Hacia Tierra Firme La Sana Competencia... M e emocionaba saber que los oficiales de mi promoción habíamos sido designados para estudiar una carrera afín a la naval. Éramos jóvenes ávidos por aprender. Muchos ya estaban casados, sin embargo, la Marina había dispuesto que se den todas las facilidades para poder asistir a clases. Estábamos en el tercer año de Tenientes de Fragata. Todos habían logrado especializarse en alguna de las ramas que ofrecía la Marina. De los diecinueve, tres Infantes de Marina, cuatro pilotos navales, dos submarinistas, nueve de superficie y un oceanógrafo, que seguía en el exterior perfeccionándose. Fue una decisión que nos benefició a todos. Los que seguíamos en repartos fronterizos o embarcados en unidades operativas podíamos seguir los cursos a distancia. El único requisito, culminar con la carrera hasta el llamado al Curso básico de Comando en la Academia de Guerra Naval, requisito de ascenso a Capitán de Corbeta. En otras palabras, cada uno de nosotros tenía hasta nueve años para obtener el nuevo título. La gama de carreras era variada, no hubo barrera alguna. La Marina sabía que contar con militares convencidos y preparados, a la par de cualquier profesional, le permitía ventajas exponenciales. Las carreras alternas eran accesibles. El requisito sin equanom era asistir a las clases presenciales por lo menos dos fines de semana al mes. Había flexibilidad para que alcanzáremos la meta. Mientras 185