las lesiones músculo-esqueléticas una perspectiva de

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LAS LESIONES MÚSCULO-ESQUELÉTICAS
UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO
LAS LESIONES MÚSCULO ESQUELÉTICAS (LME) son situaciones de dolor,
molestia o tensión por algún
tipo de daño en la estructura anatómica del
cuerpo. Éstas no siempre pueden identificarse clínicamente, ya que el síntoma,
más claro, es el dolor y éste es una sensación subjetiva y representa muchas
veces la única manifestación.
LAS LESIONES MÚSCULO-ESQUELÉTICAS DE ORIGEN LABORAL se han
incrementado de una forma notable en la última década y son el principal
problema de salud relacionado con el trabajo en todos los países
industrializados.
Hay que destacar la importancia de este tipo de lesiones que supone un gran
coste humano, social y como no también económico, pues se valora su gasto
en el 1,6 del Producto Interior Bruto de la Unión Europea.
Las cifras y la experiencia nos ponen de manifiesto que son las condiciones
de trabajo las que originan un gran número de estas lesiones , en la población
trabajadora,
causadas principalmente: por las posturas de trabajo, los
esfuerzos, la repetitividad, la manipulación y ciertos movimientos, así como el
trabajo ante el ordenador, exigidos por el diseño del puesto de trabajo, por los
tipos de tareas y por cómo están organizadas, estamos también ante un gran
problema de salud y un reto sindical y preventivo.
La elevada incidencia de este tipo de lesiones exige un trabajo conjunto de
todos y todas y la coordinación entre todos los agentes implicados con el objeto
de prevenir y proteger a los/as trabajadores de estos riesgos en las empresas.
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Las Lesiones Músculo Esqueléticas están afectando, en un elevadísimo grado,
tanto a hombres como a mujeres, pero si hacemos hincapié en el aspecto de
género, diversas investigaciones indican que las mujeres presentan estos
daños más frecuentemente y de forma distinta que los hombres.
Los estudios que abordan la dimensión de género desde la salud laboral suelen
basarse en la ocupación como un indicador del tipo de trabajo. Las condiciones
de trabajo están más relacionadas con el estatus ocupacional que con el
género en si mismo.
Así y según datos del Observatorio Europeo de Riesgos de la Agencia Europea
los trastornos músculo-esqueléticos son uno de los riesgos emergentes que
afectan al colectivo de mujeres. Como causas principales señalan: las posturas
inadecuadas,
movimientos
repetitivos,
estancia
prolongada
de
pie,
levantamiento y transporte de pesos.
Si observamos en qué trabajan las mujeres podremos entender mejor de qué
enferman.
Así las características que definen los trabajos que realizan las mujeres son:
Exigencia de agilidad, velocidad, atención y precisión: (no se necesita
una gran fuerza física, pero sí tensión muscular, concentración y
atención visual). Como ejemplo algunas actividades feminizadas
podríamos señalar: operarias
de textil, de lavanderías, peluquerías,
limpieza de pisos, camareras, mataderos.
El trabajo monótono, el sedentarismo y poca creatividad, estos aspectos
son propios de tareas como
selección de alimentos, empaquetado,
encajado.
Trabajos en posturas forzadas: sentadas o de pie, sin posibilidad de
desplazarse, con una cadena de producción elevada sin posibilidad de
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pausas:
personal
de
cajas,
maquinistas
del
textil,
personal
administrativo, telefonista, cadenas de mataderos.
Trabajo a destajo en los que se precisa mucha rapidez y destreza
manual, muchas veces agravada por el uso de tecnología rudimentaria
o inadecuada. Es el caso del trabajo de economía sumergida, textil,
zapatos, cadena de montaje.
Realización de trabajos con mucha responsabilidad hacia el cuidado y la
atención de otras personas: personal de enfermería, profesionales de la
educación, personal de ayuda a domicilio y de centros de la infancia,
trabajadoras sociales.
Desarrollan también trabajos llamados “poco cualificados” y por tanto
supuestamente alejados de responsabilidad en la toma de decisiones.
Sería el caso del personal de limpieza, empaquetadoras.
En muchos de los puestos en los que están las mujeres existe gran
inseguridad en el empleo y en el puesto de trabajo: provocado por
contratos temporales, precariedad en el trabajo y en el salario.
TODOS ESTOS ASPECTOS ESTÁN INCIDIENDO NEGATIVAMENTE EN LA
SALUD MÚSCULO-ESQUELÉTICA DE LAS MUJERES
No quiero que parezca que defiendo que las lesiones músculo-esqueléticas son
sólo un problema de mujeres pues la realidad evidencia que no es así, y que
los hombres también estamos expuestos a trabajos repetitivos y de daño
músculo-esqueléticos, pero si quiero remarcar que hay diferencias.
Las estadísticas demuestran que los hombres estamos menos afectados por
estas lesiones y, además que nuestras dolencias están localizadas en zonas
corporales diferentes y aparecen a
edades distintas que en el género
femenino.
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Ante esto es necesario pararnos y reflexionar, para buscar qué causas pueden
explicar los datos anteriores, y éste va a ser el OBJETIVO DE TODA MI
EXPOSICIÓN.
Seguro que en esta media hora no llegaremos a una explicación definitiva, ya
que el tema no es tan simple por ser multicausal, pero espero conseguir una
aproximación lo más cercana a la realidad de este problema, pues considero
que conociendo y profundizando en las causas, será más fácil acertar en la
búsqueda e implantación de soluciones eficaces para evitar estas lesiones.
Según la VI ENCUESTA NACIONAL DE CONDICIONES DE TRABAJO, en
España, cuatro de cada diez trabajadores sufren dolores lumbares, y cuando
se les pregunta por la zona del cuerpo donde tienen más molestias cuando
realizan esfuerzos o mantienen posturas forzadas en su trabajo, señalan tres
zonas del cuerpo:
1. Zona baja de la espalda (40,1%)
2. La nuca/cuello (27%)
3. La zona alta de la espalda (26%).
Ante esta pregunta existen diferencias en las respuestas según el género. Así
las mujeres señalan que tienen más lesiones en el cuello, y columna dorsal, los
hombres presentan más lesiones en la columna lumbar, brazos y rodillas.
También hace referencia que las mujeres se quejan ligeramente más que los
hombres de alguna molestia músculo-esquelética, registrándose las mayores
diferencias en la nuca/cuello (32,2% en mujeres, y 24% en hombres); y en le
alto de la espalda.
Si hablamos no sólo de molestias, sino de daños legalmente reconocidos en
nuestro país, y según datos del Sistema de la Seguridad Social el porcentaje
de Enfermedades Profesionales (EEPP) debidas a Lesiones Músculo
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Esqueléticas es mayor en las mujeres que en los hombres, y este rasgo resulta
una tendencia constante a lo largo de los años.
Según el Sistema de la Seguridad Social, los partes comunicados de
Enfermedades Profesionales
por sexos es más elevado en los hombres
(57,32%) que en las mujeres (42,68%).
El número mayor de partes comunicados de Enfermedades Profesionales por
grupos es el de las enfermedades profesionales causadas por agentes físicos
que corresponden un 82.35%. y de éstos un 46,88 % corresponde a hombres
mientras que un 35,4% corresponde a mujeres.
Para intentar explicar por qué hombres y mujeres presentan diferencias en los
efectos músculo-esqueléticos debemos preguntarnos por los aspectos en los
que difiere su actividad: qué tareas desarrollan unos y otras, durante cuánto
tiempo, en qué condiciones de trabajo, cómo interactúan las diferencias
individuales (biológicas, psicológicas, etc.) con esas exigencias y condiciones
laborales, y también si pueden estar influyendo las exposiciones de origen
extralaboral.
LA DIVISIÓN SEXUAL, o de género, del trabajo en las empresas favorece que
las mujeres se concentren en sectores productivos y puestos de trabajo
caracterizados por varias de estas exigencias que resultan muy negativas para
este tipo de lesiones:
Servicios: servicio doméstico, banca/oficinas, administración pública
(administrativas y auxiliares), asistencia social, ayuda a domicilio,
limpieza, comercio y hostelería (dependientas, cajeras, camareras de
piso, etc…).
Enseñanza: profesorado.
Sanitario: diplomado en Enfermería, auxiliares de enfermería, etc …
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Industria: textil y calzado, electrónica y electrodomésticos, alimentación,
varias industrias manufactureras (costureras, operarias de montaje, de
envasado, etc)
El aspecto en el que existe mayor evidencia de las diferencias debidas al
género, y por ello puede considerarse la razón más importante a la hora de
explicar los efectos entre trabajadores y trabajadoras, son las exigencias físicas
de la tarea que hace referencia a las posturas (estáticas, dinámicas, forzadas,
mantenidas durante mucho tiempo), movimientos rápidos y precisos,
requerimientos de fuerza física, ciclos cortos y repetidos, altas exigencias de
atención, especialmente de tipo visual, táctil.
El Diseño y las dimensiones del puesto
incluye elementos como la
altura/anchura de los diferentes planos de trabajo, distancias de alcance a los
elementos que se utilizan, espacio libre disponible para piernas, pies, brazos,
muñecas, forma, peso y dimensiones de los equipos de trabajo y herramientas,
uso de equipos de protección individual inadecuados y no adaptados a las
características de quien los usa, lo que dificulta enormemente la tarea.
Esta situación se agrava cuando las mujeres ocupan puestos tradicionalmente
masculinos, comprobamos que el medio de trabajo no siempre se adapta a las
especificidades antropométricas y de capacidad de trabajo físico de las
mujeres. Las diferencias biológicas condicionan la interacción del trabajador/a
con su puesto, generando a veces en las mujeres un mayor riesgo de Lesiones
Músculo Esqueléticas. Las herramientas, máquinas y equipos, el plano de
trabajo, la disposición de los elementos, la organización de tareas, etc. han sido
concebidos frecuentemente "a la medida" del género masculino.
Las mujeres son, en general, más bajas, tienen menos fuerza, sus manos son
más pequeñas y sus brazos más cortos.
El uso de herramientas demasiado grandes o pesadas provoca posturas de
agarre incómodas o forzadas de la muñeca y los dedos, sobre presión de
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distintas zonas de la mano. Por ejemplo una silla de altura inadecuada o
estanterías demasiado altas pueden causar una constante sobresolicitación en
los mismos tendones o articulaciones, incluso aunque el problema no sea
observable a simple vista.
Estos detalles pueden parecer poco importantes de manera aislada, pero
generan formas de prensión de las herramientas, posturas forzadas, aplicación
de fuerzas y sobreesfuerzos físicos que, mantenidos a lo largo de varias horas
cada día, acaban provocando la aparición de LME. Los puestos de trabajo
ajustados para el 90% de la población masculina tienen dimensiones
demasiado grandes para alrededor del 50% de la población femenina
(Pheasant, 1996).
Debemos tener en cuenta las variables biológicas de género como es el
tamaño y la fuerza muscular pueden determinar la adopción de posturas más
incómodas para las mujeres. Durante el embarazo los cambios fisiológicos
pueden aumentar los problemas debidos a las posturas inconfortables y sobre
todo los problemas de posturas estáticas.
Los riesgos derivados de la organización del trabajo que incluye ritmos
elevados , las exposiciones largas, la falta de descansos y pausas de
recuperación, la monotonía y repetitividad, el trabajo remunerado a prima, la
falta de control y autonomía, el bajo apoyo social o la supervisión estricta son
características de la organización del trabajo que pueden generar tensión
laboral. Ésta, a su vez, tiene una gran relación con el estrés. Se ha relacionado
la tensión en el trabajo con el dolor de espalda y sobre todo con los LME de
extremidad superior. Muchos de esos factores son comunes en las
ocupaciones desarrolladas por mujeres.
Un dato a resaltar es que las categorías laborales de las mujeres son más
bajas, con una peor remuneración y escasas posibilidades de promoción
(ENCT) que se contrapone con el nivel de formación alcanzado. El 17,7% de
las mujeres manifiestan tener un nivel de estudios superior al necesario para
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desempeñar el puesto de trabajo, hay una infrautilización de las capacidades
que genera insatisfacción y desmotivación.
Algunas de las otras exigencias típicas de las ocupaciones feminizadas son la
carga mental y/o emocional de ocupaciones como profesionales sanitarias y
docentes, las recepcionistas o las cajeras. Trabajos en los que suele darse
simultaneidad de tareas, frecuentes interrupciones, necesidad de dar respuesta
a varias personas a la vez, condiciones (horarios cambiantes, turnos, etc) que
hacen difícil la compatibilidad entre el trabajo y la vida familiar, especialmente si
se tienen personas dependientes (niños pequeños, ancianos, enfermos),
obligación de hacer de "muro de contención" entre la empresa y los clientes,
estando expuestas a conflictos y agresiones verbales por parte del público.
Todos estos factores, del ámbito psicosocial tienen a menudo una traducción
en sintomatología músculo-esquelética.
Hay que añadir otro elemento diferencial, relacionado con el tiempo de
exposición. Las mujeres presentan mayor probabilidad de soportar durante más
tiempo las mismas cargas de trabajo: a trabajo menos cualificado y más
precario, menor posibilidad de promoción, y también de cambio de puesto tras
haber sufrido LME. (Québec)
Por último quiero dedicar un apartado, aunque no menos importante, a la
diferencia social y de rol que aún tienen las mujeres. Todavía son ellas quien
asumen con mayor peso o en su totalidad las responsabilidades familiares.
Esto es importante, pues aunque sea extralaboral, es uno de los factores que
aumentan el riesgo de problemas músculo-esqueléticos por la falta de reposo y
descanso
Lo más importante es qué hacemos y cómo eliminamos y/o reducimos los
riesgos que generan daños músculo-esqueléticos. Tenemos que diferenciar no
sólo en la identificación de los riesgos sino también a la hora de llevar a cabo
las políticas y las acciones preventivas en las empresas. Seamos claros, toda
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la actividad preventiva en las empresas se dirige hacia los riesgos de seguridad
básicamente, al ser sus efectos más evidentes y poco, o nada, en aspectos
músculo esqueléticos en general y específicamente en el tema de género la
atención y las mejoras son inexistentes.
LAS POLÍTICAS Y PRÁCTICAS DE PREVENCIÓN deben dar respuesta a las
diferencias explicadas anteriormente actuando sobre las causas que las
originan y por ello es necesario:
Visualizar las condiciones de trabajo de las mujeres, pues las mujeres
están expuestas en mayor medida a riesgos que desencadenan y
agravan estas dolencias por las tareas que desarrollan. No puede
valorarse un puesto de trabajo pensando que lo ocupa un trabajador en
abstracto, y que además el referente implícito, es el masculino.
No quiero decir con esto que el tema de la mujer se trate de manera
diferente, haciendo discriminación positiva, ni considerarlas como
trabajadoras sensibles, o de especial atención de protección. Nada más
lejos, lo que exijo es que se aplique el principio básico de adaptación del
puesto de trabajo a la persona, que recoge la normativa preventiva y
también el sentido común. Deben tenerse en cuanta las características
personales de quién trabaja, y cuando se hace prevención, el género, es
una de ellas.
Las limitaciones metodológicas en la valoración de estos riesgos ya que
se ha prestado más atención a las exposiciones con altas demandas y
físicamente pesadas, donde se encuentran mayoritariamente hombres.
Se desprecia el esfuerzo físico exigido por tareas donde el peso es
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menor pero hay una elevada frecuencia y/o posturas forzadas
(características de los trabajos de muchas mujeres).
Esta identificación no exhaustiva de los riesgos del trabajo feminizado se
agrava al hacerse valoraciones de
los riesgos de uno en uno, sin
estudiar la interacción entre los diferentes factores como son peso,
ritmo, pulcritud, plano de trabajo inadecuado, características físicas,… y
aspectos como la doble presencia.
Cuando me refiero a “doble presencia” no estoy hablando del trabajo
extralaboral que también influye, pero no es un tema que entre en la
acción preventiva de la empresa, a no ser por temas de conciliación y
horarios, si no, es el trabajo o la responsabilidad de sus casas, familias
que simultáneamente llevan las mujeres cuando están trabajando y que
sobrecarga a nivel psíquico, emocional y también físico.
La vigilancia de la salud no está actualmente, siendo muy rigurosa en
este tema, al no contemplar la percepción de malestar y dolor músculoesquelético en sus primeras fases. De hacerlo sería un interesante
instrumento de detección precoz de alteraciones de la salud en el
trabajo.
Es escaso todavía, ver en las empresas resúmenes, estudios o datos
globales de salud de los trabajadores que relacione los riesgos con sus
daños. Estos datos nos servirían para modificar situaciones poco
saludables en etapas iniciales. Se haría, entonces una medicina más
preventiva y menos reparadora.
Existe un error de planteamiento de muchas de las áreas de vigilancia
de la salud, o de la medicina del trabajo, y es dar mucho más peso a
condiciones personales… como son la edad, por hábitos de vida, por ser
mujer, y se hace poca incidencia en las condiciones de trabajo que
causan o que agravan los daños. La vigilancia de la salud debe tener un
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objetivo de salud y no estar condicionado por otros aspectos que sólo
hacen que no se visualice la realidad de las empresas.
Entre los objetivos que deberíamos buscar:
Integrar la dimensión de género en la evaluación del riesgo, las medidas
preventivas y los mecanismos de indemnización. Que no se parta de un
trabajador en abstracto, cuyo referente implícito es la normalidad del
trabajo masculino
Reforzar la prevención de enfermedades profesionales, concediendo
prioridad, entre otras, a los trastornos músculo-esqueléticos. Ante un
Problema tan importante como son las LME, la legislación comunitaria
regula específicamente solo uno de los tres factores fundamentales, el
manejo manual de cargas, lo regula contemplando principalmente el
riesgo dorso-lumbar, en unas condiciones que se aplican de manera
general más al trabajo masculino que al femenino y resulta limitado para
situaciones en las que se combinan diversas exigencias físicas además
del levantamiento. Los movimientos repetitivos y las posturas forzadas,
los dos factores que más afectan a los puestos ocupados por mujeres,
no cuentan con legislación específica.
Tener en cuenta los cambios en las formas de empleo, las modalidades
de organización del trabajo y la jornada laboral, constituyendo una
categoría particularmente sensible los trabajadores/as con relaciones
laborales atípicas o precarias.
Poner en marcha acciones que faciliten la participación de las
trabajadoras en las distintas etapas y actuaciones preventivas.
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Las necesidades particulares de las mujeres han recibido poca atención
en el establecimiento de las políticas de promoción de la salud.
PARA FINALIZAR: sólo quería decir que nos queda por hacer mucho trabajo
en este tema, pero estoy convencido que con el esfuerzo y el trabajo de todos,
podemos conseguir, que las condiciones de trabajo a las que estamos
expuestos todos y todas sean mejores.
Debemos ir eliminando los sistemas de organización y diseño de tareas y
procesos, que no puedan adaptarse, y hayan obviado a quienes realizan las
tareas sean del género que sean.
Hoy, al hablar de prevención de riesgos laborales, hay que hablar de mujeres y
de hombres, espero que pronto consigamos que no sea así.
Oviedo, 6 de Mayo de 2008
Jeremías Dos Santos Zapico
Secretario de Salud Laboral y Medio Ambiente de CCOO de Asturias
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