Corso di Laurea magistrale in Lingue e Letterature Europee, Americane e Postcoloniali Tesi di Laurea La narrativa de Ricardo Menéndez Salmón Relatore Ch.ma Prof.ssa Elide Pittarello Correlatore Ch.ma Prof. Enric Bou Maqueda Laureando Diana García Matricola 844866 Anno Accademico 2012 / 2013 1 Índice Introducción 3 El autor 5 1. La ofensa 7 1.1. La bestia rubia 9 1.2. Una educación sentimental 20 1.3. Esta lágrima contiene un mundo 27 2. Derrumbe 38 3. El corrector 67 4. Medusa 91 Imágenes 119 Conclusiones 124 Bibliografía 127 Agradecimientos 130 2 Introducción. Este trabajo tiene como objetivo analizar cuatro obras del escritor asturiano Ricardo Menéndez Salmón: La ofensa (2007), Derrumbe (2008), El corrector (2009) y Medusa (2012). El hilo conductor de la investigación es el mal. En las novelas elegidas se habla del mal y del horror en episodios ficcionales, unos con fondo histórico concreto, otros totalmente imaginarios, en cualquier caso construidos no con voluntad testimonial y este es el rasgo distintivo que parece colaborar en el éxito artístico de Menéndez Salmón, presentados como grandes simulacros, o sea, imágenes en las que proyecta metafóricamente el lado oscuro del corazón del hombre. El autor lo hace a través de personajes que se presentan como buenos, o al menos sin inclinaciones malvadas. No obstante la falta de una maldad voluntaria, ellos se convierten, sin embargo, en actores y cómplices del mal. Ricardo Menéndez Salmón no propone soluciones, en sus novelas muestra ese conflicto y sus consecuencias, haciéndole descubrir al lector la posibilidad de que el mal esté presente en cada ser humano como una pulsión interna dejándonos a los lectores la responsabilidad de dar una respuesta. Las cuatro novelas pueden ser leídas una como consecuencia de la otra ya que la primera es la radical vivencia de la muerte como única realidad contra la que no puede la fantasía. La segunda plantea el tema del terror como maldición del hombre. La tercera se concibe como el modo no casual de expresar el mal a través de la poética del silencio ante un hecho realmente acaecido. Finalmente con la última se cierra el recorrido del mal a través del mito, la filosofía, la historia, la poesía y la literatura. Aunque solo analizaré estas obras del escritor, es importante decir que el tema del mal no es un 3 argumento tratado solo en estas novelas, sino también en otras anteriores. Por esta razón será necesario considerarlas individualmente y profundizar en otros temas de su novelística y de su narrativa en general, tales como su estilo, la estructura individual de las novelas nombradas filosófico que lo conecta con otras literaturas. 4 y el trasfondo El autor. Ricardo Menéndez Salmón nació el 18 de febrero de 1971, en Gijón, Asturias. Realizó sus estudios en la Universidad de Oviedo, donde se licenció en Filosofía. Es uno de los escritores más prometentes en el panorama de la narrativa contemporánea española. Escribe en los diarios ABC, El país y en las revistas La nueva España, El Mercurio y Tiempo. Ha publicado la colección de relatos Los desposeídos (1997), la obra teatral Las apologías de Sócrates (1999) y las novelas La filosofía en invierno (1999), Panóptico (2001), Los arrebatados (2003) y La noche feroz (2006, premio Casino de Mieres). Su libro de relatos Los caballos azules (Ediciones Trea, 2005), en el que se recoge el texto homónimo ganador del Premio Juan Rulfo, es uno de los más prestigiosos de la narrativa en lengua castellana. La crítica le ha hecho grandes elogios: «El tono brillante y repleto de cultura confiere a este pequeño libro su poderosa personalidad, de la que cabe esperar un futuro muy estimable y prometedor», Rafael Conte, El País; «Un narrador de solidez poco habitual», José Luis Piquero, Clarín; «La mejor obra del que ya es por derecho propio uno de nuestros mayores escritores», Daniel Sebastián, La Nueva España. Sus relatos, además, han merecido otros premios importantes, como el Alfonso Martínez Mena, el Antonio Segado del Olmo y el José Nogales. Ha recibido más de 40 premios literarios, entre los que destacan el de la Crítica de Asturias de Narrativa, que concede la Asociación de Escritores de Asturias, por el libro Los caballos azules, el Juan Rulfo otorgado por Radio Francia Internacional y el Instituto de México en París por el relato Los caballos azules, el Antonio Machado por La grieta, el José Nogales por Gritar, el Alfonso Martínez Mena por La vida en llamas y el Lena por Los ancestros. Su novela La ofensa, escogida por El Periódico de Cataluña, por el diario El 5 Mundo y por la revista Qué Leer como uno de los 10 mejores libros de 2007, ha recibido el Premio Qwerty de Barcelona Televisión a la revelación del año, el Premio Librería Sintagma a la mejor novela de 2007, ha sido saludada por la revista Quimera como mejor obra de narrativa publicada en 2007 y ha resultado finalista del Premio Salambó y del Nacional de la Crítica. 6 1. La ofensa La ofensa es una novela corta, que cuenta la historia de un joven alemán, Kurt, hijo de un sastre, que es reclutado a filas y debe dejar, en la pequeña ciudad de Bielefeld, a su familia y a su novia judía. Al inicio Kurt desconoce todo lo relacionado al ambiente militar y aunque inicialmente acepta los valores del ejército en el que sirve, muy pronto comprenderá que estos forman parte del horror. La historia que propone el autor es un recorrido por diferentes sucesos que ponen en duda la humanidad del hombre, cuyo resultado es un deshonor hacia su propia condición de ser moral. Poniendo como telón de fondo la guerra, donde se encuadra la barbarie del hombre contra sí mismo, ese menosprecio de la ética tendrá como resultado la pérdida de sensibilidad física y moral del protagonista, quien a su vez representa, entre otras cosas, la indiferencia de la sociedad, un insulto hacia el individuo estableciéndose una relación espiral de causa y efecto cuyo centro inevitable es el horror. Para iniciar el análisis de la novela es necesario tener en cuenta lo que plantea Simona Forti en su libro I nuovi demoni. Ripen- sare ogni male e potere: Per questo oggi, più che perseguire l’impossibile obiettivo di congedarsi dal soggetto – un congedo che implicitamente continua ad assumerlo come sinonimo di violenza e tracotanza-, è importante chiedersi come il potere e la soggettività si costituiscano e si rinforzino reciprocamente. Domandandosi non tanto perché si diventa soggetti malvagi, quanto perché, e soprattutto come, si diventa soggetti obbedienti; bisogna capire, sì, quale delirio muove la no7 stra onnipotenza, ma ancor più tentare di spiegare quale desiderio motiva la nostra ansia di conformità.1 En La ofensa, encontramos una lengua repleta de posibilidades expresivas, incluso cuando el autor se deja llevar por excesos retóricos, con largos párrafos llenos de incisos, enunciados complejos que se alargan hasta encontrar un punto, anáforas retóricas muy visibles, con dilatadas prótasis condicionales, incisos parentéticos y contraposiciones paralelísticas, aposiciones sintácticas y símiles. Por citar un ejemplo: Y si en la ira de Hauptsturmfuhrer Lowitsch ante un calvario de piedra halló Kurt el milagro de una juventud implacable, en la negligencia del doctor Lasalle al permitir que sus enfermos fueran conducidos al campo de fútbol y ajusticiados allí mismo sin una sola palabra, casi sin dolor, bajo las ráfagas de ametralladora que sonaban igual que zapatos de claqué sobre un escenario, como si los soldados supieran que debían morir de ese modo ( sin suplicar) y los asesinos supieran que debían matar de ese otro (sin regodearse en la muerte), en esa sorda indiferencia de Lasalle, que entre el crepitar de los cuerpos tarados continuaba hiératico en el centro de la carnicería, con los brazos cruzados a la espalda semejante a un funcionario que vigila a unos opositores durante la realización de un examen o a un profesor de anatomía que observa sin pestañar la vivisección de un hígado adulto, es esa actitud fría y escéptica Kurt descubrió el reverso – o sería 1 Simona Forti, I nuovi demoni. Ripensare ogni mal e potere, Feltrinelli, Milano, 2012, p. XIX. 8 mejor decir, la continuación- de aquel horror padecido díez meses atrás hasta aceptar que pavor y fiereza no tienen patria, y que anidan en todos los corazones por igual: franceses, alemanes, rusos, americanos, japoneses, españoles, que más da, es la sucia materia del hombre la que está sobre la balance, su corrupción, su vileza, su arrogancia de animal idólatra, no su patronimico ni su credo ni sus gustos culinarios.2 1.1. La bestia rubia Esta primera parte de la novela está formada por doce pequeños capítulos que reproducen dieciseis meses, “La bestia rubia” hace referencia a una expresión que utiliza Nietzsche en La genealogía de la moral (1887), concretamente, en el primer tratado, titulado “Bueno y malvado”, “bueno y malo”, donde se dice: Resulta imposible no reconocer, a la base de todas estas razas nobles, el animal de rapiña, la magnífica bestia rubia, que vagabundea codiciosa de botín y de victoria; de cuando en cuando esa base oculta necesita desahogarse, el animal tiene que salir de nuevo fuera, tiene retornar a la selva: –las aristocracias romana, árabe, germánica, japonesa, los héroes homéricos, los vikingos escandinavos– todos ellos coinciden en tan imperiosa necesidad.3 2 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, Seix Barral, Barcelona, 2007, pp. 88, 89. 3 Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza editorial, Madrid, 2006, p 55. 9 Por el momento histórico en el que se desarrolla la novela podría también hacerse referencia a Reinhard Heydrich (1904-1942), figura emblemática del nazismo, al que llamaban “Bestia rubia”, “Verdugo”, “el carnicero de Praga” o “El nazi perfecto”, uno de los hombres más poderosos y temibles de SS, Hitler lo consideraba un hombre dotado pero sumamente peligroso y, por lo tanto, muy útil para sus ambiciones. En esta primera parte Menéndez Salmón cuenta con gran cuidado y precisión las escenas familiares y la cotidianidad relacionadas con Kurt, protagonista de la novela, las posteriores vivencias del soldado y aquellas que cambiarán su actitud militar y su propia vida. Los primeros cinco capítulos están dedicados a darnos a conocer el personaje de Kurt Crüwell, informando más que nada de sus vínculos con otras personas, entre ellas Rachel, su novia. El narrador no da un conocimiento detallado del personaje, pero si, una serie de datos sobre su entorno que darán testimonio de una situación que podría ser común a cualquier joven alemán llamado a filas, de esta manera se sabe que: Aunque por tradición familiar y expreso deseo de su padre Kurt Cruwell debería haberse hecho cargo de un reputado negocio de sastrería en el número 64 de la Gutersloher Strasse, en la ciudad de Bielefeld [...] lo cierto es que el 1 de septiembre de 1939 un suceso no por esperado menos traumático vino a cambiar sus plácidos sueños de propietario [...] por un destino mucho menos plácido y azaroso en grado sumo.4 4 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op.cit., p. 13. 10 La anticipación de ese destino crea un horizonte de expectativas en el lector. De esta manera el narrador intenta distanciarse del personaje a causa del afán de verosimilitud y provocando mayor sensación de extrañeza. Aporta datos geográficos y temporales muy precisos, apoyados en una base histórica que el lector reconoce: “El 10 de mayo de 1940, en una operación sorpresiva y de gran envergadura, las ciudades de La Haya y Rotterdam son bombardeadas mientras la infantería cruza la frontera holandesa”5. “El 13 de mayo la aviación ataca las posiciones francesas apostadas en la orilla de Mosa”6. Entre estas fechas y localizaciones reales inserta recorridos espaciales y días concretos de los personajes, fundiendo así ambos universos. En esta primera parte el narrador usa frases cortas, concretas e incluso humildes para contar ciertas escenas de la vida del soldado. Estas son eficaces porque se oponen a lo que suele ser usual en la novela histórica y su épica del lenguaje. Al principio el narrador se oculta tras esa información rigurosa y apenas manifiesta su subjetividad. Se encuentran una serie de prolepsis que colaboran en la creación de la intriga y materializan su omnisciencia. Su presencia va más allá de la novela. Por ejemplo cuando hace referencia al museo Kunsthalle que, como él señala, “será levantado décadas más tarde”7, lo que también es una alusión al binomio entre horror y arte presente en las novelas de Menéndez Salmón. La aproximación progresiva del narrador se demuestra con la falta de diálogos debida a la ausencia de testimonios directos, característica común en las obras del novelista. Por ejemplo, véase la conversación que mantienen Kurt y su padre después de que el primero venga llamado a las filas. Esa conversación es esquematizada mediante dos comentarios precisos y la confesión de 5 Ibidem p. 36. 6 Ibidem p.37. 7 Ibídem p.13. 11 Joachim, que se alternan con las deducciones que hace Kurt de ello y donde se desmitifica la guerra, lo que contrasta con el orgullo del cartero que entrega el telegrama de reclutamiento: En los ojos del cartero que con una solemnidad no exenta de ternura entregó el aviso, brillaban los sagrados fuegos del orgullo. De algún modo, él era el mensajero de la buena nueva a la juventud alemana. Y no importa demasiado que hiciera su ronda en bicicleta.8 Kurt recibió de su progenitor, que fumaba una pipa de maíz y regustaba una cerveza renana, dos consejos y una confesión. - Procura mantenerte siempre en la retaguardia - comenzó diciendo Joachim Cruwell -. El heroismo es algo inventado para los que carecen de futuro. En virtud de lo cual, Kurt dedujo que su padre era un hombre prudente - Procura pasar desapercibido ante tus superiores - continuó diciendo Joachim Cruwell -. Recuerda que únicamente eres un sastre, no un soldado. En virtud de lo cual, Kurt constató que su padre no sólo era un hombre prudente, sino un alma previsora. - Creo que de todo esto no va a salir nada bueno - concluyó diciendo Joachim Cruwell mientras mordía su pipa con furia y ahogaba la mirada en la jarra de la cerveza. 8 Ibídem p. 15. 12 En virtud de lo cual, Kurt comprendió que, además de persona prudente y previsora, su padre tenía miedo.9 Esta estrategia narrativa está relacionada con la elección de capítulos muy breves en la novela, aportando precisión narrativa y contribuyendo a escuchar con atención la voz del narrador que, aplica cierto esquematismo que le distancia emocionalmente de las situaciones dando lugar a otra característica. El narrador limitará la narración con el único artificio de la palabra y no se detendrá en lo superficial, en el detalle o en lo banal, sino que será concreto. Máxima prueba de ello es el final de los capítulos I y IV que terminan con una oración simple, como incentivo para continuar con la lectura. “Había estallado la Segunda Guerra Mundial”10; “Era judía”11. Son éstos, dos de los reclamos más rotundos de toda la novela por ser conocidas las consecuencias que acabarán teniendo ambos. El desasosiego será un elemento común entre las frases finales de cada una de las veintiocho secuencias y en general de toda la novela, lo que impide una lectura serena y superficial. El narrador se permite en ocasiones cierta distancia irónica: “Aquel día, en que Kurt celebraba su vigésimo cuarto cumpleaños, un compatriota suyo apellidado Hitler ordenaba a su ejército adentrarse en el corredor de Danzig”12. También realiza poderosas imágenes y metáforas de las sensaciones de Kurt sobre lo puramente cotidiano. La familia de Kurt, al despedirse de él “agitando sus manos igual que muñones de carne”13, “el silencio que, posado sobre la mesa, se convirtió durante la 9 Ibídem p. 21. 10 Ibídem p. 14. 11 Ibídem p. 19. 12 Ibídem p. 14. 13 Ibídem p. 19. 13 velada en un quinto e inoportuno comensal”14, o mediante concentradísimas digresiones, “el monstruo verraco de la Historia estaba a punto de devorarla”15, que irán tomando peso en la novela. En este sentido es necesario ver lo que observa sobre la imagen, Didi-Huberman: [...] nell’immagine l’essere si disgrega: esplode, e in ciò mostra - ma per poco - di che cosa è fatto. L’immagine non è l’imitazione delle cose, ma l’intervallo reso visibile, la linea di frattura tra le cose. [...] L’immagine non ha un luogo assegnabile una volta per tutte: il suo movimento mira a una deterritorializzazione generalizzata. L’immagine può essere al tempo stesso materiale e psichica, esterna ed interna, spaziale e linguistica, morfologica e informe, plastica e discontinua.16 Las nociones de memoria, montaje y dialéctica están ahí para indicar que las imágenes no son ni inmediatas, ni fáciles de entender, ya que ni siquiera están en presente. Y es justamente porque las imágenes no están en presente por lo que son capaces de hacer visibles las relaciones de tiempo más complejas que incumben a la memoria de la historia. La imagen misma es un conjunto de relaciones de tiempo del que el presente solo deriva, ya sea como un común multiple, o como el divisor más pequeño. Continúa la novela con el capítulo V que tiene inicio con el sueño de Kurt, anticipo de desastre que nos pone en guardia sobre un futuro como había dicho antes el narrador “azaroso en grado sumo”: 14 Ibídem p. 21. 15 Ibídem p. 21. 16 Georges Didi-Huberman, Storia dell’arte e anacronismo delle immagini, Bollati Boringhieri, Torino, 2007, p. 96. 14 Esa noche Kurt soñó que la sastrería estaba repleta de heridos y que los obuses habían agujereado las paredes y techos. A su lado, entre polvo de yeso y cascotes, un soldado tuerto le pedía tijeras, dedales y bobinas de hilo que introducía dentro de un mortero y utilizaba como munición. Cuando despertó estaba bañado en sudor y, sorprendido, descubrió en su costado derecho, a la altura del hígado, una pequeña herida, parecida al rasguño de una bala, de la que manaba sangre.17 A través de este sueño el narrador nos anticipa lo que sucederá posteriormente, la pérdida de la identidad como muerte primera y la necesidad de adoptar literalmente otro nombre. De este modo Menéndez Salmón, a través de la angustia de Kurt, une el mundo literario y ficticio a la realidad, dando además, la sensación de que esto puede suceder también en la vida real. A partir de este sueño el narrador será mucho más duro en sus planteamientos. De hecho, hablando de los jóvenes reclutas dice que son “apuestos como asesinos”18, y describe imágenes apocalípticas en sus extensas divagaciones: “a las puertas mismas del infierno no resulta incongruente la figura de un joven bailando un foxtrot mientras las guadañas se agitan y un pelotón de famélicas ratas, de rabos largos y ojos amarillos, afila sus dientes en la tibia de un caballo muerto”19. Sin embargo, Kurt “inmerso en el frenesí de las arengas y en el narcótico de la disciplina”20, hace 17 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, Op.cit., p. 23. 18 Ibídem p. 31. 19 Ibídem p. 29. 20 Ibídem p. 28. 15 un esfuerzo por recordar su casa, pero a pesar de este esfuerzo empieza a distanciarse del hogar, siendo consciente de ello y de la desobediencia hacia su padre, pues sin quererlo, destaca entre sus compañeros. Lowitsch, su superior, pide a Kurt que le acompañe a Mieux, un pueblo ficticio donde por primera vez se encuentra ante los horrores de la guerra: Kurt pensó en Erik Satie, en Pablo Picasso, en Jules Verne, en la palabra FRANCE, borrada por los carros de combate, en los volcanes de Auvernia, en Rachel, en los consejos de Joachin Cruwell ante su jarra de cerveza renana. No encontraba consuelo; no encontraba sentido; no encontraba sino un frio atroz, desde la punta de los cabellos hasta la planta de los pies, ensartándolo como una pica a un ajusticiado.21 Véase en este fragmento el esfuerzo de Kurt por comprender lo que hasta ahora él no veía, a pesar de formar parte de ese engranaje del cual era partícipe en primera persona. Concentrando su atención en algo diferente de lo que está viendo, en este momento el conocimiento se transforma en malestar, por primera vez aparece el frío cuando más nota Kurt la ausencia de sentido y de consuelo relacionado con la inquietud, con el horror que le provoca lo que está viendo: Kurt, que había dejado de comprender las palabras, para quien el alemán se había convertido en una lengua inintelegible, hostil, semejante al gemido de un hombre en una caverna, no se atrevía a 21 Ibídem p. 53. 16 mirar. A su lado, Lowitsch fumaba un cigarrillo tras otro, un soldado tiraba fotografías con una Photax de baquelita y otro desplegaba un trípode para rodar con una Paillard de 16 milímetros. A las dos en punto una enorme pira de madera, construida con sillas[...]rodeaba la iglesia, Lowitsch mandó pegar fuego a la pira y dio la espalda a la tropa. Sus pasos resonaban como albadonazos. Entonces Kurt se desmayó.22 Aquí, el narrador introduce ese rasgo filosófico y trascendente, característico de su novelística, que tendrá su máxima expresión en este último capítulo de la primera parte, donde plantea dos preguntas fundamentales en la novela: ¿Cómo reacciona el cuerpo humano ante el horror?, ¿puede un cuerpo olvidarse de si mismo? El 2 de enero de 1941, en la aldea de Mieux, en la Bretaña francesa, no muy lejos del mar, a la vista de noventa y un civiles ardiendo en el holocausto de una iglesia, un cuerpo respondió a todas esas preguntas con un rotundo “sí”. Aquel día, un hombre llamado Kurt Cruwell perdió la sensibilidad.23 Se puede usar este fragmento para introducir un argumento que tiene que ver con la reacción de Kurt a través de lo que Hannah Arent llamó “la 22 Ibídem p. 54. 23 Ibídem p. 58. 17 banalidad del mal”24. Es decir el mal que no nace de la acción de personas malvadas que quieren hacer el mal, sino de personas normales, las que no quieren hacerlo y que sin embargo lo hacen por su incapacidad de pensar, por una sumisión más o menos voluntaria o, como en este caso, por el dominio de un deseo sobre la voluntad, que le hace perder la sensibilidad. Lo que demuestra que la capacidad de distinguir entre el bien y el mal no puede depender de los poderes sociales que castigan o imponen sino, que esta “capacidad ética”25 tendrá que fundarse sobre algo diverso de la conciencia colectiva. Ya que si la moralidad está relacionada con la socialización si el comportamiento moral es concebido solo en el contexto de ser-con-otros26 la socialización podría ser manipulada pero no será en grado de producirla. O sea, solamente una responsabilidad incondicionada nos impediría de caer en la fácil “banalidad del mal”. Menéndez Salmón intenta hacer reflexionar al lector sobre cómo el sufrimiento pasa también a través del cuerpo donde la conciencia y la realidad se complementan. Presenta a través de tropos la causa posible de las cosas que suceden, nunca en modo psicológico. Y en este sentido nos encontramos ante una indagación de la naturaleza compleja de los sentimientos del ser humano, más que una novela sobre la guerra es una novela sobre lo que desata la guerra desde el punto de vista de las pasiones, ya que razones no hay. Desde este punto de vista resulta interesante el comentario que hace Simona Forti a partir del estudio de Freud, Pulsione e loro destini, de1915: La dualità diventa un dato strutturale, la condizione stessa di possibilità dell’Io. Per spiegare il processo pulsionale, Freud si riferisce 24 Simona Forti, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, op.cit., pp. 235-263. 25 Hannah Arendt, apud, Forti, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, cit., pp. 236, 237. 26 Ibídem. 18 come ipotesi euristica a una condizione originaria, a una sorta di tempo dell’indifferenza in cui l’essere umano vive come se nulla fosse fuori di sé. L’argomentazione Freudiana assomiglia molto a una costruzione narrativa mitica, in cui la situazione di partenza, quell’“Io-realtà primordiale” che coincide con l’indistinzione dell’Uno, viene presentata come uno stato di quiete e unione assolute, al quale la nascita mette fine.27 En Kurt esta pulsión ha reaccionado como una fuerza momentánea que verá su conclusión cuando se enfrentará nuevamente a la misma situación. Menéndez Salmón no prentende hacer un estudio psicológico de este hecho pero se puede ver que es un hecho justificado en la psique de los seres humanos que nos llevan no a entender, pero sí a explicar el por qué de las reacciones presentadas en esta novela simple pero compleja desde la óptica del protagonista. 1.2. Una educación sentimental Esta segunda parte está formada por seis capítulos que reproducen diez meses, los que Kurt pasa en Notre Dame de Rocamadour, “la joya de los sanatorios bretones”28, los seis capítulos que componen esta segunda parte son algo más extensos que los de la primera parte, además tienen mayor cohesión entre ellos, pues no hay trasvase genérico. El horror sigue presente, 27 Forti Simona, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, op. cit., p. 78. 28 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op.cit., p. 61. 19 es una presencia “silenciosa e invisible” como lo podría ser la hipotética infección que mataría a Kurt en el capítulo XV. De hecho este capítulo se inicia con: “El uso del condicional insinúa que tan dramática hipótesis no llegó a cumplirse”29, el narrador se mueve en el terreno de lo posible, y de la presencia de realidades subordinadas a la de la narración. Aparece un nuevo personaje, el médico francés, Lasalle, “hombre de probada solvencia y que gozaba de una excelente reputación entre sus colegas, nunca se había enfrentado a un caso parecido al de Kurt”30. Es este quien se ocupa del sastre alemán y, como respuesta a esas interrogantes con las que termina el capítulo anterior a través de las cuales el narrador hace sentir su efecto perturbador nos dice: La metáfora era el alias que mejor convenía a un hombre como Kurt, que, no sabiendo cómo evidenciar su rechazo ante lo que sus sentidos le mostraban, había optado por una solución drástica: suspender sus vínculos con la realidad.31 Entonces en esto nos convierte nuestra condición de testigos, de espectadores del horror. El despertar de la conciencia muestra su voluntad de no actuar, de no reaccionar, absteniéndose de la elección entre el bien y el mal. Con el olvido, una persona rechaza su capacidad de pensar, de dialogar consigo misma, ya que el pensamiento, que es una manera para examinar un tema o un suceso como muestra Hannah Arendt32, está relacionado con el recuerdo. Olvidar, por lo tanto, significa no querer actuar ni en contra ni a favor del mal, no elegir, ignorándolo. Esta condición de Kurt nos hace 29 Ibídem p. 79. 30 Ibídem p. 63. 31 Ibídem p. 64. 32 Sócrate, apud, Arendt, Responsabilità e giudizio, Biblioteca Einaudi, Torino, 2004, p. 78. 20 reflexionar sobre lo que dijo Sócrate: es mejor sufrir, padecer el mal, en lugar de hacerlo.33 Esto significa que lo peor que puede pasarnos no es el mal, sino estar en conflicto con nuestro yo, con nuestra conciencia a causa del mal que hemos provocado.34 Nosotros somos dobles y tenemos que con-vivir con nuestro yo estando en conflicto con nuestra parte interior que no podemos olvidar35, por mucho que lo intentemos. El conocimiento de sí mismo ya no significa otra cosa que romper el código de la naturaleza. Foucault tenía ante sus ojos esta evolución cuando, al final de Las palabras y las cosas, expresó la sospecha de que “el hombre desaparece como rostro en la arena a la orilla de la mar”. Menéndez Salmón no representa, en esta novela, la desaparición literal del hombre, pero lo anula ante el conocimiento de los horrores del mismo hombre. Lo cual guarda relación con el despertar de la conciencia. El sí mísmo y el mundo dejan de ser obvios y Kurt se paraliza ante este conocimiento. Situación que tiene relación con las afirmaciones de Aurelio Arteta: Pues abstenerse no significa no hacer en absoluto o no producir cambio alguno. Nada de eso, sino que la abstención es ya una forma de acción en virtud de sus resultados, tales como que ciertos sucesos o cambios en el mundo no tengan lugar, que otros ciertos cambios tengan lugar o que lleguen a la existencia ciertos estados de cosas. Pero también lo es por sus consecuencias (o los efectos de sus resultados), hasta el punto de que no hay disparidad sustancial entre las consecuencias de los actos y de las omisiones. 33 Sócrate, apud, Forti, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, op.cit., p. 258. 34 Ibídem. p. 259. 35 Hannah Arendt, Responsabilità e giudizio, op. cit., p. 77. 21 En suma, concluye von Wright, “acción” sería el nombre común tanto para los actos como para las abstenciones (forbearances): “Actos y abstenciones (...) son dos modos de acción”. De suerte que el aparente no-hacer es un hacer real; en la vida social, el dejar de hacer uno mismo corresponde a un dejar hacer a otros. El consentimiento cómplice del mal no es un como si se hubiera cometido ese mal, sino más bien un modo de cometerlo o un requisito ineludible para su ejercicio.36 O sea, alguna responsabilidad tiene Kurt que ante el horror no hizo nada por impedirlo, no reaccionando él permite como afirma Arteta que otros continúen a cometer los actos malvados. Para continuar con nuestro análisis hablemos también de otro personaje, Ermelinde, una joven enfermera que, en palabras del narrador, “tenía talento para el dolor”37. Esta pretende devolver la sensibilidad al soldado y tratará de dar una segunda oportunidad a Kurt, una vez que ha conocido el horror de la guerra y sus consecuencias. Es importante cómo el autor deja a la memoria el papel principal ante la perdida de la sensibilidad y el rechazo de la realidad por parte de Kurt: Era obvio que, separado del mundo por la incapacidad para aprehender sus superficies, el antiguo hombre de confianza del Hauptsturmfuhrer Lowitsch sólo podía conservar el recuerdo de lo vivido a través del lenguaje y de las ideas, pues ya no le era dado sentir qué cosa fueran el fuego o el frío, de modo que todo su 36 Aurelio Arteta, Mal consentido. La equivalencia moral de acción y omisión, Madrid, Alianza Editorial, 2010, p. 84. 37 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op.cit, p. 69. 22 pudor, esa segunda piel, resultó abolido de un plumazo. Pocos hombres, en efecto, han debido de sentirse tan libres en su mortalidad, en su finitud, como el sastre de Bielefeld, quien, como un dios privado de goces táctiles, sólo podía confiar en atrapar la vida a través de la imaginación y la memoria.38 En esta segunda parte, también la música juega un papel fundamental en la recuperación de la sensibilidad de Kurt: “Pues aunque era cierto que las yemas de los dedos de Kurt no sentían las teclas, su cuerpo, como una inmensa caja de resonancia, veía, olía y saboreaba la música”.39 La Historia pasa a un segundo plano sin tanta necesidad de esquematismo por parte del narrador, que elige imágenes más fluidas en esta nueva etapa. La nueva situación de Kurt no está tampoco libre de ser alegorizada. Tanto es así que Lasalle le llama “La Metáfora” teorizando al respecto, dando una interpretación también válida, la de la parálisis de Europa ante el fascismo. Esta inmovilidad enlaza directamente con un aspecto que hemos señalado al principio, el de la ausencia de diálogos. Si de por sí Kurt es un personaje silencioso, su relación con Ermelinde confirma esta característica ya que no hablan la misma lengua. No obstante, el amor surge entre ellos, lo que supone una desautorización del lenguaje y las palabras. Las advertencias del padre quedan olvidadas, la carta que Kurt le escribe es absolutamente hueca, las letras del cartel que anuncian la llegada a Francia han sido borradas, “como si las palabras, pensó Kurt, fueran las verdaderas enemigas de los hombres”40. Demuestra Menéndez Salmón que el lenguaje, como artificio humano, es tan susceptible de ser creado como de ser destruido, al igual que 38 Ibídem p. 65. 39 Ibídem p. 83. 40 Ibídem p. 41. 23 la moral. El alemán se convierte en “una lengua ininteligible, hostil, semejante al gemido de un hombre en una caverna”41. Frente a todo esto, el silencio se ofrece como una alternativa más honesta. El descrédito del lenguaje, que encierra la inviabilidad de la comunicación humana, halla sin embargo su contrapunto en el estilo del escritor, plagado de imágenes fortísimas que involucran al lector en una historia que le concierne como ser humano. Recordemos además que como observa Simona Forti se necesita entender más que nada cuál es el deseo que estimula nuestra ansia de conformidad. Y es sobre esto que desea el autor se haga la reflexión, intenta sacar a la luz esa genealogía diferente de la relación entre mal y poder, para no pensar en el mal, solo como consecuencia de la perversión de la voluntad de un simple hombre o de la colectividad. Los nuevos personajes, Lasalle y Ermelinde, son dos figuras que aportan esperanza, frente al horror. Si bien Ermelinde es ejemplo de entrega y ternura, su interés por Kurt es puramente humano al inicio, que es caraterístico de su profesión y después este sentimiento se convierte en amor. Lasalle, por su parte, tiene un comportamiento similar, pero no niega el narrador la fascinación por la patología, que será para él, en último término, el motivo para salvarlo. Sin embargo, al contrario que la enfermera, Lasalle manifiesta su debilidad en el momento crucial, sin que sepamos con exactitud si la razón “fue el miedo, o una cólera largo tiempo contenida”42, pues sus intenciones parecían ser otras. No obstante, por compasión y por orgullo, pide que indulten a Kurt y se niega a huir con los soldados franceses, condenándose en consecuencia y expiando “su minuto demoníaco”43. Su ambigüedad es ejemplo claro de la dualidad existente en todo ser humano, y 41 Ibídem p. 53. 42 Ibídem p. 87. 43 Ibídem. 24 en la posibilidad de optar por una de las dos travesías sin que la que se rechaza en ese momento se anule para siempre, como símbolo de esperanza. Como eco de esta ambigüedad y muestra de ese tono más relajado que posee la segunda parte, el narrador también duda. Por otra parte, también los objetos juegan un papel fundamental en la novela. Se ve particularmente en la lista que hace de algunos objetos Kurt en el momento en que se narra la hipótesis sobre su muerte y ve en Ermelinde la depositaria de estos: [...]habría reunido sus escasas pertenencias (las cartas devueltas, el uniforme militar, el estuche con los útiles de sastre, la roca de Souppes recogida en Montmartre, unos cuantos sellos franceses reunidos con el tiempo, la flor de lis robada a los campos de Auvernia y conservada seca dentro un manoseado ejemplar de El noventa y tres de Victor Hugo.44 Tomando en consideración la distinción que hace Remo Bodei en su libro La vita delle cose, se puede ver cómo los objetos, a veces, pueden convertirse en cosas. Los objetos son elementos que conllevan un desafío para el hombre, puesto que impiden que el hombre se afirme.45 En otras palabras, estos constituyen obstáculos, que el hombre, venciéndolos, logra superar.46 Las cosas, en cambio, no se pueden definir de esta manera, dado que constituyen elementos a los que una persona otorga mucha importancia y sobre los cuales no quiere detener ningún control.47 Esta importancia no es la 44 Ibídem p. 77. 45 Remo Bodei, La vita delle cose, Editori Laterza, Bari, 2011, p. 20. 46 Ibídem, pp. 19-20. 47 Ibídem, pp. 12-20. 25 misma que se da a los objetos, o sea funcional, sino que es afectiva, íntimas y simbólica. Cualquier objeto, que una persona, por distintas razones, también personales, quiere cargar de uno de estos significados, puede convertirse en una cosa48, elevándose de la categoría de objeto. En el último capítulo de esta segunda parte se lleva a cabo el definitivo y radical cambio de Kurt que se ve obligado, para evitar la muerte, a tomar el nombre del doctor Lasalle: Sobre todo si uno de ellos, un hombre que no siente el mordisco del frío ni padece el martirio de las caries, asegura ser francés, normando para más señas, y en el bolsillo interior de su traje guarda un pasaporte expedido a nombre de Jean-Jacques Lasalle, un nombre escrito en diáfanos caracteres rojos, con una meticulosa caligrafía gótica, bien visible bajo la correspondiente fotografía. Porque ese rostro ahora más demacrado que en la fotografía, desde luego es el suyo, el del nombre del pasaporte; es decir, el de Jean-Jacques Lasalle.49 A este propósito Freud en su ensayo sobre lo siniestro50 plantea que los nombres son los que transmiten nuestra unicidad y nuestra identidad. Por lo tanto, una persona que tiene el mismo nombre de otra, provoca el sentimiento del sosia, es decir lo siniestro. El nombre encierra tanto las características físicas como las características de la personalidad del individuo al que 48 Ibídem, pp. 22-23. 49 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op.cit., p. 93 50 Sigmund Freud, “Il perturbante”, en Saggi sull’arte, la letteratura e il linguaggio, Bollati Boringhieri, Torino, 1991, pp. 267-307. 26 pertenece, remite a él, por esto otra persona con el mismo nombre convierte en inútiles las palabras con las que los demás lo identifican y lo reconocen. Es como si hiciera más difícil, casi imposible, el reconocimiento de una persona por parte de los otros. Su personalidad está en peligro, ya que, si no lo reconocen, no existe. “Al fin y al cabo, aunque parezca poca cosa, un nombre es lo que somos”51. 1.3. Esta lágrima contiene un mundo La tercera y última parte de esta novela está formada por díez capítulos que reproducen algunas horas. Esta inicia en el capítulo XIX con el anuncio por parte de Ermelinde, a Kurt, de su embarazo, creando en Kurt un estado de angustia y confusión: Todavía con el teléfono en mano, afanándose en vano por encontrar un lugar en su cuerpo donde su paternidad in pectore pudiera expresarse, [...] le recordó a Ermelinde cuánto la quería y, antes de colgar, prometió que esa noche regresaría a casa con una botella de vino para celebrar tan maravillosa noticia.52 Seguida de la prolepsis que anticipa el destino azaroso en grado sumo ya sospechado de antemano en el primer capítulo, “Nunca lo hizo, ni comprar la 51 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op.cit., p. 92. 52 Ibídem p. 98. 27 botella de vino, ni regresar a casa”53, Kurt se siente atraído por la visión, a través de la ventana, de tres personas que mientras hablaba con Ermelinde él había visto y como hechizado, atraído de la personalidad de estas personas, penetra en el mal tomando un camino que parecía olvidado. La narración se vuelve inasible para el narrador, críptica, irreal, carente de sentido por momentos, al igual que la fuerza que empuja a Kurt, haciéndose patente la irracionalidad, se justifica: “lo más aterrador del absurdo, a fin de cuentas, es que posea su propia lógica”54. A estas alturas poco queda de la precisión de los primeros capítulos. La palabra, siempre sospechosa invocadora de mundos, aquí anuncia el horror, tiene explícitamente un poder evocador que despertará el pasado. Las metáforas y los símiles no serán ya tan inofensivos, son realidades que llaman a otras realidades ocultas. Su poder reside en simbolizar otros mundos, incluso aquellos que Kurt daba por olvidados, enterrados. Por ejemplo, al oir la palabra schneider, sastre: La palabra resonó en sus oidos como la trompeta del Apocalípsis debió de hacerlo en las ensoñasiones del visionario Juan en la isla de Patmos. Hacía más de cuatro años, desde el puente de plata tendido por el doctor Lasalle en el hospital de Notra Dame de Rocamadour, que no escuchaba una palabra en su idioma natal, pues había hecho jurar a Ermelinde que jamás volverian a hablar en alemán.55 53 Ibídem. 54 Ibídem p. 120. 55 Ibídem p. 102. 28 Pasado y presente se unen y Kurt se encamina hacia el horror, el narrador no lo oculta y lo exterioriza con ritmo acelerado. Ahora es Kurt, ahora el narrador, ahora se funden y a este punto ya no hay esperanzas. El azar es dueño de los destinos: Y comprendió que el asombro, al fin y al cabo, es una categoría de lo cotidiano, y que solo hay un dios, el azar, y que solo existe una religión, la casualidad, y que cualquier otra interpretación de la vida y de sus accidentes no sólo estaba abocada al fracaso, sino que condena a la más absoluta ceguera.56 A partir de este momento el narrador nos cuenta el recorrido de Kurt hacia el horror, donde ya no puede sino recordar. Es importante cómo el narrador describe todos los detalles que aparecen a los ojos de Kurt, él que había elegido no ver y ahora a sus ojos todo es patente, cierto, confuso, monstruoso. En este recorrido aparecen pinturas que le anticipan ese horror al que se encamina. El arte ya no lo puede salvar, también este está al servicio del horror. La música que lo ayudaba en la recuperación de la sensibilidad ahora lo abandona, “como un líquido que se derrama de una copa volcada o como una columna de humo que huye a través del tiro de una chimenea.”57 A través de asociaciones semánticas el autor nos conduce hacia el horror que aparece sin llamarlo produciendo miedo: 56 Ibídem p. 132. 57 Ibídem p. 122. 29 Blanco, faraónico, digno de un Rubinstein, el Steinway aún tenía la partitura de La tempestad a la vista. Sentado de espaldas al piano había un hombre calvo y delgado, vestido con levita, que sostenía un gran balón de coñac en la mano derecha. Usaba monóculo y parecía ensimismado en la contemplación de sus uñas. Encima del piano, entre una bola del mundo de colores chillones y un búcaro con flores artificiales, un chimpacé se rascaba el vientre con la paródica solemnidad de su especie. Kurt recordó ciertos cuadros de Pablo Picasso admirados en Montmartre en aquel libro hurtado a la vista de sus superiores, un libro en el que había monos de color azul y monos de color rosa, imposibles monos pálidos como bebés, monos atados a argollas y monos jugando con una sandalia de esparto o con un cacahuete, monos soñados por aquel talento de ojos monstruosos y calcinantes.58 No podemos obviar la presencia de fotografías y las proyecciones cinematográficas en la novela, la utilización de la grabación como método de pervivencia o fijación del mal en la memoria colectiva o individual. En este final ceremonioso de La ofensa donde: “La memoria es un instrumento amable.”59Para hablar de la fotografía, en palabras de Roland Barthes esta, “no dice lo que ya no es, sino tan sólo y sin duda alguna lo que ha sido”60, la fotografía que ratifica lo que ella misma representa hace que Kurt regrese al infierno bretón: “Allí estaba, pensó entonces, el mundo tal y como era el 2 de enero de 1941; el mundo anterior al horror, el mundo perdido de la bestia 58 Ibídem p. 128. 59 Ibídem p. 123. 60 Roland Barthes, La cámara lúcida, Paidós, Barcelona, 1989, p. 98. 30 rubia.”61La imagen grabada es el único recuerdo fiel. Una vez más, nos apoyamos en las reflexiones de Roland Barthes: La fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. En ella el acontencimiento no se sobrepasa jamás para acceder a otra cosa: la Fotografía remite siempre el corpus que necesito al cuerpo que veo, es el Particular absoluto, la Contingencia soberana, mate y elemental, el Tal (la foto, y no la Foto), en resumidas cuentas, la Touché, la Ocasión, el Encuentro, lo Real en su expresión infatigable.62 La ofensa es una novela desarrollada a través de imágenes, donde lo irracional forma parte de ese sentido que tiene el ser humano, a este propósito podemos apoyarnos, una vez más, en las reflexiones que lleva a cabo Georges Didi-Huberman, en relación con la imagen y la relación con la construcción del saber histórico, tema de fondo de La ofensa. En su libro Storia dell’arte e anacronismo delle immagini, Didi-Huberman retoma las reflexiones de Walter Benjamin a propósito del proceso de construcción de la historia y de la historia del arte. Según el autor, Benjamin puso el saber, y en particular el saber histórico, en movimiento. Movimiento sostenido por la esperanza de que la historia (como disciplina) pudiese conocer su “revolución copernicana” en el sentido de no considerarla como un punto fijo, sino como una serie de movimientos cuyo destinatario era el historiador.63 El pasado, para Benjamin, deja de ser un “hecho objetivo” y pasa a ser un “hecho de la 61 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op.cit., p.136. 62 Roland Barthes, La cámara lúcida, op.cit., p. 26. 63 Georges Didi-Huberman, Storia dell’arte e anacronismo delle immagini, op.cit., p. 96. 31 memoria”. Tal y como lo es para Kurt. Como destaca Didi-Huberman, Benjamin se apoya en las entonces nuevas teorías de la memoria –las de Freud, Bergson, Proust y los surrealistas– y las aplica a la epistemología histórica. De ahí que Benjamin considere la construcción de la historia sólo a partir de la actualidad del presente. Las dificultades de la ciencia histórica no derivan solamente de la falta de documentación, sino también de una “subconsciencia del tiempo”, un principio dinámico de la memoria del que el historiador tiene que ser interprete.64 Con la misma mirada meticulosa del antropólogo, el historiador tiene que leer la “subconsciencia del tiempo” a partir de las “huellas” materiales que éste deja: L’inconscio del tempo si presenta a noi attraverso tracce e il suo la- voro. Le tracce sono materiali: vestigia, rifiuti della storia, contromotivi o controritmi, <<cadute>> o <<irruzioni>>, sintomi o malesseri, sincopi o anacronismi nella continuità dei <<fatti del passato>>. Di fronte a tutto questo, lo storico [...] deve adottare lo sguardo meticoloso dell’antropologo attento ai dettagli e soprattutto ai più piccoli. Simmetricamente, Benjamin esige l’audacia di una archeologia psi- chica, dal momento che il lavoro della memoria si accorda innanzitutto con il ritmo dei sogni, dei sintomi o delle ossessioni, con il ritmo delle rimozioni e dei ritorni del rimosso, delle latenze e delle crisi.65 Según Benjamin, cualquier exposición histórica comienza con un despertar, consecuencia de una oscilación entre sueño y vigilia: “Ciò che sorge da que- 64 Ibídem, p. 100. 65 Ibídem. 32 sta piega dialettica, è chiamata da Benjamin un’immagine. <<Ogni esposizione storica deve cominciare con il risveglio>> perché il risveglio fornisce innanzi tutto un’immagine.”66 Como afirma Didi-Huberman, “sempre, di fronte a un’immagine, ci troviamo di fronte al tempo”67. Es exactamente esto lo que le sucede al protagonista de La ofensa delante de aquella película, viene devuelto como un relámpago otra vez a Mieux. Recordemos que una película es siempre una foto en movimiento. Sucede también a los lectores, mientras el narrador nos acerca al horror, apenas dice “Paillard” nuestra mente está de nuevo en aquella escena donde el fotógrafo está preparando la “Paillard” para filmar el horror y todo esto sucede como un flash, sin la necesidad de que el narrador indique que es eso lo que se debe hacer sino que a través de la sola mención de la cámara fotográfica ya vemos nuevamente la escena incial donde todo sucedió. De este modo se unen presente y pasado del protagonista. Di fronte a questa immagine, di colpo, il nostro presente può essere afferrato e al tempo stesso portato alla luce nell’esperienza dello sguardo.[...]Di fronte a un’immagine, per quanto antica possa essere, il presente non smette mai di riconfigurarsi, a patto che lo spossessamento dello sguardo non abbia del tutto ceduto il passo alla pratica infatuata dello <<specialista>>. Di fronte a un’immagine, per quanto recente, contemporanea possa essere, il passato al tempo stesso non smette mai di riconfigurarsi, poiché quell’immagine diventa pensabile solo in una costruzione della memoria, se non dell’ossessione.68 66 Ibídem. 67 Ibídem, p. 11. 68 Ibídem, p. 13. 33 La fotografía, la música, el arte, actualizan la barbarie, la inmortalizan, la fijan para siempre. El arte, aunque alimente el alma, no puede salvarla de lo que también se anida en ella. De esta manera desesperante, con un continuo uso de metáforas, símiles, analogías, llegamos al último capítulo de La ofensa. El mal que degusta su propio fruto, a través de la metáfora de una lágrima de Kurt. [...]en el ojo derecho del hombre sentado se había formado una lágrima del tamaño de un mosquito. El antiguo oficial se acuclilló entonces ante su subordinado, adelantó sus labios hacia el rostro en completa calma y succionó el ojo derecho del sastre de Bielefeld hasta tragarse su lágrima. Al hacerlo, los párpados temblaron antes de caer sin ruido.[..] Der Schneider ist tot. 69 La visión de la película para Kurt pone en relación el tiempo histórico y el tiempo presente, el pasado irrumpe en su presente y se vuelve a configurar. Nos ayuda a la comprensión de esta escena la reflexión que Barcella hace comentando a Didi-Huberman: L’immagine è proprio al centro originario e vorticoso del processo storico in quanto essa porta su di sé l’intreccio stesso dei tempi, non essendo semplice imitazione delle cose, ma movimento psichico non collocabile né arrestabile: l’immagine rende visibile un intervallo, cioè una linea di frattura che genera un risveglio. [...] In un 69 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op.cit., p. 141. 34 certo senso, l’immagine autentica è come un passage, una soglia, ovvero un momento di interruzione sospensiva che, appunto, ci risveglia. Quello che sorge o, meglio, ri-sorge in questo momento di interruzione è un sintomo del tempo, un evento di sopravvivenza, ciò che [...] Benjamin chiama il Già-stato. Il Già-stato è un ritorno che prende “contropelo” la storia e ci unisce all’Ora in una sorta di lampo che sorge e si eclissa: questa è la dialettica in atto nell’immagine.70 Tras estas consideraciones podemos entender e interpretar, los últimos pasajes de esta novela, la visión del video para Kurt es un relámpago para el narrador, que une en la frase Der Schneider ist tot, la muerte de la sensibilidad, la muerte moral y por último la muerte física del protagonista, imagen de una sociedad. Se llega al final de esta novela, con una perseverante inquietud y un continuo desasosiego por parte del lector, que tiene el peso del afán por responder las preguntas impuestas por el narrador apenas terminado el último capítulo de la primera parte de La ofensa. 70 Barcella, Sintomi, strappi, anacronismi. Il potere delle immagini secondo Georges Didi-Huberman op. cit., pág. 177. 35 36 2. Derrumbe El universo literario de Ricardo Menéndez Salmón, está cargado de meditaciones metafísicas profundamente pesimistas también en esta novela. La historia de esta segunda novela se desarrolla en Promenadia, donde el autor ya había ambientado dos de sus novelas anteriores Los arrebatados (2003) y La noche feroz (2006). Aunque parece un enclave imaginario, el autor nos dice: “Todo sucede en esa ciudad, que esta vez se convierte en un espacio urbano irremediablemente reconocible. Es Gijón. Un Gijón que nunca se nombra, pero que es absolutamente visible”.71Esta vez el autor propone un recorrido diferente, hace reflexionar sobre cómo en cada persona hay una parte totalmente desconocida, una pulsión interna, diría Freud y la atracción que ejerce el mal como potencia adsoluta en los seres humanos. La novela se divide en tres partes, “Mortenblau”, “El mundo bajo la caperuza del loco”, y “Padres sin hijos”. A su vez está formado por setenta y dos secuencias distribuidas irregularmente72. En las tres partes se cuentan dos historias al principio yuxtapuestas que se unen progresivamente. Cada una toma prestado sus rasgos a un subgénero novelístico o cinematográfico fundado en el suspense y el miedo. El título alude a los derrumbamientos que se producen en el individuo, ya sean en la familia o en la sociedad, representado en Promenadia. La construcción de esta ciudad imaginaria, 71 En la entrevista hecha al autor por la revista Bliblioasturia. www.asturias.es. 72 Conte considera que “la novela está muy desarticulada, pues se compone de fragmentos narrativos, por lo general escritos en presente, con una simultaneidad que interrumpe continuamente el hilo de la narración”. Estoy más de acuerdo con la visión de Senabre, que sostiene que se debe a un “carácter cinematográfico por la sucesión entrecortada de sus breves secuencias y sus abruptas elipsis”. www.dialnet.com. 37 cerrada en sí misma como si fuera un resumen del mundo o una metáfora del libro es recurrente en la obra de Menéndez Salmón. En Derrumbe la palabra es, en sí misma, un proceso y no un resultado que dibuja un mundo, peligroso, lleno de mentiras y sometido al puro azar, como ya se había visto en La ofensa. No se lee ninguna alternativa a la maldad y la decadencia, solamente un apego del narrador a la fuerza de la imagen y de la palabra directa, concisa. La primera parte, “Monterblau”, se centra en la figura de este asesino y podríamos calificarla como novela negra. A los asesinatos del fetichista Mortenblau no se proporcionan explicaciones de tipo sociológico ni psicológico. El narrador en tercera persona con un vaivén en el punto de vista, ya que será el policía Manila el yo emocional del escritor, se detiene en la descripción macabra de las prácticas sádicas de un asesino en serie que no obedecen a ninguna lógica serial salvo a la que consiste en firmar sus crímenes por medio de uno de los zapatos de su anterior víctima. - ¿Qué es eso? – preguntó Manila al inspector - Un zapato, siempre deja un zapato. - ¿Un zapato de su anterior víctima. - Ya.73 El fetiche según el diccionario de la academia española es un ídolo u objeto de culto al que se le atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos74. Mientras que, consultando el diccionario de psicología 73 74 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, Seix Barral, Barcelona, 2007, p. 14. www.rae.es. 38 encontramos que es un trastorno psicosexual consistente en conseguir la excitación sexual a través de un objeto.75 Freud al respecto dice que: En la instauración del fetiche parece serlo, más bien, la suspensión de un proceso, semejante a la detención del recuerdo en la amnesia traumática también en aquella el interés se detiene como a mitad de camino; acaso se retenga como fetiche la última impresión anterior a la traumática, la ominosa unheimlich. Entonces, el pie o el zapato, o una parte de ellos, deben su preferencia como fetiches a la circunstacias de que la curisiodad del varoncito fisgoneó los genitales femeninos desde abajo, desde las piernas, fijan la visión del vello pubiano, a la que habría debido seguir la ansiada visión del miembro femenino.76 Hasta el final Mortenblau no tendrá nombre en la narración, aunque después del título es la primera palabra que encontremos. Se le categoriza, es el asesino de los zapatos, el innombrable. No sólo para deshumanizarle y degradarle, sino porque nombrándole, por la fuerza de las palabras, se corre el peligro de invocarle. Llovió sin pausa durante aquellos siete días. El mundo se convirtió en una piscina inmensa girando alrededor de doce zapatos celosamente conservados en bolsas de plástico, con sus etiquetas, el nombre completo de sus posesores y el ominoso espacio en el 75 www.academiagauss.com. 76Sigmund Freud, Fetichismo Obras completas Vol. XXI, Amorrortu, Buenos Aires, 199, p. 149. 39 blanco del primer zapato, el que todos suponian que pertenecía a él, al innombrable.77 Apenas tiene voz, en una de las ocasiones en las que habla, el narrador comenta que “su voz tenía cierta cualidad de campana, como si no surgiera de un pecho humano sino de una entraña de bronce”78. Se manifiesta más mediante el grito, como muestra del placer al asesinar pero también como liberación del dolor que siente., “[...]pudo escuchar como el hombre gritaba, una , dos, tres veces”79. “Después, a despecho de una agonía lenta y segura, rematada por un grito lleno de furia, lo sodomizó”80. Mortenblau lleva a cabo una profunda agresividad y violencia hacia el propio cuerpo y el de sus víctimas, refleja mediante esos matices la búsqueda de una estabilidad imposible, de una identidad inalcanzable, todo ello sustentado en la ausencia de la razón. En relación a este argumento Sosfky en su libro Tiempos de horror dice: “El lenguaje de la violecia es estridente y chirriante: los gritos de los heridos, el griterío del populacho, el crepitar del fuego. El exceso no es un espectáculo mudo.”81 El cuerpo es un ejemplo más de lo monstruoso y lo inquietante. Mortenblau hace que los cuerpos de sus víctimas sean percibidos así, pero también que el suyo propio se convierta en un lugar inhóspito del que no puede escapar. Los placeres del acto de torturar requieren, como nos dice Sosfky, de espacios aislados en el que el torturador esté a solas con la víctima.82 La tortura con el cuerpo del otro, tiene su origen en los calabozos, 77 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, Seix Barral, Barcelona, 2007, p. 45. 78 Ibídem p. 41. 79 Ibídem p. 16. 80 Ibídem p. 37. 81 Sofsky Wolfgang, Tiempos de horror: amok, violencia, guerra, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 2004, p. 31. 82 Ibídem p. 31 40 en las guaridas de los asesinos y en los campos de prisioneros.83 A este propósito es oportuno notar un planteamiento de Sosfky sobre estas personas aparentemente “normales”, pero que él llama afectas de amok y que podría ayudarnos en la comprensión de esta novela: La mayoría de individuos de esta rara especie está dentro de una normalidad tan gris que nada -pero realmente nada- hace pensar que cometerán jamás una atrocidad de tan espectacular magnitud [...] La posterior investigación de posibles señales de aviso, indicios o síntomas no suele ser más que un vano intento de inventar a posteriori unos antecedentes y buscarle un sentido a lo sucedido. Parece ser que después de todo, la cultura occidental no es capaz de explicar el arrebato homicida si no es como enfermedad individual o “corto circuito mental”.84 Como continua después Sosfky, el sujeto presa del amok asesina brutalmente a todo el que se cruza en su camino, el odio al mundo y así mismo va madurando poco a poco; y este odio no se dirige hacia una única persona sino hacia el dictado de su propia existencia.85 Por otra parte, También Simona Forti nos habla de este tipo de comportamiento agresivo a partir de estudios realizados por Freud, Foucault, Nietszche, quienes conjugan la pulsión de muerte con el problema del mal y dice lo siguiente: Denegazione, estroflessione, paranoia non sono soltanto estrutture cliniche, ma elementi che 83 Ibídem. 84 Ibídem p. 33. 85 Ibídem p. 34. 41 ritroviamo al cuore di fenomeni sociali”86. Lo que lleva a pensar que entonces el mal quizás tenga una respuesta. Sobre este argumento regresaremos al final del análisis de esta novela. Además Freud señala que para el hombre, el prójimo, representa un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, incluso para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para humillarlo, para provocarle sufrimiento, martirizarlo y matarlo. Una parte de la pulsión de muerte se orienta hacia el mundo exterior, manifestándose como impulso de agresión y destrucción. Si la pulsión de muerte se halla al servicio del Eros, el ser vivo destruiría algo exterior animado o inanimado, en lugar de destruirse a sí mismo. Al cesar ésta agresión con el exterior tendría que aumentar por fuerza la autodestrucción, procesos, que de todos modos actúan constantemente. Por otra parte el contraste entre luz y oscuridad será una de las constantes en la obra para simbolizar el bien y el mal. Sin embargo, no quiere caer Menéndez Salmón en el maniqueísmo. Si bien la dicotomía, la usa al principio cuando Mortenblau vuelve a la habitación de la prostituta “tapando la luz que salía del baño”87, lo cual tiene un efecto muy escénico, que el narrador usa como artificio para presentarnos el problema y para explorarlo en toda su complejidad. Después, fundiendo ambos conceptos, establece su interrelación y propone las tinieblas como un claroscuro barroco, lugar propio del hombre: La cibernética y los avances médicos habían traído demasiada claridad, y el hombre era un animal al que agradaban las tinieblas, 86 Simona Forti, i nuovi demoni, Ripensare oggi male e potere, op.cit., p. 87. 87 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, op. cit., p. 16. 42 un animal intermedio a quien le gustaba defecar, practicar la sodomía y espiar a los demás en la oscuridad.88 La identificación del hombre con un animal también será fundamental, el animal que acecha a Mortenblau constantemente, que le atormenta y le hace actuar está representado por la figura de un león “grotesco, con la melena llena de moho y cierto aspecto de perro hipertrofiado”89. Es un “mamífero triste que surgía del interior de su cuerpo como una materialización de la angustia”90. No parece temerle en la oscuridad, pues es allí donde Mortenblau se siente seguro, pero huye al verle durante el día. La oscuridad es además un lugar, tiene entidad, es un “país negro”91. La luz por su parte se entiende también como esperanza, se califica como “anhelada”92. El león es, además de símbolo del terror, y por tanto cercano a las sombras, lo que conecta oscuridad con oscuridad. La historia inicial a su vez se relaciona con un relato de tipo apocalíptico inspirado en los miedos propios del fin de milenio. Se trata de la confabulación de un trío de jóvenes y brillantes estudiantes que, bajo el nombre de los Arrancadores, pretende y consigue infundir el miedo en la ciudad, mediante actos y discursos terroristas cuyo clímax representa la explosión del parque temático Corporama. El pretexto, “móvil laxo”93 es, esta vez, el odio al consumismo de un mundo capitalista desbocado y a la cultura de la imagen y el simulacro televisivo, pero el único objetivo es destruir, aniquilar, aterrorizar. Asesino en serie y terroristas sin reivindicaciones 88 Ibídem p. 83. 89 Ibídem p. 31. 90 Ibídem p. 46. 91 Ibídem p. 23. 92 Ibídem. 93 Ibídem p. 80. 43 políticas son figuras que exaltan el mal radical, visto que no sacan más ventajas que la de concebir y contemplar la destrucción y la muerte ajena: Su objetivo, decían, era tan viejo como el mundo, aterrorizar, y no cejarían en su empeño hasta haber instituido un régimen de pánico constante. A cambio no deseaban nada. Les bastaba con la desnudez de los hechos. Sólo perseguían el miedo por el miedo; sólo pretendían asustar; ningún credo político o religioso, ninguna ideología los sustentaba; se decían poderosos porque no encarnaban otra bandera que la de provocar daño en tantas vidas acomodadas, falsas, contingentes.94 La señal de este desajuste generacional, de esta atracción del mal, lo menciona Simona Forti en su obra I nuovi demoni. Ripensare ogni mal e potere: Il novecento è infatti il secolo in cui il Nulla, la “parte maledetta”, segnano la loro vittoria ermeneutica. Grazie a questa idea, la potenza anti-idealistica del secolo, al meno de tutta la sua prima metà, ha mostrato di voler davvero andare “al di là del bene e del male”. Nel senso che tutto ciò che nell’ottocento era stato negato è idealisticamente condannato si prende ora la rivincita: morte, violenza, crudeltà, corpo, passioni, inconscio, istinto, pulsione. Vi è sicuramente un lato aggressivo nella cultura novecentesca; una cultura che insegue quasi ossessivamente la sovversione e che, per questo, fini- 94 Ibídem p. 58. 44 sce per assolutizzare il negativo, dando a esso, come abbiamo visto, una molteplicità di nomi.95 El verdadero peligro que se corre es el de una guerra contra la Nada, contra la racionalidad del Yo, de un absolutismo de la muerte que ataca el valor de la vida, como en efecto sucede a través de las páginas de Derrumbe. En la novela el protagonista de las escenas de violencia es siempre Mortenblau, ya que las acciones que llevan a cabo los Arrancadores están destinadas a crear el caos y el pánico generalizado, visto como un espectáculo, deleitándose en la estética de lo irreal. Por lo tanto, aunque provocan muertes, no observamos sus efectos individualizados, sino las consecuencias sociales de sus actos, aunque repercuten en el individuo. En cambio Mortenblau siente la irracionalidad del mal, el poder que ejerce sobre él simbolizado mediante ese león, una suerte de bestia rubia, que lo domina y lo atormenta. Recordemos que la expresión bestia rubia fue usada por Nietzsche, como se ha visto en La ofensa, pero hemos encontrado también que: Basándose en la semejanza entre “bestia rubia” y la expresión latina “flava bestia” (el león), Hennig Ottmann interpreta este concepto también en sentido moral: en Así habló Zaratustra, el león es el símbolo del espíritu libre que rechaza los viejos valores y al “tú debes” kantiano contrapone el “yo quiero”. Según Ottmann con 95 Simona Forti, I nuovi demoni Ripensare oggi male e potere, op. cit., p. 89. 45 el símbolo del león Nietzsche estaría dando la vuelta al concepto platónico de la doma del alma.96 Y es evidente que esta es la misma intención de Menéndez Salmón. Este comentario resulta interesante porque hay una especie de desdoblamiento a causa de esa alucinación, en parte por la presencia tranquilizadora de Mara. También en esta novela se ve el efecto de lo siniestro, del que se había hablado en La ofensa, la perturbación de Mortenblau, se refleja en ese desdoblamiento que sufre cuando aparece ese león simbólico. Los Arrancadores, después de morir tras su gran golpe final, aparecen en televisión, donde se manifiesta de nuevo el león y que lleva a Mortenblau a entregarse. Pero también será ese animal quien provoque la fusión final entre Mortenblau y Manila. Cuando el asesino se entrega y Manila se dirige a matarle, Mortenblau advierte, éste “tenía zarpas en vez de zapatos y olía como un animal salvaje”97, por lo que, también Mortenblau será identificado con un animal, concretamente con un perro,98 aunque el narrador acaba rehumanizándolo. Otras veces será descrito, en lo que será un lugar común de la novela, con imágenes infantiles: “bebé macabro”99; “Su aliento era el de un bebé”100. Hará lo mismo con los Arrancadores, grupo que se gesta “igual que un feto va cobrando cuerpo, dimensiones y gestos, acercándose al Javier Gracia Calandín, Paolo Stellino, Isabel Tamarit López, Estudio sobre el «Crepúsculo de los 96 ídolos» de F. Nietzsche, Universitat de València, 2011, p. 63. 97 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, op.cit., p.188. 98 Ibídem pp 36, 38, 50. 99 Ibídem p.37. 100 Ibídem p.18. 46 umbral de la vida y el dolor”101. La novela negra en vez de reducir la muerte a un síntoma se caracteriza por una representación purificadora de la violencia, el sufrimiento y el miedo, con la que en Derrumbe se pretende luchar contra la insensibilización. Lejos de consagrar la superioridad de la razón sobre la barbarie o de poner orden en el caos del mundo, Menéndez Salmón nos presenta su ruina y el ocaso del humanismo tal como lo pensó la Ilustración (filósofos que meditaron sobre la desaparición del hombre de la modernidad como Camus y Foucault o de teorías vinculadas con el Holocausto como Adorno)102. Manila aún no se atrevía a emplear la palabra alma. Era hijo putativo de la Ilustración. Creía en Kant. En El contrato social. En la tabla periódica de elementos. En el paralaje entre estrellas. En la constante de Hubble. Aunque bastaba contemplar sus afanes para buscar otros nombres.103 En Derrumbe la articulación del tema del terror, el que infunde el monstruo y el que por su poder de fascinación y aniquilación transforma a cualquiera en animal, se plantea como el arma de los totalitarismos. En las dos historias que se cuentan, tanto la de Monterblau como la de los Arrancadores, nadie captura a los criminales: uno se entrega por su propia voluntad para dar a conocer sus diarios, los demás escapan de la justicia al suicidarse mientras contemplan el desmoronamiento de la ciudad, convirtiéndose en ídolos para algunas almas vengativas que los celebran en carteles: “LARGA VIDA A LOS 101 Ibídem p. 81. 102 Rudiger Safranski, El mal o el drama de la libertad, Tusquets Editores, México, 2005, p. 86. 103 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, op.cit., p. 47. 47 ARRANCADORES. MUERTE A PROMENADIA”104. Sofsky comenta este tipo de comportamiento donde la persona que cumple el acto terrorista se convierte en ejecutor y mártir: En su persona se unen las dos formas de resistencia más radicales. Al matar a su víctima él también sacrifica su vida. Su acto le traerá honor y gloria entre sus compañeros de ideología. Para ellos será un héroe por haberse enfrentado al poder superior pagando el precio más alto que puede pagar un hombre, el precio de su propia vida.105 En la primera parte de tipo detectivesca de Derrumbe, la encuesta conduce a Manila a descubrir un secreto sobre su propia pareja y al lector a ver en él un doble posible del caníbal, gracias a un fragmento enfocado desde la subjetividad de su hija pequeña que se acaba de hacer una herida: Dentro del vehículo Manila se inclinó sobre el regazo de su hija, sacó la lengua y chupó la sangre que corría por la piel de la niña. Ella miraba la coronilla de su padre con cierto asco, como si en ella se escondiera un animal vivo e incongruente. La herida sabía a mar. Cuando Manila se incorporó y sonrió a la pequeña, no reparó en que sus labios estaban manchados de sangre. Ella pensó en 104 Ibídem p.150. 105 Wolfgang Sofsky, Tiempos de horror: amok, violencia, guerra, op.cit., p. 92. 48 uno de los vampiros que ilustraban sus cuentos de terror, pero no dijo nada.106 En la segunda parte, ni siquiera hay tentativa de investigación o lucha contra los terroristas, sino que ésta se resume en la intimidad del trío y sobre todo de Valdivia que desenmascara al monstruo en su hija y sospecha de la inocencia de su propia relación con ella. Vera sigue rindiendo homenaje, después de su muerte y a sabiendas del crimen que perpetró, a Humberto, uno de los Arrancadores y se hunde en el estupro y la pornografía, detrás de un muro de silencio simbólico, donde no la puede alcanzar la voz de su padre: Vera —dijo. Y Vera calló como si jamás hubiese existido su voz, el contexto en que se hallaban, la lengua dentro de la garganta de su padre; calló como si Valdivia no fuese un pedazo de vida, una fracción de folclore, un empeño verbalizador; calló como si Valdivia representase un episodio imposible de interpretar, un guarismo equívoco, un estado del alma indigno de contemplarse, una palabra nunca caligrafiada, nunca pronunciada, jamás forjada por intelecto alguno. […] Y fue como si a un hombre le hubiesen arrebatado la esperanza.107 106 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, op.cit., p. 38. 107 Ibídem p. 162. 49 En Derrumbe el diálogo es inútil, los cuerpos hablan, a diferencia de la insensibilidad que sufre Kurt cuyo cuerpo es una “metáfora”, en La ofensa. El de Vera anuncia anticipadamente a su padre su pérdida: Y en su sonrisa de dentífrico, en su blanca inocencia de virgen que asomaba al regazo de la vida con el esplendor de una afrodita de la era del nailon, fue como si Valdivia ya pudiera adivinar el implacable rostro de la gran bestia mostrando su cadavérico señuelo, la voz de la sangre y la tiniebla, el perro carnicero que, huesos adentro, a todos habitaba y consumía.108 En la pareja de Manila y su mujer Mara, en la relación de Valdivia con su hija Vera, el lenguaje no basta para crear una comunicación auténtica, para colmar la incomprensión que está alejando a unos de otros. Mara dejó de querer a su esposo, sin que él se diera cuenta antes de que apareciera su cadáver, muerta ésta a manos del monstruo del que se enamoró, hechizada por su facultad aterrorizadora. El amor que unió durante seis meses a Mortenblau y Mara, embarazada del hijo de Manila, al dejar entrar a Mortenblau en el lenguaje de la comunicación amorosa, al convertirlo en uno de los pronombres de la pareja, yo/tú, consiguió momentáneamente apagar el león de su locura, se le aparece un león fantástico que representa su terror: “Un hombre así. Yo. El último pronombre. También el primero. Yo. El amante. El amor de Mara. El embajador del miedo”.109 Sin embargo, esta encarnación en palabras del otro no es suficiente para devolverle la racionalidad ya que 108 Ibídem p. 111. 109 Ibídem p. 169. 50 acaba por estrangular a Mara después de que dé a luz, devorándole la placenta. No bastan los intentos de comunicación, como no basta la literatura, de hecho Mortenblau lee a Montaigne, Huysmans, Kafka, ni la música, ni el cine, a los Arrancadores les gusta Bergman, ni cualquier belleza artística, para detener al mal, como comprueba Manila después de muchos filósofos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La cultura pierde su poder liberador: Encendió la radio. Glenn Gould interpretando a Bach. Pensó en la belleza. En su inutilidad frente al mal. Cimabue vencido por Gilles de Rais. Beethoven pisoteado por Hitler en Auschwitz. Versos de Rimbaud abrasados en Hiroshima. El aria final de las Variaciones Goldberg no le trajo la calma. Así que volvió a las fotos.110 Menéndez Salmón consigue hacer ostensible la presencia del cuerpo y lo hace mediante un motivo que surgía al final de La ofensa, el asco. Menéndez Salmón elige esta vez el sentido del gusto, lo oral, y lo explora en todas sus versiones. Siguiendo las teorías de Freud, lo siniestro, el gusto remite a una forma de conocimiento infantil, a la confianza, pero también a la sexualidad. La interpretación dependerá absolutamente del contexto. La primera imagen que vamos a encontrar es la de Manila, incluso si aún no lo identificamos, degustando el sabor a hueso y sangre del cráneo de Mortenblau, en lo que es un intercambio en el juego de conexiones entre ambos. El asesino bebe la saliva del hijo pequeño de Manila, y chupa sus deditos para deleite de las mujeres presentes en el parque, pero también es capaz de conectar la 110 Ibidem p. 27. 51 sexualidad con la repugnancia al arrancar la lengua a una de sus víctimas femeninas, succionándola. La primera impresión que se siente antes de descubrir que el Corpódromo está ardiendo es “una especie de succión, como si el tiempo, suspenso en torno a un momentáneo agujero negro, hubiera dejado de latir”111. Son imágenes tan explícitas como plásticas. A medio camino entre ambas está la afirmación de Vera ante su padre, cuyos labios lame, como una provocación más, demostrando que ya no es una niña, desvinculándose de él. Parte de una confianza que da fe de la ternura, como hace Manila al chupar la sangre de la rodilla de su hija, pero lo invierte, lo transforma en sexualidad para crear distancia entre ambos. En el polo opuesto, el beso entre los Arrancadores justo antes de morir, sin carga sexual, sólo como muestra de esa comunión absoluta entre ellos. Como testimonio de la repugnancia está el viejo de La casa de los zurdos, que pide continuamente a Valdivia que le dé su lengua. Frente a la desacralización del cuerpo de la que hacen gala Mortenblau mediante una brutalidad extrema incluso después de matar a sus víctimas, y en menor medida los Arrancadores, está la figura casi sagrada de Mara, cuyo vientre es acariciado por Mortenblau “religiosamente, como si limpiara una reliquia”112. Otra vez encontramos cómo una figura femenina representa la calidez, la maternidad en todas sus acepciones. Mara es, para Manila, “como un gran vaso de agua, alguien que quita la sed y refresca, cuya presencia tranquiliza. [...] Pensó en ella como su paz, su refugio, su escudo contra la indiferencia del mundo”113. Mortenblau por su parte no sabía “qué había en la mujer para inspirarle ese inefable anhelo”, y piensa que “quizá aquella fuera 111 Ibidem p. 117. 112 Ibídem p. 56. 113 Ibídem p. 44. 52 su oportunidad su tregua: la tregua del león”114. Como veíamos en la anterior novela, el amor es un posible consuelo. Se manifiestan en la novela dos formas de imponer el mal. La primera, representada por Mortenblau, es el mal inmotivado, volcado hacia la violencia corporal. Su monstruosidad se ve, en la ausencia de un límite que propicie sus arbitrariedades. Sólo se menciona el hecho de haber sido soldado, y al igual que la anfitriona de La ofensa, posee un atractivo físico, sexual. Además se nota cierta fascinación inexplicable que implica el abandono de lo anterior, de las raíces del afecto, ya sea a la esposa embarazada como Kurt, ya sea al marido y a la hija como Mara. Esto conecta con la atracción carente de toda lógica que suscita no sólo el mal, sino el horror, encarnado en este caso por Mortenblau. Al principio de la segunda parte, Hugo manifiesta su asco por la imagen de los siameses en la pantalla del cine. Menezes pregunta: “Entonces, ¿por qué los miramos?”115. El narrador lo explica así: “los monstruos no permitían apartar la mirada, [...] los monstruos eran seres que, cuando atrapaban la atención, ya no dejaban desviarla hacia otro lado”116. Sin embargo esta atracción no es sólo de la sociedad hacia los monstruos, hacia sus monstruos, sino que en la novela es de nuevo un camino circular ya que Mortenblau ejerce el mal, Manila lo recibe, lo sufre y lo dirige de nuevo hacia Mortenblau. Ese recorrido del mal lo materializa la novela a través de la estructura. Así, la primera secuencia, que atrae nuestra atención, resulta no ser un asesinato más de Mortenblau, sino su propio asesinato. Por eso no sólo hay un intercambio de papeles, un intercambio de luz y sombra, sino que los dos personajes se mimetizan, Manila se refleja en sus ojos. “El tótem 114 Ibídem p. 56. 115 Ibídem p. 83. 116 Ibídem. 53 oscuro”117 es Manila, no Mortenblau. La locura ha anidado en él, al igual que residía en Mortenblau. “Todo encaja en la cabeza de un loco”118, dice Gudesteiz. Como en otras novelas de Menéndez Salmón, los medios de comunicación juegan un papel fundamental también en esta novela. Veamos cómo resume esta influencia Sosfky: El imaginario que acompaña el acto violento no es ningún producto de los modernos medios de comunicación. La pasión de imaginarse cosas siempre ha ayudado a dar el salto por encima de la barrera. Sin embargo, es el virulento impulso del movimiento mecánico lo que empuja al asesino a ese estado del otro lado de la frontera. Al estar libre de las cadenas de moral, libre de la verguenza y la culpa, le arrastra consigo. El acto violento libera fuerzas insospechadas. [...] Al caer las barreras, el Yo registra y destruye el mundo entero. Nada detiene al asesino; triunfante, deja atrás su propia persona. Borrado del mundo el viejo Yo, el acto violento le libera de un odio enconado y miedo de muchos años. 119 No podemos dar la culpa a los medios de comunicación pero si tenemos que tener en consideración el efecto que tienen estos en una sociedad como la nuestra donde las imágenes y los sonidos juegan un papel fundamental. Lo demuestra Menéndez Salmón a través, por ejemplo, de los Arrancadores. 117 Ibidem p. 13 118 Ibidem p. 30. 119 Wolfgang Sofsky, Tiempos de horror: amok, violencia, guerra, op.cit., p. 39. 54 Es también Derrumbe una novelas desarrollada a través de imágenes, Menéndez Salmón sabe como manejar este lenguaje para capturar al lector, no solo en esta novela, pero si es en esta novela donde la imagen a través de las palabras nos deja sensación de asco, de impunidad ante el asesinato, imágenes que pasan como objetos y objetos como imágenes, lenguaje de los cuerpos mutilados, puestos en escena que callan una parte de su historia, de los objetos que sobreviven a las víctimas. Los zapatos y las fotos se limitan a anunciar la presencia de un cadáver, su carencia o a proclamar la falta de sustancia de la vida: “estaban ahí pero eran otra cosa, ellos mismos simulacro, sueño pasajero, máscara que, precisamente por serlo, permanecía siempre idéntica, inmutable ante el eterno discurrir de los objetos”120. La dimensión estética y la originalidad de los procedimientos quedan valoradas por los policías: “Manila sopesó la originalidad como concepto. En arte, se solía considerar una de las marcas del genio”121. Mortenblau desea que lo cojan para que admiren su estilo y la relación de sus crímenes llevados a cabo “tan terriblemente intenso”122. Acabará entregándose a fin de conseguir a unos lectores para sus cuadernos íntimos. La semiosis verbal es el único lenguaje metatextual , Mortenblau es a la vez autor de sus crímenes y comentador de ellos, artista y crítico. De ahí que los policías se conviertan en lectores a su vez del lenguaje codificado y hermético para ellos de los asesinatos tanto como de unos cuadernos que los petrifican, en ambos casos, se limitan a ponderar los logros del seudoartista: “Sabía que los cuatro hombres habían leído sus cuadernos e imaginaba lo que pensarían de él. Hasta un policía era capaz de advertir la fuerza de ciertas prosas”.123 120 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, op.cit., p. 75. 121 Ibídem p. 29. 122 Ibídem p. 164. 123 Ibídem p. 167. 55 Mientras los Arrancadores, antes de perpetrar su crimen máximo, deciden “hacer del terror una disciplina”124, creando “una liturgia, un credo, un catequismo revolucionario”125, justificación teórica de su loca empresa que consiste, en destruir “la moderna ciudad de Dios”126 y les lleva a inmolarse, a sacrificarse con su obra. Corporama representa para ellos el colmo de la decadencia humana en tanto signo de su ruptura definitiva con la naturaleza. Así como durante el terror del año 1000 proliferaron supersticiones y profecías de todo signo, la euforia del año 2000, una euforia que bien pronto se mostró vana e incluso absurda, regaló, a lo ancho y a lo largo del globo, un nutrido abanico de parques temáticos que celebraban la plasticidad de la cultura y la versatilidad del talento humano.127 Los Arrancadores ambicionan no solo destruir cosas materiales y seres humanos, sino también todos los símbolos de su sociedad: “Todo ardía en el horizonte. Y no sólo objetos materiales, sino ciertas claves intangibles en las que a menudo se expresaba una comunidad”.128 Los signos del contra-dogma conducen a Valdivia a evocar una “dictadura del símbolo”129, de unos símbolos impenetrables que sólo se dirigen a los sentidos, produciendo fascinación y pánico. Así, la hija de Valdivia queda deslumbrada por el resplandor del inmenso cuerpo en llamas: “Había un tono de arrebato en su 124 Ibídem p. 75. 125 Ibídem. 126 Ibídem p. 72. 127 Ibídem p. 69. 128 Ibídem p. 127. 129 Ibídem p. 123. 56 voz, una emoción estética para la que no faltaban motivos”.130 Del mal, además de la ya señalada fascinación que provoca, se habla de su originalidad. Sofsky reflexionando sobre la violencia señala: Un cierto sentido que la sobrepasa[...] encontramos ahí el disfrute del desbordamiento, el desprecio burlón del sufrimiento de las víctimas, el rebasamiento del afecto. Encontramos ahí la indiferencia de hábito, el ritual repetitivo de la puesta en escena, el desenvolvimiento regulado de la matanza. Encontramos ahí la creatividad del exceso.131 Afirma Mara: “El poder del miedo reside en los detalles. Resulta fácil olvidarse de los grandes azotes: genocidios, bombas atómicas, epidemias. Pero a quién no le aterraría el primer plano de una aguja clavada en una garganta que palpita”132. El horror se transforma así en arte, estableciendo de nuevo una circularidad entre conceptos que parecían opuestos, como el bien y el mal, o el investigador y el asesino. Tanto Mortenblau como Los Arrancadores, por lo excepcional de sus acciones, se convierten en artistas del mal, en genios del horror: “Manila sopesó la originalidad como concepto. En arte, se solía considerar una de las marcas del genio. Monteverdi fue original; Pessoa fue original; Gaudí fue original”133. Del mismo modo cuando los policias que indagan sobre el caso leen el cuaderno de Monterblau: 130 Ibídem p. 118. 131 Sofsky Wolmang, Tratado sobre la violencia, Abada, Madrid, 2006, p. 46. 132 Ibídem p. 159. 133 Ibídem p. 29. 57 El mal encuentra justificación en su existencia. El mal no necesita prueba ontológica, ni reducción al absurdo, ni fe o profetas. El mal es su propia expectativa. Mi vida me ha enseñado que es el bien que necesita de justificación. Es el bien lo que necesita un por qué, una causa, un motivo, Es el bien lo que, en realidad, constituye el más profundo de los enigmas.134 Finalmente Olsen, que pierde la voz a consecuencia de un tumor latente, leyendo estas palabras del diario de Monterblau, acabará dictaminando: “Ese hombre siente terror de sí mismo”135. El mal es, una vez más, una pulsión interna136, una pulsión de muerte, como ya había mencionado al inicio, tan inseparable del hombre como lo pueda ser el bien. Nos apoyamos una vez más en lo que dice Simona Forti: Intrecciata alla pulsione de vita, e per tanto erotizzabile, ma slegata a ogni investimento, per cui fredda e indifferente, la pulsione di morte, il nuovo nome della connessione tra male e potere configura un orizzonte in cui la distruzione, la crudeltà, la malvagità sono espressione di una potenza che si vorrebbe infinita e che priva di scopo e di senso, non segue altro che l’annientamento di tutto ciò che è. Essa sta a indicare una zona limite del pensiero oltre la qua- 134 Ibídem p. 163. 135 Ibídem p. 165. 136 Sigmund Freud, Al di là del principio del piacere, Boringhieri, Torino, 1920, apud, Simona Forti, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, op. cit., pp. 71-72. 58 le non è più necessario indagare per cercare una spiegazione del male.137 No nos da explicaciones Menéndez Salmón sino que, usa la semántica donde duda entre varios sinónimos de terror y de pragmática cuyo alcance sopesan Humberto, Hugo y Meneses, los Arrancadores, en la génesis del texto: Veinticuatro horas antes de acudir al supermercado, redactaron a seis manos un texto audaz en su simpleza, limpio de adjetivo y alharacas, tan seco y cortante como el aire puro, que atendía a sus razones y daba cuenta de sus intenciones. La palabra clave era una sola: terror. Flirtearon con temor, angustia, y miedo, pero terror los ganó. Les pareció una palabra tan redonda, tan viril, tan diáfana como un dardo de luz en el agua de un pozo, como una lanza de cristal clavada en las convicciones de Promenadia, en la diana hasta ahora aplazada de su codicia, de su áurea mediocridad.138 La descripción de la explosión y del éxodo consecuente, por ejemplo, es uno de los pasajes representativos, en el que el escritor cuestiona la difícil tarea de la literatura para hablar del efecto del mal: […] llegó el fragor, un sonido difícil de describir, mestizo, heteróclito, bastardo, un sonido que no provenía de nada natural, 137 Simona Forti, I nuovi demoni Ripensare oggi male e potere, op. cit., p. 88. 138 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, p. 81. 59 fuera tierra, mar o viento, sino que era la expresión misma del ruido bruto, la quintaesencia del ruido en tanto que sinónimo de la devastación.139 […] aquella náusea imposible de aprehender con palabras, pues no era tanto un olor cuanto una adición, una suma monstruosa, acaso la fetidez misma que desprendían las ideas de Promenadia, sus convicciones, sus asechanzas.140 Ante la imposibilidad de establecer los límites, con su estilo Salmón demuestra Menéndez el deseo de competir con la imagen en su poder de evocación del mal y la violencia. Lo intenta mediante varios recursos estilísticos. Apela a la imaginación y a la experiencia individual de cada lector y de este modo activar la identificación entre el lector y un testigo potencial de los crímenes, a través del uso recurrente del indefinido «cualquiera que» seguido de subjuntivo: [...] Cualquiera que lo hubiera visto habría pensado que de un momento a otro se iba a rrancar la cabeza o a aullar hasta que la garganta se le rompiera como la cuerda de una guitarra.141 […] cualquiera que lo hubiera visto mientras saboreaba aquel puñado de materia confusa habría sentido la tentación de escapar muy lejos y muy de prisa.142 139 Ibídem p. 117. 140 Ibídem p. 127. 141 Ibídem p. 19. 142 Ibídem p. 13. 60 […] cualquiera que hubiera aproximado el oído a la boca del hombre habría podido escuchar un breve zumbido, una especie de ruido de fondo que emanaba de lo más íntimo de su calavera.143 Usa también el recurso constante a la intertextualidad que en Derrumbe responde al poder evocador de las referencias, en particular cinematográficas, en el que prevalece el poder de convocar las imágenes: Había un pedazo de mejilla tapando parte de un afiche de Blow up y una mano despojada de uñas saludaba grotescamente atada a una cariátide de mármol rosa, como un dibujo de Magritte o el sueño amargo de cualquier surrealista.144 No era una película de alienígenas de serie B: los hombres que vomitaban su miedo en los arcenes, pálidos y exhaustos como resucitados, eran padres de familia, no figurantes.145 La intención del autor ante estas imágenes es la de la reflexión sobre la irrealidad de la que somos presos, pero no la defiende. La mayor constante es la de un lenguaje poetizado por el uso sistemático de comparaciones y metáforas elocuentes con las que Menéndez Salmón consigue que el lector sienta o vea nuevamente en particular la materia, los sonidos y los olores, gracias a imágenes a menudo tomadas de la vida cotidiana, de lo prosaico: 143 Ibídem p. 36. 144 Ibídem p. 39. 145 Ibídem p. 121. 61 “Chupó hasta que sintió cómo la lengua de la mujer se desprendía con un sonido de ventosa, como un fregadero que se desatasca.146 Para finalizar quiero hacerlo con el desafio de Menéndez Salmón en unos de los pasajes de Derrumbe para afrontar la muerte. En Las palabras y las cosas, M. Foucault indica que: Antes del fin del siglo XVIII el hombre no existía, el concepto de Hombre, como sujeto y objeto a la vez, es una invención moderna, por lo que es posible pensar en el hombre como sujeto y objeto debido a la ocurrencia, anterior, de la muerte de Dios, es necesario que deje de existir un Dios como garante del orden establecido, como aquel que fijaba al hombre destino y saber; para que surja el humanismo. El humanismo intenta llenar el hueco dejado por la muerte de Dios, plantea la existencia de una naturaleza humana validada moral y científicamente, naturaleza humana consistente en un cúmulo de normas que indican atributos "humanos", "bondad", "ingenuidad", "raciocinio" o bien "maldad" y "estupidez", atributos variables, según la cultura y el momento histórico147. Como el hombre posmoderno no puede o no sabe encajar la proximidad de su muerte, una forma de sadismo elaborada consiste entonces en anunciarla. Es lo que hace en el diálogo con su madre enferma terminal, unos días antes de estrangularla, Mortenblau. No respeta el último de los tabúes lingüísticos 146 Ibídem p. 29. 147 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, México, 1985, p. 300. 62 de la sociedad occidental, con no poco cinismo le inflige una tortura psicológica y lingüística: — Me estoy muriendo, hijo. — Como todos. — No. Como todos, no. — Como todos. Todos nos estamos muriendo cada día. — Pero la gente no sabe que se está muriendo. Yo sí lo sé. Me lo han dicho los médicos. — Mejor así. […] No me odies si te estás pudriendo. No deberías tener miedo.148 De este modo, termina el viaje moral y psicológico en el que la confrontación con el mal toca a los dos protagonistas. Al saber a Mortenblau en la cárcel, Manila, después de recuperar a su hijo, parece haber hallado serenidad y dice: “Paz”, pensó. “Paz” […] “Frente al Mal, la Paz” -Paz- dijo.149 Esta paz significa, para Manila, asesinar al verdugo de su mujer, víctima a su vez de la pulsión de muerte. El homicidio con el que termina la novela es relatado con las mismas palabras con las que se relataba el asesinato y la agonía de una de las víctimas de Mortenblau. La coincidencia y construcción circular hacen de Manila, a pesar de sus motivos, un monstruo que sabe manipular tanto las palabras como la vida de los demás. Él también acaba por preferir el lenguaje de la violencia y del cuerpo a las palabras y la razón. En la novela también se pone de manifiesto la colaboración existente entre los habitantes de Corporama después del desastre, evidenciando el narrador como los 148 149 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, op.cit., 2008, p. 41. Ibídem p. 182. 63 desastres unen a las personas que, en esos momentos se sienten igualmente desafortunadas. Sofsky en su ensayo Sobre la violencia evidencia dice: La sociedad no se funda ni en un impulso irresistible de sociabilidad ni en necesidades laborales. Es la experiencia de la violencia la que une a los hombres. La sociedad es un aparato de protección mutua. Ella pone fin al estado de libertad absoluta. [...] La guerra de todos contra todos no consiste en un perpetuo baño de sangre, sino en el miedo perpetuo a ese estado. La ocasión y el motivo de la socialización es el temor que sienten los hombres unos de otros.150 La esperanza como única vía para sobrevivir a los derrumbes físicos o colectivos que al final queda en esta novela, reside en la risa de Vera, en los hijos de Manila, en la ayuda que surge ante el desastre de Corporama, en la confianza de Valdivia en la “genealogía del amor”, pero también en esa primera y a la vez última escena, pues si bien es la venganza y con ella se perpetúa el mal, se da una rehumanización de Mortenblau, aunque suponga la caída de Manila. Los roles de víctima y verdugo151 se invierten por el tratamiento que se hace de los últimos instantes de vida del asesino: “todo lo que en día fue: su esplendor, su mérito, su excelencia: la asombrosa y asombrada evidencia de haber sentido, de haber gozado, de haber reído: de haber sido”152. Esta última aposición recuerda la expuesta durante la muerte de Kurt en La ofensa: “un corazón que perteneció a un sastre que fue 150 Wolfgang Sofsky, Tratado sobre la violencia, op.cit., p. 8-9. 151 Simona Forti, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, op. cit., p. 220. 152 Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe, op. cit., p. 13. 64 organista que fue amante hijo que fue soldado de un ejército de leyenda que fue espectador de hecatombes que fue hombre sin sensibilidad que fue piloto en el Atlántico que fue guardián de los muertos que fue aspirante a padre que fue extranjero entre los suyos y apátrida en todas partes para al fin venir a ser, otra vez, sólo y para siempre, la carne de Kurt”.153 Termina aquí Menéndez Salmón el recorrido del mal en esta novela, viendo que el mal como pulsión interna siempre está presente en los seres humanos. El narrador no establece los límites entre bestialidad y humanidad, sino que prueba que hay un monstruo en cada uno de sus personajes. Constata, además, lo arduo que es el camino que lleva a la representación de la violencia por medio de la literatura, en una época saturada de imágenes. 153 Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, op. cit., p. 139. 65 66 3. El corrector En la siguiente novela de Ricardo Menéndez Salmón El corrector, el autor cambia la estructura en relación a las dos novelas anteriores, la división en tres capítulos desaparece para proponernos veintiun secuencias ininterrumpidas. Esta novela es un encuentro entre historia y literatura e inicia con la noticia del atentado terrorista en Atocha, el 11 de marzo del año 2004, cuando en la mañana de ese día, el narrador y protagonista corrige las pruebas de una traducción de Los demonios, de Dostoievski. El horror producido por las bombas en Madrid y la manipulación del lenguaje como instrumento que “crea y modifica la realidad” al servicio del poder, despiertan en el narrador la necesidad de enfrentarse a aquella trágica realidad y darle forma de representación. Lo intenta desde la lejanía espacial y temporal cuando solo el paso del tiempo le permite la reflexión de lo acaecido. Por esa razón, no hemos podido prescindir de una reflexión sobre la imagen. La definición de imagen dialéctica, creada por Walter Benjamin y retomada actualmente por Georges Didi-Huberman, nos ha resultado útil a la hora de interpretar el movimiento temporal anacrónico que se pone en marcha a partir de las imágenes que el narrador ve. Según el filósofo francés, frente ha una imagen estamos frente al tiempo. Según Didi-Huberman una imagen es una huella del subconsciente del tiempo en el que tiempo pasado y tiempo presente se engarzan. Como veremos, las latencias presentes en las imágenes evocan los recuerdos del narrador y desencadenan una serie de inesperadas asociaciones. También las palabras de Simona Forti resultan iluminadoras para inciar el análisis de la obra: 67 Resta indubbio a mio parere che la forza espressiva con la quale il genio russo dà vita ai suoi demoni nichilisti e distruttori non solo nomina definitivamente il “segreto” del male radicale, ma ne chiarisce le condizioni di possibilità mettendolo in relazione con la questione del potere. Forse ne I demoni per la prima volta si profila la distinzione tra malvagità e male, tra un modo d’essere del soggetto e l’esito, per così dire sistemico, dell’interazione tra soggetti. Se la malvagità riguarda la struttura della coscienza del singolo, il male è una modalità d’espressione del potere. O meglio è il prodursi, nella storia, di una situazione maligna – diciamo così – che è l’effetto di un’interazione collettiva tra gli sconfinamenti delle libertà. Ognuno dei personaggi abusa della libertà in maniera diversa, ma è comunque indubbio che per Dostoevskij, i diversi demoni, che appunto corrispondono ai vari modi con cui il male si rende visibile, condividono un unico e assoluto desiderio: prendere il posto di Dio e della sua infinita libertà.154 En El Corrector aparece por primera vez, un yo del narrador y protagonista de la novela que cuenta todo lo que sintió y vivió aquel día como un ciudadano cualquiera, como un corrector, que trabaja corrigiendo el trabajo de otros y aquel 11 de marzo se encuentra con una errata en la realidad. Como en las novelas anteriores, encontramos muchas referencias y alusiones a escritores y obras leídas por el autor, desde Platón y la tragedia griega hasta DeLillo y Coetzee. Ricardo Menéndez Salmón emplea el término Mal con mayúscula haciendo referencia, en mi opinión, tanto a la categoría moral como a la ontológica. Se puede añadir que la novela también trata del mal, sin categoría moral sobrevenida, como aquello que está mal hecho. Pero además, la novela, 154 Simona Forti, I nuovi demoni. Ripensare ogni male e potere, op.cit., p. XVI. 68 dentro de su brevedad, dentro de su concentración, pretende trazar un inventario de la situación actual de nuestra sociedad, de nuestra civilización, en la que el Mal (y el mal) es protagonista indiscutible. Al mismo tiempo, otra gran línea temática que recorre la novela es la investigación dubitativa acerca de la naturaleza humana, tratando de responder a la pregunta de si ese Mal es un elemento constituyente de la misma o no. La novela no emite respuestas definitivas, pero de ella se desprende un estado anímico de profundo pesimismo que sugiere que el Mal es, efectiva y desgraciadamente, un elemento fundamental de la naturaleza humana. Por otro lado, como acabo de señalar, la novela también trata del mal con minúscula, es decir, del mundo, la sociedad, como aquello que está, definitivamente, mal hecho, o contrahecho de modo que sea capaz incluso, de deformar lo bueno que existe dentro de los seres humanos. Mientras en La ofensa se trataba un argumento lejano en el tiempo y en el espacio y en Derrumbe se trataba un argumento totalmente ficticio, El corrector trata un argumento cercano que condiciona al autor. Cuando el primer tren saltó por los aires derramando sobre nuestras pequeñas y esforzadas vidas un aluvión de sangre, cólera y miedo, yo estaba sentado delante de mi vieja mesa de fresno australiano y corregía unas galeradas de Los demonios de Fedor Dostoievski.155 De este modo inicia el narrador el tratamiento crítico de una dolorosa realidad muy cercana, haciendo una profunda reflexión sobre la violencia y el miedo 155 Ricardo Menéndez Salmón, El corrector, Seix Barral, Barcelona, 2009, p. 11. 69 que azotan el presente. Lo hace a través de una imagen fuerte del desastre acontecido ese día. En este caso el narrador reconstruye lo sucedido desde un punto de vista psicoanalítico de la memoria. Así lo explica Didi Huberman, que se apoya en el estudio de Benjamin sobre la imagen: Insomma, la memoria gioca dinamicamente su tutti i tavoli, materiali e psichici. La sua estensione conferisce un senso più preciso alla “rivoluzione copernicana” di cui parla Benjamin. Mettere in luce le sopravvivenze, pensare la storia come storia di fantasmi o come storia di sintomi, voleva dire adottare, rispetto alla memoria, il punto di vista psicoanalitico e la sua “rivoluzione copernicana: l’Io “non è padrone in casa propria, ma deve fare assegnamento su scarse notizie riguardo a quello che viene inconsciamente nella sua psiche”. La sua collezione di ricordi, in particolare, è solo un’infima parte della memoria inconscia che lo agita e lo costituisce.156 Además siempre sobre la imagen, Didi-Huberman observa: [...] nell’immagine l’essere si disgrega: esplode, e in ciò mostra - ma per poco - di che cosa è fatto. L’immagine non è l’imitazione delle cose, ma l’intervallo reso visibile, la linea di frattura tra le cose. [...] L’immagine non ha un luogo assegnabile una volta per tutte: il suo movimento mira a una deterritorializzazione generalizzata. L’immagine può essere al tempo stesso materiale e psichica, ester- 156 Georges Didi-Huberman, Storia dell’arte e anacronismo delle immagini, op.cit., p. 100. 70 na ed interna, spaziale e linguistica, morfologica e informe, plastica e discontinua.157 Menéndez Salmón va más allá de la fabulación que existía en las dos obras anteriores. Aquí encontramos dos planos de realidad paralelos, el de la historia real y el de la historia de Vladimir, protagonista de la novela. Entre estas realidades encontramos ese terreno confuso en el que se expresa una subjetividad que atribuimos al corrector, pero que también puede pertenecer al autor. Este no trata en ningún momento de subordinar lo real a su visión personal, sino que lo acontecido prevalece gracias al narrador que usa un tratamiento cronístico muy similar a algunos capítulos de La ofensa, y del mismo modo repite horas exactas, fechas concretas y datos reales de hechos. Por ejemplo: A las 13:00 horas del jueves 11 de marzo de 2004, el presidente del gobierno José María Aznar López, telefoneó personalmente a los responsables de los periódicos más importantes del país y les dijo: “Es obra de ETA.” Este es un hecho - hecho. A las 10:50 horas del jueves 11 de marzo de 2004, esto es, dos horas y diez minutos antes del hecho-hecho de las llamadas telefónicas del presidente José María Aznar López a los principales periódicos del país, un ciudadano anónimo llamó a la comisaría de su barrio para informar de la existencia de una furgoneta sospechosa aparcada en una calle de Alcalá de Henares.158 157 Ibídem p. 109. 158 Ricardo Menéndez Salmón, El corrector, op.cit., p. 62. 71 Vladimir, protagonista de la novela, entremezcla la realidad, los sucesos ocurridos y sus reflexiones sobre estos hechos, pero su subjetividad es explícita. El narrador no se concentra en condenar lo ocurrido, sino que los atentados son el punto de partida de una reflexión acerca del comportamiento y las motivaciones del ser humano, que le incumben también a él. De este modo vemos que: Los hombres, sin excepción, negros y blancos, felices y tristes, inteligentes y necios, somos así: enarbolamos banderas que otros odian, adoramos dioses que ofenden a nuestros vecinos, nos rodeamos de leyes que insultan a quienes nos rodean. La consecuencia es fácil de deducir: de vez en cuando, haga sol o nieve, en democracia o bajo la égida de algún fascista disfrazado de inspector de Finanzas, estrellamos aviones contra rascacielos, bombardeamos países pobres de solemnidad y nos embarcamos en cruzadas tan atroces como injustas.159 Desde la presentación, queda claro que lo expresado es su punto de vista, aunque trata los datos con precisión. Como se había visto anteriormente la utilización de la primera persona es una novedad que no habíamos visto en las obras anteriores, y permite a Menéndez Salmón ocultarse tras el personaje, a la vez que se acerca al lector. Usa técnicas que le permiten revelar u ocultar su identidad. Por ejemplo este pasaje que parece que se 159 Ibídem p. 13. 72 trata de una confesión, “Me llamo Vladimir160 –en su juventud mi padre fue un fanático de la Revolución Rusa– y soy corrector.”161 Este modo referencial lo encontramos también en otras afirmaciones del narrador que esta vez sí tienen que ver con el autor. Por ejemplo, se menciona la escritura de dos novelas, El invierno de los filósofos y Frenopático que se refieren a La filosofía en invierno (1999) y Panóptico (2001), primeras novelas de Menéndez Salmón, en cuyos títulos ficticios emplea cierto humorismo irónico. Por otra parte, podemos atribuir al autor afirmaciones literarias tales como, “un corrector comprende que Fedor Dostoievski es un genio y Herman Hesse es un pelmazo”162. También algunas referencias a la política como por ejemplo, “un cadáver despidiéndose del mundo de los vivos”163, refiriéndose a José María Aznar, cuya voz “hedía”164. De este modo hace referencia al horror y al ser humano en general. Como son frases que se refieren al mundo real, dan la impresión de que son realmente opiniones del propio Menéndez Salmón. A diferencia de las novelas anteriores, en esta se usa una lenguaje más coloquial y directo teniendo en cuenta que esta vez está hablando de un argumento vivido realmente por el autor, el estilo es mucho menos barroco y elevado que en las dos novelas anteriores. Por ejemplo: “claro, digo, que periódicamente sentimos la necesidad de hacernos algo los unos a los otros que nos indique, bien a las claras, que un buen día, sin más, todo se irá a la mierda”165. No obstante, en ocasiones usa el mismo estilo figurado que había 160 En la entrevista realizada al escritor en la revista Biblioasturias, ha declarado que el nombre Vladimir es un homenaje a Lenin, Por la importancia que tuvo en la vida del padre. www.asturias.es. 161 Ricardo Menéndez Salmón, El corrector, op.cit., p. 11. 162 Ibídem pp. 14, 15. 163 Ibídem p. 109. 164 Ibídem p. 110. 165 Ibídem p. 12. 73 utilizado en las novelas anteriores. Por ejemplo, “una hermosa luz de invierno entrando por la ventana como un dardo de escarcha”166. El primer capítulo termina con una frase de Vladimir que será la metáfora del autor para exponer lo que para él fue ese día: “Una errata que, para nuestra desgracia y futura vergüenza, nadie podría ya borrar jamás”167. Esta frase encierra todas las claves que se desarrollarán en los siguientes capítulos, donde encontraremos algunos temas que ya habíamos visto en las novelas anteriores, como por ejemplo, el amor como antídoto del mal: Sobre mi mesa de trabajo hay una foto de mi mujer y de mis padres que ahora mismo, mientras escribo esta página, estoy contemplando. Zoe está en el centro de la imagen abrazando a sus suegros, ambos más bajos que ella.168 La difícil conciliación del terror con la realidad cotidiana: Frente a mi casa, en una de las terrazas que contemplo cada mañana al asomarme a la ventana, un vecino regaba con una manguera de plástico amarillo un ficus gigante. Mi vecino iba y venía a lo largo de su pequeño perímetro, dos pasos a un lado y dos al otro, con una gorra de la escudería Minardi en la cabeza y calzando unas sandalias de esparto, semejante a una alegoría de 166 Ibídem. 167 Ibídem p. 19. 168 Ibídem p. 18. 74 la calma, un daguerrotipo imposible de conciliar con la noticia que Uribesalgo acababa de darme.169 Y el poder de supervivencia y evocación de los objetos: La fotografía no ha cambiado desde aquel 11 de marzo, ya que siempre permanecerá indemne, a no ser que el fuego la consuma o el agua la dañe: la vida privada de los objetos es así, terrible para los mortales. Nosotros cambiamos; ellos permanecen.170 A partir del capítulo II, Vladimir aparece como intérprete del error y al mismo tiempo de la realidad, su trabajo principal es el de dar solución a los errores ajenos y así lo manifiesta: [...] Y aunque es cierto que, en ocasiones, paso ratos horribles leyendo tanta basura como la gente escribe, y siento la tentación no sólo de corregir faltas de ortografía y atentados gramaticales (que es para lo que me pagan), sino de reforzar una descripción con un adjetivo exacto y de elevar el tono de un diálogo con una réplica sensata, en general me limito a pasar de puntillas sobre el fracaso de los demás.171 169 Ibídem. 170 Ibídem. 171 Ibídem p. 23. 75 Todo el capítulo está escrito como una confesión, lo que provoca en el lector un efecto de suspense que motivará la lectura, no solo por la información sobre el atentado sino también por cómo afronta este hecho el protagonista: Y aunque acaso más adelante detalle por qué motivos dejé de escribir, qué me decidió a convertirme en lo que ahora soy, qué espero del futuro, de momento me limitaré a expresar un par de opiniones acerca del Vladimir escritor filtradas por la experiencia del Vladimir corrector.172 Estas opiniones hacen creíble el mundo literario del cual se habla en la obra y en el que el autor está involucrado. Termina el capítulo con un modo muy hábil de Menéndez Salmón para poner una cita de Montaigne sin decirnos su nombre; “Ya lo dijo aquel hombre sabio que habitaba en un castillo, a quien atormentaban sus cálculos renales y cuya idea de la felicidad pasaba por morir a lomos de su caballo.”173 El siguiente capítulo es la presentación de su genealogía. Esta vez no lo hace a partir de una foto como ya había hecho en el primer capítulo. Inicia hablando sobre su madre y la presenta a través de la religión, afirmando que no es una opción válida como explicación de la realidad, ya que elimina la posibilidad de profundizar en ella de manera autónoma y por tanto de aceptar sus errores. Relaciona la creencia de su madre con una personalidad débil, “absoluta falta de realismo”174 dice el narrador. La madre no es capaz de 172 Ibídem p. 22. 173 Ibídem p. 23. 174 Ibídem p. 25. 76 distinguir la presencia de la mentira: “Para ella, como para cualquier creyente, los hechos no responden a relaciones causa-efecto, el aquí y el ahora son entidades inmutables, con la misma edad que el paraíso del Génesis...”175. Por otro lado, este personaje conjuga esa fe religiosa con una ideología que para el narrador es conservadora, en lo que supone un posicionamiento político comprometido y firme: Es terrible que hoy, cuando sabemos con certeza lo que en realidad sucedió aquel día, mi madre, que había apoyado sin vacilaciones ni reservas la actitud del Gobierno en el poder ante la invasión de Irak [...] se obstine en repetirme esa pregunta cada vez que algún miserable sacude algún rincón del planeta con una bomba adosada a su cintura. Entre los hechos y su interpretación existe para ella, como para tantos otros españoles, un socavón insalvable, del tamaño exacto de determinada ideología, dentro del cual sólo es posible precipitarse, pues su rodeo –a través de la argumentación– o su reparación –a través de la práctica– son impensables.176 De su padre dice que “parecía muy afligido, como si estuviera interpretando el papel de Ricardo III”177, además que “no sólo porque esté lleno de prejuicios, rarezas e ideas que desapruebo sino porque posee el defecto de la exageración”178. Por lo que no se identifica con el carácter de sus padres, 175 Ibídem p. 26. 176 Ibídem pp. 26, 27. 177 Ibídem p. 28 178 Ibídem. 77 cuyos rasgos de personalidad critica. Más adelante admitirá: “mi padre es sólo un hombre extraño al que sin embargo quiero muchísimo. Ni más ni menos.”179 En El corrector la imagen televisiva es un punto de enfoque de la narración, la cual plantea un vaivén entre las imágenes que salen de la televisión y lo que esto le sugiere al narrador. De este modo se denuncian la intrusión despótica de las imágenes. A través del horror de los atentados de Madrid del 11-M y de los discursos de los políticos durante el mismo día: “La sucia realidad, de pronto, estaba allí, contenida en un rectángulo de plasma que mandaba mensajes codificados a nuestro cerebro”180. Sobre este argumento habiamos visto anteriormente lo que dice Sofsky de la influencia que tiene el televisor que ejerce de guía hacia el horror. Cuando el narrador quiere escapar de esa “sucia realidad” impuesta por el televisor, lo hace a través del mismo aparato, viendo una película que representa otros horrores, esta vez ficticios: Me senté a ver una película banal, absurda y obscena, la historia de un asesino en serie que violaba, mataba y devoraba a chicas rubias, de grandes pechos y narices respingonas […]. Me escapé, por una puerta sumamente angosta, hacia el universo infeccioso de la estupidez; me dejé robar por aquella película vil, hedionda, pura carroña.181 179 Ibídem p. 96. 180 Ibídem p. 40. 181 Ibídem p. 116. 78 Es tan significativa la presencia de la televisión en la realidad misma del protagonista, que en la conversación por teléfono que tiene con un amigo mientras está mirando la película, parece que los dos mundos se funden: –Es probable –dije mientras el FBI cercaba al asesino en un viejo hangar– que tardéis unos días, incluso varias semanas, en recuperar la normalidad. Mi voz, de pronto, sonaba como la de un psiquiatra de película.182 Ante la importancia de los medios de comunicación en el episodio del 11-M, Menéndez Salmón no podía dejar de tratar el concepto de hiperrealidad. Por una parte, al igual que ocurre con el teléfono, son vínculos con la realidad que conectan, sobre todo a Vladimir, con el resto del mundo, lo apartan por un momento de esa reclusión voluntaria, del aislamiento elegido. Sin embargo, el carácter irreal que desprende el televisor se explota al actuar como “mediador”183, entre tan terribles sucesos y los personajes. Así, el narrador reconoce: “Hijos de una cultura del simulacro, donde cada copia asume satisfecha su condición de imagen palidecida, ya sólo parece que encontremos placer en la negación o en la náusea, en la ausencia de lo real o en su exaltación”184. Pero al igual que ocurría en la anterior novela, incluso esa hiperrealidad, se deshace ante la magnitud de la tragedia. No evita sin embargo la barbarie la dependencia hacia la pantalla, sino que la aumenta: “[Zoe] estaba atrapada por la visión de petos amarillos y trenes 182 Ibídem p. 117. 183 Ibídem p. 33. 184 Ibídem pp. 33, 34. 79 desventrados”185, Otra vez encontramos la imagen como conductora del horror y de la perdurabilidad del mismo. Incluso se critica al tratamiento de la masacre. “Del televisor, como de un macabro juego de hipnosis, sólo salían cadáveres, cadáveres, cadáveres”.186 También en esta novela se presenta el amor como único consuelo para cualquier manifestación del mal, aquí ese amor está representado en la figura de Zoe a la que hace un homenaje explícito y consciente: “Puede que esta crónica constituya una especie de homenaje a mi mujer”187. Zoe nos viene presentada como una restauradora de arte y no deja de llamar la atención que también ella repare errores, aunque sean los del tiempo, con paciencia y sin reconocimiento, pues para Vladimir el arte, aun con erratas o defectos, es más grande que su labor: A veces, cuando se enfrasca en un trabajo difícil, ella y sus colegas pueden pasarse ocho semanas restaurando díez centímetros cuadrados de una tela del siglo XV. Trabajan como chinos en una mina subterránea, solo que a plena luz del día. Y visten batas blancas, como si fueran a hacerle la autopsia no sólo a la pintura, sino al cadáver del pintor e incluso a toda una época de la historia del arte. Son maniáticos, feroces en su dedicación( no duermen, no joden, no hablan con sus cónyugues, no leen el periódico, no mean ni cagan durante días si es preciso), y matarían por descubrir que el buen Rembrandt empleó una solución que incluía azafrán para 185 Ibídem p. 35. 186 Ibídem p. 75. 187 Ibídem p. 56. 80 retratar al doctor Nicolaas Tulp impartiendo su lección de anatomía.188 Por otra parte encuentra consuelo también en los libros como soportes físicos. “Al fin y al cabo, la literatura no es tan importante. Aunque cuando te falta [...] piensas en ella como en la cuna del mundo.”189 Ante la falta de respuestas el autor usa la literatura, entendida como territorio no tanto de las verdades absolutas, sino de múltiples respuestas. Frente al consuelo que depara la literatura, la palabra una vez más, constituye una carencia también en esta novela: “A veces las palabras no sirven de nada”190, piensa Vladimir, mientras se limita a escuchar el llanto de su amigo a través del teléfono. El protagonista demuestra que, incluso para él, en ocasiones la palabra no alcanza a comunicar el horror, sino que el llanto de Robayna o su silencio son las únicas formas de manifestarlo. Alguna respuesta la encontramos en el planteamiento de Sosfky: Entre civilización y barbarie no existe relación alguna porque jamás se ha dado evolución alguna en la actitud moral del hombre. La fe en la civilización es un mito eurocéntrico con el que la modernidad se auto-idolatra.191 188 Ibídem p. 58. 189 Ibídem p. 103. 190 Ibídem p. 35. 191 Wolfgang Sofsky, Tiempos de horror: amok, violencia, guerra, op.cit., p.60 81 Aun así, para Menéndez Salmón el amor siempre estará por encima de la literatura, y lo expresa muy bien en ese final conciliador, frente al mar, espacio que ya había usado para encontrar la paz en otras novelas: Pero allí, en un rincón de la noche invernal, con el cántico de las aguas en mis oídos, acaté mi pequeña tarea, mis trabajos y días sobre la miseria y la grandeza ajenas, y sólo acerté a apretar a Zoe contra mi pecho, como si así [...] pudiera sentirse más amada, más venerable, más protegida que a través de cualquier palabra con la que yo me hubiera atrevido a nombrarla, a expresarla, a intentar apropiarme de ella. Supe así que sólo poseía aquel gesto para recordarle cuánto la amaba. Y supe también que aquel pequeño gesto me redimía de toda la poesía del mundo, de todas las grandes, bellas, inútiles palabras que nos rodean”.192 En esta tercera novela, que cierra además lo que la crítica española llama “La trilogía del Mal”, Menéndez Salmón usa como constancia de la presencia del mal la siguiente reflexión: “Muy pronto ya no quedará entre nosotros nadie nacido en el siglo de Fedor Dostoievski. Y, sin embargo, Stavrogin el terrible, Stavrogin el cruel, Stavrogin el poseído será siempre joven, siempre malvado, siempre bello”193, reflexión que tiene mucho que ver con lo que expone Simona Forti: 192 Ibídem. 193 Ibídem p. 112. 82 Il Todestrieb sembra nominare in maniera per così dire secolarizzata e “scientifica” ciò che gli eroi di Dostoievkij ci avevano da tempo rivelato: dell’umano fa parte il desiderio del nulla e della distruzione. Quasi che solo ora si arrivasse a rovesciare davvero l’assunto del male radicale kantiano, il suo rifiuto di contemplare il ruolo “attivo” di una negazione totale.194 Porque el Todestrieb, pensado ya desde Dostoievki hasta Freud en manera diversa, pero complementaria, dejarán en herencia a buena parte del siglo XX, la llave teórica para leer su historia y para permitir a la filosofía de la muerte de elaborar mejor “las experiencias traumáticas de la contemporaneidad, desde la Guerra Mundial a los genocidios.”195 Pero veamos algunas coincidencias de estos libros. Dostoievski comienza la escritura de Los demonios a raíz de una noticia de la época (1869), la muerte de un estudiante a manos de unos compañeros que formaban una célula revolucionaria de 5 personas, tal como apuntaba la teoría de Bakunin. La intención política de la novela es clara, Dostoievski no comparte los métodos violentos de cambio social que llegan de Europa por parte de nihilistas, anarquistas o socialistas, que le parecen propios de personas endemoniadas. Por otra parte, Menéndez Salmón inicia la escritura a partir de la memoria de los hechos ocurridos en el atentado de Atocha, el narrador no critica sino que permite al lector la reflexión sobre los hechos. Otra característica que comparten ambos libros es que tanto el narrador de El corrector como el narrador de Los demonios son homodiegéticos, donde homo significa «mismo» y diégesis «historia». Dentro de esta categoría se considera al 194Simona 195 Forti, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, op. cit., p. 88. Ibídem. 83 narrador como alguien que ha vivido la historia desde dentro y es parte del mundo relatado. Así en las primeras páginas parece que Los demonios está escrito por un narrador omnisciente, pronto el texto nos indica que el narrador está implicado en la historia: “Yo todavía no he aparecido en escena”196. “Aquí tuve ocasión de verle por primera vez”197. “Entro ahora en la descripción de la circunstancia, hasta cierto punto divertida, con la que propiamente empieza mi crónica”198, hasta que mas adelante tenemos esta revelación: “Como cronista, me limito a presentar los acontecimientos con fidelidad, exactamente como ocurrieron, y no tengo la culpa de que parezcan improbables.”199 Por su parte el narrador de Menéndez Salmón, Vladimir dice: Cuando el primer tren saltó por los aires derramando sobre nuestras pequeñas y esforzadas vidas un aluvión de sangre, cólera y miedo, yo estaba sentado delante de mi vieja mesa de fresno australiano y corregía unas galeradas de Los demonios de Fedor Dostoievski.200 Ya lo habían dicho los personajes de Dostoievki y ahora casi un siglo después Menéndez Salmón incorpora esta reflexión para decir que sigue siendo así, el poder sigue siendo infinitamente más destructivo. “Todo lo que en el ochocientos había sido negado e idealisticamente condenado, se toma 196 Feodor Dostoievski, Los demonios,Alianza Editorial, Madrid, 2011, p. 64. 197 Ibídem, p. 67. 198 Ibídem, p. 93. 199 Ibídem, p. 97. 200 Ricardo Menéndez Salmón, El corrector, op.cit., p. 11. 84 ahora su desquite, muerte, violencia, crueldad.”201 Hay seguramente un lado agresivo en la cultura del novecientos que termina por adsolutizar lo negativo, dando a esto multiples nombres. Nos encontramos con la vida de un hombre que como en un texto, necesita constantemente corregir, como si se pudiera reescribir la vida. Y ante esta imposibilidad, se encuentra con el amor, como si este pudiera vencer la pulsión de muerte de los otros. El texto de Los demonios igual que el texto de la Historia ambos están sometidos a una correción: Si he de ser sincero, la imagen de los trenes volando por los aires venía a sumarse, por un azar un tanto siniestro, con la intensa lectura que de Los demonios llevaba haciendo desde un par de días antes [...] y la unión de ambas circunstancias, el realto de la conspiración de Netchaev y la presencia del terror contemporáneo [...] se hermanaban de un modo tan seductor como abominable.202 Los demonios es un campo magnético donde siguen batallando, como demuestra Menéndez Salmón, las fuerzas más poderosas de la mente moderna, la fe y la incredulidad, la ideología y la religión, el fin y los medios, la razón y su consecuencia extrema, el fanatismo. Tras los atentados, la figura del terrorista regresó para adueñarse de nuestro imaginario. La novela de Dostoievski tenía una presencia insistente ya en Derrumbe, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que sus redacciones fueron en algún momento paralelas según las fechas que el autor deja al final de ambos libros. El 201 Simona Forti, I nuovi demoni. Ripensare oggi male e potere, op. cit., p. 88. 202 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, op.cit., p 17. 85 epígrafe que abría y sentenciaba el tema de la novela, “El terror es la maldición del hombre”, aparece también en esta novela203. Además de la invocación a uno de los personajes de la obra, Stavrogin. Sin embargo, en El corrector el texto ruso no tiene la misma función que en Derrumbe. Allí las novelas compartían un tema común, que es el que se resume en la cita mencionada, o sea, ambas presentan el horror en el mundo de un modo casi demoniaco. En El corrector, sin embargo, es en cierta medida una excusa, se concibe Los demonios como literatura, como artificio artístico. Hay un diálogo de textos, ya que el El corrector es visto como invención por parte del autor, de ahí la autoficción, y por parte de Vladimir, que lo reconoce como una labor de creación casi espontánea: “pienso si no habré escrito, al fin y al cabo, un tercer libro”204, pero ambas le sirven a Menéndez Salmón como punto de partida para la reflexión. Los demonios es además un homenaje a su autor. “Y me atrevería a decir que Fedor Dostoievski es mi escritor favorito”205. Es también característico de la escritura de Menéndez Salmón esquematizar un concepto para de esta forma establecer la relación o interdependencia de un fenómeno con otro. El mal se formulará en ocasiones como un mundo dentro del mundo, al igual que ocurrirá con la realidad, sobre todo si nos movemos dentro del terreno de la literatura. Así, por ejemplo, “Madrid ha enloquecido. Es un mundo dentro del mundo”206. En El corrector, se intenta asumir la presencia del horror que siempre ha estado ahí. El protagonista recuerda desde su lejanía espacial que le permite reflexionar al respecto, precisamente por no estar inmerso en el horror. No obstante esta lectura, se debe tener en cuenta lo que dice Simona Forti a la 203 Ibídem pp. 12, 44. 204 Ibídem p. 140. 205 Ibídem p. 12. 206 Ibídem p. 116. 86 hora de entender el mal en la actualidad para no quedar atrapados al modo de mirar desde el punto de vista de Dostoievski: Non vi è dubbio che aver mantenuto fisso lo sguardo sulla “parte maledetta”, sull’abissalità del soggetto e della storia, ci ha insegnato parecchio sulle nuove figure del male. Oggi, io credo, dobbiamo uscire dal ‘paradigma Dostoevskij’. Lo dobbiamo abbandonare sia per capire il “cuore nero” del XX secolo, sia, ancora più urgentemente, per affrontare la nostra attualità. Così come è evidente che il potere non può più essere pensato soltanto come relazione frontale tra sovranità dello Stato e individui portatori di diritti, il male, e il male politico, non è più comprensibile quale risultato dello scatenamento delle malvagità. La scena del male è una scena complessa, dove non regnano, assolute, la volontà del nulla e la pulsione di morte. La filosofia politica è rimasta bloccata per lungo tempo in questo paradigma, tanto da non essersi mai del tutto liberata di una concezione del dominio che risente pesantemente di questa idea ‘grandiosa’ di male. Ha cioè continuato a pensare il rapporto di potere che si fa evento del male lungo i binari di una concezione dualistica, rigidamente polarizzata. Come se nella storia si ripetesse l’eterna scena dostoevskiana della violazione di quella vittima innocente che, per definizione, è l’infanzia. Le tragedie politiche, i rapporti più foschi sono stati pensati secondo questa topologia: demoni malvagi, da una parte, e vittime assolute, dall’altra. Un a priori metafisico e teologico continua dunque a condizionarci, molte volte inconsapevolmente. Quasi ci rifiutassimo di guardare in profondità nell’intricata trama delle relazioni politiche e non volessimo prender coscienza di ciò che avviene prima che si giunga a quella scena di dominio finale, dove allora sì davvero regna l’asimmetria più assoluta. È in primo luogo necessario smontare questa visione demonologica, e affidarsi ad un’analitica che rinunci a valu- 87 tare il potere che diventa dominazione solo attraverso la lente della volontà o della pulsione di morte.207 Otro de los conceptos que se repite también en esta novela es el de apocalipsis. Con la perspectiva que da la Historia, Vladimir comenta, “sentimos que los buenos tiempos habían tocado a su fin. Claro que los buenos tiempos llevan tocando a su fin desde hace ya unas cuantas primaveras”208. Como más adelante apuntará Vladimir, “esta idea es tan antigua como la Historia, aunque a veces olvidemos que incluso el mal tiene su genealogía.”209 Por otra parte, el narrador desea que compartamos la redacción con él y para esto nos hace cómplices. Tiene muy en cuenta la figura del lector, que se transforma en confidente de secretos de su doble vida, la vocación literaria perdida el año que pasó sin Zoe, y la existencia secreta de un hijo, un mundo desconocido, de alguna manera prohibido, que le ha marcado para siempre, vive con la existencia necesaria de la vida, porque hay un hijo, pero a la vez, con la imposibilidad de vivirla. Estas confesiones ponen a su vez en duda la publicación de este libro por contener sus secretos. Así aprovecha también para justificarse ya que escribiendo este libro está retomando la escritura de él abandonada: “de momento me limitaré a expresar un par de opiniones acerca del Vladimir escritor filtradas por la experiencia del Vladimir corrector”210. Nos cuenta su fracaso: “ése es mi territorio: el fracaso, la banalidad, la evidencia de la miseria ajena expuesta ante mis ojos una y mil 207 Simona Forti, I nuovi demoni. Ripensare ogni male e potere, op.cit., p. XV, XVI. 208 Ricardo Menéndez Salmón, El corrector, op.cit., p. 12. 209 Ibídem p. 13. 210 Ibídem p. 12. 88 veces”211. Un fracaso, que, sin embargo, procede de la escritura ajena, y no tanto de su labor. Y es que a Vladimir le duele el rechazo que tuvo por parte del público y del desinterés de la crítica, pero sobre todo de su falta de “vanidad y arrojo”212, que son a su juicio imprescindibles para el triunfo literario. Al finalizar, como si el mal hubiera tocado el punto máximo más allá del cual no se puede exteriorizar nada, encontramos esta reflexión con la termina el libro y que nos sirve de punto final: Es posible que toda la historia de la literatura occidental quepa en un puñado de versos inspirados: François Villon, Yorgos Seferis, Fernando Pessoa. Es posible también que nada como esos versos pueda atrapar lo inefable de la existencia, su peculiar indeterminación, las constantes correcciones a las que nos obliga para no enloquecer.213 Es posible que la belleza de la poesía nos ayude a no enloquecer, pero seguramente no nos ayuda a olvidar, como bien evidencia Ricardo Menéndez Salmón, en esta novela. Es necesario no olvidar para no cometer los mismos errores. 211 Ibídem p. 23. 212 Ibídem p. 22. 213 Ibídem p. 141. 89 90 4. Medusa Medusa, es la última novela de Ricardo Menéndez Salmón que analizaremos para cerrar el tema del mal en su literatura. No sorprende el trasfondo histórico elegido para tratar una vez más este argumento que, como en La ofensa, es el nazismo, uno de los principales hitos del siglo XX con respecto a la barbarie. Medusa es una novela corta al igual que el resto de las novelas analizadas, está estructurada en cinco capítulos subdivididos en secuencias. El argumento de la novela es simple, la biografía de Prohaska, un joven alemán que gracias a su pasión por la pintura y la fotografía se convierte en propagandista del régimen nazista. Resulta necesario antes de iniciar el tratamiento de la obra ver algunos planteamientos sobre el Mito. Según Ricoeur, la primera función de los mitos consiste en lo siguiente: “Englobar” a la humanidad en masa en una historia ejemplar. Sirviéndose de un tiempo representativo de todos los tiempos, presenta al hombre como un universal concreto. Esa universalidad del hombre expresada en los mitos debe su carácter concreto al movimiento que introduce la narración en la experiencia humana.[...] Hay todavía algo más fundamental y es que el mito pretende abordar el enigma de la existencia humana y las condiciones reales en que se debate el hombre exiliado, desterrado y culpable.214 214 Paul Ricoeur, Finitud y culpabilidad, Taurus, Buenos Aires, 1991, pp. 315, 316. 91 Ricoeur plantea el hecho de que el campo de experiencias que descubrimos a través del mito radica en la función del símbolo y su comprensión, lo que abre y descubre una dimensión de la experiencia que sin él permanecería cerrada y velada. Con este preámbulo sobre el mito, iniciamos el análisis de Medusa: Existen dos arcanos: El Mito y la Historia. La aspiración de todo Mito es pasar a formar parte de la Historia; la aspiración de toda Historia es alcanzar el grado de inteligibilidad del Mito. Mito e Historia se necesitan en virtud de lo que respectivamente adolecen: Aquél de la mayoría de edad de su hija adusta; ésta de la fascinación que provoca un padre temerario. El Mito educa sin tener que legitimar necesariamente sus presupuestos; la Historia, porque habla desde la legitimidad, no siempre triunfa en su propósito por educar.215 Desde el inicio Menéndez Salmón anticipa que Mito e Historia se encuentran en la literatura y en esta encuentran expresiones simbólicas y narrativas. En este inicio se usa la historia del mito de Medusa para contar la historia de Prohanska, teniendo en cuenta que el mito no se limita a repetir una imagen de la naturaleza o de la sociedad, sino que la reelabora trabajando con los elementos tomados de ellas formando el llamado “bricolage”. También Hans Blumenberg en su monumental obra sobre el Mito nos dice que la importancia de este es que antes que nada, lo significativo no es reconocido como ficticio, dado que no tiene ningún autor que se pueda nombrar. Hace hincapié en que 215 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, Seix Barral, Barcelona, 2012, p. 11. 92 el mito no da respuestas porque se limita a inventar. Según Blumenberg la mitificación más que hacer olvidar los hechos de la historia, los unifica y los disuelve en lo típico y lo imaginario. Continúa diciendo que no se puede reducir a una fórmula la totalidad de lo experimentable pero se puede emplear una imagen metafórica que, si bien no da forma clara y distinta, quizás al menos de forma inexacta y aproximada permite la orientación en ese todo del que formamos parte. Al respecto Blumenberg dice: “Qué sea propiamente el mundo: esa cuestión, la menos resoluble de todas, es sin embargo al tiempo la que nunca puede quedar irresuelta y, por ello, la siempre decidida”.216 Véamos entonces cómo en Medusa se lleva a cabo esta difícil labor de relacionar Historia y Mito. Con una anónima primera persona inicia la novela que en muchos aspectos, como en El corrector, parece remitir all mismo Menéndez Salmón: Descubrí el Mito de Prohaska mientras intentaba escribir un fragmento de la Historia que Prohaska ayudó a construir. Fue en 1994, cuando acopiando documentación para asuntos relacionados con mi tesis doctoral acerca de la iconografía de la maldad durante el siglo veinte, vi una película de tres minutos y veintesiete segundos prosaicamente titulada Einsatzgruppe en Kovno. Lo hice en Vilna, en el apartamento de una antropóloga finesa especialista en la Segunga Guerra Mundial, que recopilaba toda la información existente acerca de la presencia nazi en los territorios de la Unión Soviética entre los años 1941 y 1945.217 216Hans 217 Blumenberg, Trabajo sobre el mito, Paidós, Barcelona, 2003, p. 219-240. Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, op.cit., p. 12. 93 A continuación el narrador cuenta: “La secuencia era tan demoniaca en su reiterada semplicidad que por un instante el espectador sentía la tentación de pensar que era siempre el mismo prisionero quien moría ante sus ojos”218. Y continúa contando que la parte más horrorosa es que la película representaba las escenas in media res , o sea, que la primera y la última imagen con las que se abre y se cierra la película “no cerraba el ciclo de la muerte, representación de mecanización implacable y aviesa del acto de matar”219 a través de las imágenes. Termina el documental la rubrica: Prohaska me fecit. A partir de la lectura de esta rubrica el doctorando inicia la búsqueda de información sobre la vida de Prohaska, conviertiéndose en su biógrafo. Menéndez Salmón deja ver que el lirismo documental saca su necesidad profunda de una tentativa de no dejar mudo lo inaudito de la historia, sobre lo que, cada día, nos llegan tantos reportajes fotográficos y documentales. Lo inaudito de la historia, es decir las imágenes de su inimaginable, deja sin voz al espectador mientras nos mantenemos impotentes para tomar la palabra ante lo visto. Después de esta secuencia inicial se lleva a cabo la reconstrucción de la vida de Prohaska, a partir de la búsqueda de información por parte del narrador que aparece esporádicamente con algunas consideraciones y comentarios, principalmente en las últimas páginas del libro. Menéndez Salmón también en esta novela usa un lenguaje claro, conciso, directo y en oraciones cortas que facilitan la verosimilitud de la historia y que permite que en ciertos momentos no sepamos si lo que nos es contado es real o menos. La biografía está estructurada en dos partes. La primera tiene inicio en 1914. “Nació varón, sietemesino, indeseado, la Noche buena de 1914, tercer y último hijo de una familia hoy extinguida, en el corazón de un invierno crudísimo, en una remota 218 Ibídem p. 13. 219 Ibídem p. 14. 94 aldea del norte de Alemania, donde el mar acuchilla hombres, rocas, barcos.”220 Se narra también la infancia y el contexto familiar en el que crece Prohaska, marcado por la muerte del padre en la Primera Guerra Mundial y por la obsesión de su madre que nunca lo quiso. Como en La ofensa, Prohaska, como Vadimir, dice sobre él que es un hombre misántropo: Recordé que durante el tiempo que vivió con nosotros le gustaba cultivar la soledad. En ese sentido, fue un hombre importante en mi vida, pues me enseñó que lo demás, los otros, a menudo suponen un estorbo, y que la misatropía es un bien incalculable.221 Se cuenta también la formación de este, sus pasiones e intereses por la pintura, la imagen y el color. El encuentro con Heidi, la mujer que lo amará incondicionalmente. La amistad con Jacob Stelenski, depositario y cómplice de su historia, su único amigo y quien cuenta al biografo la vida y la obra de Prohaska. La alegría de Prohaska al nacimiento de su único hijo, Baruch, que quiere decir Bendito: “Hay comarcas de alegrías a las que la palabra no llega.”222 Y también la insondable pena cuando este muere a causa de la meningitis a los quince meses de vida el 17 de agosto de 1939. Llaman la atención la precisión en la aportación de fechas que ofrecen a la novela esa verosimilitud que su autor busca y logra también en La ofensa y en El corrector. Al igual que en las novelas anteriores el concepto de apocalipsis 220 Ibídem p. 17. 221 Ibídem p. 21. 222 Ibídem p. 57. 95 aparece en esta primera parte como anticipación de lo que más tarde Prohaska verá: Un amanecer del invierno de 1922 cientos de miles de arenques invaden las playas. Es un paisaje anterior al del hombre en la Tierra o posterior a su estancia en ella: preapocalíptico y posapocalíptico a un tiempo.[...] Difícil sustraerse al hechizo de semejante cuadro, una visión del destierro de nuestra especie, sometida a la multiplicación infinita de otros entes. Difícil ignorar que en el futuro Prohaska, el hombre que fotografió los crematorios, establecerá con su arte una ecuación entre aquellos peces suicidas y las carnicerías que la Historia le tenía reservado contemplar.223 Las desgracias personales a las que asiste desde pequeño le acompañan en la aventura, ligado a ese desgarro emocional continuo. Conocer esos aspectos privados, ya sean conyugales o paternos, confiere humanidad al protagonista que por momentos parece no tener. Todos estos detalles dejan en el lector esa sensación de no saber si juzgar a Prohaska como culpable o inocente, para esto nos apoyamos en las palabras de Aurelio Arteta: Con frecuencia es sólo la complicidad de los que están mirando o cerrando los ojos a la situación la que permite que se produzca la tragedia. La presencia de un tercero puede disuadir a un oponente 223 Ibídem pp. 24, 25. 96 de amenazarte o atacarte. Los espectadores u observadores neutrales son capitales en los dramas de la historia tanto como en las historias individuales de crueldad, opresión o injusticia. El permiso tácito es quizá la mayor fuerza para el bien o el mal. No en vano, según adelantamos, “el grupo más numeroso en el sistema son los espectadores”. Los cambios sociales más importantes contra la explotación, la esclavitud, etc. siempre han venido por el compromiso de los espectadores. Hasta que ellos se implican, el trabajo del perpetrador marcha sin desafío ninguno. Ya sentenció Burke que lo único que se requiere para el triunfo del mal es que que los buenos no hagan nada. En suma: no hay espectadores inocentes, porque escoger no ser parte de una solución es, de hecho, escoger ser parte del problema.224 En la segunda parte que inicia en 1945, se cuentan algunos hechos fundamentales en la vida de Prohaska como su fuga con Heidi de Alemania, el viaje a España, Japón y América, donde Prohaska continúa su trabajo de pintor, fotógrafo y filma los eventos históricos más importantes de esos años y se convierte en un testigo silencioso y frío. Aquí, el narrador introduce ese rasgo filosófico y trascendente, característico de su novelística, que tendrá su máxima expresión, en el planteamiento de dos preguntas fundamentales en la novela por parte del narrador: ¿Se puede defender la obra de alguien que filmó ejecuciones con tiros en la sien, ahorcamientos de niños de ocho años, 224 Aurelio Arteta, Mal consentido. La complicidad del espectador indiferente, op.cit., p. 24. 97 vivisecciones en embaradas, inmersiones en tanques de agua helada o amputaciones sin anestesia para investigar los umbrales del dolor, y que hizo todo esto sin emitir una queja?¿Puede haber piedad, comprensión, afecto para alguien que, como ojo divino, se conformó con dejar al libre albedrío de los demás las consecuencias de sus actos?225 Como dice Blumenberg, el mito no da respuestas, es por esa razón que Menéndez Salmón lo elige para contarnos la historia de Prohaska pasando por la Historia de los grandes desastres del siglo XX. No obstante Aurelio Arteta nos ayuda a entender estas interrogantes: Si el mal consentido es distinto del mal cometido, en todo caso no deja de ser un mal y un mal nada virtual o imaginado, sino tan real como el cometido y el padecido. He aquí que el ser deficiente, y precisamente por deficiente, se convierte en un ser efectivo. No es un juego de palabras mantener que este defecto propicia (por no contrariarlo) el exceso contrario, que es una ausencia que se hace presente o, en fin, que esta complicidad negativa se vuelve activa justamente gracias a su pasividad y mientras permanece pasiva. Pues abstenerse no significa no hacer en absoluto o no producir cambio alguno. Nada de eso, sino que la abstención es ya una forma de acción en virtud de sus resultados, tales como que ciertos sucesos o cambios en el mundo no tengan lugar, que otros ciertos cambios tengan lugar o que lleguen a la existencia ciertos estados 225 Ibídem p. 66. 98 de cosas. Pero también lo es por sus consecuencias (o los efectos de sus resultados), hasta el punto de que no hay disparidad sustancial entre las consecuencias de los actos y de las omisiones.226 Incluso podemos citar nuevamente a Hannah Arent que en su libro, Eichmann en Jerusalén, utiliza la expresión “banalidad del mal” para describir la actitud del acusado al que se le imputaban crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, durante el período del régimen nazi227. Arendt insiste en que sus reflexiones no buscan proponer un tratado o una teoría sobre la naturaleza del mal, insiste también en que cuando utiliza el término “banalidad del mal” sólo lo hace a un nivel estrictamente descriptivo, referido a la personalidad de Eichmann y sus actos228. Se podría decir lo mismo sobre Prohaska y sus actos. Así lo sostiene Hannah Arent: Hace algunos años, en mi reportaje sobre el proceso de Eichmann en Jerusalén, hablé de “la banalidad del mal”, y con esta expresión no aludía a una teoría o una doctrina, sino a algo absolutamente fáctico, al fenómeno de los actos criminales, cometidos a gran escala, que no podían ser imputados a ninguna particularidad de maldad, patología o convicción ideológica de la gente, cuya única 226 Aurelio Arteta, Mal consentido. La complicidad del espectador indiferente, op.cit., p 27. 227 Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, Paidós, Barcelona, 2005, p. 39. 228 Ibídem, pp. 415 y 417. 99 nota distintiva personal era quizás una extraordinaria superficialidad229. En la segunda parte, al finalizar la guerra, Prohaska abandona su país natal, Alemania, y comienza un periplo en el que trata de hallar las imágenes del horror que perduran en la segunda parte del siglo, desde la España del hambre a la América de Leónidas Trujillo o Anastasio Somoza y de ahí al Japón de Hisroshima y Nagasaki: La representación de la vida y de la muerte –asegura el narradores infinitamente más desgarradora que la vida y la muerte mismas. Ello sucede porque las imágenes nos dan las cosas, pero nos las dan en tanto que pérdida. Ahí radica la patética verdad de la imagen. La imagen está siempre por algo que fue, pero ya no es.230 Es paradójico que quien vela por mantener y dar a conocer la obra del genio, y su único corresponsal, sea Jacob Stelenski, un judío a quien reencuentra en Dachau, pero a quién no hace mucho por salvar. La vida de Prohaska nos coloca ante muchas preguntas como, ¿en qué nos convierte nuestra condición de espectadores del horror? No actuando, se consiente a que la violencia se perpetre. El filósofo español Aurelio Arteta, en su ensayo Mal consentido. La complicidad del espectador indiferente, hace algunas consideraciones que nos resultan útiles para nuestro análisis. Retomando la definición de espectador que la psicoterapeuta Petrüska Clarkson ha 229 Ibídem, p.161. 230 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa op. cit., p. 122. 100 proporcionado –“un espectador (bystander) es el nombre descriptivo dado a una persona que no se implica activamente cuando alguien necesita ayuda”.231 Arteta añade: El espectador es alguien para que su compromiso con la realidad que contempla se le presenta como una opción. Su condición y experiencia de espectador implican, quiera que no, cierto tipo de conducta. Un espectador no sólo está presente, sino que a menudo se transforma gracias a lo que ve y tiene que hacer algo. Es decir, el lugar del espectador no es el de la neutralidad.[...] Parece claro que estas clases de mal ponen el énfasis en tres especies correspondientes de sujeto: el agente o agresor, la víctima y el espectador.232 Al ser Prohaska observador de esas escenas que fotógrafa como simple espectador, está dando lugar a que el crimen se perpetue, él como quien ejecuta la acción, hace parte de la cadena del mal. Con frecuencia es sólo la complicidad de los que están mirando o cerrando los ojos a la situación la que permite que se produzca la tragedia. La presencia de un tercero puede disuadir a un oponente de amenazarte o atacarte. Los espectadores u obervadores neutrales son capitales en los dramas de la historia tanto como en 231 Aurelio Arteta, Mal consentido. La complicidad del espectador indiferente, op.cit., p. 55, Apud. Petrüska Clarkson, The Bystander: an End to Innocence in Human Relationship, London, Whurr Publisher, 1996, p. 2. 232 Ibídem, p. 56. 101 las historias individuales de crueldad, opresión o injusticia. El permiso tácito es quizá la mayor fuerza para el bien o el mal. No en vano, según adelantamos, “el grupo más numeroso en el sistema son los espectadores”. Los cambios sociales más importantes contra la explotación, la esclavitud, etc. siempre han venido por el compromiso de los espectadores. Hasta que ellos se implican, el trabajo del perpetrador marcha sin desafío ninguno. Ya sentenció Burke que lo único que se requiere para el triunfo del mal es que que los buenos no hagan nada. En suma: no hay espectadores inocentes, porque escoger no ser parte de una solución es, de hecho, escoger ser parte del problema.233 Pero Prohaska ya no está y el narrador cuenta lo sucedido a través de Stelenski que se convierte en testigo del espectador y sobre él dirá que era un muchacho difícil, obsesionado con la invisibilidad y con que lo único que perdura del hombre es el arte. Sobre el testigo del espectador dice Aurelio Arteta: Al faltar el testimonio, desaparece lo pasado (o se vuelve definitivamente “pasado”) y triunfa el olvido... A menos que acudamos entonces a ese otro círculo más amplio de “espectadores de los espectadores” y extendamos a ellos la responsabilidad del testimonio. Pues en tal caso habría un imperativo moral de testificar en lugar de quienes han incumplido 233 Ibídem, p. 61. 102 su deber de testigos más inmediatos, no para sustituirles (porque sería tarea imposible), sino para reprocharles su propia falta de testimonio. Ya no podemos decir en su lugar lo que ellos vieron, pero sí lo que nosotros vemos en ellos: por ejemplo, su debilidad, su cobardía.234 La elección de las tres disciplinas icónicas a las que consagrará su vida Prohaska, la pintura, la fotografía y el cine, no solo obedecen a la centralidad de las mismas en la experiencia estética del siglo XX, sino también a la hegemonía del sentido de la vista en una civilización que ha olvidado, como denunció Heidegger, que lo real es más amplio que lo patente. En este sentido, Medusa funciona como una genealogía de la banalidad de la imagen en nuestro tiempo, como si rastreara en el siglo XX las raíces de su actual estatuto para una humanidad que sobrepone al mundo una capa de representaciones cada vez más densa y tramada. Como dice el narrador: Toda imagen ejerce una violencia sobre el objeto que captura al duplicarlo en un mundo paralelo. El objeto es, hechizado por su copia, deviene otra cosa, doppelgänger que opera en su reproductibilidad una pérdida de su significado primordial y, a la vez, una proliferación de significados posibles.235 234 Ibídem, p. 64. 235 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa op. cit., p. 74. 103 Como demuestra Prohaska el siglo XX ha sepultado el mal bajo varios estratos de representaciones que nos plantea una serie de interrogantes, como la responsabilidad del testigo. El trabajo de Prohaska “¿Es arte o la reprobable actividad de un voyeur?”236. En su presunta neutralidad, ¿no replica a su vez la eficacia descarnada de los funcionarios del Reich que afirmaban cumplir sus obligaciones sin valorar las consignas recibidas, la banalidad de su mal? El testigo, “presente donde el acontecimiento se hace signo, síntoma, metodología del desastre”.237 Nos apoyamos nuevamente en el Mal cometido, mal padecido, mal consentido, de Aurelio Arteta para subrayar cómo, ante los males sociales y los daños públicos, se suele olvidar una tercera categoría, la del sujeto que permite el mal: Ante los males sociales o daños públicos que los hombres nos hacemos unos a otros, lo habitual es limitar sus dimensiones al mal que se comete y al que se padece y, por ello mismo, restringir sus figuras a la del agresor y su víctima. [...] A diferencia de otros males de naturaleza individual o privada, los sociales y públicos no sólo los causan unos pocos, individuos dotados de superior poder político o económico, y los sufren bastantes, sino sobre todo que requieren a muchos más que lo consientan, es decir, a quienes colaboran con aquellos daños mediante una abstención, adquiera ésta la forma de indiferencia, silencio o cualquier otra.238 236 Ibídem p. 66. 237 Ibídem p. 67. 238 Aurelio Arteta, Mal consentido. La complicidad del espectador indiferente, op.cit., p. 43. 104 Lo más interesante del proyecto estético de Prohaska está en que no elude la naturaleza vicaria de la representación, más bien intenta: Mostrar el mundo tal y como sucede pero introduciendo un levísimo desajuste en él (…) que dinamita desde dentro lo que la imagen sugiere y por el contrario ayuda a revelar, con una rara intensidad, lo que la imagen esconde. Ensuciar el velo levemente para transparentar lo que el velo oculta.239 La imagen, como vemos, puede tener, al mismo tiempo, distintas formas. Como señala el filósofo Jean-Jacques Wunenburger en su Filosofia delle immagini: Possiamo chiamare convenzionalmente immagine una rappresentazione concreta, sensibile (a titolo di riproduzione o copia) di un oggetto (modello referente), materiale (una sedia) o concettuale (un numero astratto), presente o assente dal punto di vista percettivo, e che intrattiene un tale legame col suo referente da poterlo rappresentare a tutti gli effetti e consentirne così il riconoscimento e l’identificazione tramite il pensiero. In tal senso l’immagine si distingue nettamente sia dalle cose reali in se stesse, considerate al di fuori della loro rappresentazione sensibile, sia dalla loro rappresentazione in veste di concetto: forme che, a prima vista, non intrattengono alcun rapporto di somiglianza o connessione con la cosa, in 239 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, op.cit., p. 35. 105 quanto oggetto separato da ogni intuizione sensibile del suo contenuto.240 Porque, como afirma Didi-Huberman, “sempre, di fronte a un’immagine, ci troviamo di fronte al tempo”241. Pero al narrador lo impulsa poderosamente ese, Prohaska me fecit, certificando que el protagonista y su historia son mucho más que literatura. Y así, Prohaska en España visitará una cárcel de Gijón. La imagen de la boda de dos presos republicanos en una cárcel franquista, tomada por el protagonista en septiembre de 1949, el año en que nació la madre del escritor, se sitúa así junto a las fotos de los hijos y de la esposa aproximando, una vez más, el personaje a la vida del autor: Prohaska ha asistido a mi matrimonio, a la muerte de mis padres, al nacimiento de mis hijos. Ha asistido a algunos de mis triunfos, a la mayoría de mis fracasos. A mis demoliciones, a mis resurrecciones, a mis escasas epifanías.242 Entre el catálogo inventado de Prohaska se encontran pinturas como los Veintiuno de Varsovia, una serie de retratos que el artista hace de su madre en la misma postura, el mismo lugar, y la distinta luz de una vela que en cada retrato va consumiéndose un poco más. Fotografías como Llagas de Hiroshima, el retrato de tres generaciones de una familia japonesa afectada por la bomba atómica. Películas como Plaga, la narración alucinada e 240 Jean-Jacques Wunenburger, Filosofia delle immagini, Einaudi, Torino, 1999, p. 5. 241 Ibídem, p. 11. 242 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, op. cit., p. 108. 106 insoportable de una invasión de ratas en una de las zonas más depauperadas de Managua. Como se dice en el libro, toda la desasosegante obra de Prohaska podría recogerse bajo un título asertivo: Yo estuve allí. Por medio del biógrafo-narrador-historiador que nos relata la obra se deja ver un claro exponente ético. La captación de instantes cruciales por medio de fotos, dibujos y películas son un instrumento determinante para asumir lo que ocurrió, dejándo al lector la tarea de juzgar, de llegar a conclusiones. Porque las imágenes están ahí para recordarnos indefinidamente que lo que aconteció no debe olvidarse. En este sentido y hablando sobre la imagen, Didi-Huberman observa: [...] nell’immagine l’essere si disgrega: esplode, e in ciò mostra - ma per poco - di che cosa è fatto. L’immagine non è l’imitazione delle cose, ma l’intervallo reso visibile, la linea di frattura tra le cose. [...] L’immagine non ha un luogo assegnabile una volta per tutte: il suo movimento mira a una deterritorializzazione generalizzata. L’immagine può essere al tempo stesso materiale e psichica, esterna ed interna, spaziale e linguistica, morfologica e informe, plastica e discontinua.243 Es importante tener en cuenta la metamorfosis a la que se somete el Mito, en virtud de la cual cualquier cosa puede transformarse en cualquier otra, dando paso a la historia de Prohaska. Pero esta metamorfosis se da justamente para que pueda aparecer el espacio entre las cosas y su fondo común. En este cúmulo de imágenes, los gestos humanos también tienen su importancia, como también lo tiene la relación inédita entre el mito y la literatura y entre la 243 Georges Didi-Huberman, Storia dell’arte e anacronismo delle immagini, op.cit., p. 100. 107 historia y la fotografía. No es necesario esperar aquí ninguna solución a un enigma que nunca es planteado, al menos en estos términos, sino una nueva clave dispuesta justo al final y que, precisamente por suponer un regreso al origen, termina de enfocar lo que todo el tiempo entreveíamos de un modo más o menos confuso a través de la condensación del símbolo, amplificando el sentido de la obra entera al consumarse la actualización del mito que la funda: Pero lo que la Medusa de Prohaska está mirando no es el escudo reflector que la petrifica y mata, el artefacto que la sustrae del curso de la Historia y la congela en la sustancia del Mito. Lo que la Medusa de Prohaska está mirando es un rostro humano, el rostro de un hombre que Prohaska pintó en los ojos del monstruo. Lo que la Medusa de Prohaska está mirando, para pasmo de los espectadores de este ejemplo postrero del talento de un artista singularisímo y esquivo, es la figura reflejada con un sumo detalle en sus pupilas sin sosiego; si, lo que la Medusa de Prohaska está mirando es la cabeza calva, la barba pálida, el rostro ya maduro de un hombre anodino, sin rasgos memorables, un hombre entre la multitud, el rostro de un burócrata del mal, el testamento hecho carne de alguien más allá de la culpa y del remordimiento.244 La mirada en este momento es determinante, de esta mirada no se puede escapar, porque es gracias a ella que uno sabe que el otro existe, que se construye su identidad. Las pinturas, las fotografias, las películas de 244 Ibídem, pp. 151,152. 108 Prohaska, toda su obra, objeto de estudio del narrador, se convierte en un testimonio, un descubrimiento y una ocasión para reflexionar. Si bien esta obra se presenta como un objeto sin referencias, en tanto imagen crítica de la historia, es una imagen condensada de todas las destrucciones y todas las relaciones, ya que tiene la capacidad de criticar nuestra manera de mirar. Según una modalidad que Medusa comparte con otras novelas contemporáneas, las imágenes y las fotos serán el modo de comunicación entre Prohaska y el narrador: Desde 1994, cuando visioné la película de Kovno, hasta la redacción de este texto, han transcurrido más de quince años. Pronto dos décadas de rumia fecunda y, a la vez, estéril acerca de la personalidad de un hombre. Pronto dos décadas de diálogo con un contertulio que me hablaba desde sus pinturas, fotografías y películas. [...] Ha viajado conmigo [...] Prohaska me ha acompañado veinticuatro horas al día, durante casi veinti años, hasta vivir dentro de mí los capítulo del horror que él no pudo llegar a ver: el genocidio en Ruanda, la guerra de Chechenia, la segunda Intifada, los atentados de septiembre del 2001 en Estados Unidos, los estragos de los dioses y las banderas, la anciana pero siempre renovada ambición de la furia humana.245 Imágenes y palabras pondrán las dos vidas, la del biografo y la del biografado en relación. La historia de este personaje ambiguo y fascinante es el centro de una red de relaciones entre Prohaska y el narrador que ha decidido 245 Ibídem, pp. 137,138. 109 estudiar su vida, Prohaska y Jacob Stelenski, su mejor amigo y guardian de sus fotografías, pinturas, películas y libros, y la del narrador y Stelenski que le dará toda la producción de Prohaska. Gracias a la coincidencia de estas vidas, las relaciones serán también entre épocas, tiempos y lugares diferentes, entre experiencias y recuerdos que forman parte de la memoria individual, privada e interior que caracterizan un fenómeno social, colectivo y público. Didi-Huberman, define como “lugar de la rememoración”, un espacio en el que el acto rememorativo se lleva a cabo y que permitiría, a través de un conflicto entre un recuerdo y el lugar en el que éste surge, producir una imagen: Non c’è quindi immagine dialettica senza un lavoro critico della memoria, che si rapporti a tutto ciò che resta come all’indizio di tutto ciò che è stato perduto. Walter Benjamin intendeva la memoria non come il possesso del rammemorato –un avere, una collezione di cose passate– ma come un’approssimazione sempre dialettica del rapporto tra le cose passate e il loro luogo, cioè come l’approssimazione stessa del loro aver-luogo. [...] L’atto rammemorativo in generale, l’atto storico in particolare pongono dunque fondamentalmente una questione critica, la questione tra il ricordato e il suo luogo di emersione il che ci obbliga, nel esercizio della memoria, dialettizare ancora, a mantenerci ancora nell’elemento di una doppia distanza. Da una parte l’oggetto ricordato si è avvicinato a noi: noi pensiamo di averlo “ritrovato” e possiamo manipolarlo, farlo entrare in una classificazione, in qualche modo lo abbiamo sotto mano. Dall’altra parte è chiaro che per “avere” l’oggetto, abbiamo dovuto mettere sottosopra il suolo originario di questo oggetto, il 110 suo luogo attualmente aperto, visibile, ma sfigurato, abbiamo l’oggetto ma, il documento, il suo contesto, il suo contento, il suo luogo d’esistenza e possibilità, non lo abbiamo in quanto tale. Non l’abbiamo mai avuto, non l’avremo mai.246 La imagen es entonces el resultado de un proceso dialéctico entre el lugar de rememoración y el objeto del recuerdo. Como consecuencia de este conflicto, la imagen permite producir memoria en el presente. Por eso, Didi-Huberman define este presente como presente reminiscente: Questo non vuol dire che la storia sia impossibile. Vuol dire semplicemente che essa è anacronistica. E che l’immagine è l’immagine di memoria positivamente prodotta a partire da questa situazione anacronistica, ne è come la figura di presente reminescente. Criticando ciò che ha (l’oggetto ricordato come rappresentazione accessibile), mirando al processo stesso della perdita che ha prodotto ciò che non ha (la sedimentazione storica dell’oggetto stesso), il pensiero dialettico coglierà ormai il conflitto tra suolo aperto e oggetto esumato. Né devozione positiva dell’oggetto, né nostalgia metafisica del suolo immemorabile, il pensiero dialettico non cercherà più di riprodurre il passato, di rappresentarlo: improvvisamente lo produrrà, lanciando un’immagine, come si lanciano i dadi. Una caduta, uno choc, una congiunzione arrischiata, una configurazione risultante.247 246 Georges Didi-Huberman, Il gioco delle evidenze. La dialettica dello sguardo nell’arte contemporanea, op.cit.,pp. 121,122. 247 Ibídem, p. 123. 111 Ricardo Menéndez Salmón recurre a las imágenes para ver, para reconocer y conocer el argumento sobre el que desea que se reflexione porque como plantea Curi, de hecho, sólo la vista se relaciona con el conocimiento; en este ámbito, ella tiene la primacía con respecto a los demás sentidos.248 En otras culturas, que, en cambio, privilegian el oído, la vista es un sentido que se condena.249 Una de éstas es la cultura oriental, en la que el sentido que tiene la primacía es el oído, ya que éste se relaciona con la obediencia: la actividad de escuchar, de acoger la palabra del otro, suponiendo un vacío (debido a una renuncia) que se puede llenar con ella, lleva a obedecer más fácilmente.250 La palabra del otro puede engañar y la obediencia, como hemos visto, se basa en el rechazo de la libertad y también del conocimiento, suponiendo, además, en una total confianza en quien manda. El que obedece tiene un conocimiento limitado, que se centra sólo en lo que tiene que hacer, excluyendo una visión global de la situación. Ver, por el contrario, no supone ninguna renuncia y tampoco la pasividad251 y, además, es una actividad que se podría relacionar con la desobediencia.252 La vista, al contrario de la palabra, casi nunca engaña, no hace renuciar a la posibilidad de llegar a la verdad por sí solos. Y este es el objetivo de Menéndez Salmón que lleguemos por nuestra cuenta a una conclusión. Cuánta culpa tiene Prohaska, ¿es víctima o verdugo? La biografía de Prohaska pone en correspondencia, como ya se ha visto, la Historia que se confunde con las pequeñas historias cotidianas de los tantos personajes que se mueven entre las páginas de estos libros, en los que el 248 Umberto Curi, La forza dello sguardo, Bollati Boringhieri, Torino, 2004. p. 14. 249 Ibídem, p. 15. 250 Ibídem, pp. 16-17. 251 Ibídem. 252 Ibídem. 112 tema central son las reflexiones sobre la existencia humana. Las consideraciones sobre la potencialidad de cada papel, privado y público, mezclados a la temática de la infelicidad humana y el mal de vivir. Las reflexiones sobre el mal de vivir pasan a través de la vida de los diferentes personajes que refiguran la contradicción, la complejidad de la realidad y de la historia, que nunca son de un solo color, sino que presenta diversas tonalidades. Hace falta el valor de escribir la verdad, la inteligencia de considerar las situaciones más fecundas, saber a quien confiar esta verdad, la astucia para difundirla. Allí donde la Historia no llega interviene la literatura y cuando no hay palabras o no bastan, entonces se usan las imágenes, que son otro lenguaje, otra posibilidad hermeneútica. En Medusa el narrador “fantasea”253 porque: La biografía es tanto una rama de la literatura forense como de la literatura fantástica: detective y mago, ermeneuta y conspirador a un tiempo, al reescribir los renglones de la vida de Prohaska se tiene la sensación de formar parte de una conspiración o de una leyenda, como si alguien manejara a su antojo nuestra condición de ilustradores. De un lado la vida; del otro, la obra.254 Historia y literatura se contraponen, una nutre la otra en un continuo vaivén. Historia y literatura ayudan a reconstruir, a testimoniar, a encontrar un sentido. Todo esto porque “mostrar resulta infinitamente más poderoso que decir”255. La complicidad de la mirada indiferente al horror. La eficacia del arte a la hora 253 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, p. 19. 254 Ibídem, p. 99. 255 Ibídem, p. 74. 113 de perpetuar y mitificar el horror. Prohaska sirve como espejo en el que mirarnos, como rincón apartado en el que examinar la conciencia previamente a la confesión, una referencia que permite preguntarse qué hubiéramos hecho nosotros de haber estado ahí. Quizá persiguiendo el enigma de Prohaska haya estado haciéndome preguntas acerca de mí mismo, de mis convicciones y anhelos, de mis miedos y de mi precio como hombre bondadoso o malvado, intentando rastrear en sus gestos mi propia inarmonía, mi absoluta falta de criterios decisivos para discriminar lo contingente de lo necesario, mi animalidad absurda y pusilánime. Porque de esta excursión a los rincones y oscuridades de un hombre sólo me ha quedado una evidencia: que el daño, el dolor y la culpa son los únicos absolutos que existen. Y que nada en esta vida mensurable y llena de registros, aunque al tiempo sorda a nuestros deseos, puede disipar el misterio y la negrura primordial en que transcurrimos.256 Es interesante detenerse en Levi como testimonio y cómo este reflexiona sobre lo que cuenta movido por una intencionalidad que no es meramente estética o literaria. No pretende hacer grandes revelaciones sino desentrañar el sentido de un acontecimiento que él interpreta “como una siniestra señal de peligro”257. Auschwitz no se consumió en el campo polaco sino que es una señal de peligro, de un peligro que amenaza a los contemporáneos del escritor, es decir, a nosotros. Hay en el escritor/testigo una intencionalidad 256 Ibídem, p. 104. 257 Primo Levi, Si esto es un hombre, Muchnik, Barcelona, 1987, p.9. 114 educativa, de memoria a través de la cual quiere hablarnos documentadamente del pasado para aprender a descifrar el peligro que corremos. Por su parte Menéndez Salmón toma un personaje ficticio que como testigo nos pone en guardia de este peligro haciendo reflexionar sobre lo sucedido, enfrentando al lector una vez más, a través de Prohaska, al pasado histórico. Lo que más desasosiego causa en Medusa es la idea de que, sin explicación, simplemente asistiendo a la revelación de datos que asoman a la superficie del personaje, por momentos parece que se llegue a comprender a Prohaska. Cuando revelé las fotos de los Kaneda y contemplé el bulto en la cabeza del muchacho, algo en mí gritó: “Es suficiente.” Entendí que había llegado. O, dicho de otro modo, entendí que mi viaje podría seguir mientras mi salud mental y física me lo permitieran, pero que ya había cumplido su cometido, pues lo único inacabable en el mundo es el horror. El horror es el único combustible que jamás se agota, la materia prima más y mejor repartida del universo.258 A este punto, el lector se pregunta qué cosa es Medusa. Identificarlo con una novela parece no ser suficiente. Claro son ficticios los personajes así como las obras. Ricardo Menéndez Salmón ha demostrado de querer ser un escritor fuera de los cánones dando vida a un bricolage estético que no se somete a los géneros literarios pero sí a un compromiso, el de la literatura de ideas de 258 Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, p. 134. 115 una parte y con el rechazo de la literatura entendida como puro entretenimiento de la otra. Y esto porque: La vida – sus pesares y su felicidad- se embosca siempre en los intersticios, no en los problemas de los emperadores, sino en las cartas breves, tiernas, patéticamente humanas de novelistas a punto de morir o en los escrutinios puntillosos de funcionarios sin rostro. En efecto, no es en la plenitud de la marea ni en la bajamar transparente donde la vida acaece, sino en ese instante anfibio, que pertenece tanto al aire como al agua, en el que la marea parece dudar entre seguir subiendo o comenzar a retroceder.259 Esta búsqueda en los intersticios, en ese instante anfibio, lleva hacia territorios nuevos. Medusa es un texto híbrido, una novela, un ensayo, una autobriografía que sella una trayectoria narrativa, la de Ricardo Menéndez Salmón que no exime de responsabilidad al lector y que no desconoce que hoy en día existe un peligro que está representado por esa voluntad de no juzgar nunca.260 Cuando una persona tiene que juzgar a alguien, muchas veces, se pregunta ¿Quién soy yo para poder juzgar?261 Esta pregunta nace de una profunda desconfianza que la persona llamada a juzgar siente en sí misma.262 Ésta se debe a la convicción de que los hombres somos todos iguales, todos tenemos la capacidad de hacer el mal y la tendencia a 259 Ibídem, p. 84. 260 Arendt, Responsabiltà e giudizio, op.cit., p. 126. 261 Ibídem, p. 16. 262 Ibídem, p. 17. 116 hacerlo.263 Al ser acechados por esa tendencia, entonces, es posible que, en realidad, no seamos libres verdaderamente y, como consecuencia, responsables de lo que hacemos.264 Este camino teórico que ha hecho Menéndez Salmón, de lo particular a lo general y de lo general a lo particular, no le estorba para plantearse otra dicotomía trascendental, que tiene que ver con la capacidad de distinguir entre la toma de posición y la toma de partido. Para este autor, un documento fotográfico encierra al menos dos verdades, “la primera de las cuales siempre resulta insuficiente”265. Es decir, más allá de su verdad aparente, las imágenes contienen siempre “otra verdad más profunda”.266 Por esta razón quiero terminar con unas pinturas de Sofía Gandarias267 con las que cierra el conjunto de su obra sobre Levi hay una pintura particular que le representa cubierto por una tela de araña, una pesadilla que atormentó efectivamente a Levi en sus últimos años. Es también una forma de llamar la atención sobre el olvido que amenaza a pasados peligrosos. Si eso ocurriera quedaríamos a merced del panóptico nazi que disputa a la mirada de Levi la iluminación del campo de visión. O vemos el mundo con los ojos del testigo o con los del verdugo. La tela de araña que ensombrece la mirada penetrante de Primo Levi es un aviso del olvido que amenaza incluso a nuestra forma de recordar. Y aquí está Prohaska para recordárnoslo. 263 Ibídem. 264 Ibídem. 265 Georges Didi-Huberman, Il gioco delle evidenze. La dialettica dello sguardo nell’arte contemporanea, op.cit.,p. 123. 266 Ibídem. 267 Pintora española nacida en Guernica, Licenciada de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En el año 2000 pinta la Serie Primo Levi, la memoria. Expuesta ese mismo año en el Auditorium Verdi de Milán. En el año 2002 en el Palazzo Cisterna de Turin y en el museo de Historia Moderna de Lubljana en Eslovenia. En el 2003 en la Biblioteca Berio en Génova y en la Fundación de las Tres Culturas en Sevilla. En el año 2004 en el Palacio de la Merced en Córdoba y en el Palazzo Caccia Canali, San’t Oreste en Viterbo. En el 2005 en el Museo del Ferocarril en Madrid. 117 118 Imágenes Sofía Gandarias. La memoria. Levo y los otros 6 millones. No los olvidemos. Óleo con cemento. 2000. 119 Sofía Gandarias. El vacio. Óleo, cemento y collage, 2000. 120 Sofía Gandarias, Auschwitz, 27 de febrero de 1944. Muerte de Emilia Levi (3 años y de su hermano Italo Levi (7 años). Óleo, cemento, collage, 2000. 121 Sofía Gandarias, Auschwitz, Horno crematorio, 2000. 122 123 Conclusiones. El objetivo de este trabajo ha sido el de analizar cuatro de las obras más relevantes de Ricardo Menéndez Salmón en las que se ha visto la presencia evidente de un trasfondo filosófico unido a un afán de trascendencia. La elección de los temas y de un estilo ambicioso y contundente impactan constantemente durante la lectura. Un estilo además ágil gracias a la brevedad de las secuencias y de la extensión de las narraciones en general. Para Menéndez Salmón no es importante que lo que se cuenta sea real o posible, sino que resulte verosímil. Para lograrlo, como telón de fondo coloca hechos reales a los que une problemas universales de carácter filosófico y en ocasiones morales. Las novelas tienen también otros temas que las acomunan, como por ejemplo la presencia del amor cual antídoto del mal, la difícil conciliación del terror con la realidad cotidiana y el poder de supervivencia y evocación de los objetos. Estos se exploran en cada una de las novelas desde diferentes ópticas, lo que conduce a resultados diversos pero unidos por la convicción de no poder obtener ninguna respuesta realmente válida. Como se ha visto, las novelas dialogan entre sí con el único objetivo de hacer reflexionar sobre las pulsiones presente en todos los seres humanos y que se encarnan en los personajes desde diferentes perpectivas. Hay personajes buenos que terminan por ceder a la atracción del mal y personajes que, ignorando el mal permiten que este de igual modo se lleve a cabo. Se trata de una exploración a través de la cual los narradores transitan partiendo de la imposibilidad de ofrecer resultados concluyentes a los temas planteados. Menéndez Salmón escribe con su particular estilo, usando términos precisos, de registro culto en ocasiones, unido al barroquismo expresivo así como una 124 utilización de la metáfora sorprendente. Este autor nunca da soluciones o hace moralejas sino que pone al lector en condición de preguntarse qué hubiera encontrado en las circunstancias de sus personajes. 125 126 Bibliografía. Obras del autor Menéndez Salmón, Ricardo, La ofensa, Barcelona, Seix Barral, 2007. ________________________ , Derrumbe, Barcelona, Seix Barral, 2008. ________________________ , El corrector, Barcelona, Seix Barral, 2009. ________________________ , Medusa, Barcelona, Seix Barral, 2012. Entrevistas al autor AYEN, Xavi, La vanguardia, 2/10/ 2012. CLEMOT, Fernando, Paralelosur, 7, 2007. Obras críticas ARENDT, Hannah, Responsabilità e giudizio, Torino, Einaudi, 2004. _____________, Eichmann en Jerusalem, Madrid, Debolsillo, 2006. 127 ARTETA, Aurelio, Mal consentido. 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