CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES.— Decía Céspedes, que era

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CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES.—
Decía Céspedes, que era irascible y de genio tempestuoso:—"Entre los
sacrificios que me ha impuesto la Revolución, el más doloroso para mí ha
sido el sacrificio de mi carácter."—Esto es, dominó lo que nadie domina.
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El 10 de abril, hubo en Guáimaro junta para unir las divisiones del
Centro y del Oriente. Aquella había tomado la forma republicana: esta, la
militar.—Céspedes se plegó a la forma del Centro. No la creía
conveniente; pero creía inconvenientes las disensiones.—Sacrificaba su
amor propio—lo que nadie sacrifica.—
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Se le acusaba de poner a cada instante su veto a las leyes de la
Cámara.— Él decía:—Yo no estoy frente a la Cámara, yo estoy frente a la
Historia, frente a mi país y frente a mí mismo. Cuando yo creo que debo
poner mi veto a una ley, lo pongo, y dejo tranquila mi conciencia."
La Cámara, ansiosa de gloria pura, pero inoportuna, hacía leyes de
educación y agricultura, cuando el único arado era el machete; la batalla,
la escuela; la tinta, la sangre.—Y venía el veto.—
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Que instituyó la forma militar.—Él creía que la autoridad no debía estar
dividida; que la unidad del mando era la salvación de la revolución; que
la diversidad de jefes, en vez de acelerar, entorpecía los movimientos.—
Él tenía un fin—rápido, único: la independencia de la patria. La Cámara
tenía otro: lo que será el país después de la independencia. Los dos
tenían razón; pero, en el momento de la lucha, la Cámara la tenía
seguidamente. Empeñado en su objeto, rechazaba cuanto se lo detenía.
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Que se llamó Capitán General.—Temperamento revolucionario, fijó su
vista en las masas de campesinos y de esclavos. "A ese nombre están
acostumbrados a respetar; pues yo me llamaré con ese nombre. Un
cambio necesitaría una explicación. Se pierde tiempo."—¡Se pierde
tiempo! Esta es la explicación de todos sus actos, el pensamiento
movedor de todos sus movimientos coléricos, la causa excusadora de
todas sus faltas. Concretaba su vida en una frase: ¡libres de España!—
Cada dificultad le parecía un crimen; cada obstáculo un fratricidio.—Él
creía: "El medio de la paz es la tribuna"—"El medio de las revoluciones
es la acción"—Un discurso dicho era una legua perdida.—Tanto más
admirable en un hombre de ley y de discursos.—Y como Tácito escribió
tremendamente, con el lenguaje aglomerado tantos años en su alma, así
Céspedes obraba inquietamente, con la genial vivacidad y bélico carácter
por tan largos y tan insoportables años contenidos.—
[Ms. en CEM]
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