La repulsa ética en el tráfico jurídico como elemento de las acciones

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Nº 2, febrero de 2012
La repulsa ética en el tráfico jurídico como
elemento de las acciones de reintegración
(Comentario de la Sentencia del Tribunal Supremo de 7 de diciembre de 2012)
determinadas entidades, como las financieras, que
articulan a nivel normativo su cauce normal y
esperado de actuación. En estos casos la objetividad
normativa facilita la determinación objetiva de la
concurrencia de mala fe, por infracción del cauce
legal o reglamentario de actuación.
Por Laura Santiso. Abogada
L
a concurrencia de mala fe en las acciones de
reintegración carece de importancia,
inicialmente, de cara al ejercicio de una
acción rescisoria concursal (art. 71.1 LC). Sin
embargo, resulta esencial y trascendente para tratar
con justicia a los acreedores afectados y alcanzar la
integridad patrimonial que se pretende.
La Ley Concursal (art. 73.3) establece que la
prestación que resulte a favor de los demandados
como consecuencia de la rescisión, tendrá la
consideración de crédito contra la masa. Sin duda
alguna, un tratamiento muy favorecedor, que
encuentra su contrapunto de equilibrio en los
supuestos de concurrencia de mala fe, permitiendo,
cuando se demuestre su concurrencia,
la
subordinación.
En términos concursales, no es necesario entrar
en dinámicas subjetivas para articular la dicotomía
buena fe frente a mala fe. Tal como establece la
mejor doctrina privatista, es posible superar el
proceso de intenciones, para establecer el módulo
de valoración en función de un tipo o modelo ideal
de actuación, teniendo en cuenta rasgos exteriores
socialmente reconocibles. Módulo objetivo de
valoración que se puede y se debe encontrar en las
normas legales y reglamentarias de aplicación en
cada caso concreto. Por ejemplo, frente a
Evidentemente, así planteada la cuestión, el
casuismo resulta extremo. En el ámbito concursal, al
menos, para que concurra mala fe, deberá probarse
el conocimiento y, quizás, un cierto grado de control
del negocio jurídico objeto de reintegración que, al
final, causa perjuicio. Un cierto grado de capacidad
de imposición del resultado negocial lesivo para la
masa activa (art. 71 LC).
La Jurisprudencia (STS 27-10-2010. RJ
2010,7608), busca un marco o tendencia de
objetivación, señalando que no se requiere intención
fraudulenta, haciendo énfasis en la hipótesis de
conocimiento de la situación de insolvencia y
conciencia de causar daño patrimonial, como
presupuestos subjetivos de partida.
Es muy interesante la argumentación expuesta
por la Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de
septiembre de 2010 (RJ 2010.5597), cuando dice:
“…actuó a sabiendas de la delicadísima situación
financiera de los concursados individuales y de la
entidad concursada, y en el mismo fto. ap. 10, se
afirma que (…) conocía sobradamente al contratar,
la Insolvencia de los concursados; y si bien es cierto
que para declarar la existencia de mala fe ex art.
73.3 LC no se estima suficiente el mero conocimiento
de una situación de insolvencia, sin embargo, en el
caso, dadas las demás circunstancias concurrentes
en la operación, ya aludidas, cabe considerar la
apreciación de la resolución recurrida. La mala fe
expresada, no requiere intención de dañar, pues
basta la conciencia de que se afecta negativamente –
perjuicio- a los demás acreedores, de modo que al
gravar o endurecer la situación económica del
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Nº 2, febrero de 2012
deudor, se debilita notoriamente la efectividad frente
al mismo de los derechos ajenos. Este aspecto
subjetivo se complementa con el aspecto objetivo,
valorativo de la conducta del acreedor, consistente
en que este sea merecedora de la repulsa ética en el
tráfico jurídico”. (…)
Así, llegamos al motivo de nuestro comentario,
que no es otro que la Sentencia del Tribunal
Supremo de 7 de diciembre de 2012. Sobre la base
de la ponencia del magistrado SANCHO GARGALLO,
se insiste en la concurrencia de un elemento
adicional, que se define como un elemento objetivo
de valoración de la conducta del acreedor,
consistente en que esta sea merecedora de repulsa
ética en el tráfico jurídico.
La Sentencia del Tribunal Supremo de 27 de
octubre de 2010 (RJ, 2010.7608), entra en el análisis
de la situación de perjuicio al patrimonio de la
concursada, a través de una serie de negocios, con
hijos y socios únicos, que consagran conductas que,
se dice, merecen la repulsa ética en el tráfico jurídico
y la sanción adoptada.
Parece que se está dando vueltas sobre los
idénticos presupuestos fácticos y normativos de
partida. La administración concursal cuando plantea
la acción de reintegración, debe exponer y probar los
elementos constitutivos del negocio jurídico, y los
perfiles de los sujetos intervinientes, para facilitar la
valoración subjetiva y objetiva, ciertamente
planteadas sobre la base del presupuesto
fundamental consistente en el conocimiento pleno
de la realidad negocial, y, por lo tanto, del resultado
de perjuicio para la masa activa.
GARCÍA CRUCES, analizando la Sentencia del
Tribunal Supremo de 16 de setiembre de 2010
(Anuario de Derecho Concursal, núm. 24/2011),
vincula la prueba de estos elementos objetivos y
subjetivos sobre la base del conocimiento de la
delicadísima situación financiera, lo que haría
evidente la posibilidad real de un perjuicio
patrimonial. Situación que, estructuralmente,
merecería repulsa ética en el tráfico jurídico.
Vemos que la repulsa ética en el tráfico jurídico
no es un elemento adicional, objetivo, inherente al
proceso probatorio, sino, claramente, una valoración
que se determina en función de la prueba
practicada. Esta valoración se objetiva teniendo en
cuenta los parámetros normativos de toda la
estructura negocial sujeta a revisión.
Por lo tanto, cuando hablamos de repulsa ética
en el tráfico jurídico, debemos buscar elementos
normativos que justifiquen esa antijuridicidad de la
conducta negocial. Por ejemplo, una entidad
financiera, debe actuar en el proceso negocial con
total y pleno conocimiento de sus normas bancarias
de aplicación, a nivel legal y reglamentario, y, en
coherencia con el conocimiento de la normativa de
insolvencia, que se presume o se espera de un
acreedor profesional. Así podrán constituir
supuestos concretos de mala fe, las políticas de
refinanciación con absorción ilimitada de garantías
hipotecarias, o las estructuras financieras otorgadas
gota a gota, para el denominado servicio de la
deuda, puesto que evidencian un conocimiento claro
de la situación de insolvencia, y una indudable
conciencia y conocimiento del perjuicio patrimonial.
En definitiva, habrá que estar a la prueba de los
hechos y, especialmente, de los perfiles de los
sujetos intervinientes. Como siempre, al caso
concreto y a la habilidad probatoria de la
administración concursal.
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