telecomunicaciones en costa rica entre 1900 y 1945

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Universidad de Costa Rica
Quintas Jornadas de Investigación: “Bifurcaciones de la Comunicación Social”
ECCC
TELECOMUNICACIONES EN COSTA RICA ENTRE 1900 Y 1945
Werner Korte Núñez*
Resumen:
Estudio sobre diversos aspectos de la evolución de las telecomunicaciones en Costa Rica
durante la primera mitad del siglo XX. Tras una introducción en la que se muestran
algunos de los avances e innovaciones del siglo XIX, se relata la evolución de diferentes
medios de comunicación en nuestro país hasta el año 1945. A manera de epílogo se
muestran algunos de los adelantos de posguerra y su llegada a Costa Rica.
Palabras Clave:
Costa Rica, Telecomunicaciones, Radio, Historia, Radioafición, Radioemisoras.
Abstract:
A study on diverse aspects of the evolution of telecommunications in Costa Rica during
the first half of Twentieth Century. After an introduction in that some of the Ninenteenth
Century advances and innovations are shown, the evolution of different media in this
country through 1945 is described. As an epilogue, some postwar advances in
communications and their arrival in Costa Rica are mentioned.
Key Words:
Costa Rica, Telecommunications, Radio, History, Ham Radio, Broadcastings.
*
Historiador, músico, traductor, técnico en electrónica y operador radioaficionado telegrafista
(TI2KWN), antiguo profesor de la Universidad de Costa Rica. Colaborador del Museo Histórico
Cultural Juan Santamaría. Actualmente desempeña las cátedras de marimba, cultura e historia
musical en la Escuela Municipal de Artes Integradas de Santa Ana.
Introducción: avances en las
comunicaciones durante el siglo
XIX.
Para poder comprender el proceso de
desarrollo de las telecomunicaciones
en Costa Rica a partir del año 1900,
del cual haremos aquí un breve
estudio, es necesario hacer un ligero
repaso de los cambios tecnológicos
ocurridos principalmente durante la
segunda mitad del siglo XIX, así como
de la forma en que estos se
difundieron en todo el mundo, y en
nuestro caso, la manera en que
fueron introducidos en nuestro país.
La
revolución
de
las
telecomunicaciones se inició en el
siglo XIX, como respuesta a la
necesidad que, a causa de la
Revolución Industrial se presentó, de
contar con medios de comunicación a
nivel
global,
y
virtualmente
instantáneos.
El primer sistema, que se desarrolló
rápidamente -y el más sencillo- fue el
telégrafo eléctrico de línea, que por
otra parte, fue el primer sistema digital
de comunicaciones (puntos y rayas
más “clock” o tiempo), que a partir de
la década de 1840 se difundió por
todo el mundo. El éxito logrado por
este nuevo medio de comunicación
provocó a su vez un rápido desarrollo
de sistemas más eficaces y capaces
de
transmitir
información
más
compleja. Por ejemplo, la primera
máquina de fax fue el telégrafo de
Caselli, de 1857, capaz de transmitir y
reproducir manuscritos e imágenes
con
una
resolución
bastante
aceptable. Las redes telegráficas y los
sistemas de tiempo normalizado (hora
“standard”) fueron esenciales en el
desarrollo de las redes ferroviarias en
todo el mundo, por lo que solían ir
juntos.
También aparecen en la década de
1870 telégrafos transmisores e
impresores de caracteres, como el de
cuadrante de Baudot, creador del
código de cinco bits que se utilizó
hasta el final del uso de los teletipos
en la década de 1980 y el de Hughes,
un aparato con teclado semejante al
de un piano, del que hace vario años
podíamos ver un ejemplar en el
Museo Nacional, fabricado por
Siemens, sistema que en algunos
países se utilizó hasta la década de
1950.
Otro aspecto muy importante de la
primera fase de la revolución de las
telecomunicaciones lo constituye la
instalación de los primeros cables
submarinos, que permitieron enlazar
Europa y América en la década de
1860 y pronto interconectaron los
cinco continentes habitados. Ya en
1884 el cable llegaba hasta el puerto
de San Juan del Sur, en Nicaragua,
procedente de California, lo que nos
permitió interconectarnos con él, y con
el resto del mundo a través de la red
telegráfica local, cuyo desarrollo, tras
varios intentos infructuosos previos,
había comenzado en 1869, con la
instalación de la primera línea entre
Cartago y Puntarenas. Una primera
consecuencia de esto es el inicio de
las
secciones
de
noticias
internacionales frescas en la prensa
local.
De enorme trascendencia para las
telecomunicaciones de nuestro país
fue la creación de la Dirección
General de Telégrafos, entidad que ha
recibido poca atención. En materia de
comunicaciones, desempeñó un papel
fundamental hasta bien entrado el
siglo XX. El 27 de abril de 1870, el
mismo día en que fue realizado el
golpe de estado liderado por el
entonces coronel Tomás Guardia, los
telégrafos fueron asumidos por el
gobierno, pues su rentabilidad era
negativa. Al inicio fue recargada su
dirección al Administrador de Correos,
pero en 1873 se nombró un
Administrador independiente, que
pocos meses después se convirtió en
su primer Director. Tras un breve
regreso de los telégrafos a manos
privadas, el 1º de junio de 1874 se
crea la Dirección General de
Telégrafos. A partir de aquí se inicia
un
rápido
desarrollo
de
las
comunicaciones telegráficas en Costa
Rica, a la vez que fueron introducidos
nuevos sistemas, como el de Hughes,
ya mencionado, pese a que hasta el
final predominó el sistema de
recepción auditiva, de puntos y rayas,
mucho más sencillo y barato.
La última gran innovación que llegó a
Costa Rica a finales del siglo XIX fue
el teléfono. Su introducción estuvo a
cargo del Director General de
Telégrafos, quien en 1888 trajo al país
doce
aparatos,
que
quedaron
conectados en dos líneas: una
enlazaba los cuatro cuarteles de la
capital y la otra la Casa Presidencial
con la Gobernación, las residencias
de los Secretarios de Estado y la casa
del Administrador del Ferrocarril
(Núñez, 1924, p. 203). Casi de
inmediato
diversos
particulares
solicitaron permisos para instalar
líneas individuales o colectivas.
Otra función de la Dirección General
de Telégrafos fue la de instalar el
primer dispositivo para establecer la
hora oficial en el país, que era
transmitida todos los días a las nueve
de la mañana a las oficinas públicas
(Núñez, 1924, p. 203).
Comienzos del Siglo XX: primeros
experimentos radiocomunicaciones
en Costa Rica.
En
el
campo
de
las
telecomunicaciones, la primera mitad
del siglo XX vio el desarrollo de la
radio, desarrollo que tuvo sus inicios a
partir de 1847, cuando las ecuaciones
de Maxwell previeron la existencia de
ondas
electromagnéticas.
Tal
existencia fue confirmada por los
experimentos de Heinrich Hertz en
1883 y su aplicación práctica fue
iniciada principalmente por Guglielmo
Marconi en las comunicaciones, y por
Nikola Tesla en el campo de la
transmisión de energía sin emplear
alambres conductores.
En Costa Rica, el inicio del siglo XX
coincidió
con
los
primeros
experimentos de radiocomunicaciones
realizados en nuestro país, los cuales
tuvieron
un
origen
netamente
académico: el profesor José Fidel
Tristán (1874-1932), el cual mientras
se hallaba en Chile asistió a una
conferencia sobre lo que entonces se
denominaba “telegrafía sin hilos”.
Al regresar a nuestro país, en el año
1900 estableció en el Liceo de Costa
Rica una escuela de radiotelegrafía y
construyó los primeros aparatos
experimentales
con ayuda del
telegrafista
profesional
alemán
Eduardo Gugoltz, un veterano de la
guerra franco-prusiana que vino al
país e instaló la primera línea
telegráfica
entre
Puntarenas
y
Barranca (Núñez, 1924, p. 213). Para
este tiempo, Gugoltz se desempeñaba
como asistente en el Gabinete de
Física del Liceo, así como del
Observatorio
Meteorológico,
que
había sido establecido por Henri
Pittier en 1889.
Los experimentos iniciales tuvieron
lugar en la primera sede del Liceo de
Costa Rica, donde hoy se halla el
edificio
central
de
la
Caja
Costarricense de Seguro Social. Se
trató de experimentos a muy corta
distancia, indudablemente basados en
los de Marconi, en los que eran
utilizados dispositivos no electrónicos
de muy elevado voltaje, tales como
carretes de Rumhorff, circuitos
sintonizados y antenas de hilo largo.
Para la recepción se usaba el mismo
circuito sintonizado de trasmisión y un
dispositivo denominado “coherer” o
“cohesor”, que era un tubo de vidrio
con limaduras de hierro, que se
volvían conductoras en presencia de
corrientes de radiofrecuencia. Se
trataba de dispositivos de muy poca
eficiencia, que hoy no sería posible
utilizar, pues si lo hiciéramos, por
ejemplo, en el área de 700 kilociclos,
cubriríamos toda la banda de onda
media, debido a la desmesurada
anchura de las señales emitidas, que
sonarían hoy como las interferencias
producidas por la chispa de un
automóvil.
Estos experimentos de Tristán fueron
seguidos por otro de los grandes
profesores de química y física de ese
tiempo, don Gustavo Michaud, suizo,
quien en 1916 instaló una estación
radiotelegráfica en el Liceo de Costa
Rica y otra en el Colegio Superior de
Señoritas, del que el profesor Tristán
era Director, por Acuerdo Nº 383 de
29 de mayo de dicho año (Colegio
Superior de Señoritas, 1938, p.109).
En ambas instituciones se enseñó
tanto telegrafía de línea como
radiotelegrafía. En algunas de las
fotografías de San José tomadas por
Manuel Gómez Miralles podemos ver
las torres de la estación del Colegio
Superior de Señoritas. Estas torres,
autosoportadas, triangulares, de unos
diez metros de altura, fueron
colocadas en la terraza en 1916 y
retiradas en 1921, según hemos
podido comprobar examinando el
registro fotográfico. Por esta misma
época también fueron iniciados
experimentos radiotelegráficos en el
Colegio Seminario, bajo la guía del
presbítero Ricardo Scheufgen.
De esta manera, fue en las
instituciones de enseñanza media de
principios del siglo XX, donde se
realizaron los primeros experimentos
y donde se dio impulso a la
enseñanza de la telegrafía. Durante
muchos años se mantuvo en estas
instituciones dicha enseñanza, y de
ellas surgieron muchos de los
operadores y radioaficionados de
primera generación del país. Sin duda
a quien debemos considerar el primer
radioaficionado costarricense es al
profesor José Fidel Tristán, junto con
sus hermanos Federico y Rafael;
además debemos mencionar entre los
primeros radioaficionados del país a
Noel Laporte, quien murió peleando
en Francia durante la Primera Guerra
Mundial.
Universidad de Costa Rica
Quintas Jornadas de Investigación: “Bifurcaciones de la Comunicación Social”
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Fig.1: Colegio Superior de Señoritas, 1920. Arriba a la derecha puede apreciarse
una de las torres, aparentemente ya en desuso. Album Gómez Miralles, 1920.
Por las escuelas telegráficas de los
colegios de la capital pasaron muchos
estudiantes, algunos de los cuales
luego
se
dedicaron
a
las
comunicaciones en forma profesional,
como Gerardo Montagné, quien
emigró a los Estados Unidos, donde
llegó a ser operador de primera clase,
y otros que experimentaron un tiempo
con las comunicaciones, pero luego
se dirigieron a otros campos. Tal es el
caso, por ejemplo de José Figueres
Ferrer y Manuel Mora Valverde. A
mediados de la década de 1920
también
encontramos
a
quien
creemos que fue la primera mujer
radioaficionada de Costa Rica: se
trata de doña Marina de Dall'Anese,
quien en 1926 operaba una estación
en Puntarenas (Guía Profesional de
Costa Rica, 1926).
Además de la función social que al
principio
tuvieron
como
retransmisores de mensajes y alertas
meteorológicos, así como de su
importante participación en diversas
emergencias, los radioaficionados
fueron los “hackers” de la época.
Entrenados en la recepción del código
Morse, podían captar las emisiones
militares, de barcos y de agencias de
noticias, así como de diversas
comunicaciones oficiales y privadas,
por lo que, entre otras cosas, fueron
causa de un repentino aumento en las
penas
por
difundir
información
captada mediante los receptores de
radio. En un principio los gobiernos
pretendieron exigir licencias para
tener receptores, pero pronto se vio
que era imposible controlar dichos
equipos, y finalmente se contentaron
con penalizar la difusión de material
informativo captado sin permiso.
Por
otra
parte,
estos
experimentadores, cuyos pequeños
equipos no podían compararse con
los
gigantescos
sistemas
profesionales, ante la presión de estos
fueron corriéndose hacia frecuencias
más altas, y pronto descubrieron que
en lo que se denomina onda corta,
entre
1800
y
30.000
Khz.
principalmente, no hacía falta una
gran potencia para comunicarse a
gran distancia, ya que las ondas
rebotan en la ionosfera y vuelven a
tierra, con lo que, al mejorarse los
receptores y las antenas, que a mayor
frecuencia son de menor tamaño,
resultó posible lo que nadie había
soñado: que con potencias ínfimas las
señales podían dar la vuelta al
mundo.
Este
logro
de
los
radioaficionados
pronto
fue
aprovechado
también
por
las
empresas comerciales y demás
operadores profesionales y oficiales,
por lo que la radioafición casi llegó a
ser erradicada. Afortunadamente, en
la Convención Internacional celebrada
en Ginebra en 1922, en gran medida
gracias a las gestiones de la American
Radio Relay League (ARRL) y de su
fundador y presidente, Hiram Percy
Maxim, se establecieron pequeñas
porciones del espectro para uso de
los radioaficionados, porciones que
aún utilizamos y a las que han sido
agregadas otras nuevas.
Instalación
de
las
primeras
estaciones
profesionales
de
comunicaciones.
Al mismo tiempo que se iniciaban los
primeros experimentos de radio en las
instituciones de enseñanza, diversas
publicaciones llamaban la atención del
público sobre estos nuevos medios de
comunicación. En el Nº 16, Año I de
“Páginas Ilustradas”, 17 de mayo de
1904, hay un artículo referente al
tema, indicando que ya la telegrafía
sin hilos había pasado de la fase de
simple experimentación a la de
aplicación práctica. Cabe indicar que
es precisamente este año cuando
Guglielmo
Marconi
consigue
establecer
el
primer
contacto
trasatlántico, al conseguir que en St.
John, Terranova, recibieran el envío
de la letra “S” en código Morse desde
Irlanda, para lo cual utilizó el
transmisor más potente hecho hasta
entonces.
En esa época las comunicaciones
profesionales inalámbricas a larga
distancia eran cosa de fuerza bruta,
ante la escasísima sensibilidad de los
dispositivos receptores. Había dos
sistemas principales para generar
radiofrecuencia de alta energía con
propósitos de comunicaciones: en uno
de ellos se utilizaban bobinas
elevadoras
de
voltaje
y
condensadores
de
descarga
controlada, que acoplados a un
circuito de sintonía, permitían emitir
señales de gran potencia por medio
de antenas de escasa eficiencia de
irradiación. El otro sistema era el de
utilizar
grandes
alternadores,
generadores de corriente alterna con
los que se podía emitir ondas
continuas que a la larga permitieron la
transmisión de la palabra y la música.
La primera estación profesional en
Costa Rica fue instalada por la United
Fruit Company en 1904, como parte
de una red de emisoras que la
empresa instaló a lo largo de las
costas del Caribe, con el objeto de
controlar y asistir a la flota de barcos
encargados de la transferencia de
frutas a los mercados de los Estados
Unidos, y también para que sirvieran
como radiofaros. Se trataba de una
instalación de alta potencia, cuyo
funcionamiento, a causa de la poca
eficacia del sistema de antena,
provocaba diversos fenómenos en
ella, como efectos tipo “corona”,
semejantes a los que se producen si
uno introduce un objeto metálico en
un horno de microondas, tal como lo
relata don Amando Céspedes, pionero
de la radiodifusión, de quien
trataremos más adelante:
A principios del siglo que vivimos,
el XX, una torre en Puerto Limón,
en su cima a los 50 metros del
suelo, quemaba el oxígeno al
despedir los primeros rayos de
ondas magnéticas, cuyas chispas
detonantes, se hacían sentir por
toda la población. (Céspedes, 1956,
p. 151) [se trata de la generación de
ozono resultante del efecto corona]
Fig.2: Torres de la estación de la UFCo. Limón. Tarjeta postal, c. 1920.
En 1907 se instala la primera estación
profesional nacional en Barra del
Colorado, siempre bajo la égida de la
Dirección General de Telégrafos. Esta
estación no llegó a tener el grado de
sofisticación ni la potencia
de la
emisora de la Bananera, pero se
mantuvo en ese sitio durante por lo
menos treinta años. La historia de la
forma en que, tras repetidos y tediosos
ensayos sus señales consiguieron ser
escuchadas en San José, relatada por
Francisco María Núñez en un artículo
publicado en el Diario de Costa Rica
con fecha 10 de febrero de 1924, y
reimpresa en su libro sobre las vías de
comunicación, no deja de tener sus
rasgos épicos, ya que ante la ineficacia
de los dispositivos de recepción y de
irradiación, aparte de la longitud de
onda que se empleaba, captar sus
emisiones en San José fue toda una
hazaña. Incluso, al principio fue
necesario establecer una estación
“relay” o retransmisora en el Paso de la
Palma.
Fig. 3: Otra vista de las torres de
la estación de la UFCo. Album
Gómez Miralles, 1920.
Cabe indicar, eso sí, que la emisora de
Barra del Colorado ya pertenecía a una
nueva generación de equipos de
comunicación, pues utilizaba tubos de
vacío, es decir, era una estación
electrónica. Fue construida por la
compañía de Lee De Forest, el inventor
de los primeros tubos de amplificación y
de oscilación.
Primera Guerra Mundial, Primera Ley
de Radio, Integración a los convenios
internacionales.
El inicio de la Primera Guerra Mundial
no trajo inmediatas consecuencias para
las comunicaciones del país, pues los
enlaces con Europa se hacían a través
de los Estados Unidos, que no entraron
en la guerra sino hasta abril de 1917. A
diferencia de lo ocurrido con el
comercio, el flujo de información se
mantuvo, aunque las comunicaciones
con los países de la Triple Alianza
(Alemania-Austria Hungría y el Imperio
Otomano) se dificultó en forma
creciente.
Sin embargo, al llegar al poder los
hermanos Federico y Joaquín Tinoco
Granados el 27 de enero de 1917, ante
la negativa de los Estados Unidos a
reconocer
su
régimen,
para
congraciarse con ellos declararon la
guerra a Alemania. De inmediato el
gobierno ordenó el desmantelamiento
de todas las estaciones experimentales,
tanto de particulares como de las
instituciones de enseñanza. Se dio así
una pausa en el desarrollo de las
radiocomunicaciones
que
se
prolongaría hasta cuando el Gobierno
emite la primera Ley de Radio, la Nº39,
de 17 de julio de 1920, que se mantuvo
en vigencia hasta 1954, y en 1922 se
adhiere a la Convención Internacional
que
desde
entonces
rige
las
telecomunicaciones mundiales. En esta
Convención, a Costa Rica le fueron
asignados los prefijos de identificación
TEA-Z y TIA-Z, (Tango Eco y Tango
India, en codificación vocal), al que
posteriormente se agregó el prefijo de
reserva ØT (Cero Tango) para
ocasiones extraordinarias.
En estos años también fue construida
una estación radiotelegráfica en la
Sabana, que ya se utilizaba como
aeropuerto, antes de la inauguración del
campo de aterrizaje de La Lindora, en
Santa Ana. El equipo, muy avanzado,
fue donado por México, y la casa que lo
albergó, actualmente declarada parte
del patrimonio arquitectónico nacional,
se halla justo al costado este del nuevo
Estadio Nacional. En ese entonces era
conocida como “La Caseta del
Inalámbrico”.
La Dirección General de Telégrafos, a la
que después se le agregó el servicio de
Radios
Nacionales,
continuó
administrando y controlando el uso del
espectro radiofrecuente hasta que, al
entrar en vigencia la Ley 1758 de 1954,
fue creada la Oficina de Control
Nacional de Radio, dependiente del
Ministerio
de
Gobernación,
para
ocuparse
de
dicha
actividad.
Finalmente, la Dirección General de
Telégrafos y Radios Nacionales se unió
a la de Correos, para formar lo que
terminó denominándose CORTEL. Los
telégrafos de línea y los Radios
Nacionales continuaron funcionando
hasta mediados de la década de 1980,
cuando
dichos
sistemas
fueron
sustituidos por los nuevos medios
digitales.
Radiodifusión.
Tras el fin de la dictadura tinoquista y el
regreso a la normalidad en la cosa
pública, los diferentes experimentadores
en radiocomunicaciones retomaron sus
actividades plenamente. Es aquí
cuando
surge
una
de
las
personalidades más originales que
hayamos tenido en Costa Rica: Amando
Céspedes Marín, nacido en San José
en 1881. Céspedes, cuya familia se
trasladó a Limón cuando éste tenía
pocos años de edad, vivió allí hasta los
once años, cuando, tras haber reunido
cierta
cantidad
de
dinero
desempeñando diversos trabajos, se
dirigió solo a los Estados Unidos, con la
esperanza de hallar a unos familiares
que allí vivían. Al llegar a Nueva York
no encontró a ninguno, pero por suerte
un matrimonio norteamericano le brindó
su hogar y allí permaneció hasta
independizarse.
Céspedes, como muchos jóvenes de su
tiempo, esencialmente un autodidacta,
en los Estados Unidos estudió fotografía
y se graduó como profesional en ese
campo.
Participó
en
diversas
exposiciones y obtuvo premios por sus
trabajos artísticos.
Estuvo en la Exposición de Buffalo de
1902, donde conoció personalmente a
Edison. Años después también tuvo la
oportunidad de conocer a Edwin
Armstrong, el gran pionero y diseñador
de sistemas de recepción y transmisión,
muchos de los cuales aún se hallan en
uso, tales como la FM. De regreso en
Costa Rica, volvió a residir en Limón por
un tiempo, se estableció en San José y
luego se trasladó a Cartago, donde se
dedicó a la fotografía y a la
cinematografía, en la que fue uno de
sus pioneros en el país. En una
narración autobiográfica él relata que en
Cartago, durante la Primera Guerra
Mundial, él presentaba los noticiarios
cinematográficos de la casa Pathé y
que, para imprimir mayor realismo a las
escenas de batallas, quemaba pólvora.
Pocos años después se trasladó a
Heredia, donde residió hasta su muerte
en 1976.
Además de la fotografía, Céspedes se
dedicó a la mimeografía, en lo que sin
duda fue el máximo exponente en este
país, pues llegó incluso a desarrollar
técnicas de transferir al estarcido no
sólo letras de máquina de escribir sino
imágenes y manuscritos. Aun más,
desarrolló una técnica de mimeografía
en color que llamó la atención de la
casa
fabricante
de
mimeógrafos
Gestetner, quien lo patrocinaba. En su
taller mimeográfico Céspedes editó una
gran cantidad de obras propias acerca
de diversos temas, aparte de los
relacionados con la radio. Después de
cesar en sus actividades en este
campo, continuó con la mimeografía
hasta poco antes de su muerte, donde
publicó a sus propias expensas la
Revista Interamericana Zenith, que
enviaba a toda América Latina, Estados
Unidos y Europa. Céspedes fue un
personaje extraordinario, que en Costa
Rica permaneció olvidado durante
muchos años, aunque últimamente han
aparecido varias publicaciones sobre él.
Si se busca su nombre en Internet, así
como las letras indicativas de su
emisora: TI4NRH, sorprendentemente
aparecen varios artículos cuyos autores
son norteamericanos. Durante muchos
años fue el personaje más conocido de
Costa Rica en el exterior.
A principios de 1922 inició Céspedes
sus
experimentos
sobre
radio,
empleando diversos componentes que
encargaba a los Estados Unidos, así
como otros que él mismo fabricaba. Fue
el primer constructor de equipos de
recepción en cantidad, pues llegó a
hacer más de 800 aparatos, cifra
notable para su tiempo, y aún para la
actualidad, si se piensa que se trata de
equipos construidos a mano, uno a uno,
en forma completamente artesanal.
Sin embargo Céspedes se interesó
también en construir un transmisor,
apenas se enteró de la forma en que las
ondas de radio podían ser moduladas
por una señal de audio. En sus
experimentos
iniciales
utilizó
un
pequeño tubo de vacío, alimentado a
batería, al que insertó un micrófono
telefónico en la red de alimentación de
alto voltaje. Así consiguió hacer sus
primeras transmisiones sonoras, que
fueron las primeras realizadas en Costa
Rica.
Con gran sorpresa suya, pronto
comenzó a recibir cartas de diferentes
países en los que le informaban que
habían recibido sus señales. No pasó
mucho tiempo sin que ya fuera muy
conocido en el área del Caribe, mientras
transmitió en la frecuencia de 710 Khz.
Pocos años después, no obstante,
apenas se enteró del inicio de las
transmisiones en onda corta, modificó
su transmisor y empezó a emitir en
9692 Khz. (Tuchscherer, p.1, 1979). Las
transmisiones en onda corta de la NRH,
como inicialmente se identificaba, hasta
que se le hizo saber que esas letras
pertenecían
a
la
marina
norteamericana, comenzaron el 4 de
mayo de 1928. La frecuencia de
operación de la TI4NRH, que fue su
identificación definitiva, cambió varias
veces a lo largo de su existencia.
Nuevamente, Céspedes recibió la
sorpresa de que empezaron a llegarle
cartas procedentes de
todos los
continentes, e incluso la pionera de las
estaciones de onda corta, la KDKA de
Pittsburgh, en los Estados Unidos, que
aún existe, anunció su estación como la
quinta emisora que apareció en esa
área del espectro de radiofrecuencias.
La popularidad de la emisora de
Céspedes, conocida como “La Voz de
Costa Rica”, llegó a tal nivel que aún en
la actualidad podemos hallar en Internet
cartas y tarjetas de comprobación de
escucha (QSL) enviadas hace más de
ochenta años, de las cuales don
Amando llegó a enviar más de 110.000.
En los Estados Unidos aún se conserva
una silla de madera fina de Sarchí que
Céspedes le envió al primer escucha
que reportó haber captado su emisora,
la cual puede ser vista en Internet.
La Voz de Costa Rica emitía durante
períodos relativamente breves, de 4 a 5
de la tarde, y de 8 a 9 de la noche, hora
local. Aparte de que don Amando vivía
de su estudio fotográfico y de otras
actividades en esa época, las emisoras
de onda corta sólo transmiten a
determinadas horas, para aprovechas la
apertura de las condiciones de
propagación hacia diversas regiones del
globo. Céspedes también utilizaba su
transmisor para comunicarse con otras
estaciones, como fue el caso de la
Pequeña América, la base establecida
en la Antártida por el almirante Richard
Byrd, ocasión en que Céspedes actuó
como puente entre dicha base y los
Estados Unidos.
Otro contacto de este tipo lo hizo con el
comandante
Eugene
MacDonald,
presidente de la corporación Zenith,
quien le obsequió una torre triangular
que hasta hace pocos años podía verse
en la avenida sexta de la ciudad de
Heredia, en el patio de su casa.
Lamentablemente parte de la propiedad
fue vendida y allí donde se alzaba la
torre ahora hay un local comercial.
Sería importante investigar si aún existe
por casualidad, ya que, de ser así, el
campus de la UNA podría ser un buen
lugar para su conservación.
Céspedes continuó con su actividad
radial, ya con un equipo mucho más
potente, que aún puede verse en lo que
queda de su casa, pero al llegar la
Segunda Guerra Mundial gradualmente
dejó de transmitir hasta cesar del todo.
Otra “primera vez” de Céspedes es la
instalación de la primera emisora
católica del país, que don Amando y
una
publicación
norteamericana
consideraron la primera del mundo,
pues se trata de la que le construyó al
presbítero Carlos Borges y fue instalada
en la Iglesia de la Soledad, en San
José, en 1928. La Radio Vaticana,
construida por el propio Marconi, salió al
aire en 1931.
Poco después del inicio de las
transmisiones de Céspedes en onda
media, varios otros experimentadores
comenzaron a construir equipos y a
realizar sus propias emisiones. Muchos
de estos experimentadores eran
miembros de la clase alta, que poseían
los medios económicos necesarios para
importar equipos y materiales que en
ese entonces eran muy costosos.
Además de los mencionados en la
sección dedicada a la experimentación
en los colegios de secundaria, cabe
señalar también entre los pioneros de la
radiodifusión a Max Koberg, quien puso
una estación en los altos de su
almacén, a Adrián Collado, ya
mencionado, y a Federico González
Lahmann, a quien le correspondió ser el
primero en transmitir en su estación,
que se identificaba como FG, un
concierto de música en vivo, concierto
que, realizado en el Teatro Nacional,
previo anuncio del evento en los
periódicos, fue transmitido el martes 30
de septiembre de 1924 a las 8 de la
noche. Participaron en este concierto
muchos de los músicos y cantantes
nacionales más notables de ese tiempo,
como Julio Barquero y su orquesta,
Héctor Beeche, Pedro Vilá y J. Bosch.
(Núñez, 1924, p. 218)
Para este tiempo, en onda media había
surgido otra emisora en Heredia: se
trata de la HEN, instalada en la Escuela
Normal, institución antecesora de la
actual UNA. Tiene el interesante mérito
de ser la primera radiodifusora
académica del país. A pesar de que
presentaba, según Céspedes, serios
problemas técnicos, no por ello dejó de
hacer su aporte al desarrollo de la
radiodifusión nacional. Al parecer, la
HEN no duró mucho tiempo, pues ni
siquiera es mencionada en el album
conmemorativo de los 25 años de dicha
institución, publicado en 1940.
Cabe indicar que en su gran mayoría,
los pioneros de la radiodifusión
costarricense no se interesaron por la
onda corta, y se dedicaron al desarrollo
de la radio profesional, lo que dio por
resultado la aparición de numerosas
emisoras en la década de 1930. Por su
parte, la TI4NRH, de Amando
Céspedes, cuyo prefijo, hay que
indicarlo, era el de una estación de
radioaficionado, continuó operando en
la frontera entre la categoría de estación
de radioaficionado y la de una
radiodifusora, sin que al parecer esto le
representase problema alguno.
Década de 1930:
Al mismo tiempo que se iniciaba la
importación masiva de aparatos de
recepción, en Costa Rica comenzaron a
aparecer radiodifusoras por todo el país.
Muchos de quienes establecieron
radioemisoras en esta época se
mantuvieron activos hasta más allá de
1950 y alguno que otro llegó hasta la
década de 1970. El año 1935 coincide
con el momento en que ya puede
considerarse que la radio llegó a su
madurez técnica. Los equipos utilizados
en estos años -con sus naturales
limitaciones- pueden emplearse aún sin
ningún problema, como algunos lo
hacemos. Aparecieron en el comercio
josefino y de otras ciudades almacenes
cuyos dueños se convirtieron en
concesionarios de diversas marcas
principalmente norteamericanas, que en
muchos casos terminaron por instalar
su propia estación, que solía asumir el
nombre de la marca representada.
Algunos negocios dedicados a la venta
venta de discos y fonógrafos, como el
de Piza e hijos, que representaba a la
Victor, la Librería Lehmann, que traía
fonógrafos marca Brunswick y vendía
discos de la misma casa así como de la
Parlophon, alemana, y otros, se
convirtieron
rápidamente
en
anunciantes de sus productos en el
nuevo medio radial, para lo cual
facilitaban discos a estas emisoras, que
los tocaban en su programación y así
los daban a conocer, con lo que ambas
partes salían ganando. Este es un
testimonio de Amando Céspedes:
Una vez, el señor Piza llegó a medio
día a rogarme que le diera los discos
de la noche anterior porque todos
los que había pedido los había
vendido, tanto fue mi anuncio para
él. Me dijo que había sido un récord
vender
800
discos
entonces.
(Céspedes, 1956, p. 157)
Así, en 1935 ya encontramos a La Voz
de la Víctor, propiedad de Perry Girton,
cuyo almacén se encargó de la
distribución de aparatos y componentes
fabricados por la RCA, de Camden,
New Jersey. Esta emisora tuvo una
larga trayectoria, desapareció en la
década de 1950 y volvió a aparecer por
un breve período, a principios de la
década de 1960, con la instalación de
una planta con 1 Megawatt de potencia
en Paraíso de Cartago, donde fue
Campo Ayala, planta que se estableció
para contrarrestar a Radio Habana,
Cuba. Sin embargo el proyecto no
prosperó y La Voz de la Víctor
desapareció del aire para siempre.
Competidora de esta emisora fue “La
Philco”, instalada por el almacén que
representaba
a
esta
casa
norteamericana, productora de radios y
fonógrafos eléctricos, que poco a poco
iban desplazando a los acústicos,
conocidos usualmente como “Victrolas”,
por la marca de los fabricados por la
Victor Talking Machine Co., que en
1929 se fusionó con la RCA, Radio
Corporation of America, para formar la
RCA Víctor.
Otra emisora de larga trayectoria fue
Radio Para Tí, que en un momento
dado tuvo el estudio más avanzado de
su tiempo en el país, que era empleado
para hacer grabaciones fonográficas.
Por su parte, el pintor, escultor escritor y
activista político italiano Adriano Arié
también instaló su emisora, Estación
Italia, situada al costado sur del actual
Hospital Blanco Cervantes.
Otras emisora, que llegó hasta la
década de 1980 fue Radio América
Latina, propiedad de Ramón Aguilar, en
Barrio Cuba. Radio El Mundo, de Rafael
Hine, se hallaba cerca de Plaza
González Víquez. Radio Atenea, otra
emisora de larga vida, del poeta Rogelio
Sotela B., fue la primera emisora que
funcionó las 24 horas, al punto de que
cuando se quería decir que algo no
sucedería se usaba la frase: “cuando
apague Atenea”.
Otro gran empresario de ese tiempo fue
Gonzalo Pinto H., dueño de la emisora
“Alma Tica”, antecesora de Radio
Monumental, quien desgraciadamente
falleció electrocutado mientras ajustaba
los equipos de la estación. En
Puntarenas fue instalada en esta época
la emisora “Ecos del Pacífico”, mientras
que en Limón en ese tiempo apareció
“Ondas del Caribe”.
Hemos mencionado apenas unas pocas
emisoras, pues en la Guía Turística
editada por la entonces Junta Nacional
de Turismo en 1935 aparecen más de
treinta radioemisoras, apenas pasados
diez años del inicio de los experimentos
de Amando Céspedes con su “NRH”.
Todas estas emisoras operaban en
onda media, aunque algunas de ellas
transmitían en onda corta en horas de la
tarde y de la noche.
Mientras esto ocurría en el campo de la
radio, en otros ramos de las
telecomunicaciones
se
producían
innovaciones constantemente. En esta
década, mediante el impulso dado por
las grandes agencias de noticias de
entonces, como UPI, Reuters, etc., se
generaliza el uso de los teletipos y del
telefoto, sistema que en realidad era un
descendiente evolucionado del aparato
ya mencionado de Caselli, que permitió
aumentar la cantidad de ilustraciones de
los periódicos y de incorporar fotos
recientes procedentes de distintas
partes del mundo.
Los avances se sucedían rápidamente.
Edwin Armstrong patentó en 1937 su
sistema de transmisión de Frecuencia
Modulada, lo que lo llevó a un nuevo
conflicto con RCA por uso de
invenciones de ésta, que a la larga
desembocó en su suicidio en 1948. La
televisión, que venía desarrollándose
desde la década de 1920, se acercaba
a pasos agigantados. Ya había algunas
estaciones
experimentales
transmitiendo con diferentes sistemas
que competían por ser el que se
impusiera definitivamente. En las
Olimpíadas de Berlín de 1936, Manfred
von Ardenne y las casas alemanas
Loewe y Telefunken establecieron el
primer circuito cerrado que cubrió los
eventos deportivos. Sin embargo, la
llegada de la Segunda Guerra Mundial
puso fin momentáneamente a estos
progresos.
A Costa Rica llegaban diversas
publicaciones de Estados Unidos, tales
como
“Radio-Craft”
y
“Popular
Mechanics”. Durante los años 40
también llegaba “Radio Chassis” y la
“Revista
Telegráfica”,
ambas
de
Argentina. En estas publicaciones se
mostraba todo lo que de novedoso
aparecía en este campo, y fue la
segunda generación de aficionados y
experimentadores la que en nuestro
país abrió el camino a los nuevos
medios de comunicación.
La Década de 1940.
El inicio de la década de 1940 coincidió
con la aparición de novedosas
tecnologías que incluyeron nuevas
modalidades de telecomunicaciones.
Sin embargo, la Segunda Guerra
Mundial impidió que muchas de esas
novedades llegaran al público en
general. El mejor ejemplo lo constituye
la televisión, que tuvo que esperar hasta
1947 para que pudiese iniciarse como
servicio de cobertura general en los
Estados Unidos.
En Costa Rica, con un buen desarrollo
de las telecomunicaciones, de acuerdo
con el estado de la tecnología de su
tiempo, la entrada en la guerra
representó una interrupción en el
avance, en algunos aspectos, y un
franco retroceso en otros.
La primera medida que tomó el
gobierno del Dr. Calderón Guardia fue
decretar la cancelación de todas las
licencias de radioaficionados, mediante
decreto de 11 de diciembre de 1941,
publicado como Nº44 en la Gaceta del
día siguiente. (Gobierno de Costa Rica,
1943, p. 31.)
A partir de este día los radioaficionados
tuvieron que depositar sus equipos de
trasmisión en el local contiguo a la Casa
Presidencial de entonces, en los altos
de la Detención General. Recibieron
autorización para ir a “calentarlos”, sin
poder conectarlos a antena alguna.
Se ejerció mucho mayor control sobre
los radioaficionados y propietarios de
radioemisoras procedentes o con
ancestros originarios de los países del
Eje, a muchos de los cuales, además,
internaron en los dos campos de
concentración que fueron establecidos,
desde donde luego los transfirieron a
campos de los Estados Unidos.
Esta medida fue complementada con un
aviso de la Dirección General de
Telégrafos y Radios Nacionales, emitido
el 21 de julio de 1942 y publicado al día
siguiente en La Gaceta, en el que por
instrucciones de la Secretaría de
Seguridad Pública se previene a los
dueños de almacenes de radios,
estaciones radiodifusoras y talleres de
reparación que en el término de quince
días deberán entregar un inventario
detallado de sus existencias, tanto de
aparatos
completos
como
componentes, y de que a partir de esa
fecha toda venta debía ser reportada a
dicha Dirección, indicando el nombre y
la dirección del comprador. (Gobierno
de Costa Rica, 1943, p. 95)
Durante los años de la guerra los
experimentadores se limitaron a hacer
prácticas del código Morse con aparatos
pequeños no radiantes, y a escuchar las
emisiones de onda corta de ambos
bandos.
A raíz de la supresión de las garantías
constitucionales, decretada el 9 de
diciembre de 1941, el Gobierno creó un
Departamento de Censura Postal, al
mismo tiempo que estableció la censura
de las comunicaciones radiográficas y
cablegráficas. (Gobierno de Costa Rica,
1943, p. 121)
Las
radiodifusoras
continuaron
funcionando, aunque el contenido de las
noticias que transmitían, al igual que el
resto de la información que llegaba por
cable, radio o correo, era sometida a
fuerte censura.
Esta situación se mantuvo hasta el final
de la guerra en 1945, cuando las
medidas
de
seguridad
fueron
levantadas. No obstante muchos de
quienes habían tenido que depositar
sus transmisores en el sitio designado
por el Gobierno, jamás los recuperaron,
sobre todo si se trató de ciudadanos
originarios de los países del Eje.
Epílogo: Desarrollos de posguerra y
su llegada a Costa Rica.
Con el final de la Segunda Guerra
Mundial las telecomunicaciones vieron
la llegada de nuevas tecnologías,
algunas de ellas producto de las
investigaciones llevadas a cabo como
parte del esfuerzo bélico. La más
notoria de estas invenciones fue la
televisión,
que
se
benefició
directamente de los trabajos realizados
durante la guerra en lo referente a
comunicaciones de alta frecuencia y
dispositivos de detección como el radar.
A fines de la década de 1940
empezaron a realizarse en Costa Rica
los primeros experimentos en recepción
de señales de televisión. Muy notorio
fue en estos experimentos el industrial y
radioaficionado don José Gamboa
Alvarado, propietario de la Fosforera
Costa Rica, en Heredia. Muy pronto una
nueva generación de experimentadores
se pondría a la vanguardia de estos
esfuerzos, entre quienes podemos
mencionar a los ingenieros Henry
MacGhie Boyd, quien construyó la
primera planta de la Radio Universitaria,
hoy Radio Universidad de Costa Rica,
de la que fue catedrático, en 1956, y
Carlos Reyes, quien años después
realizaría la primera transmisión de
televisión en circuito cerrado de Costa
Rica, efectuada en Santa Cruz de
Guanacaste en las fiestas del 25 de julio
de 1956. Reyes también fue quien junto
con René Picado instaló las plantas de
la primera estación de televisión de
Costa Rica, que fue Teletica Canal 7, la
cual salió al aire en mayo de 1960.
Conclusiones.
La historia de la evolución de las
telecomunicaciones en Costa Rica
muestra la forma en que diferentes
actores sociales coincidieron en sus
objetivos y aspiraciones, de una forma
que resultó muy provechosa para la
sociedad costarricense. Muestra la
importancia
de
las
instituciones
académicas en la difusión y aplicación
del conocimiento para bien de la
colectividad. Asimismo, muestra el
acierto del gobierno al contratar
profesores extranjeros de la talla de
Henri Pittier, Luis Schonau, Pablo
Biolley y Marian Le Chapellain, entre
otros, así como el envío de jóvenes
costarricenses sobresalientes, como
Tristán, a culminar sus estudios en el
exterior.
Los eventos y procesos que hemos
expuesto también ponen en evidencia la
importancia de la iniciativa privada, por
parte de personas en ocasiones
autodidactas como don Amando
Céspedes y de personas de diferentes
estratos sociales y grupos etarios, que
aportaron su contribución, tales como
González Lahmann, Collado, Sotela,
Gamboa y Pinto.
Finalmente, la labor de los ya
mencionados debe ponerse dentro del
marco establecido por las dependencias
estatales, como la Dirección General de
Telégrafos y Radios Nacionales, que
tuvieron la capacidad de percibir las
innovaciones que a gran velocidad se
producían, y de incorporarlas, dentro de
las limitadas posibilidades de una
nación pequeña como es Costa Rica.
Bibliografía:
American Radio Relay League: The
Radio Amateur's Handbook. Edición de
1937. Hartford, Connecticut, USA, 1937.
Publicación
anual
de
la
Liga
Norteamericana de Radioaficionados.
Texto obligado para el conocimiento del
desarrollo de la radioafición, así como
del estado de la tecnología de la época
tratada en este trabajo.
Céspedes M., Amando: Historia de la
Radiodifusión en Costa Rica. Carta
enviada a Carlos Salazar Herrera, con
fecha 8 de junio de 1956. Impresa en:
Céspedes, Amando en: Diamantes,
Heredia, Costa Rica, Mimeografía
Céspedes, 1956. La carta de Céspedes
a Salazar Herrera, primer director de la
Radio
Universitaria,
hoy
Radio
Universidad de Costa Rica, redactada
en el colorido estilo característico de
don
Amando,
contiene
mucha
información anecdótica, técnica (con
mayor o menor exactitud) e histórica.
Colegio Superior de Señoritas: Album
del Cincuentenario. San José, Imprenta
y Librería Lehmann, 1939.
Gobierno de Costa Rica: Costa Rica en
la Segunda Guerra Mundial. San José,
Imprenta Nacional, 1943. Publicación
del gobierno de Rafael Angel Calderón
Guardia, sobre los diferentes decretos,
leyes y medidas tomadas por el
Gobierno tras la declaración de guerra a
Alemania, Italia y Japón, el 7 de
diciembre de 1941.
Moore, Don: The Unique Story of
TI4NRH. USA, Monitoring Times, marzo
de
1993.Patepluma
Radio:
www.pateplumaradio.com/central/costar
ica/ti4nrh.html. Este artículo es muy
importante, ya que muestra la forma en
que la historia de la estación de
Amando Céspedes aún es conocida
sobre todo por los aficionados a la
escucha de onda corta (SW Listeners)
en el exterior. El autor visitó la casa de
Céspedes y tomó varias fotografías de
lo que queda de la TI4NRH. Versión
aumentada en el blog personal del
autor, donde hay otros artículos sobre la
radiodifusión costarricense.
Núñez M. Francisco María: Iniciación y
Desarrollo de las Vías de Comunicación
y los Medios de Transporte. San José,
Costa Rica, Imprenta Nacional, 1924.
Esta obra, en nuestra opinión el mejor
trabajo de Núñez, tiene un extenso
capítulo, que es el final, dedicado a la
telegrafía, la telefonía y a las
radiocomunicaciones. En su redacción
Núñez buscó la ayuda de personas
especializadas en este campo, lo que
dio por resultado la obtención de una
serie de datos muy valiosos, sobre todo
para quien posee conocimientos
técnicos y puede situarlos en su debido
contexto.
Tuchscherer, John D. Out of the Past . .
. Little NRH. USA, FRENDX, publicación
de la NASWA (North American Short
Wave Asociation), edición de marzo de
1979. Versión digital en el blog de Don
Moore:
www.pateplumaradio.com/central/costar
ica . Contiene importantes detalles
acerca de las frecuencias y horarios de
operación de la TI4NRH.
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