Aula de las Artes Vicerrectorado de Cultura y Comunicación Proyecto de montaje escénico para el curso 2012-2013 Estreno: 18 de diciembre de 2012, Auditorio UC3M (Campus de Leganés) AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN Texto de Federico García Lorca (1898-1936) Música de Frederic Mompou (1893-1987) y Xavier Montsalvatge (1912-2002) Elenco Don Perlimplín / Miguel Ángel Coca Belisa / Almudena Rubiato Marcolfa / Adela Mora Madre de Belisa / Isabel Marina Duende 1 / Jesús Vilches Duende 2 / Sandra Tierraseca Orquesta de la UC3M Equipo creador Dirección de escena / Abel González Melo Dirección musical / Manuel Coves Coreografía / Eva Sanz Diseño de espacio escénico, vestuario, caracterización y dibujos / Javier Chavarría Asesoría musical / Enrique Viana Entrenamiento vocal / Francesco Carril Diseño de luces / César Linares Asistencia de dirección de escena y producción / Laura González Cortón Asistencia musical / Jerónimo Marín Dirección de producción / Gema R. Lirola Dirección técnica / Salvador Salinas Gestión y comunicación / Equipo del Aula de las Artes UC3M Directora del Aula de las Artes UC3M / Sonsoles Herreros Laviña Vicerrector de Cultura y Comunicación UC3M / Miguel Satrústegui Gil-Delgado Sinopsis Marcolfa, criada de Perlimplín, insiste en que su amo se case con la joven y bella Belisa, hija de su vecina, aunque el pretendiente es mucho mayor que la novia y, además, no se quieren. Perlimplín y la madre de Belisa acuerdan el matrimonio. Durante la noche de bodas Perlimplín se enamora de Belisa al verla por la ranura de su puerta mientras ella se acicala. Se desvela que Belisa le ha sido infiel a Perlimplín durante esa noche con cinco hombres distintos, uno de cada raza. Aparece un misterioso joven que ama a Belisa pero que nadie conoce. Perlimplín se muestra feliz e insiste en ayudar a su mujer a encontrar al joven. En la noche Belisa va a buscar a su enamorado al patio, pero este no aparece. Perlimplín llega dispuesto a matarlo, desaparece entre la espesura y poco después entra en escena un misterioso joven vestido de rojo, con la cara tapada y una herida en el corazón. Cae al piso y se descubre que era el enamorado de Belisa, ella le destapa la cara: Perlimplín era el hombre del que se ella se había enamorado. Federico García Lorca Gran figura de las letras hispanas, nace en Granada en 1890 y muere en esa misma tierra en 1936. Fue poeta, dramaturgo y prosista, y se le conoció también por su destreza en otras artes. Pertenece a la llamada Generación del 27 y es, quizás, el poeta más influyente y popular de la literatura española del siglo XX. Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933) divide la obra dramática de García Lorca en dos etapas. La primera está conformada por títulos como El maleficio de la mariposa (1921), Mariana Pineda (1927), La zapatera prodigiosa (1930), Retablillo de Don Cristóbal (1928), El público (1930) y Así que pasen cinco años (1930). A la segunda, considerada su época dorada o de su “teatro mayor”, pertenecen Bodas de sangre (1933), Yerma (1934), Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) y La casa de Bernarda Alba (1936). Frederic Mompou Compositor catalán, nace en Barcelona en 1893 y muere en 1987. Es especialmente conocido por sus obras para piano solo, entre las que destacan Impresiones íntimas (1911-1914), Suburbis (1916-1917), Charmes (1920-1921), Paisajes (1942-1960), Canción de cuna (1951) y Música callada (1959-1967). Obtuvo el Premio Nacional de Música en España. Sus piezas, de una gran intimidad, poseen influencias principalmente del impresionismo francés, y en ellas utiliza melodías del folclor catalán. Posee igualmente composiciones para voz y piano, guitarra solista y coro y orquesta. Xavier Montsalvatge Compositor y crítico musical catalán, nace en Gerona en 1912 y muere en Barcelona en 2002. Se le considera una de las figuras principales de la música española del siglo XX. Su vasta obra abarca casi todos los géneros, incluyendo la ópera y el cine. Debe su fama internacional a la composición Cinco canciones negras para soprano y orquesta, donde utiliza ritmos y temas antillanos, dentro de la que destaca Canción de cuna para dormir a un negrito. Otras de sus creaciones más conocidas son Sonatine pour Ivette (1962), Babel (1967), Serenata a Lydia de Cadaqués (1971), Reflexions-obertura (1975) y Concert capriccio (1975). El proyecto pedagógico del Aula de las Artes UC3M Dentro de los objetivos del Aula de las Artes UC3M se encuentra la integración de los diversos sectores de la comunidad universitaria dentro de proyectos pedagógicos sostenibles, que pongan en perspectiva la cultura española mediante el establecimiento de lazos con distintas instituciones, tanto en nuestro país como en el extranjero. Confiamos en que desde nuestras aulas artísticas, con los recursos que la Universidad pone a nuestro favor y asegurándonos la implicación de colaboradores comprometidos con nuestra misión educativa, podemos sacar adelante propuestas de calidad y repercusión. Tras más de veinte años de experiencia de nuestras Aulas de Música, Teatro y Danza en la proyección internacional e interinstitucional, en 2011 iniciamos, con la zarzuela de Ruperto Chapí Quo Vadis?, desarrollada en colaboración con el Centro de Tecnología del Espectáculo de Madrid (CTE), este perfil integrador más enfocado a producciones escénicas. ¿Por qué este espectáculo? por Abel González Melo No necesitamos un aniversario de García Lorca para proponernos montar una obra tan honda y bella como Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. La madurez de la escritura, la síntesis poética de personajes y situaciones desarrollada a lo largo de sus cuatros cuadros, la riqueza del imaginario lorquiano desplegada aquí, nos ayudan a asumir este texto como parte de un proceso de aprendizaje de los integrantes de nuestras Aulas, pensando en la potencia de este discurso para impactar también en los disímiles públicos que tendremos: desde los miles de alumnos que componen nuestra comunidad, además de profesores, investigadores y personal de administración y servicios de la UC3M, hasta los espectadores de diversas edades a quienes habitualmente hemos llegado, en nuestras giras externas, en eventos como Unitínere, Unidanza y Uniescena. Amor de don Perlimplín… mantiene todas las claves de García Lorca y, por ello, llevarla a las tablas significa redimensionar el legado de este autor; pero a la vez posee tal actualidad su fábula, dada su universalidad, que es capaz de tocar al individuo contemporáneo desde múltiples ángulos, lo cual la hace vigente. El reto mayor en esta ocasión ha sido combinar el texto, de 1933, con la música compuesta en 1955 por Mompou y Montsalvatge –de quien curiosamente se celebra en 2012 el centenario–, para un ballet concebido como “perlimplinada”, en homenaje a –o tomando como motivo base– Amor de don Perlimplín... Los compositores reelaboraron el argumento del dramaturgo granadino ajustándolo a sus propias intenciones: generaron, pues, una partitura autónoma, que utiliza abundantes motivos del original pero que, lógicamente, se mueve en otras claves. Para nuestro espectáculo, tras un proceso investigativo que ha incluido el repaso de la evolución del texto de García Lorca y de la música, hemos preparado un guion que amalgama los dos lenguajes, sin traicionar ni “vender” los enigmas de uno u otro. Pensamos que la composición musical, riquísima en la variedad de matices por los que transita, es un perfecto marco para arropar el drama lorquiano, propiciar la creación de elipsis escenificadas y dialogar, en tono contemporáneo, con un texto tan contundente, presentándolo de un modo aún más inquietante y dinámico ante el público de hoy. Aspectos estéticos por Javier Chavarría Las acotaciones por parte de García Lorca con referencias concretas a una estética dieciochesca (casacas, pelucas con pájaros…) hace entender enseguida que la idea del autor es convertir esta pequeña pieza en un juguete escénico de aire palaciego, donde la ociosidad de los personajes justifica sus desvaríos anímicos y emotivos. Ajustada como una pieza de relojería o como una caja de música en la cual los personajes giran en una danza mecánica y predeterminada, la estética que se propone desde la dirección escenográfica es la de una serie de adornos de porcelana o bibelots que integran a los propios actores, y que en su vacua existencia cristalizan el exceso de una época al borde del cataclismo social. Las referencias que se usan son, pues, estos adornos que ejemplifican una vida cortesana dedicada al afecto caprichoso, de tonos brillantes y colores intensos. El empleo de plataformas de estética rococó convierte a los personajes en elementos decorativos dentro de las macroestructuras sociales que no dejan espacio a los anhelos personales de los sujetos. Estas peanas ayudarán a hacer entender el conflicto entre el sujeto y su rol social al que está obligado por nacimiento, estatus o sexo. La escena se plantea ya desde el cuadro I como esta crisis donde la criada arrincona a Perlimplín hacia el matrimonio, del cual él se ha “librado” hasta el momento, protegido en sus libros, sus estudios y su misantropía. Concepto escenográfico Objetivamente, las referencias del texto definen una vivienda de la alta burguesía, con espacios amplios, ricamente vestidos y que denotan un nivel social desahogado. Los personajes, a excepción de Marcolfa, no trabajan y dedican sus horas al desarrollo de la trama emocional que se nos narra. En diversos momentos se hace alusión a la posición económica de Don Perlimplín, lo que es uno de los componentes de acción para la trama, fundamentalmente para la Madre de Belisa. La obra presenta un cambio continuo de espacio, en realidad, uno diferente en cada cuadro, donde se relacionan interiores y exteriores y continuamente se hacen alusiones de dentro a fuera: mirar por el balcón, ver la casa de enfrente, etc. Este planteamiento nos hizo pensar en una resolución, dentro de los parámetros históricos que se han indicado, de un espacio neutro, no naturalista, en el cual los interiores se definen por piezas de tejido que evocan las cortinas, las paredes tapizadas o los doseles, y los exteriores por espacios neutros y abiertos. La escenografía se concentra fundamentalmente en un atrezzo que rodea y define al personaje, como la silla de la biblioteca que representa toda la casa de Perlimplín, o el balcón que representa el hogar de Belisa. Estos objetos son a la vez denotativos y connotativos y al tiempo que definen el lugar físicamente se convierten en símbolo de lo que representan. Así, por ejemplo, la silla de la biblioteca igual evoca el capullo de una crisálida o una cueva, pues representan la seguridad del refugio en el que Perlimplín se ha retirado de las cosas del mundo, o el balcón de Belisa que es también una jaula en la que ella está encerrada y cuya liberación espera sea el matrimonio. Otro de los elementos ya citados de atrezzo que componen el espacio son las peanas de esculturas de estilo rococó, que servirán de posicionamiento a los actores y que representan el inmovilismo de la sociedad en la que (o al margen de la cual) los personajes tratan de cumplir sus deseos. La escenografía, como conjunto de elementos de atrezzo, se adapta con facilidad a distintos espacios escénicos y permite un continuo movimiento haciendo que la escena sea algo dinámico y versátil. Vestuario Se ajusta históricamente a la estética y el patronaje del siglo XVIII, marcando la diferencia de las clases sociales con un código de exageración, sobre todo en lo que tiene de adorno superfluo el bibelot de porcelana. Da una sensación de conjunto al marcar una gama de color muy definida en verdes para la casa de Perlimplín y en blancos y rosas para el mundo femenino de Belisa. Y un código visual que usará ricos estampados de flores (damascos y brocados) para la pareja principal, y estampados de rayas para el resto de los personajes secundarios; de manera que el vestuario de Marcolfa y el duende 1, que pertenecen a la casa de él, tendrán rayas en tonalidades verdes, y el vestuario de la Madre y el duende 2, que pertenecen a la casa de ella, tendrá rayas de gama rosa. El vestuario y la escenografía estarán perfectamente imbricados haciendo entender al público la “pertenencia al lugar” de los personajes, por la repetición de motivos, colores y tejidos en el atrezzo y en los trajes. El traje de boda de Belisa, que servirá para la transición musical del cuadro I, será un traje-escultura cuya enorme y rígida falda de miriñaque, a la vez que cosificar al sujeto, servirá después como elemento escénico al convertirse en la cama del dormitorio nupcial del cuadro II. Sorpresa feliz (a propósito de la música) Por Enrique Viana Me ha sorprendido saber que Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín tiene su lectura en el pentagrama. Sé que la música puede lograr en el espectador un efecto que deja en uno u otro lugar el texto original de una obra hablada: fascinante asumir esos riesgos cuando la pieza de teatro es, como en esta ocasión, “alta literatura”. La amistad de Xavier Montsalvatge (1912-2002) con Frederic Mompou (18931987) llevó a ambos a una colaboración de la que nace esta curiosa partitura a modo de ballet que ellos llamaron “Perlimplinada”. Esta unión de dos grandes músicos españoles del siglo XX no pone música a las palabras de García Lorca pero sí a su argumento, a su “color” y a su moraleja. Escribir sobre la prosodia de un texto es contar-cantando y, por deformación, uno escucha a veces la música “con otros oídos” cuando la línea escrita sobre los versos no existe para la voz y son los instrumentos y sus timbres los que ilustran una acción o un sentimiento (no he visto el ballet, que no se representa apenas, pero he escuchado con atención la pieza y releído la comedia). La escucha descubre una inteligencia en la orquestación para acompañar la acción y sus personajes que forma un espectáculo independiente de los diálogos y las magníficas réplicas de García Lorca y “campa” por sí solo como contador de la historia de Perlimplín y Belisa. Parece ser que sobre las ideas y melodías de Mompou –que tenía asombrosa facilidad para hacer fluir estas últimas–, Montalvatge trabajó a fondo en su orquestación y sumó algunas danzas a las ya sugeridas por aquel –no sé a quién se debe la “Danza de los panaderos populares” pero me parece una joya de 3 minutos y 30 segundos con todos los metales de lo popular y las filigranas de lo estudiadamente sutil. Y ahora, antes de “permitirme sin permiso pero presumiendo su permisividad” –la de ustedes– recomendaré algunos fragmentos concretos sin menosprecio de ningún otro… un resumidísimo argumento de la obra. Don Perlimplín es un noble granadino entrado en años que, instigado por su ama de llaves, se casa con una hermosa joven de pueblo llamada Belisa y se enamora locamente de ella –en ese orden. Pero Belisa no siente por él la pasión deseada y para despertar su amor Perlimplín crea el personaje de un amante de quien Belisa queda prendada rápidamente. Turbada por ese amor, Belisa se confiesa ante Perlimplín, quien se ve empujado a matar al amante –que no es otro que él mismo. Toda esta corta obra musical es interesante y despierta cierta curiosidad el experimento entre dos autores tan diferentes con conceptos compositivos tan distintos –un romántico desinhibido con cierta inclinación a la contemplación, y otro en principio partidario del dodecafonismo y después seguidor de la politonalidad libre. Aunque en la mayor parte de las piezas se escucha a Mompou claramente, la inclinación vanguardista asoma en las familias de instrumentos en casi la totalidad de los números. Así, pues, con toda humildad y deseo de que ustedes abran sus oídos, he aquí mis humildes recomendaciones: El preludio es hiper descriptivo. Se “escuchan” la casa de Perlimplín, la porfía de este con Marcolfa, los olores de la noche, las consideraciones de Celestina de la madre de Belisa… Es también un introductor de lo más efectivo para aspirar el fresco de la noche granadina y situarnos en una luz, una edad, una atención, una expectativa, un descubrimiento. La canción que introduce en escena a Belisa elige un tono melancólico LAm y un ritmo lento, un arpa acompaña la voz de la joven –si canta– o en su defecto a la flauta y al corno inglés que tocan su melodía. Empieza siendo una pieza lejana que va sumando los timbres del oboe, el clarinete, el fagot, hasta iluminar con el sonido el desnudo de Belisa en el balcón como si de la luna se tratase: así lo he creído escuchar yo. Otro número espléndido es “El amanecer”. La campana marca las horas y el crescendo de la masa orquestal saca literalmente al sol de su escondite, es corto y concreto. La melodía se superpone en principio en una dinámica de “qué pasará” y después pasa al apunte de una danza que te dice que “todo está en su sitio, el orden del día está en perfecto estado de revista”. Los panaderos reparten sus hogazas calientes al ritmo del sur –es la antes mencionada “Danza de los panaderos populares”. El desenlace es la “Muerte del amante”, un número contradictorio, inquieto, que quiere encontrar una explicación porque no entiende lo ocurrido, que se revela en la madera y que se agita en los vientos, con muchos cambios súbitos de volumen –la acusación de Perlimplín-amante a sí mismo, las preguntas ingenuas de Belisa, la asunción tranquila de Marcolfa ante la muerte de su amo, su pregunta última… sin respuesta posible. En fin, cuando se escucha una obra musical con atención y se busca un punto de acuerdo, de duda, de placer, de emoción, es como si se descubriera un idioma nuevo que te habla a ti solo y en ese momento. Si el Amor de Don Perlimplín… de García Lorca nos hizo mejores, la música de Mompou y Montsalvatge contribuyó a ello. ¡Feliz sorpresa! ¡Feliz escucha!