TENDENCIAS TRAS LA GRAN RECESIÓN

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TENDENCIAS TRAS LA GRAN RECESIÓN
La Gran Recesión ha suscitado un intenso debate entre economistas, sociólogos e
intelectuales sobre el futuro de la economía y la sociedad global. En el año 2008 el
mundo fue golpeado por un shock impactante e inesperado, provocando una crisis
profunda y transformadora y una gran recesión como no se conocía desde hace casi un
siglo. Tras cincuentas años de crecimiento a tasas medias del 4%, y tras un periodo de
casi dos décadas de crecimiento equilibrado, que llevó a los economistas y sociólogos a
denominarlo la década de la Gran Moderación, el mundo parece haberse detenido. Las
fuerzas que habían impulsado el crecimiento y el bienestar mundiales, sacando
millones de personas de la pobreza en los países en vías de desarrollo e identificadas
con el poder de la globalización y la apertura al comercio y las finanzas internacionales
de los países menos desarrollados, el impulso de las nuevas tecnologías, la mayor
interconexión derivada de la universalización de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, y la cooperación de los países desarrollados a través de
los organismos internacionales como el Banco Mundial, la Organización Mundial del
Comercio (OMC) o el Fondo Monetario internacional (FMI), parecían no ser suficientes
y en todo caso no habían podido evitar la gran catástrofe económica y social de la Gran
Recesión.
El desempleo mundial ha alcanzado la alarmante cifra de 200 millones de personas,
las desigualdades de renta y riqueza han aumentado, el avance en la reducción de la
pobreza se ha detenido, los niveles de renta salarial han retrocedido una década y el
bienestar social conseguido tras la segunda guerra mundial se ha reducido y hoy
parece insostenible. Las nuevas generaciones ven comprometido su futuro. La
pregunta que se hacen filósofos, economistas y sociólogos es si esta gran recesión era
inevitable, como las catástrofes naturales, o sí por el contrario obedece a políticas
equivocadas a incentivos perversos, al mal funcionamiento de las instituciones y a
comportamientos inmorales de las élites políticas y económicas que anteponen los
intereses propios a los de la comunidad. La desconfianza, el desengaño y la frustración
de los ciudadanos, y sobre todo de las nuevas generaciones, están cuestionando el
funcionamiento y la ética de las democracias, provocando convulsiones sociales y
políticas, impulsando propuestas populistas, y en Europa y España, fragmentado el
espectro político y alimentando la insolidaridad y los nacionalismos independentistas.
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Soy de la opinión de que la economía y el progreso económico forma parte de la
acción humana, y que por lo tanto no está predeterminada sino dirigida por sus
principios y virtudes morales dentro del amplio espacio de la libertad del hombre. Los
ciclos económicos se reproducen y son recurrentes porque las personas solemos
propender a cometer los mismos errores y parecidos comportamientos morales ante
determinados incentivos y situaciones. Errores y comportamientos evitables si los
principios morales están firmemente implantados en la conciencia ciudadana y en el
funcionamiento de las instituciones que rigen las democracias. Por esta razón, para
superar ésta recesión y garantizar a las nuevas generaciones un mundo sin pobreza, de
bienestar y progreso social, antes que la reconducción y revisión de las políticas
económicas y sociales hay que proceder previamente a la regeneración de los
principios y valores que rigen e inspiran a los ciudadanos y sobre todo a sus
instituciones y a sus dirigentes políticos y económicos. Si esto no se hace cualquier
reforma económica o institucional que se proponga, desde los partidos políticos o
desde el poder establecido, estará abocada al fracaso.
PROBLEMAS Y TENDENCIAS DEL NUEVO FUTURO.
Según el FMI y el Banco Mundial, tras diversas consultas y recogiendo también la opión
de cinco premios novel de economía, las tendencias e incertidumbres que configurarán
la economía mundial en las próximas décadas son: la evolución demográfica y el
envejecimiento de la población, la dispersión del poder en el mundo, las desigualdades
crecientes en renta y riqueza entre ciudadanos y países, la progresiva interconexión
global propiciada por las nuevas tecnologías de la comunicación e información y la
sostenibilidad ambiental, el calentamiento global y el uso de los recursos naturales. La
amenaza es el estancamiento prolongado o secular.
Envejecimiento de la población y disminución de la población activa.
En el año 2030 la población mundial superará los 8000 millones y envejecerá a una
tasa sin precedentes. En el año 2020 las personas con más de 65 años superarán a las
menores de cinco años. Exceptuando África Subsahariana la población de personas
mayores aumentara más que la población activa, la fuerza de trabajo descenderá, los
costos relacionados con el envejecimiento aumentarán y los sistemas de pensiones y el
bienestar social se verán comprometidos. Las personas trabajarán más años. Países
como China, cuya población se está reduciendo, podrían envejecer antes de alcanzar
los niveles de bienestar social y económico de los países desarrollados. El problema de
Asia Meridional y de África Subsahariana será el contrario: generar empleos nuevos
para una fuerza laboral creciente. El envejecimiento de la población aumentará los
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niveles de ahorro y disminuirá la inversión, alterará los flujos financieros y laborales
globales, intensificará los movimientos migratorios y reducirá la capacidad de
crecimiento económico mundial. Los conflictos geopolíticos y las guerras, como ya está
ocurriendo, aumentarán la presión migratoria desde los países en conflicto hacia los
países desarrollados.
Un poder mundial multipolar.
El poder mundial se está trasladando desde las economías desarrolladas a los países
emergentes que concentran en 2015 el 50% del PIB mundial y el 70% de su
crecimiento. Su presencia en los organismos internacionales será creciente así como su
influencia. Nuevos poderes están naciendo y creciendo: las organizaciones no
gubernamentales y las corporaciones multinacionales compiten con los estados. Los
tratados intergubernamentales y los tratados trasatlánticos de comercio antepondrán
los intereses de las corporaciones multinacionales a los de los propios estados. Las
ciudades serán cada vez más influyentes, nacional e internacionalmente. En 2015 600
ciudades acaparan el 60% del PIB mundial.
Pero todo esto puede cambiar. La incertidumbre frente al futuro es creciente. China y
los países emergentes están agotando su modelo de crecimiento. Su economía se
desacelera y en los próximos años pueden dejar de ser el motor de crecimiento
mundial. En el caso de China la contradicción entre su sistema político totalitario y su
creciente acercamiento a una economía de mercado, integrada globalmente, cada vez
se hace más insostenible. La liberalización de la economía requiere avances en la
democratización de sus instituciones. El actual equilibrio es insostenible a medio plazo.
Los proyectos de modernización y de cambio de modelo productivo hacia una sociedad
de consumo menos dependiente de las exportaciones al resto del mundo y de las
inversiones públicas, requiere que previamente se alcance un nivel mínimo de
seguridad y bienestar social de los ciudadanos.
Desconocemos si la dispersión del poder a nivel mundial facilitará la cooperación en la
resolución de los problemas del mundo. En principio el reparto del poder debiera de ir
a favor de la estabilidad mundial política, económica y financiera, pero al mismo
tiempo la mayor complejidad y la multiplicidad de actores e intereses dificultan el
consenso y la cooperación a nivel internacional. La lentitud y la falta de respuesta
puede ser la nueva normalidad ante la solución de los retos del nuevo mundo.
La desigualdad como reto social y como límite al crecimiento.
Para los premios nóveles de economía Michael Spence y Joseph Stiglitz la lucha contra
la desigualdad y el crecimiento exclusivo será el principal reto de la humanidad.
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En las últimas décadas la desigualdad de rentas y riqueza, entre los ciudadanos de cada
país y entre los países en desarrollo y desarrollados, ha aumentado. Al mismo tiempo
hay que felicitarse porque la globalización y los avances tecnológicos han sacado a
millones de personas de la pobreza en todo el mundo. Somos menos pobres pero más
desiguales. La desigualdad no solamente puede crear inestabilidad y conflictos sociales
y políticos, sino que también amenaza el crecimiento y la estabilidad macroeconómica,
siendo una de las razones de los que advierten de que el mundo está entrando en una
época de estancamiento secular, como veremos más adelante. El mundo desarrollado
está éticamente obligado a impulsar el proceso de convergencia que comenzó después
de la segunda guerra mundial y que benefició al 85% de la población mundial menos
desarrollada.
En los países avanzados la desigualdad se ha acelerado tras la crisis financiera. Las
clases medias están soportando la mayor parte del sacrificio y el ajuste de las políticas
de austeridad. La clase media que ha sido la base del crecimiento de estos países está
en riesgo de desaparecer, y con ella posiblemente uno de los pilares fundamentales de
las democracias. Las desigualdades económicas se están traduciendo en desigualdades
políticas. No obstante la desigualdad no es el resultado inevitable del capitalismo, ya
que coexisten niveles distintos de desigualdad entre los países, independientemente
de su nivel de desarrollo y riqueza. Los gobiernos clientelares, los beneficios y
subvenciones otorgados por los gobiernos a empresas y ciudadanos afines, los
monopolios y los oligopolios, la especulación financiera, la evasión de impuestos, el
diferente reparto de las oportunidades y la corrupción están en la base de la
desigualdad económica y social.
Tecnología, empleo y sostenibilidad.
Uno de los principales debates sobre la incertidumbre del próximo futuro son las
relaciones entre las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y el
empleo. La versión pesimista augura un sistema económico cada vez con una menor
capacidad de creación de empleo, debido al uso intensivo de las nuevas tecnologías de
la información. La capacidad destructora de puestos de trabajo y los incentivos
inducidos de sustitución de empleo por capital, auguran un mundo incapaz de crear
puestos de trabajo para todos los demandantes de empleo. A esto habría que añadir la
tesis defendida por el economista inglés Robert Gordon, según la cual la productividad
y la innovación inducida por las nuevas tecnologías de la información no están siendo
tan exitosas como lo fueron los motores de combustión, la electricidad y otras
tecnologías que irrumpieron en la Revolución Industrial y que transformaron el
modelo de producción capitalista. De hecho la productividad de los países avanzados
se está reduciendo en las dos últimas décadas. El rendimiento de la inversión
empresarial es declinante, lo cual está motivando una permanente caída de la
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inversión de los empresarios en bienes de capital y como consecuencia una menor
capacidad de crecimiento y creación de empleo.
La versión optimista por el contrario afirma que las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación no destruyen empleos, sino que los trasladan a otros
nuevos sectores emergentes, ligados fundamentalmente a los servicios. Lo que sí se
está produciendo es una dualización del mercado laboral a nivel global. Los empleos
más demandados son los de alta cualificación que alcanzan los salarios más altos. Por
el contrario los de baja y media cualificación están siendo sustituidos por la
robotización y las nuevas tecnologías. En los últimos tiempos las tecnologías
inteligentes están sustituyendo y destruyendo los empleos de calificaciones medias.
Esta tendencia es relevante en tanto en cuanto afecta a los salarios medios y a las
clases medias, que han sido el soporte económico del sistema capitalista y de las
nuevas democracias.
Para otros economistas como el premio nobel George. A. Akerlof la sostenibilidad
medioambiental, el calentamiento global y los recursos naturales son el gran reto de la
humanidad para el presente siglo. La preservación del medio ambiente constituye el
mayor reto de la humanidad y el mayor condicionante del modelo de crecimiento del
sistema capitalista. Tendrá efectos positivos en tanto en cuanto la preservación
medioambiental impulsará nuevos sectores y nuevos empleos, pero también
condicionara y limitará el crecimiento mundial en términos de mayores costos de
producción y límites absolutos al crecimiento.
EL ESTANCAMIENTO SECULAR.
Tras la gran recesión ha resurgido con gran fuerza la teoría del Estancamiento Secular
Según sus defensores el sistema capitalista está perdiendo capacidad de crecimiento y
creación de empleo, con una tendencia sostenida hacia el estancamiento. Premios
Nobeles como Robert Solow y Paul Krugman, y economistas prestigiosos como Larry
Summers, defienden esta tesis. La teoría no es nueva. Fue formulada por Alvin Hansen,
discípulo de Keynes,en 1939 tras la gran recesión de 1929.
Sus defensores parten de hechos observados en las últimas décadas. Desde finales de
los 80 la productividad del sistema capitalista está descendiendo. Los rendimientos de
las inversiones son decrecientes. Como consecuencia, la inversión en capital está
declinando. La demanda agregada mundial y sus componentes principales, consumo
de las familias e inversión de los empresarios, es insuficiente para absorber la
producción potencial del sistema. A pesar de que las tasas de interés de la financiación
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han descendido hasta el límite cero, no consiguen reanimar la inversión empresarial.
Las políticas monetarias expansivas de los bancos centrales han inundado el mundo de
liquidez, pero esta no se ha canalizado hacia la economía de las empresas, sino hacia
los mercados financieros e inmobiliarios, creando grandes burbujas. Uno de los
grandes problemas que se han creado en la época del abundancia es el
distanciamiento del sector financiero con respecto a al sector real. El negocio del
dinero y de las finanzas no está al servicio de la economía real, se ha convertido en un
fin en sí mismo. Los movimientos de capitales a lo largo del mundo multiplican las
necesidades de financiación de las empresas y las familias.
Simultáneamente la deflación amenaza al sistema capitalista. Los bajos y declinantes
precios reducen los márgenes empresariales, desaniman el consumo y desincentivan la
inversión. La deflación hace que el valor real de la altísima deuda privada y pública sea
cada vez mayor y más difícil de pagar. Como consecuencia el consumo de las familias
se reduce y la inversión empresarial se pospone.
Para resolver esta situación serían necesarios tipos de interés reales negativos (tipo de
interés nominal menos tasa de inflación). Los bancos centrales han reducido hasta el
límite cero los tipos de interés nominales a corto plazo. Han llegado a imponer tipos de
interés nominales negativos a los depósitos de los bancos comerciales en los bancos
centrales, con el objetivo de que dirijan su liquidez hacia el crédito, hacia las familias y
las empresas. Conseguir tipos reales negativos que animen la inversión empresarial es
difícil o imposible en épocas de deflación. Esta es la razón por la que las políticas
monetarias han alcanzado su límite y están perdiendo eficacia. Al llegar a este límite
los bancos centrales se ven obligados a inundar el sistema de liquidez mediante
compras masivas de deuda pública y activos financieros. Los efectos colaterales de
estas políticas son cada vez mayores. La inflación de bienes y servicios es baja o
negativa, pero el exceso de liquidez está irrumpiendo en los mercados financieros e
inmobiliarios, creando grandes burbujas. La inflación de activos convive con la
deflación de bienes y servicios, haciendo más difícil la tarea de los bancos centrales. Al
mismo tiempo, los bajos tipos de interés desincentivan y retrasan el necesario
desendeudamiento del sector público y privado. No debemos olvidar que el origen de
esta crisis fue el exceso de deuda y la explosión de las burbujas inmobiliarias y
financieras.
Según la Teoría del Estancamiento Secular el sistema capitalista en las dos últimas
décadas, sólo ha alcanzado una demanda agregada suficiente para absorber la
producción potencial del sistema con políticas monetarias y fiscales muy expansivas, y
con la creación de burbujas que ,tarde o temprano, explotan deteniendo nuevamente
el crecimiento. Desde este punto de vista la situación normal será una demanda
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permanentemente insuficiente, que sólo alcanzaría la producción de pleno empleo en
situaciones extremas y coincidiendo con burbujas. De ser así el sistema avanzaría de
burbuja en burbuja, con periodos de expansión seguidos de grandes recesiones.
Otra de las razones de la insuficiente demanda y de las bajas tasas de interés del
sistema es el exceso de ahorro global. Países emergentes como China, o desarrollados
como Alemania, generan una gran capacidad de ahorro que exportan a otros países
avanzados. Vivimos en un mundo de desequilibrios donde unos pocos, pero potentes e
importantes países, ahorran y son acreedores, y otros, muchos más, viven por encima
de sus posibilidades, tienen un ahorro negativo y se endeudan en exceso. Esta
conducta queda reflejada en el mapa de desequilibrios en las balanzas en cuenta
corriente de los países superavitarios y deficitarios, así como en los saldos
superavitarios y deficitarios del endeudamiento externo. Tras la crisis financiera los
desequilibrios de endeudamiento externo entre países han continuado creciendo. Los
ahorradores limitan voluntariamente su consumo y su inversión, los deudores, cuando
llegan al límite del endeudamiento sostenible, se ven obligados también a reducir su
demanda. La consecuencia es una situación global de demanda insuficiente.
Para resolver este problema, que está abocando al mundo al estancamiento, algunos
economistas como los premios nobeles, Paul Krugman y Stigliz, defienden políticas de
gasto público expansivas. El problema es que esto no es posible para países como
España y los países del sur de Europa, que por estar excesivamente endeudados y ser
muy dependientes de la financiación exterior, no tienen acceso sin límite a los
mercados financieros exteriores. Desde este punto de vista la única forma de resolver
el problema de insuficiencia demanda global del sistema capitalista es un acuerdo del
G-20 por el cual los países acreedores, que tienen holgura presupuestaria, se
comprometan a practicar políticas fiscales expansivas para aumentar su crecimiento y
las importaciones desde los países deudores. Hasta ahora esto no se ha conseguido.
Por el contrario países como Alemania están practicando, sin necesitarlo, políticas de
austeridad y reducción del gasto público que contraen su demanda y reducen su
crecimiento.
Otros argumentos que apoyarían la tendencia al estancamiento global del sistema
capitalista, que ya han sido expuestos, son la creciente desigualdad en renta y riqueza,
la tendencia al descenso de la población activa, y la tendencia a la baja de la
productividad.
Otro factor importante que limita el crecimiento de los países es el deterioro de la
calidad de las instituciones, la falta de transparencia, la corrupción y la falta de
responsabilidad individual y colectiva de las élites políticas y económicas que
anteponen sus propios intereses a los de la nación. Factores que se han acrecentado
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tras décadas de abundancia, y que son determinantes para una eficiente asignación de
los recursos, para el crecimiento inclusivo y para el bienestar social compartido.
Conclusión.
Aunque no comparto la visión de los defensores de la Teoría del Estancamiento
Secular, por no considerarla como inevitable y determinante, sí considero que es útil
para que los gobiernos reaccionen y adopten políticas para eludir lo que siendo posible
es evitable si se practican las políticas y las reformas adecuadas.. Tampoco comparto
la visión pesimista del impacto sobre empleo de las nuevas tecnologías. La historia nos
dice todo lo contrario, aunque ahora no sepamos vislumbrar las repercusiones del
último salto tecnológico, todavía embrionarias, y que sin duda se producirán en las
próximas décadas. Así ha sido siempre, los frutos se han recogido décadas más tarde.
Tampoco asumo que la declinante tendencia de la productividad y de la demanda
global sea una tendencia natural irreversible. Todo dependerá de la acción y
cooperación de los líderes y de las instituciones a nivel global. Los consensos globales
de los líderes mundiales, aunque tarde, siempre han llegado. Lo que si comparto es
que las soluciones nacionales ya no son suficientes. También defiendo que los bancos
centrales y la política monetaria, trabajando en la soledad, no solamente no son la
solución, sino que pueden crear daños colaterales en forma de burbujas y nuevas
recesiones. La política monetaria debe ir acompañada de la política fiscal y de las
reformas estructurales. Por otra parte todas las tendencias señaladas, están
relacionadas y se retroalimentan.
Lo que sí tengo claro es que la solución global sobrepasa a las políticas nacionales. Para
garantizar un mundo de creciente bienestar los gobiernos deben de cooperar en las
políticas económicas y sociales, trascendiendo los intereses nacionales, luchando
contra la pobreza y la desigualad, propiciando un crecimiento y bienestar inclusivo, y
preservando al mismo tiempo el capital más preciado, el Capitán Natural que es el
medioambiente y los recursos naturales. Sólo así será posible volver a una nueva etapa
de crecimiento y bienestar sostenible.
Un nuevo escenario al que las empresas deberán de adaptarse, y que, en el mejor de
los casos, será de un bajo crecimiento en los próximos años, con condiciones
financieras más exigentes, con volatilidad y cambios permanentes, con distintos ritmos
de crecimiento entre países, con los países emergentes desacelerándose y los países
avanzados iniciando su despegue. Un lento despegue, con interrupciones y turbulento.
Un nuevo escenario en el que Estados Unidos seguirá liderando el mundo aunque
compartiendo su poder. Un nuevo mundo en el que asistiremos al nacimiento de
tratados internacionales entre las distintas regiones continentales, nuevas alianzas y
un fuerte proceso de concentración de las empresas transnacionales. Un nuevo
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escenario en el que los poderes nacionales perderán fuerza frente a los mercados
internacionales y frente a las corporaciones y tratados internacionales. Un mundo en
el que Europa seguirá avanzando, aunque lentamente, en su proceso de integración
económica y política, y al mismo tiempo luchando contra los conatos de
independentismo regionales, con creciente pérdida de poder internacional. Un mundo
más complejo, más incierto, más interconectado y más cambiante, pero lleno de
oportunidades para aquellas empresas que sepan anticiparse y adaptarse.
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BIBLIOGRAFIA
•
Bruce Bessen: “Toil and Technology”. IMF. Finance and Development. September 2015
•
George A. Akerlof: “Global Warming”. IMF. Finance and Development. September 2014
•
Alvin Hansen: “Economic Progress and declining population” American Economic Review.
March 1939
•
Joseph E. Stiglitz. “El precio de la desigualdad” Ed. Taurus. 2012
•
Joseph E. Stiglitz. “Ineguality”. IMF. Finance and Development. September 2014
•
M. Aynan Kose: “A World of Change”. IMF. Finance and Development September 2014
•
Mckinsey Global Institute: “Global Flows in a Digital age”. 2014
•
Michael Spence: “Inclusiveness Finance and Development”. September 2014
•
Paul Krugman: “Acabad ya con esta crisis” Editorial Crítica 2012
•
Robert Solow: “Secular Stagnation” Finance and Development. September 2014
•
Thomas Peketty: “El capital en el siglo XXI” Editorial R.B.A. 2015
“La economía de las desigualdades”. Anagrama 2015.
•
Sebastian Laffage y otros: “Los cambios en la estructura del poder mundial: Hacia un
mundo multipolar”. Revista Argentina de Economía Internacional nº 1. Febrero 2013.
Fernando Faces
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