El efecto fotoeléctrico. En una esquina de un laboratorio oscurecido se encuentra una máquina eléctrica que consta de dos esferas metálicas. Se trata de una máquina común para producir “chispazos” eléctricos, a la cual se le han añadido dos placas metálicas mediante barras conductoras delgadas, como si se le hubiesen añadido enormes orejas a ese monstruo de dos ojos. En otra mesa se encuentra un arillo incompleto, de alambre rígido, montado en un soporte aislante. Para el experimentador el pequeño espacio entre los extremos del arillo incompleto es la parte crucial de todo el dispositivo. Si sus conjeturas son correctas, en ese lugar el secreto será revelado. Todo está dispuesto y el experimentador cierra un interruptor para iniciar las ráfagas de crujientes chispas entre las esferas. Dando la espalda a las resplandecientes chispas, espera a que sus ojos se acostumbren a la oscuridad. ¿Es su imaginación o realmente esta viendo un leve resplandor en el espacio faltante del arillo? No puede estar seguro; podría tratarse tan solo de un reflejo. Con cuidado gira un tornillo que hace que el espacio incompleto se reduzca. A medida que los extremos del arillo se acercan, el resplandor se hace más intenso. Los acerca más y más, hasta que casi se tocan. Ahora ya no hay duda alguna. El experimentador suspira satisfecho: a través del espacio incompleto del arillo cruzan chispas eléctricas. En esta forma extrañamente simple fue que, en 1887, el joven físico aleman Heinrich Herz detectó, por primera vez, y de manera ingeniosa, una señal de radio1. Rayos X A V Figua 5-14. Dispositivo producir el efecto foteléctrico. para Cuando Heinrich Hertz realizaba su experimento para generar ondas electromagnéticas y corroborar así la predicción de James Clerk. Maxwell (1864) de que la luz era radiación electromagnética, observó y reportó un sutil efecto que se producía en una parte de su aparato: cuando la luz producida durante la descarga eléctrica en las esferas incidía en la ranura del arillo, la intensidad de la descarga inducida aumentaba. Aunque el fenómeno llamó la atención de la comunidad científica, todos los intentos para explicarlo con la Física conocida fallaron. Fue hasta 1905, cuando Albert Einstein abordó el problema, retomando (y avanzando) la hipótesis cuántica de Planck, que se contó con una explicación satisfactoria de este fenómeno. El efecto fotoeléctrico consiste en la emisión de electrones (llamados fotoelectrones) desde la superficie de un material cuando sobre ésta incide 1 Traducción libre del texto de The strange story of the quantum de Banes Hoffmann, Dover 1959 radiación electromagnética. El estudio de las características de este fenómeno puede hacerse utilizando un dispositivo experimental como el que se muestra esquemáticamente en la Fig. 5-11. En un tubo evacuado se coloca un fotocátodo y un ánodo conectados a una fuente de voltaje variable. Además se incluye un dispositivo (interruptor) que permite invertir la polaridad del voltaje aplicado. Al iluminar el fotocátodo con luz monocromática de frecuencia ν, se establece una fotocorriente que varía con el voltaje aplicado en la forma mostrada en la Fig. 512. Los resultados experimentales obtenidos son los siguientes: i a) En términos generales, la fotocorriente se establece aun si no hay voltaje aplicado, lo cual significa I3 que al menos algunos de los I2 fotoelectrones emitidos tienen una I1 energía cinética suficiente como para llegar al ánodo. De hecho, para V Vmax que la fotocorriente cese, se tiene que aplicar un voltaje inverso para frenar a los fotoelectrones más veloces. El valor Vmax de este voltaje Figura 5-15. Variación de i con I de frenado, multiplicado por la carga para ν = cte. del electrón, es una medida de la energía cinética máxima que pueden adquirir algunos de los i fotoelectrones emitidos por el I = cte. fotocátodo (Fig. 5-12). i b) Al aumentar la intensidad de la radiación, manteniendo su I3 frecuencia fija, la fotocorriente aumenta pero el voltaje inverso ν3 ν2 ν1 necesario para que la fotocorriente llegue a cero es independiente de la -V1 -V2 -V3 intensidad; es decir, la energía V cinética máxima no cambia con la intensidad de la radiación. Figura 5-16. Variación de i c) Manteniendo una con V para I = cte. intensidad constante, el voltaje de frenado, o potencial retardador, aumenta al aumentar la frecuencia de la radiación incidente (Fig. 5-13). d) Existe una frecuencia umbral por debajo de la cual no se produce la emisión de fotoelectrones, sin importar cual sea la intensidad de la radiación incidente. e) Cuando la frecuencia de la radiación es mayor o igual que la umbral, la emisión de los fotoelectrones es esencialmente instantánea, sin importar que tan débil sea su intensidad. La energía cinética máxima de los fotoelectrones, medida por el voltaje de frenado (Tmax = -eVmax), es una función sólo de la frecuencia de la radiación y no de su intensidad. ν = cte. Vmax K Cs W ν f) En cada metal, la energía cinética máxima varía linealmente con la frecuencia de la radiación; es decir, - eVmax = Tmax = aν + b (5-20) y el valor de la constante a es independiente del material del cual esté hecho el fotocátodo (ver la Fig 5-14). Como ya mencionamos, el fenómeno permaneció sin explicación hasta que, en 1905, A. Einstein retoma la hipótesis de Planck, que también había estado abandonada desde 1900, para explicarlo. Más aun, propone que no solo las energías de las oscilaciones de los osciladores armónicos, por los cuales sustituyó a las partículas constituyentes de las paredes de la cavidad radiante, están cuantizadas, sino que la energía misma de la radiación absorbido o emitida por estos osciladores está cuantizada. Es decir, la energía es absorbida o emitida en “paquetes” localizados y no de manera continua; en este sentido, el comportamiento de la radiación electromagnética se asemeja más al de un corpúsculo, de energía hν, que al de una onda. De hecho, en 1926 Gibert Lewis bautizó a estos paquetes con el nombre de fotones. Este punto de vista supone entonces que la intensidad de un haz luminoso ha de asociarse con el número N de fotones que lo constituyen, y que al llegar a la superficie de un metal serán absorbidos, como unidades, por los electrones presentes en el material. Entonces puede ocurrir que la energía cinética adquirida por los electrones sea suficiente como para hacer que algunos de éstos “abandonen” al material. Cuántos de ellos lo hacen, y con que energía cinética, depende, desde luego, de su ubicación dentro del material. Si se encuentran muy cerca de la superficie del metal, encontrarán pocos obstáculos en su camino de escape; por el contrario, si se encuentran en una región muy interna en el metal, difícilmente podrán abandonarlo. Es decir, la energía cinética T de los fotoelectrones debe estar determinada por la siguiente ecuación: Figura 5-17. Variación de Vmax con ν. T = E - φ = hν – φ, (5-21) en donde φ representa la energía disipada por un electrón cualquiera en su camino de escape del metal. De entre todos los electrones desprendidos del metal, los más cercanos a su superficie disiparán la menor energía posible, a la que llamaremos φ0 y, en consecuencia, serán los que adquieran la mayor energía cinética. Para ellos se debe cumplir Tmax = hν - φ0 = -eVmax, (5-22) que concuerda con los resultados experimentales. Más aun, de la pendiente de las rectas experimentales, que es, según este modelo, m = h/e, se obtiene el mismo valor numérico para h obtenido por Planck del análisis de la radiación del cuerpo negro. La hipótesis de de Broglie. Aburrido de la frivolidad de la nobleza francesa de principios del siglo XX, el príncipe Louis Víctor de Broglie (1892-1987) decidió dedicarse a la vida académica y, después de graduarse en Letras, inició sus estudios en Física. En 1924 presentó su tesis doctoral en la que expuso una hipótesis asociada con una aparente falta de simetría de la naturaleza, cuyo origen radicaba en la interpretación “corpuscular” del efecto fotoeléctrico propuesta por Einstein. Hasta antes de esta explicación se consideraba a la luz como un fenómeno ondulatorio; en el efecto fotoeléctrico la luz presentaba características corpusculares. ¿No debería suceder que, en ciertas circunstancias, las partículas presentasen aspectos ondulatorios? Para llegar a su hipótesis, de Broglie procedió asociando primero un proceso periódico interno, de frecuencia ν, a los fragmentos de energía aislados que ahora llamamos fotones, para después sugerir que con una partícula también debería estar asociado un proceso interno de frecuencia definida. Después de todo, ¿no se puede considerar que una partícula también es un fragmento aislado de energía? Sin embargo, aquí presentaremos una forma mucho más simple de llegar al importante resultado propuesto por de Broglie, basada en un argumento de simetría. Si con un fotón de energía E = hν podemos asociar, según Einstein, un ímpetu de magnitud p = hν/c = h/λ, dirigido en la dirección de propagación del fotón, entonces con una partícula de ímpetu p = mv = γm0v y energía E = mc2 = γm0c2, podemos asociar una longitud de onda λ = h/p, llamada longitud de onda de de Broglie. Pero ¿de qué clase de onda estamos hablando? ¿Qué es lo que “ondula”? Más aun, si calculamos la rapidez u = λν de estas ondas obtenemos ¡ u = λν = h E = mc ph 2 mv = c2 >c v ! (5-52) De Broglie resolvió formalmente este último problemas asociando un grupo de ondas (que ahora llamamos ondas de materia) con la partícula en movimiento, de forma que la rapidez u está asociada con la llamada velocidad de fase (la velocidad con la que se mueve una “cresta” determinada respecto de las otras) de las ondas y no con la velocidad de la partícula. Relaciones de indeterminación de Heisenberg. Basándose en los resultados de Thomson y de Davison y Germer, en 1927 W. Heisenberg propuso el siguiente experimento pensado: Si un haz de electrones monoenergéticos se hace pasar perpendicularmente a una pantalla que tiene una rendija de ancho d, sufrirá una difracción tal que la posición del primer mínimo quedará determinada por la fórmula de Bragg (ver la figura 5-21) dsenθ = nλ (5-53) Esto significa que en su paso a través de la rendija los electrones adquieren una componente de ímpetu “lateral” (es decir, perpendicular a la dirección de su movimiento original) que los desvía de su trayectoria. El primer mínimo está determinado por: dsenθ ∼ λ así que θ Δp senθ ∼ λ/d = λ/Δx en donde Δx = d es la máxima incerteza en la posición x de los electrones al pasar por la rendija. Por otra parte θ p senθ = Δpt/pt = Δp/p Figura 5-21 Experimento pensado para obtener las relaciones de indeterminación entre posición e ímpetu. en donde Δp es el ímpetu lateral (en la dirección x) adquirido por los electrones. Entonces Δp = p senθ Por lo tanto Δp ∼ pλ/Δx = hλ/λΔx = h/Δx y, en consecuencia, ΔxΔp ∼ h (5-53) La confirmación en el laboratorio de este experimento pensado no solo dio validez a esta relación de indeterminación de Heisenberg, sino que también sustentó solidamente la concepción del comportamiento dual de la materia, ya que no resulta fácil encontrar una explicación “corpuscular” semejante a la de Duane para este tipo de experimentos. Por otra parte, no resulta difícil mostrar que si la relación anterior se cumple, también se debe cumplir que ΔEΔt ∼ h En efecto, si incluimos la indeterminación del ímpetu en la ecuación clásica de la conservación de la energía obtenemos 2 ( p + Δp ) + V(r) = E + ΔE − 2m en donde r se refiere a las coordenadas espaciales. De esta ecuación se − obtiene pip piΔp ΔpiΔp + + + V(r) = E + ΔE − 2m m 2m Ignorando el término Δp2 y considerando el problema en una dimensión resulta que pΔp mΔx Δp ΔxΔp = = = ΔE Δt m m Δt y, en consecuencia, ΔxΔp = ΔEΔt ∼ h