LUCHEMOS CONTRA EL MILITARISMO JAPONES

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LUCHEMOS
CONTRA
EL MILITARISMO JAPONES
1966
LUCHEMOS
CONTRA
EL MILITARISMO JAPONES
E D I C I O N E S EN LENGUAS EXTRANJERAS
PIONGYANG, R.P.D.C. 1966
(Editorial
del 10 de enero de 1966 del
"Rodong
Sinmun")
periódico
SUMARIO
I. La historia denuncia
6
II. El militarismo japones resurgió al amparo del
imperialismo norteamericano
13
III. El militarismo japonés ha entrado de nuevo en
el camino de la agresión exterior
24
IV. La lucha contra el militarismo japonés es un
eslabón en la lucha contra el imperialismo de
los Estados Unidos
34
Han transcurrido veinte años a partir de la hora en
que se consumara la derrota del militarismo japonés.
Muchos pueblos de Asia sufrieron infortunios, desastres y penalidades sin precedente, por culpa de la
agresión y el saqueo de los militaristas japoneses.
Después de la Segunda Guerra Mundial los pueblos asiáticos y otros pueblos progresistas del mundo,
desearon sinceramente que la paz y la seguridad
fueran g a r a n t i z a d a s en Asia, luego de haber sido
liquidado por completo el militarismo y de establecerse una democracia en el Japón.
Sin embargo, a causa de las maniobras de los
imperialistas norteamericanos y los círculos reaccionarios del Japón, la situación en este país, desde entonces,
ha venido desarrollándose en una forma enteramente
desfavorable a la aspiración de los pueblos.
Con la protección del imperialismo yanqui el
militarismo japonés ha logrado levantar de nuevo su
cabeza. Hoy en día, el militarismo japonés, a costa
de ponerse al servicio de la política de agresión de
los imperialistas yanquis en el Continente asiático
— como lo está haciendo ahora —, planea restaurar la
fracasada "Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia
Oriental".
Esto constituye una amenaza a la seguridad de
los pueblos asiáticos, y del resto del mundo.
En la actualidad, los pueblos siguen recordando
vivamente la historia de los crímenes cometidos por
lns militaristas japoneses. Nunca podría tolerarse el
desarrollo de esta peligrosa situación, proveniente del
Japón, ni permitir que se repitan los desastres del
pasado.
5
I. LA HISTORIA DENUNCIA
La moderna historia del imperialismo japonés no
es otra cosa que un cúmulo de incontables explotaciones y represiones fascistas contra su pueblo, y de
ininterrumpidas guerras de agresión y de vandálicas
rapiñas de otros países.
El régimen imperial de castas, el régimen feudal
de los terratenientes, y el g r a n capital privilegiado en
estrecha unión con los primeros, han llevado al Japón
a una guerra tras otra.
El Japón, que entró en el camino del desarrollo
capitalista a través de la "Restauración Meiji" en
1868 mantuvo desde los comienzos sus características
militares y semifeudales. La reforma burguesa en el
Japón la realizaron allí algunos señores feudales y
samurais, como fuerza principal, viéndose acompañada
por la lucha del pueblo contra la opresión feudal. Por
eso, dicha reforma no se realizó cabalmente, quedando
a mitad del camino.
El capitalismo japonés comenzó su desarrollo
detrás de las grandes potencias capitalistas de Europa
y América. En aquel entonces el reparto de las colonias
en el mundo ya había casi terminado.
P a r a llegar a poseer colonias, tnl como las de
las grandes potencias de Europa y América, el Japón
sólo podía hacerlo por medio de conflagraciones militares. Fue éste el motivo por el cual el capitalismo japonés se vio obligado a recurrir principalmente, a las
guerrras de agresión.
El tardío desarrollo del capitalismo japonés, y sus
peculiaridades militares y semifeudales, le imprimieron
a aquél un carácter más bandidesco y bestial.
6
El capitalismo japonés ha venido cometiendo, sin
cesar, toda suerte de agresiones y saqueos contra sus
vecinos m á s débiles. Alabando a las grandes potencias de Europa y de América, y apoyándose en éstas, los
militaristas japoneses lograron satisfacer cada vez
sus ambiciones expansionistas. De esta manera, el militarismo japonés actuó siempre en la forma m á s brutal
contra las pequeñas naciones, a las cuales agrediera,
sometiéndose y sirviendo, al mismo tiempo, a otras
grandes fuerzas imperialistas.
"El Japón, aunque tiene posibilidades de saquear
a otros países de Asia, no está en capacidad de tener
su propia fuerza independiente, financiera y militar, sin
el apoyo de otros Estados". (Lenin)
En la primera etapa de su desarrollo capitalista el
basamento financiero del Japón era muy débil. Su presupuesto anual sólo ascendía a unos 300 millones de
yen, y su reserva de oro en el Banco apenas si alcanzaba a 100 millones de yen. En estas condiciones económicas al Japón no le era posible pagar siquiera la
mitad de sus gastos de guerra. En lo que se refiere al
equipamiento militar tampoco podía mantener una
guerra, sin la ayuda del Occidente.
Los militaristas japoneses solían compensar su debilidad apoyándose en las grandes potencias occidentales, y al amparo de las mismas.
Recibiendo enormes créditos y ayuda militar de los
imperialistas de Estados Unidos y de Inglaterra, los
militaristas japoneses, en 1875, empezaron a agredir en
amplia escala a Corea; y en 1910, luego de imponerle
un "tratado de anexión coreano-japonés" la convirtieron definitivamente en su colonia. El imperialismo japonés transformó a Corea en una base de a r m a m e n t o s
y de agresión en el Continente asiático.
Con el apoyo de los imperialistas yanquis e ingleses, y de las otras grandes potencias occidentales, los
militaristas japoneses desataron la guerra chino-japo7
nesa (1894-1895). Al salir victorioso de esta guerra, el
Japón, en un robo inaudito, se apropió de China una
suma de 360 millones de yen, a título de indemnización
de guerra, amén de la isla de Taiwán y del archipiélago
de Pengju.
También con la ayuda de los imperialistas de Estados Unidos e Inglaterra, los militaristas japoneses
provocaron la guerra ruso-japonesa (1904—1905). Como
consecuencia de ésta el Japón se apoderó de la mitad
sur de la isla de Sajalín y la península de Liaoiung.
E igualmente, apoyados por los imperialistas de
Estados Unidos e Inglaterra, los militaristas japoneses
se convirtieron en tropa de choque de la intervención armada, dirigida a socavar a la Unión Soviética, primer
Estado socialista del mundo.
En 1918, los imperialistas japoneses introdujeron
en S a j a l í n y Siberia un ejército de m á s de 70.000 soldados, invirtiendo en gastos militares m á s de 1.000 millones de yen.
El imperialismo japonés continuó realizando ataques militares contra la Unión Soviética. Entre éstos,
los que llevó a cabo en la región del lago H a s s a n , en
1938, y en la zona del río Khalkhingol, en 1939.
Estos actos agresivos del imperialismo japonés
contra la Unión Soviética terminaron en un fracaso
total.
Nuevamente alentados por los Estados Unidos e
Inglaterra, los imperialistas japoneses atacaron a
China y ocuparon la Manchuria en 1931. A las colonias
que ya poseía — Corea, Taiwán y Sajalín del Sur —,
vino a añadirse la Manchuria. De este modo, el Japón
imperialista se convirtió en dueño de extensas colonias.
Se sabe ya que, a medida que se hace m á s frerte
y se expansiona, el imperialismo, por su naturaleza,
trata siempre de obtener beneficios, aunque no sea sino
un centavo más, y de ocupar m á s tierras, aunque éstas
no pasen de un trozo.
8
Así, en 1937, el imperialismo japonés inició una
guerra de agresión contra China en escala general.
Desde los mismos comienzos de la guerra chinojaponesa los imperialistas de Estados Unidos e Inglaterra prestaron toda ayuda a las acciones agresivas del
militarismo japonés.
Frenéticamente, los militaristas japoneses se propusieron dominar toda China y toda el Asia.
En su ilimitado intento de agresión, los imperialistas japoneses se vieron obligados a enfrentarse a los
imperialistas de Estados Unidos e Inglaterra, de los
que hasta entonces habían recibido el apoyo.
Pero los imperialistas japoneses, dependiendo de
sus solas fuerzas, no estaban en condiciones de librar
una guerra contra aquellos países. Por ese motivo, el
imperialismo japonés se unió a la Alemania e Italia
fascistas. En 1936, el imperialismo japonés firmó un
"Pacto Anti-Comunista" con la Alemania nazista para
luchar contra la Unión Soviética. En 1937, Italia se
unió a este pacto formando así un "Pacto Anti-Comunista" de tres Estados: Japón, Alemania e Italia. Sobre
esta base, en 1940, el Japón, con la Alemania e Italia
fascistas, formó una alianza militar de tres Estados,
con el propósito de agredir a la Unión Soviética, v de
repartirse el mundo, en oposición a los Estados Unidos
e Inglaterra.
De esta manera, en 1941, el imperialismo japonés
inició la guerra del Pacífico.
En el curso de esta guerra los imperialistas japoneses ocuparon Victnsm, Laos, Camboya, Malaya, Birmania, Tailandia, Filipinas, Indonesia, y otros países,
amenazando, incluso a la India, Nueva Zelandia y
Australia. Baio el lema de la "Esfera de Coprosperidad
de la Gran Asia Oriental" intentaron dominar todos los
países de Asia y enseñorearse sobre éstos.
Entre una guerra y otra el capital monopolista se
ha enriquecido siempre con la s a n g r e de los pueblos.
9
Así, las guerras de rapiña trajeron siempre a los monopolios japoneses un enorme aflujo de dinero en el estricto
sentido de la palabra. El capital en bruto de los
cuatro m á s grandes monopolios del Japón creció, de
850 millones de yen, en 1930, a 3.800 millones de yen a
finales de la guerra del Pacífico.
Después de la "Restauración Meiji", el militarismo
japonés, que empezó a agredir a Taiwán en 1874, ha
llevado a cabo m á s de diez guerras agresivas y de pillaje contra otros países. Hasta terminar la guerra del
Pacífico, los militaristas japoneses convirtieron en colonias y semicolonias u ocuparon por la fuerza, m á s de
once países y regiones.
Los militaristas japoneses dominaron sus colonias,
semicolonias y regiones ocupadas aplicando un "método
de inaudita brutalidad, que junta los descubrimientos de
toda la técnica moderna con las torturas típicamente
asiáticas". (Lenin)
"Los core-anos deben obedecer a las leyes japonesas, o de lo contrario morir". Este fue el método de dominación de los militaristas japoneses en Corea.
Del modo m á s bárbaro, los imperialistas japone=es
asesinaron a muchos coreanos inocentes. Ellos quisieron destruir por completo la nación coreana, tratando,
incluso, de hacer desaparecer el idioma y hasta los nombres propios de los coreanos.
"La política de tres brutalidades", es decir: m a t a r
a todos, incendiar todo y robarlo todo; fue éste el método de dominación utilizado por los imperialistas japoneses contra el pueblo chino. Sólo durante la guerra
chino-japonesa los imperialistas japoneses mataron despiadadamente m á s de 12 millones de chinos e incendiaron m á s de 10 mil ciudades y aldeas de china.
En el curso de la guerra del Pacífico los imperialistas japoneses cometieron innumerables actos de matanza colectiva en todos los países del Sureste de Asia.
Por ejemplo: en Vietnam masacraron m á s de 2 millo10
nes de personas; igual cifra en Indonesia y 1 millón
cien mil en Filipinas.
A su antojo, los imperialistas japoneses saquearon
cuantiosos recursos naturales y una enorme cantidad
de bienes en los países ocupados por ellos.
Los bienes que saquearon los militaristas japoneses en Corea pueden calcularse, a grosso modo, en varias m¡les de decenas de millones de won, de acuerdo
al valor que hoy tiene esta moneda en la República
Popular Democrática de Corea. Lo saqueado en China,
mientras duró la guerra de agresión contra este país,
pasa de los 50.000 millones de dólares. Por su parte,
el pillaje realizado en el Sureste del Asia — durante la
guerra del Pacífico —, asciende a más de 500.000 millones de yen, calculados según el valor que tenía la
moneda japonesa para aquel tiempo.
No obstante estas b á r b a r a s destrucciones h u m a n a s
y este bandidesco pillaje, los imperialistas japoneses
nunca pudieron someter a los pueblos, ni evitar su derrumbe en el frente de guerra. El hecho de que, con una
furia cada vez mayor, lograran extender la agresión,
no demostró la superioridad de fuerzas de los militaristas
japoneses. Al contrario, esto no resultó ser otra cosa
que el último gesto de desesperación de un imperialismo
en agonía.
A medida que los militaristas japoneses extendían
la guerra de agresión y ampliaban el saqueo colonial
su derrota se fue acelerando.
Las tropas japonesas recibieron golpes mortales
en todos los frentes.
Sangrientos en la agresión y en el saqueo, los militaristas japoneses, pese a las sucesivas derrotas que
iban sufriendo, continuaron, sin embargo, llevando al
frente de batalla millones de soldados y una inmensa
cantidad de material de guerra. Pero esto no sirvió de
ayuda ninguna a los agresores, trayéndole, al contrario, consecuencias fatales.
11
El ejército Kwantung, que tenía un millón de soldados, y al cual, con jactancia, los imperialistas japoneses consideraban su "tropa m á s eficiente", fue derrotado en una m a ñ a n a por el ejército soviético.
Las principales fuerzas del ejécito japonés, que
se enorgullecían de ser como el "invencible ejército imperial", fueron aniquiladas y vueltas añicos.
Los militaristas japoneses perdieron la capacidad
de continuar la guerra.
También en Corea y China hubieron de enfrentarse
a la poderosa lucha de liberación nacional anti-japonesa de los pueblos. De igual modo, en las zonas de
ocupación del Sureste de Asia, sin excepción, aumentó
el movimiento de resistencia contra el imperialismo
japonés. Esto constituyó un irreparable y gravísimo
golpe para los agresores del imperialismo japonés, en
vísperas de su derrumbamiento.
En todos los lugares de Asia adonde extendieran
sus g a r r a s de agresión, los imperialistas japoneses terminaron hundiéndose en un pantano, y su dominio declinó irremediablemente, sin que ellos lo pudieran evitar.
En el propio Japón, convertido en una cárcel militar, fue creciendo el descontento de las m a s a s populares
contra los círculos dominantes, y fortaleciéndose el movimiento contra la guerra. La economía de guerra se
hundió en un gran caos. Incluso entre los círculos dominantes se agudizaron las contradicciones y, suciamente, empezaron a pelearse unos a otros, a fin de obtener m á s beneficios.
Encubriendo su total derrota en el frente de batalla,
los imperialistas japoneses, continuamente trataron de
arrojar al pueblo a la m a t a n z a de la guerra. Poro, al final, no les fue posible evitar su fracaso definitivo.
El fantástico plan del militarismo japonés, de convertir toda el Asia, y luego todo el mundo, en un "Estado
imperial", bajo la consigna de que "toda la humanidad
debe formar una sola familia", terminó con su rendición
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incondicional ante las fuerzas populares antifascistas.
El militarismo japonés entró en el escenario mundial de la historia con la guerra de agresión, pero finalmente se derrumbó en esta misma guerra. La ley del desarrollo de la historia muestra que la guerra de agresión
y saqueo no puede evitar, al final, el fracaso y la derrota.
La historia prueba que el militarismo japonés es un
sustituto del imperialismo occidental en Asia, un pirata
de la m a t a n z a y la rapiña, un provocador de guerras y
un socavador del movimiento de liberación nacional.
Demuestra también que la humanidad j a m á s perdonará a estos criminales.
II. EL MILITARISMO JAPONES RESURGIO
AL AMPARO DEL IMPERIALISMO
NORTEAMERICANO
El militarismo constituye actualmente una notoria
peculiaridad en el desarrollo del imperialismo. En la
etapa del imperialismo, el militarismo se desarrolla en
todos los aspectos, abarcando todas las esferas de la
vida social. Ésto viene a constituir una tendencia general en todos los países imperialistas.
P a r a obtener un mayor beneficio, la clase de los
monopolistas acelera la militarización de su país. Entre
las potencias imperialistas se agudiza la competición
para conquistar las colonias y dominar el mundo. Pretenden resolver esta competición por la fuerza. AI mismo
tiempo, los imperialistas se oponen cada vez m á s
activamente al campo socialista, al movimiento comunista y obrero, internacional, y al movimiento nacional
liberador.
Las potencias imperialistas, sin cesar, acrecen los
13
armamentos, fortifican sus fuerzas militares y aceleran
la militarización de su economía, con el fin de preparar
la agresión y la guerra. Le imprimen a su aparato estatal un carácter cada vez más fascista. Fortalecen su
represión contra el pueblo. En el campo ideológico fomentan abiertamente el racismo y el chauvinismo,
llevando a cabo en gran escala la agitación belicista.
Los plutócratas y los militaristas se coaligan cada
vez m á s estrechamente. En el interior, la clase de los
monopolistas refuerza su opresión y explotación de las
m a s a s populares, mientras exteriormente, lleva a cabo
la agresión y el saqueo contra las otras naciones. El
militarismo es un instrumento de dominación de clases
del capital monopolista.
A lo largo de todo el período de la historia moderna, el militarismo exhibe su m á s típica forma de
desarrollo en el Japón.
Aquí, el militarismo japonés siempre ha venido
siendo el m á s chauvinista, el m á s agresivo y belicista^
el más despótico y saqueador.
Los militares japoneses formaban siempre una
fuerza política poderosa en la vida estatal de ese país.
Dirigían la política interior y exterior de su gobierno,
conservando en sus manos las riendas del poder político. Esto empujó al país a una serie de agresiones y
guerras.
La política de agresión y de guerra, en última instancia, condujo a los militaristas japoneses a la bancarrota.
La victoria de las fuerzas democráiicas antifascistas en la Segunda Guerra Mundial, encabezadas por
la Unión Soviética, abrió para el Japón un camino capaz de conducirlo a la liquidación del militarismo y a
desarrollarlo como un Estado democrático, amante de
la paz.
Pero a fin de liquidar el militarismo es necesario
acabar, antes que todo, con su basamento social, y des14
truir todo el aparato de militarización. De lo contrario,
el militarismo, aunque temporalmente reciba un golpe
fuerte, puede resurgir otra vez.
La piedra angular social del militarismo japonés
en el período anterior a la S e g u n d a Guerra Mundial,
la constituían el absolutismo del régimen imperial de
castas, el capitalismo monopolista y el sistema semiíeudal de los terratenientes en el campo.
Para desarraigar el militarismo en el Japón, después de la derrota del imperialismo japonés, se hacía
necesario eliminar justamente esa piedra angular
social.
La Declaración de Postdam y otros convenios internacionales contemplaban el desarme completo del
ejército japonés, la condena de los criminales de guerra,
la eliminación de las organizaciones y fuerzas militaristas, la disolución de los monopolios, la prohibición de las industrias bélicas, la democratización
de toda la vida política, económica, cultural y social,
el establecimiento de un gobierno democrático sobre
la base de la libre voluntad del pueblo, etc.
Si se hubieran observado, punto por punto, estos
convenios internacionales, habría sido posible p a r a
el Japón desarrollarse en un país democrático, amante
de la paz, en armonía con el deseo del pueblo.
La realidad, sin embargo, ha ofrecido un aspecto
diametralmente contrario a esto. Los imperialistas
norteamericanos que ocuparon al Japón, desde el
primer día convirtieron en simples papeles esos convenios internacionales, tendientes a desmilitarizar al
Japón.
En su esfuerzo para poner en práctica su plan de
agresión contra el Asia, los imperialistas norteamericanos le daban una importancia especial al Japón.
Consideraban muy valiosos, ante todo, su posic'ón
estratégica y sus recursos h u m a n o s y materiales. Soñaban con hacer del Japón una brigada de choque contra
15
el campo socialista y el movimiento nacional liberador,
convirtiéndolo en su base militar y revigorizando sus
fuerzas militaristas.
Los militaristas japoneses que, a consecuencias de
su derrota se encontraban en un callejón sin salida,
necesitaban, por su parte, de la protección de los imperialistas norteamericanos. Ellos planeaban conservar
su base política evitando, al amparo de aquéllos, el
legítimo castigo por los crímenes que cometieron en
el pasado, y ponerse otra vez de pie, restaurando así
su anterior imperio colonialista.
Los imperialistas norteamericanos y los círculos
dominantes del Japón, que en el" pasado reñían de manera sangrienta, unos contra otros, para conquistar los
mercados y ampliar sus esferas de influencia, iniciaron
unas nuevas relaciones de dueño y sirviente, y tomaron
el camino del compromiso, manteniendo cada cual en
el fondo, sin embargo, estos mismos propósitos arriba
mencionados.
P a r a eliminar a los militaristas japoneses, lo más
importante es liquidar el régimen imperial de castas.
El propio Emperador fue el primer criminal de guerra
del Japón. Sin embargo, los imperialistas yanquis lo
excluyeron del juicio internacional contra los criminales de guerra.
Aunque llegó a establecerse una nueva Constitución el Emperador se mantuvo en su antiguo trono.
Cuanto se dijo acerca de la "disolución" de los
plutócratas, que constituyen la cuna de! militarismo,
no pasó de ser una simple y formal maniobra. Lo único
que esto trajo fue el debilitamiento de su capacidad
para competir con el capital monopolista estadounidense, allanando el camino a la penetración del capital
de EE.UU.
Aunque se efectuó una "reforma a g r a r i a " no se
destruyeron los baluartes de la reacción en el campo.
Los núcleos del ejército siguen siendo mantenidos
16
:n forma secreta bajo varios nombres tales como policía,
policía costera, etc. El aparato burocrático de la dominación también continúa invariable. La mayoría de los
criminales de guerra y de los propaladores del militarismo no fue sometida a ningún juicio, y conservó
su puesto oficial;.
Después de la derrota sufrida en la guerra, las
fuerzas militaristas japonesas no fueron golpeadas
seriamente.
Bajo la protección de los imperialistas yanquis,
ellas siguen conservando todas sus bases de sostén.
Los imperialistas norteamericanos y los gobernantes del Japón, mientras a m p a r a b a n a las fuerzas reaccionarias y creaban una base para el resurgimiento
del militarismo, desataron una violenta represión
contra las fuerzas democráticas encabezadas por el
Partido Comunista del Japón, imponiendo toda clase
de leyes brutales.
Todas las medidas aplicadas en el Japón por el
imperialismo norteamericano, después de la S e g u n d a
Guerra Mundial, han tenido, en última instancia, un
solo objetivo: el de conservar las bases de sostén
social y el aparato del militarismo, y establecer su
sistema de dominio sobre el Japón. Así, pues, el militarismo japonés sólo ha podido resurgir al amparo
del imperialismo norteamericano.
La guerra de Corea, provocada por este último,
marcó un importante punto de viraje en la renovación
del capital monopolista del Japón y en el resurgimiento
del militarismo japonés.
Durante la guerra de Corea, los imperialistas norteamericanos y los círculos dominantes japoneses concluyeron unilateralmente el Tratado de Paz de S a n
Francisco y el Pacto de " S e g u r i d a d " yanqui-japonés,
con el fin de acelerar la militarización del Japón.
Estos pactos legalizaron la permanencia de los
Estados Unidos en el Japón, como ocupantes, y la
17
transformación de este último en su base militar.
Crearon también la posibilidad de que el Japón se
rearmara bajo el rótulo de "derecho de autodefensa
separada o colectiva", e ingresara a las alianzas militares agresoras. Todo esto contraviene por completo
los convenios internacionales sobre el Japón.
Los i ni p c r i a listas norteamericanos aprovecharon
la guerra coreana y la conclusión del unilateral Tratado de Paz de San Francisco, para llevar a cabo la
nueva militarización del Japón, no en forma secreta,
como lo hacían antes, sino en forma abierta.
Finalmente, bajo el título de "reservas de policía"
y "guardias costeras", se fundó un ejército.
El reorganizado ejército japonés se sometió al
mando del ejército norteamericano y se armó con la
técnica militar y las armas de Norteamérica.
Conjuntamente con ello, el Japón se convirtió en la
base militar de los imperialistas yanquis para llevar
a cabo la guerra coreana. Los aviones norteamericanos
que se dedicaban a bombardear a Corea, procedían de
las bases aéreas del Japón, y las flotas norteamericanas
también realizaban sus operaciones teniendo sus bases
en los puertos de aquel país. El ejército japonés y sus
barcos de guerra se movilizaron en la guerra coreana,
para ayudar a las tropas norteamericanas. Todo esto
significa que, ya desde esa época, el militarismo japonés
viene desempeñando un papel importante en llevar
a cabo la agresión de los imperialistas yanquis contra
el Asia.
El capital monopolista japonés, que empezó a
resurgir gracias al imperialismo norteamericano, experimentó una gran prosperidad durante la guerra
coreana.
En este período, los monopolios japoneses aumentaron su producción industrial en un 70 %, recibiendo
un "pedido especial" del ejército norteamericano por
valor de 2.200 millones de dólares. Los monopolistas
18
japoneses llamaron a esto "Kamigaze" (el viento de
Dios).
Desde que surgiera, el militarismo japonés creció
en medio de la guerra, arruinándose también en la
misma. Este ha sido el camino transitado por él. El
capital monopolista del Japón ha venido engordando
en medio de un ciclo de guerras que estallan en un
lapso de menos de 10 años, por término medio. Y pudo
engrosar m á s aún gracias a los dólares manchados con
la sangre de nuestro puebio, que recibió como pago a
su participación en la guerra agresiva contra Corea,
desatada por los imperialistas norteamericanos.
La conclusión del nuevo Pacto de " S e g u r i d a d "
yanqui-japonés marcó una nueva etapa en el resurgimiento del militarismo del Japón.
En ese nuevo Pacto de "Seguridad", que se realizó
en 1960, los imperialistas yanquis ampliaron las posibilidades de dar un mayor aceleramiento al rearme del
Japón y de movilizar directamente al ejército japonés
en su agresión al Asia, bajo el pretexto de la "defensa
común". El nuevo pacto arriba mencionado allanó
el camino para fortalecer la alianza militar yanquijaponesa, tendiente a dirigir su agresión contra los
países socialistas, y para equipar al militarismo japonés con las a r m a s nucleares. Esto tiene como propósito intensificar más aún la opresión de los círculos
dominantes reaccionarios japoneses y norteamericanos sobre el pueblo del Japón.
Después de la firma de ese nuevo Pacto de "Seguridad" se va acelerando con gran rapidez la remilitarización del Japón. En el campo militar, actualmente, el
Japón tiene un contingente de más de 270 mil soldados,
a título de "Fuerzas de Autodefensa", y varios tipos
de embarcaciones militares, cuya cifra es ya de 150
mil toneladas, incluyendo aquí 50 barcos de escolta y
10 submarinos. Posee también m á s de 1.400 aviones.
En los últimos tiempos, los círculos dominantes ja19
poneses equiparon sus "Fuerzas de Autodefensa" con
a r m a s coheteriles, y se apresuran a dotarlas con
armamentos nucleares.
El ejército japonés se entrena hoy como un destacamento de vanguardia, capaz de convertirse en
cualquier momento en una gran unidad, compuesta de
miles o millones de soldados. Las unidades de todas
las a r m a s llevan a cabo entrenamientos de "guerra de
montaña", "operaciones invernales", de "guerra de
junglas", etc., los cuales se realizan, teniendo como
supuestas zonas de operación a Corea, China, la Unión
Soviética y el Sureste del Asia.
Los militaristas japoneses han entregado a Norteamérica, para base de a r m a s atómicas, no sólo la isla
Okinawa, sino también su territorio principal y tratan
de convertir a todo éste en su "arsenal en Asia". Se
cuentan hoy m á s de 200 bases de las fuerzas de tierra,
m a r y aire norteamericanas, las cuales forman una
densa red cubriendo todo el Japón.
En la actualidad, las fuerzas militaristas japonesas
así resurgidas, fomentan la ideología militarista y
revanchista, movilizando todos los medios de que
disponen.
El Emperador viene a ser de nuevo el objeto de
un culto fetichista.
Los ritos estatales del absolutismo imperial se
restauran de nuevo. Los círculos dominantes reaccionarios alzan públicamente la voz, anunciando para
1968 una llamada "Rehabilitación Hirohito" de carácter fascista, con motivo del centenario de la "Restauración Meiji".
Se erigen "monumentos a los caídos" y "monumentos a las almas fieles", en honor de aquéllos que
murieron llevando a cabo del modo m á s frenético la
agresión y el saqueo. Cada año se celebra, también en
homenaje suyo, la llamada "ceremonia conmemorativa de los caídos". Entre los oficiales y soldados de
20
las "Fuerzas de Autodefensa" se cultiva el espíritu
militarista de "servir fielmente con su vida al Emperador", siguiendo el "ejemplo de los subditos leales y
los famosos generales".
Los militaristas están propalando la absurda
idea de que todas las guerras agresivas llevadas a
cabo en el pasado por el Japón "fueron, en su esencia,
guerras de liberación" porque "habían sido contiendas
s a g r a d a s que rechazaron a las fuerzas occidentales en
su marcha hacia el Oriente".
En sus vociferaciones llegan a decir que "ya ha
venido la hora de seguir activamente el ejemplo de los
precursores y antecesores, porque el Japón invirtió
grandes s u m a s de dinero en Corea, Taiwán y Manchuria". De acuerdo a tal manera de juzgar, propia de
un saqueador, los militaristas japoneses alborotan
abiertamente con la necesidad de perpetrar una nueva
agresión, imitando los ejemplos del pasado.
Llevados por su desmedida ambición de invadir
a los países extranjeros, los círculos dominantes japoneses apresuran el establecimiento de un sistema
fascista en el interior de su propio país.
Día a día le van imprimiendo un carácter aún
más reaccionario al aparato del Estado, y ensanchan
la maquinaria de opresión contra el pueblo. Tratan de
privar por completo a éste de los derechos democráticos y de ponerle fin a las actividades de los partidos
políticos y las organizaciones sociales de carácter democrático, utilizando toda clase de leyes retrógradas.
Tienden a modificar la Constitución, para así implanlar el servicio militar obligatorio y legalizar el
reequipamiento del ejército japonés con a r m a s nucleares y el envío de soldados al extranjero, y para completar un sistema de movilización extraordinaria de
guerra.
Todos los acontecimientos que ocurren hoy en el
Japón muestran que en todas las esferas — política,
21
económica, militar, y de conciencia social—, el proceso de militarización avanza con gran repidez.
Los imperialistas norteamericanos y los círculos
dominantes del Japón tratan de legalizar todos sus
actos criminales con el pretexto de defenderse de la
" a m e n a z a del comunismo".
Los círculos dominantes japoneses alardean ruidosamente, afirmando que "el Japón está en la primera
línea de la lucha anticomunista". Todavía el mundo
recuerda muy vivamente que, cuando la Alemania
hitleriana, la Italia fascista y el Japón militarista provocaron en el pasado la Segunda Guerra Mundial,
lanzaron también la consigna del "anticomunismo".
Cuando ocuparon a Manchuria, los militaristas japoneses vociferaban diciendo que esto se hacía "para
levantar una barrera contra el peligro del comunismo
en el Lejano Oriente".
Los tiempos han cambiado, pero los prototipos
de la agresión siguen tocando su misma trompeta de
antaño. La alharaca anticomunista de los imperialistas no es sino un ardid muy manoseado para encubrir
sus maniobras de agresión y de guerra, pero este
ardid hace mucho que fracasó. Hoy, en el mundo, no
hay nadie que crea en él.
El actual militarismo japonés resurgido es diferente
al de las épocas anteriores. El autor de su resurgimiento
es el imperialismo norteamericano. Por lo tanto, está
sometido a la obediencia a este último y comprometido con él. Sirve hoy a los intereses de aquél y a los del
capital monopolista japonés.
El carácter dependiente, respecto al imperialismo
norteamericano, y la naturaleza agresiva en bien del
capital monopolista del Japón: he aquí la dualidad que
constituye el principal rasgo característico del militarismo japonés resurgido.
Por ello, porque está coaligado con el imperialismo
norteamericano, ese militarismo japonés es más astuto
22
y más peligroso. Aparece hoy en el escenario político
como una fuerza que decide directamente la política
del Estado, habiendo traspasado ya todos los límites de
intervención en la misma.
No obstante, el que hoy los imperialistas norteamericanos y los círculos dominantes del Japón estén
llevando a cabo una política de militarización, no
significa, de ninguna manera, que ello fortalezca la posición del capital monopolista japonés.
Todo lo contrario: Tal cosa, al fin y al cabo, sólo
debilita y hace más insegura la posición del mismo.
Y ello, a causa de que el militarismo siempre
engendra las condiciones de su propia derrota.
"Cuanto mayores son los esfuerzos que hace la
burguesía por intentar una guerra; cuanto, con más
frecuencia, recurra a los métodos de lucha terroristas
contra la clase obrera y el campesinado trabajador,
tanto más rápido crecerá la situación revolucionaria".
(Stalin)
El militarismo es una expresión concentrada del
carácter corrompido y parasitario del capitalismo monopolista.
El aumento del armamento y la militalización de
la economía traen consigo la malversación de una gran
cantidad de riquezas y de fuerzas de trabajo para fines
no productivos. El unilateral desarrollo de la industria
de guerra a g r a v a la anarquía en la producción y
engendra una más seria crisis económica.
Esto empuja a las amplias m a s a s t r a b a j a d o r a s a la
miseria y las priva de sus derechos, aumentando así su
descontento y su oposición. Y esto, inevitablemente,
conduce a la agudización de las contradicciones del
capitalismo monopolista.
El fortalecimiento de la política militarista acelera,
en última instancia, el fin de podrido y caduco sistema
imperialista.
23
III. EL MILITARISMO JAPONES HA
ENTRADO DE NUEVO EN EL CAMINO
DE LA AGRESION EXTERIOR
Hoy, con la" protección de los imperialistas norteamericanos, el militarismo japonés empieza a dar sus
primeros pasos para invadir a otros países.
El imperialismo no puede vivir sin la agresión y
el saqueo a otros países. El desarrollo del capitalismo
monopolista japonés, en el actual momento, llegó a una
nueva etapa, en que, si no ensancha sus mercados en
el exterior, le es imposible realizar ningún avance. En
1964, la industria japonesa teniendo por base los monopolios restaurados, acusó un aumento global de 5
veces, comparada con los años de preguerra 1934-1936.
La producción y el capital se han centralizado y
concentrado al máximo. Pero los mercados no marchan
a la par de la producción, que el capital monopolista
hace aumentar de manera anárquica, para sacar el
mayor beneficio posible. En la actualidad, el Japón
confronta una crisis muy aguda de superproducción.
Ya se manifiestan los fenómenos del estancamiento o de
la reducción de la producción en todas las r a m a s de la
industria, excepto algunas r a m a s industriales estratégicas. Bajo las condiciones de postguerra, en que el capital monopolista japonés ha perdido todas sus colonias, esta contradicción aumenta cada vez más. En
el pasado, a través de las guerras agresivas y del
saqueo colonial, aquél podía disponer de enormes fuentes
de materias primas y de un amplio mercado. Pero hoy se
ve obligado a enfrent 3TSG 3 una el guda falta de materias
primas y a la dificultad de vender sus mercancías. Los
círculos dominantes japoneses intentan resolver esta contradicción con una agresión al extranjero.
24
El que ellos prosigan cada vez m á s abiertamente su
política agresiva, se relaciona también con el hecho de
que los imperialistas yanquis tratan de usar las fuerzas
militaristas japonesas para mantener sus posiciones coloniales, que van derecho al derrumbe, en la región del
Asia, y especialmente para compensar las derrotas que
sufren en la guerra agresiva del Vietnam.
Cuanto m á s seria es la amenaza de un fracaso, en
su política agresora en el Asia, tanto m á s importancia
dan los imperialistas norteamericanos al papel que
debe jugar el Japón.
El principal objeto de la estrategia de los imperialistas norteamericanos en el Asia no es otro que el
de bloquear y destruir a los países socialistas asiáticos,
oprimir el movimiento nacional liberador, y mantener
y expandir su sistema colonial. Con el fin de poner en
práctica este plan estratégico tratan, del modo m á s
frenético, de formar un frente anticomunista, reuniendo
ampliamente en él a los países satélites y a sus títeres.
Los imperialistas norteamericanos están tratando de
lograr que el militarismo japonés desempeñe un papel
de núcleo en este bloque, y de utilizarlo como brigada
de choque.
La política exterior del Japón está puesta al servicio de la realización del plan estratégico de los imperialistas yanquis en el Asia. De aquí que el gobierno
japonés mire con hostilidad a la República Popular
Democrática de Corea y tome parte en el complot
de fabricar las "dos Chinas". De igual modo lleva a cabo
una política hostil contra la República Democrática
de Vietnam.
Al mismo tiempo, el gobierno japonés urde toda
clase de maquinaciones para obstaculizarle a los países recién emancipados el aseguramiento de su soberanía e independencia, y para oponerse a la lucha de
liberación nacional.
La formación de los bloques militares y de las
25
alianzas bilaterales de los imperialistas constituye la
espina dorsal en el cumplimiento de su política de
agresión. .
A través de esos bloques militares y esas alianzas
bilaterales, los imperialistas controlan en lo político,
económico y militar a los países que los integran, y
utilizan a éstos lanzándolos a la agresión de otros
países.
Los militaristas japoneses se muestran muy activos
en crear, junto con los imperialistas yanquis, todo
género de alianzas militares en Asia.
Por medio del Pacto de "Seguridad", entre los
imperialistas norteamericanos y los militaristas japoneses se ha constituido ya una alianza militar.
De esta manera, el Japón se ha convertido en una
base de agresión de los imperialistas yanquis, en una
base de opresión nacional y de reacción.
A fines del año pasado, de un modo ilegal, y movilizando todo su poder fascista, el gobierno japonés,
de acuerdo con el plan de los imperialistas de EE.UU.,
hizo aprobar en la Dieta japonesa el agresivo "Tratado
Corea del Sur-Japón", y sin perder tiempo intercambió
con la pandilla títere de Corea del Sur los instrumentos
de su ratificación. Esto no sólo viene a ser un compromiso político y económico entre los círculos reaccionarios japoneses y la pandilla de Pak J u n g Hi sino
que también constituye, en esencia, una coalición militar entre ellos.
Los círculos dominantes japoneses tratan de poner
obstáculos en el camino de la unificación de Corea por
medio del "Tratado Corea del Sur-Japón" y de justificar
el envío de sus tropas a Corea del Sur bajo la bandera
de la ONU.
Los militaristas japoneses, al mando de los imperialistas yanquis, se apresuran a crear la NEATO, que
integrarían el Japón, Corea del Sur, Taiwán, etc. Dando
aún otro paso adelante, hacen los mayores .esfuerzos
26
para realizar el plan estratégico de los imperialistas
yanquis, tendiente a formar un bloque militar único
anticomunista en Asia, que incluye también a Vietnam
del Sur, Filipinas, Tailandia, Malasia, Australia,
Nueva Zelandia, etc.
No es un secreto para nadie que en el fondo de
este plan se entremezclan la ambición de los militaristas
japoneses de renovar la ya fracasada "Esfera de Coprosperidad de la Gran Ásia Oriental" y el propósito
de los imperialistas de Estados Unidos de dominar al
mundo entero.
P a r a cobrarse los servicios que prestan a la agresión de los imperialistas yanquis en Asia, los militaristas japoneses se han propuesto satisfacer sus ambiciones de expansión exterior.
H a n creado ya un plan concreto para invadir al
Asia, en cooperación con los imperialistas yanquis. En
efecto, el Estado Mayor del ejército japonés, en junio
de 1963, terminó la elaboración de un plan de guerra
agresiva dirigida contra Corea y otros países
socialistas.
A este plan lo integran, exactamente, a su vez, el
plan de la "Operación Tres Flechas" de la Agencia de
Defensa del Japón, que ya se denunció en la Dieta
japonesa, en la primavera del año pasado, y el de la
"Operación Dragón Volador", que fue denunciado a
seguidas de aquél.
El plan de la "Operación Tres Flechas" contempla
desalar una guerra contra Corea.
Al desatar esa guerra, los círculos dominantes japoneses establecerían un sistema fascista de total movilización nacional en todo el país, e impondrían un
control sobre todos los materiales, sobre el precio de
los artículos, sobre las finanzas, el transporte, la
libertad de palabra y de prensa, etc., implantando el
sistema del servicio militar obligatorio y del trabajo
obligatorio. Paralelamente a esto, el ejército japonés,
27
junto con el ejército de Norteamérica, bombardearía a
Corea, China y la Unión Soviética, y los bloquearía
por mar, para luego efectuar una operación de desembarco en estos p aises.
En el plan de la "Operación D r a g ó n Volador",
elaborado de acuerdo al de la "Operación Tres Flechas", se contempla el envío del ejército japonés a
Corea del Sur y Okinawa a fin de preparar el ataque
contra la República Popular Democrática de Corea y
China, desarrollando una operación conjunta con el
ejército norteamericano.
Cuando se hizo la denuncia del plan de la "Operación Tres Flechas", el Primer Ministro japonés Sato
dijo: "El estudiar tal cosa es algo natural". Luego, el
director de la Agencia de Defensa del Japón afirmó
abiertamente: "El estudio sobre la "Operación Tres
Flechas" es necesario. Por eso queremos continuarlo".
De acuerdo a ello, el objetivo de este plan de
agresión no es el de hacer un mero estudio, pues se
ha creado con la finalidad de ponerse en práctica.
Los militaristas japoneses, en realidad, se han
unido a la guerra de agresión de los imperialistas de
EE.UU. contra Vietnam. El Primer Ministro japonés
Sato hace todo lo posible para tomar la delantera en
el apoyo y la ayuda a los imperialistas yanquis, proclamando que la agresión de éstos últimos contra
Vietnam es una "acción justa".
En el presente. Japón se ha convertido en una base
del ejército de EE.UU. en la agresión de éstos a
Vietnam. La V H Flota de los EE.UU. que realiza
acciones bélicas a lo largo de la costa vietnamita,
tiene su base en Yokosuka. También los aviones de
bombardeo norteamericanos, que arrojan bombas indiscriminadamente sobre la República Democrática de
Vietnam, proceden de sus bases aéreas en el Japón.
Las numerosas bases militares norteamericanas en
la isla de Okinawa y en el territorio principal del Ja28
pón se han puesto todas al servicio directo de la agresión de EE.UU. contra Vietnam.
El Japón envía continuamente al Vietnam del Sur
enormes cantidades de a r m a s y otros materiales bélicos para la guerra agresora en ese país. Fuera de esto,
los círculos dominantes japoneses ayudan al ejército
norteamericano en sus operaciones de desembarco, enviando, a este fin, incluso a sus propios marinos.
En esa guerra de agresión contra el pueblo vietnamita, los monopolistas japoneses alimentan un solo
y ambicioso propósito: enriquecerse de nuevo, corno
lo hicieron durante la guerra de Corea, y asegurarse
una posición privilegiada en el Sureste de Asia. Hoy
en día, ellos, abiertamente, proclaman a grandes voces que "la guerra vietnamita es el segundo Kamigaze
(viento de Dios) que va a librar al Japón de la actual
depresión".
En verdad, en la guerra de agresión de los imperialistas norteamericanos contra Vietnam, los militaristas japoneses toman una parte m á s activa que cualquier otro país integrante de la SEATO, o que los
aliados de EE.UU. en Europa.
El plan de la "Operación Tres Flechas", el plan de
la "Operación Dragón Volador", y el "Tratado Corea
del Sur-Japón", elaborados por los militaristas japoneses, y la guerra agresiva de los imperialis'as
norteamericanos en Vietnam, constituyen las partes integrantes del plan de agresión de los imperialistas yanquis en Asia y se relacionan estrechamente unos a otros.
En la actualidad, los militaristas japoneses aparecen como los ayudantes más fieles de los imperialistas
yanquis en la represión del movimiento de liberación
nacional de los países coloniales, y en la lucha contra
los países del campo socialista.
Los círculos dominantes japoneses no pued?n
ocultar, con ningún subterfugio, el infame papel que
juegan y las actividades criminales que realizan.
29
Ellos deberían comprender el peligro a que se exponen al oponerse al campo socialista, al movimiento de
liberación nacional y a ios países independientes nacionales airo-asiáticos.
En el cumplimiento de su plan de agresión, los
militaristas japoneses recurren al método neocolonialista, astuto y solapado, paralelamente al viejo método
que ya ha revelado por completo su ineficacia. Mientras
que participan activamente en la política agresora y de
guerra de los imperialistas yanquis, están intensificando su penetración económica en otros países, bajo
los rótulos de "ayuda", "desarrollo común", "coopeiación económica", etc.
Esta es una de las formas concretas de la política
del neocolonialismo. La "ayuda", el "desarrollo común"
y la "cooperación económica" de los imperialistas no
son otra cosa que un medio para vender y exportar
por la fuerza sus mercancías y su capital sobrantes.
Al mismo tiempo, constituyen los medios de saqueo y los instrumentos para esclavizar, en lo político
y lo económico, a los países ayudados.
"Aparentemente, los países imperialistas sostienen
la 'amistad' y 'unidad' entre ellos, pero tras de bastidores practican acciones subversivas unos contra
otros. Se manifiestan en pro de la 'cooperación' y el
'apoyo', pero, de hecho, utilizan esto como medio para
esclavizar a otros países política y económicamente".
(Kim II S u n g )
La exportación del capital, que ocupa un lugar
importante en la agresión económica imperialista, se
realiza, por lo general, en dos formas: la exportación del
capital industrial y la del capital de crédito.
Hoy, el militarismo japonés está intensificando la
exportación de su capital estatal en forma de indemnizaciones de guerra, "ayuda", créditos y exportación con
pago a largos plazos.
Los blancos principales de la expansión hacia el
30
exterior y de la agresión de los militaristas japoneses,
son los países de Asia, Africa y América Latina. Entre
éstos su fuerza central se ha dirigido, especialmente,
al Sureste de Asia. Los militaristas japoneses, del
modo más sucio, tratan de reforzar, por su parte, la
política de agresión de EE.UU. contra el Asia y, al
mismo tiempo, de crearse una propia esfera de influencia,
a través de su amplia penetración en las zonas asiáticas.
Muy astutamente, los círculos dominantes japoneses utilizan sus pagos de indemnización, por los saqueos y las atrocidades que cometió el ejército agresor japonés durante la Segunda Guerra Mundial,
como medio principal para penetrar económicamente
en los países del Sureste de Asia.
El pago de indemnización constituye, para los
militaristas japoneses, una forma especial de exportación de su capital estatal.
Después de haberse concluido los acuerdos de indemnización con algunos países asiáticos, la exportación de mercancías del Japón, en estas zonas, se incrementó en un 47 %, ocupando así el segundo lugar
dentro del mundo capitalista.
En particular, el Japón está fortaleciendo su expansión económica en Corea del Sur y Taiwán.
De acuerdo con el "Tratado Corea del Sur-Japón",
y en coyunda con la pandilla títere surcoreana, el
gobierno japonés está planeando invertir 800 millones
de dólares en Corea del Sur a título — por parte de
ésta —, de "derecho a exigir", "cooperación económica",
etc. A los plutócratas monopolistas, tales como Mitsubishi, Mitsui y Sumitomo, que explotaban y saqueaban al pueblo coreano en el pasado, se les permitió
penetrar otra vez en Corea del Sur y practicar allí
actividades comerciales con derecho extraterritorial.
Los círculos dominantes japoneses tratan de convertir
la economía surcoreana en un apéndice de la economía
japonesa.
31
En 1965, ellos prometieron a la claque de Chiang
Kai-shek, de Taiwán, un crédito de 150 millones de dólares. Hace algún tiempo, el gobierno japonés decidió
prestar, cada año, 400 millones de dólares como "ayuda
urgente" a sus títeres de Vietnam del Sur, Laos y Corea
del Sur. El gobierno japonés planea, incluso, formar
un "mercado común del Japón, Corea del Sur y T a i w á n "
y un "bloque circular" que abarque a Malasia, Filipinas
y Tailandia.
El gobierno japonés, además de realizar por su
cuenta la explotación neocolonialista, lo hace también
colectivamente, junto con los países imperialistas
occidentales que encabezan los imperialistas yanquis.
Lo prueban muy claramente su activo apoyo al
"plan de ayuda al desarrollo del Sureste de Asia", de
Johnson, creado por el imperialismo de EE.UU. para
encubrir su política de agresión; y sus esfuerzos para
obtener las mayores prerrogativas en el "Banco de
Desarrollo de Asia", establecido con el fin de explotar
a los pueblos asiáticos bajo el manto de la O.N.U.
A los países de Asia, Africa y América Latina les
está vendiendo sus mercancías sobrantes, principalmente en forma de "ayuda", exportación con pago a largo plazo, préstamos en dinero, etc.
A fines de 1964, la suma total de los capitales
japoneses exportados llegó a 2.500 millones de dólares.
Con la inversión de su capital en el extranjero, el capital monopolista del Japón extrae beneficios varias
veces mayores que los que obtiene en su propio país.
De poco tiempo a esta parte, el capital monopolista del Japón, aprovechando las dificultades y debilidades económicas de muchos países de Asia, Africa
y América Latina, está penetrando m á s profundamente en su economía y fortaleciendo así, de modo especial, la exportación de fábricas enteras, la obtención
de bienes inmuebles y las inversiones para la explotación de recursos del subsuelo, la " a y u d a " técnica, etc.
32
Junio con esto, el capital monopolista japonés
persigue el objetivo de obstaculizar la edificación de
la economía independiente nacional en los países de
Asia, Africa y América Latina recién emancipados.
Si la economía de un país es dañada por la penetración
del capital monopolista extranjero, entonces, aunque
ese país tenga abundantes recursos materiales y humanos, no podrá superar el retraso y la unilateralidad
de su economía, ni tampoco podrá consolidar su independencia política.
De esta manera, los militaristas japoneses tratan de lograr su mayor beneficio político y económico,
sacrificando a los países económicamente atrasados y
a los pueblos de estos países.
Junto con su penetración económica, los círculos
dominantes japoneses bajo la máscara del "amigo"
de los pueblos de los países de Asia, Africa y América
Latina, están penetrando también en el campo religioso,
ideológico y cultural.
Aquí, ellos tratan de sembrar grandes ilusiones
sobre el imperialismo japonés, paralizar la auténtica
conciencia nacional y el espíritu revolucionario de los
pueblos de esos países, difundiendo el veneno de ideologías malsanas y corrumpidas, para socavar su furia
antiimperialista y destruir la amistad y la unidad entre
los países afro-asiáticos. Persiguen, en última instancia,
el objetivo de abrirse caminos hacia el logro de los mercados para las mercancías japonesas, y la penetración
de su capital monopolista.
Los militaristas japoneses, del modo más fiel,
ayudan a los imperialistas yanquis en su agresión,
trajeándose con su ropaje asiático y apareciendo al
mismo tiempo en el escenario como directos agresores.
Sin embargo, esto, inevitablemente, agudiza aún
más las contradicciones nacionales entre los militaristas japoneses y los pueblos de otros países.
A medida que los militaristas japoneses intensi33
fiquen su agresión en el extranjero, tendrán que enfrentarse a la resistencia más enérgica de parte de los pueblos de todos los países.
La expansión de los militaristas japoneses al extranjero agudiza también las contradicciones entre las
potencias imperialistas, cegadas por la ambición de
extender siempre m á s sus esferas de influencia.
La política de agresión del gobierno japonés nunca podrá librar al capitalismo monopolista de su ruina
final.
IV. LA LUCHA CONTRA EL MILITARISMO
JAPONES ES UN ESLABON EN LA
LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO
DE LOS ESTADOS UNIDOS
La lucha contra el militarismo japonés se halla relacionada a la lucha contra el imperialismo norteamericano. Y esto, precisamente, porque el imperialismo de los
Estados Unidos es el causante del resurgimiento del
militarismo japonés, y al mismo tiempo su defensor.
El imperialismo de los Estados Unidos es el más
grande explotador mundial, un bastión del colonialismo
contemporáneo, la principal fuerza de la agresión y la
guerra, el caudillo más feroz de la reacción en el mundo
y su g e n d a r m e internacional. Esta apreciación, contenida
en la Declaración de la Conferencia de los Representantes de los Partidos Comunistas v Obreros, también hoy
corresponde por entero a la realidad.
Desde luego, en los últimos años ha ocurrido cierto
cambio en la correlación de fuerzas entre las potencias
imperialistas. Relativamente, la posición de los Estados
Unidos se ha debilitado un tanto, mientras que, comparada a la suya, se ha robustecido la posición de In34
glaterra, Francia, Alemania Occidental, Japón e Italia.
Esta tendencia se irá también manifestando en el futuro.
Pese a ello, los Estados Unidos siguen manteniendo
hoy la posición más fuerte en el campo imperialista. El
imperialismo norteamericano sobrepasa al imperialismo
de otros países económica y militarmente. La producción
de los Estados Unidos ocupa casi la mitad del valor total
de la producción industrial en el mundo capitalista.
Los efectivos militares de Norteamérica son casi 1,5
veces mayores que la totalidad de los efectivos de Inglaterra, Francia, Italia, Alemania Occidental y Japón. Los
Estados Unidos sobrepasan también a otros países capitalistas en el armamento. Por razón de esta superioridad
de fuerzas, el imperialismo de los Estados Unidos se ha
convertido en el cabecilla del imperialismo mundial.
Hoy en día, el imperialismo yanqui ha hecho de Norteamérica el Estado imperialista m á s agresivo. Este se
coloca en primera línea, en cuanto a las acciones agresivas contra los países socialistas y los países amantes de
la paz, violando la paz y amenazando la seguridad de
los pueblos en todo el mundo.
Los imperialistas norteamericanos han establecido
más de 2.300 bases militares en ultramar, estacionando
permanentemente allí sus tropas, cuyo número asciende
a m á s de 1.250.000.
Las alianzas militares colectivas y bilaterales, tales
como la OTAN, la CENTO, la SEATO y ANZUS, son
manipuladas directamente por los imperialistas norteamericanos.
Los imperialistas yanquis oprimen el movimiento de
liberación nacional en todas partes del mundo, intensificando la explotación y el saqueo de los países coloniales
y dependientes.
Por lo tanto, hoy, los pueblos amantes de la paz en
toda la tierra se han propuesto, como su tarea cardinal,
el combatir al imperialismo norteamericano.
La situación actual exige fortalecer el frente común
35
contra el imperialismo norteamericano, agrupando todas
las fuerzas que puedan ser unidas en ese frente.
Los pueblos de los países del campo socialista, los
pueblos de Asia, Africa y América Latina, y todos los
otros pueblos del mundo amantes de la paz, deben unirse
bajo la bandera de la lucha antiimperialista y atar las
manos de los yanquis dándoles golpes dondequiera que
aparezcan. Sólo haciéndolo así, podemos destruir la
política de agresión y de guerra de los imperialistas de
EE.UU. , y salvaguardar la paz mundial.
Abandonar la lucha contra los imperialistas yanquis,
temiendo su chantaje nuclear, significa retirarse de la
revolución mundial y causar graves daños a la lucha por
la defensa de la paz.
Nunca debemos hacernos ni siguiera la más pequeña
ilusión sobre el imperialismo norteamericano, ni retroceder ante la política agresiva de éste, sino mantener una
firme actitud.
En la actualidad, la lucha contra el imperialismo de
los Estados Unidos es, en todo sentido, el primer objetivo de combate de los pueblos del mundo entero. Pero
esto no quiere decir que podemos dejar la lucha contra
otros imperialismos.
A la vez que luchamos contra los imperialistas
yanquis, debemos combatir también a otros imperialistas, que apoyan a los primeros en sus agresiones.
Sobre todo, tenemos que fortalecer la lucha contra el
militarismo japonés y el militarismo de Alemania Occidental.
El Japón y la Alemania Occidental, respectivamente, se han transformado de nuevo en dos focos de
guerra, tanto en el Oriente, como en el Occidente. Bajo
tales circunstancias, no debemos descuidar jamás la lucha contra el militarismo japonés y el militarismo germano-occidental.
Respecto a los peligros que provocan el militarismo
de Alemania Occidental y el militarismo del Japón, no
36;
hay que tomar la posición de darle mayor importancia
a uno mientras se subestima el otro. Al tratar la situación del mundo no debemos caer en posiciones prejuiciosas e inclinarnos a la parte de Europa, o a la de Asia.
Hoy, la situación en el Asia está muy tirante. Con
verdadera furia, los imperialistas yanquis hacen cuanto
pueden por ampliar, sobre todo, la guerra agresiva contra el pueblo vietnamita. Los militaristas japoneses sirven a la política agresiva del imperialismo norteamericano en Asia. La situación actual de Asia ejerce
una gran influencia sobre la situación general del mundo.
Los países socialistas y los pueblos progresistas
deben dirigir sus m i r a d a s al Asia. Tienen que agudizar
la vigilancia frente a las maquinaciones del militarismo
japonés, que apoya activamente la política agresora del
imperialismo norteamericano, y tienen que luchar resueltamente contra aquél.
Es muy importante el poseer un punto de vista correcto acerca de las relaciones entre los imperialistas
norteamericanos y los militaristas japoneses. Tenemos
que contemplar, no de manera unilateral, sino en conjunto, las relaciones entre los Estados Unidos y el Japón.
Ciertamente, hay algunas contradicciones entre los
imperialistas norteamericanos y los círculos gobernantes japoneses. A medida que, relativamente, crece su
fuerza, los círculos gobernantes japoneses tratan de
recobrar su independencia, librándose del control de los
imperialistas norteamericanos.
Las contradicciones entre los EE.UU. y el Japón
pueden agudizarse con el tiempo.
Tenemos que aprovechar correctamente esta contradicción de intereses entre los imperialistas norteamericanos y los círculos dominantes japoneses, con miras a la
lucha contra la agresión y la política de guerra, y por
la paz. Es importante que, de este modo, aislemos a los
imperialistas norteamericanos.
Sin embargo, en las circunstancias actuales no es
37
posible sobrestimar las contradicciones existentes entre
los EE.UU. y el Japón. Aunque los imperialistas japoneses tratan de lograr su soberanía, no podemos esperar,
ni siquiera, pensar que ellos pueden comprometerse a
formar un frente común antiyanqui con las fuerzas
progresistas. La tendencia de los imperialistas japoneses a recuperar su soberanía no significa que ellos puedan
dejar a un lado su carácter reaccionario y agresivo. Pese
a que existe una contradicción entre el imperialismo
norteamericano y el japones, ésta no llega a un grado
tal como para provocar un choque entre ellos. No hay
que depositar demasiadas esperanzas en los círculos
gobernantes japoneses.
El punto principal que define las relaciones entre
el imperialismo norteamericano y el japonés es su carácter de alianza dependiente.
"El rápido resurgimiento y fortalecimiento del
imperialismo monopolista japonés en los últimos años,
ha hecho crecer, relativamente, la posición del capital
monopolista japonés, dentro de los límites de la alianza
de subordinación de éste a los imperialistas de los
Estados Unidos.
Pese a ello, esta relación de alianza subordinada del
capital monopolista japonés al imperialismo norteamericano, en lo esencial, no acusa hasta hoy ningún
cambio". (Del informe de Kenji Miyamoto, presentado en
el IX Congreso del Partido Comunista del Japón)
Los imperialistas de los Estados Unidos siguen
ocupando al Japón, que les sirve de base de agresión en
Asia, y lo dominan en todos los dominios: político, económico y militar. El capitalismo monopolista japonés está
subordinado a Norteamérica en cuanto al propio capital,
a las materias primas, a la técnica, al mercado, etc. El
90 % del capital extranjero en el Japón proviene de los
EE.UU. Las inversiones de los Estados Unidos en el
Japón a u m e n t a n con gran rapidez. De esta manera, los
monopolios japoneses se unen directamente a los mo38
nopolistas de los Estados Unidos, g u a r d a n d o esta unión
una relación de dependencia. A finales de 1963, el número
de las empresas mixtas, con capital de los Estados
Unidos y del Japón, pasó de doscientas.
El ejército japonés, prácticamente, se ha sometido
al mando del ejército de los Estados Unidos y desempeña un papel importante en la realización de la estrategia de los imperialistas norteamericanos en el Asia.
En el campo diplomático, los círculos dominantes japoneses mantienen igualmente una política de sumisión
a los Estados Unidos.
Ambos están combatiendo al campo socialista, al
movimiento comunista y obrero internacional, al movimiento de liberación nacional, y al movimiento democrático en el propio Japón.
El imperialismo de los Estados Unidos no puede
llevar a cabo ampliamente su política agresiva contra el
Asia sin usar al Japón como trampolín y aprovechar al
militarismo japonés. Por su parte, los militaristas japoneses aún no tienen la suficiente fuerza para competir
con el imperialismo norteamericano, y oponérsele, en una
posición equilibrada. Sin apoyarse en este último el militarismo japonés no puede realizar sus ambiciones
agresivas.
Todo esto demuestra que, aunque existen el conflicto y las contradicciones entre los Estados Unidos y
Japón, sus intereses, en los problemas fundamentales,
coinciden. El imperialismo norteamericano y el japonés
se han aliado uno con otro, gracias a su comunidad de
intereses.
No debemos separar la lucha contra el militarismo
japonés de la lucha contra el imperialismo norteamericano. La lucha contra el primero es un eslabón en la
lucha contra el segundo.
Si no combatimos a los militaristas japoneses, esto
significaría permitir al imperialismo de los Estados Unidos fortalecer su posición.
39
No debeinos abrigar ilusiones respectó a los círculos
gobernantes japoneses.
Estos son sustitutos de la plutocracia monopolista
y defensores del militarismo.
El gobierno japonés está sirviendo con lealtad a los
intereses de las fuerzas reaccionarias de los Estados
Unidos y el Japón.
Toda la política que han seguido los diversos gobernantes japoneses, a comenzar por el gabinete de
Yoshida, — pasando por los de Kishi e Ikeda —, hasta
el de Sato, lo demuestra palpablemente.
Bajo el dominio de las fuerzas de la reacción — sea
quien fuere el que ocupe el puesto de Primer Ministro —,
no podemos esperar ningún cambio radical en la política
reaccionaria del gobierno japonés.
Por esta razón, hay que llevar a cabo una lucha de
principio contra los gobernantes japoneses. No debemos
abordar el problema desde el punto de vista del egoísmo nacional, ni de los beneficios particulares y momentáneos. Hay que marchar con igual paso en la lucha
contra el militarismo japonés y oponerse colectivamente
a su agresión.
Debemos mantener en alto la vigilancia hacia sus
peligrosas maquinaciones, e impedir que levante otra
vez cabeza y sea utilizado como brigada de choque por
los imperialistas de Norteamérica. Tenemos que impedirle al militarismo japonés que fortalezca el sistema fascista en el interior de su país, que continúe el saqueo
y la agresión de otros países y se ponga a jugar con el
fuego.
Los militaristas japoneses tratan de maniobrar hoy
para introducirse en las filas del frente antiimperialista,
bajo el disfraz de "amigos" de los pueblos de Asia y
Africa, aprovechando su posición geográfica en el Asia.
Como agentes del imperialismo norteamericano,
tratan de debilitar y destruir desde adentro el frente
antiimperialista, y le colocan todo tipo de obstáculos
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para impedir que luche contra aquél. Nosotros debemos
poner al desnudo la verdadera faz de hipocresía y engaño de los militaristas japoneses, y denunciar a cada paso
y reducir a añicos sus disolvedoras y destructivas
maquinaciones contra el frente antiimperialista. De esta
manera, debemos aislar en el escenario mundial al
militarismo japonés y frustrar sus maniobras tendientes a meter sus g a r r a s en las filas del frente antiimperialista.
Debemos apoyar activamente la lucha del pueblo
japonés contra el militarismo de su país. Hoy en día, un
combate vigoroso se está llevando a cabo en el J a p ó n
contra los imperialistas yanquis y el capital monopolista comprometido con ellos. El pueblo japonés está desarrollando una amplia lucha contra el "Tratado Corea del
Sur-Japón" y el complot para crear la "NEATO", contra la guerra de agresión de los imperialistas norteamericanos en Vietnam, y contra la transformación del
Japón en una base de a r m a s nucleares y la preparación
de un conflicto atómico.
Esta lucha se liga estrechamente a la lucha contra
la explotación y el saqueo de los monopolios, y por la
mejora de las condiciones de vida del pueblo.
A la cabeza del movimiento democrático, antiyanqui
y antimonopolista del pueblo japonés, se encuentra el
Partido Comunista, destacamento de v a n g u a r d i a de la
clase obrera japonesa. El Partido Comunista del J a p ó n
está fortaleciendo su lucha, a g r u p a n d o a todas las
clases y todos los sectores del pueblo encabezados por
la clase obrera: campesinos, intelectuales, jóvenes y
estudiantes, a la pequeña burguesía trabajadora, a los
empresarios pequeños y medianos, etc. El amplio movimiento democrático del pueblo japonés contribuye en
mucho a obstaculizar a los militaristas japoneses para
que no actúen a su antojo, y a defender la paz en Asia
y el resto del mundo.
Hay que fortalecer la solidaridad internacionalista
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con e( movimiento democrático del pueblo japonés. No
se debe realizar ningún acto que debilite la unidad de
las filas de este movimiento democrático del Japón.
La lucha contra el militarismo japonés no constituye una tarea del solo pueblo japonés. El militarismo
japonés le trae incontables desdichas y penalidades no
solamente a aquél, sino que igualmente trae g r a n d e s infortunios a los pueblos de Asia, y amenaza la paz del
mundo.
Por lo tanto, la lucha contra el militarismo japonés
constituye una tarea que tienen que llevar a cabo, junto
con el pueblo japonés, todos los pueblos amantes de la
paz de Asia y del resto del mundo. Si todas las fuerzas
revolucionarias y las fuerzas amantes de la paz, en el
mundo entero, luchan unidas con el pueblo japonés, será
posible hacer abortar las maquinaciones agresivas de
los militaristas japoneses.
*
*
*
Hoy, los tiempos son otros. Nuestra época es, como
tal, una época de gran viraje, en que el imperialismo va
derecho a su derrumbe definitivo, mientras el socialismo
y la revolución de liberación nacional marchan a paso
triunfante.
El poderío de los países del campo socialista se
fortalece con cada día que pasa. Esto constituye el factor principal que determina la tendencia del desarrollo
de la situación mundial. Los países recién independizados, que pudieron liberarse ya de la cadena de la esclavitud colonial, están creando con éxito una nueva vida,
bajo la bandera de la lucha antiimperialista. El movimiento de liberación de las naciones oprimidas sigue
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cobrando siempre un mayor ascenso, y desarrollándose
en gran escala.
El imperialismo norteamericano está recibiendo
golpes demoledores en todas partes, y se ve forzado a
tomar posiciones de defensa.
El sistema colonial del imperialismo está desmoronándose irremisiblemente. Ya han pasado para siempre los tiempos en que los imperialistas podían agredir
y oprimir, a su antojo, a las pequeñas naciones.
Hoy, el Asia, Africa y América Latina, que en el
pasado eran una retaguardia del imperialismo, en la que
este último engordaba a sus anchas, se le van convirtiendo en su propia tumba.
El imperialismo norteamericano está haciendo toda
clase de maniobras para detener la marea del movimiento
revolucionario de los pueblos.
Pero, por mucho que, en su desesperación, ios imperialistas lo intenten, no podrán volver hacia trás la
rueda de la historia. La ruina final del imperialismo,
encabezado por el imperialismo norteamericano, es
inevitable.
Los militaristas japoneses harían bien en abrir los
ojos ante esta vigorosa realidad.
El gobierno de Sato tiene que darse cuenta de que
ha habido un cambio en la época.
"El desmoronamiento del imperialismo y la victoria del socialismo es una ley inconmovible del desarrollo de la historia. Los hechos históricos prueban que
el imperialismo, aunque en apariencia luce muy poderoso,
no podrá evitar su derrumbe". (Kim II Sung)
Los pueblos j a m á s perdonarán las nuevas maniobras de agresión del militarismo japonés y le impondrán
el más severo castigo. Si los militaristas japoneses, olvidando las lecciones de la historia, se atrevieran de nuevo
a llevar a cabo una agresión, j a m á s podrán evitar su
propia destrucción.
El hecho de que hoy el gobierno de Sato ha empren43
elido la ruta del militarismo, siguiendo a los imperialistas
norteamericanos, es algo que contraviene por completo
los intereses nacionales del Japón.
El camino por el cual debe marchar el Japón es el
de la independencia, la democracia, la paz y la neutralidad, como lo sostiene el Partido Comunista del Japón.
El Japón debe zafarse de la dependencia del imperialismo norteamericano, y levantarse contra éste.
Es ese el derrotero a seguir, y el que más conviene
a los intereses del pueblo japonés, y de los pueblos de
Asia y del resto del mundo.
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