Para todo lo que quieres vivir... - Ministerio de Comercio, Industria y

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Experiencias turísticas únicas
ISBN 978-958-99726-5-6
Para todo lo que quieres vivir...
Zipaquirá
y Nemocón
“Son raíces, son pieles, son hojas, son animales, son símbolos muiscas, son
minerales, son semillas, son personas… que van dejando la marca en sus
cascos. Cascos que pertenecen a ese hombre que se enfrenta a la roca para
transformarla en el mundo de oscuridad”.
Poema al minero. Alberto Ferrero.
Catedral de sal de Zipaquirá.
En un grano de sal, un mundo
O
bservando una pizca de sal sobre la mesa intuimos un mundo donde sobresalen la historia
milenaria sobre la cultura de los
indígenas muiscas que habitaron en lo que
hoy es el departamento de Cundinamarca; el
suceso trágico de valerosos mártires zipaquireños que en el siglo XIX fueron fusilados bajo
el poder de la corona española, y el testimonio
de fe de humildes mineros que con su esfuerzo
levantaron una catedral de sal Ñ en Zipaquirá
y, además, una mina de sal en Nemocón…
Este mundo de la sal ha asombrado a millones de visitantes del país y del extranjero;
se encuentra a pocos minutos de Bogotá, en
dos municipios que conservan los antiguos
nombres que les dieron los pueblos indígenas, que convirtieron la sal en el centro de su
vida económica, social y religiosa…
Este mundo tuvo su origen hace 145 mi-
llones de años, en un lago salado, el mar de
Tetis, que cubría el vasto territorio de lo que
hoy son los departamentos de Santander,
Boyacá, Cundinamarca, Huila, Tolima y el
piedemonte llanero. Fue cristalizándose hasta formar cuatro grandes domos salinos, con
forma de huevos de monumentales proporciones, ocultándose en las profundidades de
la tierra y cubriéndose con la capa vegetal…
Para descubrir este mundo de la sal via-
jamos con Filiberto, el reportero gráfico, a
Zipaquirá y Nemocón; exploramos las entrañas de la tierra convertidos en mineros y
sentimos de cerca la dimensión de la obra
de valerosos hombres que encomiendan sus
vidas a la ‘Madre Divina’; descubrimos el
ingenio creador que dio vida a la nueva catedral de sal de Zipaquirá; allí llenamos el alma de renovado sentido religioso, y experimentamos la magia de la mina de Nemocón.
“(…) cada año la situación de la mina (de Zipaquirá) se vuelve más peligrosa. La gente se dedica
a aquellos puntos en los que teme menos el desmoronamiento, y así estropea la mina. Cuánto más
barata y más económica sería la explotación con pasos subterráneos, puesto que se construirían
desde el mismo lugar (desde Zipaquirá) con galerías. La sal gema misma no necesitaría ningún o
poco apuntalamiento, tan pura es en las profundidades inferiores... ”.(Viaje a Zipaquirá y a la
laguna de Guatavita. 17 de julio de 1801. En: Biblioteca Banco de la República).
Alexander Von Humboldt.
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humilde
1
Un nostálgico viaje
Partimos desde la capital colombiana, en
el tren de la sabana. Ingresamos al vagón,
sentimos el olor a carbón y el humo saliendo por la cámara del maquinista, escuchamos emocionados el pito que nos avisaba el
comienzo del viaje. Un tenue sacudón y el
crujido de los rieles nos indicaron el inicio
de este nostálgico viaje que nos permitió degustar la belleza de los paisajes de la sabana,
una fabulosa antesala de la colina donde se
encuentra Zipaquirá, la montaña de sal….
Nuestro vecino de viaje, un anciano con
un elegante sombrero de fieltro, nos contó
que el territorio que presenciábamos pertenecía al antiguo cacicazgo de Bacatá, do-
minio del zipa… Estas palabras fueron una
invitación a un relato histórico con el que
comenzaría nuestro recorrido.
El sabio y espontáneo guía nos aseguró
que la abundante riqueza salina hizo que el
conquistador español Gonzalo Jiménez de
Quesada, quien tenía como objetivo principal llegar a Perú, cambiara sus planes y fundara la ciudad capital de Colombia.
Llegamos a Zipaquirá y, al bajarnos, el anciano nos invitó a recorrer su ciudad; gustosamente aceptamos y nos llevó directamente a la Plaza de los Comuneros, donde nos
narró la gesta de estos precursores de la Independencia y la ejecución de seis mártires
zipaquireños por orden de Pablo Morillo, el 3
de agosto de 1816.
Con sus relatos nos parecía escuchar los
cascos de los caballos en la época de la Colonia, y nuestra imaginación volaba mientras nos acercábamos a la calle quinta con
carrera octava, allí imponente y majestuoso,
estaba ubicado el Palacio de Salinas de Zipaquirá, uno de los edificios más bellos del
país que encierra y muestra la importancia
política y económica de la jerarquía de la sal
en la sociedad, en este hoy, nos dijo el anciano, funciona la Alcaldía municipal.
El venerable guía nos reservaba una última
sorpresa. Nos condujo al antiguo Liceo Na-
cional de Varones, donde fue compañero de
estudios del Nobel Gabriel García Márquez.
Fue muy emocionante conocer esta respetable institución donde el gran escritor se graduó de bachiller y aprendió todo lo que sabía
en la vida, como reconoció siempre.
El hombre sabio nos acompañó hasta
el ‘complejo turístico’ donde se encuentra
ubicada la entrada a la nueva catedral de
sal. Nos despedimos de él con gratitud y
antes de ingresar visitamos el monumento
a los mineros, el campanario y las fuentes
de agua… elementos clave de esta obra reconocida como ‘la primera maravilla
de Colombia’.
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La catedral fue el escenario para el concierto ‘Cantata Pacificanto’ en el 2003. Allí se conjugaron el
arte y la ciencia bajo la dirección del venezolano Huáscar Barradas, quien con ayuda del científico
Jorge Reynolds, reconocido por su trabajo con las ballenas jorobadas, lograron que la voz de estos
cetáceos acompañara a la mezzosoprano Martha Senn y las notas del pianista Pablo Arévalo y de las
ocarinas, tamboras, flautas precolombinas y un armonioso coro. Fue un canto a la vida…
Zipaquirá: la grieta de la vida
En la entrada nos esperaba Ricardo, nuestro
guía, quien nos contó que la antigua catedral de
sal estuvo abierta desde 1951 hasta 1991. Luego,
se construyó la nueva con el diseño del arquitecto Roswell Garavito y el trabajo de 127 mineros. Nos explicó que conoceríamos la ‘grieta’
de la vida: un elemento conceptual que realza
el cisma de la religión, la separación entre los
elementos duales de la vida y la muerte, la luz y
la oscuridad, el Dios creador y el hombre.
Lentamente fuimos dejando atrás la luz del
sol y nos acercamos a la profunda oscuridad de
la montaña. Sentíamos frío e incertidumbre por
lo que nos esperaba más abajo.
La vista se iba acostumbrando a las penumbras y se empezaba a sentir el olor salino de la
roca. Mientras tanto las lámparas alumbraban el
imponente túnel sostenido por vigas metálicas
y, más al fondo, por ‘puertas alemanas’, un sistema de construcción recomendado por el naturalista alemán Alexander von Humboldt en 1801.
Nos acercamos a tocar los troncos y nos sorprendimos porque parecían de hierro. Al notar
nuestro asombro, Ricardo nos contó que la sal
absorbe la humedad de los troncos y los petrifica.
Con fervor recorrimos el deambulatorio ñ
o ‘14 estaciones del vía crucis’ de Jesús hacia
la crucifixión. Cada una está en una pequeña
capilla independiente e iluminada, que revela
un significado especial para los creyentes. La
primera, por ejemplo, muestra la palabra INRI
tallada en la roca. Sobre la superficie de cada letra se ven penetrantes trazos que lo fragmentan,
y que representan los azotes que recibió Cristo
antes de su muerte. Una mujer, de rodillas, inició
una oración que nos conmovió profundamente.
Así como las grandes basílicas esta también
‘se eleva hacia las alturas’, conectando el cielo con
la tierra, por medio de una cúpula iluminada con
una luz tenue de color azul; nuestros ojos miraron
hacia arriba, como presenciando ‘el cielo’ mientras nuestro cuerpo giraba 360 grados lentamen-
te para detallarla con cuidado. Luego continuamos, y más allá llegamos a la sacristía y después
al coro, ubicado en un balcón y custodiado por la
escultura de un ángel en posición de tocar una
trompeta, tallada en roca arenisca, por el italiano
Ludovico Consorti para la antigua catedral.
Mientras observábamos la belleza de este
‘enviado de los cielos’, nuestra mirada se dirigió
rápidamente hacia un resplandeciente lugar en
el que se detallaba, enorme, majestuosa y brillante, una cruz. Realmente cobraba vida, parecía como si quisiera salirse de la pared de la roca. Alumbraba fuertemente la nave central, o la
cámara de la vida, de casi 20 metros de alto, 80
de largo y 17 de ancho; estábamos maravillados
con su deslumbrante imponencia y también
con el trabajo de los mineros.
Pasamos a la cámara del nacimiento y al
baptisterio ä. El primero revelaba un pesebre esculpido por Consorti en roca arenisca, nos mostraba la creación, el inicio de la grieta de la vida, y des-
pués el baptisterio: una pila bautismal elaborada
completamente en sal por el maestro José Vicente
Pinto, la cual fue traída de la primera catedral.
Descubrimos detrás de la pila bautismal una
‘cascada salada’, que se había adherido a la superficie de la roca. Es una representación del río
Jordán, donde fue bautizado Jesús. Allí el agua
filtrada a través de la roca se había evaporado
con el pasar de los años, dando vida a formaciones de sal, causando la impresión de que fuesen gigantes copos de algodón que emergían y
caían al suelo. Un espectáculo de la sal creadora
de la vida que nos dejó sin palabras mientras la
admirábamos. Nos acercamos a tocarla y sentimos su fuerte textura, estaba solidificada…
Este recorrido por ‘la grieta de la vida’ se convirtió en una experiencia vital de reconocimiento de
nosotros mismos y de meditación, una oportunidad de reencontrarse con la presencia del Altísimo
en las entrañas de la tierra… Un milagro de la sal.
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La resurrección
Al salir de la cámara del nacimiento llegamos a la de la muerte y de la resurrección ë.
Ricardo, nuestro guía, nos mostró que en el
suelo estaba ubicada una construcción en
mármol, formada por dos lajas, una descorrida de la otra, que revelaba la resurrección,
la apertura del sepulcro… Fue un momento
inolvidable ¡que nos tocó las fibras más profundas del corazón!
Más adelante nos esperaba una obra esculpida en piedra por el maestro zipaquireño Miguel Sopó, bautizada ‘Descendimiento’, de 6
toneladas de peso y 2,25 metros de altura.
Retomamos ‘la grieta de la vida’ y llegamos
a la nave central ¤, el altar principal; allí se encontraba la gran cruz de 16 metros de altura,
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iluminada por una luz irreal que llegaba a los corazones de muchos feligreses, quienes se arrodillaron para hacer sus plegarias al hijo de Dios...
Hacia la mitad de la nave observamos el
medallón de la creación, trabajado completamente en mármol por Carlos Rodríguez y
Hugo García; inspirado en la obra que está
en la Capilla Sixtina, en Roma, que representa
al hombre como la máxima expresión de la
creación de Dios… Esta escultura nos mostraba nuevamente la grieta como el simbolismo
dual de la separación y de la unión con Dios.
A su alrededor cuatro columnas monolíticas, los pilares representativos de la Iglesia
católica, los cuatro evangelistas: adelante
Juan y Lucas, atrás Marcos y Mateo.
Visitamos la capilla de la Virgen del Rosario de Guasá £, repleta de feligreses. En el
altar reposa su imagen, y detrás de ella pequeñas perforaciones rinden un homenaje a esos
127 mineros que trabajaron en la construcción
de la nueva catedral de sal. Mineros que cada
día agradecen a esta noble madre por resguardar su vida como un milagro, después de sus
labores en la oscuridad. Una tarea en la que
la luz de la espiritualidad es la que más brilla.
Mientras veíamos su dulce rostro, una pareja de
esposos se arrodillaron ante ella agradeciendo
por la vida de su hijo que había sido salvado de la
enfermedad. Sus lágrimas nos permitieron entender el fervor de los zipaquireños por esta virgen
que llena de bendiciones a sus fieles devotos.
Otras imágenes milagrosas para los católicos
hacen parte de esta capilla, como el Divino Niño,
el Señor de los Milagros de Buga, la Virgen de
Lima, la Virgen de Argentina, Nuestra Señora
Aparecida de Brasil, entre otras, a las que cientos
de creyentes oran en su paso por la catedral.
Con el alma extasiada por las imágenes de la vida, la muerte y la resurrección, estábamos listos
para pasar de espectadores y convertirnos en
los mineros protagonistas de esta maravilla del
país, y del mundo, que surgió de un grano de sal.
Solicitamos a la mina que nos dejara ingresar para descubrir sus entrañas, porque, como
nos contó Ricardo, ella ‘es celosa’ y hay que
pedirle permiso para avanzar… Así nos aventuramos hacia la Ruta del Minero ¥…
La Virgen del Rosario de Guasá (que significa sal), la madre de Dios a la que encomiendan su vida
los mineros en Zipaquirá antes de realizar su trabajo en las profundidades de la tierra, una milagrosa
mujer que sale cada mes de octubre en hombros de los mineros, en festividades, para recorrer las calles
zipaquireñas en procesión, siendo llevada hacia la Catedral Diocesana de Zipaquirá, en un festival en el
que banderas y festones blancos y azules ‘desfilan’ por el municipio.
“La sal que hacen del agua (…) la cuecen en vasos de barro, aposta tienen hechos
para esto, que llaman ellos gachas, y no sirve más de una sola vez, porque se quedan
pegadas a la sal que no puede despejarse sin quebrarla”. Fray Pedro Simón.
Aprendices de minero
En la entrada de la Ruta del Minero nos esperaba Manuel Forero, un minero experimentado vestido con traje de labor, botas y
una lámpara, quien nos entregó una dotación similar. Nos habló acerca del orgullo
que representa para él y para los suyos la
catedral de sal de Zipaquirá y sobre sus casi
30 años de experiencia en la minería, una
labor que ha realizado, junto a sus compañeros, con gallardía al extraer cada grano
de sal para el mantenimiento de su familia.
Así, con este relato de tenacidad, ingresamos como aprendices de mineros a explorar en la oscuridad. En esta zona las luces
de la catedral quedan atrás, además de las
grandes naves y cámaras. Este sitio es diferente. Solo nos proporciona iluminación la
lámpara minera puesta en nuestros cascos.
Asimismo, los socavones se hacen más pequeños, se respira suficiente oxígeno, pero
mezclado con el olor más fuerte a sal. Poco
a poco nuestras sombras se hacen más visibles y el silencio empieza a primar, lo que
nos recuerda que estamos solos, que nos
encontramos directamente con la mina…
Comprendimos la importancia de encomendarnos a la Virgen del Rosario de Guasá.
Arte efímero escrito por
las olas del Pacífico.
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En ese instante nuestros pasos eran cortos y
cuidadosos, lo cual nos permitía vigilar que
no fuéramos a tropezar. Basados en lo que
veíamos, Manuel nos explicaba sobre el tipo
de minería utilizada, la cual fue tecnificada y
mejorada, él la llama ‘geométrica’, porque para
la catedral se realizó con la medición adecuada
del terreno y las indicaciones necesarias para
saber cuántas toneladas por socavón se podían
sacar sin poner en riesgo la seguridad.
Estos hábiles hombres utilizaron martillos
neumáticos con brocas de hasta 2,20 metros de largo, perforando la roca hasta el
fondo, en jornadas de cuatro horas diarias.
Con dificultad tomamos en nuestras manos
una de estas herramientas y pudimos comprobar que son de un peso considerable,
cada una llega a los 20 o 22 kilos… Solo así
se comprende la gesta heroica de los mineros… Uno perforando y otro que dinamita…
En un instante del recorrido nos pidieron
activar una carga de explosivos simulada.
En el momento en el que ocurrió la explosión sentimos cómo la montaña vibraba al
recibir el impacto; el sonido era realmente
devastador, uno que eriza todo el cuerpo y
que facilita entender el riesgo y la entrega
de los mineros en su quehacer.
Más adelante llegamos a un lugar conocido
como la línea de la vida, allí todas las lámparas mineras fueron apagadas y empezamos
a recorrer el lugar en tinieblas, siguiendo
una manila que había sido adherida a la ‘pared’ de la mina… El temor hacía que desistiéramos, pero pensando en los mineros nos
llenamos de valor y continuamos adelante,
avanzando muy lentamente. Al principio, y
como un reflejo, nuestros ojos trataban de
buscar algún punto de luz que pudiera ayudarnos a caminar, pero luego aceptamos la
oscuridad y nos dejamos guiar por nuestras
manos que seguían obedientes el curso del
camino a través de la manila.
Manuel, en su amplia experiencia, nos contó que en muchas ocasiones los mineros
pueden quedarse a oscuras también, pero
por más tiempo del que nosotros experimentábamos; incluso, la gran mayoría de
las veces se encuentran en un socavón que
tiene túneles a los lados, adelante y atrás,
ellos saben que ahí están esos espacios, los
conocen y por eso tratan de movilizarse hasta hallar el camino, pero si no fuera por su
experiencia estarían atrapados hasta encon-
trar alguna fuente de luz.
Para nosotros fueron los cinco minutos más
largos de todo el trayecto, nos dejaron comprobar que trabajar en penumbras no es nada fácil para el ser humano acostumbrado
a la luz; con toda seguridad se requiere de
mucho coraje para trabajar con la gallardía
que tienen los mineros.
Dejamos atrás las entrañas de la tierra y ascendimos lentamente hacia la superficie; allí
nos encontramos nuevamente con el monumento del minero, realizado en bronce, pero
esta vez detallé con más cuidado su postura:
una que empuña con fuerza una pica que
rompe la roca estrepitosamente, y que guarda la valentía y la fortaleza de estos hombres.
Estábamos exhaustos y nos dirigimos a uno
de los restaurantes del municipio para almorzar un plato de la región: la gallina criolla
zipaquireña. Mientras caminábamos los artesanos nos mostraron sus bellas esculturas
realizadas con la roca de sal, unas mostraban
imágenes religiosas y otras un homenaje a los
hábiles hombres que dieron vida a la catedral.
Al final del día nos fuimos a descansar al hotel,
recordando con creciente emoción esta experiencia única en torno al mundo de sal…
Nemocón: un abismo multicolor
Dejamos Zipaquirá y nos aventuramos durante
35 minutos por carretera hacia Nemocón, en
Cundinamarca, cuyo nombre en muisca significa ‘lamento de león o rugido de guerrero’, un
lugar considerado como sagrado en el pasado,
cuando los zipas caminaban hasta allí para hacer sus rituales de alabanza.
En medio de viviendas de estilo colonial nos
esperaba Orlando Arias, un experto guía que
desde que era un niño conduce a los visitantes
a través de las minas de Nemocón Ñ.
Nos comentó que haríamos dos paradas importantes, de riqueza cultural, antes de conocer la
mina. Primero nos invitó a un restaurante reconocido del municipio: íbamos a probar el plato
del minero, aquella preparación que llevaban
las mujeres a las minas para sus esposos, una
costumbre que hacía de ese momento uno completamente familiar, que se disfrutaba en las entrañas de la tierra, en una ‘ciudad subterránea’.
Este plato se prepara aprovechando los grandes calderos donde hierve intensamente la salmuera dejando que el agua, por evaporación,
se separe de la sal. La morcilla, longaniza, lomo
de res y costillas de cerdo se sumergen durante
pocos minutos en esta, se sacan y se ponen sobre una plancha para su cocción. Al momento
de servirlos se acompañan de plátano maduro,
guacamole y yuca ‘chorriada’, en una salsa a
base de salmuera… ¡Exquisito!
Salimos del restaurante y en nuestro camino encontramos un almacén en el que se confeccionan
bellas prendas de vestir, usando un arte casi milenario, el del macramé, o del anudado. Orlando nos
comentó que en la Colonia fue utilizado por las
mujeres elegantes, que lo portaban en pañolones,
convirtiéndose hoy en una usanza de las bisabuelas que ha vuelto a conocerse.
Avanzamos por las calles en las que, cada mes
de julio, se celebran las festividades en honor a
la Virgen del Carmen, patrona de los mineros de
Nemocón a quien sus devotos llenan de cánticos
y oraciones, mientras caminan hacia la mina o a la
gruta donde se encuentra su imagen.
Al llegar a la mina visitamos el Museo de
Historia Natural ¥, adecuado en el recinto donde en el siglo XIX los mineros fabricaban sus herramientas y tenían el taller de metalmecánica
para la explotación de la mina. Son cerca de 500
años de historia y 300 de explotación minera.
Minutos después ya teníamos puesto el casco
y llevábamos la lámpara minera… Nos adentramos en la ‘ciudad subterránea’, a más de 80 metros de profundidad. La sal purificaba nuestros
pulmones proporcionándonos la energía que
necesitábamos para el trayecto. Como es tradición, pedimos permiso a la madre tierra y nos
encomendamos a la protección, como lo hacían
los mineros de este municipio, a la Virgen del
Carmen; así comenzamos a caminar hacia una
experiencia que nos llevaría a un gran ‘abismo’
de sorpresas, un lugar que nos dejaría maravillados de la habilidad minera.
Descendimos lentamente los primeros 60 metros, haciendo pausas para que nuestro cuerpo se acostumbrara a las condiciones internas
que ofrecía la montaña.
Nos adentramos en la oscuridad, y en las profundidades observamos la estructura de los socavones realizada a partir del conocimiento del
sabio Humboldt. Llegamos al túnel Santa Bárbara, uno de los últimos niveles en explotación,
donde Orlando nos pidió cerrar los ojos y dejar
que nuestros pies nos guiaran hacia el fondo
del túnel. En ese momento nuevamente las penumbras nos generaban ansiedad por descubrir
lo que habría del otro lado. Caminamos durante
unos pocos minutos y cuando terminamos de
atravesarlo abrimos los ojos y fue allí donde
este lugar realizó un sortilegio sobre nosotros.
Efectivamente, los comentarios acerca de que
este lugar era mágico y colorido eran completamente ciertos, porque a nuestros pies teníamos
‘un precipicio’ que nos atemorizaba, pero que
nos fascinaba simultáneamente con todas las tonalidades que nos dejaba percibir. Allí la iluminación del lugar, mezclada con la ‘vida’ de la mina,
sin duda supera los límites de la imaginación…
Orlando esperó paciente a que nuestros ojos
trataran de explicar lo que veíamos, y luego nos
contó que lo que habíamos presenciado era el encanto de la cámara de los tanques saturadores ñ,
lugares en los que se arrojaba la roca para la extracción de la salmuera y la producción de la sal,
pero que años más adelante las aguas de un lago
subterráneo, conformadas por solución salina
hipertónica, es decir completamente saturadas
de sal, habían llegado hasta allí convirtiéndolas
en un espejo gigante, con perfecta refracción,
que hacían que el lugar resplandeciera…
Dejamos ese gran ‘abismo’, ese gigante espejo
de colores, para pasar por una cámara adecuada recientemente en la que reposa una réplica
de la cápsula Fénix, un recordatorio de que esta
mina fue elegida como escenario del rodaje de
la película ‘Los 33’, basada en la historia real
de los mineros chilenos que permanecieron
atrapados durante 72 días en una mina de oro
y cobre, en el desierto de Atacama.
Nos explicó Orlando que, en el caso de esta mina, sus pilares anchos y gruesos le dan una condición de un altísimo grado de sismorresistencia,
al haber mayor casco salino en esas profundidades y por la forma de arco de su estructura. Incluso los expertos han llegado a la conclusión de que
la mina de Nemocón es una de las más seguras
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Negro como el diablo/ Caliente como
el infierno/ Puro como un ángel/ Dulce
como el amor. Talleyrand (1754-1838).
del mundo, y por eso está abierta al público.
Conocimos las ‘nubes salinas de algodón’ ä
que se adhieren a las ‘paredes’ en forma de cascada, y que afloran, crecen y bajan hasta cubrir
por completo el lugar. Apreciamos los increíbles estalagmas (estalactitas, estalagmitas y estalagnatos); cerramos los ojos y escuchamos el
río salado subterráneo ‘invisible’, uno que gota
a gota le da vida a estas formaciones y les permite crecer de uno a tres centímetros por año.
Más adelante observamos un enorme cristal
de sal (halita) en forma de corazón ¿. Orlando nos contó que hasta ahora, geológicamente
hablando, es el más grande del mundo que se
haya expuesto. Fue encontrado en la década de
los sesenta, y después el minero Miguel Sánchez le dio forma de corazón, uno que palpita
en las entrañas de la tierra. Este es el tesoro de
la mina, pesa casi 1.600 kilos, tiene 1,10 metros
de alto, 1,20 de ancho, más de 25 centímetros de
Para vivir
mejor esta
experiencia…
espesor. Es translúcido: una gran gema.
Sin duda, como dice Orlando: “En la mina de sal
de Nemocón, el corazón de Colombia palpita
desde las entrañas de la tierra para el mundo”.
Con el corazón henchido de amor por nuestro país, arribamos a la cámara de la capilla ¤,
en la que la Virgen del Carmen flota sobre una
esfera tallada en roca de sal de 1.300 kilos…
¡Así nos sentíamos nosotros!
Otras sorpresas nos esperaban: la cámara en la
que, recostado en un árbol, está representado el tercer zipa de Bacatá, el cacique Nemequene £, que
gobernó a los muiscas entre 1490 a 1514, y que
hizo que su comunidad viviera tranquila bajo rigurosos códigos de convivencia, el “Código de
Nemequene”. Cuenta la leyenda que el cacique
en ese árbol tuvo un sueño en el que aparecían
sucesos extraños, en el que bestias de dos cabezas y señores con barbas blancas, armaduras,
espadas y lanzas atacaban a su pueblo haciendo
•
Cada uno de los recorridos, tanto
en Zipaquirá como en Nemocón, dura
dos horas aproximadamente. Planee un
día completo para disfrutarlo sin afanes.
Las comparaciones no deben hacerse en el caso de la catedral de sal de
Zipaquirá y la mina de Nemocón, cada
una de estas es diferente y alberga sorpresas inimaginables.
La ruta del minero, en la catedral,
•
•
saqueos con los que traían la muerte y la desolación… Preocupado, reunió a los guerreros y les
ordenó esconder todos sus tesoros en el cerro
del Santuario. Después, en una noche y a la luz
de la diosa Chía, realizaron, con flautas y tambores, un ritual para quitar del alcance de los
invasores el tesoro del pueblo. Años después el
sueño se hizo realidad: llegaron los conquistadores y vencieron a su pueblo…
Con esta trágica historia y la mente inundada de
la belleza de esta mina volvimos lentamente a la
superficie, y Orlando como epílogo de esta aventura nos llevó a conocer la manera tradicional en
la que se extrae la sal en unos calderos alimentados con carbón, que bullían vigorosamente a una
temperatura de 800 grados centígrados. Uno de
los hombres que estaba al frente del trabajo nos
permitió acercarnos a uno de los calderos ya apagados para que con pala pudiésemos sacar la sal
y ponerla sobre los canastos para que empezara
es independiente al recorrido regular y
tiene un costo adicional. Vale la pena
realizarlo y es totalmente seguro. Si desea más información sobre la catedral
de sal de Zipaquirá, ingrese a: www.
catedraldesal.gov.co
Recuerde que la catedral de sal fue
construida bajo una premisa religiosa;
es una catedral y merece el respeto que
pide cualquier templo religioso.
•
a secarse. En ese momento, ¡comprendimos la
importancia del grano de sal en nuestras vidas!
Al despedirnos de Nemocón y de Orlando, recordamos todas las vivencias de ese día. Sin
duda alguna, una experiencia en la que comprendimos que todos somos mineros de alguna
manera, venimos de la tierra y volvemos a ella…
Hacemos parte de su simiente, la que también
está integrada por el cloruro de sodio, la sal de
la vida… Una aventura que nos une al tesoro de
nuestras montañas colombianas…
Definitivamente, esta es una experiencia en la
que las minas de sal y los pueblos, su historia
y su cultura enmarcan una gran aventura que
permite acercarnos a un mundo donde brota la
sal creadora; sal que se posa sobre los labios de
la gente y produce su sonrisa, la sal de la vida...
¡Zipaquirá y Nemocón, una experiencia inolvidable que todo colombiano debe vivir!
• En su aventura hacia el municipio
de Nemocón no olvide visitar los museos de Historia Natural y de la Sal.
Para más información sobre la mina
de sal de Nemocón ingrese a: www.
minadesalnemocon.com
No deje de probar el plato del minero, en estos dos municipios existen
varios restaurantes donde lo ofrecen.
•
7
Cámara de
la capilla
5
Cacique
Nemequene
6
4
’
Cascada
de sal
Corazón de Sal
Mina de Sal
3
7
Museo
Zipaquirá
1
1
2
Paisaje Cultural
Cafetero
Saturadores
Océano
Pacífico
Nemocón
Bogotá
1
1
Catedral
de Sal
Deambulatorio
3
2
7
Nave del
Nacimiento
y el Baptisterio
6
Nave
Central
Nave de la
Muerte y la
Resurrección
4
Ruta del
Minero
Nave de la
Virgen del
Rosario
Bogotá
Altitud: Zipaquirá 2.652 msnm; Nemocón 2.585 msnm
Ubicación: Zipaquirá a 55 kilómetros de Bogotá,
aproximadamente; Nemocón está a 68 kilómetros
de la capital colombiana.
Temperatura promedio: Zipaquirá a 18°C; Nemocón 14°C
Municipios cercanos: Cogua, Gachancipá, Sopó,
Cajicá, Tabio, Subachoque Tausa y Suesca.
Indicativo telefónico: (57- 1)
Hoteles: tanto Zipaquirá como Nemocón tienen una
oferta interesante de hotelería.
Gastronomía: el plato del minero, la gallina criolla asada, las
almojábanas y el chicharrón de cuajada con salmuera.
Fiestas y otras celebraciones
5
Bogotá
Julio: fiesta de la Virgen del Carmen en Nemocón.
Agosto: en Zipaquirá, conmemoración del
aniversario del sacrificio de los mártires zipaquireños.
Octubre: fiesta de la Virgen del Rosario de Guasá,
en Zipaquirá.
Septiembre: festival de danzas en Nemocón.
Copyright 2013. Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular.
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