2ª parte Ruta de la Sevilla Mudéjar

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Adolfo Pastor Fuentes
Iglesia de Santa Marina
Situada en la calle San Luis, al igual que la iglesia de San Marcos, Santa Marina fue una de las primeras
parroquias instauradas en Sevilla tras la Reconquista de la ciudad, según consta en el Libro de
Repartimiento de Sevilla. Sin embargo, se diferencia de San Marcos, según algunos estudiosos, ya que
no hay acuerdo total, en que no fue erigida sobre una antigua mezquita, sino que se trataba de una
construcción de nueva planta.
Fue construida en estilo mudéjar, es de planta basilical, con tres naves, sin crucero, ábside poligonal
macrocéfalo en la nave central y cabecera plana en las laterales. La nave principal tiene dos veces la
anchura de las de los lados y se separa de éstas por ocho pilares rectangulares de ladrillo, con ligeros
resaltes achaflanados en los lados mayores, sobre los que voltean arcos en ladrillo apuntados y
doblados, con impostas en piedra de perfil en nacela.
La construcción primitiva de dos de sus capillas laterales puede datarse alrededor de 1.265, por los
azulejos encontrados en el subsuelo de ambas, que corresponden a tal período. El cuerpo principal, el
ábside, la torre y la Capilla Sacramental pueden ser de finales del XIII o del siglo XIV.
El terremoto de 1.356 afectó gravemente al edificio, según recoge Ortiz de Zúñiga, por lo que en época
de Pedro I, el arzobispo don Nuño consiguió los caudales necesarios para la rehabilitación (más bien
reconstrucción) de las iglesias de San Román, San Miguel, Ómnium Sanctorum y Santa Marina,
incluyendo en esta última la reedificación completa de la torre, lo que descarta que se trate del antiguo
alminar de una mezquita.
Del siglo XV son las capillas de la Virgen de la Aurora y de la Virgen del Amor; de principios del XX la
Capilla Bautismal y las escasas dependencias anejas al templo que aún se conservan.
Estuvo bajo el patronato de la familia Ribera muchos años, llegando a estar enterrado allí Ruy López de
Ribera hasta que su hijo Per Afán trasladó los restos a la Cartuja de santa María de las Cuevas, donde
permanecen hoy día.
En el siglo XVII la iglesia presentaba peligro de derrumbe, por lo que se procedió a su restauración. Dos
siglos más tarde, un incendio fortuito arrasó la techumbre del edificio, obligando a su sustitución.
El 18 de julio de 1.936 fue incendiada por la masa de izquierdas, perdiéndose todos los retablos, las
cubiertas de las naves y la tribuna. A partir de 1.942, y de forma intermitente, fue reconstruyéndose el
edificio siguiendo el patrón gótico original, obviando los añadidos barrocos posteriores. Todavía sufriría
un nuevo incendio en 1.981, esta vez fortuito, que obligó a una nueva intervención. Las reparaciones
finalizaron en 1.991.
En lo respectivo al nombre, la advocación de Santa Marina es confusa e incierta. En sentido estricto, la
protectora de la parroquia es Santa Marina de Orense, de dudosa existencia, a la que se le atribuyen los
hechos narrados sobre santa Marina de Antioquía, más conocida como Santa Margarita. La historia
corresponde a una doncella gallega cristiana que no quiere renunciar a su fe, ni someterse a los deseos
del gobernador romano Olibrio, quien por ello la encarcela. A la espera del martirio, pide a Dios se le
aparezca el demonio que la atormenta; éste acude en forma de dragón, que se traga a Marina, pero ella
sale sin daño de su vientre esgrimiendo una cruz. Después de vencer diversos y crueles tormentos,
muere decapitada. Se la venera como Abogada de las Parturientas.
La Cruz Verde
Encima de la torre de la Iglesia de Santa Marina, vemos la Cruz de forja que siempre fue de color verde y
estaba situada en la calle que lleva su nombre y marcaba el término entre las parroquias de Ómnium
Sanctorum y San Juan de la Palma .
Se llama así, porque su emblema (Cruz Verde) pintado sobre un pendón fue usado de estandarte en las
revueltas callejeras en 1521 por la falta de alimentos . En 1625 se volvería a protagonizar otra revuelta
pero con peor fortuna para los amotinados pues los mataron a todos y los enterraron bajo la Cruz .
En 1840, como tantas cruces que estaban en medio de la calle fueron retiradas y empotradas en
paredes de templos y esta acabó donde aquí la vemos como remate del campanario de la iglesia.
La otra versión, que cito por aparecer de forma escultórica en la portada del templo, corresponde a
santa Marina del Líbano, hija de un viudo que ingresa en un monasterio sin querer desprenderse de su
hija, a la que disfraza de niño. Años más tarde, Marina, que profesa bajo el nombre de Hermano Marín o
Marino, recibe una falsa acusación de violación, pero para no dejar a su padre en evidencia, acepta ser
expulsada del convento a cuyas puertas pasa un tiempo cuidando de su supuesto hijo. Readmitida por
su tenacidad y virtud, se encarga de los más humildes trabajos del cenobio. Cuando muere, al ser
amortajada, se descubre que en realidad era una mujer y se reinterpretan todas sus acciones;
inmediatamente se la honra por su humildad, fidelidad y valor hasta el heroísmo.
La portada principal, construida en piedra arenisca, se halla en resalte respecto al plano de la fachada,
en cuyo hastial de ladrillo se abren tres rosetones góticos de piedra que iluminan el interior de cada una
de las tres naves del templo. La portada se estructura en torno a un vano central apuntado remarcado
por ocho arcos ojivales abocinados, festoneados con zig-zag y puntas de diamante. El conjunto se
corona con una cornisa de catorce canes en forma cabezas de leones, y presenta imaginería bajo
doseletes góticos. En primer lugar rematando la portada se encuentra la figura de Dios Padre coronado,
el resto constituye un magnífico ejemplo del protogótico hispano, dedicado a las "cuatro vírgenes
principales": Santa Marina, Santa Margarita, Santa Catalina y Santa Bárbara. La línea de imposta se
remarca con relieves que representan, el del Norte a Santa Marina pastora, tal vez en el encuentro con
Olibrio, y el del Sur la salida milagrosa de Santa Marina del interior del dragón que la devora; completan
la decoración hojas de vid y otros motivos.
La figura de Santa Marina se debe a Miguel Ángel Pérez Fernández y Ricardo Llamas León (2.007). De
talla completa y estilo plenamente barroco, la talla nos muestra una muy joven Santa Marina que
sostiene sus atributos iconográficos y pisa con fuerza el cuerpo de la Bestia. Destaca por el cuidado
trabajo de los ropajes, tanto en su movido diseño y ejecución como en su rica policromía.
La línea de imposta se remarca con relieves que representan, el del norte a Santa Marina pastora y el
del sur la salida milagrosa de santa Marina del interior del dragón que la devora. Como se puede
comprobar por las fotografías es muy parecida a la de la iglesia de San Marcos.
La Capilla Sacramental ocupa la cabecera de la nave del Evangelio, lindando lateralmente con el
presbiterio y proyectándose al exterior de la fachada lateral de la iglesia. De planta cuadrada, se cubre
con bóveda gallonada sobre trompas, con dos de sus arcos apoyados sobre columnas de capiteles
romanos; dos fustes son de mármol y otros dos de granito.
Aloja una lauda sepulcral del siglo XIII cubierta con los azulejos cristianos más antiguos que se conservan
en la ciudad, sobre la que se dispone una custodia dorada. Un corredor de planta rectangular cubierto
con bóveda de espejo la conecta con la Capilla Mayor.
La amplia Capilla Mayor es alta y de buen tamaño, con bóveda de nervaduras, iluminada por tres altos y
elegantes ventanales. Comunica con la nave central mediante un gran arco ojival que se apoya sobre
dos grandes columnas. A los lados de éstas, encontramos representaciones de santa Marina (lado del
Evangelio) y san Juan Bautista de La Salle (lado de la Epístola). Domina la capilla la figura de Jesús
Resucitado, de Francisco Buiza, bendecida en 1.973.
Por último, en la cabecera de la nave de la Epístola se halla la Capilla de Nuestra Señora de la Aurora,
antigua de la Piedad, sede que fue de la Hermandad de la Sagrada Mortaja. Responde al mismo
esquema de las capillas Sacramental y de la Virgen del Amor. Se cubre con bóveda semiesférica
espléndidamente decorada con lacería mudéjar de ladrillo y yesería de inspiración nazarí; la linterna se
añadió a finales del XVII. Estamos ante un claro ejemplo de capilla funeraria y se piensa que fue
edificada entre 1.249 y 1.258, por orden del entonces arzobispo de Sevilla, el infante don Felipe, hijo de
Fernando III, si bien él no fue finalmente enterrado aquí. Sí lo fue, en cambio, Juan Martínez, armador
de la flota real, caballero Veinticuatro de Sevilla, que corrió con los gastos de su reconstrucción entre
1.411 y 1.415.
La imagen de Nuestra Señora de la Aurora se debe a Antonio Joaquín Dubé de Luque, que la talló en
1.978 en madera de cedro con candelero de pino. Representa a la Virgen María inmediatamente antes
de la salida del sol en el Domingo de Pascua, es decir antes de la Resurrección de Jesús. Aún sumida en
el dolor por la muerte de su Hijo espera, serena y llena de esperanza, el cumplimiento de la promesa de
resurrección.
Detalle de los adornos de yeserías
En esta capilla se expone también el Ángel Anunciador, de Francisco Buiza (1.975), de estilo neobarroco,
de estilo y ejecución de la imagen idénticos al del Resucitado que preside el templo.
Bóveda de gajos en la capilla del sagrario)
Cruz del Caño Quebrado
En la Sevilla medieval las cruces eran elementos cotidianos y habituales en las calles, sirviendo tanto
para delimitar collaciones y feligresías como para señalar hitos importantes en la vecindad. Unos usos y
unas utilidades que en la actualidad han quedado obsoletos con el discurrir de los tiempos, pero de los
que aún quedan vestigios en algunos rincones de la ciudad, como es el caso de Ómnium Sanctorum,
donde llegaron a concentrarse en su momento hasta cuatro cruces de distinta forma, origen y uso que,
que han llegado hasta nuestros días.
La primera de estas cuatro cruces es la conocida como Cruz del Garfio. Esta cruz estaba originalmente
ubicada en la calle Peris Mencheta, antiguamente conocida como Peso del Carbón ya que en ella se
comerciaba el combustible de este tipo que se vendía en Sevilla.
La segunda es otra cruz de forja que tiene quizás menor belleza que la anterior, pero no por ello menos
historia, la Cruz de Linos. De grandes dimensiones, su origen rememora sucesos más lúgubres y
desgraciados, ya que señalaba la existencia de un cementerio de la terrible epidemia de peste que asoló
Sevilla y que diezmó considerablemente su población.
En dirección contraria, en esta ocasión hacia el centro de la ciudad y siguiendo la histórica calle Ancha,
tramo de la actual Feria que abarcaba desde la ya citada Linos hasta la plaza del Caño Quebrado, hoy
Montesión, encontrábamos otra cruz de no menos belleza que las anteriores y que daba también
nombre a la plazoleta en que estaba situada, concretamente en la confluencia de Correduría con Feria:
la Cruz de Caravaca.
También tenía ésta un uso distinto a las anteriores, ya que fue levantada para homenajear la Santa Cruz,
llegando a contar incluso una Hermandad propia que desapareció a principios del siglo pasado.
Y llegamos a la más famosa de las cruces que existieron en las inmediaciones de la vieja iglesia de
Ómnium Sanctórum, la que aún da nombre a la calle en que se encontraba y la que, curiosamente, está
más lejos y peor conservada de todas, la Cruz Verde.
Convento de Santa Paula
Muy cerca, en Santa Paula, está uno de los conventos de clausura con más historia de Sevilla cuya iglesia
es una maravilla. Uno de los secretos ocultos de Sevilla. La portada combina los estilos mudéjar, gótico y
renacentista… pero fíjese en las cubiertas, con bóvedas nervadas y la que está montada sobre trompas,
así como el impresionante artesonado mudéjar. Es el Convento de Santa Paula, pertenece a la
congregación jerónima.
La entrada principal de la Iglesia se encuentra tras el
compás ajardinado, presenta una portada góticomudéjar con pequeños toques del renacimiento que
comienza, el arco ojival y el ladrillo mudéjar confieren
una mezcla exquisita, los azulejos presentan la fecha
de 1504 y la firma de ceramista italiano Niculoso
Pisano. Los ángeles portando los emblemas de la
Orden y los tondos de Santos son de Pedro Millán,
discípulo de Mercadante de Bretaña. En el tímpano
aparece el escudo de los Reyes Católicos.
Santa Catalina, joya del mudéjar
Perteneciente al grupo de las Iglesias gótico-mudéjares de Sevilla, su construcción data del siglo XIV y se
ubica en el lugar de una mezquita anterior.
El templo se compone de tres naves separadas por arcos apuntados sobre pilares rectangulares, siendo
la central más ancha y alta que las laterales. Sus cubiertas son de madera, en forma de armadura de par
y nudillos la central, y en colgadizo las laterales. La cabecera está formada por una capilla poligonal con
bóvedas nervadas más un tramo rectangular inicial.
Exteriormente la torre presenta una interesante decoración, compuesta por paños de sebka y arcos
ciegos polilobulados inscritos en alfiz, ornamentación muy mermada durante la restauración efectuada
en 1881. Relacionada con esta decoración de arcos polilubulados de la torre se encuentra la
ornamentación del "redondillo", estancia irregular en forma de ábside semicircular situada a los pies de
la nave del Evangelio.
San Juan de la Palma
La Iglesia de San Juan de la Palma en Sevilla es como conocemos a la Iglesia de San Juan Bautista,
levantada como tantas otras sobre el solar de una mezquita, hacia el año 1478, en tiempos del rey
Fernando III.
Interiormente presenta la clásica planta rectangular de tres naves separadas por pilares de ladrillo y
cubiertas de artesonados de madera, con algunas capillas laterales añadidas posteriormente.
La portada situada a los pies se enmarca entre semicolumnas labradas sobre cuyos capiteles corre un
tejaroz volado sobre canes de piedra con cabezas de león. La puerta de madera claveteada queda
rehundida tras las arquivoltas góticas, donde destacan la interior, acabada en fina crestería, y la exterior,
decorada con puntas de diamante y formas geométricas. La portada queda flanqueada entre dos
pequeñas capillas con basas y doseletes góticos y se remata superiormente con otra centrada sobre la
clave, dando como resultado un buen ejemplo de arquitectura tardogótica, que aparece tras una
artística reja de protección que cierra un pequeño espacio a modo de compás de entrada a la iglesia.
La esbelta espadaña de esta iglesia, realizada en ladrillo y acabada en 1788, como reza un azulejo
situado en su frente, consta de tres cuerpos de altura; el primero prácticamente ciego sirve de soporte y
altura para los dos superiores donde se alojan las campanas, dos en el cuerpo central y una más
pequeña en el superior. Siguiendo la estética barroca del momento, presenta incrustaciones de azulejos
de reflejos metalizados y semiesferas en su decoración, así como pilastras revestidas de tacos vidriados
y los clásicos jarrones a modo de pináculos.
La portada del lado de la epístola es del siglo XVIII adintelada y en su parte superior lleva cerámica con
leyenda alusiva a San Juan Bautista. A la derecha figura un retablo cerámico de "Nuestra Señora de la
Amargura y San Juan Evangelista" realizado por Manuel de Lastra y retablo de las Animas del Purgatorio
del siglo VXIII.
En las pechinas de la bóveda del presbiterio medallones con relieves de los cuatro evangelistas, de
principios del siglo XVIII rematada con el Espíritu Santo.
El retablo mayor de “Ntra. Sra. de la Amargura” es de estilo rococó y consta de banco, cuerpo y ático.
Fue realizado por Francisco González Guisado (1777) y restaurado y dorado en oro fino por Francisco
Ruiz Rodríguez (1960). Se encuentra presidido en su camarín central por imagen titular acompañada de
"San Juan Evangelista", obras de Benito Hita y Castillo (1760) y flanqueada por pequeñas esculturas de
"San Juan Niño" y del "Niño Jesús", obra esta ultima de Francisco de Rivas (1664).
Adolfo Pastor Fuentes
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