El aspecto ético de la empresa: tres temas fundamentales

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El aspecto ético de la empresa:
tres temas fundamentales*
Jacob Buganza* *
1. INTRODUCCIÓN
Este artículo menciona en su título que se hablará y reflexionará desde un determinado punto de vista sobre un aspecto de la empresa. Esto quiere decir
que la empresa tiene muchos aspectos, facetas o caras, y una de ellas es la ética.
Sin embargo, no todos los autores han estado de acuerdo con esta idea, pues algunos han dicho que la empresa no tiene nada que ver con la dimensión ética.
Pero en este momento esa idea no será rebatida de manera decisiva y contundente (a reserva de un breve argumento que enseguida se presenta), pues habría que escribir un artículo diferente al presente. En este trabajo se parte de la
idea de que la empresa tiene esa faceta ética de la que se habla. Es constitutiva suya pues las decisiones empresariales se toman con conciencia y, por ello,
sus acciones se configuran como actos humanos, como actos libres y, por lo
tanto, responsables. 1 Parece que, debido a esa razón, la ética está presente en
la empresa. Así, la ética invita a reflexionar sobre los asuntos empresariales,
sobre sus decisiones y acciones, pues ellas conforman en buena medida lo que
es una empresa y, por si fuera poco, repercuten en la vida de los demás.
Un argumento similar lo expresa de esta manera Manuel Velásquez: “Una
manera de argumentar que la ética debe formar parte de los negocios consiste
simplemente en puntualizar que, puesto que la ética debe gobernar todas nuestras actividades voluntarias humanas, y puesto que los negocios son una actividad voluntaria humana, también deberá regir los negocios” (38). Dado que la
empresa se constituye para generar ganancias, para ser negocio, y esto se realiza de manera consciente y voluntaria, entonces la ética debe estar presente.
Esto es así porque la empresa está constituida para satisfacer necesidades.
¿Las necesidades de quién? De los ciudadanos, de las personas. La empresa tiene, en ese sentido, una función social. La empresa o negocio no es nada sin las
necesidades de las personas. De hecho, y aunque suene paradójico, la empresa tiene como necesidad satisfacer necesidades; esto es, satisfacer necesidades
es condición necesaria para la empresa (La dimensión ética 19). Esto quiere decir que las decisiones y las acciones de la empresa tienen como fin a los otros,
a los ciudadanos, a los consumidores. Por ello, la ética ha de estar presente en
*
Quiero dedicar este artículo a los doctores Rafael de Gasperín y Víctor de la Cueva.
Maestro en Estudios Humanísticos en el Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México.
1
Para un análisis sucinto de la libertad y la responsabilidad, Cf. Jacob Buganza. Introducción a la ética general.
Córdoba: Verbum Mentis, 2007, pp. 63-75.
**
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esas decisiones y acciones de la empresa. La intención de este artículo se centrará en la reflexión sobre los siguientes temas: la ética de la empresa como una
ética de mínimos o civil; el reconocimiento del otro como un reconocimiento de
su humanidad; y, finalmente, se comentarán algunos de los imperativos éticos
que se dan (o deben darse) en la empresa de hoy.
2. LA ÉTICA DE LA EMPRESA: ¿ÉTICA DE MÍNIMOS O MÁXIMOS?
Se ha hecho común la distinción entre la ética de mínimos y la de máximos.
Pero no por ello habrá que darla por sentada. Habrá que comentar a qué se refiere esta distinción, pues sirve para identificar el tipo de ética que corresponde
a la empresa.
Por un lado, la ética de máximos hace referencia a una moral que tiene respuesta para todo, incluso responde al sentido de la vida humana y su felicidad.
Por ello se ha dicho que la ética de máximos es una ética de la felicidad, pues
dice cómo ha de ser feliz cada individuo humano. Es una ética homogénea y
que muchas veces se asienta sobre bases religiosas. Esta ética puede ser entendida como una ética global que es igual para todos (por ejemplo, todos han de
alcanzar la felicidad de la misma manera).
Por otro lado, la ética de mínimos (o ética civil) se da como alternativa
frente a una ética de máximos. Esta ética de mínimos propone “la alternativa de unos mínimos éticos exigibles universalmente para regular la convivencia —ética civil— que se presentan como el marco adecuado para que diversos
máximos plurales opcionales inspirados en concepciones diversas de bien puedan coexistir” (Exteberría 139-149). La ética de mínimos exige, precisamente, lo
mínimo de las personas. Sin embargo, dice Savater que la ética de mínimos no
desconoce a los demás hombres. De hecho, al hablar de justicia se implica a los
demás, a los otros. Por ello este autor dice: “Establecer mínimos socialmente
aceptables para alcanzar la justicia, lo cual es igualmente válido para alcanzar
la sociedad justa a la cual se hace referencia” (La dimensión ética 31). En ese sentido, lo que se quiere poner de relieve con la distinción entre ética de mínimos
y de máximos es que los ciudadanos no tienen por qué compartir concepciones
religiosas o agnósticas de la sociedad que proponen modelos o formas de vida
para alcanzar la felicidad, sino los mínimos indispensables que permitan la
coexistencia entre todos los miembros de la sociedad. Sin ellos, la vida en comunidad es imposible (Bell 25).
Una ética de mínimos es una ética de ciudadanos capaces de pensar por sí
mismos y de encontrar las conexiones que existen entre cada uno de ellos y la
sociedad que los rodea. Por ello Adela Cortina dice que la ética cívica es una
ética de la modernidad, retomando la frase Sapere aude!, que Kant plasma como
lema de la Ilustración (en su célebre ensayo “¿Qué es la Ilustración”) (Ética de
la empresa 38-42). Es una ética que respeta el pluralismo moral (de concepciones de vida buena y felicidad), pero que exige mínimos de respecto, como los
valores de libertad, igualdad y, la todavía muy problemática, solidaridad (la
fraternidad, como rezaba el lema de la Revolución francesa). Adela Cortina
distingue de esta manera una ética de mínimos y una de máximos:
A esas propuestas que intentan mostrar cómo ser feliz, cuál es el sentido de la vida
y de la muerte me parece adecuado denominarles éticas de máximos, mientras que
la ética de mínimos no se pronuncia sobre estas cuestiones de felicidad y de sentido de la vida y de la muerte, sino sobre cuestiones de justicia, exigibles moralmente a todos los ciudadanos (Alianza y contrato 140-141).
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Precisamente la ética que se pide para la empresa ha de ser una ética de
mínimos. Y lo es por dos razones: 1) la ética no puede exigir que los miembros de la empresa y los consumidores tengan la misma concepción de la
vida buena que aquel que ideó o dirige a la empresa; 2) a la empresa se
le debe pedir algo análogo a lo que se le pide a un individuo, a saber, el respeto a las demás personas (a la vida de éstas de manera especial). De hecho,
Etxeberría dice que hay cierta relación (a grosso modo, dice él) entre la ética de
mínimos y la tradición que defiende los derechos humanos (143) (el derecho
a la vida, tanto en su aspecto material como en su aspecto espiritual). Hay
derechos “en positivo” para la ética de mínimos: las personas deben colaborar en la construcción de un mejor lugar para vivir. Es lo mínimo que puede
pedírseles. La ética de mínimos no se encuentra únicamente en la negatividad
(“no lesionar al otro”), sino que también hay positividad en ella: debe haber
promoción y desarrollo humano. Esto último se da si se tiene una relación
ética con el otro, si se le aprecia como persona, como miembro de la humanidad. Esta ética mínima, aunque sea mínima, reconoce al otro, le da el puesto
que merece.
Savater tiene una opinión parecida a la que aquí se presenta. Para él también la ética de la empresa se refiere a una ética de mínimos. Pero menciona
además dos elementos importantes para la reflexión que se hace en este trabajo. Este autor dice:
Al establecer una ética de mínimos, el empresario está manejando dos magnitudes
muy diferentes. Por una parte, el capital económico y de inversión, sus instrumentos y sus recursos, y por otra parte, los recursos humanos. A pesar de que ambos
son imprescindibles para el buen funcionamiento de la empresa, no puede haber
parangón ético entre la relación con el capital y la relación con los recursos humanos, pues sencillamente establecer unos mínimos socialmente aceptables en la relación con los recursos humanos es completamente necesario para lograr una ética
empresarial (La dimensión ética 23).
La reflexión de Savater da pie para decir que lo más importante de la empresa son las personas. Deben darse unos mínimos éticos, esto es, una ética
mínima, en las decisiones y las acciones de la empresa. Y eso puede apuntalarse en dos direcciones. Por un lado, la ética que debe guardar el empresario
(esto es, el patrón) con sus empleados, a quienes debe respetar en todo momento, por encima de las ganancias económicas. Ellas no dan razón para violar
los derechos fundamentales de la persona, que son la expresión más acabada
de la ética de mínimos en la actualidad. Por otro lado, la ética que debe guardar la empresa con los consumidores y ciudadanos en general. Póngase por
ejemplo el engaño que puede realizarse al momento de ofertar un producto
que, se dice, tiene ciertas propiedades objetivas, las cuales motivan al consumidor a comprar tal producto; debe haber un respecto entre la empresa (su
producto) y sus consumidores. Quienes tienen los derechos fundamentales,
quienes son objeto de la ética de mínimos, no son los productos, sino las personas. Lo humano ha de estar por encima de lo económico. Por ello dice Savater que no puede haber comparación ética entre la relación con el capital y la
relación con los recursos humanos.
Ciertamente aquí se entra en el terreno de la ética al hablar de lo que debería-ser y no de lo que simplemente es. La ética es deontológica. La ética no describe lo que es, sino lo que idealmente ha de ser. Y la ética de mínimos es, incluso,
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la que más obligaciones prescribe (Exteberría 146). Si alguien argumentara que
esa obligación es una utopía, entendida como algo irrealizable, habría que responder diciendo que, en primer lugar, la utopía es una idea regulativa, una idea
que guía la acción hacia lo más deseable (para tener un mundo más humano,
más humanizado) y, en segundo lugar, que ésa es precisamente la función de la
obligación: marcar el camino y el límite de lo que debe hacerse. No es que la ética
empresarial se realice en la vida práctica de forma plena y acabada, pues es
constitutivo de lo humano la imperfección; pero aquello que marque una ética
empresarial que observe las complejas relaciones empresariales desde el punto
de vista humano puede ser una guía para la decisión y la acción de la empresa.
No será una guía y una acción total o plena, pero será algo (parcial e imperfecto si se quiere), pero algo es más que nada. No habría que olvidar las palabras
de Savater cuando dice: “El mundo no sólo es lo que es, sino también, puesto
que el hombre lo habita y lo anima, lo que puede ser y lo que debe ser” (Invitación
a la ética 62).
Esas relaciones empresariales, si se les enfoca desde el punto de vista ético, tendrán ciertas características especiales. Veamos, pues, cuáles pueden ser
esos niveles de relación y qué particularidades adquiere la relación ética en sí
y al interior de la empresa.
3. NIVELES DE RELACIÓN: EL RECONOCIMIENTO EN EL OTRO Y EL DIÁLOGO
La empresa puede tener varios niveles de relación. Pero en este momento el
artículo se centrará en dos: la relación empresa-sociedad y la relación empleado-patrón (entiéndase como una relación desigual, de abajo hacia arriba).
Para hablar de niveles de relación entre un sujeto (una persona) y otras
realidades, parece muy fecundo seguir la clasificación que Savater brinda en su
ensayo Invitación a la ética (que en su momento fue galardonado con el premio
Anagrama en 1981 y que no tiene como objeto en particular el estudio de la
ética empresarial). Para este autor español puede haber cuatro niveles de relación entre un sujeto y las demás realidades. Se seguirá en este momento su reflexión, pero haciendo interpretaciones y aplicaciones personales para el tema
de este trabajo.
El primer nivel se da entre un sujeto y lo absolutamente otro, que puede
ser la naturaleza, lo divino, etcétera (32-33). Evidentemente en este trabajo sólo
interesa la relación que puede darse entre la empresa y la naturaleza, relación
que no será tratada de manera exhaustiva. La empresa ha de tener con la naturaleza una relación de cuidado; esto es, la empresa ha de velar por el cuidado de la naturaleza que, en varias ocasiones, es la que brinda las materias con
las cuales la empresa puede fabricar su objeto final u objeto que es puesto al
servicio de la sociedad. Incluso la empresa ha de buscar que la naturaleza se
sostenga en razones de supervivencia de la vida humana misma.
El segundo nivel de relación se da entre el sujeto y “el mutuo reconocimiento de las autoconciencias, humanas, pero como necesariamente enfrentadas”. Hay un reconocimiento del otro, pero no en el otro. En este sentido la
propuesta teórica que examina Savater es precisamente la relación entre el amo
y el esclavo, tan bien estudiada por Hegel. Hay una relación de subordinación
entre uno o más sujetos, en donde uno es el esclavo y el otro el amo. Es una relación violenta, de enfrentamiento radical entre uno y otro. Es una relación en
la que una de las personas es cosificada o se vuelve algo mecánico y casi desprovisto de humanidad (pues muchas veces este sujeto pierde su libertad, su
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autodeterminación, su infinitud; se vuelve una “herramienta animada”). Dice
Savater al respecto lo siguiente:
Este reconocimiento jerárquico no responde suficientemente a la confirmación del
propio yo como totalidad abierta y autodeterminada que el querer de cada hombre busca, pues unos no conceden a otros la infinitud y, por tanto, sólo pueden
recibir de ellos servicios mecánicos, pero no auténtico refrendo de su humanidad.
(33)
Evidentemente esta relación, que puede verse en el caso de la empresa
como empleado-patrón, deshumaniza a la persona oprimida (al empleado).
Situaciones como ésta pueden encontrarse todo el tiempo al interior de la empresa, sea ésta una fábrica, una escuela, etcétera. Esta relación todavía no es
ética, desde el punto de vista de Savater, sino simplemente de reconocimiento, en donde uno está por encima del otro.
Por ello Savater propone, como tercer nivel, la relación ética. Aquí ya hay
un reconocimiento en el otro, no únicamente del otro. Es donde los dos polos de
la relación se ven como iguales. ¿Y en qué radica esta igualdad? Precisamente en que son miembros de la humanidad; ambos pertenecen a ella. Nuevamente habrá que citar las palabras de Savater:
No reconozco al otro como algo acotado, clasificado, dado de una vez por todas y
apto solamente para determinados usos o servicios, sino como disponibilidad sin
límites, como capacidad creadora que transgrede y metamorfosea toda forma
(34). 2
De hecho, este reconocimiento es en cierto grado egoísta, pero es un egoísmo “lúcido y consecuente” porque reconoce en el otro lo que éste busca que le
reconozcan. Reconoce al otro porque busca que este otro le reconozca a él. Le
reconoce su humanidad porque él quiere ser reconocido como humano, como
persona. ¿Y en qué ámbito se da este reconocimiento? Precisamente en el diálogo y, agrego yo, en el respeto. El diálogo es la mejor manera de intercambiar
opiniones, puntos de vista, opciones, etcétera, pero se da en una igualdad, pues
en el diálogo todos los interlocutores tienen derecho a expresar sus ideas (si no,
no sería diálogo, sino monólogo). También es condición necesaria para el diálogo el hecho de respetar al otro —no sus opiniones, ciertamente, porque no
todas éstas tienen esa dignidad, pero sí a su persona (Savater Los diez mandamientos 25-26)—. El diálogo, dia-logos, invita precisamente a la discusión racional en un ámbito de igualdad. El diálogo permite que todos sean iguales, que
todos sean pares.3
Esto último puede aplicarse con mucho provecho a la relación entre la
empresa y la sociedad y a la relación al interior de la empresa, que en este trabajo se ha caracterizado con el concepto de empleado-patrón. Por un lado, la
empresa ha de reconocer que sus consumidores son, al igual que los miembros
que conforman la empresa, personas, pues ésta es fundamentalmente una comunidad de esa misma naturaleza (Llano 41 ss.). La empresa no es el edificio
2
Ibid., p. 34. En otro lugar, y hablando del problema del reconocimiento en la filosofía multiculturalista, Savater
menciona que “Todos los individuos humanos nos parecemos más entre nosotros de lo que harían creer la diferencia
de nuestros grupos … ”(El contenido de la felicidad 65).
3
Savater menciona otro nivel más de relación, al que llama amor, pero que en este momento no será tratado por no
ser de utilidad para este trabajo (en otro contexto sí lo sería, indudablemente).
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donde se genera el producto o el servicio, o el bien a ofertar, sino que ésta tiene
como condición necesaria a las personas (a sus consumidores y a sus empleados).
Este reconocimiento ha de llevar a la empresa a respetar a sus consumidores,
a ofrecerles productos de calidad y bienes que no causen la destrucción de sí
mismos.
Por otro lado, el diálogo al interior de la empresa es algo fundamental. En
la relación empleado-patrón ha de haber mutuo reconocimiento de la humanidad de los interlocutores, pues muchas veces uno de ellos deshumaniza al otro
a tal punto de olvidar que, al igual que él, es persona, con posibilidades (infinitud, en cuanto a lo todo lo que puede hacer), necesidades, carencias, etcétera.
De hecho, el mismo Savater afirma en La dimensión ética de la empresa que “el
empresario legalmente no tiene obligación alguna de atender los problemas
personales o familiares de las personas que trabajan con él, pero son compromisos que en justicia debe asumir en parte, aunque no sea su obligación hacerlo” (23-24). En ello se encuentra ese reconocimiento a la humanidad del
trabajador, del empleado, que muchas veces necesita del apoyo y de la comprensión del patrón. Habría así, como se aprecia, un reconocimiento en el otro.
Más allá de esto, y retomando la importancia del diálogo, Adela Cortina ha
expuesto parcialmente la aplicación de la ética discursiva a la ética empresarial
en su libro Ciudadanos del mundo, especialmente en la toma de decisiones dentro de la empresa. Siguiendo a Habermas, Cortina ha dicho lo siguiente:
En efecto, el principio de la ética discursiva, según el cual, “sólo son válidas aquellas normas de acción con las que podrían estar de acuerdo todos los posibles afectados como participantes en un discurso práctico”, establece un horizonte de
legitimación de normas que, aplicado al mundo económico y empresarial, exige
que la constitución económica y las normas empresariales se decidan dialógicamente, teniendo por interlocutores a todos los grupos de afectados. (Ciudadanos del
mundo 100-101)
Esto podría tener dos aplicaciones dando una interpretación sumamente
amplia a partir de la cita anterior. Por un lado, y es el aspecto social el que se
pondría de relieve, la ética empresarial exigiría, siguiendo el principio habermasiano, consultar a todos los involucrados en una decisión de la empresa con
impacto social directo. Esto es, una decisión que afecta a la sociedad de manera
frontal, como puede ser el aumento en la producción de cierto bien o servicio
con la afectación proporcional del medio ambiente en el que esa sociedad se
encuentra (no se olvide que esto es utópicamente hablando, es decir, como
guía para la acción y decisión de la empresa); si se siguiera esta idea habermasiana expuesta por Cortina, la sociedad debe ser consultada en la toma de
decisiones de tal empresa. Por otro lado, el diálogo al interior de la empresa, y
las decisiones que toma el directivo y que afectan a los empleados, es algo que
debe darse éticamente. Si no se consulta a los afectados, según el principio habermasiano que ensaya Cortina, se estaría actuando de manera no ética.
Norman E. Bowie apoyaría esta interpretación desde el punto de vista kantiano, del cual también depende Habermas. Para él, “La compañía debe tener
en cuenta los intereses de todos los afectados en todas las decisiones que tome”
(14). Esta participación de los afectados, por lo menos al interior de la empresa,
debe darse mediante mecanismos bien definidos, que en este momento sería
pueril tratar determinar, pues las empresas guardan diferencias muy grandes
entre sí a pesar de las patentes similitudes.
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Lo importante es no perder de vista que en las decisiones empresariales es
necesario reconocer a los afectados como personas; además, siguiendo el principio habermasiano, será éticamente correcto ejercitar el diálogo con los afectados. Si no hay reconocimiento en el otro y diálogo, entonces no se está siendo
verdaderamente ético.
4. LA DEONTOLOGÍA EN LA EMPRESA
Ese reconocimiento ético que se da entre la empresa y la sociedad y entre el
empleado y el patrón, puede llevar a plantear principios directrices, utópicos,
en el sentido de que deberían-ser, para la empresa. Por ello, parece que es válido hablar de una deontología empresarial, entendida la deontología como la
expresión de las obligaciones de la empresa hacia dentro y hacia fuera de ella.
Esta deontología empresarial lo que permite es que haya armonía entre los
empleados y el patrón y entre la empresa y la sociedad (Savater La dimensión
ética 44); una armonía que es necesaria para su correcto funcionamiento.
El primer imperativo es la confianza. Sin duda alguna, la empresa necesita para su buen funcionamiento de este elemento. La confianza, desde su sentido etimológico, es el acto psíquico de dejarse fiar por otro. Sin este elemento,
la empresa no podría funcionar, y por ello es un imperativo suyo buscar ser
objeto de confianza. ¿De qué o de quiénes? Esta pregunta tiene tres rubros, primordialmente. Los primeros dos se dan, o deben darse más bien, al interior de
la empresa. El primero de ellos es en el sentido de que los empleados deben
confiar en patrón, deben confiar en sus decisiones (lo cual no da seguridad, por
ello es “confianza”); además, los patrones han de confiar en sus empleados,
aunque ello no implique una confianza total. El segundo rubro debe darse entre
la empresa y sus proveedores, pues aunque haya fallas en toda organización
humana, es necesario que la empresa confíe en que sus proveedores podrán
abastecerlos de las materias necesarias para poder completar el objeto a ofertar.
Finalmente, el tercer rubro es hacia fuera de la empresa y tiene dos aspectos: 1)
la empresa debe generar confianza entre los consumidores, quienes podrán
fiarse del producto que adquieren (en un marco ideal donde la empresa produce un objeto óptimo); y 2) la confianza en el sentido que la ve Adela Cortina:
“Las imágenes de eficiencia han sido sustituidas por las de confianza entre la
firma y el público, como se muestra, por ejemplo, en la imagen de responsabilidad social y ecológica de la firma, con la que se trata de establecer un lazo
entre la firma y el público” (Ética de la empresa 94). Como se aprecia, el abanico de la confianza es sumamente amplio y requiere que hacia varios sectores se
dirija para el buen funcionamiento de la empresa, pues ésta no podría funcionar adecuadamente si no tiene y genera confianza hacia adentro y hacia fuera.
Otro imperativo muy relacionado con la confianza es la autoridad. Nuevamente la etimología echa mucha luz sobre lo que significa. Auctor significa
aquello que da valor a algo y que tiene cierto prestigio. Auctoritas es lo que estimula o ayuda a crecer, según la opinión de Savater. ¿Por qué estarían relacionadas la confianza y la autoridad? Porque quien tiene autoridad generalmente
tiene la confianza o es objeto de ella. Y ya en el campo de la ética empresarial,
dice Savater que “Lo mismo puede decirse de los directivos de una empresa:
su autoridad es la capacidad que tienen de despertar, aumentar y de hacer crecer lo que existe en el trabajador” (La dimensión ética 42).
La motivación es otro de los imperativos de la empresa, la cual se enfoca ad
intra de ésta. No es el aliento de supervivencia que muchas veces se respira en
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la empresa, en donde pareciera que se juega al estímulo (la zanahoria y el garrote). Más bien la motivación como principio deontológico se refiere a hacer
sentir útil al empleado. Es hacerle sentir su dimensión creativa dentro del trabajo y de hacerle saber que está dando o aportando algo a la empresa. Hacerle sentir que “Está formando parte de una empresa no solamente en el sentido
económico sino también en el sentido social y de formación de comunidad” (La
dimensión ética 42). El empleado, gracias a la motivación, debe sentir que es
parte de algo y que contribuye de manera importante dentro de la empresa.
Finalmente, el más complejo de los imperativos de la empresa es la responsabilidad social empresarial. ¿En qué consiste ésta? En que la empresa ayude al
desarrollo y promoción de los miembros de la sociedad (en especial de la suya,
que es donde en buena medida se gesta el negocio). Josep M. Lozano dice que
la responsabilidad social de la empresa implica un dilema. Dice textualmente:
De lo que se trata es de justificar si las finalidades de la empresa quedan agotadas
en las que son funcionales al sistema económico en el que se inscribe, que se convertiría, así en el único marco de referencia para su comprensión. Se trata de establecer si las responsabilidades económicas y las legales agotan todo lo que se
puede decir (y todas las responsabilidades) de la empresa y, por tanto, si ésta no
tiene otro criterio de actuación que la maximización de beneficios y el cumplimiento de la ley (81).
Como se aprecia, la cuestión no es sencilla. Por un lado puede ser que la
responsabilidad de la empresa se refiera al desarrollo de la sociedad en la que
se gesta. Por otro lado puede haber quien interprete que, mientras la empresa
haga lo que legalmente le es permitido (y omita realizar actos ilegales, si se
quiere ver negativamente), su responsabilidad ad intra será maximizar sus ganancias y no precisamente apoyar el desarrollo de la sociedad.
La cuestión así planteada ofrece una disyuntiva poco sencilla. Sin embargo, algo que puede ayudar a aclarar esta cuestión es definir a qué tipo de responsabilidad se hace mención en el lenguaje de la ética empresarial. Según
Domingo García-Marzá, el concepto de responsabilidad puede tener varios
sentidos (80-81).
El primero de ellos, considerado por García-Marzá como el más común, es
el que relaciona la responsabilidad con un daño o culpa. Es un concepto negativo de responsabilidad porque se implica el hecho de haber realizado una acción errónea o mala para la sociedad y, por ello, ser responsable significaría
hacer algo o actuar para compensar la acción incorrecta. Aquí la responsabilidad adquiere una connotación de restitución.
Un segundo sentido de responsabilidad, de corte utilitarista, se utiliza para
significar que alguien (una persona, institución, empresa, etcétera) ha contribuido como causa para que se dé cierto efecto. Por ejemplo, una empresa ha
contribuido a la destrucción de la naturaleza (un río, un bosque, etcétera) y, según lo que expone García-Marzá, ese alguien es responsable del efecto aunque
sea parcialmente.
Un tercer significado proviene de la literatura filosófica hispánica. Según
García-Marzá, este tercer sentido puede encontrarse en Ortega y Gasset,
Zubiri y Aranguren. Ser responsable significa ser capaz de responder por lo
que se ha hecho o dejado de hacer. Y eso puede aplicarse a la empresa, pues
“Desde el momento en que toda empresa puede hacer las cosas desde una u
otra forma, tiene un ‘espacio de libertad’ del que debe dar razón, del que es
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responsable” (81). Esto es así porque la empresa libremente se autodetermina
y, al igual que los individuos, debe responder por sus actos, por sus acciones
y decisiones. Debe ser capaz de responder por lo que hace y deja de hacer u
omite; debe tener la capacidad de justificarse públicamente (82).
Quienes argumentan a favor de la responsabilidad social empresarial son
muchos autores.4 Pero hay quienes consideran lo contrario, e incluso afirman
que la empresa es neutra, o sea, que es amoral; otros proponen que la empresa
únicamente tiene como objetivo la maximización de sus beneficios, como Milton
Friedman.5 Más bien parece que el argumento contra esto último puede ser lo
que se dijo en el párrafo anterior: la empresa, que está constituida por un grupo de personas, no está determinada de antemano; más bien, la empresa tiene
libertad, una libertad análoga a la de las personas. No es que la libertad de la
empresa sea igual a la de una persona, pero sí son parecidas. Y lo son porque la
empresa está conformada por personas, las cuales tienen, a su vez, libertad individual. La diferencia radica en que la empresa no responde por un individuo,
sino por un conjunto de personas, en especial por aquéllas que dirigen a la
empresa y toman decisiones (esto es, son libres de hacer o dejar de hacer).
Ahora bien, si se tuviera que optar por un sí o un no con respecto a la responsabilidad social empresarial, habría que ser congruentes y contestar que sí,
pues la ética de mínimos exige de las personas (y por ende también de las
empresas) un comportamiento moral mínimo sobre lo que es justo. ¿Habría que
apoyar, aunque fuera como beneficencia, a instituciones y a personas para
que abandonen la situación de pobreza y marginación en la que se encuentran
(por ejemplo, becas, apoyos en especie, etcétera)? Pareciera que si se tiene un
poco de orientación ética habría que responder que sí como individuo y como
empresa. Pero habría que satisfacer previamente un par de condiciones: la de
ser autosuficientes y tener cubiertas las necesidades básicas (empresariales e
individuales). No sería válido, incluso éticamente, sacrificar a unos por otros.
Si una empresa no tiene capital suficiente para autosatisfacer sus necesidades,
sean éstas la paga a sus trabajadores, y la rentabilidad y las ganancias para los
inversionistas, entonces no se ve por qué esté obligada a responder y a ayudar
a otros sectores de la sociedad. Sería sacrificar a los trabajadores y a los inversionistas por otros.
Lo mismo vale para los individuos: éstos deben tener cubiertas sus necesidades y ser autosuficientes. Si se realizaran el tipo de ayudas que pide la responsabilidad social con la carencia de no ser autosuficiente y de no tener las
necesidades básicas resueltas, ya no sería responsabilidad social, sino un sacrificio, lo cual sería, evidentemente, otro tema.
Finalmente, y para recapitular lo que se ha dicho en este apartado, algunos
de los principales imperativos para la empresa de hoy son la confianza, que se da
hacia adentro y hacia fuera de la empresa, a la autoridad, la motivación y, finalmente, la responsabilidad social empresarial, que últimamente se ha visto
con ojos mercantiles, pues puede ser rentable la imagen de “ser ético”. En otras
palabras, la ética puede llegar a generar ganancias si la empresa es vista por el
público consumidor como un organismo preocupado por la sociedad y su desarrollo. Pero esto sería otro asunto a tratar en otro momento.
4
Cf., por ejemplo, a José María Ortiz Ibarz. La hora de la ética empresarial. McGraw-Hill: Madrid, 1995: 169-172.
Cf. Milton Friedman. “The Social Responsability of Business is to Increase Its Profits.” Beauchamp, Tom, y Norman
Bowie. Ethical Theory and Business. New Jersey: Pretice may, 1993 (4a. ed.); y también cf. Luis González Seara. “La
responsabilidad social de la empresa.” Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales 50, 15-16.
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5. CONCLUSIÓN
Sin el afán de ser exhaustivos, este artículo ha tenido como objetivo reflexionar
sobre algunos de los principales temas de la ética empresarial o ética de los
negocios. Estos temas han sido los siguientes: ¿qué tipo de ética es la que se
enmarca dentro de la ética empresarial? Se ha respondido que una ética de
mínimos, o ética cívica, que pide unos mínimos de justicia para los individuos
y para las instituciones.
También se ha reflexionado sobre la relación empresarial, resultando que
una verdadera relación ética debe ser de reconocimiento en el otro, un reconocimiento que exige ver al otro como miembro de la humanidad como persona.
Es un reconocimiento que va más allá del simple de considerar la existencia del
otro, en una relación de desigualdad o vertical. Reconocerse en el otro aporta
un matiz más específico a esta concepción proveniente del idealismo hegeliano: el reconocimiento de la igualdad entre los dos polos de la relación. Ese
reconocimiento de igualdad, de reconocerse en el otro genera una relación de paridad que se manifiesta en la interlocución. Lo que antes era una relación de
subordinación marcada por la esencial desigualdad entre el amo y el esclavo,
se convierte en una relación entre semejantes, una relación ética como la llama
Savater. Aquí el otro es visto como otro yo, como alguien análogo a mí; es visto
como miembro de la humanidad, clase natural a la que todos los seres humanos pertenecemos.
A partir de lo anterior se puso al descubierto la importancia del diálogo en
ese reconocimiento, de un diálogo que exige horizontalidad entre los dos interlocutores. Una relación ética exige, en su seno, el cambio de paradigma del
monólogo al diálogo, a la palabra compartida o palabra de dos o más. Es un
diálogo en el que ambos pueden alcanzar la mutua comprensión, tanto la de la
empresa con la sociedad como el patrón con el empleado.
Finalmente se comentaron algunas de las líneas directrices de una deontología de la empresa, en donde destacan la confianza, la autoridad, la motivación y la responsabilidad social empresarial, que es ciertamente la más
discutida de los últimos años. ¿La empresa tiene alguna responsabilidad con
los demás? Aquí se ha respondido que sí, pero con la condición de satisfacer
previamente el ser autosuficientes y tener cubiertas las necesidades básicas.
A partir de ideas expuestas por otros autores, se ha hecho una reflexión
personal para aplicarlas al caso del aspecto ético de la empresa. No todas las
referencias o posturas citadas en este trabajo han sido publicadas con el fin explícito de la reflexión ética empresarial. Por ello este artículo ha tenido como
objetivo tomar algunas ideas de la ética general para aplicarlas al caso concreto
de las relaciones empresariales, como sucedió en el caso del segundo capítulo,
en donde se aplicaron los diversos modos de relación conceptuados por Savater en Invitación a la ética, el cual en buena medida es un libro de ética general,
para pensar qué sucedería en el caso concreto de las relaciones empresariales
(relación empresa-sociedad y empleado-patrón).
revista de la facultad de filosofía y letras
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