DOMINGO DE PASCUA – VIGILIA PASCUAL Homilía del P. Abad Josep M. Soler 7 de abril de 2012 Sal 29, 2.4-6.11-13 No tengáis miedo… Ha resucitado (Mc 16, 6). Este anuncio ha transformado la historia. Ha transformado la vida de los cristianos de todos los tiempos. Ha transformado también la nuestra. Este anuncio nos llena de alegría en esta noche tan santa y da sentido a nuestra existencia de cristianos. Sí, hermanos y hermanas: No tengáis miedo. Jesucristo ha resucitado. El contraste entre la muerte y la vida ha ido apareciendo durante esta noche de vigilia. Una de las imágenes simbólicas que se ha ido repitiendo más es la del agua. El agua como elemento que empapa la tierra y posibilita la vida; el agua como bebida para quitar la sed y no morir deshidratado; el agua como baño purificador. Pero, también, hemos encontrado el agua como elemento que puede ahogar y ser causa de muerte. San Pablo, en el fragmento de la carta a los romanos que hemos leído (Rm 6, 3-11), juntaba las dos visiones: el agua como lugar de muerte -como sepulcro líquidoy el agua como portadora de vida. En hablaba en clave del bautismo como sacramento que nos hace participar de la muerte y resurrección de Jesucristo. En tanto que nos hace morir al egoísmo y al pecado, tiene una dimensión de muerte; pero, en tanto que nos da la vida nueva del Resucitado, tiene una dimensión de vida. El contraste entre el agua como elemento de muerte y como elemento de vida, lo hemos encontrado, entre otros textos de la vigilia, en el salmo 29. Era el salmo responsorial de después de la cuarta lectura tomada del libro del profeta Isaías (Is 54, 5-14), y hablaba de cómo Dios, que ama como un esposo enamorado, no deja a los suyos abandonados en la experiencia de dolor y de la muerte. Para meditar esta realidad, pues, la liturgia nos ponía en los labios el salmo 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. El salmista decía que se había encontrado a las puertas de la muerte, pero había sido liberado. Y lo expresaba con referencias al agua: me has sacado a flote cuando me ahogaba [...], cuando ya me hundía, me has devuelto la vida. Este salmo encuentra su plenitud en el momento en que la oposición entre el llanto y la alegría, entre el rigor de Dios y el favor divino, entre la muerte y la vida, ha sido más audaz en la historia humana: en la muerte y la resurrección de Jesucristo. Por ello, puesta en boca de Jesucristo resucitado, la acción de gracias del salmo tiene un relieve especial: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado, y no has dejado que mis enemigos se rían de mí; me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa; cambiaste mi luto en danzas. Esta acción de gracias personal, en el salmo se abre a continuación a otros para que se sumen al agradecimiento: Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo. Esta noche queremos hacerlo con una intensidad especial. Jesucristo nos invita a ensalzar con gozo al Padre porque el rigor de la pasión que tenía que pasar, dura un instante y, en cambio, el favor del Padre dura toda la vida. Pero la acción de gracias también alcanza nuestra vida. Todos los bautizados ensalcemos con gozo al Señor por el amor que nos tiene y por habernos incorporado a Jesucristo, a su resurrección y a su vida nueva, por el bautismo. Y cuando, por las circunstancias inevitables de la vida, lleguen las dificultades, el llanto y hasta la muerte, sabemos que, una vez hayan pasado, todo serán gritos de alegría por la participación en la gloria de Cristo. Porque la dinámica del misterio pascual de Jesucristo también se hace realidad en nosotros. En la alegría pascual, nuestro pensamiento se va a la Tierra Santa. A los Santos Lugares y a las comunidades cristianas que constituyen la Iglesia local. Tienen mucha vitalidad, pero se encuentran con muchas dificultades y carecen de recursos para desarrollar las tareas pastorales, sociales y de formación que deben llevar a cabo. Para ayudarles os proponemos participar, al finalizar esta celebración, en una colecta en favor de las comunidades de la tierra de Jesús. Hablaba del agua. El agua, no sólo ha sido una imagen simbólica que ha salido repetidamente en las lecturas y en los salmos, también tendrá una función importante en esta celebración. Ahora será llevada ahí delante para celebrar el bautismo de cinco escolanes y de la hermana de uno de ellos. Después de haber invocado a la Virgen María y a los santos, daremos gracias a Dios por todas las maravillas que hizo por medio del agua en la primera alianza y en la vida de Jesucristo. Y pediremos que el Espíritu Santo haga que esta agua que tendremos delante pueda limpiar del pecado, engendrar hijos de Dios, dar la vida nueva que viene del Espíritu, incorporar a la Iglesia. Mientras lo pedimos, introduciremos el cirio pascual en el agua, para significar que Jesucristo resucitado baja como se introdujo en el Jordán para ser bautizado por Juan Bautista. Queridos Víctor, Luis, Lucas, Aram, Roger y Olimpia: Este momento del bautismo es tan importante para vosotros como el día que nacisteis. Hasta ahora no habéis recibido nada tan grande como el bautismo. Dios os ha amado desde siempre, y esperaba esta noche para miraros como hijos, para miraros al igual que mira a Jesús, su Hijo amado, porque es a través de él que seréis hijos del Padre del cielo. Dios os hace el don de uniros a Jesús. No lo veis, pero Jesús está aquí; estará cerca del agua, porque en el fondo no seré yo quien os bautice, sino él a través de mi persona. Después, Jesús estará presente en el Pan y en el Vino de la Eucaristía que recibiréis por primera vez. Como veis, todo en esta noche os habla de vuestra relación con Jesús, del que hoy celebramos la resurrección. Él os hace suyos. Pero no es algo mágico. Si vosotros no os vais haciendo de él cada día, podría llegar un momento en que lo olvidaseis. En cambio, él no os olvidará nunca. No borrará nunca el don de amistad que os hace hoy. Por eso tratad cada día de conocerlo más, de hablarle en la oración. Y, desde ahora, procurad vivir siempre con la alegría de ser hijos de Dios, de ser amigos de Jesús, el Cristo, y con el gozo de pasar por la vida haciendo el bien a los demás. Vuestros padres y padrinos, vuestros compañeros de la Escolanía que quieren ser amigos de Jesús, los monjes de la comunidad, los educadores y profesores de la Escolanía que comparten nuestra fe, todos os intentaremos ayudar en vuestro camino de cristianos gozosos y solidarios. Esta noche, la primera en que seréis hermanos de Jesús, invocaréis por primera vez a Dios como Padre, con la oración propia de los cristianos, el Padrenuestro. Esta noche recibiréis, también, por primera vez, la Eucaristía. Jesucristo, a los que se unen a él por el bautismo, se les da como alimento para que cada día vivan de una manera más parecida a él. Es grande el don que Dios os hace en esta vigilia de Pascua. Y Dios está contento de hacéroslo. Hoy hay una alegría especial en la Iglesia del cielo debido a vosotros seis. Que esta noche y toda vuestra vida podáis cantar agradecidos y con todo el corazón las palabras del salmo, que son también las palabras de Jesús: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Que lo podáis cantar vosotros, que seréis bautizados, y también todos los que participamos de esta celebración y ahora renovaremos nuestro compromiso bautismal.