Enfrentando los problemas en la Iglesia Haciendo teología del ministerio Por Abraham Ceballos Frustración a la orden En cierta ocasión tuve una charla de sobremesa con dos líderes y maestros de la iglesia, en mi papel de Director de Escuela Dominical. Nos encontrábamos un tanto ofuscados y frustrados por los conflictos que habían surgido entre personas de la iglesia, y entre nosotros. Parecía que las circunstancias adversas ponían resistencia a nuestros ideales con respecto a la prosperidad de la iglesia. Sin embargo, con toda espontaneidad, después de establecer algunas directrices de acción en cuanto a la organización educativa de la iglesia, comenzamos a recordar nuestras convicciones en cuestiones de teología reformada. Les recordé lo que aprendí en una clase de consejería cuando alguien preguntó ¿Qué hacer con las personas conflictivas que estorban nuestro ministerio? La respuesta para el maestro era más que clara: esas personas conflictivas son tu ministerio. Inmediatamente otro de los líderes agregó que un profesor del Seminario le dijo que una iglesia imperfecta es la herramienta que Dios usa para hacernos perfectos. Sin darnos cuenta, habíamos pasado de una frustrante plática de conflictos en la iglesia a una discusión de teología. No sólo queríamos ser congruentes con la enseñanza de nuestro programa educativo en la Escuela Dominical, sino tratábamos de saber si realmente vale la pena enseñar teología. Supimos pues, que nuestro llamado es a ser pacificadores y que en lugar de centrarnos en lo que carecemos tendríamos que enfocarnos en las carencias de otras personas de nuestra comunidad con el poder del evangelio. Concluimos con una oración, y mi alma quedó tranquila de pensar que estamos ante un Dios soberano. Nada se le escapa; los problemas, la gente conflictiva, mis frustraciones y mis pecados están bajo su soberanía. Eso me da descanso y es el mejor acicate para trabajar en mi iglesia local con toda la seguridad de que la meta suprema se va a lograr. “Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del SEÑOR” (Habacuc 2:14. NVI) En este artículo propondremos la alternativa bíblica, provista por un marco teológico reformado que nos da luz sobre cuál debe ser nuestra actitud. “¡Los demás son un problema!” Es común que nos volvamos arrogantes con respecto a nuestros propios pecados. Debido a la caída somos también personas problemáticas y pecamos contra otros. En otras palabras, eres parte del problema. Es verdad que otras personas pecan contra mí, pero eso no me exime de tener parte. La Biblia nos enseña la depravación total humana. (Rom 7:18; 8:7; Col 1:21) El hombre peca y es imposible evitarlo por esfuerzos meramente humano. No podemos ver a otros miembros como la raíz de todos los problemas de la iglesia. “¡Necesitamos más planeación!” El problema más grande es el pecado, no la planeación. A veces actuamos como si tener mas sesiones de planeación a la semana solucionará las principales dificultades de la iglesia local. O cuando cierta actividad resulta en desacuerdos decimos sencillamente que no se “planeó bien”. En realidad lo que necesitamos es un Salvador no un gurú de la calidad total y del proceso de mejora continua o de un experto en planeamiento institucional. No estamos proponiendo, desde luego, que no se planifiquen las actividades; sino sencillamente que no veamos en ella una receta para acabar con los problemas. Baste agregar que, la planeación deficiente puede ser también un efecto de nuestro pecado, expresado en desidia, y al dejar asuntos importantes para el último momento. Cuando muchas actividades terminan en francos desacuerdos, peleas, envidias y malos entendidos, estamos enfrentando los efectos del pecado, no de la falta de planeación. Llegado a este punto la alternativa bíblica es: la gracia que Dios nos ofrece. Como Steve Brown lo ha expresado en una de sus predicaciones “El progreso en la vida, viene no de nuestro compromiso a seguir intentando, sino de nuestra respuesta humilde ante un Dios que nos ama aunque las cosas no progresan”. A su vez, el planeamiento facilita el uso sabio de los recursos de la iglesia local. Esto puede ser complementado con la actitud de pacificación entre las personas que ejercen liderazgo al pensar que no se trata de los intereses de cada quién, sino de lograr la gloria de Dios con lo que hacemos. Estar inconformes sólo refleja incredulidad hacia el plan perfecto de Dios. Si asistes a una iglesia es mucho lo que puedes aprender al mostrar obediencia ahí. Sea cual fuere su condición y sus problemas. Por otro lado, puedes reflejar una visión de lo que esperas lograr y hacia qué dirección específica se piensan usar los recursos de la iglesia, en este caso mejores instalaciones. Pero el no tener los recursos que deseamos, no nos deja vetados a un ministerio cabal. “¡Si tuviésemos instalaciones como las de… podríamos…!” No somos los jueces que determinan qué pautas de conducta se deben seguir. Nadie tiene que agradarnos, sino a Dios. Ello nos lleva a distinguir entre mandatos específicos cuya desobediencia desagrada a Dios y conductas que sencillamente son diferentes a las nuestras. Además el saber que Dios hace perseverar a sus santos debe ser nuestra No hay situaciones ideales, no esperes un estado mejor para empezar a trabajar. El cristiano sabe que todas las cosas están bajo el control de Dios (Smalling; 2002). Lo cual, incluye la situación de la iglesia local donde te congregas. “¡Cómo es que no son un poco más maduros!” Los problemas generados por personas en un proceso lento de crecimiento son el corazón de tu ministerio. No esperes que se acaben para empezar tu ministerio. Si dejan de haber problemas se acaba el ministerio. Las personas progresan de modo distinto en la fe. Y es en las debilidades adonde estás llamado a ayudar (Gal. 6.1-2). Recuerda la santificación progresiva y tu propia lucha con el pecado. Somos santos en el sentido de separados, de una vez por todas para redención. Y al mismo tiempo, estamos en un proceso de ser santos, no erradicamos completamente el pecado. La gente no es madura completamente, está en un proceso, nosotros ayudamos a la santificación de los inmaduros. “¡No sé como hacerle con este grupo, son muy terribles! motivación a seguir esforzándonos. El trabajo final en la vida de la persona está garantizado (Fil. 1:6), sólo que nosotros vemos una parte incompleta, sin embargo sabemos que el convencimiento y la santificación se dan a través del Espíritu Santo. Conclusión Es tentador medir el éxito de las iglesias por la calidad del edificio, la música o si las predicaciones no son aburridas. En lugar de, compararnos mediante la santidad en los términos de Dios. Además la iglesia es un organismo visible e invisible a la vez. Es visible en sus expresiones locales. Pero no se limita, ya que abarca a todos los redimidos que existen. Por ello, el progreso de una expresión de la iglesia es de todo cristiano. Nuestros esfuerzos se reflejan principalmente en el contexto de la iglesia visible y local; el regocijo, la esperanza y la comunión del progreso se dan en el contexto de la iglesia invisible y universal, aunque no es privativo de ella, porque en nuestras iglesias locales podemos gozarnos, mostrar esperanza y tenemos comunión con una parte de los santos. Como palabra final, diremos que, el trabajo en la iglesia puede ser muy frustrante a veces, pero si tenemos una perspectiva moldeada por las Escrituras enfrentaremos los problemas con gozo (Stg. 1:2), sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Cor. 15:58). Referencias Hanko, Ronald. A plea on creeds. IIIM Magazine Online. Volume 5, Number 16, May 10-May 17. 2003. Meade, Starr. (2002) Training hearts teaching minds. P&R Publishing. EUA. Smalling, Roger. (1994) ¡Sí Jesús! Una introducción a las doctrinas de la gracia. Buena Semilla. Colombia. Si desea comunicarse escriba a [email protected]