discipulos de jesus - Universidad Católica de Cuyo

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FONDO EDITORIAL
DISCÍPULOS DE JESÚS
TEOLOGÍA MORAL
FUNDAMENTAL
JOSÉ JUAN GARCÍA
San Juan, 2009
FONDO EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD
CATÓLICA DE CUYO
Dirección de publicaciones
Impreso en Enero de 2009.
Directora: María Isabel Larrauri
Reservados los correspondiente derechos
por la Universidad Católica de Cuyo.
Prohibida su reproducción total o parcial.
Pueden formularse citas con la indicación
expresa de su procedencia y conservando
el sentido del contexto.-
Es una publicación oficial de la Universidad.
Las opiniones expresadas en los trabajos son
de exclusiva responsabilidad del autor,
no expresando el pensamiento del señor
Rector ni del Honorable Consejo Superior.
García, José Juan
Teología moral fundamental - 1a ed. - San Juan: Univ. Católica de Cuyo,
2009. CD-ROM
ISBN 978-950-559-212-8
1. Teología Moral. I. Título
CDD 240
Fecha de catalogación: 17/12/2008
© Copyright By - Universidad Católica de Cuyo
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
Hecho el depósito que determina la Ley 11.723
I.S.B.N. Nº 978-950-559-213-5
“Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti. Dame a conocer y entender
qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes conocerte
que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te
conoce? Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar
una cosa por otra”.
San Agustín, Confesiones, L. I, c. 1 n 1.
Puede imprimirse
Mons. Alfonso Delgado Evers
Arzobispo de San Juan de Cuyo
San Juan, 3 de diciembre de 2008.-
A mis alumnos,
con gratitud.
TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
INDICE
Introducción
1. CAPÍTULO 1 - ¿Qué es teología moral?
Introducción. Las fuentes de la teología moral. Moral
y ciencias humanas. Persona humana y crisis moral.
Mensaje moral del Nuevo Testamento.
2. CAPÍTULO 2 - Historia de la teología moral.
Introducción. Época patrística. La escolástica. La moral
de los siglos XVI al XIX. La Moral en el siglo XX.
3. CAPÍTULO 3 - La conciencia moral. Noción de
conciencia. Naturaleza de la conciencia. La conciencia.
Norma de conducta moral. Conciencia recta, dudosa,
perpleja, escrupulosa. Formación de la conciencia.
4. CAPÍTULO 4 - La Ley. Definición de ley. Ley
natural. Ley eterna. Ley en el Antiguo Testamento y
Nuevo Testamento. ¿Es obligatorio cumplir la ley
civil?
5. CAPÍTULO 5 - Moralidad del acto humano. Objeto,
fin y circunstancias. Actos moralmente indiferentes.
6. CAPÍTULO 6 - El pecado. La revelación y el
pecado. Tomás de Aquino. El pecado en el Magisterio.
Reflexión sistemática. La conversión y la misericordia
de Dios.
7. CAPÍTULO 7 - Las virtudes. Nociones. La segunda
Escritura. Los Santos Padres. Reflexiones sistemáticas.
Reflexiones finales.
SIGLAS
AAS
Acta Apostolicae Sedis
Ap
Documento de Aparecida
BAC
Biblioteca de Autores Cristianos
CA
Encíclica Centesimus annus
DocCath
La Documentation Catholique
DETM
Diccionario Enciclopédico de Teología Moral
EE
Estudios Eclesiásticos
FR
Fides et ratio
GS
Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II
QA
Quadragesimo anno
LG
Lumen Gentium, Concilio Vaticano II
NMA
Navega Mar Adentro, CEA.
RP
Reconciliatio et paenitentia
RSR
Recherches de Science Religieuse
Rev Thom Revue Thomiste
SCh
Sources Chrétiennes
ScTh
Scripta Theologica
SRS
Sollicitudo rei socialis
StMor
Studia Moralia
TS
Theological Studies
UR
Decreto Unitatis Redintegratio, Concilio
Vaticano II
VS
Encíclica Veritatis splendor
13
PRÓLOGO
No es este el primer libro del Rvdo. P. Dr. José Juan
García que prologo. También debo decir que he compartido
con él la publicación de trabajos de filosofía para advertir al
lector –sobre todo a los jóvenes estudiantes de teología, a
quienes está especialmente orientado este trabajo- que mi
opinión es la de quien comparte inquietudes intelectuales y
puntos de vista con el autor. Entre otras cosas coincido con él
en la necesidad de reinsertar entre los intereses de los
estudiosos, investigadores, pensadores, científicos,
comunicadores y educadores de hoy -que equivale a decir el
mundo de la cultura- el interés por los problemas
fundamentales del sentido y destino de la existencia humana,
problemas que constituyen precisamente el eje rector de las
conductas, tanto públicas como privadas de las personas y
que, desde siempre han sido y siguen siendo materia específica
de la filosofía y de la teología.
Este manual de estudio busca contribuir desde la certeza
de la Divina Revelación y el Magisterio Permanente de la
Iglesia en esta necesaria tarea de reinstalar en el horizonte de
la formación moral de toda persona la realidad de su destino
trascendente, propio de la naturaleza racional y condición
irrenunciable de todo proyecto existencial que contemple la
búsqueda de plenitud humana; meta imposible cuando se
niega al espíritu humano su entidad más allá de los
condicionamientos de la materia. Tal propósito muestra su
patencia desde la introducción y lo hace sin titubeos: “busca
los fundamentos del obrar moral cristiano” y lo hace sin dejar de
lado el diálogo con las ciencias contemporáneas en la íntima
convicción que fe y razón jamás podrán oponerse porque
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JOSÉ JUAN GARCÍA
proceden de idéntica fuente. Así se entiende la frase que cierra
este apartado: “Ojalá los filósofos y juristas también demostrasen
interés por leer la obra de los teólogos, dado que la sabiduría eclesial
ha contribuido decisivamente en Occidente a plasmar toda una
cultura de raíz humana y cristiana”.
Avanzando en la lectura de nuestro libro –todo escrito,
al ser leído, en cierta manera deja de pertenecer sólo al autor–
nos encontramos con un primer capítulo que lógicamente
plantea la definición y división de la Teología moral católica
y lo hace de manera precisa. Como aporte valioso para quien
se inicia en la materia aborda una cuestión clave para quien
estudia y/ enseña ética o teología moral cual es la relación
entre ambas, ya que coinciden en idéntico objeto material y
por tanto el sujeto cuya conducta se norma es el mismo: la
persona humana. Para el padre José Juan García “... la teología
moral tiene en común con la ética filosófica el objeto material: el
comportamiento humano responsable, en cuanto calificable como
bueno o malo. Pero este comportamiento ha de ser juzgado no sólo
por la razón sino también por el dato de la fe. Esta nueva perspectiva
delimita el objeto formal de esta disciplina”.
El capítulo segundo está enteramente dedicado a la
Historia de la Teología Moral y, al considerarlo en relación al
resto del trabajo adquiere una importancia clave porque pone
de manifiesto -más allá de todo cuestionamiento- que fue la
Teología Moral Cristiana la causa eficiente profunda de la
consolidación de la necesidad del respeto irrestricto a todo
ser humano por su carácter de persona a lo largo de la
consolidación de la cultura occidental. En efecto: señala con
basta erudición histórica que la filosofía griega no logró liberar
al hombre de la esclavitud de las necesidades físicas traducidas
en los fatalismos de la cultura antigua a modo de teogonías o
16
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
teofanías. En el orden civil la justificación de la esclavitud y la
permanencia de torturas y sacrificios humanos muestran que
la sola razón no fue suficiente para consolidar el respeto
irrestricto por la vida humana. Fue necesaria la llegada del
cristianismo, la predicación del Evangelio y el testimonio de
los Padres de la Iglesia para cuestionar y superar tan lacerante
cosmovisión. En este apartado del capítulo concluye poniendo
de relieve el concepto central de la reflexión gregoriana en
este punto: la persona es imagen de Dios quedando atrás para
siempre el hombre atado a la necesidad cósmica.
Cautiva su análisis sobre el desarrollo de la Teología
Moral durante la Edad Media, sobre todo en la Suma Teológica
de Santo Tomás de Aquino que significa una verdadera síntesis
superadora desde una teología metafísica que no sólo se nutrió
de la totalidad de la muy rica tradición cristiana ya milenaria
para ese momento, sino que sentó las bases que hicieron
posible del crecimiento posterior de la teología; sin olvidar
figura que, como Francisco de Victoria sustentaron el Derecho
de Gentes en los principios de la Teología Moral. A esta lectura
el autor suma un detalle significativo del acontecer en esta
materia durante la modernidad, el pasado siglo XX y los años
transcurridos de este siglo dando cuenta circunstanciada de
cómo la Teología Moral y la Doctrina Social de la Iglesia -a lo
que se agrega en las últimas décadas el aporte de las
Universidades Católicas– continúan siendo defensa y garantía
cierta del humanismo cristiano y mediante él del auténtico
humanismo. Este aspecto de la vigencia histórica de la teología
moral como garante del humanismo es algo que muchas veces
se omite causando así no sólo una falta de valoración para
con la Teología Moral Cristiana, sino también un error serio
en la comprensión de la historia de Occidente. Su
17
JOSÉ JUAN GARCÍA
consideración adecuada es un mérito de este trabajo.
Los restantes capítulos -desde el tercero al séptimoabordan la materia propiamente dicha de la Teología Moral
Fundamental -la conciencia moral, la ley, moralidad del acto
humano, el pecado y las virtudes- según la luz de la fe y con
la experiencia de quien no sólo conoce la materia, sino también
cómo trasmitirla sin errores, ayudando a obviar las dificultades
que deben sortear los alumnos de los cursos iniciales.
A lo largo de cada capítulo el lector -estudiante o
simplemente estudioso de la materia- encontrará abundantes
citas bibliográficas actualizadas y fuentes, sobre todo del
Magisterio, identificadas con precisión. Esto posibilita
profundizar los temas, que es el objetivo último de todo libro
que, como éste, está destinado para servir a quienes han
iniciado su formación sistemática en teología.
Finalmente debo decir que el Padre José Juan no sólo ha
logrado ser “... breve, claro y ameno...” en la totalidad de su
exposición sino que también ha contribuido eficazmente a
facilitar la formación de sus alumnos y de otros muchos
alumnos y no alumnos que utilizarán a menudo sus páginas.
Una vez más ha puesto al servicio de los demás su saber y su
experiencia docente y pastoral, cosa que debemos reconocer.
María Isabel Larrauri
Rectora UCCuyo
18
INTRODUCCIÓN
Probablemente el lector se encuentre con un libro más
de teología moral. No alimenta la intención de iluminar los
aspectos concretos o sectores varios de nuestra vida cristiana.
Busca los fundamentos del obrar moral del cristiano.
Somos bautizados en Cristo. Esto nos confiere una
dignidad sin igual. Y nos impulsa a vivir de tal manera, siendo
un signo de fe y esperanza en nuestro mundo. Pero nuestro
tiempo, en parte, desconfía de los fundamentos. Y a la vez se
interroga sobre los mismos. La modernidad pensó al hombre
al fin adulto, libre de hipotecas ultramundanas, emancipado
de la fe y de toda autoridad exterior y religiosa. El principio
unificante de la vida personal y social fue colocado no más en
la trascendencia -el Dios escondido que sale, se revela- o en la
exterioridad -autoridad que realiza la mediación con el
Absoluto- sino en la inmanencia y en la interioridad: la razón
autónoma.
Desde E. Kant hasta C. Marx, desde los inicios de la
Ilustración hasta sus finales burgueses, la emancipación
racional ha sido el proyecto de fondo de toda la modernidad.
Pero la razón al rechazar todo referente absoluto, no ha
podido evitar serias frustraciones. Los horrores y errores
históricos no acompañaron la tan auspiciada emancipación.
La apuesta positivista y cientista por un pensamiento fuerte,
su pretensión de racionalizar toda realidad produjo disensos
y rechazos. El intento de la razón emancipadora cedió lugar
entonces al fragmento, a lo interrumpido, a lo discontinuo.
Muchos se dieron cita para decir adiós a la referencia a un
absoluto trascendente e inaugurar un nuevo viaje del pensar.
19
JOSÉ JUAN GARCÍA
En su rechazo crítico de la Ilustración, hizo su aparición el
tiempo posmoderno: tiempo de pensamiento débil, de aventuras
de la diferencia, de crisis de la ideología.
Se trata de un pensamiento signado por la negación y la
ruptura en donde antes había afirmación y continuidad; una
especie de antipensamiento, que insinúa ser una continuación
totalizante de signo contrario de lo que pretende negar.
De un pensamiento racionalista fuerte, se pasa a uno
débil, pero afirmando antes la debilidad del ser. Es en lo
cotidiano donde emerge la precariedad y fragilidad del ser,
dice la premisa postmoderna. Nos hallamos ante el fin de una
estructura estable y fija del ser. Éste no es, a-caece (de accadere)
o sea, “cae junto a”, acompaña como caducidad aquello que
hacemos o vivimos. El acaecer del ser hace explícita su
constitutiva caducidad, su carácter in-fundado. Este es “el
programa de una ontología débil”, nos dice el filósofo Gianni
Vattimo, paladín de dicho pensamiento.
A ello le sigue como lógico corolario la proclamación
de la debilidad del pensamiento y el oscurecimiento de la
verdad. También ésta es una verdad débil. En todo caso, es
un valor a construir, una pauta axiológica a consensuar.
Vattimo habla del “consenso de los intérpretes”. Si la realidad es
infundada, no podemos creer en los fundamentos de la verdad.
La disolución de la verdad es la muerte de toda cultura.
La bandera de la posmodernidad es la negación de la
posibilidad de la afirmación de verdades universales y
valederas para todas las culturas. El hombre tendría que
acostumbrarse a vivir en la intemperie respecto a los
fundamentos; en lugar de la necesidad, la certeza, la
universalidad y la unidad, están la contingencia, la duda, la
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DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
pluralidad y la falibilidad. Como una muestra más de lo dicho,
leamos este texto: «A todos los que quieran todavía hablar del
hombre, de su reino y de su liberación -escribe Foucault-, a todos los
que se preguntan todavía sobre qué es el hombre en su esencia, a
todos los que quieren apoyarse en él para acceder a la verdad..., a
todas estas formas de reflexión deformes y alteradas, no podemos
más que contraponer una risa filosófica»1. Pero no nos engañemos,
la persona necesita la protección de una Ley fuerte. Y valores
asumidos con entusiasmo por parte de todos. Como dice Jesús:
“La verdad los hará libres” (Jn 8, 32). La libertad, la verdad y el
amor, son más fuertes que las modas filosóficas.
En este libro están los temas principales que hacen a
curso de teología moral fundamental: los actos humanos; la
ley nueva de Jesús; la ley natural; la conciencia, el pecado y
las virtudes. Estos temas están en la base de cualquier
orientación segura para los casos específicos que la moral
resuelve. A su vez, un panorama histórico sucinto, puede
ayudar a comprender mejor cómo hemos llegado a los textos
contemporáneos de moral y mostrar el camino realizado por
generaciones de cristianos que han pensar el obrar moral como
“sequela Christi”, seguimiento de las huellas de Jesús.
Me he esforzado en este libro en ser claro, breve y ameno.
Según la ya célebre expresión orteguiana, si la claridad es la
cortesía del filósofo, para el docente dicha claridad se vuelve
exigencia insoslayable.
Los capítulos que articulan este libro están dedicados el
primero, a las cuestiones generales de la teología moral. El
segundo, a la historia de la reflexión moral, desde los inicios
1
M. FOUCAULT, Le parole e le cose, Rizzoli, Milano 1967, p. 368.
21
JOSÉ JUAN GARCÍA
apostólicos hasta pasado el Concilio Vaticano II y la llegada
de la Encíclica de Juan Pablo II, en 1993, sobre las cuestiones
de moral fundamental, “Veritatis Splendor”. El tercer capítulo
habla de la conciencia moral, esa rica intimidad del ser
humano.
El cuarto capítulo trata acerca de la moralidad humana;
objeto, fin y circunstancias de nuestro obrar moral cristiano.
El capítulo quinto trata sobre la ley, en sus expresiones de ley
eterna y ley natural. Ley y conciencia serán la norma de nuestra
vida. Luego el capítulo sexto trata sobre la lacerante realidad
del pecado. Un estudio desde la segunda Escritura y los
Padres, para luego recorrer la cuestión de la clasificación de
los mismos y las reflexiones sistemáticas.
El séptimo y último capítulo habla de las virtudes y la
misericordia de Dios. Finalmente, las reflexiones finales
quieren dar un broche último a estas páginas, pensadas para
el laico que se inicia en cuestiones teológicas y nuestros
estudiantes universitarios de Teología y futuros pastores del
pueblo de Dios.
Este libro quiere se también un ejercicio de diálogo. Hay
valores y ricos filones presentes en las ciencias humanas. He
tratado que ellas estén presentes en el contenido de esta
publicación. Ojalá los filósofos y juristas también demostrasen
interés por leer la obra de los teólogos, dado que la sabiduría
eclesial ha contribuido decisivamente en Occidente a plasmar
toda una cultura de raíz humana y cristiana.
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CAPÍTULO PRIMERO
¿QUÉ ES TEOLOGÍA MORAL?
Introducción
Con frecuencia se usan dos términos como sinónimos:
ética y moral. Los dos términos proceden uno del griego y
otro del latín. Ética deriva de la palabra griega éthos
(costumbre) y moral del vocablo latino mos-moris (costumbre).
Por ello, etimológicamente, ética y moral se identifican y se
definen como ciencia de las costumbres. Actualmente, en el
lenguaje común y aún en el académico, se ha vuelto sobre
este uso etimológico, de modo que pueden usarse
indistintamente. Se puede hablar de ética filosófica o teológica,
moral racional o del nuevo testamento. En estos casos, la
diferencia está dada por el objeto formal de las disciplinas.
La teología moral tiene en común con la ética filosófica
el objeto material: el comportamiento humano responsable,
en cuanto calificable como bueno o malo. Pero este
comportamiento ha de ser juzgado no sólo por la razón sino
también por el dato de la fe. Esta nueva perspectiva delimita
el objeto formal de esta disciplina.
“La reflexión moral de la Iglesia, hecha siempre a la luz de
Cristo, el Maestro bueno, se ha desarrollado también en la forma
específica de la ciencia teológica llamada teología moral; ciencia que
acoge e interpela la divina Revelación y responde a la vez a las
exigencias de la razón humana. La teología moral es una reflexión
que concierne a la moralidad, o sea, al bien y el mal de los actos
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JOSÉ JUAN GARCÍA
humanos y de la persona que los realiza, y en este sentido está abierta
a todos los hombres; pero es también teología, en cuanto reconoce el
principio y el fin del comportamiento moral en Aquel que solo es
bueno y que, dándose al hombre en Cristo, le ofrece las
bienaventuranzas de la vida divina” (VS n 110).
Drama de nuestro tiempo es el tantas veces denunciado
divorcio entre fe y vida cotidiana. Es cierto que no cabe reducir
el credo cristiano a un código moral. Pero las palabras de Jesús
comporta también un programa moral. No es posible separar
creencia, fe, prácticas y devociones, de vida, existencia moral,
escala de valores. Ya lo expresaba admirablemente el Papa:
“Está difundida la opinión que pone en duda el nexo intrínseco e
indivisible entre fe y moral, como si sólo en relación con la fe se
deban decidir la pertenencia a la Iglesia y a su unidad interna,
mientras que se podría tolerar en el ámbito de la moral un pluralismo
de opciones y de comportamientos, dejados al juicio de la conciencia
subjetiva individual o a la diversidad de condiciones sociales y
culturales” (VS 4).
Tanto por lo que se refiere a la actuación concreta del
creyente como por lo que hace a la reflexión sistemática sobre
esa praxis cristiana, el Cristo que vive en nosotros los bautizados,
en la comunidad creyente, constituye la norma imprescindible y
la finalidad de la conducta moral del cristiano. “Vivid, pues, según
Cristo Jesús, el Señor, tal como lo habéis recibido; enraizados y edificados
en él; apoyados en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en acción de
gracias” (Col 2, 6-7).
La reflexión que ahora abordamos no se reduce a una
reflexión filosófica sobre el comportamiento humano
responsable. Se trata de -sin menoscabo de otras lecturas
científicas sobre la realidad humana- subrayar la importancia
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DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
que para la Teología Moral revisten esas actuaciones humanas
ante la luz que brinda -generosa- la palabra del Dios vivo.
La Teología Moral será parte de la ciencia teológica, y
ésta se define a su vez por ser la comprensión reflexiva y
sistemática de la fe cristiana y sus exigencias, en la comunidad
viva de discípulos del Señor. Por tanto la teología moral guarda
estrecha relación con la teología dogmática y también con la
teología espiritual.
1.1. División de la Teología Moral
Es ya clásica la división de la reflexión teológica moral
en dos partes: los fundamentos del obrar moral cristiano
(Teología Moral Fundamental), y el estudio de los ámbitos o
sectores en los que se desarrolla la vida del cristiano (Teología
Moral Especial).
Casi todos los autores coinciden en que bajo el título de
Teología Moral Fundamental se han de estudiar las bases sobre
las que se asienta el obrar moral del discípulo de Jesús. En
cuanto a la Teología Moral Especial, los principales esquemas
que se siguen son:
a) Los Mandamientos del Decálogo.
b) Las Virtudes: teologales y morales. Aquí también se
estudian los pecados opuestos a esas virtudes.
c) Los distintos sectores de realización de la existencia
cristiana: moral conyugal; bioética; moral social; moral
profesional, etc.
25
JOSÉ JUAN GARCÍA
1.2. Las fuentes de la Teología Moral
La teología moral, como todos los saberes teológicos, tiene
como fuente principal la Sagrada Escritura, la tradición y las
enseñanzas del Magisterio, íntimamente relacionadas entre sí.
“La tradición, la escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan
prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede
subsistir sin los otros, cada uno según su carácter y bajo la acción del
Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas”
(DV 10).
Será pues, siempre vitalmente necesario el soplo de Dios
que proviene de la Escritura en primer término. Sin ella, poco
es lo que podríamos agregar al dato que ofrecen las ciencias
humanas. La Biblia es libro de Dios y sobre Dios, pero también
es el libro del hombre y sobre el hombre. En la sagrada
Escritura encontramos, como en pocos lugares, la experiencia
humana que se abre al don del amor de Dios y lo vive en su
existencia. También encontramos el vivir con la mano levantada
contra Dios, el rechazo de la oferta de la gracia y la misericordia.
Es la triste experiencia del hijo pródigo, que lapida la herencia
del padre generoso.
La tradición de la Iglesia recepciona el dato bíblico y lo
hace suyo, lo interpreta y explica. La tradición es la memoria
viva de la Iglesia viva. El Magisterio, en escucha de la palabra
y la tradición, ofrece el mensaje de verdad al hombre de cada
tiempo, como un verdadero servicio desde la Iglesia al mundo
creyente. Magisterio Pontificio se llama, pues, a la enseñanza
de los Pontífices. “Este obsequio religioso de la voluntad y del
entendimiento ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano
Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra, de tal manera que se
reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se
26
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
preste adhesión al perecer expresado por él, según su manifiesta mente
y voluntad, que se colige principalmente, ya sea por la índole de los
documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina,
ya sea por la forma de decirlo” (LG 25).
Pero dado que el actuar del hombre implica la
complejidad de todo lo humano, la reflexión teológica moral
recurre en auxilio a otras ciencias humanas, que la enriquecen
sobremanera. “Los progresos de las ciencias biológicas, psicológicas
y sociales permiten al hombre no sólo conocerse mejor, sino aún influir
directamente sobre la vida de las sociedades” (GS 5).
1.3. Teología Moral y ciencias humanas
La teología moral debe recurrir a las ciencias humanas
en ayuda no sólo para emitir un juicio moral correcto, sino
también con el fin de adentrarse en el interior del ser humano,
alentando sus pasos e ideales, ayudando al hombre a
conducirse de modo éticamente correcto, en sintonía con su
dignidad personal. No basta con tener una idea superficial
sobre el hombre, su mundo interior, su psicología, su biología,
su contexto histórico-social, etc. La reflexión teológica no mira
con desprecio o secreta desconfianza los datos más serios que
le ofrecen los hallazgos científicos de su época. Pero no puede
quedarse sólo con los datos que le ofrecen esas ciencias, dado
que la moral posee un contenido normativo que procede de
una fuente de conocimiento anterior -no en el sentido
cronológico sino ontológico-, más profundo, acerca del
hombre. La afirmación de los principios morales no es
competencia de las ciencias empíricas. Por ello, la teología
asume críticamente el dato más serio de las ciencias humanas,
consciente que lo asume en carácter subsidiario, auxiliar. La
27
JOSÉ JUAN GARCÍA
teología moral no está subordinada a los resultados de las
observaciones empírico-formales o de la comprensión
fenomenológica. Más bien es al revés: las ciencias humanas
ayudan a la teología a cumplir su cometido.
“Hay que reconocer y emplear suficientemente en el trabajo
pastoral no sólo los principios teológicos, sino también los
descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y
en sociología, llevando así a los fieles a una más pura y madura vida
de la fe” (GS 62; también en VS 29b).
¿Cuáles serían esas ciencias humanas a las que nos
estamos refiriendo?.
1) La psicología. El desarrollo de esta disciplina -que
sin duda ha conocido caminos sinuosos- ha logrado en gran
medida a conocer la rica y compleja interioridad de la persona,
los condicionamientos de sus decisiones -no reconocibles a
simple vista sino luego de un detenido análisis- y la
responsabilidad de la persona en su obrar.
2) La sociología y la psicología social, disciplinas que
han ayudado a comprender al hombre en el entorno cultural
en el que se realiza sus opciones éticas. No pocas apreciaciones
de la doctrina social de la Iglesia tienen que ver con
orientaciones dadas a situaciones políticas y sociales de la
época. Recordemos la primera encíclica del Papa León XIII
dado en un contexto histórico determinado, como era la
situación de los obreros en la inmediata era postindustrial. Y
si queremos un ejemplo más cercano a nuestros días, las ricas
reflexiones y evolución del pensamiento respecto a la paz por
parte de Juan Pablo II, antes de morir, en 2003; cuando Estados
Unidos invadía Irak y se desataba un conflicto bélico de
grandes dimensiones.
28
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
3) La medicina y la biología han reclamado la atención
rigurosa de los moralistas sobre las intervenciones acerca de
la vida del hombre. La bioética teológica es toda una rama de
la reflexión moral invitada a pronunciarse sobre tantos
problemas que el avance de la ciencia y la tecnología aplicadas
a la vida humana ponen en el escenario cotidiano. En sólo
tres décadas ha logrado constituirse en ciencia altamente
desarrollada y de gran actualidad. Hoy es un saber
interdisciplinario que convoca a miles de investigadores en el
mundo.
4) También la pedagogía invita a la reflexión moral a
considerar el inmenso poder de la educación en el forjar
actitudes y hábitos. Educar es forjar personalidad, inducir a
percibir los valores morales y hacerlos propios. Sin el aporte
de las ciencias de la educación, asumir actitudes éticas de
discípulo de Jesús se volvería -aún confiando en la gratuita
acción de la gracia divina- una tarea a mitad de camino, una
torre sin altura.
El Concilio recuerda que el mensaje eterno del Evangelio
ha de llegar al hombre actual, con categorías igualmente
actuales, de modo que pueda ser aceptado por los hombres
de hoy. Juan Pablo II alentaba los pasos de una nueva
evangelización, “nueva en su ardor, en su método y en sus
expresiones”. La atención que se ha de prestar a las ciencias
humanas, aún en carácter subsidiario, no significa una
abdicación de la propia misión, sino un servicio a la vocación
teológica y evangelizadora de la Iglesia.
5) Hay que considerar por fin, el necesario y
enriquecedor aporte de la filosofía. Desde siempre el ejercicio
de la teología ha necesitado del aporte del logos filosófico. Lo
29
JOSÉ JUAN GARCÍA
hicieron de modo magistral los padres de la Iglesia de los siglos
II-III. La referencia a la ética filosófica será necesaria en cada
problema abordado por la moral especial y fundamental. El
diálogo puede ayudar a la moral cristiana a redescubrir
algunos valores no siempre recordados y a la vez, la teología
brinda una luz segura que ayuda a la filosofía y sus expresiones
a clarificar su propuesta. “La fe y la razón son como dos alas con
las que el espíritu humano se alza al vuelo de la verdad” (RF nº 1).
La filosofía, en cuanto eje sistematizador de saberes, brinda
excelentes herramientas y energías a la reflexión teológica
moral y así ayuda a ésta en su misión de iluminar la vida del
discípulo de Cristo.
1.4. Persona humana y crisis moral
“Navega mar adentro”, valioso documento de la
Conferencia Episcopal Argentina publicado en 2003, nos habla
de la actual crisis de valores morales con términos
contundentes. No resulta fácil enumerar todas las causas de
la crisis moral de nuestro tiempo. “Navega mar adentro”, nos
señala que asistimos más que a una época de cambios, a un
cambio de época. Es evidente que el cristianismo y con él, la
moral católica, ha sido atacado por vastos sectores de la
cultura. Entre las fuertes críticas al cristianismo, nos
encontramos:
1) El marxismo: pensar la religión en general y el
cristianismo en particular como “opio del pueblo”, que
anestesia la lucha contra las injusticias sociales, ha calado
hondo en no pocas mentes. Un paraíso celeste se ofrece
a cambio de una situación terrena de injusticia y
opresión, nos decía esta ideología. Algunos no se
30
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
explican cómo las graves injusticias en el ámbito laboral
o violencias contra la vida de inocentes, haya tenido
lugar en las naciones de raíz cristiana. Por eso se
denunció la incongruencia que existía entre la
predicación cristiana y la ineficacia de la praxis para
solucionar problemas e injusticias del mundo social que
se dieron con la llamada revolución industrial.
Esta crítica hoy ya sido desmentida, en primer término
por la ineficacia del sistema marxista, que antepuso el
estado o la sociedad sin clases del mañana, a la
centralidad que debiera haber asumido la persona
humana concreta 2 . También es verdad que el
cristianismo purificó su predicación, alentando a miles
de laicos a vivir de acuerdo a los postulados de la
Doctrina Social de la Iglesia a no desentenderse de las
exigencias morales del mensaje evangélico y a construir
un mundo más humano, justo y fraterno.
2) El psicoanálisis: el psicoanálisis hizo a la moral cristiana
dos imputaciones. La primera, atentar a la salud de las
conciencias subrayando el sentido de pecado, lo que en
su modo de ver, motivaba no pocos traumas psicológicos
emparentados con el sentido de culpa. La otra crítica es
desconocer lo profundo del hombre, alcanzando sólo
zonas superficiales y aún periféricas del espíritu
humano. Por eso, no pocos alentaron a una moral sin
pecado ni dogmas.
“El sistema marxista, donde ha gobernado, no sólo ha dejado una triste
herencia de destrucciones económicas y ecológicas, sino también una
dolorosa opresión de las almas”. BENEDICTO XVI, Discurso en el
Santuario de Aparecida, Brazil, Domingo 13 de mayo de 2007.
2
31
JOSÉ JUAN GARCÍA
Hay que decir que estas críticas están hoy superadas en
gran medida. Primero porque los estudiosos de la moral
asumen el dato más serio que la psicología científica les
brinda. Además, hay que anotar también que el
psicoanálisis freudiano está ya superado. Viktor Frankl
es un psicólogo de nota que sostiene que el determinante
de la conducta humana no es el subconsciente de signo
sexual, sino el profundo de la persona que da sentido a
su vida. Cuando hay vacío de sentido, se producen las
crisis psicológicas.
La llamada cristiana a la pureza de alma, a la santidad
de vida, a la rectitud de intención, marca un camino
moral y de salud completa para el hombre.
3) El existencialismo: el existencialismo -sobre todo el ateocriticó a la moral cristiana por el escaso o nulo margen
que le daba a la libertad humana. Además criticó la
ausencia de consideración de las circunstancias
concretas y situaciones en que se mueve esa libertad.
Cabe decir que en muchos existencialistas hubo una
negación rotunda de la naturaleza humana con el fin de
resaltar la existencia. Hubo un primado de la
subjetividad, contraria a la objetividad.
De la filosofía existencialista derivó una ética de situación
y sus epígonos naturales fueron el consecuencialismo
ético y las doctrinas finalistas, condenadas en la encíclica
Veritatis Splendor.
No podemos negar que hubo una corriente de
existencialistas moderados y cristianos, como es el caso
de Gabriel Marcel. Elementos válidos del existencialismo
fueron ya asumidos por el llamado personalismo
32
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
cristiano. Hoy se habla a pleno título de la bioética
personalista, heredera de muchos elementos de verdad
de dicho personalismo cristiano. La misma teología
moral postconciliar es más personalista que la que
elaboró la etapa anterior, sin excluir ni descuidar los
conceptos de naturaleza y ley natural.
De algún modo, aquél existencialismo ateo está en
vínculo con algunas ideas de la posmodernidad de la
que hablábamos en la Introducción General.
1.5. Y en el centro, la persona...
La Doctrina Social Iglesia, su enseñanza moral, alimenta
dos grandes fidelidades: a Jesucristo y su evangelio y al
hombre. “Dios quiere que todos los hombre se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). Sí, el hombre, camino
primordial de la Iglesia, es quien tiene ante su vista el pastor
y el teólogo. Cada persona humana ostenta la dignidad
irrenunciable de imagen de Dios, hechura de sus manos
paternas.
El hombre, cada hombre real, cada rostro, no es una
cosa entre las cosas. No es menos que el estado ni la sociedad.
No es un número ni una libertad a ciegas. Es una libertad
finita llamada a la comunión con la libertad infinita de Dios.
Cristo le revela al hombre su auténtica dignidad como
persona (GS 22). En Cristo Jesús, rostro divino del hombre,
se nos manifiesta la verdad, el sentido y la misión de toda
persona. “Nuestro origen y por tanto, nuestra dignidad están en
Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Por eso, la fe cristiana es
un potencial que sana, afianza y promueve la dignidad del hombre”.
(NMA nº 56).
33
JOSÉ JUAN GARCÍA
La doctrina moral -individual y social- no son una
ideología ni una teorización celeste de la realidad temporal.
El ser humano se resiste a ser instrumentalizado. Es valor y
fin en sí. La doctrina moral quiere ser siempre enseñanza
salvífica, servicio a cada hombre. “La fe lleva a reconocer en todo
hombre, especialmente en el pobre, a un hermano de Cristo.
Encontramos al Señor en los rostros de los hermanos que sufren...
En los pobres resplandece la dignidad absoluta del ser humano. Ellos,
víctimas de la injusticia y el desamor, son sacramento de Cristo”
(NMA nº 58).
Por eso el hombre ha de ser reconocido y respetado en
su dignidad personal. El Padre eterno excluye de su amor a
nadie. Los cristianos estamos llamados a la misma dimensión.
Llamados por el amor de Dios a vivir en Jesús, y comportarnos
en sintonía a sus exigencias.
De la noción de persona humana -síntesis de lo
espiritual y corpóreo, única originalidad capaz de
trascendencia, vértice de lo creado- dependen el significado
de la vida espiritual y sus operaciones, de la ética individual
y social. De modo tal que el bien íntegro de la persona humana
es el criterio y la medida según la cual toda política, toda
filosofía, pone a prueba su validez.
1.6. El mensaje moral del Nuevo Testamento
Con ocasión de la deportación a Babilonia y otras causas
más, entra en crisis la identidad del pueblo de Israel. Se
tambalean los pilares en los que se apoya el pueblo de la
alianza: la monarquía, el culto y el profetismo. Sólo queda
firme la ley. Sin embargo, dada la debilidad humana, los
34
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
escribas y profetas se preocupan por estudiarla, difundirla e
invitar a su cumplimiento (Esd 7, 10; Neh 8, 10, 30).
Paulatinamente la letra prevalece sobre el Espíritu. “Se llega
así en el siglo I a un legalismo extremo, más aún a un monstruoso
desarrollo del culto de la ley. Esta no sólo tiende a perder su
inspiración profunda como expresión de la voluntad divina, como
medio de unión con Dios y de participación en su santidad, sino que
además se transforma en una entidad, a veces puramente jurídica,
otras veces cuasi-personalizada, que llega a sustituir a Dios mismo”3.
La simple lectura de los libros del Antiguo Testamento,
que encierran grandes ejemplos y testimonios de vida moral,
muestran a la vez que “muchas áreas de su vida o conductas éticas
quedaron fuera de la penetración de tan elevados principios morales,
mientras que en otros campos la elevación moral que se advierte fue
muy lenta y progresiva. Todo esto significa que la conducta moral
del Antiguo Testamento no siempre fue perfecta ni alcanzó el ideal
más sublime, sino que -en muchos casos- es imperfecta y deja bastante
que desear”4. Por sólo dar un ejemplo: una página henchida de
misericordia y perdón como la de Jn 8, 10ss., en la que Jesús,
por sobre la ley mosaica, perdona a la mujer adúltera, no sólo
no la encontramos en el Antiguo Testamento sino que además,
si la buscásemos intencionadamente, no la encontraríamos con
esa sobreabundancia de misericordia.
Es en este contexto en el que se ubica la predicación
moral del Nuevo Testamento. Tanto en la predicación de Jesús,
como la de los apóstoles, es frecuente la crítica a los que
3
SPICQ, C., Teología Moral del Nuevo Testamento, I, Madrid, 1987, pág. 13.
GARCÍA TRAPIELLO, J., El problema moral en el Antiguo Testamento,
Barcelona, 1977, pág. 100.
4
35
JOSÉ JUAN GARCÍA
pensaban el ideal de santidad en el cumplimiento de la ley o
de las tradiciones. El Señor invita a descubrir el amor de Dios,
a sentirse amados por él. Y este amor conlleva la exigencia
moral: vivir con Cristo y vivir como Cristo.
En la mente de Jesús, el cristiano no sólo evita el mal
sino que hace positivamente el bien. Si leemos Mt 25, 30ss.
nos damos cuenta cómo el Señor condena los actos de
omisión. Premia ante todo la actitud de amor y solidaridad.
La “vida nueva en Cristo” (Rm 6, 315) lo llevará a actuar
decididamente el bien en su vida y no sólo evitar el pecado.
“Lo diferenciador y determinante de la moral cristiana,
comparada con las normas e instrucciones dadas por Dios en la Torah,
está relacionado con la persona misma de Jesucristo. Es muy cierto
que Jesús estuvo enraizado en eso y se atuvo al orden moral revelado
por Dios, tal como lo entendían el Antiguo Testamento y el judaísmo.
Pero no es menos cierto que quiso llevarlo a su cumplimiento y
plenitud”5.
Para Cristo Jesús, es necesario ahondar en el sentido de la
Ley, no negarla sino llevarla a plenitud y devolverle su fuerza
interior. El no ha venido a destruirla (Mt 5, 17). Pero nos presenta
su superación y perfección en el Sermón de la Montaña (Mt 5, 310)6 y la afirmación de que el sábado ha sido hecho para el hombre
y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27).
Jesús critica la moral farisaica que predicaba que el hombre
puede ser justo con sus solas fuerzas, olvidando la gratuidad de
SCHNACKENBURG, R., El mensaje moral del Nuevo Testamento, I. De
Jesús a la Iglesia primitiva, Barcelona, 1989, pág. 27.
5
Para más detalle, puede verse el clásico DUPONT, J., Les béatitudes, 2ª
ed., París, 1973.
6
36
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
la salvación que viene de Dios; por haber asignado mayor
importancia a la acción exterior que a la disposición interior; por
haber convertido el cumplimiento de la Ley en motivo de orgullo.
En la predicación de Jesús, no basta con evitar el homicidio, es
preciso desarraigar el rencor (Mt 5, 21-26). No basta con evitar el
grave desorden del adulterio; es necesario ser fiel en los deseos
del corazón (Mt 5, 27-30).
Esta es la moral que nos revela el verdadero rostro de
Dios. Obedecer a Dios revelado en Jesús como Padre. Sólo así
se comprende el “sed perfectos, como vuestro Padre del cielo es
perfecto” (Mt 5, 48). En última instancia, la moral cristiana no
es moral de mínimos, sino moral de máximos, de perfección.
La santidad es un ideal, difícil, pero alcanzable, como la
historia nos muestra7.
La santidad es plenitud de vida, triunfo de la gracia de
Dios que obra secretamente en nosotros. La santidad es posible
porque seguimos a Cristo Jesús, quien nos da fuerza y razón
para ese vuelo. La santidad, según la célebre expresión de Santa
Teresita del Niño Jesús, estará en “hace extraordinariamente bien
las cosas ordinarias”. Por ende, dicha santidad tiene que ver
directamente con la vida cotidiana. Lo humano encuentra su
cenit en la vida del santo.
7
Cfr. COLOM, E., - RODRIGUEZ LUÑO, A., Elegidos en Cristo para ser
Santos. Curso de teología moral fundamental, Ed. Palabra, Madrid, 2001.
37
CAPÍTULO SEGUNDO
HISTORIA DE LA TEOLOGÍA MORAL
Introducción
La consideración del hombre como ser histórico ayuda
a comprender cómo ciertos temas nacen en circunstancias
históricas y culturales concretas. No podemos desconocer la
importancia que hoy se le asigna al método histórico para toda
disciplina humanística.
En las últimas décadas hemos asistido tanto en la
Historia como en el campo de las ciencias humanas y sociales
a unos cambios y renovaciones de carácter teórico –
metodológico. Asimismo, asistimos a una profunda
renovación de las cuestiones y propuestas temáticas derivadas
de esto. Hecho que también ha comportado una renovación
de los enfoques y metodologías, asistiendo cada vez a una
mayor consideración de lo multidisciplinar de los hechos y
fenómenos a estudiar.
A consecuencia de esta situación de cambio y a través
de la adaptación de tendencias cientificistas, la Historia ha
alcanzado un sentido unívoco de sí. Sin embargo, la influencia
ejercida por el contexto socio-político, ha conducido a plantear
dicho sentido unívoco desde perspectivas y planteamientos
perfectamente diferenciados. De ahí que todas y cada una de
las tendencias historiográficas acaecidas durante el siglo anterior
se hayan manifestado como propuestas de superación del
modelo positivista: la escuela de Annales, el materialismo
39
JOSÉ JUAN GARCÍA
histórico; la nueva historia (nouvelle histoire); el
estructuralismo, la new economic history; la historia serial o la
historia inmediata, entre otras.
De este modo, los viejos y siempre vigentes y válidos
paradigmas historiográficos han debido dar lugar junto a ellos
a los nuevos modelos producto de esa renovación teóricometodológica y temática.
Desde la década del sesenta hasta la actualidad
asistimos aún a un profundo replanteo del campo
historiográfico que nos situaría frente a nuevos
lineamientos de una historia renovada que más tarde se
conocería como “nueva historia”. La década del ’80 daría otro
paso más en la renovación de los estudios históricos a través
del encuentro que, entre otros temas, abordaría uno muy
significativo: historia narrativa, o sea, pasado, presente y
perspectiva. En este contexto de planteos y replanteos
quedaría en claro algo: la historia, como campo disciplinar
y de investigación requería un abordaje desde una
consideración fundamental. Esto es, la “historia problema”;
planteamiento que emplea el arte de la narración y la
inteligencia del concepto, el aparato conceptual sustentado
por la erudición, los presupuestos teóricos y las
problemáticas renovadas en infinitos tópicos con la
disponibilidad de una amplia gama de fuentes.
A partir de estas y otras razones, es que enmarcamos el
presente capítulo dentro de lo que se ha dado en llamar la
historia social y la historia de las mentalidades.
Tanto para la Antigüedad como para la Edad Media, la
historia social desde preocupaciones eminentemente
metodológicas se ha orientado a la investigación del
40
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
vocabulario medieval, la distinción entre los conceptos de
orden y clase, la significación de la lucha de clases, los
elementos de diferenciación social y el enfoque
antropológico. En este último caso, la incorporación del
enfoque antropológico a los temas propios de la historia
social es donde se han producido los aportes más importantes
e innovadores8. En el caso de la antigüedad hablar de historia
social es referirse a formas de convivencia humana
supeditadas a una determinada ordenación e insertas en un
determinado sistema9, que ayudan a la interpretación de los
fenómenos sociales estudiados. Entre estos aportes se pueden
mencionar la ampliación en la visión de la sociedad con la
incorporación de algunos tipos sociales tradicionalmente
despreciados en el análisis de lo social; el prestar una mayor
atención a las cuestiones relativas a la vida cotidiana,
otorgando preferencia al estudio de lo habitual, frente a lo
excepcional; la revalorización de fuentes tradicionalmente
tenidas muy poco en cuenta, tal como las literarias y,
llamando la atención del investigador de que el poder no
siempre o, al menos no sólo, se encuentra en donde un
examen superficial parece indicar10.
Por tanto, la historia social de contenido antropológico
se ha convertido hoy en día en uno de los ámbitos de mayor
interés y de fuerza renovadora. De esta forma, la historia social,
que se desarrollara de la mano de la economía a partir de los
8
Cfr. MERCIER, P., Historia de la antropología, Barcelona, 1976.
9
GSCHNITZER, F., Historia Social de Grecia, Barcelona, 1981.
BEALS, R., HOIJER, H., Introducción a la antropología, Aguilar, Madrid,
1971. HARRIS, M., Introducción a la antropología general, Aguilar, Madrid,
1985. MEAD, M., Introducción a la antropología social, Aguilar, Madrid,
1972.
10
41
JOSÉ JUAN GARCÍA
Annales se ha hecho cada vez más antropológica y menos
sociológica y económica11.
Por lo que se refiere a la historia de las mentalidades
comienza por definirse por su imprecisión, dando la impresión
de que lo que en ella se reúne es lo formado por los residuos
del análisis histórico tradicional. Parece que fuera un intento
de llegar más allá de los objetivos habituales de la Historia,
pero sin que este ir más lejos defina un objetivo concreto y
preciso. Así lo entienden lo especialistas más entendidos en
la materia12. Desde el punto de vista de la problemática
definición de lo que encierra la historia de las mentalidades,
la misma puede valorarse como un lugar de encuentro de
fenómenos opuestos. En efecto, se expresa a veces, en lo
individual, pero representa lo impersonal del pensamiento
individual. Es lugar de encuentro de lo cotidiano y de lo
automático, de lo individual y de lo colectivo, del tiempo largo,
pero también de lo cotidiano y de lo coyuntural, de lo
inconsciente y de lo intencional, de lo estructural y de lo
coyuntural, de lo marginal y de lo general.
La historia de las mentalidades es, en suma, la historia
de los gestos, las conductas, las actitudes, las creencias, los
sentimientos, pudiéndose considerar, más específicamente,
como el estudio histórico de las representaciones mentales,
generalmente inconscientes y automáticas, surgidas al margen
de todo esfuerzo racionalizador, a través de las cuales el
individuo, desde unos supuestos colectivos y compartidos
Cfr. Se vea BURKE, P., Una rivoluzione storiografica. La scuola delle
´Annales´, 1929-1989, Laterza, Roma-Bari, 19932
11
LE GOFF, J., Las Mentalidades. Una historia ambigua, en Hacer Historia,
Vol. III, Barcelona, 1980.
12
42
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
ampliamente, se relaciona con su actividad cotidiana.
Por lo que se refiere a los materiales y las fuentes, se
suele afirmar que, para el historiador de las mentalidades,
todo es fuente, siendo, probablemente, una de las
especialidades históricas más abiertas a cualquier tipo de
información, pudiéndola hacer aprovechable.
Las mentalidades y las estructuras sociales mantienen
complejas relaciones. Si se puede hablar en algún caso del
predominio de un determinado tipo de mentalidad, este tipo
queda matizado por las versiones distintas que del mismo
ofrece cada grupo social, de modo que, por lo general, se acaba
produciendo la superposición de varias mentalidades. De este
modo se plantea el difícil problema de la coexistencia de varias
mentalidades en una misma época y en una misma sociedad,
constatándose la presencia simultánea de rasgos muy
tradicionales junto a rasgos muy modernos.
La historia de las mentalidades, concebida desde el siglo
anterior, no dará frutos sino hasta después de la primera
guerra, como es el campo de la historia de las religiones y
más concretamente las obras de Marc Bloch y Lucien Febvre,
que jugarán un papel muy importante no solo en el ámbito
del medievalismo, sino también a la hora de la definición de
los objetivos y métodos de este enfoque13.
A partir del comienzo de los años sesenta la historia de
BLOCH, M., Les rois thaumaturges. Etudes sur le caracter surnaturel
attribué á la puissence royale particuliérment en France et en Anglaterre,
Strasbourg, 1924. FEVBRE, L., Le probléme de l´incroyence au XVIe siécle.
La religión de Rabelais, Paris, 1942. Id., Au coeur religioux du XVIe siécle,
Paris, 1957.
13
43
JOSÉ JUAN GARCÍA
las mentalidades revoluciona la historiografía occidental,
convirtiéndose en uno de los temas predilectos de las
nuevas generaciones de historiadores de los países
historiográficamente más avanzados. P. Chaunu, M. Vovelle,
Duby, J., Le Goff, J., Ph. Ariès, entre otros.
Esto no da pie para caer en formas erróneas de
historicismo, que nos dice que una verdad es cierta sólo para
ese momento y vetusta o inadecuada para otros. Hay núcleos
de contenidos que son perennes e inamovibles.
Con el fin de sistematizar veinte siglos de vida y
reflexión de la moral cristiana, podemos distinguir cuatro
amplios períodos: el primero como aporte de los santos Padres,
la escolástica, los siglos XVI-XIX y la época contemporánea.
I Época patrística
Todo indica que el hombre que habitaba el mundo
clásico greco-romano no encontraba el modo de escapar a la
asfixia implacable de la naturaleza. Sumergido en las
necesidades cósmicas a modo de fatalismo o absorbido por las
energías superiores del mito o las teofanías, el mundo
grecorromano no podía tomar distancia adecuada que la
sustrajera a las implacables leyes del cosmos. Detrás de esta
subordinación del hombre a la necesidad aparecían la
esclavitud, la tiranía, la tortura, los castigos desproporcionados,
la práctica de los sacrificios humanos, la pena de muerte, el
destierro. Pero también se incoaba una suerte de despertar
filosófico y ético, en dirección contraria al fatalismo. Todo era
implacable, pero había algo dentro del ser humano que lo
llamaba a desligarse de la esclavizante necesidad y encarar
44
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
un itinerario espiritual que lo ponía de cara a su espíritu y a
su libertad. Sócrates, Platón, Aristóteles, por no citar más que
a los grandes, habían abierto las mentes y los corazones a modo
de praeparatio evangelica. Desde la luz del Evangelio, los
primeros pensadores cristianos intentaron abrir el espíritu
hacia los altos valores de la razón y la voluntad. La filosofía,
victoria de la razón contra el mito, se enriquecía en el diálogo
con otra luz, la cristiana y así juntas, lograron sustituir el
mundo fabuloso de lo mítico por una aprobación objetiva de
la realidad y del acontecer histórico. El azar o el eterno retorno
o el oráculo de los dioses, no serían ya la clave de la historia.
Los apóstoles salieron al paso de las cuestiones éticas
de su tiempo y aplicaron el evangelio moral de Jesús a las
nuevas circunstancias históricas de las primeras comunidades
cristianas en el mundo judío o pagano. Así, San Pablo brinda
soluciones a los problemas morales y eclesiales que se suscitan
en la comunidad de Corinto. Otras cuestiones que se deben
afrontar es la valoración de la ley judaica, la actitud frente al
estado, hostil a los cristianos que se negaban al culto al
emperador, el problema de los esclavos, las tendencias
ascéticas y la ética matrimonial.
La Didajé o también llamada doctrina de los Doce
Apóstoles, es una catequesis que expone la vida cristiana como
una elección entre dos caminos: el de la iniquidad y el del
bien. El autor articula sobre ambos caminos una lista de
virtudes y vicios, lo cual permite conocer el catálogo de
acciones que se consideraban pecados, en coincidencia con
las veintiuna listas de pecados y virtudes que cabe enumerar
en el Nuevo Testamento.
Los escritos de los padres apostólicos exhortan a los
45
JOSÉ JUAN GARCÍA
bautizados que “conociendo el camino de la justicia, no se precipiten
por el camino de las tinieblas”. Animan a la práctica de la caridad
y la unidad.
El pastor de Hermas exhorta a vivir los Mandamientos
de la Ley. Todo el Iibro es una invitación a la conversión de
los pecados cometidos después del bautismo.
San Justino expone al emperador Antonino Pío la vida
virtuosa que llevan los cristianos en contraposición a los vicios
del tiempo. Describe así los valores vividos por los cristianos
en la primera mitad del siglo II.
Justino, en diálogo con el judío Trifón, menciona la ley
natural: existen leyes naturales y eternas, del mismo modo
cómo se dan acciones que van contra la ley de la naturaleza.
El primer intento de sistematización de la enseñanza
moral se encuentra en Clemente de Alejandría. Su trabajo fue
conjugar pensamiento filosófico y pensamiento teológico,
cultura griega y cultura palestina. Crea así el primer gran
ensayo de teología moral sistemática, animado por lo que hoy
llamamos inculturación helénica del cristianismo14. En su
Pedagogo se contienen reflexiones ricas y sistemáticas sobre
moral cristiana. “La filosofía es una preparación que pone en camino
al hombre que ha de recibir la perfección por medio de Cristo”15.
Podríamos decir que San Clemente (150-215) anticipó
en muchos siglos una cuestión que sigue siendo actual en
nuestros días: la de la especificidad de la moral cristiana y su
14
Cfr. PRUNET, La morale de Clément d’Alexandrie et le Noveau Testament,
Paris, 1966, pag. 243 ss.
15
SAN CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata, 1, 5; PG 8, 720.
46
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
distinción respecto a las éticas seculares. En las culturas hay
presencia benéfica de las Semillas del Verbo. El cristiano sigue
siendo un buen griego y obligado a comportarse como buen
griego, pero con un espíritu totalmente diferente: el que le
brinda la condición de discípulo de Jesús.
También hay aportes en Los Tapices y la Salvación del rico.
El cristiano tiene un pedagogo interior que lo lleva hacia el bien
moral: Cristo Jesús. Contra los maniqueos, Clemente defiende
el valor positivo del matrimonio y a la vez, recomienda el
carisma del celibato por el reino de los cielos.
Las líneas maestras de esta reflexión son continuadas
por Orígenes, también de la escuela alejandrina, del cual
podemos afirmar que fue el teólogo más creativo de la iglesia
griega. Insiste en la identificación de la vida del cristiano con
Cristo. El ejercicio cristiano llevará al bautizado a la plenitud
de la semejanza con Dios. El ser humano es renovado y
transformado a imagen del que lo creó cuando se hace perfecto
como es perfecto el Padre16. En su comentario al símbolo de
los Apóstoles, siente la necesidad de introducir un breve
tratado sobre el libre albedrío.
Tertuliano enseña con fuerza y rigor la vida moral y trata
temas específicos como el aborto, el matrimonio, el cumplimiento
de las obligaciones civiles de los primeros cristianos, etc. En su
obra “De Spectaculis”, anima a los cristianos a no participar de
los juegos circences, porque nadie pude alegrarse con la sangre
vertida por humanos en estos espectáculos.
16
ORÍGENES, Contra Celsum, VI, 63; PG 11, 1369. Para más detalle, ver
a CROUZEL, H., “Orígenes”, en Diccionario Patrístico, T. II, 1608-1616.
47
JOSÉ JUAN GARCÍA
San Cipriano, mártir en Cartago hacia el 197 d. C., hace
una catequesis sistemática sobre temas como los
mandamientos, la imitación a Cristo, el cumplimiento de la
voluntad del Padre, etc. Cipriano era partidario del rigor a la
hora de recibir a los cristianos laxos, aquellos que habían
desertado de la fe en tiempos de persecución y pedían ser
reincorporados a la comunidad a través de la penitencia.
San Ambrosio (+397) es el primer autor que escribe una obra
sistemática sobre la vida moral. La Iglesia ya ha salido de las
catacumbas y aflora el peligro de la relajación de fe y costumbres.
Ambrosio en su “De officiis ministrorum” escribe sobre las virtudes
que han de poseer los clérigos. Acusa cierta influencia de Cicerón.
Aparece ya la distinción entre pecado mortal y venial.
San Agustín, el gran Obispo de Hipona, célebre teólogo,
escribió numerosas monografías sobre temas morales. Juan
Pablo II, con ocasión del XVI Centenario de la conversión de
Agustín (1987) escribió una carta apostólica con el título
Augustinum Hipponensem. Los primeros números de la carta
traen al presente los diversos juicios que los Papas han
expresado sobre la figura del gran pensador. Juan Pablo II,
comenzando con Celestino I, que apenas un año después de
la muerte del santo lo calificó como “entre los mejores maestros
de la Iglesia”, expresa su propio parecer llamando a san Agustín
“el padre espiritual de la Europa cristiana” y “constructor de la
filosofía cristiana”17.
Para el reconocido pensador Eric Przywara, San Agustín,
dotado de una rara potencia intelectual, forma parte con Platón,
17
JUAN PABLO II, Augustinum Hipponensem, 28 de agosto de 1986, nº
13.
48
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
Aristóteles, Tomás de Aquino, Kant y Hegel, del grupo de
fundadores de la cultura occidental18. Algo parecido al juicio
del filósofo Karl Jaspers, para quien Agustín “es el pensador que
mayormente ha influido en la cultura de nuestro tiempo”19.
Es un filósofo profundo y realista– más aún el creador
de la filosofía cristiana- y no un frío o abstracto pensador ajeno
al devenir histórico. Es también un teólogo, a quien debemos
el primer tratado sistemático sobre la Trinidad, pero también
respuestas a las cuestiones sobre el hombre y su situación
(pecado original, gracia, doctrina sobre la iglesia sobre el
hombre, sacramentos, fin último). Agustín es un poeta, un
místico y también un pastor. Nació en Tagaste, Numidia, en
el 354, hijo de Patricio y Mónica20.
Cfr. PRZYWARA, E., Augustin. Passion et destins de l´Occident (La Nuit
Surveillée), Du Cerf, Paris, 1987.
18
19
JASPERS, K., I grandi filosofi, trad. ital. de F. Costa, Longanesi, Milano,
1973, pág. 477.
La destacada filósofa María Zambrano (1904-1991) afirma que el
nacimiento de Europa posee un inicio preciso: el 13 de noviembre del
354, el año del nacimiento de Agustín: “El mundo antiguo, del cual
Agustín sale, no muere en su esencia más verdadera, pero él formará la
nueva cultura que se llama Europa. Y entonces surge la pregunta: ¿dónde
está el cambio? ¿qué cosa nace? y ¿qué cosa ha muerto? Si la filosofía
griega y el derecho romano, e incluso la estructura de su poder, persistirá
en la Iglesia Católica, ¿qué cosa ha cambiado? Es el hombre generado
de una nueva fe… de una dirección de su esperanza. Es lo que en
realidad ha cambiado, es esa esperanza, fórmula del nuevo nacimiento”.
ZAMBRANO, M., L´agonia dell´Europa, trad. ital. de C. Razza, Marsilio,
Venecia, 1999, pág. 74. Los textos que indican en Agustín esta radical
transfomación del concepto “hombre” son muchos. Entre ellos:
“Alegrémonos por tanto y demos gracias a Dios: no solo hemos llegado
a ser cristianos, sino que hemos llegado a ser Cristo mismo. ¿Entendemos
hermanos? ¿Nos damos cuenta de la gracia que Dios nos ha dado?”. In
Joa. Evang, 21, 8.
20
49
JOSÉ JUAN GARCÍA
Sus enseñanzas principales las podemos reunir y
sintetizar así:
- El centro de la moral agustiniana es la caridad, que
abarca tanto a Dios como al hombre. Lo primero ha de
ser siempre el amor a Dios. “La virtud no es otra cosa que
el más alto amor de Dios”. La caridad entonces, se torna
norma última de moralidad. “Ningún fruto es bueno si no
crece desde la raíz de la caridad”.
- Gran importancia posee para el genio de Agustín, el
mundo interior de la persona, el corazón que se une a
Dios. En sus Confesiones encontramos verdaderos
aportes a la vida interior, e incluso sirven para el estudio
de la psicología humana en relación al bien moral.
- Los litigios con los pelagianos y los maniqueos le
ayudaron a dilucidar problemas morales relacionados con
la libertad, la gracia, el pecado, la fragilidad humana, etc.
- La vida moral del hombre tiene como referencia la vida
de Jesús y el final de la vida moral es identificarse con
Cristo. Hay un cristocentrismo nodal en sus escritos.
“Cristo ha venido para cambiar nuestro amor; para hacer de
nuestro amor terreno un amor de amigo y de vida celestial...”
(Confesiones, VII, 14).
- Es clásica la reflexión en torno a la ley eterna y la ley
natural. Ésta está incluida en la ley eterna. Ley de Dios
y voluntad de Dios, para Agustín, es lo mismo.
- No podemos olvidar su opúsculo “La fe y las obras”, en
el que más allá de las cuestiones matrimoniales que
plantea, se enfrenta con la falsa seguridad de los que
piensan que “para salvarse les basta la fe, pero descuidan
vivir bien y caminar con las buenas obras por el camino de
Dios” (De Fide et opera, XIV, 21).
50
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
El genio de Agustín no tardó en influenciar tanto el
contenido teológico como la metodología utilizada, de fuerte
raíz bíblica.
San Gregorio Magno (540-604) nos deja su rico aporte a
la reflexión moral. Su obra más conocida es Moralia in Job. La
vida de Job es base para exponer la doctrina moral sobre la
existencia del hombre. Job es prototipo, pero no se queda en él.
El punto clave de la reflexión gregoriana es la persona
como imagen de Dios. Por ser imagen, el hombre debe
comportarse de una manera propia de su vocación a la
santidad. Como san Ambrosio también Gregorio estudia las
virtudes teologales y cardinales y las contempla tal como
fueron vividas por personajes del Antiguo Testamento.
II. La Teología moral en la Escolástica
Los seis siglos que separan al Papa Gregorio Magno del
gran sistemático de la teología moral, Santo Tomás de Aquino,
fueron siglos de poca actividad teológica. Los Libros
penitenciales -novedad en este período- tratan de ofrecer
criterios e indicaciones de la penitencia que se debe imponer
ante los diversos pecados. Se había iniciado ya la confesión
frecuente. Dichos libros fueron surgiendo en los monasterios
de Irlanda, Inglaterra y Escocia.
De importancia limitada para el desarrollo de la teología
moral en este período se encuentran Alcuino, empleado en la
corte carolingia (“De virtutibus et vitiis”, fallecido en el 804),
Rabano Mauro (“De puritate cordis”, muerto en el 865), Pascasio
Radberto (“De fide, spe et caritate”, fallecido en el 860) y Pier
Damiani (muerto en 1073).
51
JOSÉ JUAN GARCÍA
Un momento de tensión intelectual fue la discusión entre
San Bernardo y Abelardo respecto a un tema delicado: la
relación entre conciencia personal y norma. Bernardo acentuaba
la importancia de la norma. Abelardo la conciencia. Aquél nos
invita a aferrarnos al dato objetivo que la ley expone. Este insistía
exageradamente en el valor de la subjetividad personal.
Pedro Lombardo -célebre teólogo del siglo XII y de gran
influencia- desarrolla reflexiones de gran relieve. En sus
Sentencias estudia temas como: las normas que rigen la
administración de sacramentos, la libertad y el pecado y la
naturaleza de las virtudes cristianas. Alejandro de Hales
estudia el tema de los pecados y dedica también un tratado al
tema del pecado y a los preceptos.
Se destaca en este tiempo San Buenaventura, nacido en
Bagnoreggio en 1217. Sostiene el primado de la voluntad y
del amor sobre el intelecto. Muy cauto al asumir o integrar las
éticas filosóficas a la teología, Buenaventura tiene como hilo
conductor de su ética teológica la convicción del hombre como
imago Dei. La culpa del hombre ha deformado la imagen de
Dios e introducido un desorden moral. Sólo la gracia redentora
de Dios, reforma y rehabilita al hombre para leer el libro de la
naturaleza y la revelación. Luego será el amor en lugar que
realiza plenamente porque asume el bien moral con libertad.
Dado que el amor hunde su raíz en la voluntad, es ésta el
elemento clave para valorar moralmente una acción21.
Se podría definir la ética de Buenaventura como una ética espiritual,
de coloración mística, compenetrada por el amor. Cfr. WAGNER, F.,
Der Sittlichkeiltsbergiff in der christichen Ethik des Mittelalters, Münster,
1936, pag. 70 ss.
21
52
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
Pero el gran arquitecto de la reflexión moral será sin
duda el inmortal Tomás de Aquino (1225-1274)22. En filosofía,
su gran mérito fue, de algún modo, de cristianizar a Aristóteles,
utilizando en buena medida sus categorías como herramientas
válidas para la especulación teológica. Esto expresa una
voluntad de diálogo con lo mejor del mundo especulativo
griego y la teología cristiana. Esta influencia aristotélica en
22
Nació en 1225 en Roccaseca, cerca de Aquino, en la parte septentrional
del Reino de Nápoles. Sus padres eran nobles al servicio del emperador
Federico II. A los cinco años fue llevado por sus padres al monasterio
de Montecasino, donde fue ofrecido como oblato benedictino. En 1239,
al ser excomulgado por el papa, el emperador expulsó, en represalia, a
los benedictinos de esa abadía, y Tomás regresó con su familia. Ese
mismo año fue enviado a la Universidad de Nápoles, donde estudió
filosofía. Allí vistió en 1244 el hábito dominicano. En París completó su
formación como novicio dominico, de 1245 a 1248. En este año se trasladó
a Colonia, donde se formó hasta 1252 a la sombra de san Alberto Magno.
De regreso a París en 1252, comenzó como bachiller sentenciario,
preparándose para llegar a ser maestro. En la primavera de 1256 se
graduó como maestro. De esta primera estancia parisina son las
siguientes obras: su comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo,
las cuestiones disputadas De veritate y el opúsculo De ente et essentia.
Abandonó París en 1259 y se trasladó a Italia. Del período italiano son
la Summa contra Gentiles, la primera parte de la Summa Theologiae, y
algunas cuestiones disputadas: De malo y De potentia principalmente.
En 1269 se traslada a París y allí enseña hasta 1272. Este fue el período
más fecundo de su vida. De él son sus grandes comentarios a Aristóteles,
parte de los comentarios a la Sgda. Escritura y los opúsculos contra los
averroístas. Redactó la segunda parte de la Summa Theologiae. En el
verano de 1272 dejó París y fue a Nápoles y allí trabajó la tercera parte
de la Summa, que dejó inconclusa. Falleció el 7de marzo de 1274, en el
monasterio de Bosanova, camino al II Concilio de Lyon. Hay dos
ediciones completas de sus obras: la edición de Fiaccadori, Parma 18521873, en 25 volúmenes; y la edición de Vivés, París 1871-1880, en 34
volúmenes. La edición piana, por haber sido patrocinada por San Pio
V, aunque estimada, es rara y de difícil consulta. La Comisión leonina,
romana, inició la edición crítica en 1882.
53
JOSÉ JUAN GARCÍA
nada quita que Tomás beba de las fuentes de la teología: la
Escritura y los Padres de la Iglesia. Su pensamiento ha sido el
más ordenado, agudo y sistemático de cuanto se haya escrito
hasta ese momento sobre cuestiones teológicas, tanto en lo
que hace a lo dogmático como a lo moral.
En Santo Tomás encuentra su expresión religiosa y
humana el intelectualismo aristotélico. Desarrolla la teología
moral de modo sistemático en la Suma Teológica, en dos
momentos distintos: lo que hoy llamamos Moral Fundamental,
en las cuestiones 1-114 de la I- II y la Moral Especial en las
cuestiones 1-189 de la II- II. En total son 303 cuestiones que
conforman 1542 artículos.
Llama la atención el esfuerzo del gran teólogo por
demostrar que la Teología Moral es a pleno título Teología, a
pesar del cambio en el objeto de su estudio. Subraya la
orientación de toda actividad humana en vistas a conseguir
el fin último, la felicidad, que al fin de cuentas, sólo se
encuentra en el bien absoluto que es Dios.
Como hicimos con San Agustín, intentamos también
aquí resumir los puntos claves del edificio moral tomista:
- El dato primero de la moral del Aquinate es la
consideración del fin último del hombre. Este está
llamado a lograr, con la ayuda de la Gracia divina, la
bienaventuranza eterna.
- El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiende
a la bienaventuranza, que es el goce de la Trinidad. Este
fin se consigue mediante el ejercicio de la libertad, que
obedece a la voz de la conciencia recta informada por
la ley natural y eterna.
54
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
- La Moral Especial se articula sobre el estudio de las
virtudes (hábitos operativos que orientan las potencias
humanas al propio acto, que es el buen uso de la
libertad). La ley será un apoyo a la virtud, pues la guía
rectamente. Junto a las virtudes, Tomás estudia
determinados estados o condiciones y oficios, sobre todo
el estado religioso y el ministerio episcopal.
- Cabe destacar la influencia de la ética de Aristóteles en
todo el esquema tomista. Los términos y la organización
denotan esa influencia. Claro que el contenido acusa
siempre la novedad del evangelio.
- La moral cristiana obedece a una ley nueva, escrita en
el alma del bautizado. Es esta Ley la que guía al alma a
adquirir virtudes en orden al último fin.
- Importancia de la categoría de participación, tanto en
la ley de la naturaleza como en la ley del espíritu.
Se puede decir que la reflexión tomista abarca
armoniosamente las dimensiones antropológica, cristológica
y teocéntrica. Es una moral de la naturaleza humana y el
hombre llamado en Cristo Jesús a una vida nueva. Diríamos,
llamados a vivir como discípulos de Jesús.
III. La Teología Moral en los siglos XVI al XIX
Si Santo Tomás de Aquino había subrayado el valor
objetivo del bien, el nominalismo, que a partir de Guillermo
de Ockham (c. 1290-1349) inicia la via moderna, va a
plantear una revolución, cuyos frutos aún hoy se perciben.
Para el nominalismo más radical, Dios no ordena al hombre
hacer algo porque sea bueno para el hombre mismo, sino
55
JOSÉ JUAN GARCÍA
que la acción es buena precisamente porque Dios lo ha
ordenado así. “Cumplir la ley exterior es, para Ockham el
summum de la perfección”23.
Un nominalismo exacerbado lleva a nuestro tiempo a
pensar que es bueno moralmente todo lo que no está
prohibido por las leyes. He aquí las consecuencias fatales de
la aventura nominalista.
Hay que recordar que hasta el siglo XVI el libro oficial
de texto en las universidades fue el Comentario a las
Sentencias de Pedro Lombardo. Recién después de tres siglos,
la Suma de Tomás sería el libro de estudio clave.
En 1526, Francisco de Vitoria, en Salamanca, rompe con
la tradición de comentar a Pedro Lombardo y comenta a
Santo Tomás.
Con Francisco de Vitoria se opera un gran cambio de
perspectiva, a la vez que las cuestiones de moral son más
numerosas, especialmente con los temas que plantea la nueva
situación del descubrimiento de América: la colonización, el
comercio, la política y la relación entre diversos pueblos. A
lo largo de un siglo, desde Vitoria hasta Suárez, la teología
moral tuvo un crecimiento singular. Algunos la llaman
“La moral de Guillermo de Ockham es con mucho, la más pura, la
más radical, la más intransigente Moral de la obligación. Sólo la
obligación permite a la acción humana acceder a la dignidad del orden
moral. Ni su fin ni su objeto confieren a nuestros actos valor alguno. En
una tal moral, diríamos, no hay más que una virtud específica: la
obediencia…”. VEREECKE, L., “L ´obligation morale selon Guillaume
d´Ockham”, en su obra De Guillaume D´Ockham á Alphonse de Liguori,
Roma, 1986, pág. 165.
23
56
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
segunda escolástica24.
Pero a inicios del siglo XVII, se da un nuevo modo de
hacer teología moral, dedicado más a la práctica y
específicamente a la práctica del confesionario. Este cambio
inicia con Juan de Azor en 1600, quien publicó sus
“Instituciones morales”. Esta obra marcará la pauta de los
manuales de moral hasta casi mediados del siglo XX. La
estructura de la obra sigue este esquema, luego repetido: 1.
Principia, con una evocación de los principios fundamentales
que brotan de la ley natural. 2 Unde resolves, sección dedicada
a explicitar las conclusiones morales con aplicación a
situaciones morales concretas. 3. Ergo quaeritur, con una serie
de cuestiones difíciles y casos de controversia. Quería
cimentar doctrinalmente la práctica del sacramento de la
confesión.
Esta línea de reflexión teológica fue favorecida por el
A este grupo de teólogos dirigió el Papa uno de los elogios más
significativos que se pueda hacer a una escuela: “En aquellos tiempos
tan difíciles para la cristiandad, estos grandes teólogos se distinguieron
por su fidelidad y creatividad. Fidelidad a la Iglesia de Cristo y
compromiso radical por su unidad bajo el primado del Romano
Pontífice. Creatividad en el método y en la problemática. Junto con la
vuelta a las fuentes -la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradiciónrealizaron la apertura a la nueva cultura que estaba naciendo en Europa
y a los problemas humanos (religiosos, éticos y políticos) que surgieron
con el descubrimiento de mundos nuevos en Occidente y Oriente. La
dignidad inviolable de todo hombre, la perspectiva universal del
derecho internacional (ius gentium) y la dimensión ética como
normativa de las nuevas estructuras socioeconómicas entraron como
tarea de la teología y recibieron de ella la luz de la revelación cristiana”.
JUAN PABLO II, “Discurso a los teólogos españoles” (1-11-1982), 1.
Conferencia Episcopal Española, Juan Pablo II en España, Madrid,
1983, págs. 47-48.
24
57
JOSÉ JUAN GARCÍA
Concilio de Trento, en donde se fijaron las condiciones para
la confesión sacramental. La distinción específica y numérica
de los pecados encontró en esta teología, una ayuda para los
sacerdotes en su ministerio.
Sobrevino después la casuística, en lo siglos XVII- XVIII.
Se articularon los así llamados “Sistemas morales”, que
buscaban armonizar la conciencia del bautizado con la norma
moral en los casos de conflicto o duda. Cuando la moral se
redujo a casuística (recordemos por ejemplo las “Resolutiones
Morales” de Antonio Diana, que no es otra cosa que una
colección de 20.000 casos de conciencia) esta casuística dio
origen a los diversos sistemas de solución.
- El probabilismo (Bartolomé de Medina, entre otros)
afirmaba que en caso de duda, bastaba para obrar bien el seguir
una opinión probable, aún cuando lo contrario que favorece a
la ley sea más probable.
- El probabiliorismo afirmaba que en caso de duda, hay
que seguir la opinión más probable, es decir, la que tenga más
razones que la apoyen.
- El tucciorismo, en otra postura, exigía seguir la opinión
más segura y favorece a la ley.
Con el seguirse de las reflexiones, estas dos posturas se
subdividieron, dando lugar a siete sistemas: tuciorismo absoluto,
tuciorismo mitigado, probabiliorismo, compensacionismo,
equiprobabilismo, probabilismo y laxismo.
Entre los autores que pronto terminaron en el laxismo,
se recuerda a Antonio Diana, Antonio Escobar, Tomás
Tamburini. El rigorismo jansenista fue representado por
58
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
Antonio Arnaud, Pierre Nicole y Blaise Pascal.
Una luz en el largo camino de la moral se hizo
presente: San Alfonso María de Ligorio (1696-1787).
Fundador de una orden religiosa dedicada a los más pobres
de la sociedad y con un corazón de pastor, San Alfonso opta
por la benignidad pastoral y se asocia al equiprobabilismo.
El célebre estudioso A. Sertillanges afirmaba que bien
comprendido y aplicado, el equiprobabilismo de San
Alfonso no es otra cosa que la misma doctrina de Santo
Tomás25 Esto no obsta para que exija el cumplimiento de
los mandamientos y normas de la Iglesia. Cabe decir que
san Alfonso sacó admirablemente a la moral de la prisión
casuística y la llevó a la espiritualidad y al ámbito pastoral.
Le siguió al patrono de los moralistas, una teología más
bien manualística, que explicaba los mandamientos y trataba
de armonizar ley y conciencia. La Moral había perdido su
aliento bíblico.
IV. La moral en el siglo XX e inicios del XXI
En el siglo XIX, tres son los movimientos teológicos que
se delinean: el imponerse de la moral alfonsiana; las primeras
tentativas de renovación, inspiradas en el reflorecimiento de
los estudios bíblicos y patrísticos; el redescubrimiento del
pensamiento ético tomista. Los Papas recomendaron vivamente
al Aquinate, y en Italia, aún con retincencias, fue A. Rosmini
(1797-1855) quien se empeñó más profundamente en repensar
SERTILLANGES, A. D., La morale de Saint Thomas d´Aquin, Paris, 1942,
pág. 401.
25
59
JOSÉ JUAN GARCÍA
el discurso ético desde los escritos tomistas26.
Habría que citar a moralistas de la talla de A. B.
Tanquerey (3 vol., Tournay, 1902) o D. Prümer (3 vol.,
Friburgo, 1914) o A. Vermeersch (3 vol., Roma, 1922- 1924),
quienes producen estos manuales siguiendo el esquema
tomista. Paulatinamente, los moralistas buscarán más
acercarse al texto bíblico y hablar de la teología moral en
categorías de seguimiento de Cristo. Entre éstos, se encuentra
el manual del redentorista B. Häring.
El hito más importante del siglo XX para la reflexión
teológica, es sin duda es la realización del Concilio Vaticano
II. Este, verdadero Pentecostés de la Iglesia, en una mayor
claridad de su propia identidad y misión evangelizadora, instó
a la “renovación de la teología moral”.
El Concilio había preparado un esquema “De ordine
morali”, que no llegó a discutirse en el aula. Por ello los aportes
del Concilio están diseminados. Encontramos valiosos
elementos en la Gaudium et Spes y Optatam Totius. Quedará la
referencia obligada para la historia, el criterio que brinda el
CAFARRA, C. “Historia de la teología moral”, en DETM (Rossi, L.Valsecchi, A.), Paulinas, Madrid, 1978, pág. 449. Hacia la mitad del siglo
hubo una polémica curiosa. En 1850 se publica el Compendium
theologiae moralis de J. P. Gury, cuyo autor es fiel a San Alfonso. En
1866 se publica la 17ª edición del texto de A. Ballerini, en el que intenta
reconducir el discurso moral sobre la conciencia a su fase prealfonsiana.
Se entabló una polémica entre Ballerini y los redentoristas, de la que
salió un tanto opaco el mismo pensamiento de San Alfonso, por el
reduccionismo de su presentación. Recién a fines del siglo XX se ha
logrado presentar la doctrina de San Alfonso con mayor precisión y
fidelidad. De todos modos, la obra de Ballerini (1805-1881), completada
por Palmieri, será el manual de teología moral más considerable del
siglo XIX.
26
60
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
Concilio para investigar y exponer la teología moral:
“Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología
moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la
Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles
en Cristo y su obligación de producir frutos en la caridad para la
vida del mundo” (Optatam Totius n 16).
Las líneas de la renovación señaladas por el Concilio
pasan por un mayor contacto con el misterio de Cristo y con
la historia de la salvación.
Con frecuencia en la historia de la Teología Moral, se ha
buscado un punto central. Pues bien, el Concilio nos dice que
el elemento articulador de la reflexión moral es pues, la
caridad. La caridad a Dios y al prójimo es la clave del edificio
ético cristiano (Mt 22,34-40; 25, 31ss.). De ahí la “obligación de
producir frutos en la caridad” (Lc 13, 6-9).
La misma metodología de la reflexión teológica se ha
enriquecido con varios elementos: fundamento en una
antropología teológica completa; sensibilidad mayor hacia el
panorama político-social cambiantes; competencia de los laicos
en las decisiones morales concernientes al mundo secular;
apertura prudente a los datos más serios de las ciencias
humanas; perspectiva ecuménica en la exposición del mensaje
moral (GS 16; UR 23).
El papa Juan Pablo II nos regaló en 1993 la encíclica
Veritatis Splendor, verdadero monumento teológico de la moral
fundamental. Todos los temas que hacen a los fundamentos
del obrar moral cristiano, están allí magistralmente expuestos.
Una encíclica esperada e iluminante. Un faro de luz en este
panorama que no oculta sus sombras.
61
JOSÉ JUAN GARCÍA
La Doctrina Social de la Iglesia, rama significativa de la
enseñanza moral, ha tomado en estos tiempos un vuelo propio.
Estudiosos hunden su mirada en los variados aspectos de la
realidad mundial, arrojando luz y brindando criterios para
una solución humana y cristiana.
No podemos obviar el rico aporte de las universidades
católicas presentes en todo el mundo y su contribución a temas
éticos y sociales. Así por ejemplo, el Istituto para el Matrimonio
y la Familia de la Pontificia Universitá Lateranense de Roma,
que extendió sus sedes a España, México y Estados Unidos
Asimismo, la Iglesia ha promovido el multiplicarse de
institutos y centros de bioética, el CELAM y otros ámbitos
académicos en los que la moral ilumina en fecundo diálogo,
las complejas situaciones de las ciencias biomédicas27.
Para más detalles sobre este punto, puede verse GARCÍA, J. J., Treinta
años de bioética, UCC, San Juan, 2002, págs. 10-17.
27
62
CAPÍTULO TERCERO
LA CONCIENCIA MORAL
La rica intimidad del ser humano se concentra en la
conciencia. Por ella el yo detecta el bien o mal. Por eso Orígenes
decía que “el alma del alma es la conciencia”. El Magisterio
ensalza el papel insustituible de la conciencia en el ser mismo
del hombre. “La conciencia es una especie de sentido moral que
nos lleva a discernir lo que está bien de lo que está mal... es como un
ojo interior, una capacidad visual del espíritu en condiciones de guiar
nuestros pasos por el camino del bien, recalcando la necesidad de
formar cristianamente la propia conciencia a fin de que ella no se
convierta en una fuerza destructora de su verdadera humanidad, en
vez de un lugar santo donde Dios le revela su bien verdadero (RP
26)”.
La conciencia goza o sufre la armonía que contrasta entre
lo que cree que debe hacer y lo que hace de hecho. La encíclica
Veritatis Splendor nos ofrece una hermosa definición de
conciencia al presentarla como un “acto de la inteligencia de la
persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una
determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta
recta que hay que elegir aquí y ahora” (VS nº 32).
Esa grandeza de la conciencia hoy se ve reconocida por
amplios sectores de la cultura actual. Por ello reclama que sea
protegida jurídicamente frente a toda injerencia externa. De
aquí las legislaciones que protegen la objeción de conciencia.
Ante una legislación que permita el aborto o la eutanasia en
hospitales públicos o privados, el médico que con serias
63
JOSÉ JUAN GARCÍA
razones inspiradas en su formación humana, ética o religiosa,
puede y aún debe hacer valer su derecho de no asistir a tales
prácticas inmorales y para ello argumentará con el derecho
que le asiste en virtud de la objeción de conciencia.
I. La Revelación
En la versión de los setenta del Antiguo Testamento, el
término conciencia -de claro origen greco-latino-, como
correspondiente al término griego syneidesis, se encuentra sólo
tres veces (Qoh 10,20; Eclo 42,18; Sab 17,11: “Cobarde es la maldad
y ella a sí misma se condena; acosada por la conciencia imagina
siempre lo peor”).
No obstante, el contenido conceptual, conforme al rico
lenguaje hebreo, se expresa con otros nombres, sobre todo con
el vocablo corazón. Este es la sede del bien y el mal. De David,
después del pecado, se dice que “le saltó el corazón” (1 Sam
24,6). Jeremías advierte que “el pecado está grabado en las tablas
del corazón” (Jer 17, 1).
Para Prov 29, 27, los caminos del hombre son buenos o
malos según lo sea su corazón. Job dice de sí: “Mi corazón no
me condena” (Job 27,6). El hombre es capaz de manifestar su
arrepentimiento como dolor del corazón. Así, David se dirige
a Dios y le ruega: “Tú no desprecias un corazón contrito y
humillado” (Sal 51, 19).
En el judaísmo se fue perfilando con más nitidez el
concepto de conciencia. En Filón de Alejandría aparece lo que
más tarde se llamará la conciencia consiguiente. También en
los escritos de Qumrân encontramos alusiones a la conciencia
propiamente dicha, aunque la palabra técnica no se use. Por
64
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
ejemplo, el himno 13: “Pues tú conoces el carácter de cada acción,
disciernes la veracidad de cada respuesta. Mi corazón por ti está
tranquilo; con la fuerza de tu verdad aseguras mis pasos en los difíciles
senderos de la justicia, a fin de que yo pueda caminar delante de ti
hasta la región de la vida por los senderos de la gloria, del triunfo
que no aminora jamás”28.
El término syneidesis aparece con frecuencia en el Nuevo
Testamento. Si bien no se encuentra en los Evangelios, sí se
menciona veinte veces en San Pablo (ocho veces en la primera
carta a los Corintios y tres en la segunda; tres veces en los
Romanos y cinco en Heb; seis veces en las cartas pastorales) y
otras diez veces más en los libros restantes del Nuevo
Testamento.
Por lo que se refiere a los Evangelios, se puede decir
que en ellos se conserva la antigua imagen profética del
corazón bueno, recto y renovado por Dios. El corazón es la
sede de la moralidad y de la vida nuevo del discípulo de Jesús
guiada por el Espíritu. Más que la limpieza de los vasos o de
las manos, importa que esté limpio el corazón o sea, la
conciencia de los que siguen al Señor.
Las funciones que el Nuevo Testamento le atribuye a la
conciencia son:
- Está presente en todos los hombres (Rm 2, 15). En este texto,
ciertamente difícil, el Apóstol de las gentes afirma que todos
los hombres -judíos y paganos- poseen la capacidad de emitir
un juicio moral sobre sus propias acciones29.
28
JIMÉNEZ, M., Los documentos de Qumrân, Madrid, 1976, pág. 112.
Cfr. BULTMAN, R., Teología del Nuevo Testamento, Salamanca, 1981,
pág. 265.
29
65
JOSÉ JUAN GARCÍA
- Es la norma de conducta y hay obligación de seguir sus
dictados (1 Cor 7,13).
- Es testigo del bien que cada uno hace (Rom 9,1) y del
mal que uno ejecuta (Rom 2, 15).
- La conciencia hace juicios de valor moral ( 1Cor 10, 25;
Rom, 13, 5).
Como se ve, el papel de la conciencia, en la letra y el
espíritu del Nuevo Testamento, es que ésta sea justo juez entre
el bien y el mal.
II. Los Santos Padres
Los Padres no hacen un tratado sistemático de la
conciencia, pero sí desarrollan principios, de modo que hay
en ellos una trabajada elaboración.
La importancia de la conciencia se constata por imágenes
ilustrativas. “La voz de Dios que nos insinúa prohibiciones y
preceptos” (San Ambrosio). “la sede de Dios en el corazón del
hombre” (San Agustín). “Dios... ha impreso en nosotros la conciencia
autodidacta del bien y del mal”.
En cuanto a la misión de la conciencia, los Padres la
relacionan con el juicio moral. “Protesta contra lo malo”, “abruma
con sus reproches”, “culpa”, “muerde”, “aguijonea”, “es una
espina”, “pone al alma de luto”, etc.
También se dice que la conciencia “da alegría y anima”,
“enseña el bien”, “ofrece al alma un ideal de santidad”.
En cuanto a la relación conciencia y norma, los Padres
no ven dificultad en poner de acuerdo la una con la otra. “Dios
nos ha dado la ley natural, es decir, ha impreso en nosotros la
66
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
conciencia”, escribía San Juan Crisóstomo. San Ireneo se
pregunta por qué Dios no dio el Decálogo a las generaciones
anteriores a Moisés y afirma que ya tenían la ley natural. San
Basilio exhorta: “Todos tenemos en nosotros un juicio natural que
discierne el bien y el mal... De este modo, tú sabes juzgar entre la
impureza y el pudor. Tu razón se sienta en un tribunal y juzga
desde lo alto de su autoridad”.
Mucho más tarde, en un período de la Iglesia
postridentina, San Juan de Ávila pedía una formación de la
conciencia con términos que evocaban la riqueza y la calidez
de los antiguos profetas: “El principal cuidado del cristiano ha de
ser del corazón. Guárdenos Dios de tener el corazón dañado y enfermo.
Ansí como en lo corporal gran mal la enfermedad del corazón, ansí
es mucho más en lo espiritual tener dañado el corazón”30.
III. Naturaleza de la conciencia
Un bellísimo texto del Concilio ilumina plenamente
nuestro tema:
“En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre
una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya
voz resuena cuando es necesario, en los oídos de su corazón,
llamándole siempre a amar y hacer el bien y a evitar el mal... El
hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón... La conciencia
es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo
con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16).
SAN JUAN DE AVILA, Sermones. Ciclo temporal, 10, en SALA, L –
MARTIN, F., Obras Completas del Santo Maestro Juan de Ávila, II, Madrid,
1970, pág. 173.
30
67
JOSÉ JUAN GARCÍA
Podemos afirmar que la conciencia moral es un juicio de
la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral
de un acto concreto que piensa realizar, realiza o ha realizado.
Felipe el Canciller, San Alberto Magno y Santo Tomás,
conciben a la conciencia como un acto, pues no admite en el
alma otra potencia distinta a la inteligencia y a la voluntad.
Pero si es acto, ¿a qué potencia pertenece?. Algunos
medievales a quienes seguiría posteriormente Duns Scoto, lo
atribuyeron a la voluntad. La conciencia quedaba reducida
en esta óptica, al nivel afectivo: el bien moral no se conoce, se
siente. Fijémonos que una tesis parecida fue formulada por la
escuela de los valores: la conciencia para Max Scheller, se
reduce a un sentimiento o emoción, una capacidad de sentir
los valores morales y religiosos31. Pero la cuestión es delicada
y por ello nos guiamos de la percepción del Aquinate, quien
defendió la tesis de que se trata de un acto del entendimiento
práctico. Incluso los verbos que se le aplican a la conciencia
como dictaminar, juzgar, acusar, aplaudir, etc., indican
funciones racionales. O sea, se trata de un conocimiento
ordenado a la operación.
Al oír la voz de la conciencia formada rectamente, el
hombre oye a Dios. El dictamen de la conciencia hace que el
“Es fundamental reafirmar la imposibilidad de una conciencia y de
un obrar determinados en modo subjetivo (sea la técnica, la ciencia, el
relativismo). El absoluto de la subjetividad no puede ser el único espacio
en donde fundar la exigencia del bien o la repugnancia del mal. Más
allá de la caída de la pretensión absoluta de una cierta modernidad y lo
incompleto del nihilismo de la postmodernidad, se pone la palabra
nueva y fuerte del Evangelio, de la ética cristiana”. SCOGNAMIGLIO,
E., Il Volto dell´uomo. Saggio di antropología trinitaria, San Paolo, Milano,
2006, pág. 119. El autor reenvía a FORTE, B., L´Uno per l´Altro. Per
un´etica della trascendenza, Brescia, 2003.
31
68
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
hombre reconozca las prescripciones de la ley divina. Como
lo expresaba el Cardenal John Henry Newman: “La conciencia
es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en
el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos
gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo”32.
Practicar el bien y rechazar el mal, es la orden que emana
de la conciencia. La verdad sobre el bien moral, declarada en
la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por
el dictamen prudente de la conciencia.
La conciencia es la norma subjetiva próxima del obrar
humano. Pero, además del error y la ignorancia, la conciencia
puede hallarse en diversas situaciones. Enumeramos las
siguientes:
a) Conciencia recta: la que actúa con intención de
acomodarse a la norma, y consecuentemente, quiere
actuar conforme a la voluntad de Dios. La rectitud exige
los siguientes criterios: la conciencia es recta cuando está
de acuerdo con la sindéresis, y ésta a su vez, cuando
concuerda con la ley natural. Por ende, el criterio para
valorar la rectitud de la conciencia es el deseo de cumplir
con la voluntad de Dios33. No puede haber conciencia
recta cuando se desobedece las enseñanzas morales del
Magisterio.
NEWMAN, J. H., Carta al duque de Norfolk, 5. Citado en el CATIC n
1778.
32
De algún modo, lo dice Santo Tomás en Suma Teológica I-II, a. 154, a. 2
ad 2: “La razón del hombre será recta en la medida en que se deja dirigir
por la voluntad divina, que es la primera y suma regla”.
33
69
JOSÉ JUAN GARCÍA
b) Conciencia dudosa: la que no sabe dictaminar, porque no
posee certeza acerca de la licitud de llevar a cabo u omitir
una acción.
Como sucede en el ámbito del conocimiento teórico, en
el ámbito moral también la duda puede ser positiva o
negativa. Duda positiva es la que surge cuando se dan
razones serias para dudar. Por el contrario, la duda
negativa no se asienta sobre razones serias. Nos interesa
por tanto, sólo la duda positiva.
Para situaciones de duda, la reflexión moral ha acuñado
algunos principios:
- en caso de duda positiva, no es lícito obrar. Este principio
encuentra en las palabras de san Pablo su
fundamentación: “El que, dudando, come, se condena,
porque no obra según la fe; y todo lo que no viene de la fe es
pecado” (Rm 14, 23).
- Se han de tomar las medidas necesarias para salir del
estado de duda. Contribuye a ello el estudio y
profundización de los temas, la consulta a peritos, la
oración, etc.
c) Conciencia perpleja: es la que ante dos preceptos, cree
pecar, sea cual sea el deber que elija. Es una situación
más compleja que la anterior de la duda. La conciencia
perpleja se da cuando se vacila porque ha de elegir entre
dos preceptos o situaciones que presentan obligaciones
morales. Un ejemplo: decir la verdad u omitirla con el
fin de que no suceda un mal que se debe evitar.
Para salir del estado de perplejidad se deben aplicar
70
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
estos principios morales:
- En caso de duda es mejor la condición del que posee
actualmente la cosa. Este principio tiene aplicación sobre
todo en el ámbito de la justicia.
- En caso de duda se supone la validez de un acto.
- En relación a las leyes eclesiásticas no hay obligación en
caso de duda de derecho.
d) Conciencia escrupulosa: es la conciencia que ve pecado en
todo, incluso donde no lo hay. En verdad, hay que decir
que el escrúpulo es un fenómeno que supera el ámbito
moral. Es propio de ciertas sicologías con dosis de
enfermedad. Dos ejemplos: el científico que repasa una
y otra vez los datos ya suficientemente constatados o la
religiosa que quiere confesarse todos los días porque
no la deja en paz sus faltas menores cotidianas.
Los medios para remediar los escrúpulos son variados:
los medios espirituales (oración, dirección espiritual,
estado de gracia...) y la consulta y guía psicológicas. Hay
que cultivar la fortaleza de carácter para no dejarse llevar
de los primeros movimientos del escrúpulo, así como
alimentar un sentido de sano realismo ya que
generalmente el escrupuloso carece de él.
Hay que decir también que una misma persona es más
escrupulosa respecto a unos valores éticos, mientras que
se muestra más desinteresada frente a otros, sea por
intereses personales o por educación.
e) Conciencia Laxa: es la que bajo pretextos fútiles considera
lícito lo que es ilícito o leve lo que es grave.
Podemos también hablar de una conciencia delicada: la
que juzga rectamente acerca de la moralidad de los actos
71
JOSÉ JUAN GARCÍA
humanos. Esta conciencia ve el pecado donde realmente existe
y le concede la dimensión real.
También se puede dar el caso de la conciencia
cauterizada: la que por costumbre de pecar, no concede
importancia alguna al pecado y se da a él con tranquilidad y
sin remordimientos. Hay también, finalmente, la posibilidad
de que se de la conciencia farisaica: combina la laxa y la
escrupulosa y hace grande lo pequeño y pequeño lo que es
grande.
Podemos también a modo de clasificación, distinguir
en cuanto a la conciencia refiera:
a) a la naturaleza del acto responsable, se habla de conciencia
antecedente cuando el juicio de valor precede al acto
humano, para ordenarlo, permitirlo o prohibirlo. Se
habla de conciencia consiguiente cuando se trata de una
reflexión sobre el acto realizado, para aplaudirlo o
condenarlo. Se habla de conciencia concomitante,
cuando el juicio acompaña el acto humano.
b) a la conformidad con el valor objetivo, se habla de
conciencia recta o verdadera o bien de conciencia
errónea o falsa. Conciencia verdadera es entonces
aquella en la que el juicio es conforme a la verdad
objetiva.
Conciencia errónea o falsa, es el caso contrario al
anterior. Puede ser invenciblemente errónea (cuando
el sujeto no puede superar el error o ignorancia) o
venciblemente errónea (cuando al sujeto le es posible
superar el error o la ignorancia).
c) a la certeza subjetiva del que actúa y juzga, se considera
cierta la conciencia, cuando sin temor a errar, juzga
72
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
que un acto debe hacerse porque es bueno o debe
evitarse porque es malo. La conciencia puede
considerarse como dudosa cuando parece quedar en
suspenso, sin animarse a dar un juicio firme. La
conciencia es probable cuando el juicio que formula en
un sentido no excluye el temor a equivocarse, puesto
que la opinión contraria goza de alguna forma aceptable
de racionalidad.
La persona humana está llamada a obedecer siempre el
dictamen cierto de su conciencia, la cual a su vez, no entrará
en conflicto con los dictados de la ley.
Podemos aquí recordar, aún repitiendo algunos
conceptos, tres principios que ayudan al discernimiento de la
conciencia:
1) “Norma operativa incondicional es tan sólo la conciencia recta
y al mismo tiempo cierta”.
2) “Nunca es lícito obrar contra la propia conciencia indudablemente
cierta, aun cuando fuera invenciblemente errónea”. La
conciencia errónea no está conforme con el valor y el deber
objetivos y por tanto no obliga por sí misma. Pero de modo
accidental, obliga a causa de la convicción cierta del
sujeto que sin dudas, se siente personalmente vinculado
por ese deber moral. Recordemos que la ignorancia
puede ser imputable a causa de las pasiones o el pecado,
pero habrá ocasiones en que la ignorancia sea invencible
y por tanto, no culpable.
3) “Nunca es lícito actuar con una duda práctica de conciencia o
con una conciencia venciblemente errónea, sobre todo cuando
se trata de acciones de cierta gravedad”.
73
JOSÉ JUAN GARCÍA
IV. Formación de la conciencia
San Pablo expresa el deseo que todos los fieles tengan
una mente ilustrada y clara (1 Cor 10, 29-30). Todos los
discípulos de Jesús hemos de revisarnos a nosotros mismos
(1 Cor 11, 28), tratar de descubrir la voluntad de Dios (Rom
12,2) y lograr así una conciencia “buena e irreprochable” (Hech
23, 1).
La educación de la conciencia es absolutamente
indispensable para todos, sobre todo en esta época de fuerte
secularismo, donde estamos invitados a preferir el propio
juicio personal ante todo (mi verdad) y a rechazar las
enseñanzas autorizadas y en materia moral del Magisterio.
Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus
juicios según la razón, en sintonía con el bien verdadero
querido por la sabiduría de Dios.
Educar la conciencia consiste en alcanzar el
conocimiento y la interiorización con los planes de Dios y el
ejercicio de la docilidad a la voluntad de Dios.
Veamos lo que nos dice Juan Pablo II: “Los cristianos tienen
-como afirma el Concilio- en la Iglesia y en su Magisterio una gran
ayuda para la formación de la conciencia…La Iglesia se pone sólo y
siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada
aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los
hombres (Cf Ef 4, 14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del
hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones
más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella” (VS nº 64).
La educación de la conciencia es tarea de toda la vida.
Empieza en la temprana edad y no termina nunca. En el fondo,
la formación de la conciencia es formación de la libertad, porque
74
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
una conciencia recta libera de los miedos, de la concupiscencia,
de los exagerados sentimientos de culpa, etc. Asimismo,
previene contra formas de relajación y laxitud. En este itinerario,
la palabra de Dios es la luz y la guía.
El hombre está obligado a formar una conciencia recta.
Caso contrario, se hace responsable de sus faltas, aun las
cometidas con ignorancia.
Según Aurelio Fernández, “los objetivos a alcanzar en la
educación de la conciencia son dos: la personalización, o sea, adquirir
criterios morales demandados por sus propias convicciones personales
y no a expensas del pensar de otros. La rectitud, es decir que a través
del conocimiento de la moral y de la praxis adquiera criterios rectos
de obrar”34.
Educar la conciencia es orientar al hombre hacia esa zona
de responsabilidad en la que habrá de actuar en fidelidad a
Cristo, para vivir en Él, con independencia de la ventaja o el
desmedro, de la crítica o el aplauso, aprobación o no del orden
social.
Educar la conciencia es aprender amar la verdad y ser
dóciles a ella. En el fondo, alimentar la pasión por la verdad.
Para terminar, recordamos una célebre expresión de
Juan Pablo II: “No menos decisivo en la formación de la conciencia
es el descubrimiento del vínculo constitutivo entre la libertad y la
verdad” (EV 96).
FERNÁNDEZ, A., Compendio de Teología Moral, ed. Palabra, Madrid,
1991, pág. 183.
34
75
CAPÍTULO CUARTO
LA MORALIDAD HUMANA
Gracias a la libertad, don de Dios, somos padres de
nuestros actos y aún de nuestra historia. Pero la libertad es de
hecho, libertad herida por el pecado, y a la vez, puesta en marcha
hacia la altura celeste por la gracia de Dios. Estudiamos ahora
la cuestión de las fuentes de la moralidad humana. Por fuentes
de la moralidad se entienden aquellos elementos del acto
humano de donde brotan la conveniencia o la no conveniencia
con las normas de la moralidad. Santo Tomás distingue
diversas fuentes:
“En la acción humana puede considerarse una cuádruple
bondad: una genérica, en cuanto es acción, pues cuanto tiene
de acción y de entidad, tanto tiene de bondad… Otra bondad
específica, derivada del objeto conveniente. La tercera una
bondad accidental, debida a las circunstancias. Cuarta, la
bondad del fin, constituida por una relación a la causa misma
de la bondad”35.
Miremos ahora entonces, la tan necesaria cuestión de
las fuentes de la moralidad.
1. Objeto. Fin. Circunstancias
El objeto del acto humano es aquello a lo que tiende la
35
Santo Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q. 18, a. 4.
77
JOSÉ JUAN GARCÍA
acción por su propia naturaleza, con independencia de la
intención del agente y las circunstancias que la rodean. El
objeto es el efecto concreto que la acción humana produce de
modo directo.
El objeto especifica moralmente el acto del querer, según
que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no con el
bien verdadero y con la última verdad del hombre.
Normalmente, el objeto elegido es un bien hacia el cual tiende
deliberadamente la voluntad.
Por tanto, no se trata de un objeto material y físico, sino
moral y afectado por los valores morales imprescindibles.
Santo Tomás afirmaba que el objeto de una acción puede
ser bueno, malo o indiferente36.
2. El fin
Frente al objeto, el fin o el objetivo (finis operantis)
manifiesta la intención, que se sitúa del lado del sujeto o agente
que actúa.
La intención es un movimiento de la voluntad hacia un fin;
mira al término del obrar. El fin es el término primero de la
intención y designa el objetivo buscado subjetivamente en la acción.
La intención no se limita a la dirección de cada una de
nuestras acciones consideradas aisladamente, sino que puede
también ordenar varias acciones hacia un mismo objetivo;
puede orientar toda la vida hacia el fin último.
36
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 92, a. 2.
78
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
El fin del sujeto puede cambiar la moralidad de un acto,
al introducir un nuevo valor ético en la decisión del agente.
Una finalidad buena puede hacer que un acto, bueno por su
objeto, se convierta en mejor; que un acto indiferente, sea
bueno y que un acto malo, lo sea algo menos. Por otra parte,
una finalidad mala puede hacer peor un acto que ya era malo
en virtud de su objeto; puede convertir en malo un acto
aparentemente indiferente y puede lograr que un acto bueno
lo sea menos o hasta que sea malo. Jesús, al referirse a la
limosna, la oración y el ayuno, previene sobre las buenas
intenciones. Hay que purificar la mirada o sea, la intención
(Mt 6, 1-23).
No hay que olvidar que una intención buena no
convierte automáticamente en bueno una conducta
desordenada y contraria a la verdad objetiva de la moralidad.
El fin no justifica los medios. No basta el buen o sano
propósito37.
3. Las circunstancias
Todo acto humano es un acto situado. La cantidad, el
lugar, cómo, en qué situación, etc. la persona decide su obrar
moral, articulan un entramado complejo que llamamos
circunstancias. Esto es lo que le da su “rostro encarnado y
concreto”. No podemos obviarlas nunca, pues sería desconocer
lo real del hombre. Son los detalles que rodena o circundan
un acto moral bueno o malo.
37
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 18, a. 4 ad 3.
79
JOSÉ JUAN GARCÍA
Las circunstancias pueden cambiar la calificación moral
de un acto. Ejemplo: no es lo mismo actuar en defensa propia
que hacer un daño deliberadamente. Se dice ordinariamente
y es verdad, que las circunstancias “no cambian la especie” del
acto. Pero sin embargo, existen casos en los cuales una
circunstancias puede ser el aspecto más importante. Y es ahí
cuando esa circunstancia pasa a la condición de objeto y la
especie del acto cambia automáticamente. Pongamos un
ejemplo. Un pecado de lujuria reviste diversa gravedad si
quien lo comete es un joven soltero o una mujer casada o un
consagrado a Dios con votos de castidad. Otro ejemplo que
hace a la circunstancia de lugar: no es lo mismo un robo en la
calle que en la sacristía, pues éste último configura además,
un sacrilegio.
Las principales circunstancias que señala la moral son:
- el tiempo en que se realiza el acto (quid).
- el lugar (ubi).
- el modo (quomodo)
- la materia sobre la que versa (quid)
- la cualidad del sujeto que la realiza (quis)
- los motivos circundantes que mueven a realizarlo (cur)
- los medios empleados para su ejecución (quipus
auxiliis).
4. Los actos moralmente indiferentes
El acto moral se divide en dos especies: buena y mala.
Pero podemos preguntarnos si todo acto humano es
necesariamente bueno o malo. Es decir, si existen actos
80
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
indiferentes, ni buenos ni malos. En realidad, apenas un acto
humano se concreta, deja en forma automática cualquier
indiferencia. ¿Por qué?. Porque hacemos las cosas, actuamos
con un fin propuesto por la razón y en las circunstancias
concretas. Por ende, cada acción humana es moral, pues busca
el fin y persigue la felicidad.
No olvidemos la clásica distinción entre actos humanos
y actos del hombre. Aquellos los hacemos en cuanto seres
humanos dotados de razón y voluntad. Éstos, pasan o suceden
en nosotros, como actos o procesos independientes de nuestra
racionalidad y voluntariedad. Por ejemplo, la respiración; la
circulación sanguínea; la digestión, etc.
Como se sabe, la encíclica Veritatis Splendor ha venido
a llamar la atención contra un hipotético proporcionalismo,
consecuencialismo o teleologismo (VS 75) que no tuviera
suficientemente en cuenta la maldad intrínseca de
determinados actos humanos, que estarían prohibidos
“siempre y sin excepción” (VS 115). Lo son siempre y por sí
mismo, en razón de su objeto, independientemente de las
intenciones del agente y de las circunstancias que acompañan
al acto (VS 80, 81).
81
CAPÍTULO QUINTO
ETICA NORMATIVA. LA LEY
1. Definición de ley
Todas las culturas han vivido con leyes, organizando
su convivencia y estableciendo horizontes de justicia.
Necesitamos de la ley sencillamente porque somos seres
sociales y en el rostro del otro hemos de encontrar un hermano
con quien debo entenderme. Siempre subsiste la tentación de
pensar que la dignidad del hombre y sus derechos se
fundamentan en el ordenamiento positivo diseñado por el
legislador. De ahí que sea necesario volver a hacerse las
preguntas fundamentales sobre la relación entre la ley y la
moralidad.
Es clásica la definición de Santo Tomás de Aquino, que
si bien se aplica a la ley civil, tiene validez para toda clase de
leyes:
“Ley es la ordenación de la razón, encaminada al bien común
y promulgada por aquél que tiene el encargo de cuidar la
comunidad”38.
Veamos sus partes:
- “ordenación de la razón”: por ende, ordena lo que es
razonable. La ley no tiene un carácter voluntarista, no depende
de la voluntad del que manda, sino racional.
38
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 90, a. 4.
83
JOSÉ JUAN GARCÍA
- “encaminada al bien común”: o sea, al conjunto de las
condiciones de la vida social que permiten a los hombres, a
las familias y a las asociaciones el que puedan lograr con mayor
plenitud y facilidad su propia perfección.
- “promulgada” con el fin de que pueda ser conocida y
cumplida por el hombre con responsabilidad.
- “por aquél que tiene el cuidado de la comunidad”. Por tanto,
sólo puede dictar leyes quien goza de una autoridad legítima.
Y la autoridad, por definición es un servicio a favor de los
súbditos.
Si faltase uno de estos elementos, la ley no es justa. Por
ende, no obliga, porque no es ley.
II. División de la ley
Es clásica la división en ley natural y ley positiva. Esta
última, cuando el legislador es Dios, se llama divina y cuando
el legislador es el hombre, se llama humana. A su vez, si quien
promulga la ley es la jerarquía de la Iglesia, se llama ley
eclesiástica; si la promulga la autoridad civil, se le llama ley
civil.
Dios ha hecho el mundo con un orden que es admirable.
Dicho orden fue denominado por la tradición ley eterna, que
Santo Tomás define así: “Es el plan de la divina sabiduría por el
que dirige todos los actos y todos los movimientos al bien común del
universo”39.
39
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 93, a. 1.
84
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
La ley eterna es la misma sabiduría divina que demanda
el orden y se opone al caos.
La ley natural es “la participación de la ley eterna en la
creatura racional”40. La sabiduría de Dios ha puesto orden en el
cosmos y no caos y el hombre está llamado a vivir no al margen
de ese orden.
La encíclica Veritatis Splendor interpreta la ley natural
en el mismo sentido que lo hacía Santo Tomás: como una luz
especial de la razón humana por la cual sabemos qué se debe
hacer y evitar, como una participación en la sabiduría de Dios
(cfr VS nros. 42-43).
Ley natural
El concepto ley natural es clave en la reflexión moral.
Desde los santos Padres se define a ésta como “la participación
de la ley eterna en la creatura racional”. Así la recoge santo
Tomás41.
La sabiduría de Dios ha puesto orden en el cosmos. Por
eso el mundo es cosmos y no caos. El hombre mismo no puede
vivir al margen de ese orden. Más todavía, Dios ha querido
un mayor orden para el hombre, para que su vida no terminase
en el caos.
Si la ley eterna es la misma inteligencia divina, la ley
natural hay que situarla en la línea de una participación en
ese conocer de Dios. Este carácter cognoscitivo lo expresa
40
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 91, a. 2.
41
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 91, a. 2.
85
JOSÉ JUAN GARCÍA
Tomás de Aquino al afirmar que la ley natural “es la misma luz
de la razón la que discierne lo que el hombre hace, de forma que es
recto lo que está de acuerdo con su naturaleza y esa misma luz advierte
que es malo lo que va contra ella”42.
La encíclica Veritatis Splendor interpreta la ley natural
en ese mismo sentido: como una luz especial de la razón
humana, que participa de la sabiduría divina. (nros. 42-43).
He aquí por qué decimos que la ley natural es la gloria
de la persona humana: es un signo cualificado de su condición
racional, participación de la inteligencia divina para conocer
el bien y el mal moral. En este sentido se distancia del orden
creado incluida la ley biológica de los animales.
El ser humano no es caótico sino regido por la ley
natural. “La ley natural evidencia y prescribe las finalidades, los
derechos y los deberes, fundamentales en la naturaleza corporal y
espiritual de la persona humana. Esa ley no puede entenderse como
normativa biológica, sino que ha de ser concebida como el orden
racional por el que el hombre es llamado por el Creador a dirigir y
regular su vida y sus actos” (VS, 50).
Siempre será necesaria una reflexión orientada sobre
todo a justificar e ilustrar los fundamentos de una ética
universal -tan necesaria y aún urgente- perteneciente al gran
patrimonio de la sabiduría humana, que en cierto sentido
constituye una participación de la criatura racional en la ley
eterna de Dios.
No se trata, por tanto, de un tema de carácter
exclusivamente o sobre todo confesional, aunque la doctrina
42
SANTO TOMÁS, In II Sent., 42, 1, 4 ad 3.
86
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
sobre la ley moral natural se ilumine y desarrolle en plenitud
a la luz de la Revelación cristiana.
El Catecismo de la Iglesia Católica resume bien el
contenido central de la doctrina sobre la ley natural, revelando
que indica «los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida
moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y
juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí
mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo.
Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los
seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece
propiamente a la naturaleza humana» (nro. 1955).
Con esta doctrina se logran dos objetivos esenciales: por
una parte, se comprende que el contenido ético de la fe
cristiana no constituye una imposición dictada desde el
exterior a la conciencia del hombre, sino una norma que tiene
su fundamento en la misma naturaleza humana; por otra,
partiendo de la ley natural que puede ser comprendida por
toda criatura racional se ponen los fundamentos para entablar
el diálogo con todos los hombres de buena voluntad y más en
general, con la sociedad civil y secular.
Precisamente a causa de la influencia de factores de
orden cultural e ideológico la sociedad civil y secular se
encuentra hoy en una situación de cambios -más que en una
época de cambios vivimos un cambio de época- y también de
falta de claridad: se ha perdido la evidencia originaria de los
fundamentos del ser humano y de su actuar ético, de modo
que la doctrina de la ley moral natural se enfrenta con otras
concepciones que constituyen su negación directa.
Todo esto tiene enormes y graves consecuencias para el
orden civil y social. En muchos pensadores parece dominar
87
JOSÉ JUAN GARCÍA
hoy una concepción positivista del derecho. Según ellos, la
humanidad o la sociedad o de hecho la mayoría de los
ciudadanos se convierte en la fuente última de la ley civil. El
problema que se plantea no es por tanto la búsqueda del bien,
sino la del poder o más bien, la del equilibrio de poderes. En
la raíz de esta tendencia se encuentra el relativismo ético, en
el que algunos ven incluso una de las condiciones principales
de la democracia, pues el relativismo garantizaría la tolerancia
y el respeto recíproco de las personas. Pero si fuera así, la
mayoría de un momento se convertiría en la última fuente
del derecho.
La historia demuestra con gran claridad que las
mayorías pueden equivocarse. La verdadera racionalidad no
queda garantizada por el consenso de una mayoría, sino sólo
por la transparencia de la razón humana ante la razón creadora
y por la escucha de esta fuente de nuestra racionalidad.
Cuando están en juego las exigencias fundamentales de
la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución
familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los
derechos fundamentales del hombre, ninguna ley hecha por
los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador
en el corazón del hombre, sin que la sociedad quede golpeada
dramáticamente en lo que constituye su fundamento
irrenunciable. La ley natural se convierte de este modo en
garantía ofrecida a cada quien para vivir libremente y ser
respetado en su dignidad, quedando al reparo de todo arbitrio
o abuso del más fuerte.
Nadie puede sustraerse a esta exigencia. Si por un trágico
oscurecimiento de la conciencia colectiva el escepticismo y el
relativismo ético llegaran a cancelar los principios
88
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
fundamentales de la ley moral natural, el mismo ordenamiento
democrático quedaría radicalmente herido en sus
fundamentos. Contra este oscurecimiento, que sería la crisis
de la civilización humana, antes incluso que cristiana, es
necesario movilizar a todas las conciencias de los hombres de
buena voluntad, laicos o pertenecientes a religiones diferentes
al cristianismo, para que juntos y de manera concreta se
comprometan a crear, en la cultura y en la sociedad civil y
política, las condiciones necesarias para una plena conciencia
del valor innegable de la ley moral natural. Del respeto de
ésta depende de hecho el avance de los individuos y de la
sociedad en el camino del auténtico progreso, en conformidad
con la recta razón, que es participación en la razón eterna de
Dios. No podemos llamar derechos a lo que en realidad son
delitos.
De la lectura del Aquinate acerca de la ley natural se
pueden formular las siguientes tesis:
- la ley natural es exclusiva del hombre.
- la ley natural discierne el bien y el mal.
- la ley natural contiene diversos preceptos. A uno se
los llama primarios: hacer el bien y evitar el mal; conservar la
propia vida y evitar lo contrario; algunas tendencias naturales
como la unión del varón y la mujer; la educación de los hijos,
etc.
- la ley natural admite algunos cambios, por cuanto
puede ser mejor conocida. Lo que no puede es variar dejando
de ser lo que es.
89
JOSÉ JUAN GARCÍA
- la ley natural se puede oscurecer en la conciencia del
hombre, especialmente los preceptos secundarios. Incluso los
primarios pueden oscurecerse.
- la finalidad de la ley natural es ayudar al hombre a
adquirir la felicidad.
Ley y segunda Escritura
En el Antiguo Testamento la ley se refiere
fundamentalmente a las prescripciones contenidas en los
cinco primeros libros de la Escritura, en contraposición a los
escritos sapienciales y poéticos y a los profetas. Pero la ley,
en un sentido más amplio, significa también, la voluntad de
Dios y el camino del hombre que no sigue el consejo de los
impíos (Sal 1), sino que busca a Yahvé de todo corazón (Sal
119, 1).
Dios mismo en el Génesis le da un precepto, que es toda
una revelación del proyecto de Dios sobre el mundo y la
historia. Del seguir o no esta indicación depende la felicidad
del hombre y el orden del mundo.
Durante su peregrinación por el desierto, el pueblo de
Dios recibe la ley de Dios y la sitúa en el marco religioso de
una alianza, oferta gratuita de Dios (Ex 20, 2-17). El don de la
Ley en el monte Sinaí no suprime, aunque sobrepasa la
promesa hecha a Abraham (Rom 7; Gal 3), en cuanto revela
en forma explícita la disposición de Dios y su intención de
profundiza la respuesta a la Alianza.
En medio de las tentaciones y aún infidelidades de
Israel, los profetas continúan vaticinando un tiempo
90
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
mesiánico en que la ley ya no estará sólo esculpida en tablas
de piedra, sino que será grabada en los corazones por obra
del Espíritu, que trasciende la letra misma de la ley ( Ez 36,
26-27).
Durante el exilio de Babilonia, el pueblo se apoya sólo
en la Torah, que los hombres conservan en sus filacterias y
sobre en sus almas. Después del exilio, la Torah se convierte
en el centro de la vida de Israel. Este amor a la ley llevará
incluso al martirio (1 Mac 1, 57-63). Tanto el salmo 119 como
el libro de Baruc recogen una alabanza a la ley
profundamente religiosa.
Jesús mismo cumple personalmente la Ley de Moisés
e invita a sus seguidores a cumplirla (Mt 5, 17ss; 8, 4). Pero
al mismo tiempo, Jesús condena el legalismo farisaico. No
porque sea nociva la observancia de la ley en sí misma, sino
porque el fariseo corre el peligro de atribuir la salvación al
cumplimiento externo de las prescripciones legales, en lugar
de atribuirlas a la fidelidad gratuita de Dios.
Así pues, la ley antigua era un pedagogo que lleva a
Cristo, como el esclavo llevaba al niño hasta su maestro (Gál
3, 23-24). Cristo no sólo promulga, cual nuevo Moisés, con
sus palabras y obras, la voluntad de Dios (Mt 5-7), sino que
él mismo es la norma universal y concreta para sus
seguidores. Él es la palabra misma de Dios.
En el Nuevo Testamento aparece no la expresión pero
sí la idea de la ley natural se encuentra con una cierta
frecuencia.
Así por ejemplo, en los sinópticos se encuentra la
distinción entre la indisolubilidad originaria del matrimonio y
91
JOSÉ JUAN GARCÍA
las diversas legalizaciones positivas sobre el mismo (Mc 10,59.10-12). Se repite la regla de oro de los sistemas éticos que
remonta su fundamentación a la experiencia y racionalidad
de todas las culturas (Mt 7, 12; Lc 6,31). Jesús invita a dos
hermanos a encontrar a la luz de su razón lo que sea justo en
el caso de su disputa familiar (Lc 12, 13-14).
Pero queda reservada a San Pablo el tratamiento de la
ley natural, al menos implícitamente:
- En la denuncia de la inmoralidad del mundo pagano
(Rm 1, 24-32).
- En la afirmación de que los paganos pueden ser
pecadores y santos, como los judíos, pues, sin haber conocido
la ley revelada, llevan en sí mismos la posibilidad de conocer
el bien y el mal (Rm 2, 13-14.26).
- En la descripción de la posibilidad de saber lo que es
el bien y el mal, aunque no lo practique (Rm 7, 22-23).
- En la enumeración de los pecados (Gal 5, 19; 2 Cor 6,
15) y en los consejos con vistas a una conducta razonable (Rm
13)43.
No es de extrañar que las primeras comunidades
cristianas tuviesen respeto por una normatividad humana
recta, previa a la revelación divina y que luego podrá entrar
en enriquecedor dialogo con ella.
43
SACCHI, A., “La legge naturale nella Lettera ai Romani” en Fondamenti
biblici della teologia morale, Brescia, 1973, 375-389.
92
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
Necesidad de la ley en la vida del discípulo
De la letra y del espíritu que impregna el Nuevo
Testamento se desprende la necesidad de determinadas leyes
que orientan la vida de los discípulos de Jesús, que forman una
comunidad. Pablo ofrece ya pautas muy concretas de vida ante
situaciones conflictivas de las primeras comunidades. La misma
estructura de las comunidades exigió una cierta reglamentación
para articular, por ejemplo, la predicación y la dirección de los
apóstoles y presbíteros estables con la de los misioneros
itinerantes.
Si a veces puede darse el peligro de un excesivo
legalismo, también existe la posibilidad de un excesivo
espiritualismo que desprecia toda norma y hace imposible la
comunión.
Aunque el cristiano no pecara, haría falta una normativa.
El hombre vive dentro de una comunidad. Vive una dimensión
comunitaria. Las leyes positivas armonizan la convivencia y
brindan los mínimos exigidos para que la comunidad de
discípulos vivan la fe y los valores morales. La ley exterior es
expresión del valor moral. Está llamada a revelar y evidenciar
los valores.
Lógicamente, no hemos de perder de vista una regla de
oro: si se separa la ley de la caridad, la observancia de la ley
exterior, pierde su valor. Si la ley externa sólo se cumple
externamente o por miedo a una sanción, entonces estamos
todavía bajo el régimen de la letra.
93
JOSÉ JUAN GARCÍA
¿Es obligatorio cumplir la ley civil?
La moral cristiana exhorta al cumplimiento de las leyes
civiles justas. Y ello no sólo en razón de solidaridad con los
demás ciudadanos y con el objeto de lograr la armonía de las
libertades en la realización del bien común. La obediencia a
las leyes justas ha sido tradicionalmente justificada por el
reconocimiento del origen divino de la autoridad44.
Entre los padres de la Iglesia ha sido muy estudiado el
tema por San Agustín. Además de la ley eterna y su reflejo en el
derecho natural y en el corazón de los hombres, son necesarias
las leyes temporales, que no pueden ser desvinculadas del
proyecto de Dios: “La lex humana está condicionada a las situaciones
de la vida y cambia con los tiempos. Pero también ella encuentra su
medida en la ley eterna. Es justa y legítima la ley temporal en cuanto
deriva de la ley eterna (De lib arb I, 6, 15). La ley impera la justicia. Una
ley injusta no sería ley. Las leyes injustas son más bien nulas…”45.
El pensamiento de Santo Tomás respecto al
cumplimiento de las leyes positivas ha sido muy estudiado.
En breve, decimos que en virtud de su fundamentación en
la ley natural y su ordenamiento al bien común, el
cumplimiento de las leyes justas obliga en conciencia, puesto
que toda autoridad viene de Dios.
La fuerza vinculante de la ley civil le viene en virtud de
que sea una ley justa. Para que la ley sea justa debe cumplir
los siguientes requisitos:
44
Rom 13, 1-7; S. Th I-II, q, 96 a. 4.
ALVAREZ TURIENZO, S., “La Edad Media”, en CAMPS, V., (ed.)
Historia de la ética, I, Barcelona, 1988, pág. 362.
45
94
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
- Cumplir las condiciones que definen la ley, tal como lo
expusimos al inicio.
- Lo preceptuado por la ley debe ser bueno o al menos
indiferente.
- Lo mandado por la ley debe ser justo.
- Lo mandado por la ley debe ser posible de cumplir.
- Lo mandado por la ley debe ser al menos útil para la
comunidad.
Es cierto pues, que en determinadas situaciones las leyes
pueden dejar de obligar, por ser injustas o inmorales, creando
un verdadero conflicto de conciencia. Pero claro es que no
debe fomentarse en la sociedad el espíritu anómico, un espíritu
anti-ley, que se extiende, apelando a la subjetividad, a amplias
zonas de la convivencia social.
95
CAPÍTULO SEXTO
EL PECADO
Quizá la primera afirmación que deberíamos hacer al
comenzar esta página es que el objeto de la Teología Moral no
es el pecado; tampoco la Revelación nos habla del pecado en
primer término. El objeto de la reflexión moral es la llamada a
la perfección que se nos dirige en Jesús de Nazareth. Dios
quiere lograrnos lo mejor posible, con nuestra ayuda. Sin
embargo la reflexión moral no puede desentenderse de los
pecados de los hombres, porque la teología no es ciega, piensa
la realidad y el pecado -se ha de admitir- es una triste realidad.
Las antiguas palabras de Pío XII resultan hoy
reveladoras: “Quizá el mayor pecado de nuestro tiempo es la pérdida
del sentido de pecado”46. Sin duda que ésta expresión no es una
invitación al derrotismo. Sólo quiere ser una constatación que
se dilata en el tiempo, de una grave situación existencial, un
malestar permanente de nuestra cultura.
I . El pecado en la Revelación
En el Antiguo Testamento, veamos la terminología:
contiene una terminología abundante y rica en significado para
este tema. Los términos más frecuentes son hatta’t, pesa y awon.
46
PIO XII, “Mensaje al Congreso catequístico de Boston”, en Ecclesia 6
(1946) 8.
97
JOSÉ JUAN GARCÍA
Hatta’h significa desviarse, separarse del camino o de la
norma, dar un paso en falso. Aparece 523 veces, bien en la forma
verbal (232 veces) o el sustantivo (291) veces.
Pesa significa revelarse, o sublevarse, por ello quien peca
comete un delito y es infiel. Se encuentra en 135 textos.
Awon se menciona 244 veces con la significación de
equivocarse culpablemente, por ello significa también
iniquidad, delito y culpa.
Además de esta trilogía se mencionan otros términos
como nebalah = infamia, locura; n’balah = crimen e impiedad;
asam = delito; ma’al = acción mala, perfidia; ra’ah = mal; sik’lut
= necedad.
En cuanto a la enseñanza sobre el pecado, el Antiguo
Testamento subraya:
- el pecado supone la transgresión de un precepto de
Yahveh.
- El pecado despierta el celo de Dios y a veces también su
ira.
- La lista de pecados es amplia; los más mencionados son:
la idolatría y el alejamiento de Yahveh; posponer a Dios
por el afán de riqueza o prosperidad; los desordenes
sexuales; la injusticia contra el pobre, el huérfano y la
viuda.
- Yahveh exige siempre la expiación y la penitencia por
los pecados cometidos.
- Dios está dispuesto al perdón. Su perdón es irrevocable.
- Además de los pecados personales, se mencionan los
pecados colectivos del pueblo.
98
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
- Siempre el pecado es visto con una connotación
teológica: es una ofensa a Dios.
En el Nuevo Testamento distinguimos tres fuentes
principales: los Sinópticos, San Juan y San Pablo.
a) Los Sinópticos
- Los términos más usados son amartía (24 veces) que
traduce el término hebreo hatta’h, con el significado de
desviarse; anomia (4 veces) que significa iniquidad.
También se menciona adikía, con el significado de
injusticia y asébeia o sea impiedad47.
- Se subraya que todos los hombres están signados por la
realidad del pecado (Mt 7,5; Mc 14, 24).
- Se condenan los pecados internos (Mt 5, 17-18) y los de
omisión (Mc 11,12-14; Lc 16,19-31; Mt 25, 30 ss). Especial
gravedad tiene el pecado de escándalo (Mt 18, 1-7; Mc
9, 46-47).
- Jesús condena también acciones que brotan del corazón
desviado, acciones concretas, no reducibles a la opción
fundamental (Mt 5, 22, 23-26). Se condenan los pecados
contra el prójimo, que ofenden su dignidad (Mt 25, 3146; Lc 10, 29-37).
- Es continua la invitación a la conversión y a la penitencia
(Mt 18, 11; Lc 19, 10). Una excepción a obtener ese perdón
es el pecado contra el Espíritu (Mt 12).
47
VIRGULIN, S., “Peccato” en Nuovo Dizionario di Teologia Biblica (a
cura di..) Milano, 1988, pág. 1031.
99
JOSÉ JUAN GARCÍA
b) San Juan
El término más usado es amartía y viene utilizado 34
veces; el término anomia no se encuentra en el evangelio, pero
sí en las Cartas.
- Una idea fuerza es que todos somos pecadores (Jn 8,7; 1
Jn 1,8-10). La misión de Jesús es quitar el pecado del mundo
(Jn 1,39; 1 Jn 3,5).
- El pecado se comete por indicio del diablo (1 Jn 3, 8).
- El pecado es no cumplir los mandamientos (Jn 15, 10-14).
- Gracia y pecado se contraponen radicalmente, como
muerte y vida (Jn 5,24; 1 Jn 3, 14); luz y tinieblas (Jn 1, 5;
3, 19); verdad y mentira ( Jn 8, 44-46; 1 Jn 1, 6-8).
c) San Pablo
Seleccionamos algunas ideas principales:
- el origen del pecado lo sitúa en Adán por un solo hombre
entró el pecado al mundo (Rom 5, 12). Sin embargo, somos
solidarios antes en Cristo, el nuevo Adán. La gracia fue
más allá de la reparación, al darnos el don del Redentor
(Rm 5, 15).
- Si en Adán todos hemos pecado, todos hemos sido
liberados por Cristo (Rm 6, 1-14).
- En sus cartas, el apóstol elabora un amplio catálogo de
pecados. Hay hasta quince listas de pecados.
- Si bien hay distinción de gravedad de las faltas, en el
apóstol hay una absoluta condena del pecado. Este
ofende a Dios y al prójimo.
100
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
Para concluir este punto, no olvidemos las parábolas de
la misericordia de Lc 15: la oveja perdida, el dracma y el hijo
pródigo. Se trata de una página sublime en la que Jesús
manifiesta la acepción del pecado como traición al amor de
Dios. En la del hijo pródigo, es claro que la traición al amor
paterno se traduce también en abuso de sus dones, abandono
de la propia casa, despilfarro de sus bienes, miseria y hambre.
Una destrucción de lo humano. Salvado sí, por el inclaudicable
amor divino.
II. El pecado en los Santos Padres
Podemos señalar algunos hitos significativos, pues es
imposible desarrollar todos y cada uno de los Padres en su
mensaje sobre la realidad del pecado.
Desde el inicio, los Padres Apostólicos enuncian listas o
catálogos de pecados. Una reflexión importante la encontramos
en el Pastor de Hermas. La nueva vida de los bautizados en
Jesús es comparada con la corrupción de los paganos en los
padres Apologistas del siglo II. Es muy propio del mensaje de
los apologistas referir el origen de todo pecado, el primero,
desde el cual se derivan los demás. El hombre no sucumbe a
las fuerzas del pecado pues la fuerza de Dios es superior.
En el siglo III hay valiosos aportes desde Oriente con
Clemente de Alejandría y Orígenes. En Occidente, destacan
Tertuliano, San Cipriano e Ireneo de Lyon. Hay rigor en las
penitencias por los pecados cometidos. Algunos de ellos
excluyen de la comunidad de cristianos, entre ellos la apostasía
y el asesinato.
En el siglo IV destaca la enseñanza de san Basilio y Juan
101
JOSÉ JUAN GARCÍA
Crisóstomo en Oriente y san Jerónimo y Ambrosio -obispo de
Milán- en Occidente. Sobresale la doctrina de san Agustín,
obispo de Hipona en el norte de Africa. Es en este período en
el que cobra fuerza la doctrina acerca del pecado que viola las
exigencias de la ley eterna y la ley natural. Se desarrolla la
distinción entre pecado mortal y venial. Hay condenas de las
injusticias sociales y los sermones animando a una solidaria y
justa distribución de los bienes.
Los maniqueos enseñaban que el mal provenía de un
dios malo. Las primeras controversias de San Agustín se
dirigen contra esta errada enseñanza. Para Agustín el mal no
es una sustancia. La plenitud del mal, la ausencia absoluta
del bien y de la belleza no pueden ser más que la nada. El de
los maniqueos es un dios fantasma.
Agustín enseñará con toda energía que el pecado es un
olvido de Dios y su ley, un defecto de la voluntad humana,
debilitada.
III. La reflexión teológica de Tomás de
Aquino
Los teólogos de los siglos V- XII repiten las enseñanzas
de los Padres. Pero sobresale la gran figura de Santo Tomás
de Aquino en el corazón de la edad media latina.
En la Suma Teológica dedica 19 cuestiones (II-II, qq. 7189) al tema del pecado. Expone sistemáticamente sobre el
pecado, conforme a este esquema:
-naturaleza del pecado (q. 71);
-distinción de los pecados (q. 72);
102
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
-comparación entre ellos (q. 73);
-sujeto del pecado (q. 74);
-causas del pecado (qq. 74-84);
-efectos del pecado (qq. 84-89).
Cabe destacar que desde la sistematización de la Suma
la teología posterior repite las definiciones y la división que
sobre el tema introdujo Tomás de Aquino. También cabe decir
que anterior al tratado sobre el pecado, está aquel sobre las
virtudes, a las cuales el santo dedica 15 cuestiones.
IV. Reflexión sistemática sobre el pecado
El pecado es ofensa a Dios, porque es desoír su voz,
desatender su palabra, transgredir su norma. En el pecado
hay siempre una connotación teológica. El amor de Dios y la
muerte redentora de Cristo en la tarde de la cruz, son lo que
nos demanda un buen obrar, ser nosotros ‘obrar de Cristo’. El
pecado lesiona ese amor divino.
Pero también hay una connotación antropológica: el
pecado es negación de lo humano. Es no dar con la altura y la
estatura que Cristo quiere para el bautizado. En cierto modo,
como dice José R. Flecha, el pecado es la muerte de las utopías, el
recorte de las posibilidades de humanización, la herida de las
auténticas esperanzas. El pecado deja al discípulo de Jesús sin su
Maestro. Como el hijo pródigo, se aleja del Padre, inaugura la
decadencia y la tristeza y se queda sin mañana.
El hombre es el único ser al que Dios ama por sí mismo.
“De todas las creaturas visibles sólo el hombre es capaz de conocer y
103
JOSÉ JUAN GARCÍA
amar a su Creador (GS 12,3); es la única creatura en la tierra a la
que Dios ha amado por sí misma (GS 24,3); sólo él está llamado a
participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para
este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su
dignidad”48.
Por tanto, por ser imagen de Dios -imago Trinitatis49- el
hombre es persona. No es algo más en el conjunto de lo creado,
cosa entre las cosas. Es alguien. Es persona humana.
Todos constatamos el triste hecho del pecado, que es una
ruptura de la comunión con Dios, con los otros y el mundo mismo.
Por el pecado, el hombre es capaz de lo peor, del egoísmo y la
mezquindad más grandes. Esto no significa que esa imagen y
semejanza de Dios se destruya por el pecado, aunque sí ofuscada
y aún rebajada50. Como una imagen imperfecta.
Catecismo de la Iglesia Católica n 356. Estas expresiones de GS 22 y 24,
son las expresiones del Concilio Vaticano II que más utilizaba Juan Pablo
II en sus catequesis y discursos.
48
“La Santísima Trinidad hizo al hombre a su imagen, es decir, a imagen
de toda la Trinidad”. SANTO TOMAS, Suma Teológica, I, q. 93, a. 6.
49
JUAN PABLO II en la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem 9, expresa:
“esto no significa que la imagen y semejanza de Dios en el ser humano,
tanto mujer como hombre, haya sido destruida por el pecado; significa, en
cambio, que ha sido `ofuscada’ y, en cierto sentido, `rebajada’. En efecto, el
pecado `rebaja’ al hombre, como nos lo recuerda también el Concilio
Vaticano II (GS 13)”. El Papa invita a confrontar a Orígenes, In Gen. hom.
13,4, en PG 12,234; S. Gregorio Niceno, De virg. 12, en S. Ch. 119,404-419;
De beat. VI, en PG 44,1272. La razón del porqué, no obstante el pecado, el
hombre no deja de ser imagen de Dios, se encuentra en que fue creado
para la inmortalidad. Si se acaba la peculiar condición del hombre de ser
`imagen y semejanza’ se acaba el hombre, pues se acaba su vocación a la
plena comunión con Dios, que importa la inmortalidad. Cfr. JUAN PABLO
II, L’uomo creato a immagine di Dio, Udienza generale, 9 Aprile 1986, en
Insegnamenti... IX,1 (1986) 961; Il peccato come alienazione dell’uomo,
Udienza generale, 12 Noviembre 1986, en Insegnamenti IX,2 (1986) 1409.
50
104
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
La fe cristiana afirma que el hombre es creado. Ello
difiere mucho del hombre fabricado, que nuestro tiempo ha
producido a través de prácticas artificiales de fecundación en
laboratorios de biogenética. El hombre es algo mas que los
seres vivientes. Ese alguien es imagen de Dios. Ello hace del
hombre un ser inteligente, dotado de voluntad libre y capaz
de amar 51. Es irrepetible y único 52. Posee el valor de lo
insustituible.
“El acto malo o pecaminoso consiste en la libre decisión de la
voluntad que se propone como su objeto o un acto intrínsecamente
deshonesto o un acto que las circunstancias en las que obramos
vuelven deshonesto”53.
El pecado teje de redes de corrupción. “El pecado convierte
a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la
concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan
situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina.
Las ‘estructuras de pecado’ son expresión y efecto de los pecados
personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal” (CATIC
n 1869).
“La persona humana es una entidad única, una unidad de espíritu y
materia, de alma y cuerpo hecha a imagen de Dios y destinada a vivir
para siempre. Cada vida humana es sagrada porque cada persona
humana es sagrada”. JUAN PABLO II, Discurso a las Organizaciones
sanitarias católicas de los Estados Unidos de América, 14 de Septiembre
de 1987, en TETTAMANZI, D., Chiesa e Bioetica. Giovanni Paolo II ai
medici e agli operatori sanitari, Milano, 1988, pág. 400.
51
Cfr. GARCIA BACCA, J. D., Antropología filosófica contemporánea,
Barcelona, 1982, pág. 83: “no hay del yo más que un único ejemplar
posible”.
52
53
CAFARRA, C., Vida en Cristo, EUNSA, Navarra, 1988, 2da. ed., pág.
185.
105
JOSÉ JUAN GARCÍA
Hoy, en un mundo secularizado, al decir de Walter
Kasper, un mundo “arrojado a su propia mundanidad”, da la
impresión que el hombre quiere ante todo una satisfacción
acomodada en un mundo placentero. Gozar “aquí y ahora”,
divertirse hasta alcanzar el vértigo, son actitudes primordiales
que generan el crepúsculo del deber54.
Cabe distinguir entre pecado mortal y venial. El primero
destruye la caridad en el corazón del hombre por una
infracción grave de la ley de Dios. El pecado mortal aparta,
provoca enemistad del hombre con Dios, porque tiene como
objeto una materia grave y además, es cometido con pleno
conocimiento y deliberado consentimiento.
No así el pecado venial. Éste debilita la caridad, entraña
un “afecto desordenado a bienes creados; impide el progreso del alma
en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral... aunque
no rompe la Alianza con Dios” (CATIC 1863).
¿Existe un texto bíblico que nos asegure o que
fundamente claramente esta distinción entre pecado mortal y
venial?. Sí.
El texto bíblico que más sirve de fundamento en esta
distinción es el de 1 Jn 5,16: “Si alguno ve que su hermano comete
un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida -a los que cometan
“La civilización del bien-estar consumista ha sido el gran sepulturero
histórico de la ideología gloriosa del deber. A lo largo de la segunda
mitad del siglo, la lógica del consumo de masas ha disuelto el universo
de las homilías moralizantes, ha erradicado los imperativos rigoristas y
engendrado una cultura en la que la felicidad se impone al mandamiento
moral, los placeres a la prohibición, la seducción a la obligación”.
LIPOVETSKY, G., Le crépuscule du devoir. L’éthique indolore des nouveaux
temps démocratiques, Paris, 1997, p. 52.
54
106
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
pecados que no son de muerte-, pues hay un pecado que es de muerte,
por el cual no digo que pida”. Como se ve, hay un pecado que es
de muerte espiritual (prós thánaton) y que rompe la fluida
relación con Dios, corta la corriente de Gracia que viene del
amor fontal de Dios. Y esto en contraposición a un pecado
que no conduce a la muerte (mé prós thánaton).
No es ésta la única división posible de los pecados.
Podemos hablar de pecado original y personal. También
pecado de pensamiento, palabra y obra. Santo Tomás atribuye
esta división a San Jerónimo y se rige por el criterio de los
grados del pecado. También está el pecado personal y social,
el pecado estructural, etc. En buena medida exceden nuestro
estudio el detenernos en cada una de ellos. Pero decimos una
palabra. Hay redes de corrupción que constituyen verdaderas
estructuras de pecado. El narcotráfico por ejemplo o el
comercio ilegal de armas. Pero siempre detrás de estas
estructuras, hay voluntades individuales que las sostienen.
Remiten a libertades corruptas. Recordemos que la adopción
de la terminología estructuras de pecado constituye la
novedad más importante de la Sollicitudo rei socialis: aparece
mencionada no menos de diez veces a lo largo de la encíclica.
Entre todos los pasajes hay uno que llama la atención: “Hay
que destacar que un mundo dividido en bloques, presididos a su vez
por ideologías rígidas, donde, en lugar de la interdependencia y la
solidaridad, dominan diferentes formas de imperialismo, no es más
que un mundo sometido a estructuras de pecado” (SRS 36ª).
También se puede hablar de pecado de comisión y de
omisión: en el primero se peca por algo que se hace; en el
segundo, por algo que no se hace, teniendo la obligación de
hacerlo.
107
JOSÉ JUAN GARCÍA
Nos preguntamos: ¿puede existir un acto de suyo
deshonesto sin que a la vez no sea pecado? El Magisterio de
la Iglesia ha enseñado que obrar contra un valor moral,
autodeterminándose al mal, significa cometer pecado. Dicho
en otro lenguaje: no existe el pecado filosófico. La percepción
del valor moral equivale a la percepción de Dios.
De la misma manera, se debe evitar reducir el pecado
mortal a un acto de opción fundamental contra Dios,
entendiendo por ello un desprecio explícito y formal del Señor
y del hermano. Por eso Juan Pablo II previene afirmando: “Se
comete, en efecto, un pecado formal también, cuando el hombre,
sabiendo y queriendo elige, por cualquier razón, algo gravemente
desordenado. En efecto, en esta elección está ya incluido un desprecio
del precepto divino… La orientación fundamental puede ser
radicalmente modificada por actos particulares” (RP nº 17).
Una última palabra. La fe cristiana no mira al pecado
como objeto inmediato. La fe sabe que la buena noticia es la
oferta de salvación en Cristo. En cada salmo o relato de la
Escritura donde aparece el pecado, la mirada está puesta en
la esperanza de la redención y el cambio del corazón. Hablar
de pecado no significa necesariamente, resignarse a su
presencia. El pecado, para el discípulo de Jesús, no tiene futuro
y ha de ser vencido.
108
CAPÍTULO SÉPTIMO
LAS VIRTUDES
Introducción
Si uno mira un aviso publicitario de una empresa se da
cuenta que buscan para el trabajo cotidiano y aún para los
negocios, un mínimo de virtudes: seriedad, cumplimiento,
honor de la palabra dada, puntualidad, capacidad de trabajo
en equipo, solidaridad con los compañeros, esmerada atención,
cordialidad, etc. Si una persona piensa contraer matrimonio con
otra, también reclama virtudes. Hasta no hace mucho tiempo,
hablar de una persona virtuosa era como hablar de alguien
aburrido, sin competitividad, casi débil. Gracias a Dios el
panorama contemporáneo ha despertado a una sensibilidad
nueva hacia las virtudes, aunque necesitada de purificación. Las
virtudes hoy reclaman ciudadanía.
En un sentido estricto, se entiende por virtud como la
“disposición habitual y firme a hacer el bien” (CATIC 1803). El
mismo número añade que la virtud permite “a la persona no
sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma”.
Toda virtud es un hábito. Por tanto, una cualidad que
perfecciona la naturaleza en la que inhiere. La función del
hábito será ante todo, potenciar la orientación natural de la
facultad sobre la que reside.
Según la ya clásica apreciación de Aristóteles, virtud es
aquello que hace bueno al que la posee y vuelve buena su obra55.
55
ARISTÓTELES, Etica a Nicómaco, L. II, c. 6.
109
JOSÉ JUAN GARCÍA
La Sagrada Escritura
Si miramos el Antiguo Testamento nos damos cuenta
que hay muchísimos lugares donde se destaca la importancia
de las virtudes. El libro de Tobías es un elogio de la caridad
hacia el prójimo, hacia la piedad a Dios, la aceptación de sus
designios (Tob 3, 1-6). Jonás predica la penitencia y Sofonías
alaba la humildad de los pobres de Yahveh. Los salmos alaban
al hombre piadoso que, con manos y corazón limpios, defiende
al pobre y a la viuda. Los libros sapienciales hablan de la virtud
del sabio y prudente.
En el Nuevo Testamento se halla casi ausente la palabra
areté que había reflejado para los griegos el ideal de la vida
humana. La cualidad dominante de la persona. Se la encuentra
en Flp 4,8; 1 Pe 2,9; 2 Pe 1,5. Se utiliza en cambio con frecuencia
la palabra dynamis (fuerza, poder) que se tradujo al latín por
virtus. Pueden verse, entre otros, Lc 1,17; Hech 3, 12; 1Cor
4,19.
Las bienaventuranzas ponen en evidencia la absoluta
pureza de actitudes nuevas que reclama el reino de Dios (Mt
7, 7-20). Los mismos evangelios sinópticos están llenos de
notas sobre diversas virtudes: la fe (Mt 5, 8-13); el amor a Dios
y al prójimo (Mt 22, 34-40); la penitencia (Mc 6, 12); la humildad
(Mt 18, 1-6).
Todos los escritos del apóstol Pablo están llenos de
exhortación a la virtud. La caridad (Rom 12, 9-13; 1 Cor. 13, 47)) ocupa un puesto clave. Hay una lista de virtudes morales
como frutos del Espíritu: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gál 5,22-23). En las
cartas pastorales se evocan algunas de las virtudes griegas
más estimadas en la comunidad cristiana (1 Tim 6,11) y se
110
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
ofrece un ideal de vida virtuosa para las diversas situaciones
de los fieles (Tit 2,2-10).
San Juan resume en el amor las actitudes virtuosas (Jn
15,12-27) y ello debe conducir a la santificación de los
discípulos (Jn 17, 9-26). El amor ha de guiar la vida moral de
la comunidad (1 Jn 4, 7-21; 2 Jn 6).
La carta de Santiago es una toda una exhortación a la
justicia, a la paz (3, 18), a la concordia (4, 1.11) y a la paciencia
(5,7-11).
Los Santos Padres
En los escritos de los Padres se denominan como virtud
los frutos del espíritu y las obras buenas de los creyentes.
Orígenes pintaba las virtudes como “luminarias del mundo”.
Vienen de Dios y a Él nos conducen.
Es interesante la definición de Clemente de Alejandría,
que intenta armonizar el ámbito afectivo y la razón: “virtus
est animae consentiens affectio, rationi sujecta per totam vitam”56.
San Agustín, que le concede un puesto de suma importancia,
nos dice: “Virtud es lo que hace bueno al que lo posee y buena la
obra que realiza”57.
Las virtudes morales suponen la fe, la esperanza y la
humildad, pero no son nada si no están guiadas e inspiradas
por la caridad.
56
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Paedagogus, 1, 13. PG 8, 372.
57
SAN AGUSTÍN, De Libero arbitrio, 2, 19. PL. 32, 1268.
111
JOSÉ JUAN GARCÍA
Santo Tomás de Aquino
En la Suma Teológica, el Aquinate incluye el tratado de
las virtudes después de haber examinado la felicidad como
fin del hombre y después de haber estudiado los actos
humanos y las pasiones. En el marco de los principios
interiores de la acción humana, y más concretamente de los
hábitos, se sitúa la consideración de la virtud. Tras considerarla
como hábito operativo bueno, el santo ofrece esta definición
de virtud: “La virtud es una cualidad buena de la mente, por la
cual se vive rectamente, de la que nadie usa mal y que Dios actúa en
nosotros sin nosotros”58.
Luego el santo estudia las virtudes cardinales (q. 61) y
las teologales (q. 62).
La idea fundamental tomista de que la vida cristiana no
se realiza sin la incorporación de hábitos virtuosos con la
ayuda sobrenatural de la gracia, es un dato permanente de
toda reflexión moral. Sólo las virtudes llevan a la felicidad
que es, según Santo Tomás, el encuentro beatificante con
Dios59.
Reflexión sistemática
El Concilio Vaticano II menciona en varias ocasiones
las virtudes teologales como fundamente de vida cristiana.
“Este Concilio quiere proponer la doctrina auténtica sobre la
58
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 1-2, 55, 4.
Joseph PIEPER en su clásico Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid,
1977, resume la moral tomista en siete tesis centradas en las virtudes.
59
112
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
revelación y su transmisión para que todo el mundo la escuche y
crea, creyendo espere, esperando ame” (DV 1). Y en el documento
sobre la Iglesia afirma que “cada uno debe caminar sin vacilaciones
por el camino de la fe viva, que engendra la esperanza y obra por la
caridad” (LG 41).
Entre los errores de J. Hus, el Concilio de Constanza
condenó la opinión que sostiene que el hombre vicioso todo
lo que hace lo hace de forma viciosa, mientras que por el
contrario el virtuoso, todo lo que hace lo hace virtuosamente
(DS 1216). Estamos en presencia de un fuerte determinismo,
que ahoga la gracia y la libertad misma.
El Catecismo de la Iglesia Católica presenta las virtudes
humanas como “actitudes firmes, disposiciones estables,
perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que
regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra
conducta según la razón y la fe” (1804).
Podemos hablar de una distinción de las virtudes: se
distinguen según el sujeto en el que inhieren y el objeto sobre
el que versan.
Según el sujeto, se distinguen en intelectuales (las que
radican en el entendimiento) y morales (cuando el sujeto es el
apetito sensible y la voluntad).
Según el objeto, se distinguen las intelectuales,
especialmente en los hábitos de los primeros principios -ciencia
y sabiduría- y las intelectuales prácticas -prudencia y arte- y las
morales, cuando el sujeto es el apetito sensible y la voluntad.
No podemos olvidar algunas dimensiones que
configuran la naturaleza de las virtudes.
113
JOSÉ JUAN GARCÍA
1) En primer término, la noción de virtud es antropológica
y cultural al mismo tiempo. Si bien las virtudes se
enraízan en la naturaleza íntima del ser humano, son
realizadas y valoradas de acuerdo a los parámetros
culturales de una determinada época que posee sus
cánones culturales. El discípulo de Jesús no es asituado.
Esto conlleva un cierto riesgo de relativismo cultural;
de ahí la necesidad de purificar continuamente los
parámetros y cánones de una determinada civilización.
El Evangelio será el faro de luz permanente.
2) Las virtudes no son dictados de la mayoría, ni brotan
en su mismidad del consenso social, sino que surgen
de la misma realidad creada, psicosomática, personal
y social, del ser humano. El creyente confiesa que tal
realidad ha sido diseñada por el Dios creador, redimida
por Cristo y santificada por el Espíritu de Dios.
3) Las virtudes poseen un carácter personal y comunitario.
El creyente hace su acto de fe, que es siempre un acto
personal, pero al mismo tiempo se sabe perteneciente a
una comunidad de creyentes a través de cuya mediación
ha recibido su fe y ante la cual, en cierto modo, es
responsable. Nos salvamos en racimo, decían axiomas de
movimientos laicales muy fecundos. La prudencia, la
justicia, la fortaleza y la templanza no son meros capítulos
de la vida personal, sino que revelan la vocación
comunitaria de todo ser humano. No basta con ser
personalmente justos, si no se lucha por la promoción de
la justicia. No basta con no hacer daño a la sociedad, sino
también es preciso involucrarse en su desarrollo íntegro.
4) Finalmente, la virtud es cristológica y eclesial. La
percepción de las virtudes reclama el ámbito eclesial, la
114
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
comunidad de discípulos-misioneros del Señor Jesús.
El pueblo de Dios es la comunidad que, en Jesucristo y
con las energías del Espíritu, ha descubierto y trata de
vivir las virtudes como don y tarea. Frente a la red que
teje el pecado, frente a la solidaridad en el pecado, los
redimidos confiesan la comunión de los santos -que
siempre han llevado la virtud a grado heroico- y la
solidaridad en la virtud y la gracia.
La civilización del amor propugnada por Pablo VI, por
Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI, en la cual las virtudes y
potencialidades de los hombres pueden ser actualizadas en
un marco de libertad y justicia, no es el producto de un
optimismo ingenuo que cierra los ojos a la realidad. Se aleja
del pesimismo y de un ingenuo optimismo antropológicos
para instalarse en un realismo sobrenatural que conoce qué
se puede esperar de la naturaleza humana, caída después del
pecado original, pero redimida por Cristo, el Hijo de Dios
hecho hombre. Se asienta sobre una antropología que no niega
la existencia del mal en el mismo corazón del hombre, y que
sabe que el mero cambio de estructuras sociales no es idóneo
para arrancar el mal del mundo. Se necesitan las virtudes.
La civilización del amor es una meta difícil, pero
alcanzable: comienza en el corazón del hombre, con su
conversión personal. Toda concepción social que no parta de
este presupuesto -la primera batalla que hay que librar es la
personal- estará destinada a refugiarse en la isla de Utopía,
de la que Tomás Moro, como buen cristiano que era, conocía
perfectamente su imposibilidad existencial.
115
REFLEXIONES FINALES
“La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar
con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias
latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quines
sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir
la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos
gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar
y revitalizar la novedad del Evangelio, arraigada en nuestra historia,
desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite
discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y
estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha
tradición y novedad, discípulos de Cristo y misioneros de su reino,
protagonistas de la vida nueva para una América Latina que quiere
reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu” (Ap nº 11).
Espléndidas expresiones para concluir nuestro trabajo.
Acabamos de estudiar brevemente los fundamentos de
nuestro obrar moral. Dijimos que obramos en tal sentido
porque Jesús es nuestro Maestro y lo seguimos. Además, ese
obrar es conforme a la razón, pues Dios nos la dio para que
junto con la fe, nos lleven a la santidad de vida.
El Maestro llama a algunos discípulos y ellos lo siguieron
(Mt 4, 22). Esta actitud se vuelve luego una de las categorías
fundamentales que definen el ser discípulo y misionero: “El que
no tome su cruz y me siga no es digno de mí” (Mt 10, 38).
El seguir a Jesús, al que Él invita al joven que le pregunta
qué ha de hacer de bueno para conseguir la vida eterna (Mt
19, 16-21), no se reduce a una imitación exterior, sino que
comporta la aceptación convencida de sus valores e ideales,
117
JOSÉ JUAN GARCÍA
del estilo de entrega y de servicio del buen Samaritano. “El
que quiera ser el primero, que sirva… como el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir” (Mc 10, 45).
Seguir a Jesús, entrar en su lógica de pensamiento y
virtudes, en los momentos de fuerte secularismo como el que
vivimos, no será un seguimiento superficial o coyuntural, sino
que lleva hasta la entrega salvadora. La meta y la esencia del
llamamiento a seguir a Jesús no es, por tanto, ni una doble
moral ni una apariencia de vida honesta, sino configuración
con la persona del Salvador y la asunción libre de sus valores,
que son los valores del Reino.
No es extraño que el tema del seguimiento o sequela
Christi, en cuanto libre y plena adhesión a la persona misma
de Jesús e imitación en su mismo modo de amar, ocupe un
puesto tan importante en la Encíclica Veritatis Splendor, para
la cual “seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la
moral cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba
por el desierto hacia la tierra prometida (cf Ex 13,21), así el discípulo
debe seguir a Jesús, hacia el cual lo atrae el mismo Padre (cf. Jn
6,44)” (VS nº 19).
Aquí cabe recordar las expresiones siempre vigentes de
Jean Mouroux sobre el sentido cristiano de lo humano. Un
misterio radical que se resiste a dejarse degradar al nivel de
problema: eso era el hombre para él. Un misterio al que para
entenderlo en parte, hay que asomarse a los sagrado. De otro
modo lo humano no puede ser entendido plenamente60. Esa
sacralidad no entra en conflicto con lo cotidiano y terreno.
Imagen de Dios, pero enraizada en lo terrenal de modo
60
Cfr. MOUROUX, J., Sens chrétien de l´homme, Paris, 1945, págs. 238-239.
118
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
inabdicable. En esa tierra y en esa historia el hombre se alza
como el signo sacramental primario del Dios vivo que crea y
que salva.
Por ello la Teología Moral se ocupa con todo derecho y
firmeza, de proclamar la dignidad irrenunciable de la persona
humana, y estás dispuesta a defenderla con garras, iluminada
por la palabra del Dios vivo. Sea que tenga que ver con
cuestiones bioéticas o de justicia social, la reflexión moral en
cuanto pensamiento sistemático del obrar del cristiano
discípulo de Jesús, tendrá por meta inclaudicable el hacer
presente el Evangelio de la vida, del amor y de la paz. Justicia
y paz son sus nombres contemporáneos y su objetivo. De poco
sirve una reflexión moral confundida con mera filosofía
política o ideología social. Ya hemos hablado del servicio
mutuo de la Teología hacia las ciencias humanas y la ayuda
de éstas a la misma Teología. Pero nuestra reflexión sigue las
huellas del Divino Maestro, Jesucristo, señor de la Historia.
De ahí su carácter martirial por momentos o sea, henchida de
confesión y testimonio edificante.
Decía Juan Alfaro que “la acción del cristiano no debe ser
considerada como una mera expresión o resultado de su fe, ni como
complemento de la misma, sino como un auténtico cumplimiento: el
hombre no acepta plenamente como hombre (en la totalidad-unidad
de su ser corpóreo-espiritual) la palabra de Dios, sino en su acción.
La fe no es una decisión puramente interior, sino una decisión
plenamente humana”61.
Y esta decisión plenamente humana se expresa y
evidencia en el ser discípulo de Jesús y vivir como Él vivió. Es
ALFARO, J., Revelación cristiana, fe y teología, Salamanca, 1985, pág.
102.
61
119
JOSÉ JUAN GARCÍA
la fe que impulsa a construir el Reino de Dios en esta historia
y geografía concretas y sin embargo no pierde la mirada
escatológica y su función profética.
Se dice que estamos en época de la muerte de las utopías.
Pensamiento débil (Vattimo). Pensamiento cansado (Bataille).
Quizá por eso mismo ha llegado la hora de recobrar la vocación
a la esperanza que mira al más allá de este mundo. La fe no se
resigna a lo inmediato, más bien anuncia un futuro absoluto
donde Dios será todo en todos, donde puede brillar para siempre
la luz del amor. Será el reino de los cielos culmen de esta
ansiada promesa y destino final.
La exigencia de la fe se convierte en praxis evangelizadora,
que prepara el futuro absoluto y somete a discernimiento los
futuros relativos e intermedios. Toda conversión ética reclama
Gracia y valentía, anuncio y memoria, transformación del mundo
caótico en cósmico, de adámico en crístico, de salvaje a plenamente
humano. Y también firme esperanza escatológica. De algún modo
alude a todo esto Bruno Forte: “El acercamiento al pensamiento
teológico de la realidad social a la luz del adorable misterio de la Trinidad
demuestra el fundamento del rechazo de toda teología política de sabor
deductivo, sea la que deriva de un visión teológica una praxis política
unívoca, sea la que trata de recavar, sobre todo, un principio de crítica
permanente a las instituciones presentes. En realidad, el Misterio escapa
a hipotecas cómodas y simplificadoras: el Misterio se deja percibir más
bien en una relación dialéctica con la historia de la socialidad humana”62.
La máxima realización de la existencia cristiana como
un vivir trinitario de discípulos, nos es dada en la Virgen
María, quien por su fe (cf Lc 1, 45) y obediencia a la voluntad
FORTE, B., “Trinidad cristiana y realidad social”, en SILANES, N
(ed), El Dios cristiano y la realidad social, Salamanca, 1987, pág. 161.
62
120
DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL
de Dios (cf Lc 1, 38), es la discípula más perfecta del Señor
(LG 53). Que Ella nos anime a seguir la vida en Cristo. Ella
nos enseña el primado de la escucha orante de la Palabra de
Dios en la vida moral del discípulo. “Como en Caná de Galilea,
María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio,
de entrega y de gratuidad que deben distinguir los discípulos de su
Hijo” (Ap 272).
121
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1990.
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PRIVITERA, S., La Coscienza, Bologna, 1986.
SGRECCIA, E., Manuale di Bioetica, Vita e Pensiero, Milano,
2003.
124
ÍNDICE
Prólogo................................................................. 15
Introducción ........................................................ 19
CAPÍTULO PRIMERO
Qué es Teología Moral? ..................................... 23
CAPÍTULO SEGUNDO
Historia de la Teología Moral........................... 39
CAPÍTULO TERCERO
La conciencia moral ........................................... 63
CAPÍTULO CUARTO
La moralidad humana ....................................... 77
CAPÍTULO QUINTO
Ética normativa. La ley ...................................... 83
CAPÍTULO SEXTO
El pecado ............................................................. 97
CAPÍTULO SÉPTIMO
Las virtudes......................................................... 109
Reflexiones finales ............................................. 117
Bibliografía .......................................................... 123
125
DISCIPULOS DE JESUS.
TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL.
I ed. - 100 ejemplares - 128 p.
Este libro se imprimió en Enero 2009
en PAPIRO S.R.L.
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