DEBATES Y PROPUESTAS PARA REPENSAR LAS ARTICULACIONES ENTRE LA COMUNICACIÓN TEÓRICA Y LA COMUNICACIÓN PRÁCTICA Dr. Tanius Karam Cárdenas México [email protected] Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, Miembro del Sistema Nacional de investigadores. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Ha sido profesor invitado DAAD en la Universidad HH de Dusseldorf. Sus líneas de investigación incluyen las relaciones entre literatura y comunicación. Actualmente desarrolla un trabajo sobre crónica y ciudad de México, lo que le ha llevado a trabajar la obra de periodistas-escritores como Carlos Monsiváis, José Joaquín Blanco, Elena Poniatowska y Fernando Benítez, entre otros. De sus publicaciones, es autor de Veinte formas de nombrar a los medios. Introducción a enfoques, modelos y teorías de comunicación (2010); coautor de 100 libros, hacia una comunicología posible (2005), El campo académico de la comunicación, una mirada reflexiva y práctica (2008), entre otros. 1 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. Resumen En este trabajo se problematiza la relación entre teoría y práctica, para ello se rastrean algunos antecedentes en la dinámica de las profesiones comunicativas como se definieron en el mundo griego. En la segunda parte, reflexionamos sobre el concepto razón y racionalidad, recuperamos algunos aspectos de la Teoría de la Acción comunicativa de Jürgen Habermas. En la tercera parte presentamos dos propuestas: en una de ellas se analizan las relaciones entre los distintos sub-campos académicos en comunicación; la segunda, es un casi de diseño curricular. Palabras Claves: Comunicación Práctica, Racionalidad, Teorías de la Comunicación Abstract This paper problematizes the relationship between theory and practice, this will track some background on the dynamics of communication professions as defined in the Greek world. In the second part, we reflect on the concept of reason and rationality, we recover some aspects of the Theory of Communicative Action by Jürgen Habermas. In the third part, we present two proposals: to analyze the relationships between the various sub-fields in communication scholars, the second is an almost curriculum. Key words: Communication Practice, Rationality, Theory of Communication Introducción La cuestión entre teoría y práctica ha devenido en los estudios de la comunicación como algo más que un debate de sobremesa. El hecho mismo que se presente como síntoma recurrente de la doble necesidad, por una parte, fundamentar lo teórico en su aplicabilidad; por la otra, atribuir a lo práctico una dimensión específica que no se quede en el mero uso de las tecnologías. Suma de prejuicios, la reflexión sobre los espacios profesionales, la comunicación aplicada, la “comunicación productiva” ― entendida como la que produce valor dentro de una empresa ― demanda de la comunidad académica, más que “resolver” lo que en realidad es un seudoproblema, ofrecer más elementos empíricos para el análisis, dar insumos a los planeadores, curricólogos especializados que permitan curricularmente tomar las mejores decisiones y al menos construir un grado mayor de coherencia. 2 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. El tema de la “comunicación teórica” y la “comunicación práctica” presenta diversas manifestaciones que van desde conversaciones peregrinas de café, el tradicional “muro de lamentaciones” (característico en algunas conversaciones entre profesores, particularmente sobre las limitaciones o quejas contra sus estudiantes), hasta terminologías un poco más elaboradas (Cf. Galindo 2005; Macías y Cardona, 2007) que articulan perspectivas teóricas entre estos dos tipos de comunicación o bien aterrizan lo que consideramos un espacio central, el currículo. Entre estos extremos podemos leer panoramas muy diversos que a su manera abordan las relaciones “comunicación básica” y “comunicación aplicada” (Cf. Fuentes Navarro 1991, 1998; Sánchez Ruiz, 2002; Galindo y Luna, 1995; Chávez y Karam, 2008). Si bien no es posible hacer un resumen de todos ellos, pretendemos replantear el problema con la idea de ofrecer al menos nuevos mecanismos de interrelación que superen la tendencia perezosa e improvisada de charla de sobremesa. 1. Nota previa: Debates entrelazados Lo “aplicado” de la comunicación podemos hurgarla en varios momentos de las actividades sociales del pasado. Proponemos que esa tradición en occidente quizá se visibilizó a partir de la tradición retórica y en los Sofistas ubicadas entre los siglos V a.C. y III a.C. No resulta impreciso decir que la tradición de las actividades comunicativas en occidente se desarrolló a la par del uso de la retórica surge en la antigua Grecia, en un momento particular y determinado por la reorganización de las polis-estado, las disputas y debates en torno a la propiedad de la tierra, lo que también le dio un carácter de res publica importante después en el imaginario de la democracia (Cf. López Eire y Santiago Guervos, 2000). Dentro del pensamiento comunicacional quizá la reflexión clásica en nuestras escuelas es el Arte Retórica (Cf. Aristóteles, 2005) que aborda temas centrales para la comunicación retórica: tipos de oratoria y clasificaciones incluso atendiendo al oyente, análisis sobre figuras, clase de argumentos; tipo de emoción y afecto, entre otros. Tradicionalmente se ha fundamentado en este libro el primer “modelo de comunicación” (Cf. Castro y Moreno, 2006) que de alguna manera establece un programa de estudio y que a su manera resuelve la presunta oposición entre lo básico y lo aplicado. 3 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. El objeto central de la retórica era la persuasión dada a través de tres modos el ethos (carácter o personalidad del orador), el pathos (le nivel emotivo, la capacidad para transmitir, las respuestas del auditorio) y el logos (estructura de los argumentos que se defienden). El impacto de los Sofistas, la mala fama que adquirió desde que Sócrates tomara la cicuta y luego Platón escribiera sus Diálogos, explica el cierto desdén de la filosofía occidental durante muchos siglos, con respecto a su estudio y fundamentación. Pero en su momento los Sofistas apenas mantuvieron una tenue línea de separación entre la filosofía y la retórica, fue un movimiento prolífico, exitoso e influyente en la vida pública. La inclinación retórica de los sofistas se manifestaba en su constante cuidado por la intervención del hombre con vistas a su intervención en los asuntos de la ciudad, formación encaminada al ideal del “bien decir”, y la conseguida a través de un estudio sobre lo lugares comunes. Los problemas de la retórica y sus efectos fueron importante porque se vinculaba al papel del hombre libre en la ciudad, la necesidad de preparase para desarrollar argumentos en defensa de sus propias tesis que por otra parte no era ajeno a los grandes temas filosóficos. Ahora bien, Aristóteles que había reflexionado sobre la retórica en el Arte Retórica, desarrolló su contrapeso en el Organon considerado por la historiografía como el libro fundador de la lógica, la cual aparece como una especie de contra-estrategia que ayuda a advertir de las consecuencias que puede tener la persuasiva. La lógica por complemento a la retórica, pretendía generar un mecanismo para someter la razón a examen, para conocer la estructura del razonamiento y contener los posibles encantos del ornato en la expresión. Este vinculo lógica-lenguaje vuelve aparecer en el Trivium medieval, que era uno de los sistemas formado junto con la retórica y lógica, a la gramática. Si algún antecedente puede imaginarse de nuestras escuelas de comunicación, no creemos exagerado proponer este Trivium como programa de tres rutas básicas y que dentro de la educación antigua y medieval se estructuraba a partir de las siguientes competencias: la habilidad de comprender hechos (gramática), la habilidad de razonar la relación entre hechos (lógica); y la habilidad de la expresión sabia y efectiva, la aplicación de hechos y la relación entre ello (retórica). Vemos aquí nuevamente un cierto principio de organizar la comunicación “teórica” con la “práctica”. 4 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. Desde el origen de las escuelas de comunicación esta disputa entre lo teórico y práctico estuvo muy presente; al respecto relató Francisco Prieto (1995: 159), escritor, director de escuela de comunicación por muchos años y presente comunicador lo mismo en radio que en TV. Recuerda que en 1963, al compartir el planteamiento de la entonces nueva carrera con Jean Wahl, el filósofo francé,s la veía más como amenaza, en sentido que “así como un buen aviador no podía ser filósofo, un filósofo nunca podría llegar a ser buen aviador”. Wahl se refería a la importancia de la reflexión racional en lugar del mero ejercicio orientado a la práctica y la persuasión. En otro contexto de reflexión, Martín Serrano (2005) indaga sobre el sentido de la “comunicación teórica” y se pregunta ¿para qué sirve estudiar las teorías de la comunicación? En una dirección parecida a la de Wahl, este autor español denuncia los usos manipulatorios de la comunicación que se dan en muchas prácticas sociales y profesionales. La “comunicación teórica” parece es la principal herramienta que ayuda a relativizar esa dimensión instrumental de la comunicación. Según Martín Serrano, “la presencia de la „teoría‟ en los planes de estudio de las universidades ha impedido que la enseñanza de la comunicación se haya degradado a la condición de mera técnica de control” (2005: 3-4). Para Martín Serrano, el científico está interesado en hacer-saber; crea y enseña conocimiento para que quienes lo utilicen amplíen su autonomía. La autonomía del alumno crece, en la medida en que pueda saber lo que la comunicación hace que otros hagan; de esa manera el estudiante profesional descubriría que el uso que haga de sus competencias comunicativas va a afectar su existencia y la de los demás. En oposición, el “controlador” está centralmente interesado en hacer-hacer. En este caso al alumnado se le ofrece conocimiento científico, en la medida en que sirva para dirigir el comportamiento de las personas hacia el objetivo que el profesional de la comunicación tenga encomendado. La línea divisoria entre la Teoría de la Comunicación y las técnicas de control social que recurren a la comunicación pasa por el lugar que, desde siempre, ha separado a los científicos de los sofistas. El “desinterés” del teórico no significa indiferencia: ni ante los usos del saber ni respecto a sus consecuencias; hacer saber incluye que los destinatarios estén capacitados para detectar lo que pretenden hacerles hacer, los controladores que ahora les forman y luego les contratan. De aquí el carácter crítico que es consustancial con toda teoría que se ocupe de saberes que van a ser aplicados profesionalmente. El autor termina su texto con una propuesta ya dicha desde hace varias décadas y en la que insistentemente ha 5 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. venido trabajando y que pone en diálogo a varias ciencias en lo que dicen con respecto no sólo a la comunicación social y humana, sino a la biológica que según este autor, hace posible pensar en un estudio científico de la comunicación, pero es un debate que por el momento no abordamos. 2. Entre la racionalidad de la comunicación teórica y de la comunicación práctica Uno de los debates que puede ayudar a problematizar el estatuto de los básico-teórico y lo aplicado-instrumental es lo que la filosofía ha reflexionado en extenso sobre razón y racionalidad que también nos ayude a generar más preguntas, a complejizar el vinculo entre los niveles lógicos implicados en la relación entre lo básico, lo empírico, lo aplicado, etc. Varios autores en la historia de la filosofía han señalada el doble carácter de la razón. Emmanuel Kant consideraba que la razón pura y la práctica (que da título a dos de sus trabajos más conocidos, Crítica de la razón pura, 1781; Crítica de la razón práctica, 1788) no eran dos tipos de razón, sino una misma, porque se explicaban de manera complementaria. La razón no es una abstracción pura desentendida del mundo, sino una facultad de doble dimensión: la primera como proceso para generar razones; la segunda, como una dimensión y capacidad discursiva. En los diccionarios de filosofía también se suele diferenciar entre “razón constituyente” en tanto se está haciendo y formando, la actividad racional, y “razón constituida” (como es la razón dada, ya desplegada, el reino de las razón o de las verdades racionales. El concepto de razón no es unívoco, ya que cabe hablar de distintos tipos y modo de razón (o ser razonable). Ferrater Mora (2001) enlista más de una decena de tipos: abstracta, analítica, concreta, crítica, dialéctica, histórica, instrumental, mecánica, perezosa, práctica y teórica; recta, vital—, un eje pertinente es el de conocer cómo la razón práctica y la teórica se entretejen. A la teórica a veces se le llama “especulativa” y se le puede estereotipar como “alejada de la realidad”, lo cual es inexacto porque este tipo de razón connota un principio de actividad, solamente que distinta a los emanados por ejemplo de la razón práctica. Ratio practica y ratio especulativa han sido términos usados lo mismo por Aristóteles que para Sto. Tomás de Aquino. Para Sto. Tomás de Aquino la especulativa se limitaba a aprehender las cosas, mientras que ratio practica no sólo aprehende, sino que también causa y genera. 6 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. De estos tipos de razón varios parecen pertinentes para el debate que nos ocupa. Por ejemplo, la Escuela de Frankfurt difundió mucho la oposición de la razón crítica y la razón instrumental. A su manera este debate entre la razón “crítica” e “instrumental” pone sobre la mesa el debate entre lo “teórico” y lo “práctico”, donde lo práctico se puede asociar no sólo a tecnología e instrumentos sino a formas de racionalidad particulares. Al escribir la Dialéctica del Iluminismo (1941), Adorno y Horkheimer tenían una aguda preocupación por cierta degeneración que consideran de la civilización occidental y la razón ilustrada. Uno de sus discípulos Jürgen Habermas (1987) popularizó la idea de racionalidad comunicativa, quien por otra parte recupera el debate de Max en torno a la racionalidad de los medios (racionalidad relativa) y la de los fines (también llamada absoluta); de hecho este ha sido también en el debate sobre la racionalidad uno de los debates más recurrente: medios y fines; práctico y teórico. ¿Se puede obtener fines racionales por medio no racionales? ¿se puede subordinar el medio al fin o viceversa? etc. Mosterín (Racionalidad y acción humana, 1978) plantea el problema en otros términos, el problema no es si la racionalidad es práctica o teórica, o si una es superior a otra; sino el grado de “incomplitud”, por ejemplo racionalizar la producción de algunos bienes sin ver el tema de los desechos derivados de esos bienes. De lo que se trata para Mosterin es que cada tipo de racionalidad puede fundamentar cabalmente sus criterios de evidencia, ya que centralmente la reflexión sobre la racionalidad es de los métodos que permiten tener suficiente evidencia o no. ¿Cuál sería el fundamento de suficiencia en el caso de la racionalidad comunicativa? ¿es posible pensar en algunos criterios de validez de esta racionalidad que luego podamos aterrizar a nuestros currículos en comunicación? Este famosísimo autor alemán subraya la importancia de una definición comunicativa para estudiar la razón moderna de la que no comparte el escepticismo de sus maestros. Por principio Habermas da un “vuelco lingüístico” e intersubjetivo a la idea de la racionalidad. La Teoría de la Acción Comunicativa (TAC) ha dado lugar a una nueva reformulación de la teoría de lenguaje, es decir la importancia del lenguaje para definir, entender los grandes problemas de la comunicación y la sociedad. No se trata solamente de reflexionar sobre las grandes interrogantes del conocimiento, sino eso cómo se pone en juego en la interacción y sobre todo en el lenguaje que usamos para ponernos de acuerdo. Si la “primera generación de la Escuela de Frankfurt” planteó el lenguaje como un elemento más de los fenómenos sociales y culturales, Habermas considera, el análisis de la acción comunicativa (no 7 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. habla en este sentido directamente “de” o “sobre” medios de comunicación) como un componente esencial para el conocimiento de las formas de construcción de la realidad social y como el elemento motor que podrá posibilitar cualquier acción conducente a la autoemancipación de los individuos frente a los sistemas de dominación, puesto que en el contexto lingüístico de comunicación los sujetos interpretan la naturaleza y se interpretan a sí mismos dentro de su entorno. La preocupación por esta construcción de la realidad lleva a Habermas como lo hiciera Weber y Parsons a reflexionar sobre el concepto de acción social. Para Habermas la construcción de la realidad social se basa en dos tipos de acción, la „instrumental‟ y la „social‟. La primera resulta del nivel técnico aplicado al proceso de producción como transformación de la naturaleza exterior; la acción social resulta de la interacción simbólica intersubjetiva que se a su ves se desglosa en tres nuevos subtipos de acción: (a) la acción comunicativa que presupone la existencia de una posibilidad efectiva de establecer un diálogo libre de coerciones, basado en la igualdad de roles comunicativos y en la presuposición de condiciones universales de comprensión mutua tendientes al establecimiento de un consenso entre los actores como finalidad última de la acción social; (b) si por el contrario, en dicha acción social se sitúan actores enfrentados que orientan el diálogo hacia el propio éxito, reconocemos un sub-tipo acción estratégica; (c) por último, la acción social podrá realizarse como acción simbólica, la cual no necesitará de un discurso verbalizado. (Cf. Saperas, 1985: 175-175). Muy influenciado por Weber, Habermas señala que la acción comunicativa ocurre dentro del Mundo de la Vida, el lugar en el que puede darse la comprensión y el consenso basado en la razón. La racionalización en el Mundo de la vida conlleva la aparición de la cultura, la sociedad y la personalidad como elementos diferenciados en las colectividades modernas. La acción comunicativa tiene como consecuencia la integración social, el acuerdo, la resolución de los conflictos y las necesidades sociales a través del acuerdo racional y el consenso, para el cual Habermas da pasos, criterios y formas de lo que se llama “Situación Ideal de Habla” (SIH). No es aquí el espacio para hacer un resumen de la TAC, simplemente queremos caracterizar como un tipo de fundamentación a partir de la acción social comunicativa y más propiamente de la SIH. No mencionamos las abundantes críticas y sobresaltos que este enfoque genera y que 8 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. aspira a esa función racional dialógica civilizatoria de la comunicación. Lo interesante para los estudios de comunicación es subrayar que esa racionalidad no puede ser el actor solipsista, ni la consolidación de una razón monolítica ensimismada, sino que se orienta a otros, y tiene que buscar, esos universales pragmáticos que permitan constituir la situación ideal de habla que pasa por la preocupación del lenguaje, y en el caso de Habermas particularmente una idea de la argumentación, la comprensión y la acción comunicativa como orientada al entendimiento. De esta TAC queremos rescatar un rasgo en las competencias formativas que ofrece un acercamiento sistemático, organizado, etc. en principio la SIH es un medio para la interlocución, para la apertura con cierta confianza en el lenguaje y la creencia en la posibilidad del entendimiento. Si aceptamos este supuesto, uno de los rasgos de la acción comunicativa es justamente la posibilidad de más interlocutores, en tanto que dicha acción revierte el ensimismamiento, el aislamiento, y sabe guardar una relación crítica con la tecnología. El SIH aparece como un entorno para que cualquier profesional pueda abrir y abrirse más redes, más sistemas de diálogo. Quien conoce “teoría” —siguiendo esta línea argumental— puede dialogar con más personas, porque en principio dispone de las competencias para superar los obstáculos convencionales al entendimiento compartido. Al mismo tiempo, al disponer de un sistema que no se deja determinar por las emociones, o por las limitaciones culturales, eso en principio, facilita un tipo de apertura que permite una posibilidad fundamentada de interlocución sustentada en ciertos principios pragmáticos de argumentación. Somos conscientes que las críticas a esta imagen son deudoras de las propias críticas al TAC de Habermas. Pero parece interesante hacer énfasis en un aspecto que muy pocas veces se relaciona con la enseñanza-aprendizaje del pensamiento académico y científico de la comunicación en nuestras universitarias, y que por desgracia va de hecho en contracorriente al estereotipo del “teórico” malhumorado o del “crítico” como una actitud hiper-criticista frecuentemente estancado en el malestar y la reacción, más que en la proposición o la estrategia. La imagen que derivamos del TAC, va en contrasentido y ofrece de hecho una orientación más abierta a las competencias por el diálogo académico, universitario y de altos estudios (por no decir “científico”, palabra con muchos problemas en el campo de la comunicación). Un pendiente en 9 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. el diseño curricular en comunicación es poner a prueba esos principios racionales, del cual ciertamente la idea de Habermas es una, pero no es la única. 3. Entre dos propuestas y una pregunta Como hemos señalado, referir simplemente al debate curricular en comunicación como teoría o práctico es muy impreciso, más asociado a intentos débiles de explicar el fenómeno que propiamente como una descripción detallada de lo que supone su discusión. En el fondo, la famosa relación teoría-práctica, pasa por la reflexión en las relaciones entre los subcampos que forman el campo académico (enseñanza, aprendizaje, campos profesionales, investigación teórica y aplicada…). Enrique Sánchez Ruiz (2002) ha hecho una propuesta sobre cómo se puede fortalecer la articulación entre éstos subcampos. Para ello hay que señalar que ve el problema desde la comunicación mediática, los estudios de comunicación masiva, y esa tradición muy crítica contra cualquier concepto que acepte la idea de una “ciencia de la comunicación”. La comunicación no es una ciencia, se trata de un objeto-encrucijada multidimensional que siempre ha necesitado de la inter y transdisciplina y que no se puede “desdisciplinarizar”. El debate de lo teórico-práctico se enmarca en lo que desde los ochenta comenzó a llamarse “campo académico”, constituido por varios “subcampos” (Cf. Galindo y Luna, 1995). Sánchez Ruiz recuerda que preexiste al campo académico los dominios profesionales que fueron el “referente empírico” previo y fuente después de la emergencia de la enseñanza universitaria como un primer fenómeno del campo; este subcampo se articula con el de la investigación que preexistía porque antes de las escuelas ya se investigaba a la comunicación y a los medios; luego se generaron otras actividades de extensión relacionadas con la comunicación y las de vinculación a los mercados de trabajo, a las agencias de investigación o a la investigación hecha por las universidades, igualmente en pocos casos algunas universidades comenzaron hacer investigación para el sector privado, o para el gobierno mismo. Sánchez Ruiz cita el dilema planteado en la tesis doctoral de su coterráneo Fuentes Navarro, entre las dos alternativas para reestructurar el subcampo de la investigación académica: la “extensión de la imaginación utópica” o b) la “recuperación del pragmatismo”. Sánchez Ruiz considera que no son opuestas y cree existe un lugar para un “pragmatismo utópico”, porque lo que se llama “desarrollo sustentable” —o término parecido— no puede dejarse solamente a 10 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. merced de las fuerzas del mercado. El autor tapatío prosigue: de frente al fundamentalismo del mercado y sus perniciosas consecuencias, es indispensable recuperar el espíritu crítico, ético y moral. Por tanto el reto es que nuestra investigación conceda el criterio de eficiencia pero que no prescinda de la autocrítica, de la capacidad de examinarse a sí misma y que huya del fundamentalismo o maniqueísmo simplificador; es necesario un “pragmatismo utópico” que permita demostrar válido el aserto que se le atribuye a Kurt Lewin de que “no hay nada más práctico que una buena teoría”. Varios autores desde los ochenta, recuerda Sánchez Ruiz, han señalado la poca articulación que había entre enseñanza e investigación en las escuelas de comunicación e incluso reconoce FELFACS le ha dedicado muchos esfuerzos. El centro de su propuesta consiste en estudiar las tensiones entre las relaciones subcampales, a saber, entre enseñanza e investigación; entre investigación y campos profesionales; entre enseñanza y campos profesionales; entre investigación básica e investigación aplicada. Al final del ensayo que hemos resumido de la paráfrasis que hace de sus propuestas, entre ellas (Sánchez Ruiz, 2002: 30-32): “Los investigadores académicos efectivamente hacen investigación empírica, aunque no necesariamente dejen de producir teoría. La investigación empírica es la forma primordial de ligar las pesquisas con la realidad. […] “Los investigadores „aplicados‟ acuden a teoría y a hallazgos empíricos de la investigación “básica”, para enriquecer y contextuar las interpretaciones a sus propios descubrimiento (mejorando en extensión y/o profundidad las recomendaciones al cliente). “Los profesionales de la comunicación se informan y actualizan, leyendo la producción académica de los investigadores „básicos‟. […] “Los docentes de escuelas, facultades y departamentos de comunicación se informan y actualizan, leyendo la producción y los datos de la investigación básica, tanto como la aplicada (cuando ésta está disponible). La enseñanza de las profesiones entonces adquiere mayor pertinencia con respecto a la realidad concreta que constituye el ámbito de intervención de los comunicadores profesionales. […] “El investigador académico es consultor del comunicador y/o de quien establece políticas públicas en el campo y/o de usuarios, receptores o público (por ejemplo, en ONG‟s.). La 11 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. investigación realizada contribuye a resolver problemas inmediatos, pero también a generar bases de datos e informaciones puntuales que eventualmente también auxilian en la construcción de teoría o de conocimiento (comprensión, explicación)”. Sánchez Ruiz termina su texto recordando cómo los intereses de estos subcampos son muy distintos, así sugiere dejar la “investigación privada” para la empresa privada y que las instituciones educativas públicas se encarguen principalmente de aspectos referidos a políticas públicas, ya que no siempre el interés privado implica beneficiar al bien común (2002: 30). Ante lo inequitativo que prosiguen siendo nuestras sociedades, el autor sugiere centrar la orientación hacia un conocimiento “útil socialmente, productivo en lo científico y generador a la vez de alternativas viables a ese principio de realidad que hace que nuestros países sigan siendo tan asimétricos, tan inexcusable e inmoralmente injustos” (2002: 31). Una segunda propuesta se centra en un cambio de curriculum y que implique el buen diagnóstico y seguimiento. En México, salvo algunos intentos aislados, ha habido poca reflexión sistemática sobre el diseño curricular en comunicación, modelos curriculares, o bien aspectos pedagógicos propiamente abocados al curriculum en comunicación. Cada universidad lleva un proceso distinto: algunas incluyen asesoría, investigación, equipos multidisciplinarios, recursos, etc., pero muchas, la mayoría, no incluso hay casos (los menos) que pueden subcontratar a otros actores para que realicen el trabajo. Eso genera que los distintos productos curriculares sean muy diversos, además al no existir criterios de evaluación —lo que ciertamente ahora ha comenzado a construirse, al menos en México—, dificulta mucho que por mera autorganización los equipos curriculares generen materiales coherentes, sistemáticos con sólidos criterios de evaluación en su interior. Por otra parte, al no haber un ejercicio de análisis sistemático y general, al menos a nivel regional, cada espacio o institución funciona con sus recursos y medios, y con alcances también distintos que van de medianos a magros. Dentro de estas experiencias, una de ellas (que seguramente no será la única) nos ha llamado gratamente la atención. Se trata de la investigación y diseño que durante varios años encabezaron las profesoras Diana Cardona y Norma Macías (Cf. Cardona, 2003; Macías y Cardona, 2004, 2007, 2008) y entre cuyos méritos radica el haber generado una propuesta innovadora que 12 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. resuelve mediante una perspectiva sistémica-constructivista la visión funcionalista o instrumental, como también la crítica o denuncista, por una más amplia y compleja. De hecho, de acuerdo a esta propuesta no hay propiamente contradicción entre lo “teórico” y lo “práctico” porque la intervención estratégica, el nuevo objeto privilegiado, demanda un enfoque distinto que impregna e incluso elimina el sentido del problema teórico-práctico. Las autoras parten de la idea que el mercado de trabajo tiene cada vez más estrecha relación con la formación universitaria: ¿para qué estudiar profesionalmente en un área que no ofrece trabajo a los egresados? ¿Cómo capacitar en la universidad de forma tal que el profesionista pueda aplicar su conocimiento en las vacantes laborales y con las especificidades de las mismas? ¿cómo lograr que la preparación académica haga al egresado competitivo profesionalmente? Es imposible responder estas preguntas sin un conocimiento empírico de la sociología de las profesiones comunicativas, cargado de paradojas y engaños, no siempre restrictivos, a la articulación de la educación superior/mercado laboral en comunicación. En sus trabajos Macías y Cardona han relatado extensamente el proceso de rediseño curricular y la superación del eje formado entre los enfoques curriculares mediático-instrumentales y los más humanistas o amplios, por uno más estratégico que tiene como disciplinas el marco a las ciencias cognitivas, el cual se mueve en el paradigma de la complejidad, generando diálogo con las neurociencias y neurohumanidades que superan el anclaje de la comunicación desde la sociología, la ciencia política, la psicología social o la filosofía clásica y subraya la dimensión interventora de la comunicación como una práctica extensa no reducida a los instrumentos (sean éstos protomedio, medios masivos o nuevos medios). En su enfoque dan mucho peso a un especie de materia-gozne llamada Desarrollo de proyectos¸ y como objetivo principal buscan centralmente que el profesional aprenda sobre todo a resolver problemas en comunicación, a intervenir cualquier nivel de comunicación mediante operaciones y competencias que incluyen investigar, diagnosticar, elaborar un plan estratégico, llevarlo a cabo gracias a su manejo de las herramientas o medios y, finalmente, evaluarlo y rediseñarlo. Las autoras han insistido en la importancia de proponer una concepción distinta que puede tomar como referencia los famosos tres modelos curriculares de Fuentes Navarro (1991, 1992), o los cuatro de Karam (2005), pero que a su manera, el profesional tiene que construirá su profesión 13 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. de otra manera, viéndola como interventor de las redes de relación y comunicación de la sociedad; verse más como un gestor de procesos comunicacionales y demostrándole las ventajas de implementar, bajo esta mirada, programas de comunicación; convencido en la idea de la comunicación también como una “ciencia aplicada”. Las autoras aceptan el término comunicólogo —muy a diferencia de Sánchez Ruiz—, y aceptan con Jesús Galindo ha llamado una Comunico-Metodología (Cf. Galindo, 2005), que tiene como aspiración el formar un mediador que resuelva problemas diagnosticados en las redes sociales de un sistema cuando impliquen intercambio de información; este profesional teóricamente cabe donde es necesario construir propuestas de vinculación y articulación: en la pareja, en la familia, en los grupos accidentales y establecidos, en las instituciones y en el más amplio nivel social: la comunicación masiva y en las redes estructurales de un macro sistema social. Para realizar este cambio (last but not least), no basta el cambio de contenidos en las materias, sino un el de un produccióntransmisión y recepción de los saberes dentro de la universidad. Uno de los aspectos que subyacen al problema de la comunicación, es el de su definición como objeto o como práctica. Siempre el referente comunicación concita varios títulos académicos y definiciones curriculares. Es conocida la clasificación que hace más de 10 años Claudia Benassini (2000) hizo a propósito s los nombres que tiene la carrera de comunicación, en ese momento identificó casi 20 subgrupos para nombrar a las carrera, lo cual en sí mismo es ilustrativo y de lo que subrayamos, algo a lo que la autora concluye: las escuelas de comunicación continúan privilegiando los campos tradicionales a pesar de su saturación y constancia, lo que en parte ayuda a explicar la diversidad nominativa y la generación de estas opciones para asegurar alguna matrícula y atraer así a estudiantes con muy distintos intereses. Finalmente proponemos como hipótesis que el llamado problema teórico-práctico en realidad parece signo de otra serie de problemas, por ejemplo, las condiciones en las que se elaboran los planes y programas de estudio, las deficiencias estructurales del campo académico (sin mucha sistematización, consenso y grado de profesionalización en la mayoría de las escuelas) y a un nivel más amplio si se quiere la crisis de la educación superior (al menos en México), las variantes del mercado de trabajo y la desarticulación general entre los subcampos del campo académico (Cf. Galindo y Luna, 1995; Chávez y Karam, 2008). Lo teórico-práctico, en sus variantes expresivas y argumentativas reflejan ese malestar por los cambios del trabajo —para 14 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. nada propios de la comunicación (al menos en México) —, y por qué no, de cierta razón perezosa en el pensamiento comunicacional, frecuentemente aletargada en estereotipos, modas. No queremos negar los avances justamente en lo que decimos aún prescinde —como la sistematización por ejemplo— y que ciertamente hoy tenemos una visión un poco más clara a la de hace unas décadas; hay demás, gracias al internet, una interconexión de revistas, académicos, instituciones, tesistas, investigadores, programas que nunca se pensó hace 20 años. Ello conlleva que el panorama sea más complejo no solo por país (más escuelas, más revistas, más investigadores) sino por área temática o línea profesional. Lo teórico-práctico se mueve en una proposición que de acuerdo al tipo de planteamiento, el criterio de validez y el tipo de racionalidad, obtendremos resultados distintos en su planteamiento. Lo que resulta innegable es el cierto malestar curricular como un conjunto de percepciones y representaciones en torno al desfase de la comunicación básica y aplicada, el cual no pretendemos obviar o negar, sino replantear a la manera, por ejemplo, que algunas revisiones historiográficas de las profesiones en comunicación lo han hecho (por ejemplo, Cf. Islas, et al, 2002), pero de lo cual es una condición de entendimiento en esa especie de Situación Ideal de Habla entre especialistas en curriculum un ejercicio analítico de honestidad —sin lamentos ni sobremesas—, que identifique lo que está fuera del ámbito de las escuelas y lo que estratégicamente sí se encuentra al alcance de los agentes al interior del campo. Este análisis debe incluir al mundo de las profesiones, del trabajo y del mercado, los modos de su vertiginosidad y complejidad. Y esto es algo que, salvo en excepciones, el mundo académico con sus recursos no pueden únicamente con sus propios medios, de aquí la importancia de organizaciones nacionales o regionales que nos parece tendrían que proveer esos insumos y satisfacer algunas condiciones de posibilidad para generarlos. Si aceptamos la idea de lo básico-aplicado como un seudoproblema por el tipo de planteamiento que se ha hecho, el reto no es conciliar sus racionalidades (sustantivas y relativas) en el sentido de hacer una síntesis de entidades consideradas previamente como opuestas, sino esclarecer sus criterios de validez, su fenomenología, el vínculo entre medios, estrategias y recursos, como también de fines. Proponemos la inversión al interior del campo en el diseño curricular como 15 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. primer espacio constructivo de esa situación ideal de habla, lugar para ensayar y construir el entendimiento entre el hacer-saber y el hacer-hacer. 16 EDICIÓN No. 85: COMUNICACIÓN APLICADA. OCTUBRE- DICIEMBRE 2012. AÑO DE PUBLICACIÓN 2012. Referencias Aristóteles. (2005). Arte Poética * Arte Retórica. 3ª ed. México. Porrúa (Colección Sepan Cuantos, 715) Benassini, C. (1999). Campos profesionales y mercados laborales, en Anuario de investigación de la comunicación V. México: CONEICC. ------------------------ (2000). Escuelas de comunicación: ¿un imaginario social?, en Revista Mexicana de comunicación (63), FMB, México, 19-26. ------------------------ (2001). La formulación académica de profesionales ante las tecnologías informativas, en Revista Mexicana de Comunicación (69) México, Fundación Manuel Buendía, 30-34. -------------------------- (2001). Escuelas de comunicación. ¿Realidad o imaginario?, en Diálogos (62), Lima, FELAFACS, 42-51. Cardona, D. (2003). 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