356697. . Tercera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo LVI, Pág. 326. HERENCIA, NATURALEZA DE LA PARTICION DE LA. En derecho mexicano, el sistema adoptado, respecto al carácter de la partición, no es el romano, sino el francés. En aquél, se suponía que a la muerte del autor de la sucesión, la propiedad que le correspondió, pasaba a una entidad jurídica, a una persona moral que se llamó sucesión. Ahí, cada uno de los herederos sólo tenía derecho a una parte de los bienes, y cuando se hacía la partición, cada heredero adquiría una parte, a cambio de la renuncia de su derecho, de lo que debiera corresponder a las otras personas; pues el derecho de la herencia se estimaba dividido en partes iguales, cuyo importe dependía del número de herederos. En ese concepto, es claro que la partición era atributiva de derechos, pues implicaba la recíproca renuncia que se hacían los coherederos, de lo que les correspondía en la totalidad de los bienes, a cambio de que se les reconociera la parte correspondiente de la herencia; y de ahí resultaba que se tenía en ese sistema, como causante de los derechos de la herencia al testador, en la parte que le daba directamente al heredero y en las otras a sus coherederos. En el sistema francés no sucede esto, pues en él se admite, como el nuestro, que por la muerte del autor de la sucesión se transmite la propiedad a los herederos; de tal suerte que cuando haya sólo uno, o cuando se haga la designación individual de bienes en favor de cada uno de los herederos, no es necesaria la partición. El heredero único, desde la muerte del autor de la herencia, si acepta la misma, es dueño de los bienes, e igual cosa acontece en el otro caso. La aceptación no constituye un contrato celebrado entre el autor de la sucesión y los herederos, solamente es necesaria porque nadie puede adquirir derechos contra su voluntad, pero desde la aceptación, el heredero adquiere la propiedad. Nuestra ley determina que la sucesión se abre por la muerte del autor de la herencia y esto significa que se transfiere la propiedad; y en otra parte estipula que los bienes pasen a los herederos, desde la muerte del autor de la herencia, y más adelante establece que es necesaria la aceptación, y que ésta se retrotrae en sus efectos, a la época de la muerte del autor de la sucesión. De esta suerte, puede afirmarse que en el sistema francés y en el nuestro, el heredero adquiere la herencia desde el momento de la muerte del autor de la sucesión, sólo que cuando son varios los herederos y no se hizo la especial designación de bienes que a cada uno corresponde, la posesión y la propiedad están proindiviso y son comunes, y un heredero no puede vender, porque un comunero no puede disponer de aquello que forma la comunidad; pero si tiene un derecho en el todo y lo puede enajenar, lo que se demuestra por el hecho de que, con autorización de todos los herederos, el albacea puede vender. Esta comunidad o indivisión cesa con la partición, que no tiene más efecto que dar fin a la propiedad misma, sino porque en esa oportunidad tiene realización el derecho que ya se tenía. En conclusión, entre nosotros, la partición no es un título atributivo, sino un título declarativo de propiedad, y sólo pone fin cuando son varios los herederos, a un estado de indivisión o de comunidad de bienes, asignando a cada uno una propiedad exclusiva, no porque no la tuviera, sino porque era un derecho en el todo, no circunscrito, especialmente a bien alguno. Amparo civil directo 8360/36. Azcona Gumersindo, sucesión de. 12 de abril de 1938. Unanimidad de cinco votos. La publicación no menciona el nombre del ponente. -1-