30 leyendas olímpicas

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30 LEYENDAS OLÍMPICAS
HISTORIAS DE ESFUERZO Y SUPERACIÓN
Arriba, Bulmerka entrenando en Argelia.
Abajo, la atleta celebrando el triunfo
conseguido en los Juegos de Barcelona.
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30 LEYENDAS OLÍMPICAS
HÉROES, MITOS Y DIOSES
EL ANTÍLOPE DE ÉBANO
JESSE OWENS
Ni Hitler le tendió la mano ni Roosevelt le
invitó a la Casa Blanca. Pero sus éxitos
en los Juego Olímpicos de Berlín en 1936
cambiaron de alguna manera el mundo.
DEPORTISTA
HÉROES, MITOS Y DIOSES
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Berlín 1936
Jesse Owens y Hitler
Solo necesitó 45 minutos para conseguir su
pasaporte para los Juegos Olímpicos de Berlín.
Claro que, en ese breve lapso de tiempo, logró toda
una proeza, uno de los grandes hitos de la historia
del atletismo: batir del tirón cuatro récords del
mundo. Ocurrió el 25 de mayo de 1935 durante
una competición estatal en la ciudad de Ann
Arbor, en Michigan. James Cleveland Owens tenía
entonces 21 años y trabajaba en una gasolinera.
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Era nieto de esclavos y, de niño, había trabajado
en el campo recolectando algodón. Quizás por
eso los dolores de espalda le sobrevenían de vez
en cuando, tal y como sucedió ese mismo día
de primavera antes de saltar a la pista. Fue una
jornada mítica: igualó la mejor marca hasta la fecha
en 100 yardas y pulverizó las de 220 yardas, 220
yardas vallas y salto de longitud. Un gran presagio.
El antílope de ébano acababa de nacer.
DEPORTISTA
HÉROES, MITOS Y DIOSES
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Entre 1933 y 1936, Jesse Owens depuró
la técnica de salida con la ayuda de su
entrenador Larry Snyder.
JESSE OWENS
Estados Unidos
Oakville, 12 de septiembre
de 1913 - Tucson,
31 de marzo de 1980.
Deporte
Atletismo
(Velocidad y salto de longitud).
Palmarés olímpico
Juegos de Berlín 1936
Medalla de oro en los 100
y 200 metros lisos, en relevo
4x100 y en salto de longitud.
De origen afroamericano, Jesse había tenido que
soportar durante su infancia el desdén de sus
compañeros de clase, que, al verlo tan frágil, no le
permitían nunca participar en sus juegos. De ahí
que, para no aburrirse, se dedicara a dar vueltas
corriendo el campo de béisbol una y otra vez. Su
profesor de gimnasia, Charles Riley, se fijó en él
y le permitió entrenar fuera de horarios, ya que
a la hora de los entrenamientos el joven Jesse
trabajaba en una zapatería. Riley fue su mentor,
el primero que creyó que aquel chaval nacido en
Oakville llegaría a ser el mejor atleta del mundo. No
se equivocaba: no solo lo fue sino que lo consiguió
en el mejor escenario posible, la ciudad de Berlín,
y ante un personaje empeñado en demostrar, en
aquella cita olímpica de 1936, que la raza aria era
superior y dominaría el planeta. Adolf Hitler tuvo que
soportar algo impensable: ver como un negro, pobre
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JESSE OWENS
HÉROES, MITOS Y DIOSES
FUE UN PROFESOR DE CLEVELAND QUIEN REBAUTIZÓ AL ATLETA AFROAMERICANO
COMO JESSE. AL PREGUNTAR A SU ALUMNO CÓMO SE LLAMABA ÉL DIJO QUE J.C.,
PERO SU ACENTO LLEVÓ AL MAESTRO A LA CONFUSIÓN.
de solemnidad, derrotaba a domicilio a los atletas
alemanes. Y de qué manera.
A la izquierda, Owen ejecutando el salto
de longitud que le dio la medalla de oro
en los Juegos de Berlín. A la derecha,
el atleta estadounidense en una imagen
de 1975.
Fueron cuatro las medallas de oro que el miembro
que más miradas concitó del equipo de Estados
Unidos se colgó al cuello. Ganó en los 100 y
200 metros lisos, en el relevo 4x100 y en salto
de longitud, una sucesión de éxitos que nadie
conseguiría repetir hasta los Juegos Olímpicos de
Los Ángeles de 1984, en los que Carl Lewis reeditó
su hazaña. Owen estuvo a un paso de quedarse
fuera de la final de salto de longitud. Si consiguió
participar fue gracias a que, durante la prueba de
clasificación, el ídolo local, el alemán Carl Ludwig
Luz Long, medalla de plata a la postre, le aconsejó
cómo debía encarar su último y definitivo intento,
tras dos nulos. Jesse le hizo caso, pasó a la final y
ganó con un magnífico 8,06 a su improvisado amigo
rubio de ojos azules, que fue galardonado años
después, a título póstumo, con la medalla Pierre
de Coubertin que ensalza los valores olímpicos.
Un gesto que seguramente doliera a Hitler, que
se negó a aplaudir los éxitos de Jesse e incluso a
darle la mano. Aunque Owens no fue el único negro
que ganó. El equipo estadounidense contaba con
10 integrantes afroamericanos que consiguieron
en total siete medallas de oro, tres de plata y tres
de bronce. Hitler se vio obligado a no aplaudir a
nadie, ni siquiera a los alemanes, para no tener que
excusarse todo el rato y dar alas a los periodistas
más críticos con el régimen.
Aunque de esta anécdota histórica se ha escrito
mucho con el paso del tiempo, el protagonista no
lo vivió como un gran desagravio. Incluso hasta le
pareció mal que la prensa criticara tanto al führer por
aquel incidente del que él casi ni se dio cuenta. Jesse
Owens fue tratado durante los Juegos casi como un
dios. No solo fue aclamado en el Estadio Olímpico
por unos 110.00 espectadores, sino que incluso se
alojaba en hoteles de lujo y firmaba autógrafos a
su paso. Pero, a su regreso a los Estados Unidos,
le sacudió de golpe la triste realidad: tuvo que
volver a su puesto como botones del hotel WaldorfAstoria. El presidente de su país, Franklin Delano
Roosevelt, tampoco le tendió la mano ni le invitó
a la Casa Blanca. En aquella época no se estaba
para concesiones que pudieran arruinar un posible
triunfo electoral y había que cuidar la imagen ante los
estados segregacionistas del sur.
Él era un negro en un mundo de blancos: “Volví
por la puerta de atrás. No pude viajar en la parte
delantera del autobús. No podía vivir donde
quería”, escribiría en sus memorias Jesse Owens,
a quien no le quedó más remedio que participar en
espectáculos deportivos en los que hasta competía
contra caballos y motocicletas para ganar dinero
y sacar a su familia adelante. Un día, preguntado
por cuál había sido la clave de su éxito, respondió:
“No darme por vencido. Correr, porque es la mejor
actividad que existe. Puedes hacerlo solo, con tu
propia fuerza. Ir en cualquier dirección, rápido o
despacio, luchar contra el viento, si así lo quieres…
Corriendo busqué nuevos horizontes con la fuerza
de mis pies y la resistencia de mis pulmones”.
Aunque fue, precisamente, un cáncer de pulmón el
motivo de su muerte, en 1980.
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