Vedia, del doctor Mateo Durañona y Vedia, del perito contador
Oscar Alberto Piccinelli y de la mediadora María Silvia Rafael,
respectivamente (arts. 6, 7, 9, 19, 37 y 38 de la ley 21839, modif. por la ley
24432; art. 3 Dcto. Ley 16638/57 modif. por ley 24432; Anexo III, art. 1,
inc. g), del Decr. 1467/11, reglamentario de la ley 26.589).
e) Notifíquese a las partes. A fin de cumplir con la publicidad
prevista por el art. 1 de la ley 25.856, según el Punto I.3 del Protocolo
anexado a la Acordada 24/13 CSJN y con el objeto de implementar esa
medida evitando obstaculizar la normal circulación de la causa, hágase saber
a las partes que la publicidad de la sentencia dada en autos se efectuará,
mediante la pertinente notificación al CIJ, una vez transcurridos treinta (30)
días desde su dictado, plazo durante el cual razonablemente cabe presumir
que las partes ya habrán sido notificadas. María Elsa Uzal e Isabel Míguez.
El Señor Juez de Cámara, Doctor Alfredo Arturo Kölliker Frers no
interviene en la presente resolución por hallarse en uso de licencia (art. 109
del Reglamento para la Justicia Nacional). Ante mí: María Verónica Balbi.
Es copia del original que corre a fs. 806/818 de los autos de la materia.
María Verónica Balbi
Secretaria de Cámara
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