Actualidad administrativa, nº 2

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El desistimiento de la Administración en el TRLCSP
Por Jesús Punzón Moraleda y
Francisco Sánchez Rodríguez
Profesores de Derecho administrativo, UCLM
A Fondo
El desistimiento de
la Administración es
una forma de
resolución de
contratos utilizada
por los poderes
adjudicadores como
medio para
salvaguardar el
interés general. Es
entorno a este
elemento esencial
donde gira su
procedencia como
un medio eficaz que,
no obstante de estar
limitado, lleva
aparejado un
margen amplio de
apreciación como
consecuencia con la
función que el
TRLCSP le tiene
encomendado.
SUMARIO
I.
INTRODUCCIÓN.
II. CONCEPTO DE DESISTIMIENTO.
a) Las resoluciones potestativas.
b) Resoluciones por mutuo acuerdo.
c) Resoluciones unilaterales .
III. REGULACIÓN DEL DESISTIMIENTO EN EL TRLCSP.
A) Regulación general del desistimiento en la fase relacionada con el procedimiento de adjudicación por la Administración (art. 155).
B) La regulación del desistimiento como causa de resolución de los contratos en la fase de ejecución.
IV. CONCLUSIONES.
V. BIBLIOGRAFÍA.
I. INTRODUCCIÓN
El desistimiento es una prerrogativa que se ha arrogado la Administración desde que se aprobó el Reglamento de Contratación de las
Corporaciones Locales, aprobado por Decreto de 9 de enero de 1953
–en adelante RCCL–. El RCCL presentó novedades notables y, en general, fue alabado por la doctrina como una norma con una técnica muy
depurada, abandonando, como bien indicó el profesor GARCÍA DE ENTERRÍA (1) la teoría del contrato administrativo para adoptar una concepción rigurosa de todo contrato de la Administración. Desde esta
perspectiva innovadora, el legislador reguló en el art. 70 RCCL por vez
primera el desistimiento del contrato en su totalidad por parte de la
(1)
GARCÍA
DE
ENTERRÍA, Eduardo, «Dos regulaciones orgánicas de la contratación administrativa»,
Revista de Administración Pública, núm. 10, enero-abril, 1953, p. 268.
210
Jesús Punzón Moraleda y y Francisco Sánchez Rodríguez
Administración. En el mismo se establecía que el desistimiento podía provenir en dos momentos
individualizados:
a) Que la Administración desistiera de realizar lo que fuere objeto de la obligación contraída
en el contrato.
b) Que la Administración entendiera que fuese más conveniente asumir por ella misma su
ejecución (para lo que se tendrían que observar los supuestos contemplados en el art. 311 de
la Ley).
El supuesto a), es una opción singular en cuanto que no supone que la Administración decida
llevar a fin lo pactado de forma distinta, sino que en línea con la definición que nos facilita el
Diccionario de la Lengua Española (Vigésima segunda edición) el desistimiento se concebía
como la acción y efecto de desistir, es decir, apartarse de un intento proyectado en vista de ser
ejecutado (2). Para GARCÍA DE ENTERRÍA (3), el desistimiento es una forma de terminación del
procedimiento configurado desde el apartamiento voluntario del interesado de la acción inicialmente emprendida. De esta forma, el desistimiento, argumenta el citado autor, se refiere
única y exclusivamente al concreto procedimiento en el que se produce y deja intactos los
eventuales derechos que puedan asistir al interesado y que éste podrá ejercer, si le conviene,
más adelante en otro procedimiento distinto.
Esta definición explicitada en las explicaciones del Cap. XX —Procedimiento Administrativo
—, se refiere a un concepto que concierne a los derechos subjetivos del interesado y que, en
el seno de dicho procedimiento regulado en aquel momento la LPA eran muy similares. Sin
embargo, existe un trasfondo que, finalmente, se ha aplicado a los contratos.
En el ámbito de los contratos públicos, el desistimiento o la renuncia (4), en su caso, supone
que cuando el poder adjudicador abandona la pretensión de forma unilateral está reconociendo
que automáticamente se van a producir unos derechos, en todo caso distintos a los que le
hubieran correspondido de haber continuado el procedimiento contractual según cauces normales. Por tanto, en su configuración actual, el desistimiento es un acto que tiene como única
finalidad la conclusión de un procedimiento contractual, ya lo sea en la fase de adjudicación, ya
(2)
(3)
(4)
Joaquín ESCRICHE en su Diccionario Razonado de legislación civil, penal, comercial y forense, Valencia, 1838, p. 174, define el
término desistimiento de la siguiente forma: «La abdicación o abandono de algún derecho; renuncia de una convención empezada
à ejecutar; la deserción de la apelación de una sentencia; el apartamiento de la acción, demanda, acusación ó querella. En un
apalabra, desistir, abandonar, abdicar, renunciar, desamparar, dejar y apartarse, significan la misma cosa…».
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, Curso de Derecho Administrativo, T. II, Ed. Civitas, Madrid, 1977, pp. 409 y ss.
Son varios los autores que han hecho una distinción expresa entre desistimiento y renuncia. Valga por todos la realizada por Jorge
CUERDA MAS en su estudio «La renuncia contractual e incautación de la garantía definitiva», Revista Electrónica CEMCI, núm. 12-13,
junio-diciembre, 2011, p. 2: «La renuncia constituye la abdicación a continuar o ejecutar un determinado contrato, mientras que
el desistimiento no impide, una vez efectuado, iniciar de nuevo ese mismo contrato del que previamente se ha desistido».
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En el Derecho histórico contractual público ha existido cierta relajación a la hora de formular
exigencias que debía llevar a cabo la Administración Pública y, en este sentido, por ejemplo, no
existía obligación de notificar el desistimiento, no sólo en el ámbito que tratamos, sino también,
ad exemplum, en el de la expropiación forzosa, para lo cual no hace falta sino leer en referencia
a la retrocesión –reversión en terminología actual– el art. 43 de la LEF en su versión original,
en el que no aparecía plazo dentro del cual existiera la obligación por parte de la Administración
a notificar la inejecución de la obra pública por tener, el propietario, precisamente, un derecho
de expectativa.
El desistimiento de la Administración en el TRLCSP
en la fase de ejecución, por lo que en el momento que se dicte resolución con tal fin se automatiza
el abandono de la pretensión contractual.
Piénsese que el desistimiento puede ser concebido como un mero «accidente» en la vida
del proceso contractual, pues aunque la aprobación del TRLCSP se centra en una infracción
insubsanable, nada impide que una vez corregida la infracción, persista el interés por continuar
con la celebración objeto del contrato. Por otra parte, la renuncia queda vacía del interés en el
sentido expuesto, primero, porque en el supuesto de renuncia el contrato no existe, y segundo,
porque ya no existe interés en celebrar el contrato propiamente dicho.
En cuanto al supuesto b), hay que realizar algunas observaciones. Se debe poner de relieve
que el art. 1594 del Código civil –Desistimiento del dueño de la obra previo pago al contratista
de gastos y perjuicios– establece que «El dueño puede desistir, por su sola voluntad, de la
construcción de la obra aunque se haya empezado, indemnizando al contratista de todos sus
gastos, trabajo y utilidad que pudiera obtener de ella», por lo que remitiéndose al contenido del
art. 311 se establecía una limitación, y por tanto, la regulación era menos permisiva, que la
propia recogida en el Código civil en favor del dominus operis.
Con la promulgación del Reglamento General de Contratación (5) –en adelante, RGC–, se
incorporaron a la legislación vigente varias referencias al desistimiento respecto de las cuales
tal vez la más significativa es la encuadrada en el parágrafo cuarto del art. 162, en la que literalmente se indicaba: «El desistimiento de las obras por la Administración tendrá los mismos
efectos que la suspensión definitiva de las mismas». Por tanto, lo que directamente se señala es
que se equiparaban los efectos resarcitorios entre suspensión y desistimiento, es decir, el contratista tendría derecho a recibir el "beneficio industrial" de las obras dejadas de realizar (art. 55
Ley de Contratos del Estado –en adelante, LCE–), entendiéndose por beneficio industrial a los
efectos descritos la cantidad resultante de aplicar el coeficiente del 6% al presupuesto de ejecución material, con deducción de la baja de licitación, en su caso [art. 68.b) del RGC].
En la ya añeja sentencia del TS de 21 de mayo de 1968, confirmatoria de otra de la Audiencia
Territorial de Burgos, se establece otra variante en relación con la legislación vigente en aquel
momento, que sería el desistimiento unilateral de la Administración antes de la adjudicación
definitiva (hoy día ubicado en el art. 155 TRLCSP), pues, se afirma que, aun cuando en las normas
administrativas no se encuentra precepto alguno de carácter genérico que expresamente lo
indique, si bien ambos contratantes, y muy especialmente la Administración, pueden desistir
unilateralmente después de existente el contrato, con mayor razón habrá de aceptarse la posibilidad de que se haga antes.
A Fondo
La Ley 13/1995 –en adelante, LCAP–, por el contrario, establecía varias referencias al desistimiento. En el art. 8.3.b) LCAP –Contratos Administrativos Especiales– se dispuso para esta
tipología de contratos, que era causa de rescisión el desistimiento o la suspensión del contrato…
por la Administración…
Asimismo, en el art. 150.c) LCAP (6) –Resolución del contrato de obras. Causas de resolución– se indicaba como causa de resolución el desistimiento acordado por la Administración,
(5)
(6)
Reglamento General de Contratación, aprobado por Decreto 3410/1975, de 25 de noviembre(BOE núms. 311 y 312 de 27 y
29 de diciembre de 1975).
Insertamos en el texto el apartado c) tal y como quedó redactado por la Ley 53/1999, por la que se modificó la Ley 13/1995
(BOE núm. 311 de 29 de diciembre de 1999).
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estableciéndose como efectos de la resolución en el art. 152.4 LCAP –Efectos de la Resolución–
el abono por parte de la Administración del 6% del precio de las obras dejadas de realizar en
concepto de beneficio industrial.
Dentro de la misma norma, y referido en esta ocasión al contrato de suministro, el art. 193.b)
LCAP –Causas de resolución–, se establecía como causas de resolución el desistimiento (equiparable a la suspensión del suministro por un plazo superior al año –salvo que en el pliego se
hubiera establecido un plazo menor por la Administración–). Y como efecto de este desistimiento particular, el art. 194.3 LCAP –Efectos de la resolución– disponía que el contratista tenía
derecho a un 6% del precio de las entregas dejadas de realizar en concepto de beneficio industrial.
Finalmente, en el art. 214.b) LCAP –De la resolución de los contratos de consultoría y asistencia y de los servicios. Causas de resolución–, se disponía el desistimiento como causa de
resolución.
Los preceptos señalados no sufrieron modificación alguna tras la aprobación del TRLCAP
(7), por lo que sólo haremos referencia al Real Decreto 1098/2001, de 12 de octubre (8) –en
adelante, RD 1098/2001– Reglamento de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas.
Al desistimiento dedica solamente un artículo, el 171.2 –Desistimiento y suspensión de las
obras–, en el que se declara de forma breve y sencilla que el desistimiento de las obras por
parte de la Administración tendrá los mismos efectos que la suspensión definitiva de las mismas.
La situación de la regulación del desistimiento tras la aprobación de la LCSP ha sido importante en cuanto a la matización de causas y efectos jurídicos. Vamos a realizar un breve estudio
ya con el texto del TRLCSP en vigor.
II. CONCEPTO DE DESISTIMIENTO
El desistimiento, atendiendo al diseño actual del TRLCSP, viene marcado por un doble concepto. Por un lado, como tendremos oportunidad de ver, el que se recoge en el art. 155, y por
otro, el que se aplica a los contratos de obras (arts. 237.c) y 239.4, suministros [arts. 299.b) y
art. 300.3[ y servicios [arts. 308.b) y art. 309.3].
El concepto de desistimiento que el legislador ha dispuesto en el art. 155 se trata de un
adjudicación del contrato. No se trata de un desistimiento potestativo sino reglado (9) y condicionado por la existencia de en una infracción no subsanable de las normas de preparación del
contrato o de las reguladoras del procedimiento de adjudicación. En este sentido, debemos
advertir que aunque el desistimiento es reglado el órgano de contratación posee cierto margen
de apreciación derivado de la prerrogativa de interpretación contenida en el art. 210 TRLCSP,
interpretación intrínsecamente fiscalizada por los tribunales que en su caso correspondan.
Por otra parte, podemos englobar el concepto que se le puede atribuir en su conjunto a la
resolución derivada del desistimiento de los contratos de obras, suministros, y servicios. Para
(7)
(8)
(9)
Real Decreto Legislativo 2/2000, de 16 de junio(BOE núm. 148 de 21 de junio de 2000).
BOE núm. 257 de 26 de octubre de 2001.
Véase en este sentido a DÍEZ SASTRE, Silvia, La tutela de los licitadores en la adjudicación de contratos públicos, Ed. Marcial Pons,
2012, p. 114.
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desistimiento del procedimiento que el órgano de contratación sólo podrá acordar antes de la
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este supuesto debemos distinguir las distintas acepciones que el legislador ha atribuido a la
resolución de los contratos. Desde esta posición, hemos de distinguir, también como prerrogativa de la Administración contenida en el art. 210 TRLCSP: a) resoluciones potestativas; b)
resoluciones por mutuo acuerdo, y c) resoluciones unilaterales.
a) Las resoluciones potestativas
La resolución potestativa es un tipo de resolución tradicional en materia de contratos. Ya,
por ejemplo, el Informe 21/67, de 7 de julio de 1967 de la JCCA, establecía que si se superaba
el límite del ius variandi se incurría en causa de resolución potestativa del contrato, salvo que
se produjera una variación sustancial, en cuyo caso, la resolución era obligatoria para la Administración.
En el ámbito propio del TRLCSP, en el Libro IV –Efectos, cumplimiento y extinción de los
contratos administrativos–, Capítulo V –Extinción de los contratos–, Sección 3.ª –Resolución
de los contratos–, art. 224.5 –Aplicación de las causas de resolución– se establece, por ejemplo,
que en caso de declaración de concurso y mientras no se haya producido la apertura de la fase
de liquidación, la Administración potestativamente continuará el contrato si el contratista prestare las garantías suficientes a juicio de aquélla para su ejecución. Por otra parte, en la regulación
que contiene el art. 270 TRLCSP –Aplicación de las causas de resolución– (en relación con la
Extinción de las concesiones) hay que tener presente que la declaración de insolvencia y, en
caso de concurso, la apertura de la fase de liquidación, así como las causas de resolución
previstas en los párrafos e), g), h) e i) del artículo 269 originarán siempre la resolución del
contrato. En los restantes casos, será potestativo para la parte a la que no le sea imputable la
causa instar la resolución. Finalmente, exponemos un último ejemplo, el que se contiene en el
art. 212.5 y 6 –Ejecución defectuosa y demora–, según el cual cada vez que las penalidades
por demora alcancen un múltiplo del 5 por 100 del precio del contrato, el órgano de contratación
estará facultado para proceder a la resolución del mismo o acordar la continuidad de su ejecución
con imposición de nuevas penalidades, mientras que en el aparatado se dispone que la Administración tendrá la misma facultad a que se refiere el apartado anterior respecto al incumplimiento por parte del contratista de los plazos parciales, cuando se hubiese previsto en el pliego
de cláusulas administrativas particulares o cuando la demora en el cumplimiento de aquéllos
haga presumir razonablemente la imposibilidad de cumplir el plazo total.
b) Resoluciones por mutuo acuerdo
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Se trata de resoluciones que comportan la confluencia del consentimiento de ambas partes
contratantes para dejar sin efecto el contrato vigente (10).
A este tipo de resolución hace mención, con carácter general el art. 223.c) TRLCSP –Causas
de resolución– cuando indica entre las causas de resolución del contrato «el mutuo acuerdo
entre la Administración y el contratista». No obstante, a este tipo de resolución el TRLCSP le
establece un límite no siempre compartido por la doctrina (11). Nos referimos al contenido en
el art. 224.4 TRLCSP –Aplicación de las causas de resolución–, en cuanto establece que «la
(10) Véase al respecto para mayor profundidad los estudios de GARCÍA-TREVIJANO GARNICA, Ernesto, «La Extinción de los contratos administrativos por mutuo acuerdo», RAP, núm. 127, enero-abril, 1992, pp. 85 y ss; y RIVERO ORTEGA, Ricardo, «Acerca de la extinción
de los contratos administrativos», Revista Andaluza de Administración Pública, núm. 30, abril-mayo-junio, 1997, pp. 71 y ss.
(11) Léanse en este sentido las aportaciones de RIVERO ORTEGA, Ricardo, «Acerca de la extinción…», op. cit. p. 76.
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resolución por mutuo acuerdo sólo podrá tener lugar cuando no concurra otra causa de resolución que sea imputable al contratista, y siempre que razones de interés público hagan
innecesaria o inconveniente la permanencia del contrato» (12). Es posible encontrar sin dificultad otros ejemplos a lo largo del texto del TRLCSP [arts. 269.d), art. 270.4, 271.6, etc.].
c) Resoluciones unilaterales (13)
Este tipo de resoluciones están revestidas de carácter «de parte» en cuanto que es sólo una
de las partes intervinientes en el contrato la que jurídicamente está revestida de auctoritas para
determinar, ejercer o ejecutar de forma individualizada una acción determinada. Son las que por
definición tradicional se incluyen como resoluciones por desistimiento, o como causa del desistimiento de la Administración por pérdida de interés de ésta en el negocio contractual y como
expresión más estricta de la prerrogativa que tiene la Administración y que el legislador estipula
en el citado art. 210 TRLCSP.
Ya en la jurisprudencia de los años 90 podemos encontrar referencias de este concepto
interrelacionado entre resolución unilateral y desistimiento (véanse, por ejemplo, las SSTS de
19 de junio de 1990 y de 14 de febrero de 1992).
El desistimiento se ha convertido, por tanto, en una potestad de la que la Administración se
ha investido para salvaguardar los intereses públicos, es decir, le ha hecho hacer del desistimiento una necesidad para poder intervenir en la ejecución del contrato.
1. ¿Existe el «desistimiento tácito»?
En algunos estudios se suele ver descrito un tipo de desistimiento que algunos autores
denominan desistimiento tácito.
Si analizamos la jurisprudencia, encontramos añosas sentencias que sin tapujos ya avalaban
nuestra argumentación. Así, por ejemplo, la STS de 20 abril de 1978, en la que se solicitaba la
resolución de un contrato de obra pública en base a diferentes motivos, uno de los cuales era,
precisamente, según la parte demandante, la existencia de un supuesto concreto de desistimiento tácito. A lo que se le responde de forma adecuada que en vistas de las alegaciones que
se presentaron había que denegar la petición pues el desistimiento tácito no existía, y que por
el contrario, debía ser expreso: «(…) la modalidad de extinción de los contratos administrativos
que implica el desistimiento unilateral por parte de la Administración, requiere el acuerdo expreso en tal sentido, sin que quepa hablar de un tácito desistimiento…».
Para GARCÍA-TREVIJANO (14), la admisión del desistimiento tácito, plantea muchos problemas,
pues habría en dicho supuesto que extraer un desistimiento implícito de la conducta de la Administración. Entiende que si no media una resolución administrativa que se pronuncie sobre
tal extremo (aunque el escrito no se califique expresamente como desistimiento) difícilmente
(12) Génesis sobre dicha regulación que podemos encontrar con alguna variante en el art. 113.4 y 114.2 de la LCAP en su versión
original, que a su vez trasladó los artículos de forma invariable de la LCE y el RGCE.
(13) Para un estudio más profundo sobre el tema se recomienda leer el capítulo I de la obra de GARCÍA-TREVIJANO GARNICA, Ernesto,
Resolución del contrato administrativo de obra, Ed. Montecorvo, Madrid, 1996.
(14) GARCÍA-TREVIJANO GARNICA, Ernesto, Resolución del contrato…, op. cit., p. 185.
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Analizando las circunstancias particulares que revisten esta figura jurídica, hemos de adelantar que, en nuestra opinión, no existe como tal. Argumentaremos nuestra aserción.
El desistimiento de la Administración en el TRLCSP
podrá derivarse de la conducta de la Administración una voluntad de desistimiento, aunque deja
en el aire que en algún caso extremo (sin indicar ejemplo alguno al respecto) pudiera llegar a
admitirse tal categoría.
Tampoco podemos hacer valer como causa de desistimiento tácito, el mero transcurso del
tiempo, pues en algún momento temporal nos encontraríamos con que realmente lo que habría
ocurrido es una inactividad que llevaría aparejada la sanción de la suspensión, es decir, la de
desanudar o desligarse del contrato mediante la resolución del mismo. La superación de los
plazos en estos supuestos nunca podremos identificarlos ni como desistimiento tácito ni como
resolución unilateral.
Desde la exposición realizada tampoco podemos alinearnos con aquella jurisprudencia que
simplemente deduce de las actuaciones de la Administración la voluntad de renunciar a la ejecución del contrato (15).
Llegado a este punto nos hemos de formular una pregunta: ¿cuáles son los requisitos formales imprescindibles para que podamos hablar de desistimiento en sentido estricto? Pues
básicamente dos:
a) En el caso de desistimiento antes del acto de adjudicación: la existencia de una infracción
no subsanable de las normas de preparación del contrato o de las reguladoras del procedimiento
de adjudicación y la declaración expresa de desistimiento.
b) Y para el supuesto de desistimiento en la fase de ejecución del contrato: la declaración
unilateral de desistimiento expresa de la Administración teniendo en cuenta los límites formales
establecidos en el TRLCSP y en el RD 1098/2001.
El Tribunal Supremo no ha sido ajeno a una calificación muy clara y concisa del desistimiento.
Es de relevante importancia la STS de 20 de mayo de 1997 en la que se indica de forma expresa
que el desistimiento entraña una declaración expresa y unilateral, por parte de la Administración,
de poner fin al contrato exponiendo los motivos que, a su juicio, deciden tal actuación (16).
III. REGULACIÓN DEL DESISTIMIENTO EN EL TRLCSP
La estructura que se ha planteado en el TRLCSP tiene una mejor vertiente expositiva que el
TRLCAP aunque con el desorden conceptual que le es propio al TRLCSP. Desde esta perspectiva
estructural, se puede advertir:
a) Regulación general del desistimiento en la fase relacionada con el procedimiento de
adjudicación por la Administración (art. 155).
A Fondo
b) La regulación del desistimiento como causa de resolución de los contratos en la fase de
ejecución:
(15) Sobre esta jurisprudencia puede consultarse el estudio de GALLEGO CÓRCOLES, Isabel, «Renuncia a la celebración del contrato de
desistimiento del procedimiento de adjudicación», Contratación Administrativa Práctica, núm. 121, septiembre-octubre, 2012,
especialmente pp. 80 y 81. No podemos compartir que la jurisprudencia expuesta en el estudio pueda reconducirse con exactitud
al desistimiento de la Administración, sino a un incumplimiento de la Administración enmascarado en forma de resolución por
mutuo acuerdo, hecho que, según se estimaron los tribunales en los dos supuestos que se exponen, tampoco era cierto.
(16) En el mismo sentido puede consultarse el Dictamen del Consejo de Estado 1949/2007, de 22 de noviembre –Considerando IV–.
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1. En primer lugar, en referencia al contrato de obras [art. 237.c)] y efectos que se producen
con la resolución por desistimiento (art. 239.4).
2. En segundo lugar, en relación con el contrato de suministros [art. 299.b)) y efectos que
se producen con la resolución por desistimiento (art. 300.3).
3. Y, en tercer lugar, en referencia a los contratos de servicios (art. 308.b) y efectos que
se producen con la resolución por desistimiento (art. 309.3).
Veamos los dos apartados de forma individualizada.
A) Regulación general del desistimiento en la fase relacionada con el procedimiento de
adjudicación por la Administración (art. 155) (17)
En relación al fundamento de la infracción que conllevaría al desistimiento debemos hacer
las consideraciones siguientes. La evolución cuasi dogmática de esta figura jurídica en materia
de contratos públicos ha evolucionado hasta prácticamente eliminar el carácter de unilateralidad,
por más que el art. 210 TRLCSP establezca como parte de las prerrogativas que se «auto-concede» la Administración Pública, en su concepción generalista, la resolución de los contratos.
La idea, al menos en su concepción histórica, fue la de admitir el carácter unilateral dependiendo
de su configuración imperativa o voluntarista, estableciendo una nítida vinculación a la prerrogativa de desistimiento en su concepción de salvaguarda del interés público. En la concepción
actual, el desistimiento se liga a la existencia de una infracción no subsanable de las normas de
(17) Se puede consultar sobre el desistimiento en el procedimiento de adjudicación la siguiente resolución por su interés: Resolución
10/2012, 3 de febrero, del Tribunal Administrativo de Recursos Contractuales de la Junta de Andalucía.
(18) Sobre este particular puede consultarse el reciente estudio llevado a cabo por la profesora Isabel GALLEGO CÓRCOLES, Isabel, «Renuncia a la celebración…», op. cit., especialmente p. 104.
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Lo primero que hay que advertir es que se produce una regulación específica para aquellos
contratos en cuya adjudicación intervenga un poder adjudicador con calificación de Administración Pública (Capítulo I –Adjudicación de los contratos de las Administraciones Públicas– del
Libro III –Selección del contratista y adjudicación de los contratos–). En este sentido, en el art.
155.2 TRLCSP –Renuncia a la celebración del contrato y desistimiento del procedimiento de
adjudicación por la Administración– se dispone que la renuncia a la celebración del contrato
o el desistimiento del procedimiento sólo se podrá acordar por el órgano de contratación
antes de la adjudicación. La equiparación de estas dos tipologías se establece al compensarse
ambas respecto de los gastos que hubiesen originado, remitiéndose a la regulación establecida
en el anuncio, o en el pliego, según los casos, de acuerdo con los principios generales que rigen
la responsabilidad de la Administración. Hay que advertir que una interpretación correcta del
apartado 3 del art. 155 TRLCSP induce a pensar que la renuncia a la celebración del contrato
deberá instrumentalizarse si la misma se puede justificar debidamente por «razones de interés
público», estableciendo como «sanción temporal» la imposibilidad de promover una nueva licitación con el mismo objeto persistiendo las razones argüidas para fundamentar la renuncia a la
celebración del contrato. Por otra parte, el apartado 4, incide de forma exclusiva en el desistimiento del procedimiento y establece que el mismo quedará limitado a la fundamentación de
una infracción no subsanable de las normas de preparación del contrato o de las reguladoras del procedimiento de adjudicación, debiéndose justificar en el expediente la concurrencia de la causa (18) , aunque al contrario de lo que sucedía con la renuncia, el desistimiento
no impedirá la iniciación de un nuevo procedimiento de licitación.
El desistimiento de la Administración en el TRLCSP
preparación del contrato o de las reguladoras del procedimiento de adjudicación, hecho que,
por supuesto, se debe fundamentar de forma adecuada.
Desde una perspectiva más profunda, entendemos que sería posible calificar el desistimiento
como un instrumento de reconstrucción del contrato, como una forma de modificar los pliegos
una vez iniciada la licitación (19). Cierto es que se trata, como ya hemos entrever, de una
«cuasimodificación» o de una modificación virtual del Pliego de Cláusulas Administrativas Particulares, pues no se trataría del ejercicio del ius variandi concebido en el sentido clásico sino
como un ejercicio formal en la obligación de ajustarse a la legalidad vigente y, si se desea,
posteriormente, el reinicio del procedimiento con las modificaciones ya ajustadas de forma
conveniente. CUADRADO ZULOAGA (20) califica esta forma de modificación de oportunidad en el
sentido de que el acuerdo sobre el desistimiento corresponde adoptarlo al órgano de contratación sin sujeción a procedimiento alguno. En todo caso, podemos convenir que la concreción
del desistimiento que puede llevar a cabo el órgano de contratación debe entenderse circunscrita al uso adecuado de la discrecionalidad (21) en su formación interpretativa y adaptada, como
no puede ser de otra forma, como elemento jurídico reglado, a respetar la legalidad vigente.
Una variante interpretativa que también se puede traer a primer plano en relación con el art.
155.4 TRLCSP responde a si procede el desistimiento del procedimiento cuando el mismo se
fundamente en causa de nulidad. En nuestro criterio que no se puede conculcar la norma de
estudio confundiendo la acción procedimental, pues de existir alguna causa constatable de
nulidad en la fase de adjudicación se haría necesario utilizar un procedimiento de revisión de
oficio para la declaración de la misma, mientras que, como ya hemos comentado, el desistimiento debería ceñirse a una infracción no subsanable de las normas de preparación del
contrato o de las reguladoras del procedimiento de adjudicación (22).
A Fondo
Tal y como se puede observar a raíz de la exposición realizada, podemos coincidir con
DÍEZ SASTRE (23) en que el ente adjudicador tiene cierta discrecionalidad para valorar si concurren
las circunstancias que justifican el desistimiento del procedimiento. Por lo tanto, admitiéndose
dicha discrecionalidad es perfectamente asumible que en esta fase del contrato el desistimiento
pueda valorarse judicialmente, en caso de ser necesario y recurrido por el contratista dicho
acto, en función sobre todo que el concepto de infracción insubsanable queda inserta, a priori,
como concepto jurídico indeterminado, pudiéndose valorar con motivo de dicha fiscalización
tanto los hechos materiales o instrumentales que la hubiese motivado como los propiamente
temporales, hecho que, como bien resalta DÍEZ SASTRE (24), hace imposible que un juez pudiera
apreciar de oficio la inexistencia de razones para desistir antes de la adjudicación del contrato.
(19) Con opinión similar puede consultarse a Daniel CUADRADO ZULOAGA, «Modificación de los pliegos de contratación administrativa
durante el curso de la licitación», Actualidad Administrativa, núm. 7, abril, 2011, especialmente pp. 847 y 848.
(20) CUADRADO ZULOAGA, Daniel, «Modificación de los pliegos…», op. cit., pág. 848.
(21) En este sentido también se pronuncia DÍEZ SASTRE, Silvia, La tutela de los licitadores en la adjudicación de contratos públicos, Ed.
Marcial Pons, 2012, p. 114.
(22) Hemos de llamar la atención en que el texto del art. 155.4 TRLCSP dispone que debe existir una infracción insubsanable, por lo
que pudiera surgir la siguiente pregunta: ¿Qué hacer en caso de que la infracción sea subsanable? En primer lugar, hemos de
dejar de lado la posibilidad del desistimiento y, en segundo lugar, estimamos necesario retrotraer las actuaciones al punto que se
haga posible realizar la subsanación con el objeto de continuar el procedimiento.
(23) DÍEZ SASTRE, Silvia, La tutela de los licitadores, op. cit., p. 114.
(24) DÍEZ SASTRE, Silvia, La tutela de los licitadores, op. cit., p. 114.
218
Jesús Punzón Moraleda y y Francisco Sánchez Rodríguez
B) La regulación del desistimiento como causa de resolución de los contratos en la fase de
ejecución.
1. Referencia al contrato de obras [art. 237.c)] y efectos que se producen con la resolución por
desistimiento (art. 239.4).
Aunque el precepto es sencillo de redacción, se nos antoja complicado de entender por su
trascendencia. En primer lugar, hemos de manifestar que el legislador ha querido establecer
dos momentos distintos para el desistimiento. Uno, puntualmente antes de la adjudicación, con
unos efectos determinados, y otro, posterior, con otros efectos distintos.
En necesario, además, realizar una precisión. El supuesto que se plantea en este apartado
ha de circunscribirse al supuesto en el que las obras han sido ya iniciadas, pues para el caso
específico que no lo estuvieran, sería de aplicación el art. 237.b) TRLCSP.
Interpretado así el artículo en estudio, con una redacción similar a lo establecido en el art.
149 LCAP, no alcanzamos a comprender la razón por la cual en el art. 170 del Real Decreto
1098/2001, norma reglamentaria de desarrollo de la LCAP, introduce el término suspensión
definitiva, terminología que ni aparece en el LCAP ni, por supuesto, en el TRLCSP. Indicamos
esta cuestión como relevante porque parece que, en la regulación de la suspensión definitiva –
art. 170 RD 1098/2001–, ésta se introduce como un concepto declarativo causal, indicándose
que dicha suspensión definitiva sólo podría producirse por motivo grave, sin establecer mayor
argumentación o indicar una orientación de los posibles motivos que pudieran derivan en la
suspensión definitiva. Correlativa a esta disposición, el art. 171.1 RD 1098/2001 establece los
efectos jurídicos que se van a desprender de la calificación de la suspensión definitiva, es decir,
acordada por la Administración e imputable a ésta, dará derecho al contratista al valor de las
efectivamente realizadas y al 6% del precio de las obras dejadas de realizar en concepto de
beneficio industrial.
Hay que advertir, por tanto, que el art. 171 realiza una equiparación en cuanto a los efectos
jurídicos que se desprenden a tres bandas: por un lado, en lo que se califica como suspensión
definitiva, por otro, con las suspensiones de más de ocho meses, y por fin, con el desistimiento. ¿Tiene una regulación así formulada algún sentido? En otras palabras, el art. 149.c) LCAP ya
establecía una equiparación formal en cuanto a sus efectos, la resolución del contrato, entre la
suspensión de las obras por un plazo superior a ocho meses y el desistimiento, luego la suspensión definitiva, se podría haber formulado de forma contraria al principio de legalidad, pues
si el legislador hubiese querido admitir esta tipología de suspensión, entendemos que debería
haberlo sustanciado en el texto legal pertinente, hecho que no ocurrió en su momento, y que
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N.º 2 febrero 2013
Establecido el desistimiento como causa de resolución para el contrato de obras, se instaura
una equiparación de los efectos de la misma a la suspensión de las obras iniciadas por plazo
superior a ocho meses. En tales casos, bien se trate de una suspensión superior a ocho meses,
bien del desistimiento de la ejecución del contrato por parte de la Administración una vez comenzadas las obras, el contratista tendrá derecho al 6% del precio de las obras dejadas de
realizar en concepto de beneficio industrial, entendiéndose por obras dejadas de realizar las
que resulten de la diferencia entre las reflejadas en el contrato primitivo y sus modificaciones y
las que hasta la fecha de notificación de la suspensión se hubieran ejecutado. Además, y aunque
resulte evidente, también habrá de abonarse al contratista el valor de las obras realizadas.
El desistimiento de la Administración en el TRLCSP
no ha ocurrido con la aprobación del TRLCSP. Nuestra primera impresión es que se trata de un
artículo que no debe ser aplicado en relación con el TRLCSP por cuanto no desarrolla de forma
ejecutiva ningún precepto recogido en la Ley de referencia, y por tanto, se está extralimitando
en su concepción. ¿Por qué? La respuesta es bien sencilla. Entendemos que se estaría habilitando a la Administración a que en cualquier momento del proceso de ejecución de las obras
pudiera declarar la suspensión definitiva de las mismas por causa grave (sin que sepamos a
priori a qué tipo de causas se está refiriendo el art. 170 RD 1098/2001 y entendiendo que se
trata de un concepto jurídico indeterminado de difícil concreción).
Para entender con el detalle requerido las cuestiones planteadas parece necesario retroceder temporalmente en el tiempo. En este sentido, la primera vez que conocemos que fue
regulada la suspensión definitiva en un texto legal fue en los arts. 49 y 52.3 de la Ley de Bases
de Contratos del Estado –Ley 198/1993, de 28 de diciembre–. El art. 49 remite a al art. 52.3
para la regulación de la suspensión definitiva de las obras, estableciendo una equiparación en
cuanto a sus efectos con la suspensión temporal de las mismas por un plazo superior a un año,
acordada por la Administración. Tal y como se puede observar, se establecía la regulación en
una norma de rango legal pero, sin embargo, no se hace referencia alguna a las causas que
pueden originar su declaración por parte de la Administración que, no obstante, aparece en el
art. 131, párrafo 3.º, del Reglamento General de Contratación –Decreto 3.410/1975, de 25 de
noviembre–, con idéntica calificación que en el art. 170 del RD 1098/2001: «La paralización
total de las obras o la suspensión definitiva de las mismas sólo podrá verificarse por motivo
grave y mediante acuerdo del Órgano que celebró el contrato correspondiente, a propuesta del
facultativo competente de la Administración».
Pues bien, en el RGC dispone en su art. 148, parágrafo segundo, que «la suspensión definitiva
de las obras acordada por la Administración se regulará por lo dispuesto en el artículo 162 del
presente Reglamento (artículo 49 LCE)».
Además, el art. 157.3 RGC establece, igualmente, que es causa de resolución del contrato
de obras la suspensión definitiva de las obras, acordada por la Administración, así como la
suspensión temporal de las mismas, por un plazo superior a un año, también acordada por
aquélla, es decir, la misma dicción del art. 52.3 LBCE anteriormente indicado. Si acudimos al
art. 162 RGC, encontramos que literalmente indica: «Si la Administración decidiese la suspensión definitiva de las obras o dejase transcurrir un año desde la suspensión temporal, sin ordenar
la reanudación de las mismas, el contratista tendrá derecho al valor de aquéllas efectivamente
realizadas y al beneficio industrial de las dejadas de realizar» (25).
A Fondo
Hemos de advertir, finalmente, que también existía en origen una regulación específica en
la LCAP, art. 152.4, sobre esta cuestión: «Si el aplazamiento fuese superior a un año o decidiese
la Administración la suspensión definitiva de las obras, el contratista tendrá derecho al 6 por
100 del precio de las obras dejadas de realizar en concepto de beneficio industrial», regulación
que desapareció tras la aprobación del TRLCAP.
Explicados los antecedentes normativos conviene aportar una explicación plausible al apartado en estudio. El desistimiento aplicable como causa de resolución de un contrato de obras
ya iniciado, no tiene una regulación adicional y específica que le dé cobertura. Si atendemos al
(25) Hay que indicar que incluso existían una suspensión definitiva para el contrato de suministros (arts. 270 y 273.3 del RGC, hoy día
desaparecida del ámbito legislativo contractual.
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Jesús Punzón Moraleda y y Francisco Sánchez Rodríguez
Retomado el concepto de suspensión definitiva (26), hemos de manifestar que para que
pueda encajar en el engranaje establecido por el legislador hemos de concebirla como un puntual desistimiento unilateral de la Administración para el que, en principio, es indistinto que el
RD 1098/2001 califique como grave, suponiendo que admitamos su vigencia, pues el desistimiento, en la regulación respecto de la ejecución del contrato, no tiene calificación ni ropaje
alguno sobre el que pudiera descansar una afirmación de ese calibre. Lo que ocurre, para el
supuesto dado, es que nos encontraríamos ante una pérdida súbita de interés por parte de la
Administración con respecto al contrato que, en principio, no necesita justificación alguna. Por
tanto, ¿es lo mismo rescindir con o sin justificación «grave»? Entendemos que no, que debería
sancionarse de una forma más severa el desistimiento ante la inexistencia de razones graves
para llevar a cabo la resolución por desistimiento, hecho que, por otra parte, debería ser fiscalizado por una institución designada, existente, o de creación ex novo, al margen del órgano de
contratación, porque en medio de toda esta teoría contractual no podemos olvidar que existe
la figura del contratista, con determinadas expectativas y revestido en todo caso, en su bien
hacer, del principio de confianza legítima, que podría verse quebrantado de forma injustificada
y, posiblemente, no compensado con la regulación actual existente, en todo caso, volvemos a
insistir, no diferenciadora de ningún tipo de posición singular en referencia a la resolución por
desistimiento.
El desistimiento, en palabras propias del Consejo de Estado, ha sido en muchas ocasiones
admitido como causa resolutoria de los contratos, sin perjuicio de cualquier posible pacto de
mutuo disenso y siempre y cuando el contratista haya cumplido sus obligaciones de acuerdo
con lo establecido en la legislación reguladora de contratos públicos (Dictamen del Consejo de
Estado núm. 4.350/1997, de 6 de noviembre). Ahora bien, se indica en el Dictamen
1.208/2008, de 16 de octubre:
(26) En resumen, la suspensión definitiva se puede calificar como un supuesto de desistimiento unilateral de la Administración derivado
de la inactividad de la misma. Hemos de entender que la diferencia con el desistimiento en su concepción más estricta reside en
que la suspensión definitiva está precedida de un tiempo de inactividad, incluso de un tiempo ajustado a la calificación temporal
de la suspensión, y que, por tanto, además del perjuicio que se le produce al contratista es posible que se debiera tener en cuenta
de un lucrum cessans.
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ACTUALIDAD ADMINISTRATIVA
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concepto clásico, hemos de entender que la Administración puede desistir de la realización de
las obras en cualquier momento, sin esperar a que se produzca una inactividad de la misma que
deje en suspensión la obra por tiempo determinado o indefinido. Desde esta perspectiva, como
ya se indicó en su momento, se ha mantenido el desistimiento como una facultad clásica, similar
a la contenida para el contrato de obras en el artículo 1.594 del Código Civil para el «dueño» de
la obra; facultad que adquiere, si cabe, mayor vigor en el contrato administrativo como consecuencia de la potestad de la Administración de ajustarlo a las exigencias del interés público. Por
consiguiente, la Administración podrá desistir en cualquier momento respecto de la ejecución
del contrato de obras y resolver el mismo, acción que si se recoge como prerrogativa de la
Administración de forma expresa en el art. 210 TRLCSP, sin que sea necesario mayor ostentación. ¿Qué problemas de fondo plantea esta concepción del desistimiento? Desde nuestro
criterio sería necesario que algún precepto de la ley estableciera unas condiciones mínimas en
referencia al desistimiento. Desde este planteamiento nos podríamos plantear varias cuestiones:
¿Podría el desistimiento concurrir con alguna otra causa de resolución? ¿Es factible que pueda
existir algún tipo de incumplimiento por parte de la Administración, incluso que pudiera a afectar
a terceros, que pudiera eludirse mediante la resolución por desistimiento? Son preguntas que
quedan en el «aire contractual difuso» pero que de tener un sentido afirmativo nos deberían
hacer replantearnos algunas consideraciones que de momento se están pasando por alto.
El desistimiento de la Administración en el TRLCSP
«(…) también se ha insistido en que el desistimiento de la Administración constituye un
remedio excepcional ante una situación que, en la medida de lo posible, deberá evitarse que
se produzca. Y, en todo caso, la Administración sólo podrá desistir del contrato cuando
razones de interés público así lo aconsejen. No se configura como una opción de libre
utilización por la misma, sino como una solución a la que únicamente podrá acudirse cuando la prosecución de las actuaciones o de la ejecución del contrato perjudique al interés
público o sea incompatible con él. De ahí que la justificación de la decisión de la Administración
de resolver el contrato haya de constar en el expediente administrativo y de ellas deberá mantener oportuno conocimiento el contratista a los efectos pertinentes, incluida la posibilidad de
alegar contra la decisión de desistir y de impugnar la realidad misma de sus fundamentos en
relación con las exigencias de interés público (Dictamen del Consejo de Estado núm.
1.336/2005, de 17 de noviembre). Así pues, el desistimiento de la Administración, para que
resulte ajustado a Derecho, debe justificarse por razones de interés público que aconsejen
la resolución del contrato. En puridad, el interés público que justifica el desistimiento unilateral
de la Administración se ha venido apreciando en aquellas relaciones contractuales que, por
una alteración sobrevenida de las circunstancias, han perdido su objeto. No obstante, esta
causa de resolución también se ha utilizado en ocasiones para solventar determinadas incidencias en la ejecución de la prestación convenida que, aunque no puedan de calificarse de
incumplimientos imputables al contratista, aconsejan que éste sea relevado en aras del buen
fin del contrato: así lo ha entendido el Consejo de Estado, en su Dictamen 1.948/2007, de 22
de noviembre, favorable a la decisión por desistimiento de un contrato (…) en virtud de las
discrepancias surgidas entre el titular de este contrato y el contratista de las obras» –la negrilla
es nuestra–.
Tal y como se puede apreciar, de la doctrina del Consejo de Estado se pueden sacar varias
conclusiones:
1.ª El desistimiento de la Administración constituye un remedio excepcional de aplicación a
las relaciones contractuales del sector público.
2.ª Constituye un elemento imprescindible a tener en cuenta el que la Administración utilice
esta figura, se entiende que cuando se trata de un desistimiento una vez comenzada la ejecución
del contrato, pues cuando se trata de un desistimiento en la fase de adjudicación el supuesto
es reglado –art. 155.4 TRLCSP–) de forma justificada por razones de interés público.
- No existe libertad absoluta para el uso del desistimiento, sino como solución a la que
únicamente podrá acudirse cuando la prosecución de las actuaciones o de la ejecución del
contrato perjudique al interés público o sea incompatible con él.
A Fondo
3.º En principio, y con carácter general, el interés público estará justificado cuando las relaciones contractuales, por una alteración sobrevenida de las circunstancias, han perdido su
objeto.
- También habría de admitirse para solventar determinadas incidencias en la ejecución de la
prestación convenida que, aunque no puedan de calificarse de incumplimientos imputables al
contratista, aconsejen que éste sea relevado en aras del buen fin del contrato.
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2. En relación con el contrato de suministro (art. 299.b)) y efectos que se producen con la
resolución por desistimiento (art. 300.3) (27)
La aplicación de la formulación teórica expuesta para el supuesto de los contratos de obra
es válida para los contratos de suministros.
Los efectos que se producen mediante la resolución son que el contratista tendrá derecho
al 6 por 100 del precio de las entregas dejadas de realizar en concepto de beneficio industrial.
3. En referencia a los contratos de servicios (art. 308.b) y efectos que se producen con la
resolución por desistimiento (art. 309.3).
Igual que en el apartado anterior la aplicación de la formulación teórica expuesta para el
supuesto de los contratos de obra es válida para los contratos de suministros.
Los efectos que se producen mediante la resolución son que el contratista tendrá derecho
al 10 por 100 del precio de los estudios, informes, proyectos o trabajos pendientes de realizar
en concepto de beneficio dejado de obtener.
IV. CONCLUSIONES
Lejos de pensamientos apriorísticos rayando la arbitrariedad, tal y como hemos puesto de
relieve en el presente estudio, el desistimiento, en su concepción más precisa, está regulado
como un instrumento útil e imprescindible para que los órganos de contratación satisfagan
plenamente el interés general. No se puede concebir de otra manera la figura del desistimiento
pese a la posible connotación negativa que reviste el término unilateral, aparejado de forma
indefectible al desistimiento como uno de sus elementos conceptualizadores.
Es por ello por lo que el concepto de interés general, como parte inescindible del desistimiento, cobra una magnífica importancia como límite intrínseco a la función contractual que
desarrolla el órgano de contratación. Dicho esto, tampoco podemos tergiversar su aplicación
práctica, debiéndose entender, en un sentido claramente equilibrador, que el interés general
aplicado a los contratos del sector público debe permitir un margen de apreciación suficiente
para que queden a salvo los intereses inherentes a la acción contractual.
V. BIBLIOGRAFÍA
CUERDA MAS, Jorge, «La renuncia contractual e incautación de la garantía definitiva», Revista
Electrónica CEMCI, núm. 12-13, junio-diciembre, 2011.
(27) Véase las reflexiones sobre esta tipología contractual en MORENO MOLINA, José Antonio, y PLEITE GUADAMILLAS, Francisco, Texto
Refundido de la Ley de Contratos del Sector Público, Ed. La Ley, 2012, pp. 1210 y ss.
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ACTUALIDAD ADMINISTRATIVA
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Con carácter general también se ha hecho alusión en nuestro estudio a la discrecionalidad
del uso del desistimiento, cuyo margen de apreciación es muy reducido en la fase que concluye
en la adjudicación, mientras que, a contrario, en la fase de ejecución del contrato, de forma
necesaria, debe hacer acto de presencia al encontrarnos ante valoraciones más complejas que
hacen más dificultoso tener una conciencia aséptica y libre de elementos perturbadores del
relato contractual. Es por esta razón por la que el órgano de contratación debe asumir de forma
autónoma cómo y en qué medida puede vincularse el desistimiento al interés general.
El desistimiento de la Administración en el TRLCSP
CUADRADO ZULOAGA, Daniel, «Modificación de los pliegos de contratación administrativa durante el curso de la licitación», Actualidad Administrativa, núm. 7, abril, 2011.
DÍEZ SASTRE, Silvia, La tutela de los licitadores en la adjudicación de contratos públicos, Ed.
Marcial Pons, 2012.
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GALLEGO CÓRCOLES, Isabel, «Renuncia a la celebración del contrato de desistimiento del procedimiento de adjudicación», Contratación Administrativa Práctica, núm. 121, septiembreoctubre, 2012.
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RIVERO ORTEGA, Ricardo, «Acerca de la extinción de los contratos administrativos», Revista
A Fondo
Andaluza de Administración Pública, núm. 30, abril-mayo-junio, 1997.
224
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