LA CONVERTIBILIDAD Y SUS ALTERNATIVAS. UN REPASO DE LOS POSIBLES ARREGLOS DE POLÍTICA CAMBIARIA PARA ARGENTINA* Mauricio Drelichman** Documento 23 * Agosto de 1999 Agradezco a Mariano Tommasi y Axel Radics sus comentarios y fructíferas discusiones sobre el tema de este trabajo, y al Centro de Estudios para el Desarrollo Institucional su hospitalidad durante la redacción del mismo. Todos los errores son de mi exclusiva responsabilidad. ** Northwestern University y Centro de Estudios para el Desarrollo Institucional I. Introducción La elección del régimen cambiario es uno de los elementos fundamentales de la política económica de un país. En un contexto donde los flujos de capital diarios superan varias veces al producto anual de la mayoría de los países y donde el comercio internacional constituye una parte cada vez más importante del sector real de las economías, mantener un régimen cambiario adecuado a la estructura económica de un país resulta primordial para que éste pueda desarrollar plenamente su potencial. Este trabajo utiliza la literatura más reciente en temas de finanzas internacionales para analizar cuál es el régimen cambiario óptimo para Argentina, con especial énfasis en los beneficios y desventajas del sistema de convertibilidad. El trabajo se estructura de la siguiente manera: la sección II introduce los conceptos básicos de política monetaria y régimen cambiario, deteniéndose en la interacción entre ambos y en los factores que debe tener en cuenta un país al elegir su sistema cambiario. La sección III repasa la literatura de reglas y discrecionalidad, así como sus aplicaciones a temas de política monetaria, deteniéndose, a modo de ejemplo, en el caso del Patrón Oro. La sección IV analiza el rol de la reputación en regímenes cambiarios con cierto grado de discrecionalidad. En la sección V se aplica el análisis teórico de las secciones anteriores al caso argentino, evaluando las ventajas y los defectos del régimen de convertibilidad y contrastándolas con las de sus posibles alternativas. La sección VI concluye. II. Política monetaria y régimen cambiario El régimen cambiario de un país está estrechamente relacionado con su política monetaria. En esta sección repasamos las características de cada uno de ellos y nos adentramos en el estudio de sus diversas interacciones. La política monetaria de un país consiste en acciones que determinan el comportamiento de los agregados monetarios, las tasas de interés, el tipo de cambio y el nivel de precios. Entre sus posibles objetivos se cuentan el financiamiento público, la estabilidad del nivel de precios o el 2 mantenimiento de un determinado nivel de tasas de interés, por citar sólo los más comunes. Las autoridades monetarias, típicamente los bancos centrales, disponen de distintos instrumentos para llevar a cabo sus objetivos, como el control de la oferta monetaria, las operaciones de mercado abierto, la fijación del nivel de los encajes bancarios, o la manipulación de ciertas tasas de interés1. Sin embargo, las posibilidades de la política monetaria no son ilimitadas; cómo ya lo señalara Tinbergen (1956), cada objetivo distinto de política económica requiere el uso de un instrumento distinto. La limitada disponibilidad de instrumentos de política obligará a las autoridades a dar prioridad a ciertos objetivos sobre otros. La política cambiaria, por otra parte, consiste en acciones que determinan el tipo de cambio de la moneda de un país, es decir su precio en términos de una divisa extranjera. La política cambiaria también suele estar a cargo de los bancos centrales y típicamente se limita a la elección de un régimen cambiario y su sostenimiento, aunque puede estar complementada con restricciones comerciales y controles a los flujos de capital. Los regímenes cambiarios se dividen en dos grandes categorías, los tipos de cambio fijos y flexibles, aunque, como se verá más adelante, existen distintos tipos de fijación y distintos tipos de flexibilidad. Los instrumentos para mantener el régimen cambiario son la compraventa de divisas por parte de los bancos centrales y las tasas de interés ofrecidas para la colocación de fondos. Si el banco central desea, por ejemplo, inducir una apreciación en el tipo de cambio, tendrá la opción de comprar su propia moneda en los mercados, ofreciendo a cambio reservas internacionales, o bien podrá elevar las tasas de interés ofrecidas para inducir una entrada de capitales al país. Resulta inmediata la observación que la política monetaria y la política cambiaria están estrechamente relacionadas. En una economía abierta, si se ignora el riesgo de incumplimiento, el arbitraje en el mercado internacional de divisas impondrá que la tasa de interés doméstica se equipare a la tasa de interés internacional corregida por la expectativa de devaluación del tipo de cambio. Esta equivalencia, postulada por primera vez por Fisher 1 Nótese que no todos estos instrumentos son independientes entre sí. Si, por ejemplo, el Banco Central de un país reduce la tasa de interés ofrecida para préstamos a los bancos, aumentará la demanda por fondos y, en consecuencia la cantidad de dinero. Asimismo, si se realiza una operación de mercado abierto de venta de bonos, el precio de los mismos caerá y por lo tanto aumentará su rendimiento, aumentando las tasas de interés. 3 (1896), quien la formalizó de acuerdo a la expresión (1), recibe el nombre de paridad de tasas de interés. (1) 1+ i = + 1 E ( s&s ) 1+ i * En la ecuación de arriba, i representa la tasa de interés de un activo genérico denominado en moneda doméstica, i* la tasa de interés de un activo comparable denominado en moneda extranjera y E ( s&s ) representa la expectativa de devaluación del tipo de cambio en términos porcentuales. Tomando una aproximación log-lineal se obtiene la expresión (2), que, aunque ligeramente inexacta, es con frecuencia más usada que la expresión (1) por su facilidad para recordarla. (2) i ≅ i * + E (s&s ) La paridad de tasas de interés, al tiempo que permite medir la expectativa de los mercados sobre las futuras variaciones en el tipo de cambio, impone una férrea restricción a la política monetaria. Si, ante una dada expectativa de devaluación, el gobierno intenta pagar por sus bonos o imponer en los préstamos interbancarios una tasa de interés menor a aquella consistente con la paridad de tasas de interés, los capitales tenderán a abandonar el país, buscando mayores rendimientos en el extranjero. Por otra parte, si el gobierno desea mantener fijo el tipo de cambio en un contexto de altas expectativas de devaluación, deberá estar dispuesto a dejar que las tasas de interés domésticas se eleven considerablemente por encima de los niveles internacionales. En las secciones siguientes se estudiarán con detenimiento muchas otras dimensiones de interacción entre las políticas monetaria y cambiaria en el contexto de distintos regímenes de tipo de cambio. Como ya se mencionó anteriormente, un país puede adoptar un régimen de tipo de cambio fijo o flexible. En el extremo de la rigidez se encuentran los sistemas de caja de conversión (como el instaurado en la Argentina por el plan de convertibilidad), que exigen mantener como 4 reservas internacionales el equivalente al 100% de la base monetaria doméstica, valuada a la tasa de cambio fijada. Luego se encuentran los sistemas con reserva parcial y los tipos de cambio deslizantes (crawling peg) que, si bien presentan tasas variables, a los efectos de las expectativas de los agentes económicos y de la operatoria de los bancos centrales se comportan en forma idéntica a los tipos de cambio fijos. En el extremo de la flexibilidad, por otra parte, se encuentran los sistemas de flotación limpia, sin ningún tipo de intervención de los bancos centrales, implementados por la mayoría de las economías europeas en el período inmediatamente posterior a la Primera Guerra Mundial. Luego se ubican los sistemas de flotación manejada o sucia, donde los bancos centrales intervienen para suavizar fluctuaciones excesivas en el tipo de cambio. Finalmente, como un híbrido entre los sistemas de tipo de cambio fijo y flexible, aparecen las bandas cambiarias (exchange rate target zones) y las bandas deslizantes (crawling bands), que permiten la flotación, libre o manejada, del tipo de cambio entre ciertos valores límites, una vez alcanzados los cuales el banco central interviene para impedir mayores movimientos en ese sentido. La elección de un régimen cambiario depende de las características económicas fundamentales de cada país, como el tamaño de la economía, su grado de apertura, la distribución del comercio internacional y el desarrollo de los mercados financieros. En general, economías más grandes, más cerradas, con comercio internacional más fragmentado y con gran desarrollo de sus mercados financieros, tales como los Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido,2 encuentran más conveniente adoptar objetivos de política monetaria relacionados con la cantidad de dinero o las tasas de interés, y por lo tanto dejan flotar su tipo de cambio. A su vez, economías pequeñas y abiertas, con su comercio internacional concentrado y escaso desarrollo de los mercados financieros internos obtienen mejores resultados al actuar sobre el tipo de cambio, como los países de América Latina y en particular la Argentina3. Es preciso ser cuidadoso al examinar el régimen cambiario de un país. Varios países de América Latina mantienen tipos de cambio nominalmente flexibles, pero la frecuencia y 2 Aquí y en el resto del trabajo se entiende por Unión Europea a los 11 países que han unificado su moneda, adoptando el Euro como divisa común. El Reino Unido eligió no integrar ese bloque por el momento, y por lo tanto se lo trata aquí como una economía separada, al menos a los efectos monetarios y cambiarios. 5 dirección de su intervención en los mercados de divisas hacen que el tipo de cambio se comporte como si fuera fijo o como si operara en una estrecha banda.4 Asimismo, muchos países que mantienen tipos de cambio nominalmente fijos o dentro de bandas cambiarias realizan realineamientos con una frecuencia que en poco los diferencia de sistemas de flotación (como ocurrió, por ejemplo, entre el Franco Francés y el Marco Alemán durante la década del 80). Estas observaciones deben tenerse presentes a la hora de construir un criterio de clasificación de regímenes cambiarios. Tan importantes como la elección del régimen cambiario son las características de la autoridad que estará a cargo de su administración. En prácticamente todas las economías del mundo la administración de la política monetaria y de la política cambiaria recae en los bancos centrales, aunque en la práctica los mismos gozan de distintos grados de independencia del poder político. La Reserva Federal de los Estados Unidos o el Banco Central Europeo tienen un altísimo grado de independencia del poder político, en cuanto son sólo responsables ante los respectivos parlamentos y los procesos de revisión y censura de sus acciones son complicados y sólo se justifica emprenderlos ante casos de evidente violación de sus mandatos. En el otro extremo, la mayoría de los bancos centrales de los países en desarrollo están sometidos casi incondicionalmente al poder político, sus presidentes o gobernadores son designados y removidos con extrema facilidad y, por lo general, sólo se limitan a acomodar las necesidades de financiamiento de su gobierno. Las atribuciones de los bancos centrales varían sobre un espectro en uno de cuyos extremos se encuentra la discrecionalidad completa para fijar la política monetaria y cambiaria, mientras que en el otro un conjunto de reglas preestablecidas dejan al banquero central un rol de poco menos que mero espectador. Así, mientras el directorio de la Reserva Federal de los Estados Unidos tiene facultades prácticamente ilimitadas para fijar el curso de la política monetaria, el Banco Central de la República Argentina, limitado por la Ley de Convertibilidad, no puede afectar el tipo de cambio ni la cantidad de dinero y sólo tiene funciones activas en la regulación y supervisión del sistema financiero. 3 Puede encontrarse evidencia empírica sobre América Latina al respecto en Hausmann et al. (1999) y Stein et al. (1999). 6 Una inquietud inmediata concierne al grado óptimo de discrecionalidad que debe tener el responsable de la política monetaria. Como caso particular, cabe preguntarse si el actual sistema monetario argentino, situado en el extremo de la ausencia de discrecionalidad, constituye un arreglo institucional óptimo desde el punto de vista de la política monetaria. Antes de dar una respuesta a esta pregunta, haremos una breve digresión por la literatura sobre reglas y discrecionalidad y sus aplicaciones a políticas monetarias y cambiarias. III. Reglas, discrecionalidad y reputación: una introducción 1. Reglas vs. Discrecionalidad Una regla es una manera de comprometer acciones de política a través del tiempo. Dentro del área de la política monetaria, un gobierno puede adoptar reglas de crecimiento de la base monetaria (como lo hizo durante mucho tiempo el Bundesbank), de fijación del tipo de cambio (como la Argentina en la actualidad), de fijación de la tasa de devaluación (como Brasil en 1997 o Argentina en la época de la “ tablita” ) o de fijación de la tasa de interés. Un régimen discrecional, por otra parte, puede definirse como aquel bajo el cual el gobierno revisa secuencialmente sus acciones de política. Así, por ejemplo, el directorio de la Reserva Federal decide período a período cuál será la tasa de interés sobre la base de los resultados de la economía en el período inmediatamente anterior. En su trabajo seminal, Kydland y Prescott (1977) mostraron como las reglas, o tecnologías de compromiso, tienen un rol determinante en la efectividad de aquellas acciones de política cuya implementación se extiende en el tiempo. Un sistema de reglas, al garantizar que el gobierno no sorprenderá a los agentes económicos modificando inesperadamente su política, permite alcanzar resultados superiores a aquellos que se obtienen bajo un régimen discrecional. En el ejemplo de Kydland y Prescott, una ley de patentes, si bien produce monopolios y por lo tanto introduce ineficiencias en la economía, es preferible a la ausencia de legislación, donde la sociedad podría aprovechar enteramente el beneficio de los nuevos inventos pero, al no existir 4 Calvo (1999) llama a este fenómeno “ miedo a flotar” . 7 los incentivos adecuados (derechos de propiedad en este caso), éstos no serían inventados en primer lugar. El análisis de inconsistencia temporal arroja una conclusión un tanto sombría: el resultado social óptimo, por lo general, no es alcanzable. En el caso de los inventos, no es posible tener innovación sin monopolios. El análisis de expectativas racionales aplicado a la política monetaria agrega una dimensión adicional a la importancia de las reglas. Sargent y Wallace (1986) muestran como, en presencia de agentes con este tipo de expectativas, el gobierno pierde grados de libertad para tomar medidas de política monetaria. En el ejemplo conocido como la desagradable aritmética monetarista, Sargent y Wallace imaginan un gobierno que quiera reducir la inflación en el presente reduciendo la emisión monetaria y utilizando la emisión de deuda en su lugar. Dado que el público anticipará la mayor inflación futura necesaria para repagar la deuda y los intereses acumulados, ajustará sus expectativas al respecto y el resultado será también una mayor inflación actual, con lo que la política se torna completamente inefectiva. En tal caso, la discrecionalidad pierde toda razón de ser y el argumento a favor de las reglas cobra mayor fuerza aún. 2. Objetivos monetarios y reputación A pesar de que las reglas parecen ser netamente superiores, existen regímenes monetarios exitosos con un alto grado de discrecionalidad, como el caso de los Estados Unidos en la década del 90, varios bancos centrales europeos antes de la unión monetaria, Australia y Nueva Zelanda, entre otros. ¿Cómo es posible explicar estos fenómenos? Una primera línea de análisis se concentra en los objetivos de la política monetaria. Si bien los bancos centrales de estos países tienen un alto grado de discrecionalidad en la fijación de política, ésta no es estrictamente la discrecionalidad de la que hablan Kydland y Prescott, ya que las autoridades monetarias tienen una gran independencia del poder político y objetivos esencialmente distintos a los de este último. Su desempeño no se mide por tasas de crecimiento del producto o del nivel de empleo, sino por la variación del nivel de precios y de las tasas de interés. Como resultado, ceder a las presiones del poder político acarrearía un alejamiento de los objetivos establecidos, con la consiguiente pérdida de reputación, 8 penalidades establecidas en la carta orgánica, en leyes e incluso, como fue el caso de Alemania Federal, en la Constitución. Los objetivos de las autoridades monetarias surgen de un marco institucional específico y pueden, por lo tanto, ser considerados como un particular tipo de reglas, aunque quede a criterio de cada banco central la forma de alcanzarlos. Una segunda característica de los bancos centrales y, en general, de los gobiernos de los países con políticas monetarias exitosas es la reputación conseguida luego de décadas de mantener políticas sólidas, ya sea en condiciones de discrecionalidad o actuando bajo una regla. En materia de política monetaria, las reglas nunca están escritas en piedra. El gobierno siempre puede cambiar la legislación o emitir resoluciones administrativas que cambien el curso de la política (aunque el costo político de hacerlo varía según los países). Barro y Gordon (1983) muestran como el peligro de perder la reputación conseguida tras años de buenas políticas juega en el mismo sentido que una regla monetaria. Un país con escasa reputación en el área monetaria necesitará reglas más rígidas que un país que tenga una historia de buena conducta para obtener los mismos resultados. Dado que las reglas casi siempre tienen costos asociados, una mayor reputación, al reducir la necesidad de reglas rígidas, atempera los costos de obtener determinados resultados económicos. 3. Las reglas monetarias en perspectiva histórica: el caso del Patrón Oro Antes de continuar en nuestro análisis, vale la pena destacar que el uso de reglas ha sido la norma y no la excepción en la historia del dinero. En efecto, la utilización de metales preciosos como medio de cambio constituye una regla que impide modificar el valor de la moneda salvo por adiciones al stock del metal precioso en cuestión, típicamente oro, que, por lo general, carecían de magnitud para afectar significativamente la circulación. Más adelante, los sistemas de patrones metálicos también actuaban como reglas, aunque normalmente los bancos centrales tenían limitadas facultades discrecionales. En el siglo XX, los distintos diseños de sistemas monetarios han tratado, en la mayoría de los casos, de establecer algún tipo de reglas de política, más allá de que las mismas hayan sido violadas en repetidas ocasiones. 9 Sin embargo, sólo en contadas ocasiones las reglas monetarias han sido tan rígidas como la convertibilidad argentina. El patrón oro clásico (1844 – 1914 en Gran Bretaña)5, por poner el ejemplo más estudiado, si bien implicaba la convertibilidad del papel moneda en oro a una tasa fija, sólo obligaba al Banco de Inglaterra a mantener como reservas en oro el equivalente a un tercio de la circulación monetaria. Si en un determinado momento del tiempo el banco contaba con más reservas que las requeridas por la ley, manteniendo, por ejemplo, el equivalente al 40% de la base monetaria en forma de oro, tenía la opción de expandir la base monetaria sin un correspondiente aumento de metálico en sus arcas, algo que escapa a las facultades del Banco Central de la República Argentina. Otra dimensión de flexibilidad era que, como señalan Bordo y Kydland (1995), el patrón oro era utilizado como una regla contingente. Esto significa que podía ser suspendido en caso de que determinadas circunstancias creasen condiciones en las cuales pudiera ser ventajoso suspender la regla. El buen funcionamiento del esquema de regla contingente descansaba en dos puntos clave. En primer lugar, los hechos que determinaban la suspensión del patrón oro debían ser ajenos a la voluntad del gobierno y fácilmente verificables por el público como, por ejemplo, una guerra. En segundo lugar, la reputación del gobierno, y por lo tanto el funcionamiento continuado de la regla contingente, dependía de la celeridad en retornar al patrón oro una vez que hubieran desaparecido las circunstancias excepcionales que habían determinado su suspensión. Cuando, durante la vigencia del patrón oro clásico en Inglaterra, la convertibilidad era suspendida, los mercados de capital reflejaban expectativas de retorno a la regla a través de las tasas de interés a futuro6. Sin embargo, en otros regímenes donde la convertibilidad fue suspendida, en principio temporariamente, los mercados registraron una inestabilidad mucho más fuerte que la que las condiciones económicas fundamentales hubieran hecho prever. Este 5 Tras la interrupción del régimen que tuvo lugar durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno del Reino Unido, y en particular el Exchequer a cargo de Winston Churchill, realizó un esfuerzo fiscal y monetario de grandes proporciones que, después de un largo proceso deflacionario, permitió el retorno al Patrón Oro a la paridad anterior a la guerra en 1925. Sin embargo, los cambios en el contexto internacional y el movimiento del poder económico hacia los Estados Unidos determinaron que el sistema no funcionara como antes de la guerra (por lo que ya no se denomina “ clásico” ) y la crisis de los años 30 se encargó de ponerle fin tras más de dos siglos de existencia. 6 Ver, por ejemplo, Eichengreen (1996). 10 fue el caso, por ejemplo, de Francia en el período de entre guerras. Estas experiencias permiten conjeturar que la reputación es un componente fundamental para que un sistema monetario con un cierto grado de discrecionalidad permanezca estable. IV. Reputación y políticas monetarias discrecionales Con el enfoque de Barro y Gordon hemos visto que la reputación puede, en cierta forma, sustituir a las reglas o, al menos, permitir un mayor grado de flexibilidad en su diseño. En esta sección estudiamos los efectos de distintas combinaciones de discrecionalidad monetaria y reputación, o ausencia de ella. El análisis moderno de la reputación la considera desde el punto de vista de la teoría del capital7. La primera observación relevante es que la reputación se comporta como un activo que se acumula lentamente con años de comportamiento consistente, pero puede perderse rápidamente con pocas acciones oportunistas, o incluso con sólo una, si ésta es lo suficientemente grave. Para el momento en que Inglaterra se vio obligada a abandonar definitivamente el Patrón Oro, tal vez el sistema monetario que gozó de mayor reputación en la historia, en 1930, llevaba más de 200 años manteniendo la misma paridad entre la libra y el oro, 86 de ellos bajo un marco institucional formal8. 1. Reglas contingentes Al repasar el funcionamiento del Patrón Oro, destacamos que éste operaba como una regla contingente y que uno de los pilares de su operación era la confianza del público en que, una vez que se superara cada situación de emergencia, se retornaría a la convertibilidad a la paridad vigente antes de la suspensión. Obstfeld (1997) analiza las consecuencias de implementar regímenes con reglas contingentes en ausencia de una sólida reputación. En su 7 Ver, por ejemplo, Hellman y Murdock (1998) El Patrón Oro comenzó informalmente en 1717 cuando Isaac Newton, entonces Master of the Mint, fijó una paridad entre el oro y la plata que dejó a esta última subvaluada y ubicó a Inglaterra, de hecho, en el patrón oro. El Banco de Inglaterra, constituido en 1694, emitía billetes convertibles en oro, aunque el requisito de convertibilidad se suspendió en varias oportunidades, generalmente en situaciones de guerra donde el gobierno recurría al financiamiento inflacionario. Recién en 1844 el Peel’s Act dio un marco institucional formal al Patrón 8 11 modelo demuestra cómo un régimen de tipo de cambio fijo modificado para incluir la posibilidad de una devaluación frente a circunstancias excepcionales puede generar resultados muy inferiores a los de un esquema de convertibilidad puro si no existe plena credibilidad en el gobierno. En su trabajo se centra en el Sistema Monetario Europeo (SME) que, en la versión que operó entre 1979 y 1992, estaba conformado por estrechas bandas de flotación pero contemplaba la posibilidad de realineamientos ante desequilibrios en los tipos de cambio. La frecuencia de los realineamientos restó credibilidad al sistema, que colapsó en 1992 ante una serie de ataques especulativos. Una regla no contingente, como un tipo de cambio irrevocablemente fijo, presenta costos que pueden ser evitados mediante la introducción de cláusulas de escape que permitan suspender o modificar la regla en circunstancias excepcionales. Sin embargo, en situaciones donde exista poca credibilidad en la voluntad del gobierno de defender la regla, como, por ejemplo, ante una elevada relación deuda/producto o una elevada tasa de desempleo, las cláusulas de escape pueden inducir equilibrios múltiples. Estos equilibrios son el mantenimiento de la regla y el régimen discrecional. Velasco (1996) demuestra que, en presencia de equilibrios múltiples, el resultado en valor esperado es inferior al obtenido bajo reglas no contingentes. En el caso del arreglo cambiario del SME, Italia presentaba una alta relación de deuda/producto y una tasa desempleo más elevada que la del resto de la Comunidad Europea; asimismo, era uno de los países que históricamente había tenido uno de los peores desempeños fiscal y monetario. En la perspectiva de Obstfeld y en el contexto del modelo de Velasco, el ataque especulativo de 1992 que obligó a la salida de la lira italiana del SME puede ser descripto como un salto del equilibrio de reglas contingentes a un régimen puramente discrecional. 2. Flotación Pasamos ahora a analizar los regímenes de flotación, el otro extremo del espectro de los sistemas cambiarios. En un sistema de flotación limpia, el banco central se concentra en realizar política orientada a las tasas de interés, dejando que el tipo de cambio ajuste a su nivel de equilibrio. Si el régimen, en cambio, es del tipo de flotación sucia o manejada, el banco Oro, al establecer el requisito del 33% de reservas metálicas y la separación de las funciones emisora y comercial del banco. 12 puede intervenir para suavizar movimientos bruscos o inusuales en el tipo de cambio. Los regímenes de flotación son utilizados por las más diversas economías. Los usan los países más desarrollados, como los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, pero en el marco regional de América Latina también los han adoptado México, Perú, Chile y, más recientemente, Brasil, entre otros9. En la sección II se mencionó que las economías pequeñas y abiertas encontraban más útil adoptar regímenes de tipo de cambio fijo. Los países que apoyan una parte significativa de su economía en el comercio exterior y en los mercados internacionales de capital se exponen a diversos problemas si adoptan un régimen de flotación. Los flujos de capital internacionales pueden hacer variar excesivamente el tipo de cambio, lo que introduce un factor adicional de incertidumbre en la economía. Los términos de intercambio se tornan volátiles y dificultan las decisiones de producción, al tiempo que los contratos de comercio exterior deben incorporar el correspondiente riesgo de depreciación o apreciación. Si bien existen instrumentos para cubrirse contra estas fluctuaciones, agregan costos adicionales a las transacciones y reducen por lo tanto el producto social. Un sistema de flotación, por otra parte, no pone ningún tipo de restricción al manejo de la moneda por parte del poder político. En ausencia de reglas, resulta más fácil ceder a la tentación de recurrir a la inflación para no incurrir en el costo político de aumentar impuestos o colocar más deuda. Sin una autoridad monetaria con objetivos y facultades independientes del poder político (que, como ya hemos visto, opera como una suerte de regla), un sistema de tipo de cambio flotante tendrá un sesgo inflacionario respecto a uno de tipo de cambio fijo. Si la credibilidad en el régimen es limitada y los agentes económicos tienen expectativas racionales, puede producirse el fenómeno inflacionario descripto por Sargent, que Sargent y Velde (1995) ven ejemplificado en el financiamiento de la Revolución Francesa y Eichengreen (1996) en la evolución del tipo de cambio del Franco Francés entre 1924 y 1926. 9 Sin embargo, recuérdese que muchos de estos regímenes de flotación pueden ser catalogados como tipos de cambio fijos informales, ya que los Bancos Centrales intervienen frecuentemente y con el propósito definido de impedir que el tipo de cambio se aleje demasiado de una paridad considerada deseable. Véase también la nota 4. 13 3. Bandas cambiarias En una posición intermedia entre los tipos de cambio fijo y flotante se encuentran los sistemas de bandas cambiarias. Diseñados originalmente para proveer al gobierno de un cierto margen discrecional alrededor de una paridad cambiaria central, su uso se generalizó con la formación del Sistema Monetario Europeo en 1979 y pasaron a ser el centro de la investigación académica cuando, en un celebrado artículo, Krugman (1991) examinó sus propiedades estabilizantes. En teoría, un sistema de bandas cambiarias debería proveer mayor estabilidad al tipo de cambio que una flotación libre. El motivo de tal estabilidad es que, a medida que el tipo de cambio se acerca a uno de los límites de las bandas, la probabilidad de que continué moviéndose en el mismo sentido es cada vez menor; si efectivamente alcanza el límite deberá detenerse, ya que el banco central intervendrá para defender la banda. Los especuladores, anticipando la intervención, dejarán de apostar a movimientos del tipo de cambio en tal sentido e inducirán una reversión en su tendencia. Sin embargo, en 1992 una serie de ataques especulativos demolía el SME tal como había existido hasta entonces y, aunque nominalmente fue reformulado con bandas de mayor amplitud, en efecto pasó a administrarse como un sistema de flotación sucia. Mientras tanto, Svensson (1992) demostraba cómo, en ausencia de perfecta credibilidad en el gobierno, las bandas cambiarias presentan los mismos problemas que las reglas contingentes. Si los mercados perciben que el compromiso del gobierno de mantener la banda es limitado, las propiedades estabilizantes desaparecen, ya que los especuladores no tienen razones para suponer que el banco central intervendrá en defensa de los límites establecidos. Una de las formas que tienen los especuladores de probar, y eventualmente quebrar la voluntad del gobierno de sostener las bandas es lo que en la literatura se denomina un ataque especulativo autocumplido. Los llamados modelos de crisis de balanza de pagos de segunda generación10 conjeturan que es posible encontrar situaciones donde en condiciones normales el gobierno no devaluaría, pero sí lo haría como respuesta a un ataque especulativo. La lógica es que, si bien las variables fundamentales de la economía pueden no requerir una devaluación, el 14 costo de defender el sistema cambiario frente a un ataque es mayor al costo de devaluar. El caso más claro de un ataque especulativo autocumplido es el de 1992 contra la corona sueca. El ataque, como muchos otros, se inició con un fenómeno de contagio. Finlandia, cuya economía había sido muy golpeada por el colapso de la Unión Soviética, había devaluado su moneda recientemente, y los mercados comenzaron a sospechar que Suecia podría seguir su camino, por más que su patrón de comercio fuera completamente diferente y las variables fundamentales de su economía se mantuvieran sólidas. Los especuladores comenzaron a vender grandes cantidades de coronas, obligando al banco central a utilizar sus reservas para mantener el tipo de cambio dentro de la banda unilateral que mantenía con la canasta de monedas de la Comunidad Europea. En un intento por quebrar el ataque, el banco central elevó drásticamente las tasas de interés; sin embargo, los mercados percibieron que Suecia no podría cargar con ese costo por un tiempo prolongado e intensificaron el ataque, obligando finalmente al banco central a permitir la flotación de la moneda. La credibilidad en el régimen cambiario depende de la magnitud del costo que está dispuesto a asumir el gobierno para defenderlo y de la forma en que esta voluntad sea comunicada a los mercados. Una regla que el gobierno no pueda quebrar fácilmente es una manera de mostrar que el compromiso con el sistema cambiario es alto y que, por lo tanto, los especuladores que intenten atacarlo incurrirán en costos elevados. 4. Escenarios de alto desempleo Los problemas de los regímenes que permiten un cierto grado de discrecionalidad en condiciones de credibilidad imperfecta se agravan particularmente en presencia de una elevada tasa de desempleo. Obstfeld (1994) destaca que el desempleo actúa como un factor que resta credibilidad al compromiso del gobierno de mantener el sistema cambiario. Resistir un ataque especulativo implica generalmente una contracción monetaria, un aumento de las tasas de interés y una caída en el empleo. Un gobierno que ya se enfrente a una situación de desempleo elevado difícilmente pueda asumir el costo político y social de agravar la situación. Su compromiso con el sistema cambiario, por lo tanto, no será creíble y podrá caer fácil víctima 10 En contraposición a los de primera generación, introducidos por Krugman (1979), donde el desequilibrio fiscal es el determinante primario de una devaluación. Véase, por ejemplo, Obstfeld (1995) y Velasco (1996). 15 de ataques especulativos autocumplidos. Si el desempleo es alto, se requerirá una mayor rigidez en las reglas monetarias para proyectar en los mercados la credibilidad que no otorga la estructura económica. V. El caso argentino En la Argentina, la Ley de Convertibilidad impone tal vez la más rígida de las reglas monetarias. El sistema, conocido por el nombre de caja de conversión, requiere que el Banco Central compre o venda moneda doméstica a cambio de la moneda de reserva a una paridad fija. Para garantizar el cumplimiento de esta cláusula, la Ley de Convertibilidad requiere que el Banco Central mantenga reservas internacionales líquidas por el equivalente al 100% de la base monetaria. Esto impide todo tipo de emisión que no cuente con su consiguiente respaldo en reservas, lo que de hecho vuelve imposible financiar gastos del gobierno a través de expansión monetaria o realizar salvatajes de entidades financieras a través de préstamos o compras de activos de poca liquidez. Un sistema de caja de conversión alinea el comportamiento del nivel de precios doméstico con el del país cuya moneda se utiliza como ancla nominal11. Al utilizar la Argentina el dólar estadounidense y al atravesar los Estados Unidos por un período de prolongada estabilidad monetaria, el nivel de precios ha mantenido en la Argentina una estabilidad que no había conocido por largo tiempo. Asimismo, dado que prácticamente la totalidad del comercio internacional argentino se encuentra denominado en dólares, el esquema de convertibilidad también provee una gran estabilidad a las transacciones internacionales. La garantía de estabilidad de precios y tipo de cambio provista por la convertibilidad redujo la incertidumbre de hacer negocios en la Argentina y entre la Argentina y otros países. Esta reducción en la incertidumbre tiene un impacto inmediato sobre los costos de transacción que, al disminuir, permiten la redacción de contratos más complejos y a más largo plazo. 11 El ancla nominal es la moneda contra la cual se fija el tipo de cambio y que se utiliza como respaldo de la base monetaria. 16 Asimismo, la menor incertidumbre se refleja en menores tasas de interés, lo que eleva el número de proyectos de inversión rentables y promueve la actividad económica. Sin embargo ya hemos mencionado que las reglas tienen sus costos, y esto es particularmente evidente en Argentina. Bajo un sistema de convertibilidad, la expansión o contracción de la base monetaria, y por lo tanto la liquidez de la economía, está determinada por el resultado de la balanza de pagos y por la variación en el stock de moneda extranjera de los particulares. En un mundo donde los flujos de capital son extremadamente volátiles y pueden alcanzar volúmenes muy grandes, un sistema de convertibilidad expone al país a grandes fluctuaciones provocadas por shocks externos, tal como ocurrió con la repercusión de la crisis mexicana (conocida como “ efecto tequila” ), en menor medida con la crisis asiática y, más recientemente, con la brasileña. En diciembre de 1994, por ejemplo, pocos días después de la devaluación mexicana, se produjo una importante pérdida de confianza en el sistema financiero y en el esquema cambiario argentino. La consiguiente salida de capitales privó de liquidez al mercado local, lo que llevó a la quiebra a varias entidades del sistema financiero y afectó asimismo a un gran número de empresas. Como resultado, la tasa de interés experimentó un brusco aumento, acompañado de una caída del producto y del empleo. Semejante exposición a crisis externas, combinada con la imposibilidad del gobierno de realizar políticas monetarias atenuantes, obliga a considerar la conveniencia de abandonar la convertibilidad por un sistema discrecional o por algún sistema de reglas menos rígidas. 1. Credibilidad En la sección IV se presentó una breve reseña de los distintos tipos de regímenes monetarios con cierto grado de discrecionalidad. En todos ellos la reputación, bajo la forma de la credibilidad del gobierno en los mercados internacionales de capital, constituye un factor determinante de la estabilidad monetaria. La Argentina sólo lleva ocho años bajo un régimen monetario estable, tras salir de una larga serie de hiperinflaciones, devaluaciones, expropiaciones e incumplimiento de compromisos crediticios. Cantor y Packer (1996) muestran que los mercados tienen una memoria mucho más larga que este corto período, ya que los países que han incumplido con pagos de deuda deben pagar mayores primas de riesgo hasta más de veinte años después de retornar a la normalidad. Por lo tanto, no es excesivo 17 suponer que si la Argentina avanzara hacia un régimen monetario con mayor discrecionalidad, no gozaría de perfecta credibilidad en los mercados internacionales y quedaría expuesta a los problemas que hemos analizado más arriba. En el caso argentino, debe prestarse particular atención a los problemas de las economías con alta tasa de desempleo. Si se implementara un sistema con cierto margen de discrecionalidad, muy probablemente surgirían presiones para usar ese margen en la generación de empleo, ya sea a través de una expansión del gasto público mediante préstamos no respaldados al gobierno o de una política de crédito barato mediante préstamos no respaldados al sector privado. Una expansión monetaria no pasaría inadvertida en los mercados de capital, que no tardarían mucho en forzar el correspondiente ajuste cambiario mediante un ataque especulativo. Y aún si se mantuviese la disciplina monetaria, la percepción de una mayor flexibilidad en el sistema bien podría inducir un ataque especulativo autocumplido. El régimen de convertibilidad argentino goza hoy de alta credibilidad en los mercados internacionales. Esta credibilidad no es inherente al tipo de esquema implementado, sino que fue adquirida gracias a la trayectoria del régimen, que fue capaz de resistir a una serie de crisis financieras internacionales y fue sostenido aún cuando, en 1995, el país sufrió una severa recesión y un fuerte aumento en el desempleo. Una modificación de las instituciones cambiarias obligaría a construir una nueva reputación; casi con seguridad el nuevo sistema sería puesto a prueba por los especuladores a la primera oportunidad, al tiempo que la mayor flexibilidad haría más difícil mantener el rumbo. 2. Riesgo inflacionario y devaluatorio El marco institucional provisto por la convertibilidad hizo posible celebrar contratos con horizontes temporales más extensos sin incurrir en costos adicionales de seguro. Las transacciones internacionales incluyen primas que reflejan el riesgo de que se produzca una devaluación antes de que se cumpla el horizonte temporal del contrato, al tiempo que las transacciones domésticas incorporan el riesgo de variaciones en el nivel de precios. Una mayor flexibilidad para la autoridad monetaria tendría el efecto de aumentar la incertidumbre, redundando en mayores primas y, por lo tanto, mayores costos de transacción. 18 3. Sistema financiero Un problema adicional que se atribuye al régimen de convertibilidad es la ausencia de un prestamista de última instancia. Ante una crisis de confianza en el sistema financiero, un banco central tradicional tiene la facultad de prestar fondos en forma temporaria para evitar la quiebra de los bancos comerciales y permitir que los ahorristas tengan acceso continuado a sus depósitos. Al no poder emitir moneda nacional sin el ingreso de moneda extranjera que la respalde, el Banco Central de la República Argentina se ve impedido de asistir a bancos en problemas que, ante una crisis de confianza, no tienen a quien recurrir para evitar la quiebra. Este problema se presentó con inusual fuerza durante la crisis mexicana, cuando varias entidades financieras se declararon en bancarrota y varios ahorristas perdieron sus depósitos o, al menos, debieron esperar un tiempo considerable antes de poder recuperarlos. Sin embargo, la raíz del problema no se encuentra en la ausencia de un prestamista de última instancia, sino en la falta de solidez del sistema financiero. Tras la crisis mexicana, la Argentina avanzó en la creación de un sistema financiero sólido, adoptando medidas para garantizar tanto la solvencia de los bancos como el acceso de los ahorristas a sus depósitos en caso de quiebra (a través de la creación de una sociedad anónima que asegura los mismos). De este modo, tanto la crisis asiática como la devaluación brasileña no tuvieron mayores consecuencias sobre la confianza en el sistema financiero argentino. Por otra parte, los flujos de capital actuales alcanzan magnitudes tales que ninguna entidad nacional podría alcanzar la capacidad de generación de fondos necesaria para atenuar sus efectos. Hausmann et al. (1999) también observan que los tipos de cambio fijo permiten un mayor desarrollo del sistema financiero, al proteger al público de la liquidación de sus activos en pesos o del crecimiento del valor real de sus deudas en dólares que resultaría de una devaluación. Este punto nos lleva a encarar el problema de la elección del régimen cambiario desde un nuevo enfoque. Hasta ahora hemos examinado los efectos macroeconómicos de las políticas monetarias discrecionales, pero las mismas también tienen un importante impacto en los agentes económicos individuales, no sólo en las variables agregadas. 19 4. Impacto microeconómico de las políticas monetarias discrecionales Las fluctuaciones del tipo de cambio y de las tasas de interés no son irrelevantes para individuos y empresas que pueden tener ingresos y posiciones financieras (acreedoras o deudoras) denominadas en distintas monedas. Una familia típica, por ejemplo, percibe sus ingresos en pesos y tiene sus deudas denominadas en dólares, con lo que una hipotética devaluación tendría el efecto de incrementar la carga de su deuda en términos reales. La misma situación es enfrentada por las empresas endeudadas en dólares, muchas de las cuales encontrarían grandes dificultades para cumplir sus obligaciones financieras si el peso perdiera valor frente al dólar. Calvo (1999) y Stein et al. (1999) enfatizan este punto al señalar que en economías que presentan fuertes descalces financieros (distinta magnitud de activos y pasivos denominados en cada moneda) un tipo de cambio flotante aumenta considerablemente el riesgo país, ya que una devaluación puede producir una ola de quebrantos y redistribución de riqueza. No es necesaria una devaluación para que la política monetaria discrecional tenga efectos microeconómicos perniciosos. Un aumento de la incertidumbre es suficiente para elevar las tasas de interés que deben pagar las empresas para financiarse (a través del mecanismo de la paridad de tasas de interés, que explicamos más arriba), volviendo económicamente inviables muchos proyectos de inversión que podrían haberse realizado en condiciones de mayor confiabilidad en la política monetaria. De la misma manera, ante un aumento de las tasas de interés, muchas familias perderían acceso al crédito y por lo tanto a la oportunidad de financiar adquisiciones importantes a través del tiempo. Incluso si la discrecionalidad monetaria implicara que el peso debería apreciarse respecto del dólar (una situación que fue plausible en ciertas etapas del plan de convertibilidad, cuando las reservas internacionales crecían indicando un aumento en la demanda por pesos) el movimiento del tipo de cambio generaría igualmente una redistribución de la riqueza. Quienes estuvieran endeudados en dólares deberían pagar menos en términos reales, pero quienes estuvieran endeudados en pesos perderían poder de compra. 20 5. Sector externo y competitividad Un beneficio asociado a los movimientos en el tipo de cambio es la ganancia de competitividad que generan las llamadas devaluaciones competitivas. Si se devaluara el tipo de cambio cada unidad de moneda extranjera compraría una mayor cantidad de moneda local. Si, al mismo tiempo, el nivel de precios permaneciera estable, los otros países encontrarían más baratas las exportaciones argentinas. Este fenómeno recibe el nombre de depreciación real12. El ejemplo más reciente es el de Brasil, que, si bien no tuvo como objetivo central de la devaluación aumentar su competitividad, mejoró notablemente sus términos de intercambio al dejar de sostener el tipo de cambio del Real. El éxito de una devaluación competitiva, sin embargo, está supeditado a condiciones difíciles de reunir. En primer lugar, el nivel de precios no debe subir tanto como el tipo de cambio, algo que ocurrió en Brasil pero que difícilmente ocurra en la Argentina, donde la cultura inflacionaria hizo que, en el pasado reciente, los precios se movieran prácticamente al unísono con el tipo de cambio. Aún si se lograra inducir una depreciación real, para que las ventajas de una devaluación competitiva sean duraderas es preciso asegurarse que los países con los que se comercia no tomen medidas que puedan contrarrestar su efecto. Brasil, apelando a su poder de negociación y a su posición predominante en el Mercosur, ha logrado, por el momento, que la Argentina no restrinja las importaciones de bienes brasileños; la Argentina difícilmente lograría concesiones similares por parte de Brasil. Además, las devaluaciones competitivas están penalizadas por la Organización Mundial del Comercio, con lo que las sanciones comerciales llegarían de todas partes del mundo, anulando el pretendido efecto positivo y volviendo una política supuestamente beneficiosa en contra del país. Un último argumento sostiene que una devaluación revertiría el déficit de cuenta corriente que la Argentina ha experimentado en forma persistente bajo el plan de convertibilidad. Sin embargo, para que una devaluación tenga un impacto positivo sobre la cuenta corriente debe 12 El tipo de cambio real se define como un índice de precios internacionales multiplicado por el tipo de cambio nominal y dividido por un índice de precios doméstico. Un aumento (es decir, una depreciación) en el tipo de cambio real indica una ganancia de competitividad, al tiempo que una disminución (es decir, una apreciación) señala una pérdida de competitividad. 21 satisfacerse la condición de Marshall-Lerner13, un requisito sobre las elasticidades de demanda de exportaciones e importaciones que, como muestran Artus y Knight (1984) en un estudio para los países industrializados, se cumple muy raramente. Si bien no se dispone de las estimaciones correspondientes para Argentina, debe procederse con suma cautela antes de recomendar políticas cambiarias que podrían tener el efecto opuesto al deseado. 6. Alternativas de integración monetaria En los últimos años se comenzó a estudiar la posibilidad de abandonar la moneda nacional para adoptar una divisa común con otros países. Una de estas propuestas contempla la adopción de una moneda común con los países del Mercosur, mientras que la otra contempla la asociación monetaria con los Estados Unidos, conocida como dolarización. La integración monetaria con los países del Mercosur aparece con un objetivo de política regional excesivamente ambicioso, al menos por el momento. En los últimos años el bloque ha atravesado por una serie de dificultades más o menos serias sobre cuestiones comerciales. Si no es posible acordar una política aduanera común, uno de los pasos más elementales de la integración regional, difícilmente pueda enfrentarse con seriedad un objetivo tan delicado como la unificación monetaria. Desde el punto de vista estrictamente técnico, Eichengreen (1998) señala que los países del Mercosur distan mucho de presentar condiciones macroeconómicas, especialmente en el comportamiento de sus tipos de cambio, que permitan encarar un proceso de unión monetaria con alguna probabilidad de éxito. La dolarización, por otra parte, aparece como la extrema profundización del régimen de convertibilidad. La adopción del dólar estadounidense como divisa nacional eliminaría definitivamente el riesgo cambiario, permitiendo una reducción de uno o dos puntos porcentuales en las tasas de interés en tiempos normales y evitando los picos que se producen en tiempos de crisis internacional. Al respecto, Calvo (1999) señala que el sistema financiero argentino está dolarizado de hecho por el lado de los pasivos, ya que la gran mayoría de las 13 La condición de Marshall-Lerner establece que, para que una devaluación tenga un impacto positivo sobre la cuenta corriente, la suma de la elasticidad de la demanda de importaciones y de la elasticidad de demanda de 22 deudas se encuentran denominadas en dólares. La dolarización completaría la transición, eliminando el descalce financiero y, por lo tanto, el peligro de crisis sistémica ante una devaluación. Desde un punto de vista económico, la dolarización tiene dos desventajas respecto del sistema de convertibilidad. En primer lugar, se perdería el señoriaje, es decir los intereses que generan las reservas internacionales. Por otra parte, desaparecería la escasa capacidad de asistencia a las entidades financieras que aún conserva el Banco Central. Ambos problemas, sin embargo, podrían tener solución en el marco de un tratado de asociación monetaria con los Estados Unidos que contemple la transferencia del señoriaje correspondiente a la Argentina y la implementación de líneas de crédito contingentes. El principal obstáculo para implementar un esquema de dolarización es la reticencia que, hasta el momento, han mostrado los Estados Unidos a suscribir un tratado de asociación monetaria que contemple la cesión del señoriaje y las necesidades de política monetaria de la Argentina. Aunque se podría adoptar el dólar en forma unilateral, el sistema tendría un grado de irreversibilidad mayor que la convertibilidad en el hipotético caso que la política monetaria norteamericana avanzara en un sentido perjudicial para la Argentina. La dolarización probablemente tenga beneficios en el plano económico, aunque estos no sean muy superiores a los de la convertibilidad. La marginalidad de las posibles ganancias, junto con la reticencia de los Estados Unidos y el costo político que significaría resignar la moneda nacional hacen que la oportunidad de dolarizar sea un tema para discutir más en la arena política que en el ámbito económico. VI. Conclusiones El régimen de convertibilidad ha sido uno de los pilares del desarrollo económico argentino en la década del 90, proveyendo un marco institucional que permitió reducir costos de transacción y extender el horizonte temporal de los contratos. En este trabajo se ilustra como exportaciones de un país debe ser superior a la unidad. Para una derivación analítica, véase Obstfeld y Rogoff (1996), pp. 53-54. 23 la rigidez del régimen fue uno de los factores que le permitió adquirir la credibilidad de la que goza hoy y cómo distintas formas de introducir mayor flexibilidad en el sistema podrían poner en riesgo la estabilidad monetaria y cambiaria, con las consecuencias macro y microeconómicas que ello acarrearía. Los intentos de profundizar el sistema, por otra parte, presentan distintas complicaciones de implementación, por lo que mantener el régimen de convertibilidad aparece como la opción más sensata para el contexto económico y político actual de la Argentina. 24 Referencias Artus, Jacques R. y Malcolm D. Knight, 1984. “Issues in the assesment of the exchange rate of industrial countries”, Occasional Paper No. 29, International Monetary Fund. Barro, Robert J. y David B. 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Velasco, Andrés, 1996. “When are fixed exchange rates really fixed?”, NBER Working Paper No. 5842. 26 Tasa de crecimiento del PBI - Argentina (1 / coeficiente de variación) 1 / Coeficiente de Variación 0,7 0,6 0,5 0,4 0,3 0,2 0,1 1901 - 1913 1914 - 1929 1930 - 1944 1945 - 1955 1956 - 1975 1976 - 1983 1984 - 1997 Período Tasa de crecimientodel consumo- Argentina (1 / coeficiente de variación) 0,45 1 / Coeficiente de Variación 0,40 0,35 0,30 0,25 0,20 0,15 0,10 0,05 0,00 1914- 1929 1930 - 1944 1945 - 1955 1956 - 1975 Período 27 1976 - 1983 1984 - 1996 TasadeCrecimientodelaInversión- Argentina (1/ coeficientedevariación) 0,30 1 / Coeficiente de Variación 0,25 0,20 0,15 0,10 0,05 0,00 -0,05 1901- 1913 1914- 1929 1930- 1944 1945- 1955 1956- 1975 1976- 1983 1984- 1996 -0,10 -0,15 Período Tasadecrecimientodelos salariosreales- Argentina (1/ coeficiente de variación) 0,18 1 / Coeficiente de variación 0,16 0,14 0,12 0,1 0,08 0,06 0,04 0,02 0 -0,02 1914- 1929 1930- 1944 1945- 1955 1956- 1975 -0,04 Período 28 1976- 1983 1984- 1998 Déficit del Sector Público- Argentina (porcentaje del PBI, promediodel período) -8,0% Porcentaje del PBI -7,0% -6,0% -5,0% -4,0% -3,0% -2,0% -1,0% 0,0% 1914 - 1929 1930 - 1944 1945 - 1955 1956 - 1975 Período 29 1976 - 1983 1984 - 1996 Promedio y desvío standard de tasas de crecimiento de variables económicas seleccionadas Argentina - Siglo XX Tasa de crecimiento del PBI - Argentina (Desvío standard) Tasa de crecimiento del PBI (Promedio del período) 8% 7% 6% Desvío Standard Tasa de crecimiento 7% 5% 4% 3% 2% 1% 6% 5% 4% 3% 2% 1% 0% 0% 1901 1913 1914 1929 1930 1944 1945 1955 1956 1975 1976 1983 1984 1997 1901 1913 1914 1929 1930 1944 1976 1983 1984 1997 Tasa de crecimiento del consumo - Argentina (Desvío standard) 10% 4,0% 9% 3,5% 8% Desvío standard 4,5% 3,0% 2,5% 2,0% 1,5% 1,0% 7% 6% 5% 4% 3% 2% 0,5% 1% 0,0% 1914- 1929 1930 1944 1945 1955 1956 1975 1976 1983 1984 1996 0% 1914- 1929 1930 - 1944 1945 - 1955 1956 - 1975 1976 - 1983 1984 - 1996 Período Período Tasa de crecimiento de la inversión - Argentina (Promedio del período) Tasa de crecimiento de la inversión - Argentina (Desvío standard) 20% 30% Desvío standard 15% 10% 5% 25% 20% 15% 10% 5% 0% -5% 1901 1913 1914 1929 1930 1944 1945 1955 1956 1975 1976 1983 1984 1996 0% 1901 1913 1914 1929 Período 1930 1944 1945 1955 1956 1975 1976 1983 1984 1996 Período Tasa de crecimiento de los salarios - Argentina (Promedio del período) Tasa de crecimiento de los salarios - Argentina (Desvío standard) 25% 4% 4% Desvío standard Tasa de crecimiento Tasa de crecimiento del consumo - Argentina (Promedio del período) Tasa de crecimiento 1956 1975 Período Período Tasa de crecimiento 1945 1955 3% 3% 2% 2% 1% 20% 15% 10% 5% 1% 0% -1% -1% 0% 1914- 1929 1930 1944 1945 1955 1956 1975 1976 1983 1984 1998 1914- 1929 1930 1944 1945 1955 1956 1975 Período Período 30 1976 1983 1984 1998 Tasa de crecimiento del PBI (1 / coeficiente de variación) 2,0 1 / Coeficiente de variación 1,5 Argentina Australia Italia España Gran Bretaña USA Brasil Chile México 1,0 0,5 0,0 Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1994 -0,5 Período Tasa de crecimiento del PBI - América Latina (1 / coeficiente de variación) 2,0 1/ Co 1,8 efi 1,6 cie nte1,4 de 1,2 var iac 1,0 ión 0,8 Argentina Brasil Chile México Venezuela 0,6 0,4 0,2 0,0 Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Período 31 Tasa de crecimiento del PBI Paises seleccionados de América Latina Períodos seleccionados - Promedio y desvío standard Tasa de crecimiento del PBI - América Latina (promedio del período) Tasa de crecimiento promedio 8% 7% 6% 5% Argentina Brasil 4% Chile México 3% 2% 1% 0% Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Período Tasa de crecimiento del PBI (Desvío standard del período) 14% 12% Desvío standard 10% Argentina 8% Brasil Chile 6% México 4% 2% 0% Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 Período 32 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Tasa de crecimiento del PBI - Argentina, Australia y Canadá (1 / coeficiente de variación) 1 / Coeficiente de variación 1,4 1,2 1,0 0,8 Argentina 0,6 Australia Canadá 0,4 0,2 0,0 Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Período 33 Tasa de crecimiento del PBI Argentina, Italia y España Períodos seleccionados - Promedio y desvío standard Tasa de crecimiento del PBI - Argentina, Australia y Canadá (promedio del período) 7,0% Tasa de crecimiento 6,0% 5,0% 4,0% Argentina Australia Canadá 3,0% 2,0% 1,0% 0,0% Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Período Tasa de crecimiento del PBI - Argentina, Australia y Canadá (Desvío standard) 10% 9% 8% Desvío standard 7% 6% Argentina 5% Australia Canadá 4% 3% 2% 1% 0% Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 Período 34 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Tasa de crecimientodel PBI - Argentina vs. Sur deEuropa (1/ coeficientede variación) 1,2 1 / Coeficiente de variación 1,0 0,8 0,6 Argentina 0,4 Italia España 0,2 0,0 -0,2 Todoel periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Período 35 Tasa de crecimiento del PBI Argentina, Italia y España Períodos seleccionados - Promedio y desvío standard Tasa de crecimiento del PBI - Argentina y sur de Europa (Promedio del período) 8% 7% Tasa de crecimiento 6% 5% Argentina 4% Italia España 3% 2% 1% 0% -1% Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1994 Período Tasa de crecimiento del PBI - Argentina y sur de Europa (Desvío standard) 14% 12% Desvío standard 10% 8% Argentina Italia 6% España 4% 2% 0% Todo el periodo 1900-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 Período 36 1956-1975 1976-1983 1984-1994 19 1 19 3 1 19 6 1 19 9 2 19 2 2 19 5 2 19 8 3 19 1 3 19 4 3 19 7 4 19 0 4 19 3 4 19 6 4 19 9 5 19 2 5 19 5 5 19 8 6 19 1 6 19 4 6 19 7 7 19 0 7 19 3 7 19 6 7 19 9 8 19 2 8 19 5 8 19 8 9 19 1 94 (Exportaciones + Importaciones) / PBI 19 0 19 0 0 19 4 0 19 8 1 19 2 1 19 6 2 19 0 2 19 4 2 19 8 3 19 2 3 19 6 4 19 0 4 19 4 4 19 8 5 19 2 5 19 6 6 19 0 6 19 4 6 19 8 7 19 2 7 19 6 8 19 0 8 19 4 8 19 8 9 19 2 96 (Exportaciones + Importaciones) / PBI Apertura de la economía - Varios países 0,9 0,8 0,7 0,6 0,5 0,4 0,3 Argentina Australia Brasil Canada 0,2 0,1 0 Año Aperturadelaeconomía- Argentina 0,9 0,8 0,7 0,6 0,5 0,4 0,3 0,2 0,1 0,0 Año 37 Apertura Económica - Argentina (1 / coeficiente de variación de la tasa de cambio de la apertura económica) 0,5 0,4 0,3 1 / Coeficiente de variación 0,2 0,1 0 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 -0,1 -0,2 -0,3 -0,4 Período 38 1976-1983 1984-1996 Volatilidad de la apertura económica argentina - Siglo XX Tasas de cambio del coeficiente de apertura ( X + M) / PBI Períodos seleccionados - Promedio, desvío standard y coeficiente de variación Tasa de cambio de la apertura económica Argentina (Promedio del período) Tasa de cambio de la apertura económica Argentina (Desvío standard) 0,20 0,06 0,18 0,04 Desvío standard 0,16 Promedio 0,02 0,00 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1996 -0,02 -0,04 0,14 0,12 0,10 0,08 0,06 0,04 0,02 -0,06 0,00 -0,08 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 1976-1983 1984-1996 Período Período Apertura económica - Argentina (1 / Coeficiente de variación) 0,5 1 / Coeficiente de variación 0,4 0,3 0,2 0,1 0 1914-1929 1930-1944 1945-1955 1956-1975 -0,1 -0,2 -0,3 -0,4 Período 39 1976-1983 1984-1996 Volatilidad de la apertura económica (1 / Coeficiente de variación de la tasa de cambio de la apertura) 0,5 0,4 0,3 1 / Coeficiente de variación 0,2 0,1 Argentina Australia Brasil Canadá 0 1901-1913 1914-1929 1930-1944 1945-1955 -0,1 -0,2 -0,3 -0,4 Período 40 1956-1975 1976-1983 1984-1996