DIOCLECIANO, CAYO VALERIO (c. 225-316) Wenceslao Calvo (23-03-2010) © No se permite la reproducción o copia de este material sin la autorización expresa del autor. Es propiedad de Iglesia Evangélica Pueblo Nuevo Cayo Valerio Diocleciano nació cerca de Salona, Dalmacia, hacia 225 y murió allí el 3 de diciembre de 316. Probablemente era esclavo de nacimiento, pero entró al ejército y alcanzó un alto rango, siendo cónsul y comandante del cuerpo de guardia. Tras la muerte de Numeriano fue proclamado emperador por las legiones cerca de Calcedonia el 17 de noviembre de 284, quedando como el único emperador tras el asesinato de Carino al año siguiente. Enseguida designó César a su camarada Maximiano y más tarde le hizo corregente, asignándole la mitad occidental del imperio. Una segunda división del imperio tuvo lugar el 1 de marzo de 293, cuando fueron nombrados dos Césares, Cayo Galerio Valerio Maximiano, que se casó con Valeria, la hija de Diocleciano, y Marco Flavio Valerio Constancio. Las riendas del gobierno quedaron en las manos de Diocleciano, que era un gobernante nato, firmemente convencido de la divinidad de la dignidad imperial. Tuvo interés en la cultura elevada y estaba lleno de una fuerte pasión por la construcción, aunque su refinamiento era sólo superficial y estuvo frecuentemente dominado por la violencia de su sangre ilírica. La persecución de Diocleciano. En la segunda parte del siglo tercero la iglesia estaba floreciendo a consecuencia de su larga paz y muchos cristianos se hallaban entre los círculos aristocráticos, en posiciones públicas influyentes, en el ejército e incluso en la casa imperial. La esposa de Diocleciano, Prisca, y su hija Valeria estaban entre los catecúmenos. Sin embargo, Diocleciano poco después de su ascensión no tuvo duda en cuanto a su actitud hacia el cristianismo por un decreto anti-maniqueo publicado en Egipto y usualmente asignado a 287, prohibiendo toda innovación Diocleciano, detalle de un busto religiosa bajo pena de muerte. Las purgas en el ejército entre aquellos que rechazaran sacrificar fueron las en el Museo Capitolino, Roma primeras medidas dirigidas para que las tropas fueran confiables. Un inoportuno celo religioso ofendió al emperador y ayudó a la facción anticristiana, encabezada por Galerio, quien le instigó, a pesar de su vacilación ante el temor de las consecuencias. En el verano de 302-303 se celebraron en Nicomedia tediosas conferencias, pero fue sólo después de que el Apolo de Milesia hubo sido consultado que Diocleciano se sometió, aunque insistió que no se derramara sangre. Sin embargo, Galerio prevaleció sobre todas sus consideraciones políticas y finalmente moldeó su política religiosa. El 23 de febrero de 303 se publicó el primer edicto en Nicomedia. Los cristianos libertos fueron removidos de los oficios públicos y perdieron sus derechos civiles, mientras que los esclavos fueron privados de la posibilidad de emancipación. Las iglesias serían demolidas, las Escrituras entregadas y quemadas y las reuniones prohibidas. El mismo día comenzó la destrucción de la basílica de Nicomedia y se quemaron las Escrituras públicamente. Sin embargo, antes de que el movimiento fuera general un oficial de Nicomedia rompió el edicto, siendo incendiado el palacio dos veces, aunque el incendiario, según los cristianos, fue el mismo Galerio, que esperaba así empujar al emperador a tomar medidas más drásticas. La rebelión estalló en Armenia y Siria, siendo naturalmente acusados los cristianos. Que estos resolvieran tomar una resistencia activa y rebelarse no tiene justificación, aunque no es imposible que individuos, ya fuera secreta o abiertamente, ayudaran a los usurpadores en el este. Sin embargo, el efecto no pudo ser más desfavorable en la mente de Diocleciano. Se publicó un segundo edicto, similar al de Decio, decretando el encarcelamiento de todo el clero. El mandato original de Diocleciano prohibiendo el derramamiento de sangre fue olvidado en el tumulto general. La multitud de prisioneros causó no pocos problemas y un nuevo decreto mandaba que el sacrificio requerido por el segundo edicto debería ser ejecutado por todos los medios. En 304 otro edicto universalizó el decreto sobre el sacrificio y abolió la distinción entre clero y laicos, procurando descabezar a éstos, que eran inferiores al clero en su celo por la Iglesia. También se empleó la persuasión paciente, desembocando el firme rechazo en el castigo, la tortura y la ejecución. En muchos casos el decreto fue sólo superficialmente impuesto. El espíritu dirigente en todos estos sucesos era Galerio; Maximiano era una figura menor y Constancio, ya en simpatía con los cristianos, era tan conservador como era posible, concentrándose en la demolición de edificios. El fin de la persecución. El 1 de mayo de 305 Diocleciano abdicó y obligó a Maximiano a hacer lo mismo. Sus puestos fueron ocupados por los Augustos, Galerio y Constancio, los nuevos Césares fueron Maximino Daia, sobrino de Galerio, que recibió Siria, Tierra Santa y Egipto y Severo, un oficial sin educación de baja extracción, que recibió Italia, África y Panonia. El oeste permaneció pacífico, pero en el este la persecución se hizo todavía más severa por las medidas de Maximino. Constancio murió el 25 de julio de 306 y el ejército proclamó Augusto a su hijo Constantino. El resultado final de las rebeliones y guerras fue la victoria de Constantino en el puente Milvio el 28 de octubre de 312, trayendo poco después el denominado decreto de Milán la paz a la Iglesia. Mientras tanto la situación había cambiado en el este; las circunstancias obligaron a Galerio a cesar de perseguir y hacia finales de abril de 311 él y su corregente publicaron un edicto en el que admitían la ineficacia de sus esfuerzos para restaurar la uniformidad religiosa. Éste fue el primer decreto que oficialmente reconocía al cristianismo en el Moneda"hasta de Diocleciano conmemorando suspuesto triunfo sobre el Imperio romano, aunque la vaguedad de la cláusula donde no se ofenda el buensuorden" dejaba una rendija jurídica al Estado. Sin embargo, en el otoño, cuando habían Anverso: pasado escasamente seis meses, Maximino, que cristianismo. Diocleciano, Inmortal, Dichoso, Augusto. ahora era el Augusto más antiguo, renovó la persecución. LosReverso: cristianos mutilados y A fueron Júpitercruelmente Lanzando Rayos ejecutados. Los acostumbrados servicios funerales en los cementerios quedaron prohibidos, posiblemente bajo el pretexto de que eran una cloaca para la inmoralidad; las reuniones religiosas y la edificación de iglesias quedó prohibida y los delegados de las ciudades estaban obligados a excluir a los cristianos. La derrota y muerte de Majencio, el insignificante pero ambicioso hijo de Maximiano, que había derrotado a Severo, cambió súbitamente la situación y el victorioso Constantino aconsejó a Maximino que dejara de oprimir a los cristianos. El resultado fue una circular dirigida por Maximino en la última parte del año 312, prohibiendo el uso de la violencia contra los cristianos. El 30 de abril de 313 Maximino fue derrotado en Tracia por Licianino Licinio y obligado a retirarse a Nicomedia. Allí, donde las ejecuciones habían comenzado, se publicó un edicto de tolerancia el 13 de junio, proclamando los principios de libertad religiosa respecto a los cristianos. Toda distinción odiosa que todavía existiese fue abolida y toda propiedad, incluida la confiscación de lugares de reunión, fue restaurada a la Iglesia con personalidad jurídica. Licinio ayudó a reconstruir las iglesias, mientras que Maximino se retiró más allá de los montes Taurus y público un nuevo edicto subrayando sus últimas medidas. Poco después murió, implorando la ayuda de Cristo en su agonía y desesperación. Todos los memoriales suyos fueron destruidos y su esposa e hijos, junto con la esposa e hija de Diocleciano y otros parientes y seguidores de la caída dinastía, fueron asesinados con vergonzosa barbarie. Así acabaron los 10 años de la persecución de Diocleciano. Sus resultados. Diocleciano fue testigo de todos esos sucesos en su retiro, pero todo esfuerzo para inducirle a dejar Salona por la vida pública fue en vano. Tras una larga y dolorosa enfermedad murió, tal vez por sí mismo, siendo enterrado en el espléndido mausoleo de su palacio. La dura hostilidad de los escritores cristianos hacia él es fácilmente entendible. Él fue la causa de la mayor y más sangrienta persecución que la Iglesia experimentó y su continuidad por sus sucesores se consideró un legado suyo. En una rápida serie de edictos de severidad creciente esta persecución oprimió a las congregaciones y resultó en un refinamiento de crueldad que sobrepasó todo lo anterior. El efecto del primer decreto, que interfería tan profundamente en la vida civil, fue enorme. La reacción, tanto contemporánea como subsecuente, contra la apostasía produjo el donatismo en África y el melecianismo en Egipto, además de causar cismas de más o menos importancia en muchos otros lugares. La huida no fue considerada apostasía por la Iglesia y frecuentemente fue un medio de seguridad, aunque hubo muchos que soportaron la tortura, el encarcelamiento, el reproche y la muerte. El entusiasmo por el martirio indujo a algunos a anticipar su juicio mediante una muerte escogida y las mujeres y vírgenes prefirieron el suicidio antes que el deshonor. También tuvo lugar la autoacusación y la denuncia violenta del paganismo, mientras que la vida misma fue considerada menos valiosa que la seguridad de las Escrituras. El clero de todo rango cayó por docenas, aunque el obispo romano Marcelino hizo una ofrenda de incienso. El rico crecimiento de la literatura de martirio en prosa y poesía y el culto a los mártires, que pronto se extendió ampliamente, fueron expresiones del sentimiento con el que la cristiandad consideraba a sus "soldados de la fe."