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Actas de las II Jornadas Internas
de Investigadores en Formación
del Departamento de Letras 2013
Universidad Nacional de Mar del Plata, ISBN 978-987-544-586-4
Cancionero y romancero de
ausencias, de Miguel Hernández:
literatura carcelaria y supervivencia
Dana Guisasola
Universidad Nacional de Mar del Plata-CELEHIS
[email protected]
Resumen
Se apunta a narrar los primeros pasos de un trabajo de adscripción que
contempla la posibilidad de analizar el Cancionero y romancero de
ausencias de Miguel Hernández desde el marco de la literatura
carcelaria. Se glosan, asimismo, algunas hipótesis críticas que
permiten esta mirada sobre el poemario, y se relevan los puntos de
identidad y de diferencia con respecto a este corpus analítico,
producido para la literatura carcelaria de la América Latina dictatorial.
Si en América Latina el preso político configura en su escritura un
locus de resistencia, la praxis escrituraria de Hernández en este texto
constituye, por su parte, un espacio de supervivencia –la resistencia
quedó atrás en textos como Viento del pueblo. Asimismo, se plantea la
posibilidad de leer en el efecto de intimidad que traduce la retórica
poética del texto una aproximación a las literaturas del yo o al diario
íntimo. Escribiendo para sobrevivir, el poeta hunde sus raíces en lo
mítico y en este regreso a lo humano y lo primigenio, se traduce un
acto de resistencia frente a un Estado deshumanizador que vigila y
castiga.
Palabras clave: Miguel Hernández – literatura carcelaria – diario
íntimo – mito – supervivencia.
El tema de mi trabajo de adscripción surge, en primer lugar, por el impacto que
causó en mí leer el Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández. Sin
embargo, durante mi primer año de adscripción no me animé a trabajarlo y elegí otro
tema, la poesía me resultaba un desafío inmenso y quería conservar la ingenuidad de
dejarme llevar por el poemario, sin detenerme a pensar demasiado. Este año, mi
orientadora, Marcela Romano, me propuso virar a la poesía, y me pareció que, bajo su
dirección, se me estaba brindando una excelente oportunidad para intentarlo, para
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Cancionero y romancero de ausencias, de Miguel Hernández…
aprender. Elegí a Hernández porque consideré que había llegado el momento de
experimentar el Cancionero desde otro lugar, de bucear más hondo en ese texto que
había leído tantas veces. Creo que el Cancionero y Romancero de Ausencias es uno de
esos libros que provocan la lectura-travesía barthesiana, ese levantar la cabeza y
construir otros textos, otros tejidos de pensamientos. Muchas veces, estas reflexiones
me habían llevado a pensar en el encierro, en la cárcel como locus de escritura. No
lograba dilucidar bien cómo, pero sentía que el calabozo estaba tatuado en esa poesía,
era una idea que atravesaba todo el poemario. Como si uno, sin saber la situación de
Hernández al momento de la escritura, pudiera adivinar el encierro como un efecto de la
totalidad de ese poemario. Antes de plantearme trabajarlo, cuando el Cancionero era el
libro que descansaba en mi mesa de luz, la imagen del poeta-pastor encerrado en la
cárcel franquista venía a mí de forma frecuente. El poeta-soldado republicano que
escribe para sobrevivir, que acude al lenguaje para defender con uñas y dientes su
condición humana.
Fue así como mi primera propuesta de trabajo fue esa: trabajar la construcción
de los espacios en el Cancionero y Romancero de Ausencias. Una vez establecido el
tema, comencé a investigar. Bachelard y Foucault serían mis aliados teóricos. Poco
después, Marcela me presentó el tema de la literatura carcelaria, mirada crítica que yo
desconocía y que se adecuaba perfectamente a aquello que yo quería investigar en
Hernández. Así, comencé a interiorizarme en este corpus crítico. Observé que casi toda
la bibliografía que pude conseguir releva los aspectos primordiales de la literatura
surgida en las cárceles de las dictaduras latinoamericanas y que, pese a la relevancia del
tema en la literatura de la guerra civil española, existe muy poco trabajo crítico al
respecto.
Alfredo Alzugarat, por ejemplo, considera que en el universo cerrado de la
cárcel, la escritura debió ser completamente reinventada: nace entre sesiones de tortura
y crece en la soledad de los calabozos con una fuerte voluntad de testimonio. Su
desarrollo fue profundamente influenciado por la práctica colectiva y cotidiana de la
escritura epistolar, sumada al enorme caudal de lectura que puede ser consumido por un
preso. La prohibición de escribir y la censura imperantes hacen manifiesta en la
escritura una firme voluntad de resistencia. Por otra parte, Rafael Saumell Muñoz
considera que la literatura carcelaria es un anti-discurso que opera a nivel de simpatías,
y apunta a la colaboración de un "estrado solidario," que comprenda el mensaje, lo
adopte como válido y cierto y permita movilizar a la opinión pública. Saumuell Muñoz
glosa asimismo la hipótesis de Barbara Harlow, quien considera a esta literatura una
"narrativa de resistencia" opuesta a los relatos centrales y centralizadores. Para Harlow,
el hecho de contar implica necesariamente la necesidad de exponer y rescatar la
dignidad de la persona a través de la escritura, quien escribe debe dar cuenta de su
situación y la de sus colegas. La función de quien escribe debe ser, entonces, la de ser el
portavoz de los convictos que no tendrían acceso a la comunicación impresa.
Así, en América Latina la escritura consolida un espacio colectivo de resistencia
frente al Estado represor. Se escribe desde el vientre del enemigo, y la letra se vuelve
social y fuertemente política, la escritura está profundamente enraizada en lo vital, en la
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Dana Guisasola
proclama y en lo comunitario. Es, entonces, una escritura peligrosa: arenga, denuncia,
resiste.
La lectura del corpus crítico me permitió formular mi hipótesis, en la que estoy
trabajando en este momento, por lo que no sé si podré comprobarla o si, por el
contrario, la refutaré. El Cancionero y romancero de ausencias también nace y se
escribe detrás de las rejas, como apuntan los textos críticos relevados. También es
Miguel Hernández un preso político. Sin embargo, existen diferencias con respecto al
corpus crítico referido a la América Latina dictatorial. Su escritura no se configura
como transgresora del statu quo: la etapa de resistencia quedó atrás en textos como
Viento del pueblo. Los poemas de combate de tono épico y de arenga que conforman el
texto de 1937 mutan en el Cancionero y romancero de ausencias, fuertemente intimista.
Luego del fracaso de la lucha y dentro de la cárcel, más que un acto de resistencia, la
escritura hernandiana se configura como una práctica de supervivencia.
En el Cancionero y romancero de ausencias lo social y lo político son dejados a
un lado para construir un espacio de liberación personal. La escritura de Hernández
parece responder a la necesidad individual de un sujeto cuyo cuerpo se encuentra
atravesado por el cautiverio, la enfermedad y la ausencia, y no a una necesidad histórica
y política. Su retórica poética traduce un efecto de intimidad: el poeta despliega una
acentuada representación de su intimidad subjetiva, da cuenta de la experiencia vivida
(Riva 2010:102). Desde esta perspectiva, entonces, es que el Cancionero y romancero
de ausencias se aproxima a las “escrituras del yo”, e incluso puede leerse como un
diario íntimo del autor. Aquel “escribir para sobrevivir”, para defender la propia
condición humana me permitió aproximarme a esta perspectiva de lectura.
Sin embargo, en ese proceso de construcción de la praxis escrituraria como un
locus de liberación, el poeta hunde sus raíces en lo mítico. El viento, la tierra, la lluvia
serán algunos de los materiales con los que el poeta filtrará su experiencia del mundo
externo, y cimentará las bases de su poesía tras los muros de la cárcel. Así, el
Cancionero y romancero de ausencias configura un cosmos particular que se separa del
corpus tradicional de la poesía carcelaria y que aporta universalidad a su poesía. La
relación del hombre con la naturaleza es un tema que atraviesa la obra hernandiana
desde Perito en lunas. Cobra fuerza en el Cancionero y romancero de ausencias, en el
que poeta ya no se construye en relación con la comunidad sino que, por medio de lo
mítico, alude a lo humano, a lo básico, a lo primigenio. Es este regreso a lo humano
universal lo que finalmente configura un acto de resistencia frente a un Estado
deshumanizador.
Este es mi tema de investigación, que aún se encuentra en proceso. Lo que me
impulsa, en este momento, es una profunda y sincera curiosidad: por el Cancionero y la
cárcel, pero también por este sujeto magnífico que convierte a la escritura en un locus
de resistencia personal frente a las prácticas represivas deshumanizadoras. Por una idea
de escritura en la que se escribe para sobrevivir, pero en la que también se sobrevive
para escribir. Por este sujeto que nutre a la literatura, y que se nutre de ella.
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Cancionero y romancero de ausencias, de Miguel Hernández…
Referencias bibliográficas
Alzugarat, A. (2007). Trincheras de papel. Dictadura y literatura carcelaria en
Uruguay. Montevideo: Trilce.
Foucault, M. (2008). Vigilar y castigar. Buenos Aires: Siglo XXI.
Harlow, B. (1986). "From the Women's Prison: Third World Women's Narratives of
Prison." Feminist Studies Vol. 12, Núm. 3, Fall.
Hernández, M. (1978). Cancionero y romancero de ausencias. Barcelona: Lumen.
Riva, S (2010). “Con tres heridas yo”: Intimidad y tradición popular en Cancionero y
romancero de ausencias de Miguel Hernández.” en Scarano, Laura (comp.)
Sermo intimus. Modulaciones históricas de la intimidad en la poesía española.
Mar del Plata: EUDEM.
Saumell Muñoz, R. (2012). “El otro testimonio. Literatura carcelaria en América
Latina” en Revista Iberoamericana, Vol. LXXVIII, Núm. 241, OctubreDiciembre. Universidad de Pittsburg.
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