Documento - Publicaciones de Defensa

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REVISTA
HISTORIA NAVAL
AñoX
Núm. 36
INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL
ARMADA ESPAÑOLA
INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL
ARMADA ESPAÑOLA
REVISTA
DE
HISTORIA NAVAL
AñoX
1992
Núm. 36
REVISTA DE HISTORIA NAVAL
CONSEJO RECTOR:
Director
del Instituto de Historia y Cultura Naval, JoséIgnacio Gon
zález-Aller Hierro, contralmirante.
Presidente:
Vicepresidente
y Director:
Cervera
José
Pery, coronel auditor de la Armada.
Vocales:
Secretario
general del Instituto de Historia y Cultura Naval, Juan
Antonio ViscasillasRodríguez.Toubes.
Redacción:
María
Vigón Tabar, Lola Higueras Rodríguez, Luisa Martín-Merás,
Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, Isabel Hernández Sant.
Administración:
Ovidio
García Ramos, comandante de Intendencia de la Armada,
Cristina Sánchez de Neyra Espuch.
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:
Instituto de Historia y Cultura Naval
Juan de Mena, 1, 2. plta.
28071 Madrid (España).
IMPRIME:
Servicio de Publicaciones de la Armada.
Publicación trimestral: primer trimestre 1992.
Precio del ejemplar suelto: 650 pta5.
Suscripción anual:
España y Portugal: 2.600 ptas.
Resto del mundo: 30 $ USA.
Depósito legal: M. 16.854-1983.
ISSN-0212-467X.
NIPO: 098-92-007-7.
Printed in Spain.
CUBIERTA:
Logotipo del Instituto de Historia y Cultura Naval.
SUMARIO
Págs.
NOTA EDITORIAL•
La dimensión humana colombina en la obra del profesor Taviani,
por José Cervera Pery
.
7
Lascampañas navales de las guerras médicas (1), por Julio Albert
Ferrero11
Sob,e las fuerzas navales sutiles españolas en los siglos xviii y xix,
por Carlos Martínez-Valverde31
Reflexiones en torno a la situación de la Armada Española hacia
1898, por Antonio Téllez Molina
55
Naos españolas en el Pacífico, por Amancio Landín Carrasco
69
Revivir la Hispanidad, por José Luis Tato81
Documento87
La EstrategiaNaval en la Historia: Principiosestratégicosestablecidos
hace dos milenios, por F. Fernando de Bordejé y Morencos ..
Noticias Generales, por Dolores Higueras Rodríguez101
La Historia Marítima en el Mundo, por Luisa Martín Merás 105
Recensiones107
‘,‘
93
COLABORAN EN ESTE NÚMERO
José CerveraPery es coronel auditor y periodista. Diplomado en Tecnología de la Información
y en Derecho Internacional. Miembro de la Real Academia de la Historia y autor de una serie
de libros de Historia Naval. Conferenciante y articulista, en la actualidad es jefe del Departa
mento de Cultura del Instituto de Historia y Cultura Naval, y jefe del Servicio Histórico del
Cuartel General de la Armada. Actual director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL.
Julio Albert Ferrero es vicealmirante de la Armada en situación de reserva. Especialista en
temas estratégicos, ha publicado numerosos trabajos en la Revista General de Marina, siendo
igualmente colaborador de la REvIsTA DE HISTORIA NAVAL. Es presidente de la Asociación de
Estudios del Mar.
Carlos Martínez-Valverdees contralmirante de la Armada. Prolífico autor, sus aportaciones a
la Historia Marítima española, tanto en la Revista General de Marina, como en la REVISTA DE
HISTORIA NAVAL, son sobradamente conocidas. Ha presentado, asimismo, trabajos, tanto de
tamas históricos como de actualidad, en diversas publicaciones de índole especializada, colabo
rando también en la elaboración de la Enciclopedia General del Mar. No es posible dejar de
mencionar también su faceta como ameno conferenciante.
Antonio TéllezMolina es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de
Madrid y profesor agregado de Bachillerato. Su trabajo se centra en el estudio de la política en
España a principios de siglo, concretamente en el desastre de Cuba. Ha realizado varias publi
caciones en revistas especializadas.
Amancio Landín Carrasco, doctor en Derecho, coronel auditor de la Armada (r), miembro
correspondiente de la Real Academia Gallega y de la Real Academia de la Historia, vocal de
la Junta del Patronato del Museo Naval y miembro de honor de la Asociación Española de Estu
dios del Pacífico,es autor, entre otras obras, de las tituladas Vida y viajes de Pedro Sarmiento
de Gamboa (1945), Mourelle de la Rúa, explorador del Pacífico (1971 y 1978), Islario español
del Pacífico (1984), Miscelánea marinera (1984), Galiciayios descubrimientos oceánicos (1991),
Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, en colaboración (1991), y España en el mar.
Padrón de descubridores (1992).
José Luis Tato Tejedor, capitán de navío, ha sido director de la Revista General de Marina
durante los cuatro últimos años y anteriormente fue subdirector de la misma. Actualmente, en
situación de retiro, forma parte de los Seminarios de Relaciones Internacionales del Instituto
Español de Estudios Estratégicos (CESEDEN). Estos temas, relativos a política internacional,
estrategia general y naval e historia, constituyen una constante en sus aportaciones a diversas
publicaciones especializadas en dichas materias. Asimismo, es miembro de la Asociación
Atlántica Española y de la Fundación Humanismo y Democracia.
NOTA EDITORIAL
No por anunciado fue menos esperado. 1992, con toda la carga emocional
que conlleva, está ya entre nosotros, y la REvisTADEHISTORIANAVAL,que
en modo alguno podía ser ajena al acontecimiento, quiere unirse a la serie de
conmemoraciones que lo enmarcan como uno de los fastos más trascendentes
de la última década del siglo.
Entre las aportaciones históricas que han de dotar a la conmemoración del
V Centenario del Descubrimiento, figura en lugar destacado la obra del sena
dor, vicepresidente del Senado de la República italiana, honorable profésor
Pablo Emilio Taviani, uno de los más profundos tratadistas del tema colombi
no, a lo largo de una dilatada y admirable producción editorial. La REvIsTA
DE HISTORIA NAVAL se complace en dar testimonio de ello, rindiéndoleun
merecido homenaje con el estudio introductorio que abre las páginas de esté
número. Tributo merecido al ilustre hispanista de la nación latina, que tanto
ha contribuido a estrechar los vínculos culturalesy. afectivos con nuestro país.
Aunque el tema del Descubrimiento y sus connotaciones hábrán de estar
muy presente en toda la planificación del año, y que en este número tienen
también su presencia en los trabajos de Amancio Landín y José,Luis Tato,
con tanta experiencia histórica acumulada, otras facetas del comportamiento
naval tan diverso como enjundioso, en su talante historiográfico, dej&ntam
bién su impronta. Así, los estudios de los almirantes Albert F rero y Martí
nez-Valverde, sobre las campañas navales de las guerras médicas; y las fuer:
zas sutiles españolas en los siglos XVIII y XIX, temas, si alejados en el tiempo,
unidos por el nexo común del protagonismo naval. Junto a ellos, Antonio
Téllez Molina nos traslada al escenario del 98, cuya revisión histórica es tam
bién un reto pendiente.
Una nuevt sección se incorpora también con el año: «La estrategia naval
en la Historia», en la que la experta pluma del contralmirante Bordejé nos
sitúa, con indiscutible autoridad, ante una serie de reflexiones que irán mati
zando aspectos esenciales de esta importante ciencia en relación con la actitud
naval ante la Historia, y de la que el hasta hace poco tiempo director del Ins
tituto de Historia y Cultura Naval es un conocedor a fondo.
Completan el número las secciones habituales de Documento, Noticias
Generales y la Historia Marítima en el mundo, que junto a las Recensiones
ofrecen desde el escaparate del 92 la rotunda convicción de que aún hay
mucho que decir.
Año
1992
LA DIMENSIÓN
HUMANA
COLOMBINA
EN LAOBRADELPROFESOR
TAVIANI
(Una reflexión en su homenaje)
José CERVERA PERY
Director de la REvIsTA DE HISTORIA
NAVAL
Escribir todavía hoy sobre Colón y el descubrimiento entraña grave ries
gos si no se tiene la necesaria sensibilidad y firme convicción para hacerlo,
porque pocas figuras existen en la historia de la humanidad tan fascinante,
profunda y enigmática, y que más controversias o apasionadas polémicas
hayan suscitado que la del almirante de la Mar Océana. Su personalidad, tan
rica en matices, no se verá sin embargo ensombrecida por el aporte de su
dimensión humana, de la que no se saben demasiadas cosas. La falta de prue
bas documentales de gran parte de sus actuaciones sigue constituyendo un
reto histórico al que se enfrentan historiadores e investigadores. Es impor
tante y plausible que persona de tan innegable solvencia y autoridad como la
del profesor Paolo Emilio Taviani trate de profundizar con dos excelentes
aportaciones, en el desvelo de los grandes y pequeños misterios que la vida de
tan eminente como controvertido navegante sigue ofreciendo.
Quizá todo elproblema de la concepción ypreparación del viaje colombino
merecería ser nuevamente sometido a examen. Con esta frase, tomada del geó
grafo italiano Roberto Almagia, abre su espléndido libro el honorable doctor
Paolo Emilio Taviani, vicepresidente del Senado de la República italiana y
profesor de Historia Económica de la Universidad de Génova. Y no creo que
nadie pueda mostrarse en desacuerdo con esta reflexión que el citado profe
sor establece en sus páginas introductorias. Se trata de un hecho evidente que
merece la pena destacar con la profundidad y buen tino con que lo hace, y que
le permite una objetiva valoración de su alcance, ya que el mérito inicial con
siste esencialmente en haber tenido el coraje suficiente para situar a Colón en
su exacta dimensión humana, naturalmente complicada y pluriforme de por
sí, pero donde la claridad expositiva constituye el factor primordial de un
sugestivo tratamiento, enriquecido con un amplio repertorio de apéndices
documentales que acreditan la identidad del trabajo desplegado en los archi
vos.
Para el profesor Taviani no existe la menor duda de que efectivamente
Cristóbal Colón nació en Génova —y con ello confirma los testimonios de
ilustres historiadores, entre los que de modo destacado sitúa a don Antonio
Ballesteros Beretta—. En este sentido se muestra profundamente dogmático,
y considera que todas las especulaciones que han surgido en torno al lugar de
su nacimiento son consecuencia directa del exagerado nacionalismo de los
siglos xix y xx. No es menos cierto que Colón y los suyos trataron siempre de
ocultar el lugar de su origen, procurando con ello quizá evitar el conocimiento
Año 1992
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JOSÉ CERVERA PERY
de su modesta estirpe. El propio almirante y su hijo Hernando pusieron todos
los medios para que el enigma quedara sin descifrar, pero dando al mismo
tiempo las pistas para que otros las siguieran. Hoy el hecho de su nacimiento
parece cuestión fuera de toda duda.
La personalidad colombina ha sido permanentemente estudiada desde sus
orígenes, pero el tema no se muestra agotado ni mucho menos. Quizá sea
Andrés Bernáldez, el cura de Los Palacios, el que mayores datos nos suminis
tre sobre la misma. Así como Pedro Mártír de Anglería nunca menciona sus
conversaciones con el descubridor, Bernaldez, por haberlo tenido de hués
ped, se ocupa detenidamente de trazar el personaje, ya que nada menos que
catorce capítulos de su historia de los Reyes Católicos, Don Fernando y Doña
Isabel, están dedicados a Cristóbal Colón y a su empresa. Su comienzo ya evi
dencia el respeto que le impone su figura. En el nombre de Dios Todopodero
so. Hubo un hombre de tierra de Génova, mercader de libros de estampas que
trataba en esta tierra de Andalucía, que llamaron Cristóbal Colón, hombre de
muy alto ingenio sin saber muchas letras, muy discreto en el arte de la cosmo
grafía y en .el repartir del mundo. Estas observaciones son muy valiosas por
venir de persona que convivió con el biografiado, y que denotan que Colón no
era el hombre de cultura notable como a veces ha querido presentarse por sus
apologistas.
De aquí posiblemente surja la idea colombina del descubrimiento, fra
guada en una curiosa mezcla de verdad y error. De Marco Polo y de la Imago
Mundi, de Pedro de Aylli, obtiene la certeza de que la distancia de España—
desde donde por fin va a proyectar su gran aventura— a la India no es muy
grande. El mapamundi de Toscanelli y su derrotero sugería inequívocamente
que la ruta occidental hacia la China y el camino de las especies no era muy
largo y bastante seguro. Algunos pasajes bíblicos, y además los versos de
Séneca de que el mar descubrirá mundos nuevos y no será Thule la última tierra
le influirán de modo decisivo. Ciertamente no por sus estudios (pues no es un
investigador ni demostrado científico), sino por lecturas improvisadas, con la
fe del autodidacta, absorbió Colón la impronta de su tenacidad, rasgo esen
cial de su carácter, de una firme personalidad presente a lo largo de sus viajes
y aún después de ellos.
El retrato que Colón hace de sí mismo revela que lejos de ser un temerario
irresponsable era un navegante muy experto. Todo lo que fasta hoy se navega
—afirma— lo he andado. Trato y conversación he tenido con gente sabia... En
la marinería me hizo nuestro Señor abundoso; de astrología lo que abastaba,
y así de Geometría y Aritmética y engenio en el ánima y manos para dibujar las
esferas...; me abrió Dios nuestro Señor el entendimiento con.mano palpable a
que era hacedero navegar de aquí a las Indias y me abrió la voluntad para la eje
cución dello. Ya sabemos que el cura de Los Palacios lo describe como un
hombre de alto ingenio y muy diestro en Cosmografía. Por tanto los conoci
mientos de Colón eran bastante superiores a los cosmógrafos de su época,
pero aún así no pudo deshacer el error —el más fecundo error, como ha sido
calificado por Hanke— acerca de la proximidad relativa entre las costas occi
dentales de Europa y las orientales de la India.
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LA DIMENSIÓN HUMANA COLOMBINA EN LA OBRA DEL PROFESOR TAVIANI
Colón se extravía a veces por su inconformismo, fogoso e incapaz de fre
no, en cuyo ánimo aparecen y chocan multitud de ideas y proyectos, no siem
pre acertados o armónicos; una amalgama ciertamente confusa de grandes
verdades y grandes errores, que lo definen y afirman desde su dimensión
humana. El hombre por el que tanto se interesa el profesor Taviani sin despo
jarlo de su ropaje romántico, porque Colón es ante todo un soñador, un espí
ritu genial que vio más allá de donde pudieron ver sus contemporáneos. Así,
la vida del genio está contada siempre desde el ángulo humano, sin que pierda
nunca su condición de hombre; sin olvidar que en el hombre existe también
lo equivocado y arbitrario.
Hay un Colón metafísico, que es el que exige acaso más esfuerzo de com
prensión.y que es el Colón de los contrastes; el que vive profundamente ilusio
nado por culminar la ruta de las Indias y del amargor de verse incomprendido
o tachado de iluso. Ese Colón atormentado que parece quedar cubierto por
el enigma que va desde la historia a la leyenda, y que tan mal ha sido tratado
por Madariaga cuando lo califica de hombre misterioso, despótico, ambicioso
y de una avaricia sórdida. Sin embargo, si de una vez para siempre se desea
comprender el genio colombino, con todas sus contradicciones, es preciso no
descolocarlo de la Europa de su tiempo ni, pór supuesto, desplazarlo de su
vigorosa condición humana, sensibilizada y dinamizada precisamente através
del enigma de su vida. Colón habría de ser, por tanto, un gran europeo, en
una Europa que entonces se llamaba la Cristiandad. Un europeo moderno
por sus contactos, sus proyectos y sus relaciones con el entorno continental,
y algo quizá por su formación y su integración mental en el destino de una idea
europea concebida en su totalidad. Porque la Europa que intuye Colón no es
ya la Europa única a la manera carolingia o medieval, sino que ha de perfi
larse a través de su Estados nacionales. Fue un europeo por la’gran aventura
de su vida y por las ciudades de su formación profesional o experiencia náuti
ca. Vive en la convicción de que ha de proyectar Europa —todavía no’sabe si
a través de Inglaterra, Francia, Portugal o España— más allá de sí misma,
pero este europeo, de espíritu universal, vivirá sin embargo a lo largo de su
existencia una situación cargada de paradojas. Su vida estará marcada por las
nuevas experiencias, y por un cúmulo de insatisfacciones que habrán de dejar
honda huella en los rasgos de su personalidad. Consultando sus relaciones,
testamento y otros documentos de su pertenencia se advierten las constantés
contradicciones. Nada traspasa el misterio, ni ofrece las menores luces para
su aclaración, porque todo Colón es una hipótesis colosal que desconcierta y
aturde; unahipótesis abierta a todas las suposiciones y a todas las convenien
cias, con una realidad firme en su vida: España y el descubrimiento.
Cabría preguntarse si es más importante, por tanto, estudiar la fisonomía
humana que la dimensión estrictamente histórica de Cristóbal Colón. Para el
profesor Taviani ambos conceptos gozan de la misma importancia. Quien
detenidamente penetre en elfondo de sus planteamientos llegará a la conclu
sión de que es difícil separar la personalidad humana, en sus ricas facetas a
veces antagónicas, de la proyección histórica del descubridor. Con Colón la
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JOSÉ
CERVERA
PERY
geografía emprende un camino con perspectivas completamente inéditas,
pero su drama humano es la pasión del poder. Es, por tanto, una gran figura
histórica, con una conjunción de hechos y circunstancias que la sitúan en un
plano muy por encima de sus propias señas de identidad. Puede pensarse que
Colón haya sido desmitificado por el propio correr del tiempo, en que son
escasas las figuras que se mantienen enhiestas y que no sucumben al juicio crí
tico de las generaciones que se suceden. Colón, sin embargo, supera cual
quier circunstancia coyuntural y su figura sigue popularizada hasta extremos
notoriamente increíbles. Se trataba de hacer algo nuevo, diferente, en la his
toria de la navegación; algo que de alguna manera transformase el espíritu
científico y geográfico de la época, y lo logró con creces. La pervivencia del
personaje, a veces, va más allá de su obra, pero la trascendencia de la misma
diluye en otras la proyección de su autor. Es una compleja situación, de la que
no siempre puede salirse airoso.
Hago estas reflexiones después de la lectura de los dos magníficos estudios
de Paolo Emilio Taviani, Cristóbal Colón, genio del mar y Cristóbal Colón:
génesis del gran descubrimiento, una doble y substancial aportación que
debiera cerrar para siempre los oscuros horizontes de la incomprensión. El
mito de Colombo, la leyenda y la patria, su origen genovés en los análisis
documentales, la familia, la casa, el origen genovés de su cultura, el hombre
Colombo, protagonista del gran acontecimiento...; facetas todas al encuentro
del personaje, que en Taviani adquieren un talante altamente revelador. La
impresión que se obtiene tras la lectura es la de contar con una nueva perspec
tiva de la dimensión humana colombina a través de un estudio enjundioso que
acumula un esfuerzo de años, concretado en el incesante acopio de documen
tos y en el dominio de una técnica narrativa, ágil, directa e irreprochable en
su claridad expositiva. Con afirmaciones bien sostenidas y conclusiones con
vincentes. El concepto europeo de la figura colombina, a salvo de sus distintas
confrontaciones con los reyes de su tiempo, hasta que encuentra el firme
apoyo de los Reyes Católicos, son aspectos enaltecedores de un esfuerzo que
ratifica en su calidad y demuestra en su planteamiento, y en el valioso aporte
documental que lo enriquece, el talante meritorio de su ilustre autor.
Como ha escrito López Ibor, el hombre se pasa la vida tratando de enten
derse a sí mismo, y la historia de la humanidad surge desde el gran intento del
hombre de realizarse, es decir, de entenderse cabalmente. Colón posible
mente terminó entendiéndose, aunque no lo supiera, y consiguió a la postre
ese halo de gloria a la que sólo llegan loshombres fuertes que saben de dolo
res, fracasos y frustraciones. Y en la vida de Colón, y su dimensión humana,
tan magníficamente trazada por el profesor Taviani, hay más luces que som
bras, pese a quien pese.
Es indudable que Cristóbal Colón, genio del mar, lúcido y visionario, des
cubrió América, pero no supo o no quiso descubrirse a sí mismo. En dos
libros impecables, el honorable profesor Paolo Emilio Taviani sí descubre al
hombre junto a su circunstancia...
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LAS CAMPAÑAS NAVALES
DE LAS GUERRAS MÉDICAS (1)
Julio ALBERT FERRERÓ
Vicealmirante (r)
Introducción
Desde el comienzo del siglo VII a. C. el mar Egeo, una vez eliminada la
competencia fenicia, se había convertido en un lago griego. Hasta fines del
siglo VI a. C. impera la aristocracia. La posesión de una cultura y de una len
gua hacía a los griegos dintinguirse de los bárbaros. El desarrollo del comer
cio borró las diferencias entre los habitantes de las distintas regiones, creando
una comunidad étnica y lingüística.
La lucha con los persas fue en defensa de una unidad cultural que se asegu
raba a través de la lengua.
Las ciudades griegas en la costa occidental de Asia Menor (Mileto, Efeso,
Focea) constituían una cabeza de puente en territorio bárbaro, limitando con
el territorio de Siria. El espíritu aventurero griego, unido a las desigualdades
políticas y sociales, produjo una fuerte emigración que se difundió por toda
la cuenca mediterránea. Grecia, que desde el siglo VIII a. C. constituía una
unidad geopolítica, desarrolló, gracias a sus colonias, un intenso comercio
marítimo favorecido por la existencia de sus costas-recortadas, por sus innu
merables islas y dificultado por las difíciles rutas terrestres.
Los griegos crearon un sistema monetario completo, que ejerció gran
influencia en la sociedad helénica.
El choque entre helenos y bárbaros, conocido ordinariamente como las
guerras médicas, proporcionó a Grecia la conciencia de su unidad.
Antecedentes históricos
Existen en la historia de Persia dos períodos perfectamente delimitados:
el primero de crecimiento hasta la confrontación con Grecia y el segundo, de
constante decadencia. El forjador de la grandeza persa fue Ciro el Grande,
nacido en el año 580 a. C., dotado de una gran inteligencia política y de un sin
gular talento militar. Realizó una brillante campaña militar durante seis años,
ampliando las fronteras del imperio hasta el Mar de Aral y la India. Tomó
Babilonia, consiguió el acceso a las fronteras de Egipto, que conquistó su hijo
Cambises. El verdadero constructor de la unidad del Imperio fue Darío, que
llegó a ocupar las tierras comprendidas entre la India y el Mediterráneo y con
siguió transformar las masas armadas en un ejército organizado. Persia consi
deró la posesión de las ciudades griegas de Jonia como etapas parauna poste
rior conquista de tierras europeas con el propósito de llegar hasta el Danubio.
Año
1992
JULIO ALBERT FERRERO
Conquistó Asia Menor, incluyendo las colonias griegas que bordeaban el Mar
Egeo. Darío, después de extender los límites del Imperio hasta el río Indo,
cruzó el Bósforo e invadió Tracia. Al parecer se desplegó hacia el norte lle
gando a las bocas del Danubio, pero esta expedición no tuvo el éxito esperado
aunque consiguió el dominio de la parte meridional de Tracia. En general,
esta campaña no contribuyó a incrementar el prestigio persa.
No está claro todavía qué fue lo que indujo a Darío a extender sus domi
nios por Europa. Parece, no obstante, probable que tanto los habitantes
libres de Tracia como los griegos simpatizaban con los griegos de la parte
Oriental del Egeo y del noroeste del Asia Menor bajo dominio persa, por lo
que Darío consideraba la necesidad de conquistar la península balcánica para
preservar la paz en la parte occidental de Asia Menor.
Debido al poco éxito alcanzado en la expedición al Danubio, algunas ciu
dades griegas del Bósforo, como Bizancio, Calcedonia y Antandro se suble
varon, consiguiendo Darío la pacificación de la zona y la conquista de Tracia.
Como consecuencia, los marinos jónicos se vieron aislados del Mar Negro,
con lo que disminuyó su comercio. En estas circunstancias estalló la revuelta
de Jonia en el año 499 a. C., que contó con el apoyo de Atenas y Eretria que
enviaron buques de refuerzo y que terminó en el año 494 a. C. en la que la
flota jónica fue destruida en la bahía de Lade. La ciudad de Mileto fue tomada
al asalto, sometiéndose rápidamente las demás ciudades jónicas. La flota
persa procedió a explotar el éxito de esta victoria conquistando las islasestado del Mar Egeo. Esta revuelta fue la causa de la invasión persa, que sor
prendió a las ciudades griegas con sus acostumbradas discordias.
En estas circunstancias, Darío envió a su yerno Mardonio, como coman
dante en Jefe de las fuerzas terrestres y navales, a restablecer el dominio
sobre Tracia y a castigar a los griegos en la primavera del año 492 en un nuevo
intento de presionar sobre Europa. Se enviaron grandes refuerzos desde la
capital persa Susa hacia el Oeste. Las operaciones tuvieron éxito tanto en
Macedonia como en la Tracia meridional restableciéndose la autoridad persa,
pero después de la conquista su flota fue destruida por un temporal en el
Monte Athos, extremo oriental de la triple península Calcídica, por lo que la
expedición posteriormente no prosperó. A pesar de esto, Darío no desistió de
castigar a Atenas y Eretria por su ayuda a la revuelta jónica y procedió a modi
ficar el plan de operaciones, ante la experiencia adquirida en la lucha contra
la revuelta jónica y ante las dificultades encontradas por Mardonio en el movi
miento combinado del Ejército y de la Marina a través de Macedonia.
Planes de campaña persa contra los griegos en el año 490 a. C.
Las dificultades aludidas, que Mardonio encontró a lo largo de la exten
dida derrota entre el Helesponto (Dardanelos) y Grecia aconsejaba estable
cer una derrota más corta a través del Mar Egeo desde la isla de Samos a
Eubea, apoyándose en las numerosas islas del Egeo. Sin embargo esta ruta
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LAS CAMPAÑAS NAVALES DE LAS.GUERRAS
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MÉDICAS (1)
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JULIO ALBERT FERRERO
marítima, a pesar de su poca extensión, hacía prohibitiva una expedición de
gran envergadura dado la limitada capacidad de carga y de transporte de los
buques de aquella época. Se necesitaba reponer abastecimientos con frecuen
cia y un gran consumo de agua. En consecuencia, Darío decidió limitar sus
objetivos: Atenas y Eretria, por su ayuda inicial a las revueltas jónicas, aun
cuando sus miras eran las de conseguir una base avanzada en el Atica para su
posterior conquista de toda Grecia.
El Ejército y la flota persa se concentraron en Cilicia, en la costa sur de
Asia Menor, bajo el mando de Datis que reemplazó a Mardonio. Aunque
Herodoto no señaló el número de hombres, sino sólo el de buques, 600 trie
ras, puede estimarse en un total de.72.000 hombres, dados los datos de que se
dispone sobre la capacidad de estos buques, del orden de 120 hombres en
cada uno. Este número era de capitán a paje e incluía las tropas de desembar
co. Algunos historiadores fijan en 4.000 hombres los que participaron en la
batalla terrestre. En cualquier caso no se trataba de una operación de gran
envergadura.
Aun cuando las batallas decisivas, tanto en tierra como por mar, transcu
rrieron durante la segunda expedición bajo el mando de Jerjes. Estas prime
ras, bajo el mando de Datis, sirvieron para obtener un mayor conocimiento
del armamento, del potencial y de las tácticas enemigas.
Batalla de Maratón
La flota, con el Ejército a bordo, salió de Cilicia a finales de julio de 1490
a. C. en demanda de la isla de Samos, perteneciente al archipiélago de las
Esporadas, en Jonia. Desde Samos se dirigió a la isla de Naxos, donde quema
ron la ciudad (sus habitantes huyeron a las montañas) ,tomaron rehenes y tro
pas de las islas en su ruta hacia la ciudad Eretria, primer objetivo de la expe
dición, en la isla de Eubea. Esta ciudad, conocedora de la invasión, había soli
citado ayuda a Atenas, que hizo lo que pudo aunque su ayuda fue modesta.
Los persas encontraron resistencia y después de seis días tomaron la ciudad
mediante un acto de traición, cometiendo pillajes y convirtiendo en esclavos
a sus habitantes.
Después de una corta estancia, los persas cruzaron al estrecho de Euripo
hacia la bahía de Maratón, en un punto de la costa de Atica a 25 millas de Ere
tria y a una distancia de 26 millas por tierra y a 60 millas por mar de Atenas.
El punto de desembarco era una playa de unas 5 millas de longitud, orientada
del nordeste al suroeste, protegida del nordeste por el monte Cynosura que
se adentraba en la mar más de una milla. Desde la playa se extiende una lla
nura tierra adentro entre 1,5 y 2 millas, dividida por un torrente y limitada a
ambos lados por tierras pantanosas. Dos caminos conducían a Atenas, el más
directo atravesaba unos montes que le hacían impracticable a la caballería, el
otro, por el contrario, bordeaba la costa y resutaba muy apto para la caballe
ría. Las planicies próximas a Atenas eran muy aptas para la acción de la caba
14
36
LAS CAMPAÑAS NAVALES DE LAS GUERRAS MÉDICAS (1)
hería, pero presentaban el inconveniente de que su proximidad a la ciudad
hacía peligrosa la reacción ateniense ante el desembarco persa. La situación
política en Atenas proporcionaba una adecuada explicación de las cáusas del
desembarco en la bahía de Maratón, puesto que existía una fuerte división en
los partidos políticos. El partido Autocrático, liderado por Milcíades, era
antipersa; el partido Democrático deseaba que Hipias recobrase el control de
la ciudad con la ayuda de los persas. El objeto probable de los persas al
desembarcar en Maratón no fue el dar la batalla allí precisamente, sino el de
hacer salir de Atenas a su guarnición, mientras ellos podían esperar en Mara
tón el tiempo necesario para que una acción traicionera resolviera la situación
y en el caso de que la guarnición griega de Atenas llegase a Maratón. Así dis
pondrían de una mayor oportunidad para conspirar en la ciudad. En ambos
supuestos, tanto si se producía la batalla como si no, parte desu ejército con
la flota podría dirigirsea Atenas, que distaba sólo 60 millas, mientras que el
resto podía contener al ejército griego allí en Maratón.
Previamente, los atenienses habían acordado una ayuda de Esparta. Con
forme a ello, al tener noticias de la caída de Eretria, enviaron un mensajero
para conseguir la prestación acordada. Este volvió inmediatamente anun
ciando que por razones religiosas los espartanos tenían que esperar hasta la
luna llena. Llegaron a Atenas el 1.° de septiembre. Los ateniensesse entera
ron del desembarco el día 10. La fuerza ateniense estaba mandada por el
polemarca Calímaco. El más destacado de los generales atenienses era Mil
ciades y es probable que su prestigio afectase a las decisiones del Consejo de
Guerra. Aunque no se conoce con certeza la cantidad de las fuerzas atenien
ses, diversas consideraciones llevan a pensar que se trataba de 7.000 u 8.000
hombres, frente a la estimación de unos 10.000 persas que desembarcaron en
Maratón.
Cuando las fuerzas atenienses se desplazaban por la carretera interior
directa pensaron en que se iban a. encontrar con los persas, que contraria
mente permanecían estáticos en el llano junto a la playá en la que habíañ
desembarcado de sus buques, fondeados en las proximidades de la playa. Los
atenienses ocuparon las alturas, suposición era predominante. Los persas no
podían atacar, no quedándoles más alternativa que desplazarse por lacarre
tera de la costa, muy apta para la caballería o reembarco. Debió existir una
comunicación con Atenas, de modo que quedaron enterados que los esparta
nos iniciaron un movimiento sobre el día 8 deseptiembre después de la luna
llena. El tiempo transcurría sin que en Atenas ocurriese nada, lo que obligaba
a los persas a iniciar una acción decisiva antes de la llegada de los refuerzos
espartanos, en consecuencia, es probable, aunque Herodoto no lo especifica,
que los persas embarcasen parte del ejército con toda la caballería para din
girse directamente a Atenas, mientras el resto permanecía en posición para
mantener al ejército ateniense fuera de la ciudad.
Es probable que el ejército persa permaneciese al nordeste del lecho del
torrente, entre éste y la zona pantanosa, con los buques próximos al promon
torio de Cynosura para protegerse de los vientos de componente norte y nor
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deste. Esta situación les proporcionaba suficiente espacio de maniobra, tanto
para la infantería como para la caballería, y su proximidad a los buques con
las popas hacia tierra les proporcionaba una posibilidad de reembarque ante
un caso de emergencia. La parte de las fuerzas que debía contener a los grie
gos se desplazó hacia una posición en la orilla derecha del torrente Charadra
para poder tomar la carretera de la costa, al propio tiempo que se aproximaba
al enemigo. Esta decisión se llevó a cabo el 9 de septiembre.
A la llegada a Maratón, los generales atenienses celebraron un Consejo de
Guerra que dió como resultado la decisión de Calímaco urgido por Milcíades
de presentar batalla, si bien ésta debía esperar a la llegada de los refuerzos de
Esparta. Se decidió que la batalla fuese conducida por Milcíades, que era
líder de su partido, un distinguido político y soldado, aunqué Calímaco no
renunció a ocupar su puesto de honor como comandante en Jefe, en el que
perdió la vida cuando perseguía al enemigo.
Al salir para Atenas la flota persa con la caballería y con las fuerzas del ala
derecha a bordo, el resto avanzó paralelamente a la playa, con los buques
sobre la playa a retaguardia dispuestos para el reembarque de las tropas.
La táctica persa consistía en atacar con armas por el centro y envolver. En
esta ocasión no contaban con la caballería, por lo que probablemente les
obligó a alargar la línea de batalla. Por parte griega, su táctica consistía en la
carga frontal con el combate cercano con lanzas y su punto débil radiçabaen
los flancos. Sin embargo, Milcíades reforzó los flancos evitando el envolvi
miento persa, a expensas de debilitar el centro, y extendió la longitud de su
línea de combate.
La vista del embarque de la mitad del ejército persa, mientras que la otra
ala formaba cerca de la carretera de la playa, era claramente la ocasión que
Milcíades esperaba, descendiendo el ejército ateniense de las colinas, for
mando a una milla de distancia frente a las fuerzas persas y avanzando lenta
mente hasta una distancia algo mayor del alcance de las flechas, parando y
ajustando la línea y al estar preparados se movieron con rápidez probable
mente a través de la zona de fuego, con las lanzas en formación cerrada. La
batalla fue larga y encarnizada. El débil centro griego no fue lo suficiente
mente fuerte para arrollar a los arqueros persas, la élite del ejército, que tam
bién llevaban espadas crtas para el combate cuerpo a cuerpo. Por el contra
rio, el centro persa fue lo sufiencientemente fuerte para romper la débil línea
griega y siguieron hacia las colinas. Pero las dos pesadas alas atenienses envol
vieron, arrollando las alas persas y cargando sobre el centro. En esta nueva
intentona los griegos debieron estar más cercanos a la playa que el enemigo,
pero no se interpusieron.
En esta segunda fase, la acción resultó completamente favorable a los
griegos, que destruyeron el centro persa, persiguiendo a los enemigos hasta
la playa y apoderándose de los barcos, en los que los fugitivos trataban de
escapar.
Los buques que se escaparon con las fuerzas derrotadas se dirigieron a la
isla Aegilia a 8 millas de Maratón, donde habían confinado a los cautivos de
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Eretria, embarcándolos con el botín, siguieron a las otras fuerzas embarca
das, doblaron el cabo Sunion hacia la bahía de Phalenus, frente a Atenas.
Las fuerzas victoriosas griegas volvieron a Atenas con rapidez y acampa
ron en las colinas del puerto. Los espartanos salieron en luna llena y efectua
ron la marcha sobre Atenas, a 140millas en 83 días. Llegaron antes de lo espe
rado, horas después del retorno del ejército ateniense. Sin duda alguna su
presencia contribuyó a disuadir a los persas, que después de una breve estan
cia en la bahía de Phalenus en espera de la incorporación de la segunda divi
Sión de la flota que traía a los cautivos de Eretria y a las fuerzas persas derro
tadas, salieron para Asia.
Las pérdidas totales fueron 192 griegos y 6.400 persas; la lucha más dura
fue en el intento de apoderarse de los buques.
Los cautivos de Eretria fueron bien tratados y se establecieron en tierras
cedidas cerca de Susa. La toma de Eretria supuso un pequeño triunfo para
Darío, cuya derrota minó el prestigio persa necesario para el mantenimiento
del Imperio, por eso era indispensable un nuevo intento de conquista sobre
Grecia.
El resultado de esta batalla no fue importante, aunque ha sido magnifi
cado en la Historia, sin embargo, se ha descrito porque en los primeros tiem
pos la guerra naval consistía principalmente en unos desembarcos anfibios y
seguidos de incursiones para conseguir botines y saqueo en los territorios ene
migos. También conviene resaltar que las tácticas de la guerra terrestre tenían
su aplicación en la guerra naval. La batalla de Maratón enseñó a los griegos
el éxito de las lanzas sobre las flechas y la evitación del envolvimiento.
Preparación para la nueva campaña
•
El nuevo intento de conquista de Grecia requería mucho tiempo, la orga
nización del Imperio exigía la movilización de tribus que suplementasen al
ejército regular. En el año 486 a. C. estalló la sublevación de Egipto, en el 485
murió Darío, sustituyéndole su hijo Jerjes que concluyó la revuelta en el 484
y previa consulta con su Consejo decidió iniciar los preparativos de una nueva
campaña contra Grecia, de acuerdo con los deseos de su padre, que duraron
unos tres años. Se acumularon provisiones y municiones a lo largo de la línea
de marcha en Tracia y Macedonia, se construyó un canal a través de la penín
sula de Athos para evitar su rodeo en caso de mal tiempo. Este canal, de 30
metros de ancho y de 1,20 de fondo, con una longitud de 1,5 millas era, según
Herodoto, la demostración de una ostentación más que una necesidad. Dada
la gran entidad de la fuerza expedicionaria, imposible de transportarla por
mar, se decidió cruzar los Dardanelos y marchar cruzando Tracia y Macedo
nia, bajo dominio persa, y llegar a Grecia desde el norte. Durante esta marcha
a lo largo de la costa, el enorme ejército persa se suministraría de los depósi
tos previamente establecidos en Tracia y Macedonia y también de los buques
mercantes que transportaban suministros desde las bases en las costas de Asia
Menor, Siria y Egipto. Estos buques mercantes contaban con la protección y
cobertura de la flota de combate.
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Este plan requería una gran cooperación entre la flota y las fuerzas de tie
rra, ya que el ejército era demasiado numeroso para obtener un apoyo logís
tico adecuado con los suministros locales y una derrota naval supondría un
corte en las líneas de comunicación con las bases persas. Las fuerzas persas
pueden estimarse en 180.000 soldados y 130.000hombres a flote, además de
las dotaciones de los buques mercantes, en total unos 350.000 hombres.
Marcha del ejército persa
En el otoño del año 481 a. C., el ejército persa, que había sido movilizado
en Capadocia, empezó a desplazarse hacia Sardes, la capital de Lidia, en el
Asia Menor occidental y en la primavera del año 480 a. C. estaba preparado
para iniciar la campaña contra Grecia. Los contingentes navales procedentes
de las satrapías marítimas se fueron concentrando en la entrada de los Darda
nelos. Sobre el 15 de abril, el ejército partió de Sardes y después de un mes
llegó al Llano de Troya, sobre los Dardanelos, a pocas millas de distancia de
los dos puentes de pontones, cada uno se componía de 300 embarcaciones
para soportarlos enormes cables sobre los que se había construído la calzada.
Aquí Jerjes empleó un mes en revistar al Ejército y a la Armada, comenzando
su avance sobre Tracia el 15 de junio. Al estar a unas 80 millas de los puentes,
el Rey Jerjes detuvo la marcha en la boca del río Maritza para contar el ejér
cito, terminando por lo tanto su organización. Herodoto fija en 1.700.000
hombres, cifra que parece exagerada como ya se ha indicado anteriormente.
Esta parada sirvió para varar los buques de la flota, limpiar fondos y carenarlos, en Maritza la flota fue revistada de nuevo y quedó organizada en cuatro
grandes escuadrones. Según Herodoto, se componía de 1.027 buques de gue
rra procedentes de Asia y 120 se incorporaron desde Tracia, después de la
invasión 3.000 transportes y embarcaciones pequeña. Este último número
podría ser una cifra aproximada. Cada uno de los escuadrones se componía
de unos 300 buques e iban bajo mandos persas, que eran hermanos del rey y
príncipes del Imperio.
Cada buque contaba con un destacamento persa, además de su dotación
de origen provincial. Se trataba de una fuerza persa y, por tanto, sus mandos
se verían inclinados a luchar empleando la táctica persa, es decir, utilizando
armas arrojadizas, de las que disponía la mitad de la flota, y envolviendo los
flancos enemigos.
Desde el río Maritza el ejército se dirigió a Salónica, parte de sus efectivos
cruzaron las montañas y la mayor parte se desplazaron por la costa. La flota
pasó por el canal construido en la península Athos, incorporando buques
locales y tropas en el camino, llegando a Salónica antes que el Ejército, distri
buyéndose a lo largo de la costa hasta el río Varda. Jerjes, a su llegada a Saló
nica, embarcó en un buque de Sidón escoltado por la flota y se dirigió hacia
el Sur hasta unas 40 millas de la desembocadura del río Peneo, en el valle de
Tempe, de importancia militar. Durante este viaje del rey, una división del
Ejército se dedicó a abrir un camino a través de las montañas hacia Tesalia.
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Las cosechas recientes estaban al alcance en este rico país. A mediados de
agosto el cuerpo principal del Ejército se había desplazado al menos por dos
rutas hacia una nueva etapa de su avance, que le llevaba a entrar en contacto
con la línea de defensa griega.
Preparativos griegos
Durante los años anteriores a la expedición de Jerjes, la política de Atenas
estaba bajo el dominio del demócrata Temístocles, que se había instalado en
el poder a la caída de Milcíades, y que estaba convencido de que la derrota
persa de Maratón no terminó con las intenciones persas de conquista. Temís
tocles transformó a Atenas en una potencia marítima al emplear los ingresos
procedentes de los filones auríferos de Lausión en la creación de una gran flo
ta. En toda Grecia se había creado un mito como consecuencia de la victoria
de Maratón, por lo que se subestimaba el poderío militar persa. Cuando la
invasión parecía inminente él convocó una conferencia de estados griegos en
el istmo de Corinto para establecer el plan de resistencia. Se hicieron los pla
nes generales. Resultaba deseable el dejar al enemigo el menor territorio
posible. Por esa razón, el establecimiento de una línea de defensa en el norte
resultaba preferible con el fin de hacer participar al mayor número de defén
sores. Por otra parte, se consideraba que dada la gran entidad de las fuerzas
persas el istmo de Corinto era el único lugar donde se podía contener al ene
migo. Por esta razón los pueblos del Peloponeso, entre los que se encontraba
el ejército profesional de Esparta, querían atrincherarse en el istmo y presen
tar batalla allí. Por el contrario, los estados del centro y del norte de Grecia
preferían, para salvar sus tierras y ciudades, el mantenimiento de una posi
ción defensiva en el norte. Independientemente de la línea de acción que se
decidiese, era necesaria apoyarla con la flota, pues de otro modo la flota ene
miga podría conducir a su Ejército a la retaguardia griega y hacer insostenible
su posición seleccionada.
No parece que los espartanos, que eran los mejores soldados de Grecia,
pero de miras estrechas, comprendieran completamente la importancia de la
defensa del territorio griego en el caso de que la flota griega fracasase en un
coñtacto éon la persa. Temístocles convenció a los aliados para utilizar flota
combinada griega, e insistir en establecer la línea de defensa en el norte. La
flota persa cubría los movimientos de los buques logísticos, por tanto una
derrota de aquella flota causaría la retirada del Ejército al faltarle su apoyo
logístico.
Cuando los persas llegaron a los Dardanelos, Tesalia convocó al Consejo
en el istmo para pedir ayuda. Los griegos decidieron tratar de retener a Tesa
lia mediante la defensa del paso de Tempe, a 60 millas al sur de Salónica, y
enviaron 10.000 hombres, equipados con armamento pesado, por mar hasta
el canal Euripo (entre la isla de Eubea y el territorio continental). Desembar
caron en el glofo de Volo, desde allí marcharon á Tempe, donde acamparon
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y se les incorporó la caballería de Tesalia. Es probable que después de su lle
gada supieran la existencia de otras rutas, además del paso de Tempe a través
de las montañas y por esto sus posiciones podían ser sobrepasadas. La expedi
ción volvió al istmo de donde había partido y Tesalia, viendo que por sí sola
nada podía hacer contra los invasores, envió tierra y agua a Jerjes, en Salóni
ca, en señal de sumisión.
La posición Termópilas-Artemisio
Después de regresar la expedición de Tempe, el Consejo de los Aliados
escogió el paso de las Termópilas como el sitio adecuado para contener la
invasión. Se trataba del único camino practicable a un ejército invasor para
penetrar en Grecia central, en varias ocasiones y en siglos posteriores se ha
comprobado que ese era un punto clave. Además su situación geográfica per
mitía la cooperación eficaz de la flota con el Ejército durante el paso.
Las Termópilas era una posición excelente para una acción conjunta
defensiva por tierra y por mar. Está a la entrada de la Grecia central sobre la
costa en el golfo de Malian. Una cadena de montañas impide el paso, dejando
sólo un paso estrecho de menos de 15 metros entre el mar y la montaña. El
golfo se abre en el canal de Euripo entre la isla de Eubea y la costa griega. La
parte norte de esta isla ofrecía a los griegos la base necesaria para la flota y
una ensenada segura ante un ataque terrestre.
Mientras la flota pudiese permanecer en la zona de Artemisio, en la parte
norte de Euripo, la numerosa caballería persa no podía actuar ventajosa
mente contra el ejército griego en las Termópilas, ya que sólo podía llevar a
cabo un ataque sobre un frente de 15 metros. La retirada de la flota supondría
el abandono del paso, ya que el numeroso ejército persa podría lanzarse por
mar directamente contra el flanco y las líneas de aprovisionamiento. La deci
sión de mantener la línea Termópilas-Artemisio se tomó después de una gran
disputa.
Los estados del Peloponeso fueron persuadidos con dificultad de que la
defensa del istmo requería la presencia de las fuerzas atenienses con el resto
de la flota para prohibir el libre uso del mar por el enemigo.
Finalmente se convencieron de que para contar con la ayuda de la flota
ateniense en la defensa de la línea final en el istmo debían establecer una línea
de defensa en el norte, para salvar a Grecia central. Por esta concesión
Esparta exigió el mando combinado en el mar y en tierra. El comandante en
jefe de la flota aliada fue el espartano Eurybiades, el de las fuerzas de tierra
fue el Rey de Esparta, Leónidas, y se decidió mantener la línea de defensa en
el Norte.
Iniciación de la campaña
Como se ha indiciado anteriormente, una división persa salió de Tesaló
nica poco después del 1 de agosto para abrir camino a través de las montañas
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hacia las llanuras de Tesalia. Estas noticias llegaron a los cinco días al istmo,
por lo que las fuerzas combinadas aliadas se dirigieron hacia el Norte el día 11
llegando a sus posiciones sobre el 18. Leónidas partió del istmo con 3.000
hombres de la Liga del Peloponeso, con armamento pesado, que incluía a 300
espartanos y algunas tropas con armamento ligero. Se les incorporaron unos
2.000 hombres con armamento pesado procedentes de la Grecia central.
Tomaron posiciones en el paso estrecho de las Termópilas sobre la costa y
establecieron en el pueblo de Albenoi, a retaguardia la base logística, donde
los buques de transporte podían llegar mientras la flota aliada estuviese en
Artemisio.
La flota aliada, compuesta por 271 trieras y7 penteras de 13 estados grie
gos en coordinación con el Ejército, llegó a Artemisio a unas 40 millas al Este
del paso.
Los montes, en el campo del ejército griego, permitían avistar el canal de
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Euripo hasta Artemisio y las señales de humo durante el buen tiempo permi
tían el enlace entre ambas fuerzas.
Artemisio estaba frente a la entrada del golfo de Volo, cuyo uso sería muy
deseado por el enemigo. A la llegada de la flota griega a Artemisio, Euribía
des envió a tres buques en misión de búsqueda hacia el enemigo; se basaron
en la isla de Skiathus.
Al propio tiempo se tomaron medidas a la entrada de los estrechos con
vigías y señales desde la isla de Skiathus, que resultaba visible desde la zona
de la flota, avistándose la costa del promontorio de Magnesia y de todos los
buques que se aproximaban. Está claro que los del Peloponeso no tenían
ganas de establecer la primera línea de defensa fuera del istmo. Por el contra
rio, los atenienses eran partidarios de la ventaja estratégica que ofrecía la
línea de defensa del Norte. En este conflicto diplomático es probable que los
espartanos no estuvieran dispuestos a defender los estados centrales con el
ejército del Peloponeso. Ellos prometieron el envío de refuerzos al Norte des
pués de los grandes festivales que estaban celebrando, pero a pesar de las
peticiones de Leónidas nunca los enviaron.
Probablemente Esparta jugaba un doble juego. Envió a su Rey con los 300
hombres de élite como precio por haberse asegurado el mando de la flota y del
ejército. Sin duda esperaba que las selectas tropas que había mandado induci
rían a los estados centrales a enviar levas completas y completarían los cua
dros con mercenarios. No cabe pensarque el Consejo de Esparta quisiera
deliberadamente sacrificar a su propio Rey en las Termópilas.
Aun en el caso de que la flota fuese derrotada, las señales de humos y los
buques desplegados podían proporcionar a Leónidas suficiente preaviso y en
el peor de los casos podrían huir por las montañas sin dar la oportunidad a una
persecución organizada.
Sobre el 13 de agosto, el ejército persa salió de Tesalónica camino de las
Termópilas. El ala derecha se dirigió hacia el Oeste, a 40 millas de la costa, y
luego avanzó directamente hacia el golfo de Malian y las Termópilas, donde
llegó el 26 de agosto, pero el ala izquierda, en la que iba el Rey Jerjes, prote
gida por mar, cruzó el paso de Tempe, girando paralelamente a la costa hacia
la ciudad de Lorissa y luego a Halus, en el golfo de Volo, donde estableció
contacto con la flota y probablemente se aprovisionó.
La flota persa destacó un escuadrón de reconocimiento, compuesto por 10
buques, para explorar el canal Euripo. Este escuadrón encontró a los tres
buques exploradores griegos, eliminándolos, forzando a varar a uno de ellos
en la desembocadura del Peneo, capturándolo, aunque la dotación escapó
por tierra. Los otros restantes fueron cazados al Sur y capturados a la vista de
los vigías griegos en la isla de Skiathos, que informaron del incidente por
señales de humo a la flota.
Los buques de reconocimiento persas prosiguieron su avance, penetrando
en el canal Artemisio, en donde tres de ellos se perdieron en la entrada de las
Rocas de Myrmex. Once días después de la salida del ejército, la flota llegó
al cabo Sepias, fondeando al día siguiente,el 25 de agosto, en 8 líneas a lo
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LAS CAMPAÑAS NAVALES DE LAS GUERRAS MÉDICAS (1)
largo del promontorio de Magnesia por falta de espacio en las playas. Además
de las 1.324 trieras irían probablemente algunos cientos de transportes, for
mando convoy para el apoyo logístico del ejército en las Termópilas. Durante
la noche se levantó un fuerte temporal de levante que produjo grandes daños.
Muchos buques no pudieron salir a la mar y se perdieron en tierra. La mayor
parte de los buques se salvaron alvararlos sobre las playas a los primeros sín
tomas de temporal, según la costumbre de la época. Según Herodoto se per
dieron 400 trieras y un número indeterminado de transportes. Estas cifras
parecen algo exageradas.
La flota griega no sufrió daño alguno por la tormenta. Herodoto dice que
al ser capturados los tres buques en las costas de Magnesia, los griegos se alar
maron tanto que abandonaron su posición en Artemisio, pero esto también
parece poco probable ya que tenían una posición clave que habían ocupado
deliberadamente y parece extraño que la abandonasen sólo por la pérdida de
3 buques. Pero no cabe duda que el temporal barrió el canal de Euripo y los
buques que no estuviesen varados buscasen refugio, que para los vientos de
levante ofrecían abrigo la ensenada de Oreus, a dos o tres millas del canal
Artemisio, pero pudo ocurrir que algunos buques pasasen de largo por las
Termópilas, dando lugar a que se informase como abandono de Artemisio.
No obstante, como ya se ha indicado, la flota griega no sufrió daño alguno.
La tormentea duró tres días, durante los cuales las dotaciones persas en
las playas se dedicaron a salvar sus efectos o hicieron defensas alrededor de
sus buques, varados en las playas para protegerse de los habitantes. Los grie
gos conocieron el desastre de los persas por sus vigías de las montañas. El
tiempo, en la mañana del día 29 de agosto, amainó y laflota persa prosiguió
su movimiento.
Cuando los persas se apercibieron de la presencia de la flota griega en
Artemisio, los almirantes resolvieron enviar un escuadrón que diese la vuelta
por Eubea, subiese por el canal de Euripo y así evitase la retirada del enemi
go. Parece que tanto en estrategia como en táctica los persas eran partidarios
del envolvimiento. De acuerdo con esto, el grueso principal rodeó el cabo
Sepias y después de un viaje de 25 a 30 millas fondeó en Aphete, en el golfo
de Volo, mientras se destacaron 200 trieras que navegaron lejos de la isla
Eubea, circunnavegándola.
La flota griega volvió a ocupar su posición en Artemisio este mismo día y
aparentemente no avistaron los movimientos del enemigo. A finales del día,
una división retrasada, compuesta por 15 buques, rodeó el cabo Sepias y por
error no siguió a la flota en su fondeadero, avistaron a la flota griega y arrum
baron hacia ella, siendo capturados antes de que pudieran retirarse.
Batalla naval de Artemisio
El día siguiente, el 30 dé agosto, fue descanso para los persas én Aphete,
los almirantes inspeccionaron los buques y mientras, esperaban que el escua
drón destacado ocupase su posición. Un buceador griego, Scillos, que traba
•
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jaba en los naufragios en Sepias, se escapó e informó a los mandos griegos del
desastre y especialmente del viaje del escuadrón de circunnavegación. Como
consecuencia de estas noticias se convocó un Consejo, que decidió dirigirse
hacia el sur esa noche y atacar al escuadrón destacado persa alrededor de
Eubea. Este plan fue pronto abandonado, dejando al ejército griego en las
Termópilas preparado para atacar por tierra y por mar. Se trataba de sacar
ventaja a la dispersión de fuerzas del enemigo, que estaba desplegado en
varias bahías en el golfo de Volo. Era posible que los buques de combate estu
viesen en la parte oeste y que los transportes estuviesen adentrados en el golfo
para suministrar a la parte oriental del Ejército que pasó con Jerjes por la ciu
dad de Halus.
El plan griego consistía en emplear toda su flota contra un enemigo dividi
do. Los griegos cruzaron los estrechos, a unas 8 millas de distancia, buscando
una acción por la tarde con la esperanza de que el combate terminase en la
noche y antes que el enemigo pudiese concentrar sus 900 buques contra los
271 griegos.
La táctica griega consistía en buscar el combate cercano mediante el abor
daje y la lucha de las armaduras metálicas con las lanzas de 2,5 metros y los
sables cortos de los griegos, que aventajarían a los escudos de lino acolchado
de los arqueros persas. Los persas salieron con plena confianza y contendie
ron con los griegos sucesivamente. Al principio, los griegos tuvieron ventaja
capturando 30 barcos, pero al aumentar el número de buques hostiles forma
ron los griegos en círculo con las proas hacia fuera, los persas los rodearon
esperando una victoria fácil pero la formación circular griega evitaba el envol
vimiento, es decir, que no presentaba flancos a los persas, ya que los costados
y las popas de cada buque griego estaba protegido por un buque vecino y de
este modo la superioridad numérica de los persas no suponía ventaja alguna
excepto para relevo de las dotaciones exhaustas.
Después de los primeros éxitos de los griegos, el creciente número de los
enemigos consiguió igualar el resultado del combate, que se interrumpió con
la llegada de la noche.
Ambas flotas volvieron a sus zonas, dejando sorprendidos a los persas,
que no habían conseguido nada. A su vez, los griegos tampoco tenían motivos
para estar satisfechos. Habían comprobado que buque contra buque, y lan
cero griego contra arquero persa, los griegos resultaban superiores, pero la
bravura del enemigo y su elevado número hacía, a pesar de la superioridad de
las armas griegas, la lucha desigual. La noche les había salvado y el escuadrón
persa que rodeaba Eubea evitaría el próximo día una huida hacia el Sur.
El día 31 de agosto llegó a Artemisio, procedente de Atica, un escuadrón
griego compuesto por 53 buques y al mismo tiempo llegaron noticias de la pér
dida del escuadrón que rodeaba Eubea frente a Hollows a causa de una fuerte
tormenta. Esta noticia cambió la situación y animó a los aliados, decidiendo
repetir la acción del día anterior, saliendo de día tarde, lanzando un ataque y
retirada bajo el amparo de la noche. El escuadrón persa de Cilicia, compuesto
por 100 buques, ocupaba una posición avanzada, los griegos cayeron sobre
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LAS CAMPAÑAS NAVALES DE LAS GUERRAS MÉDICAS (1)
ellos hundiendo varios buques; este combate no llegó a ser una acción genera
lizada y la flota regresó a Artemisio cuando llegó la noche.
El tercer día, eli de septiembre, los persas no esperaron a ser atacados
como anteriormente, salieron a mediodía y cruzaron la posición griega en la
playa del sur, donde los griegos estaban esperándoles. De nuevo, como el pri
mer día, los persas desplegaron en una formación en forma de media luna en
un intento de envolver al enemigo. Es dudoso que obtuviesen éxito en este
intento. Los griegos probablemente apoyarían sus flancos sobre la costa de
modo que el enemigo no tuviese suficiente espacio para pasar por dentro y
atacar desde la retaguardia.
Según Herodoto, los persas, en un desesperado intento, presionaron
demasiado en la lucha, de tal modo que los buques actuaron desordenada
mente, interfiriéndo entre ellos y a pesar de que no cedieron en la lucha con
sideraron una desgracia no haber vencido a un enemigo tan inferior.
Los griegos sufrieron muchas bajas, tanto en buques como en hombres,
pero las pérdidas persas fueron todavía mayores. La acción no fue decisiva y
ambos bandos, terminado el combate, regresaron a sus fondeaderos. La
mitad de los buques atenienses quedaron averiados.
Como lección táctica de estos tres días de combate, puede obtenerse el
que la superioridad individual de los griegos no fue suficiente para superar la
ventaja numérica persa.
Los griegos no pudieron vencer, en mar abierto, porque estuvieron abru
mados por la posibilidad de quedar envueltos. Además, la gran superioridad
numérica de los persas indudablemente permitió los relevos en la lucha. El
esfuerzo de la batalla fue exhaustivo, tanto para los combatientes como para
los remeros.
Batalla de las Termópilas
El ejército persa llegó el 26 de agosto, como se ha indicado anteriormente,
a su posición frentea los griegos en el paso, ocupando la llanura de Malian.
Su aproximación a las Termópilas provocó la alarma entre los griegos y Leó
nidas envió mensajeros al istmo solicitando refuerzos al ejército principal que
permanecía allí, que nunca se le enviaron.
Jerjes esperó durante cuatro días, creyendo que los griegos abandonarían
su posición sin lucha. Mientras tanto se le incorporó la retaguardia del ejército
y probablemente aprovechó este retraso para establecer contacto con su flo
ta, que llegó el día 29 al golfo de Volo a sólo 3 días de marcha para los carros
del ejército.
El día 30 de agosto los persas atacaron la posición enemiga en el viejo
muro construido por los focenses en el paso de las Termópilas. Aunque su
principal arma era el arco, atacaron con lanzas cortas y puñales. A pesar de
los refuerzos, el ataque fue duro, no hicieron mella en los griegos a pesar de
las pérdidas sufridas. FinalmenteJerjes envió a los denominados inmortales
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de su guardia personal, que fracasaron sin conseguir avance alguno y así fina
lizó el día.
La disciplina de combate griega fue francamente buena, no se limitó a la
defensa, sino al contraataque para retirarse y hacer que los persas alcanzaran
las partes estrechas del paso y atacarles de nuevo cuando estuviesen apiñados
allí.
Al día siguiente, el 31 de agosto, los persas atacaron de nuevo, creyendo
que el corto número de los enemigos estarían incapacitados por los heridos y
el cansancio, pero el día no les trajo mejor suerte y de nuevo se retiraron sin
éxito.
Leónidas envió a 1.000 soldados focenses a los altos de un desfiladero que
estaba a unas 17 millas sobre una garganta, con paredes verticales y en la que
sólo se podía pasar en una sola fila, estaba a unos 1.000 metros de altura, blo
queando la fuerza que intentase pasar por la garganta y, por tanto, impidién
dole luchar en el paso.
La situación era grave para los persas. Los griegos habían infringido el día
anterior pérdidas a la flota y habían destrozado a los buques de Cilicia ese día.
El ejército persa necesitaba suministros y el retraso de la flota en su ruta
hacia el sur exigía que hiciese rápidamente su difícil intento. En caso de éxito,
destacaría fuerzas a Calcis para amenazar las líneas logísticas de la flota grie
ga, lo que provocaría su retirada inmediata. Por eso Jerjes decidió enviar con
este objeto los 10.000 inmortales, auténticas tropas de élite según Herodoto.
Comenzaron en la obscurecida y alcanzaron el difícil paso durante la
noche, llegando a las proximidades del campo de los defensores focenses en
las luces del día 1 de septiembre. Estas no habían establecido puestos avanza
dos y la salida del enemigo estaba oculta por un robledal, pero el ruido de las
pisadas alarmaron a los focenses, que corrieron a tomar las armas mientras
aparecía el enemigo, que abrió un duro fuego de flechas contra los defenso
res, que se retiraron rápidamente hacia el lado montañoso, permaneciendo
allá pero dejando el camino abierto que conducía al mar y a la retaguardia de
la posición principal griega.
Mientras tanto los fugitivos informaron a Leónidas que el enemigo había
consiguido alcanzar la parte alta del paso. Este escogió 1.400 hombres, entre
ellos los 300 espartanos de élite, manteniéndose en posición frente al enemi
go, enviando el resto de sus fuerzas a retaguardia y aunque se informó que
éstas se enviaron para salvarlo de un sacrificio, parece más probable que fue
sen enviados rápidamente para que desde las montañas contendiesen con los
persas en el paso del bosque, en donde 2.500 hombres decididos podían dete
ner el avance de un enemigo más numeroso. Sea cual fuere la intención de
Leónidas, este destacamento no se encontró con el enemigo.
Sobre las 11 de la manaña, Jerjes inició el avance. Hasta ese momento los
griegos habían mantenido su posición en el muro, pero a partir de entonces
salieron hacia la parte más estrecha del paso. En esta ocasión la batalla tuvo
lugar fuera de la parte estrecha; numerosos persas cayeron. Los comandantes
permanecían detrás de las compañías, con látigos en sus manos, urgiendo
28
36
LAS CAMPAÑAS NAVALES DE LAS GUERRAS MÉDICAS (1)
continuamente a avanzar a sus hombres. Muchos de ellos cayeron al agua y se
ahogaron, y todavía un número mayor murió pisoteado por sus propios cama
radas. Los griegos, descuidando su seguridad y desesperados, ya que sabían
que una vez que el enemigo cruzase las montañas su destrucción estaba próxi
ma, luchaban con gran furia y valor. Las lanzas de la mayor parte hechas
pedazos y con sus sables cortaban las filas persas y aquí, durante la lucha, cayó
Leónidas luchando bravamente junto con otros famosos espartanos, cayeron
también persas famosos entre ellos los hijos de Darío, hermanos del rey Jer
jes. Los griegos se retrasáron hasta la parte más estrecha del paso, retirándose
detrás del muro, apostándose en una colina donde formaron un solo cuerpo,
con excepción de las fuerzas de Tebas. Aquí se defendieron hasta el final,
resistiendo con manos y dientes, hasta que los persas, que en parte habían
presionado en el muro, les atacaron frontalmente rodeándolos también desde
cada lado, abrumando y enterrando a los restantes bajo una lluvia de flechas.
Este fue el desarrollo de una de las batallas más cálebres de la antigüedad.
Es interesante la analogía de sus características tácticas a las del combate
naval del mismo día en Artemisio. El coraje fue idéntico en los dos bandos,
las armas griegas fueron superiores pero la desproporción numérica fue
mayor que la que pudo hacer la superioridad en armas. En la lucha en el mar,
con una ventaja de tres a uno, la contienda finalizó por agotamiento y mutuo
consentimiento, pero en el paso no hubo relevos en el frente de los griegos
como lo tuvieron los persas. Para éstos hubo al principio mayor matanza,
pero finalizó cuando los griegos se agotaron. La lucha en tierra se prolongó
porque los griegos obligaron al enemigo a actuar de un modo desfavorable a
sus armas. El esfuerzo habitual persa era rodear al enemigo y abrir fuego con
ballestería. Pero aquí el camino era estrecho; por una parte la empinada mon
taña y por la otra, la del sendero, la profundidad del agua. Al parecer la
ballestería fue relativamente ineficaz en un ataque estrictamente frontal. Los
griegos efectuaban los relevos en el frente de lucha con hombres agotados;
por el contrario, los persas, a pesar de las bajas, contaban con refuerzos ina
gotables.
La apertura del paso no pudo ser seguida por un avance inmediato del
ejército persa, que no pudo moverse hasta que los buques logísticos llegasen
con los víveres. No se comprende que los persas no enviasen los mercantes.a
las Termópilas, a la retaguardia de los buques de guerra, mientras sostenían
la lucha contra los griegos el tercer día.
Conclusión
La expedición persa del rey Darío en el año 490 a. C, primera campaña
de las Guerras Médicas, constituyó un fracaso al no lograr la misión: la de
conquistar una base avanzada eñ el Atica para una posterior conquista de
Grecia.
Año
1992
29
JULIO ALBERT FERRERO
La batalla de Maratón no fue decisiva, minó el prestigio del Imperio persa
y su resultado fue magnificado por los griegos. En ella se impuso el genio mili
tar de Milcíades al conseguir envolver a las fuerzas persas con un éxito espec
tacular (6.400 bajas persas frente a 194 bajas griegas).
La batalla de Maratón fue una operación anfibia en la que no se consolidó
la cabeza de playa, lo que dió lugar a la fase de reembarco en retirada.
La marcha persa del rey Jerjes en el año 481 a. C., correspondiente a la
segunda campaña de las Guerras Médicas, constituyó una operación conjunta
en la que la flota persa realizó un apoyo logístico de gran complejidad, ade
más de proporcionar al Ejército una adecuada cobertura estratégica y táctica.
La batalla naval de Artemisio, a pesar de la superioridad numérica de
buques persas (en proporción de 3 a 1), correspondió a una situación de domi
nio del mar en disputa. Los griegos llevaron la iniciativa, aplicando el princi
pio de concentración sobre una fuerza naval enemiga dividida. La táctica
naval griega consistió en buscar el combate mediante el abordaje y el estable
cimiento de formaciones compactas circulares, que evitaban el envolvimiento
persa, fundamento de la táctica naval de los persas.
Aun cuando las pérdidas persas fueron mayores, la superioridad táctica
griega no fue suficiente para superar la ventaja numérica persa. La batalla ter
minó por agotamiento de ambos bandos sin resultado decisivo. No obstante,
sirvió a los griegos para adaptar su doctrina táctica en las futuras confronta
ciones, como fue la batalla naval de Salamina, objeto de nuestro próximo ar
tículo.
30
36
SOBRE LAS FUERZAS NAVALES
SUTILES ESPAÑOLAS EN LOS
SIGLOS XVIII Y XIX
Carlos MARTÍNEZ-VALVERDE
Contralmirante
Generalidades
Siempre fueron utilizadas eficazmente
en la guerra marítima las embarcaciones
pequeñas, menores, convenientemente
armadas según la misión que habían de
desempeñar, operando con mayor o
menor protección, a veces sin ninguna, de
los buques mayores propios. Siempre lo
pequeño ha pasado más desapercibido del
enemigo hasta el momento del contacto,
permitiendo un mayor acercamiento al
objetivo para herirlo con mayor contun
dencia. Esas embarcaciones, manejadas con audacia, podían también
meterse por sitios de paso imposible para las mayores y también navegar por
aguas más someras. Eran, pues, más sutiles y de ahí que fuesen así llamadas.
Las embarcaciones menores de los buques con gente armada sirvieron
siempre, incluso antes del empleo de la artillería en la mar, para atacar al con
trario al abordaje de diferentes maneras, simultaneando su acción algunas
veces con la sostenida por los buques peleando borda con borda. Cuando se
generalizó el empleo de la artillería en la mar, entonces, esas embarcaciones
—fuerza sutil, vamos a ir llamándola así— fueron aumentando las ocasiones
de su empleo. Así, en los tiempos que consideramos tomaron gran auge.
Unas veces se aprovecharon, artillándolas, embarcaciones de los puertos ya
existentes para otros usos; otras se construyeron especialmente para esa
fuerza sutil, que iba revelándose tan eficaz especialmente en ataques noctur
nos; así surgieron las lanchas cañoneras ideadas por Barceló para el ataque a
Gibraltar; otras veces se artillaron las lanchas de los mismos buques (emplea
das para el barqueo con tierra y para remolcarlos a remo en momentos de cal
ma). En esto último fueron vanguardistas los españoles, dando lugar a lo que
los franceses llamaron flotilles a l’espagnole. Y éstas —veremos— entusias
maron a sus mandos con ocasión de ser nuestros aliados, en Brest y Boulogne.
De ser cañoneras las lanchas, armadas de cañones de tiro rasante, pasaron
a armarse también con obuses, armas de tiro curvo, permitiendo así batir al•
enemigo tras obstáculos: sus propias obras defensivas en tierra o los maleco
nes de las dársenas de los puertos, gran defensa para sus cascos. Las cañone
ras y las obuseras fueron grandes elementos tanto en la defensiva como en la
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Núm. 36
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ESPAÑOLAS, ENLOSSIGLOSXVJ11YX!X
ofensiva, en la defensiva permitiendo las acciones ofensivas de que siempre
aquélla debe surtirse, esto es contra buques enemigos, mas también permitie
ron el apoyo cercano a las fuerzas de un ejército propio operando junto a la
costa u ofendiendo al del enemigo operando en dichas condiciones.
Bien patente es que las fuerzas sutiles, especialmente las móviles, tuvieron
una limitación de utilización debido a su tamaño y al estado de la mar. Con
ésta agitada, la puntería no se hacía bien debido a su poca estabilidad de pla
taforma. El mal estado de la mar podía hacer imposible, incluso, la utilización
de las embarcaciones pequeñas. En el historial de estas fuerzas se registran
numerosos naufragios. Se habló antes de fuerzas sutiles móviles; constituían
éstas el mayor volumen pero pueden incluirse en estas fuerzas pequeños pon
tones y barcazas, artillados, que fondeados se emplearon en las defensas de
puertos formando conjunto operativo con las unidades móviles.
Podemos considerar que entre las fuerzas sutiles hubo gran variedad de
embarcaciones; salvo las que vimos fijas (las menos), todas tenían que tener
una buena facultad de maniobra y poder ser empleados los remos para su pro
pulsión. No obstante, también se empleaban las velas cuando el viento y las
circunstancias tácticas lo permitían. Una vez que en el siglo xix se empleó el
vapor, hubo muchas embarcaciones, pequeños cañoneros, movidas por él.
Aunque n se pueda poner un límite rígido en el tamaño de las embárca
ciones de fuerza sutil podemos considerar como las mayores, por lo general
los faluchos, armados con uno o dos cañones; éstos de 12 a 24 libras. Los obu
ses eran de un calibre de hasta de 20 cm., disparando proyectiles explosivos
las más de las veces. Las embarcaciones más adecuadas para el empleosutil
eran las lanchas, y no muy grandes, de ahí el éxito que tuvieron las de los
buques cuando las armó Mazarredo con cañones de a 24, cuandó fueron
empleadas en Cádiz (1797) y en Brest y en Cherburgo (1799).
A veces las fuerzas sutiles tuvieron adjuntos buques para su inmediato
apoyo, bergantines o goletas; a veces formaron conjunto con fragatas, ello
ocurriría con frecuencia durante nuestra guerra de la Independencia, en su
acción contra las fuerzas francesas ocupando las costas de la Península.
Fue norma muy frecuente que en las fuerzas sutiles se batiesen codo a codo
tropas del Ejército y de la Armada. Esta ponía, naturalmente, la marinería,
también soldados, y el mando de las flotillas y de la mayor parte de las unida
des.
En el historial que sigue quedarán ampliados los conceptos expuestos
anteriormente (1).
(1) Por el momento recogemos un resumen: la definición de fuerzas sutiles expuesta en el
Diccionario Marítimo Español (Lorenzo-Murga-Ferreiro), de 1864 (aún había fuerzas sutiles
clasificadas como tales): escuadra sutil es el conjunto de barcos chicos, de vapor o de remos, arma
dos para la defensa de algún puerto y de sus costas inmediatas o para favorecer las operaciones
militares que se practican; (armados para o reunidos para...).
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Núm. 36
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SOBRE LASFUERZASNA VALESSUTILES ESPAÑOLAS, ENLOSSIGLOSXVIIIyXIX
PROCESO DE EMPLEO
Túnez, Gibraltar, Argel...
En uno de los grabados de la obra Civitatis Orbis Terrarum, en el qúe se
representa Túnez, escoge un momento de su historia: el ataque de los turcos
(1574).
Estos combaten la fortificada Goleta y avanzan sobre Túnez; en la laguna
se aprecian lanchas cañoneras españolas que baten el flanco de los enemigos
que marchan sobre Túnez y al parecer les hacen dar un gran rodeo al hacer
que se aparten de la orilla por su fuego batido. Este empleo (si fué así) puede
tenerse por vanguardista. Cuando toma auge el empleo de las lanchas caño
neras es en tiempos de Barceló. Este era ya brigadier de la Real Armada,
tenía el mando de las fuerzas navales que por mar atacaban Gibraltar, mien
tras que por tierra lo hacía Martín Alvarez de Sotomayor, Conde de Colome
ra. Barceló concibió el ataque por mar y elbloqueo marítimo llevando la
parte principal en ambas lanchas cañoneras. Corría el año 1779. Ideó unas
lanchas con propulsión a vela y remo (14 por banda), con ca.ñóndea 24 sobre
cureña de marina. Sus dimensiones eran 56 pies de quilla, 18 de manga
máxima y 6 de puntal. Iban protegidas por un parapeto que se alzaba dos pies
sobre la borda, forrado de corcho, susceptible de ser alzado o abatido. Des
pués ideó otras más perfeccionadas y protegidas con forro de hierro, el casco,
que llegaba más abajo de la línea de flotación; por encima de ella era parapeto
que se inclinaba ligeramente hacia adentro para que resbalasen los proyecti
les en los posibles impactos. Dice el capitán Sayer, comentarista inglés del
sitio, que estas lanchas, una vez puestas en servicio (las de una y otrá clase)
noche tras noche enviaban sus proyectiles por todos lados de la plaza..., prime
ramente las baterías de la defensa trataron de deshacerse de las cañoñ eras dis
parando al resplandor de su fuego; después se advirtió que se gastaban inútil
mente las municiones (2).
Barceló armó algunas lanchas con obuses y llegó a reunir 40 cañoneras y
20 obuseras. Una vez relevado Sotomayor por el Duqüe de Crillóñ, el
Gobierno, no éste, decidió el ataque por baterías flotantes con resultado
nefasto debido a su incendio. Durante aquél las cañoneras cubrieron los inter
valos entre baterías formadas a sus flancos, complementaron su fuego, y pres
taron auxilios importantes cuando aquéllas fueron incendiadas por efecto de
las balas rojas disparadas por la plaza. Las obuseras formaron una segunda
línea.
(2) Dice el capitán Sayer que las cañoneras de Barceló al principio causaron risa, mas no
transcurrió mucho tiempo en que se reconociera que constituían el enemigo más temible (de los
que por mar atacaban). Hay constancia de la eficacia de 13 ataques intensos con lanchas entre
los meses de abril a noviembre de 1781. El ataque de las flotantes fue en septiembre del año
siguiente. Lástima fue que no se siguiese con los procedimientos de Barceló en vez de seguir los
de Monsieur d’Arçon, que fueron desastrosos.
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C. MARTÍNEZ-VALVERDE
Las lanchas de Barceló perduraron, tomando parte en otras acciones de
guerra posteriores; se les denominaron de fuerza (3).
Y continuó el empleo de fuerzas sutiles, previamente organizadas en toda
ocasión de combate contra objetivos enemigos situados en una costa. Hubo
dos ocasiones de importancia regidas precisamente por Barceló. Fueron los
bombardeos de castigo sobre Argel, por su actuación pirática contra nuestra
navegación y contra nuestras costas (1783 y 1784).
Barceló, en estas ocasiones, manda una escuadra con pocos buques mayo
res: 4 navíos, 4 fragatas y 12 jabeques; como buques de tamaño menor (me
dios), 3 bergantines, 3 balandras y 4 brulotes. Como fuerzas sutiles un falu
cho, 19 lanchas cañoneras, 22 obuseras y 10 embarcaciones de abordaje. Las
cañoneras y las obuseras eran las embarcaciones dedicadas a desarrollar el
esfuerzo principal en el bombardeo, acercándose cuanto más posible a los
objetivos. Se arrojaron sobre la ciudad 7.000 proyectiles en el primer bom
bardeo.
En la segunda expedición las cosas estuvieron más difíciles, pues los arge
linos dispusieron una fuerza sutil que impidiese el acercamiento de la nuestra.
Barceló dirigía sus fuerzas a la brava, recorriendo las líneas en una falúa. Esta
fue alcanzada por un proyectil enemigo y el general estuvo a punto de pere
cer, salvado ya cuando estaba en el agua. A pesar de todo fueron arrojados
sobre la ciudad y sus defensas más de 20.000 proyectiles.
Y llegamos al clímax del empleo de las lanchas. Puede considerarse aquél
el que se alcanza en la bahía de Cádiz, en contra de los ingleses (4).
Cádiz (1797)
Manda la escuadra española el general Mazarredo, la mantiene en situa
ción de bloqueo, el que desarrolla la escuadra británica del almirante Jervis.
Mazarredo apresta una abundante fuerza sutil. A la reunida en el puerto (en
tre la que hay lanchas de fuerza de las de Barceló), une las lanchas, artilladas,
de los navíos y de las fragatas. El capitán de fragata D. Francisco de Moyna
era el autor del proyecto. Mazarredo lo mejoró aumentando el calibre de los
cañones. De Moyna los proponía de a 12 y él los aumentó a que fuesen de a
24. Los comandantes acogieron el proyecto con entusiasmo y una vez prepa
radas las lanchas tomaron el mando directo de las flotillas (integradas por las
(3) El fervor que el pueblo sentía por Barceló se plasmaba en canciones, una es la tan cono
cida: Si el Rey de España —tuviese cuatro como Barceló— Gibraltarfuera de España, que de los
ingleses no.
(4) Pasamos algo por alto la situación de Rosas (1785), en la que Gravina apoya a las fuerzas
de nuestro Ejército acosadas por los convencionistas franceses. Las lanchas de la escuadra espa
ñola son más bien empleadas (muy bien y con gran riesgo) en el barqueo de aprovisionamiento
y en la evacuación final. En el manejo de estas embarcaciones se distingue el teniente de navío
D. Antonio Miralles, que veremos actuando después en Brest y en Boulogne, siendo admiración
de los franceses, entonces nuestros aliados.
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36
SOBRE LAS FUERZAS NAVALES SUTILES ESPAÑOLAS, EN LOS SIGLOS XVIII y XIX
Combate entre embarcacionesde fuerzasutil españolay británica, enCádiz(1797).Nelson, en
persona, mandaa los ingleses,embarcadoen un bote de su escuadra.La lanchaespañolaque
presentá el dibujante esde mayorporte.
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de los buques y las del puerto), los generales subordiñados: Gravina, Villavi
cencio, el brigadier Escaño (mayor general) y el capitán de navío Valdés (5).
Se reunieron 167 unidades de fuerza sutil repartidas del siguiente modo:
34 lanchas de navío con cañón de a 24; 10 lanchas de fuerza (como las de Bar
celó); 12 barcos de puerto con cañón; 4 lanchas bombarderas, de puerto; 64
lanchas y botes, de abordaje; 31 botes, de servicio; y 8 tartanas, con cañón y
hornillo para bala roja. El espíritu de las dotaciones era muy elevado. Esta
fuerza era la que iba a ejercer la ofensiva, dentro de la situación defensiva a
que estaba sometida la escuadra y también la ciudad de Cádiz y su puerto. El
fervor popular recogía el entusiasmo. Se cantaba:
¿De qué sirve a los ingleses
tener fragatas ligeras
si saben que Mazarredo
tiene lanchas cañoneras?
Abundaron los combates. Los ingleses hicieron dos tentativas de bombar
deo de la ciudad .-En realidad sí hubo bombardeo, aunque rechazados los ata
cantes.
El primero de estos ataques tuvo lugar en la noche del 3 de julio. La torre
de Tavira señaló el movimiento de un dogger y de una lancha bombardera
(traídos de Gibraltar). Se hizo desde el norte. El general Gravina y el briga
dier Escaño (mayor general de la Escuadra) salieron con las lanchas al
encuentro de los baréos. La flotilla de la Caleta, mandada por el teniente de
navío Irigoyen, se había adelantado, y antes de que le llegasen las órdenes
había salido a batir uñ navío enemigo (había de mantenerse un frente rectilí
neo en la reacción). Al adelantarse cayó en una celada: gran número de lan
chas y botes armados le esperaban, tapados por la punta de San Sebastián. Iri
goyen se batió bravamente; tuvo muertos y heridos en abundancia antes de
que las dos lanchas que llevaba fuesen tomadas al abordaje. Nelson en per
sona conducía a los enemigos y se batía a brazo partido (6). Mientras, más al
este, las cosas iban bien; los elementos bombarderos enemigos fueron pues
tos en franca huida perseguidos por Gravina y por Escaño, tan sólo había
podido disparar 16 bombas sin causar grandes efectos en Cádiz.
El segundo ataque de bombardeo tuvo lugar en la noche del día 5, tam
bién de julio. Fue lanzando esta vez desde el sur, más o menos, las bombardas
(dos) frente a Torre Gorda. Le hizo frente el general Villavicencio con lan(5) Dón Cayetano.—Los apostaderos se establecieron: En Rota, en la Caleta, en el Puerto
de Santa María y en Sancti Petri. Se practicó un canal para dar salida a las de la Caleta al Mar
del Sur (mas no en los primeros momentos).
(6) Caballerescamente Nelson devolvió a los oficiales prisioneros (que estaban heridos)
con una misiva dirigida a Mazarredo. recomendándoles por el valor demostrado en el combate.
De él mismo dijo: perhaps my personal courage was more conspicuous than any otherpart of my
life. Ello dice mucho de la calidad de los oponentes, los nuestros. Una lucha hand in hand with
swords.
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36
SOBRE LAS FUERZAS NAVALES SUTILES ESPAÑOLAS. EN LOS SIGLOS XVIII y XIX
chas que desde la Caleta hubieron de dar la vuelta a San Sebastián y a su
extensión de bajos. Cuando puso en retirada a las bombardas enemigas éstas
ya habían disparado 19 bombas, de las cuales 8 cayeron en Cádiz. En realidad
nuestras lanchas ya estaban un poco afuera, apoyadas por unos bergantines,
Mazarredo. Comandante General de la Escuadra del Océano (1797). Fue gran impulsor de sus
fuerzas sutiles. Ordenó la substitución de los cañones de las lanchas de navíos y fragatas, de a
12 libras por otros de a 24.
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pero hubieron de dar un gran rodeo. Para evitarlo, en caso de repetición, se
hizo el canal de paso en el istmo que a San Sebastián conduce.
De estos combates y todos los demás, que fueron muy numerosos y costa
ron a los enemigos dos navíos, una fragata y numerosas embarcaciones meno
res, da puntual cuenta Escaño en los diarios de Mayoría de la Escuadra. Insis
tir nosotros sobre ellos alargaría mucho esta exposición, aunque los nuestros
mucho lo merecen, pero tomemos de Escaño: En todo el tiempo que duró el
bloqueo no se presentó ocasión de hacer daño al enemigo, en que no tomase
parte la fuerza sutil; y es muy recomendable el celo y actividad con que sirvie
ron todos los empleados en ella. Esta fuerza hizo que el bloqueo fuese muy
abierto y que no impidiese la navegación de cabotaje. Defendieron también
las fuerzas sutiles a los buques de la escuadra en situación en que no era acon
sejable que éstos saliesen a enfrentarse con la escuadra enemiga, superior en
eficacia, por múltiples razones de peso, cuya exposición alargaría también
mucho los límites de este trabajo (7).
El bloqueo de Cádiz y de la escuadra de Mazarredo se levantó cuando se
acercó la francesa del almirante Bruix y pasó al Mediterráneo. La inglesa,
bloqueadora, la siguió y a continuación pasó a dicho mar la de Mazarredo.
Bruix no iba con la firme determinación de conseguir la batalla naval, más
bien iba, en una amplia maniobra estratégica, a amenazar a Nápoles, a
Menorca; a levantar el bloqueo de Egipto posterior a la batalla de Abouquir.
La escuadra de Mazarredo encontró muy malos tiempos, que le hicieron
entrar en Cartagena a reparar averías. Al fin también entró en dicho puerto
la,de Bruix y se constituyó una de esas grandes escuadras combinadas; como
la que con Córdoba había limpiado de ingleses el canal de la Mancha, como
la que posteriormente había de batirse en Trafalgar.
El Gobierno fráncés consiguió del Rey de España que la escuadra del
Océano, la de Mazarredo, siguiese a la de Bruix a Brest para estar dispuestas
para apoyar una posible expedición a Irlanda. Esta después se cambiaría por
la amenaza de un supuesto desembarco en Inglaterra. Ya había en Rochefort
una escuadra española, que había partido desde el Ferrol, con tropas previs
tas para el proyecto de la invasión de Irlanda (8). Al desistirse del proyecto
había quedado bloqueada. La escuadra combinada había de levantar ese blo
queo. La idea era que la de Mazarredo regresase a España con ella, pero no
había de ser así. Habrían de transcurrir más de dos añós antes de que ello
sucediese (algunos buques pasarían secuestrados —así se dijo— más de tres).
Sométidos los nuestros a los intereses de Napoleón Bonaparte, que imponía
su voluntad sobre el Directorio y sobre el Rey de España.
(7) Escasez de dotaciones, estado de los buques y de sus-repuestos... podemos avanzar...
Hubo que desarmar algunas unidades por su pésimo estado.
(8) Una escuadra pequeña, compuesta por 5 navíos y una fragata; con un grupo de buques
de transporte que llevaba una división de tropas mandada por el teniente general D. Gonzalo
O’Farrel, de origen irlandés, así como cierta parte de sus soldados. Esta escuadra fue bombar
deada; hizo al fin una salida, dirigiéndose a Brest para unirse con el resto de las fuerzas, la escua
dra combinada; pero al ver bloqueado aquel puerto se dirigió al Ferrol, a donde llegó (octubre,
40
36
SOBRE LAS FUERZASNAVALES SUTILES ESPAÑOLAS, EN LOSSIGLOS X VIII y Xix
•Brest; Boulogne
La escuadra combinada franco-española, después de una corta estancia en
Cádiz, compuesta de 32 navíos, fondeó al fin eñ Brest (agosto de 1799).
Mazarredo se trasladó a París para limar diferencias con Napoleón (no habria
de volver a Brest). Quedó al mando de la escuadra española el general Fede
rico Gravina. Pronto los ingleses establecieron el bloqueo de aquel puerto.
Era muy importante su aprovisionamiento por mar por el mal estado de los
caminos y por el bloqueo terrestre mantenido por los realistas vendeanos.
dravina pronto pensó en la constitución de fuerzas sutiles que hiciesen posible
el comercio de cabotaje, como se había conseguido en Cádiz. Contaba con un
jefe de gran valía para esas fuerzas, ya acreditado en Rosas yen Cádiz, el capi
tán de fragata Antonio Miralles. Las lanchas de los buques seguían aún pre
paradas con las correderas para montar los cañones. Se va a organizar lo que
los franceses llamaron floti//es a i’espagnole.
Ya se tenía la experiencia de Cádiz. Existía un código de señales muy
completo, que permitía comunicarse a las unidades de la fuerza sutil entre sí,
y también con los buques mayores y lasbaterías de costa. Nose había perdido
la destreza en la maniobra para que el esfuerzo pudiese ser conjunto. Cuando
venían a Brest generales del Ejército se les hacía una exhibición. Listas para
la acción, se apostaron dos escuadrillas una a cada lado del Goulet de entrada,
en las ensenadasde Le Conquet al norte y dé Camaret, al sur... Al fin tuvie
roñ las lanchas de Miralles su bautismo de fuego, actuando ya con ellas algu
nas unidades francesas. Dio motivo a aquél la llegada de un barco danés, que
los ingleses se apresuraron a interceptar con un cutter bien armado (con 8
cañones). Miralles le hizo frente con sus lanchas. Acudió un bergantín inglés,
que sirvió muy poco al cutter; ambos fueron puestos en retirada por el fuego
de las lanchas españolas y francesas. Estas regresar9n triúnfantes, con el
danés, asu apostadero de Camaret. Cuarenta y ocho horas después fue infor
mado Miralles de estar atacando los ingleses a un convoy, que seesperaba en
Brest con ansiedad. Acudió presuroso, y había sido tan grande el castigo del
combate’ anterior que los enemigos se retiraron dejando pasar el convoy. Los
ingleses, que también habían aprendido la lección de Cádiz, ármaron tam
bién fuerzas ligeras, como antes quedó mostrado, para evitar la navegación
de cabotaje de los de Brest. Hemos visto que su medida no tuvo éxito para que
el bloqueo fuese verdaderamente eficaz.
El contralmirante francés De La Touche Treville se entusiasmó con los
primeros éxitos de Miralles y empezó á pedir al Directorio que se montasen
y armasen lanchas precisamente «a l’espagnole»; aunque el ministro Forfait
apoyó su demanda no se construyeron; dícese que el Primer Cónsul se mos
traba excéptico. Los ingleses, sin embargo, tuvieron algún éxito con su fuerza
sutil atacando a Belle Isle y apresando a una barca francesa, pero ello no fue
dentro de la acción posible de Miralles (9).
(9) Los ingleses se apoderaron de una gran lancha francesa, armada con dos’cañones dea
24, frente a Lorient, tras heroica resistencia. Frente a Brest, en la ensenada de Çamaret, toma
ron al abordaje con botes una corbeta francesa que esperaba viento favorable para salir mar
afuera.
Año 1992
C. MARTÍNEZ-VALVERDE
42
Núm. 36
SOBRELASFUERZASNA
VALESSUT!LES ESPAÑOLAS, EN LOS SIGLOSXVIIIyXIX.
Latouche Treville siguió
con su entusiasmo por los españoles y se llevó a Miralles
muy al norte, hasta meterse en
el peligroso canal Du Four,
entre la isla de Ouessant y la
costa, con un raz de marea
muy
fuerte. Las lanchas de
Miralles quedaron a gran al
tura en lo que a lo marinero se
refiere.
Nombrado La Touche jefe
de las fuerzas navales que se
preparaban para el desem
barco —supuesto— sobre In-.
glaterra, consiguió llevarse a
Miralles a Boulogne, posible
base de partida para el refe
rido ataque anfibio. Un éxito
resonante de nuéstro capitán
de fragata fuelevantar el blo
queo de Calais, en dónde esta
ban detenidas unidades fran
cesas destinadas a Boulogne:
seis bergantines, una caño
nera y otras tres grandes lan
chas. Pese al despliegue de
cuarenta unidades enemigas,
combinando sabiamente el
viento, la marea y el fuego,
-
-
.
.
—
.
E
.
.
1
-
-
Año 1992
consiguió
llevarbloa
Boulogne Miralles
a los barcos
queados en Calais sin sufrir los
suyos la menor avería y sus
dotaciones la menor herida.
No
pódía quedar sin res
puesta la acción de Miralles, y
Nelson, mandando una fuerza
de 30 unidades diversas, mu
chas de ellas de carácter sutil,
atacó a la flotilla de Boulogne,
compuesta de buques planos,
de transporte, y bergantines
cañoneros, hundiendo dos de
los primeros y uno de los ber
43
C. MARTÍNEZ-VALVERDE
gantines. Los atacados se replegaron sobre las defensas del puerto y Nelson
fondeó a corta distancia de la boca, continuando el fuego de sus buques sin
grandes resultados. Doce días más tarde (16 de agosto) Nelson volvió al ata
que. Miralles en esta ocasión mandaba siete bergantines obuseros y algunas
lanchas cañoneras. Los atacantes consiguieron apoderarse de una de esas lan
chas, pero a costa de grandes pérdidas, muy superiores a las que sufrieron los
defensores. Se consideró fracasado el ataque desarrollado por Nelson con el
•ardor que le era característico.
Era octubre (1801) cuando se firmaba en Londres un armisticio y después
vino la paz de Amiens (marzo de 1802).
Las hazañas de las fuerzas sutiles españolas fueron muy celebradas en
Francia y en España. Miralles fue ascendido a capitán de navío en recompensa
de sus servicios extraordinarios en Brest y en Boulogne.
En estos años se emplearon las lanchas cañoneras en diferentes ocasiones.
Podemos citar en la victoriosa defensa de Puerto Rico (1797) contra el ataque
de los ingleses. Se distinguieron 12 lanchas cañoneras en conjunción con otros
elementos más estáticos, que también fueron fuerza sutil como fueron ponto
nes artillados. Los enemigos fueron duramente rechazados.
En la defensa del Ferrol contra los británicos (1800), las cañoneras guar
dan la entrada de la ría y sus recovecos. Aquélla no es forzada, pero su fuego
es muy eficaz en la defensa del castillo de San Felipe, de las lomas que lo
rodean, cuando la fortaleza es atacada por la gola, después de los combates
de Balón y de Brión.
Guerra de la Independencia
En esta contienda actúan, en gran volumen, las fuerzas sutiles. La acción
de la Marina es grande, no en vano es una guerra de Península (10) como la
llaman los ingleses, con un gran sentido, de lo importante que es el mar para
derrotar a los franceses en España.
Los napoleónicos ocupan durante largo tiempo grandes extensiones de la
costa de la Península. Sus posiciones son atacadas constantemente por fuer
zas sutiles. Un módulo de ataque suele ser una flotilla defiwrza sutil española
apoyada por una fragata, que generalmente es británica (hay escasez de espa
ñolas) (11). Los franceses, en esta lucha, también arman pequeñas embarca
ciones corsarias; contra ellas también desarolla su acción la fuerza sutil. Esto
ocurre en la costa malagueña y también en la cantábrica, en donde los france
ses desean establecer en Santoña una especie de Gibraltar francés. En toda
esta clase de guerra la fuerza sutil no solamente lucha con los enemigos, sino
(10) Los portugueses la denominan (utilizando el plural) «Guerras Peninsulares».
(11) A veces hay fragatas españolas en estos grupos: la Diana, la Magdalena. Los ingleses
también arman unidades de fuerza sutil, con el honroso deseo de la Royal Navy de concurrir del
modo más arriesgado y batir de cerca al enemigo. Ello es consecuencia del espíritu combativo
nelsoniano.
44
36
SOBRE LAS FUERZAS NAVALES SUTILES ESPA ÑOLAS, EN LOS SIGLOS XVIII y XIX
contra los peligros de la mar. Padecen sus hombres grandes riesgos y se pro
ducen a lo largo de la guerra numerosos naufragios. Las fuerzas sutiles espa
ñolas se aferran a su misión en todo tiempo por malo que sea; tal ocurre en
Tarifa donde las cañoneras apoyan la defensa que de esta plaza hacen nues
tras tropas. Naufragan un falucho, una obusera y un escampavía. El teniente
de navío Parra recibe un oficio muy laudatorio del general Copons (12).
En la defensa de la fortaleza marítima gaditana (marítima por estar tan
apoyada en todos sentidos desde el mar), se pone de manifiesto de un modo
extraordinario la acción de las fuerzas sutiles. Actúan en la bahía y en los
caños de la gran extensión salinera. Actúan también en los flancos marítimos
de la fortaleza, en golpes de mano y en expediciones mayores, como es la que
en marzo de 1811se hace para desde Algeciras y Tarifa venir a atacar de revés
a las líneas que los franceses tienen establecidas ante Cádiz y la Isla de León
(batalla de Chiclana). En la bahía actúa una flotilla de 46 embarcaciones,
mandada por el teniente general de la Armada Cayetano Valdés, y otra de 54,
para operar en los caños, mandada por el jefe de Escuadra Juan de Dios
Topete (13). Las lanchas cañoneras y obuseras actúan como una artillería
autopropulsada, llegando por los caños muy cerca de las posiciones enemigas,
las cañoneras las baten con tiros rasantes y las obuseras con tiro curvo... Los
franceses construyen también sus embarcaciones en Sanlúcar y logran meter
las en la bahía. Se produce un gran combate, en que son derrotadas, fraca
sando con ello su proyecto de hacer un desembarco en el istmo.
En las fuerzas sutiles se baten codo a codo fuerzas de Marina y del Ejérci
to; el mando de las flotillas y de la mayor parte de las unidades es de oficiales
de la Armada...
Es tan grande el número de acciones que merecerían mencionarse que
debemos hacer casi punto final, pero antes hay que hacer constar que precisa
mente se iniciaron las hostilidades en esta guerra con la rendición en Cádiz de
la escuadra francesa del almirante Rosily (14 de junio de 1808); y en esta vic
toria tan importante es decisiva la acción de las fuerzas sutiles, especialmente
la flotilla mandada por Francisco Mourelle, la escuadra francésa se había
situado de modo que los buques españoles y las baterías de tierra no la batían
eficazmente. Y támbién es difícil, aun con esto, hacer el punto final de toda
la guerra en lo que a fuerzas sutiles se refiere. Tenemos que remitir al lector a
(12) Ha contribuido usted eficazmente con las fuerzas sutiles de su cargo a la defensa de esta
plaza, y por ella se excedió a la posibilidad de permanecer en este apostadero (y por ello sufrelos
naufragios).
(13) Hay variaciones de mandos y de efectivos a lo largo del bloqueo, pero para dar una
idea de la clase de embarcaciones podemos mencionar las que en cierto momento constituían
(mayo de 1810) la flotilla de los caños: 29 cañoneras, 13 obuseras, 2 falúas, 1 lancha, 1 bombo,
10 botes y 2 faluchos. Dos cañoneras y 2 obuseras estaban tripuladas por ingleses. La mayor can
tidad de tripulantes eran de Marina, pero había también 269 soldados del Ejército. Había 1.076
marineros y 101 artilleros de brigadas de Marina.
Año 1992
C. MARTíNEZ-VALVERDE
Zonas de combate: (1) Donde Gravina batió a los atacantes (Cádiz. 1797) con las ftierzas sutiles
de la escuadra. (2) Zona en que cayó en una emboscada de los enemigos, ocultos tras San Sebas
tián, la flotilla de lanchas del apostadero de la Caleta. (3) Zona en que los enemigos fueron bati
dos en su tentativa de ataque desde el Sur (altura de Torre Gorda).
un libro especializado en la acción de la Marina en la guerra de la Indepen
dencia (14).
Cuando los cien mil hijos de San Luis (1823)
Al establecerse los del Duque de Angulema frente a Cádiz, pronto se rea
nudó la actividad de lasfuerzas sutiles de 1810, de cuando Soult; esta vez, es
verdad, con un menor número de unidades por parte de la defensa (liberales
con Fernando VII retenido). Los atacantes, realistas también, volvieron a
construir lanchas en Sanlúcar, aunque no los peniches de transporte sino
(14) No puedo hurtarme al impulso y dejar de citar, a modo de dos estampas honrosas, la
acción de lasfuerzas sutiles: Una, las cañoneras combatiendo como cuerpo a cuerpo con la caba
llería francesa en los combates del Puente Sampayo.(junio 1809), al tratar aquélla de vadear el
río Verdugo, en su desembocadura, aprovechando la marea baja. Otra, la odisea de la dotación
del cañonero Estrago, cuando naufragado éste durante la Expedición Cántabra (octubre, 1810),
cerca de Santoña, consigue llegar al Ferrol, atravesando todo aquel abrupto país ocupado por los
enemigos, pasando grandes penalidades y peligros.
46
Núm. 36
SOBRE LAS FUERZASNAVALES SUTiLES ESPAÑOLAS, EN LOSSIGLOS XVIII y XIX
cañoneras. Angulema dio el mando de ellas a dos españoles: al brigadier de
la Real Armada Diego Butrón y al capitán de navío Angel Michelena, que ya
se había distinguido en el Plata en el mando de las fuerzas sutiles. El dominio
del mar era esta vez de los atacantes; sus buques bombardearon el castillo de
Sancti Petri y lo tomaron. Se produjo también el de Cádiz, desde dentro de la
bahía, con buques y con fuerzas sutiles, éstas en primer término. Salieron al
contraataque las de la defensa y se desarrolló un combate a corta distancia,
que no pudo evitar el bombardeo (septiembre 1823) debido al apoyo que te
nían los atacantes de sus buques mayores mandados por el almirante Duperré.
Sabido es el triunfo al fin de los realistas. Era gobernador militar y político
en Cádiz Cayetano Valdés (con gran experiencia sobre las fuerzas sutiles),
uno de los más notables héroes de su época.
En las guerras de independencia americanas
En ellas hay una amplia gama de utilización de fuerzas sutiles, tanto por
parte de los realistascomo de los insurgentes, patriotas. Los realistas son en
este caso los defensores del dominio de la Metrópoli, de España.
La lucha en el mar se produce con pequeñas escuadras de buques mayo
res, de muy váriadas clases y procedencias. Hay acciones en lugares de poco
fondo, contra objetivos terrestres; en ellas son de gran aplicación las fuerzas
sutiles. De los barcos mayores rara vez se ven navíos, la mayor parte de las
veces son fragatas; como dijimos, fuerzas heterogéneas, complementados los
buques por unidades más pequeñas, de fuerza sutil, aquéllos con muchós
mandos extranjeros.
En el Plata, con poco fondo, especialmente en su orilla sur, Liniers,
cuando en 1806 atacaron los ingleses Buenos Aires, mandaba una escuadrilla
de fuerza sutil apostada en la ensenada de Barragán, ya era capitán de návío
y mandaba también el pequeño fuerte que allí había, ello le valió para no
estar incluido en la capitulación de la capital. Antes había mandado otra flo
tilla con base en Montevideo. Cuando pasó a esta capital para pedir el mando
de las fuerzas que habían de reconquistar Buénos Aires, mandaba la flotilla
allí establecida el capitán de fragata Juan Gutiérrez de la Concha. En sus bar
cos pasaron los nuestros a la orilla opuesta, desembarcando en las Conchas
(Tigre). Considerando que los hombres eran más útiles en tierra se disolvió la
flotilla, pasando a mandar Gutiérrez de la Concha el batallón de Marina que
se formó. Más tarde se constituyó de nuevo aquélla. Pese al nuevo ataque del
año siguiente, los ingleses fueron expulsados al fin de aquellos territorios de
Buenos Aires y de Montevideo.
Sublevados los porteños y fusilados por los insurgentes Liniers y Concha
(1810), se reaccionó contra aquéllos desde Montevideo yel capitán de navío
Michelea bombardeó Buenos Aires con una pequeña escuadrilla, en la que
había fuerzas sutiles que al poderse acercar más a los objetivos fueron las que
causaron un mayor efecto. El teniente de navío Primo de Rivera, desembar
cando, destruyó baterías.
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C. MARTÍNEZ-VALVERDE
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Núm. 36
SOBRE LAS FUERZAS NAVALES SUTILES ESPAÑOLAS, EN LOS SIGLOS XVIII y XIX
También las había en la escuadrilla de Jacinto Romarate cuando se batió
en el río Uruguay, poniendo en franca retirada a los barcos insurgentes. Unos
días después derrotó a los que encóntró en el Arroyo de la China (1814). Se
mantuvo la flotilla en diferentes fondeaderos; al capitular, Montevideo fue
incluida en lá capitulación. De Romarate decía Brown, jefe de las fuerzas in
surgentes argentinas, que era el enemigo más bravo que había conocido (15).
Se sucedieron las operaciones a lo largo de las costas de América del Sur
y aún más al norte, atacando los insurgentes todos los puertos que se mantie
nen por el Rey. Actúan en ellos y en sus cercanías lasfuerzas sutiles organiza
das para su defensa. Los atacantes las organizan no pocas veces. En el Pací
fico son atacados Chiloé, Talcahuano, Guayaquil, Callao. En este último
puerto hay una buena fuerza sutil organizada según las órdenes del Virrey
Pezuela (1817). Con ella tiene que entenderse Lord Cochrane en sus ataques.
Es jefe de la escuadra de Chile; es audaz hasta la saciedad y tiene imaginación.
Muestra mucho la bandera española, y sus hombres gritan «Viva el Rey!»,
para despistar a los defensores. En su segundo ataque (1820) engaña a la arti
llería de éstos haciendo las señales de reconocimiento convenidas con los neu
trales. Con una fuerza sutil, organizada con las embarcaciones menores de sus
buques, fuerza la defensa de las cañoneras realistas; atraviesan un barraje y
se apoderan de la fragata Esmeralda, que está dentro del puerto.
En aguas del Atlántico, ante las costas de Tierra Firme (Colombia y Vene
zuela).y en sus senos, también toman parte importante en las operaciones las
fuerzas sutiles. Una de las ocasiones es cuando el general Morillo toma Carta
gena de Indias (1815), que estaba en poder de los insurgentes patriotas. En la
gran .bahía actúan las cañoneras.
En aquellas aguas se bate el capitán de navío Laborde, que manda la exi
gua escuadrilla que se pudo reunir. Primero actuará desde Puerto Cabello y
Santa Marta; más adelante tendrá que hacerlo desde La Habana. Pese a sus
éxitos que en la mar abierta tiene, en la laguna de Maracaibo sufre un gran
revés; precisamente lo sufren sus fuerzas sutiles, lanchas artilladas que son las
fiecheras del país, de muy poco calado y con propulsión por canaletes. Los
barcos mayores tuvieron que quedarse fuera; no tenían, pues, las sutiles su
apoyo; tampoco se lo dieron las fuerzas del ejército del general Morales. Den
tro había una gran cantidad de otras flecheras enemigas. Corría el año 1823.
Guerras carlistas. África, 1860
Cuando empiezan las primeras (1833) actúan en el Cantábrico fuerzas
sutiles. En un principio los buques mayores eran muy escasos. Hubo que ir
constituyendo una pequeña escuadra. Actúan de uno y otro lado; como había
(15) Romarate era un oficial de Marina de los más entusiastasdel cónibáte a lamás corta
distancia que fuese posible; se había distinguido en ello enmuchas qcaiones, una formando
parte del Batallon Real de Marina que tomo parte en la victoriosa defensa de Buenos Aires
mandadó por Gutiérrez de la Concha.
‘T
Año 1992
C. MARTÍNEZ-VALVERDE
ocurrido en la guerra de la Independencia, las trincaduras, grandes lanchas
artilladas, complementada su acción con las de menor tamaño, los escampa
vías, que les sirven de exploradoras y registran todas las calas de la costa. Una
coordinación eficaz.
Corre el año 1837 cuando el capitán de fragata Armero manda el aposta
dero de fuerzas sutiles del Nervión. Por sus relevantes méritos, además de ser
condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, le confiere la Reina el
título de Marqués del Nervión. En las costas del Mediterráneo este jefe man
da, después, las fuerzas navales ligeras. Hay actividad de fuerzas sutiles, con
cierta intensidad, en las cercanías de la desembocadura del Ebro.
En la última de las guerras carli stas vuelve la actividad a las costas del Can
tábrico. En 1875opera allí una escuadrilla de buques mayores yfuerzas sutiles
cañoneras, faluchos y trincaduras. El jefe de toda esta fuerza, Victoriano Sán
chez Barcáiztegui, muere a bordo del buque de su insignia, el vapor Colón,
navegando frente a Motrico, por el impacto que recibe aquél de los disparos
de la artillería carlista de la costa.
En la guerra de Africa de 1860 se produce uno de los ejemplos de mayor
apoyo que un ejército ha tenido de una escuadra. Esta tiene una fuerza sutil
formada por 16cañoneras y4 faluchos. En la batalla de Tetuán, penetran esas
embarcaciones río Martín arriba apoyando con sus fuegos el avance de las
tropas. El apoyo es muy eficaz y el entusiasmo de los comandantes es tal que
una vez que los disparos ya son imprecisos por la distancia, ante el avance de
las guerrillas, piden esos comandantes al general en jefe ir con sus dotaciones
a combatir junto a aquéllas. Agradecido aquél rechaza el ofrecimiento, ya
que en el transcurso de la batalla pueden ser de nuevo útiles las cañoneras con
sus fuegos. Las embarcaciones menores de la escuadra trabajan intensamente
en el abastecimiento de las tropas desde el mar (16). También en el desem
barco de las columnas que toman parte en la batalla de los Castillejos, manda
das por el capitán de fragata Lobo.
Filipinas
Por las características del archipiélago, con más de 7.000 islas, con multi
tud de canales y varios mares interiores, las fuerzas sutiles tenían que ser de
la mayor eficacia. La acción de los piratas moros, de Mindanao y de Joló prin
cipalmente, hizo necesario que se constituyese una Marina llamada corsaria,
defensiva, que tomó a su cargo el Gobernador General de las islas (17).
Se creó un cuerpo especial para tripular esa fuerza, con grados militares,
sirviendo la parte profesional marinera con marinos mercantes. Los barcos
(16) En el primer bote que abordó la playa, después del temporal que tuvo a las tropas sin
víveres, Campamento de/hambre, desembarcó, con riesgo, el general Bustillo, jefe de la Fuerza
Naval.
(17) Estaba tan compenetrado el pueblo con su escuadra protectora que, habiendo una
clase de buque de aquélla llamado barangay, también se decía Cabeza de Barangay al pequeño
gobernador del poblado de que se tratase.
50
36
SOBRE LAS FUERZASNA VALES SUTILES ESPAÑOLAS, ENLOSSIGLOSXVIIIy
XIX
son pequeños y maniobreros, como son los de los piratas. Toda esta organiza
ción se fue perfeccionando a lo largo del siglo XVIII. A principios delxix se
establece en Filipinas un apostadero de la Marina Real, para funcionar con
cierta autonomía bajo el mando del Gobernador General. Hay una vuelta
atrás. Al fin pasa toda la Marina a pertenecer al gran apostadero de la Real.
En realidad hay varios apostaderos, pero todos bajo el mando del General
comandante de ella. La Marina corsaria pasa a ser sutil (parte sutil de la
Marina Real). Esta pasa a tener otras unidades que también se titulan sutiles,
y es que lo son; los apostaderos extendidos por las islas, mandados por jefes
de la Marina Real, se titulan defuerzas sutiles. Empieza a haber bajo el mando
de aquellos barcos pequeños, que no son propiamente dicho del país, las
falúas, de remo y vela, artilladas con una sola pieza de pequeño calibre. A
mediados del siglo van siendo sustituidas por pequeños cañoneros, clasifica
dos como fuerza sutil en los Estados de fuerza de los Estados Generales de la
Armada (18). Estos barcos, con algunas goletas, llevan el peso de la acción
contra los piratas. Puede decirse que éstos son dominados por las fuerzas suti
les. Hay también buques mayores, hasta pequeños cruceros (denominación
exagerada); va a verse cuando tengan que contender contra la escuadra nor
teamericana del comodoro Dewey. La fuerza sutil repartida en los apostade
ros propios de su clase quedó indemne después de aquel desigual combate de
la bahía de Manila, el de Cavite (1898). Los americanos hubieron de batir a
los piratas también con algún género de fuerza sutil suya.
En Cuba las fuerzas sutiles hubieron de luchar contra las embarcaciones
filibusteras, llamadas así las que traían armas y refuerzos para los insurrectos.
A modo de colofón. En la actualidad
La denominaciónfuerzas sutilesfue difuminándose: Pasó ala Historia. Sin
embargo, su función subsiste. En el proceso de desaparición del vocablo se
incluyó a veces a barcos pequeños que no lo eran, tales como remolcadores y
embarcaciones de apoyo a la fuerza, o de tren naval de los arsenales. No lo
eran: las fuerzas sutiles fueron eminentemente de combate.
La función subsiste, como dije. Hay elementos navales y aeronavales que
son de pequeño tamaño, rápidos, maniobreros, propicia su táctica en que
pasen lo más desapercibido posible. Y son muy variados, y de todoslos tama
ños; rozando a veces por él el salirse (por grande) de lo que parece ser carac
terística de lo sutil. Y en las unidades modernas (relativamente modernas) las
hay no rápidas, como fueron los beneméritos bous del Cantábrico utilizados
por ambos antagonistas en 1936-39. ¡Siempre la variedad! Lo flexible. Hay
lanchas torpederas y cañoneras rápidas ¿cabe algo que merezca más que ellas
el calificativo de sutil? Hay lanchas antisubmarinas de defensa de puertos.
(18) En 1860había 18 cañoneros (unos con un cañón, otros con dos). Con ellos se reempla
zaban las falúas, con casco de gran lancha y una treintena de hombres de tripulación.
Año 1992
C. MARTÍNEZ-VALVERDE
Un moderno prulero rápido. Una unidad naval de las que podíamos comprender en la deno
minación «FuerzaSutiI» si ésta aún se emplease.
Hay elementos daglto (los italianos los incorporaron a la fuerza «X-MAS»,
ésto es, de lanchas). Hay patrulleros rápidos (36 nudos), con armas tan con
tundentes como son los riisiles (19). Hay otros más lentos y mayores.
Los submarinos pequeños y maniobreros están dentro de lo sutil ¿No es de
esa táctica peculiar el ataque a Scapaflow por De Prien? Más sutil que los ele
mentos aeronavales no los hay. Naturalmente, según la clase y ocasión nece
sitan elementos de apoyo no sutilesi.¿Pues qué podemos decir de un ataque a
buques con lanchas rápidas neumáticas armadas de bazookas?
También son fuerza sutil a la moderna los elementos minadores ofensivos
y también los dragaminas, especialmente operando en una fuerza avanzada,
preparando, p. e., una operación anfibia. El modo de operar al estilo de las
anti guasfuerzas sutiles subsiste, ¡sí!, aunque la denominación haya desapare
cido(20).
(19) Por ejemplo, los nuestros del tipo Barceló , de 134toneladas y 36 nudos de velocidad.
(20) Para una correcta consideración de lo que son las fuerzas sutiles en la actualidad, se
recomienda ver los anuarios FightingShips. En ellos, los patrulleros con flotación en colchón de
aire.
52
Núm. 36
SOBRE LAS FUERZAS NAVALES SUTILES ESPAÑOLAS, ÉN LOS SIGLOS XVIIIy XIX
No nos queda más que rendir homenaje de admiración a los nuestros, que
poniendo de manifiesto las mejores cualidades mariñeras y militares llevaron
a lasfuerzas sutiles a combatir de cerca a los enemigos; y con grandes peligros
de mar. Con su conducta son ejemplo de los que les han de seguir en ese estilo
de guerra naval, aunque el cómo hacerlo varíe de acuerdo con la moderniza
ción de los elementos de que se dispone —ellos y los enemigós.
Los hombres cuya acción he presentado en este trabajo merecen el reco
nocimiento y la admiración de sus conciudadanos, de los de ahora y de los que
hayan de seguir en la trayectoria naval española en el Mundo.
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Martínez-Valverde, Carlos: Sobre la benemérita y sostenida acción de la Armada en Filipinas en
la segunda mitad del siglo xix.
Estados Generalesde laArmada: Listas de buques.
Año 1992
REFLEXIONES EN TORNO
A LA SITUACIÓN
DE LA ARMADA ESPAÑOLA
HACIA 1898
Antonio TÉLLEZ MOLINA
Uno de los principales problemas en la interpretación del enfrentamiento
hispano-norteamericano de 1898, que tan indeleble huella dejó en la realidad
española, es, sin duda alguna, la clara tendencia a la simplificación del mismo.
Una interpretación simplista que suele reducir el conflicto a un enfrenta
miento naval, jalonado por dos incontestables derrotas —Cavite (1 de mayo•
de 1898) y Santiago de Cuba (3 de julio de 1898)— totalmente predecibles,
por otra parte, a la vista de la superioridad naval de Estados Unidos frente a
España. Tradicionalmente se ha venido reduciendo casi a un enfrentamiento
entre flamantes acorazados de acero y viejos y carcomidos buques de madera.
Ha sido este reduccionismo simplista el que ha provocado que en la lec
tura del Desastre del 98» se hayan querido buscar causas específicamente
españolas, normalmente tendentes a buscar al responsable o responsables de
haber avocado a una total indefensión naval a la España de finales del si
glo xix.
Es desde esta desordenada y virulenta búsqueda de responsabilismo, que
estalló ya en los días inmediatos a la total destrucción de las escuadras de los
almirantes Montojo y Cervera, desde donde arrancan los enfrentamientos,
acusaciones malintencionadas, e incluso desafecciones inmutables, entre el
poder político —e incluso, por extensión el sistema liberal—, los estamentos
militares y la opinión pública. Las acusaciones cruzadas serán de todas las
naturalezas y abrirán un profiindo foso de incomprensión difícilmente fran
queable y que estará presente en toda la reciente historia española. Y es que
el desconocimiento, o el planteamiento maximalista y maniqueo de la historia
española es muchas veces el origen de profundas incomprensiones, y de tozu
das convicciones irreconciliables; a las que, por otro lado, parecemos tan pro
clives los españoles.
Para entender el alcance y significado del conflicto y en última instancia,
la situación de la Marina de Guerra española a la altura de 1898, hay que abor
dar el problema en su doble vertiente: en la de la especificidad del caso espa
ñol y en el de la contextualización de nuestro Desastre del 98 en el ámbito
internacional en el que se produjo. Evidentemente ambos niveles de interpre
tación son inseparables y es precisamente cuando se atiende sólo a uno de
ellos, cuando se facilita una visión distorsionada de la realidad.
Conviene, pues, partir de la contextualización del Desastre del 98español,
en lo que genéricamente se ha llamado la época del imperialismo (1870-1914),
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A. TÉLLEZ MOLINA
siendo ésta, asu vez, el resultado de un proceso, si no iniciado, sí acelerado
históricamente a partir de mediados del XIX; y que pronto va a suponer una
aplicación de las teorías del darwinismo social a las relaciones entre razas y
naciones, convirtiendo el poderío militar en instrumento decisivo de la polí
tica exterior. Y hay que recordar que esta idea estaba en las mentes de los
directores políticos del mómento, como queda patente en el discurso ante el
Congreso deD. Antonio Cánovas del Castillo, pronunciado el 7 de julio de
1891 —siete años antes de la precipitación del conflicto—, en el que venía a
afirmar quela mejor política exterior sólo se puede desarrollar con un país
fuertemente armado (1).
Si a esto le añadimos la orientación preferentemente ultramarina de este
imperialismo colonial, no cabe duda que, dentro de la valoración del poderío
militar de una nación, jugaba un papel esencial la Marina de Guerra. Esto
explica que uno, de los capítulos preferentes de todas las potencias, en su
preocupación armamentista, se orientara al ámbito naval, de tal manera que
no sería exagerado decir que los buques de guerra se van a convertir en los
estandartes del poderío militar e industrial de los Estados.
Pues bien, aun partiendo del hecho de que todas las naciones perseguían
un único objetivo, cual era la consecución de una Armada poderosa, los plan
teamientos seguidos en sus reflexiones distaron mucho de alcanzar criterios
de unidad, llegándose a entablar grandes discusiones que acabaron enfren
tando a los seguidores de una u otra política naval. Estas disensiones no son
explicables sólo por confrontaciones exclusivamente en el plano estratégico,,
hay que tener en cuenta que nos encontramos en un período de profundas y
rápidas innovaciones de carácter técnico, que acabaron, creando un caos difí
cilmente asimilable incluso para los expertos estrategas navales de la época.
La propia dinámica de la carrera armamentista creaba un ritmo trepidante
en las continuas innovaciones técnicas, que provocaba diseños que aparecían
como innovádores y casi definitivos, y que, sin embargo, en pocos años que
daban obsoletos. Se puede decir que desde el siglo xvii hasta mediados
del XIX, el progreso en los diseños de los barcos de guerra había sido ínfimo
y lento; lo que hacía que los planteamientos estratégicos de los combates
navales apeñas hubieran variado. Será ahora, a mediados del xix, cuando se
rompa aceleradamente con la tradición y se cree una enorme confusión tanto
técnica como’logística y estratégica.
El uso del vapor como fuerza motriz —que planteará el problema de la
necesidad de puntos de escala.y avituallamiento para carbonear y hacer agua
das—, la aparición de cascos metálicos, primero de hierro y luego de acero
—:-queplantearán lá necesidad de conjugar valores de velocidad y autonomía
con valores de defensa y tonelaje—, los avances en armas de artillería —cada
vez más potentes,, de mayor alcance, precisión y poder destructivo—, la preo
cupación porlos elementos defensivos —que abrirán un vivo debate sobre la
(1) Recogido en la obra de Fernández Almagro, Melchor: Política naval de la España
moderna y contemporánea. Madrid. Instituto de Estudios Políticos, 1946, pág. 184.
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36
REFLEXIONES
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EN TORNO A LA SITUACIÓN DE LA ARMADA ESPAÑOLA...
57
A. TÉLLEZ MOLINA
localización de las corazas, entre las líneas de flotación yio las torres artilleras—, la utilización de nuevas armas —minas y torpedos—...; creaban la
necesidad de planteamiento de nuevas tácticas y estrategias de combate.
Todo esto provocó un fuerte desconcierto y disparidad de criterios en técnicos
y marinos sobre qué buques habrían de ser los más adecuados y eficaces ante
las nuevas situaciones creadas.
Será, pues, a la sombra de estos importantes avances técnicos e industria
les, el momento en el que se van a desarrollar toda una amplia gama de posi
bilidades que van a complicar enormemente la clasificación de los buques,
surgiendo problemas en la fijación de los límites de unos y otros tipos de
buques, que muchas veces van a provocar complejos solapamientos técnicos
y operativos. Van a aparecer nuevos barcos con capacidades operativas sor
prendentes para la época, que provocarán el surgimiento de nuevos plantea
mientos estratégicos de combate, pero que a su vez provocarán el surgimiento
de nuevos operativos que anulen las supuestas veleidades de los anteriores y
que muchas veces obliguen al replanteamiento estratégico e incluso al reci
claje o reconversión de planes navales que aparecían como definitivos. Como
podemos imaginar, el seguimiento de este ritmo enloquecido en la carrera
armamentista estaba reservado exclusivamente a aquellos Estados que por
sus capacidades financieras e industriales no tuvieran grandes problemas para
acometer en pocos años el abandono o el replanteamiento de toda una polí
tica naval preestablecida.
Llegados a este punto, convendría hacer un breve repaso del panorama de
posibilidadestipológicas de buques existentes en la época inmediata al con
flicto, que nos dará una clara idea del alcance de la problemática que venimos
planteando. Tratando de simplificar el panorama hay que apuntar la existen
cia de las siguientes posibilidades: acorazados, cruceros acorazados, cruceros
protegidos, cruceros no protegidos, cañoneros, torpederos, cañoneros-torpe
deros, destructores o cazatorpederos.
Como gráficamente planteaba el almirante Carrero Blanco al abordar el
problema de la determinación de un buque de guerra, éste es el resultado de
la combinación de cinco factores determinantes: el armamento, la protec
ción, la velocidad, las condiciones evolutivas y la autonomía (2).
Fue la conjugación y combinación de estos elementos en sus distintas posi
bilidades, la que dio lugar a la coexistencia de los diversos efectivos, antes
citados, y no siempre claramente delimitados y definidos. Esto creaba autén
ticos problemas a la hora de clasificar los diferentes efectivos navales a unas
u otras categorías; algo fácilmente contrastable si comparamos los Estados
Generales de la Armada en España de 1898 y 1900, como más adelante vere
mos. Además, en el caso español, la clasificación vigente a la altura de 1898,
que provenía del Decreto Real de 15 de agosto de 1895, inspirado por el
entonces ministro de Marina, D. José María Beránger y Ruiz de Apodaca,
venía a dificultar todavía más el problema de la clasificación de los buques,
(2) Carrero Blanco, Luis: España y el mar. Tomo 1: El mar en la guerra yen la paz. Hasta
la segunda guerra mundial. 3. Ed. rey. Madrid. Instituto de Estudios Políticos, 1962,pág. 75.
58
36
REFLEXIONES
EN TORNO A LA SITUACIÓN DE LA ARMADA ESPAÑOLA...
propiciando la desfiguración de la realidad de la Armada, al conjugar no muy
acertadamente criterios de desplazamiento y protección. Esta misma idea ha
llevado a algunos autores a replantearse la causa del profundo desconoci
miento de la realidad de la Armada en los años inmediatos al conflicto; así,
entre otros, podemos recoger las palabras de Juan B. Robert, que en ese sen
tido apuntaban: no toda la culpa la tuvo la prensa. En ciertos estados oficia
les de nuestro material naval flotante se elevaban los cañoneros, casi inofensi
vos, a la categoría de cruceros de segunda clase y a los cruceros protegidos del
tipo “Oquendo” a acorazados de segunda (3).
Tampoco en los años inmediatos al conflicto parecía estar muy claramente
determináda la efectividad operativa en combate de los distintos buques, lo
que hacía que se sacaran consecuencias inmediatas de los diferentes enfrenta
mientos navales acaecidos en esos años y que a través de esas lecturas se mon
tasen nuevas estrategias y, por tanto, nuevos planteamientos en los progra
mas navales. En este sentido puede ser relevante recordar el impacto que pró
dujo en la opinión de los expertos navales de la época, el enfrentamiento
entre la escuadra china del almirante Chio Ting —formada por dos flamantes
acorazados— y la escuadra japonesa del almirante Ito —formada por tres
buques protegidos—, desarrollada en 1894frente a la desembocadura del río
Yalú; y que como reconoce el almirante Carrero Blanco, produjo uña super
valoración del cruceroprotegido frente al acorazado, llegándose incluso a pen
sar que la masa de fuego y la velocidad eran preferibles a la coraza, conlo que
los cruceros protegidos se pusieron de moda (4).
Para venir a complicar más el panorama naval del momento hay que tener
en cuenta que es en estos años cuando de entre las diferentes tendencias estra
tégicas y constructivas, que pretendían vertebrar las nuevas políticas navales,
acabaron imponiéndose dos orientaciones totalmente contrarias a las que se
irán adhiriendo unós y otros Estados. De una parte, y frente al planteamiento
tradicional, basado en la existencia de grandes navíos oceánicos, va a surgir
un planteamiento totalmente revolucionario o cuando menos novedoso
representado por la denominada Jeune Ecole francesa, apadrinada por el
almirante Aube. Su teoría se basaba en la necesidad de controlar las costas
francesas ante un posible ataque de acorazados británicós, siendo encargada
ésta misión a unos nuevos y pequeños buques —los torpederos—, que basa
ban su eficacia en la velocidad, la sorpresa y el podér destructivo de estos
pequeños microbios que podrían acabar con el mastodonte acorazado. Se
aportaba en su favor que la construcción de los torpederos era mucho más
rápida y bárata que la de los grandes buques acorazados; incluso sé quiso ver
en ellos una orientación más popular y democrática frente a la aristocrática
presencia del acorazado. Se llegó a apuntar incluso que los torpederos permi
tirían llevar la táctica de la guerra de guerrillas al mar. Junto a los torpederos,
.. .
(3)
MARINA,
(4)
Robert, Juan B.: «La prensa periódica y la Marina en 1898». REvIsTA
mayo 1948, pág. 579.
Carrero Blanco, Luis: Op. cit., pág. 184.
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GENERAL DE
A. TÉLLEZ MOLINA
encargados del acoso costero de los acorazados, la Jeune École opaba por
una política de cruceros.
Como se puede ver, sobre todo, se trataba de ofrécer una posibilidad de
enfrentamiento naval a las potencias menos ricas y con armadas inferiores; al
fin y al cabo el espíritu que animaba la idea se resume en el lema de más bar
cos por menos dinero, y’ realmente, así planteado, tenía su atractivo. Esto
hizo que muchas potencias optaran por este tipo de planteamiento. Sin
embargo, pronto —inicio de la década de los 90—se empezó a producir, si no
un abandono, sí una clara reorientación de las teorías de la joven escuela fran
cesa. Y es que los torpederos mostraron en seguida sus debilidades: escasa
resistencia de sus cascos, poco aptos para operar en una mar movida, condi
ciones para su tripulación poco menos que infernales... y pocas posibilidades
de hacer freñte a las innovaciones que los acorazados presentaron precisa
mente para hacerles frente.
Así que la mayor parte de las flotas que habían seguido estas teorías,
reconsideraron su postura a fines de los 80 y principios de los 90 y se orienta
ron a la construcción decidida de acorazados; adhiriéndose, por tanto, a las
ideas, mucho más tradicionales, de una de las figuras más populares dentro de
los estudios de fuerzas navales de la época: el capitán de la US Navy, Alfred
T. Mahan, decidido defensor de los grandes poderosos buques acorazados.
De todas formas, el debate y la transición o elección de una u otra
corriente naval, no fue en modo alguno inmediato y definitivo; así, por ejem
plo, los británicos se movieron con cierta flexibilidad centrándose especial
mente en una política de cruceros y acorazados, pero no olvidando los nuevos
buques (torpederos, cazatorpederos, cañoneros-torpederos...); los franceses
optaron claramente por su Jeune Ecole, pero sin descuidar definitivamente la
construcción de grandes buques, que a partir de los años 90 fueron decisivos;
los EE. UU. siguieron un camino similar al de Francia, pero con una mayor
capacidad de afrontar la construcción, siempre muy costosa, de acorazados.
España siguió un camino similar al de EE. UU. y Francia, aunque, y debido
en gran medida a sus limitaciones financieras, la reorientación de la política
naval y estratégica fue mucho más lenta, coincidiendo ésta con los críticos
acontecimientos de 1898, que sorprendieron a la Armada española grave
mente desprotegida. Esta evolución queda puesta de manifiesto si analizamos
los datos aportados por Agustín Ramón Rodríguez González, sobre el incre
mento de las flotas mundiales entre 1870 y 1900 (5). De sus datos se puede
extraer la incontestable conclusión de que España llega a Ja altura de 1900con
un número muy inferior de buques a los presentados por las Armadas de Gran
Bretaña (271), Francia (255) o Estados Unidos (84); frente a los que sólo
podíamos oponer 20. Además, sectorialmente las deficiencias son más notables:
—
(5)
Acorazados: frente a los 30 de Gran Bretaña, los 12 de Francia, los 18
de EE. UU., España no cuenta con ninguno.
Véase su obra Política naval de la Restauración (1875-1898). Madrid. Ed. San Martín.
1988, pág. 87.
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REFLEXIONES
—
—
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EN TORNO A LA SITUACIÓN DE LA ARMA DA ESPAÑOLA...
Cruceros acorazados: frente a los 20 de Gran Bretaña, los 15 de Fran
cia y los dos de EE. UU., sólo contábamos con uno.
Cruceros protegidos: frente a los 63 de Gran Bretaña, los 19 de Francia
y los 17 de EE. UU., España cuenta con tres.
Destructores: frente a los 112 de Gran Bretaña, los 12de Francia y los
20 de EE. UU., España contaba con seis.
Con estos datos queda claro que las dos primeras potencias navales, Gran
Bretaña y Francia, están a una considerable distancia de EE. UU. y España;
pero también es palpable que se está asistiendo a una enorme capacidad cons
tructiva, en el ámbito naval, de los EE. UU. que coincide con su clara deter
minación expansionista a nivel mundial.
Sin embargo, y sin despreciar en absoluto estos datos cuantitativos, es
importante hacer un esfuerzo por huir de lecturas fáciles al enjuiciar el estado
de la Armada española en los últimos años del siglo XIX. En primer lugar, creo
que para abordar el problema adecuadamente, habría que huir de una visión
obsesionada por recuentos numéricos de efectivos navales y sustituirla por
otra que se centrara más en reflexiones de índole cualitativa, o lo que es lo
mismo, afrontar un análisis pormenorizado de la situación real de operativi
dad y eficacia de los distintos buques, que por otro lado facilitaría la correcta
clasificación de cada uno de ellos a las distintas categorías existentes en aque
llos años.
La urgente necesidad de aclarar la situación real de la Armada, no tanto
desde un punto de vista cuantitativo como desde uno cualitativo —que es una
de las claves para entender el desconocimiento que dé la misma se tenía a la
altura de 1898—, se pone claramente de manifiesto en cuanto abordamos el.
problema del análisis comparativo de las escuadras española y estadouniden
se; Son múltiples los recuentos de ambas Armadas con los que contamós,
desde los realizados en los años inmediatos al conflicto, hasta los que poste
riormente han ido elaborando los distintos estudiosos del mismo. Y ló que
primero llama la atención de los mismos, es que en la mayoría de los casos no
son coincidentes en sus recuentos; fenómeno que tiene su explicación en la
diferente clasificación que de los buques hacen unos y otros. Si hacemos un
breve repaso por algunos de estos análisis, podemos comenzar por los plan
teados por el almirante D. Pascual Cervera y Topete, y por el entonces minis
tro de Marina, D. Segismundo Bermejo y Melero (6). Para el almirante Cer
vera, como se desprende de su estudio comparativo enviado al ministro Ber
mejo, en un reservado del 25 de febrero de 1898, el enfrentamiento quedaba
planteado en los siguientes términos:
—
—
—
Acorazados: cuatro españoles frente a cinco estadounidenses.
Cruceros acorazados: un español frente a dos estadounidenses.
Crucéros protegidos: tres españoles frente a 12 estadounidenses.
(6) Ambos recogidos en la obra de D. Pascual Cervera y Topete: Guerra hispano-america
na. Colección de documentos referentes a la Escuadra de Operaciones Antillanas. El Ferrol.
Imprenta de «El Correo Gallego», 1899.
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Núm. 36
REFLEXIONES
EN TORNO A LA SITUACIÓN DE LA ARMADA ESPAÑOLA...
Por su parte, el ministro Bermejo realizaba su propio recuento, que envió
al almirante Cervera en un reservado el 4 de marzo de 1898, en el que disentía
de los datos del almirante al reducir a cuatro los acorazados estadounidenses
y a ninguno los cruceros protegidos estadounidenses.
Los datos aportados por el mayor Kunz (7), del Ejército alemán, queda
ban planteados en los siguientes términos:
—
—
—
—
—
—
Acorazados de primera clase: un español frente a cuatro estadouni
denses.
Acorazados de segunda clase: siete españoles frente a un estadouni
dense.
Cruceros acorazados: ninguno español frente a dos estadounidenses.
Cruceros protegidos: cinco españoles frente a 13 estadounidenses.
Torpederos: 14 españoles frente a cinco estadounidenses.
Cazatorpederos: 14 españoles frente a cuatro estadounidenses.
Lo importante de estas disensiones es apuntar el hecho de que no sólo se
produjeron en aquellos años próximos al conflicto, sino que han perdurado en
los análisis realizados muy posteriormente, como se desprende de las cifras
aportadas por investigadores más recientes. Basta aproximarse a las obras,
entre otras, de autores como Ricardo Cerezo Martínez (8), como el ya citado
Agustín Ramón Rodríguez González, o los datos aportados, en el curso del
ciclo de conferencias desarrolladas en las todavía recientes V Jornadas de
Historia Marítima, a cargo del Instituto de Historia y Cultura Naval, por
Antonio de la Vega, en su trabajo Programas y efectivos ñavales españoles y
norteamericanos (1865-1898)(9). En todos ellos, y son sólo un ejemplo, pode
mos observar un considerable baile de cifras en el recuento de efectivos, que
vuelven a ser resultado de las diferentes clasificaciones realizadas por unos y
otros, así como de la diferente inclusión en una u otra categoría de los distin
tos buques.
Si esto sucede en las interpretaciones realizadas a toro pasado por investi
gadores recientes, es fácil imaginar el total desconcierto imperante en los ana
listas de la época. Y es que ni siquiera en los recuentos oficiales parece estar
claramente definida la clasificación de los buques. Veamos, por ejemplo, el
asombroso proceso de reclasificación de buques que se deduce del análisis de
los Estados Generales de la Armada de los años 1898 y 1900—consecutivos
ambos, ya que no se llegó a realizar el Estado General de la Armada corres
pondiente al año 1899—. Lo primero que llama la atención al comparar
(7) De su obra Guerra España-Estados Unidos 1898. Barcelona. Imprenta Vd. D. Casano
vas, 1909.
(8) Entre otras, su Armada española siglo xx. Madrid. Ediciones Poniente, 1983. 0 su
artículo «Tercer decenio de la Revista General de Marina (1887-1906). 1-laciael Desastre».
REVISTA GENERAL DE MARINA. Tomo 192, marzo 1977.
(9) Su conferencia se puede consultar en Cuadernos Monográficos del Instituto de Historia
y Cultura Naval, núm. 8. Madrid, 1990.
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A. TÉLLEZ MOLINA
ambos Estados Generales es la enorme diferencia cuantitativa de buques de
uno a otro. Si en el de 1898se pueden contabilizar 165 unidades, en el de 1900
sólo se alcanza la cifra de 57. Pero mayores son los cambios, si cabe, si entra
mos en apreciaciones cualitativas de los buques; es claro que se asiste a una
total recalificación de buques, apuntándose una clara tendencia al descenso
de categoría de los mismos:
—
—
—
—
—
—
—
—.
—
—
—
—
—
64
Los dos acorazados de primera clase de 1898, en 1900pasan a un aco
razado de segunda clase (Pelayo) y a un crucero protegido de primera
clase (Carlos y).
Los nueve acorazados de segunda clase de 1898, en 1900 tres pasan a
ser considerados cruceros protegidos de primera clase (Princesa de
Asturias, Cardenal Cisneros, Cataluña), dos pasan a la categoría de
guardacostas acorazados (Numancia y Vitoria), y cuatro se pierden en
el combate de Santiago de Cuba (Infanta María Teresa, Almirante
Oquendo, Cristóbal Colón y Vizcaya).
Los tres cruceros protegidos de primera clase de 1898, pasan en 1900 a
ser considerados cruceros protegidos de segunda clase (Alfonso XIH
Lepanto y Reina Regente).
Los cuatro cruceros protegidos de segunda clase de 1898, en 1900
pasan a dos cruceros protegidos de tercera clase (Marqués de la Ense
nada, Río de la Plata), y dos se pierden en el combate de Cavite (Isla
de Cuba, Isla Luzón).
Los cuatro cruceros no protegidos de primera clase de 1898, no vuel
ven aaparecér en 1900.
Los nueve cruceros no protegidos de segunda clase de 1898, en 1900
tres pasan a cruceros no protegidos de tercera (Infanta Isabel, Isabel 11
y Conde Venadito), y seis desaparecen (Velasco, Antonio Ulloa, Juan
de Austria, Marqués de la Victoria, Alvaro de Bazán y María de Mo
lina).
Los cinco cruceros no protegidos de tercera de 1898, en 1900dos pasan
a ser considerados cañoneros de primera clase (Magallanes y General
Concha); dos desaparecen en Cavite (General Lezo y Marqués de Due
ro), y uno estaba en el apostadero de Filipinas en el momento del com
bate (Elcano).
De siete cazatorpedos o destructores con que se contaba en 1898, tras
el hundimiento de Santiago de Cuba de dos de ellos (Plutón y Furor),
se pasa a cinco en 1900.
Cinco cañoneros de primera clase en 1898, pasan a cuatro en 1900.
Veinticinco cañoneros de segunda clase en 1898,pasan a dos en 1900.
Cuarenta cañoneros de tercera clase en 1898, pasan a dos en 1900.
Catorce cañoneros-torpederos en 1898, pasan a ocho en 1900.
Por último, apuntar que los torpederos de primera y segunda clase
mantienen el número de efectivos (cuatro de primera y nueve de
segunda) en ambos Estados Generales.
36
REFLEXIONES
EN TORNO A LA SITUACIÓN DE LA ARMADA ESPAÑOLA...
Dicho esto, y retomando el hilo conductor del planteamiento que venimos
realizando, creo que se puede apuntar la idea de que una de las causas funda
mentales para explicar la compleja percepción de la situación de la Armada
española a finales del xix viene dada, por un lado, por el propio confusio
nismo existente a nivel internacional del ámbito naval, y, por otro, por el
excesivo valor dado a los recuentos de carácter cuantitativo de los efectivos
navales existentes.
Olvidar premisas de esta naturaleza, son las que se han llevado normal
mente a realizar un análisis si no distorsionado, sí distorsionante de la reali
dad naval del Desastre del 98; y, por tanto, han creado la necesidad quasi
patológica de la búsqueda de un responsable identificable y normalmente
autoexculpatorio de los sucesos. Las víctimas más al uso han sido tradicional
mente, o la propia Marina de Guerra española, o los rectores pólíticos del
momento, o la prensa de la época, o la supuesta indiferencia del pueblo espa
ñol en su globalidad. Esto, como apuntábamos al principio, ha creado a su vez
recelos, enfrentamientos, incomprensiones..., y me atrevería a decir que fun
damentalmente ha creado un profundó desconocimiento y a veces incomuni
cación entre los presuntos implicados. Hora es ya, cuando se va a cumplir
pronto el primer centenario de los acontecimientos, de abordar el problema
desde una reflexión abierta, sosegada y dialogante.
Ante todo es esencial asumir, como punto de partida, que si se quiere bus
car a un responsable realmente ajustado a la realidad, sin duda alguna habría
que plantear la existencia de una responsabilidad colectiva, y sobre todo
deberíamos hablar más de una falta de adecuación estructural y coyuntural de
la realidad española, a finales del siglo pasado, al contexto de tin imperialismo
agresivo imperante. En este sentido, la piedra de toque gira, una vez más en
la historia española, en torno a la importante crisis crónica de las capacidades
económicas, financieras e industriales, que abocaron a España a lo largo del
siglo xix, como resultado de la trayectoria histórica iniciada a finales del XVI,
a situarse en la encrucijada de una decadente potencia media europea, igno
rada cuando no manejada al antojo de los intereses de las grandes potencias
mundiales del momento.
No quiero decir con esto que se deban obviar los múltiples errores come
tidos por los diseñadores de la política naval española, tanto políticós como
militares; desde una falta de adecuación de la realidad naval a los intereses y
necesidades de una política de Estado, no siempre coherente en sus priorida
des (10), pasando por los sucesivos fracasos de los distintos planes de renova
ción de la Armada española, entre los que cabe destacar el del contralmirante
(10) Ya entonces Joaquín Sánchez de Toca había planteado la necesidad de conjugar
ambas, en sus propias palabras: Parala guerra marítima moderna no cabe resolver por aprioris
mos abstractos cuál ha de ser el armamento naval. La Armada, todavía más que el Ejército, nece
sita ajustarsea una razón de Estado. Una escuadra no adecuada a la acción política que la nación
pretende ejercitar o desproporcionada con ella es inútil, y, tal vez, en lugar de ser una fuerza,
represente una impotencia. Véase de su De/poder naval en España y su política económica para
la nacionalidad ibero-americana. (2.aEdición.) Madrid. Editorial Naval, 1986. página VI.
Año 1992
A. TÉLLEZ MOLINA
Durán de 1880; el del vicealmirante Pavía de 1883; el del contralmirante
Antequera de 1884; el proyecto Moret de 1885; el del contralmirante Berán
ger de 1886; el del contralmirante Rodríguez Arias, que dio lugar a la Ley de
Escuadra de 1887;o el del entonces ya vicealmirante Beránger —ahora minis
tro de Marina con los conservadores, ya que en 1885 lo fue con los liberales—
de 1896; hasta los propios errores tácticos cometidos durante el conflicto béli
co, que contaron con la aprobación de las más altas jerarquías de la Marina
militar del momento, como se puso de relieve en la Junta de Generales de la
Armada, celebrada en Madrid el 23 de abril de 1898, bajo la presidencia del
entonces ministro de Marina, contralmirante D. Segismundo Bermejo y
Merelo.
Por otro lado, tampoco parece que los estrategas navales estadounidenses
estuvieran muy seguros de su superioridad naval, ya que en el planteamiento
mismo del conflicto mostraron algo más que cautela sobre su posible desenla
ce; seguramente también obsesionados por recuentos cuantitativos de los
efectivos navales españoles. Y es que planteado el conflicto en términos cuan
titativos no parecía estar muy claro de qué lado se inclinaría la victoria, como
apunta Agustín Ramón Rodríguez González: Para muchos observadores en
1898, incluso neutrales, las perspectivas potencias de ambas escuadras y, por
tanto, la predicción del posible vencedor, distaban de estar claras.
Incluso revistas especializadas del prestigio de The Engineer o Engineering
británicas, dudaban en aventurar un pronóstico sobre el enfrentamiento (11).
Todo parecía quedar reducido a un enfrentamiento entre las dos tenden
cias navales predominantes en la época, de un lado los seguidores de Mahan,
de otro los de las teorías de la Jeune Ecole. Sin embargo, y debido sobre todo
a la falta de operatividad real de los efectivos españoles —insistiendo, por
tanto, en una inferioridad cualitativa y no cuantitatiya—, los combates se
plantearon como si de dos potencias seguidoras de las teorías de Mahan se
tratara. Y evidentemente el resultado no pudo ser más «desastroso».
Para terminar, podríamos decir que al fin y al cabo el problema de fondo
en el debate naval finisecular español radicaba en la difícil conjugación de una
política naval adecuada, con una deprimente situación económica, financiera
e industrial; con la que era poco menos que imposible resistir la presión de la
dinámica y agresiva situación naval internacional; y no ya sólo para mantener
la continua renovación de las estrategias navales, sino ni tan siquiera para
mantener operativa la adscripción a una política naval determinada. Creo
que ni aún en el caso hipotético de que se hubiese desarrollado una política,
acertada coyunturalmente, de construcción de acorazados se hubiese solven
tado el problema colonial español; si acaso solamente se hubiese aplazado.
Porque después de semejante esfuerzo económico, dudo mucho que las capa
cidades productivas españolas hubiesen podido hacer frente a la revolución
que en el plano naval supuso la aparición de los dreadnought en 1905; futuri
ble contrastable si tenemos en cuenta que a la altura de 1918, Estados Unidos
(11)
66
Rodríguez González, A. R.: Op. cit., pág. 475.
36
REFLEXIONES
EN TORNO A LA SITUACIÓN DE LA ARMADA ESPAÑOLA...
contaba con 17 acorazados tipo dreadnought, mientras España cuenta con
tres, que en palabras del almirante Carrero Blanco: .fueron en realidad unos
“dreadnoughts” de bolsillo, de una aplicación muy problemática, ya que eran
más lentos, menos armados y con menor protección que cualquier otro similar
de su tiempo (12).
Como he tratado de plantear a lo largo del artículo, creo que el problema
del análisis del estado de la Armada española hacia 1898 es profundo y com
plejo, ya que en él debemos incluir reflexiones técnicas y estratégicas de
índole naval, tanto desde una óptica puntual, como desde la trayectoria évo
lutiva de las distintas políticas navales, abarcando tanto aspectos cuantitati
vos como, y especialmente, cualitativos, pero aunando éstas con reflexiones
tendentes a situar la realidad económica, política y social española, en el con
texto de la realidad política internacional, que la circunscribe y mediatiza de
forma determinante.
(12)
Carrero Blanco, L.: Op. cit., págs. 327 y 328.
Año 1992
NAOS ESPAÑOLAS
EN EL PACÍFICO
Amancio LANDÍN CARRASCO
En reciente reunión, celebrada en el Museo Naval, se ha pre
sentado la flamante obra en tres volúmenes de gran formato
«Descubrimientos españoles en el Mar del Sur’, de la que son
autores varios oficiales de la Artnada española. La importan
cia y hondura de este trabajo, editado gracias al mecenazgo
de la Fundación Banesto, explican que hayamos pedido a su
director las siguientes líneas, en las que se sintetiza su contenido.
Dos razones principales aconsejaron la elaboración de esta obra. El hecho
de que muchos navegantes extranjeros, al pasar por aguas ya conocidas de los
españoles, se creyesen descubridores de islas ya registradas y las bautizasen
con nuevos topónimos, unido en alguna ocasión a la malicia ajena o a la desi
dia propia, sembró una confusión histórica no excesivamente fácil de aclarar.
Por otra parte, hemos querido con esta tarea contribuir a la conmemoración
del V Centenario del Descubrimiento de América; porque Colón tropezó con
un continente que él no buscaba (murió convencido de haber hallado tierras
asiáticas), y sólo los viajes transpacíficos del siglo xvi consuman los designios
colombinos y descubren lo que hasta entonces era la cara oculta del planeta.
Para conocer con la posible exactitud los hallazgos españoles en el Mar del,
Sur era necesaria una reconstrucción de las derrotas náuticas de nuestros
expedicionarios, y ello exigía un equipo de expertos en navegación. De ahí
que, salvo el director de la obra (con el escueto bagaje de tres libros sobre
nuestros descubrimientos en aquel océano), el resto de los autores fuesen
miembros del Cuerpo General de la Armada. He aquí sus nombres por orden
alfabético: capitán de corbeta Roberto Barreiro-Meiro Fernández, capitán
de fragata Alfredo Cominges Bárcena, capitán de navío Juan Génova Sotil,
capitán de navío Fernando Guillén Salvetti (t) capitán de navío Gonzalo
Molíns Sáenz-Díez, capitán de corbeta José M. Rodríguez Urzáiz (l) capi
tán de navío Mario Romero de Pazos, capitán de navío Luis Sánchez Masiá,
almirante Carlos Vila Miranda y capitán de navío Juan A. Viscasillas Rodrí
guez-Toubes.
En modo alguno podemos silenciar los meritorios trabajos de historiado
res que trataron de poner luz en la historia del Mar del Sur, si bien en la gene
ralidad de los casos centraban su labor en un personaje o en determinados
grupos insulares, aunque haya habido autores que abarcaron panoramas de
mayor amplitud (Burney, Sharp, Prieto, Spate). De sus precisiones y estima
ciones nos hemos servido, y a ellos, como a otros que ahondaron muy seria
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mente en el tema, debemos nuestro reconocimiento (Navarrete, Brand, Cor
ney, Dairymple, Kelly, Medina, Zaragoza, Beltrán y Rózpide, Coello,
Ferreiro, etc.).
Las diferencias interpretativas de los grandes viajes, entre profesionales
de la Historia, nacían muchas veces de un defectuoso enfoque por falta de cri
terios náuticos, El conocimiento del aparejo, la maniobra, la declinación
magnética, los regímenes de vientos y corrientes, la velocidad del buque, los
verdaderos rumbos y distancias navegadas, la interpretación cartográfica y de
otros detalles que conciernen a la derrota real, resultaban indispensables para
llevar a cabo una identificación fiable. Además, el trabajo no pretendía un
enfoque limitado a un sector o un navegante, sino una proyección total, pro
pósito justificativo de un trabajo en equipo, que en este caso exigió siete años
y medio de investigación, discusión y redacción.
El organismo promotor que acogió nuestra propuesta fue el Instituto de
Historia y Cultura Naval, y la sede diaria y vespertina de la tarea, amén de
ubre bibliográfica y documental, sería el madrileño y entrañable Museo
Naval.
Tras una breve presentación de S.M. el Rey, que honra a la obra y a sus
autores, en la que Don Juan Carlos no oculta su satisfacción al encabezar un
trabajo de esta naturaleza, la Introducción trata de dibujar una panorámica
sobre la importancia de la empresa descubridora de España, los porqués de
la formidable irrupción marítima y la vida en las naos descubridoras. Entre
quienes han discurrido sobre las razones de la vehemencia expansiva de los
pueblos ibéricos, meréce recordarse el pensamiento de Claudio Sánchez
Albornoz, para quien los siglos de Reconquista fueron la clave de nuestra his
toria. Sólo España consiguió expulsar al Islam, arraigado en multitud de tie
rras, desde el Atlántico hasta la India; y esa victoria final nos libró de hallar
nos hoy en el nivel social y político de los pueblos islámicos. Si los musulma
nes no hubiesen conquistado España en el siglo viii, los españoles no habrían
conquistado América en el xvi. Para el citado historiador, la aventura descu
bridora es consecuencia de la forja de un talante a lo largo de muchos siglos
de lucha contra el invasor; la afirmación de nuestras características ancestra
les es la que, faltos en 1492 de un adversario a quien combatir, nos empuja a
la conquista de otros mundós.
Entre quienes extreman sus posiciones, al optar por los motivos espiritua
les o el afán de riquezas o dominación, están hombres eclécticos como Fran
cisco López de Gómara o el cronista cortesiano Bernal Díaz del Castillo, que
conjugan el servicio de Dios y del rey con la honra y provecho que todos los
hombres comunmente buscamos. Pero tampoco han de olvidarse la curiosi
dad humana, el deseo de saber y conocer, la sed de aventuras y hasta la posi
bilidad de que, en el substrato psicológico del hombre peninsular, quedasen
huellas muy profundas de los pueblos invasores y dominadores, cuya sangre
se mezcló con la nuestra. Característica esencial de celtas, iberos, visigodos,
árabes y judíos era el nomadismo, el erratismo, el gusto por los grandes des
plazamientos, un modo de existencia que probablemente no fue ajeno al
fenómeno expansivo iniciado cuando apenas alboreaba el siglo xvi.
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NAOS ESPAÑOLAS EN EL PACÍFICO
Un capítulo inicial, antes de afrontar los primeros viajes, se dedica a dilu
cidar lo que podríamos llamar las claves náuticas de la obra; en él se discurre,
en términos divulgadores, sobre los tipos de barcos, tonelaje,.dimensiones y
materiales de los buques, funciones de cada hombre a bordo, navegación cos
tera y de estima, universo geocéntrico y heliocéntrico, tablas náuticas, latitud
y longitud, carta de marear, medida de las distancias, instrumentos para
hallar la altura de los astros, aguja magnética, declinación, medida del tiem
po, sondas, oceanografía, meteorología, credibilidad de los datos náuticos y
errores en la situación astronómica.
Cada uno de los veinte capítulos siguientes estudia otros tantos grandes
viajes al Mar del Sur, y la generalidad de ellos contienen epígrafes sobre los
antecedentes de la expedición y sus motivos, los documentos preparatorios
(capitulaciones, instrucciones, etc.), los buques y hombres participantes, un
apunte biográfico del protagonista, las fuentes documentales en que se funda
menta el análisis, las particularidades de la campaña marítima y, finalmente,
una valoración de los resultados obtenidos.
Primeros viajes
La primera y más importante expedición transpacífica es la de Hernando
de Magallanes, que con cinco naves parte de Sanlúcar de Barrameda el 20 de
septiembre de 1519. Después de una dramática estancia en el puerto de San
Julián, en la actual Patagonia argentina, hallará la ansiadísima.vía entre los
dos grandes océanos y llegará a las Filipinas, donde, en lucha contratos isle
ños de Mactán, perderá la vida el promotor de la gran jornada. Desde las
Molucas, y a las órdenes de Elcano, la nao Victoria podrá coronar la primera
circunnavegación del globo.
El mero hallazgo del estrecho de Magallanes hubiera bastado para inmor
talizar el nombre del náuta portugués; pero, además, se constribuyó entonces
decisivamente al conocimiento del planeta. Amén de cruzar el mayor océano
del mundo, las naos descubren las islas Desventuradas (para nosotros, las
actuales Fakahina y Flint), las Ladrones o Marianas y el archipiélago de San
Lázaro o Filipinas. La epopeya de Elcano, en su comprometida navegación
hacia España, también dio como resultado el descubrimiento de la isla de
Amsterdam, en el Indico; y; en cuanto al balance político, baste recordar que
a partir de entonces entra la civilización europea en el ámbito del Pacífico, los
españoles abren caminos para su asentamiento secular en las Carolinas,
Marianas y Filipinas, la isla de Luzón será medio siglo después el centro
comercial y cultural de una encrucijada de pueblos y razas y, por último, el
arte de navegar experimenta tras aquella ardua prueba un adelantamiento
innegable.
El viaje magallánico es el origen de otro intento digno de reseña. Cuando
sólo quedaban a flote dos de las cinco naves iniciales, una de ellas, la Trinidad
sufre una grave avería que te impide hacer el regreso con la Victoria. Repara
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dos los daños de aquella nao en la moluqueña isla de Tidore, Espinosa intenta
el regreso a través del Pacífico. Se hace a la mar el 6 de abril de 1522 y, des
pués de avistar las islas más septentrionales de las Marianas, navega al norte
en busca de vientos propicios para alcanzar Nueva España. Cuando sobrepa
santos 40° de latitud Norte, sin ver tierra alguna, padecen los expedicionarios
un temporal tan desatado que se ven forzados a abandonar su empeño y a
regresar por la misma vía de las Marianas. Obligado por las circunstancias, en
lugar de buscar el surgidero amigo de Tidore, tuvo Espinosa que fondear en
la cercana Ternate, plaza fuerte de los portugueses afincados en las Molucas.
De los 50 hombres que habían partido hacía medio año, sólo 18 volvían con
vida; más de la mitad habían dejado sus huesos en la mar, aparte de tres tripu
lantes desertados en las Marianas.
La dura campaña de la Trinidad dio los siguientes frutos: descubrimientos
de varias islas al norte y nordeste de Halmahera, como Doi, Rau y Morotai;
hallazgo de la isla de Sonsorol, en las Carolinas occidentales o Palaos; el pro
bable avistamiento de nuevas islas en la zona de las actuales Ngulu, Yap, Ulit
hi, Fais y Sorol; el descubrimiento de la isla de Agrihan, o quizá de la Asun
ción, en el trayecto de ida, y de la isla de Maug, en el de vuelta, todas en las
Marianas; finalmente, fue el burgalés Espisa, en su intento de afrontar el tor
naviaje (sólo resuelto más de cuarenta años después), el primer europeo que
navegó en el Pacífico por los 40° septentrionales.
Después del regreso de Elcano se organiza un nuevo viaje a las islas de la
Especiería, último que en el siglo xvi partirá desde la metrópoli al Pacífico.
El capitán general será García Jofre de Loaísa y entre sus subordinados figu
rarán dos hombres que pasaron a la historia de las empresas náuticas: Juan
Sebastián de Elcano, que va a perder la vida a lo largo de la expedición, y un
muchacho llamado Andrés de Urdaneta. Desde el puerto de La Coruña, el 24
de julio de 1525zarpa una flota de siete naves y 450 hombres, a las órdenes del
caballero Loaísa. Sólo una de ellas, la capitana Santa María de la Victoria, lle
garía al destino propuesto.
Una nueva isla, nada más, hallaron los náutas, la de Taongi, en el archi
piélago de las Marshall, pero los conocimientos prácticos de los pilotos pare
cen hoy punto menos que imposibles. La nao San Lesmes, antes de perderse
en el Pacífico, descubrió posiblemente el extremo meridional de América del
Sur; la Sancti Spiritus naufragó en el Magallanes, y el patache Santiago, extra
viado a la salida del último estrecho, hizo por vez primera la navegación desde
la boca occidental del Magallanes a la contracosta de Nueva España.
De Saavedra a Ortiz de Retes
La travesía del Atlántico, con su obligado aprovisionamiento en Cana
rias, la invernada en fondeaderos hoy brasileños o argentinos, la dura navega
ción hasta embocar el paso magallánico, las jornadas por el inhóspito estrecho
y la larga marcha por el Mar del Sur hasta encontrar vientos favorables del
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hemisferio norte para hacer el camino a poniente, eran quebrantos fácilmente
evitables si las naos zarpaban de Nueva España. Ello explica que se organi
zasela empresa de Saavedra, con salida en un puerto novohispano.
Alvaro de Saavedra Cerón, primo de Hernán Cortés y por orden de éste,
al mando de dos naos y un bergantín, se hace a la mar desde el mejicano
Zihuatanejo el 31 de octubre de 1527. La pequeña flotilla baja inicialmente en
latitud hasta que, sobre los 12° septentrionales, arrumba decididamente al
oeste, hasta tocar en la filipina Mindanao, para seguir luego a las Molucas.
Aquí, con alegría incontenible, se abrazan los españoles de Saavedra y los
supervivientes de la expedición de Loaísa, ahora, tras la muerte de jefes suce
sivos, al mando de Hernando de la Torre.
Tras la involuntaria separación de sus otras naves, Saavedra, con su capi
tana Florida, inicia el regreso por el Pacífico. Parte desde la moluqueña
Tidore el 12de junio de 1528, pero torna al punto de salida sin lograr su empe
ño, para insistir nuevamente el 3 de mayo del año siguiente. En esta campaña
perderá la vida Saavedra y quedará frustrada su pretensión inicial; pero su
empresa no fue del todo estéril: las observaciones geográficas, etnográficas y
meteorológicas de sus cronistas fueron muy útiles para exploraciones poste
rióres; las naves de Saavedra, a lo largo de susvarios proyectos, descubrieron
los grupos insulares de Namonuito y Faraulep, ambos en las Carolinas, al sur
de la cadena de las Marianas; una isla entre Halmahera y Nueva Guinea, la
de Supiori-Biak, en el grupo Schouten y, probablemente, las de Satawal,
Pulusuk, Puluwat y el conjunto madrepórico de Hall, en la zona central de las
Carolinas.
El viaje de Hernando de Grijalva fue absolutámentenoVeleScó grandes
calmas, temporales despiadados, hambre, sed, motín contra el capitán y
muerte de éste, pérdida del único buque, luchas con salvajes isleños y un largo
cautiverio de los contados supervivientes. Con la sola nao Santiago, Grijalva
atravesó todo el Pacífico, desde el puerto peruano de Paita (1537) hasta el
occidente neoguineano, sin hallar tierra alguna. Pese a la penuria de testimo
nios originales, puede afirmarse que nuestro hombre erró por las zonas más
desiertas del océano, mientras sus hombres morían de inanición o de escorbu
to, y él mismo terminó su vida a manos del contramaestre Miguel Noble.
La Santiago rompió quizá todas las marcas de permanencia en la mar sin
escalas ni avistamientos, entre ocho y diez meses, y navegó una distancia
equivalente a la mitad del diámetro de la tierra. Sus descubrimientos se limi
taron quizá a la isla de Mapia y al más incierto de Japen, ambas cércanas a la
costa norteña de Nueva Guinea. Con todo, y aunque se conociese vagamente
la existencia de esta última gran isla, fueron ellos los primeros europeos que
pusieron en ella sus pies.
El capitán general de una nueva expedición al Mar del Sur será el mala
gueño Ruy López de Villalobos. Llevaba consigo seis naves, en las que
embarcaron cerca de 400 hombres, hechas a la vela desde el puerto mejicano
de la Navidad, el 1 de noviembre de 1542, para tocar sobre Mindanao. La
estancia aquí de nuestros navegantes fue penosísima, combatidos por el ham
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bre y los indígenas, por lo que Villalobos buscaría el refugio de las Molucas,
aún a riesgo de turbar la soberanía portuguesa que allí se ejercía. Las calami
dades, e incluso las disensiones internas sucedidas en la Especiería, remata
das con la muerte del propio Villalobos en la isla de Amboina (donde tuvo el
consuelo de ser atendido en los últimos momentos por San Francisco Javier,
que misionaba por aquellas latitudes), darían lugar a dos intentos de repasar
el Pacífico con la nao San Juan, de los que enseguida nos ocuparemos.
Resultado del viaje de Villalobos fueron los descubrimientos de la isla
Clarión, en el archipiélago de Revillagigedo; la de Wotje, en las Marshall
orientales; el grupo insular de Kwajalein, en la zona central del mismo archi
piélago, y las islas de Fais y de Yap en las Carolinas occidentales. El escaso
rendimiento de esta empresa y la hostilidad de los filipinos meridionales hará
que la próxima campaña hacia las islas de poniente no se acometa, con Legaz
pi, hasta pasados veinte años.
El viaje de Bernardo de la Torre, nueva tentativa de regreso al continente
americano, es directa derivación de la empresa de Villalobos. Se inició la tra
vesía desde la isla de Sarangani (al sur de Mindanao), con la pequeña nao San
Juan, de 60 toneladas, el 4 de agosto de 1543. Sus versiones originales no con
cuerdan del todo, y aún se contradicen abiertamente. Al parecer, las tierras
descubiertas por los hombres de la San Juan fueron: un arrecife anotado
desde 1945 en las cartas actuales, que los españoles llamaron Abreojos; quizá
el arrecife Arakane; quizá la isla de Parece Vela, también llamada Okino
Tori; quizá las islas de Sarigán, Anatahan o Saipán, en las Marianas; el grupo
insular de Volcano o Kazan Rettó, y concretamente sus islas de Kita Iwo
Jima, Iwo Jima y Minami Iwo Jima; la isla Chichi Jima Retó, más el grupo
insular de Bonin, también llamado por los japoneses Ogasawara Gunto;
quizá el avistamiento de las islas de Farallón de Pájaros, Medinilla y Tinián,
igualmente en las Marianas, y, finalmente, fue La Torre, a nuestro entender,
el primer navegante europeo que inauguró la travesía del estrecho de San
Bernardino, entre las islas filipinas de Samar y Luzón.
El nuevo intento de volver con la nao San Juan hasta la costa americana
será protagonizado por Iñigo Ortiz de Retes. Visto el fracaso de la tentativa
anterior por aguas septentrionales, ahora habría que arrumbar a latitudes del
hemisferio austral. La nao largó el trapo en la isla de Tidore el 16 de mayo de
1545. Avistó Ortiz la isla de Talao y de allí puso proa al sudeste, hasta recono
cer las alturas de la isla grande, es decir, Nueva Guinea. Siguen los españoles
a longo de esta tierra, que les impide ganar latitudes más meridionales, y
cuando habían barajado más de la mitad norteña de la gran isla, los vientos se
oponen a su avance hacia levante y, en el último tercio de agosto de 1545, se
ven forzados a regresar a las Molucas.
Durante la campaña de Retes se descubrieron las islas de Noemfoor y de
Mios Noem, en el archipiélago occidental de Schouten; la isla de Koeroedoe,
entre Japen y Nueva Guinea; la desembocadura del río Mamberamo, en la
misma isla grande; las islas de Liki y Armo, en el grupillo de Kumanba; las de
Insumoar, Jamna y Masi-Masi, en el grupo de Wakdé; el grupo insular de
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Podena, Jarsun y Anus; las islas de Tenanye, Valif, Kairuru y Unei, a levante
de las anteriores; punta Lapar, en tierra firme neoguineana; islas de Vokeo,
Koil, Blupblup, Kadovar y Bam, del grupo Schouten oriental; islas de Wululu
y Aua, al oeste del grupo Ninigo; punta Murugue, islilla de Besar y rada de
Ataipe, en la costa de Nueva Guinea, y las islas de Awin y Sumasuma, en el
citado grupo Ninigo.
La nebulosa de las Hawaii
El primer avistamiento del archipiélago hawaiano ha venido anotándose
en el haber del navegante inglés James Cook, en el curso del último de sus
grandes viajes. Pero hay razones objetivas para revisar esa atribución. Desde
mediados del siglo XVI, en gran número de mapas o cartas náuticas, entre las
costas de California y el conjunto de las Marianas, sobre los-20° de latitud
Norte, se representa un grupo de islas, más o menos desplazadas al este o al
oeste, que parece corresponder a las Hawaii, único archipiélago situado hacia
esa altura sobre la línea ecuatorial. Los topónimos que rotulan tales islas en
las viejas cartas, si bien con alguna variante, son tan rotundamente españoles
como los Monjes, la Vecina o la Desgraciada.
¿A qué obedeció tan reiterada representación? A esa pregunta y otras
relacionadas con ella trata de dar respuesta el libro objeto de esta sinopsis. No
existen pruebas rotundas para radicalizar cualquier posición en favor o en
contra de un temprano avistamiento español de las Hawaii, pero la abundan
cia de iñdicios que inclinan a pensar en un predescubrimiento hispánico reco
miendan una seria reflexión. Prescindiendo de argumentos de no fácil verifi
cación (hábitos culturales, tradición de antiguos visitantes, etc.), la aparición
del grupo de los Monjes en la cartografía clásica se remonta, según averigua
ción inédita de los autores, a una carta de Sancho Gutiérrez de 1551 (hoy en
la Biblioteca Imperial de Viena), y se repite muchas docenas de veces en car
tas posteriores; sean o no españolas. Cuando Cook era un niño de seis años,
González Cabrera situaba los Monjes en la latitud de las Hawaii.
Podría opinarse que las naos ibéricas nunca estuvieron en ese archipiéla
go, pero a su paso por otras islas supieron de su existencia y lo llevaron a sus
cartas; un argumento sólo válidosi se precisase la posición de las islas en que
habitaban los infórmantes. Aparte de las graves dificultades de intercomuni
cación en el Mar del Sur, hemos de insistir en la coincidencia entre la latitud
de las Hawaii y las recogidas en aquellas cartas, así como el notable aisla
miento del archipiélago en cuestión, separado de cualquier tierra próxima por
muchos centenares de millas. En todo caso habría que desechar la isla de
Wake y el grupo de las Marquesas, cuyos descubrimientos (1568 y 1595) fue
ron posteriores a la irrupción cartográfica de los Monjes.
Sin lugar para extendernos demasiado, recordemos una de las tesis más
sostenidas: Juan Gaitán descúbrió las Hawaii en 1542. Pero la campaña ini
ciada ese año en Méjicó nola mandaba Gaitán, sino Ruy López de Villalobos;
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y, pese a cuanto se diga, Gaitán no era piloto, sino un marinero experto. Por
otra parte, la derrota de Villalobos pasó muy al sur de las Hawaii más meri
dionales. Otros autores, aún defendiendo el protagonismo de Gaitán, se incli
nan por 1555 como el año de su descubrimiento. La opinión, que quizá deba
su origen a un desatinado informe oficial español del siglo XIX, puede recha
zarse sin el menor dolor de conciencia. En primer lugar, porque la carta en
que aparecen tales islas con nombres españoles es de 1551, y en segundo tér
mino, porque Gaitán, con otros compañeros de infortunio, había regresado
de las Molucas por la ví a africana y estaba de vuelta en Lisboa en 1548.
Si, pese a la escasez de pruebas contundentes, hubiese que elaborar una
hipótesis capaz de armonizar los datos cartográficos con la realidad histórica
conocida, podría pensarse en el ya reseñado viaje de Bernardo de la Torre
(1543), con la fallida pretensión de regresar a Nueva España. Las contradic
ciones, imprecisiones y lagunas de las fuentes directas hacen imposible una
reconstrucción minuciosa de esa derrota. Y aunque los cuatro distintos rela
tos, parcos y hasta confusos, no apuntan el hallazgo de los Monjes, tampoco
están cerrados a una posibilidad semejante.
Cook adoptó una interesada cautela en torno a un posible predescubri
miento, y no hay duda de que llevaba consigo una completísima información
sobre anteriores campañas en el Mar del Sur. Es evidente, por otra parte, que
si desde Tahití quiso, como afirmó, dirigirse a la Alta California, en vez de
arrumbar al nornordeste, puso proa al norte a lo largo de más de mil millas,
hasta dar con las islas de los Monjes, que las viejas cartas pintaban en aquella
zona.
El camino de vuelta
La campaña siguiente, encomendada al guipuzcoano Miguel López de
Legazpi, lleva, entre otras miras, el reconocimiento de nuevas tierras, la
amistad con los naturales, la compra de especias, el establecimiento de pobla
ciones españolas, el rescate de náufragos de anteriores viajes y, por supuesto,
la averiguación del retorno al Nuevo Mundo. El 17 de noviembre de 1564
salió Legazpi del puerto de la Navidad, con dos naos, dos pataches y una fra
gatilla a su cargo. Concluyó la travesía en la filipina Samar, para llegar luego
a Cebú, después de pasar por las proximidades de Homonhon, Manicani,
Dinagat, Leyte, Limasawa, el norte de Mindanao, Bohol, Pamalicán, Siqui
jor y Negros. En Cebú fundó el jefe de la expedición la Villa de San Miguel,
primera capital española en el archipiélago, desde donde proseguiría la con
quista del resto de las islas. Resultado de su campaña fueron los descubri
mientos de la isla de Mejit, el atolón de Ailuk y la pequeña Jemo, en la cadena
Ratak del archipiélago de las Marshall; el atolón de Wotho, en la cadena
Ralik del mismo conjunto, y el atolón de Ujelang, el más occidental de las
Marshall.
Magallanes fue el fecundador de la presencia española en Filipinas, pero
Legazpi tuvo a su cargo la gestación de tal realidad, contribuyendo decisiva
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mente al afianzamiento de la cultura europea en el sudeste asiático. Cuando
llegaron a Filipinas las naos del talludo guipuzcoano, el archipiélago era un
paradigma de desconexión política. Entre muchos de sus régulos existía un
antagonismo activo; por el contrario, el país que España dejó a fines del siglo
XIX era un conjunto de islas vertebradas por una conciencia nacional, de la
que fueron expresión los distintos movimientos independentistas.
Uno de los pataches de Legazpi, el San Lucas, capitaneado por Alonso de
Arellano, diez días después de la salida del puerto de la Navidad, se separó
definitivamente del resto de la flota. Secundado por su piloto Lope Martín,
hizo Arellano un(viaje redondo que merece especial referencia. Sin entrar en
la intencionalidad de la separación, la derrota del San Lucas hacia Filipinas
fue impecable. Tocó en las Marshall, las Carolinas y las Palaos, avistó islas
desconocidas, barajó el sur de Mindanao, subió hasta Samar y desde aquí ini
ció un retorno que, por vez primera, terminó en las costas de Nueva España.
Hizo, pues, el tornaviaje un par de meses antes de que lo consumase Ur
daneta.
La campaña más o menos ortodoxa de Arellano dio estos resultados: des
cubrimientos de las islas de Likiep y Lib, en las Marshall; de las islas de Minto,
Truk, Pulap, Sorol y Ngulu, en las Carolinas; probable hallazgo de la japo
nesa Sumisu Jima, y la primera travesía conocida del Pacífico, de ponienté a
levante. En resumen, una durísima navegación en un patache de 40 tonela
das, aunque el hallazgo del tornaviaje pudo debersea la información que
capitán y piloto habían recibido de fray Andrés de Urdaneta;
Con el fin de desvelar la derrota de vuelta, Legazpi despachó desde Cebú
a la nao San Pedro, de la que nombró capitán a su nieto Felipe de Salcedo, de
apenas dieciocho años, que habría de aceptar las instrucciones náuticas del
fraile agustino. La San Pedro largó el trapo el 1 de junio de 1565 para buscar,
por el estrecho de San Bernardino, la salida franca al Pacífico. Suben sus
hombres hasta los 39° 30’.Norte y, después de tresmeses largos de mar y tras
recalar en la Alta California, fondean en Acapulco.
Si hay muchos historiadores que dan a Urdaneta la primacía del tornavia
je, ello se debe a que la relación de Arellano no aportó datos náuticos que
pudieran allanar los viajes de vuelta posteriores; por el contrario, los hombres
de la San Pedro registraron constantes y minuciosas observaciones, decisivas
para ulteriores empresas. Sólo a partir de la travesía de Urdaneta, a quien sç
atribuye el descubrimiento de la circulación de los vientos en el anticiclón del
Pacífico, se conoce con seguridad la vía que iba a posibilitar la permanencia
española en Filipinas.
Colofón de los viajes ahora reseñados es la dramática aventura del galeón
San Jerónimo, prólogo de la derrota oceánica que unirá durante cientos de
años a Manila con Acapulco. Llevaba a bordo 130 almas y ostentab.a su
mando Pedro Sánchez Pericón, si bien es su piloto, el mulato Lope Martín,
quien por su aviesa actitud atraerá la atención del lector. Partió el San Jeró
nimo de Acapulco en mayo de 1566 y llegó a tierra filipina cinco meses más
tarde, tras descubrir la isla de Erikub y el grupillo madrepórico de Ujae, en
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las Marshall. En el transcurso de este viaje fueron eliminados, entre otros, el
capitán, el piloto y el sargento mayor; su relato es una sucesión de truculen
cias y desdichas.
Mendaña, Quirós y Torres
Las posibilidades de nuevos hallazgos se habían reducido mucho en el
hemisferio norte; por eso ahora se va a tentar la fortuna bajo lalínea equinoc
cial. Si los puertos de Nueva España seguirán sosteniendo la comunicación y
el comercio con las provincias filipinas, la base de nuevas exploraciones se
traslada al virreinato peruano. Pero los intentos de regreso por esta vía sure
ña, desde los de Saavedra y Retes hastalos de Thompson yMourelle, demos
trarán que la vuelta, a tenor de los vientos reinantes, sólo podía hacerse por
latitudes mucho más australes.
El primero de estos viajes lleva por capitán general a Alvaro de Mendaña,
un joven de 25 años amparado en la experiencia del cosmógrafo Pedro Sar
miento de Gamboa. Las dos naos se hicieron a la mar en El Callao, el 19 de
noviembre de 1567, con 160 personas a bordo, y no tornarían a tierra ameri
cana hasta mediados de 1568. Su fruto más espectacular fue el hallazgo del
archipiélago melanesio de Salomón, al que debe sumarse el de los bajos de
Roncador y las islas de Nui, Maloelap-Aur y Wake. Fue el primer viaje
redondo al Pacífico meridional, y sus sabrosísimas crónicas (Sarmiento era un
narrador excelente) aportaron datos de gran valor para antropólogos, etnólo
gos y naturalistas. Aunque lo intentaron varias veces, los navegantes euro
peos tardaron dos siglos en dar de nuevo con las Salomón (Bougainville en
1768 y Surville en 1769).
Mendaña ansiaba llevar a cabo un asentamiento en las Salomón; pero
hasta casi 30 años después no pudo iniciar una nueva campaña, que iba a cos
tarle la vida. Con dos naos, una galeota y una fragatilla salió de El Callao en
abril de 1595; le acompañaban unas 370 personas, algunas en calidad de
pobladores de nuevas fundaciones, lo que explica que embarcase la esposa
del capitán general, Isabel Barreto; como piloto mayor iba el portugués
Pedro Fernández de Quirós, que alcanzaría celebridad al cabo de un decenio.
Dos años y medio después llegáría doña Isabel con la capitana al puerto de
Acapulco.
Mendaña no encontró las Salomón, pero después de descubrir los archi
piélagos de las Marquesas y de Santa Cruz, don Alvaro pasó a mejor vida con
otros muchos de sus hombres, incluidos 183 que se fueron al fondo del océano
en el naufragio de la almirante. La Barreto sucedió a su marido como gober
nadora, y optó por pedir a Quirós que la condujese a Filipinas, donde consoló
su viudez casándose con don Fernando de Castro.
Pedro Fernández de Quirós capitaneó dos naos y un patache que, con 130
hombres de mar y guerra, partieron de El Callao en diciembre de 1605.Tam
bién él pretendía fundar en las Salomón y tampoco daría con ellas, pero des
78
36
NAOS ESPAÑOLAS EN EL PACÍFICO
cubrió en cambio el archipiélago de Nuevas Hébridas o Vanuatu. En la isla
principal de este grupo, Espíritu Santo, ocurrirían cosas pintorescas y desdi
chadas, como la poco esclarecida desaparición del mismo Quirós y su capita
na, que emprendió el regreso a Nueva España por encima del ecuador.
Luis Váez de Torres, almirante de la expedición; se había quedado solo en
Espíritu Santo, con la nao almiranta y el patache. Entre otras personas le
acompañaba el capitán entretenido Diego de Prado y Tovar, autor de una
interesantísima crónica del viaje que desde allí iban a iniciar. Torres, arrum
bado a poniente en procura de las Molucas y Filipinas, anotaría en su haber
logros tan importantes como el hallazgo del estrecho que hoy lleva su nom
bre, el primer’ avistamiento documentado del continente australiano, la
determinación de la insularidad de Nueva Guinea con el descubrimiento de su
costa meiidionaly la llegada a los archipiélagos malayos, que constituían su
meta. No sin razón, el historiador Ernest Y. Hamy calificó esta interesante
campaña como la más atrevida y mejor manejada que han llevado a cabo los
españoles en las ignoradas aguas del gran océano Pacífico.
Otros hallazgos
Hemos agotado el espacio de que disponíamos para informar sobreel con
tenido de la obra Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, Discúlpesenos
que citemos, al menos, los nombres de otros navegantes que al servicio de
España hallaron nuevas islas en el Pacífico.
El soriano fray Tomás de Berlanga, obispo de Panamá, descubrió acci
dentalmente las islas de los Galápagos (1535). El piloto cartagenero Juan Fer
nández halló el grupo que lleva su nombre, como también las islas de San
Félix y San Ambrosio (1574), y aún se afirma que dio don Nueva Zelanda. El
capitán de fragata Domingo de Boenechea y su segundo, el teniente de navío
Tomás de Gayangos, hallaron las islas de Haraiki, Tatakoto, Tekokoto,
Hikueru, Faaite-Tahanea, Motutunga,.Amanu y Makatea, en el archipiélago
de Tuamotu, y la isla de Raivavae, en el grupo de las Tubuai o Australes
(1772-1775). Felipe Thompson, al mando de una fragata española, avistó por
vez primera las islas de Arriaga, Anda, Armadores, Helen, Ngatik y el bajo
de Oroluk (1773). El alférez de navío Francisco Mourelle de la Rúa, en una
larga y penosa travesía del Mar del Sur, fue el primero que vio las islas de
Fonualei, Late, Vavao (en el archipiélago de Tonga), Niutao, Nanumea y
Lakenu, en el conjunto de las Ellice (1781). La isla mal llamada de Sala y
Gómez fue descubierta por el piloto José Salas Valdés (1793) y situada con
toda precisión por el también piloto José Manuel Gómez (1805). El capitán
de navío Miguel Zapiaín avistó por vez primera la isla de Midway (1799). El
capitán mercante Juan Bautista Monteverde hizo el último descubrimiento
español en aquel océano, el grupillo carolino de Nukuoro (1806).
Los índices finales de la referida obra son tan necesarios para el investiga
dor como útiles para el simple lector. El primero registra, por orden cronoló’
Año 1992
A. LANDÍN CARRASCO
gico, el contenido y procedencia de varios centenares de documentos meneja
dos por los autores; el bibliográfico reseña unas 650obras impresas consulta
das para la elaboración del trabajo, y en el índice analítico se ofrecen alrede
dor de 4.600 voces, con cerca de 17.000 referencias a las páginas correspon
dientes.
El propósito esencial de esta labor se centró en la puntualización de las
derrotas náuticas y de los verdaderos hallazgos españoles en el Pacífico. De
esta forma, se quiso contribuir a la conmemoración del V Centenario tra
yendo a la luz todo el valor de nuestra expansión oceánica, que fue más allá
del Nuevo Mundo. En algún modo, los autores fueron instrumento para la
exaltación de la justicia y de la verdad históricas.
80
36
REVIVIR LA HISPANIDAD
José Luis TATO
El MensajeReal
A lo largo de la profusa preparación de la conmemoración del V Céntena
rio del Descubrimiento de América se han hecho muchas cosas y, por ejem
plo, uno de los aspectos más positivos en esta preparación ha sido el acometer
arduas empresas de recapitulación histórica de lo que significó el Descubri
miento en los momentos de producirse y en las consecuencias que de tal hecho
capital se derivaron.
Pero como es constante histórica en nuestros quehaceres de cualquier
orden —y el ánálisis de la Historia no iba a ser una excepción— se ha llegado
a maximalismos en los extremos opuestos, desde un pretender encerrar al
Descubrimiento con las siete llaves del sepulcro del Cid hasta ponerlo excesi
vamente por encima de los hechos realizados por la mano del hombre o de
Dios. Es, indudablemente, algo congénito con nuestra idiosincrasia, mezcla,
de humildad y orgullo en proporciones variables, y según sea esta relación de
la una con el otro, así serán los resultados, como ocurre en el caso presente,
que va desde un falso complejo doloso a una desorbitadagrandilocuencia,
muy por encima de la realidad. Por este motivo, y en temas trascendentes
como es el del Descubrimiento, se crea un confusionismo para el cuidadano
medio y no especialista en ello, que no sabe a qué carta quedarse, pues su cul
tura de bachiller, silo tiene, o de asignatura universitaria que aprobó de
pasada por no ser su contenido de valor para sus aspiraciones y tendencias
profesionales, no dejaron en él conceptos lo suficientemente claros, enmarca
dos en sus auténticas coordenadas.
En estos últimos años se ha repetido con mucha frecuencia este confusio
nismo —o lo que es lo mismo, la carencia de ideas claras— en diversos enfo
ques de nuestra vida nacional en todos sus órdenes, y hemos de dar gracias a
Dios por el Rey que tenemos, pues siempre ha sido Su Majestad quien en
momentos o situaciones críticas, tanto de hecho como de concepto, ha puesto
el dedo en la llaga ordenando nuestras ideas en su justa medida con sus pala
bras adecuadas, certeras y sin ambigüedades.
En esta ocasión, un párrafo-de su mensaje navideño de 1991 ha definido
exactamente el concepto de Descubrimiento. Una vez más el Rey, siempre el
Rey, nos ha mostrado la verdad irrebatible de los hechos. Nos permitimos
reproducir íntegramente las palabras regias que con su habitual precisión y
magisterio ha situado en su lugar exacto lo que es el Descubrimiento y toda
su filosofía histórica y política.
Dijo así Su Majestad el Rey Don Juan Carlos 1 al referirse a este hecho,
gestado y realizado por España:
«En 1992_cónmemoramos el V Centenario del Descubrimiento del Nuevo
Mundo. Será la celebración de un acontecimiento que se debe juzgar situán
Año 1992
JOSÉ LUÍS TATO
dolo a todos los efectos en la época en que se produjo, con si.iscostumbres y su
grado de civilización, sin complejos de culpabilidad ni tintes sombríos.
Para recoger su grandeza y sus enseñanzas, hagamos nosotros el descubri
miento auténtico y sincero de nuestra España de hoy. Sólo así seremos dignos
herederos de los aciertos de/pasado y sabremos evitar sus errores.
Como españoles nos sentimos estrechamente unidos a los países hermanos
de América. Su Navidad es nuestra Navidad. Y deseamos que no haya entre
ellos un solo pueblo sin paz y justicia, una sola persona sin dignidad, ni un solo
niño sin mañana. Con el año 1992 os invito a la colaboración en los actos de la
Exposición Universal de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Capi
talidad Cultural de Europa, en Madrid. »
La Hispanidad
En este último párrafo transcrito, las frases Nos sentimos estrechamente
unidos a los países hermanos de América. Su Navidad es nuestra Navidad, nos
traen a la mente un lazo espiritual de unión que tiene, a nuestro juicio perso
nal, su manifestación en el amplio contenido del término Hispanidad, ese
vocablo tan denostado las más de las veces, y tan exageradamente ensalzado
en otras ocasiones. Porque la Hispanidad es como un aroma característico y
específico, como un entramado inmaterial, pero existente, identificable e
indestructible como lo es el espíritu, y las cosas del espíritu se plasman en
forma de sentimientos que caracterizan a nuestras acciones y a nuestra volun
tad que, muchas veces sin adivinar cómo, se ve impelida a actuar de acuerdo
con las peculiaridades de ese aroma y de ese entramado.
¿Y cómo es ese espíritu que denominamos Hispanidad? Algunos pensa
dores, independientemente de sus ideologías de todo tipo, llevan la defini
ción general de lo que es espíritu y de sus límites por los senderos del racioci
nio, y distinguen, en cuanto a límites, tres clases: los espíritus que no tienen
principio ni fin, los que tienen principio pero no tienen fin, y, por último,
aquellos que tienen tanto principio como fin.
La Hispanidad es el fruto de la civilización genuinamente española, con
un principio —el Descubrimiento— pero sin fin, y con una entidad incorpó
rea que no admite parangón, ni remotamente, con ninguna otra concepción
civilizadora de ninguna otra nación, porque la obra de España no es ni ruina
ni polvo, y como muy bien decía Ramiro de Maeztu en su Defensa de la His
panidad, es como una flecha caída a mitad del camino que espera el brazo que
la recoja y la lance al blanco. La Hispanidad nació al mismo tiempo que la
doctrina de la gracia, propugnada por el padre Vitoria ya en Trento, que fue
infundida en el Consejo de Indias, con lo que engendró en cierto modo ese
espíritu hispánico.
Algo conviene aclarar aquí, y es que la Hispanidad carece de toda conno
tación étnica, ya que nosotros nunca hemos dado importancia alguna ni a la
sangre ni al color de la piel, y por ello, pensamos, la Hispanidad encierra unas
82
36
REVIVIR
LA HISPANIDAD
características muy especiales y concretas dado su carácter peculiar de no ser
privativa de una tierra, sino de muchas y diversas con unas raíces de esencia
y naturaleza hispánicas, por lo que al pervivir esta multiplicidad de tierras o
naciones, hace escudo definitorio y de unión de una comunidad permanente.
Dinámica de la Hispanidad
Por ello, y dada su esencia exclusivamente espiritual, como heÑos señala
do, la idea de Hispanidad responde a un acto de voluntad de los individuos,
creando al mismo tiempo una responsabilidad colectiva de las nacionalidades
constitutivas o integrantes del conjunto, que precisamente por esta contex
tura espiritual sólo puede tener carácter metafórico, por lo que la idea de His
panidad supone el imaginar una especie de alma colectiva dotada de concien
cia propia, y el significado de alma en esta acepción entra de lleno en la idea
de Herder, contenida en su obra Ideas de la Filosofía de la Historia de la
Humanidad, y según la cual, la salud y la duración de un ente, espiritual o
material, no depende del punto de su más elevada cultura, sino de un equili
brio prudente o feliz de sus fuerzas vivas operantes. Cuanto más profundo se
halle su centro de gravedad en estos esfuerzos vitales, tanto más firme y dura
dero será. Y estas fuerzas vivas operantes —generadoras de una dinámica—
son las que debemos intentar poner de nuevo en actividad en un régimen ope
rativo que se mantenga siempre en su medida cabal para evitar distorsiones
del significado de las enseñanzas del camino de la Historia, ya que el pasado
nos aguarda para crear el porvenir; el fundamento del futuro está en el pre
sente, que existe y es real precisamente por el pasado, que sí ha tenido lugar.
Utilicemos, pues, su trayectoria a título de magisterio para garantizar que
el futuro también existirá de acuerdo con la configuración honesta cuyos
parámetros están tomados del análisis también honesto. Que no nos ocurra
que el porvenir o futuro perdido lo volvamos a encontrar en el pasado. La
herramienta más útil para todo este proceso lo constituye el camino de la His
toria. Seamos consecuentes con ella.
El camino de la Historia
La mar —océanos y mares— ha constituido el camino de la Historia de
España, y para hablar con propiedad de nuestro pasado hay que pensar con
mentalidad naval.
El almirante Álvarez-Arenas, en su libro Del mar en la Historia de Espa
ña, señala muy acertadamente, en nuestra opinión, que hay que hablar con
interés, objetividad y entusiasmo de nuestra Historia. Hay que leerse y no
simplemente leer, pues el reflexivo, como su propio nombre indica —inde
Año 1992
JOSÉ LUIS TATO
pendientemente de las definiciones gramaticales—, es un elemento sustancial
e inherente a cualquier acto de reflexión. Así pues, la reflexión o meditación
de nuestra Historia ha de referjrse necesariamente a lo naval, a la mar, a la
mar propia de España y a la oceánica que hizo suya con sus gestas, y esta
meditación consiste en un estudio de los varios vectores que la integran, y en
los momentos actuales conmemorativos del V Centenario del Descubri
miento de América —y como consecuencia, de la génesis a través del tiempo
de la Hispanidad— habrá que ver si podremos orientar sus trayectorias y sen
tidos sobre un objetivo de notoria relevancia que permita en todo instante
hacer fértil el camino histórico.
También es curioso señalar, de acuerdo con el almirante Álvarez-Arenas
en su obra citada, el tremendo condicionamiento de nuestro factor geográfi
co, rodeado de mar, que podría habernos aislado pero que fue superado por
el poder del espíritu abierto, emprendedor y generoso de nuestros Reyes
Católicos, que rompieron el cerco de continentalidad, generando así, sin
saberlo en aquellos momentos, pero movidos por la inspiración, la Hispani
dad por razón de la proyección de nuestras gentes sobre el elemento o factor
mar, al establecer una embrionaria política naval por el simple hecho de
enviar a tres carabelas a través de las aguas del océano tenebroso para desen
trañar su misterio.
También hay que reconocer que algo de azar jugó su papel en el orto de
la Hispanidad, ocurrido todo ello, además, en una conjugación dé circunstan
cias favorables, en una conjugación clave de la Historia, en la coincidencia de
la unidad española, o como afirma Julián Marías, en unos momentos en que
Castilla se hizo España. Con todo ello, nuestra geografía se cumplió en sí mis
ma, creándose a modo de una lanzadera cuyos rayos dinámicos salieron dis
parados hacia Occidente, hacia la barreras irreales en donde se escondía un
mundo desconocido. A partir de entonces la mar entró definitivamente en
nuestro quehacer, naciendo la Hispanidad, que tuvo su auge y mayor esplen
dor durante la empresa éolonizadora, y también su declive al sernos negada
la utilización de nuestras líneas marítimas de comunicaciones. La Hispanidad
entonces se quedó como sangre estancada al no tener venas ni arterias por
donde discurrir.
Y no queremos en esta actualidad brillante de una conmemoración penta
centenaria que ese declive continúe su camino hacia la desaparición, hacia la
nada, hacia su fin, porque estamos convencidos, como hemos dicho anterior
mente, que la Hispanidad tuvo principio pero no tiene fin, siempre y cuando
así nos lo propongamos, mediante una actualización del dinamismo que la
debe animar a partir de ahora. La Hispanidad, hoy día, ha de asentarse en
unas nuevas coordenadas de actuación, pero sin perder tampoco ni un ápice
de su carga espiritual que es, como siempre ha sido, eminentemente agluti
nante entre España y sus legados Iberoamericanos e Iberoasiáticos. La geo
grafía actual sigue viva, en el sentido hispánico, con los nombres epañoles que
jalonan continentes, territorios e islas a çscala planetaria.
84
36
REVIVIR LA HISPANIDAD
Revivir la Hispanidad
Entonces, si queremos y nos proponemos honradamente q.ue ese espíritu
denominado Hispanidad no tenga fin, hemos de tratar de revivirlo, es decir,
traer de nuevo a la vida lo que parecía muerto. Ello no resulta tan difícil como
pudiera parecer a primera vista, pues, aunque latente, la Hispanidad sigue
viviendo a pesar del tiempo y’ sobre todo, de las dificultades y zancadillas ori
ginadas no ya sólo por terceros de toda índole, sino también, y es triste reco
nocerlo, con la ayuda, consciente o no, de nosotros mismos. ¡Cuánto se ha
dicho y cuánto se ha mentido a través de todos los canales de comunicación y
de entendimiento! ¿Qué ocurre, pues? ¿Es que llevamos cinco siglos, que ya
está bien, modelando una historia pletórica de vacíos, ordenadá por la retó
rica y en connivencia con la farsa que decimos combatir? ¿Por qué queremos
ser tan soberbios? ¿Pretendemos acaso enmendar la plana a los honestos his
toriadores que se han volcado durante siglos en el dato exacto? Hagamos un
acto de humildad partiendo de los humildes, porque cuántas buenas gentes,
en ambas orillas de los mares y océanos, sienten en sus almas ese aleteo ingrá
vido de la Hispanidad, y no olvidemos que, en definitivas cuentas, la mayoría
absoluta de nuestro mundo está formada por esas buenas genfes, de seres sen
cillos que probablemente y sin darse cuenta de ello son portadores de la ver
dad limpia y pura. Para ellos es sencillo comprender la fenomenología del
Descubrimiento aunque no sepan explicarlo en ese lenguaje que no sé por qué
llamamos culto, pero lo entienden y, sobre todo, lo practican. En cambio,
para los que estamos convencidós de nuestra erudición y nuestra posesión de
la verdad, tanto el Descubrimiento como la conquista, la colonización, la cris
tianización, el criollismo, el mestizaje, el todo, en fin, como acertadamente
expresa J. J. Armas Marcelo en un lúcido artículo publicado en el «ABC», de
Madrid, constituye un a modo de zigzagueo histórico de difícil coniprensión
o interpretación lo mismo en su totálidad como en su filosofía. Pero esto, pre
cisamente, debe de ser el desafío de suprimir los malentendidos del ayer y de
los que todavía están en nosotros, envueltos o protegidos en un fanal de ese
orgullo improcedente, o de esa también impropia y excesiva humildad, ele
mentos ambos, orgullo y humildad, componentes de nuestra idiosincrasia,
como hemos dicho al principio. Mezclemos ambos ingredientes en la propor
ción adecuada para abrir o reabrir los caminos del futuro de ahora mismo que
conducen a la concordia y a la objetividad, porque la Historia no se puede
manipular y menos aún ignorar.
Es preciso, pues, revivir la Hispanidad, sacar a la luz de nuevo ese espíritu
de entendimiento y cooperación mutua, lo cual no quiere decir que lo utilice
mos como salvoconducto para todo tipo de relación entre los pueblos que lle
van indeleble el sello ibérico, sino como lecho o cauce por el que transite la
armonía y la comprensión, la buena voluntad, que es el motor de la amistad
y de la unión. Tenemos para ello a nuestró favor al pueblo llano, que sí lo
entiende y lo hace suyo. Con ello, creemos sinceramente que no será tarea
Año 1992
JOSÉ LUIS TATO
demasiado ardua el revivir el espíritu de la Hispanidad, el más sólido lazo, a
pesar de ser espíritu, que une a tantos pueblos con España, respetuosamente
denominada como Madre Patria allende los mares. Y ése será nuestro mejor
«modus operandi», el de la madre que tiene a sus hijas emancipadas y fuera
de casa, pero unidas por un espíritu y un amor mutuo imperdurable, por
encima siempre del rugir de la Historia.
86
36
DOCUMENTO
UN RELATO INÉDITO SOBRE EL COMBATE
DE TRAFALGAR
El documento que publicamos es la copia de época de una carta inédita de
un personaje anónimo que escribe desde Cádiz a un amigo suyo, también des
conocido. La carta original debió escribirse hacia el 26 de octubre de 1805 y
la información procede, evidentemente, tanto de los relatos recogidos entre
los supervivientes del combate como de la observación personal. Curiosa
mente, cinco días después de la acción, en Cádiz, se desconocía la noticia de
la muerte de Nelson.
(Colección GONZÁLEZ-ALLER.)
Sin haber acabado de salir de este puerto, la escuadra combinada se encon
tró con la enemiga, compuesta de 28 navíos, sobre el cabo de Trafalgar, que es
a boca del Estrecho; a las diez de Ja mañana se hallaban las dos, combinada e
inglesa, a tiro de cañón. La nuestra y francesa, en una línea con muy poco
intervalo de buque a buque, lo que llaman línea cerrada. Los ingleses, que
tenían el barlovento, formaron tres divisiones y en pelotones cayeron hasta
cerca de los nuestros, donde cada división se formó para cortar nuestra línea
en trozos. El almirante Collinwood, haciendo cabeza de su escuadrón, se diri
gió a la popa del Santa Ana y recibió el fuego de nuestros navíos sin tirar un
tiro, hasta que estuvo entre popa del Santa Ana y proa del Fogoso,en cuya posi
ción tiró una descarga cerrada al Santa Ana, al que desguarnió mucho. Dicho
almirante siguió a ponerse a estribor del Santa Ana y la popa ocupó el navío
inglés que le seguía, otro se le puso por babor y entre los tres, en pocos momen
tos, desarbolaron y derrotaron completamente al Santa Ana. El general Alava,
con varias heridas, se mantuvo hasta que un astillazo en la frente le derribó sin
sentido y lo retiraron abajo para darle la extremaunción; al comandante de
dicho navío (Gardoqui) le pasó el muslo una bala de metralla y también lo reti
raron; después de tener sobre 400 hombres entre heridos y muertos se rindió
el dicho navío. Al general Villeneuve le atacaron en la misma forma con otra
división, dicen al mando de Nelson, y le rindieron desarbolado, etc., igualmen
te; dicho general francés, sano, pasó prisionero al navío inglés Marte, que lo
amarinó. Después atacaron al navío Trinidad y lo rindieron mocho como los
otros.
El general francés Magon murió en la acción, y el navío Algeciras, que
mandaba, se rindió desarbolado y destruido enteramente habiendo perdido
sobre 400 hombres. Del general francés Dumanoir nada sabemos positivo;
dicen que escapó hacia el Mediterráneo con tres o cuatro navíos. El combate
Año 1992
87
DOCUMENTO
acabó a las tres de la tarde, a cuyo tiempo los ingleses tenían apresados (según
dicen) 14 navíos, casi todos desarbolados de todos palos. El general Gravina,
al fin de la acción, estaba rodeado de tres o cuatro navíos ingleses y sin fuerza
para resistir, herido él en un brazo, Escaño, en un pie, etc., y fuera del combate
la mitad de la tripulación. Un navío francés y el San Justo lo sacaron de aquel
apuro y una fragata francesa lo remolcó. Después del día del combate (lunes)
han continuado los vientos por el SES (sic) y SSO y aún sigue el temporal. Los
ingleses, con nuestras presas desmochadas y muchos de sus navíos desmantela
dos, cruzan y están fondeados a la vista de Cádiz por no poder salir del Saco y
hemos visto y observado por días.
Martes al amanecer, seis navíos españoles: Príncipe, Rayo, Asís, Leandro,
Justo, Montañés; nueve franceses: Plutón, Héroe, y cinco fragatas y dos ber
gantines franceses fondeados enfrente de Rota; tres navíos sin palos hacia
Torregorda pidiendo auxilio. Los ingleses, cerca, en número de 24 buques,
muchos desmantelados.
Miércoles al amanecer, fondeados enfrente de Rota y canal los 18 buques de
ayer entre San Sebastián y las Puercas; el Bucentauro, perdido y pidiendo
socorro; se recogió la gente con trabajo, entre ellos 80 ingleses que lo habían
marinado. El Aquiles se voló.
El Santa Ana y Neptuno, cerca de San Sebastián (castillo de esta plaza), sin
palos y en bandolas, de vuelta de fuera hacia los ingleses que estaban a dos
leguas remolcando los navíos San Juan y Bahama.
A las diez de la mañana se hicieron a la vela las fragatas francesas y varios
navíos españoles y franceses, entre ellos el Rayo, y recogieron los navíos Santa
Ana y Neptuno, que fondearon a la boca de bahía; se retiraron todos menos el
Rayo, que anocheció a dos leguas al Oeste.
Jueves al amanecer, se vieron en la costa entre Rota y el Puerto de Santa
María varados y perdidos los navíos Asís y Neptuno, yel Rayo, desarbolado,
en poder de los ingleses a distancia de cinco leguas al Oeste. Entraron en bahía,
excepto el Santa Ana, otro navío español y un francés que están en la canal
hacia las Puercas. Un navío francés se mantiene fondeado hacia Torregorda
pidiendo auxilio, que no se le puede dar por el temporal. Los ingleses, con sus
presas, se divisaron en la tarde hasta número de 37.
Viernes: amaneció el tiempo de temporal y agua. Al Rayo dicen lo han que
mado los ingleses, y éstos se descubren entre la cerrazón. Sigue el temporal
fuerte, de modo que los ingleses no pueden llevar sus presas, ye! navío que ayer
pedía auxilio (el Águila) acaba de entrar en bahía remolcado.
Por mucho que hayan padecido los ingleses en este combate, que sin duda
ha sido el más tenaz y sangriento que han visto los mares, lo cierto es que
Nelson ha conseguido destruir las nacientes escuadras combinadas de Fran
cia y España.
Otro general francés, que venía a tomar el mando de la escuadra, llegóayer
y se ha encontrado con estas noticias tan trágicas, que sólo puede escribirlas o
quien sea tan cruel como los combatientes, o quien desee complacer de todos
modos a sus ausentes amigos...
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PRINCIPIOS ESTRATÉGICOS
ESTABLECIDOS HACE
DOS MILENIOS
F. Fernandode BORDEJÉMORENCOS
Contralmirante
Cuando se dice que en la vida humana no hay nada nuevo ni definitivo, no
se hace más que afirmar una realidad. Es ¡oque sucede con unos Tratados del
Arte de la Guerra, concebidos en su mayor parte por unos estrategas chinos,
entre los siglos iv y iii antes de J. C.
De los escritos a que nos referimos, la Europa de ¡a Alta Edad Media ape
nas pudo tener conocimiento sino a través de las irrupciones mongólicas. Mas
desde entonces y pese al apasionamiento con que el Mundo Occidental acogió
las revelaciones de Marco Polo, a fines del siglo xiii, no se sabe que nadie
diera a conocer la existencia de esos y otros notables escritos.
Hubo que esperar a que un jesuita, el padre Joseph Marie Amyot, fuera
enviado en 1740a China, donde consiguió captarse la estimación y confianza
del emperador Kien-Long. El activo jesuita, que moriría en Pekín en 1793,
publicó una larga serie de obras y trabajos, editados tanto en la citada cápital
china como en París, entre los que precisamente se destaca la obra aparecida
en 1772, impresa en la editorial parisiense Didot, aún subsistente, con el
título Arte militar de los chinos o recopilación de los antiguoi tratados sobre la
guerra, publicación de la que posteriormente se hicieron otras ediciones,
entre ellas la de 1782, que parece interesó a Napoleón.
En la obra del padre Amyot, según se advertía en su misma portada, se
hacía constar que esos tratados, que fueron siete, habían sido compuestos
antes de la Era cristiana por varios generales, cuyos nombres qúedaron mar
cados en la historia militar del Imperio, quienes debieron servir a las dinástías
de los siglos iv y III antes de J. C.
Algún autor moderno, de los pocos que se han ocupado del tema, los cali
fica, más qúe de patriotas o nacionalistas, de estrategas profesionales a sueldo
de quienes mejor pudieran recompensarles. Dichos estrategas dieron su pro
pio nombre a sus respectivas doctrinas, de las cuales el padre Amyot no tra
dujo sino una reducida parte, por haberse perdido las demás, pérdida muy
lastimosa si se atiende al considerable valor de los escritos conservados.
Durante el siglo XIX, la divulgación de esos tratados debió ser muy escasa,
ya que solamente se tiene noticia de la publicación en Italia, a nombre de Sun
Zu, de un pequeño libro titulado L’Arte della Guerra, pero, según el capitán
de navío nórteamericano Richard O. Patterson, las milenarias doctrinas chi
nas fueron conocidas por oficiales americanos y europeos que frecuentaron
aquellas tierras, entre ellos el famóso general inglés Gordon. No obstante,.
Año
1992
FERNANDO
DE BORDEJÉ Y MORENCOS
hasta 1908los viejos postulados no fueron vertidos al inglés, siendo el capitán
E. F. Calthrop quien los tradujo y reveló en un pequeño volumen de 119 pá
ginas.
Pero la publicación más completa y divulgada, dentro del escaso interés
que hasta nuestra época merecieron las referidas doctrinas, se debe al
teniente coronel francés Chollet, que en 1922editó en París un volumen titu
lado L’Art militaire dans l’antiquité chinoise, en el que revisaba las traduccio
nes del padre Amyot y agrupaba, por conceptos, las sentencias de los diversos
autores, en lugar de exponerlas separadamente como aquél lo había hecho.
Sin embargo, hasta 1927 los referidos estudios atraían a los profesionales
más bien por curiosidad que por una real vigencia de su contenido, siendo el
prestigioso escritor y militar inglés Lidell Hart quien advirtió la importancia
de las prescripciones contenidas en tan arcaicos textos. No obstante, habría
de esperarse largos años para que las teorías de los maestros chinos adquirie
ran plena vigencia, lo que se logrará gracias a Mao cuando fundamente sobre
ellas sus ideas de acción revolucionaria.
El primer autor en importancia y quizá, si atendemos a las veces que ha
sido citado, el más conocido en Occidente es Sun-Tse, cuyo tratado parece ha
de interpretarse como Reglas sobre el arte militar, de las que solamente se
conocen 13 capítulos de los 82 que en principio componían la obra original.
Este estratega se cree que vivió en el siglo iii anterior a nuestra Era.
A Sun-Tse sigue en importancia Wu-Tzu, conocido igualmente como Ou
Tse, contemporáneo de aquél. El padre Amyot afirma que los chinos coloca
ban a estos dos autores a la misma altura que Confucio, aunque en diferentes
esferas. De la obra de Wu-Tzu únicamente se poseen seis capítulos.
Continúa luego un tercer escritor, llamado Se-Ma-Jang Kin, quien vivió
bajo la dinastía de los Tchéou, anterior a J. C. Su nombre es comúnmente
abreviado y conocido como Se-Ma, de quien nos han llegado seis capítulos de
su trabajo Reglas del arte militar, que, con los 60 artículos que quedaron del
otro libro Lou Tao, atribuido a Liu-Vang, aun de época anterior, componen
los textos traducidos que hoy están a nuestro alcance.
De los restantes autores y tratados, el padre Amyot no dio sino referen
cias, por las que se sabe que la obra de uno de ellos titulada Ven Toui estaba
expuesta en forma de preguntas y respuestas, figurando entre los interroga
dores el emperador Tai-Tsong, de la dinastía Tang. El mismo comentarista
afirma que el libro llamado Goei Leao Tsé era, asimismo, dialogado y com
prendía 24 artículos poco extensos, mientras que el denominado San Lio se
dividía en tres partes y fue compuesto por Hoang-Che Kong, bajo la dinastía
de los Tsin, siempre unos y otros viviendo antes de la Era cristiana.
-—
-
-
Breves comentariosde las doctrinas.
Entre los axiomas de los viejos tratadistas aparecen conceptos bastante
diversos, aunque en su conjunto componen una doctrinamilitardotada de un
carácter racional, serio y hasta moral, con cierto fondo de prudencia.
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36
PRINCIPIOS ESTRATÉGICOS ESTABLECIDOS HACE DOS MILENIOS
Es de destacar en tales principios un profundo conocimiento del hombre,
ya aislado o en un grupo y, consecuentemente, la apreciación de los lazos que
ligan al individuo con la colectividad. De ahí que preconicen la necesidad de
desarrollar y utilizar las aptitudes individuales y generales, no para promover
los intereses particulares de unos y otros, sino los del grupo, lo que les con
duce a establecer ese gran principio de todos los tiempos de que la fuerza de
un pueblo reside en la unidad de sentimientos y de acción.
Podría decirse, en suma, que los suspicaces tratadistas chinos considera
ron el arte de la guerra desde un punto de vista exclusivamente psicológico,
analizando como decisivos los factores de ese orden, por encima de otras con
sideraciones. De ahí que no se detengan a explicar ningún detalle específico
de la organización ni del armamento, es decir, de lo que en nuestro tiempo
aumenta la complejidad de las ideas, aunque no por ello deja de observarse
en todo el conjunto una constante preocupación por aplicar al esfuerzo bélico
todo cuanto pueda conducir a positivos resultados.
En cuanto a sus ideas sobre movilización, efectivos y logística, tampoco se
aproximan a las nuestras, pero hay que tener presente que esos factores
dependen y varían según la época y los medios, siendo precisamente la ausen
cia casi completa de tales consideraciones lo que da a esas doctrinas un aire de
actualidad.
A cambio, si atendemos a lo que en ellas se expresá sobre las cicunstancias
y caracteres con que las fuerzas y elementos han de ser utilizados, se llega a
la convicción de que algunas condiciones, como las de la libertad de acción,
economía de fuerzas, iniciativa, control y sorpresa, no han cesado de impo
nerse en todo tiempo y lugar, desde la antigüedad a los días presentes.
En principio, las concisas máximas y sentencias con las que se exponen tan
admirables teorías pueden parecer oscurecidas e inaplicables a las últimas
guerras. Mas si se les confronta detenidamente y se aplican a los recientes
conflictos, como los de Corea, Argelia o el Vietnan, se apreciara su oportuni
dad y la afinidad de sus procedimientos, que coinciden, enlo posible, con los
conceptos sostenidos sobre la conducción de las guerras de liberación y revo
lucionarias en el campo operativo, a ejemplo de Mao y Giap, que en esas doc
trinas milenarias encontraron la guía de su estrategia y sus más patentes ense
ñanzas.
En rigor, no puede decirse que los antiguos estrategas chinos dieran prefe
rencia a unos conceptos sobre otros, pues supieron conjugarlos y adaptarlos
a su especial indiosincrasia, aunque no por ello dejaron de tener siempre pre
sente que desde la maniobra a la seguridad, todos los principios son meros
coadyuvantes delfin buscado, esto es, del objetivo que, entonces como ahora,
fue siempre el principo fundamental.
Muy acertadamente, no confundieron ese fin con los actualmente consi
derados como objetivos físicos que, sin embargo, para la estrategia española
y francesa del siglo xviii constituían los fines esenciales de sus campañas,
como eran las conquistas territoriales o espacios geográficos. Tampoco consi
Año 1992
95
FERNANDO
DE BORDEJÉ Y MORENCOS
deraron como tales la destrucción de las fuerzas armadas enemigas, que para
la estrategia del siglo xix y parte del xx constituía el designio capital.
Su gran mérito reside en el hecho de que se adelantaron muchos siglos en
el desarrollo del mencionado principio, al advertir que el único fin u objetivo
a que debía tender la guerra era no solamente anular la voluntad de lucha del
enemigo, idea a la que tímidamente y sin grandes resultados se aplicó el
esfuerzo aéreo aliado durante la segunda guerra mundial, sino el de obligar a
asimilar a la suya la voluntad del adversario, eminente postulado adivinado
por Carlos Marx, aplicado por Lenin y elevado por Mao y Giap a su más alto
valor, con sus doctrinas y métodos de guerra revolucionaria.
De ahí proviene que en ese tipo de guerra no se reconozca, fuera de aquél,
otra clase de objetivos físicos, ni tampoco los ofensivos y defensivos, pues si
en algún momento así lo puede parecer, se trata únicamente de movimientos
claramente diferenciados, que actuarán como uno u otro signo según operen
de acuerdo con las directivas de una común estrategia ofensiva, como fue el
caso de los partisanos rusos en la última fase de la segunda guerra mundial, o
en acciones subversivas sobre las retaguardias enemigas, en apoyo también
de una común estrategia, en este caso defensiva, tal como lo desmostraron los
resistentes yugoslavos y franceses en el citado período, lo que, en suma,
refuerza la particularidad de esa clase de guerra.
Encaminados a ese fin, los estrategas de la antigüedad china formularon
una serie de reglas y normas, que hoy llamaríamos de acción psicológica, con
el único objeto de debilitar la moral del adversario antes de emprender cual
quier acción decisiva. Muy de acuerdo con las características de su raza, pre
conizaron ya las ideas de minar, desgastar, reducir por la astucia y envolver
por el engaño los obstáculos, antes de emplear la violencia para quebrantar la
resistencia del contrario, acudiendo únicamente a ella si las circunstancias y
la relación de fuerzaslo perniitieran y si la ocasióñ les era en todo caso pro
picia.
Como meros coadyuvantes para lograr ese objetivo revolucionario y en el
terreno puramente operativo, la selección de los que hoy llamaríamos objeti
vos físicos, puntos sobre los que la maniobra se enfoca, depende del momen
to, aunque, como los citados autores destacan en sus escritos, una vez escogi
dos, todos los esfuerzos deben aplicarse, directa o indirectamente, a conse
guirlos, a menos que un cambio de la situación requiera una nueva estimación
y, con ella, el señalamiento de nuevos fines u objetivos.
Para alcanzar éstos, dichos estrategas aplicaron el concepto de maniobra,
concebida muy ortodoxamente para esa clase de guerra, ligándola íntima
mente con la movilidad y la dispersión, sin olvidar que la primera es más bien
un concepto táctico, en tanto que las otras son principios estratégicos. Esta
aseveración está hoy fuera de toda duda, según demostró la Marina nortea
mericana durante la segunda guerra mundial en el Pacífico, en donde gracias
a su poder aéreo embarcado logró una gran movilidad para proyectarse sobre
considerables espacios estratégicos.
De ahí que, para la mentalidad de los viejos autores, la guerra estática y
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36
PRINCIPIOS ESTRATÉGICOS
ESTABLECIDOS HACE DOS MILENIOS
el concepto de frente continuo aparecido en la primera guerra mundial fueran
inimaginables, surgiendo, por el contrario, en sus máximas, las ventajas ofre
cidas por la rápidez de movimientos, en la que, según dicen, descansan las
grandes posibilidades de la infiltración en profundidad en los dispositivos
enemigos. Esto es, ni más ni menos, que los modernos postulados de la guerra
revolucionaria, seguidos por el Vietcong en su año lunar de 1968, cuando, a
través de los espacios vacíos producidos por las características de la lucha en
zonas muy abruptas y de espesa vegatación, les fue fácil la infiltración masiva,
que en las primeras semanas sembró la confusión e impidió a las fuerzas amé
ricanas ejercer el dominio de las ciudades sudvietnamitas.
En dicho punto, sus ideas son idénticas a las formuladas por Mao, pues
cuando aquéllos preconizan que las operaciones deben tender a ganar las
retaguardias para atacar los puntos donde se encuentre menor resistencia, no
hacen más que establecer el mismo postulado que el citado líder chino calificó
como guerra sin frente.
Concebida así por ellos la maniobra, dichos estrategas preconizan igual
mente la necesidad de conseguir la iniciativa, al objeto de crearse unas situa
ciones favorables que les permitan explotar su acción y aplicar momentánea
mente la superioridad de sus esfuerzos. A ese fin, recomiendan dividir y dis
persar al enemigo aplicando, si es preciso, en toda su pureza el arte de la sub
versión.
Sin embargo, en la guerra que ellos auspician, la superioridad no debe
confundirse ni asociarse a los actuales principios de la concentración. ‘Si en
términos clásicos la concentración prevé la utilización de una masa humana y
de medios en el momentoy lugar adecuados, en aquel tipo de guerra sola
mente será aconsejable cuando el adversario se encuentre dividido y debilita
do, pues, en resumen, lo que debe pretenderse en todo momento es mantener
bajo cualquier circunstancia el reconocido principio de la economía de
fuerzas.
A ese respecto, los estrategas chinos se muestran muy circunspectos, pues
temiendo por su seguridad aconsejan rehuir todo ataque frontal que les pueda
resultar desfavorable, desde el punto de vista de su conveniencia y prestigio.
Pero esa obsesión suya por economizar fuerzas, que no parece hallarse
muy de acuerdo con la mentalidad oriental, demostrada sucesivamente en los
conflictos de Corea o del Vietnan, se traduce por un constante esfuerzo por
lograr unos efectos de dispersión y diversión, aunque quizá no adivinen en
ellos el peligro que puede entrañar la primera y el aspecto negativo de la
segunda.
No obstante, estiman que con tales efectos, aparte de asegurar su propia
maniobra, obtienen una amplia libertad de acción en sus móvimientos, lo que
justamente coincide con lo afirmado por Marx en su artículo España revou
cionaria, aparecido en 1854 en el «New York Daily Tribune», que aconseja
ba: estar en todas laspartes y no estaren ninguna, llevando siempre consigo las
propias bases. Todo esto condujo a dichos estrategas a prescribir la descentra
Año 1992
FERNANDO
DE BORDEJÉ Y MORENCOS
lización en la conducción de las operaciones, idea que, por otra parte, es
actualmente aplicada por todas las guerrillas del mundo.
Llegados a este punto, creemos es interesante observar la profunda dife
rencia en este aspecto existente en la puesta en práctica de un mismo princi
pio, según se trate de guerra regular o revolucionaria. En la primera, tanto si
la maniobra tiene lugar en guerra de movimientos o de desgaste, la victoria
exige la superioridad material y moral, esto es, la concentración en el tiempo
yen el espacio. Por el contrario, en la guerra revolucionaria, al no existir real
mente campos de batalla, no hay choque en el amplio sentido de la palabra,
reduciéndose las acciones a un pequeño, pero incesante, número de comba
tes, que significa la dispersión en el espacio y en el tiempo. Así, concentra
ción, por un lado, y dispersión, por otro, son los rasgos diferentes entre ambas
estrategias, lo que conduce a dos conceptos distintos que son: centralización
y descentralización, que en ambos casos alcanzarán a las fuerzas, comunica
ciones y logística.
Continuando con nuestras consideraciones sobre los tan mentados estra
tegas chinos, se aprecia que, aunque prudentes, conservadores y calculado
res, prevén, sin embargo, que el ataque concede siempre la iniciativa y con
ella se logra la libertad de acción. Estas ideas fueron igualmente entrevistas
por Marx, cuando en otro artículo, publicado en el «New York Times» en
1852, titulado Revolución y contrarevolución, escribía: La defensa es la
muerte en lucha revolucionaria; el ataque es la mejor defensa; atacary retirarse
para no estar nunca inactivos; si en e/aspecto global de una guerra revoluciona
ria los movimientos pueden ser estratégicamentedefensivos, la táctica debe ser
siempre ofensiva.
Pero también advierten que el mantenimiento de un espíritu ofensivo a
ultranza puede apartar del fin real, idea muy precisa, pues no hay que olvidar
que un espíritu tal puede inducir al enemigo a concehtrarse, favoreciéndole
involuntariamente al permitirle de esta forma simplificar sus problemas de
abastecimientos, comunicaciones y de seguridad.
Esas consideraciones con respecto al espíritu ofensivo a ultranza fueron,
asimismo,entrevistas por Lawrence de Arabia, quien se percató del peligro
que entrañaba, como lo demuestra cuando en su libro Los siete pilares de la
sabiduría afirmaba que los ataques a ultranza y la prosecución de una acción
más de lo debido permitirá al enemigo cambiar sus dispositivos y hacerles
entonces frente llevaría a romper con una reglafundamental, como es la de no
ofrecer nunca un objetivo al adversario.
Como palpable y reciente confirmación de esas palabras puede señalarse
la resistencia ofrecida por el Vietcong en la ciudadela de 1-fue,en 1968, cuya
defensa durante numerosas semanas permitió a las fuerzas norteamericanas
no solamente recuperarla, sino causarle numerosas bajas.
Como era de esperar, los sagaces maestros del Celeste Imperio aborda
ron, naturalmente, lo referente a las características del mando, es decir, de
ese otro gran principio del control o cooperación que, como vemos, estaba
también presente en sus mentes.
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PRINCIPIOS ESTRATÉGICOS ESTABLECIDOS HACE DOS MILENIOS
Es curioso observar su estimación de la necesidad de que, por su compe
tencia profesional y sus dotes personales, el jefe logre el respeto y la obedien
cia de sus subordinados. Asimismo, para conseguir la victoria es preciso que
el mando establezca adecuadamente una ponderada-asignación de responsa
bilidades y de autoridad en los diversos escalones de la jerarquía, así como la
necesidad de educar al combatiente y adiestrarlo,no solamente para obtener
un cierto nivel de eficacia individual o de grupo, sino para llegar a una espon
tánea unidad de esfuerzos, confianza y moral.
En verdad, estos capítulos son todo un tratado de pscología humana, arte
primordial de toda acción revolucionaria. Pero lo verdaderamente curioso es
que los estrategas profesionales, surgidos durante el siglo XIX y principios del
xx, no conceptuaron las ideas de guerra revolucionaria y subversiva más que
como unos principios sin valor, a los que no había de concederse importancia.
De ahí que las contiendas armadas siguieran inspirándose en los moldes clási
cos, sin dar cabida a otros preceptos que progresivamente se irían imponien
do, para que en el porvenir todas las guerras fueran adquiriendo un cierto
carácter revolucionario, si bien habría de esperarse a Lenin y después a Mao
para incluirlos con carácter real en el arte o teoría de la guerra.
Actualización de los antiguos textos.
Sin detenernos a considerar el siglo xix, en el que la filosofía de Clause
witz dominó por completo, sí es conveniente efectuar ciertas consideraciones
sobre su impacto en el xx.
Pese a las publicaciones antes mencionadas de Calthrop en l9O8.yde Cho
ilet en 1922, el olvido de los estrategas chinos de la antigüedad acaso prosegui
ría si, como ya hemos referido, en 1927el conocido estratega británico Lidell
Hart no hubiera formulado unas singulares teorías que hicieron volver, por
fin, los ojos hacia los remotos tratadistas.
En verdad, no se sabe con certeza si Lidell Hart conoció ono dichas obras,
ni tampoco si llegó a captar en el momento sus posibilidades. Pero de loque
no puede dudarse es de que las teorías de este estratega inglés sobre el envol
vimiento o la estrategia de aproximación indirecta, aunque más bien aplicadas
a maniobras clásicas, como algunas de las desarrolladas en la segunda guerra
mundial, coinciden con el principio de Sun-Tse de que el arte supremo de la
guerra consiste en vencer al enemigo sin combatir.
También es digno de recordar cómo las teorías del almirante inglés Fisher
y, principalmente, del mariscal francés Foch sobre el total aniquilamiento del
adversario mediante la batalla decisiva fueron contempladas por los citados
tratadistas chinos.
El mariscal Foch hubiera quedado harto sorprendido si hubiera conocido
aquellos axiomas de Sun-Tse sobre la brevedad de la guerra. y los de Se-Ma
sobre la batalla decisiva, formulados veinticuatro siglos antes, según los cua
les quienes ganen cinco victorias quedarán exhaustos; los que alcancen cuatro
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FERNANDO
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se empobrecerán; los que, a su vez, vencieren tres veces obtendrán ya cierto
dominio, en tanto que los que logren dos victoriasfundarán un reino y los ven
cedores de una sola ganarán un Imperio. Teorías apoyadas y complementadas
por Se-Ma, al proclamar que un ejércitofuertey bien disciplinado no debe per
der su tiempo en escaramuzas ni combates menores, que no conducen a nada
decisivo, sino que deben provocar cuanto antes una batalla que asegure una
victoria comp/eta.
Durante la segunda guerra mundial, un agitador hasta entonces casi des
conocido, Mao Tse Tung, estableció el postulado de que el objetivo final de
una guerra era anular por todos los medios la voluntad de combatir del enemi
go, demostrándose como, en sus detalles, las teorías predicadas por Mao
coincidían perfectamente con los dictámenes de Sun-Tse, Wu-Tzu y Se-Ma.
En otro aspecto, dichos tratadistas, al exponer sus ideas sobre la situación,
explicaban que en la guerra la política mejor ha de ser la de conquistar intacto
el Estado enemigo, para lo cual habrá de derrotarse a los contrarios por medio
de maniobras y sin entrar en combate, es decir, ganando sucesivas ventajas sin
hacer uso de las armas y debilitándolos por todos los medios lícitos o ilícitos,
justos o injustos y, si fuera necesario, con la tiranía y la venganza. Pues bien,
principios idénticos a los contenidos en la trilogía doctrinal de Mao, que no
exponemos por ser muy difundida y alargar, sin duda, este trabajo, pero que
prueba en las fuentes en que pudo inspirarse.
Otra muestra de que una de las fuentes más importantes del pensamiento
de Mao Tse Tung radica en las doctrinas de sus lejanos antecesores, la consti
tuyen evidentemente sus obras militares, como la Guerra de guerrillas, en
donde aparecen unas máximas idénticas para ser aplicadas a las colectivida
des, con la misma validez que debieron serlo hace 2.400 años.
Gracias, sin duda, a Mao, los escritos de los milenarios estrategas vienen
siendo más atendidos en artículos y trabajos profesionales, mereciendo desta
carse la recopilación y comentarios del general norteamericano Samuel B.
Griffith de algunas de las partes de las referidas obras.
No podemos extendernos más, cual quisiéramos, en exponer y criticar la
diversidad de prescripciones que los generales de aquellas milenarias dinas
tías expusieron en los reducidos textos que nos son conocidos.
Mas lo hasta aquí examinado hará comprender, según creemos, tanto la
inménsa curiosidadque provocan como la admiración que sus postulados y
máximas merecen.
La vida guarda infinitas sorpresas, y no es la menor la coincidencia de tales
bimilenarios principios con los que en esta misma hora se sustentan y se prac
tican.
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NOTICIAS GENERALES
CONGRESOS Y SIMPOSIOS
1991-noviembre, 1992-mayo. Madrid (España).
1 Ciclo de Conferencias: España y América en el V Centenario:
La Real Asociación de Amigos de los Museos Militares ha programado,
durante los meses de noviembre de 1991a mayo de 1992,una serie de con
ferencias que bajo el amplio epígrafe de España y el V Centenario están
teniendo lugar en el Servicio Histórico Militar a razón de una cada mes.
Para más información, dirigirse a la sede de dicha Asociación en Mártires
de Alcalá, 9.
1992-enero, 24-26. Oxford (Gran Bretaña).
Conferencia «El mundo en expansión: Un contexto para Colón».
Tratará los aspectos arqueológicos, históricos y sociales del mundo desde
la Prehistoria hasta los viajes de descubrimiento en el siglo xv.
Para más información, dirigirse a la Secretaría de Arqueología e Historia
Local, OUDCE, RewleyHouse, 1, Wellington Square, Oxford OX1 2JA.
1992-febrero, 17-21. Barcelona (España).
Conferencia sobre «La Cartografía italiana».
Organizada por la Sección de la Cartoteca de Cataluña, del Instituto Car
tográfico de Cataluña, y el Departamento de Geografía de la Universidad
Autónoma de Barcelona, tendrá lugar el tercer curso del ciclo de conferen
cias sobre la Historia de la Cartografía. El ciclo consta de seis seminarios
de periodicidad anual. En 1990se celebró el titulado «Introducción Gene
ral a la Historia de la Cartografía». En 1991 tuvo lugar él segundo sobre
«La Cartografía de la Península Ibérica y su extensión al continente ame
ricano». En años sucesivos se tratará de la Cartografía de los Países Bájos,
La Cartografía francesa y La Cartografía británica. Los textos de las con
ferencias ya dictadas están a la venta en: Negociat de Vendes i Distribució
Cartográfica, Balmes, 211. 08006 Barcelona.
1992-marzo, 26-28. Madrid (España).
VIII Jornadas de Historia Marítima.
Seminario sobre: «El almirante Lobo: dimensión humana y proyección
histórica». El Instituto de Historia y Cultura Naval de Madrid y la Funda
ción Municipal de Cultura del Ayuntamiento de San Fernando (Cádiz)
han organizado este seminario, en torno a la interesante figura del marino
Año 1992
NOTICIAS GEÑERA LES
gaditano don Miguel Lobo y Malagamba. Las conferencias tendrán lugar
en la Biblioteca Lobo, en el Ayuntamiento de San Fernando. Para más
información, dirigirse a: Instituto de Historia y Cultura Naval. Juan de
Mena, 1. 28071 Madrid o Fundación Municipal de Cultura y delegación
del Instituto de Historia y Cultura Naval de la Zona Marítima del Estre
cho. Gravina, 20. San Fernando (Cádiz).
1992-abril, 6-8. Birmingham (Gran Bretaña).
Arqueología en Britania 92.
La VI Conferencia sobre Arqueología, organizada por el Instituto de
Arqueología, está abierta a todos los interesados en estos temas, aunque
no sean miembros del citado instituto. Para más información, dirigirse a:
IFA, Metallurgy and Minerals Building. Universidad de Birmingham.
Birmingham BiS 2TT.
1992-junio, 12-14. Sadefjord (Noruega).
Simposio sobre «Historia de la caza de ballenas».
Para más información, dirigirse a: Whaling History Symposium, Sandef
jormuseene; Museumgaten, 39. 3200 Sandefjord.
1992-julio, 8-15. Gijón (España).
Curso de Extensión Universitaria. «El mar de Gijón: Arqueología Sumer
gida», que se desarrollará en la Cátedra Jovellanos de Extensión Univer
sitaria.
Bajo la dirección de José Adolfo Rodríguez Asensio, del Departamento
de Historia y Artes de la Universidad de Oviedo, se ha organizado este
curso diseñado en dos bloques en los que se pretende aunar la teoría y la
práctica de la Arqueología subacuática. Para participar en él es imprescin
dible la acreditación de la titulación de buceo, así como la tarjeta federa
tiva del año en curso. Plazas limitadas. Inscripción: Vicerrectorado de
Extensión Universitaria. Universidad de Oviedo.
1992-agosto, 4-6. Kotka (Finlandia).
Conferencia de la Asociación para la Historia del Mar del Norte.
Para más información sobre esta conferencia, que se celebra cada tres
años, dirigirse a: Dr. Yrjó Kaukiainen. Departamento de Historia Econó
mica y Social. Universidad de Helsinki. Alesksanterinkatu, 7. 00100 Hel
sinki (Finlandia).
102
36
NOTICIAS GENERALES
1992-septiembre, 21-24. York (Gran Bretaña).
Conferencia sobre la Europa Medieval.
Esta conferencia general tendrá una parte dedicada a la historia marítima
medieval del continente europeo. Para más información, dirigirse a: Mar
tin Carver. Departamento de Arqueología. Universidad de York. York,
Y01 1JZ.
1992-septiembre, 28-octubre, 2. Barcelona (España).
VIII Conferencia del Grupo de Cartotecarios Europeos. Temas: «Promo
ción y Difusión de Materiales Cartográficos» y «Retroconversión de cátá
logos».
El Grupo de Cartotecarios Europeos es una sección de LIBER (Ligue des
Bibliotheques Europeennes de Recherche), que celebra sus reuniones
cada dos años sobre temas específicos del personal que trabaja en bibliote
cas especializadas. Este año se celebrará en Barcelona, en la Facultad de
Geología de la Universidad de Barcelona. Aunque la conferencia está res
tringida para cartotecarios, los interesados pueden dirigirse al Secretario
General, Jan Smits, Koninklijke Bibliotheek, Sectie Kartografie, Room
0269. P. O. Box 90.407, 2509 LK’s-Gravenhage, The Netherlands.
EXPOSICIONES
1992-febrero, 24. Córdoba (España).
Exposición: «Córdoba, Cartografía y sus aplicaciones; Historia y actua
lidad».
Organizada por la Diputación de Córdoba, la Consejería de Obras Públi
cas y Transportes de la Junta de Andalucía y el Instituto Geográfico
Nacional, se ha inaugurado la mencionada exposición en el Palacio de la
Merced, de Córdoba, sobre técnicas cartográficas actuales e historia de
los planos de la ciudad.
1992-febrero, 26 a mayo, 8. New York (USA).
«Mapas, Cartas, Globos: Cinco Siglos de Exploración.» The Hispanic
Society of New York, en colaboración con el Ministerio de Cultura de
España, ha organizado esta interesante exposición de sus fondos geográfi
cos para conmemorar el V Centenario de la llegada de Colón aAmérica.
Simultáneamente se ofrecerá un ciclo de conferencias sobre la temática de
la exposición.
Año 1992
NOTICIAS GENERA LES
Para más información, dirigirse a: Sandra Sider. The Hispanic Society
of America. Broadway between 155 and 156 Streets. New York, New
York 10.032.
1992-marzo, 13 a mayo, 31. Toledo (España).
1992-julio, 2 a septiembre, 30. Innsbruck (Austria).
«Reyes y Mecenas. Los Reyes Católicos, Maximiliano 1 y los inicios de la
Casa de Austria en España.»
Organizada por el Centro Nacional de Exposiciones, del Ministerio de
Cultura, se inaugura el 12 de marzo en el Museo de Santa Cruz, de Tole
do, y en julio pasará al castillo de Ambras, en Innsbruck. Las 340 piezas
que componen la exposición ilustran el paso de la Edad Media al Renaci
miento e informan de que tanto los Reyes Católicos como Maximiliano de
Austria figuran entre los primeros coleccionistas modernos.
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LA HISTORIA MARÍTIMA
EN EL MUNDO
Luisa MARTÍN-MERAS
The HispanicSociety of America
Esta sociedad fue fundada en 1904 con el fin de recoger y presentar al
público, en un museo y en una biblioteca especializada, la cultura de los pue
blos hispánicos. El fundador fue el magnate Archer Milton Huntington
(1870-1955) quien en 1908 adquirió el actual edificio, abriéndose al público en
enero del año siguiente.
Elmuseo contiene magníficos ejemplos de las artes decorativas realizadas
en la Península Ibérica desde la Prehistoria hasta el presente. Entre otros
valiosos ejemplos podemos citar una estatua de la diosa Diana, del siglo u
antes de Cristo, encontrada en España; una arqueta hispano-árabe, tallada en
marfil del siglo xi; la reproducción de un claustro renacentista español, bar
gueños y toda clase de muebles que ilustran las diversas tendencias del arte
suntuario español.
Pero es en el capítulo de la pintura donde se ha recogido mayor número
de obras de arte; están representados allí Morales, El Greco, Goya, Sorolla,
Bastida, etc.
La biblioteca, regida por un patronato, contiene miles de manuscritos y
cerca de 200.000 volúmenes y es un importante centro de investigación para
los estudiosos del arte, historia y literatura de España y Portugal. La sección
de Cartografía es una parte muy importante de la biblioteca; estos fondos fue
ron adquiridos en Europa en la primera parte del siglo por el fundador de la
Hispanic Society. Entre tantos tesoros, podemos citar un portulano del
mallorquín Petrus Roselli de 1468, dos atlas de Joan Martínez, de aproxima
damente 1562, un maravilloso atlas portugués, anónimo, de circa 1584 con
clara influencia de Luis Texeira, cartógrafo famoso por la ornamentación de
sus mapas.
De los seguidores de la escuela mallorquina que emigraron a italia en el
siglo xvii se conserva un portulano del Mediterráneo de Plácido Caloiro e
Oliva y otro del Mediterráneo occidental de Gian Battista Cavallini de 1637.
Pero quizá el más famoso mapa que alberga la rica colección de la Hispa
nic Society of America sea un gran padrón real o carta universal de Juan Ves
pucci, sobrino de Américo Vespucci, que trabajó en la Casa de Contratación
de Sevilla. El mapa está firmado en Sevilla en 1526 y muestra, de una forma
muy perfecta, el mundo conocido hasta entonces.
En la sección se pueden encontrar también magníficos globos terrestres y
celestes. Allí se exhibe uno de los dos únicos globos que existen del cartógrafo
holandés Willem Blaeu de c. 1617; un globo de 1619de Isaac Habrech y otro
de Vicenzo Coronelli de 1696, mostrando las expediciones de Cortés, Ulloa,
Año 1992
LUISA MARTÍN-MERÁS
Alarcón, Cabrillo, Guzmán y Drake, son buenos ejemplos del valor científico
de la colección cartográfica de la sociedad. El museo está abierto de martes a
sábados, de 10 a 4.30; domingos, de 1 a 4. La biblioteca está abierta de martes
a viernes, de 1 a 4.15, sábados, de 10 a 4.15 y cierra en agosto.
La dirección es Audubon Terrace, Broadway between 155 and 156
Streets. New York, New York 10032.
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RECENSIONES
SCHEINA, ROBERT.L.: Iberoamérica. Una historia naval 1810-1987. Editorial
San Martín, S. L. Madrid, 1991. 454 páginas.
La Editorial San Martín continúa con este libro la dirección emprendida,
hace largos años, de divulgarla historia naval, labor por Jaque debemos quedar agradecidos a sus directores.
El libro trata con minuciosidad y calidad expositiva la formación de las
marinas iberoamericanas desde su independencia a principios del siglo xix y
su evolución casi hasta los momentos actuales, incluyendo la guerra de las
Malvinas. Se analizan no sólo las doctrinas de utilización y el material, carrera
de armamentos, etc., sino también las distintas actuaciones en política inter
nacional y las no menos importantes en política interior. A lo largo de las
páginas se evidencia la tantas veces olvidada premisa que cada Armada es un
agente de la política exterior del país o, como dice el autor en la primera línea
de la introducción, una marina no es más que un instrumento del poder de una
nación.
Scheina nos ofrece el producto de un trabajo densísimo de investigación,
con multitud de datos, situaciones y personajes, no en vano son muchos los
países tratados, aunque algunos de ellos tengan o hayan tenido escasa impor
tancia militar naval.
Iberoamérica. Una historia naval, consta de una introducción, 15 capítu
los, 19 apéndices y una extensa bibliografía. Los títulos de los capítulos son
los siguientes: 1) Las guerras de la independencia 1810-24. 2) Definiciones de
las nuevas naciones. 3) La evolución de dos importantes marinas iberoameri
canas (Argentina y Chile). 4) La intervención política durante la época del
cañón y la ¡ancha. 5) La carrera del «Dreadnought». 6) Primera guerra mun
dial. 7) Motines. 8) Guerras fluviales en e/siglo xx. 9) La época de las misio
nes navales extranjeras. 10) Segunda guerra mundial. 11) Auge y declive de la
influencia norteamericana. 12) Infantería de Marina y Aviación Naval. 13)
Intervención política durante la época de la Infantería de Marina y la Aviación
Naval. 14) La crisis de las Malvinas. Marzo-abril 1982. 15) La guerra de las
Malvinas. Mayo-junio 1982. El prólogo se debe a la pluma del jefe del Servi
cio Histórico delInstituto de Historia y Cultura Naval, D. José Cervera Pery.
Robert L. Scheina es un profundo conocedor de las marinas iberoameri
canas, sobre las que ya ha publicado numerosos libros y artículos en revistas
de tanto prestigio como Proceedings y Mariner’s Mirror.
Por todo lo anterior, el libro, al tratar un tema poco conocido y sobre el
que se ha escrito escasamente, es de indispensable lectura para los interesa
dos en las marinas militares; como único punto oscuro se puede decir que en
futuras ediciones se debería mejorar la traducción.
Antonio DE LA VEGA
Año
1992
RECENSIONES
Carla. Seis galeones para el Rey de España. La Defensa
Imperial a principios del siglo xvii. Alianza Editorial. Madrid, 1991.
392 páginas.
RAHN PHILLIPs,
Según narra la autora de este libro en el prólogo del mismo, el origen del
trabajo se encuentra en la revisión de una carpeta existente en la biblioteca
James Ford Bell, de la Universidad de Minnesota; en ella se describíán seis
galeones construidos para el Rey de España durante los años 1625-28, por el
armador bilbaíno Martín de Arana.
Interesada por el tema, Carla R. Phillips se trasladó a España y, en los
conocidos Archivos de Simancas, Museo Naval y de Indias reconstruyó las
vicisitudes completas de dichos barcos por América, Mediterráneo y Mar del
Norte; bástenos decir que uno de ellos, el San Felipe, se perdió en la célebre
batalla de Las Dunas, en la costa inglesa de Kent, el 21 de octubre de 1639,
cuando el almirante Oquendo se batió con el holandés Tromp. Los nombres
de los restantes galeones fueron: Nuestra Señora de Begoña, Nuestra Señora
de los Tres Reyes, San Sebastián, San Juan Bautista y Santiago.
El libro se puede calificar de excelente y perfecto. Se relatan los pormeno
res de su construcción, las características de los galeones, dimensiones, velas,
capacidades, sus inventarios completos, costo y, por si ello no fuera bastante,
se relata cómo eran las dotaciones, su vida a bordo, alimentación, etc. Las
citas a nuestros siempre presentes Guillén, Fernández Duro, Navarrete y
Alcalá-Zamora son constantes. Una vez más, un historiador anglosajón ha
quedado fascinado por la historia de España, recordemos a Brenan, Thomp
son y, sobre todo, a Elliot, aunque quizá quedaron fascinados por nuestra
riqueza documental.
La obra consta de nueve capítulos, tres apéndices, secciones de archivos
y abreviaturas, bibliografía (de 16 págs.) e índice analítico. Se publican ade
más 32 mapas e ilustraciones y 16 tablas. Los capítulos se titulan: 1) Desafío
y ruptura. 2) La construcción naval española y el contrato de Martín de Ara
na. 3) La construcción de los seis galeones de Arana. 4) Cálculo de costes.
5) Preparativos para la flota de las Indias de 1629. 6) Mandos y dotaciones.
7) La vida bordo. 8. La lucha por las Indias (1629-1635). 9. La lucha por la
supervivencia (1635-1640). Los apéndices son: A) Inventarios de los seis
galeones. B) Algunos pesos, medidas y monedas en uso en la España del si
glo xvii, y C) Tablas.
Por todo lo anterior, se trata de un texto que debe existir en la biblioteca
de todos aquellos a los que les apasione la historia marítima.
Antonio DE LA VEGA
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RECENSIONES
JACOBS, Els M.: In Pursuit of Pepper and Tea. The story of the Dutch East
India Company. Netherlands Maritime Museum, Amsterdam/Walburg
Pers. Zutphen, 1991.
A la búsqueda de la pimienta y el té. La historia de la Compañía holandesa
de las Indias Orientales. En los siglos xvi y xvii la Compañía holandesa de las
Indias Orientales era la mayor compañía comercial y de navegación del mun
do, con una flota de un centenar dé buques, miles de empleados, unos 30 esta
blecimientos en Asia y seis divisiones en la República holandesa, cada una de
las cuales tenía sus propias oficinas, almacenes y astilleros. Esta obra nos
relata la historia de esta empresa multinacional, desde su fundación en 1602
hasta su disolución en 1799. El viaje de un buque mercante de las rutas dejas
Indias sirve de lazo conductor de esta historia, que está organizada en torno
a ocho temas, organización de la compañía, construcción de los barcos, el
patrón y su tripulación, dinero y comodidades europeas, la ruta hacia Asia,
asentamientos en Asia, productos asiáticos; la flota de retorno.
Prácticamente todos los modelos de barcos, pinturas, dibujos y otros obje
tos que ilustran esta obra forman parte de la colección del Museo Marítimo
holandés en Amsterdam y se exhiben en la sala de la Compañía.
La obra, aunque de carácter divulgativo, dadas las fuentes documentales
y el rigor, científico empleados en su realización, presenta un esclarecedor
panorama de la historia de esta compañía comercial y constituye un útil ins
trumento de referencia sobre estos temas. Es de destacar la cuidadosa selec
ción de las ilustraciones y la esmerada edición, que le confieren una fácil’y
agradable lectura.
María VIGÓN
Alfonso, J.: La Psicología Militar en, España,. según sus
documéntos (datos para una historia). Tomo II. Armada. Ministerio de
Defensa. Secretaría General Técnica. D. L. 1990. 672 páginas.
CAPDEPÓN TORRES,
Esta obra forma parte de un tratado en cuatro tomos que abarcan el estu
dio de la psicología militar en los Ejércitos de Tierra, Aire, Ministerio de
Defensa y el que actualmente nos ocupa dedicado a la Armada.
Tal y como nos indica el autor en su introducción general, la obra consiste
en una exposición ordenada de datos sobre la psicología militar en España,
para que el lector estudie, analice, interprete y extraiga las conclusiones que
estime pertinentes, ya que conviene precisar que se asienta sobre una estruc
tura documental en la que los fragmentos de mayor interés se transcriben lite
ralmente, limitándose el autor a presentar una introducción o síntesis de los
documentos.
La organización de la Armada y el material disponible, una vez seleccio
nado, clasificado y ordenado, es la consecuencia lógica de las tres partes en
Año 1992
RECENSIONES
que la obra está dividida. En la primera parte se expone el proceso general de
la psicología militar en la Armada, en cuanto sus antecedentes, primeras
experiencias, proyectos, primeras organizaciones, estructuras, creaciones,
etc. En la segunda parte se describen las aplicaciones concretas en temas
monográficos a sectores delimitados, como los cursos impartidos, la Escuela
de Guerra Naval o la IMECAR. La tercera recoge el despliegue orgánico,
actividades y proceso de desarrollo de la psicología militar dentro de las
Zonas Marítimas en sus primeros y segundos escalones.
Obra fundamental para el estudio de la psicología militar, ya que es la pri
mera vez que se realiza un estudio documental de este tipo.
María VIGÓN
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posibles colaboradores se ajusten a las siguientes líneas de orientacion
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El material que se ofrezca para su publicación será enviado al
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plimiento de estos trámites.
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