f i n a l Cómo desconectar en un mundo conectado sandra sieber Profesora, Sistemas de Información, IESE E n un artículo publicado recientemente en esta revista, mi colega Juan Carlos Vázquez Dodero reflexionaba sobre la necesidad de reevaluar nuestro sentido del tiempo. Con sus palabras nos invitaba a ralentizar el ritmo de nuestras vidas y a reaprender a esperar, tal y como solíamos hacer antes de estar conectados de forma constante. Nuestras vidas profesionales y personales se han acelerado a una velocidad vertiginosa. Las innovaciones en tecnología y comunicación nos han dado acceso a una mayor cantidad de información, lo cual nos permite, en teoría, tomar decisiones más eficientes. No obstante, con las prisas por unirnos a este movimiento de la era de la información, hemos obviado un importante detalle: la sobrecarga de información. Cuando enviar un correo electrónico se vuelve algo tan sencillo y poco costoso, se produce de forma natural un uso excesivo y un abuso de la información. La abundancia es el enemigo de la calidad. Y ello plantea una pregunta crítica: ¿cómo podemos priorizar la información que realmente merece nuestra atención? En la actualidad, ser conscientes y dar sentido a la información relevante es una cuestión importante que no se puede obviar, ni en las empresas, ni en nuestras vidas. ¿Cómo podemos decidir cuál es la información que realmente nos aporta valor? La respuesta no es sencilla y requiere tiempo, pero es importante buscar ese tiempo y espacio para decidir en qué elemento de nuestras saturadas agendas debemos centrarnos. Necesitamos tiempo para desconectar, pensar, procesar y poder actuar sobre la información realmente importante. Desconectar es difícil, y cada vez más. Ahora que el mundo móvil ha elevado la conectividad a una nueva dimensión, disponemos de un acceso instantáneo a todo tipo de información en cualquier momento. Hemos entrado en una era de completa integración con todo el entorno de información. Estamos conectados al correo electrónico, a las bases de datos, a Internet y a toda nuestra red social de amigos y conocidos. ¿Acaso podemos desconectar cuando 104 Enero-Marzo 2013 / nº 128 comemos en familia o con amigos, escalamos una montaña, asistimos a una reunión o desarrollamos un importante plan de acción? Como directivos, debemos aprender a gestionar la desconexión, no solo la nuestra, sino también la de nuestro personal. Debemos permitirles separar su vida profesional de la personal y que trabajen según sus propias prioridades, no las prioridades dictadas por un mundo que está conectado de forma permanente a todos nosotros. No se trata de una tarea fácil, pero algunos pequeños pasos pueden ayudarnos a tomar la dirección correcta. Por ejemplo, si los principales directivos de una empresa envían correos electrónicos durante el fin de semana, están promoviendo un ambiente en el que las personas se sienten obligadas a estar conectadas durante ese periodo, fuera del horario laboral. Por ello, algunas empresas están fomentando la norma “fines de semana sin e-mails”, mientras que otras indican de forma expresa que cuentan con que los correos sean respondidos antes de 24 horas (como norma general), dado que si se trata de un tema urgente, consideran que deben emplearse otras herramientas de comunicación. En lo que respecta al uso de los teléfonos (e incluso ordenadores), la necesidad de desconectar es también evidente. Algunas empresas aplican la regla “reuniones sin móviles”, porque una reunión bien planificada merece la plena atención de todos los participantes. En otras palabras, las interrupciones telefónicas son consideradas cada vez más inaceptables e incluso de mala educación. Estas pequeñas normas facilitan la vida de los empleados y los directivos porque crean espacios de desconexión. Todos deberíamos pensar en ellas y añadir algunas más con el fin de concedernos unos breves instantes de distanciamiento de la sobrecarga de información que fluye a nuestro alrededor. PARA SABER MÁS: blog.iese.edu/faceit Revista de Antiguos Alumnos IESE