El Impacto Económico, Social y Cultural de Inmigrantes Indocumentados Hermilo Jasso, Jr. PhD Lee University Introducción: En la actualidad, la inmigración indocumentada mexicana en Estados Unidos aumentó en el transcurso de la última década 42%, lo que la sigue colocando a la cabeza de una población sin papeles que sigue viviendo en las sombras y que el Departamento de Seguridad Interna (DHS) ha cifrado en enero de 2009 los 10.8 millones de personas, una cifra inferior a los 11.8 millones que reportaba sólo un año atrás, en enero de 2008. A pesar del significativo aumento de la población de origen mexicano en la última década, el descenso en términos absolutos de la población indocumentada entre el 2008 y el 2009 sugiere que el reforzamiento de la frontera con México y el aumento en el número de detenciones y deportaciones, ha tenido un impacto significativo. De hecho, la población indocumentada mexicana en los Estados Unidos descendió de los 11.8 millones que figuraban hacia fines del 2008, hasta los 10.8 millones en enero del 2009. Es decir, un descenso de 1 millón de indocumentados en sólo un año, según las cifras difundidas por el Departamento de Seguridad Interna. Este descenso que algunos analistas se lo adjudican a la crisis global puede discutirse ya que no hay evidencias ciertas de las cifras estimadas como no las hay de los ingresos ilegales que se multiplican por pasos fronterizos clandestinos. Independientemente de esas controversias, lo cierto es que las remisiones de fondos de Estados Unidos hacia México se mantienen elevadas y en un porcentaje similar en los últimos cinco años. Históricamente los Estados Unidos parecen enfrentar un desequilibrio entre ciertos empleos y la mano de obra nativa dentro de los estratos más bajos del mercado laboral. A su vez, tradicionalmente, los inmigrantes aceptan trabajos que son rechazados por los habitantes de las comunidades de acogida. Los países europeos de mayor grado de desarrollo han experimentado desequilibrios similares en sus mercados laborales, circunstancia que parece ser característica por lo tanto de los países más desarrollados. Ello da, pues, lugar a que la mano de obra nativa ascienda en la escala laboral y, al parecer, a que desaparezca la oferta de mano de obra nacional para determinadas ocupaciones localizadas en los segmentos más bajos del mercado de trabajo; lo cual no ha significado, sin embargo, que este tipo de empleos ya no exista, por el contrario, por ello se debe recurrir a la mano de obra inmigrante. En Europa y en algunos latinoamericanos, como la Argentina (Domenech, 2008, en Novick: 53-72) se ha procurado resolver el problema contratando mano de obra migrante para ocupar, específica y temporalmente, estos vacíos. Los Estados Unidos, en cambio, se han negado a hacerlo salvo por breves periodos -y en escala limitada-, como en el caso del programa de los braceros y de otros aún más restringidos para nacionales jamaiquinos. Estos vacíos, sin embargo, no se originaron ni desaparecieron con los convenios legales; han sido ocupados por migrantes extranjeros, casi siempre indocumentados, en un 70 % de origen mexicano. (Los trabajadores de esta clase resultan por lo tanto ilegales en un sentido técnico aunque su presencia y permanencia en territorio norteamericano se haya preferido ignorar, en muchas ocasiones, por la simple razón de que se necesitan imperiosamente). El proveedor sin duda más importante de ese tipo de mano de obra, que es México, tiene que hacer frente, por su parte, a los problemas a que da lugar su economía dual. Dispone de un sector moderno de rápido crecimiento y de sectores claramente retrasados, tanto en las áreas rurales como en las urbanas. Las tasas aceleradas internas de migración rural-urbana y la imposibilidad del sector urbano de absorber el tremendo crecimiento de la oferta de trabajo han dado por resultado una estructura laboral peculiar en los centros urbanos. El sector rural parece haber llegado a la saturación a causa del incontenible crecimiento demográfico, se caracteriza por salarios relativamente bajos y presenta una tasa de productividad laboral decreciente. La población rural excedente no tiene más salida que los centros urbanos o bien los Estados Unidos. Las corrientes migratorias de trabajadores operan como una acción compensadora de las disparidades internacionales existentes en el precio de los factores. Siendo este flujo muy importante, la evidencia que se ha utilizado para medir el valor que tienen esas corrientes para la economía mexicana y norteamericana resulta muy imprecisa. En los Estados Unidos se da por supuesto que existen más de 15 millones de indocumentados viviendo en ese país, y que casi 11 millones de ellos son mexicanos ("la invasión silenciosa"); sin embargo, para poder aceptar este supuesto, se tendría que admitir además que: a) De ser cierta esa cifra, el hecho significaría que el número de trabajadores mexicanos indocumentados en los Estados Unidos se aproximaría a la totalidad de los trabajadores negros y de otras minorías del sexo masculino que allí viven y esa circunstancia implicaría que sería tan frecuente tropezarse en la calle con un indocumentado mexicano como con un obrero negro y mucho más frecuente encontrarse con un trabajador ilegal extranjero de cualquier nacionalidad que con un trabajador de color. No es tarea sencilla verificarlo y -de hecho- no hay estudios al respecto. b) A pesar de que algunos investigadores (Spenser,2008) proporcionan cifras concretas, éstas no se pueden verificar. Si fuese cierto que 15 millones de ilegales estuvieran empleados en los Estados Unidos, del 15 al 20 % de la fuerza mexicana de trabajo de entre 15 y 59 años estaría trabajando en ese país, o aproximadamente el 40% de la fuerza de trabajo masculina total entre esas edades. Lo que es más, si sólo se toman en cuenta las edades promedio de los migrantes y el hecho de que la mayoría sea del sexo masculino, resultaría que prácticamente la totalidad de los miembros de la fuerza de trabajo mexicana de esas características se encontraría trabajando al norte del Río Bravo. c) Adicionalmente, de ser ciertas las estimaciones que se suelen hacer sobre el monto de los fondos que envían esos trabajadores a México –por otra parte tampoco comprobables dado que distintas fuentes financieras proporcionan sólo datos parciales- se debería acordar también en que esas remisiones serían tan importantes para la economía mexicana como sus exportaciones totales de mercancías. Las estimaciones exageradas deben atribuirse a la altísima demanda de mano de obra no calificada que existe en el mercado de trabajo del sector secundario de los Estados Unidos y también a la enorme diferencia que existe entre los salarios de ese país y los de México. Dadas esas circunstancias, no se comprendería bien la razón de que no todos los relativamente pobres no emigren a los Estados Unidos, ni de que los más pobres se dirijan a los centros urbanos de México en vez de al país del norte. Recapitulación de la Migración. A lo largo de la historia, tanta importancia ha tenido la movilidad de la mano de obra como la de capital. De Europa, por ejemplo, salieron 60 millones de personas entre 1951 y 1970, y se estima que -sólo en 2005- 191 millones de mujeres y hombres habían cruzado las fronteras para residir y/o trabajar fuera de sus países de nacimiento o de ciudadanía, una cifra superior a la cantidad de habitantes del Brasil, el quinto país más poblado del planeta. (OIT,2005) Por lo tanto, las migraciones internacionales en la actualidad son primordialmente cuestiones relativas al trabajo decente y el mercado laboral. Discursos Argumentales al Control de Inmigración Las políticas migratorias constituyen las propuestas institucionales sobre el fenómeno migratorio. Dichas propuestas pueden ser tanto una respuesta a procesos migratorios ya declarados, como en el caso que nos ocupa, México/Estados Unidos, o bien constituir parte de proyectos socioeconómicos globales, donde las migraciones son una de las variables a controlar. La justificación de estas políticas se basa generalmente en una serie de presupuestos que conforman el "discurso argumental" de las mismas, y el eje de esos discursos varía en función de las perspectivas de los sectores sociales que intervienen en su elaboración. Los argumentos históricamente utilizados se han centrado en diferentes presupuestos, ligados a temas tales como: las migraciones como asentamientos poblacionales (relacionado con las políticas de seguridad, ocupación del espacio, o población para explotación de los recursos naturales); las características deseadas o no deseadas de los migrantes (culturales, políticas, religiosas, étnicas, sociales, etc.); el impacto económico de las migraciones (su papel en los mercados de trabajo o, en una dimensión más general, el "costo-beneficio demográfico" de las migraciones); las migraciones en las relaciones internacionales (como uno de los elementos de negociación de las relaciones bilaterales entre los países expulsores y receptores); la dimensión ética migratoria (contemplado a través de las políticas de derechos humanos, y centrando la discusión de los objetivos de las políticas migratorias en elementos tales como el derecho a la libre circulación de personas, el libre asentamiento poblacional, el derecho de Los objetivos de las políticas migratorias, para este autor, se conforman en cada momento histórico como resultado de distintas propuestas canalizadas por los gobiernos que intentan responder a situaciones coyunturales” (Mármora, 1987: 7) y son ejecutados a través de programas migratorios, entre los cuales se puede diferenciar los de canalización migratoria (asistencia al desplazamiento migratorio), regularización migratoria (que pasa por la legalización de la situación de los inmigrantes en situación irregular, sea a través de la deportación o de la radicación legal del mismo), inserción laboral del migrante (que se basa en la ubicación del migrante en los mercados de trabajo, o bien en la generación de empleo, y asistencia socio-laboral para el migrante y su familia (normalmente orientada a favorecer la inserción del migrante al nuevo medio). Teorías sobre las migraciones El inicio del estudio de las migraciones como fenómeno particular puede ubicarse a partir de 1885, con la presentación de E. G. Ravenstein ante la Royal Statistical Society de sus clásicas "leyes de migración"(Ravenstein,1889) a través de las cuales se percibe el esfuerzo por desarrollar una sistematización mensurable de los fenómenos migratorios desde una proyección territorial. Pero es en los EE.UU. donde, a partir de la década de 1910, empiezan a surgir los aportes teóricos más importantes, producto de la investigación científica sobre la problemática (Duchac 1974). El punto inicial podría ubicarse en el trabajo de Thomas y Znaniecki, The Polish Peasant (1918, edición española de 2004), donde se plantea la hipótesis sobre la comunidad étnica como un mecanismo social de defensa, que facilita la sobrevivencia y la adaptación de los migrantes. Los conceptos de asimilación, acumulación y organización-desorganización social desarrollados luego por varios autores, entre ellos Florian Znaniecki (1934) y Jerzy Zubrzycki (1964), los cuales resultan vitales para el posterior planteo teórico de la "ecología humana", Park, Burguess y McKenzie (en un libro de autoría conjunta de 1925, texto fundacional de la sociología urbana), insertarán la problemática de las migraciones en dicho contexto relacionado con la demanda laboral. No es casual que el desarrollo de esta perspectiva teórica de las migraciones surja precisamente en la década de 1920 en los EE.UU. frente a la necesidad de dar respuestas a la inserción de las masas de extranjeros que arribaban a ese país. Esta preocupación llevó a un predominio de esquemas como el de Park, con una clara connotación biologista, donde el presupuesto subyacente fue el de la "digestión" de los migrantes por parte de la sociedad receptora, traducida en términos de "absorción" o asimilación. a principios de la década del 70 con la introducción de categorías explicativas tales como las de "dependencia", "colonialismo demográfico" y "explotación migratoria", dentro de un encuadre histórico estructural del fenómeno. A mediados de los años setenta en América latina, este enfoque estructuralista comienza a plantear explicaciones que ligan el fenómeno migratorio con categorías generales como las de "acumulación de capital", y otras más específicas como las de "estrategias de sobrevivencia", "reproducción de la fuerza de trabajo familiar", la "relación ingresoconsumo", o las formas de "escasez de mano de obra". En forma paralela dentro de la literatura norteamericana, se han desarrollado en los últimos años otras perspectivas de análisis, ya sea intentando explicar los movimientos migratorios a través del "reclutamiento de mano de obra" por parte de los países o sectores con escasez de la misma (Piore, 1979), del establecimiento de "redes de comunicación" que autoalimentan el desplazamiento, o bien a partir de la perspectiva "neoclásica", interpretaciones de los causales de los flujos migratorios, poniendo énfasis en las decisiones individuales motivadas por expectativas de salarios y formación de "capital humano", dentro del libre juego de los mercados. Este enfoque de Piore bucea en los llamados "factores de atracción" (pull factors) y los denominados "factores de expulsión" (push factors), al tratar de explicar los movimientos migratorios, señalando que son características estructurales de las economías de los países ricos, en especial la dificultad para aumentar los salarios de los trabajadores peor pagados, las que generan una demanda continua de trabajadores dispuestos a desarrollar tareas desprestigiadas y mal pagadas. La teoría del mercado dual de Michael Piore, al considerar que las migraciones no se deben a la elección racional y libre de los sujetos, ni a los elementos asociados a las sociedades emisoras, sino a los requerimientos estructurales de las economías de las sociedades receptoras comparte algunos elementos de la teoría del sistema mundial y de la interdependencia de Wallernstein (1979). Este último autor centra su mirada en los desequilibrios económicos mundiales, los cuales -afirma- no son de índole doméstica, sino fruto de la división internacional del trabajo que mantiene a una parte del planeta en el "subdesarrollo" y sometida al "primer mundo". Hacia fines de los años '80 surge una nueva teoría llamada Nueva economía de las migraciones laborales que contempla a los autores anteriores pero considera desde una perspectiva más pragmática el fenómeno de las migraciones e infiere, entonces, que cuanto más desigual es la distribución del ingreso en una comunidad determinada, más se sentirá la privación relativa y mayores serán los incentivos para la emigración. La sociología de Bourdieu reelaboró el concepto de capital y lo hizo más sensible a los modos de construcción de lo social como práctica. La concepción teórica de Pierre Bourdieu se inscribe en el estructuralismo constructivista, perspectiva que lo acerca y lo aleja de Carlos Marx y desde la cual adopta simultáneamente, con este postulado, una orientación en su análisis que lo lleva a cuestionar la dialéctica de las estructuras sociales (estructuralismo) y los modos de construcción de la realidad social por parte de los individuos (constructivismo). A partir de estos conceptos básicos, no parece suficiente considerar a los migrantes desde la carencia de determinados bienes y servicios, sino que resultará necesario avanzar en la investigación desde la utilización de conceptos como capital social y estrategias de reproducción social para entender la realidad desde una construcción de un saber que refleje la verdadera situación de las comunidades de migrantes, entre los cuales el capital que poseen no sólo es la fuerza de su trabajo. Siguiendo a Massey (Massey, Durand y Nolan, 2009: 164-165) la inmigración es siempre una consecuencia natural de procesos más amplios de integración social, política y económica a través de las fronteras internacionales. Quienes se adaptan a los altibajos de la creación de mercados y a la industrialización a través de la emigración no se dispersan al azar, ni necesariamente se dirigen hacia las sociedades ricas más cercanas. Más bien, se van a lugares en los cuales ya tienen algún vínculo económico, social y político. Los lazos económicos reflejan relaciones más amplias de comercio e inversión de capital. Los lazos políticos surgen de los tratados entre naciones, del colonialismo, de las incursiones militares o sencillamente de la solidaridad frente a algún enemigo común. Los lazos sociales surgen de acuerdos institucionales que ponen en contacto a las personas de una manera regular y permanente, como son los despliegues de tropas en el exterior, los intercambios estudiantiles, las misiones diplomáticas, el turismo, el comercio y las corporaciones multinacionales. Contribución del inmigrante a la sociedad acogedora El inmigrante no es una página en blanco: impregna a su vez a la sociedad que lo recibe. La inmigración no arrastra consigo ninguna fatalidad biológica sino que conduce necesariamente a una confrontación de las culturas. Son en definitiva las relaciones políticas, como sostiene Weber (1977) y no el patrimonio genético las que determinan la salida del enfrentamiento cultural entre migrantes y sedentarios, que seleccionan la cultura dominante o imponen el mestizaje. Desde allí se sostiene que las luchas por los derechos de las minorías (no sólo la negra, también la judía y la aún hoy llamada “chicana”) que empezaron en los años 50, y que siguen en la actualidad, han provocado la deslegitimación del asimilacionismo a ojos de muchos miembros de esas minorías, que reivindican el pluralismo y el respeto a la diversidad. Esa crisis de legitimidad -otra vez Weber- ha traído consigo una redefinición de los términos del debate sociológico, lo que ha convertido a Gordon (1964) en el autor de referencia en este tema, por su diferenciación de tres modelos de integración de los inmigrantes: el mencionado melting pot, el asimilacionista y el pluralista, en realidad, para ser muy precisos, lo que ya se denomina anglo-conformity, es decir: la asunción por parte de las minorías de las pautas culturales del grupo dominante. Asimismo, esas minorías han sido reconocidas a nivel organizacional, electoral y económico, a partir de las teorías del marketing sobre etnificación del consumo. En suma, la dimensión básica del capital social de los inmigrantes mexicanos asentados en Estados Unidos resulta ser la familiar, tanto en lo que se refiere a organización de la convivencia doméstica como en materia de toma de decisiones migratorias y de disponibilidad de contactos para la instalación inicial en la nueva sociedad. Con ello queda claro que la experiencia migratoria de esta comunidad está inserta de principio a fin en redes específicamente familiares que no sólo promueven la salida de México en pos de una mejora del nivel de vida, sino que condicionan, es de suponer que de forma ventajosa, el proceso de instalación en Estados Unidos. En otros términos: los mexicanos logran afrontar en mejores condiciones su instalación en Estados Unidos poniendo en juego recursos relacionales de naturaleza básicamente familiar que reducen su posible vulnerabilidad en la sociedad que los recibe. Se puede suponer razonablemente que son esos mismos factores los que impulsan los procesos de reagrupación familiar. La fuerte existencia, masiva y permanente corriente migratoria desde México hacia Estados Unidos se puede explicar tanto por factores estructurales como coyunturales. Ente los primeros, el más importante sin duda es la diferente incidencia de los procesos de modernización en ambos países, que ha dejado a Estados Unidos como país rico pero con una importante escasez de población en edad laboral para las tareas consideradas secundarias o de baja calificación y a México con un nivel muy inferior de renta, con alto nivel de desempleo y una sobreabundancia de población joven y en edad de trabajar. Entre los segundos, cabe citar importantes problemas económicos en México durante los años anteriores y posteriores a la crisis 2008/2009, lo cual generó un elevado número de postulantes en el sector de servicios en Estados Unidos, en particular los de bajo nivel de calificación. Todo hace pensar que las llegadas masivas de mexicanos a Estados Unidos no cesarán. Más allá de las leyes de extranjería restrictivas, de la persecución de la que son objeto los trabajadores ilegales, de las amenazas de deportación y hasta de cárcel, y de la discriminación étnica, se está produciendo un proceso multicultural en apariencia incontenible en el cual la hibridación ha llegado hasta la esfera del lenguaje, haciendo del “spanglish” un nuevo modo de comunicación verbal. En conclusión uno puede afirmar que las presentes formas de tratar de controlar el gran numero de emigrantes ilegales, no funciona y será casi imposible poder parar este flujo de movimiento humano, ya que la necesidad económica, y la necesidad de fuerza laboral por parte de Estados Unidos en forma unificada vigoriza este presente problema. Lo emigración ilegal está cambiando, a cambiado y continuara cambiando la cultura norteamericana debido a la unificación de ambos países. El enlace ya no solamente es económico sino también cultural y la aportación de los trabajadores ilegales mexicanos no se puede ver solamente como fuerza laboral de bajo costo. Bibliografía: Domenach, H. (1996). Sobre la migratología. REMI (Revista Europea de Migraciones Internacionales), 12. Duchac, R. (1974), La sociologie des migrations aux États–Unis. Paris, Francia: Mouton. Gordon,M (1964) Assimilation in American Life. The role of Race, Religion, and National Origins. Oxford, England. 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