VIDA y SABER: NIETZSCHE

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Vida y Saber: Nietzsche.
Carlos Muñoz Gutiérrez
VIDA y SABER: NIETZSCHE
VIDA Y SABER: NIETZSCHE __________________________________________ 2
1.- La Filosofía del Futuro___________________________________________________ 2
2.- La Decadencia en tres pasos: Crítica de la Metafísica y de la Moral _____________ 4
3.- El Nihilismo____________________________________________________________ 7
4.- La Voluntad de Poder ___________________________________________________ 9
5. El Eterno Retorno y la Idea del Superhombre_______________________________ 12
6.- Verdad y Mentira en sentido Extramoral: La Genealogía de los conceptos _______ 16
7.- El Análisis Genealógico _________________________________________________ 21
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Vida y Saber: Nietzsche.
Carlos Muñoz Gutiérrez
VIDA Y SABER: NIETZSCHE
1.- La Filosofía del Futuro
Nietzsche aparece en la Filosofía con la pretensión de despojarla de la pesantez y
gravedad del aburrido moralista y del lingüista responsabilizado por la Verdad y elevarse
a la Vida, a lo más instintivo. Pero ello no implica necesariamente un ingenuo optimismo,
sino que surge tras la visión trágica del que aprueba la Vida con todas sus dosis de
alegría, pero también de ineludible espanto.
Nietzsche integra en la filosofía dos medios de expresión el aforismo y el poema.
Estas formas implican una nueva concepción de la filosofía, una nueva imagen del
pensador y del pensamiento. Frente al ideal platónico que presenta al conocimiento como
la tarea de descubrir la verdad, Nietzsche lo sustituye por la interpretación y la evaluación.
-
La interpretación, fija el sentido, que siempre es parcial y fragmentario, de un
fenómeno. Por eso recurre al aforismo, un arte de interpretar que produce algo a
interpretar a su vez.
-
La evaluación determina el “valor” jerárquico de los sentidos y totaliza los fragmentos,
aunque ello ni atenúe ni suprima la pluralidad. El poema es ese arte de evaluar que
produce algo a evaluar a su vez.
Como interprete el filósofo se acerca al fisiólogo o al médico que considera los
fenómenos como síntomas. Como poeta el filósofo considera y crea “perspectivas”. Para
Nietzsche, el filósofo del futuro es artista y médico, es decir, legislador. En este sentido,
Nietzsche vuelve al origen presocrático de la filosofía, un origen que la historia ha
olvidado. Como ha olvidado el propósito originario de la filosofía. Un propósito que
consiste en comprender la unidad de pensamiento y vida. De esta unidad presocrática ya
no tenemos ninguna idea, la historia de la filosofía ya sólo muestra un pensamiento que
mutila y somete a la vida. Nietszche quiere recuperar la profunda relación entre
pensamiento y vida. Una vida que activa el pensamiento y un pensamiento que afirma a
su vez la vida.
Debemos pensar entonces en la filosofía como en una fuerza, pero, como tal,
debe competir con otras fuerzas según la ley de las fuerzas. Y una fuerza vence a otra, si
adopta las formas precedentes, si se enmascara. Por eso el filósofo griego a menudo
parece un sacerdote y se le presenta como alguien que ama la sabiduría, un personaje
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ascético que coloca su ideal fuera de la realidad. Así la filosofía se desarrolla en la historia
degenerando y volviéndose contra sí, enmascarada. E inicia un proceso de juicio a la
vida, de colocarla bajo valores superiores y de juzgarla, limitarla y condenarla con esos
valores. Y así triunfa un pensamiento negativo que desprecia la vida y la conduce a sus
formas débiles y enfermizas. El filósofo legislador, cuya tarea era la crítica de todos los
valores establecidos y la creación de nuevos valores (Martillo y transmutación), cede su
sitio al filósofo sumiso. El filósofo deja de ser fisiólogo o médico para convertirse en
metafísico y deja de ser poeta para convertirse en “profesor público”. Y se presenta
sometido a las exigencias de la verdad, de la razón
La filosofía ha quedado convertida en el recuento de todas las razones que el
hombre se aplica para obedecer. El filósofo evalúa la vida según la aptitud para soportar
pesos, para cargar fardos. Y ese espíritu de pesadez reúne en el mismo desierto al
cargador y lo cargado, la vida despreciada y el pensamiento negativo. Frente al cargador,
Nietzsche reivindica al creador. Crear es aligerar, es descargar la vida, inventar nuevas
posibilidades de vida.
Por eso el nuevo objetivo filosófico no será ya la verdad o falsedad de los
enunciados, sino su capacidad de favorecer e intensificar la Vida. Nietzsche nos muestra
que la pretendida Verdad que funda la objetividad sólo ocurre en el lenguaje, es decir, en
un proceso antropomórfico de creación de metáforas arbitrarias que desembocan en
ilusiones y ficciones. "Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son,
metáforas ya utilizadas que han perdido su fuerza sensible..." (Verdad y Mentira en
sentido Extramoral). Finalmente, el filósofo, "preso en las redes del lenguaje", decide
olvidarse de la Verdad, para utilizar el lenguaje en beneficio de sus fuerzas dominantes.
Convertirá en verdad personal la expresión de sus pasiones. Nietzsche se concederá el
derecho de simular fuera de los cauces establecidos, de mentir en apoyo de sus anhelos,
de edificar la verdad extramoral de su propia vida.
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2.- La Decadencia en tres pasos: Crítica de la Metafísica y de la Moral
Nietzsche detecta tres procesos históricos de rebajamiento, humillación y
nivelación de los instintos vitales, íntimamente ligados entre sí:
(1)
En El Nacimiento de la Tragedia nos muestra Nietzsche cómo aquello
que se venía considerando "etapa clásica" no es sino una época de
decadencia. La grandeza griega se viene abajo con el nacimiento de la
Tragedia que supone la unión de lo Apolíneo y lo Dionisíaco.
Apolo representa el día, la luz, la razón, la alegría solar, el principio de
individuación; por el contrario, Dioniso es la Noche, la oscuridad, la
voluntad irracional, la aniquilación de la conciencia individual, el dolor
cósmico. En la tragedia, Apolo queda representado en la Palabra, en los
personajes -los héroes aristócratas-, Dioniso en la Música, la Danza y el
coro que representa el pueblo.
El arte olímpico, apolíneo, representa la superación vital del poder del
destino formulable en la sabiduría del sátiro Sileno, "lo mejor de todo es
totalmente inalcanzable: no haber nacido; y lo mejor en segundo lugar es
morir pronto."
Las fiestas dionisíacas son la regeneración mística de la primitiva
comunión entre hombre y naturaleza.
La tragedia griega antigua quien viene a fundir estas dos tradiciones. La
oposición coro/personaje representa el difícil equilibrio del afirmarse y del
desmembrarse ofreciendo así una existencia trágica, pero grandiosa. La
tragedia antigua es el coro dionisíaco que se descarga en un mundo
apolíneo de imágenes. Pero lo esencial es ese fondo dionisíaco donde el
espectador se funde con la unidad de todas las cosas.
Sin embargo, la llegada de Eurípides y, sobre todo, de su mentor
Sócrates, constituyen la puesta en entredicho del valor mismo de la vida.
La degeneración de la filosofía aparece claramente con Sócrates. Éste
tergiversó los instintos del griego, inauguró la dialéctica y estableció una
ecuación antigriega: Razón = Virtud = Felicidad. Sócrates construye una
nueva forma de sabiduría, la metafísica, basada en la racionalidad
externa. Divide la realidad en dos mundos: la Esencia/la Apariencia; lo
Veradero/lo Falso; lo Inteligible/lo Sensible. Mostrando en lo racional la
única vía de la acción virtuosa. Reduciendo la variedad infinita de
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situaciones y acciones a una serie de arquetipos morales. Después con
Platón, y la llegada de la lógica pura, del mundo ideal, la realidad queda
dividida en dos ámbitos: las ideas esenciales y las apariencias cotidianas.
En Resumen, Sócrates inventa la metafísica y convierte la Vida en algo
que debe ser juzgado, medido, limitado y el pensamiento en medida, límite
que se ejerce en nombre de los valores superiores: Lo Divino, Lo
Verdadero, Lo Bello, el Bien. Sócrates es el máximo representante del
filósofo sumiso.
(2)
El período griego viene a unirse, a través del neoplatonismo y el
estoicismo, con el ascenso de la moral judeo-cristiana. En "Humano
demasiado Humano", "La genealogía de la Moral" y "El Anticristo"
Nietzsche denuncia los valores de resentimiento y del espíritu de
venganza que laten en la moral cristiana, con los que surge la culpa, la
mala conciencia, la compasión...
Los judíos han invertido la identificación aristotélica de la virtud, de la arete
homérica: Bueno = noble = poderoso = bello = feliz = amado de Dios y han
confeccionado la mejor expresión del odio:
"Los miserables son los buenos: los pobres; los impostores, los bajos son
los únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los
deformes, son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios,
únicamente para ellos existe la Bienaventuranza, en cambio vosotros, los
nobles y violentos, vosotros sois por toda la eternidad los malvados, los
crueles, los lascivos, los insaciables, los ateos, y vosotros seréis también
eternamente los desventurados, los malditos y condenados."
Y lo peor de esta rebelión moral de los esclavos es que es creadora de
ideales, que arruinaron la moral aristocrática para crear una moral de
resentimiento que necesita negar lo exterior, lo ajeno, esto es, la fuerza es
lo "malvado", para de esta negación formular en sus contrarios los valores
"buenos".
(3)
La Ilustración y el Idealismo alemán configuran la tercera etapa de su
genealogía-histórica. La novedad ahora es "la muerte de Dios". Pero en
"Así habló Zaratustra", "Más allá del Bien y del Mal", "Ecce Homo" o "El
crepúsculo de los Ídolos" detecta que el vacío de la muerte de Dios es
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rellenado inmediatamente por el "nuevo Uno dispensador de sentidos:
La Razón".
Kant denuncia las falsas pretensiones de conocimiento, pero no cuestiona
el ideal del conocer; denuncia la falsa moral, pero no cuestiona las
pretensiones de moralidad, ni la naturaleza y el origen de los valores.
Ahora lo divino, lo esencial o el Bien han sido reemplazados por el Estado,
el Progreso y el Utilitarismo. En cualquier caso el hombre sigue
soportando las cargas que él crea y que coartan su libertad y que someten
a sus pasiones a la normativa institucional del Estado y de la Razón
científica.
Triunfa ahora una moral gregaria impuesta por el Estado, la verdad
utilitarista de la ciencia o por el propio desencanto del edificio teológico
anterior.
En lugar de ser cargado desde el exterior, el hombre mismo coge los
pesos para echárselos sobre las espaldas. No basta matar a Dios para
trasmutar los valores.
La historia de la filosofía, desde los socráticos a los hegelianos es la
historia de las largas sumisiones de los hombre y de las razones que
aplica para legitimarlas. Ese movimiento de degeneración no afecta sólo a
la Filosofía, sino que expresa el devenir más general, la categoría más
fundamental de la historia. Por eso la filosofía del futuro ha de ser, no ya
histórica o eterna, sino intempestiva.
Para una filosofía de la fuerza, o una comprensión de la vida en términos de
voluntad, como es la de Nietzsche, es difícil comprender como la vida termina
degenerando de esta manera. El triunfo de la fuerzas reactivas, la de los débiles, la de los
esclavos vencen al separar al fuerte de lo que puede Y termina triunfando el Nihilismo.
Desilusionado por la destrucción de las antiguas verdades, aplastado por las
nuevas -la Historia como progreso, la Razón encarnada en el Estado, la Verdad científicay sobre todo incapaz de establecer sus propios valores y sentido existencial, "el último
hombre" se abandona a la voluntad de la Nada.
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3.- El Nihilismo
El Nihilismo significa "que los supremos valores se desvalorizan". El Nihilismo es
la situación a la que llega la reflexión nietzscheana cuando comprende que todos los
valores que guían el comportamiento y las creencias humanas no tienen fundamento y no
son sino el resultado de la propia necesidad humana de sobrevivir.
Así planteado el Nihilismo tiene dos caras. Por una parte, aparece de forma
negativa como la crítica y la acusación que el propio Nietzsche realiza a las diversas
fases de los autores de la decadencia. No sólo se descubre el proceso de decadencia de
Occidente hasta el nihilismo, sino que hay una acusación directa y feroz de sus agentes.
Nietzsche, en el caso del hombre, describe las etapas del triunfo del nihilismo:
(1)
El resentimiento: Por tu culpa, por tu culpa. La vida reactiva se sustrae a
las fuerzas activas, la reacción deja de actuar. Y se convierte en algo
sentido, el resentimiento que se ejerce contra todo lo vivo.
(2)
La mala conciencia: Por mi culpa. Se interioriza la culpa y la reacción se
vuelven contagiosa y se conforman comunidades reactivas.
(3)
El Ideal ascético. Lo que quiere la vida débil es la negación de la vida. La
voluntad de poder se convierte en voluntad de nada. En este momento la
vida se juzga según valores superiores.
(4)
La muerte de Dios: es un momento de recuperación. Al principio es un
conflicto entre el Dios judío y el Dios cristiano. San Pablo afirma que “Dios
muere por nuestros pecados”. Pero con la Reforma el asunto pasa a ser
un conflicto entre Dios y el hombre. Hasta que se descubre que es el
hombre quien mata a Dios, pero manteniendo la lógica quiere sustituir a
Dios, convertirse él mismo en Dios. Los valores superiores que
sojuzgaban la vida se reemplazan por valores humanos, demasiado
humanos (la moral, la utilidad, el progreso, la historia). Pero nada cambia,
es la misma esclavitud, el mismo desierto del nihilismo.
(5)
El último hombre y el hombre que quiere perecer. Momento del fin. La
muerte de Dios espera su sentido y su valor. Cuando el hombre, ya solo,
pretende seguir sin voluntad se adentra cada vez más en la Nada. El
mundo queda despojado de valores. Al final de los hombres superiores
(los asesinos de Dios) surge el último hombre que dice que todo es vano y
prefiere la nada a la voluntad de nada. Pero aprovechando esta ruptura la
voluntad de nada, que al fin y al cabo es una fuerza, se vuelve contra las
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fuerzas reactivas y se convierte en voluntad de negar la vida reactiva
misma, lo único que queda por negar e inspira al hombre a destruirse
activamente y así encontramos el hombre que quiere perecer. En ese
momento, la Medianoche, todo está listo para la transmutación. La
transvaloración de todos los valores.
Este es el aspecto positivo del nihilismo que consiste precisamente en la reflexión
acerca de él, en el darse cuenta de las condiciones que han llevado a Occidente al
nihilismo, porque con ellas podemos indagar las salidas. Y son los filósofos de la Gaya
Ciencia, de la Ciencia Alegre, los que marcan la posibilidad de vivir "la muerte de Dios"
como vía de multiplicación de las fuerzas, retornando no al ateísmo sino al politeísmo, o
sea, la aprobación de la multiplicidad de máscaras de la personalidad humana.
Nietzsche, en tanto que occidental integrado en su mundo, sufre igualmente los
procesos nihilistas en su propio pensamiento. Pasará así, desde la duda motivada por la
destrucción de los valores establecidos hasta el momento en que ofrece una nueva
valoración para, desde el nihilismo, salir de él. Antes obviamente debe adoptar una
postura de distanciamiento con respecto a la tradición occidental. Nos interesa la manera
por medio de la cual podemos escapar del nihilismo. Ello lo consigue Nietzsche
recurriendo no a la razón sino a algo instintivo que Nietzsche denomina Voluntad de
Poder.
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4.- La Voluntad de Poder
Transmutación de todos los valores es un devenir activo de las fuerzas, un triunfo
de la afirmación dentro de la voluntad de poder. Transformar la voluntad de nada del
nihilismo que dice no, incluso a sí mismo, a una voluntad positiva, afirmativa que quiere y
ejerce en un acto de creación su poder.
A pesar de la reconocida influencia que tienen Schopenhauer en el joven
Nietzsche, la voluntad nietzschana no es la schopenhaueriana. Nietzsche sabía que el
concepto de voluntad de Schopenhauer no es una voluntad genuina. Schopenhauer cree
que la esencia de la voluntad son los instintos, los deseos o la energía, sin embargo para
Nietzsche lo que es inherente a la voluntad es ordenar algo. La voluntad gobierna los
deseos e instintos y les indica su camino y medida. En la voluntad radica el pensamiento
que ordena. No hay que confundir aquí la idea del mandato con un mandato que se dirija
a otros para exigir obediencia. No es un mandato autoritario o político. Al contrario cuando
alguien quiere ocurre que uno se ordena a algo que hay en él ante lo que obedece. No
existe pues 'La Voluntad' como facultad vacía que se llena a veces de quereres. La
auténtica voluntad de poder se expresa creando, dominando las formas; no desea
aquello que carece, sino que vierte y da lo que es. No puede ser juzgada, sino que es ella
la que valora, juzga y elige. Nosotros somos los que mandamos y los que obedecemos.
Nuestra obediencia se da, si lo hace, ante lo que aparece después de que la orden se
produzca, ante precisamente los deseos, las resistencias, la debilidad. El sentimiento de
la libertad de la voluntad y el placer de la obediencia provienen del ‘yo-puedo’ tras el ‘yoquiero’.
Superando las resistencias internas de los sentimientos serviles, de la debilidad,
de los obstáculos que se resisten, el resentimiento, la Voluntad se torna consciente de su
propia génesis, de su propio poder. Pues la Voluntad, como hemos dicho, no surge para
obtener poder, sino que el poder es su propia fuente.
Hasta aquí podríamos pensar que en la idea de Nietzsche está funcionando un
principio hedonista de placer. El placer que experimenta la voluntad al lograr su mandato
venciendo las resistencias. Pero Nietzsche desprecia el cálculo utilitarista de placer-dolor.
Él busca la alegría como el valor rector, como el único móvil para el filosofar, y ésta sólo
puede lograrse si conseguimos liberarnos tanto del dolor como del deseo.
La alegría, que Nietzsche denomina “el principio dionisiaco” proviene de la
abundancia. La alegría es una suerte de lujo. Pero, ¿abundancia de qué? De vida. Por
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eso el principio dionisiaco reivindica la sensualidad, el exceso y se vuelve destructivo
porque en la abundancia puede permitirse la destrucción.
Lo dionisiaco en Nietzsche es:
-
Principio de vida
-
Alegría de destrucción y a la vista de la progresiva ruina,
-
Alegría en lo que vendrá y está en el futuro, lo que triunfa sobre las cosas que
existen y, sin embargo, es bueno.1
El giro nietzscheano del yo quiero al yo puedo, que niega la visión paulina del yoquiero-y-no-puedo y, por consiguiente, toda la ética cristiana, está basado en un Sí
incondicional a la Vida, en una elevación de la vida experimentada fuera de la actividad
espiritual al rango supremo a partir del cual todo lo demás debe ser evaluado.
La vida como valor supremo es una mera hipótesis, un postulado de sentido
común según el cual la voluntad es libre. Esto entra en contradicción con “la hipótesis
científica” de acuerdo con la cual, todo acto, en el momento en que se incorpora al
mundo, cae en una red de causas. Y aunque la hipótesis científica fuera demostrada la
hipótesis de la libertad de la voluntad es fundamental y no podemos librarnos de ella.
Esta identificación entre querer y vivir va a traer dos importantes consecuencias y
que nos muestran a Nietzsche desconfiando y desvalorizando sus propios presupuestos:
1. Voluntad y Ola
¡Cuan codiciosa se acerca esta ola, como si se tratase de conseguir algo!
¡Cómo se arrastra con prisa pavorosa hasta los más recónditos rincones de las
escabrosidades rocosas! [...] Parece que allí hay algo escondido que tiene valor,
un gran valor. Y luego se vuelve un poco más despacio, blanca todavía por la
excitación; ¿está decepcionada? Pero ya se acerca otra ola más codiciosa y más
feroz que la primera; su alma parece estar llena de misterios y de la apetencia de
buscar tesoros. Así viven las olas —así vivimos los voluntariosos. [...] Realizadlo
como queráis, altaneros, rugid de placer y maldad o sumergios de nuevo [...] y
arrojad encima vuestros infinitos y blancos mechones de espuma y crestas de ola;
para mí todo está bien, pues todo está tan bien para vosotros, y yo soy tan bueno
en todo para vosotros. [...] Pues [...] os conozco a vosotros y a vuestros secretos,
conozco vuestra generación. Vosotros y yo tenemos, por cierto, un mismo secreto.2
Nietzsche utiliza la metáfora de las olas en el mar para describir el proceso de
la voluntad. Las olas brotan sin intención o pretensión alguna, creando una tremenda
excitación sin propósito. Así la Voluntad siempre anda buscando algo hasta que se
1
Cfr. F. Nietzcshe. La Voluntad de Poder, nº 417
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aquieta, aunque nunca se extingue y siempre queda presta a un nuevo asalto. La
voluntad disfruta de esta excitación ya que “el hombre prefiere querer la nada a no
querer”3.
Voluntad y ola es lo mismo. Esta comprensión del proceso metafórico, que
Nietzsche capta tan bien desde “Verdad y Mentira en sentido extramoral”, le permite
conocer su identidad. Las apariencias del mundo se convierten en un simple símbolo
de las experiencias internas, con el resultado de que la metáfora, que en su origen
debe salvar la grieta entre el yo pensante o volente y el mundo de las apariencias,
fracasa. Fracaso que consiste en dar un mayor peso a los dispositivos del alma
humana frente a los “objetos”. La teoría nietzscheana permite comprender el
antropomorfismo, el subjetivismo hasta convertirlo en fundamental.
Nietzsche abandona toda pretensión objetiva y se confiesa apasionadamente
subjetivo, igual a como ve al resto de los filósofos, pues según él: "La mayor parte del
pensar consciente de un filósofo está guiado de modo secreto por sus instintos y es
forzado por estos a discurrir por determinados carriles. También detrás de toda lógica y
de su aparente soberanía de movimientos se encuentran valoraciones o, hablando con
mayor claridad, exigencias fisiológicas orientadas a conservar una determinada especie
de vida." (Más Allá del Bien y del Mal).
2. El Eterno Retorno
Vamos a suponer que cierto día o cierta noche un demonio se introdujera
furtivamente en la soledad más profunda y te dijera: «Esta vida, tal como tú la
vives y la has vivido, tendrás que vivirla todavía una vez y aún innumerables
veces; y se repetirá cada dolor, cada placer y cada pensamiento, cada suspiro
y todo lo indeciblemente grande y pequeño de tu vida. Además todo se repetirá
en el mismo orden y sucesión [...] y hasta esta araña, y este claro de luna entre
los árboles y lo mismo este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la
existencia se dará la vuelta siempre de nuevo, y tú con él, corpúsculo de
polvo!».
¿No te echarías al suelo, rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que así te hablase? O puede que hayas tenido alguna vez la vivencia de
un instante prodigioso en el que responderías: «¡Tú eres un dios y nunca oí
nada más divino». Si aquel pensamiento llegase a apoderarse de ti, te
transformaría como tú eres y acaso te aplastaría. En todo tu obrar, a cada cosa
y a cada paso, se impondría como la carga más pesada la pregunta: «¿Quieres
que se repita esto otra vez y aún innumerables veces?». O, ¿cómo tendrías tú
que ser bueno para ti mismo y para la vida, no aspirando a nada más que a
confirmar y sellar esto mismo eternamente?4
2
F. Nietzsche. La Gaya Ciencia lib. IV, nº 310.
F. Nietzsche. Genealogía de la Moral, nº 28
4
F. Nietzsche. La Gaya Ciencia, lib. IV, nº 34.
3
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Tal y como se muestra aquí el eterno retorno es un mero experimento mental.
La idea de un retorno cíclico parece contradecir la noción de Voluntad que
requiere para sus proyectos un tiempo lineal y un futuro desconocido y abierto al
cambio. ¿Por qué Nietzsche recurre a este nuevo concepto? ¿Qué ha descubierto en
su concepción de la Voluntad de Poder de lo que debe desconfiar y sospechar?
5. El Eterno Retorno y la Idea del Superhombre
La idea del Eterno Retorno aparece en el momento en que el sentimiento del
yo-puedo se encuentra en su punto álgido y despliega “un sentimiento general de
fortaleza”. La conciencia de cuando se quiere se presenta como un agente causante
incluso antes de realizar la acción.
Nietzsche redescubre la afirmación de Hume de que la relación entre la causa
y el efecto descansa en una creencia producida por la costumbre y la imaginación.
Pero Nietzsche lo lleva hasta el campo moral. No hay nada a lo que adscribir el
valor de una acción. Tampoco a la intención, como había hecho Kant. Luego “Nada
tiene significado alguno”.
Entonces un propósito, una intención no es más que un mero epifenómeno,
una pálida imagen en nuestra conciencia, un síntoma de lo que ocurre, no de sus
causas. Y si es así, ¿no se disipa la Voluntad? ¿No es una ilusión tomar como causa
lo que aparece en la conciencia como un acto de voluntad?
¿Cómo puede reconciliarse la idea de la Voluntad de Poder y su propia
inexistencia, su negación? Para solucionar esto Nietzsche acude a la idea del Eterno
Retorno.
La Voluntad no puede querer hacia atrás; no puede detener la rueda del
tiempo, aunque sea esto lo que la voluntad pretende. Nietzsche deriva de esta
impotencia todo el mal del mundo –el resentimiento, la sed de venganza, el deseo de
dominar a otros. Junto a esta Genealogía de la Moral habría que añadir que la
impotencia de la Voluntad induce a los hombres a mirar hacia atrás, recordando,
porque en la mirada retrospectiva todo lo que es parece necesario. Así la Voluntad
queda liberada de la responsabilidad de saber que lo hecho no puede deshacerse.
Por tanto, la Voluntad, si quiere hacia tras y siente su impotencia o hacia
delante y siente su fortaleza, transciende lo dado del mundo. Desde luego esta
transcendencia es gratuita y sólo se debe a la sobreabundancia de la vida.
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Así, la Vida se puede entender como Voluntad de Poder y a este transcender
inherente a la volición Nietzsche lo denomina “superación”.
Esta superación sólo es posible gracias a la abundancia y su actividad la
contempla como creatividad. Su virtud es la generosidad –la superación de la sed de
venganza. Es la extravagancia y la temeridad de una voluntad desbordante,
derrochadora, la que comienza un futuro, más allá de todo presente y pasado.
Este es el Superhombre, el que es capaz de transcenderse, de superarse a sí
mismo. “Recrear todo ‘fue’ en un ‘así lo quise’; ¡sólo eso sería para mí redención!”.5
El hombre busca un mundo que no sea contradictorio, que no decepcione, que
no cambie, un mundo verdadero. Así, cuando el hombre es honesto y comprende la
imposibilidad de este propósito, es nihilista. Porque juzga del mundo lo que es como lo
que debería no ser, y lo que debería ser como no lo que no existe. Para vencer el
nihilismo hay que invertir los valores y deificar el mundo aparente como el único
mundo y llamarlo bueno6.
Por consiguiente, lo que hay que cambiar no es el mundo o a los hombres, sino
el modo de evaluarlo, es decir, las maneras de pensar y de reflexionar sobre el mundo.
Nietzsche quiso construir un mundo que tuviese sentido, que fuera una morada
apropiada para aquel que tenga una fuerza de voluntad suficiente para prescindir del
sentido de las cosas, para vivir en un mundo insensato.
El Eterno Retorno es el concepto para este pensamiento redentor que proclama
“La Inocencia del Devenir” y con ellas la falta de propósito, la libertad de culpa y de
responsabilidad.
Inocencia de Devenir y Eterno Retorno ya no son ficciones mentales sino que
derivan del hecho indiscutible de que somos arrojados al mundo, de que nadie nos ha
preguntado si deseábamos estar aquí o ser como somos. Por eso no hay hechos morales
en absoluto y “el orden moral del mundo” del cristianismo continúa infectando esta
inocencia del devenir por medio del castigo y la culpa.
Eliminada la intención y el propósito ya no podemos hacer responsable a nadie,
la misma causalidad es eliminada y nada puede ser remontado a una causa, una vez que
la causa primera ha sido también eliminada.7
Con la eliminación de la secuencia causal, desaparece el sentido de la estructura
rectilínea del tiempo, cuyo pasado se entiende como causa del presente, y el presente es
5
F.Nietzsche. La Gaya Ciencia, IV, nº 324.
Cfr. F. Nietzsche. La Voluntad de Poder nº 585.
7
Cfr. F. Nietzsche. El Crepúsculo de los Ídolos, especialmente “Los cuatro grandes errores”.
6
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el tiempo de la intención y de la preparación de los proyectos para el futuro, y cuyo futuro
es el resultado de ambos.
Así el tiempo se desmorona bajo el peso de la intuición de que “todo pasa”8, de
que el futuro trae lo que “habrá sido”, y, por tanto, todo lo que es “merece la pena pasar.
La única redención de este pasado devorador es el pensamiento de que todo lo que pasa
retorna.
“Si el movimiento del mundo tendiese hacia un estado final, éste ya habría
sido alcanzado. El único hecho fundamental, no obstante, es que no tienen estado
final; y toda la filosofía e hipótesis científica que necesiten tal estado se verán
refutadas por este hecho fundamental”9
Y Nietzsche resume
:
1. El Devenir no pretende un estado final, no fluye en el ser.
2. El Devenir no es un mero estado aparente; es posible que el mundo de los
seres sea una mera apariencia.
3. El Devenir posee el mismo valor en todo momento, en otras palabras, carece
de valor ya que falta alguna cosa en cuya comparación pueda ser medido. El
valor total del mundo no puede ser evaluado.
De esta manera se invierten los valores, la tercera figura de la transmutación: el
juego de Eterno Retorno. Ya no se opone el devenir al Ser, lo Múltiple a lo Uno. Por el
contrario, se afirma lo Uno de lo múltiple, el ser del devenir o como lo dice Nietzsche, la
necesidad del azar. Regresar es precisamente el ser del devenir; lo uno de lo múltiple, la
necesidad del azar.
Puede pensarse que Nietzsche relanza una visión cíclica del tiempo como ya
habían hecho los griegos, pero no es así. Aunque Nietzsche reclama un eterno regreso
de lo Mismo, la diferencia con la idea antigua estriba en que lo eterno es el regreso no lo
Mismo. Es decir, el eterno retorno es selectivo. En primer lugar como pensamiento: “lo
que yo quiera debo quererlo de tal manera que quiera también su eterno retorno”.
Eliminamos así lo que sólo querríamos una vez.
En segundo lugar, en tanto que es Ser selectivo. Únicamente regresa la
afirmación, únicamente la alegría retorna. Todo lo que puede ser negado es expulsado
por el movimiento mismo del eterno Retorno.
El Eterno Retorno es la Repetición, pero es la Repetición que selecciona, la
Repetición que salva
8
F. Nietzsche. Así habló Zaratustra, parte II.
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Por consiguiente, la transmutación tiene un cuarto y último aspecto: implica y
produce el superhombre. El Eterno Retorno expulsa y repele al hombre reactivo que
combina sus formas con el nihilismo. El Superhombre recoge exactamente todo lo que
puede ser afirmado, la forma superior de lo que es, el tipo que representa el Ser selectivo
y la subjetividad de este ser. El Superhombre es aquel que ha vencido todas las falacias –
el creer que existe la causa y el efecto, la intención y la meta-. Cuyas intuiciones son lo
suficientemente fuertes como para resistir los dictados de la Voluntad o para sumirla en
una quietud tal que “apartar la mirada”10 sea la única negación, porque no queda nada
sino el deseo de ser un ser afirmativo, “uno dice sí”, que bendice todo lo que está por
venir, “de bendecir y decir Amén”11
9
F. Nietzsche. La Voluntad de Poder, nº 708L.
Cfr. F. Nietzsche. La Gaya Ciencia, IV, nº 276.
11
Así hablo Zaratustra, III, “Antes de la salida del sol” y “los siete sabios”.
10
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6.- Verdad y Mentira en sentido Extramoral: La Genealogía de los conceptos
En un momento de la exposición que hace el joven Nietzsche (1873) en el
opúsculo dictado a su amigo Gersdoff, "Verdad y Mentira en sentido extramoral", nos
encontramos con uno de los fragmentos más citados en la historia de la filosofía. Es el
siguiente:
"¿Qué es entonces la verdad? Una Hueste en movimiento de metáforas,
metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones
humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y
que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y
vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se han olvidado que lo son;
metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido
su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal". 12
A pesar de la juventud de este trabajo de Nietzsche, encontramos en él, creo,
uno de los pilares fundamentales de su filosofía: El análisis geneálogico. Comprender
de dónde vienen nuestros conceptos mejor asentados, nuestras creencias más firmes
y nuestros valores le servirá a Nietzsche, y a toda la filosofía posterior, para sospechar
de la idea de mundo, y de todo lo contenido o realizado en él, que desde los griegos
se había difundido entre las sociedades occidentales determinándolas por completo.
Porque es indudable que de cómo conceptualicemos el mundo y nuestra relación con
él, dependerán todas nuestras relaciones sociales, productivas, económicas,
científicas y vitales.
Nietzsche es un maestro de la sospecha, y como tal nos alertó de que todo
cuanto consideramos, por muy firme que sea, puede analizarse, reconsiderarse, y
finalmente transformarse. Por supuesto, este principio general entraña profundos
peligros, pero no es menos cierto que contiene también elevadas esperanzas.
Nihilismo y transvaloración de los valores son los polos que caracterizan el movimiento
del pensamiento de Nietzsche.
Pero volvamos a nuestro fragmento. ¿Qué significa? En el fondo de la
definición de verdad que nos ofrece Nietzsche como un móvil ejército de metáforas,
metonimias, antropomorfismos, encontramos otra idea más general que nos presenta
a la historia intelectual de la humanidad como una historia de la metáfora, de la ilusión
y, por ende, de la mentira. Porque no hay lugar no metafórico desde donde se pudiera
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considerar a la metáfora. Esta paradójica situación es lo que captura en su escrito el uso
de la palabra mentira y la actitud de desconfianza y rechazo hacia el género humano, al
que califica de fingidor, adulador, engañador, mentiroso, fraudulento, murmurador,
farsante, en una palabra: "un revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad" es
la regla de conducta del ser humano.
El punto de partida de Nietzsche es considerar la capacidad intelectual del ser
humano, es decir, su inteligencia, como una herramienta adaptativa. Esta idea es hoy la
base de la ciencia cognitiva contemporánea.
"Es digno de nota que sea el intelecto quien así obre, él que, sin embargo, sólo ha
sido añadido precisamente como un recurso de los seres más infelices, delicados y
efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia, de la cual, sin ese aditamento
tendrían toda clase de motivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing13."
(pág.18)
Efectivamente, sólo desde una posición evolucionista, en la que la inteligencia
humana ha llegado a ser la principal herramienta para la supervivencia del ser humano,
podemos analizar el conocimiento, y su objetivo la verdad, sin caer en pretensiones
ontológicas que no han podido escapar a la duda y al escepticismo. El conocimiento es el
medio del que dispone la especia humana para representarse el mundo en el que vive,
como bien ve Nietzsche. Resulta extrapolable, pero bien fundado, pensar que toda
entidad existente necesita alguna representación del mundo o de aquello que le resulta de
interés para su supervivencia en el mundo; pero, en el caso del ser humano, que no tiene
cuernos, o afilada dentadura, que posee un repertorio de instintos limitado, porque para el
hombre el mundo es cambiante y requiere un aprendizaje continuo, el conocimiento
inteligente es su único recurso para atrapar en símbolos un mundo variado y cambiante
que le permitan predecir el futuro, recordar las experiencia pasadas y colocarse ante el
acontecer de las cosas en una posición ventajosa.
Según Nietzsche esto lo consigue fingiendo, pero ¿por qué fingiendo? Sin duda el
fingimiento lo detecta en esa tendencia que encuentra Nietzsche en el hombre hacia la
verdad. En este sentido, la crítica nietzscheana se dirige a todo un planteamiento
objetivista y representacionalista heredado de Descartes, pero no ausente tampoco en la
filosofía anterior. El hombre finge al creer que hay un mundo dado independiente del
12
Cfr. F. Nietzsche. Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral. Madrid, Técnos, 1990, pág.
25
13
Esta referencia de la rápida huida del hijo de Lessing (filósofo-teólogo-dramaturgo alemán
1729-1781) es difícil de interpretar. Quizá sea que fruto del matrimonio de Lessing con Eva
König en 1776 engendró un hijo que murió en el parto al año siguiente del matrimonio.
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sujeto, que puede lograr una descripción correcta del mismo y que la corrección de esa
descripción del mundo pasa por la correspondencia entre pensamiento y realidad. El
hombre se engaña en el punto en que considera que existe una verdad que la propia
realidad valida. Y fingirá también cuando, una vez construida la verdadera descripción del
mundo, olvide que es una mera construcción.
Para desmontar la visión objetivista imperante en la historia del pensamiento,
Nietzsche revisa el lenguaje porque es en él donde reside la construcción del mundo.
"¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?", se pregunta el autor. El
lenguaje, aunque más bien deberíamos matizar y ampliarlo a toda nuestra actividad
conceptual, que efectivamente se funda en un mecanismo de olvido de las diferencias,
organiza el mundo en géneros, categoriza los objetos en función de las necesidades
humanas y construye un mundo agrupando y ordenando su contenido en función de
preferencias humanas encontradas en ciertas propiedades de las cosas.
Una breve reflexión de lingüística comparada sirve a Nietzsche para apoyar esta
idea:
"Los diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en evidencia que
con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso
contrario, no habría tantos lenguajes"
Nietzsche comprende la necesidad humana de construir conceptos mediante el
agrupamiento esquematizado de experiencias similares, pero muy distintas, equiparando
casos, olvidando diferencias, porque necesitamos representarnos el mundo para pensar
sobre él. Para cuando la representación ha sido creada, el proceso ya se ha invertido y
ahora es la realidad lo que vemos ajustándose a nuestras representaciones. La idea
platónica, como arquetipo, legisla y justifica nuestro conocer.
Llegamos así a la definición de verdad con la que empezábamos. Es indudable
entonces que nuestro conocimiento consiste en poner en movimiento un ejército de
metáfora, metonimias, antropomorfismos.
Resumamos entonces la tesis fuerte del pensamiento nietszscheano: El
hombre para comprender su mundo tiene necesidad de crear conceptos en los que
asentar el propio mundo. Esto es lo que Nietzsche denomina el impulso hacia la
construcción de metáforas, estas metáforas quedan recogidas en el lenguaje y en este
proceso quedan asumidas, gastadas, como la verdadera realidad bajo el supuesto de
que el significado de nuestras expresiones, y de la ciencia, como edificio de palabras,
denota literalmente una realidad independiente de nosotros.
Éste es el pasaje:
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"Ese impulso hacia la construcción de metáforas, ese impulso fundamental del
hombre del que no se puede prescindir ni un solo instante, pues si así se hiciese se
prescindiría del hombre mismo, no queda en verdad sujeto y apenas si domado por el
hecho de que con sus evanescentes productos, los conceptos, resulta construido un
nuevo mundo regular y rígido que le sirve de fortaleza." (pág.34).
Ésta es la gran enseñanza de Nietzsche que no sólo se muestra en Verdad y
Mentira... , sino en toda su obra y es lo que le confiere un carácter revolucionario o
transgresor. Porque lo que resulta obvio es que para transformar hay que conocer qué
transformación hay que hacer. Si nuestro mundo depende en gran medida de la
comprensión que tenemos de él, transformar el mundo debe iniciarse en la
transformación de nuestros conceptos y en la creación de mejores metáforas, mejores
en el sentido que nos aporten lógicas y conductas que nos lleven hacia la dirección
deseada. Transvalorar los valores, la voluntad de poder o el propio superhombre, creo,
deben interpretarse en este tipo de discurso. En el discurso que ha comprendido que,
en gran medida, lo que tiene que ver con el hombre es producto suyo, y en
consecuencia puede cambiarse con mucha más naturalidad y facilidad de lo que
pensamos o nos han hecho pensar.
De ahí el combate que Nietzsche inicia contra las pretensiones racionalistas y
realista del ser humano, porque ocultaban una forma de dominación. Observemos el
siguiente pasaje:
"En este instante el hombre pone sus actos como ser racional bajo el dominio
de las abstracciones; ya no tolera más el ser arrastrado por las impresiones
repentinas, por las intuiciones; generaliza en primer lugar todas esas impresiones en
conceptos más descoloridos, más fríos, para uncirlos al carro de su vida y de su
acción." (pág. 26)
Pero, no hay nada de malo en esto si comprendemos su proceso, porque, y
continúa Nietzsche:
"Todo lo que eleva al hombre por encima del animal depende de esa capacidad
de volatilizar las metáforas intuitivas en un esquema; en suma, de la capacidad de
disolver una figura en un concepto. En el ámbito de esos esquemas es posible algo
que jamás podría conseguirse bajo las primitivas impresiones intuitivas: construir un
orden piramidal por castas y grados; instituir un mundo nuevo de leyes, privilegios,
subordinaciones y delimitaciones, que ahora se contrapone al otro mundo de las
primitivas impresiones intuitivas como lo más firme, lo más general, lo mejor conocido
y lo más humano y, por tanto, como una instancia reguladora e imperativa."
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Comprender que no hay un significado literal en nuestras oraciones o en
nuestras palabras, porque no hay una realidad objetiva a la que se corresponda, es la
tesis clara que se desprende del trabajo de Nietzsche. Para responder a la pregunta
de qué significan las palabras o las expresiones del lenguaje, tenemos que atender
mejor que a las cosas a nuestro entendimiento. El significado de las oraciones viene
dado por nuestros actos de comprensión de las mismas, por los cuales, a su vez,
comprendemos el mundo que nos rodea.
Éste es el resultado de su análisis genealógico, y esto es lo que nos permite
sospechar de la idea realista y objetivista de que el mundo es ahora y para siempre de
una determinada manera.
Éste es el sentido que subyace al pasaje con el que Nietzsche termina la
primera parte de su trabajo:
"Toda la regularidad de las órbitas de los astros y de los procesos químicos,
regularidad que tanto respeto nos infunde, coincide en el fondo con aquellas
propiedades que nosotros introducimos en las cosas, de modo que, con esto, nos
infundimos respeto a nosotros mismos. En efecto, de aquí resulta que esta producción
artística de metáforas con la que comienza en nosotros toda percepción, supone ya
esas formas y, por tanto, se realizarán en ellas; sólo por la sólida persistencia de esas
formas primigenias resulta posible explicar el que más tarde haya podido construirse
sobre las metáforas mismas el edificio de los conceptos. Este edificio es,
efectivamente, una imitación, sobre la base de las metáforas, de las relaciones de
espacio, tiempo y número."
Éste es el mecanismo de nuestra posesión de un mundo y éste es su riesgo.
Nuestros valores y normas, nuestras instituciones y leyes, nuestra ciencia y sus
principios, nuestras creencias y conductas proceden de nuestro esfuerzo por
comprender lo que nos rodea y por comprendernos a nosotros mismos. Pensar que
hay algo independiente de este proceso por el cual "tenemos un mundo", que lo
fundamente y lo valide, tiene como consecuencia preservar privilegios y ubicaciones,
generar órdenes y reglas inamovibles, en general, pensar un mundo estático y dado
de una vez para siempre. Pero, si debemos aprender, es porque el mundo no está
etiquetado ni dado de una vez por todas, o, si se prefiere, porque el mundo se nos
presenta de esta manera debemos aprender, es decir, usar nuestra inteligencia para
adaptarnos a la novedad y al cambio, para producir nuevas conductas, para revisar
nuestro propio proceso de comprensión, es decir, para dudar.
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¿Acaso toda transformación científica o política, económica o educativa, social
o personal, no se ha iniciado en una recategorización de las cosas? Por eso Nietzsche
se identifica con el niño14 que tiene que iniciar su proceso de tener un mundo, de crear
valores y normas, aun a costa de derribar lo existente.
¿Es todo esto desesperanzador? ¿Es esto puro nihilismo? ¿Es la
posmodernidad que inauguró la filosofía de Nietzsche una renuncia a los valores de la
Ilustración? No lo parece; al contrario, parece más una base firme en la que fundar
una nueva relación con el mundo y con nosotros mismos. Una relación enriquecida
merced a nuestra mejor comprensión de nuestro propio proceso de comprensión. Y es
esto lo que parece el mejor legado de Nietzsche. Su reivindicación de una gaya
ciencia, de una vida en toda su complejidad, con todos sus peligros, pero también con
su plena alegría.
7.- El Análisis Genealógico
Como vemos detrás de toda la filosofía de Nietzsche, del "filósofo "a
martillazos"", encontramos un método de análisis y de crítica que le permite mostrarle
como "Humano, demasiado humano" (1878). "Allí donde vosotros veis cosas ideales,
veo yo cosas humanas, ay, demasiado humanas". Este método de análisis es la
Genealogía.
La Genealogía consiste en descubrir una serie (incluso muchas series) de
interpretaciones que se entrelazan y se cortan una a otra, como un movimiento
indefinido de los significados mediante el cual y en el cual se constituyen a la vez el
"sentido" y "el valor"; en otras palabras, un sistema de procedimientos que
"históricamente" han hallado sus representaciones y que se han convertido en
sedimentaciones significantes. Por eso el sentido sólo puede descifrarse en el espacio
14
En Así Habló Zaratustra, Nietzsche presenta al Superhombre como el fruto de tres
transformaciones: "cómo el espíritu se convierte en camello, el camello en león, y el león, por
fin en niño. El camello se arrodilla para cargar con el peso que le arroja el gran dragón: ¡Tú
debes!. Pero entonces el espíritu se transforma en león que quiere conquistar su libertad,
arrojar a los antiguos valores y poder decir: ¡Yo quiero!. Pero todavía no es capaz el león de
crear nuevos valores. Para eso hace falta que el león se transforme en niño:
"Decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha
podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaza tiene que convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve
por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu
quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo. (Así habló
Zaratustra, I, "De las tres transformaciones")
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de una secundariedad que siempre adviene y en la que los signos sólo son indicios de
abreviaciones que constituyen la economía del pensamiento o del razonamiento
filosófico.
Si "la historia del lenguaje es la historia de un proceso de abreviación, la
ascensión genealógica debe descubrir semejante proceso, mostrando la eficacia
implícita de la ley en el funcionamiento del signo". Aquí es donde Nietzsche en vez de
hablar de "memoria" nos habla de una "facultad activa de olvido" como un "poder de
inhibición".
"El concepto se forma gracias al deliberado abandono de las diferencias
individuales, gracias al olvido de las características...la omisión de lo individual
y de lo real nos da el concepto...Todo lo que distingue al hombre del animal
depende de esa capacidad de hacer que las metáforas intuitivas se volatilicen
en un esquema, de hacer que una imagen se disuelva en un concepto" (F.
Nietzsche, Libro del Filósofo).
"Ese derecho de amo, en virtud del cual se dan nombres, va tan lejos
que se puede considerar el origen mismo del lenguaje como un acto de
autoridad emanado de quienes dominan. Ellos dijeron: "esto es tal cosa",
vincularon a un objeto, a un hecho tal vocablo, y, de ese modo, se los han
apropiado así." (Genealogía de la Moral, I, § 2)
Lo que la genealogía muestra con insistencia es la imposibilidad de todo
significado estable, aislado, la ausencia, por lo tanto, de todo fundamento riguroso de
la verdad metafísica.
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