Expectativas y acciones en los cristianos.

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EXPECTATIVAS Y ACCIONES DE LOS SEGUIDORES DE CRISTO
(Luc. 12:35-48)
INTRODUCCIÓN.En el capítula 12 y siguientes del evangelio de Lucas, Jesús da diversas instrucciones a los discípulos en
cuanto a cómo vivir en este mundo. En el pasaje objeto de nuestra reflexión, Luc. 12:35-48, y mediante
parábolas, Jesús les comparte dos instrucciones: una referente a la actitud o expectativa que habrían de
tener sus seguidores; la otra referente a las acciones que habían de llevar a cabo.
En la primera les habla acerca de la actitud expectante que deberían de tener mientras esperan la
llegada del Señor de nuevo. Es una parábola, en la que como era costumbre del Señor usa una situación
corriente de la vida de aquel tiempo para enseñar algo de valor eterno. “Portaos como siervos que
esperan a que regrese su Señor de un banquete de bodas, para abrirle la puerta tan pronto como él
llegue y llame” (v. 36).
Se nos apunta aquí al momento cuando el Señor venga otra vez. Es decir, a la segunda venida de Cristo.
Sin embargo el énfasis de la parábola está en la actitud de expectativa, de espera, que sus discípulos
deben poseer permanentemente aguardando la actuación del Señor en la vida. O sea, aunque tiene una
proyección escatológica (cuando el Señor vuelva de nuevo) supone también una expectativa continua en
la acción de Dios aquí y ahora.
Esta idea, que podríamos expresar como el que ve un paisaje con la montaña al fondo pero al mismo
tiempo ve también los demás montes más cercanos, se ve a lo largo de toda la Biblia. Por ejemplo, en el
Antiguo Testamento aunque se esperaba la venida del Mesías, y como sabemos ese día llegó y vino
Jesús a este mundo, sin embargo, antes visitó Dios a su pueblo mediante Moisés, por medio de muchos
jueces, por muchos profetas y con una variedad de acciones alumbrando y guiando al pueblo muy
frecuentemente. En el libro de Rut mismo veíamos hace pocas semanas cómo Noemí oye decir, estando
en Moab, que Dios había visitado a su pueblo; y se refería con ello, a que Dios les estaba dando de
nuevo bendiciones, en este caso con buenas y abundantes cosechas. Así que vemos un sentido de visita
de Dios a su pueblo que, aunque tenga como horizonte futuro la venida del Mesías, tiene también una
aplicación en el día a día.
También en el Nuevo Testamento vemos muchas ocasiones en que el Señor visitaba a su Pueblo
mediante la acción del Espíritu Santo dando bendición e iluminación. Por ejemplo en Hechos 16:14
hablando de la conversión de Lidia “… Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que
respondiera al mensaje de Pablo”. Es decir, Dios ilumina (visita) en ese momento el corazón de Lidia.
También en el mensaje a las iglesias de Apocalipsis se menciona en varias ocasiones ‘vendré pronto a ti’
y haré esto o aquello.
Y es que el Señor está en ese sentido viniendo casi continuamente a nosotros para darnos gracia y a
veces también para disciplinarnos. No podría ser de otra manera, ya que dejó dicho que ‘estaría con los
suyos todos los días hasta el fin del mundo’ (Mat. 28:20)
La segunda parábola que vemos en el texto es la del mayordomo que se le deja encargado para
repartirles la comida a los demás de la casa. “Dichoso el siervo cuyo Señor, al regresar, lo encuentre
cumpliendo con su deber” (v. 43) Aquí se trata de instruirnos en lo que debemos hacer en tanto que
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tenemos esa expectativa en la espera. Tenemos que ocuparnos en servir con lo que nos ha sido dado y
perseverar en ello. La primera parábola apunta a la actitud de expectativa y la segunda hacia las
acciones que hemos de realizar.
Pues bien en estos dos puntos ahondaremos ahora.
I.- PENDIENTES DE LA LLEGADA DEL SEÑOR.“Dichosos los siervos a quienes el Señor encuentre pendientes de su llegada”. (v. 37a). ‘Pendientes de su
llegada’. Esa es la expectativa a la que se nos llama. Como hemos dicho el cristiano espera su segunda
venida que será algún día, pero esa expectativa de la que nos habla el texto no será tal si no esperamos
en cada momento presente la acción de Dios aquí y ahora, alumbrando, guiando, bendiciendo,
disciplinando, etc. Si sólo esperamos que Cristo venga por segunda vez un día, pero no tenemos
expectativa en su acción en el aquí presente, me temo que desmayaremos.
Desde luego, sin conocerle, sin haberle experimentado en nuestra vida ¿por qué habríamos de desear su
llegada? ¿Por qué habríamos de esperarla? A quien no conozco, ni amo, ni me interesa, no lo voy a
esperar. La expectativa, la actitud de estar pendientes de su acción, sólo será posible en la medida en
que se nos haya revelado y de que nuestra relación con Él por medio de la oración y lectura de sus
palabras sea una realidad. Si no le conocemos, o aún habiéndolo conocido, si no tenemos comunicación
asidua con Él, será imposible que deseemos su llegada. No habrá entonces en nosotros una actitud de
expectativa hacia su acción.
Por otro lado, sólo esa actitud de espera en Él nos quitará la sensación de que todo el peso depende de
nosotros. La verdadera acción espiritual, el trabajo continuado y perseverante sin que nos aplaste el
peso de la responsabilidad, sólo lo llevaremos a cabo cuando sabemos que, quien da vida y resuelve los
atranques es Él. Nosotros hacemos lo que nos toca bajo su guía, pero Él es quien da el crecimiento,
produce los cambios en las personas y cambia las situaciones de nuestro entorno y sobre todo nos
cambia a nosotros.
Vamos a ver sobre esto un par de textos del N.T. En ambos se ven estos elementos que estamos
mencionando: a) hay poderes espirituales malignos que ciegan el entendimiento para que la vida
espiritual no fluya; b) los seguidores de Cristo cumplen su parte; c) Hay expectativa y Dios viene y da la
luz, y así desatranca lo que impide que la vida fluya.
El primero lo vemos en 2ª Cor. 4:4-6 “4 El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos,
para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 5 No nos predicamos
a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor; nosotros no somos más que servidores vuestros por
causa de Jesús. 6 Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en
nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo”. Dios
llegó e hizo brillar, es decir, iluminó el corazón de Pablo con la comprensión de la grandeza de Cristo y
de su obra. Pablo no olvidará eso en todos los días de su vida porque fue como un estallido en su
corazón de la grandeza y belleza de aquel Jesús a quien él perseguía. Ahora Pablo hará lo que le toca, en
este caso predicar a ese Jesús, pero sabiendo que sólo el Espíritu puede producir esa obra en los
corazones de sus oyentes. Pablo tendrá todos los días de su vida una actitud expectante en la acción de
Dios, hacia él y hacia cualquier otro, y al mismo tiempo cumplirá con fidelidad su labor.
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El segundo texto lo hayamos en 2ª Tim. 2:24-26 “24 Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más
bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse. 25 Así, humildemente, debe
corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la
verdad, 26 de modo que se despierten y escapen de la trampa en la que el diablo los tiene cautivos,
sumisos a su voluntad”. Aquí, en un orden distinto, hayamos los mismos tres puntos del texto anterior.
Empieza con lo que le toca hacer al siervo de Dios: ni peleón, ni propenso a irritarse, amable con todos,
con capacidad de enseñar, con humildad, pero al mismo tiempo corrigiendo lo que está mal. Después
sigue con la expectación, aunque en el texto utiliza esperanza –que es un sinónimo de expectativa–, es
decir, esperando la acción de Dios. Sabe que sólo Dios es poderoso para dar vida, para fomentar el
arrepentimiento, porque las personas están cautivas, cegados por el diablo y para librar de eso sólo
Cristo fue y es capaz.
Así que vemos la importancia de esa actitud de expectativa continuada que deben tener los que
conocen a Dios.
Aunque ya lo hemos expresado al comentar los dos textos anteriores, en la segunda parábola, Lucas 12:
42-43, nos insta también a otra cosa: hacer lo que cada uno tenemos que hacer.
II.- HACIENDO LO QUE A CADA UNO SE LE HA DADO PARA HACER.“42 Respondió el Señor: ¿Dónde se halla un mayordomo fiel y prudente a quien su señor deja encargado
de los siervos para repartirles la comida a su debido tiempo? 43 Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar,
lo encuentra cumpliendo con su deber”. (Luc. 12:42-43)
La idea es que a cada cual nos han sido dadas cualidades, habilidades, medios, talentos o dones
espirituales. Y eso para que con ellos sirvamos a otros, así como los demás nos sirven a nosotros.
Durante las vacaciones de agosto os mandé un artículo de Tim Keller sobre la vocación o el llamado de
cada uno. Allí se mostraba esta idea de que el Señor de la iglesia es el mismo Señor y sustentador de
esta creación y por tanto cada uno es llamado a servir con los recursos, habilidades o dones espirituales
a los demás, sea en la sociedad o en la iglesia.
Somos administradores de recursos diversos que se nos han dado para con ellos alimentar a nosotros
también a los demás. Saber cómo vivir en este mundo es en gran medida ocuparnos en administrar lo
que hemos recibido de Dios. Al que le es dada la inteligencia y la oportunidad para formarse debe
ocuparse en ello pensando sobre todo cómo va a servir con su profesión a los que Dios le puesto a su
cuidado.
Necesitamos el sentido de expectativa en la visita de Dios del que hablamos en el punto anterior, y
también este sentido de trascendencia en lo que nos toca hacer a cada uno. Si no seremos como aquel
siervo del que habla el v. 45: “45 Pero ¡qué tal si ese siervo se pone a pensar: ‘Mi señor tarda en volver’, y
luego comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y emborracharse!” Es decir,
viviremos para nuestro propio egoísmo e interés y por tanto no serviremos a los que Dios ha puesto en
nuestro entorno con aquello que hemos recibido. En un sentido será como si nos pusiésemos a comer,
beber y emborracharnos y en lugar de alimentar a los demás los golpeáramos.
Además hemos de tener en cuenta, como nos dicen los vs. 47,48 que seremos examinados y juzgados en
función de lo que hayamos recibido: “47 »El siervo que conoce la voluntad de su señor, y no se prepara
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para cumplirla, recibirá muchos golpes. 48 En cambio, el que no la conoce y hace algo que merezca
castigo, recibirá pocos golpes. A todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y al que se le ha
confiado mucho, se le pedirá aun más”.
CONCLUSIÓN.El hacer lo que nos toca, con perseverancia, sólo será posible si estamos al mismo tiempo con esa
actitud de expectativa en la acción de Dios. Nuestra comunicación con Dios, la oración, es la fuente para
poder tener esa expectativa en Dios y al mismo tiempo hacer lo que tenemos que hacer. En la comunión
y oración con Dios le expresamos lo más íntimo de nuestro corazón y también le escuchamos por medio
de sus palabras.
Si no encontramos esa expectativa en Dios el peso de la carga nos aplastará y nos terminará
paralizando. Expectativa en Dios y hacer lo que nos toca, esa es la cuestión.
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