La muerte en Venecia - Bibliotecas Públicas

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La muerte en Venecia
Novela de Thomas Mann (1912)
Película de Luchino Visconti (1971)
Club de lectura y cine “Leer en imágenes”
Biblioteca Pública de Mérida “Jesús Delgado Valhondo”
Noviembre de 2010
www.bibliotecaspublicas.es/merida
http://clubdelecturaycine-merida.blogspot.com/
La muerte en Venecia
Thomas Mann
La muerte en Venecia (título original alemán: Der Tod in Venedig) es una
novela corta publicada por el escritor alemán Thomas Mann en 1912.
La acción de la novela se sitúa en el verano de 1911, en Venecia, ciudad que
marcará el destino del famoso escritor Gustav Aschenbach con dos imágenes
igualmente perturbadoras: la angelical belleza adolescente de Tadzio y una
ciudad azotada por la epidemia de cólera, reflejo de su propia decadencia y
soledad.
Es una obra que, debido a su complejo simbolismo, genera variadas
interpretaciones. Baste referir, a modo de ejemplo, la significación de Venecia, la
ciudad de las apariencias y las ilusiones románticas y, al mismo tiempo, una
ciudad-despojo que puede considerarse un emblema de la decadencia que
afecta al propio Aschenbach, el protagonista.
Hay una parte autobiográfica en esta novela: su autor, Thomas Mann, realizó
un viaje a Venecia del 26 de mayo al 11 de julio de 1911.
CRÍTICA DE LA NOVELA
El llamado del abismo
Por Mario Vargas Llosa
Pese a su brevedad, La muerte en Venecia cuenta una historia tan compleja y
profunda como la de aquellas novelas en las que el genio de Thomas Mann se
desplegaba morosamente, en vastas construcciones que pretendían representar toda
una sociedad o una época histórica. Y lo hace con la economía de medios y la
perfección artística que han alcanzado pocas novelas cortas en la historia de la
literatura. Por eso, merece figurar junto a obras maestras del género como La
metamorfosis, de Kafka, o La muerte de Iván Ilich, de Tolstói, con las que comparte la
excelencia formal, lo fascinante de su anécdota y, sobre todo, la casi infinita
irradiación de asociaciones, simbolismos y ecos que el relato va generando en el
ánimo del lector.
Leído y releído una y otra vez, siempre se tiene la inquietante sensación de
que algo misterioso ha quedado en el texto fuera del alcance incluso de la lectura
más atenta. Un fondo oscuro y violento, acaso abyecto, que tiene que ver tanto con
el alma del protagonista como con la experiencia común de la especie humana; una
vocación secreta que reaparece de pronto, asustándonos, pues la creíamos
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definitivamente desterrada de entre nosotros por obra de la cultura, la fe, la moral
pública o el mero deseo de supervivencia social.
¿Cómo definir esta subterránea presencia que, por lo general, las obras de
arte revelan de manera involuntaria, casi siempre al sesgo, fuego fatuo que las
cruzara de pronto sin permiso del autor? Freud la llamó instinto de muerte; Sade,
deseo en libertad; Bataille, el mal. Se trata, en todo caso, de la búsqueda de aquella
soberanía integral del individuo, anterior a los convencionalismos y a las normas,
que toda sociedad —algunas más, otras menos— limita y regula a fin de hacer
posible la coexistencia e impedir que la colectividad se desintegre retrocediendo a la
barbarie […].
La razón, el orden, la virtud, aseguran el progreso del conglomerado humano
pero rara vez bastan para hacer la felicidad de los individuos, en quienes los instintos
reprimidos en nombre del bien social están siempre al acecho, esperando la
oportunidad de manifestarse para exigir de la vida aquella intensidad y aquellos
excesos que, en última instancia, conducen a la destrucción y a la muerte. El sexo es
el territorio privilegiado en el que comparecen, desde las catacumbas de la
personalidad, esos demonios ávidos de transgresión y de ruptura a los que, en ciertas
circunstancias, es imposible rechazar pues ellos también forman parte de la realidad
humana. Más todavía: aunque su presencia siempre entraña un riesgo para el
individuo y una amenaza de disolución y violencia para la sociedad, su total exilio
empobrece la vida, privándola de aquella exaltación y embriaguez —«la fiesta y la
aventura»— que son también una necesidad del ser. Éstos son los espinosos temas
que La muerte en Venecia ilumina con una soberbia luz crepuscular.
Gustav von Aschenbach ha llegado a los umbrales de la vejez como un
ciudadano admirable. Sus libros lo han hecho célebre, pero él sobrelleva la fama sin
vanidad, concentrado en su trabajo intelectual, sin abandonar casi el mundo de las
ideas y de los principios, desasido de toda tentación material. Es un hombre austero
y solitario desde que enviudó; no hace vida social ni acostumbra viajar; en las
vacaciones se recluye entre sus libros, en una casita de campo de las afueras de
Múnich. El texto precisa que «no amaba el placer» […].
La visión furtiva de un forastero en el cementerio de Múnich despierta en
Von Aschenbach el deseo de viajar y puebla su cabeza de imágenes exóticas; sueña
con un mundo feroz y primitivo, bárbaro, es decir, totalmente antagónico a su
condición de hombre supercivilizado, de espíritu «clásico». Sin entender bien por
qué lo hace, cede al impulso y va primero a una isla del Adriático, luego a Venecia.
Allí, la misma noche de su llegada, ve al niño polaco Tadzio que revolucionará su
vida, destruyendo en pocos días el orden racional y ético que la sustentaba. Nunca
llega a tocarlo, ni siquiera a cambiar una palabra con él; es posible, incluso, que las
vagas sonrisas que Von Aschenbach cree advertir en el efebo cuando se cruzan sean
pura fantasía suya. Todo el drama se desarrolla al margen de testigos indiscretos, en
la mente y el corazón del escritor y también, por supuesto, en esos sucios instintos
que él creía dominados y que, de manera inesperada, en la pegajosa y maloliente
atmósfera del verano veneciano, resucitan convocados por la tierna belleza del
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adolescente para hacerle saber que su cuerpo no sólo es el habitáculo de las
refinadas y generosas ideas que admiran sus lectores, sino, también, de una bestia en
celo, ávida y egoísta […].
El drama del solitario cincuentón, tan tímido y tan sabio, enamorado como
una damisela del niño polaco, que se inmola en el fuego de esa pasión, nos turba y
nos conmueve profundamente. Porque hay, entre los resquicios de esa historia, un
abismo que ella deja entrever y que inmediatamente identificamos en nosotros
mismos y en el medio social en el que estamos inmersos. Un abismo poblado de
violencia, de deseos y de fantasmas sobrecogedores y exaltantes, del que por lo
general no tenemos conciencia alguna, salvo a través de experiencias privilegiadas
que ocasionalmente lo revelan, recordándonos que, por más que lo hayamos
reducido a la catacumba y al olvido, forma parte integral de la naturaleza humana y
subyace, por lo tanto, con sus monstruos y sus sirenas seductoras, como un desafío
permanente a los usos y costumbres de la civilización1.
© 2002, Mario Vargas Llosa,
escritor peruano-español, Premio Nobel de Literatura 2010
SOBRE THOMAS MANN
Fue un escritor alemán, nacionalizado
estadounidense, que nació en 1875 en Lübeck y
falleció en 1955 en Zúrich. Premio Nobel en 1929, es
considerado uno de los escritores europeos más
importantes de su generación. Mann es recordado
por el profundo análisis crítico que desarrolló en
torno al alma europea y alemana en la primera mitad
del siglo XX. Para ello tomó como referencias
principales a la Biblia y las ideas de Goethe, Freud,
Nietzsche y Schopenhauer.
Tras la publicación de un libro de relatos, salió
a la luz su primera novela, Los Budenbrooks. Ocaso de
una familia (1901), donde relata la decadencia de una familia burguesa cuyas virtudes
van desapareciendo poco a poco.
En 1905 contrajo matrimonio con Katia Pringsheim, descendiente de una
rica familia de Múnich, con la que tuvo seis hijos. Ciertos aspectos de su vida
personal se recogen en las obras Alteza real (1909) y El señor y el perro (1918), no
exentas de humor. Uno de los temas más tratados en sus obras es el conflicto
existente entre el arte y la vida y se plasma, entre otras, en La muerte en Venecia
(1912).
Extracto del capítulo dedicado a La muerte en Venecia, de Thomas Mann, incluido en el
libro de Mario Vargas Llosa La verdad de las mentiras (Alfaguara, 2002).
1
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Cuando estalló la I Guerra Mundial, tendió a manifestar ciertos aspectos
conservadores y patrióticos en, por ejemplo, Consideraciones de un apolítico (1918). Sin
embargo, nunca se mostró a favor del fascismo, al que atacó duramente en Mario y el
mago (1930). Cuando Hitler se hizo con el poder en 1933, todos sus bienes le fueron
confiscados, motivo por el cual se vio obligado a exiliarse en Suiza, donde redactó
algunos artículos y conferencias como Atención, Europa (1938), done manifestaba los
peligros del nazismo y el fascismo. Su novela más conocida data de ese período, en
el que se convierte en un absoluto defensor del sistema democrático: La montaña
mágica (1924). En ella, su protagonista, Hans Castorp, asiste en un sanatorio a la
revelación de un mundo que está sufriendo continuos cambios.
A partir de 1939 residió en EE.UU. y en 1941 obtuvo la nacionalidad
estadounidense, a la que no renunció cuando volvió a instalarse en Alemania en
1945.
Entre los años 1933-43 escribió su tetralogía Las historias de Jacob, El joven José,
José en Egipto y José y sus hermanos, inspiradas en la Biblia y en la que se introducen
matices psicológicos y filosóficos. Su última novela es Doctor Faustus. La vida del
compositor alemán Adrián Leverkühn contada por un amigo (1947), donde se relata el
desarrollo de la Alemania de Hitler a través de la historia de un músico que ha
vendido su alma al diablo.
Poco antes de morir publicó Confesiones del aventurero Félix Krull (1954), en la
que, en clave de humor, trata el tema del arte desde una nueva perspectiva: se
plantea si el arte y la cultura no son más que un engaño.
ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA
MUERTE
EN
VENECIA
Italia-Francia, 1971
Muerte en Venecia es una disquisición estético-filosófica sobre las pérdidas
de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era
representada en la figura del protagonista, Gustav Aschenbach.
Luchino Visconti, el cineasta más aristócrata en el más amplio sentido de la
expresión, que nos ha deparado la historia del cine europeo, alcanza inusitadas
cotas de brillantez con esta película inmortal, un gran homenaje a la belleza. Si ya
la novela original de Thomas Mann era un canto a la búsqueda de la perfección, el
texto pasado por el tamiz de la extrema sensibilidad de Luchino Visconti, llega a
alcanzar insólitas cotas.
Dirk Bogarde hace jirones su alma y su cuerpo en la película y jamás una
banda sonora había tenido en el montaje un aliado tan eficaz. Y nunca un actor
desconocido, el virginal Björn Andrésen, había puesto tanta carne en el asador para
componer su complicadísimo personaje, el de objeto del deseo de un hombre para
quien es demasiado tarde para todo, instalado en un universo crepuscular que sólo
encontrará resolución en la muerte. Muerte en Venecia es, en definitiva, una de
esas incuestionables grandes películas que sólo aparecen cada 30 ó 40 años. Es la
perfección, la maestría…
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FICHA DE LA PELÍCULA
TÍTULO
ORIGINAL
Morte a Venezia (Muerte en Venecia)
DURACIÓN
127 min.
DIRECTOR
Luchino Visconti
GUIÓN
Luchino Visconti y Nicola Badalucco (basado en la novela La muerte en Venecia de
Thomas Mann)
MÚSICA
Gustav Mahler
MONTAJE
R. Mastroianni
FOTOGRAFÍA
Pasqualino De Santis
REPARTO
Dirk Bogarde (Gustav Aschenbach), Björn Andrésen (Tadzio), Silvana Mangano
(madre de Tadzio), Marisa Berenson (Frau Aschenbach), Mark Burns (Alfred) y
Nora Ricci (institutriz).
PRODUCTORA
Alfa
PRODUCCIÓN
Robert Gordon Edwards, Mario Gallo y Luchino Visconti
DIRECCIÓN
ARTÍSTICA
F. Scarfiotti
VESTUARIO
Piero Tosi
PREMIOS Y
NOMINACIONES
1971: Premio David de Donatello: Mejor director (Luchino Visconti)
1971: Nominada al Óscar: Mejor vestuario
GÉNERO
Drama
SINOPSIS
Tras sufrir una crisis creativa, el compositor Gustav Von Aschenbach llega a
Venecia para pasar una temporada de vacaciones en solitario, con el fin, no sólo
de reflexionar, sino también de dar descanso a un cuerpo extenuado y enfermo.
En el Hotel Des Bains llama su atención una familia de turistas polacos,
especialmente el joven Tadzio, un bellísimo adolescente por el que siente una
súbita e intensa atracción.
ARGUMENTO
A principios del siglo XX, el compositor Gustav Von Aschenbach (Dirk Bogarde),
muy delicado de salud, huye a un breve descanso en Venecia.
Aschenbach huye de su país (posiblemente Baviera), del dolor de haber perdido a
su hija y del fracaso de su matrimonio y su última obra. Huye de su mujer (Marisa
Berenson), de las discusiones con su amigo intelectual (Romolo Valli) y se aleja de
la severidad teutona; en resumen, huye de su vida.
Aquejado de una grave enfermedad, sabe que le queda poco tiempo de vida. En la
decadente e inspiradora ciudad de los canales, se enamorará platónicamente de
Tadzio (Björn Andrésen), un adolescente polaco de ascendencia noble y
sobrecogedora belleza.
Obsesivamente vagará contemplando la inalcanzable belleza de Tadzio y de la
propia Venecia, sumergiéndose en la decadencia de una ciudad que no admite
estar condenada por una epidemia de cólera y, al igual que él, trata de huir de su
propia decadencia.
Finalmente Aschenbach sufre un ataque al corazón en la playa y, mientras él va a
su inexorable encuentro con la muerte, observa como el bello Tadzio se aleja,
iluminado por el sol.
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OTROS DATOS
DE LA
PELÍCULA
IMPLICACIONES
Tanto la novela original como la película constituyen, aparte de los sucesos
acontecidos a Gustav durante su estancia en Venecia, una ilustración, oda, alegato
y homenaje a la belleza perfecta, pura y plena de la que habla Platón en el Fedro y
el Banquete.
Gustav se encuentra frente a la belleza inalcanzable, bella por sí misma y reflejo
de la verdad.
Tadzio, su objeto de obsesión, no intercambia palabra alguna con él ya que el
sentido de perfección no posee carácter mundano, va más allá. (“Aquél que ha
contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir”).
El apellido alemán “Aschenbach” puede traducirse por “Río de cenizas”.
ESCENARIO
La trama se desarrolla en Venecia, símbolo del arte y el comercio entre Oriente y
Occidente, en el fastuoso y decadente hotel del Lido veneciano (la estación
balnearia que tuvo su mayor popularidad a fines del siglo XIX y principios del XX).
La descripción minuciosa y exacta del entorno aristocrático que logra Visconti (un
legendario aristócrata milanés) es paradigmática. Incluso la ropa usada es original
y fue planchada y almidonada según se hacía en la época.
CONCLUSIONES
Es una serena y profunda reflexión sobre el final del siglo XIX (su música, su arte,
sus costumbres y su política) y el advenimiento del siglo XX con una forma de vida
completamente diferente y dos guerras mundiales en el horizonte.
También una toma de posición sobre distintos estilos de vida y la propia
homosexualidad de Visconti, en un mundo de alta sofisticación que se encamina a
su fin.
El título de la novela –La muerte en Venecia (Der Tod in Venedig)– plantea una
doble lectura: ¿el compositor y su mundo van a morir a Venecia o es la muerte de
ese mundo antiguo, que se hunde como la ciudad de los canales, la que lo espera?
LEGADO
Es una colección de las más bellas imágenes jamás filmadas y un alegato a la
apreciación de la belleza.
El personaje está basado vagamente en el compositor Gustav Mahler, cuyo
Adagietto de su Quinta sinfonía está presente a lo largo de la película, formando
una unión indivisible entre imagen y sonido de gran presencia dramática. De
hecho, Visconti es en gran medida responsable por la inmensa popularidad que
cobró luego la música de Mahler, quien perdió una hija en circunstancias similares
a las que se ven en la película pero que no era homosexual.
La popularidad de Muerte en Venecia y la obra de Gustav Mahler inspiraron un
ballet al coreógrafo John Neumeier y la ópera homónima de Benjamin Britten.
CURIOSIDADES
Para el papel de Tadzio, Visconti escogió al desconocido Björn Andrésen, que fue
elegido tras un largo proceso de audiciones que se registraron en el documental
Alla ricerca di Tadzio (A la busca de Tadzio).
7
1906 Nace en Italia, en el
seno de una familia
aristocrática.
Luchino
1936
Ayuda alVisconti
director Jean
Renoir en Francia.
1906, Milán – 1976, Roma
1939 Visita Hollywood.
▪ Suntuoso diseño de decorados y vestuario ▪ Exitoso director de teatro y ópera ▪ A pesar de
su origen
aristócrata,
era un
1942
Dirige
Ossessione,
su marxista declarado ▪ Sus últimas películas son estudios de la
decadencia
y la caída de la aristocracia ▪ Italiano ▪ Drama, género histórico, adaptaciones
primera
película.
literarias ▪ Dirigió 14 películas
1954 Dirige su primera ópera
con Maria Callas.
1960 Vuelve al neorrealismo
con Rocco y sus hermanos.
1963 Palma de Oro por El
gatopardo.
1969 Recibe su única
nominación al Óscar por La
caída de los dioses.
OTRAS OBRAS
La terra trema, 1948, con
Alfio Fichera
Noches blancas, 1957, con
Maria Schell y Marcello
Mastroianni
Rocco y sus hermanos, 1960,
con Alain Delon y Renato
Salvatori y Annie Girardot
La caída de los dioses, 1969,
con Dirk Bogarde
Luis II de Baviera, 1972, con
Helmut Berger y Romy
Schneider
Visconti,
por su origen, era el director
ideal no sólo para retratar las lujosas vidas de
los ricos, sino también las consecuencias
emocionales y políticas del exceso y la
decadencia. Su experiencia trabajando con Jean
Renoir y su preparación como director de ópera
son evidentes en sus poderosas películas
históricas. La película con la que debutó,
Ossessione (1942), es una historia escabrosa
de una mujer y su amante que matan al marido
de ésta y después se destruyen el uno al otro.
Es la primera de tres películas basadas en la
novela de James M. Cain El cartero siempre
llama dos veces (obra que hemos leído y
trabajado en el club de lectura y cine de
Mérida). Su estreno se retraso, primero por la
dictadura de Mussolini, y después porque
Visconti no poseía los derechos. Aunque se le
califica de neorrealista por el rodaje en
exteriores y el acento en las clases bajas, el
argumento
parece
determinado
por
la
casualidad, y carece de la conciencia social de
directores como De Sica.
8
▪ El gatopardo, 1963, con
Burt Lancaster, Alain Delon y
Claudia Cardinale (obra que
tratamos también en el club
de lectura y cine el pasado
año).
En medio del áspero paisaje
siciliano, un patriarca
aristócrata se resiste a la
decadencia de su fortuna.
Para no perder su posición,
permite que su sobrino se
case con la hija de un rico
comerciante y alcalde del
pueblo. La admiración de
Visconti por la escenografía
de Kenji Mizoguchi es
evidente en el baile de 40
minutos que cierra la película.
También se nota la influencia
de Vincente Minnelli en el
diseño de producción y el uso
del Technicolor.
▪ Muerte en Venecia, 1971, con
Dirk Bogarde y Björn Andrésen.
Basada en la novela de Thomas
Mann, el protagonista de la
película es un compositor
inspirado en Gustav Mahler, cuya
música subraya los momentos
más dramáticos del filme. El
músico, que está en Venecia para
curar su achacosa salud, se queda
prendado de un joven de luminosa
belleza que se hospeda en el
mismo hotel. A medida que la
obsesión del compositor crece, su
salud se debilita, y las opulentas
fachadas venecianas se vuelven
feas y ruinosas.
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