Javier Aguirre Santos

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ARISTÓTELES: APORÉTICA COMO METODOLOGÍA.
EL CASO DE METAFÍSICA B
Javier Aguirre Santos
RESUMEN
En la época de redacción de Metafísica B Aristóteles ya había desarrollado el complejo
conceptual y doctrinal necesario para resolver las aporías generadas por la filosofía anterior,
hecho constatable por la importante presencia del realismo aristotélico en dicho tratado.
Por otro lado, en el modo aporético de redacción de B es manifiesta la influencia de la
actividad institucional ateniense, así como de la actividad dialéctica desarrollada en el Liceo. De ambos hechos puede colegirse que la redacción aporética de B es más una estrategia
metodológica que un plan a desarrollar en el futuro.
PALABRAS CLAVE: Metafísica, realismo, aristotelismo, aporética, metodología, dialéctica.
En el libro B de la Metafísica, Aristóteles plantea y desarrolla las aporías
fundamentales a las que deberá enfrentarse todo aquel que quiera abordar la realidad desde su radical perspectiva ontológica1. En este sentido, el libro B constituye
un momento metodológico fundamental, consistente en la toma de conciencia de
los problemas antes de la búsqueda de una solución positiva. Resulta significativo el
hecho de que, a excepción de B —y de K—, el resto de los tratados que conforman
la Metafísica hayan sido objeto de su correspondiente comentario particular y exhaustivo durante estas últimas tres décadas.
Frente a este relativo olvido, una delimitación precisa del libro B dentro de
la obra de Aristóteles podría abrir nuevas vías de investigación en torno a problemas
REVISTA LAGUNA, 9; julio 2001, pp. 37-52
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«Aristotle: Aporetics as Methodology. The case of Metaphysics B». By the time Aristotle
started writing Metaphysics B, he had already developed the conceptual and doctrinal complex
needed in orden to solve the apories generated by previous philosophies. This fact can be
verified by the significant presence of Aristotelian realism in that treatise. On the other
hand, the aporetic way in which he writes B, manifests both the influence of the Athenians
institutional activity and the dialectic activity developed at the Lyceum. Fromm both facts
it can be concluded that the aporetic style of B should be better considered as a
methodological strategy than as a plan to be developed in the future.
KEY WORDS: Metaphysics, realism, aristotelism, aporetics, methodology, dialectic.
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ABSTRACT
ya tradicionales —cronología, sistematización de las doctrinas, debate unitarismo /
dualismo, etc.—. En el presente trabajo se tratarán brevemente dos aspectos relativos al carácter aporético de B: el primero hace referencia al background o trasfondo
filosófico que nutre de contenidos las aporías de B. Desde que Werner Jaeger llevara
a cabo su particular lectura platonizante de B, el tema ha sido tratado con relativa
frecuencia.
El segundo aspecto, mucho menos tratado, al menos de un modo sistemático, hace referencia a la estructura o aspecto formal de las aporías. La hipótesis
desarrollada en el presente trabajo es que la tradición dialéctica y retórica antiguas,
unidas muy estrechamente a la actividad institucional ateniense durante los siglos V
y IV, juega un papel fundamental en la conformación estructural de las aporías de B.
Del estudio de estos dos aspectos se infiere, finalmente, que el planteamiento aporético del libro B es más metodológico que real2; dicho de otro modo, que
Aristóteles conoce de antemano el camino a seguir en la solución de las aporías,
independientemente de que llegue o no a una solución final positiva. Este será,
pues, el objetivo final del desarrollo de los dos puntos anteriores.
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EXPOSICIÓN SUCESIÓN
DE B,2-6
TEMA DE LAS APORÍAS
SUCESIÓN EXPOSICIÓN
DE B,1
2, 996 a 18
b 26
1ª
¿Corresponde o no a una misma ciencia estudiar todos los géneros de causas?
1ª
995 b 4-6
2, 996 b 26
997 a 15
2ª
¿Corresponde o no a una misma ciencia estudiar los principios demostrativos?
2ª
995 b 6-10
2, 997 a 15
25
3ª
¿Corresponde o no a una misma ciencia el estudio de todas las substancias?
3ª
995 b 10-13
2, 997 a 25
34
4ª
¿Corresponde a la ciencia buscada el estudio de los accidentes o sólo las substancias?
5ª
995 b 18-27
2, 997 a 34
998 a 19
5ª
¿Existen otras substancias aparte de las sensibles?
4ª
995 b 13-18
1
La lista de aporías expuestas en B,1 y analizadas a lo largo del tratado B se exponen de
forma abreviada en K, 1,2.
2
Es interesante constatar las posturas opuestas de los comentaristas modernos; así, en su
Introducción a la Metafísica, p. LXXVII, de acuerdo con el contenido de B, Ross entiende que la Metafísica «expresses not a dogmatic system but the adventures of a mind in its search for truth». Tricot, por
su parte, en Met., p. 119-120, n. 2 defiende una postura contraria a la de Ross: «ces notions de Puissance
et d’Acte, de Matiere et de Forme, de causse efficiente et de fin, etc., sont les articulations maîtresses,
conçues antérieurement á toute véritable déliberation [...]». Con respecto a esta misma cuestión, posturas similares defienden Aubenque y Reale respectivamente. Tal como podrá comprobarse a lo largo
del trabajo, la postura defendida en este artículo se decanta claramente del lado de Tricot y Reale.
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6ª
¿Son los principios primeros los géneros o los elementos materiales?
6ª
995 b 27-29
3, 998 b 14
999 a 23
7ª
¿Son los principios primeros los géneros supremos o los géneros últimos?
7ª
995 b 29-31
4, 999 a 24
b 24
8ª
¿Existe algo aparte de los singulares?
8ª
995 b 31-36
4, 999 b 24
1000 a 4
9ª
¿La unidad de los principios es específica o numérica?
9ª
996 a 1-2
4, 1000 a 5
1001 a 3
10ª
¿Son los mismos los principios de las cosas corruptibles y de las incorruptibles?
10ª
996 a 2-4
4, 1001 a 4
b 25
11ª
¿«Lo que es» y «lo uno» son substancias de las cosas o no?
11ª
996 a 4-9
5, 1001b 26
1002 b 11
12ª
¿Los números y las entidades geométricas son substancias o no?
14ª
996 a 12-15
6, 1002b 12
32
13ª
¿Aparte de las cosas sensibles y de las intermedias existen las formas?
-
-
6, 1002b 32
1003 a 5
14ª
¿Los principios son en potencia o en acto?
13ª
996 a 9-11
6, 1003 a 5
17
15ª
¿Los principios son universales o singulares?
12ª
996 a 9-10
1- El estudio de la génesis y naturaleza de las aporías de B está estrechamente
unido al interés de los autores contemporáneos por la evolución filosófica de Aristóteles. Como en tantos otros casos, la obra de Jaeger3 supone, sin duda, un nuevo
punto de partida en el estudio del libro B. Desde una perspectiva genético-evolutiva,
W. Jaeger distinguirá tres períodos en la evolución intelectual del estagirita, tres períodos en los que, según el autor, se manifiesta un progresivo alejamiento del platonismo, un mayor interés por la ciencia y la investigación empírica, y un progresivo
abandono de la especulación metafísica. En este esquema evolutivo, B —junto a A y
G, y determinadas partes de E, L, M y N— dataría del período de transición iniciado
por el diálogo Acerca de la Filosofía (peri filosofièav). En consecuencia, tal como
resume el propio autor,
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Jaeger, Aristotele, 1923; trad. Esp. 19842.
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3, 998 a 20
b 13
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Lo que desarrolla el libro B son pura y simplemente los problemas de la doctrina
platónica [...]. Las cuestiones suscitadas radican sin excepción en la esfera de lo
suprasensible. En su totalidad constituyen un tipo de filosofía que no se limita a
derivarse por completo de Platón, sino que es platónico por su misma naturaleza,
a pesar del hecho de entrañar una actitud escéptica frente a las Ideas y estar animado por ella. Todos los problemas de la «ciencia que buscamos» surgen de la crisis de
la doctrina de Platón, y consisten en esfuerzos tendentes a rehabilitar la afirmación
de la realidad suprasensible4.
Según W. Jaeger, tras las cuatro primeras aporías, concernientes a la naturaleza
de esa nueva ciencia, el resto de las aporías —once en número— estarían unidas por un
renovado interés en la restauración de lo suprasensible (cwrismo‰v) ante el escepticismo provocado por la doctrina de las Ideas5. Hay que recordar, no obstante, que en la
defensa de su hipótesis Jaeger no ofrece otra prueba que el interés manifiesto de Aristóteles por temas ya tratados por Platón, particularmente por el tema de la trascendencia.
Pero evidentemente, la cuestión de fondo no es tanto el problema o problemas
tratados, como el modo en que dichos problemas son abordados. Desde esta perspectiva, la cuestión de los contenidos de B deviene considerablemente más compleja.
Hay que añadir, por otra parte, que Jaeger en ningún momento tiene en
cuenta la estructura tesis/antítesis en torno a la cual son planteadas todas y cada una
de las aporías, ni el hecho de que en todas y cada una de las aporías la opción
defendida por la tesis sea siempre antiplatónica o no platónica.
Situado en el extremo opuesto de Jaeger, Emilio Oggioni6 subrayará la importancia de las doctrinas antiplatónicas expresadas en la tesis de cada aporía. A juicio de
Oggioni, la composición de B no dataría de una época de inspiración platónica sino,
muy al contrario, de una época empirista y antiplatónica. Dentro del par tesis/antítesis
Aristóteles habría optado por la primera, afirmando así la verdad de la tesis empíricoinmanentista frente a la falsedad de la antítesis idealista-trascendentalista7. Aunque en
un sentido contrario, la postura del estudioso italiano es tan unilateral como la de Jaeger.
Emilio Oggioni en ningún momento tiene en cuenta que, en muchas ocasiones, la tesis
antiplatónica expresa un pensamiento puramente fisicista ya examinado y refutado en
A8. Por otro lado, en la aporía octava, cuyo tema es la trascendencia, Aristóteles rechaza
la tesis que afirma la existencia única de substancias sensibles y singulares9.
4
Ibídem, p. 226.
Ibídem, p. 225.
6
E., Oggioni, Aristoteles, Metafisica, pp. 101-137.
7
Ibídem, p. 127.
8
Así, Empédocles es mencionado en las aporías sexta (B, 3, 998 a 30), décima (B, 4,
1000 a 25) y undécima (B, 4, 1001 a 12), y sus doctrinas han sido refutadas en A, 8, 989 a 20-30.
Las críticas también están dirigidas a la física desarrollada por los filósofos jonios (988 b 22-989 a
19) y a Anaxágoras (989 a 30-b21), si bien estos no son explícitamente mencionados en B.
9
B, 4, 999 B-final. En ningún momento se acepta la existencia única de substancias
sensibles singulares; de hecho, el problema que se plantea es descubrir sobre qué cosas se establece la
forma o forma específica.
5
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10
El grueso del tratado A está dedicado al análisis y crítica de las doctrinas platónicas.
Cf. A6 y 9.
11
Creemos firmemente que la importante presencia de la filosofía propiamente aristotélica
en el desarrollo mismo de las aporías pone de manifiesto el interés fundamentalmente metodológico
y pedagógico en la utilización de la estructura aporética por parte de Aristóteles.
12
Cf. especialmente G., Reale, Teofrasto e la sua aporetica metafisica, 1964, fundamentalmente el capítulo tercero pp. 78-87; también Il concetto..., cap. II, pp. 91-98.
13
Cf. P., Gohlke, Die Entstehung der aristotelischen Prinzipienlehre, 1954, pp. 37-46 y M.,
Wundt, Untersuchungen zur Metaphysik des Aristoteles, 1953, pp. 79-102. Un preciso resumen de las
tesis de ambos autores es desarrollada brevemente por Reale en Il concetto..., p. 95, n. 180.
14
Fís. II, 3.
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De la consideración de estas dos posturas, en cierta medida extremas, puede
concluirse que en la época de redacción de B, Aristóteles no se encontraba en un
período puramente platónico, ni en un período puramente antiplatónico. Muy al
contrario, la comprensión y solución de las aporías de B pasa por la necesidad de
considerar ambas tradiciones, pues tanto la tradición pitagórico-platónica como la
tradición naturalista jonia tienen ambas una importante presencia en B. Ciertamente, la presencia de las doctrinas platónicas en B es notable y, sin duda, constituyen una referencia mucho más sólida desde el punto de vista filosófico. Aristóteles
las considera muy superiores, tal como se aprecia en el libro A10, tratado muy cercano a B en el tiempo. Y así, de hecho, algunas de las principales doctrinas platónicas
están muy presentes en el planteamiento y desarrollo de las aporías: el problema de
la existencia de las Ideas y de las realidades matemáticas aparece en las aporías quinta, octava y decimotercera; la existencia del Ser y del Uno, en la undécima; la
substancialidad de los números y magnitudes geométricas, en la duodécima; finalmente, la concepción platónica de los principios, en las aporías sexta, séptima, novena, decimotercera y decimoquinta.
Por otra parte, también es verdad que para intentar resolver las aporías de B
es necesario llegar a un plano que recoja sintéticamente las dos posiciones opuestas
de la tradición filosófica griega y eliminar en la medida de lo posible, los errores y las
deficiencias en que hayan podido caer una y otra tradición. Pero al afirmar esto, se
está dando por supuesto también que en el planteamiento mismo de las aporías,
junto a la crítica a la tradición prearistotélica, hay al mismo tiempo, una importante
presencia de las doctrinas del propio Aristóteles11. Estas doctrinas, reunidas, conforman una nueva concepción filosófica que, en palabras de G. Reale12, puede denominarse realismo aristotélico. El núcleo de esta nueva concepción filosófica se
estructuraría en torno a las nociones de substancia (ousièa), especie, forma y esencia
(ei‚dov, morfh‰, to
† tiè h‰neinai), materia (uélh), compuesto (suènolon), potencia y
acto (duénaiv, e†nergeia).
En apoyo de esta tesis, puede añadirse que algunas aporías no surgen del
encuentro de las dos tradiciones prearistotélicas, sino del encuentro de la filosofía
platónica con la filosofía aristotélica. Es el caso de las aporías séptima, duodécima y
decimocuarta. A este respecto, hay que señalar que tanto P. Gohlke13 como M.
Wundt14 habían visto en la doctrina de la potencia y el acto la llave para la solución
42
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de todas las aporías planteadas en B; pero la convicción de que B era un tratado de
transición en el que las aporías constituían realmente problemas no resueltos por
Aristóteles, llevó a Wundt a considerar la aporía decimocuarta —relativa a la potencia y el acto de los principios— un añadido posterior. Dicho de otro modo: Aristóteles, en la época de B, todavía no habría llegado a formular la doctrina de la potencia y el acto.
Pero es que, además, en un número importante de aporías ya se supone la
presencia de tesis aristotélicas desarrolladas en la Física y en los tratados de lógica.
Así, en el desarrollo de la aporía primera ya está presente la doctrina de las cuatro
causas investigadas en la Física; la doctrina de la materia y la forma15 como explicación del cambio lo encontramos en la aporía octava; ya se ha hablado anteriormente
también de la doctrina de la potencia y el acto16, presente en la aporía decimocuarta.
Y en lo que se refiere a los tratados de lógica, la teoría de la ciencia aristotélica,
particularmente lo que concierne a la estructura de la ciencia demostrativa17, se
encuentra contenida en las aporías segunda, tercera y cuarta; el problema de la
definición18 en las aporías sexta y séptima. Finalmente, la noción de substancia ya
tiene un significado propiamente aristotélico a lo largo de todo el libro B.
Tras este breve análisis, puede concluirse que las doctrinas aristotélicas están
ya muy presentes en la composición de B, por lo que las aporías operan desde tres
niveles: un primer nivel jónico-empirista, un segundo nivel, más importante, platónico-idealista y, finalmente, un tercer nivel realista-aristotélico que ya intuye la superación de las dos tradiciones anteriores y que se estructura en torno a las nociones y doctrinas ya mencionadas.
2- El interés por la investigación del lenguaje en Grecia coincide con el surgimiento del sistema de la polis y aumenta a medida que el sistema democrático se va
afianzando en sus instituciones. La constitución de la dialéctica y retórica griegas
como disciplinas sólo se entiende en un ámbito preciso —la democracia— en el que
la palabra se ha convertido en un arma de persuasión en las asambleas y en los tribunales populares. En este sentido, durante todo el período democrático, la dialéctica y
la retórica griegas mantendrán invariables dos características fundamentales: su carácter persuasivo y su carácter social. La dialéctica y retórica aristotélicas no perderán
de vista esta tradición y, de hecho, una y otra estarán destinadas al uso de la palabra
de una clase bien definida histórica y socialmente: aquella clase formada por los
ciudadanos atenienses que participan activamente en las instituciones y que rigen la
vida ciudadana a lo largo del s. IV. En este sentido, tal como ha señalado Quintín
Racionero con gran precisión, dialéctica y retórica aristotélicas constituyen «dos téc-
15
Ibídem I, 7 y II, 1.
Ibídem I, 2; I, 8 y III, 2.
17
Investigada por Aristóteles fundamentalmente a lo largo de los Analíticos segundos, si
bien los Analíticos primeros constituyen también una introducción al tema, tal como se afirma ya en
24 a 11.
18
Tratada fundamentalmente a lo largo de Analíticos segundos, II y también en numerosos
pasajes de Tóp., I y II.
16
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19
Cf. Q., Racionero, Introducción a la Retórica, 1990, p. 36.
Para este aspecto de la cuestión, además del trabajo de Racionero son interesantes los
comentarios de J. Brunschwig, Introducción a los Tópicos, 1967; P. Hadot, «Philosophie, Dialectique,
Rhétorique dans l’antiquité», en Studia Philosophica, 39, 1980 pp. 139-167. P. Aubenque, La dialectique
chez Aristote, en L’attualitá della problemática Aristotelica, 1967, pp. 9-31. Para comparar dialéctica
aristotélica y dialéctica platónica, son interesantes J. Moreau, «Aristote et la dialectique platonicienne»,
en G. Owen (Ed), Aristotle on dialectic, 1968, pp. 80-90.
21
Cf. fundamentalmente Tóp., I, 100 a 25-b25; también Ref. Sof., 183 a 36, Ret., I, 1354
a 3 y 1355 b 27.
22
Las diferencias entre las ciencias, por un lado, y la dialéctica y la retórica, por otro,
aparecen en numerosos pasajes de la obra de Aristóteles; cf., Ret. I, 1355 b 8, 25-34; 1358 a 10-35;
1359 b 8-10; An. Post., I, 77 a 26-35.
23
Tóp., VIII, 158 a 16; An. Pr. I, 24 a 22-25.
24
An. Pr., I, 24 a 26.
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nicas complementarias de una misma disciplina cuyo objeto es la selección y justificación de enunciados probables con vistas a constituir con ellos razonamientos sobre
cuestiones que no pueden ser tratadas científicamente»19.
La conexión entre estas disciplinas y la actividad institucional es, pues, notoria; por otro lado, de la acertada descripción realizada por Racionero podría inferirse
alguna de las notas predominantes que caracterizan la dialéctica y retórica aristotélicas20: en primer lugar, hay que señalar su carácter no científico. Frente a Platón, el
punto de partida de la dialéctica y retórica aristotélicas serán opiniones y creencias
asumidas, bien por la comunidad, bien por todos los sabios o por la mayor parte de
ellos21; dicho de otro modo, en la actividad dialéctica y retórica, el punto de partida
lo constituirán opiniones plausibles (e†ndoxa) y no principios propios. En segundo
lugar, a diferencia de las ciencias, la dialéctica y retórica aristotélicas no poseen un
dominio de investigación propio, si bien, por ello mismo, podrán ser accesibles a
todos los hombres y universales en su ámbito de aplicación22; sea cual sea el ámbito
de aplicación, la situación de partida será siempre una situación de conflicto en la
que, ante una determinada cuestión política, jurídica o teórica, aparecerán como
posibles alternativas dos respuestas o soluciones contrarias23. Ni dialéctica ni retórica se ocuparán de la respuesta como tal, sino más bien de los medios posibles con
vistas a que la asamblea, el tribunal o el adversario admitan una determinada opción
ante un problema concreto. En consecuencia, más que el tema mismo de deliberación, el objeto de estas dos disciplinas será el auditorio, al que habrá que convencer,
no por medio de la conexión entre discurso y verdad —tal como era el caso de la
dialéctica y retórica platónicas—, sino más bien por medio de la comunicabilidad
de la opinión más plausible.
No obstante, a pesar de su carácter no científico, la dialéctica y retórica
aristotélicas no están privadas en modo alguno de rigor argumentativo24, pues desde
el momento mismo en que se admite una determinada proposición, el encadenamiento silogístico lleva inevitablemente a una conclusión. Las únicas diferencias se
encuentran en la naturaleza de los principios —proposiciones «verdaderas y primeras» en el caso de la demostración científica (a†podeixiv); proposiciones probables o
plausibles (e†ndoxa) en el caso del silogismo dialéctico—, y en el valor atribuido a la
conclusión, que en el caso de la dialéctica y retórica será secundario con respecto al
proceso argumentativo mismo. Por lo demás, ya en la época de redacción de los
Tópicos, el término silogismo (sullogismoèv) es utilizado por Aristóteles con el
mismo significado técnico que posteriormente tendrá en los Primeros analíticos, tal
como se desprende de la lectura de Tóp. 100 a 25:
Un silogismo es un discurso en el que, sentadas ciertas cosas, necesariamente se da a la
vez, a través de lo establecido, algo distinto de lo establecido. Hay demostración
cuando el silogismo parte de cosas verdaderas y primeras; en cambio, es dialéctico el
razonamiento construido a partir de cosas plausibles (e† xe†ndoxwn)
Aristóteles se expresará de un modo muy similar en los Primeros analíticos.
Es interesante subrayar el hecho manifiesto de que, frente a Platón, Aristóteles recuperará el sentido tradicional, literal y no metafórico del término dialéctica,
entendida así como tratado de la argumentación y de la refutación en la discusión.
Así se desprende ya del primer párrafo de los Tópicos, en donde Aristóteles afirma
sin reservas que el propósito de su tratado es
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44
encontrar un método a partir de cual se pueda razonar deductivamente
(sullogi‰zesqai), sobre todo problema que se nos proponga, a partir de opiniones plausibles (e†x e† ndoxwn) y gracias al cual, si nosotros mismos sostenemos
un enunciado, no digamos nada que le sea contrario25.
Posteriormente se verá cómo ha influído el citado método en el planteamiento aporético realizado por Aristóteles en la introducción a diversos tratados y,
muy especialmente, en Met. B.
3- Aunque tradicionalmente se ha mantenido que la dialéctica aristotélica
supuso una disminución de rango de esta disciplina con respecto a la dialéctica
platónica26, es evidente que el deseo y la labor de Aristóteles consistió en someter la
dialéctica a reglas precisas, elevándola así desde el plano puramente empírico al que
la habían sometido los sofistas hasta el plano superior de las técnicas sistemáticamente desarrolladas. De este modo, pues, cabría entender la dialéctica aristotélica
tanto como una degradación de la dialéctica platónica como un perfeccionamiento
del arte de la discusión desarrollado por los sofistas27.
En lo que respecta a la retórica, Platón no sólo se había opuesto frontalmente
a la retórica amoral y aduladora desarrollada por los sofistas, sino también a la
25
Tóp. I, 100 a 17-21.
Cf. Hamelin, Le systéme d’Aristote, París, 1920, pp. 230-31.
27
Frente a la postura tradicional, diversos autores modernos entienden la dialéctica
aristotélica como un perfeccionamiento de la teoría del silogismo. Cf. Aubenque, op. cit., p. 9 y J.
Moreau, op. cit., p. 82. Un importante antecedente de las tesis de Aubenque y Moreau se encuentra
en Weil, E., «La place de la logique dans la pensée aristotélicienne», en Revue de Metaphysique et de
Morale, 51 (pp. 283-315) 1951.
26
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28
La paideia isocrática está ampliamente descrita por su autor en la obra tardía Antidosis,
especialmente en 260-68; también en Helena 1-7.
29
Fedr., 265-266a.
30
Ibídem, 270e.
31
Movimientos descritos, respectivamente, en 265c y 265d.
32
Rep., 5343.
33
H. Krings (ed.), Conceptos fundamentales de filosofía, Barcelona 1977, art. Lenguaje (II,
pp. 433 y ss.); citado por Racionero, op. cit., p. 27.
34
Cf. Aubenque, op. cit., pp. 9-10.
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identificación isocrática entre filosofía y retórica encarnada en el hombre político,
ese hombre capaz de dirigir al pueblo con prudencia (e†uboulia), desde la opinión
justa (doèxa) y en la ocasión propicia (kairoèv); desde una concepción, en definitiva, utilitaria y no objetiva de la virtud28. Ciertamente, la retórica isocrática obligaba
a Platón no solamente a combatir la retórica sofista —por otro lado, duramente
criticado por Isócrates en Contra sofistas—, sino también a combatir el núcleo de la
retórica isocrática, en tanto que adolecía de una falta de criterios de verdad que
pudieran llevar al conocimiento de las virtudes en sí mismas y, en consecuencia, a la
regulación de una conducta humana virtuosa.
Frente a esa retórica, Platón había propuesto en el Fedro una retórica filosófica basada en el conocimiento de la verdad y no en la mera verosimilitud. De
acuerdo con la doctrina de las Formas, ello suponía remitir a estas últimas todo
discurso con pretensión de verdad29. En este contexto, la retórica platónica aparecerá como un simple instrumento de la dialéctica30, ciencia esta que, identificada a su
vez con la filosofía misma, será descrita como un doble movimiento del pensamiento, uno ascendente, dirigido desde la multiplicidad sensible a la unidad de la Forma,
y otro de retorno, que organiza jerárquicamente toda la realidad subordinada31.
Este doble movimiento de la dialéctica platónica permitía mostrar la unidad inalterable y la estructura jerárquica de las Formas como fundamento de la realidad y
como fundamento de cualquier planteamiento ético y proyecto político.
Así pues, frente al hombre político de Isócrates, Platón reivindicará el hombre
científico, y frente a la persuasión basada en la atracción de la opinión sensata, la persuasión derivada del discurso verdadero elaborado según los dictados de la dialéctica,
convertida así en ciencia suprema entre las ciencias, qriko†v toðv maqh^m
^ aoin32. Una
tesis similar será defendida por Aristóteles en el diálogo Grillo, su primera obra.
Se constata así que, contrariamente a lo establecido por la tradición, en la
obra madura de Platón se produce, tal como ha expresado Apel33, «una subordinación de las competencias comunicativas del lenguaje a su función designativa», de
tal modo que la noción de verdad se sitúa enteramente en el plano de la referencia y
no de la comunicación; de otro modo, solamente hay discurso verdadero allí donde
se da una denotación de las formas y de sus relaciones jerárquicas.
Es evidente, pues, que con respecto a la tradición, la concepción platónica
supone una cierta ruptura. Y sin embargo, también puede percibirse una continuidad; tal como ha demostrado Aubenque34, la dialéctica platónica no deja de tener su
origen en la práctica sofística de la discusión. La teorización de esta práctica conllevaba una serie de rasgos generales que en un principio serán establecidos por los
sofistas y que posteriormente, en mayor o menor medida, encontraremos en la posterior historia de la dialéctica.
Aubenque ha distinguido tres rasgos fundamentales en la práctica sofística
de la discusión35:
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46
1. La dialéctica es tópica y universal: una técnica de la discusión no puede ocuparse
en detalle de todas las discusiones posibles. Por ello, debe conformarse con
la elaboración de lugares, tópoi, es decir, tipos de argumentación muy generales aplicables en el momento adecuado36.
2. La dialéctica no es científica: la universalidad del método dialéctico tiene como
contrapartida la posibilidad de establecer solamente la plausibilidad o verosimilitud de una proposición, nunca su establecimiento. Tampoco puede
refutar directamente, sólo mostrar las posibles contradicciones de un discurso37.
3. La dialéctica es un instrumento de progreso en el saber: las objeciones planteadas
por el interlocutor son, al mismo tiempo, un medio de control y un estímulo para la búsqueda.
Los pensadores posteriores aplicarán estos rasgos de un modo u otro en
virtud de sus compromisos teóricos. Así, Sócrates entenderá la dialéctica fundamentalmente como un instrumento crítico, peirástico, en el reconocimiento universal del no saber. Platón, por su parte, asumirá en su dialéctica los rasgos de universalidad y progresión, pero rechazará el carácter no científico de la dialéctica; de
aquí la concepción platónica de la dialéctica como coronación de todas las ciencias.
Así y todo, si examinamos cómo ejerce Sócrates la dialéctica en los primeros diálogos platónicos, puede observarse entonces que la dialéctica platónica —al menos en
el uso que de la dialéctica hace el personaje Sócrates— no descarta procedimientos
de discusión habituales entre los sofistas, tal como se puede observar en los diálogos
Laques, Eutifrón y República I, donde el método empleado en la discusión consiste
en llevar a cabo un examen de la hipótesis propuesta por uno de los interlocutores
como definición de una virtud determinada. Así y todo, ya en el diálogo Cármides38
Platón pondrá en duda la posibilidad misma de una supuesta ciencia general y
formal capaz de permitir la constitución como técnicas tanto del arte de examinar
socrático (e†xeètasiv) como del arte de poner a prueba aristotélico (peirastikhè). Al
contrario de lo que posteriormente haga Aristóteles, Platón se opondrá al modo
dialéctico desarrollado por Sócrates.
35
36
37
Ibídem pp. 10-12.
La crítica platónica al carácter tópico de la dialéctica sofista la encontramos en Gorg., 456 ac.
A juicio de Platón, la consecuencia última es el uso inmoral del poder de la palabra; cf.
Fedr., 267ª.
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Cárm., 166e-171c.
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Efectivamente, la dialéctica, que para Platón suponía el método supremo de
conocimiento según un determinado modo de entender la verdad, en Aristóteles se
transformará en arte de la discusión independiente del conocimiento. Esta independencia con respecto al conocimiento científico favorecerá, por el contrario, su capacidad para no centrarse en ningún género determinado y poder abordar así todos aquellos ámbitos de la realidad en los que no es posible aplicar criterios cuantitativos, a fin
de poner a prueba cualquier opinión, tal como lo expresa el propio Aristóteles:
La crítica no es conocimiento de nada definido. Por ello versa acerca de todas las cosas,
pues todas las técnicas emplean algunas cosas comunes. Por ello también los ignorantes emplean de algún modo la dialéctica y la crítica, pues todos, hasta cierto punto, se
esfuerzan en poner a prueba (taèranlabeiƒn) a los que hacen profesión de sabios42.
39
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41
42
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Rep., VI, 510b; 511b.
Ibídem, 511d-e.
Racionero, op. cit., p. 28.
Ref. Sof. 172 a 23-32.
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ARISTÓTELES: APORÉTICA COMO METODOLOGÍA
La retórica basada en la ciencia, que Platón había formulado y defendía el Grillo,
implicaba, ciertamente, la posibilidad de aplicar la noción platónica de verdad al
orden humano de la praxis y al orden de la ética y de la política. Sin embargo,
¿admiten las cuestiones referidas a este orden tal noción de verdad?, ¿con el mismo
grado de validez que las cuestiones teóricas?, y, sobre todo, ¿desde el fundamento
de la dialéctica elaborada por Platón? Estas preguntas [...] son también las que iban
a producir en Aristóteles un progresivo distanciamiento de su maestro y, en última
instancia, una rectificación profunda de su comprensión de la retórica41.
47
¿Cómo ha sido posible esta transformación de la dialéctica llevada a cabo
por Platón? Es evidente que la transformación de la dialéctica en ciencia suprema ha
sido posible en Platón gracias a su creencia en un principio primero no hipotético
(a†nupoqeto)39, el Bien, situado en el vértice superior tanto en el orden ontológico
como en el orden axiológico. Tal como describirá en la República40, la captación del
Bien es posible mediante una última intuición noética que pone fin al proceso del
conocimiento. Evidentemente, sin esta última referencia suprema, la dialéctica no
podría superar el ámbito de lo verosímil, el ámbito de la opinión más o menos
fundada. Éste será, precisamente, el punto de vista dialéctico desarrollado por Aristóteles en los Tópicos. Aristóteles se apartará, así, de las tesis de su maestro y de la
tesis defendida en Grillo, para recuperar la tradición dialéctica sofística y socrática.
La dialéctica aristotélica dejará de ser una vía de acceso privilegiado al conocimiento
para volver a ser arte de la discusión, más interesado en la comunicación que en la
conexión entre discurso y verdad, y situado ya no en el plano de las cosas sino en el
plano de las opiniones (doxai) y creencias (pisteiv). Las razones de esta transformación en Aristóteles han sido expresadas con gran acierto por Q. Racionero al
tratar de la retórica aristotélica. Las palabras de Racionero son aplicables a la dialéctica platónica:
48
JAVIER AGUIRRE SANTOS
La dialéctica aristotélica será capaz, pues, de poner a prueba las opiniones,
de examinar las pretensiones y desenmascarar la incompetencia allí donde la demostración no es posible. Consecuentemente, en Tópicos y en Refutaciones sofísticas
Aristóteles llevará a cabo un extenso análisis del silogismo dialéctico con el fin de
poder encontrar fácilmente apoyos en la defensa de nuestras opiniones y creencias.
Es evidente, pues, que al ámbito de la dialéctica pertenecerán tanto la ética
como la política. Pero una vez conocida la nueva concepción aristotélica de la dialéctica, nos interesa saber si también la metafísica forma parte de ese ámbito o no43.
En el capítulo primero del libro G de la Metafísica Aristóteles afirma que la ciencia
del ser en tanto que ser «no se identifica con ninguna de las denominadas [ciencias]
particulares»44: esta ciencia y la dialéctica comparten, pues, el hecho de no ocuparse de un género particular. La Metafísica aristotélica es, primeramente, una teoría
del ser en tanto que ser; pero al igual que el «uno», «lo que es» no es un género45,
sino un término trascendental situado más allá de los objetos determinados de cada
ciencia46, de tal modo que puede afirmarse que la ciencia del ser no es propiamente
y en sentido estricto una ciencia y, por consiguiente, que el discurso sobre el ser
corresponde a la dialéctica, en tanto que ésta puede aplicarse a cualquier dominio
ajeno a la necesidad47.
En realidad, lo que Aristóteles desarrolla en G a propósito de la ciencia del
ser es los mismo que plantea en Tóp. I con respecto a la dialéctica: trascender las
ciencias particulares por medio de una ciencia de los principios que comunique a
todas ellas; establecer, en definitiva, los principios comunes a todas las ciencias particulares pero sin recurso a éstas48. El procedimiento mediante el cual se demuestra
el principio de no contradicción a lo largo de G —la refutación (e‚legcov), es decir,
un procedimiento dialéctico y no apodíctico— pone de manifiesto la estrecha relación existente entre dialéctica y metafísica aristotélica.
Así pues, la dialéctica aristotélica no es solamente una gimnasia dirigida al
puro placer agonístico, sino también una gimnasia intelectual con fines críticos y
una vía de conocimiento49.
En realidad, si Aristóteles hubiera sido totalmente consecuente con sus planteamientos metodológicos, en sus obras científicas no habría utilizado sino los métodos apodícticos propuestos en los Analíticos. Es evidente que, por pura necesidad,
Aristóteles será frecuentemente infiel a estos principios. Pero en tanto que vía de
conocimiento, tal como ya hemos visto, la dialéctica no podrá alcanzar la certidumbre apodíctica y deberá conformarse con la mera verosimilitud. Ello de ningún
43
Para este aspecto de la cuestión, especialmente Moreau, op. cit., pp. 85-89 y Aubenque,
44
Met., 1003 a 18-24.
Met.. B, 998b 17-28; An. Post., II, 7, 92b 14.
Met., 1003 b 22ss; 1004 a 34-b16.
Met., 1004b 16-26.
Tóp., I, 101b 34.
Tóp., VIII, 159 a 33.
op. cit.
45
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50
Met., 1004b 25-26.
Met., B, 995b 2-4.
52
Cf. Aubenque, op. cit., p. 20.
53
Además de Met., B puede destacarse Et. Nic., VII, 3 y referencias de De Caelo 279 b 1112, tóp., 101 a 34-36, etc.
54
Entre estos procedimientos «de choque» podemos distinguir ya tempranamente el uso
de la antítesis (aèntiqeèsiv) en la retórica pitagórica, técnica que posteriormente será utilizada habitualmente por Gorgias e Isócrates; también encontramos la técnica antilógica (teècna#ntlogiknhè) y
los discursos dobles (dissoi# loègoi) empleados por Protágoras. Los procedimientos antitéticos serán
muy utilizados por Aristóteles con el fin de hacer resaltar los contrarios.
55
Una excelente exposición de la disputa dialéctica tratada en Tóp., VIII la encontramos en
P. Moraux, «La joute dialectique d’après le huitième livre des topiques», en G. Owen (ed.), Aristotle
on dialectic: the topics, 1968, pp. 277-311. Un breve pero preciso resumen encontramos también en
Brunschwig, op. cit., pp. XXIII y ss. En lo que respecta al trasfondo histórico de la disputa dialéctica,
cf. R., Robinson, «The historical background of Aristotles Topics VIII», en Proc. 7th Int. Congress of
philosophy (437-442), 1931, donde el autor defiende la tesis de que las técnicas del diálogo y de la
disputa dialéctica pudieron practicarse ambas tanto en el Liceo como en la Academia.
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ARISTÓTELES: APORÉTICA COMO METODOLOGÍA
modo permite la identificación de dialéctica con filosofía: aunque de facto pudieran
identificarse, la distinta aspiración de una y otra las distingue claramente50. Pero, en
cualquier caso, se constatan dos ámbitos del conocimiento filosófico en los que la
actividad dialéctica se muestra necesaria. Ya se ha visto la importancia de la dialéctica como vía de acceso a los primeros principios de las ciencias, principios que, por
ser primeros, no pueden ser demostrados directamente; así se comprueba al tratar
del principio de no contradicción, demostrado por refutación a lo largo de G.
Pero hay todavía un segundo ámbito en el que la dialéctica se manifiesta
como instrumento útil a la filosofía: su utilidad diaporética. Ciertamente, el tener
en cuenta el pro y el contra de una cuestión dada permite discernir mejor lo verdadero de lo falso; en este sentido, el entrenamiento dialéctico será útil para mostrar
las dificultades unidas a los puntos de vista opuestos y, en consecuencia, la verdad y
la falsedad de cada una de las posturas contrarias51. Aubenque ha subrayado el carácter «catártico» de este aspecto de la actividad dialéctica52.
Hay que señalar el hecho de que en sus propias obras científicas y filosóficas
Aristóteles confronta a menudo los argumentos y las opiniones contrarias a fin de
conseguir el esclarecimiento del problema tratado53. Por supuesto, el empleo de
esquemas antitéticos y antilógicos —en definitiva, artificios de choque entre contrarios— tiene una larga tradición, a la que se unirá Aristóteles54.
El ejemplo más evidente se encuentra en el libro B de la Metafísica, tratado
cuyos contenidos se estructuran siguiendo de cerca el modelo de disputa dialéctica
descrita por Aristóteles en Tóp., VIII. Este tratado nos permite establecer con precisión cómo entendía Aristóteles la práctica dialéctica, una práctica que parece haber
sido muy habitual en la formación filosófica de los alumnos durante los siglos posteriores.
4- La disputa dialéctica55 es una confrontación en la que toman parte dos
contrincantes que defienden dos posturas contrarias con respecto a una misma cuestión; uno de los contrincantes defiende la afirmación de una tesis determinada y el
50
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otro su negación. La disputa surge, pues, de la confrontación entre estas dos posturas opuestas. El objetivo del juego consiste en hacer vencer la postura defendida por
medio del encadenamiento de razonamientos refutadores. No se admite, pues, una
victoria a cualquier precio, sino que la disputa se rige por unas rigurosas normas de
actuación. A fin de proteger las reglas de la disputa, la presencia de un juez o de un
auditorio parece ser la norma habitual. No obstante, al margen del juego agonístico
como tal, ambos contrincantes comparten un mismo fin, (koinon e‚rgon), en vista
del cual unen sus esfuerzos; este fin común consiste en aclarar del modo más preciso
posible las consecuencias derivadas de una y otra posturas, y preparar así el camino
para la solución del problema tratado. En lo que respecta a la preparación de los
contrincantes, en principio, ambos deben ser igualmente experimentados en el arte
dialéctico. Una vez repartido el papel de cada contrincante y una vez elegido el
problema dialéctico, ambos tendrán un período de tiempo para preparar la defensa
de la postura defendida. Seguidamente, se llevará a cabo la disputa en sí.
Este esquema básico de la disputa dialéctica descrita en Tóp., VIII, será
reinterpretada por Aristóteles como estructura dialógica interna del argumento dialéctico en la exposición de las aporías de Met., B.
Veamos algunos puntos en común:
1.- En Tóp., VIII se afirma que el problema teórico o moral a discutir,
prôblhmadialektiko‰n, no será una verdad incontestable, sino, lógicamente, una
cuestión abierta a la controversia56. El ejemplo concreto elegido por Aristóteles en
Tóp., I, 4 es el siguiente:
El animal pedestre bípedo ¿es la definición de hombre o no?57
pôteron to# zw
‚ jon pezo@n di@poun ôrismov e#stin a#nqropou h„ ou
Todo problema dialéctico consiste, pues, en una proposición simple cualquiera para la que caben dos respuestas posibles, la afirmación y la negación. La
estructura básica es, pues: pôteron ...h„ ou‚ ;
En B1 encontramos exactamente esta estructura en la formulación de muchas de las aporías; así, la aporía octava reformula:
¿Ha de investigarse y tratarse si, aparte de la materia, hay o no hay algo que
sea causa por sí?
Zhihteo@n kai# pragmateutêon pôteron e#sti ti para# th#n ûlhn ai„tion
kaqâuto# h„ ou„ ;
La undécima:
¿Lo Uno y lo que es no son otra cosa que la substancia de las cosas o no?
po@teron to# eƒn kai# to# o„n ouc eƒteron tiè e#stin all‰ousia tw
ƒn onÖÈn h„ ou„;
La decimocuarta:
Los números, las longitudes, las figuras y los puntos, ¿son substancias o no?
po@teron oiƒ a#riqmoi kai ta# mhèkm kai ta# schèmata kai# stigmai ou#siè
tineèvei#sin h„ ou„ ;
56
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Tóp., VIII, 158 a 31-32.
Tóp. I, 101 b 33.
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2.- Además, las dos alternativas planteadas por el problema dialéctico deben tener aproximadamente el mismo valor persuasivo58 (Tóp., 158 a 36-37). A lo
largo de Met., B, Aristóteles ofrecerá múltiples argumentos destinados a refutar,
a#naskeuaèzein, cada una de las dos alternativas planteadas en cada aporía. Así, sin
abandonar la aporía decimocuarta, puede comprobarse claramente el desarrollo llevado a cabo por Aristóteles:
Tesis: Si las determinaciones geométricas no son substancias, se plantea la
dificultad de saber cuál podrá ser la substancia de las cosas, pues:
a) las afecciones de los cuerpos no pueden ser substancias, ya que necesitan de un
sujeto en el que darse y del que predicarse;
b) pero tampoco en los cuerpos, ya que éstos son menos substancia que las superficies, éstas menos que las líneas y las líneas menos que los puntos.
Antítesis: Si las determinaciones geométricas son substancias, se plantean
las dificultades siguientes:
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Tóp., 158 a 36-37.
Tóp., 158 b 1-4.
Tóp., 101 a 34-36; 163 b 9-16.
Supra, n. 54.
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ARISTÓTELES: APORÉTICA COMO METODOLOGÍA
3.- Como puede comprobarse, Aristóteles ofrece un riguroso encadenamiento
de pruebas refutativas a partir de unos principios primeros subyacentes59. En lo que
respecta a la tesis de la aporía tratada, el razonamiento parece partir del principio
que afirma el carácter necesariamente subsistente y determinado de toda substancia.
En cuanto al razonamiento refutativo de la antítesis, parece partir del principio que
afirma que las substancias son en acto, y del principio de que las substancias inmediatamente conocidas están sometidas a los procesos de generación y de corrupción.
4.- Al margen de las coincidencias descritas, cabe destacar el hecho de que
una de las funciones asignadas a la disputa dialéctica y, en general, al razonamiento
dialéctico residía en su valor diaporético60 (Tóp., 101 a 34-36. 163 b9-16). Pues
bien, Aristóteles otorgará al planteamiento aporético ese mismo valor catártico, tal
como constatamos al comienzo del tratado B (Met., 995b 2-4) (también en De
Caelo, 279b 4-12 y en Ética a Nicómaco, VII, 3)61.
51
a) si no se logra ver qué tipo de cuerpos pueden ser substancias, entonces no habrá
substancias;
b) las determinaciones geométricas parecen ser divisiones potenciales de los cuerpos
más que substancias;
c) se encuentran en los cuerpos sólo potencialmente;
d) no se generan ni se corrompen, al contrario de lo que ocurre en el caso de las
substancias.
CONCLUSIÓN
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52
Es evidente que en la época de redacción del tratado B de la Metafísica
Aristóteles ya había desarrollado ampliamente todo el complejo conceptual y doctrinal necesario para abordar las grandes aporías generadas por la filosofía anterior.
Ello se manifiesta por la presencia de un contenido filosófico propiamente aristotélico
—realismo aristotélico— en la redacción y desarrollo de las aporías de B. Por otro
lado, el modo aporético de la redacción de B no es extraño a la actividad dialéctica
del Liceo ni a la actividad propia de las instituciones democráticas atenienses del s. IV.
Todo ello parece apoyar la tesis de que la redacción aporética de B está más cerca de
ser una estrategia metodológica y propedéutica dirigida a los discípulos que un plan
a desarrollar en el futuro, sin que pueda afirmarse por ello que Aristóteles tuviera una
respuesta positiva a todos y cada uno de los problemas planteados.
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