220-40852, junio 18 de 2003 Asunto: Del tratamiento de créditos laborales en el proceso concursal de liquidación obligatoria. Me refiero a su comunicación radicada el pasado 10 de junio con el No. 2003-01-105132, en el cual consulta cuáles son las directrices a seguir con los créditos laborales en el curso de una liquidación obligatoria. Al respecto me permito manifestarle que el tema objeto de su inquietud ha sido ampliamente tratado por este Despacho y sus diversos pronunciamientos pueden ser consultados en la P.WEB: www.supersociedades.gov.co; no obstante para su ilustración se transcribe a continuación el Oficio 220-13006 del 5 de abril de 2002, el cual contiene entre otras, las precisiones y consideraciones de orden legal que le permitirán absolver sus inquietudes. "(...) 1. Algunos principios de concursalidad. Con la expedición de la Ley 222 de 1995 se recogen una serie de principios que gobiernan el trámite concursal, entre ellos el llamado par conditio omnium creditorum, según el cual todos los acreedores del deudor admitido o convocado a un trámite concursal, concurren a éste en igualdad de derechos, oportunidades, cargas y deberes (sustanciales y procesales), obteniendo de parte de la ley y del Juez del concurso, igual tratamiento como garantía de sus intereses particulares, sin perjuicio, claro está, de que se detente alguna de las causas legales de preferencia, conforme a lo establecido en los artículos 2493 y siguientes del Código Civil. Como desarrollo de la referida máxima, el trámite concursal en sus dos modalidades se caracteriza por la universalidad, que desde el punto de vista subjetivo, implica el deber de todos los acreedores del deudor de hacerse parte en el proceso dentro del término fijado en la ley para el efecto, aportando siquiera prueba sumaria de la existencia del crédito, no como una obligación en estricto sentido, sino como una carga procesal de cuyo accionar dependerá que el crédito reclamado sea calificado, graduado y eventualmente pagado. De lo contrario, habrá de producirse la consecuencia jurídica respectiva, esto es, la imposibilidad de exigir el cumplimiento de la obligación debida, por cualquier otra vía jurídico-procesal, mientras se cumple la finalidad del trámite, pues, una vez admitido o convocado el deudor al proceso concursal, en la modalidad de liquidación obligatoria, por virtud de su preferencia y del fuero de atracción, no podrán promoverse ejecuciones singulares y particulares contra el deudor, y las ya iniciadas deberán incorporarse al trámite liquidatorio. En efecto, al tenor literal del artículo 158 de la referida ley, según el cual "a partir de la providencia del trámite liquidatorio y hasta el vigésimo día siguiente al vencimiento del término de fijación del edicto, los acreedores, deberán hacerse parte personalmente o por medio de apoderado, presentando prueba siquiera sumaria de la existencia de sus créditos. (...)" se advierte, por una parte, que es el acreedor quien debe hacer la presentación de su crédito personalmente o por medio de su apoderado y, por otra, que dicha presentación deberá realizarse dentro de un término procesal perentorio e improrrogable, de suerte que si en contravención a lo allí dispuesto, se hace por quien no tiene legitimación para hacerla o haciéndola quien sí la tiene por fuera del término de ley, en el primer caso se tendrá por no presentado y en el segundo será extemporáneo, pero la consecuencia jurídica en ambos casos será la misma: imposibilidad de perseguir su reconocimiento y pago por cualquier otra vía diferente, sin perjuicio, claro está, de que una vez cancelado en su totalidad el pasivo externo señalado en la providencia de calificación y graduación de créditos, puedan los titulares de créditos aún insolutos, perseguir y obtener su pago con cargo a los activos remanentes de la masa de la liquidación, si los hubiere. 2. El principio de lealtad procesal de las partes en el concurso liquidatorio. Respecto de los créditos de naturaleza laboral, bien puede suceder que el titular de uno de ellos se presente al concurso determinando la cuantía de su acreencia en un valor concreto, y paralelamente ante la autoridad administrativa laboral o la jurisdicción laboral pretenda el reconocimiento de un mayor valor sobre derechos aún discutibles e inciertos, los cuales pueden llegar incluso a conciliarse judicial o extrajudicialmente, en cuyo caso deberá informar de esta circunstancia al Juez del concurso al momento de hacer la presentación del crédito, a efectos de que, conforme a lo establecido en el numeral 16 del artículo 178 ídem, la junta asesora del liquidador disponga la constitución de una provisión adecuada para atender el pago de dicha obligación LITIGIOSA, cuando se torne en cierta, indiscutible y exigible. Pero téngase en cuenta que no se trata de la iniciación de juicios ejecutivos contra el deudor, paralelos al concurso, pues, como ya se anotó, una vez admitido o convocado a la liquidación obligatoria no podrán admitirse ejecuciones singulares en su contra. Nos referimos, entonces, únicamente a eventuales reclamaciones ante autoridades administrativas laborales o a procesos ordinarios laborales. Resulta claro, en consecuencia, que la ley impone al acreedor el deber de lealtad procesal consistente en informar tal hecho al juez del concurso dentro del término de presentación de créditos, para que éste último en la providencia de calificación y graduación de créditos ordene a la junta asesora disponer la constitución de la provisión adecuada que, llegado el caso, garantice el pago oportuno de la obligación litigiosa, pues, el liquidador no está obligado a pagar un valor superior al establecido en la citada providencia, ni facultado para disponer reservas o partidas adicionales con el fin de atender el pago de sumas de dinero que resulten de sentencias condenatorias en contra de la sociedad concursada, proferidas en procesos ordinarios laborales, o conciliaciones de derechos que en su momento fueron discutibles e inciertos, sobre los cuales no se tuvo conocimiento oportuno en el trámite liquidatorio. La constitución de las provisiones a que haya lugar en el trámite de una liquidación obligatoria tiene por objeto garantizar el pago oportuno de las obligaciones condicionales o sujetas a litigio que fueren presentadas en tiempo, en el evento en que una vez proferida y ejecutoriada una sentencia, laudo arbitral, conciliación u otra decisión administrativa con carácter vinculante entre las partes en litigio, llegaren a ser ciertas, claras y exigibles a cargo de la concursada; es el reconocimiento dentro del escenario liquidatorio de una situación jurídica procesal paralela y expectante, en el sentido de la posibilidad que le asiste a una persona de obtener un derecho de crédito cierto que deba ser reclamado en aquél. En consecuencia, una vez proferida la providencia de calificación y graduación de créditos, en la cual se establece de manera detallada, la existencia, titularidad, cuantía y naturaleza de las obligaciones a cargo de la sociedad, y ejecutoriada la sentencia condenatoria en contra de ésta o en firme el acto administrativo que disponga el pago de las sumas conciliadas, en las cuales a un mismo acreedor se le reconoce en las segundas un mayor valor que el reconocido en la primera, la diferencia se pagará con cargo a la provisión que para el efecto debió constituirse en su oportunidad. Guardadas las proporciones con la liquidación voluntaria, sobre este particular punto de las provisiones, esta entidad se ha pronunciado en los siguientes términos: "Ahora bien, la responsabilidad de fijar el monto de las provisiones a que haya lugar radica en cabeza del liquidador, quien aplicando criterios objetivos, tales como el conocimiento de los hechos jurídicos, contables e históricos que motivan la reclamación y la contundencia probatoria para oponerse a las pretensiones, deberá tomar la decisión. (… ) "La provisión adecuada a que se refiere la norma, es aquella que resulte del cálculo aproximado que efectúe el liquidador para cuantificar las pretensiones del demandante a fin de que el derecho no se haga nugatorio si llegare a ser reconocido", de manera que la citada cuantificación, a juicio de este despacho, no puede limitarse a totalizar numéricamente el valor de las pretensiones, sino que deberá incluir, además, el análisis y la evaluación integral de todas las circunstancias que dieron lugar al litigio. De no ser así, existiría la posibilidad de que demandantes ambiciosos e irresponsables, calculando de manera arbitraria el valor de sus presuntos derechos, iniciaren juicios ordinarios con pretensiones excesivas, obligando al liquidador a efectuar la provisión equivalente a lo pedido, con lo cual se pondrían en grave riesgo los intereses económicos de acreedores con derechos ciertos e indiscutibles y de los propios socios, quienes tendrían que esperar meses y aun años hasta cuando se decidiera la controversia jurídica. En ese orden de ideas y para puntualizar la respuesta, habrá de concluirse que las obligaciones cuya provisión se impone por mandato del artículo 245 del Código de Comercio, son las condicionales y/o litigiosas, que, como quedó expuesto, son aquellas cuyo nacimiento, certeza, existencia, exigibilidad o cuantía dependen de la ocurrencia de una condición o de la decisión de una autoridad competente, de suerte que las "obligaciones expresas, claras y exigibles que consten en documentos que provengan del deudor (… ) y constituyan plena prueba contra él, o las que emanen de una sentencia de condena proferida por juez o tribunal de cualquier jurisdicción, o de otra providencia judicial que tenga fuerza ejecutiva conforme a la ley, o de las providencias que en procesos contenciosoadministrativo o de policía aprueben liquidación de costas o señalen honorarios de auxiliares de la justicia", aun cuando su pago se persiga por la vía ejecutiva, no serán litigiosas para los efectos de lo establecido en el artículo mencionado y, por lo tanto, no serán provisionables en los términos allí expuestos, salvo que contra las pretensiones aducidas en la demanda respectiva se proponga en tiempo cualquiera de las excepciones previstas en la ley, en cuyo caso la obligación se torna litigiosa hasta tanto se resuelvan aquellas. Es decir, cuando la obligación es expresa clara y exigible, y, por lo tanto, el acreedor ejerce el derecho de acción ejecutiva para su pago, no puede ésta válidamente llamarse litigiosa, de manera que lo procedente en este caso es que el liquidador proyecte su pago de acuerdo a la prelación que le corresponda, por el valor total estimado en la pretensión y los intereses, sin necesidad de realizar provisión alguna, salvo respecto de la condena en costas cuyo monto no será fijado por el juez sino hasta la liquidación final del crédito, sin perjuicio de que, se insiste, cuando los activos sociales existentes sean insuficientes para cancelar la totalidad de la las obligaciones a cargo del ente en liquidación, habrá de proyectarse su pago y/o realizarse la citada provisión conforme a la prorrata o proporción que corresponda". Otra hipótesis posible en el amplio espectro del escenario concursal que nos ocupa, sería aquella en donde existan créditos laborales causados con posterioridad a la apertura del trámite liquidatorio, los cuales, por constituir gastos de administración, no serán objeto de calificación y graduación en la providencia respectiva, sino que su reconocimiento y pago compete directamente al liquidador atender inmediatamente, y a medida que se vayan causando, sin perjuicio de que puedan ser conciliados en cualquier momento, siempre que se cumplan los requisitos que establece el parágrafo del artículo 166 de la tantas veces mencionada Ley 222 de 1995, esto es, que con ello no se afecte la igualdad de los acreedores de acuerdo con la ley y esté previamente facultado por la junta asesora. De otra parte, no puede perderse de vista que en tratándose de obligaciones originadas en relaciones laborales, tanto la ley como reiterada jurisprudencia laboral han dispuesto la improcedencia de trasladar los riesgos del empleador empresario a los trabajadores, en el sentido de que a éstos no se les puede obligar a asumir las consecuencias derivadas de la crisis de insolvencia de aquél, de suerte que en el evento de una liquidación voluntaria u obligatoria de la sociedad que tenga a su cargo obligaciones laborales, ésta deberá cancelarlas en su totalidad, incluso aquellas surgidas con posterioridad a la apertura del trámite respectivo. Es por lo anterior, aunado al hecho de la protección constitucional del derecho al trabajo y otros derechos fundamentales, que eventualmente pueden resultar vulnerados con el hecho objetivo de la insolvencia del deudor, que pueden presentarse, como en efecto se presentan, fallos proferidos en ejercicio de la acción de tutela que los amparan, cuya ponderación impone al fallador privilegiar unos sobre otros, o sencillamente corregir la vulneración emitiendo órdenes de pago, en muchos casos por encima de las formalidades del procedimiento concursal. 3- Gastos de administración en la liquidación obligatoria. De manera reiterada ha sostenido esta superintendencia que los gastos de administración son aquellos estrictamente necesarios para atender las erogaciones que demande el cumplimiento expedito, efectivo y eficiente del objeto del trámite liquidatorio, así como aquellas obligaciones cuya causación y por ende su exigibilidad, es posterior a la apertura del proceso, de manera que si la obligación laboral se causa con anterioridad a ésta, bajo ninguna circunstancia podrá considerarse como gasto de administración, así la sentencia o el fallo correspondiente se haya proferido con posterioridad a la iniciación del trámite. En otros términos, el hecho de haberse proferido sentencia o fallo en contra del deudor por una obligación laboral cuya causación es anterior a la apertura del proceso liquidatorio, no la convierte en gasto de administración."