derecho civil de cataluña. derecho de sucesiones

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pedro del pozo carrascosa
Catedrático de Derecho Civil
Universitat Rovira i Virgili
antoni vaquer aloy
Catedrático de Derecho Civil
Universitat de Lleida
esteve bosch capdevila
Catedrático de Derecho Civil
Universitat Rovira i Virgili
DERECHO CIVIL DE CATALUÑA.
DERECHO DE SUCESIONES
Segunda edición
Marcial Pons
MADRID | BARCELONA | BUENOS AIRES | SÃO PAULO
2013
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SUMARIO
Pág.
PRÓLOGO.................................................................................................................... 9
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN..................................................................... 11
ABREVIATURAS........................................................................................................ 13
I. INTRODUCCIÓN
1. LA SUCESIÓN POR CAUSA DE MUERTE. CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO DE SUCESIONES..................................................... 2. LOS PRINCIPIOS DEL DERECHO SUCESORIO CATALÁN........................ 19
43
II. LA SUCESIÓN TESTAMENTARIA
3. LOS NEGOCIOS JURÍDICOS TESTAMENTARIOS....................................... 4. LA INEFICACIA DE LOS NEGOCIOS JURÍDICOS TESTAMENTARIOS.... 5. LA INSTITUCIÓN DE HEREDERO................................................................. 6. LAS DISPOSICIONES FIDUCIARIAS............................................................. 7. LAS SUSTITUCIONES PUPILAR Y EJEMPLAR............................................ 8. LOS FIDEICOMISOS......................................................................................... 9. LOS LEGADOS.................................................................................................. 10. LAS DISPOSICIONES MODALES................................................................... 11. EL ALBACEAZGO............................................................................................. 59
81
99
125
137
147
195
269
285
III. LA SUCESIÓN CONTRACTUAL
12. LOS PACTOS SUCESORIOS............................................................................. 305
IV. LAS DONACIONES POR CAUSA DE MUERTE
13. LAS DONACIONES POR CAUSA DE MUERTE............................................ Derecho Civil de Catalun a. Derecho de Sucesiones.indb 7
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sumario
Pág.
V. LA SUCESIÓN INTESTADA
14. LA SUCESIÓN INTESTADA............................................................................. 363
VI. LAS ATRIBUCIONES SUCESORIAS DETERMINADAS POR LA LEY
15. LA LEGÍTIMA.................................................................................................... 16. LA CUARTA VIUDAL........................................................................................ 387
421
VII. LA HERENCIA Y SU ADQUISICIÓN
17. EL PROCESO DE ADQUISICIÓN DE LA HERENCIA................................... 18. LA CAPACIDAD SUCESORIA......................................................................... 19. LA ACEPTACIÓN Y LA REPUDIACIÓN DE LA HERENCIA....................... 20. EL ORDEN DE SUCESIÓN RESPECTO A LAS CUOTAS HEREDITARIAS
VACANTES......................................................................................................... 21. LA ADQUISICIÓN DE LA HERENCIA Y LA RESPONSABILIDAD DEL
HEREDERO........................................................................................................ 22. LA COMUNIDAD HEREDITARIA................................................................... 23. LA PARTICIÓN................................................................................................... 24. LA COLACIÓN................................................................................................... 25. LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DERIVADOS DE LA SUCESIÓN..
439
449
459
479
519
539
551
597
605
VIII. TRIBUTACIÓN
26. LA TRIBUTACIÓN DE LAS ADQUISICIONES POR CAUSA DE MUERTE.
619
GLOSARIO.................................................................................................................. 639
ÍNDICE......................................................................................................................... 647
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PRÓLOGO
El derecho de sucesiones catalán presenta un conjunto de peculiaridades que
le otorgan una singularidad sin parangón en el panorama comparado. Sobre una
base de derecho romano, las aportaciones de dos juristas insignes como Joan Martí Miralles y Ramón María Roca Sastre —que a su vez, en particular el segundo,
importaron la reinterpretación de las fuentes romanas llevada a cabo por la pandectística alemana—, han conferido a nuestro derecho de sucesiones su carácter
original. Este derecho de sucesiones se ha incorporado al Código civil de Cataluña, en concreto a su Libro IV, tras la aprobación de la Ley 10/2008, de 10 de julio.
Siendo indudable que el Libro IV supone una modernización importante del derecho de sucesiones catalán, lo es también que sigue siendo tributario del Proyecto
de Compilación de 1955 en el que tanto influyó, precisamente, Roca Sastre. Pese a
una reordenación sistemática, las instituciones básicas y los principios sucesorios
siguen siendo los mismos.
La tramitación parlamentaria de la Ley 10/2008 ha sido azarosa. El primer
gobierno tripartito preparó, dentro del marco del Observatorio de Derecho Privado, un anteproyecto de ley que fue aprobado por el Gobierno y enviado para su
tramitación al Parlamento (Boletín Oficial del Parlamento de Cataluña, núm. 353,
de 15.6.2006). La convocatoria anticipada de elecciones provocó que el proyecto
decayera. Constituido el segundo gobierno tripartito, uno de los primeros acuerdos del ejecutivo consistió en la aprobación como proyecto de ley del mismo anteproyecto presentado en la legislatura anterior (Boletín Oficial del Parlamento de
Cataluña, núm. 33, de 19.2.2007), sin que todavía se hubiera constituido el nuevo
Observatorio. El Proyecto de Ley no fue bien recibido por las restantes fuerzas
políticas y, para desbloquear la tramitación parlamentaria, a pesar de que el Proyecto ya estaba en el Parlamento, se decidió constituir una comisión mixta de expertos entre el Parlamento y el Observatorio de Derecho Privado. Este grupo de
trabajo, del que formó parte uno de los autores de este libro, Antoni Vaquer, revisó
de arriba abajo el Proyecto de Ley, siendo su labor aceptada por todos los grupos
parlamentarios en forma de enmienda conjunta.
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prólogo
Nuestro Derecho Civil de Cataluña. Derecho de sucesiones toma como base
la sistemática del Libro IV, para facilitar su uso por los operadores jurídicos y los
alumnos, pero se aparta de ella cuando se estima necesario en aras de una mejor
comprensión unitaria del derecho vigente, como sucede con el novedoso capítulo
dedicado a las vacantes hereditarias. Además, se ha considerado útil incorporar
un capítulo sobre fiscalidad, pues con frecuencia la planificación sucesoria viene determinada por el trato fiscal que recibe la herencia en Cataluña. Con ello,
esperamos satisfacer el interés de nuestros lectores que tan buena acogida han
dispensado al volumen precedente, Derecho Civil de Cataluña. Derechos reales, publicado también por Marcial Pons. Al igual que en él, los tres autores nos hacemos
responsables de todo el contenido, aunque la primera redacción de los capítulos 1,
11 a 13, 16 y 23 a 25 se debe a Pedro del Pozo, la de los capítulos 3, 4, 6, 14, 15,
17, 18 y 22 a Antoni Vaquer y la de los capítulos 2, 5, 7 a 10, 19 a 21 y 26 a Esteve
Bosch.
Piera-Lleida-Reus, septiembre de 2009
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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Agotada la primera edición de Derecho civil de Cataluña. Derecho de sucesiones, afrontamos con la máxima ilusión ofrecer una segunda edición revisada y
actualizada con la jurisprudencia más reciente que va perfilando con sus pronunciamientos el nuevo Derecho de sucesiones catalán. Incluimos asimismo algunas
referencias a las reformas puntuales que propone el anteproyecto de modificación
de los libros primero, segundo, cuarto y quinto del Código Civil de Cataluña y que
ya ha sido objeto de exposición pública y de revisión en la Comisión de Codificación. Como novedad, añadimos un glosario cuya finalidad es facilitar el dominio
del complicado y especialmente técnico lenguaje del Derecho de sucesiones. Con
estas novedades confiamos en continuar gozando del favor de nuestros lectores, a
quienes agradecemos el «feedback» continuo que mantienen con nosotros y que
tanto nos estimula.
Piera-Lleida-Reus, julio de 2013
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derecho civil de cataluña. derecho de sucesiones. capítulo 1
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CAPÍTULO 1
LA SUCESIÓN POR CAUSA DE MUERTE.
CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO
DE SUCESIONES
1. El derecho de sucesiones vigente en Cataluña
1.1. La regulación en Cataluña de la sucesión por causa de muerte
La sucesión por causa de muerte se encuentra actualmente regulada, en Cataluña, en el Libro IV del Código Civil de Cataluña, arts. 411-1 a 465-2. Se trata de
una normativa que sigue, en líneas generales, el derecho tradicional catalán sobre la
materia, de base romanista, y con unos caracteres propios netamente diferenciados
tanto del derecho castellano recogido en el Código Civil español, como del resto de
derechos civiles vigentes en España, y de los sistemas sucesorios europeos.
En España, además de la normativa del Código Civil español (arts. 657 a 1087
CCEsp) existe regulación propia sucesoria en Aragón (arts. 316 a 536 CDFA), Galicia
(arts. 181 a 308 LDCG), Navarra (leyes 148 a 345 CDCFN), Baleares (arts. 6 a 53 y
69 a 84 CDCIB) y en el País Vasco (arts. 27 a 92, y 153 a 188 LDCFPV). Solamente el
Derecho balear tiene también un fuerte componente romanista como el catalán.
El precedente del derecho sucesorio vigente en Cataluña lo encontramos en el
Proyecto de Compilación de 1955, que de sus 569 artículos dedicaba 361 (los 306
del Libro III de las sucesiones más 55 sobre los heredamientos, que se encontraban
en el Libro I) a regular el derecho de sucesiones. El Proyecto de 1955 fue sensiblemente recortado en el texto definitivo de la Compilación de Derecho Civil de
Cataluña de 1960 (arts. 63 a 276), lo que supuso que algunas instituciones básicas
del derecho de sucesiones, como las formas testamentarias o la sucesión intestada,
fuesen reguladas de forma muy breve y por remisión directa al Código Civil español, que por otro lado se aplicaba supletoriamente respecto a un gran número de
instituciones.
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Tras la Constitución de 1978, el derecho sucesorio catalán se actualizó y modernizó mediante diversas leyes: la Ley 13/1984, de 20 de marzo, sobre la Compilación
del Derecho Civil de Cataluña, la Ley 9/1987, de 25 de mayo, de sucesión intestada,
la Ley 11/1987, también de 25 de mayo, de reforma de las reservas legales, y la Ley
8/1990, de 9 de abril, de modificación de la regulación de la legítima.
La Ley 40/1991, de 30 de diciembre, del Código de Sucesiones por causa de
muerte en el derecho civil de Cataluña, recuperó buena parte de la regulación del
Proyecto de 1955 que no había pasado a la Compilación de 1960, y supuso, con sus
396 artículos, la modificación del derecho sucesorio tradicional para adaptarlo a la
realidad del momento, y la sistematización y regulación de manera completa del
derecho de sucesiones de Cataluña.
Conforme a lo dispuesto en los arts. 3 y 6 de la Ley 29/2002, de 30 de diciembre, Primera ley del Código Civil de Cataluña, la regulación de «las materias contenidas en el Código de sucesiones por causa de muerte y en otras leyes especiales
de este ámbito» se debía incorporar al Libro IV del Código, dedicado al derecho de
sucesiones. La Ley 10/2008 aprueba este Libro IV y, con algunas modificaciones
puntuales, mantiene en líneas generales la estructura y contenido del Código de
Sucesiones. Como señala el Preámbulo de la Ley, ésta parte del respeto y reconocimiento de la alta calidad técnica del Código de Sucesiones, y de su utilidad
contrastada en la práctica, por lo que su revisión responde sólo al deseo de adecuar
su contenido a las transformaciones de la economía, la sociedad y las familias en
los últimos decenios, y aprovechar la experiencia profesional y jurisdiccional acumulada para enmendar o suprimir reglas dudosas, suplir alguna laguna y facilitar la
aplicación extrajudicial.
La tramitación parlamentaria del Libro IV empezó con su presentación al Parlamento de Cataluña en junio de 2006 (véase el BOPC del día 16 de junio de 2006). Con
la disolución del Parlamento el proyecto decayó, y fue presentado de nuevo en febrero
de 2007 (véase el BOPC del día 19 de febrero de 2007). Las posiciones encontradas de
los grupos del Parlamento catalán aconsejaron constituir un grupo de trabajo en el seno
del Observatorio de Derecho Privado de Cataluña, que revisó de arriba abajo el proyecto
de ley, siendo asumidas las modificaciones que propuso (entre ellas, por ejemplo, el
restablecimiento de la cuarta falcidia o la supresión del testamento extraordinario ante
el alcalde en peligro de muerte y el testamento mancomunado) mediante una enmienda
conjunta de todos los grupos de la Cámara catalana (véase el BOPC del día 25 de mayo
de 2008). La Ley 10/2008 fue finalmente aprobada el día 18 de junio de 2008 (véase
la discusión parlamentaria en el DSPC-P 054/08 de este mismo día), y publicado en el
DOGC el día 17 de julio de 2008, y en el BOE núm. 190, de 7 de agosto de 2008, entrando en vigor el día 1 de enero de 2009.
1.2. La compleción de la regulación catalana del derecho
de sucesiones. Reglas de integración
El CS afirmaba expresamente en su Preámbulo (apartado I.3) que contenía una
«normativa autónoma, completa y global del derecho sucesorio catalán. Se regulan,
de manera sistemática y ordenada, todas las instituciones sucesorias vigentes en Cataluña, por lo que, por aplicación del artículo primero de la Compilación, se excluye
la aplicación directa o supletoria del Código Civil en Cataluña». El Preámbulo
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de la ley que aprueba el Libro IV no contiene una disposición tan taxativa, pero
su compleción se deduce de la propia naturaleza del CCCat, que tiende a regular
de manera completa aquellas materias sobre las que tiene competencia, siendo el
derecho de sucesiones una de ellas.
Conforme establece el art. 111-2, el derecho de sucesiones catalán se interpretará e integrará de acuerdo con los principios generales que lo informan, y tomando
en consideración la tradición jurídica catalana. El notable seguimiento del derecho
histórico en materia sucesoria hace que dicha tradición jurídica, como elemento de
interpretación e interpretación del derecho vigente, cobre en este ámbito mucha más
importancia que en cualquier otro. De esta manera, el recurso a los autores clásicos
catalanes (unos más modernos, como Brocá, Amell y Borrell y Soler, otros
más lejanos, como Cáncer, Ripoll y Fontanella), la jurisprudencia del Tribunal
de Casación de Cataluña, o los proyectos de apéndice y compilación, oficiales o
privados, podrá servir de utilidad para resolver ciertas dudas interpretativas y para
llenar algunas lagunas de ley.
Por ejemplo, el concepto de «cláusula testamentaria» (utilizado en el art. 462-3.2
respecto al derecho de acrecer en los legados) no aparece definido, y se plantea la duda
de si es sinónimo de «frase» u «oración», o se le debe atribuir un significado técnico
como cada una de aquellas disposiciones testamentarias separadas, integradas generalmente por varias frases, que regulan parcialmente la voluntad del testador, con una cierta
independencia entre ellas. Si acudimos a la opinión de Cáncer, resulta que la unidad de
cláusula requiere la existencia de un único verbo expreso.
La compleción del CCCat y el recurso a la autointegración hacen que, a pesar
de lo que dispone el art. 149.3 CE, en materia sucesoria deba rechazarse, por innecesario, el recurso al Código Civil español como derecho supletorio.
Así lo declaró expresamente, respecto al CS, reiterada jurisprudencia. La STSJC
9.6.1997 señaló: «El Codi de Successions ha regulado de forma íntegra y completa la
materia sucesoria vigente en Cataluña, excluyendo absoluta y expresamente la aplicación directa o supletoria del Código Civil»; en el mismo sentido, la STSJC 18.12.1997:
«[...] Queda pues claro que por el carácter de completa, autónoma y global que la Ley se
atribuye queda excluida la aplicación de cualquier otro precepto», y la SAP Barcelona,
sec. 11.ª, 14.10.1999.
Ahora bien, ello no excluye, a nuestro entender, la posibilidad de que, en casos
puntuales, pueda acudirse a otros cuerpos legales, para interpretar, e incluso para integrar, algunas normas, siempre que se haya agotado el recurso a la autointegración.
Ello será posible respecto a aquellas instituciones reguladas ex novo, esto es, que no
deriven del seguimiento de la tradición jurídica, y para cuya regulación el moderno
legislador catalán haya tomado como modelo otro ordenamiento. En este caso, las
soluciones previstas en este ordenamiento podrán servir para el derecho catalán,
siempre que, naturalmente, no resulten contrarias a sus principios. No se trata de
supletoriedad, sino de la utilización de soluciones de derecho comparado para dar
respuesta a problemas que el propio sistema no puede solucionar
Un ejemplo lo podemos encontrar en materia de partición hereditaria, institución
no regulada ni en el Proyecto de Compilación de 1955 ni en la CDCC, en la que el CS
se inspiró en el Código Civil español. Los arts. 1010 a 1035 CCEsp pueden servir para
llenar algunas lagunas e interpretar algunas reglas de los arts. 464-1 y ss. CCCat. (véase
el capítulo 23) En cualquier caso, conviene dejar claro que acudimos al Código Civil
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español no por ser derecho supletorio, sino por ser el inspirador de la normativa catalana;
si ésta se hubiese basado, por ejemplo, en el derecho alemán, a éste habría que acudir.
1.3. La aplicación del derecho de sucesiones catalán. Referencia
a las normas de derecho interregional
En materia sucesoria coexiste en España una pluralidad de regímenes jurídicos
distintos. Como hemos dicho, además de la normativa del Código Civil español y
del CCCat, encontramos regímenes especiales en Baleares, Aragón, Navarra, País
Vasco y Galicia. Conviene por ello determinar cuándo será de aplicación el CCCat.
Las normas de conflicto son las de los arts. 9.8 y 11.1 CCEsp, preceptos que, a
nuestro entender y en el de buena parte de la doctrina, precisan una revisión, y que
establecen las siguientes reglas:
a) «La sucesión por causa de muerte se regirá por la ley nacional del causante
en el momento de su fallecimiento, cualesquiera que sean la naturaleza de los bienes
y el país dónde se encuentren» (art. 9.8.pr. CCEsp). Por tanto, la regla general es
que, cuando el causante tenga vecindad civil catalana en el momento de su muerte,
se aplicará el CCCat, aunque su patrimonio no radique en Cataluña.
b) El art. 11.1 CCEsp, respecto a las «formas y solemnidades» de los testamentos, permite que se otorguen «conforme a la ley personal del disponente», pero
también de acuerdo con la ley del país en que se otorguen. De esta manera, por
ejemplo, al testamento notarial que otorgase un catalán en Madrid le podrían ser de
aplicación las «formas y solemnidades» del CCEsp.
España ha ratificado el Convenio de la Haya de 5 de octubre de 1961 sobre conflictos de leyes en materia de forma de las disposiciones testamentarias (BOE núm. 197, de
17.8.1988), conforme al cual será excepcional la nulidad formal del testamento en el que
existan elementos de extranjería.
La capacidad del testador, y las diferentes modalidades testamentarias, constituyen
un tema no de forma sino de fondo, por lo que se regirán por la ley personal del testador
en el momento de su otorgamiento. Así, por ejemplo, una persona con vecindad civil catalana no podrá otorgar testamento mancomunado aunque para ello se desplace a Aragón.
Sí serían cuestiones de forma, en cambio, y conforme al art. 11.1 CCEsp se regirían por la
ley del otorgamiento, por ejemplo, el número de testigos que, en su caso, deben concurrir
al otorgamiento del testamento, o las menciones que deban constar en el testamento.
c) Puede ocurrir que el causante tenga distinta vecindad civil en el momento
de hacer testamento o disponer un pacto sucesorio, que en el momento de morir. Se
plantea entonces el problema del conflicto entre las dos leyes personales. El art. 9.8
CC sigue diciendo: «Sin embargo, las disposiciones hechas en testamento y los pactos sucesorios ordenados conforme a la ley nacional del testador o del disponente
en el momento de su otorgamiento conservarán su validez, aunque sea otra ley la
que rija la sucesión, si bien las legítimas se ajustarán, en su caso, a esta última». Tal
disparidad de leyes plantea problemas importantes, y de difícil solución. Sin perjuicio de que se pueda reclamar, como hace Font Segura, un cambio legislativo que
apueste por regular la sucesión testamentaria y la contractual por la ley personal del
causante en el momento de su otorgamiento, la regla general al respecto es que la
ley del lugar del otorgamiento rige los temas de capacidad y formas testamentarias,
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así como la legalidad, eficacia e interpretación de las disposiciones testamentarias;
en cambio, los aspectos más estructurales y de fondo de la sucesión, quedan sujetos
a la ley personal del causante en el momento de su fallecimiento.
Veamos algunos ejemplos:
a) Se rigen por la ley personal en el momento del otorgamiento, entre otras, la validez de un testamento mancomunado, por comisario o en peligro de muerte, el alcance
de la institución hereditaria a favor de una persona y de sus hijos (distinto en los arts. 771
CCEsp y 423-7.1 CCCat), o la validez de una institución de heredero por fiduciario.
b) En cambio, se rigen por la ley personal en el momento del fallecimiento: el
régimen jurídico del albacea, el derecho del heredero a la cuarta falcidia o la institución
de heredero en cosa cierta (diferente en los arts. 768 CCEsp y 423-3 CCCat).
d) Respecto a las legítimas, el art. 9.8 CCEsp dice que, en caso de cambio de
vecindad, las legítimas se regirán por la ley personal del causante en el momento
de su fallecimiento.
Ello también plantea problemas como, por ejemplo, en materia de imputación. Si el
causante sujeto al CCEsp hace una donación a uno de sus hijos, esta donación, conforme
al art. 819.1 CCEsp, se imputa a la legítima; si cuando el causante fallece tiene vecindad
civil catalana, la regla general establecida en el art. 451-8.1 CCCat es que para que la donación entre vivos sea imputable a la legítima debe existir pacto expreso de imputación,
o que se haya hecho en pago o a cuenta de la legítima.
e) Y, finalmente, el art. 9.8 CCEsp acaba diciendo que «los derechos que por
ministerio de la ley se atribuyan al cónyuge supérstite se regirán por la misma ley
que regule los efectos del matrimonio, a salvo siempre las legítimas de los descendientes».
El precepto fue introducido en la Reforma del CCEsp por Ley 11/1990, para conseguir que, dado que a partir de dicha Ley los cónyuges podían tener distinta vecindad
civil, una ley única rigiese sus derechos sucesorios (y evitar de esta manera que, por
ejemplo, tratándose de un cónyuge catalán y otro sujeto al CCEsp, resultase que, fallecido uno sin hacer testamento y con descendencia, si era catalán su consorte tuviese derecho al usufructo de toda la herencia, mientras que si fallecía el otro consorte, cuya ley
personal era el CCEsp, el viudo sólo tendría derecho al usufructo del tercio de mejora).
Pero la interpretación del precepto no ha sido pacífica y, concretamente, se ha discutido
el alcance de la expresión «derechos que por ministerio de la ley se atribuyan al cónyuge
supérstite», esto es, si comprende sólo los derechos ligados al matrimonio de naturaleza
familiar (los denominados beneficios viduales como, por ejemplo, el año de luto, del
art. 231-31), o si también alcanza los derechos sucesorios (como el usufructo universal
en caso de sucesión intestada o la cuarta vidual en Cataluña, o los derechos legitimarios
en usufructo del cónyuge viudo en el Código Civil español). La cuestión fue resuelta
en dos autos similares del Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, uno
de 4.12.1995, y otro de 10.12.1997. Los supuestos de hecho fueron parecidos: fallecida
intestada una persona de vecindad civil catalana, pero casada en régimen de gananciales
del CCEsp, el registrador negó la inscripción del usufructo universal que correspondía
al cónyuge viudo en virtud del art. 331 CS, al entender que le correspondía únicamente
el usufructo del tercio de mejora (art. 834 CC). Mientras el registrador sostenía que la
ley que rige los efectos del matrimonio regula todas y cada una de las atribuciones que
corresponden al cónyuge supérstite, el notario consideraba que la ley que rige los efectos
del matrimonio se aplica sólo a las atribuciones legales de carácter familiar que surgen
a favor del viudo al fallecer su cónyuge, pero no a las atribuciones legales que correspondan al cónyuge supérstite por ministerio de la ley ligadas al régimen económico matrimonial, sean de carácter familiar o sucesorio. El presidente del TSJC dictó los citados
dos autos en los que desestimó los recursos del notario, argumentando que: 1) «Una
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interpretación lógica, histórica, sistemática y literal se opone frontalmente a la sugestiva posición del recurrente. En primer lugar vela mejor por la defensa del principio de
igualdad el vincular los efectos sucesorios a un sistema pactado o pactable matrimonial,
parigualando (sic) a ambos cónyuges y así es el espíritu de la Ley reformadora de 1990.
2) Sistemáticamente, es evidente que el art. 9.8 en su general contexto, se refiere al régimen sucesorio en su generalidad, sin restricciones, y sólo así es compatible su mención
última a los derechos legitimarios de los descendientes. 3) Finalmente, la interpretación
literal del precepto no encierra mayores dudas y no es lícito al intérprete distinguir donde
la Ley no distingue». Recurrido en ambos casos ante la DGRN el auto del presidente
del TSJC, se estimaron ambos recursos, con una doctrina poco clara, por las RDGRN
11.3.2003, y 18.2.2003; en ellas se alegó la trayectoria parlamentaria del precepto, la
regla general del art. 9.8 de que la sucesión se rige por la ley personal del causante en
el momento de su fallecimiento, que la remisión a la ley que regula los efectos del matrimonio no es clara, y que el art. 9.3 CCEsp prevé la mutabilidad de la ley que rija los
efectos del matrimonio. En definitiva, para la DGRN los derechos a los que se refiere
el art. 9.8 CCEsp son los derechos de naturaleza familiar, lo que prácticamente deja en
papel mojado el inciso final del art. 9.8 CCEsp y con ello queda sin efecto la razón que
impulsó la Reforma de 1990.
1.4. Las normas de derecho transitorio
La DT 1.ª de la Ley 10/2008, de 10 julio, establece la regla general de la irretroactividad de la normativa del Libro IV CCCat, al disponer que «se rigen por esta
Ley las sucesiones abiertas y los testamentos, codicilos, memorias testamentarias y
pactos sucesorios otorgados después de su entrada en vigor». Las DT 2.ª a 8.ª establecen normas de derecho intertemporal en relación a ciertas instituciones concretas, que se irán viendo en sucesivos capítulos (salvo la relativa a la reserva vidual,
que analizaremos al final del presente capítulo). Y la DT 9.ª dispone que «en todo
lo no previsto en las disposiciones transitorias de esta ley, las sucesiones abiertas
antes de su entrada en vigor se rigen por la ley aplicable en el momento de apertura
de la sucesión, según resulte de las disposiciones transitorias que establecen el Decreto Legislativo 1/1984, de 19 de julio; la Ley 9/1987, de 25 de mayo, de sucesión
intestada; la Ley 11/1987, de 25 de mayo, de reforma de las reservas legales, y la
Ley 40/1991, de 30 de diciembre, del Código de Sucesiones por causa de muerte en
el derecho civil de Cataluña».
2. La eficacia jurídica de la muerte
2.1. En relación con las situaciones jurídicas que afectaban
al causante
La muerte de una persona produce efectos muy diferentes en relación con las
distintas situaciones jurídicas de las que formaba parte el difunto: algunas de ellas
subsistirán, integrando la herencia, mientras que otras se extinguirán.
Esta idea puede deducirse del art. 411-1 que, tras señalar que «el heredero sucede en
todo el derecho de su causante», añade que, «consecuentemente, adquiere los bienes y
derechos de la herencia, se subroga en las obligaciones del causante que no se extinguen
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por la muerte, queda vinculado a los actos propios de éste y, además, debe cumplir las
cargas hereditarias» (respecto a la vinculación de los herederos a los actos propios del
causante, véase el capítulo 5, epígrafe 1). La redacción del precepto es mejorable, pues
la referencia explícita a la no extinción por la muerte debería hacerse no sólo a las obligaciones (aquí, sinónimo de deuda), sino también a los «bienes y derechos». Resulta más
precisa la formulación del art. 659 CCEsp, según el cual «la herencia comprende todos
los bienes, derechos y obligaciones de una persona, que no se extingan por su muerte».
Podemos distinguir los aspectos que detallamos a continuación.
2.1.1. Situaciones jurídicas de carácter personal o familiar
Las situaciones jurídicas de carácter personal o familiar desaparecen con su
titular, al tratarse de relaciones intuitu personae. No se pueden transmitir mortis
causa, como tampoco se podrían transmitir inter vivos.
Las potestades o cargos de naturaleza familiar, como la potestad del padre y de la
madre o la tutela, no se transmiten por causa de muerte; en el caso de la potestad, por
ejemplo, la muerte de uno de sus titulares dará lugar a la concentración de la potestad en
el otro progenitor, o al nombramiento de un tutor. Tampoco se transmiten los derechos de
carácter político (por ejemplo, el cargo de diputado del Parlamento de Cataluña, o el de
presidente de un consell comarcal), los derechos de carácter corporativo (por ejemplo, el
decano de un colegio de abogados), o los cargos (por ejemplo, el presidente de un club
de fútbol).
2.1.2. Relaciones jurídicas de carácter patrimonial
Por regla general, las relaciones jurídicas de carácter patrimonial son transmisibles, tanto inter vivos como mortis causa. Si una persona puede vender o puede
donar su casa, nada impediría a priori su transmisión mortis causa. El destino del
patrimonio relicto, y las posibles limitaciones legales a la voluntad del causante,
es una cuestión de política legislativa. Por ejemplo, el legislador podría disponer
que, fallecida una persona, los bienes de que fuera titular se convirtiesen en bienes
vacantes que podría adquirir el primero que los ocupase, o que estos bienes pasasen
a ser propiedad del Estado, o que los créditos o los derechos reales se extinguiesen,
o que la cuota en un bien acreciera al resto de cotitulares.
La inmensa mayoría de sistemas jurídicos modernos ha optado por la admisión
de la transmisibilidad mortis causa (a los particulares) de las relaciones jurídicas de
carácter patrimonial, y por la primacía de la voluntad del causante a la hora de decidir el destinatario de los bienes. En el caso de España, el art. 33.1 de la Constitución
reconoce el derecho a la herencia. Por otra parte, carecería de toda lógica admitir la
donación entre vivos, y rechazar las disposiciones por causa de muerte. De la misma manera que puede donarse, debe poderse destinar mortis causa. La tributación
de las adquisiciones mortis causa —vía por la que, indirectamente, por medio de
unos tipos impositivos elevados, se podría dar entrada a mecanismos confiscatorios— se equipara en términos generales a las adquisiciones gratuitas inter vivos.
Por otro lado, debe tenerse en cuenta que el tráfico económico sufriría gravísimos
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pedro del pozo carrascosa/antoni vaquer aloy/esteve bosch capdevila
inconvenientes si la subsistencia de un crédito quedase supeditada al hecho incierto
de la muerte del titular activo o pasivo.
En definitiva, la regla general es la transmisibilidad mortis causa de las relaciones jurídicas de carácter patrimonial; el art. 1257 CCEsp empieza diciendo que «los
contratos sólo producen efecto entre las partes que los otorgan y sus herederos».
Ello significa que la muerte de una persona extingue su titularidad, pero no
extingue, en cambio, la posición jurídica, que subsistirá en cabeza de sus herederos.
Una consecuencia de ello, como veremos en el capítulo 3, es que el testamento no
puede calificarse como un negocio dispositivo, pues la pérdida de la titularidad no
viene determinada por la voluntad del sujeto, sino por el hecho de su muerte; el testamento es, en consecuencia, un acto de destinación en el que el testador se limita
a designar el destinatario de unos bienes cuya pérdida de titularidad viene impuesta
por el hecho objetivo de su muerte.
En ocasiones, sin embargo, la muerte del titular produce la extinción del derecho. Ello sucede en los siguientes casos:
a) En los derechos vitalicios, es decir, derechos cuya duración se hace depender de la vida de su titular. Ello se produce por voluntad de las partes (así, el
usufructo, art. 561-16.1.a), que la ley puede llegar a presumir, como en los casos de
los derechos de uso y de habitación, art. 562-2); y por disposición de la ley, como
en el caso del usufructo universal del cónyuge viudo [art. 442-4.3, en relación con
el art. 561-16.1.a)] o el mandato (art. 1732 CCEsp).
b) En los derechos personalísimos, es decir, derechos que se constituyen intuitu personae, como en el caso del derecho de alimentos [art. 237-13.1.a)], el derecho a percibir una pensión periódica [art. 16.1.a) LPP], o el arrendamiento de
obra, cuando la obra se ha encargado por razón de las cualidades personales del
arrendatario (art. 1595.1 CCEsp).
Resulta ilustrativo el art. 1742 CCEsp, que distingue los supuestos en los que el
derecho del comodatario es transmisible o no a sus herederos: «Las obligaciones y derechos que nacen del comodato pasan a los herederos de ambos contrayentes, a no ser que
el préstamo se haya hecho en contemplación a la persona del comodatario, en cuyo caso
los herederos de éste no tienen derecho a continuar en el uso de la cosa prestada».
Es transmisible el activo, pero también el pasivo. Lo que es objeto de transmisión
mortis causa es todo el patrimonio del fallecido —a quien denominamos causante
(de la sucesión)—, que incluye los bienes y derechos, pero también las deudas.
2.1.3. En relación con los títulos adquisitivos
Tanto para el heredero como para el legatario, la muerte es el momento de la eficacia de su título. En el caso del título de heredero, ello se consigue mediante la eficacia retroactiva de la aceptación al momento de la muerte del causante (art. 411-5).
En el caso del legado, la aceptación del legatario produce la «consolidación» del
derecho que adquirió en el momento de la muerte del causante, sea la titularidad del
bien objeto del legado si éste es de eficacia real, sea un derecho de crédito contra el
gravado si es un legado de eficacia obligacional (art. 427-16.1, en relación con los
arts. 427-10, 427-14.1 y 427-15.1; véase el capítulo 9).
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