La Nueva Clase Obrera

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La Nueva Clase Obrera
Juan Ramón Jiménez de León
Profesor de la FCA-UNAM
www.yumka.com
Premio Nacional de Periodismo 2003
En los tiempos de la Globalización Neoliberal, el análisis marxista no es suficiente para
entender el surgimiento de una nueva clase obrera y de su super-explotación, la cual se
debe a los siguientes factores :
(a) Incremento de la Jornada Laboral sin el pago correspondiente
(b) Aumento de la Intensidad Laboral con el mismo pago salarial
(c) Introducción de nuevas tecnologías en la trasnacionalización y segmentación de los
procesos productivos (trabajadores segmentados, trabajadores divididos).
Por lo tanto tenemos una clase explotada, según los cánones tradicionales del pensamiento
marxista y una nueva clase obrera super-explotada que se observa en la industria
maquiladora, en los Call Centers de las empresas de telefonía celular, en los trabajadores
“golondrinos” de las empresas agrícolas tecnificadas de Sinaloa y Sonora (CAADESS), en
los campamentos gasiferos de la Cuenca de Burgos-que son modernas tiendas de raya
porfirianas- en los restaurantes de fast-food estilo MacDonalds, los trabajadores manuales
e intelectuales de tiempo parcial que cobran por honorarios-especialmente la
lumpenización de los profesores universitarios de la UNAM, ITESM, UNITEC, UIA,
UIC, etc, los llamados free-lancers de las profesiones relativas a diseño, contaduría,
informática, medicina, etc, los cajeros de las tiendas de auto-servicio al estilo Wal-Mart
y los cajeros de los bancos transnacionales, esa enorme masa de trabajadores está
conformando la nueva acumulación de capital de manera mas sofisticada pero mas efectiva
y mas rápida que se fusiona con los esquemas de reproducción mundial basados en una
autentica revolución en el comercio internacional con sistemas multimodales (agua-airetierra) de manejo de contenedores con barcos roll-on, roll-off, cotizaciones H-H (bodega a
bodega) , especialización en cartas de crédito internacionales, y la preponderancia de las
empresas comercializadoras japonesas llamadas Sogo-shoshas, esa revolución en la
trasnacionalizacion de los procesos productivos lleva consigo un Management Global
basado en técnicas de Downsizing y Outsourcing (sub-contratación) mas una
internacionalización de los mercados financieros de acciones bursátiles, divisas y
mercaderías (petróleo, gas, café, azúcar, ganado, camarón, minería y aceros, etc) basados
estos a su vez en operaciones OTC ( mediante terminales personales de computadoras),
manejados por Prime Banks (bancos trasnacionales), en operaciones Off-Shore (paraísos
fiscales) con ventas en corto, fuerte apalancamiento y a través de los grandes Hedge Funds
con operaciones al estilo ENRON de EBITDA, SPE, Stock options, etc todo ello manejado
y controlado por gigantescas Clearing Houses (o sea Cámaras de Compensación) siendo la
mas importante SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunications)
basada en Bruselas y que aglutina a mas de 10,000 bancos y financieras mundiales.
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La característica básica de este modelo neoliberal es la Competencia Monopolistica lo que
hace que la lucha entre monopolios y oligopolios es brutal y la llamada Libre Competencia
solo queda reducida a actividades de poco valor agregado (tintorerías, mini-supers, talleres,
peluquerías, misceláneas, farmacias, etc) lo que significa la violación constante y continua
de las leyes anti-monopolio (en el caso de México, el articulo 28 constitucional y la
ineficiencia de la Comisión de (IN)Competencias Económicas de la Secretaría de
Economía que no funciona porque no tiene facultades ejecutivas, ni autonomía presupuestal
ni tampoco participación ciudadana).
Esa Monopolización y Oligopolización de la Economía genera la misma situación en los
Sindicatos de esas grandes y medianas corporaciones, sean publicas o privadas, nacionales
o trasnacionales, situación que genera la formación de verdaderas mafias con charrismo
rojo o blanco, pero totalmente intolerantes y corruptas que llevan al sindicato a parientes,
amigos, amantes, compadres, etc y toda esa ralea de depredadores que están aprovechando
las conquistas del sindicalismo revolucionario y que son corresponsables del deterioro de
las leyes laborales, del saqueo indiscriminado de las empresas, de las leyes ambientales y
del desmantelamiento del Estado Benefactor impulsado por Roosevelt (FDR) y Keynes
y que estuvo plasmado en la Constitución de 1917 por las luchas de la Casa del Obrero
Mundial, del autentico Partido Comunista de Marx y Engels y no de la caricatura grotesca
que significa en México el PRD y en lo que ha devenido en China el PCCH, en un
auténtico Capitalismo de Estado Totalitario , que se conjuga en el otro extremo con el
Capitalismo actual de los Estados Unidos, neoliberal y globalitarista (globalización
militarista) con acciones de guerra preventiva total contra el terrorismo siendo lo mas
peligroso en este momento el Terrorismo de Estado.
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Esta nueva clase obrera es una generación Nintendo, sin conciencia social y obrera, con
una total sobre-protección de los padres que no soportan que a sus niños se les castigue
desde kinder hasta profesional, sobre-protección que lleva a situaciones de debilidad como
la falta de vacunación efectiva, como lo es en estos momentos la epidemia del sarampión y
similares ( que es una enfermedad correlacionada con los niveles de pobreza que ha traído
consigo la inmigración coreana, acostumbrada a comer perro y acarreada por la secta
religiosa Moon con beneplácito de la Administración Foxista tan ineficiente como corrupta
como las anteriores priistas) el sarampión es una variedad de la viruela (y no hay que
olvidar que en 10 años la población indígena de México fue diezmada por esta epidemia en
niveles de exterminio, de 22 millones de habitantes sólo quedaron 3 millones , esto cuando
los españoles arribaron a México), ahora la parte mas tenebrosa de la CIA está
desarrollando en Fort Detrick en Maryland, cerca de Washington, la viruela mejorada con
veneno de cobra negra (mamba) para diezmar a la población mexicana, xenofobia alentada
por Harvard y su ilustre profesor Samuel P. Huntington y su nuevo libro contra los
mexicanos llamado Quienes Somos, mas aún que el neoliberalismo abandonó la
producción de vacunas en donde México era ya una potencia comparable a los Estados
Unidos y la URSS y ahora las compran en el CDC de Atlanta ( por una casualidad esa
ciudad es la matriz de la nefasta Coca-cola, corresponsable de la epidemia de diabetes y
sede también de la cadena FOX, muy cargada a la ultra-derecha), esa falta de vacunación
pone en riesgo a nuestra población entre los 13 y los 40 años, esa población conforma la
“Nueva Clase Obrera” , la Generación Timbiriche (fresa), una generación que aplaude a
rabiar el Big Brother o la nueva versión de Zapata en donde el productor Arau se jacta de
haber lavado dinero junto al corrupto banquero El Divino y hasta le da un papel como actor
junto a la casta dorada de Lucerito (cuyo marido es el ídolo de MMH-el padre del
neoliberalismo en México), Alejandro Fernández ( engusanado por la mafia cubana de
Miami) y Jaime Camil, cachorro del gran lavador de dinero de Carlos Salinas de Gortari y
de Ernesto Zedillo Ponce de León ( que aquí sí convergen), y gran cuate del Clan Bush
pues fue el único mexicano presente en la reciente boda de Neil Bush en Houston, el 8 de
marzo del 2004, unos días antes que estallara el escándalo del Señor de los Videos y claro
muy amigo del conductor de TV, López Doriga de Televisa, esa nueva clase obrera está en
estos momentos totalmente manipulada por la mediocracia de Televisa y Tv Azteca y por la
Partidocracia dueña del Congreso de la Nación que no hace otra cosa mas que brindar
escándalos, corrupción y total ineficiencia para ir resolviendo democráticamente los
grandes problemas de la Agenda Nacional, sin embargo esa nueva clase obrera esta mas
preparada y mas tecnificada que la vieja clase obrera, lo que nos hace tener una
esperanza valida de que cuando empiecen a romper los paradigmas del viejo régimen
capitalista deberán empezar a romper con las cadenas de la ignominia depredadora de este
modelo neoliberal , por ello hay que fusionar a Marx con Marcuse, la Internacional con
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Imagine de Lennon, las luchas ecologistas con las luchas con la Usura Bancaria y el
Modelo Feudalista que tenemos en el Sector Bancario, el conocimiento de los mercados
financieros con el de la Constitución, la democratización de la enseñanza con la formación
de Consejos Ciudadanos en cada distrito electoral, la lucha contra el Centralismo
Asfixiate conjuntamente con las luchas de la defensa de los energéticos, la participación
activa en los procesos de globalización con la defensa de nuestras poblaciones mexicanas
en los Estados Unidos y Canadá, frente a la mundialización de Wall Street crear una Bolsa
Minera y una Agropecuaria, para que los precios de nuestras materias primas se fijen en
México, detener la especulación sobre nuestra moneda con impuestos al estilo Tobin Tax y
profundizar en el conocimiento y manejo de los mercados de divisas, todo ello para que
finalmente nos lleve a sacar al Neoliberalismo de Los Pinos en el 2006, no festejemos el
primero de mayo neoliberal, festejemos nuestro primero de mayo constitucional y luchemos
por un SALARIO MINIMO MUNDIAL.
¿Qué hacer con el FMI
y el Banco Mundial?
Consejo científico de ATTAC
Transversales Science Culture 2002/003
Iniciativa Socialista, número 68, primavera 2003
Consejo científico de Attac. Extractos de un libro que aparecerá en Éditions Mille et une
nuits. Este libro ha sido escrito por un grupo de trabajo del Consejo científico, compuesto
por Suzanne de Brunhoff, Jacques Capdevielle, Gus Massiah y Dominique Plihon. Los
principales análisis han sido discutidos y aprobados por el Consejo científico.
Las instituciones financieras internacionales (IFI) son el instrumento a través del cual el
capitalismo transnacional intenta imponer su ley a los países del Sur. En lugar de
suprimirlos (lo cual alegraría a los ultraliberales) o de lavarles la cara, Attac propone
transformarlos radicalmente, transformando a la vez su ámbito de intervención y su
funcionamiento.
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En julio de 1944 se inauguró la conferencia de Bretton Woods, que reunió en Estados
Unidos a expertos económicos (Keynes entre ellos) y jefes de Estado o de Gobierno de los
aliados. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, hoy tan ampliamente
desacreditados, nacieron entonces. En efecto, estas dos instituciones de Bretton Woods se
han ido alejando progresivamente de sus funciones iniciales –estabilizar los tipos de cambio
para evitar la vuelta de los desórdenes monetarios de los años treinta, y financiar la
reconstrucción después de la guerra, así como el desarrollo de los países menos avanzadospara irse convirtiendo en mecanismos a través de los que el capitalismo transnacional
impone a los países dependientes y endeudados sus reglas de organización, bajo el nombre
de “ajuste estructural”. (…)
Proponemos reformar radicalmente las IFI, es decir, poner de nuevo en discusión la propia
naturaleza de los poderes que se ejercen a través de estas instituciones y, por tanto, la lógica
que determina su acción.
Esta posición se opone, por una parte, a los ultraliberales, cuya posición está expresada en
el informe Meltzer, que desean reducir al mínimo la regulación pública internacional, y, por
otra parte, a los que desean una reforma sólo marginal de los IFI de Bretton Woods, que es
la posición, en particular, de los sucesivos gobiernos franceses. (…)
Aunque nuestra reflexión, en el texto que sigue, está voluntariamente centrada en las IFI,
no puede disociarse de un análisis crítico de la otra organización internacional dotada de
verdadero poder, a semejanza del FMI y del Banco Mundial, que es la Organización
Mundial del Comercio (OMC). (…) A diferencia de las agencias especializadas de la
ONU, la OMC, con su organismo de resolución de conflictos, el ORD -un verdadero
tribunal internacional- detenta un poder exorbitante para imponer la primacía de los
intereses comerciales sobre cualquier otra consideración.
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Con una excepción importante, no obstante: las dificultades que el ORD encuentra cuando
se trata de imponer el respeto de sus reglas a Estados Unidos. Por otra parte, las decisiones
de la OMC constituyen a menudo una violación de los principios fundamentales sobre los
que se apoyan los derechos económicos, sociales y medioambientales defendidos por la
ONU y la OIT. Es esencial, por ejemplo, que el no respeto a las normas dictadas por la OIT
pueda ser sancionado, para que el trabajo deje de ser una simple variable de ajuste,
sometida a los intereses financieros y comerciales defendidos por las IFI y la OMC. Otro
ejemplo adicional: ¿es normal que el debate sobre la difusión de medicamentos genéricos,
para atajar la pandemia de sida en África del Sur, se centre en la protección comercial de
las patentes de los grandes grupos farmacéuticos, mientras la OMS está casi ausente? (…)
Reformar los ámbitos de intervención de las instituciones financieras internacionales
1.Prioridad para la anulación de la deuda exterior
La deuda es un freno considerable para el desarrollo de los países más pobres, y gravita
pesadamente sobre los países llamados “emergentes”. El carácter acumulativo de las
deudas (pedir prestado para pagar los intereses sin estar en condiciones de hacer
reembolsos) mantiene en una dependencia sin fin a los países del Sur. Es necesario
conseguir una política de alivio y, en ciertos casos, de anulación de la deuda de los países
en desarrollo. (…)
Es esencial cambiar las actuales modalidades de gestión de la deuda. En lugar de tratarla
caso por caso, como se hace actualmente en el marco de los clubs de París y de Londres, es
preciso afrontar la organización de un tratamiento global de la deuda, por ejemplo en el
marco de una conferencia internacional, lo que permitiría reducir el peso de las IFI y daría
una dimensión política y planetaria a esta cuestión, haciendo destacar las importantes
responsabilidades de los bancos internacionales y de los países ricos. (…)
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2. Supervisión y gestión de las crisis financieras
(…) El sistema de supervisión actual, calificado como “supervisión prudencial”, reposa
sobre un pilar preventivo (reglamentación y supervisión) y otro pilar curativo (dispositivo
de gestión de las crisis). El primer pilar hasta ahora lo ha constituido en el dominio
bancario el Comité de Basilea, para los reglamentos internacionales bancarios. No ha
impedido las “tomas de riesgo excesivo” en la adjudicación o en la supresión brutal de los
créditos acordados por los grandes bancos internacionales. En cuanto a los otros agentes
financieros (inversores, fondos especulativos, conglomerados) no son objeto de una
verdadera supervisión a escala internacional. El segundo pilar, curativo, concierne sobre
todo a la función de “prestamista internacional en última instancia”, es decir, a la lucha
contra el riesgo sistémico mediante la provisión de liquidez de urgencia en caso de crisis. El
FMI ha sido el encargado de coordinar las operaciones de salvamento en las crisis recientes
(México en 1995, Corea en 1998, Argentina y Turquía en 2000-2002).
Pero el FMI adolece de legitimidad. Su gestión de las crisis financieras es particularmente
contestada desde la “crisis asiática” de 1997-1998.
Hacia 1999 se le dieron muchas vueltas a la cuestión de su reforma, pero no se decidió
nada, en parte a causa de los desacuerdos sobre la naturaleza de las reformas a emprender.
(…) Frente a estos desacuerdos e incertidumbres, debemos dejar bien sentado que nuestros
análisis y propuestas pretenden la intervención en la misma fuente, para tratar las raíces del
mal sin dedicarse a intervenciones puntuales destinadas a limitar los daños: la liberalización
financiera no puede ser el principio director del sistema financiero internacional. Es
esencial promover una nueva regulación del dinero, fundada en un marco de actuación
estricto para los agentes privados, una fuerte reglamentación de los movimientos de
capitales, la supresión del secreto bancario y de los privilegios y paraísos fiscales, en el
refuerzo de la fiscalidad de las operaciones financieras internacionales (tasa Tobin) y en el
establecimiento de un control democrático eficaz sobre las IFI, garantizado por autoridades
públicas dotadas de legitimidad nacional e internacional.
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3.Conciliar la lucha contra la pobreza y la defensa del medio ambiente
La lucha contra la pobreza forma parte del discurso oficial del FMI, pero las políticas sobre
el terreno no reflejan este objetivo: la pobreza es femenina en un 70%, y los planes de
ajuste estructural han sido particularmente nefastos para las mujeres, tanto si hablamos de
su escolarización como de su salud, su empleo y sus derechos. Además la política de las IFI
consiste frecuentemente, en el mejor de los casos, en ayudar a los pobres mucho más que en
combatir las causas de esta pobreza.
Los nuevos sistemas de medición -como los desarrollados desde 1992 por el PNUD en sus
informes anuales, con el índice de desarrollo humano, el índice específico por sexos de
desarrollo humano, el índice de participación de las mujeres, el índice de pobreza o la
“contabilidad verde”- deben ser alentados, para permitir internalizar los costes sociales y
ecológicos del capitalismo de mercado mundializado. Los estudios de impacto sobre el
género deben ser considerados requisito previo y condicionar todos los proyectos
presentados por las IFI. (…)
Las IFI deben tener, entre sus objetivos, la asipiración de llevar a cabo medidas compatibles
con la protección del medio ambiente. Así, es importante ayudar prioritariamente a la
financiación de proyectos agrícolas o industriales favorables al equilibrio del ecosistema
local. A la inversa, las IFI pueden luchar contra los agentes financieros privados cuyas
acciones empobrecen excesivamente el capital ecológico de los países en desarrollo.
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4. Cuestionar los planes de ajuste estructural y la condicionalidad de los préstamos
Los planes de ajuste estructural, así como la doctrina de la condicionalidad, que son
centrales en la acción del FMI, deben ser radicalmente replanteadas. Esto significa en
primer lugar que la lucha contra los desequilibrios macroeconómicos (inflación,
desequilibrio del comercio exterior y de las cuentas públicas) no puede hacerse en
detrimento de los objetivos económicos y sociales de desarrollo a largo plazo. En segundo
lugar, es necesario consultar a los países que tienen necesidad de ayuda y a sus instancias
democráticas, antes de poner en práctica las políticas económicas recomendadas por los IFI.
Asimismo, es esencial dar la posibilidad a los países implicados de cerrar provisionalmente
sus fronteras para protegerse contra la competencia excesiva o la especulación. Esto supone
no aceptar, en particular, las presiones del FMI para liberalizar los movimientos de
capitales, para imponer “la apertura de la cuenta de capital”, según la jerga del FMI. Por
último, los países deben tener la posibilidad de reclamar ante una instancia internacional
sobre las políticas que les son aplicadas por la comunidad financiera internacional, por
ejemplo la retirada brutal de fondos por parte de los bancos y los inversores extranjeros.
Correlativamente a nuestra oposición a los planes de ajuste estructural, es necesario definir
nuevas modalidades de crédito, en condiciones no de mercado (tipos de interés bonificados
o preferenciales). Es deseable ir hacia la creación de un fondo mundial para el desarrollo,
encargado de financiar los proyectos más urgentes y de asegurar las necesarias
transferencias de tecnología hacia los países del Sur. La elección de los proyectos, su
seguimiento y evaluación deberían ser responsabilidad de un organismo ligado a las
Naciones Unidas, por ejemplo el PNUD, donde las poblaciones implicadas podrían estar
directamente representadas.
Reformar el funcionamiento de las instituciones financieras internacionales
1. Democratizar las IFI a todos los niveles
Las IFI, nacidas de Breton Woods, se caracterizan por un profundo déficit democrático, que
se manifiesta a través del secreto que rodea los estudios y la toma de decisiones, la
concentración de poderes en las manos de los países más ricos, la ausencia casi total de
mujeres en las instancias de decisión. (...)
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Un primer eje prioritario de la reforma de las IFI debe ser por tanto la democratización del
voto y de las modalidades de toma de decisiones, a fin de garantizar una representación
equitativa y equilibrada que no siga estando al servicio exclusivo de los países
desarrollados más ricos y de las ganancias.
El segundo eje necesario de democratización es la instauración de un control real por parte
de cada parlamento nacional, con la colaboración de representantes de los que se llama
generalmente “sociedad civil”: ONG, sindicatos, movimientos de mujeres, etc. Este control
debe ejercerse particularmente sobre los administradores de las IFI, que, por otra parte, son
ciudadanos que deberían estar sujetos a la autoridad del parlamento su país. (...) Por
ejemplo, es necesario que, como mínimo, el representante de Francia en el consejo de
administración del FMI y del Banco Mundial rinda cuentas y sea realmente controlado por
los parlamentarios franceses.
2.Vincular las IFI a unas Naciones Unidas también reformadas
Las IFI, como la OMC, tienen ámbitos de acción que en un comienzo estaban delimitados y
que así habrían debido seguir. A la inversa, las Naciones Unidas son una organización
universal. Las IFI están en principio vinculadas al sistema de Naciones Unidas, pero de
hecho completamente emancipadas de él. Es esencial subordinar de nuevo las IFI y la OMC
al sistema de Naciones Unidas, único medio -en el estado actual de las relaciones
internacionales- de someterlas a un control exterior, por un lado, y de llevarlas a respetar
principios fundamentales, superiores a los intereses financieros y comerciales, por otro.(...)
Esta reforma radical de las IFI, independientemente de su confrontación con los otros
dispositivos internacionales existentes, debería pasar a su vez por el examen de instancias
de evaluación independientes, exteriores a las propias instituciones, que estarían vinculadas
al sistema de Naciones Unidas. La posibilidad de examen razonado y consulta entre las
partes implicadas, e implicando asimismo a representantes de los Parlamentos y de otros
sectores considerados como “sociedad civil”, sería un paso adelante considerable en la
democratización del sistema financiero internacional.
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3. Crear mecanismos e instancias de reclamación
(...) Es indispensable conseguir que las IFI se sometan al derecho internacional,
particularmente a los protocolos y acuerdos que han suscrito la mayor parte de sus Estados
miembros. Pues, efectivamente, es posible regular la economía y los intercambios partiendo
del respeto a los derechos: derechos civiles y políticos, pero también, o quizá más aún,
derechos económicos, sociales y culturales. Esta referencia a los derechos fundamentales es
cada vez más central en la movilización y las reivindicaciones de los movimientos sociales
del mundo.(...)
En esta perspectiva, es necesario organizar posibilidades de reclamación por parte de los
Estados y de los ciudadanos ante jurisdicciones internacionales por violación de los tratados
internacionales o por no respeto de derechos fundamentales. Hoy en día sólo los Estados
son reconocidos como sujeto de derecho internacional. Es importante, por tanto, conseguir
una transformación del marco jurídico en el que funcionan las jurisdicciones
internacionales, con el fin de permitir a los miembros de la “sociedad civil” (ONG, pero
asimismo ciudadanos) que acudan a la justicia en el ámbito internacional contra los
Estados, las empresas o los organismos internacionales.
El quinto poder
Ignacio Ramonet del L’Monde de París
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco
democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. En efecto, los
tres poderes tradicionales -legislativo, ejecutivo y judicial- pueden fallar, confundirse y
cometer errores. Mucho más frecuentemente, por supuesto, en los Estados autoritarios y
dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las violaciones a
los derechos humanos y de todas las censuras contra las libertades.
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Pero en los países democráticos también pueden cometerse graves abusos, aunque las leyes
sean votadas democráticamente, los gobiernos surjan del sufragio universal y la justicia -en
teoría- sea independiente del ejecutivo. Puede ocurrir, por ejemplo, que ésta condene a un
inocente (¡cómo olvidar el caso Dreyfus en Francia!); que el Parlamento vote leyes
discriminatorias para ciertos sectores de la población (como ha sucedido en Estados
Unidos, durante más de un siglo, respecto de los afro-estadounidenses, y sucede
actualmente respecto de los oriundos de países musulmanes, en virtud de la “Patriot Act”);
que los gobiernos implementen políticas cuyas consecuencias resultarán funestas para todo
un sector de la sociedad (como sucede, en la actualidad, en numerosos países europeos,
respecto de los inmigrantes “indocumentados”).
En un contexto democrático semejante, los periodistas y los medios de comunicación a
menudo han considerado un deber prioritario denunciar dichas violaciones a los derechos.
A veces, lo han pagado muy caro: atentados, “desapariciones”, asesinatos, como aún ocurre
en Colombia, Guatemala, Turquía, Pakistán, Filipinas, y en otros lugares. Por esta razón
durante mucho tiempo se ha hablado del “cuarto poder”.
Ese “cuarto poder” era, en definitiva, gracias al sentido cívico de los medios de
comunicación y al coraje de valientes periodistas, aquel del que disponían los ciudadanos
para criticar, rechazar, enfrentar, democráticamente, decisiones ilegales que pudieran ser
inicuas, injustas, e incluso criminales contra personas inocentes. Era, como se ha dicho a
menudo, la voz de los sin-voz.
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Desde hace una quincena de años, a medida que se aceleraba la mundialización liberal, este
“cuarto poder” fue vaciándose de sentido, perdiendo poco a poco su función esencial de
contrapoder. Esta evidencia se impone al estudiar de cerca el funcionamiento de la
globalización, al observar cómo llegó a su auge un nuevo tipo de capitalismo, ya no
simplemente industrial sino predominantemente financiero, en suma, un capitalismo de la
especulación.
En esta etapa de la mundialización, asistimos a un brutal enfrentamiento entre el mercado y
el Estado, el sector privado y los servicios públicos, el individuo y la sociedad, lo íntimo y
lo colectivo, el egoísmo y la solidaridad.
El verdadero poder es actualmente detentado por un conjunto de grupos económicos
planetarios y de empresas globales cuyo peso en los negocios del mundo resulta a veces
más importante que el de los gobiernos y los Estados. Ellos son los “nuevos amos del
mundo” que se reúnen cada año en Davos, en el marco del Foro Económico Mundial, e
inspiran las políticas de la gran Trinidad globalizadora: Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio.
Es en este marco geoeconómico donde se ha producido una metamorfosis decisiva en el
campo de los medios de comunicación masiva, en el corazón mismo de su textura
industrial.
Los medios masivos de comunicación (emisoras de radio, prensa escrita, canales de
televisión, internet) tienden cada vez más a agruparse en el seno de inmensas estructuras
para conformar grupos mediáticos con vocación mundial. Empresas gigantes como News
Corps, Viacom, AOL Time Warner, General Electric, Microsoft, Bertelsmann, United
Global Com, Disney, Telefónica, RTL Group, France Telecom, etc., tienen ahora nuevas
posibilidades de expansión debido a los cambios tecnológicos.
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La “revolución digital” ha derribado las fronteras que antes separaban las tres formas
tradicionales de la comunicación: sonido, escritura, imagen. Permitió el surgimiento y el
auge de internet, que representa una cuarta manera de comunicar, una nueva forma de
expresarse, de informarse, de distraerse.
Desde entonces, las empresas mediáticas se ven tentadas de conformar “grupos” para reunir
en su seno a todos los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio, televisión),
pero además a todas las actividades de lo que podríamos denominar los sectores de la
cultura de masas, de la comunicación y la información. Estas tres esferas antes eran
autónomas: por un lado, la cultura de masas con su lógica comercial, sus creaciones
populares, sus objetivos esencialmente mercantiles; por el otro, la comunicación, en el
sentido publicitario, el marketing, la propaganda, la retórica de la persuasión; y finalmente,
la información con sus agencias de noticias, los boletines de radio o televisión, la prensa,
los canales de información continua, en suma, el universo de todos los periodismos.
Estas tres esferas, antes tan diferentes, se imbricaron poco a poco para constituir una sola y
única esfera ciclópea en cuyo seno resulta cada vez más difícil distinguir las actividades
concernientes a la cultura de masas, la comunicación o la información (1).
Por añadidura, estas empresas mediáticas gigantes, estos productores en cadena de
símbolos multiplican la difusión de mensajes de todo tipo, donde se entremezclan
televisión, dibujos animados, cine, videojuegos, CD musicales, DVD, edición, ciudades
temáticas estilo Disneylandia, espectáculos deportivos, etc.
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En otras palabras, los grupos mediáticos poseen de ahora en adelante dos nuevas
características: primeramente, se ocupan de todo lo concerniente a la escritura, de todo lo
concerniente a la imagen, de todo lo concerniente al sonido, y difunden esto mediante los
canales más diversos (prensa escrita, radio, televisión hertziana, por cable o satelital, vía
internet y a través de todo tipo de redes digitales). Segunda característica: estos grupos son
mundiales, planetarios, globales, y no solamente nacionales o locales.
En 1940, en una célebre película, Orson Welles arremetía contra el “superpoder” de Citizen
Kane (en realidad, el magnate de la prensa de comienzos del siglo XX, William Randolph
Hearst). Sin embargo, comparado con el de los grandes grupos mundiales de hoy, el poder
de Kane era insignificante. Propietario de algunos periódicos en un solo país, Kane
disponía de un poder ínfimo (sin por ello carecer de eficacia a nivel local o nacional (2)) en
comparación con los archipoderes de los megagrupos mediáticos de nuestro tiempo.
Estas megaempresas contemporáneas, mediante mecanismos de concentración, se apoderan
de los sectores mediáticos más diversos en numerosos países, en todos los continentes, y se
convierten de esta manera, por su peso económico y su importancia ideológica, en los
principales actores de la mundialización liberal. Al haberse convertido la comunicación
(extendida a la informática, la electrónica y la telefonía) en la industria pesada de nuestro
tiempo, estos grandes grupos pretenden ampliar su dimensión a través de incesantes
adquisiciones y presionan a los gobiernos para que anulen las leyes que limitan las
concentraciones o impiden la constitución de monopolios o duopolios (3).
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La mundialización es también la mundialización de los medios de comunicación masiva, de
la comunicación y de la información. Preocupados sobre todo por la preservación de su
gigantismo, que los obliga a cortejar a los otros poderes, estos grandes grupos ya no se
proponen, como objetivo cívico, ser un “cuarto poder” ni denunciar los abusos contra el
derecho, ni corregir las disfunciones de la democracia para pulir y perfeccionar el sistema
político. Tampoco desean ya erigirse en “cuarto poder” y, menos aun, actuar como un
contrapoder.
Si, llegado el caso, constituyeran un “cuarto poder”, éste se sumaría a los demás poderes
existentes -político y económico- para aplastar a su turno, como poder suplementario, como
poder mediático, a los ciudadanos.
La cuestión cívica que se nos plantea de ahora en adelante es la siguiente: ¿cómo
reaccionar? ¿Cómo defenderse? ¿Cómo resistir a la ofensiva de este nuevo poder que, de
alguna manera, ha traicionado a los ciudadanos y se ha pasado con todos sus bártulos al
enemigo?.
Es necesario, simplemente, crear un “quinto poder”. Un “quinto poder” que nos permita
oponer una fuerza cívica ciudadana a la nueva coalición dominante. Un “quinto poder”
cuya función sería denunciar el superpoder de los medios de comunicación, de los grandes
grupos mediáticos, cómplices y difusores de la globalización liberal.
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Esos medios de comunicación que, en determinadas circunstancias, no sólo dejan de
defender a los ciudadanos, sino que a veces actúan en contra del pueblo en su conjunto. Tal
como lo comprobamos en Venezuela.
En este país latinoamericano donde la oposición política fue derrotada en 1998 en
elecciones libres, plurales y democráticas, los principales grupos de prensa, radio y
televisión han desatado una verdadera guerra mediática contra la legitimidad del presidente
Hugo Chávez (4). Mientras que éste y su gobierno se mantienen respetuosos al marco
democrático, los medios de comunicación, en manos de un puñado de privilegiados,
continúan utilizando toda la artillería de las manipulaciones, las mentiras y el lavado de
cerebro para tratar de intoxicar la mente de la gente (5). En esta guerra ideológica, han
abandonado por completo la función de “cuarto poder”; pretenden desesperadamente
defender los privilegios de una casta y se oponen a toda reforma social y a toda distribución
un poco más justa de la inmensa riqueza nacional (ver artículo de Maurice Lemoine,
páginas 16-17).
El caso venezolano es paradigmático de la nueva situación internacional en la cual grupos
mediáticos enfurecidos asumen abiertamente su nueva función de perros guardianes del
orden económico establecido, y su nuevo estatuto de poder antipopular y anticiudadano.
Estos grandes grupos no sólo se asumen como poder mediático, constituyen sobre todo el
brazo ideológico de la mundialización, y su función es contener las reivindicaciones
populares que tratan de adueñarse del poder político (como logró hacerlo,
democráticamente, en Italia, Silvio Berlusconi, dueño del principal grupo de comunicación
trasalpino).
La “guerra sucia mediática” librada en Venezuela contra el presidente Hugo Chávez es la
réplica exacta de lo que hizo, de 1970 a 1973, el periódico El Mercurio (6) en Chile contra
el gobierno democrático del presidente Salvador Allende, hasta empujar a los militares al
golpe de Estado. Campañas semejantes, donde los medios de comunicación pretenden
destruir la democracia, podrían reproducirse mañana en Ecuador, Brasil o Argentina contra
toda reforma legal que intente modificar la jerarquía social y la desigualdad de la riqueza.
Al poder de la oligarquía tradicional y al de los típicos reaccionarios, se suman actualmente
los poderes mediáticos. Juntos -¡y en nombre de la libertad de expresión!- atacan los
programas que defienden los intereses de la mayoría de la población. Tal es la fachada
mediática de la globalización. Revela de la forma más clara, más evidente y más
caricaturesca la ideología de la mundialización liberal.
Medios de comunicación masiva y mundialización liberal están íntimamente ligados. Por
eso, es urgente desarrollar una reflexión sobre la manera en que los ciudadanos pueden
exigir a los grandes medios de comunicación mayor ética, verdad, respeto a una
deontología que permita a los periodistas actuar en función de su conciencia y no en
función de los intereses de los grupos, las empresas y los patrones que los emplean.
En la nueva guerra ideológica que impone la mundialización, los medios de comunicación
son utilizados como un arma de combate. La información, debido a su explosión, su
multiplicación, su sobreabundancia, se encuentra literalmente contaminada, envenenada por
todo tipo de mentiras, por los rumores, las deformaciones, las distorsiones, las
manipulaciones.
Se produce en este campo lo ocurrido con la alimentación. Durante mucho tiempo, el
alimento fue escaso y aún lo es en numerosos lugares del mundo.
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Pero cuando gracias a las revoluciones agrícolas los campos comenzaron a producir en
sobreabundancia, particularmente en los países de Europa occidental o de América del
Norte, se observó que numerosos alimentos estaban contaminados, envenenados por
pesticidas, que provocaban enfermedades, causaban infecciones, generaban cánceres y todo
tipo de problemas de salud, llegando incluso a producir pánico en las masas como el mal de
la “vaca loca”. En suma, antes uno podía morirse de hambre, ahora uno puede morirse por
haber comido alimentos contaminados...
Con la información, sucede lo mismo. Históricamente, ha sido muy escasa. Incluso
actualmente, en los países dictatoriales, no existe información fiable, completa, de calidad.
En cambio, en los Estados democráticos, desborda por todas partes. Nos asfixia.
Empédocles decía que el mundo estaba constituido por la combinación de cuatro
elementos: aire, agua, tierra, fuego. La información se ha vuelto tan abundante que
constituye, de alguna manera, el quinto elemento de nuestro mundo globalizado.
Pero al mismo tiempo, uno comprueba que, al igual que el alimento, la información está
contaminada. Nos envenena la mente, nos contamina el cerebro, nos manipula, nos
intoxica, intenta instilar en nuestro inconsciente ideas que no son las nuestras. Por eso, es
necesario elaborar lo que podría denominarse una “ecología de la información”. Con el fin
de limpiar, separar la información de la “marea negra” de las mentiras, cuya magnitud ha
podido medirse, una vez más, durante la reciente invasión a Irak (7). Es necesario
descontaminar la información. Así como han podido obtenerse alimentos “bio”, a priori
menos contaminados que los demás, debería obtenerse una suerte de información “bio”.
Los ciudadanos deben movilizarse para exigir que los medios de comunicación
pertenecientes a los grandes grupos globales respeten la verdad, porque sólo la búsqueda de
la verdad constituye en definitiva la legitimidad de la información.
Por eso, hemos propuesto la creación del Observatorio Internacional de Medios de
Comunicación (en inglés: Media Watch Global). Para disponer finalmente de un arma
cívica, pacífica, que los ciudadanos podrán utilizar con el fin de oponerse al nuevo
superpoder de los grandes medios de comunicación masiva. Este observatorio es una
expresión del movimiento social planetario reunido en Porto Alegre (Brasil). En plena
ofensiva de la globalización liberal, expresa la preocupación de todos los ciudadanos ante la
nueva arrogancia de las industrias gigantes de la comunicación.
Los grandes medios de comunicación privilegian sus intereses particulares en detrimento
del interés general y confunden su propia libertad con la libertad de empresa, considerada la
primera de las libertades. Pero la libertad de empresa no puede, en ningún caso, prevalecer
sobre el derecho de los ciudadanos a una información rigurosa y verificada ni servir de
pretexto a la difusión consciente de informaciones falsas o difamaciones.
La libertad de los medios de comunicación es sólo la extensión de la libertad colectiva de
expresión, fundamento de la democracia. Como tal, no puede ser confiscada por un grupo
de poderosos. Implica, por añadidura, una “responsabilidad social” y, en consecuencia, su
ejercicio debe estar, en última instancia, bajo el control responsable de la sociedad. Es esta
convicción la que nos ha llevado a proponer la creación del Observatorio Internacional de
Medios de Comunicación, Media Watch Global. Porque los medios de comunicación son
actualmente el único poder sin contrapoder, y se genera así un desequilibrio perjudicial para
la democracia.
La fuerza de esta asociación es ante todo moral: reprende basándose en la ética y sanciona
las faltas de honestidad mediática a través de informes y estudios que elabora, publica y
difunde.
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El Observatorio Internacional de Medios de Comunicación constituye un contrapeso
indispensable para el exceso de poder de los grandes grupos mediáticos que imponen, en
materia de información, una sola lógica -la del mercado- y una única ideología, el
pensamiento neoliberal. Esta asociación internacional desea ejercer una responsabilidad
colectiva, en nombre del interés superior de la sociedad y del derecho de los ciudadanos a
estar bien informados. Al respecto, considera de una importancia primordial los desafíos de
la próxima Cumbre Mundial sobre la Información que tendrá lugar en diciembre próximo,
en Ginebra (8). Propone además prevenir a la sociedad contra las manipulaciones
mediáticas que, como epidemias, se han multiplicado estos últimos años.
El Observatorio reúne tres tipos de miembros, que disponen de idénticos derechos:
1) periodistas profesionales u ocasionales, en actividad o jubilados, de todos los
medios de comunicación, centrales o alternativos;
2) universitarios e investigadores de todas las disciplinas, y particularmente
especialistas en medios de comunicación, porque la Universidad, en el contexto
actual, es uno de los pocos lugares parcialmente protegidos contra las ambiciones
totalitarias del mercado;
3) usuarios de los medios de comunicación, ciudadanos comunes y personalidades
reconocidas por su estatura moral...
Los sistemas actuales de regulación de los medios de comunicación son en todas partes
insatisfactorios. Al ser la información un bien común, su calidad no podría estar
garantizada por organizaciones integradas exclusivamente por periodistas, a menudo
vinculados a intereses corporativos. Los códigos deontológicos de cada empresa mediática cuando existen- se revelan a menudo poco aptos para sancionar y corregir los desvíos, los
ocultamientos y las censuras. Es indispensable que la deontología y la ética de la
información sean definidas y defendidas por una instancia imparcial, creíble, independiente
y objetiva, en cuyo seno los universitarios tengan un papel decisivo.
La función de los “ombudsmen” o mediadores, que fue útil en los años 1980 y 1990, está
actualmente mercantilizada, desvalorizada y degradada. Es a menudo un instrumento de las
empresas, responde a imperativos de imagen y constituye una coartada barata para reforzar
artificialmente la credibilidad de los medios.
Uno de los derechos más preciados del ser humano es el de comunicar libremente su
pensamiento y sus opiniones. Ninguna ley debe restringir arbitrariamente la libertad de
expresión o de prensa. Pero las empresas mediáticas no pueden ejercerla sino bajo la
condición de no infringir otros derechos tan sagrados como el de que todo ciudadano pueda
acceder a una información no contaminada. Al abrigo de la libertad de expresión, las
empresas mediáticas no deben poder difundir informaciones falsas, ni realizar campañas de
propaganda ideológica, u otras manipulaciones.
El Observatorio Internacional de Medios de Comunicación considera que la libertad
absoluta de los medios de comunicación, reclamada a viva voz por los dueños de los
grandes grupos de comunicación mundiales, no podría ejercerse a costa de la libertad de
todos los ciudadanos. Estos grandes grupos deben saber de ahora en adelante que acaba de
nacer un contrapoder, con la vocación de reunir a todos aquellos que se reconocen en el
movimiento social planetario y que luchan contra la confiscación del derecho de expresión.
Periodistas, universitarios, militantes de asociaciones, lectores de diarios, oyentes de radios,
telespectadores, usuarios de internet, todos se unen para forjar un arma colectiva de debate
y de acción democrática.
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Los globalizadores habían declarado que el siglo XXI sería el de las empresas globales; la
asociación Media Watch Global afirma que será el siglo en el que la comunicación y la
información pertenecerán finalmente a todos los ciudadanos.
NOTAS:
(1) Ignacio Ramonet, La tiranía de la comunicación, Madrid, Temas de Debate, 1998; y
Propagandas silenciosas, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 2001.
(2) Véase, por ejemplo, en Italia, la superpotencia mediática del grupo Fininvest de Silvio
Berlusconi, o en Francia, la de los grupos Lagardère o Dassault.
(3) Presionada por los grandes grupos mediáticos estadounidenses, la Federal
Communications Commission (FCC) de Estados Unidos autorizó, el 4 de junio de 2003, la
flexibilización de los límites a la concentración: una empresa podría controlar hasta el 45%
de la audiencia nacional (contra el 35%, en la actualidad). La decisión debía entrar en vigor
el 4 de septiembre último, pero debido a que algunos ven en ella “una grave amenaza para
la democracia”, fue suspendida por la Corte Suprema.
(4) Ignacio Ramonet,“El crimen perfecto”, Le Monde diplomatique, edición española, junio
de 2002.
(5) Maurice Lemoine, “Laboratorios de la mentira en Venezuela”, Le Monde diplomatique,
edición española, agosto de 2002.
(6) Y muchos otros medios de comunicación, como La Tercera, Ultimas Noticias, La
Segunda, Canal 13, etc. Véase Patricio Tupper, Allende, la cible des médias chiliens et de
la CIA (1970-1973), Editions de l’Amandier, París, 2003.
(7) Ignacio Ramonet, “Mentiras de Estado”, Le Monde diplomatique, edición española,
julio de 2003.
(8) Armand Mattelart, «La clave del nuevo orden internacional”, Le Monde diplomatique,
edición española, agosto de 2003.
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