Al encuentro de la Ballena Franca Austral.

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Durante la Jornada contaremos con la presencia de:
Sr. Mario Das Neves, Gobernador de la Provincia del
Chubut.
Jorge Castro, Director del Instituto de Planeamiento
Estratégico.
Enrique Szewach, Presidente de Evaluadora
Latinoamericana.
Ricardo Lorenzetti, Presidente de la Corte Suprema
de la Nación.
Juan José Llach, Director del Centro de Estudios de
Gobierno, Empresa, Sociedad y Economía del IAEUniversidad Austral.
Rubén Torres, Director de la Maestría y Especialización
en Sistemas de Salud y Seguridad Social de la
Universidad ISALUD.
Sergio Berensztein, Director de Poliarquía.
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Jaime Duran Barba, Presidente Fundador de Duran
Barba & Asociados.
Sergio Bergman, Presidente de la Fundación Argentina
Ciudadana (a confirmar)
Francisco De Narváez, Diputado Nacional de la
Provincia de Buenos Aires.
Manuel Morejón, Diputado Nacional de la Provincia de
Chubut.
Agustín Rossi, Diputado Nacional de la Provincia de
Santa Fe (a confirmar).
Ernesto Sanz, Senador Nacional de la Provincia de
Mendoza.
Miguel Bein, Presidente del Estudio Bein & Asociados.
Ricardo Delgado, Director de Analytica.
Miguel Kiguel, Director Ejecutivo de EconViews.
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Cada año, una de las criaturas más asombrosas de la
naturaleza –la Ballena Franca Austral- elige las aguas
calmas de la Península Valdés (Chubut) para
aparearse, criar a su descendencia o hacer sociales,
regalándonos un espectáculo único e inolvidable.
Comprendiendo que conocer es la mejor forma de
empezar a querer para luego proteger, adentrémonos
en la vida de estos gigantes del mar para disfrutar mejor
del esperado encuentro.
EN DETALLE
La Ballena Franca es un mamífero acuático, como los
lobos marinos y los elefantes marinos que también
pueden verse en la península. Pero la ballena pertenece
al orden de los cetáceos. Este grupo abarca 86 especies,
divididas en dos subgrupos: el de los cetáceos con
dientes u odontocetos (que incluye a delfines, marsopas,
cachalotes, delfines de río) y el de los cetáceos con
barbas o misticetos (que comprende a las ballenas, entre
ellas la Ballena Franca) Existen tres especies de Ballenas
Francas: la Ballena Franca del Atlántico Norte, la Ballena
Franca del Pacífico Norte, ambas habitando ese
hemisferio, y la Ballena Franca Austral, del hemisferio sur,
con diferencias muy sutiles entre ellas.
A pesar de que sus ancestros fueron mamíferos
terrestres, los cetáceos eligieron -hace algo más de 50
millones de años- pasar una vida completa en el agua.
A lo largo de su evolución, aparecieron adaptaciones al
medio acuático. Entre ellas, la adquisición de un cuerpo
hidrodinámico, al eliminar salientes innecesarias que
provocaban turbulencias.
Al avistarla embarcados u observándola desde tierra, no
podemos dejar de sentirnos pequeños ante su portentosa
apariencia. La Ballena Franca Austral (Eubalaena
australis) alcanza un largo máximo de 16 m en las
hembras y 15 m en los machos, con un peso promedio de
40 tn. Su cuerpo de color gris oscuro a negro, contrasta
con manchas irregulares blancas en el vientre.
Ocasionalmente nacen ejemplares más claros y hasta
albinos -en realidad parciales, ya que tienen algunas
manchas negras y al crecer se vuelven más oscuros.
La piel es suave y lisa y del pelaje de sus antepasados, sólo
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quedaron unos pocos pelos cortos en la cabeza. Debajo de
la piel se esconde una gruesa capa de grasa que sirve
como aislante térmico cuando se mueven en aguas muy
frías, pero principalmente como reserva de energía. En
algunas zonas, la grasa llega a 40 cm de espesor.
Si bien la mayoría de los cetáceos tiene una aleta en el
lomo o dorso, esta ballena carece de aleta dorsal, lo
que la hace fácil de identificar. Tampoco tiene surcos o
pliegues en su vientre, como muchas otras especies de
ballenas. Por otra parte, sus aletas pectorales -que se
asemejan internamente a nuestros brazos, con mano
incluida- son anchas y parecidas a los remos de los
botes. Con ellas gira o frena, reservando la cola o aleta
caudal horizontal -de 5 m de punta a punta- para
impulsarse, al moverla de arriba hacia abajo. La caudal
no tiene hueso dentro. Entre la gran cabeza y el resto
del cuerpo no se ve cuello. Esto se debe a que las 7
vértebras cervicales -que tiene como todo mamíferoestán fusionadas, lo cual le da una forma más
hidrodinámica.
Desde cerca se observan en la cabeza dos pliegues
cerrados. Son los respiraderos, que al abrirse por acción
de sus músculos, dejan salir un fuerte y sonoro soplo
de aire de hasta 4 m de alto. Y si bien llevamos desde
chicos la idea de que por allí escapa un chorro de agua,
la realidad es otra. Al tener pulmones como nosotros,
el aire que respiran en la superficie, lo deben retener
mientras bucean. Cuando es exhalado al asomar, sale
húmedo y caliente – su cuerpo tiene una temperatura
constante de 36º C-, encontrándose con temperaturas
menores que lo condensan y vaporizan. Además, el
soplo salpica el agua depositada en la zona, todo lo que
da la impresión de que arrojaran agua.
La boca de la Ballena Franca tiene barbas, que son
láminas duras pero flexibles –de queratina, como
nuestras uñas o cabellos- que cuelgan del maxilar
superior, paralelas y separadas entre sí. Hay
aproximadamente 225 a cada lado del paladar, dejando
libre el frente de la boca. Llegan a medir 2,5 m de largo
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y actúan como un filtro gigante. Con la boca abierta, la
ballena avanza lentamente cerca de la superficie, donde
hay comida, sacando el agua entre las separaciones de
las barbas, mientras el alimento queda retenido en sus
terminaciones internas que están desflecadas.
Finalmente, la lengua ayuda a tragarlo.
Esta ballena no forma pareja, siendo el lazo más fuerte
el de la madre y su hijo –el ballenato. A partir de los 9
años, la hembra ya puede procrear. Después de una
gestación de 12 meses, la única cría que tienen por
parto mide al nacer un máximo de 5 m y pesa hasta 3
tn. En los primeros meses, la ballena se dedica
exclusivamente a atender las necesidades del recién
nacido, quien se amamanta por un año con una leche
con 50% de grasa, con la que crece rápidamente, sobre
todo en las primeras semanas –aumenta hasta 150 kg
por día. Tienen un ballenato cada 3 años.
Al observar de cerca a la ballena, llama la atención las
elevaciones que se encuentran en determinados lugares
de su cabeza. Se trata de piel más gruesa y rugosa,
conocidas como “callosidades” que ya aparecen en el
recién nacido en color gris y son llevadas de por vida. En
ellas se alojan los llamados “piojos de ballena”,
crustáceos que le dan una coloración blanquecina, que
las distingue del resto del cuerpo. Este rasgo único en la
ballena franca, fue aprovechado por el Dr. Roger Payne,
renombrado investigador y conservacionista de ballenas,
quien diseñó un método benigno para identificarlas a
través de las fotografías aéreas de sus callosidades, las
que son diferentes en número, forma y tamaño en cada
individuo. Esta “fotoidentificación” permite estudiarlas a
lo largo de años siguiendo sus historias de vida, mediante
un catálogo de las ya conocidas, que llevan número y a
veces nombre. Al estar la cría junto a la madre en los
primeros meses de vida, por ejemplo, la fotografía de
ambas permitirá, al examinar el catálogo, saber la cría de
quién es. Este estudio, iniciado en Argentina por el Dr.
Payne en 1971, es continuado hoy por el Instituto de
Conservación de Ballenas.
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DÓNDE Y CUÁNTAS
Esta ballena habita las aguas templadas y subpolares del
Hemisferio Austral, en una franja comprendida entre los
20 y 64 grados de latitud sur. La población actual total de
Ballena Franca Austral es de aproximadamente 11.300
ejemplares, comprendiendo las poblaciones de Argentina,
Brasil, Chile, Sudáfrica, sur de Australia y Nueva Zelanda.
La de Península Valdés es de las más numerosas.
La Ballena Franca Austral nos visita anualmente –
alrededor de 1000 por año, y no siempre las mismas
del año anterior. Por ser de aguas más tranquilas que
las de mar abierto, el golfo San José y Golfo Nuevo de
la Península Valdés (Chubut) son los elegidos. Las
primeras ballenas llegan a fines de abril y las últimas se
van en diciembre, alcanzando su máxima concentración
en número en septiembre y octubre, ya que entre julio
y agosto se producen la mayoría de los nacimientos.
Como casi todas las especies de ballenas, migra
durante el año recorriendo durante el año miles de
kilómetros desde los territorios de alimentación -donde
abunda su alimento en verano- a los de reproducción –
de aguas más aptas en invierno. Algunas ballenas
vienen a nuestras aguas a aparearse, otras a tener la
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cría que gestaron el año anterior y las restantes a
socializar. Aquí no comen, y de hacerlo, sería como un
“aperitivo”, antes de la comida principal que las espera
en las aguas cercanas a la Antártida y de islas subantárticas –Georgias del sur y Tristán da Cunha. Su
dieta consiste en crustáceos -principalmente krill y algo
de copépodos, integrantes del zooplancton. Comen
hasta 2 tn por día, durante los 3 a 4 meses que durará
el banquete, a fines de primavera y durante el verano
austral. Al dejar esas aguas, ya habrán formado una
capa de grasa bastante gruesa bajo la piel, que servirá
de reserva de energía para el ayuno que las espera.
COMPORTAMIENTOS
Afortunadamente, como la Ballena Franca Austral no se
sumerge por demasiado tiempo –apenas 10 minutos
como máximo- y pasa largos períodos descansando o
amamantando en superficie, ha permitido a los
investigadores conocer algo más de sus
comportamientos y de su vida.
Al momento de nacer, la madre ayuda al ballenato a salir
por primera vez a respirar y a continuación se alimentará
con la leche materna, en aguas bajas, calmas y cercanas
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a la costa. La cría es muy mimada por su madre, usando
sus aletas pectorales para acariciarla y abrazarla o
protegerla de algún peligro. Este fuerte lazo durará todo
el año de amamantamiento y algo más, separándose
paulatinamente. En cuanto a las ballenas juveniles (de
más de un año, que no están en edad reproductiva) es
común verlas jugando entre ellas.
Con respecto a sus relaciones sexuales, estas ballenas
son promiscuas, ya que pueden verse varios machos
rodeando a una hembra, tomando sus turnos para
acceder a ella. Y si la hembra no lo desea, coloca su
vientre hacia la superficie como un signo de rechazo.
En ese caso, algunos de los machos tratan de girarla,
aunque otros sean los primeros en copular con ella.
Científicamente se ha comprobado que la competencia
entre machos se da a nivel interno de la hembra, entre
los espermatozoides de distintos machos –el del más
vigoroso sería el que llega a fecundar el óvulo. Al no
formar pareja, el padre no colabora en la crianza –de
hecho no se sabe quién fue el progenitor, por ser fruto
de relaciones promiscuas.
Exclusivo de las Ballenas Francas Australes es sacar
su cola fuera del agua y mantenerla levantada, como
vela de navío llevada por el viento. Puede hacerlo por
minutos, nadando luego para volver al lugar de partida
y elevando la cola del mismo modo una y otra vez.
Otro de los comportamientos visibles en Península
Valdés -tanto en crías como en animales más crecidosson los saltos y los golpes de cola, combinación de
fuerza, movimiento y estruendoso ruido. En sus
acrobáticos saltos las Ballenas Francas logran sacar ¾
del cuerpo fuera del agua, arqueándolo y girándolo para
no caer de vientre. Se especuló que los saltos podían
servir para comunicarse a distancia entre ballenas. De
hecho, un salto es contestado con otro, a lo lejos. En
cuanto a los golpes de cola, ésta se ve sacudida
repetidas veces sobre la superficie. También golpean
con las aletas pectorales. Para los científicos pueden
ser una forma de librarse de parásitos, una
demostración de fuerza, o un medio de comunicación a
partir de los ruidos producidos con ellos.
Más allá del lenguaje gestual como los saltos y golpes de
aletas, estas ballenas también se comunican con
“llamadas” que varían según el comportamiento que
realizan. Sus fuertes sonidos pueden oírse aún fuera del
agua, desde los acantilados que enmarcan las aguas
donde ellas se mueven, recordándonos que hay vida
bajo el agua, más allá de nuestra vista.
Para observar a su alrededor, las Ballenas Francas
sacan su cabeza sobre la superficie, hasta la altura del
ojo, como espiando. Así, es común que se acerquen a
las embarcaciones y, como es muy curiosa, que se
asomen para ver de quién se trata, lo cual nos permite
tenerlas muy cerca.
LA BALLENA CORRECTA
La Ballena Franca fue considerada en los inicios de la
caza ballenera comercial, como la “ballena correcta para
ser cazada”, debido a su lento andar cercano a la costa,
dar un gran rendimiento en grasa corporal y por flotar
una vez muerta. Esto último facilitaba acceder a ella –
otras especies de ballenas se hunden al morir- para
remolcarla a estaciones balleneras terrestres en épocas
en que aún no se contaba con barcos factorías
trabajando en alta mar. Los cazadores iban a buscar a
las ballenas a las frías aguas donde ellas comían. La
forma de V del soplo servía a los vigías de los barcos
balleneros para divisarlas a distancia e ir por ellas,
reconociéndolas además de otras ballenas.
La caza se inició en el s. XI con la Ballena Franca del
Norte y la diezmaron. En el s. XVIII (alrededor de 1770)
los balleneros pusieron sus ojos en la Ballena Franca
Austral. Nuestro país también participó en las matanzas,
a través de la Compañía Argentina de Pesca, con una
estación ballenera en las islas Georgias del Sur que
funcionó de 1904 a 1960.
En el s. XIX, las barbas eran usadas como armazón de
paraguas, como “ballenas” en los corsés, o para peines.
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Por otra parte, las terminaciones de las barbas servían
para hacer cepillos. La grasa bajo la piel era derretida
para fabricar aceites, jabones, margarinas, etc.
Actualmente, todos estos productos tienen sustitutos y
no hay razón para seguir matando ballenas.
Lamentablemente, la intensa caza que sufrieron en los
siglos pasados casi lleva a las Ballenas Francas a la
extinción. Y a pesar de haber sido protegidas
internacionalmente desde 1936, tanto a la del Norte
como a la Austral les cuesta recuperarse, especialmente
a la septentrional. En cuanto a conservación, la Ballena
Franca Austral es considerada una especie “vulnerable”.
PROBLEMAS ACTUALES
El único enemigo natural que tienen las Ballenas Francas
Australes son las orcas, que sólo ocasionalmente atacan
a la cría o a adultos en malas condiciones físicas.
Actualmente, la Ballena Franca soporta diferentes
problemas causados directa o indirectamente por el
hombre: en sus largos viajes de migración quedan
atrapadas en sogas y redes de pesca sueltas; a veces
resultan lastimadas por los cascos o por las hélices de
embarcaciones; el cambio climático reduce su fuente
de comida; la contaminación marina con sustancias
tóxicas baja sus defensas y afecta su reproducción; la
contaminación sonora evita que se comuniquen
normalmente y, especialmente en Península Valdés,
sufren el ataque de las gaviotas cocineras. En los
últimos años, estas aves marinas aumentaron su
población al encontrar mayor disponibilidad de alimento
en basurales a cielo abierto y descartes de la pesca.
Algunas de ellas empezaron a alimentarse también de
la piel y grasa del lomo de las Ballenas Francas. Tal es
el caso de las hembras amamantando y las crías, que
pasan mucho tiempo en la superficie con el dorso
expuesto. Para evitarlo, estos mamíferos acuáticos se
arquean o se sumergen, lo cual significa en el ballenato
dejar de amamantarse –con menor peso a futuro- y las
madres gastan sus energías escapando. Aunque ya se
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tomaron medidas en cuanto a los desechos, es difícil
cambiar el comportamiento de las gaviotas.
HACIA UN FUTURO MEJOR
Como una forma de protegerla en Argentina, la Ballena
Franca Austral ha sido declarada Monumento Natural
Nacional por su valor estético y científico. Por otra parte,
la Península Valdés fue considerada por la provincia de
Chubut como Área Natural Protegida con Recursos
Manejados. Asimismo, la UNESCO declaró a la Península
Valdés como Patrimonio Natural de la Humanidad que
debe ser protegido para beneficio de todos.
Afortunadamente, estamos comprendiendo que es mejor
observar ballenas que cazarlas. Además de su valor
educativo -al permitirnos verlas de cerca y conocer sus
comportamientos- las ballenas se convirtieron desde el
punto de vista científico en indicadores de la salud del
ecosistema acuático -al analizarse las causas de muerte
de aquellas que llegan a la playa. Desde una visión
económica, el avistaje de ballenas (o whalewatching) es
una actividad turística creciente en todo el mundo y
nuestro país puede disfrutar de sus beneficios, ya que
cuenta con características geográficas únicas para el
encuentro con estos gigantes marinos.
Finalmente, nuestra Ballena Franca, que llega todos los
años y elige las aguas de la Península Valdés para tener
lo más importante de su vida, su ballenato, debe seguir
encontrando un lugar apto para ello, donde el ser humano
sea su admirador incansable. Actuemos entonces como
buenos anfitriones para que en el futuro estas ballenas
nos sigan visitando y las generaciones que siguen
puedan también disfrutar de su cautivante presencia.
Agradecemos la colaboración de la
Sra. Liliana D. de San Gil
Fuentes:
Instituto de Conservación de Ballenas – www.icb.org.ar
“Ballenas y delfines, vida y secretos” – Liliana D. de
San Gil – (1997) - Durandeu Ediciones
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