Excelentísimo Sr

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CENTRO
TÍTULO TRABAJO
AUTOR/A
IES MIGUEL CATALÁN
El futuro es responsabilidad de todos nosotros. Carta al Sr.
Presidente del Gobierno
INÉS MARTÍNEZ ENRÍQUEZ
Excelentísimo Sr. Presidente del Gobierno de España
Discúlpeme por quitarle unos minutos de su tiempo, que es escaso, por lo que iré directa a la
cuestión y me dejaré de formulismos. Le escribo porque, en mi calidad de estudiante que se
preocupa por el futuro, creo que una función importante que debe cumplir un gobernante de hoy
es la de alertar a la comunidad sobre los problemas, casi desconocidos para la mayoría, que nos
va a causar la creciente escasez de recursos energéticos. Sin embargo, estoy convencida de que
esto no se está abordando correctamente por usted, en parte porque la nueva situación choca con
las bases de nuestro sistema económico, financiero y productivo y por tanto, no es fácil que la
acepten los expertos económicos. Pero verá: aunque ser consciente y estar informado puede
hacer perder el apetito, eso es mejor que quedarse sin comer por falta de alimentos. A mí me
gusta mi mundo, pero cuando miro los estantes de los supermercados, los escaparates de las
tiendas y los paisajes que pasan veloces por la ventanilla del coche de mis padres, sé que estoy
mirando al pasado, porque en un futuro próximo habrá menos variedad de comida en nuestras
mesas, y probablemente también muchas menos cosas que comprar y menos kilómetros que
recorrer.
La situación es, al final, bastante simple: en este planeta hemos llegado a un punto en el
cual no podemos seguir aumentando la cantidad de energía disponible para nuestras actividades.
Peor aún, teniendo en cuenta que todas las materias energéticas no renovables (petróleo, gas
natural, carbón y uranio) siguen una curva de explotación que siempre tiene una fase terminal de
declinación, que todas ellas están ya cerca de su máximo productivo -si no lo han pasado ya- y
que las energías renovables no pueden ni de lejos ofrecernos la misma cantidad de energía
barata, estamos abocados a un descenso energético prolongado y de gran magnitud.
El “petróleo crudo” –nuestra energía barata- no se sustituye fácilmente por otras fuentes
de energía, y ya se ha reconocido que fue en 2006 cuando se superó su máximo productivo y
que actualmente la producción total de petróleo sólo puede crecer si lo hace la de “petróleos
sintéticos”, que son energías de menor poder energético y mayor coste energético de
producción, y encima de producción limitada, ya que dependen de la disponibilidad en grandes
cantidades de otras materias, en particular gas y agua, cuyo flujo no siempre se puede aumentar.
Se espera además que el gas natural llegue a su cenit de producción hacia el 2020, el
carbón, en esta década y en cuanto al uranio, su pico de producción se prevé entre los años 2015
y 2035. Si añadimos a esto que las posibilidades de las energías alternativas renovables no
alcanzan los mínimos necesarios: la eólica no llega ni a la catorceava parte del consumo
energético global, las placas fotovoltaicas dan un rendimiento energético insuficiente para
nuestras necesidades (la energía que recupera una sociedad ha de ser unas 10 veces superior a
la que se invierte en su extracción), la hidráulica ya está al límite de explotación en Occidente –
y avanzamos hacia un sequía generalizada-, y que las otras renovables (geotérmica,
mareomotriz, undimotriz,...) tienen un potencial limitadísimo, y que en materia energética no
hay milagros a la vista, el futuro –mi futuro- es muy sombrío; como usted sabe, energía es
economía y sin energía, esta crisis económica nunca se acabará.
Su gobierno calla, pero fuera de nuestro país los movimientos son amplios. La actual
administración Obama, el gobierno del Reino Unido, en Francia el presidente François Fillon,
todos ellos han hecho de este debate una cuestión nacional y pública. En cuanto a España, el
peak oil ha sido abordado en multitud de documentos públicos; hay, literalmente, cientos de
documentos donde se alerta sobre la inminencia y gravedad del problema, pero aunque este es
un debate público, es también un debate no publicitado. Y es precisamente esta falta de
publicidad la que seguramente le está haciendo más daño hoy en día la política y contribuye a
desgastar a los gobiernos. Porque el problema del descenso energético no puede ser abordado de
una manera convencional. Porque la crisis energética no se manifiesta como una escasez directa
de energía, sino en una progresiva falta de capacidad de acceder a la misma y una destrucción
económica continuada por falta de viabilidad de los negocios. La crisis energética, que ya está
instalada entre nosotros, mina nuestro sistema económico y nuestro modelo de sociedad.
La realidad, Sr. Presidente, es que vivimos un momento histórico que nadie sabe muy
bien cómo encarar, y que por ello mismo la actitud general ante él es la de negarlo. Pero eso
solo contribuye a hundirnos cada vez más en esta crisis que no acaba nunca. Como seguro que
usted ya sabe, nuestro modo de vida no cabe en un mundo con combustibles fósiles caros. El
petróleo caro significa decir adiós a un estilo de vida basado en el gasto libre; significa decir
adiós a los productos económicos elaborados o fabricados en la otra parte del planeta. Los
alimentos, en particular, nos van a costar mucho más; de hecho, no dejan de encarecerse. Lo que
quemamos en nuestro coche es lo mismo que el agricultor de Europa necesita para sembrar y
recolectar el cereal (por no hablar del gas natural que se precisa para fabricar abonos). Es lo
mismo que propulsa los camiones, aviones y barcos que transportan todo, lo mismo que se
emplea como materia prima de la industria petroquímica que produce los plásticos y los
productos farmacéuticos. Es el carburante que la marina emplea en sus barcos y lo que el
ayuntamiento de mi ciudad necesita para que funcionen los cortacéspedes que tan bonitos dejan
los parques. Alguien tendrá que pagar todo esto, y menos petróleo significa menos dinero.
Sr. presidente: hay que empezar a enfrentarse a decisiones difíciles. Y sí, es posible que el
petróleo caro signifique el final de nuestro modo de vida, pero es que puede que esa vida no sea
especialmente agradable. Las ciudades congestionadas y contaminadas, el calentamiento global,
los vertidos de petróleo y otras formas de degradación medioambiental también forman parte
del legado del petróleo barato. Puede que debamos afrontar una vida más incómoda, residir en
comunidades de mayor densidad de población, conducir coches más pequeños, vivir de forma
más austera y local, y aunque sin duda habrá perdedores cuando pongamos la marcha atrás,
también va a haber ganadores. En un mundo con un precio del petróleo imposible, la distancia
cuesta dinero; y mucho. Es posible que pronto recuperemos trabajos de manufactura que
pensábamos que habíamos perdido para siempre en los mercados extranjeros de mano de obra
barata y que así, todos tengamos la posibilidad de trabajar y vivir en un mundo más limpio y
amable.
Señor presidente, tengo trece años y ya me estoy preparando para un mundo más
pequeño. Muy pronto, mi comida procederá de un huerto cercano a mi casa y las cosas que
compre, seguramente vendrán de alguna fábrica de los alrededores y no de la otra parte del
globo. Casi seguro que iré menos en coche y más en bicicleta o andando, y esto significa que
compraré, estudiaré y trabajaré más cerca de casa. Mis vecinos y mi barrio van a tener mucha
importancia en el mundo pequeño del futuro.
La pregunta que le hago es: ¿cree usted que podemos cambiar?, ¿sabrá su gobierno
apoyarnos en este cambio? Y hablo no sólo de desligar la economía del petróleo, sino de
cambiar nuestra vida para adaptarla a un mundo de escasez energética; aprender a vivir
utilizando menos energía. De no ser así, nos condena –me condena- a un terrible futuro de
recesiones económicas y recuperaciones económicas que se repiten una y otra vez, mientras la
economía continúa dándose de cabeza contra el precio del petróleo. Sé que en esta transición
puede haber algo que vaya mal, pero estoy segura de que en el proceso se abrirán nuevas
posibilidades. Y si usted y su gobierno no saben –o no quieren- afrontar este reto, le aseguro,
señor presidente, que nosotros sí estamos preparados y lo vamos a hacer. Con ustedes o sin
ustedes.
Señor presidente, sepa que el futuro ya no está en sus manos, sino que es
responsabilidad de cada uno de nosotros.
Atentamente,
Inés
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